viernes, 5 de diciembre de 2014

Nicolás Olivari.


Nicolás Olivari retrató una Buenos Aires que se modernizaba vertiginosamente

Por Renata Rocco Cuzzi

Se hizo justicia: reeditan a Olivari, un provocador de los años 20

"Soy un habitante circunstancial de Buenos Aires a la que adoro ávidamente en lo que tiene de europeo: el vicio." Así, urbana, provocadora, vanguardista, es la poesía de Nicolás Olivari, un contemporáneo de Roberto Arlt y de los hermanos González Tuñón, un hombre de la Buenos Aires moderna de los años '20.

Su obra se había agotado hace tiempo en las librerías. Hasta que hace apenas unas semanas, una pequeña y flamante editorial, "Malas Palabras Buks", debutó reuniendo bajo el título de Poesías 1920-1930 los libros La amada infiel (1924), La musa de la mala pata (1926) y El gato escaldado (1929). Eran textos difíciles de encontrar. "La amada infiel -dice Rocco Carbone, autor del estudio preliminar junto con Ana Ojeda Bär- lo encontramos en la Biblioteca Nacional de Hamburgo. Aquí sólo debía existir en algunas bibliotecas particulares. Y para toparse con los otros libros había que revolver en librerías de viejo o en parques."

Carbone y Ojeda Bär decidieron tomar como punto de partida las primeras ediciones de cada uno de los tres libros. Encontraron otros criterios de edición. Por ejemplo la versión de 1956 de La musa "corregía" aparentes erratas. "Una de las correcciones más frecuentas era colocar coma y seguir con mayúscula, pero la persistencia y abundancia de los supuestos errores nos llevó a pensar que se trataba de una sintaxis deliberada." La hipótesis no carece de lógica: Olivari fue un escritor de evidente inclinación vanguardista y demostró una irreverencia absoluta respecto de quienes bautizara como "los cíclopes de la literatura vieja" (probablemente Lugones, Rojas, Capdevila o Larreta). Así que los editores decidieron respetar esa grafía (interpretando que era la elegida por el autor) e incluir todas y cada una de las "malas palabras" que evitaba la edición anterior.

17 de octubre

"Estábamos en el medio de la multitud, sumamente emocionados. Y advertí que en el rostro de Nicolás Olivari corría un lagrimón." (Alberto Vanasco, sobre el 17 de octubre de 1945).

Uno de los momentos más felices de la búsqueda, según Ojeda Bär, fue el préstamo recibido, de manos del propio hijo de Olivari, de La musa y El gato. "En La musa, Olivari padre había corregido con lápiz una cantidad de palabras: tachaba y ponía otra opción. En nuestro libro conservamos todas esas correcciones."

Como Roberto Arlt y Enrique González Tuñón, Nicolás Olivari vivió y transformó en materiales de su literatura la modernización vertiginosa de una Buenos Aires que en los años 20 era la cabeza visible del país de las vacas gordas. Respecto de esa obsesión ciudadana, el mismo Olivari confesó: "Yo me limito a lo que sé: Buenos Aires. No conozco el campo y no lo entiendo y me moriría de aburrimiento en una provincia".

Desde esta mirada ácida puebla el mundo que le va a interesar: prostitutas, clowns patéticos, oficinistas que eligen la mala vida, novias pálidas y casi siempre tísicas, costureritas cuyo mal paso, para él, era siempre un tropezón afortunado. En ese doble movimiento de despegue muchos han visto su capacidad para cruzar un registro de literatura alta -la musa- con una imagen congelada proveniente del habla popular -la mala pata-

Para Carbone -así lo explica en el estudio preliminar- esta estética de mezcla, propia del grotesco, ubica a Olivari en una "zona alternativa" que permite superar la dicotomía Florida-Boedo. Siguiendo a Carbone, Discepolín hará la misma operación en Cambalache, Enrique Gonzá1lez Tuñón en su narrativa, Arlt en Los Siete Locos.

Volvió Olivari. A veces en la República de las Letras truena la justicia.

[Clarin, 11/07/05]

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