CARTILLA ELECTRÓNICA DEL ESCRITOR J MÉNDEZ-LIMBRICK. Premio Nacional de Narrativa Alberto Cañas 2020. Premio Nacional Aquileo j. Echeverría novela 2010. Premio Editorial Costa Rica 2009. Premio UNA-Palabra 2004.
sábado, 5 de julio de 2014
Todo es presente: Entrevista a Carlos Fuentes por: Massimo Rizzante.
Entrevista a Carlos Fuentes por: Massimo Rizzante
A propósito de la tradición, usted tuvo una intuición formidable cuando describió la historia de la novela moderna como el tejido de dos tradiciones: la de la Mancha y la de Waterloo. ¿Podría hablar de ello?
Primero Cervantes. Él es y sigue siendo el más grande novelista de la historia de la novela. Inventó la novela. ¿Cómo? Reunió todos los géneros: pastoral, picaresca, épica, cuento árabe… Creó una novela de novelas en la que está todo, todos los géneros que forman un nuevo Género —con mayúscula— que se llama novela. ¿Cuál es la diferencia entre la novela y el resto de las artes? En la novela todo tiene cabida si se sabe cómo estructurarlo. Todo lo que la historia, la filosofía, el ensayo, el periodismo e incluso la poesía no pueden decir, la novela lo hace: es el arte más vasto, todo puede estar integrado. Además, gracias a Cervantes, la novela comienza a criticar el mundo poniéndose a prueba así misma, criticando sus propios recursos.
¿En ese mismo sentido hablaba usted de “una crítica de la lectura que se proyecta desde las páginas del libro hacia el mundo exterior, pero también y sobre todo, y por primera vez en la novela, una crítica de la creación narrativa contenida dentro de la obra misma: crítica de la creación dentro de la creación”?
A partir de ese momento ocurre algo maravilloso. Una novela no se cierra, no debe estar cerrada, debe permanecer abierta. ¿Por qué? Porque está dirigida al lector que es el único que puede cerrarla. Pero no el novelista. Quien decide es el lector, es el segundo autor de la novela. Creo que todo novelista lo sabe. Yo nunca he escrito la palabra “fin” al final de una novela. Supondría un insulto a su historia.
En la tradición de la Mancha, la crítica de la realidad implica la creación de una realidad. La novela cervantina abre posibilidades a la imaginación ya que la propia novela no se considera menos real que la Historia. Ésta es una gran diferencia con respecto a la tradición realista de Waterloo donde la seriedad de los hechos prevalece frente a la invitación al juego…
Exactamente. ¿Quién ha escrito, a lo largo del siglo XIX, novelas como Don Quijote, Tristram Shandy o Jacques el fatalista? No se ha escrito nada semejante. En el momento en que comienza la novela del realismo social, el mundo de la imaginación autónoma desaparece. Sólo se escriben novelas que beben de la sociedad. Aunque el propio Balzac rompa este esquema. Novelas como La piel de zapa, Serafita, Louis Lambert escapan completamente a las restricciones del realismo social.
Me parece que esto es muy importante. Es decir, para usted, ¿Balzac rompe con la tradición que él mismo ha inaugurado?
Tiene que romper, ya que Balzac es un escritor. No es un cronista. Debe proporcionar un margen a esta realidad inaprensible que pertenece a la imaginación y que se establece como una realidad propia. Lejos de ser una realidad que refleja el mundo, ésta anuncia sin restricción un nuevo mundo, lo que llamé una vez “un mundo inminente”. Por ejemplo, Louis Lambert es una novela que prefigura al hombre de Nietzsche, un hombre tan inteligente que se vuelve loco.
Usted dice que Balzac —al menos en algunas de sus novelas— no se limita a hacerle la competencia al código civil y a representar la realidad social, va más allá de lo que Milan Kundera llamará la “frontera de la verosimilitud”…
Balzac no se olvidó por completo de la matriz novelesca de la imaginación. Balzac introduce al hombre en la Historia, pero también le permite buscar un camino por el cual salirse para poder observar la Historia con una claridad mayor.
No es lo que dice Kundera…
No, no. Porque él no es muy balzaquiano. Yo sí.
La tradición de Waterloo, como representación de la realidad social parece tener una larga vida. Estoy pensando, por ejemplo, en la novela europea de los años cuarenta y cincuenta del siglo XX. E incluso hoy en día, aún sigue ahí, con esta avalancha de novelas-reportaje, novelas-crónica, novelas-documental…
Se trata de no-novelas. En América latina, también hemos tenido un largo periodo naturalista. Alguien podría habernos ayudado a superarlo pero nosotros no nos dábamos cuenta. Se llamaba Machado de Assis, el más grande novelista latinoamericano del siglo XIX.
Muy olvidado en Europa…
Y, sin embargo, el novelista más importante para entender cómo la tradición de la Mancha —Machado de Assis, en su novela Memorias póstumas de Brás Cubas (1881), apela de un modo magnífico a Cervantes, Diderot, Sterne— no deja de estar presente en el siglo de la verosimilitud triunfante.
¿Cree que los escritores latinoamericanos del boom de la novela leyeron a Machado de Assis?
Creo que sí. A Cortázar le encantaba. Creo que todos lo hemos leído porque es el vínculo que tenemos con nuestra propia realidad. Yo no encuentro mi realidad literaria en Jorge Icaza o en Rómulo Gallegos. No me reconozco en Emilio Rabasa ni en los novelistas mexicanos del siglo XIX. Me reconozco en un brasileño que se llama Machado de Assis.
Es decir, habría una tradición de la modernidad novelesca latinoamericana que pasa por Machado de Assis y llega a la gran explosión de la novela de la segunda mitad del siglo XX…
Una modernidad que no es solamente novelesca sino también poética. En mi opinión, la secuencia de esta tradición es la siguiente: Machado de Assis, Rubén Darío, Pablo Neruda, César Vallejo, Alejo Carpentier, Jorge Luis Borges, José Lezama Lima. Y luego, nosotros.
¿Y Kafka? ¿Faulkner?
Son muy importantes. Hemingway también. Pero me refiero a que existe una continuidad de la herencia latinoamericana. Neruda y Vallejo escribían en la misma época que Jorge Icaza y que todos los realistas latinoamericanos, pero no tienen nada que ver con éstos. Así que yo, Cortázar, García Márquez y toda la compañía nos situábamos del lado de la poesía de Neruda, de la poesía de Vallejo y no del lado de las novelas bananeras, por llamarlas así. Hay una tradición que uno escoge. La tradición, tú la escoges, no se te impone. Si la tradición se te impone, estás perdido.
Hay que crear un árbol genealógico propio…
Por supuesto.
Me resulta interesante que, en la secuencia que acaba de enumerar, haya tanto novelistas como poetas. ¿Pretende subrayar la importancia de la herramienta lingüística?
Sí. A un naturalista bananero, por llamarlo así, no le interesa la “palabra justa”, lo que le interesa es contar una historia que tenga consecuencias sociales. A nosotros nos interesaba mucho la poesía de la novela. Los ejemplos más esclarecedores desde este punto de vista serían Paradiso de Lezama Lima y Rayuela de Cortázar.
Por sus palabras, parece que está reivindicando al mismo tiempo la especificidad de la tradición moderna latinoamericana y su universalidad. Estoy totalmente de acuerdo. Hay que conocer profundamente nuestra propia cultura para poder atravesar el camino de otros y construir los fundamentos de una nueva creación. Volviendo a Alfonso Reyes, fue él quien dijo: “Toda cultura es provechosamente nacional si es generosamente universal”. Veo en esta frase un cosmopolitismo inconformista… Sobre todo teniendo en cuenta que Reyes adoptaba esta visión cuando, en los años treinta y cuarenta del siglo XX, considerarse cosmopolita era más bien un insulto…
Ahora estamos más allá del cosmopolitismo. Como he dicho muchas veces, los artistas, los novelistas crean otra historia, al mismo tiempo que viven inmersos en nuestra historia. De esas dos historias nace la verdadera Historia, que siempre es el resultado de lo que ha pasado y de lo que podría haber pasado. Por tanto, hay que tener en cuenta la imaginación de cada artista, de cada novelista, para que la Historia sea restituida legítimamente. La imaginación de un novelista no está encerrada entre límites nacionales. Existe la obra individual, la obra de cada uno. No puedo decir que Juan Goytisolo sea un escritor español. Goytisolo es él mismo con o sin España; Kundera, con o sin Checoslovaquia. ¿Podemos afirmar que Nadine Gordimer es sudafricana? So what! Me doy cuenta de que esta idea me resulta completamente banal, aunque no es así para la academia ni para los periodistas, que siempre quieren que nos adhiramos a una corriente literaria, a una generación, a una nación. Se trata de cuestiones que los verdaderos novelistas han superado, bien lo sabe usted. Esto no nos interesa. Me siento más cerca de Milan Kundera y de Juan Goytisolo que de muchos escritores mexicanos. Sí, soy ciudadano mexicano, me interesa la política mexicana, la realidad de mi país a veces me obliga a tomar una posición, pero en cuanto a la historia del arte de la novela me siento más próximo a Broch.
Fuente: http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/ojs_rum/index.php/rum/article/view/534/1200
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