miércoles, 26 de febrero de 2014

Iván Turgénev (escritor).

 
Iván Turgénev (escritor). Nació el día 9 de noviembre de 1818, su fecha fallecimiento es 3 de septiembre de 1883, es natural de Rusia.
 
LOS RECUERDOS POÉTICOS DE IVÁN TURGUÉNEV
En la inmensidad de la geografía literaria de Rusia el nombre de Iván Turguénev forma parte de una res­plandeciente constelación de novelis­tas, cuyas obras son espejo para el pensamiento que tiende a convertirse en palabras y comunicarse. Turguénev, como escritor, asimiló y recreó en un lenguaje admirable el fluir de su época; en sus novelas y relatos hay todo un universo sorprendente: las costumbres y paisajes de la antigua Rusia, las ilusiones y cambios de las clases sociales, los problemas políticos, la visión de las ciudades y los reflejos de la historia y, sobre todo, la diversidad y autenticidad psicológica de sus personajes. Ya sean éstos los humildes campesinos de su región natal o los propietarios rurales y la nobleza, sus caracteres, sus pasiones, sus sentimientos, en la convivencia o en la soledad, están trazados con genial maestría. Son minuciosos estudios de tal profundización en las complejidades anímicas que únicamente pudo lograrlas quien, como Turguénev, fue un perspicaz y sensible observador de los seres humanos. Y sólo llegó a esta penetración del alma ajena por haber contemplado y conocido la suya propia e interiorizar reflexivamente los desafíos y demandas de su entorno. Así, temperamento y mente le fueron conformados en una dialéctica creadora, tanto de sufrir adversidades afectivas como de ser feliz ante el ideal de la belleza artística.
Una larga vida tuvo para Iván Turguénev una infinidad de dádivas tanto como hirientes sufrimientos. En la incertidumbre infantil, en las frustracio­nes juveniles pretendió alcanzar el afecto primorial y le fue negado, pero sí gozó de numerosas y fieles amistades; fue autor respetado y su obra admirada, pero ante él se desvanece la posibilidad de amor, perseguido y siempre esquivo; una situación privilegiada de desahogo económico estuvo perturbada por problemas de administración, y los estimulantes viajes que enriquecieron su talento eran acompañados de enfermedades verdaderas o imaginarias. Todo este intenso transcurrir de los años, con sus cientos de episodios, de relaciones, de observaciones, sirvió para dar a sus obras la calidad que hoy hace de Turguénev un escritor contemporáneo nuestro.
Algunas de tales experiencias debieron tener una especial modulación íntima y persistente huella en la memoria, y a partir de 1877, casi al final de su vida, tomó la decisión de transformarlas en breves relatos como una forma de dejarlas tras él, darles perennidad y testimonio biográfico. Estos fragmentos de sus recuerdos son los Poemas en prosa.
En ellos -traducidos cuidadosa y fielmente en estas páginas por la Profesora María Sánchez Puig-, está una materia literaria que se podría calificar como clave de un itinerario vital, pues así suele ser la obra poética. Porque la gran poesía no es sino la transposición al lenguaje del doloroso y sabio madurar del poeta, y esta evolución está latente en los Poemas. Son las respuestas cruciales de Turguénev a los hechos del mundo, a los sentimientos e ideas que suscitaron, a las fricciones originadas por el torrente de la existencia.
Los Poemas en prosa, en número de 51, fueron los que Turguénev quiso publicar en vida, y así aparecieron bajo el título de Senilia en la revista Vestnik Evropy, de San Petersburgo, en 1882. Pero Turguénev retuvo otros 32 poemas y en su archivo se conservaron después de su muerte (1883), hasta que el eslavista francés André Mazon, cuarenta años más tarde, los encontró y los hizo publicar. Se puede considerar que estos inéditos eran en los que Turguénev liberaba contenidos más íntimos, acaso más dolorosos.
Aunque fechados todos por él de 1877 a 1882, son recuerdos pertenecien­tes a lejanas y diversas épocas suyas, que quiso redactar en aquellos años postreros cuando el pensamiento gusta de evocar, con nostalgia, los caminos recorridos.
Si sugestivos son los primeros publicados, no lo son menos los inéditos. Predomina en ambas series el carácter de documento privado, con una hermosa revelación de su íntima y secreta personalidad ante momentos para él transcendentales.
Varios de estos Poemas hacen referencia a episodios de la actividad profesional del escritor, las rivalidades, la relación difícil con los críticos, y opiniones motivadas por el comportamiento humano. Otros expresan su inalterable amor al país natal, a esa Rusia de la que se alejó, pero que siempre tuvo ante sí como ámbito de una lengua maravillosamente expresiva, como espacio social idealizado de cuya suerte fluctuante él participaba.
Su imagen del mundo y, en él, de la condición humana forman otros pensamientos de sabiduría superior al enjuiciar lo efímero de la existencia en una naturaleza indiferente que no concede al hombre mayor importancia que a un insecto. Esta conciencia de humilde insignificancia, de quien se identificó con los que nada son, se extiende a la comprensión del desamparo de los animales en cuyos ojos ve una mirada temerosa idéntica a la suya. Son poemas con una significación filosófica que revelan su cosmovisión de pensador realista contrario a prejuicios, movido por la tolerancia, por la piedad ante el dolor, enemigo de las armas, de la envidia, de la ingratitud.
En bastantes poemas se conduele de la llegada de la vejez con sus monótonas dolencias y su vacío de ilusiones, mas esta actitud desalentada no se puede atribuir a la fecha en que fueron escritos, pues a Turguénev le acompañó siempre el terror a las enfermedades y la sensación de la senectud, incluso siendo joven, como si percibiera en su ser la acumulación del vivir de sus antepasados, de generaciones que le precedieron. Y, a la par, el constante presentimiento de la muerte, el cual le engrandece por la serena objetivación de esa fatalidad ineludible.
Y es revelador de estas obsesiones que en varios de los Poemas en prosa relatan sus sueños; éstos son sueños de muerte o amenaza de destrucción no sólo personal, sino de su mundo, de su sociedad. Y tan emotivos, por su contenido subconsciente, debieron de ser, que no dudó en insertar algunos, como pasajes misteriosos, en sus novelas. Y misterioso parecerá el motivo de algunos poemas, y así debe de ser porque proceden de hondos estratos de la conciencia, inasequibles a la fácil comprensión, y porque toda gran creación artística conlleva aspectos enigmáticos.
Pero los Poemas más espontáneos y emocionados son, sin duda, aquellos en los que Turguénev descubre –discretamente- la tensión amorosa, ya sea en la frustración o en la exaltación de sentir su ímpetu poderoso. Como en su biografía de hombre fue, en sus escritos es el amor la más bella sugerencia de felicidad; como un supremo anhelo, llenó los años del escritor de promesas y búsquedas, no por infructuosas menos apasionadas. Si no se realizó en la consecución habitual, y no siempre halló correspondencia a las solicitudes de su alma poética, sentimental, romántica, ya el solo propósito de amor fue una dinámica vivificadora que transmitió a sus obras como delicada melancolía o ilusionada esperanza.
Admira en estos Poemas en prosa el hálito imaginativo en el desarrollo de sus temas; y quien conozca la lengua rusa apreciará también en esta edición la armonía y la sutil musicalidad de la frase de Turguénev. Quien lea solamente en castellano los Poemas en prosa podrá decir que ha leído un fragmento emotivo e importante de la herencia literaria de un escritor genial, ruso, europeo, del mundo entero.
Juan Eduardo Zúñiga
* * *
ESBOZO BIOGRÁFICO
El gran novelista ruso Iván Serguéyevich Turguénev nació en 1818, en la provincia de Oriol, en el seno de una familia hidalga adinerada. La madre, mujer de talante duro y autoritario, era propietaria de inmensos latifundios de más de cien mil hectáreas de tierra y de cinco mil siervos campesinos. El padre, un oficial de la guardia imperial, galante y bien parecido, diez años más joven que su esposa, llevó una vida disipada, llenando la casa familiar de amantes y jaurías de perros de caza. La madre del escritor quedó inmortalizada en la figura de la protagonista de la novela Mumú, y el padre quedó plasmado en la novela El primer amor.
La infancia de Iván Turguénev transcurrió en una de las fincas de su madre, Spásskoye, donde el futuro escritor pudo conocer muy de cerca la dura realidad de la vida de los campesinos, la tremenda lacra social que suponía el derecho de servidumbre, que permitía la compraventa de seres humanos, la separación de las familias, los castigos corporales, toda clase de abusos y violencia. Todo esto Turguénev lo reflejaría posteriormente en sus Relatos de un cazador, su primera gran obra, publicada en 1852. De niño, Turguénev trabó amistad con un siervo apellidado Punin, gran aficionado a la lectura y a la poesía, quien le inculcó su amor a la literatura. Turguénev nos dejó el retrato de su amigo Punin en la novela Punin y Baburin.
En 1827 la familia Turguénev se trasladó a Moscú, y el niño estudió en varios centros: primero en el internado privado de Weidenhammer, luego en el Instituto Armenio, donde se estudiaban lenguas orientales, y, posteriormente, en el colegio internado alemán de Krause. Prosiguió sus estudios en la Facultad de Letras de la Universidad de Moscú y de Filosofía en la Universidad de Berlín. En 1843, ocurrió un hecho que marcó profundamente el resto de su vida: conoció en San Petersburgo a la soprano Paulina García de Viardot, a quien profesó un amor inquebrantable hasta el fin de sus días, siguiéndola en sus giras por Europa, lo que le llevó a vivir prácticamente más tiempo en el extranjero que en Rusia.
Hombre de vasta cultura, conocedor de varias lenguas, de grata presencia y exquisitos modales, y sin preocupaciones económicas, Turguénev se convirtió en el portavoz de la cultura y literatura rusas en Occidente. En su larga vida conoció y trató a destacadas personalidades de la literatura y la cultura rusa y occidental como Pushkin, Saltykov-Schedrín, L. Tolstói, Grigoróvich, Zola, Flaubert, Daudet, E. Goncourt, etc.
Por la publicación de los Relatos de un cazador en 1852, Turguénev sufrió detención y arresto domiciliario durante más de un año, hecho que también le impulsó a residir fuera de Rusia. Viajero impenitente, recorrió en varias ocasiones Alemania, Suiza, Francia e Italia. Murió en 1883 en su casa de Bougival, cerca de París, de cáncer de médula espinal, tras atroces sufrimientos. Sus restos mortales fueron llevados a Rusia e inhumados, con gran solemnidad, en el cementerio de Vólkovo, en San Petersburgo.
Un dato biográfico curioso: a lo largo de su vida estuvo tres veces al borde de la muerte. La primera vez, a los cuatro años, en Berna, durante una visita al zoo estuvo a punto de caerse en el foso de los osos, lográndolo atrapar su padre por un pie en el último instante; la segunda vez, ese mismo año, a causa de una enfermedad infantil, hasta el punto de tener ya los padres preparado el ataúd; y la tercera vez, en 1838, estuvo a punto de perecer en el incendio que se produjo en el barco en el que viajaba. El temor a la muerte acompañó a Turguénev a lo largo de toda su vida, convirtiéndose, en algunos momentos, en auténtica obsesión que llenaba sus noches de angustia.
La obra literaria de Iván Turguénev, prolija y variada, puede dividirse en varios períodos, coincidentes con hechos de su vida personal y aconteci­mientos de la vida social.
Un primer período, entre 1834 y 1848, marcado por la transición del romanticismo al realismo, constituye una búsqueda de su identidad literaria. A este período pertenecen sus creaciones en verso El atardecer, A la Venus de Médicis, Ruso, Dame tu mano, los poemas Steno, Parasha, El pope, Conversación, El terrateniente, así como las novelas y relatos Andréi Kólosov, Tres retratos, El camorrista, Petushkov, etc.
Un segundo período, de 1848 a 1859, caracterizado por dos temas centrales: por una parte, la vida del campesinado ruso sometido al derecho de servidumbre; y, por otra, el prototipo de un hombre nuevo, digno represen­tante de la nobleza rusa. El primer tema culminó en una recopila­ción de narrativa breve, títulada Relatos de un cazador, que tras varias reediciones adquirió la forma definitiva con 25 relatos, en 1880. El segundo tema se plasmó en sus novelas sociales Rudin -cuyo protagonista principal está inspirado en la figura de M. Bakunin-, Nido de nobles, Asia, El diario de un hombre de más, Fausto, y en su ensayo El Hamlet del distrito Schigrovski. En el mismo período quedan comprendidas sus obras teatrales Sin blanca, Almuerzo en casa del jefe provincial, dramas que describen y analizan la decadencia de la nobleza rural; las comedias El hilo se rompe por lo más fino y Un mes en el campo; los dramas El gorrón, El solterón, La provinciana, ambientados igualmente en la pequeña nobleza rural, etc. En este período Turguénev se revela como el creador de la novela social rusa.
Un tercer período de su creación literaria, entre 1859 y 1862, marcado por grandes movimientos sociales en Rusia y la supresión, en 1861, del derecho de servidumbre, fructifica en dos grandes novelas, La víspera y Padres e hijos, que marcaron un hito en la historia de la novela rusa, provocaron acalorados debates entre público y crítica y le ocasionaron al autor no pocos disgustos.
Un cuarto período, entre 1862 y 1869, marcado por cierto cansancio y hastío del escritor, un desencanto, un deseo de apartarse de las tribulacio­nes y problemas sociales para hallar la paz en el mundo del arte, en la filosofía, en la contemplación. A este período pertenecen sus novelas cortas Basta, Fantasmas y, muy especialmente, la novela Humo, donde el escritor caricaturiza a los miembros del "círculo de Gubariov", en alusión clara al "círculo de Ogariov", uno de los promotores de la organización "Tierra y libertad".
Entre 1869 y 1877 se puede delimitar el quinto período de su actividad literaria, marcado por los acontecimientos y movimientos sociales de los años 70. A este período pertenece su novela Tierra virgen, descripción magistral de conocidas figuras y corrientes de pensamiento de diversas agrupaciones "populistas" de los años 70. La novela Tierra virgen tuvo una polémica acogida tanto por la izquierda progresista, como por la derecha conservadora, y sería la última gran novela social que escribiera Turguénev.
El sexto y último período de su fecunda labor literaria se inicia a partir de la publicación de Tierra virgen, en 1877, hasta su muerte, y se caracteriza por una búsqueda de nuevos medios de expresión literaria para temas filosóficos, morales, éticos y existenciales. Aparece, asimismo, alguna obra de corte fantástico, casi neorromántico, como El canto del amor triunfante y Clara Mílich. A esta época pertenecen, entre otras, las novelas Pum, pum, pum..., El reloj, Punin y Baburin y los renombrados Poemas en prosa, hermosas estampas lírico-filosóficas de exquisita forma y profundo sentido.
Tampoco deben olvidarse las novelas El primer amor, Aguas primavera­les, tan conocidas para el lector español, el ensayo Hamlet y don Quijote, magnífico ejemplo de crítica literaria, el relato El rey Lear de las estepas y tantas otras obras.
Uno de los mejores prosistas del s. XIX, y para algunos el mejor, Turguénev posee un estilo sereno y exquisito, de aparente sencillez, un vocabulario de inusitada riqueza, una sintaxis impecable y, sobre todo, un profundo lirismo que impregna toda su obra. A la belleza de sus descripcio­nes narrativas paisajísticas hay que añadir la profundidad del análisis psicológico de sus personajes y una visión global de la problemática social del momento, elementos que rara vez confluyen en un mismo autor y le confieren a Iván S. Turguénev un carisma especial.
María Sánchez Puig
 
 

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