sábado, 27 de abril de 2013

JOSÉ DONOSO Y SU NOVELA: "El obsceno pájaro de la noche" por Victorino Polo García.


EL OBSCENO PÁJARO DE LA NOCHE.

Victorino Polo García

José Donoso es un excelente narrador chileno, cuya experiencia vital española moduló la intensidad de su narrativa con tonos y timbres enriquecedores, al perfilar nuevos matices y perspectivas para su caleidoscopio existencial. Tuvo casa en Calaceite, viajó mucho por nuestro país y conocía bien la realidad española, con la que se identificaba. Durante largos años vivimos una honda amistad y a tal extremo que, cuando dedicamos un bien matizado congreso a su figura y su obra —la enfermedad anunciaba ya su término— el testimonio agradecido que nos hizo llegar fue conmovedor por sincero y profundo. En definitiva, se sintió chileno-americano por sobre cualquier otra circunstancia de vida y obra, si bien otros dos países influyeron en él poderosamente: España y los Estados Unidos de América, de manera que tres grandes ciudades vienen a constituir el epicentro urbano y cultural de su vida y su escritura: Santiago de Chile, Barcelona y Nueva York, ciudad esta última que lo fascinó sobremanera. Así se revelan el canon de la diáspora y la ciudadanía del mundo como predicamento de los grandes escritores hispanoamericanos. José Donoso encarna casi a la perfección la conocida propuesta de Dickens, reivindicada mucho tiempo después por Gabriel García Márquez.
A su vez, El obsceno pájaro de la noche se manifiesta como el gran libro de Donoso, centro y proyección de su narrativa global, a la que otorga sentido creador y profunda razón de ser, sin depreciar un ápice sus restantes novelas, cada una plena de identidad y color propio dentro del cañamazo común del conjunto excelente.
Tampoco es recomendable olvidar los cuentos o relatos breves, pues que constituyen pieza importante para entender y justificar sus claves de narrador. Resultan menos conocidos, porque las novelas ocupan el campo casi a plenitud, pero junto a nombres gloriosos como Borges, Cortázar, García Márquez o Juan Rulfo, Donoso engrosa la lista de los escritores hispanoamericanos creadores del cuento moderno, de tan alta calidad y bien ganado prestigio, cuyo estudio y ubicación exacta en el panorama de la literatura contemporánea está por hacer y resulta de imperiosa necesidad, para dar al traste de una vez por todas con el tópico de género menor que aún lo acompaña, incluso con el viejo concepto de géneros propedéuticos vigentes desde el siglo XVIII y el romanticismo.
En definitiva, cuento, novela corta, novela, tres compartimentos cuya organización proyectiva Donoso maneja con gran habilidad y maestría, para ensamblar una concepción del mundo sustancialmente pesimista, desordenada y, por lo mismo, inhumana y cruel. Lo que conduce al pensamiento central en el que conviene insistir contra el olvido: lo más importante y decisivo en la escritura de José Donoso no es el universo inventado por su imaginación inteligente, ni siquiera los personajes bien dibujados, sino las cuestiones formales, de construcción y estructura. Donoso es un gran arquitecto que levanta sorprendentes y bien concatenados edificios en armonía, no un decorador de interiores que amuebla como artesano las estancias.
En todo caso, sus comienzos no fueron fáciles porque hubo de luchar contra una tradición demasiado rígida y encorsetada, a la que difícilmente se hubiera podido acomodar El obsceno pájaro de la noche, cuya gestación como texto narrativo de gran alcance viene de lejos en la biografía literaria del chileno, aunque su real nacimiento como libro se aplazara casi una década, con el taller en plena efervescencia de revolucionaria evolución y algún estallido de influencia foránea que la modestia de Donoso magnificó desmesuradamente, propiciando que algunos críticos e investigadores, en exceso historicistas y académicos, hayan caído en la trampa intelectual de disminuir la razón histórica y estética, la originalidad y trascendencia que sustentan la obra de quien escribiera Casa de campo, Donde van a morir los elefantes y El Mocho, su novela póstuma y especie de testamento literario —irónico, cruel y entrañable— que José Donoso tuvo la generosidad y buen gusto de ofrecer a los bien avisados lectores.
Su escritura y su concepción del mundo evolucionan con el hiato de 1961, a causa de Carlos Fuentes, y el clímax de 1970, fecha en que se publica El obsceno pájaro de la noche como punto de inflexión en cuanto a innovaciones técnicas se refiere, quintaesenciadas en la audacia expresiva. El gran tema general es la desintegración y desorientación del individuo, de la familia, de la sociedad y del sistema, cuya complejidad se acrecienta en cada novela, casi en cada página. Se intenta descubrir una interpenetración plausible de los distintos estratos sociales a través del prisma del orden —palabra clave— con dos extremos humanos: René, ubicado en la chabola, y Andrés, el rico de lujo. Haz y envés de una misma hoja sorprendente. Así, Coronación ofrece el espectáculo de las familias en decadencia, mientras Este domingo, diez años después, resulta más sorprendente por la novedad estructural del texto, a la vez que El lugar sin límites centra la parodia de la incomunicación de los personajes, alegoría de la vida dominada por un dios maligno, que también pudiera ser trasunto de la incomunicación de Donoso con Dios.
Al cabo de estos tiempos y títulos se produce la eclosión de El obsceno pájaro de la noche, que propicia la otra vertiente de la montaña, aunque sin ruptura con lo anterior, pues que Tres novelitas burguesas vuelve a las viejas obsesiones de la falta de unidad y comunicación humana, introduciendo la experiencia española y una nueva franja cronológica de los personajes, que ahora son de mediana edad. En Casa de campo se revelan los personajes como auténticos emblemas, para constituir alegoría político social llena de humor y amenidad. La misteriosa desaparición de la marquesita de Loria tiene que ver con Elogio de la madrastra, si bien es el contrapunto de Vargas Llosa y pone de relieve la idea de Unamuno al pretender que «lo erótico y lo metafísico se desarrollan a la par». Cuatro para Delfina y La desesperanza suponen el regreso a Chile, bien para reflejar la vida de Santiago, bien para reencontrarse personalmente con su tierra, puesto que Mañungo vuelve al entierro de Pablo Neruda, lo mismo que Judit, aunque su renovada historia de amor que pudo ser romántica, se revela más bien como contacto erótico transitorio. Quizá conviniera destacar el símbolo abundante, que toma carne en los perros, los niños, el viejo león, la nave mágica con brujas y piratas. Y Neruda, al que se presenta como el gran poeta que es, aunque también con la contrafigura humana de quien explota lo izquierdista en beneficio personal.
El obsceno pájaro de la noche viene a ser, pues, el principio y final de toda su narrativa. Está en los comienzos germinales y alcanza la madurez que difícilmente podría ser superada por libros posteriores, de modo que Donde van a morir los elefantes y El Mocho son lo que dicho queda: reverberaciones de lo anterior, iluminaciones perfectivas que potencian las casas de campo, testamentos literarios y el cierre concertante que el escritor ha ido labrando con paciencia, humildad casi franciscana y talento narrador donde los haya.
Con este libro se coloca en la vanguardia más clara de la literatura chilena, no sólo de la narrativa. Libro que procede y viaja desde El lugar sin límites que, a su vez, enlaza de manera natural con Este domingo y Coronación. Y salta por encima de la barrera cronológica, de fuentes posibles y de influencias rompedoras. Sabemos que lo empezó antes de 1961 y diez años de laboriosa elaboración aguantan los embates de cualquier deslumbramiento. Ahí está la extrañeza geográfica y de situaciones, la desbordante ambigüedad del personaje Manuel-Manuela, el mundo caótico que lo embarga todo y todo lo desorganiza para confusión de la mente y orientación del sentimiento. Ahí están, a la postre, la simbología y el mito como ejes y, acaso, como vertebradores del mundo literario y sus leyes internas.
El ambiente religioso está omnipresente desde la primera página, sobre la base de los tres pilares sustentadores del mundo: la casa-asilo de Chimba, la madre Benita y el Mudito-Humberto Peñalosa, cuya imaginación delirante permite a Donoso crear sin límites. El resto es una continua sorpresa para el lector, a quien recomiendo que se libere de frenos cultural-interpretativos, se identifique con los ambientes y los personajes, deje volar su voracidad lectora y se recree con el lenguaje como edificador de mundos disparatados y perspectivas para el propio trabajo de lectura.
El mito viene dado por las primeras creencias humanas, tendentes a la salvación para encontrar el paraíso, contrapunto feliz de este valle de lágrimas: las viejas arrebujadas en la capilla esperan que el niño las lleve al cielo. Quien haya leído La casa de Asterión, de Borges, encontrará concomitancias gratificadoras con respecto al universo sin planos y el esperpento básico de los personajes, de manera especial el Mudito que, con su afición de albañil, va tapiando todas las aberturas del edificio, para convertirlo en mónada herméticamente cerrada.
Como sugerencia última, deseo entregar al lector tres breves notas del propio Donoso, predicables de El obsceno pájaro de la noche y extensibles a todos sus libros. Dice, por un lado, que ésta es una «novela laberíntica, esquizofrénica, donde realidad, sueño, vigilia, lo onírico y lo fantástico se mezclan y entretejen». Toda una invitación a la lectura. Y añade: «No intento apelar a mis lectores para que crean en mis personajes, prefiero que los reciban como emblemas». Y termina con la definitiva complicación interior: «Escribí esta novela un poco para saber quien soy». Leerla supone, también para nosotros, un inquietante y gozoso camino hacia nuestro propio conocimiento.

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