viernes, 16 de diciembre de 2011

ALEJO CARPENTIER. UN BARROQUISMO QUE CADA VEZ SE ALEJA MAS DE NUESTRA AMERICA LATINA.


Alejo Carpentier fue uno de los grandes escritores latinoamericanos de los años 60 y 70. Su influencia y su aporte literario, cultural, lo hacen un hito de las letras. Su barroquismo embriagante, su cultura universal y su conocimiento de la música lo hicieron confabular para mostrarnos un rico y hermoso mural de nuestra historia latinoamericana. Pienso, que pocos escritores del boom tuvieron la maestría para combinar tantos elementos históricos, culturales, políticos, sociales, económicos, como lo hiciera Alejo Carpentier. Hoy, la literatura latinoamericana no posee la grandilocuencia de los años 60. Los parámetros sociales, culturales y estéticos  han cambiado radicalmente. No diré cuál literatura me agrada más, al final la crítica literaria es una cuestión de gusto. Todo lo anterior es para recordar la obra del cubano Alejo Carpentier ganador del premio Cervantes.
He aquí una breve reseña de su obra y la declaración y agradecimiento del escritor cubano al momento de recibir el premio Cervantes.


Premio Cervantes 1977
ALEJO CARPENTIER
Narrador y ensayista cubano
(La Habana, 1904–1980)
Hijo de padre francés, arquitecto y de
familia de músicos emigrado a Cuba a raíz del caso Dreyfus, y de madre rusa,
profesora de idiomas. Cursó parte de sus estudios iniciales en su ciudad natal y, desde
muy pequeño, aprende música. En 1913 emprende con sus padres un viaje por Rusia,
Austria, Bélgica y Francia. En París estudia tres meses en el Liceo Jeanson de Sailly.
Cuando regresan a Cuba, fijan su residencia en las afueras de la ciudad de La
Habana. Al mismo tiempo que estudia en el Instituto de Segunda Enseñanza de La
Habana, estudia teoría musical.
En 1927 firma el manifiesto del llamado Grupo minorista, que pretendía la
cooperación, la unión y el conocimiento con los demás países de América Latina; una
especie de internacionalismo revolucionario. Ya para entonces era jefe de redacción
de la Revista Hispania y, un poco más adelante, de la revista Carteles. Esta adhesión le
cuesta ser encarcelado durante siete meses. En la cárcel escribe la primera versión de
¡Écue-Yamba-O!, su primera novela.
Al salir de prisión funda la Revista Avance y se fuga a París, a donde llega bajo la
identidad del poeta Robert Desnos. Toma contacto con la vanguardia europea y
conoce a Picasso, Chirico, Giacometti y Tanguy. Se introduce en el movimiento
surrealista y colabora, por invitación de Breton, en La Révolution Surréaliste. Pero se
desvincula bastante de todo esto porque lo que, en realidad, le interesa es el estudio
de América: “[...] durante más de ocho años en París no leí un texto que no se refiriera
a América: desde el Inca Garcilaso a las crónicas de Bernal Díaz del Castillo, desde Sor
Juana Inés de la Cruz, hasta los novelistas románticos del siglo XIX, los leí a todos,
tratando de hacerme una visión, una noción de lo que era este continente para
empezar a hablar de él y definirlo en lo posible”.
En 1933 viaja a España, conoce a Pedro Salinas, Antonio Marichalar y Gustavo
Pittaluga; traba una profunda amistad con Federico García Lorca y asiste a las tertulias
de Ramón Gómez de la Serna en el Pombo. Allí se publica la versión definitiva de su
novela ¡Écue-Yamba-O!, que significa “Dios, loado seas”, donde relata la experiencia
de un adepto a la sociedad abakuá, sociedad secreta masculina originaria del
Calabar africano.
A la caída del dictador cubano Gerardo Machado hace una breve visita a Cuba y,
en 1937, participa representando a Cuba, junto con Juan Marinello y Nicolás Guillén,
entre otros, en el II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas en defensa de la
cultura, celebrado en Madrid, Barcelona y Valencia.
En 1939, afincado ya en Cuba, además de escribir, producir y dirigir programas
radiofónicos y dictar un curso de Historia de la Música en el Conservatorio Nacional,
dedica gran parte de su tiempo a investigaciones musicales; comienza a preparar su
libro La música en Cuba, que publicaría en 1946 la editorial mexicana Fondo de
Cultura Económica.
En 1941 contrae matrimonio con Lilia Esteban –su primera mujer, Margarita Lessert,
murió muy pronto de una afección pulmonar. Un par de años después viaja a Haití y
surge la idea de El reino de este mundo que publicaría en México en 1949, donde
narra los hechos ocurridos en Santo Domingo durante la Revolución, uniendo lo
imaginario a lo histórico y las creencias mágicas afroamericanas con el deseo de
libertad y justicia.
Vive un tiempo en Venezuela, de 1945 hasta el triunfo de la Revolución Cubana. En
ese tiempo escribió sus mejores novelas: Los pasos perdidos (1953), el diario ficticio de
un músico cubano en el Amazonas, que intenta definir la relación entre España y
América siguiendo la conquista española; La guerra del tiempo (1958), sobre la
violencia y represión del gobierno cubano en la década de los cincuenta.
Al triunfo de la revolución cubana de 1959, regresa definitivamente a Cuba y lo
nombran subdirector de la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación y director
de la Editorial Nacional. En 1962 se publica, en México también, El siglo de las luces
que es la síntesis de su pensamiento, donde plantea el choque de dos mundos: el
europeo iluminista y el mágico y telúrico americano. En 1964, la Universidad Nacional
Autónoma de México publica su libro Tientos y diferencias.
En 1966, es nombrado Ministro Consejero de la Embajada Cubana en París. En 1972, se
publica en Barcelona El derecho de asilo. En 1974 se publican en México Concierto
Barroco, novela en la que muestra sus visiones acerca de la mezcla de culturas en
Hispanoamérica y El recurso del método, que suele considerarse como la historia de la
destrucción de un mundo, la caída del mito del hombre de orden.
La consagración de la primavera –que también se editará en México, en 1978- es la
crónica del triunfo en Cuba de un nuevo mito: “Playa Girón, exactamente, porque es
la primera victoria de una nación latinoamericana contra el imperialismo
norteamericano y porque la victoria de Playa Girón ya es un hecho situado en la
Historia, es una de las grandes batallas en la historia de América; la más moderna y la
más amplia por su significado, por lo que implica”.
El término “lo real maravilloso”, inventado por Carpentier y divulgado en el prólogo a
su novela El reino de este mundo, ha servido para tipificar no sólo su propia novelística
sino a la realidad hispanoamericana. La realidad y el sueño, la razón y la imaginación,
la historia y la fábula, la vida y la muerte entretejen sus lazos narrativos hasta llegar a
conformar una especie de tapiz suntuoso, mágico y alegórico, conceptual y, por
momentos, culterano.
En 1975, es nombrado Doctor honoris causa por la Universidad de la Habana. En
México se le concede el Premio Internacional Alfonso Reyes. En 1977, recibe el Premio
Miguel de Cervantes.
Un año antes de morir, en 1979, aparece publicada en México El arpa y la sombra,
que recibe el Premio Médicis, la más alta distinción que Francia otorga a escritores
extranjeros. Muere en París, el 24 de abril.

- 1 -DISCURSO  DE ENTREGA DEL PREMIO CERVANTES.
Hace un año el gran poeta Jorge Guillén hubo de recibir en este Paraninfo de la muy
ilustre Universidad Complutense, donde ahora me hallo, la misma recompensa que,
como coronación de mi ya larga carrera de escritor, viene hoy a premiar mi obra. Y
acaso por hallarse aquí, donde por fuerza he de evocar la presencia de quien admiro
desde hace medio siglo, acuden a mi memoria estos versos del autor de Cántico: "[...]
De un golpe vi la sala / Arañas por cristal resplandecían / Sobre una fiesta aún sin
personajes".
Fiesta hubo, un día de otoño ya muy lejano, en esta magnífica ciudad de Alcalá de
Henares, situada por siempre entre los altos lugares de la cultura universal, junto a
Stadfor-on-Avon o la Weimar de Goethe y Schiller, por haber nacido quien en ella
nació. Pero acaso tal fiesta se diera "aún sin personajes", como se dice en el verso de
Jorge Guillén. Porque la fiesta verdadera, la grande, tuvo lugar el domingo de octubre
del mismo año, en la ceremonia del bautismo de Cervantes, ya que, para quien la
contempla con los ojos del novelista actual, fue fiesta de muchísimos personajes -de
tantos y tan renombrados personajes- que el mismo historiador Cide Hamete Benengeli,
de haber estado presente, hubiera perdido la cuenta de ellos, por lo numerosos. Para mí,
para todos los que en nuestro idioma escriben novelas en esta época, al memorable y
jubiloso bautismo asistieron, entre muchos otros, las señoras Emma Bovary, Albertina
de Proust, Ersilia de Pirandello y Molly Bloom, venida especialmente de Dublín, con su
esposo, Leopoldo Bloom, y su amigo Stephen Dedalus, el príncipe Mishkin, el cándido
Nazarín, taumaturgo sin saberlo, y hasta un Gregorio Samsa, de la familia de los Kafka -
aquel mismo que una mañana había amanecido transformado en escarabajo-,
pertenecientes todos a la futura Cofradía de la Dimensión Imaginaria, fundada, con su
llegada al mundo, por quien iniciaba entonces su existencia entre nosotros.
Y es que con Miguel de Cervantes Saavedra -y no pretendo decir ninguna novedad con
ello- había nacido la novela moderna.
Periódicamente se produce, en la historia literaria del mundo, algo que -usándose de una
expesión de hoy- suele calificarse de crisis de la novela. Pero no sería propio hablar de
crisis de la novela, sino de crisis de una determinada novelística. El hecho no es nuevo.
Es evidente que al haber cumplido su papel sirviendo de puente entre la época medieval
y el humanismo renacentista, el libro de caballería agoniza cuando Cervantes emprende
su gran tarea desmitificadora. Cansados de encantamientos y peripecias inverosímiles,
esos James Bond de otra época que eran los Amadises de Gaula y Florismartes de
Hircania, sucumben bajo el peso de portentos harto acumulados y se van humanizando
en el Tirante el Blanco "tesoro de contento y mina de pasatiempos", dice Cervantes,
donde "comen los caballeros, y duermen y mueren en sus camas y hacen testamento
CEREMONIA DE ENTREGA DEL PREMIO CERVANTES 1977
Discurso de ALEJO CARPENTIER
- 2 -
antes de su muerte, con todas estas cosas de que todos los demás libros de este género
carecen".
Pero esta apertura hacia la realidad no basta, sin embargo, para salvar una novelística
llegada a una irremediable vejez. Y más si tenemos en cuenta que ahora ha nacido ya
una novelística enteramente nueva: la picaresca.
Con la picaresca española -y esto jamás se repetirá bastante, y más si pensamos qué
poco se tiene esto en cuenta fuera de España- nace realmente la novela como hoy la
entendemos. Novela que es invención totalmente española, sin antecedentes extranjeros,
y que por su novedad, por su poder de calar a lo hondo de lo circundante y cotidiano,
será pronto traducida a varios idiomas, hallando un sinnúmero de imitadores en Francia
y en Inglaterra.
Novela con su novelística -dije-. Novelística que constituye el movimiento literario más
prolongado de la historia literaria del Renacimiento para acá, si pensamos que, nacida
del Lazarillo de Tormes, crecerá durante más de dos siglos, con perpetua ampliación de
su ámbito geográfico, cerrándose con la autobiografía de Torres Villarroel, anunciadora
de Las confesiones, de Rousseau, y hallando todavía una heredera en América con el
Periquillo Sarmiento, del mexicano Lizardi, a comienzos del siglo XIX.
Acaso el éxito prodigioso de la picaresca se deba al hecho de haber instalado el yo en la
narración, tras de siglos durante los cuales la novela, bajo sus más diversas fases, fiel a
sus orígenes orales, era contada siempre en tercera persona. Novela de arquetipos más
que novela de individuos verdaderos, donde el autor observa, frente a sus personajes,
una suerte de "distanciamiento" brechtiano, muestra -tal Maese Pedro- las figuras de un
retablo donde él mismo no habrá de aparecer. Con los maestros de la picaresca, en
cambio, soy yo -el yo- quien se instala ante la realidad, narrándola en primera persona.
Pero ese yo forma parte de lo circundante y habitual. Nada añade, sustancialmente, a
una realidad muy española, donde los Pablos de Segovia, los Marcos de Obregón, los
Estebanillos González carecen del espesor, de la densidad, la ejemplaridad suficientes
para encarnar el genio de una raza. Un pueblo puede divertirse largamente con los antihéroes,
pero no se reconoce en ellos. Por esto, en tiempos de la picaresca, para hallar al
español entero y verdadero hay que buscarlo en el teatro, en el mundo de Pedro Crespo,
Peribáñez, los "todos a una" -pueblo valiente- de Fuenteovejuna... Y hay, por tanto, una
nueva crisis de la novela en España a mediados del siglo XVIII. En realidad, crisis de
una novelística que con Torres Villarroel deriva hacia el libro de verídicas memorias.
Faltaba a la picaresca, pese a la importancia capital de su aportación, esa cuarta
dimensión del hombre que es la dimensión imaginaria. Y esa era la dimensión que
Cervantes nos había traído con su Quijote, novela que pasa por encima de la mejor
picaresca sin inscribirse en ella a pesar de serle coetánea, indiferente a los cambios de
gustos, de estilos, de climas, de modas, clásicas al nacer, igualmente respetada por las
generaciones venideras, destinada a alcanzarnos, a ser nuestra contemporánea y a
darnos lecciones que están muy lejos aún de haberse agotado.
Cervantes, con el Quijote, instala la dimensión imaginaria dentro del hombre, con todas
sus implicaciones terribles o magníficas, destructoras o poéticas, novedosas o
inventivas, haciendo de ese nuevo yo un medio de indagación y conocimiento del
hombre, de acuerdo con una visión de la realidad que pone en ella todo y más aún de lo
- 3 -
que en ella se busca. Primer amante verdadero de la literatura moderna, Don Quijote
proyecta sus propios fantasmas en la figura de Dulcinea -pirandelliano juego de
apariencias- alzando una vulgar realidad al nivel de su propia escala imaginaria. A partir
de ese momento todo está permitido al ente creador. Se ha plantado en un universo
donde la manzana deja de ser una fruta cualquiera para transformarse en la manzana de
Newton, Clavileño acabará volando a una velocidad supersónica, un trivial suceso
policíaco engendra El rojo y el negro, y del sabor de un bizcocho mojado en una taza de
té surge toda la humanidad de Marcel Proust, como de buenos y malos libros de
caballería nació el cosmorama, español y universal, del Quijote.
Todo está ya en Cervantes. Todo lo que hará la perdurabilidad de muchas novelas
futuras: el enciclopedismo, el sentido de la historia, la sátira social, la caricatura junto a
la poesía y hasta la crítica literaria, allí donde el cura del escrutinio famoso parece
haberlo leído todo, y el mismo Ginés de Pasamonte, a ratos perdidos de ladrón, escribe
sus memorias. Y el novelista, impaciente por hablar en primera persona, se introduce
dentro de su propia obra, en el octavo capítulo, al pasar la narración a un tercero por un
sorprendente proceso de suspenso cinematográfico, novelista novelado, alguacil
alguacilado... Y, en cuanto a forma, el Quijote se nos presenta como una serie de
geniales Variaciones a base de un tema inicial, en trabajo parecido al de las Variaciones
musicales inventadas por el maestro Antonio de Cabezón, el organista ciego e inspirado
vihuelista de Felipe II, que fue el creador de esa técnica fundamental del arte sonoro. Y
las grandes Variaciones de Cervantes anuncian esas otras variaciones españolas que, en
lo plástico, serán las tauromaquias de Goya o las innumerables glosas hechas por
Picasso a Las Meninas, de Velázquez. Pues también habría que recordar que el arte
mayor de la Variación musical tuvo su origen en España, al igual que la novela, tal
como hoy la entendemos.
En un artículo de 1921 Ortega y Gasset se muestra poco optimista en lo que se refiere al
porvenir de la novela, aconsejando a los jóvenes que vuelvan los ojos más bien hacia el
teatro... ¡Y esto en los inicios de la década que vería aparecer a Proust, Joyce, Thomas
Mann, Faulkner, en tanto que nacerá en ella, pujante y recia, la novelística
hispanoamericana!...
Y hay críticos de mal agüero que ahora señalan una nueva crisis de la novela... Crisis,
sí. Pero crisis de una novelística psicológica que ya daba muestras de agotamiento hacia
los años veinte; crisis de una novela hecha a base de los ya muy repertoriados conflictos
de orden sentimental y afectivo. Pero en tanto el novelista de hoy mire hacia lo épico y
contingente de su época no se podrá hablar de "crisis de la novela", y mucho se
equivocan quienes dicen que el cine y la televisión están en camino de suplantar al libro,
cuando nuestra época asiste, por el contrario, a una multiplicación de las empresas
editoras para cubrir la demanda de un público cada vez más ávido de lectura.
No hay ni habrá crisis de la novela mientras la novela sea novela abierta, novela de
muchos, novela de buenas y fuertes variaciones -valga el término musical- sobre los
grandes temas de la época, como lo fue en su tiempo la ejemplar novela, a la vez local y
universal, de Miguel de Cervantes Saavedra. Como decía don Miguel de Unamuno:
"Hemos de hallar lo universal en las entrañas de lo local; y, en lo limitado y
circunscrito, lo eterno".
- 4 -
No tuvo España mejor embajador, a lo largo de los siglos, que Don Quijote de la
Mancha, hombre -nos dice su creador- "que solamente disparataba en tocándole a la
caballería, y en los demás discursos mostraba tener claro y desenfadado entendimiento".
Pronto conocido en toda Europa, Don Quijote cruzó el océano para mostrarse a todo lo
largo y ancho del Nuevo Mundo. Y, por encima de luchas y vicisitudes, sobrevolando
los antagonismos históricos, siguió transitando sin trabas por las tierras de América.
Bolívar lo evocaba a menudo en los últimos días de su prodigiosa existencia. Y José
Martí, el espíritu más universal y enciclopédico de todo el siglo XIX americano, tenía a
su creador por uno de los caracteres más dignos y bellos de la Historia: "Temprano
amigo del hombre -decía Martí- que vivió en tiempos aciagos [...] , y con la dulce
tristeza del genio prefirió la vida entre los humildes".
De niño yo jugaba al pie de una estatua de Cervantes que hay en La Habana, donde
nací. De viejo hallo nuevas enseñanzas, cada día, en su obra inagotable... Y ya que
citaba al comienzo de estas palabras unos versos de Jorge Guillén, el gran poeta de
Cántico vuelvo, pensando que bien podría aplicarse a Don Quijote, universal y eterno,
los versos que le fueron inspirados por una lectura del Poema del Cid: "Le crece el
corazón... / Y a cuantos llega su irradiación de héroe, / Héroe puro siempre, héroe
invulnerable. / Autoridad paterna con su rayo solar".
Habiendo tenido el insigne honor de recibir de manos de Su Majestad el Rey de España
el Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes, debo manifestarle
mí profundo y emocionado agradecimiento, así como a la ilustre Academia Real de la
Lengua Española, a los representantes de las distintas Academias españolas y
latinoamericanas que por unanimidad de criterios hicieron posible que yo me encuentre
hoy aquí, en tal alta cátedra, y al Excelentísimo señor ministro de Cultura, en nombre
mío y en el de mi pueblo, por esta recompensa impar que viene a coronar mi ya larga
vida consagrada al cultivo de las letras... Ninguna frase podría expresar mejor mi estado
de ánimo en estos momentos que aquella en que nos dice Cervantes: "Una de las cosas
que más debe dar contento a un hombre [...] es verse, viviendo, andar con buen nombre
por las lenguas de las gentes, impreso y en estampa [...]". Viviendo estoy. Impreso y en
estampa fui. Buen nombre tuve, pero acaso, gracias a ustedes, mucho mejor lo tenga
ahora. Por ello: ¡Gracias!...

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