jueves, 16 de junio de 2016

Alejandra Pizarnik & León Ostrov Cartas.


INTRODUCCIÓN
POR ANDREA OSTROV
Entiendo la publicación de estas cartas como un acto de justicia. En primer lugar, hacia sus autores, que mantuvieron una correspondencia ininterrumpida durante la estancia de Alejandra en París (1960-1964). En segundo lugar, hacia las cartas mismas que, a mi entender, concentran una particularidad que las distingue de la correspondencia hasta ahora publicada de Alejandra Pizarnik. Muchas cartas de esta escritora fueron publicadas en distintos momentos por algunos de sus destinatarios en revistas y diarios de países diversos. En 1988, Ivonne Bordelois reunió en Correspondencia Pizarnik una valiosa colección de cartas publicadas e inéditas, organizadas en torno a los diferentes receptores[1]; en 2003, aparece Dos letras[2], una edición de las cartas que Alejandra dirige al poeta, narrador, pintor y editor Antonio Beneyto entre el 2 de septiembre de 1969 y el 12 de septiembre de 1972, intercambio epistolar que surge a propósito de la voluntad de Beneyto de publicar Nombres y figuras en la editorial independiente La esquina y que continúa con el proyecto de la antología El deseo de la palabra, en la que Alejandra y Beneyto trabajan juntos pero que aparecerá póstumamente, en 1975.
León Ostrov fue el primer psicoanalista de Alejandra, quien recurrió a él cuando tenía apenas 18 años, a mediados de 1954. La terapia duró poco más de un año. Cuando ella se instaló en París, entre 1960 y 1964, entabló con él una relación epistolar de la que se han conservado 21 cartas (excepto tres de ellas, todas datan de este período), y lamentablemente sólo cinco de las respuestas de León, que actualmente forman parte del Archivo Pizarnik de la Universidad de Princeton.
Si bien la relación médico-paciente ya había concluido y había surgido una amistad sustentada en el profundo interés de ambos por la literatura y la filosofía, resulta evidente que León Ostrov representaba para Alejandra una figura paterna y contenedora, a quien recurría en los momentos de angustia y desesperación más terribles, cuando surgían los miedos más inmanejables y avasalladores. En estas cartas, la escritora expone con total crudeza sus estados de ánimo más desoladores, cuando la depresión más devastadora la invadía. El «personaje alejandrino» se hace a un lado para dejar oír esa voz «grave y lenta, en la que temblaban todos los miedos»[3]. Pero además, la lectura cronológicamente ordenada del conjunto permite reconstruir un relato por demás elocuente de su estancia en París, desde las vacilaciones iniciales, los cambios de domicilio, las nuevas amistades, la búsqueda de trabajo, hasta la relación con la familia, las posibilidades de publicación y, por supuesto, los pormenores del proceso creador.
En las pocas respuestas conservadas, se hace evidente el esfuerzo de Ostrov por hacer consistir a ese yo que tantas veces se encuentra a punto de desmembrarse: de distintas maneras, intenta darle ánimos, reforzarla en su autoestima, ayudarla a tomar decisiones, apoyarla en sus esfuerzos, alentarla en sus proyectos. En términos de Ivonne Bordelois, «Ostrov fue una suerte de padre literario para Pizarnik, quien le dedicó La última inocencia (Poesía Buenos Aires), su segundo libro, en 1956, y uno de los poemas de Las aventuras perdidas (Altamar, 1958)»[4].
La amistad continuó después de su regreso de Europa, en 1964. Y en alguna ocasión, Alejandra asistió a las comidas literarias que mis padres solían ofrecer en casa, a donde concurrían también Olga Orozco, Enrique Anderson Imbert, Betina Edelberg, Bernardo Verbitsky, Florencio Escardó, Boleslao Lewin. Recuerdo haberla visto en una oportunidad, durante ese invierno. Yo no había cumplido aún cinco años. Me fascinaba poder presenciar la llegada de los invitados, escuchar las conversaciones, estudiar los vestidos de las señoras y robar uno que otro «bocadito». Mis padres me permitían quedarme despierta hasta el momento de sentarse a la mesa. En esa oportunidad, desde mi lugar en la punta del sofá, la vi entrar y atravesar la sala. La imagen permaneció a través de los años: nada de vestidos elegantes sino pullover y pantalones furiosamente rojos. Caminó torpemente y sin hablar para desplomarse en el primer sillón que encontró libre. A tal punto llamó mi atención, que a la mañana siguiente pregunté a mi mamá «quién era esa señora de pantalones colorados». Recuerdo su respuesta: «¡Alejandra!».

Adolfo Bioy Casares. Diarios íntimos. Borges.


Continuación.
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Martes, 26 de julio. No pude asistir a la conferencia de Borges sobre
Schopenhauer, por estar levemente resfriado: la conferencia que más me
interesaba.
Jueves, 4 de agosto. Conferencia de Borges sobre Max Nordau.
Lunes, 8 de agosto. El poeta cordobés Sosa López habló a Borges de un
tío suyo (de Sosa López), que había pasado casi toda la vida en el campo.
De visita en la ciudad de Córdoba, un día que paseaba en tranvía con el padre
de Sosa López, explicó al guarda: «Yo soy hermano de este señor».
Borges y Sosa López hablaban de Ulyses Petit de Murat. Sosa López,
refiriéndose a la cara risueña de Ulyses, dijo: «Terminamos por comprender
que su cara sonriente es la puerta del cinematógrafo, afable y cerrada
para todos sus amigos».
A la noche, escribí (hasta las doce) con Borges, para la antología de
los gauchescos, la noticia biográfica sobre Lussich.
Domingo, 21 de agosto. Para celebrar mi vuelta a la salud, curado de
paperas, vinieron a comer, y trajeron champagne, Borges, Peyrou, Marta
Mosquera y Estela Canto. El anfitrión reservaba una sorpresa a esos amigos
(salvo a Borges, que ya la había visto): su barba roja, crecida durante
la enfermedad y que mañana será modestamente podada (y abolida).
Brindamos por nosotros y por gente absurda, como Sigfrido Radaelli y
René Lafleur. Bailamos tangos, aun Borges. Estela dijo que, cuando Cecilia
Ingenieros daba una vuelta en sus danzas, las personas que la querían
temblaban.
Borges dijo que un imitador poco inteligente, inspirado por títulos
como El ingenioso hidalgo don Miguel de Cervantes Saavedra, The Innocence of
G. K. Chesterton, o À la recherche de Marcel Proust,1 podría escribir William
Shakespeare, Prince of Denmark.
Miércoles, 24 de agosto. Para festejar el cumpleaños de Borges, vinieron
a comer Wilcock, Estela, Marta Mosquera, Haydée Lange, Peyrou,
man that ever lived upon this earth had been given a definite and peculiar confidence of God. Each one
of us [...] had a peculiar message [Browning creía que a cada hombre que había vivido en este mundo
Dios le había hecho una confidencia definitiva y particular. Cada uno de nosotros (...) era portador
de un mensaje exclusivo]».
1. Obras de Francisco Navarro y Ledesma (1905), Gerard Bullett (1923) y André Mau¬
rois (1949), respectivamente.
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Elsa Molsser y, por cierto, Borges. Haydée y Estela, muy borrachas. Elsa
Molsser cantó admirablemente canciones francesas, norteamericanas, inglesas,
alemanas (de la Ópera de Tres Centavos, etcétera). Alegría, pero
también sensación de impending disaster, debido a Haydée, que, como un
ancient mariner,1 quería cantar tangos y hacía comentarios hoscos sobre el
canto de Elsa.
Miércoles, 31 de agosto. Es evidente que Borges está enojado con Silvina.
Preocupado por esto. Melancolía ante la actitud de Borges.
Jueves, 1º de septiembre. Como, en casa, con Silvina; hablamos melancólicamente
de su pelea con Borges. Silvina quería enojarse con Estela, porque
tal vez así Borges comprendería su inocencia. Le dije que era inútil: Estela
es irresponsable. Más tarde llegó Marta Mosquera, que había comido
con Borges, a buscar al perro de Silvina, Constantino, para sacarlo a pasear.
Lunes, 5 de septiembre. A la mañana, a la casa de Borges, a escribir
algo para Emecé. Borges abundaba en anécdotas de su reciente viaje a
Montevideo;2 cuando por fin pude proponerle trabajar, dijo que era
tarde y que quería ir a una peluquería. Salimos juntos. A las pocas cuadras
me dijo: «La peluquería se va a convertir, muy pronto, en la esquina
próxima, en Estela».
Almorcé en casa de mis padres; inmediatamente después fui a lo de
Borges, que estaba en una peluquería; volvió; escribimos; a las tres y media
fuimos a Emecé; después fui a casa de mis padres, a despedirme de
mi madre que partió para Córdoba; después, a la conferencia de Borges
sobre Joyce; a mi lado, Estela. Borges declaró que el Ulysses era prácticamente
intraducibie al español y al francés, idiomas de palabras polisilábicas
y sin palabras compuestas.
Martes, 6 de septiembre. A la mañana, trabajo con Borges. Me
cuenta que, al pasar junto a la sala en que Wally Zenner dicta su clase de
arte dramático, oyó las palabras: «¡Vigor, Carmuega!». Esta frase fue
transformándose hasta parar en el siguiente soneto:
1. Alusión a la insistencia en referir su historia del protagonista de The Rime of the Ancient
Mariner (1798) de S.T. Coleridge.
2. El 2 de septiembre dio allí una conferencia sobre La literatura fantástica, recogida en
El País (Montevideo) del día siguiente.
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¡Vigor, vigor, vigor, vigor Carmuega!
Vigora tu apocado sentimiento,
tu floja carne y tu arrastrado acento.
Vigor y más vigor. ¡Vigor, Carmuega!
Carmuega hoy, mañana de Noruega
Peer Gynt serás y ¿ cómo, sin aliento,
vigor tendrás para dar voz al viento
si te falta vigor, feble Carmuega ?
Hoy apenas te sobra bizarría
para rodar de la camilla al suelo
y agitar, tant soit peu, la otra muleta.
¡Vigórate, gigante de afonía!
¡Que tu yacente voz logre del cielo
vigor para ser brazo, arco, saeta!
Miércoles, 7 de septiembre. A la mañana, trabajo con Borges en una
contratapa para Emecé.
Sábado, 10 de septiembre. A la tarde, en tren, solo, a Lomas de Zamora,
a oír la conferencia de Borges sobre Goethe. Allí, breves momentos
con él y con Estela. Borges, fraternal y agradecido. Me invitaron a comer
allí con el presidente del Centro donde ocurrió la conferencia; no
pude aceptar, porque tenía gente a comer en casa. Borges me propuso
como conferenciante. Más entusiasmo en él que en los directores del
Centro. Caminamos unas cuadras por la calle Almirante Brown, con Borges
y Estela y vagos personajes locales.
En la conferencia dijo:1 «A imitación de las religiones, las literaturas
de cada país tienen su libro o su autor canónico. Italia, y acaso el mundo,
a Dante; Inglaterra, a Shakespeare; España, a Cervantes; Francia, a Ra¬
cine, Hugo o Baudelaire; nosotros, acaso a Hernández; Alemania, a Goethe.
El caso de Italia es justo y benéfico; tal vez Dante sea el más extraordinario
de los autores y el estudio de la Divina Comedia comporte el
de la teología cristiana, el de las literaturas clásicas (y, en particular, el de
Virgilio), etcétera. Shakespeare es un caso curioso ya que se trata de un
autor que, por razones de época, no podía verse a sí mismo como literato.
El teatro, entonces, estaba al margen de la literatura; era una actividad
1. Las informaciones biográficas provienen de LEWES, G. H., The Life of Goethe (1855),
en especial caps. III a VI.
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vidad análoga a la actual composición de libretos para el cinematógrafo;
los contemporáneos de Ben Jonson se mofaron de éste porque publicó
sus piezas y las tituló Obras (la palabra les parecía presuntuosa para un
género tan humilde). Tal vez esa libertad, surgida del desdén que Shakespeare
sentía por su trabajo, le permitía volcarse enteramente en él y
lograr sus bruscas y prodigiosas iluminaciones. El caso de Cervantes y del
Quijote es más discutible; Don Quijote es una de las personas más vividas
y también más queribles y más nobles de la literatura: estéticamente, la
elección es inobjetable. Por sus resultados sobre sus lectores —que, en
los casos de estos libros máximos, son todas las personas que hablan el
idioma— la elección no es tan feliz, ya que la actividad crítica que permite
el libro es pobre; la prueba de este aserto, los cervantistas: gente
ocupada en gramática y paremiología. Tampoco es demasiado feliz la
elección del Martín Fierro para nosotros, si bien del tono general de la
obra se desprende una nobleza que sentimos como una buena posibilidad
de nuestra alma (no desmentida por algunos episodios en que el
personaje aparece pendenciero y sanguinario, y que se nos olvidan). El
estudio del Martín Fierro nos ocupará en miserias como la de averiguar
quiénes poblaban las estancias de la frontera o en determinar si se dice
contramilla o cantramilla, o en algún otro problema de la terminología de
los aperos. En cuanto a la elección de Goethe —aunque en su país hay
escritores mayores: Schopenhauer, Nietzsche, Heine— es acertadísima
por razones que ya se verán. Goethe se ocupó de muchos temas; como filósofo
defrauda un poco: cuando Schopenhauer trató de explicarle el
idealismo, nada consiguió. Goethe confiesa que intentó la lectura de
Kant pero que después de pocas páginas de la Crítica de la razón pura comprendió
que el libro, aunque admirable, no lo mejoraba y dejó de leer.
De Spinoza, "ese hombre excelente" que tanto influyó en él, sólo pudo
leer, desordenadamente, algunas páginas; lo comprendió, trató de comprender
el pensamiento de Spinoza, casi de ser Spinoza, y se conformó
con eso. En botánica estudió las plantas fanerógamas; en cuanto a las
criptógamas, tan parecidas entre sí y tan numerosas, él, como admirador
de las formas claras, llegó a mirarlas con verdadera aversión. Creía que
bastaba estudiar el proceso que ocurría en una planta, imaginarlo bien,
imaginarlo casi como lo había imaginado Dios al crearla; así conocería
uno todas las plantas. Quería estudiar la Naturaleza, pero los experimentos
le repugnaban; eran como las preguntas intencionadas de un interrogatorio.
Por eso desdeñaba a Newton y a sus discípulos. Habían investigado
la luz por medio de experimentos, de hendijas, de prismas, y
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¡hasta en un cuarto oscuro! No era extraordinario que hubieran llegado
a resultados tan absurdos como descomponer la luz en los colores del espectro
solar. Había colores más claros y colores más oscuros: el celeste
más claro que el azul; el rosado, que el rojo. La luz es más clara que todos
los colores y sería absurdo encontrarlos en ella; equivaldría a encontrar
oscuridad en la luz. Llevó a las letras la idea de que bastaba imaginar
algo perfectamente para conocerlo. Muy joven, escribió Shakespeare und
kein Ende, Shakespeare infinitamente, un vehemente elogio, aunque sólo conocía
unas pocas piezas del autor. Cuando hizo representar, años después,
Hamlet o Macbeth introdujo cambios en los textos. Creía que, en el
arte, la imitación de la Naturaleza era errónea: siempre se descubrirían
deficiencias. No hizo literatura realista o naturalista; no examinó censos
sobre lo que hacía, por ejemplo, un criminal en la noche del asesinato;
trataba de imaginarse en las situaciones. En sus novelas, personajes alemanes
llevan nombres italianos. En el teatro impuso a los actores reglas
severísimas: no debían mirarse entre ellos al hablar; sólo debían mirar al
público; siempre debían estar de frente al público (un perfil, con un solo
ojo, una sola oreja, media nariz y media boca era algo monstruoso). Los
actores no debían representar sino recitar. Imponía detenciones, por medio
de centinelas, a quienes no observaban estas reglas. Cuando el príncipe
de Weimar quiso ver en el teatro un perro amaestrado, Goethe señaló
un letrero que decía: "No se admiten perros". El príncipe insistió y
Goethe abandonó la dirección del teatro. No buscaba el énfasis, sino la
exactitud. "Si llovizna —decía— no agregaré truenos." Hay admirables
metáforas para el poniente; él escribió "la hora en que las cosas cercanas
se alejan":1 no será muy prodigioso pero es muy justo. Cuando viejo fue
a Italia —aunque trataba de comprender a todos los pueblos no viajaba;
viajar le parecía una suerte de experimento— y se enamoró de una muchacha
joven, a la que ayudó pecuniariamente; además, para congraciarse
con ella, conversaba largamente con la madre. Todo esto, sin adornos,
sin mejorar su papel, es el asunto de las Elegías romanas, un bellísimo
poema. Conoció a los poetas persas a través de malas traducciones alemanas;
los comprendió; advirtió que lo esencial en ellos era la intempo¬
ralidad; escribió el Diván de Oriente y Occidente, escribió poemas chinos,
poemas persas y poemas árabes. No le molestó parecer un imitador; fue
algo más: fue un poeta chino, un poeta persa, un poeta árabe. Trató de
1. «Dämmrung senkte sich von oben, / Schon ist alle Nähe fern» [Chinesisch-deutsche Jahresund
Tageszeiten (1827), VIII].
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imaginar lo que esos hombres lejanos habían sentido, trató de ser ellos.
Por eso puede decirse que, como San Pablo, fue todo para todos los hombres.
1 No era un apasionado ni un fanático. Las guerras napoleónicas fueron,
en Alemania, guerras por la independencia nacional, que despertaron
mucho fervor patriótico: Goethe no tuvo inconveniente en
entrevistarse con Napoleón. Por todo esto, para un pueblo fanático como
es el alemán, la elección de Goethe como autor nacional es acertadísima».
Fuente: Editorial Destino. 2006. Barcelona.

FRAGMENTOS. LECTURAS. NOVELA. LA MONTAÑA MÁGICA. Página 496.


"El extranjero, que tenía aproximadamente la edad de Settembrini, era un vecino de éste, el segundo realquilado del sastre modista Lukacek, un señor llamado Naphta, según les pareció oír a los dos jóvenes.
Era un hombre de baja estatura y delgado, iba afeitado y era de una fealdad tan acusada que uno se sentía tentado de calificarla de corrosiva. Los dos primos estaban sorprendidos. Todo en él era penetrante: la nariz curva que dominaba su rostro, la boca, de labios delgados y apretados, las lentes convexas de sus antiparras, muy ligeras, que defendían sus ojos de un gris claro, y el mismo silencio que guardaba y del que se podía deducir que su palabra sería tajante y lógica. No llevaba sombrero, como era costumbre. El traje era elegante, un vestido de franela azul marino, con estrechas rayas blancas muy bien cortado, de una elegancia discretamente adaptada a la moda, como pudieron comprobar, con su discreta mirada de hombre de sociedad, los dos primos que, al mismo tiempo, sufrieron un examen de su propia persona, aunque más rápido y penetrante por parte de Naphta".

miércoles, 15 de junio de 2016

CONTINUACIÓN. ADOLFO BIOY CASARES. DIARIOS ÍNTIMOS. BORGES.


CONTINUACIÓN. ADOLFO BIOY CASARES. DIARIOS ÍNTIMOS. BORGES. Fuente: Editorial Destino. 2006. Barcelona.

1949
[Enero a junio. Silvina Ocampo y Bioy Casares viajan a los Estados
Unidos y a Europa.]

Martes, 5 de julio. Borges anda muy ocupado con sus clases. No lee
en publico; habla. Ha dictado un curso sobre escritores norteamericanos;
dicta uno sobre escritores ingleses modernos, otro sobre místicos,
otro sobre literatura inglesa. Dio en el Rosario una conferencia sobre literatura
fantástica; dará, en la ciudad de Córdoba, otra sobre Dante; en
otra parte una sobre Martín Fierro. Interviene en debates públicos; improvisa
en banquetes.

Jueves, 21 de julio. Hoy, por primera vez, oí una conferencia de Borges.
Hablo sobre George Moore. Hablo tan naturalmente que me hizo
pensar que la dificultad de hablar en publico debía de ser ficticia. No habla
con énfasis de orador: conversa, razonando libre e inteligentemente.
Viernes, 22 de julio. En Buenos Aires. Come en casa Borges. Después
de comer, vino Susana Soca: una especie de fantasma abúlico, con manía
expositiva, evidente debilidad de juicio, dificultad casi penosa para hablar
y extraña pronunciación (.carasho!).1 Cuando se iban, en un aparte
demasiado cercano, Borges me confió: «Es una opa. No por lo que dice.
1. Cf. GRONDONA, Mariana, El chal violeta y otros relatos [Centro Cultural Corregidor,
1982: 92]: «[Susana Soca] tenia un modo de hablar muy particular y la convivencia con la
sociedad no era su fuerte. Era demasiado personal, un tanto absurda [...]».
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La inteligencia no esta en lo que las personas dicen: es una cuestión facial.
Todo el mundo dice las estupideces de Schopenhauer».
Julio. La madre de Borges creía que a Estela Canto le interesaba en
particular el male element o, como decía mi suegra, el male elephant.
Borges accionaba con la taza sobre la elegantísima Ema Risso Platero;
esta exclamo: «Una sola gota de café sobre Marcel Rochas y te
mato». (El vestido era de la casa Marcel Rochas.)
En Buenos Aires, las mujeres se habían puesto a escribir. Una señora
le dijo a Borges: «Antes de Victoria, esto no se usaba».
«No me gusta este señor —decía Norah Borges de un viejo vecino de
Palermo— porque es débil y sanguinario. Lo imagino solo en su casa, tocando
un tamborcito y gritando: ".A degüello! .A degüello!".»
Según Borges, cuando Ibarra señalaba un error en un autor famoso,
añadía: «El genio no esta para pavadas».
Un rematador, según Borges, decía: «Es uno de esos tipos que llevan
pantalones como ventilador».
Por teléfono, leo a Borges una frase de Anderson Imbert en un articulo
sobre la Celestina:1 «Yo lo admiro a Fernando de Rojas por la violencia
con que le abre las braguetas al mundo». Al rato, Borges llama para
preguntarme como era la frase. Cuando se la leo, comenta: «Ah, dice
mundo. Yo creí que decía vida. Hubiera sido otro error. Pero, sin embargo,
mundo esta mal. Sin duda, quiso escribir vida o realidad, pero eran palabras
femeninas. Sin duda, escribió vida y a la semana advirtió el error y
corrigió». Del mismo dice: «.Lo conoces? Es una persona muy inculta.
Viéndolo, uno piensa, como decía no se quien, que tiene menos porvenir
en la literatura que un malevo con anteojos negros».
Escribiendo los cuentos de Bustos Domecq, creimos descubrir que
los personajes se definen por la manera de hablar: si el autor imagina
1. «Comedia de Calisto y Melibea» [Realidad, n° 15 (1949)]. Reseña la edición [Estrada
(«Clásicos castellanos»), 1949] prologada por Bioy.
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como hablan, los conoce, no se equivoca sobre su psicología. Borges
opina que una prueba de esto se encuentra en el Martín Fierra a pesar de
que en todo libro los episodios son como adjetivos, a pesar de que los episodios
del Martín Fierro describen al héroe como un hombre pendenciero
y sanguinario, si dijésemos que Martín Fierro es un simple Juan Mo
reira u Hormiga Negra cualquier argentino nos desmentiría. Hay una
nobleza estoica en el tono del libro, o de lo mejor del libro, que ha creado
el personaje; y las circunstancias de su biografía —o las intenciones
del autor— se dejan de lado o se olvidan.
Con Borges inventamos estas frases:
«Señorita, su nariz brilla como si nosotros tuviéramos anteojos negros».
«Usted se da buena vida, don Sopa Seca.»
«A usted no lo desvela el detalle del calzado, don Dedo Gordo.»
«Usted no me va a negar que le gusta la sociedad de las damas, don
Pellizco.»
«No lo recuerdo al señor. Me parece un desconocido visto de atrás.»
También dimos en inventar este tipo de frases:1
EN MENOS QUE trepa un cerdo
pongo un huevo
suda un negro
crece un callo
caga un feo
robo un queso
meto un dedo
cuento un dedo
baila un conde
suena un pedo
mata un hongo
nace un chino
trago un bollo
huelo un queso
trago un pelo
1. Cf. las frases de Mario Bonfanti en «Las previsiones de Sangiacomo» (1942) [«en menos
que trepa un cerdo», «...que tose un viejo», «...que cuento un dedo»] y en B-BC
(1946a) [«En menos que baila un conde»].
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calzo un gorro
duermo un rato
baja un corto
tarda un rengo
mira un tuerto
encuentro un bizco
olvido un pedo
afeito a un calvo
pido un queso
pasa un ano.
Frase para Gervasio Montenegro: «Esa noche, cuando entre en mi
cuarto, tuve la sorpresa de recibir un solo balazo».
Con Borges y Silvina inventamos este juego: decir:
«Que deliciosas uvas, tienen gusto a queso de chancho».
«Que agua mas agradable, parece bizcochitos secos.»
«Trajeron un champagne tan rico que parecía queso de garbanzos.»
Caminábamos con Borges por un barrio de quintas, en Mar del
Plata, y de pronto sentí un olor que me conmovió. Borges me dijo que
los recuerdos que mas nos emocionan son los de olores y gustos, porque
suelen estar rodeados de abismos de olvido: hay que oler el mismo olor
para recordar un olor, hay que sentir el mismo gusto para recordar un
gusto (no ocurre así con imágenes y sonidos). .Con que emoción volvemos
a oler el mismo olor que por ultima vez olimos en tiempos lejanos,
en lugares a los que nunca volveremos! (Comparar con Proust, A la recherche
du temps perdu, I, 1, in fine.)
Borges le conto a Martínez Estrada que habíamos recibido anónimos
por la Antología poética. Martinez Estrada le dijo que «ya se sabe, todos los
anónimos estan escritos por Manuel Galvez o por Ramon Doll, y que nadie
esta libre —ni Enrique Larreta».
Borges, de una lista de obras de Hugh Walpole incluibles en nuestra
colección de novelas («La Puerta de Marfil»), quiso omitir The Killer and
the Slain, por grosera e inconclusa (en el sentido de terminación). Yo le
dije que seria la ultima que excluiría: su argumento deja un agradable dibujo
en la mente del lector.
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Nos confesamos uno a otro que cuanto interlocutor nos hablaba de la
Antología de la literatura fantástica nos preguntaba por que no habíamos incluido
«El sincope blanco» de Quiroga, y que para no decirles que ese
cuento nos parecía una estupidez, simulábamos no conocerlo, y tomábamos
nota para la inclusión en futuras ediciones. .Como ese cuento, que es
una ostensible estupidez, pudo gustar tanto? Creo que las razones son:
poca experiencia de la gente de aquí en la literatura fantástica; basta la
idea de una especie de estación ferroviaria de la otra vida. El lector imagina
sobre ese dato y prescinde de las torpes particularidades de la lectura.
Lunes, 25 de julio. Anoche Borges dio una excelente conferencia sobre
Swedenborg. Después conversamos un rato —Borges, Estela Canto,
Marta Mosquera, Wilcock, Silvina y yo— en un café de la calle Santa Fe,
entre Libertad y Cerrito. Referi, como tantas veces, el apócrifo origen
bestial de los apodos el Gallo y el Pollo.1 Borges contó el caso del comisario
Bertoni. Se decía que hombres como el comisario Bertoni se habían
acabado, que ya no habría mas funcionarios con ese sentido del deber,
de la justicia y de la responsabilidad. Una anécdota ilustraba estas prendas
del comisario. Junto a la comisaria había un baldío y allá pastaba una
potranca a la que le había echado el ojo un muchacho del barrio, un
mozo pierna. Una madrugada, en la seguridad de que no habria nadie, el
mozo se le acerco sigilosamente, la volteo y se la cogio. Bertoni, que no
era sonso y que estaba en todo, había maliciado las intenciones del joven
vecino y esa mañana había madrugado mas de lo habitual. Desde el alero
de la comisaria, donde mateaba, vigilaba el potrerito. En el momento
oportuno se apareció en el lugar del hecho y sorprendió al mozo. Con
aquel sentido del deber y de la responsabilidad que ya no volvera a verse,
le dijo al mozo: «Bajate los pantalones» y ahí nomás le rompió el culo.
Borges recordó riendo que también en la Biblia se dice que hay que matar
con la misma arma a la persona y al animal.2
BORGES: «Casi todas las personas deben de sentir que tienen algo
que expresar aunque —seguramente— ese mensaje secreto3 es ilusorio.
Por ejemplo: .que podría revelar Urena?».
1. «Aniceto el Gallo» fue uno de los seudónimos de Hilario Ascasubi [en su Aniceto el
Gallo (1872)]; «Anastasio el Pollo», el de su declarado discípulo Estanislao del Campo. El apócrifo
origen se refiere a supuestas copulas con aves de corral.
2. Levitico 20:15-16.
3. Cf. CHESTERTON, G. K., Robert Browning (1903), VIII: «Browning believed that to every

martes, 14 de junio de 2016

Fragmentos. Lecturas. Novela. La Montaña Mágica. Thomas Mann.

Fragmentos. Lecturas. Novela. La Montaña Mágica. Thomas Mann.
"...¿Qué es el tiempo? Un misterio sin realidad propia y omnipotente. Es una condición del mundo de los fenómenos, un movimiento mezclado y unido a la existencia de los cuerpos en el espacio y a su movimiento. Pero ¿habría tiempo si no hubiese movimiento? ¿Habría movimiento si no hubiese tiempo? ¡Es inútil preguntar! ¿Es el tiempo función del espacio? ¿O es lo contrario? ¿Son ambos una misma cosa? ¡Es inútil continuar preguntando! El tiempo es activo, produce. ¿Qué produce? Produce el cambio. El ahora no es el entonces, el aquí no es el allí, pues entre ambas cosas existe siempre el movimiento. Pero como el movimiento por el cual se mide el tiempo es circular y se cierra sobre sí mismo, ese movimiento y ese cambio se podrían calificar perfectamente de reposo e inmovilidad. El entonces se repite sin cesar en el ahora, y el allá se repite en el aquí. Y, como por otra parte, a pesar de los más desesperados esfuerzos, no se ha podido representar un tiempo finito ni un espacio limitado, se ha decidido creer que el tiempo y el espacio son eternos e infinitos con la esperanza de conseguir una explicación un poco más perfecta. Pero al establecer el postulado de lo eterno y lo infinito, ¿no destruye lógica y matemáticamente todo lo infinito y limitado? ¿No queda todo reducido a cero? ¿Es posible una sucesión en lo eterno? ¿Es posible una superposición en lo finito? ¿Cómo armonizar estas hipótesis auxiliares de lo eterno y lo infinito con los conceptos de distancia, movimiento y cambio? ¿No queda más que la presencia de los cuerpos limitados en el universo? ¡Es inútil preguntar!
Hans Castorp se planteaba estas cuestiones y otras semejantes. Su cerebro, desde su llegada a estas alturas, se había mostrado siempre dispuesto a tales disquisiciones y sutilezas, y para experimentar un placer peligroso, pero inmenso, que había pagado muy caro, se había dedicado a tales cuestiones y enfrascado en especulaciones temerarias. Se interrogaba a sí mismo, al buen Joachim y al valle cubierto, desde tiempos inmemoriales, por una nieve espesa; pero ya sabía que no podía esperar contestación alguna a sus preguntas. Por eso se interrogaba a sí mismo, porque no encontraba ninguna respuesta".

lunes, 13 de junio de 2016

Adolfo Bioy Casares. Diarios íntimos. Borges.1948 Sábado...


1948
Sábado, 3 de enero. En Pardo. A la tarde leí a mis padres «La fiesta
del Monstruo»1 (ya lo habían leído). Me parece que no se aburrieron.
Lunes, 12 de enero. Vuelta a Buenos Aires. Come en casa Borges. Me cuenta que a la tarde estuvieron en Sur Sabato y González Lanuza y que él de pronto comprendió que los aborrecía y se fue.
Martes, 13 de enero. Comen en casa Angélica Ocampo, Bianco y Borges. Borges me dice que leyó De Francesca a Beatrice y el epílogo de Ortega y Gasset,2 y que ambos son una vergüenza: «Naturalmente, Victoria y Ortega sostienen que no se puede leer el Dante porque los comentadores se interponen entre él y nosotros: las notas impiden la lectura.3 ¿Qué hacía Victoria sino otro comentario? Tal vez las biografías y los ensayos sustituyan a los clásicos; tal vez las notas sean indispensables». Después, hablando de la idea de un libro y de los sucesivos borradores, agrega: «El
libro es la sombra de algo que está en la mente del autor y que el autor
no conoce claramente: esa sombra llega a ser y lo otro desaparece. La
obra llega a ser lo real y la idea va quedando como un vestigio de la obra,
progresivamente más irreal. Al ver los poemas tempranos de Yeats —buenos

1. Terminado el 24 de noviembre de 1947, circuló como samizdat hasta ser publicado
en 1955.
2. De Francesca a Beatrice (1924), de Victoria Ocampo, fue publicado con un epílogo polémico
de Ortega y Gasset en 1928. Victoria respondió con una «Contestación» en S, nº 2
(1931).
3. Mastronardi también lo dijo (Nota de ABC).
33
1948

al cabo de veinte años, tras muchas correcciones—, he pensado que
los escribió para llegar a esta forma: son poemas que han necesitado toda
la vida del autor para llegar a la forma perfecta. Tal vez no haya, en la
mente de los poetas, poemas malos; tal vez en casi todos los poemas malos
habrá un poema bueno, que movió a escribir al autor. Yeats empezó
a escribir los suyos porque confusamente los adivinaba como son ahora,
como quedaron después de las últimas correcciones; los poemas malos
serían poemas no concluidos».
Miércoles 14 al domingo 18 de enero. En Buenos Aires, trabajando
las mañanas y las noches con Borges. Borges recordó la conversación de
Sabato y González Lanuza, ambos admirados con los capítulos de la novela
de Sabato publicados en Sur.1 Sabato habría preguntado si no sería
demasiado fuerte. Borges me dice: «Muchos autores viven en el temor de
que sus escritos sean demasiado fuertes y el peligro inevitable es que sean
demasiado débiles».

Fuente: Editorial Sudamericana.

domingo, 12 de junio de 2016

ADOLFO BIOY CASARES. DIARIOS ÍNTIMOS. BORGES.


1947
Miércoles, 21 de mayo. Empece el diario. Llegaron de Emece Eran
siete, Lord Jim y Las rejas de hierro.
Domingo, 28 de diciembre. En Pardo. Conversación con Silvina. Dice
que cada uno de nosotros tiene un tema, al que siempre vuelve: Borges,
la repetición infinita; ella, los diarios proféticos; yo, la evasión a unos pocos
días de felicidad, que eternamente se repiten: La invención de Morel,
«El perjurio de la nieve», la novela (o cuento) que ahora escribo (de los
tres días y tres noches de Carnaval). Le conté que referí a Borges «El otro
laberinto», en una versión muy tosca, hacia 1935, mientras caminábamos
por la calle Vicente López, cerca del cementerio de la Recoleta; el me hablo
de Berkeley Square, film basado en The Sense of the Past, despues empece
—y abandone— la novela Pasado mortal y, en dos o tres meses de 1945, escribí
«El otro laberinto».1

Lunes, 29 de diciembre. Conversación con Silvina sobre Borges. Me
dijo que yo escribo mejor, con mayor naturalidad. Esto demuestra como
esta cegada en mi favor. Le lei un articulo de Borges sobre Pascal.2 Convino

1. Borges conocia el argumento de The Sense of the Past (p. 1917) de H. James gracias a
The Destructive Element (1935) de S. Spender [VAZQUEZ (1980): 137-8]. Para el de Pasado
mortal (1938), vease MARTINO (1996): 66-7. El film Berkeley Square, de Frank Lloyd, se estreno
en 1933.
Fuente: Emecé Editores.
2. «Pascal: Pensées» (1947).
31
1947

en que esta admirablemente escrito. Leyéndolo sentí lo lejos que estoy
de saber pensar bien, amplia y justamente; de saber construir las frases;
de tener una inventiva enérgica y feliz. La de este articulo es la prosa
—aireada, tranquila— que Borges debería cultivar.

Fragmento. LA MONTAÑA MÁGICA. Thomas Mann.


Fragmento. La Montaña Mágica. Páginas 425-426.
"La señora Chauchat, que estaba allí, frente a él, se había arreglado para el Carnaval. Llevaba un vestido nuevo, al menos Hans Castorp no se lo había visto llevar nunca, una seda ligera y oscura, casi negra, que no brillaba más que de vez en cuando con un reflejo moreno, dorado y acariciante, un vestido de escote redondo y discreto que no descubría más que el cuello hasta la unión con las clavículas y, por detrás, las vértebras de la nuca ligeramente salientes bajo los cabellos cuando inclinaba la cabeza. Pero los brazos de Clawdia estaban desnudos hasta los hombros; sus brazos, que eran a la vez frágiles y llenos, y al mismo tiempo frescos y cuya extraordinaria blancura se destacaba sobre la seda sombría de una manera tan seductora que Hans Castorp cerró los ojos y murmuró interiormente: «¡Dios mío!»
Jamás había visto aquello. Conocía los vestidos de baile, los escotes admitidos y solemnes, «reglamentarios», que eran mucho más grandes que ése, sin ser, ni mucho menos, tan provocativos.
Quedaba plenamente demostrado el error de la antigua suposición de Hans Castorp considerando que el atractivo formidable de los brazos que había visto a través de un velo de gasas, no hubiera sido tan profundo sin aquella «transfiguración» sugestiva. ¡Error! ¡Fatal extravío! La desnudez completa, impresionante, de esos admirables miembros de un organismo enfermo y envenenado, constituía una seducción mucho más emocionante que la transformación de antes, una aparición a la que no se podía contestar de otra manera que bajando la cabeza y exclamando sin voz: «¡Dios mío!»".

sábado, 11 de junio de 2016

Fragmento. Novela. El Laberinto Del Verdugo. J.Méndez-Limbrick.


(3)
Los archivos del vampiro.
Investigaciones.
Teorías.

Posteriormente, vinieron las acotaciones de una tal Beatriz Muriel Nigroponte, que días atrás llegó a importunarlo con la teoría de que estaba investigando por cuenta propia los asesinatos en la Zona del Vampiro y a un grupo de personas que sospechaba estarían involucradas con los hechos de sangre.
La tarde que Ernesto la atendió en la oficina no le indicó ni que sí ni que no acerca de la teoría que le propuso: una cofradía era la autora de los crímenes. Ernesto pensó que no era conveniente intercambiar información con una desconocida así de golpe y porrazo, en este caso con una abogadita de mierda que jugaba a lo Sherlock Holmes.

Bioy Casares. Diarios íntimos. Borges.


1931-1946
Creo que mi amistad con Borges procede de una primera conversacion,
ocurrida en 1931 o 32, en el trayecto entre San Isidro y Buenos Aires.
Borges era entonces uno de nuestros jovenes escritores de mayor renombre
y yo un muchacho con un libro publicado en secreto. Ante una
pregunta sobre mis autores preferidos, tome la palabra y, desafiando la
timidez, que me impedia mantener la sintaxis una frase entera, emprendi
el elogio de la prosa desvaida de un poetastro que dirigia la pagina
literaria de un diario porteno. Quizas para renovar el aire, Borges
amplio la pregunta:
—De acuerdo —concedio—, pero fuera de Fulano, .a quien admira,
en este siglo o en cualquier otro?
—A Gabriel Miro, a Azorin, a James Joyce —conteste.
.Que hacer con una respuesta asi? Por mi parte no era capaz de explicar
que me agradaba en los amplios frescos biblicos y aun eclesiasticos
de Miro, en los cuadritos aldeanos de Azorin ni en la garrula cascada de
Joyce, apenas entendida, de la que se levantaba, como irisado vapor, todo
el prestigio de lo hermetico, de lo extrano y de lo moderno. Borges dijo
algo en el sentido de que solo en escritores entregados al encanto de la
palabra hallan los jovenes literatura en cantidad suficiente. Despues, hablando
de la admiracion por Joyce, agrego:
—Claro. Es una intencion, un acto de fe, una promesa. La promesa
de que les gustara —se referia a los jovenes— cuando lo lean.
De aquella epoca me queda un vago recuerdo de caminatas entre casitas
de barrios de Buenos Aires o entre quintas de Adrogue y de interminables,
exaltadas conversaciones sobre libros y argumentos de libros. Se que
27
1931-1946
una tarde, en los alrededores de la Recoleta, le referi la idea del «Perjurio
de la nieve», cuento que escribi muchos anos despues, y que otra tarde llegamos
a una vasta casa de la calle Austria, donde conoci a Manuel Peyrou y
reverentemente oimos en un disco La mauvaise priere, cantada por Damia.
En 1935 o 36 fuimos a pasar una semana a una estancia en Pardo,
con el proposito de escribir en colaboracion un folleto comercial, aparentemente
cientifico, sobre los meritos de un alimento mas o menos
bulgaro.1 Hacia frio, la casa estaba en ruinas, no saliamos del comedor,
en cuya chimenea crepitaban llamas de eucaliptos. Aquel folleto significo
para mi un valioso aprendizaje; despues de su redaccion yo era otro escritor,
mas experimentado y avezado. Toda colaboracion con Borges
equivalia a anos de trabajo. Intentamos tambien un soneto enumerativo,2
en cuyos tercetos no recuerdo como justificamos el verso
los molinos, los angeles, las eles
y proyectamos un cuento policial —las ideas eran de Borges— que trataba
de un doctor Preetorius, un aleman vasto y suave, director de un colegio,
donde por medios hedonicos (juegos obligatorios, musica a toda
hora) torturaba y mataba a ninos.3 Este argumento es el punto de partida
de toda la obra de Bustos Domecq y Suarez Lynch.
Entre tantas conversaciones olvidadas, recuerdo una de esa remota
semana en el campo. Yo estaba seguro de que para la creacion artistica y
literaria era indispensable la libertad total, la libertad idiota, que reclamaba
uno de mis autores, y andaba como arrebatado por un manifiesto,
leido no se donde, que unicamente consistia en la repeticion de dos palabras:
Lo nuevo;4 de modo que me puse a ponderar la contribucion a las
artes y a las letras, del sueno, de la irreflexion, de la locura. Me esperaba
una sorpresa. Borges abogaba por el arte deliberado, tomaba partido con
Horacio y con los profesores, contra mis heroes, los deslumbrantes poetas
1. Leche Cuajada [La Martona, 1935]. El folleto es un cuadernillo de dieciseis paginas
en octavo menor, en cuya cubierta aparece una ilustracion de Silvina Ocampo.
2. «Los angeles lampinos», soneto aliterado del que solo sobreviven cuatro versos.
3. «El doctor Preetorius» [LN, 1 / 1 1 / 9 0 ] . La inspiracion, segun ha descubierto Alfredo
Grieco y Bavio, proviene de la comedia de Curt Goetz, Dr. Med. Hiob Praetorius, estrenada en
Stuttgart en diciembre de 1932; Borges habria conocido su argumento a traves de la minuciosa
descripcion de Olaf Anderson —«Apuntes del teatro aleman. El Dr. Job Praetorius»—
aparecida en LN, 1/7/34.
4. GOMEZ DE LA SERNA, Ramon, Ismos [Madrid: Biblioteca Nueva, 1931]: 14-15.
28
tas y pintores de vanguardia. Vivimos ensimismados, poco o nada sabemos
de nuestro projimo. En aquella discusion Borges me dejo la ultima
palabra y yo atribui la circunstancia al valor de mis razones, pero al dia
siguiente, a lo mejor esa noche, me mude de bando y empece a descubrir
que muchos autores eran menos admirables en sus obras que en las
paginas de criticos y de cronistas, y me esforce por inventar y componer
juiciosamente mis relatos.
Por dispares que fueramos como escritores, la amistad cabia, porque
teniamos una compartida pasion por los libros. Tardes y noches conversamos
de Johnson, de De Quincey, de Stevenson, de literatura fantastica,
de argumentos policiales, de L'Illusion Comique, de teorias literarias, de las
contrerimes de Toulet, de problemas de traduccion, de Cervantes, de Lugones,
de Gongora y de Quevedo, del soneto, del verso libre, de literatura
china, de Macedonio Fernandez, de Dunne, del tiempo, de la relatividad,
del idealismo, de la Fantasia metafisica de Schopenhauer, del
neo-criol de Xul Solar, de la Critica del lenguaje de Mauthner.
En 1936 fundamos la revista Destiempo. El titulo indicaba nuestro anhelo
de sustraernos a supersticiones de la epoca. Objetabamos particularmente
la tendencia de algunos criticos a pasar por alto el valor intrinseco
de las obras y a demorarse en aspectos folkloricos, teluricos o vinculados
a la Historia literaria o a las disciplinas y estadisticas sociologicas. Creiamos
que los preciosos antecedentes de una escuela eran a veces tan dignos
de olvido como las probables, o inevitables, trilogias sobre el gaucho,
la modista de clase media, etcetera.
La manana de septiembre en que salimos de la imprenta de Colombo,
en la calle Hortiguera, con el primer numero de la revista, Borges propuso,
un poco en broma, un poco en serio, que nos fotografiaramos para la Historia.
Asi lo hicimos en una modesta galeria de barrio. Tan rapidamente se
extravio esa fotografia, que ni siquiera la recuerdo. Destiempo reunio en sus
paginas a escritores ilustres y llego al numero 3.
En muy diversas tareas he colaborado con Borges: hemos escrito
cuentos policiales y fantasticos de intencion satirica, guiones para el cinematografo,
articulos y prologos; hemos dirigido colecciones de libros,
compilado antologias, anotado obras clasicas. Entre los mejores momentos
de mi vida estan las noches en que anotamos Urn Burial, Christian
Morals y Religio Medici de sir Thomas Browne y la Agudeza y arte de ingenio
de Gracian y aquellas otras, de algun invierno anterior, en que
elegimos textos para la Antologia fantastica y tradujimos a Swedenborg, a
Poe, a Villiers de L'Isle-Adam, a Kipling, a Wells, a Beerbohm.
29
1931-1946
.Como evocar lo que senti en nuestros dialogos de entonces? Comentados
por Borges, los versos, las observaciones criticas, los episodios
novelescos de los libros que yo habia leido aparecian con una verdad
nueva y todo lo que no habia leido, como un mundo de aventuras, como
el sueno deslumbrante que por momentos la vida misma llega a ser.
Me pregunto si parte del Buenos Aires de ahora que ha de recoger
la posteridad no consistira en episodios y personajes de una novela inventada
por Borges. Probablemente asi ocurra, pues he comprobado que
muchas veces la palabra de Borges confiere a la gente mas realidad que la
vida misma.
30
Fuente: Editorial Destino.

viernes, 10 de junio de 2016

ADOLFO BIOY CASARES. Diarios íntimos. Borges.


Escritos a lo largo de mas de cincuenta años, los diarios de Bioy Casares
—de los que procede este libro— conforman un vasto universo donde
los apuntes de las conversaciones con Borges conviven con el testimonio
de la vida cotidiana y el frecuente examen de cuestiones de conducta.
Porque representan la madurez estilistica de su autor y presuponen la
adopcion de un ideal de perfeccion para maestros, que «acoge lo superfluo y
la digresion», no es casual que comiencen en 1947. Durante la decada anterior,
las severidades de la literatura deliberada habian impuesto a las ficciones
de Bioy un estudiado distanciamiento ajeno a la confidencia; sus
diarios, en cambio, corresponden al impulso que aparece en los ultimos
cuentos de La trama celeste y en El sueno de los heroes donde, seguro de haber
«aprendido lo suficiente en la profesion de escritor», presta atencion
creciente a la caracterizacion psicologica, abunda en digresiones y alcanza
en la prosa su fluidez coloquial definitiva.
Las primeras entradas ya contienen anotaciones que Borges incluye:
en un mismo movimiento, las tendencias que consentian y propiciaban
11
la actividad del diarista, tambien la volvian, desde una mirada nada discipular,
hacia el interlocutor inmediato. A este impulso, propio del progreso
de su estilo, contribuia, sin duda, el ejemplo de la Vida de Samuel
Johnson de Boswell, especialmente despues de la edicion de una Suma de
Johnson, prologada y anotada por Bioy entre 1944 y 1946, destinada a
una coleccion, luego frustrada, de antologias de autores clasicos proyectada
junto a Borges.
En septiembre de 1946 termino Bioy su prologo a la Suma; en 1947
empezo a registrar las «interminables, exaltadas conversaciones» con
Borges, afanes en los que persevero, calladamente, durante casi cuarenta
anos. Desde 1987 publico fragmentos de esas charlas, que aspiraba a reunir,
segun anuncio en 1990, en un libro donde Borges apareceria «riendose
de las cosas que el mismo respetaba, hablando como un amigo intimo
». En 1996, dentro de nuestro plan de edicion de sus papeles privados,
acordamos realizarlo: examine sus diarios, sus cuadernos de apuntes, sus
libretas y su correspondencia, y, durante 1997 y 1998 revisamos, organizamos
y corregimos el texto, que leimos integramente en su version final
no menos de dos veces antes del adverso milagro de 1999.
«Lo que podria hacer —explico alguna vez Bioy— es solo contar como
lo vi yo, como fue conmigo. Corregir algunos errores que se cometieron
sobre el, defender a Borges y, sobre todo, defender la verdad.»
Ojala esta edicion sea fiel a ese proposito.
DANIEL MARTINO
p. 12

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SILVINA OCAMPO CUENTO LA LIEBRE DORADA

 La liebre dorada En el seno de la tarde, el sol la iluminaba como un holocausto en las láminas de la historia sagrada. Todas las liebres no...

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