sábado, 26 de julio de 2025

"Autores en estado gaseoso"

 


Los talleres literarios —al menos en sus formas más comunes— pecan de una pretensión estructural que invade la soberanía del lenguaje. La escritura, cuando es auténtica, no admite intermediarios. Es comunión íntima, una ceremonia entre el escritor y el verbo, no una plantilla replicable.

Riesgos identificados

  • Suplantación de la voz interna: El taller prescribe formas, estilos, giros… como si el lenguaje pudiera domesticarse. El resultado es escritura obediente, pero huérfana.
  • El “formador” como ente dudoso: No es raro que quien dirige sea menos lúcido que el más joven de sus pupilos. Algunos confunden experiencia con autoridad y ejercen juicio sin haberlo merecido.
  • Validación prematura: El aplauso grupal puede sustituir el rigor del silencio que todo escritor debe atravesar. Se cultivan textos “correctos”, pero no obras inolvidables.
  • Canonización de lo superficial: Se favorecen modas, fórmulas, y discursos legitimados por la actualidad editorial. El taller se vuelve una caja de resonancia del mercado.

 Borges, Sabato, Fuentes, Donoso, Vargas Llosa, no surgieron de talleres, sino del desgarro solitario de quien funda su estilo. Lo que los formó fue la lectura incesante, el juicio filosófico, la tradición interior, no el guion compartido.

 “El taller puede pulir la espada, pero nunca forjar el acero.”

 Texto en colaboración: DR. ENRICO PUGLIATTI Y MÉNDEZ-LIMBRICK

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