miércoles, 20 de diciembre de 2023

SVEVO, JOYCE Y EL MILAGRO DE LÁZARO por Antonio García Ángel LA HISTORIA DEL BUEN VIEJO Y LA BELLA SEÑORITA





SVEVO, JOYCE Y EL MILAGRO DE LÁZARO

por Antonio García Ángel

LA HISTORIA DEL BUEN VIEJO

Y LA BELLA SEÑORITA


SVEVO, JOYCE

Y EL MILAGRO DE LÁZARO

En 1904 James Augustine Aloysius Joyce vivía en Dublín, tenía 22 años, bebía en exceso y

aún nadie sospechaba que se convertiría en uno de los escritores más importantes del siglo

XX. En junio de ese año comenzó su relación con una camarera de hotel llamada Nora

Barnacle. Después de un confuso episodio en el que alguien hizo disparos a unos trastos

que estaban colgados sobre la cama del joven Joyce, él y Nora abandonaron Dublín y se

fueron primero a Zúrich y después a Trieste, donde empezó a trabajar en la escuela Berlitz

como profesor de inglés. Después de un tiempo, Joyce renunció y se convirtió en el profesor

particular preferido por la rica burguesía triestina.

En 1907, el próspero empresario triestino Aron Ettore Schmitz tenía 46 años y

administraba un negocio de pinturas para embarcaciones propiedad de su suegro,

Gioachino Veneziani. Antes había ayudado a su padre en una cristalería que fue a la

bancarrota y había trabajado 19 años como funcionario en el Unionbank de Viena. También

había escrito dos novelas. Cuando el almirantazgo británico cerró tratos con los Veneziani,

la empresa debió abrir una sucursal en Londres. Para perfeccionar su inglés Schmitz –que

ya dominaba el italiano, el francés y el alemán– contrató a Joyce como profesor.

Pronto, a lo largo de las clases, a ambos los unió una pasión común: la escritura. Pero

para Joyce esta significaba el futuro mientras que para Schmitz era parte del pasado. Joyce

le mostró a su alumno los poemas de Chamber Music, los primeros capítulos del Retrato del

artista adolescente y algunos cuentos de Dublineses, mientras que Shmitz le contó a su

profesor que en algún momento de su vida quiso ser escritor. Le regaló ejemplares de sus

dos novelas, Una vita y Senilità, publicadas con el seudónimo de Italo Svevo hacía quince y

diez años, respectivamente. Entre los dos se forjó una amistad que nació de la mutua

admiración y que tuvo consecuencias literarias.

Se dice que el irlandés se basó en el judaísmo no practicante de Svevo para caracterizar a

Leopold Bloom, y probablemente atendió algunas de las recomendaciones que Svevo le hizo

sobre el primer capítulo del Retrato del artista adolescente, además durante años fue Svevo

el custodio de los originales del último capítulo de Ulises; pero sin Joyce quizá Svevo y su

obra habrían naufragado en el olvido, y estamos seguros de que, sin su intervención, Svevo

jamás habría escrito La conciencia de Zeno, su obra maestra, ni La historia del buen viejo y

la bella señorita, nuestro Libro al Viento 127.

El caso de Flaubert y Maupassant –como el de Joyce y Beckett– es el padrinazgo del

narrador experimentado hacia un escritor más joven, aún en ciernes. Hemingway y

Fitzgerald eran compañeros de ruta y fueron forjando sus obras al mismo tiempo. En

cambio cuando Joyce y Svevo se conocieron el triestino iba de vuelta, había renunciado por

completo a la literatura después de la indiferencia con que fue acogida su segunda novela.

«Me resigné ante aquel juicio tan unánime», dice Svevo en el prólogo a la reedición de

Senilidad, «no existe unanimidad más perfecta que el silencio, y durante veinticinco años

me abstuve de escribir».

Joyce, impresionado, se aprendió de memoria los párrafos finales de la novela, le dijo a

Svevo que había sido juzgado injustamente, que ninguno de los grandes maestros de la

novela francesa habría podido escribir mejor que él algunas páginas de Senilidad. La

correspondencia entre ambos, cuando ya Joyce había partido de Trieste antes de la Primera

Guerra Mundial, muestra la diligente y esforzada labor para que la novela de su amigo

llegara a manos de T. S. Eliot, Fox Maddox Ford, Valéry Larbaud, editores, traductores y

críticos en Alemania, Inglaterra, Francia y Estados Unidos.

Joyce estaba en lo cierto. Senilidad, en la misma línea de grandes novelas como Sonata a

Kreutzer y Por el camino de Swann, explora de manera magistral la obsesión de un hombre

consumido por los celos. Pero su autor ya se había rendido, la literatura no era para él.

Joyce, como el mismo Svevo lo afirmó, «supo renovar el milagro de Lázaro». Gracias a él,

Svevo pudo retomar la pluma y, tras veintitrés años de silencio, comenzar a escribir La

conciencia de Zeno, una obra sobre la vejez cargada de ironía y humor. Cuando fue

publicada, en 1923, Svevo se convirtió a su vez en uno de los escritores más importantes

del siglo XX.

Antes de morir atropellado en 1928, Svevo alcanzó a escribir algunos textos cortos y esta

nouvelle que puede leerse como una continuación de los temas tratados en La conciencia

de Zeno. En ella se cuenta cómo un acaudalado anciano, presa de un último arrebato de

vitalidad, seduce a una humilde y elusiva jovencita, pero nada en esta relación está

garantizado por el dinero ni la experiencia del viejo, y pronto su alma crepuscular se verá

sacudida por la fuerza de las pasiones.

ANTONIO GARCÍA ÁNGEL

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog

POESÍA CLÁSICA JAPONESA [KOKINWAKASHÜ] Traducción del japonés y edición de T orq uil D uthie

   NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN   El idioma japonés de la corte Heian, si bien tiene una relación histórica con el japonés moderno, tenía una es...

Páginas