miércoles, 5 de abril de 2017

Mempo Giardinelli. EL GÉNERO NEGRO.

 
El Chandler menos conocido.
textos y teorías


   
    “El lápiz" no fue, sin embargo, la única sorpresa que aun después de muerto siguió deparando Raymond Chandler. Todavía es posible encontrar, cada tanto, algunas joyas como La Dalia Azul, que es otra de las obras muy poco conocidas de este autor, y que incluso suele no figurar en las bibliografías de su obra por la sencilla razón de que fue una novela trunca, que finalmente él mismo convirtió en guión para cine en marzo de 1945. [76]
    Fue filmada con el mismo título por George Marshall al año siguiente, con producción de John Houseman y con Alan Ladd y Verónica Lake en los papeles estelares. Y fue además, y dicho sea como curiosidad, el único guión que Chandler escribió en Hollywood sobre una obra e idea propia.
    Ese guión contiene, notoriamente, y aunque sin la presencia de Marlowe, todas las características chandlerianas, además de una finesseert la escritura completamente desusada para los guiones cinematográficos. Esto llama la atención porque aunque La dalia azul no es estructuralmente una novela se la lee como si lo fuera. Con el estilo inconfundible de Chandler, con diálogos ásperos y austeros, la tensión crece sin tregua alrededor de la historia de un oficial de la marina norteamericana que regresa de la guerra en el Pacífico y encuentra a su mujer con otro hombre. Este tema clásico fue descrito por Chandler con una sobriedad, un ascetismo y una violencia tal que obligó a que (en ese mismo 1945) el Departamento de Estado interviniera ante las autoridades de los estudios cinematográficos para obligarlos a suavizar el argumento, porque presentaba a un veterano de guerra como un criminal.
    Se trata de una obra estupenda, que en la versión castellana se acompaña de excelentes trabajos del crítico uruguayo Homero Alsina Thevenet, el propio John Houseman y el editor Matthew J. Bruccoli acerca de la obra de Chandler y sus vinculaciones con el cine “duro" de los años 40. No solo es un texto ilustrativo de su versátil talento, sino que reafirma la obsesión de Chandler por la dignificación del género. Le dolía profundamente no ser reconocido como “uno de los tres grandes escritores de este país” (admitía solo a Faulkner y a Hemingway por encima), y no dejaba pasar ocasión de expresarlo. Solía quedarse hasta muy tarde, en las noches, discurriendo sobre el género negro o grabando cartas. Su correspondencia es asombrosamente profusa y fue recogida en un libro delicioso titulado Cartas y escritos inéditos de Chandler. [77]
    Aunque de él se conoce ya prácticamente toda su obra, que en nuestra lengua fue publicada por varias casas editoriales argentinas, españolas y mexicanas entre los años 40 y 80 del siglo pasado, son mucho menos conocidos algunos maravillosos textos chandlerianos producto de las investigaciones de Frank MacShane (1927-1999), de quien es bien conocida en castellano su estupenda biografía: La vida de Raymond Chandler. [78]
    La segunda obra de MacShane aún no ha sido publicada (que sepamos) en español, quizás porque a la hora de su fallecimiento no se había resuelto la cuestión de los derechos de autor. En las tres ocasiones en que lo visité en Nueva York, en los años 80 y cuando todavía enseñaba Escritura Creativa en Columbia University, hablamos sobre esas dificultades.
    El libro original se titula The Notebooks of Raymond Chandler  [79], que en castellano significaría algo así como “Los Cuadernos de R.Ch.”, o bien "Anotaciones de RC”, y ofrece una enorme variedad de aspectos desconocidos de Chandler. Producto de una paciente y exhaustiva búsqueda en papeles sueltos, anotaciones al margen de libros, libretas de apuntes, miles de cartas cuyas copias guardó el autor y otras fuentes insólitas que MacShane investigó, el volumen incluye una perla: English Summer (“Verano inglés”) un relato gótico cuya traducción publiqué en México en los años 80.
    Estos “Cuadernos" constituyen una invalorable contribución al mejor conocimiento de Chandler y al fortalecimiento de la teoría de la novela negra. MacShane fue, como se sabe, la máxima autoridad chandleriana [80] y en este libro devela exactamente cómo trabajaba Chandler, quien guardaba sus ideas en carpetas y además tenía varias libretas de notas.
    En una de ellas llevaba un récord de sus avances diarios, con anotaciones sobre el progreso de su trabajo. En otra escribía, a mano, los pensamientos y comentarios que le merecía su propia evolución. Todo con mucho humor y, a veces, con graciosas sutilezas e ironías como cuando se comparaba con otros escritores.
    Luego de la muerte de su mujer, Cissy, y al final de su propia vida, Chandler decidió radicarse nuevamente en Inglaterra y ordenó que todas sus notas fuesen enviadas a San Diego para su destrucción. Solo dos cuadernos de portadas negras sobrevivieron, dice MacShane. Y fue en ellos en los que descubrió estas acotaciones, comentarios sobre el oficio y misceláneas inéditas que incluyen metáforas e imágenes que alguna vez pensó usar, y también posibles títulos, ideas de cuentos, observaciones, artículos truncos y toda una gama de chistes a utilizar, así como giros del lenguaje popular, notas sobre el lenguaje carcelario y del hampa, descripciones de armas, modalidades de vestimenta y del habla de los gángsters, etcétera.
    Era, como señala MacShane, no sin asombro, “una especie de banco de datos al que él podía recurrir cuando lo necesitara". E incluso, ordenado y meticuloso como era, cuando utilizaba alguno de esos datos inicialaba al margen el título de la obra en la que había usado ese material, para no repetirlo. Esto, dice MacShane, revela el carácter profesional de Chandler, y también su humor, dadas las abundantes anotaciones como “Oh, God" o “Dios ayúdanos”.
    En este libro se aprecian, también, las influencias que reconocía Chandler. Primero, cuando todavía le quedaba la marca de su primera residencia y juventud en Inglaterra, escribía a la manera de Saki y de Henry James, así como en los años 30 y 40, ya en Los Ángeles, fue notable el influjo determinante de la prosa de Hammett primero, y sobre todo de Hemingway, a tal punto que alguna vez, en 1932, escribió una parodia imitándolo.
    Además de todas esas notas, el libro incluye dos trabajos inéditos. Uno es un largo ensayo titulado A qualified farewell, que fue preparado originalmente para su publicación en Screen Writer, la revista de los guionistas de Hollywood, y que a último momento Chandler decidió no publicar debido a un imprevisto cambio de editor en dicha revista.
    El otro es el ya mencionado English summer, cuento gótico que él pensó que sería la base de una novela que no llegó a escribir y cuya trama es la irónica historia de un norteamericano en Gran Bretaña, seducido por una bellísima mujer. En el cuento es notable la burla que hace del estilo gótico y, como siempre, los diálogos son picantes, de extraordinaria dureza y escepticismo.
    Es interesante detenerse en los títulos de las notas y lo medular de sus apuntes, pues son demostrativos de su rigurosidad autoral. En febrero de 1938, por ejemplo, bajo el título de “Grandes pensamientos” escribe: “Hay dos clases de verdades: la verdad que ilumina el camino y la verdad que sobrecoge al corazón. La primera es la ciencia y la segunda es el arte”. [81]
    En mayo de 1937 está fechada esta absurda vestimenta para un personaje (como luego usaría Malloy en Adiós muñeca): zapatos de cocodrilo, pantalones Oxford oscuros, saco blanco cremoso, camisa amarilla de cuello ligeramente almidonado, corbata de moño marrón, pañuelo a cuadros y sombrero de palma de coco. Al final de la descripción estampó: “Oh, my God".
    El libro incluye también unas “Reglas para escribir una novela", que según parece fueron famosas en su época y que se debían a un tal Jack Woodford. Al final de los catorce enunciados Chandler escribió: “No presté atención a ellas cuando escribí El sueño eterno" (su primera novela).
    En un párrafo titulado “Comienzo para un ensayo” escribió este delicioso apunte: “La clave de la civilización americana es una especie de vulgaridad sensiblera. Los americanos carecen de la ironía de los ingleses, de su flema y ni se diga de sus maneras. Pero pueden hacer una amistad. Y donde un británico te daría su tarjeta, un americano te daría gustoso su camisa".
    Este tipo de apreciaciones eran frecuentes en Chandler, quizás porque si bien había vuelto a vivir a Estados Unidos se sentía en cierto modo británico, nacionalidad que adquirió siendo muy joven. Como fuere, solía reflexionar sobre las diferencias de estilo de vida, temperamento, lenguaje y cultura entre norteamericanos e ingleses.
    Era muy agudo al criticar a la sociedad en la que vivía: “El estilo americano no tiene cadencia. Y sin cadencia un estilo no puede ser armónico. Es como un solo de flauta, una cosa incompleta”. O bien: “Estados Unidos es la tierra de la producción masiva, en la cual solo ahora tiene valor el concepto de calidad”. Y más adelante, ya en el plano literario: "Toda la mejor literatura americana ha sido hecha por hombres cosmopolitas. Ellos encontraron aquí una cierta libertad de expresión, cierta riqueza de vocabulario, cierta amplitud en la gama de intereses. Pero debían haber tenido el gusto europeo para usar esos materiales". Y remataba contra la chocante vulgaridad norteamericana: “El escritor inglés es primero un caballero (o no lo es) y secundariamente es un escritor”.
    El sentimentalismo de Chandler también aparece cuando lo respetuoso se le mezcla con lo humorístico. A la mencionada y evidente parodia del estilo de Hemingway, escrita en 1932 y todavía inédita (que sepamos), le puso este título: “Cerveza en el sombrero del Sargento Mayor (o también el sol estornuda)”. Claro que salvó su ironía con esta dedicatoria: “Dedicado sin buenas razones al más grande escritor americano viviente: Ernest Hemingway”. Y cierta vez que las galeras de un artículo para la revista Atlantic Monthly le fueron devueltas para su corrección, descubrió que alguien le había hecho una serie de cambios de estilo. Inmediatamente envió una carta chusca al editor, Edward Weeks, en la que ironizaba alrededor del “purista que leyó las pruebas”.
    También figura en esos “Cuadernos” la idea de un cuento sobre la venganza de “un hombre grandemente equivocado”, que luego fue parte de La dalia azul. Y se incluye la copia de un artículo que publicó en marzo de 1939 en el Saturday Evening Post, acerca de Rinehart y la literatura criminal. Allí habla de las dudas que le produce haber escrito —él mismo— más de quince cuentos sobre asesinatos “con armas normales por gente normal” y al final destila su rabia por no ser considerado “un autor serio".
    Hay otro artículo —publicado en Londres en el Sunday Times del 25 de marzo de 1956— que escribió a propósito de la aparición de Los diamantes son eternos de lan Fleming (1908-1964). Con fina ironía, Chandler hace un análisis de la obra anterior de Fleming (Casino Royale, Vivir y dejar morir y Moonraker) y concluye que se trata de “otra historia de gángsters a la americana, y no demasiado original”. El estilo de Fleming, en su opinión, era “periodístico, limpio y nada pretencioso” y le planteaba dudas: “No me gusta la ideología de James Bond. Sus pensamientos son superfluos. Solo me gusta cuando está en juego con cartas peligrosas”.
    En su libro MacShane organiza también una sección de ocurrencias de Chandler, a las que titula “Chandlerismos”. Se trata de una serie de frases memorables que pintan exactamente el carácter y la génesis de la prosa chandleriana. Por ejemplo: “La única diferencia entre usted y un mono es que usted usa un enorme sombrero”; O: “Si no se va, traeré a alguien que lo hará”; 0: “Buenas noches, adiós y detestaría ser usted".
    También hay frases de lenguaje ferrocarrilero, y observaciones sobre el slang californiano y las formas metafóricas duras: por ejemplo, “luces de Chicago” quiere decir revólver; “gotas en circulación” significa tragos; “estar bajo el vidrio" es estar en prisión; “labios” es un abogado.
    No faltan comentarios sobre el lenguaje de Hollywood: “Una duquesa” es una chica que se consigue con dinero; “tener fiebre en los pies” es estar apurado. También hay apuntes sobre el lenguaje de los narcotraficantes, y son asombrosas sus notas acerca de “Tommy Gun” (nombre que se le daba a la ametralladora Thompson, que era la preferida de los gángsters en los años 30). También se incluye el lenguaje carcelario de la prisión de San Quintín, donde “Cecilia” es la cocaína; “acabar atrás de la puerta” es morir en la cárcel; “un ojo” es un detective; “un salvavidas" es una conmutación de pena; "tener la cruz encima” es estar marcado para morir y “Siberia” es la celda para los incomunicados.
    La precisión chandleriana se observa asimismo en las reglas para el juego de dados, que apuntó en mayo de 1936 y que incluye el valor de los puntos, las combinaciones posibles con ambos dados, el valor del “siete” y del “once”, el modo lunfardo con que delincuentes y fulleros nombran a cada uno de los doce números, y hasta las posibilidades matemáticas más frecuentes cuando ha salido cada uno de ellos. Y respecto del lenguaje de los carteristas, Chandler aclaraba que quizás sería utilizable solo para algún personaje neoyorquino. La enumeración es larguísima, y contiene hallazgos como la frase “besar el perro” que indica toparse cara a cara con la víctima a la que se está robando.
    Si en Chandler una de las modalidades que más llama la atención es la eficacia de sus comparaciones, ahora puede verse que no era un hombre que se manejaba por azar ni por inspiraciones momentáneas. Era un verdadero cultivador de símiles, a punto tal que en este libro MacShane brinda una larga lista de comparaciones que no llegó a utilizar pero que tenía perfectamente clasificadas. Algunas son, también, verdaderas perlas: “Con tanto sex appeal como una tortuga”; “frío como los calzones de una monja”; “tan limpio como el cuello de un ángel”; “raro como un cartero gordo”; “su cara era tan larga que se le hubiera podido enredar dos veces alrededor del cuello”.
    Cuando MacShane evoca a Joseph “Cap” Shaw, el editor de Black Mask y a quien se suele considerar como el descubridor de Hammett, Chandler y muchos otros autores del género, lo hace citando una frase que describe a la perfección la narrativa chandleriana. En palabras de Shaw: “Para mí Chandler es la mente americana: una pesada porción de mucho realismo; una pincelada de buena dureza vulgar; un fuerte sobretono de estridente coraje; una igualmente fuerte dosis de sentimentalismo puro; un océano de lunfardo; y un campo definitivamente inesperado de sensibilidad”.
    Este Raymond Chandler desconocido, que conocemos gracias al trabajo de un investigador meticuloso y obsesivo como MacShane, es un escritor entrañable, caprichoso y completamente profesional. Un escritor para el que la novelística negra no era un mero juego de ingenio, sino una manera cruda, brutal de contemplar su sociedad y su tiempo.


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