viernes, 11 de julio de 2025

Las 6 puertas de la verdad.

 




Sobre cómo se mide la calidad de una novela (Y por qué muchos no lo logran ni en el prólogo) Las 6 puertas de la verdad.

✒️ Por Enrico Giovanni Pugliatti, Dr. en Semiótica Crítica por la Universidad de Bologna

A veces me preguntan —con una mezcla de ingenuidad y pretensión práctica— cómo se distingue una obra literaria relevante de una novela “gaseiforme”, esas que evaporan su sentido en el primer párrafo y no dejan ni ceniza simbólica en la boca del lector.

Mi respuesta no es complaciente. Tampoco negociable. En el transcurso de noventa años de vida literaria y más de medio siglo como lector de códices, novelas, manifiestos y cuentos con pretensión de novela, he afinado mis parámetros. No son universales, pero son férreos. Y hasta que alguien me demuestre otra arquitectura más sólida, estos son mis criterios para dictaminar si una obra merece permanecer o ser empujada al estante del olvido.

🏆 1. Premios (pero no los de ferias de queso literario)

Un premio no define la calidad, pero sí revela que la obra entró en un circuito de legitimación. Hay premios honrosos y premios de indulgencia editorial, lo sé. Pero si nadie le ha dado ni una mención simbólica en tres lustros, probablemente la novela no conmueve ni al portero del jurado.

📚 2. Publicaciones y reediciones (la vanidad no cuenta)

Una reedición que nace del ego del autor es apenas un eco de vanidad. Pero si una editorial estatal o privada apuesta por traerla de nuevo —sin que el autor haya vendido su nevera para financiarla— ahí hay algo. Toda reedición por mérito ajeno es señal de vida textual.

📘 3. Uso académico (el aula no miente tanto como las redes)

Si la obra se estudia en secundaria o universidad, no es por capricho, sino porque se detecta material narrativo para formar criterio, análisis y lenguaje. No es canon, pero sí pista.

📖 4. Publicaciones críticas sin lazos de sangre

La reseña que aparece en el diario del amigo del autor no vale. Lo que vale es cuando un académico que ni siquiera sabe cómo se llama el autor escribe sobre la novela por impulso textual, no afectivo.

🌍 5. Proyección internacional (sin amiguismo ni traducción por lástima)

Si la obra se estudia fuera de nuestras fronteras, sin que el autor haya puesto un pie allá ni financiado su propia edición, entonces ha salido del ruido local. Ha tocado una cuerda universal. Y eso no se logra ni con likes ni con premios de autoedición.

🧠 6. Juicio de Autoridad (el verdadero, no el autoproclamado)

Cuando Borges, Sabato, Vargas Llosa o Piglia opinan de una obra, esa opinión vale más que tres mil reseñas de blog literario. Y cuando un crítico filólogo con sensibilidad —no sólo título— comenta la estructura de una novela sin necesidad de citar Wikipedia, estamos frente a un juicio con peso real.

📜 Epílogo para quienes aún sueñan con publicar

Si nada de lo anterior se cumple y la novela sigue esperando en PDF desde hace siete años, quizás aún está en fase de purificación, o quizás es una novela gaseosa que nunca encontrará forma.

Literatura no es voz ni verbo: es estructura, permanencia y resonancia. Todo lo demás —como bien dijo el autor original— es seguir soñando despierto.


La melancolía editorial de un junco: crítica a Irene Vallejo


 

La melancolía editorial de un junco: crítica a Irene Vallejo

Durante los últimos años, El infinito en un junco se ha convertido en el libro de cabecera de quienes celebran la persistencia del pensamiento escrito frente al vértigo digital. Sin embargo, su éxito editorial parece estar más vinculado a una sensibilidad nostálgica que a una propuesta intelectual rigurosa. Aquí la crítica toma la palabra.

 El eurocentrismo como filtro de la historia

Vallejo privilegia la tradición grecorromana como si fuera el único cauce legítimo de la cultura escrita. Ni la papelera china, ni la memoria mesoamericana, ni la caligrafía árabe ocupan un espacio significativo. Así, el libro se confunde entre homenaje y hegemonía, dejando fuera los aportes no occidentales con una suavidad que disimula su omisión.

 Poética sin consistencia ensayística

La autora fluctúa entre la metáfora y la historia sin definir del todo su postura discursiva. El resultado: un texto bello pero conceptualmente difuso. Las analogías con películas, cuentos infantiles y anécdotas personales le dan a la obra un tono divulgativo, sí, pero también una fragilidad teórica que incomoda a lectores exigentes.

 Lo que se promete y lo que se entrega

Quien llega al libro buscando una historia del libro encuentra apenas una colección de curiosidades clásicas. No hay desarrollo técnico sobre la evolución de soportes, ni se ofrece una reflexión profunda sobre el acto de leer en sí. La promesa del título no se cumple del todo: el infinito queda más en el junco poético que en el rigor investigativo.

 La estructura como laberinto

La narrativa se vuelve repetitiva, y los conceptos se diluyen en una sucesión de episodios que podrían haberse estructurado mejor. Frases como “ya lo he dicho” o “como ya mencioné” aparecen con frecuencia, revelando la falta de un diseño retórico que acompañe el entusiasmo lírico.

 Un fenómeno editorial más que intelectual

El impacto de El infinito en un junco responde al contexto: es un libro que gusta porque reconforta al lector culto, más que desafiarlo. Su éxito revela más sobre el mercado editorial que sobre su contenido. Es la literatura de la añoranza, no la de la confrontación simbólica.

DR. ENRICO PUGLIATTI.



FRAGMENTO NOVELA PRINCIPIOS NOCTURNOS DE MIS JORNADAS DE TRABAJO.

 



De mis jornadas de trabajo con Belfegor en el scriptorium Belfegor, el retórico, sería quien pasaría más horas junto a mí. Y la ironía: con Él, señor de la Pereza, traba jaría hasta el cansancio; digo mal, ambos trabajaríamos hasta límites insospechados en mi oficio como escritor. En ningún tiempo hubo pereza de laborar juntos, cada vez que nos reunimos en el scriptorium mi voluntad doblegó lo físico, bordeando el límite de cualquier mortal, en unas jornadas extenuantes de trabajo. Hago la adver tencia de que el cansancio llevado al límite lo paliaba con opio y cáñamo de la India. Quien me abastecía de tales sustancias no era otro, por supuesto, que Esfria, espíritu de los excesos y los placeres carnales. Vistiendo su frac impecable, frotándose sus gemelos de oro en su camisa de puño francés, comentaba:

 —Sire, le he traído un regalo, para que su espíritu recobre la vitalidad perdida. Algo que lo contentará — afirmaba jocosamente, tras tocar a la enorme puerta metá lica del scriptorium. Y colocaba con todo respeto, en mi mesa de trabajo, la adormidera lista para fumar en la pipa de agua. Es cierto que pensé en varias oportunidades desfalle cer o que empezaría con alucinaciones, pero siempre me sobrepuse.

Fragmento. novela. EL VUELO DE LA URRACA.

 



Y el dictador se miró en la mano del gigante. El dictador estaba sentado como un niño, en medio de la hercúlea palma. 

-Tampoco te asustes, estás en mi metacarpo, en mi palma de la mano: mira, camina hasta el borde de una de mis falanges. Yo dejaré mi mano quieta para que observes y luego me digas qué has mirado. El dictador, entonces, se levantó despacio de la mano gigante y empezó a recorrer hacia una de las falanges.  

Ahora que has llegado al borde de una de mis falanges, ten cuidado, no te vayas a caer, pero ¿dime qué observas? El dictador con recelo se dirigió al borde del dedo índice y miró. 

¿Qué has mirado? 

¡Nada! Dijo el dictador. Cuando agachó la cabeza y sostenido ligeramente por la enorme falange del dedo índice, solo atisbó a mirar oscuridad tras oscuridad, un vacío y un gran silencio, un silencio y una mudez lo envolvieron. Se asustó y el dictador, retrocedió. Agregó: solo veo oscuridad, soledad y un gran silencio. 

Te he sostenido en esta gran oscuridad para que observaras. Te he suspendido en el aire para que mires. Son pocos los que han mirado lo que has mirado y siguen con vida. Dijo G. 

viernes, 4 de julio de 2025

Borges envidiaba el coraje de Jünger

 

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https://blogs.elpais.com/ladrones-de-fuego/2014/05/borges-envidiaba-a-ernst-j%C3%BCnger.htmlBorges envidiaba el coraje de Jünger

Por:  05 de mayo de 2014

ERNST JÜNGER   (1895-1998)   

 

 

     Se sabe que Jorge Luis Borges viajó hasta el retiro del escritor alemán Ernst Jünger, en Wilflingen, para testimoniarle su admiración y poder estrechar su mano. 
    Mas sepan que esa admiración no proviene única y principalmente por el hecho estético, ya que en tanto escritores, los dos comparten, con parecida intensidad, la cerebración de la palabra y poseen una aspiración mutua, como es alcanzar el máximo conocimiento oceánico del saber literario. Esa admiración se debe al valor guerrero de Jünger, considerado como uno de los grandes héroes de la Primera Guerra Mundial, y acreditado, con pruebas documentales, como un valiente entre los valientes. 
    En los libros de Borges encontraremos pasajes de su literatura donde antepone el valor por encima de todo lo demás. El escritor argentino admiraba a los malevos de sus cuentos por el valor desmedido mostrado –imagen viva de lo viril, “con pechos dilatados de hombría”–, al punto de ser la única clase baja consentida por él. En su caso, sólo puede admirarlos desde la ficción. Por el contrario, a Ernst Jünger lo admira a través de lo real. Si como literato nada tiene que envidiarle, es el valor personal de Jünger lo que le rebasa. Para decirlo de una vez: lo que en él es ficción, en Jünger es estricta y valentísima realidad. Por eso proyecta ese viaje suyo para poder estrechar la mano del alemán.     
     A partir de esta línea dejo a un lado el valor real y el valor de ficción de uno y otro escritor (equivalente a la duda cervantina entre lo real y lo ideal), para contar cómo me relacioné con Ernst Jünger sin tener que ir a su retiro a buscarlo.
    En el otoño de 1989 Ernst Jünger viajó a Bilbao. La Universidad del País Vasco le había concedido el título de Doctor Honoris Causa. Con sus 94 años pleno de lucidez, el escritor alemán respondió a la investidura con un discurso brillante y profundo. Recordó al auditorio la emoción de sus días de niño cuando su padre le leía El Quijote, del impar Miguel de Cervantes. 
    Después de la investidura un grupo reducido de amigos mantuvimos una conversación literaria con él en el hotel en el que se encontraba alojado. Al día siguiente apareció un artículo mío en el periódico donde colaboraba, en torno a la obra de Jünger.
     Pasados unos días desde su marcha, le escribí a Wilflingen, proponiéndole una entrevista. Le envié las preguntas, traducidas con suma acuciosidad por un amigo mío. 
     Respondió casi de inmediato (4 de noviembre de 1989). Apuntaba en su carta la imposibilidad de contestar a todas las preguntas, porque se encontraba “extraordinariamente lleno de trabajo”. En uno de los pasajes mostraba un signo de bullente modestia: “Quizá le puedan ser útiles estas respuestas; en caso contrario, confíelas a su papelera”. Antes de despedirse, aludió al día de su investidura: “He visto que todavía se saben celebrar fiestas en Bilbao; y guardo un buen recuerdo de los días que he vivido allí”. 
     Vuelvo a Borges y al valor de Jünger, a través de unas palabras de éste último cuando refiere –en edad madura–, un pasaje sobre su experiencia en la Primera Guerra Mundial: “la guerra nos arrebató como una borrachera; nos parecía un lance viril, un alegre concurso de tiro celebrado sobre floridas praderas en que la sangre era el rocío”.
    Es esa misma mano de sangre arrebatada la que Borges quiso estrechar con enfervorizada admiración.

                                [siguiente personaje Franz Kafka: 12-5-2014]

Hay 8 Comentarios

Comprendo a Borges: el valor es un dios en sí mismo que puebla nuestra imaginación de héroes, de esplendentes hazañas y realidades a la medida de nuestros sueños.
De la mano de estos dos ladrones, unidos no sólo por el valor, sino tal vez más aún, por la inteligencia, el poder ver más allá y el saber decirlo, Merino nos presenta un texto sugerente y ágil, que nos lleva en volandas de Wilflingen a Buenos Aires, pasando por Bilbao, de la Primera a la Segunda Guerra Mundial, del ayer borgiano al ayer propio. Y en ese vertiginoso viaje deja caer, sin darle importancia, una cita poderosísima como la de Jünger (por verdad, por evocación, por belleza en sí misma), una personalísima como la de Borges (siempre lucidísimo en sus metáforas), más un guiño amoroso hacia Cervantes y un puñado de humildad del recién elegido doctor honoris causa.
Resulta hermoso pensar también que una cierta forma de heroísmo es conservar la lucidez, la inteligencia y por ende la esperanza, más allá de la edad real. Y esa batalla la podemos librar todos.
Por último, añadir a la galería de citas la de Hölderlin, a la que aludió el propio Jünger y referida por Santiago Fernández en su comentario. Y lamentar la instauración de esa edad de los titanes que ha acallado a poetas y héroes (¿acaso no son lo mismo?).

Me han encantado el texto y los comentarios. Y me resulta muy difícil entrar en el terreno de la supervivencia teniendo en cuenta el contexto. Una personalidad pública que fue utilizada por parte de individuos organizados que mutaron su categoría animal y su naturaleza humana primando sobre todas la vida de los insectos.
Me ha gustado la fotografía elegida. Coincido con el titular. Y agradezco siempre la ausencia de hipocresía en el terreno literario.

Como complemento del magnífico texto de José lus Merino señalaré que fue tal la admiración de Borges por Jünger que escribió un cuento titulado “Deutsches Requiem”, el mismo título de uno de los libros de Jünger. El cuento se publicó por primera vez en febrero del ‘46 en la revista Sur y lo incluyó en su libro El Aleph.en el año 49, pero curiosamente no fue incluido en las selecciones que hizo, tanto en 1961 como en 1967.
Para los que hayan leído a Jünger, en “Deutches Requiem” encontrarán frases exactas, tomadas del libro, e incluidas en el cuento de Borges. De hecho muchas veces reconoció el escritor argentino que que había “fusilado” otros textos, pero de éste guardó silencio hasta 1982.
¿Como llegó Borges a conectar con Jünger? Es posible que Arthur Schopenhauer tuviera mucha culpa.
Un saludo
Santi

Desde luego nunca imaginé la admiración de Borges por Jünger. Es como mezclar dos perfumes antagónicos. Borges el preciso e intimista. Jünger el polémico y personaje público. Creo que la razón por la que Borges trató acercarse a Jünger no fue la de conocer al gran pensador sino admirar a la persona que los dioses le habían reservado un sentido épico.
De Jünger quiero recordar uno de sus pensamientos: "Una frase bien lograda es más importante que un combate ganado" dijo el escritor Ernst Jünger, durante su investidura como doctor “honoris causa” por la Universidad Complutense en San Lorenzo de El Escorial(1995).
A punto de cumplir los cien años Jünger ante la pregunta ¿Cómo imagina usted, por lo tanto, el próximo siglo?, respondía “No tengo una idea demasiado feliz y positiva. Por decirlo con una imagen, quisiera citar a Hölderlin, que en "Brot und wein" (Pan y vino) escribió que vendrá la edad de los titanes. En esta edad venidera el poeta deberá aletargarse. Los actos serán más importantes que la poesía que los canta y que el pensamiento que los refleja. Será una edad muy propicia para la técnica, pero desfavorable para el espíritu y para la cultura”
.............

Me gustaría cree que no fuera así … ya veremos.
Un saludo y gracias José Luis
Santi

Es cuanto menos curioso que entre dos grandes de las letras sea el mayor motivo de admiración la valentía y el ardor guerreros. Obviamente, son hombres.

Más allá de coincidencias estéticas creo que había grandes diferencias, digamos político-filosoficas, entre Jünger y Borges. Mientras el primero reivindicaba el nacionalismo alemán, el concepto de Volk, de indudable connotación colectivista, Borges era partidario de una suerte de individualismo radical, un "spenceriano" , como alguna vez se definió.

Está muy bien hablar del "valor" así, en abstracto. Pero quizá tendría algún interés recordar que ese "valor" en abstracto no existe, que se lo ejerce en circunstancias concretas; en el caso de Jünger, por ejemplo, con el ejército nazi, durante la 2ª Guerra Mundial. Es cierto que fue crítico con Hitler, que posiblemente participó en un atentado contra él; también que él mismo escribió que "El uniforme, las condecoraciones y el brillo de las armas, que tanto he amado, me producen repugnancia". Justo por eso, porque el "valor" en abstracto no existe, y el oficial más valiente a cargo, digamos, del campo de exterminio de Auschwitz es algo más, y algo bastante más sórdido y atroz, que un ejemplo de valor personal. Quizá convendría hablar algo de eso, ¿no?

Dos excepcionales filósofos: por lo poco que conozco a Jünger, deduzco que sus valores más apreciados, están insertos en la racionalidad, mientras los de Borges se inclinan hacia la metafísica.
Las guerras siempre son nocivas.

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Sobre el autor

Jose Luis Merino

Jose Luis Merino nació en Bilbao. Vive en esa ciudad. Es autor de 14 libros de arte y literatura. Trabaja en la actualidad en cuatro más, asimismo de arte y literatura. Ha tenido muchas edades. Ahora tiene la edad que representan sus palabras.

Sobre el blog

Como lo haría un fotógrafo de palabras, en este blog aparecerán retratos o semblanzas de gentes de la cultura. La mayoría de ellos son ladrones de fuego, en el sentido rimbaudiano del término. También se hablará de arte y poesía (el único ángel vivo sobre la tierra), en tanto se descubre cuánto hay de auténtico y de falso en esos dos universos.

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