PRESENTACIÓN
Esta publicación1 reúne los trabajos de especialistas de distintos universidades y regiones
con el propósito de promover la ampliación del campo lector y la discusión
cultural entorno a las irradiaciones del modo gótico en la narrativa argentina actual.
Consecuentemente, el corpus de lectura está constituido por autoras y autores cuyas
obras han alcanzado amplia difusión en los últimos tiempos a través de los medios de
comunicación y las redes sociales, por lo que ocupan un lugar hegemónico en el campo
literario, un lugar que es también ratificado por la crítica académica y periodística.
Son escritores, que comparten el gusto por el género de terror, y que declaran especialmente
su preferencia por la literatura norteamericana. Asimismo, como lo han reconocido
los investigadores, el cine ha contribuido a difundir la estética y las estrategias
propias del gótico y ha constituido un factor determinante a la hora de profundizar el
carácter popular que ha tenido el género desde sus orígenes, por lo que no es extraño
observar que imprima una marca notable en la escritura de los autores referidos.
En este escenario las contribuciones que integran este libro se han reunido con la
convicción de que el gótico es, por un lado, un modo que atraviesa las distintas narrativas
y formaciones culturales, y, por otro lado, que si bien habilita diversas “miradas”,
siempre nos ubica, frente a la evidencia de que la realidad material es insuficiente porque
en ella participan elementos ocultos, intangibles e invisibles que constituyen lo
real. En este sentido, da lugar a otro aspecto insoslayable que es su vocación política,
porque mueve emociones y afectos cuando sitúa al lector ante experiencias colectivas
de padecimientos y crueldades. Consecuentemente, el exceso gótico toma la forma de
una transgresión porque denuncia las consecuencias de la abyección política, social y
cultural. Entonces, el miedo, el terror y el horror representan la respuesta emocional
que, mediada por la estética, dice acerca del presente en el que sobreviven las huellas
afectivas del pasado.
Este es el espíritu que ha dado lugar a los trabajos que se organizan por orden alfabético
de autor; organización que traza un itinerario que presentaremos sintéticamente a
continuación:
En el capítulo “Casa tomada “y después” José Amícola lee la novela de Julián López
Una muchacha muy bella (2013), para demostrar como las irradiaciones del gótico desde
sus orígenes y a través de las diferentes tradiciones alcanzan a “los escritores y escritoras
del gótico en los millennials argentinos”. Encuentra particularmente en la casa
y en la mirada infantil del narrador un punto de anclaje textual que se articula con los
cuentos de Julio Cortázar y de Silvina Ocampo, porque según dice Amícola,
Lo trascendente en este relato, como en muchos cuentos de Cortázar o de Silvina
Ocampo, es que la sub-información que se les brinda a los lectores, proviene
de una mirada ingenua. La limitación del conocimiento de lo que sucede a partir
1.- Se realiza en el marco del Pi V100 “Derivaciones del modo gótico en la narrativa argentina de las generaciones
de posdictadura” (2017-2021) localizada en el CURZA-Universidad Nacional del Comahue.
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del sesgo de la mirada infantil produce un extrañamiento particular que se podría
asociar con aquellas incertidumbres que han cundido en los relatos góticos más
ortodoxos, especialmente en los cultores de lengua inglesa.
En esta expresión, resume magistralmente la inserción de la novela de Julián López en
la tradición de “las secuelas” del gótico., entre las que menciona la novela Nuestra parte
de noche (2019) de Mariana Enríquez, sobre la que dictamina es “un texto que con más
derecho puede llamarse “gótico”.
Esta es justamente la propuesta de Pampa Aran leer, tal como lo expresa su título “La
proyección del gótico en la última novela de Mariana Enríquez”, solo que el foco de su
atención está en su dimensión política, y como enuncia con claridad Arán
(…) esto es como forma literaria que revela la “causa ausente” (Jameson, 1986) de
diversos trayectos de la historia argentina y especialmente los vinculados a los genocidios
étnicos, las torturas, apropiaciones de niños y desaparición de personas
durante la dictadura militar.
Este es el trasfondo sobre el cual la autora va revelando y desenhebrando una trama
muy compleja, siguiendo una genealogía de poder y fortuna que le da autoridad a conclusiones
tan interesantes como cuando sostiene:
(…) por momentos creo leer en la pavorosa secta y en su divinidad un potente
cronotopo sociocultural condensador de la maldad y el poder que, insisto, se reproduce
y emerge en diferentes formas, toda vez que las condiciones históricas
permiten que esa Parte de Noche muestre su fuerza. Y se vuelve texto en la novela
de Enríquez, dando estatuto imaginario y forma ideológica al subtexto histórico
(Jameson 1989:66).
Esta novela de Mariana Enríquez, se ha llevado también la atención de otro capítulo de
este libro, de mi autoría, titulado “La matriz gótica de la narrativa de Mariana Enríquez”,
porque observamos que a través del prisma de la novela se puede realizar una relectura
de sus relatos, en tanto en un gesto infinito la narración explica un hecho fantástico y
extraño con otro también fantástico, por lo que habilita la pregunta ¿Cómo construye
Mariana Enríquez el género de terror? o lo que le es equivalente, ¿Cómo construye su
narrativa? Este interrogante guía un análisis que finalmente encuentra eco en la voz
de la escritora cuando dice que pertenece a una generación para la que el terror no es
banal, sino que
(…) se define en relación con referencias reconocibles.”, y justamente esta lectura
“ha pretendido reconocer como construye Mariana Enríquez el género de terror
en relación con esas referencias reconocibles.”
En este sentido, Enríquez con Selva Almada y Samanta Schweblin forman parte de
una generación en la que se destaca su discurso feminista y su militancia En el capítulo
que lleva por título “Selva Almada: modos de narrar el horror en lo cotidiano”. María José
Bahamonde, expresa que “Las temáticas exhibidas en sus libros también evidencian
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este compromiso; está presente una mirada crítica con determinados sucesos cotidianos
además de la empatía con los hechos que menciona”. Sigue un itinerario por la
obra de la autora y analiza el modo gótico desde su primera novela El viento que arrasa
(2012); su libro de no ficción, Chicas muertas (2014); los relatos reunidos en El desapego
es una manera de querernos (2015); y su última publicación No es un río (2020), para
concluir que
Estas obras pueden pensarse a partir del locus donde se desarrollan las historias, o
desde los personajes que se mueven en un ambiente donde lo cotidiano se extraña
ante la muerte y las historias ominosas, pero a la vez la naturalizan. Vinculado
con esto, la crítica social que realiza desde el gótico no permanece ajena, ya que
algunas instituciones (la familia y la iglesia entre otras), se presentan inestables y
cargadas de connotaciones negativas como la mentira y el engaño.
Su observación de que “La mayor parte de su obra está anclada en la zona litoraleña
de nuestro país y como ella misma menciona en sus entrevistas, lejos de la gran urbe.”,
vincula su reflexión con la propuesta de Alejandra Nallin, quien en el capítulo “El gótico
litoraleño de Selva Almada”, centra la mirada en su última novela, para postular la emergencia
de “un gótico federal”, al que Nallin define como
reinvención del género, ‘situado’ en las diversas regiones literarias argentinas, con
el afán de desmontar y desocultar los miedos y terrores del presente, protagonizados
por niñas, madres y mujeres atravesadas por la violencia de género y doméstica,
por sus cuerpos abyectos, mutantes e intervenidos por las lógicas patriarcales,
por el biopoder y las naturalizaciones del terror familiar cuyo castillo-casa será la
zona gótica de la monstruosidad.
La potencia de su lectura se expresa en el horizonte hacia el que su investigación se
dirige, que es “revisitar otras estampas del ‘horrorismo’ y visibilizar en sus regiones cómo
la entronización machista, la pobreza, la prostitución, el canibalismo, la exclusión social
tematizan el engranaje perverso de la globalización capitalista”.
Esta aguda observación de Nallin sobre la existencia de un género ‘situado” alcanza
visibilidad también en la narrativa de Dolores Reyes y de Pablo Tolosa.
En tal sentido, Silvia Barei, expone una tesis desafiante en el título “Dolores Reyes, Cometierra.
La novela argentina y la vulnerabilidad de lo viviente”. Sostiene Barei que
(…) se escriben relatos cuyo centro es el asesinato, el delito, el feminicidio y el
infanticidio, la vida al margen … para relatar la experiencia social de lo ominoso”,
y en una postura políticamente comprometida, enuncia su hipótesis “estos relatos
tienen como trasfondo la memoria dolorosa de la dictadura (1976-1983).
Y en esa “deriva escrituraria” ubica a Dolores Reyes y pone blanco sobre negro con un
análisis trascendental de la novela Cometierra.
En la misma dirección, al dar lugar a escritores de otras regiones literarias argentinas,
el trabajo de Natalia Puertas está dedicado a la obra de Pablo Tolosa, un escritor rionegrino,
que no duda en reconocer que sus lecturas y el cine terror son su fuente de
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inspiración y dejan una marca en su escritura. Según dice Puertas, analiza la novela Hay
que matarlos a todos (2017) y la antología de cuentos Malditos Animales (2010) con la
hipótesis de que
(…) en estas obras se leen reformulaciones de lo viviente a partir de elementos
de la ciencia ficción y del fantástico que dan cuenta de derivas del modo gótico,
porque recurre a dos motivos predominantes, que son el monstruo y el animal.
Su lectura pone en dialogo la literatura y el cine para reconocer los elementos de la
ciencia ficción que ambas formaciones culturales comparten en el gesto de espectaculizar
el horror. Por otra parte, al analizar los elementos fantásticos de los cuentos reconoce
que en ese gesto “resuena la narración oral de las historias alrededor del fogón
y el valor ostensivo del miedo. El efecto que logran es el de un terror sobrenatural que
invade por medio de sensaciones que acompañan la lectura.”.
Si el trabajo de Natalia Puertas articula literatura y cine para comprehender las dimensiones
culturales del horror, en “Tonalidades góticas en las series televisivas argentinas:
imágenes de la noche y la violencia suburbana en Un gallo para Esculapio (2017)” Ariel
Gómez Ponce redobla la apuesta porque busca según dice “explorar el modo en que
algunos lenguajes de la cultura actual innovan por su capacidad de jugar con la truculencia,
el estremecimiento y todos esos engranajes que administran el miedo, en
una vacilación genérica que rescataría cierta tonalidad gótica.” Alcanza ampliamente
su propósito mediante un análisis provocador de aspectos como la escenificación de la
atmósfera, el espacio-tiempo representado, el dialogo con las tendencias estilísticas del
audiovisual noir, Su conclusión resume la finalidad última de una lectura que encontró
en el gótico un punto confluencia de imagen y palabra.
Porque en un mundo invadido por la incertidumbre, y cuando series como Un
gallo para Esculapio se ocupan de intensificar y subrayar la experiencia desnuda
de la violencia en una trama social, se nos recuerda la naturaleza truculenta de la
cultura capitalista en la que estamos inmersos y es allí donde “el gótico evita ser
codificado como un modo genérico (…) para convertirse en la versión materialista
más persuasiva de la escena socioeconómica contemporánea” (Fisher 2009: 77).
Como señaláramos más arriba, de esta generación participa también Samanta Scweblin,
por lo que no puede estar ausente en este libro que ha convocado a las escritoras
representativas de la narrativa argentina actual Así es como Nadina Olmedo propone
una inteligente lectura del cuento Pájaros en la boca (2009) y de la novela Distancia
de rescate (2015). En el capítulo denominado “Los niños monstruos en “Pájaros en la
boca” y “Distancia de rescate” de Samanta Schweblin” desarrolla la hipótesis de que en
estas obras se lee una representación del monstruo que “se relaciona con los temores
vinculados a considerar al niño/a como un sujeto liminal” En esta afirmación subyace
un pensamiento que le da fundamento y es que como ella misma expresa “Sin duda, las
figuras y formas del gótico – entre ellas el monstruo – continúan hoy en día “soñando
y desconfiando con el progreso ilimitado del hombre moderno a través de narraciones
que desafían los sistemas de pensamiento y los límites sociales, morales y éticos”. Luego
su conclusión es que
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(…) los niños monstruos de Schweblin no se conciben ya como “una bendición”,
sino casi como una carga, no solo económica sino también ambiental, ya que no
son la esperanza de un futuro mejor, sino el espejo oscuro de un presente inquietante
que no deja de acecharnos.
Esta galería de escritoras de narrativas de terror no estaría completa si no incluyéramos
a Betina González, quien piensa que “la literatura tiene que aportar complejidad
en vez de reproducir discursos sociales que son estereotipos del pensamiento” Gabriela
Rodríguez sostiene que esta concepción parece tener registro en su escritura cuando
recurre al modo gótico como una manera de apelar a lo perturbador. En su análisis de
Las Poseídas (2012) y de El amor es una catástrofe natural (2.018), que se halla en el capítulo
titulado, “Lo gótico en la obra de Betina González: entre la posesión y la catástrofe”,
Rodríguez concluye que
(…) tanto la idea de posesión como la de catástrofe nos llevan a la fuerza cuestionadora
del modo gótico que orienta la lectura para mostrar el lado oscuro de lo
humano, como lo es el desdoblamiento de los sujetos para sobrevivir en lugares
que imponen una única formar de ser llevando la bandera de la disciplina y la
moralidad.
En esta síntesis, María Gabriela Rodríguez resume hábilmente un análisis detallado que
desarrolló recorriendo en la trama narrativa el efecto ominoso y el valor cultural de dos
conceptos: posesión y catástrofe.
También Luciano Lamberti forma parte de esta generación de escritoras y escritores
argentinos contemporáneos que se han inclinado por leer y escribir novelas de terror,
por lo que el título de este capítulo escrito por Abel Combret resulta muy ilustrativo “El
gótico en la obra de Luciano Lamberti: apropiación y desplazamiento”. Afirma, Combret,
que la novela La maestra rural (2016), “ofrece una nueva mirada, construida a partir de
un desplazamiento, de un error deliberado, de una distorsión, de algunos momentos
de nuestra historia.”, y que en La masacre de Kruger (2019) actualiza una constante en
la la narrativa de Lamberti: “Y es que el origen de la maldad se halla en la mente del ser
humano”.
En suma, encuentra que
Los monstruos, los espíritus o las apariciones no se presentan en la obra de Luciano
Lamberti como algo lejano sino conviviendo de manera cotidiana con situaciones
cercanas y personajes que les son familiares y como una amenaza siempre
latente, que pone en evidencia, en definitiva, la fragilidad de las certezas Y es en
ese gesto en el que el lector vislumbrará en toda su intensidad lo verdaderamente
ominoso.
Por su parte, Mónica Bueno ha titulado su contribución “Vampiros en Buenos Aires:
Los anticuarios de Pablo de Santi.” Su trabajo sigue un trayecto que va desde el autor
de quien dice “es un alquimista que combina con eficacia el policial y el fantástico”, a su
novela Los anticuarios (2010) en la que encuentra que “Lo inquietante de la historia es
la multiplicidad de máscaras y la inversión de los lugares previsibles del bien y del mal”.
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Sin embargo, la profundidad de sus reflexiones excede ampliamente los límites del texto
porque por un lado define la poética del autor cuando sostiene que
(…) su literatura busca siempre una combinación peculiar entre el enigma, el misterio
y el secreto …Aquello que no puede descifrarse claramente (enigma), aquello
que no se puede explicar (misterio), aquello que está oculto porque se decide su
invisibilidad (secreto) dibujan un entramado productivo en las historias que imagina.
Por otro lado, Mónica Bueno, revela la teoría del autor acerca de las relaciones entre el
gótico y el fantástico cuando sostiene que
Si bien el fantástico y el gótico no son la misma cosa, el vínculo entre los dos es
fuerte: se trata, como bien señalaba el propio De Santis, de la óptica particular del
vidrio opaco que distorsiona y problematiza lo que creemos lo real. En Los anticuarios
persisten las formas del gótico que constituyen la particular tradición de la
literatura fantástica latinoamericana.
En su exhaustivo análisis autora ha aunada varias de las preocupaciones que el gótico
genera particularmente por su omnipresencia en la tradición literaria argentina y latinoamericana.
Esta breve reseña se ha construido polifónica para que en ella resuenen las voces de
los autores que conforman este libro. Autores que con sus “miradas góticas” trazaron un
mapa que partiendo del gótico tendió puentes entre la palabra y la imagen; la dimensión
estética y la dimensión política, las narrativas actuales y sus tradiciones, el “gótico
criollo” y “el gótico federal”, los géneros y su acontecer cultural.
“Miradas góticas” trasgresoras, que posándose sobre el exceso corrieron fronteras culturales,
geográficas, epistemológicas, y siguieron diversos itinerarios, pero el mismo
mapa emocional ¿Será que comparten la misma atmosfera afectiva? ¿Será que en está
atmosfera afectica compartida se experimenta el terror como el origen y sustrato del
miedo y del horror? ¿Será que en la experiencia emocional de nuestra vida presente el
terror tiene el rostro de la dictadura y del capitalismo?