miércoles, 3 de abril de 2024

MIRADAS GÓTICAS ADRIANA GOICOECHEA COMPILADORA PRÓLOGO

 


PRESENTACIÓN

Esta publicación1 reúne los trabajos de especialistas de distintos universidades y regiones

con el propósito de promover la ampliación del campo lector y la discusión

cultural entorno a las irradiaciones del modo gótico en la narrativa argentina actual.

Consecuentemente, el corpus de lectura está constituido por autoras y autores cuyas

obras han alcanzado amplia difusión en los últimos tiempos a través de los medios de

comunicación y las redes sociales, por lo que ocupan un lugar hegemónico en el campo

literario, un lugar que es también ratificado por la crítica académica y periodística.

Son escritores, que comparten el gusto por el género de terror, y que declaran especialmente

su preferencia por la literatura norteamericana. Asimismo, como lo han reconocido

los investigadores, el cine ha contribuido a difundir la estética y las estrategias

propias del gótico y ha constituido un factor determinante a la hora de profundizar el

carácter popular que ha tenido el género desde sus orígenes, por lo que no es extraño

observar que imprima una marca notable en la escritura de los autores referidos.

En este escenario las contribuciones que integran este libro se han reunido con la

convicción de que el gótico es, por un lado, un modo que atraviesa las distintas narrativas

y formaciones culturales, y, por otro lado, que si bien habilita diversas “miradas”,

siempre nos ubica, frente a la evidencia de que la realidad material es insuficiente porque

en ella participan elementos ocultos, intangibles e invisibles que constituyen lo

real. En este sentido, da lugar a otro aspecto insoslayable que es su vocación política,

porque mueve emociones y afectos cuando sitúa al lector ante experiencias colectivas

de padecimientos y crueldades. Consecuentemente, el exceso gótico toma la forma de

una transgresión porque denuncia las consecuencias de la abyección política, social y

cultural. Entonces, el miedo, el terror y el horror representan la respuesta emocional

que, mediada por la estética, dice acerca del presente en el que sobreviven las huellas

afectivas del pasado.

Este es el espíritu que ha dado lugar a los trabajos que se organizan por orden alfabético

de autor; organización que traza un itinerario que presentaremos sintéticamente a

continuación:

En el capítulo “Casa tomada “y después” José Amícola lee la novela de Julián López

Una muchacha muy bella (2013), para demostrar como las irradiaciones del gótico desde

sus orígenes y a través de las diferentes tradiciones alcanzan a “los escritores y escritoras

del gótico en los millennials argentinos”. Encuentra particularmente en la casa

y en la mirada infantil del narrador un punto de anclaje textual que se articula con los

cuentos de Julio Cortázar y de Silvina Ocampo, porque según dice Amícola,

Lo trascendente en este relato, como en muchos cuentos de Cortázar o de Silvina

Ocampo, es que la sub-información que se les brinda a los lectores, proviene

de una mirada ingenua. La limitación del conocimiento de lo que sucede a partir

1.- Se realiza en el marco del Pi V100 “Derivaciones del modo gótico en la narrativa argentina de las generaciones

de posdictadura” (2017-2021) localizada en el CURZA-Universidad Nacional del Comahue.

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del sesgo de la mirada infantil produce un extrañamiento particular que se podría

asociar con aquellas incertidumbres que han cundido en los relatos góticos más

ortodoxos, especialmente en los cultores de lengua inglesa.

En esta expresión, resume magistralmente la inserción de la novela de Julián López en

la tradición de “las secuelas” del gótico., entre las que menciona la novela Nuestra parte

de noche (2019) de Mariana Enríquez, sobre la que dictamina es “un texto que con más

derecho puede llamarse “gótico”.

Esta es justamente la propuesta de Pampa Aran leer, tal como lo expresa su título “La

proyección del gótico en la última novela de Mariana Enríquez”, solo que el foco de su

atención está en su dimensión política, y como enuncia con claridad Arán

(…) esto es como forma literaria que revela la “causa ausente” (Jameson, 1986) de

diversos trayectos de la historia argentina y especialmente los vinculados a los genocidios

étnicos, las torturas, apropiaciones de niños y desaparición de personas

durante la dictadura militar.

Este es el trasfondo sobre el cual la autora va revelando y desenhebrando una trama

muy compleja, siguiendo una genealogía de poder y fortuna que le da autoridad a conclusiones

tan interesantes como cuando sostiene:

(…) por momentos creo leer en la pavorosa secta y en su divinidad un potente

cronotopo sociocultural condensador de la maldad y el poder que, insisto, se reproduce

y emerge en diferentes formas, toda vez que las condiciones históricas

permiten que esa Parte de Noche muestre su fuerza. Y se vuelve texto en la novela

de Enríquez, dando estatuto imaginario y forma ideológica al subtexto histórico

(Jameson 1989:66).

Esta novela de Mariana Enríquez, se ha llevado también la atención de otro capítulo de

este libro, de mi autoría, titulado “La matriz gótica de la narrativa de Mariana Enríquez”,

porque observamos que a través del prisma de la novela se puede realizar una relectura

de sus relatos, en tanto en un gesto infinito la narración explica un hecho fantástico y

extraño con otro también fantástico, por lo que habilita la pregunta ¿Cómo construye

Mariana Enríquez el género de terror? o lo que le es equivalente, ¿Cómo construye su

narrativa? Este interrogante guía un análisis que finalmente encuentra eco en la voz

de la escritora cuando dice que pertenece a una generación para la que el terror no es

banal, sino que

(…) se define en relación con referencias reconocibles.”, y justamente esta lectura

“ha pretendido reconocer como construye Mariana Enríquez el género de terror

en relación con esas referencias reconocibles.”

En este sentido, Enríquez con Selva Almada y Samanta Schweblin forman parte de

una generación en la que se destaca su discurso feminista y su militancia En el capítulo

que lleva por título “Selva Almada: modos de narrar el horror en lo cotidiano”. María José

Bahamonde, expresa que “Las temáticas exhibidas en sus libros también evidencian

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este compromiso; está presente una mirada crítica con determinados sucesos cotidianos

además de la empatía con los hechos que menciona”. Sigue un itinerario por la

obra de la autora y analiza el modo gótico desde su primera novela El viento que arrasa

(2012); su libro de no ficción, Chicas muertas (2014); los relatos reunidos en El desapego

es una manera de querernos (2015); y su última publicación No es un río (2020), para

concluir que

Estas obras pueden pensarse a partir del locus donde se desarrollan las historias, o

desde los personajes que se mueven en un ambiente donde lo cotidiano se extraña

ante la muerte y las historias ominosas, pero a la vez la naturalizan. Vinculado

con esto, la crítica social que realiza desde el gótico no permanece ajena, ya que

algunas instituciones (la familia y la iglesia entre otras), se presentan inestables y

cargadas de connotaciones negativas como la mentira y el engaño.

Su observación de que “La mayor parte de su obra está anclada en la zona litoraleña

de nuestro país y como ella misma menciona en sus entrevistas, lejos de la gran urbe.”,

vincula su reflexión con la propuesta de Alejandra Nallin, quien en el capítulo “El gótico

litoraleño de Selva Almada”, centra la mirada en su última novela, para postular la emergencia

de “un gótico federal”, al que Nallin define como

reinvención del género, ‘situado’ en las diversas regiones literarias argentinas, con

el afán de desmontar y desocultar los miedos y terrores del presente, protagonizados

por niñas, madres y mujeres atravesadas por la violencia de género y doméstica,

por sus cuerpos abyectos, mutantes e intervenidos por las lógicas patriarcales,

por el biopoder y las naturalizaciones del terror familiar cuyo castillo-casa será la

zona gótica de la monstruosidad.

La potencia de su lectura se expresa en el horizonte hacia el que su investigación se

dirige, que es “revisitar otras estampas del ‘horrorismo’ y visibilizar en sus regiones cómo

la entronización machista, la pobreza, la prostitución, el canibalismo, la exclusión social

tematizan el engranaje perverso de la globalización capitalista”.

Esta aguda observación de Nallin sobre la existencia de un género ‘situado” alcanza

visibilidad también en la narrativa de Dolores Reyes y de Pablo Tolosa.

En tal sentido, Silvia Barei, expone una tesis desafiante en el título “Dolores Reyes, Cometierra.

La novela argentina y la vulnerabilidad de lo viviente”. Sostiene Barei que

(…) se escriben relatos cuyo centro es el asesinato, el delito, el feminicidio y el

infanticidio, la vida al margen … para relatar la experiencia social de lo ominoso”,

y en una postura políticamente comprometida, enuncia su hipótesis “estos relatos

tienen como trasfondo la memoria dolorosa de la dictadura (1976-1983).

Y en esa “deriva escrituraria” ubica a Dolores Reyes y pone blanco sobre negro con un

análisis trascendental de la novela Cometierra.

En la misma dirección, al dar lugar a escritores de otras regiones literarias argentinas,

el trabajo de Natalia Puertas está dedicado a la obra de Pablo Tolosa, un escritor rionegrino,

que no duda en reconocer que sus lecturas y el cine terror son su fuente de

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inspiración y dejan una marca en su escritura. Según dice Puertas, analiza la novela Hay

que matarlos a todos (2017) y la antología de cuentos Malditos Animales (2010) con la

hipótesis de que

(…) en estas obras se leen reformulaciones de lo viviente a partir de elementos

de la ciencia ficción y del fantástico que dan cuenta de derivas del modo gótico,

porque recurre a dos motivos predominantes, que son el monstruo y el animal.

Su lectura pone en dialogo la literatura y el cine para reconocer los elementos de la

ciencia ficción que ambas formaciones culturales comparten en el gesto de espectaculizar

el horror. Por otra parte, al analizar los elementos fantásticos de los cuentos reconoce

que en ese gesto “resuena la narración oral de las historias alrededor del fogón

y el valor ostensivo del miedo. El efecto que logran es el de un terror sobrenatural que

invade por medio de sensaciones que acompañan la lectura.”.

Si el trabajo de Natalia Puertas articula literatura y cine para comprehender las dimensiones

culturales del horror, en “Tonalidades góticas en las series televisivas argentinas:

imágenes de la noche y la violencia suburbana en Un gallo para Esculapio (2017)” Ariel

Gómez Ponce redobla la apuesta porque busca según dice “explorar el modo en que

algunos lenguajes de la cultura actual innovan por su capacidad de jugar con la truculencia,

el estremecimiento y todos esos engranajes que administran el miedo, en

una vacilación genérica que rescataría cierta tonalidad gótica.” Alcanza ampliamente

su propósito mediante un análisis provocador de aspectos como la escenificación de la

atmósfera, el espacio-tiempo representado, el dialogo con las tendencias estilísticas del

audiovisual noir, Su conclusión resume la finalidad última de una lectura que encontró

en el gótico un punto confluencia de imagen y palabra.

Porque en un mundo invadido por la incertidumbre, y cuando series como Un

gallo para Esculapio se ocupan de intensificar y subrayar la experiencia desnuda

de la violencia en una trama social, se nos recuerda la naturaleza truculenta de la

cultura capitalista en la que estamos inmersos y es allí donde “el gótico evita ser

codificado como un modo genérico (…) para convertirse en la versión materialista

más persuasiva de la escena socioeconómica contemporánea” (Fisher 2009: 77).

Como señaláramos más arriba, de esta generación participa también Samanta Scweblin,

por lo que no puede estar ausente en este libro que ha convocado a las escritoras

representativas de la narrativa argentina actual Así es como Nadina Olmedo propone

una inteligente lectura del cuento Pájaros en la boca (2009) y de la novela Distancia

de rescate (2015). En el capítulo denominado “Los niños monstruos en “Pájaros en la

boca” y “Distancia de rescate” de Samanta Schweblin” desarrolla la hipótesis de que en

estas obras se lee una representación del monstruo que “se relaciona con los temores

vinculados a considerar al niño/a como un sujeto liminal” En esta afirmación subyace

un pensamiento que le da fundamento y es que como ella misma expresa “Sin duda, las

figuras y formas del gótico – entre ellas el monstruo – continúan hoy en día “soñando

y desconfiando con el progreso ilimitado del hombre moderno a través de narraciones

que desafían los sistemas de pensamiento y los límites sociales, morales y éticos”. Luego

su conclusión es que

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(…) los niños monstruos de Schweblin no se conciben ya como “una bendición”,

sino casi como una carga, no solo económica sino también ambiental, ya que no

son la esperanza de un futuro mejor, sino el espejo oscuro de un presente inquietante

que no deja de acecharnos.

Esta galería de escritoras de narrativas de terror no estaría completa si no incluyéramos

a Betina González, quien piensa que “la literatura tiene que aportar complejidad

en vez de reproducir discursos sociales que son estereotipos del pensamiento” Gabriela

Rodríguez sostiene que esta concepción parece tener registro en su escritura cuando

recurre al modo gótico como una manera de apelar a lo perturbador. En su análisis de

Las Poseídas (2012) y de El amor es una catástrofe natural (2.018), que se halla en el capítulo

titulado, “Lo gótico en la obra de Betina González: entre la posesión y la catástrofe”,

Rodríguez concluye que

(…) tanto la idea de posesión como la de catástrofe nos llevan a la fuerza cuestionadora

del modo gótico que orienta la lectura para mostrar el lado oscuro de lo

humano, como lo es el desdoblamiento de los sujetos para sobrevivir en lugares

que imponen una única formar de ser llevando la bandera de la disciplina y la

moralidad.

En esta síntesis, María Gabriela Rodríguez resume hábilmente un análisis detallado que

desarrolló recorriendo en la trama narrativa el efecto ominoso y el valor cultural de dos

conceptos: posesión y catástrofe.

También Luciano Lamberti forma parte de esta generación de escritoras y escritores

argentinos contemporáneos que se han inclinado por leer y escribir novelas de terror,

por lo que el título de este capítulo escrito por Abel Combret resulta muy ilustrativo “El

gótico en la obra de Luciano Lamberti: apropiación y desplazamiento”. Afirma, Combret,

que la novela La maestra rural (2016), “ofrece una nueva mirada, construida a partir de

un desplazamiento, de un error deliberado, de una distorsión, de algunos momentos

de nuestra historia.”, y que en La masacre de Kruger (2019) actualiza una constante en

la la narrativa de Lamberti: “Y es que el origen de la maldad se halla en la mente del ser

humano”.

En suma, encuentra que

Los monstruos, los espíritus o las apariciones no se presentan en la obra de Luciano

Lamberti como algo lejano sino conviviendo de manera cotidiana con situaciones

cercanas y personajes que les son familiares y como una amenaza siempre

latente, que pone en evidencia, en definitiva, la fragilidad de las certezas Y es en

ese gesto en el que el lector vislumbrará en toda su intensidad lo verdaderamente

ominoso.

Por su parte, Mónica Bueno ha titulado su contribución “Vampiros en Buenos Aires:

Los anticuarios de Pablo de Santi.” Su trabajo sigue un trayecto que va desde el autor

de quien dice “es un alquimista que combina con eficacia el policial y el fantástico”, a su

novela Los anticuarios (2010) en la que encuentra que “Lo inquietante de la historia es

la multiplicidad de máscaras y la inversión de los lugares previsibles del bien y del mal”.

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Sin embargo, la profundidad de sus reflexiones excede ampliamente los límites del texto

porque por un lado define la poética del autor cuando sostiene que

(…) su literatura busca siempre una combinación peculiar entre el enigma, el misterio

y el secreto …Aquello que no puede descifrarse claramente (enigma), aquello

que no se puede explicar (misterio), aquello que está oculto porque se decide su

invisibilidad (secreto) dibujan un entramado productivo en las historias que imagina.

Por otro lado, Mónica Bueno, revela la teoría del autor acerca de las relaciones entre el

gótico y el fantástico cuando sostiene que

Si bien el fantástico y el gótico no son la misma cosa, el vínculo entre los dos es

fuerte: se trata, como bien señalaba el propio De Santis, de la óptica particular del

vidrio opaco que distorsiona y problematiza lo que creemos lo real. En Los anticuarios

persisten las formas del gótico que constituyen la particular tradición de la

literatura fantástica latinoamericana.

En su exhaustivo análisis autora ha aunada varias de las preocupaciones que el gótico

genera particularmente por su omnipresencia en la tradición literaria argentina y latinoamericana.

Esta breve reseña se ha construido polifónica para que en ella resuenen las voces de

los autores que conforman este libro. Autores que con sus “miradas góticas” trazaron un

mapa que partiendo del gótico tendió puentes entre la palabra y la imagen; la dimensión

estética y la dimensión política, las narrativas actuales y sus tradiciones, el “gótico

criollo” y “el gótico federal”, los géneros y su acontecer cultural.

“Miradas góticas” trasgresoras, que posándose sobre el exceso corrieron fronteras culturales,

geográficas, epistemológicas, y siguieron diversos itinerarios, pero el mismo

mapa emocional ¿Será que comparten la misma atmosfera afectiva? ¿Será que en está

atmosfera afectica compartida se experimenta el terror como el origen y sustrato del

miedo y del horror? ¿Será que en la experiencia emocional de nuestra vida presente el

terror tiene el rostro de la dictadura y del capitalismo?

martes, 2 de abril de 2024

ADOLFO BIOY CASARES a la h o ra de e s c rib ir Edición de Esther Cross y Félix della Paciera Ensayo FRAGMENTO



ADOLFO

BIOY CASARES

a la h o ra de e s c rib ir

Edición de Esther Cross

y Félix della Paciera

Ensayo

TUSf lUETS

© Adolfo Bioy Casares, Esther Cross, Félix della Paolera, 1988

Diseño de la colección y de la cubierta: MBM

Reservados todos los derechos de esta edición para

Tusquets Editores, S.A. Iradier, 2 4 -0 8 0 1 7 Barcelona

ISBN 84 7223-852-0

Depósito legal: B. 43.127-1988

Fotocomposición: ApG - Enten^a, 218

Libergraf, S.A - Constitución, 1 9 -0 8 0 1 4 Barcelona

Impreso en España

ADOLFO BlOY CASARES nació en Buenos

Aires en 1914. Cursó estudios de

Derecho y de Literatura, carreras

que abandonó para dedicarse enteramente

a escribir. En 1940 publicó La

invención de Morel, el más célebre

y difundido de sus libros. A partir

de entonces, su reputación como

uno de los más originales y relevantes

narradores de las letras hispanoamericanas

no ha hecho más que

consolidarse. Sus obras han sido traducidas

a más de quince idiomas y

adaptadas frecuentemente al cine

y la televisión. Ha escrito también

varios libros en colaboración con Silvina

Ocampo y Jorge Luis Borges.

ESTHER CROSS (Buenos Aires, 1961)

ha cursado estudios de Letras y de

Psicología. Es narradora y poeta,

colaboradora habitual de diversos

medios de la prensa cultural argentina.

FELIX DELLA PAOLERA (Buenos Aires,

1923) cursó estudios de Filosofía.

Poeta, narrador, ensayista, crítico

literario y traductor, ha desempeñado

diversos cargos culturales en

su país. Desde 1976 coordina talleres

literarios.

Indice

Nota p re lim in a r............................................ . 9

Nota aclaratoria............................................... 11

La decisión de e s c rib ir.................................. 13

El oficio lite ra rio ............................................. 35

La ficción: materia y fo rm a ......................... 51

Preferencias, memorias, amistades ........... 93

Sumario................................................................ 131

Indice o n omástico ............................................. 133

Bibliografía.......................................................... 137

Nota preliminar

Este libro es el primero, de una serie en que los

grandes escritores contemporáneos expondrán procedimientos

inherentes a su ars literaria. Consta

de la transcripción de los diálogos mantenidos por

Adolfo Bioy Casares con los integrantes de un taller

literario* en tres reuniones celebradas en 1984,

1987 y 1988, respectivamente. La transcripción de

estas charlas fue seguida de su correspondiente

agrupamiento por temas dado que, por haber tenido

lugar en años diferentes y con distintos interlocutores,

resultaba inevitable que algunas preguntas

se repitieran o denotaran una marcada afinidad

con otras ya formuladas. De ahí que, al pie de cada

parlamento se deje constancia de la fecha en que

fue formulado. Esto permite al lector apreciar las

sutiles modificaciones que en torno a un mismo

* Los talleres literarios se difunden en la Argentina a comienzos

de la década del 70, acaso porque la enseñanza universitaria de

la literatura está principalmente dirigida a la formación de docentes,

críticos e investigadores, descuidando el aspecto propiamente

creativo del acto de escribir. Un taller literario está integrado por

grupos de cinco a diez personas cada uno, orientadas por un coordinador,

que se ejercitan en la práctica de la escritura (corrección,

estructura, estilo) y que reciben información teórica sólo en función

de la lectura de sus textos.

asunto el escritor introduce en su criterio inicial

con el correr del tiempo. Por otra parte, aunque a

veces las preguntas se repitan, las respuestas agregan

siempre nuevos elementos de juicio y, afortunadamente,

su alcance suele exceder la aclaración

esperada por quien hace la pregunta.

Mantener la forma coloquial de estos diálogos

—su necesaria oralidad— no resultó una tarea ardua,

ya que el estilo de Bioy Casares se singulariza

precisamente por un lenguaje directo y lúcido,

que excluye la solemnidad y el giro artificioso. En

este sentido, la reiteración —a lo largo de todas

las charlas— de expresiones como «puede ser»,

«creo», «pienso», «tal vez», «de algún modo», atestigua

la presencia de un intelectual genuino, adscrito

a la vitalidad de la duda antes que a la rigidez

del dogma.

El escritor W. H. Hudson contaba que muchas

veces en su vida había emprendido el estudio de

la metafísica pero que invariablemente lo interrumpía

la felicidad. Esa paradójica desdicha

—que acaso sólo justifica cierta haraganería— parece

refutada por la vasta obra de Adolfo Bioy Casares.

Como él mismo dice: «Yo le aconsejaría a la

gente que escriba, porque es como agregar un

cuarto a la casa de la vida. Está la vida y está pensar

sobre la vida, que es como seguir viviéndola.

Es duplicarla del mejor modo». Y todos sus libros

demuestran que el acto de escribir, aunque riguroso,

puede ser un ejercicio placentero y exento de

vano patetismo.

Félix della Paolera y Esther Cross

Nota aclaratoria

Las reuniones del taller literario de Félix della

Paolera se realizaron en las casas de José González

Balcarce (26 de julio de 1984) y de Sofía Deym

(4 de junio de 1987 y 19 de mayo de 1988).

Las iniciales que anteceden a las respectivas

preguntas y respuestas corresponden a:

BC: Adolfo Bioy Casares

G: Grillo*

y, en orden alfabético, a los siguientes integrantes

de los talleres:

MLB: María Luisa Bemberg

MBC: María Belén Caputo

CC: Carlos Cartolano

EC: Esther Cross

ECH: Esteban Charpentier

SD: Sofía Deym

FG: Fernando Gómez

CGG: Celeste González Garabelli

JMH: ' José María Harfuch

* Grillo es el apodo de Félix della Paolera, utilizado por Bioy Casa

res al dialogar con él.

MIH: María Inés Hernández

E de L: Elizabeth de Luca

MM: Mario Maggi

PM: Pía Magnanini

VM: Verónica Matta

HM: Hernán Morgenstern

A O'F: Andrea O'Farrell

JO: Jorge Offenhenden

RPB: Ruth Pérez Blanco

OP: Osvaldo Peusner

APL: Agustín Pereyra Lucena

ARM: Alejandro Ramos Mejía

MLSV: María Luisa Sáenz Valiente

MSB: Marcelo Suárez Bidondo

MU: Marta Uranga

LVM: Lucía Vásquez Mansilla

GW: Georgina Walker

LZ: Liliana Zirardini

La decisión de escribir

BC: Henry James se preguntó por qué escribía

Flaubert si le dolía tanto... La crítica es aparentemente

justa (sólo aparentemente, pero de

cualquier modo para este párrafo sirve). A mí me

divierte escribir, aunque muchas veces las vacilaciones

que tengo al hablar se me corren a la pluma.

Las venzo. El placer de inventar es grande;

también el de lograr una página satisfactoria.

Mis relativos aciertos me bastan para decir que

me gusta esta profesión, que me gusta inventar,

que me gusta haber inventado historias y tener

otras para escribir. [1984]

Muchos escritores olvidan que la principal ocupación

del narrador es narrar. A todos nos gusta

que nos cuenten cuentos y, desde luego, a todos los

que leen obras de ficción. Ahora hay muchas novelas

desprovistas de ficción y de trama; se las llama

novelas, pero adentro hay ensayos y pedantería.

E de L: Una vez oí que escribir es, en cierto modo,

dejar de vivir un poco...

BC: No es verdad.

E de L: ¿Usted dejó de vivir, dejó de experimentar?

BC: No, no crea. A mí me parece que ocurre lo

contrario. Me atrevo a dar el consejo de escribir,

porque es agregar un cuarto a la casa de la vida.

Está la vida y está pensar sobre la vida, que es

otra manera de recorrerla intensamente.

G: Es duplicarla.

BC: Duplicarla del mejor modo posible. Además,

escribir es un intento de pensar con precisión.

Debo admitir sin embargo que de vez en cuando

se presentan situaciones en que tenemos que elegir

dos caminos; quizá, por extraño que parezca,

entre el amor (léase matrimonio, vida familiar) y

seguir escribiendo. Es probable que esa mala

fama de la literatura, que la muestra como negación

de la vida, se daba al clamor de personas

abandonadas.

MM: ¿Bioy Casares escribe porque le gustó una

idea y quiere desarrollarla o pretende que quede

un mensaje sedimentado? ¿Busca el mensaje de

trasfondo o simplemente la buena técnica?

BC: ¡No, por favor! ¡Cómo voy a buscar solamente

la buena técnica! No, no. Yo creo que por un

lado hay que distinguir el mensaje de la idea y

por otro el mensaje, la idea y la técnica, que son

tres cosas distintas. Yo me considero narrador.

Me gustan las narraciones y estoy convencido de

que a la gente también le gustan. Soy una persona

con opiniones, convicciones, aflicciones, amores

y antipatías, como todos y, naturalmente, escribo

en favor de las cosas que me parecen bien. Pero

lo que me mueve a escribir, y lo que me movió a

escribir en un lejano día de mil novecientos veintitantos,

es el placer de las historias. Es algo que

va más allá de la técnica; es algo que tenemos en

común con los muchachos que entraban en los

cafés de El Cairo y contaban las historias que hoy

llamamos Las mil y una noches. Somos narradores,

hay mucha gente que lo es y para esa gente

hay otra que está deseando que le narren historias.

[1988]

Además, la literatura no es una imposición, es

un placer. Yo escribí un libro de ensayos al que

llamé La otra aventura porque reúne ensayos sobre

literatura, sobre libros. Una aventura es la

vida, la otra —al menos para mí— son los libros.

Creo que no se le da bastante importancia a la

suerte; indudablemente la suerte existe y la casualidad

existe, aunque la gente diga que todo sigue

un destino prefijado. Yo era un muchacho deportista

en un grupo de muchachos deportistas. Por

un golpe de suerte, que en el momento me pareció

un golpe de mala suerte, me puse a escribir.

Retrospectivamente atribuyo mi oficio a una casualidad.

Desde luego considero «azar», «casualidad

», «suerte», como palabras útiles, que evitan

disquisiciones tediosas; con ellas designamos incógnitas

que no valdría la pena, —o no podríamos—,

despejar. [1984]

■k * *

LZ: ¿Y cómo fueron sus primeros intentos? ¿Tuvo

muchas incertidumbres, tiró cuentos a la basura?

BC: Le voy a explicar: esa etapa fue larga y variada.

No es una sola etapa. Yo hubiera querido ser

jugador de fútbol o boxeador—boxeador me gustaba

más, porque me parecía más contundente—

o campeón mundial de tenis o de salto de altura.

Pero inexplicablemente, cuando sentía que

algo me conmovía, pensaba en escribir. No sé por

qué, ya que tiendo a descreer que estas cosas vengan

con uno; sospecho que todo lo recibimos y

que todo es educación en la vida. Lo cierto es que

para enamorar a una prima que no me hacía caso

pensé en escribir un libro parecido al de un autor

que le gustaba a mi prima. Así, a los seis o siete

años, intenté escribir por primera vez. Después

me gustó la idea de inventar cuentos policiales y

fantásticos, y sin que mis amigos se enteraran,

escribí una historia que se llamaba «Vanidad».

Después de eso descubrí la literatura. Y entonces

me puse a escribir y a leer. Digamos que desde

los doce hasta los treinta años leí realmente mucho.

Traté de leer toda la literatura francesa,

toda la española, toda la inglesa, la americana, la

argentina, la de otros países europeos, un poco de

la alemana, de la italiana, de la portuguesa, de la

japonesa, de la chilena, autores persas, en fin:

traté de cultivarme como esos norteamericanos

que hacen todo por programa; quise leer todo. Y,

mientras leía todo, al mismo tiempo quería escribir.

Y los libros que yo escribía desagradaban a

mis amigos. Cuando salía un libro mío, los amigos

no sabían cómo tratarme; querían disimular

y se les veía en la cara el disgusto. Yo les daba la

razón, pero creía en mi próximo libro.

LZ: Y a usted, ¿le gustaban esos libros?

BC: No, por cierto. Me repelían cuando se publicaban.

[1984]

G: ¿Cuándo decidió ser escritor?

BC: Un tiempo después. Al principio escribía porque

estaba angustiado y quería expresar mi pena,

o, porque se me había ocurrido una idea y quería

comunicarla, pero no pensaba que iba a ser escritor.

Tenía ganas de contar esa historia. Por eso escribí

mi primera historia policial y fantástica. Pero

seguía siendo un jugador de rugby, un tenista. Después

descubrí la literatura. Sentí por primera vez

la fascinación que siempre encuentro en los libros

y tuve ganas de provocarla en los demás. [1987]

Mis padres eran buenos lectores, personas

muy cultas. Querían que yo fuera abogado. Cuando

dije que iba a escribir temí que pensaran que

iba a dedicarme al ocio o que mi trabajo les pareciera

comparable al de una señora que borda almohadones;

temí que pensaran que los escritores

eran otros, no los que uno conocía. [1984]

MLV: Si al principio sentía tan poca satisfacción

con su obra, ¿cuál era su motor para seguir, para

no desesperar, para no descreer de usted mismo?

BC: Todo aquello fue bastante penoso; yo sentía

mi incapacidad de escribir libros aceptables

como una derrota de mi inteligencia. La verdad

es que producía algo que a nadie gustaba. A mí

tampoco. Me gustaba mientras escribía; después,

no. Lo que sí me gustaba era la literatura; sentía

que ésa era mi patria y que yo quería participar

de su mundo. Probablemente pensaba que no

bastaba con ser lector para entrar en la literatura.

Muchas veces me dije que, de haber sido una

persona un poco más sensible, yo hubiera dejado

de escribir, porque escribía un libro y todos mis

amigos —y después Jorge Luis Borges— me miraban

con cara de tristeza y de preocupa ción, como

pensando: «¿Qué le digo yo a éste?». Pero quizás

aprendí a escribir gracias a esos errores.

MLB: Y de no ser por su madre-y por su padre, que

de chico le leía poesía, ¿hubiera tenido ese amor

por la literatura?

BC: Creo que sí. Les agradezco lo que hicieron,

que mi madre me contara cuentos fue un estímulo

—un estímulo que no cesa— y le agradezco a

mi padre que inaugurara mi amor por la poesía,

pero creo que de cualquier modo yo hubiera llegado

a la literatura. No sé, no podría decir cuál

fue mi primer intento literario, pero sé que cuando

mi prima no me quiso me puse a escribir para

exaltar mi dolor.

Yo escribí para que me quisieran; en parte

para sobornar y, también en parte, para ser víctima

de un modo interesante; para levantar un monumento

a mi dolor y para convertirlo, por medio

de la escritura, en un reclamo persuasivo. Todo

eso precedió a los pésimos libros publicados, que

fueron seis, además de cuatro o cinco novelas inconclusas.

[1987]

BC: Borges, que ya era amigo mío, creía que yo

escribía rápidamente. Yo escribía con las mayores

precauciones, pero equivocadas. Mis recaudos

eran malos recaudos. No sabía qué debía cuidar,

ni cómo dar a mi expresión una agradable

transparencia. Mi madre decía que la voluntad lo

podía todo; yo tuve una dolorosa prueba de que

la voluntad sola podía poco. De las necesarias voluntad

y representación, la representación me fallaba,

como a muchos tontos que andan por el

mundo. Escribí así pésimos libros y frustré algunas

historias no demasiado malas que se me ocurrieron.

[19841

G: En sus lecturas iniciales, ¿qué libros fueron influyentes,

cuáles decidieron o fortalecieron su vocación

de escribir?

BC: Podría decir que hay unos cuantos libros que

para mí fueron decisivos, y que algunos de ellos

no son considerados admirables. Probablemente

Cario Collodi, con su Pinocho, me indujo a escribir

relatos fantásticos; Gyp, con libros como Mademoiselle

Lulú y Autour du mariage, me inspiraron

ganas de escribir novelas o historias de amor;

los cuentos de Sherlock Holmes, de Arthur Connan

Doyle, y El misterio del cuarto amarillo, de

Gastón Leroux, ya antes de leerlos, cuando me los

contaron, me provocaron deseos de escribir historias

policiales y de misterio.

AG: ¿Antes de leerlos?

BC: Sí, antes. E$a de Queiroz, Marcel Proust,

H. G. Wells, y tantos otros me dieron ganas de escribir

cuando tuve más discernimiento. En la

misma época, Peñas arriba, de José María Pereda,

me reveló una idea que siempre me atrae: la de

una persona que está en la ciudad y vuelve al

campo en que ha nacido (a lo mejor podría ser en

sentido inverso, del campo a la ciudad). Es el regreso

al hogar, con las desilusiones, las recompensas,

lo que sigue igual, lo que ha cambiado. La

Odisea, en fin... Aunque en Peñas arriba no esté

maravillosamente aprovechada, la idea me cautivó.

G: ¿Y qué escritores podrían haber influido en su

estilo?

BC: Tantos... Ya mencioné a E g a de Queiroz y a

Proust, y a Wells; también quiero citar a Borges,

al Doctor Johnson, a James Boswell, a David

Hume, a Michel de Montaigne, a Robert Louis

Stevenson, a Mansilla, a Arturo Cancela, a Pío Baroja

y, como todo el mundo, a Franz Kafka, a Benjamín

Constant, a Stendhal y a Paul-Jean Toulet,

si es que un poeta puede influir en un prosista.

G: Bueno, por suerte son muchos, más grave sería

depender de uno solo.

BC: Seguramente estoy callando a muchos otros.

APL: ¿Considera que Joseph Conrad pudo haber

tenido influencia en su pensamiento o en su estilo?

BC: Sí, pudo tenerla por la construcción de algunos

de sus relatos, como La línea de sombra, pero

no precisamente en el estilo. El suyo tiende a ser

ornamental. Yo no quiero escribir de un modo ornamental.

Conrad probablemente sea víctima de

la circunstancia de ser un polaco que escribe en

inglés, mejor que un inglés. Quién pudiera escribir

relatos como El corazón de las tinieblas, como

El duelo. Si entre todos los relatos del mundo tuviera

que proponer uno para que sirviera de modelo,

creo que elegiría La línea de sombra.

FG: Resulta alentador que usted se confiese lector,

porque he notado que muchas veces los escritores

son deficientes lectores.

BC: Peor para ellos.

E CH: ¿Cuándo reconoció usted que lo que escribía

era literatura o podía considerarse literatura?

BC: Mire, tal vez pueda precisar el momento... Yo

leía buscando la literatura, y escribía buscando

la literatura; cuando concluía mis cuentos, por

un tiempo creía haber hecho literatura, creía haber

acertado. Después, cuando publicaba el libro

y mis amigos lo leían, llegaba el desencanto, si antes

yo solo no lo había encontrado... Se sucedían

días y años, pero la literatura estaba siempre fuera

de mi alcance. Como advertía signos de que los

amigos no desestimaban mi inteligencia, me dije

que la ineptitud a lo mejor se limitaba a mis procedimientos.

Con La invención de Morel, una historia

que no quería malograr, llegó la gran oportunidad

de ponerme a prueba. Recordé el consejo

de mi padre de pensar en lo que uno está haciendo,

y procuré escribir con la atención bien despierta.

Antes de la publicación del libro aparecieron

capítulos iniciales en la revista Sur, las reacciones

de algunos lectores fueron las primeras buenas

noticias sobre escritos míos que recibí en la

vida. Tuve una módica sospecha del triunfo, pero

aún no me sentía seguro. Me preguntaba si los

hombres sabios no descubrirían errores y torpezas

en la novela. Con el tiempo, en un cuento que

se llama «El ídolo», se me soltó la mano. Cuando

trabajé en Emecé,* en la redacción de contratapas

y noticias biográficas, empezó a soltárseme

también la mano para escritos que no eran cuentos

o novelas. Me encargaron prólogos, que acepté

sin alegría. Escribí todo eso como quien pasa

un examen ante sí mismo. Ahora, mi modo espontáneo

de expresión es la escritura; para hablar

me siento bastante inseguro. [1988]

lunes, 1 de abril de 2024

BORGES ESENCIAL. CONFERENCIAS EN USA. PRÓLOGO DEL LIBRO.

 



En la década final de su vida, Borges emprendió una gira por los Estados Unidos con el

fin de participar de una serie de diálogos organizados por las universidades más

prestigiosas de esa nación (Chicago, Indiana, Columbia y el M.I.T., entre otras). El

recorrido traza una cartografía inquietante: Borges conversa sobre el sentido del

universo con un astrofísico, sobre misticismo con un experto en cábala y sobre el difuso

límite entre realidad y ficción con escritores y poetas. Asiste a un encuentro en el PEN

Club de Nueva York y concede incluso una entrevista a una personalidad televisiva:

Dick Cavett. A lo largo de estos encuentros, el escritor argentino evoca sueños y

pesadillas, sagas nórdicas, frases del inglés antiguo, la presencia del «otro» y el doble, y

varios de sus autores favoritos, entre otros temas. El placer intelectual de la

conversación lleva asimismo a Borges (por lo general renuente a las confidencias) a

revelar el significado de símbolos y tramas de varias de sus obras. La traducción y las

notas de Martín Hadis junto a las notables fotografías de Willis Barnstone completan en

estas páginas el sensible retrato de ese misterio esencial de la literatura que conocemos

como Borges.

Jorge Luis Borges

Borges: el misterio esencial

AGRADECIMIENTOS

Las conversaciones que figuran aquí bajo los títulos «Islas secretas», «Soy simplemente

el que soy», «La pesadilla, ese tigre entre los sueños» y «Yo siempre sentí el temor de los

espejos» corresponden a conferencias que Borges brindó en la Universidad de Indiana,

Bloomington, en el año 1980, gracias al auspicio de la Fundación William T. Patten.[1]

La conversación que figura bajo el título «Al despertar» fue publicada

originariamente bajo el título «Thirteen Questions: A Dialogue with Jorge Luis Borges»

(«Trece preguntas: un diálogo con Jorge Luis Borges») en el Chicago Review y se

reproduce aquí con ligeras correcciones con la debida autorización de esa revista.

Partes del «Show de Dick Cavett» del 5 de mayo de 1980 conforman la conversación

que figura con el título «Sobrevino como un lento crepúsculo de verano», publicada con

autorización de Daphne Productions.

Las fotografías de Borges fueron tomadas por Willis Barnstone en Buenos Aires, en

los años 1976 y 1977.

La publicación de este libro implica un regreso de estas conversaciones al idioma de

Borges. Por ese motivo, la labor de traducción no consistió meramente en trasladar al

castellano las palabras que el escritor dijo en inglés, sino en buscar las palabras y frases

que Borges solía emplear en castellano para expresar las mismas ideas.

Prólogo

Este libro recoge el conjunto de diálogos con Borges que tuvieron lugar en los Estados

Unidos en los años 1976 y 1980. En 1976 Borges viajó al campus de la Universidad de

Indiana, Bloomington, para participar en una serie de conversaciones sobre su obra.

Años más tarde, en la primavera septentrional de 1980, regresó a esa casa de estudios y

permaneció allí un mes entero, gracias al auspicio de la Fundación William T. Patten, el

Departamento de Español y Portugués, el Departamento de Literatura Comparada y la

Oficina de Asuntos Latinoamericanos de esa universidad. Borges se trasladó luego a la

Costa Este de los Estados Unidos. En la Universidad de Chicago fue recibido por una

audiencia expectante y numerosa. John Coleman y Alistair Reid lo entrevistaron en el

PEN Club de Nueva York. Asistió asimismo como invitado al «Show de Dick Cavett».

En la Universidad de Columbia sus palabras conmovieron a un público vasto y atento.

Allí afirmó: «Toda multitud es una ilusión […] Estoy hablando con cada uno de ustedes

personalmente». Luego partió hacia Cambridge, Massachusetts, donde participó en un

diálogo organizado por la Universidad de Boston, la Universidad de Harvard[2] y el

Massachusetts Institute of Technology (M. I. T.).

Como notará el lector, varias de estas universidades se cuentan entre las más

prestigiosas de los Estados Unidos. En esos ámbitos, Borges dialogó con estudiantes y

profesores de literatura, varios de sus traductores y críticos, e investigadores dedicados

a analizar su obra. Resulta difícil imaginar una audiencia más propicia, y esto se refleja

en la conversación, a la vez afable y erudita. Resulta claro, a lo largo de estas páginas,

que Borges agradecía estos encuentros y se encontraba sumamente cómodo y a gusto en

ese contexto académico. Recordemos que para ese entonces, el autor de El Aleph

sobrellevaba ya su ceguera hacía décadas. Y sin embargo, para describir cómo se siente

en el auditorio de la Universidad de Chicago, Borges afirma:

Percibo la amistad, percibo una sensación muy real de bienvenida. Me siento querido por

la gente, siento todo eso. No percibo lo circunstancial sino lo esencial, profundamente. No

sé cómo lo hago, pero estoy seguro de que mi percepción es correcta.

En efecto, el público demuestra, en cada caso su curiosidad e interés por conocer

mejor a Borges, sus fuentes literarias, su país natal, su genealogía y su pasado, y

también sus futuros proyectos literarios. A diferencia de tantas entrevistas radiales y

televisivas, nadie interrumpe aquí a Borges, que se extiende todo lo necesario en cada

respuesta. Todos escuchan atentamente y la admiración por el escritor argentino se

siente en cada pregunta. A tal grado que el mismo Borges recurre con frecuencia a su

agudo sentido del humor para mitigar esa reverencia y propiciar un registro más

informal. El diálogo fluye con espontaneidad: «Aquí estamos entre amigos», afirma

Borges. Y eso lo habilita, al parecer, a cruzar un límite infranqueable: en varios de esto

diálogos procede a revelar los mecanismos de creación de sus obras, algo a lo que en

otras oportunidades se muestra sumamente renuente. En el PEN Club de Nueva York

revela aspectos desconocidos de su célebre cuento «El sur» y agrega, riendo: «Pero

[todo esto] es estrictamente confidencial [así que] no se lo digan a nadie, ¿eh?». En otra

conversación revela que su poema «Fragmento» —cuya fuente más obvia es el antiguo

poema anglosajón llamado Beowulf—, está basado, en realidad, en una rima infantil

inglesa, que acaso leyó —o escuchó de su abuela inglesa— durante su más tierna

infancia. En la Universidad de Chicago, explica cómo su madre colaboró con él para

ayudarlo a terminar su cuento «La intrusa», brindándole las palabras finales del

protagonista. De ese modo, aclara Borges, «por un instante [mi madre] se convirtió […]

en uno de los personajes del cuento».

A lo largo de todos estos diálogos resaltan también la timidez y la desconcertante

modestia del autor de Ficciones. En la Universidad de Indiana, Borges declara: «Pienso

que la gente ha exagerado mi importancia. Yo no creo que mi obra tenga tanto interés».

Y luego agrega: «Debo decirles a todos ustedes que les agradezco que me tomen en

serio. Es algo que yo no hago jamás». Esta actitud, que en otra persona podría parecer

mera afectación, era en Borges frecuente y totalmente franca. Y es que no solo hacía

estos comentarios en público. Varios de sus amigos y familiares las escuchaban con

frecuencia. Alicia Jurado solía recordar que una vez acompañó a Borges a cruzar la

Plaza San Martín, mucha gente se acercaba para felicitarlo y ponderar sus textos.

Borges, algo avergonzado y abrumado, agradecía una y otra vez sin decir nada. Pero al

llegar a la avenida se puso serio y le aclaró a Alicia: «Por favor, no vayas a creer lo que

dice toda esta gente. Son todos ellos actores, contratados por mí. Creo que exageran,

pero de todos modos hacen bien su trabajo, ¿no te parece?». Otra testigo directa de estas

situaciones fue su madre, Leonor Acevedo, quien con frecuencia lo acompañaba en sus

viajes. Al finalizar cada homenaje en el extranjero, Borges se volvía hacia ella y le

susurraba perplejo: «Caramba, madre, ¡me toman en serio!». Para terminar, vale

también aquí recordar aquella ocasión en la que Borges se encontraba firmando

ejemplares en una librería del centro de Buenos Aires. Un lector se le acercó con un

ejemplar de Ficciones y le espetó: «¡Maestro! ¡Usted es inmortal!». A lo que Borges

respondió: «Bueno, joven, ¡vamos!… ¡No hay por qué ser tan pesimista!».

Volviendo ya a un plano más académico, muchas de estas conversaciones giran en

torno de los intereses centrales de Borges: los límites entre la realidad y la imaginación,

las pesadillas, los sueños, el «otro» y el doble, el heroísmo de sus antepasados militares,

la cábala, el inglés antiguo, la memoria y el tiempo. Autores norteamericanos como

Robert Frost, Edgar Allan Poe, Emily Dickinson y Walt Whitman reciben, como es de

esperar, una atención destacada. A la vez, y muy curiosamente, el hecho de hallarse en

los Estados Unidos lleva a Borges a explicar distintos aspectos de su país que para un

público argentino resultarían redundantes. Estas conversaciones contienen, por lo tanto

y aunque resulte paradójico, más opiniones de Borges sobre la Argentina que las que

figuran en otros diálogos que mantuvo con sus compatriotas. Pero la erudición de

Borges no respeta fronteras, de manera que para recorrer todos estos temas y autores, el

escritor tiende una red que abarca todo el orbe: la Islandia medieval, el viejo Buenos

Aires, las literaturas de China, la India y Japón, la Inglaterra sajona, y varios de sus

autores favoritos: Stevenson, Chesterton y Kipling, entre otros.

Borges enuncia asimismo en estas páginas el significado de varios de sus símbolos

recurrentes: explica el significado que tienen para él tigres y cuchillos, los compadritos y

las esquinas del barrio Sur. «[Tiendo a] comunicarme por medio de símbolos —aclara el

escritor argentino—. De haber sido una persona más explícita, no sería escritor».[3]

En el M. I. T., afirma que los laberintos representan su visión íntima del universo. En

diálogo con el astrofísico Kenneth Brecher y el estudioso de la cábala Jaime Alazraki,

asegura que el universo es un enigma, sugiere que «lo maravilloso es que jamás

podremos resolverlo», y finalmente concluye con una confesión que desarma por lo

profunda y simple: «Yo vivo en un perpetuo estado de asombro».

Estos diálogos, antes alejados en la geografía y en el tiempo, regresan ahora a la

Argentina y al idioma castellano. Esperamos que esta edición refleje la amistad, la

profundidad y la poesía que les dieron origen.

WILLIS BARNSTONE | MARTÍN HADIS

Marzo de 2021

Borges en el recuerdo

En el año 1975, Borges y yo compartimos una cena de Navidad en Buenos Aires. La

Argentina se encontraba por ese entonces sumida en graves tensiones políticas, y

Borges se encontraba muy serio. Comimos una buena comida, tomamos un buen vino y

conversamos, pero la sensación de angustia y opresión que asolaba al país estaba

también en nuestros pensamientos. Tras una larga y agradable sobremesa, llegó

finalmente el momento de partir. Esa noche había huelga de taxis y de colectivos, de

manera que nos vimos obligados a caminar, y Borges, como el caballero que era, insistió

en acompañar a María Kodama a su casa. Comenzamos a atravesar la ciudad bajo una

penumbra ventosa y lúcida. A medida que la noche transcurría, Borges parecía volverse

más y más atento a cada rasgo de las calles que íbamos dejando atrás, a la arquitectura

que sus ojos ciegos de alguna manera descifraban, a los pocos transeúntes que se

cruzaban en nuestro camino. Tras despedirnos de María, emprendimos el regreso. A las

pocas cuadras noté algo que me preocupó: Borges se detenía sistemáticamente cada

pocos pasos para hacer alguna afirmación notable y doblaba luego en cada esquina,

siguiendo un recorrido circular. Deduje de esto que Borges se había perdido y no tenía

la menor idea de cómo regresar a su casa. Pero la realidad era otra: no sólo no estaba en

absoluto perdido, sino que el motivo de esa trayectoria errática era deliberado, y mucho

más simple. Borges, sencillamente, tenía ganas de seguir conversando: acerca de su

hermana Norah y de su infancia, acerca de un asesinato que —me dijo— había

presenciado décadas atrás en el límite entre Brasil y Uruguay, acerca de las hazañas de

sus antepasados militares en distintos conflictos del siglo XIX. Con frecuencia su bastón

quedaba accidentalmente encajado en algún bache o grieta del asfalto, y Borges

aprovechaba entonces la ocasión para hacer una pausa, apoyarse sobre él y estirar a un

tiempo ambos brazos, en un solo movimiento armonioso que le confería el aire de un

actor. El dilatado paseo de esa noche me permitió comprobar una vez más que el

personaje y la conversación de Borges eran, al menos, tan profundos y brillantes como

su palabra escrita, y esto reafirmaba —al menos para mí— el valor de su obra literaria.

Cuando retornamos por fin al departamento de la calle Maipú, el alba despuntaba ya en

la vereda. Otra larga noche de conversaciones con Borges había llegado a su fin.

Esa misma tarde acompañé a Borges al Café Saint James. Allí pasamos varias horas

hablando sobre Dante y Milton. Por la noche fuimos a cenar a Maxim’s. Estábamos

saliendo de lo de Borges cuando me sentí invadido por una repentina sensación de

melancolía. Le dije: «Borges, siempre recordaré nuestras charlas y mi fascinación al

escucharlo, pero jamás podré recobrar las palabras exactas». Borges me tomó del brazo

y me respondió entonces con una de sus habituales observaciones paradójicas: «No se

preocupe, Willis. Recuerde lo que escribió Swedenborg: ‘Dios nos ha concedido la

memoria para que tengamos la capacidad de olvidar’».

Hoy me resultaría imposible recuperar cada una de las palabras de tantas horas que

pasé conversando con Borges en tantas circunstancias diferentes: volando en avión,

caminando por las calles de Buenos Aires o recorriéndolas en distintos autos, cenando

en restaurantes, o simplemente dialogando en una u otra casa. En las páginas que

siguen, sin embargo, han quedado registrados para siempre el candor, el asombro, la

sorpresa e inteligencia de Borges. No he conocido a ninguna otra persona en toda mi

vida que me brindara a la vez la calidad socrática, los razonamientos profundos y

graciosos, y las réplicas inesperadas que Borges ofrecía continuamente en su diálogo. Es

una verdadera fortuna que haya sido grabada y luego transcripta al menos una fracción

de las muchas conversaciones que Borges mantuvo con tantas otras personas a lo largo

de su vida, mientras ejercía ese otro arte que consideraba la máxima virtud argentina: la

amistad.

WILLIS BARNSTONE

miércoles, 20 de marzo de 2024

MARIPOSAS NEGRAS PARA UN ASESINO PREMIO UNA-Palabra 2004 NOVELA 5 EDICIÓN- CAPÍTULO I

 

  


 MARIPOSAS NEGRAS PARA UN ASESINO

PREMIO UNA-Palabra 2004

NOVELA

5 EDICIÓN-

CAPÍTULO I

PASATIEMPOS-.

 “Cuando me lo contaron no tenía sentido. El asesino había actuado en forma impecable: no dejó huellas, no había rastros de sangre, tampoco  demasiado desorden en el cuarto.  Y así de primer momento...  no existía motivo para el homicidio.

Además, a mis subalternos les llegaron informes que el Gerente General y Administrador del lujoso Hotel “Astoria San José Internacional”, Jaime Esquivel,  ponía a rodar el sinnúmero de influencias  a su alcance para que la noticia del asesinato no saliera a la luz pública como en realidad había sucedido. 

El cuerpo de la joven  fue  retirado del “Astoria ”, a eso de las tres de la madrugada.

Los morgueros fingieron ser del 911. Sacaron a la mujer como si estuviese herida  y con una mascarilla de oxígeno”.

Ernesto hizo una pausa, siseo, acarició el cigarro entre sus dedos,  y agregó:

“-Es increíble lo que puede hacer el dinero y las influencias, porque dinero sin influencias tampoco resulta, hay que tener ambas para que todo ande a las mil maravillas”.

Ernesto  volvió a mirar con cierta ironía  y encendiendo el cigarro continuó:

“-Eso sí, al médico patólogo Rodrigo Castilleja de la Cuesta le interesó la forma que el asesino  dejó el cadáver:  desnudo,  en cuclillas como en posición de parto y con la cabeza inclinada hacia adelante.

Se dijo en los medios policíacos que de no estar amarradas las manos al respaldar de la cama era muy probable que el cuerpo no hubiera podido resistir en esa posición mucho tiempo por la misma fuerza de la gravedad.  ¿!Te podés imaginar lo depravado que fue el asesino para hacer una cosa como esa... ¡?”.

Henry estaba ansioso de mirar el vídeo que le traía Ernesto. Giró una y otra vez en su silla ejecutiva, se balanceó, un resorte rechinó...  dejó que continuara:

“-Yo, desafortunadamente no pude mirar  la escena del crimen, al  llegar ya habían levantado el cadáver.

Lo ocurrido me da asco, pienso que no debe ocultarse algo tan delicado, debemos de alertar a la ciudadanía  lo que ha pasado. Es una bomba de tiempo. Pero bueno, yo solo sigo instrucciones de “arriba”.

Hizo otra pausa, aspiró el humo del cigarro. Se paseó a lo largo y a lo ancho de la oficina. Miró hacia la noche.

“La víctima – continuó Ernesto- fue asesinada a eso de las dos o tres de la mañana del sábado.  El asesino o los asesinos utilizaron poca violencia física. La mujer tenía un pequeño orificio de  arma punzante  debajo del seno, cerca del corazón.

Parecía que el  criminal se  procuró no deformar  el cadáver. No hubo violencia posterior a la muerte”.

Ernesto se sentó en el gran sofá de cuero negro. 

Henry  hizo un esfuerzo enorme para no encender un Derby, parpadeó, cerró los ojos,   y escuchó de nuevo la voz de  Ernesto en su retahíla:

“-Otro punto importante que llamó la atención a mis subalternos de investigación era el lugar donde fue asesinada la mujer: en  El Astoria San José Internacional, en uno de los penthouse, en el mismísimo Valle de las Muñecas”. 

Y señaló con su mano enguantada de humo más allá del enorme vitral. Henry miró la oscuridad y las lucecitas furtivas a cientos de metros cintilantes.

“-Se le preguntó a la Administración si observaron algo sospechoso el día del crimen o  los días anteriores y posteriores. Nada. Dijeron que era difícil recordar con exactitud por la gran actividad de turistas que ingresan y salen a diario del Astoria.

No se tiene ninguna pista que pueda servir a la investigación”.

Ernesto calló por un instante. Henry miró.

Azules. Las espirales de humo se alargaron lentamente para desaparecer al besar los vitrales. Ernesto Miranda Rojas, tomó aire y ametralló:

“-El comportamiento de la víctima no ayudaba a solucionar con facilidad el crimen. Ella era una prostituta y eso le dio un mayor margen de impunidad al asesino. ¿Por qué? Nadie se preocupa quién o quiénes salen con una ramera de un bar o de un motel. A nadie le interesa una discusión que pudiera tener una puta en una esquina de San José, ni que un carro con ventanas oscuras y sin placas, pasadas las diez de la noche disminuya la velocidad y enganche a cualquier mujer del comercio fácil.

¡Parece mentira, son las trabajadoras con menos garantías laborales que yo haya conocido! ”

Ernesto  miró de reojo a Henry como si fuese un reproche.

Miranda hizo otra pausa y al instante de preguntarle Henry si traía el vídeo del asesinato  - como por teléfono le  prometió - las frases rodaron como un balín cuesta abajo:

“- Existían en la víctima algunos aspectos que diferenciaban dentro de esa generalidad a la mujer asesinada, primero: nunca recogía clientes que no fueran en el bar del hotel. : los hombres maduros y de buena apariencia eran sus elegidos. Decía según confesiones de otras amigas prostitutas que los hombres de cierta edad lo hacen rápido y punto, entretanto los jóvenes quieren “estar montados” las dos horas, y  muchas veces  es un “bostezo”.

Se supo,  que a la víctima no le gustaban los hombres con tatuajes, decía en sus propias palabras:  “los hombres con tatuajes me producen asco, me parecen hombres sin el menor garbo y cuido en su persona.”

 

Henry no pudo más y tomó un cigarro que estaba junto al teléfono e interrumpió dejando exhalar el humo:

-Todo está muy bien pero trajiste el...  la frase quedó sin terminar, rodaba, era desbaratada, se rompía en mil pedazos,  y nuevamente Ernesto hacía uso de su voz  grave continuando su relato-informe. Ahora lo hacía de pie, tamborileando sus dedos huesudos en el filo del escritorio. Se acomodó sus gruesos lentes, acarició su corbata, paladeó la frase que venía  acompañada con un torrente de saliva a sus comisuras:

“-También supe que la víctima si lo hacía en un motel  se llevaba a una amiga no para un espectáculo, sino para mayor seguridad, porque muchas veces  sucedía que el tipo que solicitaba los servicios profesionales de cualquiera de ellas al llegar la jovencita al motel se encontraba con la desagradable sorpresa que también otro cliente la estaba esperando “a culo pelado”  para “coger” dos por el precio de uno. ¡Idiay, en estos días de crisis... surprise!”- exclamó Ernesto - y nuevamente dejó escapar una risa entrecortada a la vez que apagaba la chinga del cigarro en el cenicero.

-Bueno, Henry, ya sabés los detalles, vos sos el jefe - espetó guiñéndole un ojo- para mí todavía. El que te hayás graduado como abogado me interesa poco, yo deseo que a la investigación oficial vos llevés una paralela, - sentenció - mientras le ponía en el escritorio un sobre de manila  con la leyenda “Poder Judicial uso exclusivo”.

 

            Después de que marchó Ernesto Miranda Rojas, ahora Jefe de la Sección de Homicidios, cargo que Henry desempeñara por más de dos décadas, la cabeza le dió vueltas. Miró el reloj de pared pasar... una... dos... tres veces...

A los pocos minutos el mareo desapareció por completo... pensó... no sabía si lanzarse al vacío como la última vez.... se sintió comprometido con sus excompañeros. Un sudor le recorrió por el espinazo. Apretó los ojos.  Era una sensación de lealtad y de orgullo. Jamás podía defraudarlos en un caso ya de por sí tan complicado. ¿Dónde estaría el monstruo?

 

Aquella primera noche que Ernesto le contó del asesinato  no pudo dormir ni apartar de su mente  la copia del vídeo.

Pronto iría allí... pero todavía no. El asesinato había sido en la Torre Ambar,  su Torre de los encuentros furtivos. Sonrió.

Desde el ventanal las lucecitas de los bulevares se miraban rectilíneas, al igual que sus alamedas. Las fuentes iluminadas cerca de cada Torre se teñían de múltiples colores. No se miraba demasiada gente. Era temprano. Su imagen se proyectó en el vidrio: siempre de traje entero impecable.

 

           

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hotmail I.-

Querida Guillermina, estoy contentísima porque hoy el muchacho del Cyber-Café me enseñó a utilizar mi correo electrónico. El  Cyber –Café es un lugarcito esquinero muy cerca de donde trabajamos las chicas. El sitio es bastante agradable, siempre ponen buena música,  es  amplio, con aire acondicionado, servicio de cafetería y pastelitos para las que desean endulzar esta vida a veces tan monótona.

Otra de las cosas  agradables es que el lugar no está iluminado con  luces fuertes  como en la mayoría de estos negocios,  y más que sitios de diversión parecen Campos de Concentración de la Segunda Guerra Mundial.

Una luz tenue hace el lugar acogedor. Por último,  me parece fantástico que el  negocio sea amplio y no se esté  pegando culo con culo con otras personas como sucede muchas veces en algunos Café-internet.

Estoy contentísima con vos porque ahora sí nos vamos a poder comunicar de lo lindo. No  importa que estés en Italia con el “matusa” de Paolo. Con el hotmail tendremos para rato.

Espero que la estés pasando de las mil maravillas en Florencia, mi reina.

 Deseo contarte cómo están las chicas  y algunos acontecimientos no tan agradables por las rencillas  en el night club.

Dichosa vos – y la suerte que tuviste- que pudieras encontrarte aquella noche con el viejo Paolo y hacer una nueva vida. Te sacaste la lotería como decimos los ticos.

Entro en materia mi querida Guillermina.

Hoy Armando- conocido en el ámbito de los maripepinos y la  farándula   como “el Sable”- me dijo que me pusiera la tanga blanca de corazones anaranjados. Dice Armando que con la luz violeta del night club y mi contoneo suave y delicado en el hot tube  mi número es todo un espectáculo. Yo no sé si es verdad pero me gusta creerlo.  Soy de las personas que me agrada ser adulada.

Cuando bailo en el hot tube se me erizan todos “los pelitos”, y si digo “todos”, estoy diciendo “eso”, “todos”. No sé,  es una sensación extraña es algo difícil de explicar.  Al principio es un cosquilleo cerca del ombligo, quizá un poquito más abajo. Pero a partir de varios minutos, ya no se siente el cosquilleo, y se comienza a sentir un calor en todo el cuerpo. Y conforme escucho el griterío y los silbidos de los clientes a mis espaldas  siento cómo la adrenalina se balancea ... se ahoga en los poros de mi piel.   Poco a poco voy cogiendo el ritmo de la música.  Una y otra vez los chicos gritan y una está ahí como Dios te trajo al mundo, en puras pelotas, en cueros.

Yo entonces, hago que no me importa nada de lo que está a mi alrededor, y fijo mi vista en un anuncio luminoso que tiene como emblema un caballo blanco con grandes crines... me imagino que escapo en el corcel desnuda y montando a pelo. Huyo en medio de la oscuridad  con un hermoso joven que me rescata de este burdel maloliente a tabaco y aerosol... luego recuerdo que no me puedo mentir, y por más que trato de pensar en cualquier cosa no dejo de sentir cierta vergüenza de estar en este prostíbulo disfrazado de night club.

Así es una de estúpida, se tiene un trabajo para al final sentirse mal. Todo por la hablada hedionda de la gente. Pero, también debo ser sincera: me agrada que los hombres observen mi cuerpo desnudo, me excita pensar que les gusta mis contornos femeninos como mis pechos duros y mi culito levantado. Es algo difícil de explicar: por un lado una se siente explotada, por otro lado una se siente bien haciendo los espectáculos en el hot tube. Es como un círculo vicioso... soy profesional, pero a veces una se siente mal y luego se siente bien.

 

 “Sable” me ha dado un gran apoyo que yo siento es sincero, siempre se lo he agradecido.

Cuando “Sable” y yo nos conocimos, él ya tenía algunos meses de estar en el business de los maripepinos. Sable es guapísimo: es todo músculo. A mí  me parece sexy, aunque no es mi tipo –debo confesarlo-. Me emociona verlo con la tanguita que usa y ese movimiento de cintura de adelante hacia atrás una y otra vez como queriendo fornicar el aire cuando le ponen una buena música para su número.

Al verlo bailar, da gusto oír cómo gritan las mujeres. Es innegable que con su contoneo excita a más de una  cuarentona  o a más de una veinteañera en su despedida de soltera. 

El fue quien me motivó  con los topless como dije anteriormente. Yo no quería al principio, me pareció algo atrevido, poco “elegante” sin “style” que rozaba con lo vulgar. Pero una se acostumbra a todo, incluso hasta quedar en “cueros”, desnudita, desnudita.

Es cuestión de rutina: “prefiero desnudarme en público, a que me desnuden en privado para que me forniquen” dirían algunas mujeres, yo por el contrario, digo que “negocio es negocio” me da igual en público o en privado siempre  que haya buen billete.

Decía que quien me ayudó a entrar en el show de la noche fue Armando, yo no quería al principio estar así en el hot tube a culo pelado, pero conforme fueron pasando  días, semanas, meses, me fui sintiendo mejor.

Experimenté una sensación que antes  ni hubiera imaginado y  pensé que no tenía por qué avergonzarme de lo que hacía, además ¿por qué tendría vergüenza de mi cuerpo, que es casi perfecto a no ser por el busto que es un poquitín pequeño?  Y así me lo voy a dejar porque  los implantes no van conmigo. Me da vergüenza engañar  tan campantemente a un cliente, y hacerlo creer que una es superdotada en delantera y en retaguardia. Ese tipo de timos siempre los he criticado entre mis “compas” del espectáculo.

Muchas se ríen de mis ocurrencias y me dicen: “- Mirá Jackie ¿quién se va a dar cuenta que una se dé una ayudita extra?” Es cierto, quizá no se den cuenta, pero me siento burlada. Yo soy la primera que es engañada y eso no lo soporto. Me gusta ser así: cien por ciento carnita al natural sin preservantes ni colores o sabores artificiales como dicen las indicaciones de algún producto en el supermercado.

 

Cambio de tema mi querida Guillermina: una tarde de la semana pasada Kiara y yo nos  estábamos tomando un café en el centro de San José, y una jovencita que desea entrar en el negocio de los topless le preguntó a mi amiga si nosotras nos aburríamos de hacer lo mismo todas las noches. Antes que Kiara le hiciera algún comentario yo me adelanté -tampoco quise dar mucha explicación - y le comenté que era cuestión  de cada una y punto. No estaba con ganas de entrar en detalles, ahora sí lo quiero hacer y lo primero que se me ocurre decir es que no  todas las noches son iguales en el night club. Así como los dedos de las manos son diferentes, así las noches son diferentes en el Girl’s gold.

Incluso las horas tienen su propia personalidad, su propio ritmo  de nacimiento y muerte al igual que las personas. 

Todo el ambiente cambia en el night club dependiendo de la hora en que estés bailando en la pista o sirviendo de dama de compañía con algún cliente. Porque muchas veces a una la invitan apenas terminás el numerito en el hot tube que se llegue a sentar justito al lado del “matusa”. Esto sí que es un dolor de cabeza porque en ocasiones finalizado el show lo único que deseo es irme a mi apartamento, meterme en la ducha tibia, darme un bañito, eso es algo que no tiene precio. El estiramiento de los músculos adoloridos con el agua caliente no tiene rival. Después viene el masaje en la espalda con aceite y varios perfumes. Pero, lo del masaje solo puede darse si tenés compañero o un amante,  porque de lo contrario, ¿ quién te lo va a dar? ¿ Quién te va a pasar las manos por todo el cuerpo sin pensar alguna cosa sucia? Porque todos los hombres son iguales solo piensan en la cama, en acostarse con una, y hasta ahí llegó el amor: “mameluco el tuco, mami” como dice mi amigo “el macho Heindenreich”

 A los hombres una no les puede pedir ningún favor porque entonces están malinterpretando... siempre lo mismo, todos son igualiticos, cortados con la misma tijera, un reguero de alborotados.

 

Decía que  las noches son diferentes unas de otras en el night club, eso es una realidad irrefutable, innegable, irrebatible. Los night clubs son como los celajes – qué linda comparación ¿no?- van cambiando minuto a minuto, de una hora a otra. Así es el night club donde trabajo, aunque una debe confesar que existen lugares comunes, puntos de referencia que no cambian. Como por ejemplo en los celajes se sabe que por más hermoso que sea, y por más intensa la luz, todo acabará en la oscuridad total; así sucede en el night club, llegada la madrugada, los murmullos van cediendo, se van disipando en el mismo silencio, son tragados por la  noche y el espectáculo da su nota final. Entonces, me digo que todo  nace y muere. Y a decir  verdad me da nostalgia.

Es exactamente igual cuando una hace el primer número en el hot tube, la primera vez en el hot tube jamás se olvida, es otra cosa que la gente no entiende o no sabe: ¡ mentira que a una se le quita el miedo, el pánico escénico con los años de bailar! Nada de eso, todo lo contrario, siempre es como la primera vez como escribí al principio de este hotmail. La mujer que diga lo contrario miente, siempre  da un “taquillo” antes de iniciar el baile.

Kiara fue la chica que me instruyó con eso del pánico escénico, es mi mejor amiga en el night club, por supuesto que después de vos.

Es muy hermosa o eso me parece con el pelo lacio cortísimo y rubio natural, rematando con unos ojos verdes grandes y unas espesas pestañas. 

Kiara tiene carácter en el hot tube. Posee dominio en todos sus ritmos. Yo muchas veces la miro hacer sus números, me agrada observar su ritmo lento al inicio para ir aumentando la cadencia dependiendo de la música escogida.

A  Kiara siempre le gustan las melodías lentas o rapidísimas, no las término medio. En las lentas se contorsiona  perezosamente, primero entrelaza las piernas en el tubo como queriendo aprisionarlo por toda una eternidad, fundirse con él, luego curva su torso y la cabeza  hacia atrás colgando  una mano  y con la otra se sostiene del tubo metálico, pareciera que  no sigue a la música, sino al contrario, que la música sale de su mismísimo cuerpo a cada movimiento suyo.

La primera  vez que la vi bailando tocaban una pieza de la cantante pop Roxete, es impresionante el parecido de ambas. Salió a pista como sale Roxete en un vídeo: con un traje negro de tiranticos,  de una sola pieza y descalza. Como era cuestión de quitarse el traje de un tirón lo hizo despacio, bailando de un lado para otro, contorsionándose, abarcando toda la pista  hasta que al final quedó en ropa interior: excitante debo confesarlo, sentí cómo se me subieron los colores a la cara. Al desnudarse por completo las manos me sudaron.

Es un espectáculo hermoso el de Kiara.

Diferente sucede si escoge una música rápida,  entonces parece que va persiguiendo cada ritmo y nota musical. Esto lo hace  antes de entrar a escena y ha mirado el público aletargado, en estado soporífero. Entonces, se va a donde el disck jockey y le dice: “Mirá, Cristian ponéme “Fresa salvaje” para que estos hijueputas se despierten, de lo contrario el patrón se va a poner chiva”.

Fríamente calculados sus movimientos, inicia el número en el suelo. Son gustos y preferencias: muchas de nosotras utilizamos el hot tube indistintamente para un número con música lenta o rápida, ella no.   Con la música rápida,  hace todo el número en el piso o de un lado a otro recorre  la pista sin tocar el hot tube. Es una especie de danza con ritmos duros, fuertes, de gimnasia y de aeróbicos. Debo confesar también que mi amiga  puede  realizar varios de estos movimientos porque se pasa todo el día en el sétimo piso del  Astoria haciendo ejercicios: ella es profesora de aeróbicos... Pero caramba, qué mierda si esto no era lo que deseaba decir sino que en el ambiente de noche es difícil conseguir buenas amigas, sin embargo, a veces se pueden encontrar. Continúo con Kiara:

Mi amiga vive ahora en Barrio Amón, en los apartamentos Florencia, cerca de la entrada del zoológico del Parque Bolívar. Los días que me he quedado en el condominio es bellísimo oír el canto de los pájaros que abundan por montones en la zona de Amón. De seguro que muchas de las aves han tomado como hábitat el mismo zoológico.

Hace poco compartía el apartamento con Karla... lástima porque  ya no están juntas, tuvieron una serie de diferencias a la hora de pagar las últimas mensualidades del alquiler. Eso fue con Karla, conmigo siempre se ha llevado de las mil maravillas...

 

Querida Guillermina, quisiera continuar escribiéndote pero ya no aguanto el sueño, se me cierran los ojos, te escribo el próximo viernes o jueves. Saludos. Jackie.

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