LUCIANO
OB R A
i
INTRODUCCIÓN GENERAL POR.
JOSÉ ALSINA CLOTA
TRADUCCIÓN r NOTAS POR
ANDRÉS ESPINOSA ALARCÓN
&
EDITORIAL GREDOS
Asesor para la sección griega: C a rlo s GarcIa G u a l.
Según las normas de la B. C. G., la traducción de este volum
e n ha sido revisada por A lfo n so M a r tín e z Diez.
© EDITORIAL GREDOS, S. A.
Sánchez Pacheco, 81, Madrid. España, 1981.
Depósito Legal: M. 36862 - 1981.
ISBN 84-249-0153-3.
Impreso en España. Printed in Spain.
Gráficas Cóndor, S. A., Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1981.—5257.
INTRODUCCIÓN GENERAL
1. Panorama general del siglo II d. C.
La vida de Luciano discurre, prácticamente, a lo largo
de todo el siglo ii. Es, pues, aconsejable, para entender
la vida y la obra de nuestro autor, que tracemos las líneas
maestras de este período histórico, que presenta,
como ha dicho Tovar, un aspecto bifronte Porque, si
bien es cierto que, atendiendo a determinados datos de
esta época, puede decirse que el siglo ii fue un momento
en el que «por doquier reinaba una profunda tristeza»,
según la frase de Renan2, no lo es menos que, en determinados
aspectos, puede hablarse de un auténtico renacimiento.
Las cosas estaban, en cierto modo, preparadas para
un largo período de paz y de prosperidad, tras los sucesos
que siguieron a la muerte de Nerón y el período de
transición que siguió a la desaparición de la dinastía Julia
en Roma. Y con los Flavios, primero, y los Antoninos,
después, el Imperio iba a vivir uno de los momentos más
rutilantes de su historia. Este renacimiento, iniciado parcialmente
ya en el siglo i, continúa bajo Adriano y se
prolonga hasta los primeros Severos, en cuya corte la
1 A. T ovar, «Notas sobre el siglo n», en el libro En el primer
giro, Madrid, 1941.
2 Marc-Aurèle et la fin du monde antigüe, París, 1882, pág. 467.
8 OBRAS
emperatriz Julia Domna iba a ser un auténtico acicate
para las letras y las artes. Con la anarquía que se instala
en el Imperio a mediados del siglo ni, acaba este renacimiento
que duró más de un siglo y que propició un
importante progreso, sobre todo en literatura. Luciano
será uno de los espíritus más señeros de este importante
movimiento cultural.
Políticamente el siglo I I está determinado por la dinastía
de los Antoninos, que representa, para Roma y su
Imperio, un dilatado espacio temporal de buena administración,
de paz y de trabajo. Con Nerva (96-98), se supera
la crisis que sigue a la muerte de Domiciano, una crisis
que parecía anunciar un nuevo período de turbulencias
como el que siguió a la muerte de Nerón, con su secuela
de guerras civiles. Trajano (98-117) se preocupa tenazmente
del orden público y de la administración. Adriano
(117-138) impulsa las artes de la paz siguiendo los dictados
de su espíritu pacífico y ordenado. Antonino Pío
(138-161) cuida del bienestar de las provincias y adopta
una actitud de tolerancia hacia el cristianismo. Marco
Aurelio (161-180) fue un hombre de carácter pacífico,
pero se vio obligado a sostener dos importantes guerras
—en Oriente y en el Danubio—, si bien hizo todo lo que
pudo por continuar la política de buena administración
de sus antecesores, favoreciendo, además, la enseñanza
superior con la creación de cátedras destinadas a la difusión
y estudio de las grandes escuelas de filosofía de
la época (peripatetismo, estoicismo, epicureismo y platonismo).
Su hijo Cómodo (180-192) representa un mal final
de esta dinastía, tan positiva en general. Cómodo,
entregado a sus vicios y pasiones, confía el gobierno del
Imperio a favoritos incapaces, lo que provoca un movimiento
de rebeldía del Senado frente al emperador. No
es extraño que Cómodo muriera asesinado y que, a su
muerte, sigan unos años de anarquía, temporalmente detenida
por los Severos (Septimio Severo, Caracalla, HeINTRODUCCIÓN
GENERAL 9
liogábalo, Alejandro Severo), que, con algún altibajo,
lograron alejar por algún tiempo la tempestad que se
avecinaba, el período llamado de la anarquía militar,
terminada en pleno siglo n i por Diocleciano3.
¿Cuál era el estado de Grecia y de las provincias
orientales durante esta época? La Grecia propia había
quedado arruinada y ensangrentada tras las campañas
de las guerras civiles de finales del siglo i a. C. Plutarco,
por ejemplo4, afirma que, en su tiempo, Grecia no habría
podido poner en pie de guerra a los tres mil hoplitas que
Mégara habla reclutado para la batalla de Platea. Pausanias
observa, en varios pasajes de su obra, que muchas
ciudades, otrora florecientes, en su tiempo, eran un montón
de ruinas. Dión Crisóstomo 5 nos describe, en uno de
sus discursos, una ciudad de Eubea en su tiempo: muchas
casas estaban arruinadas y deshabitadas, y añade
que la Arcadia estaba asolada y que Tesalia era un desierto.
Estrabón6 afirma que Megalopolis era un desierto,
que Atenas se había convertido en una ciudad para turistas
y estudiantes...
También las ciudades griegas de Asia Menor habían
padecido mucho por culpa de las guerras mitridáticas,
las luchas civiles de Roma y los ataques de los Partos.
3 Para orientación del lector, ofrecemos una lista, seleccionada,
de los principales trab a jos sobre esta época: M. P. N i l s s o n ,
Geschichte der gr. Religion, II, Munich, 1950; J. G e ffc k e n , Der Ausgang
des gr. -röm. Heidentums, Tubinga, 1920; J. T re n c s é n y i-
W a ld ap fe l, «Lucían, Orient and Occident in the Second Century»,
en Oriens antiquus, 1945, págs. 130 y sigs., y, muy especialmente,
M. R o s to v t z e f f , Historia económica y social del Imperio Romano,
Madrid, 1962; J. H. O l iv e r , The ruling power, Filadelfia, 1953, y
como imprescindible, la monumental obra, en colaboración, Aufstieg
und Niedergang der röm. Welt, Berlin, 1975 y sigs. (en especial
los volúmenes sobre el principado).
4 P l u t a r c o , De defectu oraculorum, 414 ss .
5 Dió n C r is ó s tom o , Euboico VII 34 ss.
6 E s tr a b ó n , IX 403.
10 OBRAS
Pero Asia Menor, fértil y rica, tenía más posibilidades de
resurgimiento que la Grecia continental1, y, por otra
parte, Augusto y sus inmediatos sucesores hicieron lo
posible para fomentar su progreso y su prosperidad. Por
ello, nada tiene de extraño que Asia Menor salude la victoria
de Octavio como una liberación8 y que se señale su
cumpleaños como «el comienzo de todos los bienes»9.
En general, con la instauración del Imperio, toda esta
parte del mundo conoce un período de cierta prosperidad,
al menos relativa. La antigua ciudad de Éfeso tiene
que ceder el rango principal a otras ciudades: Pérgamo
era ahora el «segundo ojo de Asia». Y esta provincia era
conocida como el país de las quinientas ciudades (Éfeso,
Pérgamo, Esmirna, Laodicea, etc.), aunque al final de la
dinastía Antonina, a partir de 195, las rivalidades entre
Septimio Severo y Pescenio Niger causan verdaderos estragos
en estas florecientes urbes, que, en el siglo iii,
quedaron completamente debilitadas.
Por otra parte, las buenas comunicaciones facilitan
el comercio y, con él, la industria. Las inscripciones nos
proporcionan datos preciosos sobre la existencia de corporaciones
industriales en Mileto, Tralles, Laodicea, Éfeso,
Filadelfia y Apamea. Y Dión de P ru sa10 nos informa
detalladamente sobre Celenes, una de las ciudades más
brillantes de la provincia. Las mismas inscripciones nos
permiten conocer el esplendor de las fiestas que cele7
Sobre Asia Menor durante esta época es imprescindible
D. Magie, Roman rule in Asia Minor, Princeton, 1950 (en dos tomos).
Para la época inmediatamente anterior, G. W. B ow e r s o c k ,
Augustus and the Greek World, Oxford, 1970 (que, naturalmente,
no sólo se ocupa de Asia Menor). Datos importantes en A. B o u la
n g e r , Aelius Aristide et la sophistique dans la province d ’Asie
au II siècle de notre ère, Paris, 1923.
' Cf. W. D i t t e n b e r g e r , Sylloge, I I , núm. 458.
9 Cf. B ow e r s o c k , Augustus..., passim.
10 Dión de P ru s a , Discurso XXX 14 ss.
INTRODUCCIÓN GENERAL 11
braban las ciudades de Cízico, Sardis y Filadelfia, y los
monumentos que las adornaban. Pérgamo se siente orgullosa
de ser la antigua capital real, donde tenían su
palacio los Atálidas. Ëfeso, capital oficial de la provincia,
se jacta de ser la primera y mayor metrópoli de Asia
Menor, según reza uno de sus títulos en los documentos
oficiales. Esmirna se llama a sí misma, en los textos oficiales,
«la primera de Asia por su belleza y magnificencia,
la muy brillante, el ornamento de Jonia» 1!. Importantes
figuras de la literatura proceden de esta región:
Dionisio de Halicarnaso, Elio Aristides, Estrabón, Polemon,
entre otros.
Siria, la patria de Luciano, llegó a ser el centro comercial
más importante del Imperio, y los restos arqueológicos
confirman la riqueza de esta región (con
ciudades como Palmira, Petra, Baalbek, Antioquía). De
aquí proceden, asimismo, importantes figuras de la vida
intelectual de la época romana (el mismo Luciano, Máximo
de Tiro, Porfirio, Jámblico, Alcifrón, Juan Crisóstomo,
y los representantes de la famosa escuela jurídica
de Berito (Beirut).
Egipto ocupó lugar especial entre las provincias del
Imperio. De ella procedían, asimismo, importantes escritores
y pensadores, como Ammonio Saccas, Plotino, Orígenes,
Claudio Ptolomeo, Diofanto, Nonno, Clemente de
Alejandría 12.
Tras estas consideraciones sobre los aspectos político
y económico, podemos preguntarnos por el talante
espiritual del siglo I I . ¿Cuáles son los rasgos que,
en este aspecto, caracterizan a la época de Luciano? Los
historiadores han dado una respuesta unánime: el siglo
i i y, en general, toda la época imperial presentan to11
Corpus inscriptionum græcarum, núm. 3202.
12 El florecimiento de Egipto en el siglo ii i/iv d. C. ha sido
estudiado, sobre todo en el aspecto literario, p o r A. C am e ro n ,
«Wandering Poets», Historia 14 (1965), 470 ss.
12 OBRAS
dos los rasgos de una sociedad cansada 13. Y si intentamos
un examen pormenorizado de las notas más características
de este período, podremos distinguir las siguientes:
1. Biológicamente, un envejecimiento que se traduce
en un descenso considerable de la natalidad. Los documentos
de la época (e, incluso, podemos verlo reflejado
en los Diálogos de los muertos de Luciano) señalan
que abundaban los matrimonios con escasos hijos y hasta
sin ninguno. Ello comportó una serie de consecuencias,
entre ellas que Roma fuese perdiendo su antigua
primacía. El centro de gravedad del Imperio va trasladándose,
paulatinamente, hacia la periferia. Ya hemos
aludido antes a este fenómeno. Desde el punto de vista
político-administrativo, iban a ocurrir pronto hechos sintomáticos.
Dión Casio (LXVIII 4, 1) constatará que, con
la elevación de Trajano al trono imperial, se inicia un
hecho insólito: la exaltación de una figura que no procede
de Italia a la suprema magistratura. Oriente dará,
a partir de este momento, los principales emperadores.
2. Desde el punto de vista religioso, es posible descubrir
lo que podemos calificar de cierta esquizofrenia
espiritual.' Es el fenómeno que ha llevado a algunos críticos
a afirmar que el siglo II —y el hecho puede extenderse
a los siguientes— es un siglo bifronte: de un lado,
una exacerbación del sentimiento religioso hasta alcanzar,
sobre todo en las masas populares, cotas tales
que llegan a la superstición. De otro, sobre todo entre los
intelectuales (y Luciano sería un caso típico), un racionalismo
a ultranza que conduce al ateísmo y al más
13 Cf. A. J. F e s tu g ié r e , Personal Religion among the Greeks,
Berkeley, 1954, págs. 53 y sigs.; N i l s s o n , Geschichte..., págs. 295 y
siguientes; E. R. Dodds, The Greeks and the Irrational, Londres,
1956 2, págs. 236 y sigs.; F. W e h r l i , Láthe biösas, Leipzig, 1931.
INTRODUCCIÓN GENERAL 13
completo agnosticismo. Vale la pena dedicar una cierta
atención a cada uno de estos rasgos.
En uno de los extremos de esta dicotomía del sentimiento
religioso debemos situar una innegable profundización
de la idea de Dios 14. La tradición filosófica (especialmente
platónica y estoica) elabora, en el siglo n,
las bases de una concepción de Dios como un ser inefable,
no alcanzable por las vías de la razón, sino del misticismo.
La contemplación de Dios y sus misterios es el
auténtico fin de esta filosofía religiosa que tiene sus representantes
en lo que se ha llamado el platonismo medio,
con figuras como Máximo de Tiro, Numenio, Plutarco
o Albino. Y, al lado del platonismo, el renacer de
una serie de escuelas antiguas, como el estoicismo y el
pitagorismo. En el campo estoico, hay que citar nombres
como los de Epicteto y Marco Aurelio, y un poco antes,
Séneca, todos ellos defensores a ultranza de la Providencia
divina, y por ello combatidos por Luciano en no
pocas de sus obras dirigidas contra la filosofía de la
época. El epicureismo conocerá, asimismo, un importante
renacimiento que nos dará la curiosa figura de Diógenes
de Enoanda I5. El neopitagorismo, que había conocido
una espléndida resurrección en la época anterior
(en Roma había dado la figura curiosísima de Nigidio
Figulo), conocerá ahora otro momento de esplendor y
dará curiosos personajes divinos, como Apolonio de
Tiana, cuya vida escribirá Filóstrato. Discípulo suyo será
14 En especial, A. J. F e s tu g iè r e , La révélation d'Hermes Trismégiste,
IV: Le dieu inconnu et la Gnose, Paris, 1948; E. R. Dodds,
Pagan and Christian in an Age of anxiety, Cambridge, 1968,
páginas 69 y sigs.; W. T h e i l e r , «Gott und Seele im kaiserzeit Denken
», en Recherches sur la tradition platonicienne, Fondation
Hardt, Entretiens su r l’Antiquité, II I, Ginebra, 19S8, págs. 65 y
siguientes.
15 Cf., a h o r a , C. W. C h il t o n , Diogenes of Oenoanda, the Fragments,
O x fo rd , 1971.
14 OBRAS
el famoso Alejandro, el falso profeta que desatará las
iras de nuestro Luciano por sus pretendidos milagros.
Al lado de este renacer de la filosofía, el siglo IX conocerá
el momento culminante de las corrientes gnósticas.
No podemos ocuparnos aquí pormenorizadamente
de este importante fenómeno, que plantea innumerables
problemas tanto en lo que concierne a sus orígenes,
como a sus rasgos característicos ¡6. En todo caso, digamos
que el gnosticismo puede ofrecer una versión pagana
(el Corpus Hermético) y otra cristiana, que da
espíritus tan interesantes como Valentín y Basílides 17.
Como pendant de esta actitud, digamos, dogmática,
el final del siglo n conocerá un inusitado auge del escepticismo,
bien representado por Sexto Empírico. El
escepticismo será la comprensible reacción contra ese
excesivo pietismo y tendrá su exponente en Luciano,
sobre todo en el Hermótimo, cuya doctrina se sintetiza
diciendo que la vida humana es demasiado breve para
llegar a conocer todos los sistemas, y que la máxima
que se impone es «sé sensato y aprende a dudar».
Finalmente, dentro de la línea religiosa, no podemos
olvidar que el siglo n es un momento de afianzamiento
del cristianismo, que representa un elemento nuevo dentro
del panorama espiritual de la época. Tras los esfuerzos
del siglo i, el cristianismo pasa ahora, ante el
paganismo, a la defensa, y surgen los primeros apolo16
En general, sobre los orígenes, el libro, publicado como Actas
del Congreso de Mesina, Le origini dello Gnosticismo (ed. por
B i a n c h i ) , Leiden, 1970. La bibliografía básica y la discusión de los
problemas más candentes pueden hallarse en J. A ls in a , «La religión
y la filosofía en la época romana», Bol. Inst. Est. Hel. VII 1
(1973), 11 ss.
17 Para Valentín, cf. S ag n a rd , La gnose valentinienne et le témoignage
de St. Irénée, París, 1947. Sus fragmentos han sido
editados últimamente por G. Q u isp e l, en Sources chrétiennes (París,
1949). Para Basílides, G. Q u isp e l, «L’homme gnostique», Eranos
Jahrbuch XVI (1948), 89 ss.
INTRODUCCIÓN GENERAL 15
gistas, que muchas veces, como Justino, Atenágoras y,
aleo más tarde, Clemente de Alejandría, se han reclutado
entre las filas de los filósofos. El cristianismo, así,
se pone en contacto con la especulación filosófica pagana,
y no tiene nada de extraño que en este contacto
se produzca la asimilación de importantes elementos filosóficos
paganos. Ello será su propia fuerza, como lo
demostrará un Celso, quien, en su Discurso verdadero,
concederá ya gran beligerancia al cristianismo, y no
tendrá más remedio que atacarlo, no ya con burdas calumnias,
sino yendo a la raíz misma de sus principios
«filosóficos». Un siglo más tarde, Porfirio volverá a la
carga en su Contra los cristianos 18.
En el otro extremo de la cadena tendremos un fenómeno
muy importante en esta época: la superstición.
Que la superstición no es un fenómeno específico de
una determinada época, en la historia de la cultura, es
algo que todo historiador aceptará, sin más. Pero es qué,
en el período que nos ocupa, se añade la circunstancia
de que esa superstición se basa en unos principios que
podríamos calificar de científicos, pese a lo paradójico
de la afirmación. Y, en efecto, las creencias astrológicas,
tan acusadas en esta época, se vieron vigorizadas, ya a
partir de la época helenística, por las nuevas doctrinas
astronómicas, y por la doctrina estoica de la simpatía
de los elementos del cosmos, que se concibe como un
auténtico ser vivo19. Cabe preguntarse por las causas
que han determinado este profundo cambio espiritual
en el hombre antiguo. Pero las respuestas de los histo18
Los fragmentos pueden verse en H arnack, Abhandt. der
Preuss. Akad. der IVYss. (Phil. hist. Kl., 1916, 1).
w Para toda esta problemática, así como para el posible
origen posidoniano de parte, al menos, de la doctrina de la
simpatía, cf. K. R e in h a r d t , Kosmos und Sympathie, Munich,
1926.
16 OBRAS
riadores varían profundamente. Señalemos las más importantes:
a) Los marxistas pretenden explicar la decadencia
general del racionalismo y del espíritu científico de la
antigüedad por causas estrictamente económicas. La decadencia
de la técnica y de la ciencia habría sido provocada
por el carácter esclavista de la sociedad antigua:
la baratura de la mano de obra —los esclavos— habría
provocado una gran falta de estímulos y, por tanto, el
abandono de toda ciencia aplicada. Pero lo que no explica
la postura marxista es por qué, incluso en las ciencias
especulativas, se produjo una tan profunda decadencia.
b) Para Dodds20, la verdadera explicación de la decadencia
del espíritu científico helénico, y su contrapartida,
el auge de la superstición y del irracionalismo,
tiene su razón de ser en el férreo dogmatismo de la
época, lo que trae consigo una considerable pereza mental
que hace vivir al hombre de espaldas a la realidad.
c) A nuestro juicio, cabría achacar esta decadencia
general del pensar racional antiguo a un fenómeno que
caracterizará, a partir de ahora, a la vida espiritual greco-
romana: la invasión de los cultos orientales, tan bien
estudiada por Cumont21, que representan lo más evidente
de esa penetración más amplia de la Weltanschauung
de Oriente en Occidente, y que sustituye el
pensamiento tradicional por la magia, la teosofía, el
misticismo. Ya ampliamente introducidos en Grecia en
la época anterior, es en la época de Luciano, precisamente,
cuando se produce la ruptura del equilibrio a favor
de lo oriental, hecho favorecido porque Adriano fue un
entusiasta partidario de la protección de los cultos del
20 Dodds, The Greeks and the Irrational, págs. 236 y sigs.
21 F. C um o n t, Les religions orientales dans le paganisme romain,
París, 19294.
INTRODUCCIÓN GENERAL 17
Este, como ha demostrado Beaujeu 22 en su importante
estudio sobre la religión romana durante el siglo ti.
3. Desde el punto de vista cultural y, sobre todo,
desde el enfoque literario, dos actitudes presiden la valoración
de los críticos y de los historiadores de la cultura
cuando se trata de emitir un juicio sobre el siglo II.
Una actitud tradicional, reflejada clásicamente en la
obra de Schmid23, que enjuicia los logros del período
que nos ocupa con los ojos puestos en lo que representa
la gran floración literaria del clasicismo. Para estos críticos,
sólo puede haber una respuesta válida: el siglo I I
es un período en el que los autores sólo practican la
mera imitatio de lo antiguo. De este naufragio general
sólo se salvan un par de figuras, un Plutarco y un Luciano.
El resto carece de valor. A pesar de que aun hoy
hay críticos que se adhieren a este juicio condenatorio
general, como no hace muy poco ha hecho Van Groningen
24, hay que señalar que, en lo que va de siglo, se ha
profundizado, y no poco, en el conocimiento de aspectos
concretos del siglo de Luciano. Y cabe afirmar que, después
de una serie de estudios importantes sobre las
principales figuras no sólo de la segunda sofística, sino
de otros campos literarios2S, ha podido abrirse paso
22 J. B e a u je u , La religion romaine à l'apogée de l'empire, Paris,
1955.
23 W. S c hm id , Der Atticismus in seinen Hauptvertretern, S tu ttgart,
1887-96 (reed. Hildesheim, 1964), en cuatro tomos.
24 B. A. v an G ro n in g e n , «General literary tendencies in the seconde
century A. D.», Mnemosyne, Ser. IV, XVIII 4 (1965), 41 ss.
25 Señalaremos algunos de entre los más importantes, sin intención
de agotar la ya considerable bibliografía existente, desde
hace algunos lustros, sobre el tema: A. B o u la n g e r , Aelius Aristides
et la Sophistique dans la province d'Asie au II siècle de notre
ère, an t cit.; P. G r a in d o r , Un milliardaire antique: Hérode Atticus
et la sa famille, El Cairo, 1930; F. A. W r i g h t , A History of Later
Greek Literature, Londres, 1932; K. G e r t h , art. Zweite Spohistik,
en la Realencyclopädie de P a u ly -W is s ow a (1956, Supl. VIII, cols.
719 y sigs.); A. C r e s s o n , Marc-Aurèle: sa vie et son oeuvre, Paris,
18 OBRAS
una nueva actitud, más positiva, que sabe analizar los
fenómenos de la época bajo una nueva luz. Concretamente
podemos aludir a B. E. Perry26, G. W. Bow'ersock27
y, sobre todo, B. P. Reardon, autor de un importante
libro que, sin ofrecer aportaciones nuevas, ha
sabido enfocar el estudio de lo que el autor llama las
corrientes literarias de los siglos il y m , en una perspectiva
que resalta los aspectos nuevos que, desde el
punto literario, hay que saber descubrir en la época de
Luciano. Apoyado, sobre todo, en los penetrantes estudios
de Marrou28 y Bompaire29 en relación con el
auténtico concepto de mimesis tal como la practicó la
segunda sofística, de las páginas del libro de Reardon
emerge, por primera vez en la historia de los estudios
literarios, una visión sinóptica que permite formarse
una idea mucho más viva del siglo n , que la que nos
había suministrado la miope consideración de espíritus
como Schmid.
El rasgo fundamental de la literatura del siglo II (y
parte del m ) es el predominio casi exclusivo de la
prosa frente a la poesía. Pero ello no significa, entendámonos
bien, que la época de Luciano no haya conocido
poetas, si bien éstos carecerán, por lo general, de
originalidad. Es ya sintomático que el libro antes mencionado
de Reardon, no hable en absoluto de poesía.
1962; F, M i l l a r , A Stu d y of Cassius Dio, O x fo rd , 1964; W. Ja e g e r,
Early Christianity and Greek Paideia, C am b rid g e , M a ss., 1962.
26 B. E. P e r r y , «Literature in the second Century», Class.
Journ. 50 (1955), 295 ss.
21 G. W. B ow e r s o c k , Greek Sophists in the Roman Empire,
Oxford, 1969.
28 H. I. M a r r o u , Histoire de l’éducation dans l’antiquité, P a r is ,
1965
29 J. B om p a ir e , Lucien écrivain: imitation et création, P a r is ,
1958. E l lib ro d e R e a rd o n a l q u e n o s h em o s r e f e r id o se titu l a
Courants littéraires grecs des I I et I I I siècles après J.-C., P a r is ,
1971.
INTRODUCCIÓN GENERAL 19
Y, sin embargo, ésta existe, y de ella hemos dado un
breve panorama en un trabajo relativamente reciente,
nosotros mismos 3°. La orientación general de esta poesía
parece haber sido eminentemente didáctica, erudita,
signo,, por otra parte, y bien significativo, de la época.
Pero esta orientación no es la única, y la publicación
por Heitsch 31 de los fragmentos de los poetas de la época
romana, lo ponen claramente de relieve. En apretada
síntesis, podríamos distinguir las siguientes tendencias:
1. Una épica didáctica que hunde sus raíces en los
grandes poemas helenísticos, al estilo de un Arato o un
Nicandro, y que ha dado figuras como Dionisio el Periegeta,
Marcelo de Side, los dos Opianos, Doroteo de Side,
Máximo y Manetón.
2. Una épica narrativa que tendrá su gran floración
entre los siglos n y v, y en la que destacan Quinto de
Esmirna y, ya mucho más tarde, Trifiodoro Museo y Coluto.
3. Una poesía hímnica cuyo ejemplo más típico es
Mesomedes de Creta, y algo más tarde, Proclo. Los Himnos
órficos pueden situarse aquí.
4. Una poesía epigramática en la que hay que situar
a los representantes de la antología pertenecientes
a este período (Lucilio, Crinágoras, etc.).
5. Finalmente, un tipo de poesía yámbica (Babrio)
y la poesía popular representada por canciones populares,
anacreónticas, etc.
Pero es la prosa, según antes anticipábamos, la gran
señora de las corrientes literarias del momento. Una
10 J. A ls in a , «Panorama de la épica griega tardía», Est. Clás.
XVI (1972), 139-167.
31 E. H f .i t s c h , Die g r. Dichterfragmente der röm. Kaiserzeit,
Gotinga, 1963-64. En general, para la poesía griega de la época romana,
cf. R. K e y d e ll, «Die gr. Poesie der Kaiserzeit (bis 1929)», en
el B u r s ia n , CCXXX, 1931, págs. 41-161.
20 OBRAS
prosa que, en algunas ocasiones, pretende adornarse con
las galas supremas de la poesía. Sobre todo en el caso de
los llamados «oradores de concierto» (Konzertredner)i2,
verdaderos virtuosos de la palabra, cuyas posibilidades
utilizan hasta extremos inconcebibles. Si adoptamos la
dicotomía de Reardon —y nada nos impide hacerlo, aunque
a veces tal dicotomía resulte un poco forzada—, podemos
establecer una división tajante entre lo nuevo
(paradoxografía, pseudociencia, religión, literatura cristiana,
novelística) y lo viejo, o antiguo. Cabe abordar el
estudio de la prosa de esta época a través de las manifestaciones
tradicionales de la retórica, que alcanza ahora
la categoría de suprema fuerza formadora del espíritu.
Todo huele ahora a retórica en el mejor sentido de
la p alabra33. La escuela es la gran moldeadora de los
escritores. En relación con esta tendencia general, un
puesto de honor en las letras de la época de Luciano lo
ocupa el movimiento literario conocido por Segunda Sofística,
cuyas relaciones con el fenómeno llamado aticismo
(imitación de los modelos clásicos), a pesar de los
numerosos estudios que se le han dedicado, no se ha
explicado aún del todo satisfactoriamente34. Tradicional32
La expresión procede de Radermacher (apud v an G r o n i n gen,
«General literary tendencies...», 47),
33 Para una buena valoración del término retórica, referido
a esta época, cf. B om p a ire , Lu d en écrivain..., págs. 30 y sigs., y
R e a rd o n , Courants littéraires..., págs. 3 y sigs.
34 Sobre esta debatida cuestión (un resumen de la cual puede
hallarse en R e a rd o n , Courants littéraires..., págs. 64-96) no hay todavía
acuerdo, se han ocupado, entre otros, E. R o h d e (Der gr.
Roman und seine Vorläfer, Leipzig, 1876 [con numerosas reediciones,
la última en Hildesheim, 1960], págs. 310 y sigs.), G. K a ib e l
(«Dionysus von Halikarnassss und die Sophistik», Hermes, 20
[1885], 497 ss.), W, S c hm id (en las páginas del libro antes citado
Der Atticismus), E. N o r d e n (Die antike Kunstprosa, 1, Berlin,
1923 \ págs. 392 y sigs.), U. v. W ilam o w itz («Asianismus u nd Attizismus
», Hermes 30 [1900], 1 ss.) y B o u la n g e r (Aelius Aristides,
ant. cit., passim).
INTRODUCCIÓN GENERAL 21
mente suelen colocarse en la misma columna autores
pertenecientes a este movimiento general, como Polemon,
Herodes Ático, Elio Aristides, Luciano, Alcifrón,
Filóstrato, Arriano, etc. Reardon, entre otros méritos,
tiene el de haber intentado una distinción, estableciendo
lo que él llama la retórica pura y la retórica aplicada,
en una distinción, como siempre ocurre con las de Reardon,
eminentemente práctica, pero con debilidades desde
el punto de vista metodológico: así, Elio Aristides,
presentado como la figura más ilustrativa de la retórica
pura, pero cuya producción entra de lleno en lo que el
crítico anglosajón llama lo nuevo. Sus obras más importantes
en el campo del género epidictico son auténticos
conciertos en prosa, que cautivan al oyente (Panatenaico,
A Roma, Defensa de la oratoria, etc.). La más alta expresión
de estas corrientes es, pues, Elio Aristides, tras los
pasos iniciales de un Herodes Ático, una de las figuras
más simpáticas de la época, enormemente rico, dotado
de excelentes cualidades de político y administrador, y
discípulo de los grandes espíritus de la generación anterior,
Polemón y Favorino. Si estos sofistas son la mejor
muestra de la tradición retórica epidictica, en Luciano
y en Alcifrón tendremos la mejor manifestación
de la creación retórica, esto es, de unos autores que,
partiendo de los clásicos ejercicios de escuela (la meleté,
sobre todo), se elevan a la categoría de auténticos creadores
a los que no puede negárseles, pese a la aparente
paradoja, la originalidad. En esta misma categoría cabe
situar a un autor como Filóstrato.
La retórica aplicada halla sus representantes más
ilustres en figuras como Máximo de Tiro, filósofo, y ya,
en el campo de la historia, en Apiano, Arriano, Dión Casio,
el anticuario Pausanias, Polieno, Eliano y Ateneo.
Pero el gran movimiento literario de la época de los
Antoninos y los Severos presenta también, junto al cultivo
de lo tradicional, hechos nuevos. La gran novedad
22 OBRAS
será, en el campo espiritual, la aparición de la literatura
cristiana; pero no menos nuevos son una serie de fenómenos
culturales y literarios entre los que hay que destacar
las obras paradoxográficas, los tratados de fisiognomías,
la curiosa figura de Artemidoro de Éfeso35, con
su obra sobre La interpretación de los sueños, los Discursos
sagrados de Aristides, auténtico documento para
elaborar un diagnóstico no sólo de la estructura psíquica
de este autor, sino de toda su época M, y la Vida de Apolonio
de Tiana, un documento, asimismo, de primer orden
para conocer la psicología de este período36 bis. Finalmente,
la novela, que, tras el trabajo pionero de Rohde31,
ha sido objeto de innumerables estudios que han aclarado
múltiples problemas de este género38.
2. Apuntes sobre la vida
De la vida de Luciano es muy poco lo que conocemos
de un modo seguro. Ni sus contemporáneos ni los autores
posteriores nos dicen cosas que valgan la pena
para reconstruir, con cierta seguridad, las grandes líneas
de su biografía. Filóstrato, autor de las famosas
Vidas de los Sofistas, silencia su nombre, a buen seguro
35 En su Oneirokritikon (editado por R. A. Pack, Leipzig, 1963);
de esta obra, de la que había escasísimas traducciones, han aparecido
últimamente varias: véase la de D. d e l C o r n o , Artemidoro,
II libro dei sogni, Milán, 1975.
56 Cf. el estudio que le dedican, respectivamente, A. J. Fest
u g i é r e (Personal religion..., págs. 85 y sigs.) y E. R. Dodds (Pagan
and Christian..., págs. 37 y sigs.).
36 bi. Véase la traducción de A. B e rn a b é , Filóstrato, Vida de
Apolonio d e Tiana, Madrid, B.C.G., 1979.
37 Der gr. Roman und seine Vorläufer, anteriormente citado.
58 Una discusión en R e a rd o n , C o u r a n ts ..., págs. 309-405; para
o b r a s e n e s p a ñ o l, cf. C. M i r a l l e s , La n o v e la en la a n tig ü e d a d c lá sica,
B a rc e lo n a , 1968, y C. G a rc ía G u a l, L o s o r íg e n e s d e la n o v e la ,
M a d rid , 1972.
INTRODUCCIÓN GENERAL 23
por no considerarlo un sofista puro. La Suda, que recoge
algunos datos, está llena de noticias que huelen a
reconstrucción a partir de leyendas surgidas del cristianismo
bizantino. No tenemos, pues, más remedio que
acudir a los datos dispersos contenidos en su propia
obra, método, lógicamente, expuesto a muchos peligros
39.
Por si fuera poco, el autor ha empleado, en su obra,
dos nombres distintos: Luciano (Loukianós), que es un
nombre latino helenizado, y Licino (Likïnos), que es
como aparece en algunas ocasiones. Ni siquiera sabemos
si los dos son un seudónimo, aunque la cosa es probable,
porque Luciano era un semita y, por tanto, su nombre
auténtico debió de ser semita también40. Que era natural
de Samósata puede darse como prácticamente seguro,
ya que en uno de sus tra tados41 así lo afirma. Samósata
era la capital de la Comagena, región semita que entró
en la órbita del Imperio Romano a partir del año 65 a. C.
Ignoramos también el nombre de sus padres, como la
fecha de su nacimiento.
Del estudio de los datos dispersos a· lo largo de su
obra podemos deducir que su familia era de modesta
posición, aunque no del todo indigente. A juzgar por lo
que dice en algunos de sus opúsculos 42, debería haber
nacido hacia el 125 de nuestra era, ya que el 160 contaba
unos cuarenta años de edad. Tenemos en El sueño un
dato que, aunque seguramente elaborado, contiene un
núcleo de verdad histórica: parece que cuando Luciano
35 Un intento muy serio para establecer los momentos más imp
ortantes de la vida de Luciano puede verse en el libro de
J. S c h w a r t z , Biographie de Lucíen de Samosate, Bruselas, 1965.
* Recuérdese el caso del filósofo neoplatónico Porfirio, cuyo
nombre no es sino la traducción del semita Maleo; o el caso de
Saulo, Paulo.
41 Cómo debe escribirse la historia 24.
42 El maestro de retórica 15, Hermótirno 13, El pescador 29.
24 OBRAS
tenía unos catorce años su padre decidió enviarlo al taller
de su tío para que se iniciara en el arte escultórico.
En un consejo de familia que iba a decidir sobre la profesión
que debía aprender el joven Luciano, se acuerda
que, puesto que las letras exigían mucho esfuerzo, tiempo
y no poco gasto, resultaba recomendable enviarle a
que se iniciara en la escultura. Razones para ello, aparte
las económicas, parece que no faltaban. El propio Luciano,
en esta especie de autobiografía de su primera
adolescencia que es El sueño, nos informa sobre su talento
para modelar figuras de c e ra43. Sin embargo, su
iniciación quedó truncada por un desgraciado accidente,
la ruptura accidental, por parte del muchacho, de una
tableta, lo que despertó las iras de su tío, quien lo devolvió,
al parecer, a casa de sus padres. Luciano nos ha
descrito, con toda su gracia, el sueño que tuvo una vez,
de regreso a su casa, y que, al parecer, determinó su
definitiva vocación. Se le aparecen dos mujeres, la Escultura
y la Retórica, y cada una de ellas hace la apología
de su propio arte. Vence al final la Retórica, que le
promete la fama, la riqueza y la inmortalidad. Parece
ser, pues, que Luciano va a ser un rétor, un sofista44.
Algunos medios debía de poseer la familia de Luciano
porque, en efecto, se toma la decisión de enviar al muÍS
El sueño 29. Una confirmación, al menos aparente, de esta
facilidad p a ra las artes plásticas de Luciano, ha querido verla Le
Morvan («La description artistique chez Lucien», Rev. Étud.
Grecques 45 [1932], 380 ss.), en el hecho de que Luciano, como escritor,
es un buen técnico en describir obras artísticas. Pero no
hay que olvidar que, en la formación retórica de la época, tal tipo
de descripciones —llamadas ecphráseis— son una práctica muy corriente,
y constituían una pa rte de la formación del fu tu ro escritor.
44 La visión de dos mujeres, cada una sosteniendo un punto
de vista, es un topos literario muy frecuente en la lite ra tu ra clásica,
y ello rebaja un tan to el posible carácter de hecho vivido
que describe Luciano.
INTRODUCCIÓN GENERAL 25
chacho a estudiar a Jonia. Esta región, así como toda la
franja costera de Asia Menor era entonces, desde los
tiempos de Augusto, uno de los territorios más cultos
del Imperio. De aquí surgirán, en el siglo n, los espíritus
más refinados y cultivados de la época45. Y durante
este tiempo, los Antoninos favorecerán enormemente el
progreso cultural de esta parte del Imperio, que va a conocer
en el siglo II un auténtico renacimiento.
Pero tampoco tenemos noticias concretas sobre los
estudios que aquí realizó Luciano. Es posible que estudiara
con Polemón, aunque el dato no es seguro. Pero sí
podemos afirmar que el joven Luciano amplía sus conocimientos
del griego, cuyos rudimentos sin duda poseía
ya a juzgar por lo que dice en el tratado Cómo debe
escribirse la historia 24. Lo que estudió es fácil deducirlo:
retórica, que, en frase de Marrou fue siempre, y
era entonces, el objeto específico de la alta cultura. Una
vez terminada su primera formación retórica, pasó a estudiar
a Atenas y, de allí, a Antioquía, donde, con toda
verosimilitud, debutó como abogado a los veintiocho
años. Antioquía era, a la sazón, un gran centro cultural.
En ella, paganos y cristianos convivían en el estudio47
y es posible que fuera aquí cuando entrara Luciano por
primera vez en contacto con el mundo cristiano.
Pero —a juzgar por los datos de la Suda— parece
que Luciano fracasó como abogado. Ello determinó el
abandono de la profesión y la decisión de Luciano de
45 Dión de Prusa, Aristides, Apolonio de Tiana, entre otros
muchos. Cf. N i l s s o n , Geschichte..., II, págs. 297 y sigs., y H. I. M a r r
o u , Histoire de l'éducation..., págs. 269 y sigs.
46 Op. cit., pág. 269.
47 Véase el interesante estudio de A. J. F e s tu g ié r e , Antioche
painne et chrétienne, París, 1959, que, aunque se ocupa de una
época posterior, ofrece datos importantes p a ra el siglo ii.
26 OBRAS
dedicarse a ejercer de sofista ambulante que recorría el
Imperio dando conferencias48.
Si hemos de creer io que nos cuenta en el Nigrino,
un viaje realizado a Roma para someterse a un tratamiento
oftalmológico fue decisivo en su orientación.
Parece, en efecto, que su conversación con el filósofo
Nigrino, un platónico de los muchos que en este momento
vivían en Roma, le causó una profunda impresión. No
sabemos hasta qué punto Luciano describe una experiencia
real, porque hay razones para poner en tela de
juicio que se trate de un topos. Pero, si realmente Luciano
nos está describiendo una vivencia propia, hay que
reconocer que este diálogo sería decisivo para muchos
aspectos de su vida y de sus ideas. Porque, a juicio de
algunos críticos49, se trataría de una obra en la que Luciano
nos ofrece una auténtica confesión personal. Gallavotti
y Quacquarelli, por otra parte, sitúan, además, la
fecha del Nigrino en época muy reciente, y sostienen que
el opúsculo lucianesco fue escrito bajo la impresión producida
por el contacto del sofista con el filósofo.
No es éste el momento de ocuparnos del problema de
la llamada conversión a la filosofía y la polémica que ha
suscitado. Bástenos, por el momento, con decir que, si
hubo conversión, ésta no fue muy duradera. Más preocupado
por ganar dinero, volvió muy pronto a la sofística,
recorriendo el mundo dando conferencias. No fue
poco lo que viajó: estuvo en Siria y Palestina, en Egipto,
en Rodas, en Cnido, pasó una larga temporada en las
Galias y llegó, en su itinirante profesión, hasta el Ponto.
Regresa a su ciudad natal hacia el 164, para volver inme"
Cf. M. G u a rd u c c i, «Poeti e conferenzieri ne ll’etá ellenistica»,
en M. A. L. 6, II, Roma, 1929. El trab a jo de C am e ro n , «Wandering
Poets», anteriormente citado, se refiere al siglo iv d. C., pero ilustra
sobre situaciones y condiciones parecidas.
,9 Cf. A. P e r e t t i , Luciano, un intellettuale greco contro Roma,
Florencia, s. a., pág. 11.
INTRODUCCIÓN GENERAL 27
diatamente a la Jonia, y se hallaba en Antioquía el día
que Lucio Vero entró en esta ciudad para tomar e!
mando de las tropas que iban a enfrentarse con la gran
pesadilla del momento: los Partos. Desde Antioquía vuelve
ahora a la ciudad de Atenas, que había conocido en
su juventud. Y permanece en ella unos veinte años. El
período de su estancia en Atenas va a ser uno de los
más fecundos de su existencia. La mayor parte de su
obra va a componerse aquí. También aquí va a dirigir
sus más acerados dardos contra la filosofía, una vez desengañado
de ella. Sobre todo, en Herrnótimo y en El pescador,
su testimonio más claro del desengaño que ha sufrido
respecto a la filosofía. Será también aquí donde
trabará amistad con Demonacte, amistad que reflejará
en alguna de sus obras.
Tarde ya, en la curva de su vida, toma esposa, de la
que nada sabemos, por otra parte, ni del hijo que menciona
en El eunuco.
La última etapa de su vida transcurre en Egipto,
donde logró un puesto burocrático en la cancillería del
gobernador. Fue allí donde, con toda probabilidad, murió
nuestro autor. Sobrevivió a Cómodo, lo que significa
que moriría hacia el 192. Una leyenda que recoge Suda
—Luciano muere atacado por unos perros— es, sin duda,
la recompensa que los cristianos le dan por haber atacado
con sus burlas a la nueva religión.
3. La obra de Luciano
Luciano fue un escritor prolífico. Su obra, aparte de
original, es extensa. Pero no todo lo que se nos ha transmitido,
a través de los manuscritos medievales, como
suyo se le puede atribuir sin más. Y lo que es peor
aún no tenemos criterios objetivos que permitan no ya
una clara cronología, sino incluso una segura atribución.
28 OBRAS
Los ensayos que se han hecho para hallar un método que
permita asegurar la paternidad de todos sus opúsculos
no son compartidos por todos los críticos 50. Con todo,
hay un grupo de obras que, con mayor o menor seguridad,
suelen considerarse como no lucianescas. Son las
siguientes:
Lucio o El asno, Encomio de Demóstenes, Tragopodagra, Ocipus,
Epigramas, Sobre la diosa siria, Caridemo, Amores, Los longevos,
Nerón, La gaviota, El patriota.
Y aun con respecto a algunos de esos opúsculos hay
discrepancias. Así Croiset considera auténticos los Epigramas,
en tanto que Lattanzi ha atacado la autenticidad
de Zeus confundido. Tampoco faltan intentos por reivindicar
escritos que, en general, suelen considerarse espurios:
así, Bompaire ha hecho serios esfuerzos por sostener
el carácter lucianesco del tratado Sobre la diosa
siria y la Tragopodagra51.
50 Cf. C. G a li.a v o tti, Luciano nella sua evoluzione artística e
spirituale, Lanciano, 1932, cree poder utilizar como criterio seguro
el contenido del códice, pero h a refutado sus puntos de vista
N. F e s ta («A proposito di criteri per stabilire l ’autenticitá degli
scritti compresi nel corpus lucianeo», Mel. Bidez, Les Étud. class.
[1934], 377 ss.).
51 La h ipercrítica del siglo xix (por ejemplo, Bekker) hizo
q u e se llegaran a rechazar la mayoría de los escritos del corpus
lucianeo (así, el mencionado Bekker atetizaba 28 de los 82 escritos
del corpus; en tre ellos obras tan típicamente lucianescas como La
vida de Demonacte). G. M. L a tta ííz i (Mondo class. 3 [1933], 312 ss.),
en u n trab a jo dedicado a criticar el estudio, anteriormente citado,
de Gallavotti y que, además, planteaba el problema de los tra ta dos
auténticos y espurios de Luciano, llegó a dudar de la au ten ticidad
del Zeus confundido. Pero ha habido, asimismo, intentos
por reivindicar obras que la crítica anterior rechazaba: así B omp
a irk , Lucien écrivain..., págs. 738 y sigs., ha intentado ganar para
L u c ia n o opúsculos como Sobre la diosa siria y Tragopodagra, aunq
u e n o le podamos seguir en su argumentación.
INTRODUCCIÓN GENERAL 29
Los opúsculos que suelen, en general, considerarse
auténticos son los siguientes 52:
El sueño o Vida de Luciano, A uno que le dijo: eres un Prometeo
en tus discursos, Filosofía de Nigrino, Pleito entre Consonantes,
Timón o El misántropo, Prometeo (o El Cáucaso), Diálogos
de los dioses, Diálogos marinos, Diálogos de los muertos,
Menipo o Necromancia, Caronte o Los contempladores, Acerca de
los sacrificios, Subasta de vidas, El pescador o Los resucitados,
La travesía o El tirano, Sobre ¡os que están a sueldo, Apología
de los que están a sueldo, Sobre una falta cometida al saludar,
Hermótirno o Sobre las escuelas filosóficas, Heródoto o Etión,
Zeuxis o Antíoco, Harmónides, El escita o El próxeno, Cómo debe
escribirse la historia, Relatos verídicos, El tiranicida, El desheredado,
Fálaris I y II, Alejandro o El falso profeta, Sobre la danza,
Lexífanes, El eunuco, Vida de Demonacte, Los retratos, Sobre los
retratos, Tóxaris o Sobre la amistad, Zeus confundido, Zeus trágico,
El sueño o El gallo, Icaromenipo o Por encima de las nubes,
Doble acusación o Los tribunales, Sobre el parásito o Que el parasitismo
es un arte, Anacarsis o Sobre la gimnasia, Sobre el luto,
El maestro de retórica, El aficionado a la mentira o El incrédulo,
Hipias o El baño, Preludio. Dioniso, Preludio. Heracles, Acerca
del ámbar o Los cisnes, Elogio de la mosca, Contra un ignorante
que compraba muchos libros, No debe creerse con presteza en la
calumnia, El falso razonador o Sobre el término «apophrási>,
Acerca de la casa, Elogio de la patria, Discurso contra Hesíodo,
El navio o Los deseos, Diálogos de las cortesanas, Acerca de la
muerte de Peregrino, Los fugitivos, Las Saturnales, Fiestas de
Crono (o Cronosolónj, Epístolas saturnales, El banquete o Los
lapitas, La asamblea de los dioses, El cínico, El pseudosofista o
El solecista y Caridemos o Sobre la belleza.
Tal es la nómina de los escritos lucianescos. Se trata,
como puede ya entreverse a través de los meros títulos,
de temas muy variados, ¿Es posible ensayar una clasificación?
La empresa resulta ciertamente arriesgada dada
52 Una lista completa en la ú ltima edición científica de Luciano
(McLeod, Oxford, 1972).
30 OBRAS
la riqueza de sus temas, la variedad de su tratamiento, la
mezcla que hace su autor de todos los procedimientos
que la formación sofística le ofrecía. A grandes rasgos,
puede establecerse una doble clasificación atendiendo al
fondo y a la forma.
1. Si atendemos a la temática abordada por Luciano,
es posible distinguir en la obra lucianesca tres grandes
grupos:
Ante todo, los escritos de tendencia retórica. Se trata
de los opúsculos más claramente sofísticos, y, por ende,
de aquellos en los que más abunda la frivolidad. Cabe
situar en este grupo —que comprende obras de épocas
muy diversas— escritos como El tiranicida, Fálaris I
y II, y, muy especialmente, el Elogio de la mosca, que
es una de las más estupendas muestras del arte sofístico
de Luciano. Caen de lleno dentro de este grupo las
prolalías (escritos de introducción a las conferencias sofísticas),
así como Sobre las dipsadas y Sobre una falta
cometida al saludar.
Escritos de tendencia satírica y moral. Hay que incluir
dentro de este grupo los distintos tipos de diálogos
(Diálogos de los dioses, Diálogos marinos, Diálogos
de los muertos), así como opúsculos en los que se ataca
a la filosofía (Hermótimo, Filosofía de Nigrino, El pescador),
o aquellos en los que Luciano fustiga la tontería
humana (Icaromenipo, Menipo, Prometeo), la superstición
(El aficionado a la mentira), la afición a historias
absurdas y maravillosas (Relatos verídicos), etc.
Por la temática cabe, asimismo, distinguir aquellos
opúsculos que realizan una dura crítica de la actualidad.
Cae de lleno dentro de este grupo el curioso tratado
Cómo debe escribirse la historia (posiblemente el único
escrito serio de Luciano), así como aquellos opúsculos
en los que Luciano ataca aspectos concretos de la vida
de su tiempo: por ejemplo, Alejandro y La muerte de
INTRODUCCIÓN GENERAL 31
P e r e g r in o . Hay que señalar que, caso de que se aceptara
la tesis de Baldwin sobre Luciano como un escritor
preocupado por cuestiones sociales de su tiempo, muchos
escritos considerados como meramente retóricos
deberían incluirse en este grupo. Pero, según hemos de
ver, el punto de vista del crítico mencionado es poco
menos que inaceptable.
2. Si atendemos a la forma, hay un grupo de obras
que destacan dentro de la producción lucianesca: son
los diálogo.s. Luciano se consideraba, como hemos de
ver, el creador de un género nuevo al combinar el diálogo
filosófico, al estilo de Platón, con la comedia. Pero
dentro de los diálogos hay, realmente, diferencias importantes:
en algunos casos tenemos una breve conversación
entre dos o más personajes, sin que medie
introducción alguna (Diálogos de los dioses, Diálogos
marinos, Diálogos de las cortesanas, Diálogos de los
muertos). Se trata, a no dudarlo, del tipo que más famoso
ha hecho a su autor.
En otros casos, el diálogo lucianesco adquiere el aspecto
de un auténtico drama en miniatura, en el que,
en algunas ocasiones, el propio Luciano puede intervenir,
hablando en boca de alguno de los personajes. Caen
dentro de este grupo obras como Subasta de vidas, El
gallo, Caronte, Zeus trágico, Timón, El pescador y La
asamblea de los dioses.
Un problema complejo, difícil de resolver, es la
cuestión de la cronología de la obra lucianesca. Se han
intentado diversos procedimientos para conseguir establecer
ciertos criterios básicos que permitan, al menos,
una cierta base objetiva. Pero todos, hasta ahora, han
sido más o menos contestados. P. M. Bolderman53 y
T. Sinko54 han aclarado algunos puntos de esta cues5î
P. M. B o ld e rm a n , Studia lucianea, Leiden, 1893.
54 T. S in k o , E o s 14 (1908), 113 s.
32 OBRAS
tión, pero sin aportar, ni mucho menos, soluciones
definitivas. Hubo un momento en que pareció que
R. Helm 55 podía dar con la clave, con su tesis sobre los
descubrimientos, por parte de Luciano, de la mina de
temas que le proporcionaba Menipo. Pero tras las críticas
de Bomp a i r e l o s puntos de vista de Helm han
quedado profundamente desacreditados. Se intentó, más
tarde, establecer un criterio a base de considerar que
las piezas en las que el autor firmaba con el nombre de
Licinio pertenecían a un mismo período57. Pero el hecho
de que Licinio sea un seudónimo, que Luciano pudo
utilizar en cualquier momento de su \'ida, convierte esta
tesis en poco verosímil58. Se ha creído poder sostener
que las obras en las que Luciano ataca a los estoicos
sólo son comprensibles a partir de la muerte del emperador
Marco Aurelio, filósofo estoico a su vez, contra
cuya escuela es poco probable que se escribiera estando
en vida el emperador-filósofo 59. Pero se trata, como podemos
comprender, de meras suposiciones.
Pero no todo es imposible de determinar, y si tenemos
en cuenta las referencias del propio autor se puede
obtener una cierta cronología relativa, a veces relativamente
aproximada si se conjugan datos internos y
referencias a hechos externos. En conjunto podríamos
establecer los siguientes datos:
Las obras retóricas (tipo Fálaris, Hipias, Heracles,
Elogio de la mosca) pertenecen, sin duda, al período
55 R. H e lm , Lukian und Menipp, Leipzig, 1906 (reed. Hildesheim,
1966).
“ B om p a ir e (Lucien écrivain...) ha demostrado que n o existe
sólo una mina menipea en Luciano, y que la tesis de la fuente
única debe rechazarse.
57 Cf. R. H e lm , e n P a u ly -W is s ow a , Realencyclopädie..., s. v.
Lukianos, col. 1764.
“ Esta tesis ha sido defendida, sobre todo, por Richard.
59 E s la te s is d e W. S c h m id (P h ilo lo g u s 50, 297 ss.).
INTRODUCCIÓN GENERAL S ide
la juventud, cuando Luciano hace sus primeras armas
como sofista. Más o menos próximas al 157, techa
de su primer establecimiento en Atenas, serían Filosofía
de Nigrino, Diálogo de los dioses, Diálogos marinos, Diálogos
de los muertos, Zeus trágico, Zeus confundido,
Caronte, Icaromenipo.
Posiblemente escritas a raíz, o inmediatamente después
de su viaje a Antioquía, fueron El sueño, Relatos
verídicos, quizá, el Menipo. Es probable que, durante
su segunda estancia en Atenas —una de las etapas más
fecundas de su vida—, escribiera Hermótirno, Timón,
Asamblea de los dioses, Cómo debe escribirse la historia,
Doble acusación, Los fugitivos, El pescador. Tales
obras habría que situarlas, pues, hacia los años 162-165.
Sobre la muerte de Peregrino habría que fecharla hacia
169, y hacia 171, el Alejandro o El falso profeta.
Serían sus obras más tardías escritos como Lexífanes,
El eunuco, Vida de Demonacte, Pleito entre consonantes
4. El escritor
Para comprender, en todo su alcance, la significación
de Luciano, para su época, como escritor, debemos
abandonar el criterio moderno de originalidad para acogernos
a otro concepto, el de mimesis, que no debemos
traducir por imitación sin más, porque, de hacerlo, no
llegaríamos a comprender jamás el ideal literario de la
literatura de esta época. Poco avanzaremos si nos empeñamos,
como por otra parte se ha hecho en épocas
pasadas, en considerar que mimesis implica, meramente,
un simple copiar los procedimientos de los autores clá60
Un cuadro, naturalmente suceptible de modificaciones, puede
verse en el libro de J. S c h w a r t z , ya citado, Biographie de
Lu d en de Samosate.
34 OBRAS
sicos. Bompaire, autor de un inteligente libro sobre
Luciano, pero al tiempo un investigador que ha sabido
comprender muy bien el espíritu del siglo n, ha acuñado
una fórmula que, creemos, permite superar la
alicorta visión del siglo pasado en lo que concierne a la
valoración positiva de la época de Luciano, sobre todo
en el aspecto literario-estilístico. Propone Bompaire61
que debemos evitar la traducción de mimesis por pastiche,
y tender a ver en este concepto —capital para
esta época— una «referencia al patrimonio literario»
que representan los autores de la mejor literatura clásica.
Como ya había expresado Dionisio de Halicarnaso
62, se trata, esencialmente, de que el alma del estudioso
de un autor del pasado entre en contacto con este
escritor y, a fuerza de una lectura asidua y atenta, llegue
incluso a identificarse con el espíritu del autor-modelo.
Más o menos por la misma época, el autor del tratado
Sobre lo sublime insiste, en repetidas ocasiones63, en
que, al escribir, debe tenerse la impresión de que nos
están escuchando los autores más perfectos del pasado,
e imaginar cómo reaccionarían al leer o escuchar lo
que el imitador lee o escribe. Se trata, en suma, de
una «toma agonal de contacto», principio éste que ha
presidido todo auténtico renacimiento humanístico,
como es el del período que estudiamos.
Dentro de la clasificación de las principales tendencias
literarias que priman en la época de Luciano, tal
como las ha establecido Reardon64, Luciano queda comprendido
dentro de lo que el citado historiador del siglo
il llama la creación retórica. Creación que, induda61
B ompaire, L u d en écrivain..., especialmente págs. 63 y sigs.
62 D io n i s io de H a l ic a r n a s o , De imitatione, f r . 6 (c f. la e d ic ió n
d e U s e n e r -R a d e rm a c h e r , Opuscula, 2.1., 1904, p á g . 202).
63 Cf. Sobre la sublime 14. Puede acudirse a mi edición, con
traducción castellana (Col. Erasmo, Barcelona, 1977).
64 Reardon, Courants littéraires...
INTRODUCCIÓN GENERAL 35
blemente, se nutre de una inteligente combinación de
los géneros del pasado, previamente estudiados y asimilados.
Ahora bien, para sacar el máximo partido de los
géneros literarios, Luciano acude a dos principales métodos:
de un lado, la contaminación, de otro, la trasposición.
Valorar, en su auténtico sentido, estos dos procedimientos
significa estar en condiciones de expresar
un juicio de valor sobre Luciano como escritor. Veámoslo:
Es bien sabido que una de las formas más empleadas
por Luciano es el diálogo en el que toman parte grandes
figuras del pasado: filósofos, historiadores e, incluso,
dioses y personajes mitológicos. Pero aunque el diálogo,
como forma literaria, tiene una larguísima historia antes
de Luciano6S, éste sabe dotarlo de un contenido nuevo
que le concede una profunda originalidad. Ha sido el
mismo Luciano quien, en interesantes pasajes de su
obra66, nos ha informado sobre los principios en que se
basó para su re-creación. En el opúsculo A uno que le
dijo: eres un Prometeo... (6), se echa en cara a Luciano,
por parte de un personaje, que lo que ha hecho
ha sido, sin más, unir dos géneros tan dispares como
son comedia y diálogo. Y en la Doble acusación (34),
se le critica el que haya destruido la tradicional seriedad
del diálogo mezclándolo con elementos tomados de
la comedia.
El sentido de estas críticas es, pues, claro: sea o no
cierta la acusación, la verdad es que en estos pasajes
se nos informa de lo que Luciano consideraba como su
gran aportación a la literatura la contaminación de dos
65 Puede verse, sobre el tema, el libro clásico de R. H i r z e l ,
Der Dialog, Leipzig, 1895, vol. I, págs. 269 y sigs., y a J. A n d rie u ,
Le dialogue antique, Paris, 1954.
66 A uno que le dijo: eres un Prometeo en tus discursos 6, y
Doble acusación 34.
36 OBRAS
géneros preexistentes, creando una forma nueva, que
habrá de conocer, a lo largo de la historia, una considerable
fortuna (Erasmo, Quevedo, Fontenelle, etc.).
Pero una pregunta hemos de formularnos al llegar
a este punto: ¿es Luciano el inventor de este nuevo tipo
de género literario, o lo tomó de otros autores, aunque
dándole su sello propio? Se ha pensado, a la vista de
los numerosos elementos cínicos dispersos por toda la
obra lucianesca, que Luciano habría tomado esta nueva
forma literaria de la sátira menipea. Tal es la tesis de
Helm en su bien conocido libro Lukian und Menipp.
¿Qué era la sátira menipea? Aunque prácticamente nada
conservamos del famoso Menipo, a través de las imitaciones
de que ha sido objeto se ha intentado, en algunas
ocasiones, definir este curioso género satírico. Sabemos
que se caracterizaba por una serie de elementos típicos
(viajes celestes, banquetes, subastas, viajes al mundo
subterráneo, etc.), por la presencia de tipos bien concretos,
sobre todo, filósofos. Es, asimismo, cierto —y
ello es resultado del carácter cínico de este autor— que
lo fundamental era la mezcla de elementos serios y cómicos,
presencia de parodias y un cierto fondo edificante,
como es normal en la literatura creada por el
cinismo, que elaboró una especie de contracultura muy
original, estudiada recientemente por J. Roca67 en un
interesante estudio en el que se complementan las aportaciones
de Dudley, Höistad, Piot y Kleinknecht68.
Sin embargo, Menipo es un autor demasiado poco conocido
para que podamos adherirnos a la tesis de Helm,
que propugna, sin más, que Luciano utiliza, como fuente
67 J. R o c a , Kynikós Tropos, Bol del Inst. de Est. Helénicos,
Barcelona, 1974.
“ Du d ley , A History of Cynism, Londres, 1937. H ö is ta d , Cynic
Hero and Cynic King, Upsala, 1948. Pi or, Un personnage de Lucien,
Ménippe, Rennes, 1914. H . K l e in k n e c h t , Die Gebetsparodie in der
Antike, reed. Heldesheim, 1967.
INTRODUCCIÓN GENERAL 37
única, a Menipo. Luciano, que afirma, en alguna ocasión,
imitar a Menipo 69, jamás dice que se limite a imitar
a este solo autor. Por ello, Bompaire ha podido
modificar la tesis de Helm, postulando que, junto a
Menipo, el sofista de Samosata ha imitado a otros muchos
autores70.
Al lado de la contaminación, empero, Luciano ha
utilizado la trasposición. Si el primer procedimiento
consiste, básicamente, en una mezcla de géneros, la trasposición
se realiza cuando se adapta la forma de un
género literario a otro. Platón, por ejemplo, traspuso
los mimos al género dialógico. Pues bien, Luciano realizó
esta misma operación, adaptando la comedia con fines
propios. Hoy conocemos bien, gracias al trabajo de Andrieu
71, los procedimientos lucianescos de trasposición.
Pero, con todo, tenemos aquí planteado un problema.
En un principio, se preguntó la crítica si realmente
nuestro sofista había echado mano de la comedia antigua
n. La respuesta fue ambigua, pues, aunque hallamos
en Luciano determinados temas de este género (por
ejemplo, la bajada al infierno de Las ranas de Aristófanes),
no pudo señalarse un empleo normalizado de la
comedia antigua.
Una respuesta más clara se ha dado cuando se plantea
la cuestión del empleo de la comedia nueva por
parte de Luciano. Pero si la respuesta es aquí unánimemente
afirmativa, el problema se agudiza cuando se
trata de determinar el grado de presencia de estos elementos
cómicos en Luciano. La tesis extrema está representada
por Kock, quien ha pretendido hallar, en la
69 Doble acusación 33.
70 B om p a ire , L u d en écrivain..., pág. 555.
71 A n d r ie u , Le dialogue antique, ya citado en nota 65.
72 Véase el estudio de L a \d e rb e r g e r , Lukian und die altattische
Komödie, Friburgo de Br., 1905.
38 OBRAS
prosa de algunos Diálogos de las cortesanas13, versos
más o menos modificados. Contra tal postura se ha
observado —por ejemplo, Bompaire— que un tipo así
de trasposición sería en extremo rudimentario. En verdad,
un procedimiento indigno del refinado arte de Luciano.
Una posición más aceptable, sostenida por
K. Mras74, defiende que Luciano halló en la Comedia
Nueva un simple estímulo para su producción literaria.
En el otro extremo de la gama de teorías sobre esta
cuestión, un Legrand75 llegará a sostener que no hay
base suficiente para afirmar que Luciano se inspire en
la comedia. Que no hay, en los Diálogos de las cortesanas,
paráfrasis alguna de comedias. También Helm se
une a este punto de vista.
¿Ha traspuesto Luciano, además de comedias, otros
géneros a sus diálogos? La cosa es harto dudosa. Se ha
intentado sostener, por ejemplo, la presencia de poemas
épicos en la obra lucianesca. Se ha sostenido, incluso,
que hay razones para creer en la trasposición de idilios.
Pero, aparte el hecho de que los puntos de contacto,
los indicios, son más bien escasos (por ejemplo,
Teócrito, Id. II, y Diáil. Cort. 4), todo lleva a hacer creer
que los elementos épicos e idílicos que podamos hallar
en los diálogos de nuestro autor deben proceder de meras
reminiscencias de escuela.
Hasta aquí, los puntos referentes al arte de Luciano,
tomado en sí mismo. Pero es interesante, también, intentar
rastrear el origen de los temas abordados por el
escritor, el de sus personajes, el ambiente que domina
en sus opúsculos. Ello nos proporcionará, al mismo
73 Cf. B om p a ire , Lu d en écrivain..., págs. 569 y sigs. Una crítica
a esta tesis la lleva a cabo K. M ra s , en Wiener Studien (1916),
341.
74 En Wiener Eranos (1909), 77 ss.
75 «Les dialogues des courtisanes comparés avec la comédie»,
Rev. des Études Grecques 20 (1907), 176 ss., y 21 (1908), 91 ss.
INTRODUCCIÓN GENERAL 39
tiempo, creemos, la procedencia de lo que cabría llamar
el caudal cultural de Luciano.
Comencemos por sus personajes históricos, que
abundan en su obra. Luciano, autor de un importante
tratado teórico sobre Cómo debe escribirse la historia,
bien estudiado por algunos au to re s76, está relativamente
bien informado respecto de los hechos básicos de la
historia de Grecia77. Pero, hecho un tanto extraño en un
conocedor de la historia de la Hélade, sus personajes suelen
ser figuras tradicionales que actúan en situaciones
típicas: Creso es, en nuestro escritor, el tipo de rey opulento;
Alejandro, el vencedor, un tanto jactancioso;
Solón, el consejero de los grandes príncipes. Las figuras
de los grandes filósofos están siempre cortadas de
acuerdo con un patrón típico. ¿Cómo explicar este
hecho?
La respuesta, a juicio de los críticos más recientes,
es que la formación lucianesca es una formación escolar.
Los procedimientos de la enseñanza retórica (la metete,
los progymnásmata) son los que hallamos en los
autores de esta época, y Luciana no podía ser una excepción.
El hecho ha sido muy bien estudiado por Bomp
a ire78 y Reardon79, quien ha señalado que el estudio de
los tópoi «es central para el estudio de Luciano». Por
su parte, Bompaire ha insistido, con razón, en que «no
puede dejar de subrayarse la importancia de la teoría
y del catálogo de los tópoi en la retórica antigua... Buena
76 Entre otros, G. A v e n a r iu s , Lukians Schrift zur Geschichtsschreibung,
Meisenheim a. Glan, 1956, y últimamente H . H om e y e r
(Munich, 1965).
77 Véanse los trabajos de S. W a lz , Die geschichtlichen Kenntnisse
des Lukians, tesis doct., Tubinga, inédita (cf. B u r s i a n , 221,
62), y E. F lo d e r , Lukian und die historische Wahrheit, tesis doct.,
Viena, inédita.
IS B om p a ire , Lucien écrivain..., passim.
79 R e a rd o n , Courants littéraires..., p á g s . 169 y sigs.
40 OBRAS
parte de las ideas de Luciano, y su misma imaginación,
se alimentan, consciente o inconscientemente, a base de
tales repertorios».
El tipismo que hallamos en sus personajes históricos
es el mismo, por otra parte, que descubrimos en
sus figuras mitológicas. Las actitudes que adopta el Zeus
lucianesco se nutren de Homero: su Prometeo es invariablemente
el ladrón del fuego, su Hermes es el dios
que disfruta hurtando.
Pero es que incluso los personajes inventados de Luciano
caen dentro lo que cabría llamar arquetipos psicológicos:
sus figuras constantes, sobre todo en los
Diálogos, son el supersticioso, el heredero que espera
con impaciencia la muerte del anciano que ha de legarle
su dinero, el petulante, el nuevo rico, el adulador, el
avaro, el misántropo, el incrédulo... Es muy posible que
tales tipos procedan de la comedia. Pero tampoco hay
que olvidar que la retórica había clasificado, con vistas
a la enseñanza, los tipos clásicos que, sin duda, utilizaría
Luciano.
Pero no acaban aquí los elementos retórico-escolares.
También las descripciones geográficas. No practica nuestro
autor lo que en su tratado Cómo debe escribirse la
historia había señalado —siguiendo principios clásicos—
como la base de toda buena historiografía: la autopsia,
el principio que señala que el historiador y el geógrafo
deben describir lo que han visto con sus propios ojos.
Y, en efecto, sus ciudades, sus ríos, sus paisajes están,
todos, cortados de acuerdo con el patrón retórico de la
época. Bompaire80 ha dado importantes ejemplos de
ello, en su obra sobre nuestro autor.
Pero la huella de la formación retórica de nuestro
autor no se limita a lo que hemos venido señalando.
Se extiende a los elementos estructurales de toda su
30 B om p a ire , L u d e n é c r iv a in ..., p á g s . 161 y sig s.
INTRODUCCIÓN GENERAL 41
producción. Y, en efecto, podemos descubrir, en los
opúsculos lucianescos:
1. El proceso, en sentido estricto o lato, un juicio,
un elemento judicial. Unas veces se trata de auténticos
juicios (Apología, Pleito entre consonantes, El tiranicida,
El desheredado) en los que aparecen todos los recursos
de la oratoria judicial81. Otras veces nos hallamos ante
auténticos discursos de carácter deliberativo (Fálaris,
La asamblea de los dioses, Zeus trágico). Pero también
el género epidictico, con sus ataques, elogios o reproches:
así Filosofía de Nigrino, Elogio de la patria, Elogio
de la mosca, entre otros.
2. Elementos socráticos, en un sentido más o menos
estricto, entran, asimismo, en el opúsculo lucianesco.
El banquete, la conversación entre maestro y discípulo,
la simple conversación, son constantes.
3. Finalmente, el elemento filosófico. También aquí
la temática recuerda la formación escolar, sofística. Los
lugares comunes más corrientes en la literatura filosófica,
sin olvidar la diatriba cínica, dominan su obra escrita,
de un modo especial en opúsculos como el Icaromenipo
y la Necromancia, según ha estudiado Prächt
e r 82.
Tras el análisis de los elementos literarios de la obra
de Luciano, nos resta ocuparnos de su lengua y de su
estilo. Respecto a la lengua de nuestro escritor, lo primero
que hay que señalar es que Luciano, como los demás
representantes de la segunda sofística, no utiliza
la lengua hablada en su época; la tendencia de la época
era la imitación de los grandes modelos de la época clásica,
siguiendo la corriente que, iniciada en el siglo i,
“ Cf. el estudio de L. M ü l l e r , «De Luciani dialogorum rhet.
compositione», Eos 32 (1929), 559 y sigs.
!2 K. P r a c h t e r , «Zur Frage nach Lukians philosophischen
Quellen», Archiv f. Geschichte der Philos. 11 (1898), 565 y sigs.
42 OBRAS
ha recibido el nombre de aticismo. Se procura escribir
como un Platón o un Demóstenes, aunque, curiosamente,
tanto en Luciano como en sus colegas, se han podido
observar algunas desviaciones de la norma. ¿Cómo debe
explicarse este hecho? Para ciertos críticos, como Deferr
a r i83, tales divergencias son el resultado de un propósito
determinado, no meros descuidos del escritor. Así,
por ejemplo, si bien en Luciano, habitualmente hallamos
utilizados los rasgos más típicos del ático, como el empleo
de la /-ir-/ en vez de /-ss-/, la llamada /-n¡ efelcística,
la contracción regular en los verbos contractos
y el llamado futuro ático, el dual (ya desaparecido prácticamente
del ático, y, desde luego, de la lengua conversacional
de la época de Luciano); el optativo —que en
la época helenística había sufrido una gran merma en el
empleo, hasta llegar a desaparecer de la lengua normal—
es, asimismo, utilizado, pero a veces —y de este hecho
nos ocuparemos inmediatamente— de manera «incorrecta
», así como ocurre, en algunos casos, con el empleo
de las negaciones. De acuerdo con la tesis de Deferrari,
si hallamos en Luciano algunas formas jónicas
es debido a la intención deliberada de dar una pequeña
pincelada jónica a su obra: así, en los Relatos verídicos,
los jonismos que se han podido detectar se deben a que,
dado que Luciano, en esta obra, se propone satirizar la
literatura de fantasía, emplea algunos de los usos habituales
en este género, normalmente escrito en jónico.
Asimismo, algunos vulgarismos que contienen los Diálogos
de las cortesanas pueden explicarse, según el crítico
antes citado, por el tipo de género que el autor
imita.
Quedan, sin embargo, algunos casos que no han po83
R. J. D e f e r r a r i , Lucian’s atticism, Princeton, 1916. Esta obra
se aprovecha de los estudios anteriores, sobre todo, del fundamental
de W. S c hm id , Der Atticismus..., vols. I-IV, y S. C h a b e r t ,
L ’atticisme de Luden, París, 1897.
INTRODUCCIÓN GENERAL 43
dido ser explicados: Deferrari ha pretendido explicarlos,
o al menos justificarlos, como consecuencia de una deficiente
tradición manuscrita o como un descuido, en algunos
casos, del propio Luciano. Otros críticos, como
Fritsche84, han emitido la hipótesis de que la obra de
Luciano ha sido sometida, tras la muerte de su autor,
á una revisión aticista, hipótesis poco plausible si tenemos
en cuenta que esta hipotética revisión habría introducido
más desorden que orden en la lengua de Luciano.
El problema que plantea la lengua de la segunda sofística
resulta ser, pues, que, en ocasiones, los autores
de esta corriente han intentado imitar la lengua de los
siglos v y IV a. C. Los sofistas, de acuerdo con esta tesis,
defendida especialmente por S c h m i d serían unos espíritus
que escribían de espaldas al presente, con los
ojos puestos en los modelos áticos. Pero en la tesis de
Schmid había un punto que parecía contradecir los postulados
y los datos en los que se basaba su autor: porque
el uso del optativo que hallamos en algunos casos
en estos sofistas sería un mentís al principio fundamental
establecido. ¿Cómo habría que explicar, pues, estos
usos anómalos?
Hacia los años cuarenta, Higgins86 intentó atacar la
tesis de Schmid en un trabajo de grandes ambiciones
que se proponía no sólo explicar los usos anómalos del
optativo que hallamos en la lengua de la segunda sofística,
sino incluso concluir, por medio de los datos obtenidos
del estudio de los papiros de la época, que la lengua
de los sofistas no era una lengua artificial, sino que
esta lengua habría adoptado muchos elementos de la
“4 En su edición de Luciano (Rostock, 1860-62, vol. I, página
XIII).
15 En Der Atticismus..., I, págs. 212 y sigs.
86 M. J. H ig g in s, «The Renaissance of the First Century and
the Origins of Standard Late Greek», Traditio 3 (1945), 49 ss.
44 OBRAS
lengua hablada en el siglo n. Higgins opina que estos
usos anómalos procedían de usos dialectales vivos. En
suma, que puede hablarse de lo que Higgins llamaba el
«standard late Greek», que sería una especie de compromiso
entre la lengua literaria y la koiné de la época,
una lengua que mezclaría una sintaxis dialectal y el vocabulario
jónico-ático de la koiné. Hay que decir, empero,
que, a pesar de que Higgins utiliza los más recientes
estudios sobre la lengua hablada de esta época87, los
datos aportados por las inscripciones y el conocimiento
de los autores tardíos, la tesis ha sido atacada de raíz
incluso por autores que pertenecen a la escuela del crítico
citado. Así, Anlauf88, tras pasar revista a los trabajos
de esta escuela, concluye que la tesis básica es
errónea, lo cual no quiere decir que la labor crítica de
Higgins haya sido vana. Sobre los aspectos positivos
de Higgins y su escuela se ha manifestado, recientemente,
por ejemplo, Reardon89 al señalar que «ha echado las
bases para un estudio, más exacto y comprehensivo que
el de Schmid, del fenómeno que llamamos aticismo».
Si pasamos ahora, tras esta digresión, al estilo de
Luciano, señalaremos que Luciano no se ha limitado a
una simple imitación del estilo clásico; como en todos
los demás aspectos de su personalidad, ha sabido inspirar
vida a los elementos que imita, marcándolos con su
sello propio. Ello aparece ya claro en el modo de citar
de Luciano. Por un lado, tenemos las «citas de adorno»,
87 De entre los estudios sobre estos problemas, cabe citar:
E. H e rm a n n , Die Nebensätze in den gr. Dialektinschriften, Leipzig-
Berlin, 1912; A. P e r e t t i , «Ottativi in Luciano», Rev. Fil. ed Istr.
Class. 23 (1948), 69 ss.; R. de L. H e n ry , The Late Greek Optative
and its use in the Writings of Gregory Nazianzen, Washington,
1943.
88 G. Anlauf, Standard Late Greek oder Atticismus? Eine S tu die
zum Optativgebrauch im nachklass. Griechisch., tesis doct.,
Colonia, 1960.
89 Courants littéraires..., pág. 84.
INTRODUCCIÓN GENERAL 45
citas innecesarias para el contexto y que sólo emplea el
autor para elevar el tono del pasaje. Un ejemplo lo tenemos
en Icaromenipo 12 y 22. Se trata de puras citas
literarias, sin duda tomadas de antologías, como parece
demostrarlo el hecho de que los otros autores de la
época suelen acudir a las mismas. En otros casos, la
cita sirve para conceder autoridad a lo que se afirma.
Sería no ya una cita de adorno, sino una cita que tiene
una finalidad práctica concreta.
Otro elemento estilístico muy abundante en Luciano
es el uso de los proverbios con la finalidad de dar un
sabor más o menos popular a algunos pasajes de su
obra. El fenómeno ha sido estudiado por Rein 90, quien
cae, empero, en el defecto de creer que Luciano los ha
ido a buscar en los autores clásicos. Más probable es
que procedan de colecciones antológicas. Ocurre aquí
como en el caso de la cita: los autores de su época suelen
acudir a los mismos refranes, lo que delata un origen
escolar-retórico, como, por otra parte, ha demostrado
recientemente Bompaire91.
Debemos a O. Schmidt92 uno de los estudios más
completos del uso del símil y de la metáfora en Luciano.
Nuestro autor toma sus metáforas de los campos más
variados de la vida humana, pero tampoco puede negarse
el origen libresco de tales procedimientos estilísticos.
Pero sabe emplearlas con buen tino: puede incluso
ocurrir, como en los mejores autores de la época clásica
—Platón, incluso Píndaro—, que a lo largo de toda una
obra hallemos un motivo dominante: así, en el Hermó-
90 R e in , Sprichwörter und sprichwörtliche Redensarten bei
Lukian, Tubinga, 1894.
91 B om p a ire , Lucien écrivain..., p á g s . 392 y sig s.
92 O. S c hm id t, Metapher und Gleichniss in den Schriften Lukians,
Winterthur, 1897.
46 OBRAS
timo, este motivo es el camino empleado ya por Platón
en el Lisis 9i.
Otro recurso corriente en el estilo lucianesco es la
presencia de la anécdota y la fábula, lo que concede a
la narración un ritmo vivo, muy personal.
Debemos a Schmid94 buenas observaciones sobre
los períodos retóricos de Luciano: según el gran estudioso
del aticismo, los períodos lucianescos se caracterizan
por su elegancia y su proporción, elementos que
contribuyen a hacer agradable la lectura de nuestro
autor. Rico es, asimismo, su vocabulario, como ha señalado
Rothstein95 en el estudio que le ha consagrado.
En resumen, Luciano sigue la norma general de su
época en la lengua que utiliza: una lengua artificial, imitada
de los grandes autores del aticismo, aunque, en
ocasiones, pueda caer en pequeños errores sintácticos,
pese a que él conocía muy bien el ático, como demostró
en el curioso opúsculo El solecista. En cuanto a su estilo,
es una magnífica combinación de recetas de escuela
y de buen gusto literario. Ello convierte a nuestro
autor en uno de los más agradables de la literatura griega
de todos los tiempos.