domingo, 21 de agosto de 2016

Ricardo Menéndez Salmón. Premio Biblioteca Breve 2016.


Ricardo Menéndez Salmón.
Premio Biblioteca Breve 2016.
En una época futura, nuestro planeta se ha convertido en un archipiélago en el que conviven dos fuerzas: los Propios, súbditos de las islas, y los Ajenos, desterrados tras disputas ideológicas y económicas. Dentro del Sistema existe una isla llamada Realidad, donde el Narrador vigila la probable aparición de los enemigos del orden. Pero a medida que éste se agrieta y el centinela pierde sus certezas, el Narrador se convierte en un hombre peligroso, en un pensador incómodo.
Combinando lo íntimo con lo político, la privacidad con la Historia, El Sistema se asoma a lo distópico, la alegoría, la investigación metafísica y la lectura apocalíptica. En sus páginas tienen cabida asuntos como la pregunta por la identidad, el miedo al Otro, la búsqueda de un relato que nos permita interpretar la complejidad del mundo, e incluso la posibilidad de un tiempo poshumano.
Fuente: N.N.

El sistema. (FRAGMENTO).
Ricardo Menéndez Salmón

«Una novela de ideas, de enorme ambición intelectual y literaria, que abre nuevos caminos en la narrativa contemporánea.»

JURADO DEL PREMIO BIBLIOTECA BREVE 2016


José Manuel Caballero Bonald

Pere Gimferrer

Manuel Longares

Elena Ramírez

Clara Usón


 A Eva Ervas
Pondus meum amor meus; eo feror quocumque feror


 
Ninguna escritura que afecte a la existencia de un tema secreto puede escapar ella misma al secretismo. Con el tiempo se acaba confiriendo un culto ya no solamente a la figura primaria, sino también al documento.

DON DELILLO,  La estrella de Ratner


 
EN LA ESTACIÓN METEOROLÓGICA


 
El Sistema es un archipiélago.
Los textos acerca del tiempo humano mencionan cuatro épocas: Protohistoria, Historia Antigua, Historia Moderna e Historia Nueva. El Sistema no existe durante la Protohistoria. En ese periodo sólo existe la Naturaleza y, dentro de ella, un animal que comienza a escapar del frío, el miedo y la extinción prematura a duras penas, mediante el empleo de útiles, la reunión en tribus, la adopción de estrategias de caza y pesca.
Con la Historia Antigua aparece la escritura, se desarrollan los cultivos y la agricultura, la domesticación de animales. Nacen las primeras ciudades. La religiosidad se organiza. Florecen las legislaciones. El Sistema comienza a perfilarse. Se expandirá en la Historia Moderna y se afianzará durante la Historia Nueva hasta alcanzar su actual forma.
El Sistema era antes distinto: continentes, federaciones, países. Hoy, como queda dicho, es un mosaico de islas. Las guerras ideológicas han favorecido dicha fragmentación; las contiendas económicas la han acentuado. Las islas poseen nombres muy diversos. Números o acrónimos; personalidades antaño importantes; sustantivos. El nombre de la isla del Narrador es Realidad. Así se llamaba ya en la Historia Moderna y desde entonces conserva esa denominación. A sus habitantes les gusta decir que entre el pasado y el futuro, lo habido y el porvenir, la nostalgia y el deseo, ellos viven en Realidad.
Son gramáticos ardientes, severos.
En la isla, por ejemplo, el uso de la letra mayúscula es importante. Existe Consejo. Existe Ejército. Existe Rey. El grueso de la población lo forma una masa de técnicos, funcionarios, obreros. Niños y niñas reciben una educación común. Se estimulan virtudes como la templanza y la tenacidad. También se pondera como un valor cierta indiferencia ante el sufrimiento. Se nace en casa, se vive en familia, se muere sin dolor.
Hace tiempo, mucho, que la mayoría de los realistas ha dejado de soñar.

Circulan rumores acerca de la descomposición del Sistema. Se habla de tumultos en el Dado, núcleo desde el que emana el poder, se codifican las leyes, se dictan derechos y deberes. Se pronuncian palabras cuya sola mención provoca espanto: mutilación, horca, canibalismo.
Escéptico por educación, el Narrador se limita a tomar nota de estos rumores. Los consigna sin que le tiemble el pulso, pero sin darles excesiva importancia. La vida en Realidad no se ha visto alterada por lo que pueda estar sucediendo en el Dado. De allí siguen llegando instrucciones y memorandos. Todos comparten parecidos móviles: cómo legislar, para quién hacerlo, de qué precaverse.
Porque la naturaleza del Sistema es la coerción; su objetivo, la seguridad. Las islas del Sistema han aceptado esta ecuación como indiscutible. Garantizar la seguridad de sus súbditos es el empeño principal del Sistema. El Sistema tiene como única responsabilidad lograr que sus fieles vivan a salvo. Felicidad, libertad o justicia son derechos que sólo pueden emanar de una seguridad previa.
El Narrador, que conoce a fondo la Historia Moderna, sabe que en esa época esta ecuación no siempre se respetó. A consecuencia de ello hubo guerras devastadoras, nacieron movimientos violentos que amenazaron con destruir toda idea de equilibrio, se produjeron revueltas que, amparándose en la defensa de determinadas convicciones, trajeron colapso y muerte.
Los rumores acerca del derrumbe del Sistema son cíclicos. En rigor se desconoce de dónde proceden ni qué persiguen. El Narrador, cuyo escepticismo no implica una inteligencia negligente, ha dedicado muchas horas a reflexionar sobre este asunto.
Su conclusión, que no ha compartido con nadie, es que el propio Sistema difunde estos rumores.

Realidad es una isla en forma de rectángulo casi perfecto, un capricho de la geología. Su aspecto, que parece nacido del molde de un artesano antes que del conflicto permanente entre la tierra y el mar, hace fácil su defensa. Ello, sin embargo, no disuade a los Ajenos de intentar acceder a su territorio. Incluso las islas en apariencia inexpugnables se han convertido en objetivos.
A comienzos de la Historia Nueva, el Sistema definió una doble categoría: los Propios, súbditos de facto y de iure, y los Ajenos, personas extrañas al conglomerado de islas, cuerpos residuales que las disputas ideológicas y económicas habían purgado. La prosa oficial habla de aliados y enemigos. El vulgo lo traduce de forma drástica, con contundencia pronominal: nosotros y ellos.
Los desmanes de finales de la Historia Moderna exigieron por parte del Dado un ordenamiento estricto y claro de la pertenencia. Qué quedaba dentro del Sistema; qué debía permanecer fuera de sus fronteras. Esta enseñanza, que es dogma en el seno de las comunidades sistémicas, supone la primera revelación que escuela y padres transmiten a las nuevas generaciones. El problema es que, en apariencia, la categoría de los Ajenos no cesa de crecer. Los rumores sugieren que Realidad y buena parte de las islas que la rodean ya no son otra cosa que fortalezas sitiadas. El mar y cuanto contiene se ha convertido en un enigma pavoroso.
El Narrador habita la Estación Meteorológica 16, un cubo de piedra, cemento y cristal dispuesto al borde de un acantilado. Convertido en guardián de este pedazo de isla, enfocando sus prismáticos hacia el horizonte, aguarda día tras día por si a lo lejos, como una mancha sobre la piel, los Ajenos aparecen.
El Narrador, pues, es sólo Narrador por vocación. Su oficio, en esta plaza fuerte de Realidad, es el de vigía, centinela, delator.

La jornada del Narrador discurre metódica. Se levanta muy temprano, en torno a las cinco de la mañana, se asea y hace gimnasia, desayuna, consulta el sismógrafo, el barómetro y el medidor de presencias. Dedica entonces un par de horas al estudio de la Historia Moderna —su devoción— y de la Historia Nueva —su deber—, revisa los informes llegados del Dado durante la noche previa e invierte el resto de la mañana, antes de la comida, en mantener en orden la Estación. La 16 consta de un dormitorio, una cocina, un aseo y un cuarto de estudio. Su perímetro está rodeado por una terraza. En ella el Narrador ha plantado romero y lavanda. Acabada la comida, se permite una siesta antes de recorrer la extensión de terreno correspondiente a la Estación. Vigila que los perros reciban agua y alimento, comprueba el buen orden de las cisternas, los depósitos de gasolina y queroseno, la cabaña de revelado y diagramación. A media tarde dedica unos minutos a su cuaderno. En algún momento antes de la cena telefonea a su mujer y habla con sus dos hijas. Las tres mujeres lo visitan el último fin de semana de cada mes. Al Narrador le pesa esta lejanía, aunque la acata con estoicismo. Tras la cena, cultiva una de sus pasiones: el ajedrez, en cuya tradición es un experto; la filatelia, un placer heredado de su padre; o la lectura de novelas, actividad a efectos prácticos inexistente en el Sistema desde las grandes persecuciones de la Historia Nueva, pero que frecuenta con una constancia no exenta de inconvenientes, tanto para su economía (las novelas no son fáciles de conseguir) como para su bienestar (en las novelas la vida es siempre distinta a la vida en Realidad). El Narrador duerme pocas horas. Su sueño es pesado, de bruto, sin goce.

Anoche, mientras descansaba, junto a las habituales órdenes emanadas del Dado, el lector de sucesos filtró el comunicado de alguien llamado V2: «A todos los Puntos Calientes, Observatorios de Aves, Puestos de Frontera, Últimos Hombres Libres y Estaciones Meteorológicas del Sistema. Disturbios en las islas meridionales. Hambre. Saqueos. Destrucción de bancos, hospitales, cárceles. Codicia. Rapiña. Caos. Las cosas se están volviendo clandestinas. Repetimos: las cosas se están volviendo clandestinas. Nos regocijamos».
El Narrador intenta proseguir su jornada como si el comunicado no hubiera existido, pero le resulta imposible. Su habitual escepticismo se ve perturbado. Sus estudios de Historia Moderna e Historia Nueva se resienten. Apenas puede disfrutar de la comida y de la siesta. Distribuye sin tino el alimento para los perros y comete errores en la transcripción de datos. No telefonea a su familia.
El Sistema vive en el alambre. A medida que se acentúa, su fortaleza genera un vivero de antagonistas. Algunos intérpretes señalan que en esa paradoja se esconde su dramático destino. Porque al desarrollarse, fortalecerse y aspirar a la perpetuidad, el Sistema crea los elementos que lo destruyen. Como el cáncer, el Sistema es una floración incontrolada de ansia por perdurar, de eternidad celular.
La noche es muy bella cuando el Narrador apaga la luz de lectura y decide dormir. Sin embargo, el insomnio lo arroja a la terraza. Por un instante, al contemplar las estrellas y escuchar el sonido del mar, toda preocupación se borra: los legajos antiguos, los argumentos ad hominem, la miseria posible y la posible grandeza, el fulgor de tiempos remotos, la mera existencia de un porvenir.
Todo. Absolutamente todo.

El día discurre bajo el hechizo de la comunicación de V2. El final del dictado («Nos regocijamos») turba de modo especial al Narrador. Esa alegría en el desastre lo desasosiega. Abriga además la certeza de que el comunicado es auténtico por partida doble. No sólo está convencido de que no procede del Sistema, como una de esas falsas declaraciones empleadas por el poder de manera interesada para más tarde desmentirlas en beneficio propio, sino que admite que cuanto insinúa es cierto. El escepticismo del Narrador parece agrietado.
Al Narrador le es familiar la idea de Caída. Su pasión por la Historia Moderna le ha enseñado que la Caída constituye de hecho la piedra angular del progreso. Pero la idea de ser contemporáneo a esa Caída introduce un elemento novedoso. No es lo mismo leer Historia que protagonizarla. De pronto, en su atalaya de observador, la Estación Meteorológica 16 se convierte en algo más que un puesto de control. Se transforma en un lugar donde las cosas pueden suceder.
De tarde, se recibe una comunicación del Consejo de Realidad. Las perturbaciones que el Sistema experimenta hace días se deben a Ajenos que han logrado sortear determinados mecanismos de control hasta suplantar personalidades de Propios y difundir informaciones falsas. Este acceso de los excéntricos a una inesperada forma de tecnología provoca en el Narrador una sincera alarma.
El mar es una alfombra muda, muerta, que no atesora ningún tipo de vida. Por segundo día consecutivo no telefonea a su familia. De noche, antes de dormir, reproduce en el tablero la Anderssen-Kieseritzky, la Inmortal de Londres, 1851.
Es la única paz de la jornada.

Realidad está dividida en diecisiete Sustancias. Cada Sustancia tiene un Atributo y varios Accidentes. El Narrador nació, creció, estudió, se casó y fundó su familia en el Atributo de Sustancia 16. Sustancia 16 es una de las divisiones menos extensas y habitadas de Realidad. Es una Sustancia con una naturaleza espléndida, una tierra fértil y un clima benigno. El vigor de Sustancia 16 fue grande hasta hace décadas, pero una profunda crisis en sus sectores principales —minería, pesca, siderurgia— hizo que la demografía se estancara, la economía se resintiera y se produjera un éxodo de población hacia Sustancias más prósperas. Sustancia 16 es hoy un parque temático de su vencido esplendor, un territorio que sobrevive por inercia, y en el que la belleza del entorno no hace sino acentuar la tristeza de los corazones. Los emigrados de Sustancia 16 marchan de su tierra con pesar. Pero nunca regresan.
El Narrador es consciente de que su puesto en la Estación es un hito menor dentro de la gran contabilidad de Realidad y, por extensión, dentro de la gigantesca contabilidad del Sistema. Ello no es obstáculo para que desempeñe su tarea como si fuera el último baluarte frente a los Ajenos. Quizá por ello está disgustado consigo mismo, con la poca eficacia mostrada ayer durante el trabajo. Prevenido en consecuencia, hoy cumple sus obligaciones a entera satisfacción. También la de telefonear a su familia. Como la Estación sólo puede realizar llamadas, pero no recibirlas, le es sencillo escudarse tras una mentira para justificar su defección de los dos últimos días.
—La línea no funcionaba —dice a su mujer sin que la voz tiemble.
El Dado permanece en silencio durante la jornada. El Narrador se acuesta con sensación de fiebre en la piel. Y piensa en una bella, antigua palabra: melancolía.

El medidor de presencias se activa de madrugada. El reloj de dígitos fosforescentes señala una hora inolvidable: 03.33. El Narrador salta de la cama para dirigirse hacia la cabaña de revelado y diagramación. Los perros lo reciben con una salva de ladridos, aunque el olor familiar calma pronto su inquietud.
Dentro del sector noroeste de Sustancia 16, cerca del punto más septentrional de Realidad, se detecta una presencia. Su pulso en la pantalla verdinegra es visible durante horas, inmóvil en su cuadrante pero activo. Luego, mientras el sol regala sus primeros rayos, se desvanece para no regresar.
El Narrador abandona la cabaña para escrutar el horizonte con sus prismáticos. Como era de esperar, el mar le devuelve una mirada inerte. El hambre lo conduce al interior de la Estación, donde desayuna con apetito de lobo, como si la tensión acumulada hubiera disparado su necesidad de alimento.
En su comunicado al Sistema, el Narrador mantiene un tono neutro, cifrando con exactitud las horas de aparición y desaparición del pulso. No se permite conjeturas. El Dado metaboliza la información con asepsia: «Notificación procesada. Permanezca atento». El resto del día lucha contra el sueño, y su siesta es desacostumbradamente larga. Despierta de ella con migraña y náuseas. La jornada transcurre por lo demás monótona, a pesar del buen tiempo y del aire suave y limpio.
Por la noche, al teléfono, se muestra esquivo y no comenta con su esposa el incidente de la presencia. Antes de dormir, la lectura de uno de los más reputados novelistas de Realidad lo confirma en sus certezas. La literatura, en la isla, ha sido siempre una rama del folclore.

Tras haberlos recogido en el cercano aeródromo, un vehículo del Ejército traslada a los ingenieros hasta la Estación. Ambos son militares, oficiales de rango: un capitán y un teniente. Y los dos son parecidísimos, como piezas nacidas de un mismo troquel. Entregan al Narrador una cédula de acogida y residencia para catorce días. Vivirán en la cabaña. El Narrador queda bajo sus órdenes durante este periodo, aunque puede consultar en caso de duda a la delegación del Consejo en Sustancia 16.
El capitán menciona la palabra rutina. Al Narrador la palabra rutina y una estancia de catorce días le parecen cantidades no homogéneas, un círculo cuadrado, pero prefiere callar. Los ingenieros comienzan a despachar entre sí en su jerga; el Narrador les da la espalda con alivio. No los vuelve a ver durante el resto del día.
El Sistema ha desarrollado desde la implantación de la Historia Nueva una hipertrofia tecnológica. Los saberes humanistas, el arte y la literatura se han convertido en antiguallas piadosamente toleradas. El saldo de la cuenta arroja una desproporción cada vez más acusada entre el progreso científico y las satisfacciones intangibles. La alegría, por ejemplo, ha menguado de forma simultánea al despliegue de las conquistas micro y macrofísicas. Nunca como hoy el hombre ha estado tan solo entre la materia atómica y la estelar. Porque desvelando los misterios de ambas, parece haberse olvidado de sí mismo.
Estos pensamientos asaltan al Narrador mientras se refugia en su cuaderno. Allí ejerce de librepensador, una profesión por lo que sabe peligrosa. Hay hogueras en su memoria donde esos pioneros ardieron hace tiempo.

Los ingenieros permanecen ocultos. El Narrador apenas llega a verlos tras la comida, cuando hacen mediciones con un teodolito en torno a los depósitos de gasolina y queroseno.
El aburrimiento como suceso principal. Un tedio generoso, del tamaño exacto de la esfera del reloj, que devuelve al Narrador la evidencia que los acontecimientos de días pasados le han hecho olvidar. Que en la Estación casi nunca sucede nada; que su vida lleva tiempo convertida en este desagüe de horas vacías, en la consulta de pantallas de plasma que transmiten datos monótonos, palabras mil veces reiteradas, una burocracia no sólo sin alma, sino también sin rostro.
Su padre, que fue un hombre paciente, tanto que hizo de esa virtud un color que se extendió sobre sus actos, el gris de la prudencia, le legó al morir un álbum de sellos. El Narrador contempla esas obras de arte que transcurren invisibles para millones de Propios, objetos útiles y a la vez delicadísimos, y que han sido capaces de trascender el tiempo a pesar de estar fabricados con los más humildes materiales.
Su mujer le habla de noche con una voz no muy distinta a la de los comunicados del Sistema. El cariño como otra rutina combustible, que se alimenta del oxígeno de los días, consumiéndose en una llama sin belleza ni calor. Piensa en los primeros días de su vida en común y se siente extraño, como si hubiera invadido la intimidad de otra persona. El álbum de sellos no le trae alivio tras la conversación. Fuera, bajo la noche inmune, una luz palpita en la cabaña de revelado y diagramación.

sábado, 20 de agosto de 2016

La fuerza de la concisión en LETRA ESPINA: el último libro de Vilma Vargas Robles.


LA FUERZA DE LA CONCISIÓN EN “LETRA ESPINA”: EL ÚLTIMO LIBRO DE VILMA VARGAS ROBLES. Por Guillermo Fernández. 

La voz poética de Vilma Vargas Robles nos ha parecido siempre desprovista de todo artificio o estereotipo. Se trata de una poesía humanizada y centrada en los motivos que aquejan a cualquier persona pensante y sensible de nuestra sociedad, con sus limitaciones e impotencias, con sus recuerdos y fantasmas. De ahí que sea humanizada. Una poesía en contacto con el problema básico del ser humano.
La autora ha publicado los libros "El fuego y la siesta" (1983), Premio Centroamericano Juan Ramón Molina del Ministerio de Cultura de Honduras, "El ojo de la cerradura" (1993), publicación de la Editorial de la Universidad de Costa Rica y "Quizá el mañana", también de la Editorial de la Universidad de Costa Rica.
En "Letra espina" (2016), su última producción, Vilma Vargas prosigue los temas planteados en sus otros libros, de manera que es un trabajo complementario a todo un proyecto poético de la autora. Son 68 poemas divididos en tres partes: “Boleros y otros”, “El único alojamiento”, “Las ceibas o el eterno presente” y “Letra espina”.
Su poesía mezcla el tono conversacional y el solemne. Pasa de la reflexión a las referencias familiares, como en “Final de Viejo Oeste”: “Esta ciudad y su vida de fauces que olfatean / y muerden hasta el hueso más roído, / juegan al balompié con el cráneo de sus semejantes”. Entendemos que este tipo de poesía busca ser auténtica, un testimonio de una autora que escudriña su sociedad, la sufre, la conoce, la lleva con necesidad y temor. La poeta utiliza una difícil concisión. (Y difícil porque ha templado rigurosamente cada verso o poema). No más allá de lo que requiere para dejarnos su visión de las cosas: “No busco al médico, / trato de encontrar el alma; / la que perdí en la cesta del supermercado”. (“Un trecho justo”)
Agradecemos en Vilma su capacidad de decirnos algo en este mundo de palabras insustanciales, de colmenas de puro ruido. Le reconocemos a la autora la capacidad, desde "El ojo de la cerradura", de ofrecernos un mundo en unas cuantas líneas. Los poemas de Vilma son precisos y totales. Por ejemplo, véase en “Manías”, este abarcamiento de la situación humana, en tan pocos versos: “El día se abre como una ventana. / Y el vecino construye un muro. / Como a todos, como a cualquiera, / nos devora el minutero hambriento. / Y ante la caída del sol pasamos, / cada vez más ciegos, entre ciegos”.
Pocos poetas en el país poseen esta virtud. La de optar por una brevedad sustantiva que nos enseña todo un paisaje, que nos describe un complejo estado. No hacen falta tantas lucubraciones para despertar en el lector la idea de que se vive un hecho poético y que este hecho poético es magnífico por ser simple.
De los 68 poemas de este libro, tenemos nuestras preferencias. “Manías” es uno de los más acabados, aquí la autora demuestra que es una poeta profunda y cabal, que sus temas son relevantes, al igual que en “Historietas del Planet Mall”, “Niño custodio”, “Recuento”, “Dónde habrá alojamiento”, “Un trecho justo”, “Las ceibas o el eterno presente”, “Nicho” (extraordinario poema), “A dos voces imitando a Basho”, “Danza tribal”, entre otros.
En general, la poesía discreta, decantada, reflexiva, de esta autora nos acerca a cualquier acontecimiento, ya sea al más íntimo o global, a la calle o a la penumbra del recuerdo, a las redes invisibles que nos anudan a los otros, a la memoria del amor que subsiste en la ceniza, a la resistencia de ser en el tiempo y saberse sin poderes especiales.
“Letra espina” es un poema auténtico, que es lo que quisiéramos siempre pedir a los poetas, es decir, que nos digan sus verdades, que desnuden sus espejos.

jueves, 18 de agosto de 2016

(Continuación del poemario: LUNA DE ENFRENTE (1925). Jorge Luis Borges.


(Continuación del poemario: LUNA DE ENFRENTE
  (1925).

DAKAR

  Dakar está en la encrucijada del sol, del desierto y del mar.
  El sol nos tapa el firmamento, el arenal acecha en los caminos, el
  [mar es un encono.

  He visto un jefe en cuya manta era más ardiente lo azul que en el
  [cielo incendiado.

  La mezquita cerca del biógrafo luce una claridad de plegaria.
  La resolana aleja las chozas, el sol como un ladrón escala los muros.
  África tiene en la eternidad su destino, donde hay hazañas,
  [ídolos, reinos, arduos bosques y espadas.

  Yo he logrado un atardecer y una aldea.

  LA PROMISIÓN EN ALTA MAR

  No he recobrado tu cercanía, mi patria, pero ya tengo tus estrellas.
  Lo más lejano del firmamento las dijo y ahora se pierden en su
  [gracia los mástiles.

  Se han desprendido de las altas cornisas como un asombro de
  [palomas.

  Vienen del patio donde el aljibe es una torre inversa entre dos
  [cielos.

  Vienen del creciente jardín cuya inquietud arriba al pie del muro
  [como un agua sombría.

  Vienen de un atardecer de provincia, lacio como un yuyal.
  Son inmortales y vehementes; no ha de medir su eternidad
  [ningún pueblo.

  Ante su firmeza de luz todas las noches de los hombres se
  [curvarán como hojas secas.

  Son un claro país y de algún modo está mi tierra en su ámbito.

  CASI JUICIO FINAL

  Mi callejero no hacer nada vive y se suelta por la variedad de la
  [noche.

  La noche es una fiesta larga y sola.
  En mi secreto corazón yo me justifico y ensalzo.
  He atestiguado el mundo; he confesado la rareza del mundo.
  He cantado lo eterno: la clara luna volvedora y las mejillas que
  [apetece el amor.

  He conmemorado con versos la ciudad que me ciñe
  y los arrabales que se desgarran.
  He dicho asombro donde otros dicen solamente costumbre.
  Frente a la canción de los tibios, encendí mi voz en ponientes.
  A los antepasados de mi sangre y a los antepasados de mis sueños
  [he exaltado y cantado.

  He sido y soy.
  He trabado en firmes palabras mi sentimiento
  que pudo haberse disipado en ternura.
  El recuerdo de una antigua vileza vuelve a mi corazón.
  Como el caballo muerto que la marea inflige a la playa, vuelve a
  [mi corazón.

  Aún están a mi lado, sin embargo, las calles y la luna.
  El agua sigue siendo grata en mi boca y el verso no me niega su
  [música.

  Siento el pavor de la belleza; ¿quién se atreverá a condenarme si
  [esta gran luna de mi soledad me perdona?


  MI VIDA ENTERA

  Aquí otra vez, los labios memorables, único y semejante a vosotros.
  He persistido en la aproximación de la dicha y en la intimidad de
  [la pena.

  He atravesado el mar.
  He conocido muchas tierras; he visto una mujer y dos o tres
  [hombres.

  He querido a una niña altiva y blanca y de una hispánica quietud.
  He visto un arrabal infinito donde se cumple una insaciada
  [inmortalidad de ponientes.

  He paladeado numerosas palabras.
  Creo profundamente que eso es todo y que ni veré ni ejecutaré
  [cosas nuevas.

  Creo que mis jornadas y mis noches
  se igualan en pobreza y en riqueza a las de Dios y a las de todos
  [los hombres.


  ÚLTIMO SOL EN VILLA LURO

  Tarde como de Juicio Final.
  La calle es una herida abierta en el cielo.
  Ya no sé si fue un Ángel o un ocaso la claridad que ardió en la
  [hondura.

  Insistente, como una pesadilla, carga sobre mí la distancia.
  Al horizonte un alambrado le duele.
  El mundo está como inservible y tirado.
  En el cielo es de día, pero la noche es traicionera en las zanjas.
  Toda la luz está en las tapias azules y en ese alboroto de chicas.
  Ya no sé si es un árbol o es un dios, ese que asoma por la verja
  [herrumbrada.

  Cuántos países a la vez: el campo, el cielo, las afueras.
  Hoy he sido rico de calles y de ocaso filoso y de la tarde hecha
  [estupor.

  Lejos, me devolveré a mi pobreza.

  VERSOS DE CATORCE

  A mi ciudad de patios cóncavos como cántaros
  y de calles que surcan las leguas como un vuelo,
  a mi ciudad de esquinas con aureola de ocaso
  y arrabales azules, hechos de firmamento,
  a mi ciudad que se abre clara como una pampa,
  yo volví de las viejas tierras antiguas del Occidente
  y recobré sus casas y la luz de sus casas
  y la trasnochadora luz de los almacenes
  y supe en las orillas, del querer, que es de todos
  y a punta de poniente desangré el pecho en salmos
  y canté la aceptada costumbre de estar solo
  y el retazo de pampa colorada de un patio.
  Dije las calesitas, noria de los domingos,
  y el paredón que agrieta la sombra de un paraíso,
  y el destino que acecha tácito, en el cuchillo,
  y la noche olorosa como un mate curado.
  Yo presentí la entraña de la voz las orillas,
  palabra que en la tierra pone el azar del agua
  y que da a las afueras su aventura infinita
  y a los vagos campitos un sentido de playa.
  Así voy devolviéndole a Dios unos centavos
  del caudal infinito que me pone en las manos.

 

miércoles, 17 de agosto de 2016

LUNA DE ENFRENTE (1925). Jorge Luis Borges. Poesía.


(En la gráfica:Jorge Luis Borges con su madre: Leonor Rita Acevedo Suárez de Borges (Buenos Aires, 22 de mayo de 1876 - Buenos Aires, 8 de julio de 1975).
LUNA DE ENFRENTE
  (1925)


  PRÓLOGO

  Hacia 1905, Hermann Bahr decidió: «El único deber, ser moderno». Veintitantos años después, yo me impuse también esa obligación del todo superflua. Ser moderno es ser contemporáneo, ser actual: todos fatalmente lo somos. Nadie –fuera de cierto aventurero que soñó Wells– ha descubierto el arte de vivir en el futuro o en el pasado. No hay obra que no sea de su tiempo: la escrupulosa novela histórica Salammbô, cuyos protagonistas son los mercenarios de las guerras púnicas, es una típica novela francesa del siglo XIX. Nada sabemos de la literatura de Cartago, que verosímilmente fue rica, salvo que no podía incluir un libro como el de Flaubert.
  Olvidadizo de que ya lo era, quise también ser argentino. Incurrí en la arriesgada adquisición de uno o dos diccionarios de argentinismos, que me suministraron palabras que hoy puedo apenas descifrar: madrejón, espadaña, estaca pampa…
  La ciudad de Fervor de Buenos Aires no deja nunca de ser íntima: la de este volumen tiene algo de ostentoso y de público. No quiero ser injusto con él. Una que otra composición –«El general Quiroga va en coche al muere»– posee acaso toda la vistosa belleza de una calcomanía; otras –«Manuscrito hallado en un libro de Joseph Conrad»– no deshonran, me permito afirmar, a quien las compuso. El hecho es que las siento ajenas; no me conciernen sus errores ni sus eventuales virtudes.
  Poco he modificado este libro. Ahora ya no es mío.
  J. L. B.
 Buenos Aires, 25 de agosto de 1969


  CALLE CON ALMACÉN ROSADO

  Ya se le van los ojos a la noche en cada bocacalle
  y es como una sequía husmeando lluvia.
  Ya todos los caminos están cerca,
  y hasta el camino del milagro.
  El viento trae el alba entorpecida.
  El alba es nuestro miedo de hacer cosas distintas y se nos viene
  [encima.

  Toda la santa noche he caminado
  y su inquietud me deja
  en esta calle que es cualquiera.
  Aquí otra vez la seguridad de la llanura
  en el horizonte
  y el terreno baldío que se deshace en yuyos y alambres
  y el almacén tan claro
  como la luna nueva de ayer tarde.
  Es familiar como un recuerdo la esquina
  con esos largos zócalos y la promesa de un patio.
  ¡Qué lindo atestiguarte, calle de siempre, ya que miraron tan pocas
  [cosas mis días!

  Ya la luz raya el aire.
  Mis años recorrieron los caminos de la tierra y del agua
  y sólo a vos te siento, calle quieta y rosada.
  Pienso si tus paredes concibieron la aurora,
  almacén que en la punta de la noche eres claro.
  Pienso y se me hace voz ante las casas
  la confesión de mi pobreza:
  no he mirado los ríos ni la mar ni la sierra,
  pero intimó conmigo la luz de Buenos Aires
  y yo forjo los versos de mi vida y mi muerte
  con esa luz de calle.
  Calle grande y sufrida,
  eres la única música de que sabe mi vida.

  AL HORIZONTE DE UN SUBURBIO

  Pampa:
  Yo diviso tu anchura que ahonda las afueras,
  yo me desangro en tus ponientes.
  Pampa:
  Yo te oigo en las tenaces guitarras sentenciosas
  y en altos benteveos y en el ruido cansado
  de los carros de pasto que vienen del verano.
  Pampa:
  El ámbito de un patio colorado me basta
  para sentirte mía.
  Pampa:
  Yo sé que te desgarran
  surcos y callejones y el viento que te cambia.
  Pampa sufrida y macha que ya estás en los cielos.
  No sé si eres la muerte. Sé que estás en mi pecho.

  UNA DESPEDIDA

  Tarde que socavó nuestro adiós.
  Tarde acerada y deleitosa y monstruosa como un ángel oscuro.
  Tarde cuando vivieron nuestros labios en la desnuda intimidad de
  [los besos.

  El tiempo inevitable se desbordaba
  sobre el abrazo inútil.
  Prodigábamos pasión juntamente, no para nosotros sino para la
  [soledad ya inmediata.

  Nos rechazó la luz; la noche había llegado con urgencia.
  Fuimos hasta la verja en esa gravedad de la sombra que ya el
  [lucero alivia.

  Como quien vuelve de un perdido prado yo volví de tu abrazo.
  Como quien vuelve de un país de espadas yo volví de tus lágrimas.
  Tarde que dura vívida como un sueño
  entre las otras tardes.
  Después yo fui alcanzando y rebasando
  noches y singladuras.

  AMOROSA ANTICIPACIÓN

  Ni la intimidad de tu frente clara como una fiesta
  ni la costumbre de tu cuerpo, aún misterioso y tácito y de niña,
  ni la sucesión de tu vida asumiendo palabras o silencios
  serán favor tan misterioso
  como mirar tu sueño implicado
  en la vigilia de mis brazos.
  Virgen milagrosamente otra vez por la virtud absolutoria del sueño,
  quieta y resplandeciente como una dicha que la memoria elige,
  me darás esa orilla de tu vida que tú misma no tienes.
  Arrojado a quietud,
  divisaré esa playa última de tu ser
  y te veré por vez primera, quizá,
  como Dios ha de verte,
  desbaratada la ficción del Tiempo,
  sin el amor, sin mí.

  EL GENERAL QUIROGA VA EN COCHE AL MUERE

  El madrejón desnudo ya sin una sed de agua
  y una luna perdida en el frío del alba
  y el campo muerto de hambre, pobre como una araña.
  El coche se hamacaba rezongando la altura;
  un galerón enfático, enorme, funerario.
  Cuatro tapaos con pinta de muerte en la negrura
  tironeaban seis miedos y un valor desvelado.
  Junto a los postillones jineteaba un moreno.
  Ir en coche a la muerte ¿qué cosa más oronda?
  El general Quiroga quiso entrar en la sombra
  llevando seis o siete degollados de escolta.
  Esa cordobesada bochinchera y ladina
  (meditaba Quiroga) ¿qué ha de poder con mi alma?
  Aquí estoy afianzado y metido en la vida
  como la estaca pampa bien metida en la pampa.
  Yo, que he sobrevivido a millares de tardes
  y cuyo nombre pone retemblor en las lanzas,
  no he de soltar la vida por estos pedregales.
  ¿Muere acaso el pampero, se mueren las espadas?
  Pero al brillar el día sobre Barranca Yaco
  hierros que no perdonan arreciaron sobre él;
  la muerte, que es de todos, arreó con el riojano
  y una de puñaladas lo mentó a Juan Manuel.
  Ya muerto, ya de pie, ya inmortal, ya fantasma,
  se presentó al infierno que Dios le había marcado,
  y a sus órdenes iban, rotas y desangradas,
  las ánimas en pena de hombres y de caballos.

  JACTANCIA DE QUIETUD

  Escrituras de luz embisten la sombra, más prodigiosas que
  [meteoros.

  La alta ciudad inconocible arrecia sobre el campo.
  Seguro de mi vida y de mi muerte, miro los ambiciosos y quisiera
  [entenderlos.

  Su día es ávido como el lazo en el aire.
  Su noche es tregua de la ira en el hierro, pronto en acometer.
  Hablan de humanidad.
  Mi humanidad está en sentir que somos voces de una misma
  [penuria.

  Hablan de patria.
  Mi patria es un latido de guitarra, unos retratos y una vieja espada,
  la oración evidente del sauzal en los atardeceres.
  El tiempo está viviéndome.
  Más silencioso que mi sombra, cruzo el tropel de su levantada
  [codicia.

  Ellos son imprescindibles, únicos, merecedores del mañana.
  Mi nombre es alguien y cualquiera.
  Paso con lentitud, como quien viene de tan lejos que no espera
  [llegar.


  MONTEVIDEO

  Resbalo por tu tarde como el cansancio por la piedad de un
  [declive.

  La noche nueva es como un ala sobre tus azoteas.
  Eres el Buenos Aires que tuvimos, el que en los años se alejó
  [quietamente.

  Eres nuestra y fiestera, como la estrella que duplican las aguas.
  Puerta falsa en el tiempo, tus calles miran al pasado más leve.
  Claror de donde la mañana nos llega, sobre las dulces aguas turbias.
  Antes de iluminar mi celosía tu bajo sol bienaventura tus quintas.
  Ciudad que se oye como un verso.
  Calles con luz de patio.

  MANUSCRITO HALLADO EN UN LIBRO DE JOSEPH CONRAD

  En las trémulas tierras que exhalan el verano,
  el día es invisible de puro blanco. El día
  es una estría cruel en una celosía,
  un fulgor en las costas y una fiebre en el llano.
  Pero la antigua noche es honda como un jarro
  de agua cóncava. El agua se abre a infinitas huellas,
  y en ociosas canoas, de cara a las estrellas,
  el hombre mide el vago tiempo con el cigarro.
  El humo desdibuja gris las constelaciones
  remotas. Lo inmediato pierde prehistoria y nombre.
  El mundo es unas cuantas tiernas imprecisiones.
  El río, el primer río. El hombre, el primer hombre.

  SINGLADURA

  El mar es una espada innumerable y una plenitud de pobreza.
  La llamarada es traducible en ira, el manantial en tiempo, y la
  [cisterna en clara aceptación.

  El mar es solitario como un ciego.
  El mar es un antiguo lenguaje que yo no alcanzo a descifrar.
  En su hondura, el alba es una humilde tapia encalada.
  De su confín surge el claror, igual que una humareda.
  Impenetrable como de piedra labrada
  persiste el mar ante los muchos días.
  Cada tarde es un puerto.
  Nuestra mirada flagelada de mar camina por su cielo:
  última playa blanda, celeste arcilla de las tardes.
  ¡Qué dulce intimidad la del ocaso en el huraño mar!
  Claras como una feria brillan las nubes.
  La luna nueva se ha enredado a un mástil.
  La misma luna que dejamos bajo un arco de piedra y cuya luz
  [agraciaría los sauzales.

  En la cubierta, quietamente, yo comparto la tarde con mi hermana,
  [como un trozo de pan.

 Fuente:
PRIMERA EDICIÓN VINTAGE ESPAÑOL, SEPTIEMBRE 2012.



martes, 16 de agosto de 2016

Alejandra Pizarnik & León Ostrov Cartas. No. 13.


Carta N.º 13[25]
Querido León Ostrov:
Gracias por su carta. Apenas la recibí le escribí yo una que rompí, naturalmente, pues la hice de noche y la releí por la mañana. De manera que ahora le escribo a media tarde, para que no entren en lo que le digo las que soy por la mañana o por la noche.
Ahora las cosas brillan extrañamente, y no hay más el cielo ausente de siempre. Leve melancolía de ver la llegada del verano. Hay algo que expulsa, como una violación de parte del sol. No sé aún si partiré durante mis vacaciones (tengo un mes como toda empleada ortodoxa): me faltan deseos y sobre todo dinero. Como soy convencional me digo que hay que salir y viajar y conocer pero me gustaría quedarme y trabajar. Escribo poco, ni siquiera un diario como lo hacía hasta ahora. No tengo qué anotar. En verdad quisiera escribir una novela, una novela clásica de ser posible. Pero no es posible porque no participo de la vida como los demás. De manera que aunque lo quisiera no será posible. Sólo puedo decir lo que ve alguien que mira el mundo desde debajo de una alcantarilla. (Y yo sé que ve, que ve mucho, que es una manera de ver como cualquier otra).
Anduve enferma: el corazón, la tensión, etc. Resultado: debo llevar una vida controlada y ordenada sin instantes paradisíacos proporcionados por el alcohol y ciertas pastillas que me hacían feliz (es una historia larga). Pero los poemas actuales son sin duda alguna mejores que todo lo que hice. Creo que ha salido algo en el N.º 8 de POESIA=POESIA que no le envío porque no tengo un sólo ejemplar. Me han publicado tres poemas traducidos en una revista de poetas jóvenes (Le chien de picque) creo que acompañados de un dibujo mío también pero tampoco la vi aún. Y a fin de mes saldrán otros en Lettres Nouvelles (dirigida por Maurice Nadeau) en el número especial dedicado a la literatura hispanoamericana. No obstante me siento desdichada con estas cosas. Y también con el último pedido de Murena solicitándome poemas para Sur y Nación. Quisiera rogar que no me molestasen hasta que no haga poemas buenos. Lo de ahora es tan provisorio, tan absolutamente alejado de lo que yo considero verdadera poesía. Y al mismo tiempo hay temor de no publicar. En fin. Historia antigua.
Acabo de conseguir un hermoso estudio en l’avénue de l’Opéra que me entregarán dentro de una semana. Hasta ahora estuve viviendo una bohemia absoluta en el departamento en ruinas que le describí en mi primera carta —pues tuve que retornar a él por razones financieras y por ellas mismas tuve que compartirlo con otras dos niñas. Pero ya estoy cansada de tanto surrealismo trasnochado, suciedad, desorden, y añoro notablemente el mundo de las sábanas limpias y los cajones y los horarios. Espero sentirme bien en mi nueva morada.
Sigo trabajando cuatro horas en Cuadernos. Angustiada un poco de trabajar en una revista «reaccionaria» políticamente y tener que justificarlo ante mis amigos marxistas y fidelistas que por supuesto no trabajan en ningún lado. Anduve tan temerosa de complicaciones políticas que en un momento dado pensé dejar todo y retornarme chez moi. Hasta que renació el humor y me reí de mí como corresponde.
Mi madre envía cartas melancólicas. Me dejan culpable, criminal. Apenas no le escribo durante un mes que mi hermana envía mensajes trágicos preguntando por qué hago sufrir tanto a mamá. Esta ternura trasnochada, este amor súbito, me maniatan. Quieren enviarme dinero (hace como ocho meses que dependo de mí —!—) y yo no quiero, o sí quiero pero no quiero caer en lo de siempre. Lo de ahora es muy duro, no porque tenga que vivir sola y arreglármelas sola sino porque muchas cosas que yo creí que era no soy y muchas cosas que yo creí que podía hacer no puedo. Quiero decir que me reconozco torpe y limitada como todo el mundo y no el genio precoz a que estaba («estábamos») habituada. Este esfuerzo de hacer mi pequeña vida, de realizarlo de la misma manera en que hacen los otros implica una suerte de renunciamiento a algo fabuloso. De todos modos hay dos caminos: persistir la pequeña contemplada por las sombras o contemplar a mi vez sin pensar en ella ni en su fragilidad horrible. Es como ir por la calle y no ver y sentirse mirada, entonces hay un miedo de reina tímida, un terror. Pero aquí, a veces, en lo mejor de mí misma, soy yo la que mira a los otros y a las cosas. Entonces no hay miedo.
En fin. Trabajo mucho. Acabo de aceptar un pequeño trabajo para las ediciones Larousse, para poder pagar mi hermoso futuro estudio. Veo a la gente de siempre y creo, —espero— que los amores fantasmas se han ido lentamente.
Apenas tenga ejemplares de las revistas se las enviaré.
Hasta la próxima, entonces, y espero que se realice cuanto antes su deseo de reencontrarse con su París.
Abrazos para usted, Aglae y Andrea,
Alejandra

Fuente:
Alejandra Pizarnik & León Ostrov, 2012

Edición de: Andrea Ostrov

Diseño de cubierta: Silvina Gribaudo

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

lunes, 15 de agosto de 2016

CORRER EL TUPIDO VELO Página 190. PILAR DONOSO.


CORRER EL TUPIDO VELO Página 190. PILAR DONOSO. Editorial . Alfaguara. 2010. Barcelona. España.
“...La confirmación de esta posibilidad, aunque la había negado por completo, ocurrió en un almuerzo en la casa de Santiago, en un día común y corriente. Sentados a la mesa como siempre, comencé  que era una pena que un escritor joven que conocíamos fuese homosexual, pues lo encontraba muy atractivo.  Hubo entonces un gran silencio que se prolongó  en el tiempo y quedó detenido por la sombra del dolor.  Mi padre se levantó disimuladamente, como un fantasma. Pero, ahí vino la tormenta. Mi madre me miró y me dijo:
- Le has causado un dolor muy grande a tu padre con ese comentario.

Sin entender muy bien todavía, pero sintiendo una culpa inmensa, el peso de la “realidad” (que no es la única realidad)  cayó sobre mí. Mi madre prosiguió:

- ¿Es que acaso no sabes que tu padre tuvo experiencias homosexuales cuando era joven?”

domingo, 14 de agosto de 2016

Lolita y la censura MANUEL CERDÀ.


Lolita y la censura

MANUEL CERDÀ
Historiador y escritor.
Dominique Swain en “Lolita” (1997)
DOMINIQUE SWAIN EN “LOLITA” (1997)

“Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta (…) Era Lo, sencillamente Lo, un metro cuarenta y ocho de estatura con los pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita”.

Así empieza una de las novelas más controvertidas y admiradas de la literatura contemporánea, Lolita, editada por primera vez en septiembre de 1955. Su autor, Vladimir Nabokov (1899-1977) era un migrante ruso que, con su familia, se exilió en Alemania en 1919 y en 1940 se estableció en Estados Unidos tras haber estudiado filología en Cambridge, si bien en 1959 se trasladó a Suiza, en donde vivió hasta su muerte. Los protagonistas de su obra son generalmente personajes que viven una pasión anormal en mundo de aparente normalidad, normalidad que no es otra cosa que la manifestación de las conveniencias sociales y la moral burguesa. Lolita –la novela más célebre de cuantas escribió– es un evidente ejemplo de ello. Subtitulada “Confesiones de un viudo de raza blanca”, es una embriagadora mezcla de apología, diario de prisión y súplica al jurado que juzga al profesor de literatura Humbert Humbert –que hace él mismo– y relata su historia de amor con una adolescente de 12 años que, además, es su hijastra.

***

Olympia Press
PRIMERA EDICIÓN DE “LOLITA”.

En la primavera de 1954, Nabokov tenía listo ya un primer manuscrito y lo presentó a cuatro editoriales (Farrar Straus, Viking, Simon & Schuster y New Directions). Ninguna lo aceptó. “¿Crees que estoy loco?, le dijo uno de los editores. Otros expresaron su temor a la censura e incluso a acabar en prisión. Finalmente consiguió que un año después una pequeña editorial francesa, Olympia Press, especializada en literatura erótica y que publicaba libros en inglés con el fin de burlar la prohibición que pesaba sobre ellos en Estados Unidos y Gran Bretaña, llevase a cabo una tirada de cinco mil ejemplares en dos volúmenes, aunque plagada de errores tipográficos. Salió a la venta en septiembre de 1955 y le edición se agotó pronto. Uno de quienes la leyó fue Graham Greene, que para la selección que hizo el periódico británico The Sunday Times sobre los mejores libros del año eligió Lolita. Enseguida, el Sunday Express reaccionó y su director dijo de la novela que era “el libro más sucio que he leído”, “pura pornografía desenfrenada”.

***

Durante dos años, las copias de Lolita fueron proscritas por las autoridades y perseguidas por las costumbres británicas. En Estados Unidos la primera edición la llevó a cabo Putnam en agosto de 1958, cuando el macartismo estaba ya en horas bajas. El libro fue un éxito, se sucedieron varias ediciones más y se dice que de Lolita se vendieron más de cien mil ejemplares en sus primeras tres semanas, algo que no sucedía desde que en 1936 se publicó Lo que el viento se llevó. Lolita entraba en la mitología literaria.

La censura siguió, no obstante, persiguiendo a Lolita. Así, cuando en 1962, con guión del propio Nabokov, Stanley Kubrick la llevó a la gran pantalla tuvo que sortear varios problemas con la censura como elevar la edad de la protagonista o la negativa de varios actores para interpretar el papel de Humbert. Finalmente se eligió a Sue Lyon para encarnar a Lolita. Sue tenía en ese momento 17 años y, por ser menor de edad, no pudo asistir al estreno. Aunque cuando comenzó el rodaje eran 15, su aspecto la hacía mayor de lo que en realidad era. Ya sé que una cosa es el cine y otra la literatura, que son lenguajes diferentes, pero entonces habrá que convenir que hablamos de los lolitas distintas. La original no es creíble viendo a Sue Lyon, es otra Lolita.

Con el filme de Kubrick, la popularidad de Lolita aumentó, se llevaron a cabo nuevas ediciones y lolita –ahora en minúscula– pasó a ser una nueva voz en los diccionarios mediante la cual se define a una “mujer adolescente, atractiva y seductora”. Al menos así lo hace la Real Academia Española.

La censura estadounidense volvió a cebarse con Lolita treinta y cinco años después. Contra todo pronóstico, Adrian Lyne –director de películas tan taquilleras como infumables como Nueve semanas y media– estrenó en 1997 una versión –puede que lo mejor que haya hecho, lo que tampoco es decir gran cosa– en la que Lolita sí parecía ser esa joven ninfa por la que perdió la cabeza Humbert Humbert (Jeremy Irons en la película). Y es que Dominique Swain, a pesar de contar con la misma edad que Sue Lyon cuando comenzó el rodaje y de que también se elevó esta a 14 años el filme, sí daba la imagen de adolescente procaz y seductora que tan magistralmente describió Nabokov. Por ello, en Estados Unidos no se estrenó hasta un año y medio después, pues no encontraba distribuidora. Lyne –también director de las exitosas Flashdance, Atracción fatal y Una proposición indecente– se convirtió, a causa de ello, en el director de una de las películas menos taquilleras de la historia. Con un presupuesto de 58 millones de dólares, apenas recaudó en Estados Unidos un millón y medio.

“Deseo que esta memoria se publique cuando Lolita ya no viva”, puso Nabokov en boca de Humbert Humbert al final de la novela, una obra maestra sin duda a la que la censura –es lo que tiene cuando se prohíben las cosas– ayudó a encumbrar.

sábado, 13 de agosto de 2016

LUIGI PIRANDELLO. TEATRO. "Si os parece".


LUIGI PIRANDELLO. TEATRO. "Si os parece".
Así es (si así os parece) es el título de una obra de teatro popular del escritor italianio Luigi Pirandello, definida por el mismo como una `farsa filosófica`, y realizada en 1917. Como ocurre en la mayor parte de su teatro, el autor desarrolla la obra a partir de un relato. En este caso la comedia está sacada del cuento `La señora Frola y el Señor Ponza`, su yerno. La obra trata el tema de la verdad, el contraste entre realidad y apariencia, entre verdadero y falso. Pirandello pone en crisis la idea de una realidad objetiva que pueda interpretarse de modo unívoco mediante los instrumentos de la racionalidad.
El contexto histórico de la obra y la ambientación están magistralmente matizados por el autor. Los hechos transcurren en una pequeña capital de provincia, lo que permite al autor reflejar sus ideas sobre la sociedad pequeño burguesa, a la que ve como una jaula, que impone una vida miserable y frustante.
En cuanto a los personajes, Pirandello los coloca en una situación paradójica para demostrar lo contradictorio de la existencia. Para el autor,el hombre, a pesar de sus esfuerzos, no logra penetrar hasta el final del laberinto de las apariencias, ni conocer lo que está encerrado en las formas de las que es responsable y a la vez prisionero.
Fuente:
Enrico Pugliatti.

viernes, 12 de agosto de 2016

El club de los adictos literarios. Conan Doyle y otros.


El club de los adictos literarios
- Un club poco exclusivo-
El club de los literatos adictos tiene muchos más socios. Imposible dejar en el tintero al creador de Sherlock Holmes, Arthur Conan Doyle, consumidor de cocaína; la poeta británica Elizabeth Barrett Browning, a quien le recetaron opio y morfina a los 14 años ("Ansío poder estar tres meses aislada en una sucesión alternada de párrafos poéticos y dosis de morfina", escribía a su hermano); el escritor uruguayo Horacio Quiroga, autor de 'El hachís', cuyo objetivo era advertir a los incautos acerca de lo que él llamaba "los infiernos artificiales" y a Jack Kerouac, que escribía bajo los efectos de la bencedrina porque, como le escribió a Allan Ginsberg, "Benny (la bencedrina) me deja ver claramente".
De ser investigados por un tribunal antidopaje de la literatura universal deberían devolver todos sus títulos y sus premios. ¿Su culpa? Haber recurrido a los paraísos artificiales, convertidos al final en infiernos malditos, para lograr acabar la maratón más agotadora de todas, la de la escritura.
Fuente:
El club de los adictos literarios | Vanity Fair
http://www.revistavanityfair.es/moda/tendencias/articulos/el-club-de-los-adictos-literarios/17103

jueves, 11 de agosto de 2016

El club de los adictos literarios. Aldous Huxley.


El club de los adictos literarios.

El interés de Aldous Huxley por las drogas se remonta a los años 30, cuando escribió 'Un mundo feliz', una novela en la que una sustancia llamada 'soma' se convierte en el personaje central. En los 50 empezó a experimentar con la mescalina con la idea de despojarse de sus miedos y de conseguir abrirse a la belleza absoluta. Un ideal psicodélico que se repetiría a lo largo de las siguientes décadas. De esa experiencia surgió 'Las puertas de la percepción', un ensayo sobre arte y religión, cuyo título inspiró a Jim Morrison el nombre de su grupo, The Doors.

Fuente:
http://www.revistavanityfair.es/moda/tendencias/articulos/el-club-de-los-adictos-literarios/17103

miércoles, 10 de agosto de 2016

El club de los adictos literarios. Charles Baudelaire.


-Poetas malditos y casos extraños-
Después llegó el poeta francés Charles Baudelaire, autor de 'Las flores del mal'. Influido por De Quincey y sus confesiones, Baudelaire escribió en 1860'Los paraísos artificiales', un ensayo en el que narra su experiencia con el hachís y el opio, "las drogas más eficientes para crear lo que yo llamo el ideal artificial". Es probable que la idea del libro surgiera en una de sus visitas al último piso del hotel Pimodan, donde residía. Allí, Charles asistía a las reuniones del Club des Haschischins, un salón por el que pasaron otros escritores que buscaban abrir las puertas de su percepción creativa con el hachís y el láudano, como Teophile Gautier, Victor Hugo y Honoré de Balzac. En aquellas reuniones consumían el hachís por vía oral y en forma de lo que se llamaba 'dawamesk', una mermelada hecha de hachís, almizcle, canela, pistacho y azúcar.
Fuente: http://www.revistavanityfair.es/moda/tendencias/articulos/el-club-de-los-adictos-literarios/17103

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Un cuervo llamado Bertolino Fragmento Novela EL HACEDOR DE SOMBRAS

  Un cuervo llamado Bertolino A la semana exacta de heredar el anillo con la piedra púrpura, me dirigí a la Torre de los Cuervos. No lo hací...

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