lunes, 24 de mayo de 2021

CANTO VII. LA DIVINA COMEDIA. DANTE ALIGHIERI. ANOTACIONES AL CANTO VII.

 



[L1]Renunciamos a escoger una entre las numerosísimas explicaciones dadas a las palabras de Pluto, que podemos resumir en una exclamación de rabia ante la presencia de los viajeros.

 [L2]Cuando el arcángel Miguel derrotó a los demonios rebeldes.

 [L3]El estrecho de Mesina, donde se hallaban las mitológicas rocas de Scila y el torbellino de Caribdis.

 [L4]Porque creen que la Fortuna es la señora de los bienes terrenos, cuando únicamente su distribuidora.

 [L5]Descienden al quinto círculo, que es el de los iracundos, acidiosos, sober­bios y envidiosos, sumergidos en las fangosas aguas de la Estigia.

 [L6]No era permitido estar en el Infierno más que una noche (Eneida, VI).

 [L7]También es una referencia virgiliana. Según la antigua mitología, Esti­gia era una laguna que separaba el mundo de los vivos del reino de los muertos.

 [L8]La acidia es el vicio que entristece el ánimo sin motivo. 


CANTO VII

 

«¡Papé Satán, Papé Satán aleppe!»                                       1[L1] 

dijo Pluto con voz enronquecida;

y aquel sabio gentil que todo sabe,                                       3

 

me quiso confortar: «No te detenga

el miedo, que por mucho que pudiese

no impedirá que bajes esta roca.»                                         6

 

Luego volvióse a aquel hocico hinchado,

y dijo: «Cállate maldito lobo,

consúmete tú mismo con tu rabia.                                        9

 

No sin razón por el infierno vamos:

se quiso en lo alto allá donde Miguel

tomó venganza del soberbio estupro.»                                 12[L2] 

 

Cual las velas hinchadas por el viento

revueltas caen cuando se rompe el mástil,

tal cayó a tierra la fiera cruel.                                                15

 

Así bajamos por la cuarta fosa,

entrando más en el doliente valle

que traga todo el mal del universo.                                       18

 

¡Ah justicia de Dios!, ¿quién amontona

nuevas penas y males cuales vi,

y por qué nuestra culpa así nos triza?                                               21

 

Como la ola que sobre Caribdis,                                           22[L3] 

se destroza con la otra que se encuentra,

así viene a chocarse aquí la gente.                                        24

 

Vi aquí más gente que en las otras partes,

y desde un lado al otro, con chillidos,

haciendo rodar pesos con el pecho.                                      27

 

Entre ellos se golpean; y después

cada uno volvíase hacia atrás,

gritando «¿Por qué agarras?, ¿por qué tiras?»                      30

 

Así giraban por el foso tétrico

de cada lado a la parte contraria,

siempre gritando el verso vergonzoso.                                  33

 

Al llegar luego todos se volvían

para otra justa, a la mitad del círculo,

y yo, que estaba casi conmovido,                                         36

 

dije: «Maestro, quiero que me expliques

quienes son éstos, y si fueron clérigos

todos los tonsurados de la izquierda.»                                 39

 

Y él a mí. «Fueron todos tan escasos

de la razón en la vida primera,

que ningún gasto hicieron con mesura.                                 42

 

Bastante claro ládranlo sus voces,

al llegar a los dos puntos del círculo

donde culpa contraria los separa.                                          45

 

Clérigos fueron los que en la cabeza

no tienen pelo, papas, cardenales,

que están bajo el poder de la avaricia.»                                48

 

Y yo: «Maestro, entre tales sujetos

debiera yo conocer bien a algunos,

que inmundos fueron de tan grandes males.»                                  51

 

Y él repuso: «Es en vano lo que piensas:

la vida torpe que los ha ensuciado,

a cualquier conocer los hace oscuros.                                               54

 

Se han de chocar los dos eternamente;

éstos han de surgir de sus sepulcros

con el puño cerrado, y éstos, mondos;                                  57

 

mal dar y mal tener, el bello mundo

les ha quitado y puesto en esta lucha:

no empleo mas palabras en contarlo.                                    60

 

Hijo, ya puedes ver el corto aliento,

de los bienes fiados a Fortuna,

por los que así se enzarzan los humanos;                              63

 

que todo el oro que hay bajo la luna,

y existió ya, a ninguna de estas almas

fatigadas podría dar reposo.»                                                           66

 

«Maestro ‑‑dije yo‑, dime ¿quién es esta

Fortuna a la que te refieres

que el bien del mundo tiene entre sus garras?»                    69

 

Y él me repuso: «Oh locas criaturas,

qué grande es la ignorancia que os ofende;                          71[L4] 

quiero que tú mis palabras incorpores.                                  72

 

Aquel cuyo saber trasciendo todo,

los cielos hizo y les dio quien los mueve

tal que unas partes a otras se ilulninan,                                 75

 

distribuyendo igualmente la luz;

de igual modo en las glorias mundanales

dispuso una ministra que cambiase                                       78

 

los bienes vanos cada cierto tiempo

de gente en gente y de una a la otra sangre,

aunque el seso del hombre no Lo entienda;                          81

 

por Lo que imperan unos y otros caen,

siguiendo los dictámenes de aquella

que está oculta en la yerba tal serpiente.                               84

 

Vuestro saber no puede conocerla;

y en su reino provee, juzga y dispone

cual las otras deidades en el suyo.                                        87

 

No tienen tregua nunca sus mudanzas,

necesidad la obliga a ser ligera;

y aún hay algunos que el triunfo consiguen.                         90

 

Esta es aquella a la que ultrajan tanto,

aquellos que debieran alabarla,

y sin razón la vejan y maldicen.                                            93

 

Mas ella en su alegría nada escucha;

feliz con las primeras criaturas

mueve su esfera y alegre se goza.                                         96

 

Ahora bajemos a mayor castigo;                                           97[L5] 

caen las estrellas que salían cuando

eché a andar, y han prohibido entretenerse.»                                   99[L6] 

 

Del círculo pasamos a otra orilla

sobre una fuente que hierve y rebosa

por un canal que en ella da comienzo.                                  102

 

Aquel agua era negra más que persa;

y, siguiendo sus ondas tan oscuras,

por extraño camino descendimos.                                        105

 

Hasta un pantano va, llamado Estigia,                                 106[L7] 

este arroyuelo triste, cuando baja

al pie de la maligna cuesta gris.                                            108

 

Y yo, que por mirar estaba atento,

gente enfangada vi en aquel pantano

toda desnuda, con airado rostro.                                          111

 

No sólo con las manos se pegaban,

mas con los pies, el pecho y la cabeza,

trozo a trozo arrancando con los dientes.                             114

 

Y el buen maestro: «Hijo, mira ahora

las almas de esos que venció la cólera,

y también quiero que por cierto tengas                                 117

 

que bajo el agua hay gente que suspira,

y al agua hacen hervir la superficie,

como dice tu vista a donde mire.                                          120

 

Desde el limo exclamaban: «Triste hicimos

el aire dulce que del sol se alegra,

llevando dentro acidïoso humo:                                           123[L8] 

 

tristes estamos en el negro cieno.»

Se atraviesa este himno en su gaznate,

y enteras no les salen las palabras.                                        126

 

Así dimos la vuelta al sucio pozo,

entre la escarpa seca y lo de enmedio;

mirando a quien del fango se atraganta:                               129

y al fin llegamos al pie de una torre.


 [L1]Renunciamos a escoger una entre las numerosísimas explicaciones dadas a las palabras de Pluto, que podemos resumir en una exclamación de rabia ante la presencia de los viajeros.

 [L2]Cuando el arcángel Miguel derrotó a los demonios rebeldes.

 [L3]El estrecho de Mesina, donde se hallaban las mitológicas rocas de Scila y el torbellino de Caribdis.

 [L4]Porque creen que la Fortuna es la señora de los bienes terrenos, cuando únicamente su distribuidora.

 [L5]Descienden al quinto círculo, que es el de los iracundos, acidiosos, sober­bios y envidiosos, sumergidos en las fangosas aguas de la Estigia.

 [L6]No era permitido estar en el Infierno más que una noche (Eneida, VI).

 [L7]También es una referencia virgiliana. Según la antigua mitología, Esti­gia era una laguna que separaba el mundo de los vivos del reino de los muertos.

 [L8]La acidia es el vicio que entristece el ánimo sin motivo.

domingo, 23 de mayo de 2021

CANTO VI. ANOTACIONES. DIVINA COMEDIA. DANTE ALIGHIERI.



 [L1]Cerbero es el perro de tres cabezas que guardaba las puertas del Infierno, una vez atravesada la laguna Estigia. Dante lo hace sólo guardián del tercer círculo, el de los glotones.

 [L2]Ciacco, el primer florentino que Dante encuentra en el Infiemo, debió ser un conocido parásito de la ciudad, amigo de ser invitado a los festines de sus paisanos. Hay quien le identifica con el poeta Ciacco dell'Anguilliaia.

 [L3]La ciudad partida es, por supuesto, la Florencia dividida en bandos po­líticos.

 [L4]El bando salvaje o de los blancos, dirigido por la familia Cerchi, derrota­rá en 1300 a los negros, capitaneados por los Donati; pero en 1302 serán éstos quien logren expulsar a los blancos, con la ayuda de Bonifacio VIII, lo que pro­vocará el exilio del poeta.

 [L5]No es del todo convincente el que Dante aluda a sí mismo y a Guido Ca­valcanti.

 [L6]En efecto, nos los iremos encontrando a lo largo de nuestro viaje por la Comedia.

 [L7]No encontrarán la verdadera perfección, pero su castigo será más per­fecto después del Juicio Final, en que se reunirán las almas que ahora penan con los cuerpos que aún se hallan en la tierra.

 [L8]Se trata del dios romano de la riqueza, hijo de Démeter y de Casón, que preside el próximo círculo, el de los pródigos y los avaros.

 

CANTO VI

 

Cuando cobré el sentido que perdí

antes por la piedad de los cuñados,

que todo en la tristeza me sumieron,                                    3

 

nuevas condenas, nuevos condenados

veía en cualquier sitio en que anduviera

y me volviese y a donde mirase.                                           6

 

Era el tercer recinto, el de la lluvia

eterna, maldecida, fría y densa:

de regla y calidad no cambia nunca.                                     9

 

Grueso granizo, y agua sucia y nieve

descienden por el aire tenebroso;

hiede la tierra cuando esto recibe.                                        12

 

Cerbero, fiera monstruosa y cruel,                                        13[L1] 

caninamente ladra con tres fauces

sobre la gente que aquí es sumergida.                                              15

 

Rojos los ojos, la barba unta y negra,

y ancho su vientre, y uñosas sus manos:

clava a las almas, desgarra y desuella.                                  18

 

Los hace aullar la lluvia como a perros,

de un lado hacen al otro su refugio,

los míseros profanos se revuelven.                                        21

 

Al advertirnos Cerbero, el gusano,

la boca abrió y nos mostró los colmillos,

no había un miembro que tuviese quieto.                             24

 

Extendiendo las palmas de las manos,

cogió tierra mi guía y a puñadas

la tiró dentro del bramante tubo.                                          27

 

Cual hace el perro que ladrando rabia,

y mordiendo comida se apacigua,

que ya sólo se afana en devorarla,                                        30

 

de igual manera las bocas impuras

del demonio Cerbero, que así atruena

las almas, que quisieran verse sordas.                                               33

 

Íbamos sobre sombras que atería

la densa lluvia, poniendo las plantas

en sus fantasmas que parecen cuerpos.                                 36

 

En el suelo yacían todas ellas,

salvo una que se alzó a sentarse al punto

que pudo vernos pasar por delante.                                      39

 

«Oh tú que a estos infiernos te han traído

‑me dijo‑ reconóceme si puedes:

tú fuiste, antes que yo deshecho, hecho.»                            42

 

«La angustia que tú sientes ‑yo le dije­-

tal vez te haya sacado de mi mente,

y así creo que no te he visto nunca.                                      45

 

Dime quién eres pues que en tan penoso

lugar te han puesto, y a tan grandes males,

que si hay más grandes no serán tan tristes.»                                   48

 

Y él a mfí «Tu ciudad, que tan repleta

de envidia está que ya rebosa el saco,

en sí me tuvo en la vida serena.                                            51

 

Los ciudadanos Ciacco me llamasteis;                                 52[L2] 

por la dañosa culpa de la gula,

como estás viendo, en la lluvia me arrastro.                         54

 

Mas yo, alma triste, no me encuentro sola,

que éstas se hallan en pena semejante

por semejante culpa», y más no dijo.                                    57

 

Yo le repuse: «Ciacco, tu tormento

tanto me pesa que a llorar me invita,

pero dime, si sabes, qué han de hacerse                                60

 

de la ciudad partida los vecinos,                                          61[L3] 

si alguno es justo; y dime la razón

por la que tanta guerra la ha asolado.»                                 63

 

Y él a mí: «Tras de largas disensiones                                  64[L4] 

ha de haber sangre, y el bando salvaje

echará al otro con grandes ofensas;                                      66

 

después será preciso que éste caiga

y el otro ascienda, luego de tres soles,

con la fuerza de Aquel que tanto alaban.                             69

 

Alta tendrá largo tiempo la frente,

teniendo al otro bajo grandes pesos,

por más que de esto se avergüence y llore.                           72

 

Hay dos justos, mas nadie les escucha;                                73[L5] 

son avaricia, soberbia y envidia

las tres antorchas que arden en los pechos.»                         75

 

Puso aquí fin al lagrimoso dicho.

Y yo le dije: «Aún quiero que me informes,

y que me hagas merced de más palabras;                             78

 

Farinatta y Tegghiaio, tan honrados,

Jacobo Rusticucci, Arrigo y Mosca,

y los otros que en bien obrar pensaron,                                 81

 

dime en qué sitio están y hazme saber,

pues me aprieta el deseo, si el infierno

los amarga, o el cielo los endulza.»                                       84

 

Y aquél: « Están entre las negras almas;

culpas varias al fondo los arrojan;

los podrás ver si sigues más abajo.                                        87[L6] 

 

Pero cuando hayas vuelto al dulce mundo,

te pido que a otras mentes me recuerdes;

más no te digo y más no te respondo.»                                90

 

Entonces desvió los ojos fijos,

me miró un poco, y agachó la cara;

y a la par que los otros cayó ciego.                                       93

 

Y el guía dijo: «Ya no se levanta

hasta que suene la angélica trompa,

y venga la enemiga autoridad.                                              96

 

Cada cual volverá a su triste tumba,

retomarán su carne y su apariencia,

y oirán aquello que atruena por siempre.»                            99

 

Así pasamos por la sucia mezcla

de sombras y de lluvia a paso lento,

tratando sobre la vida futura.                                                           102

 

Y yo dije: «Maestro, estos tormentos

crecerán luego de la gran sentencia,

serán menores o tan dolorosos?»                                          105

 

Y él contestó: «Recurre a lo que sabes:

pues cuanto más perfecta es una cosa

más siente el bien, y el dolor de igual modo,                                   108

 

Y por más que esta gente maldecida

la verdadera perfección no encuentre,

entonces, más que ahora, esperan serlo.»                              111[L7] 

 

En redondo seguimos nuestra ruta,

hablando de otras cosas que no cuento;

y al llegar a aquel sitio en que se baja                                   114

encontramos a Pluto: el enemigo.                                         115[L8] 


 [L1]Cerbero es el perro de tres cabezas que guardaba las puertas del Infierno, una vez atravesada la laguna Estigia. Dante lo hace sólo guardián del tercer círculo, el de los glotones.

 [L2]Ciacco, el primer florentino que Dante encuentra en el Infiemo, debió ser un conocido parásito de la ciudad, amigo de ser invitado a los festines de sus paisanos. Hay quien le identifica con el poeta Ciacco dell'Anguilliaia.

 [L3]La ciudad partida es, por supuesto, la Florencia dividida en bandos po­líticos.

 [L4]El bando salvaje o de los blancos, dirigido por la familia Cerchi, derrota­rá en 1300 a los negros, capitaneados por los Donati; pero en 1302 serán éstos quien logren expulsar a los blancos, con la ayuda de Bonifacio VIII, lo que pro­vocará el exilio del poeta.

 [L5]No es del todo convincente el que Dante aluda a sí mismo y a Guido Ca­valcanti.

 [L6]En efecto, nos los iremos encontrando a lo largo de nuestro viaje por la Comedia.

 [L7]No encontrarán la verdadera perfección, pero su castigo será más per­fecto después del Juicio Final, en que se reunirán las almas que ahora penan con los cuerpos que aún se hallan en la tierra.

 [L8]Se trata del dios romano de la riqueza, hijo de Démeter y de Casón, que preside el próximo círculo, el de los pródigos y los avaros.

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POESÍA CLÁSICA JAPONESA [KOKINWAKASHÜ] Traducción del japonés y edición de T orq uil D uthie

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