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miércoles, 20 de marzo de 2024

MARIPOSAS NEGRAS PARA UN ASESINO PREMIO UNA-Palabra 2004 NOVELA 5 EDICIÓN- CAPÍTULO I

 

  


 MARIPOSAS NEGRAS PARA UN ASESINO

PREMIO UNA-Palabra 2004

NOVELA

5 EDICIÓN-

CAPÍTULO I

PASATIEMPOS-.

 “Cuando me lo contaron no tenía sentido. El asesino había actuado en forma impecable: no dejó huellas, no había rastros de sangre, tampoco  demasiado desorden en el cuarto.  Y así de primer momento...  no existía motivo para el homicidio.

Además, a mis subalternos les llegaron informes que el Gerente General y Administrador del lujoso Hotel “Astoria San José Internacional”, Jaime Esquivel,  ponía a rodar el sinnúmero de influencias  a su alcance para que la noticia del asesinato no saliera a la luz pública como en realidad había sucedido. 

El cuerpo de la joven  fue  retirado del “Astoria ”, a eso de las tres de la madrugada.

Los morgueros fingieron ser del 911. Sacaron a la mujer como si estuviese herida  y con una mascarilla de oxígeno”.

Ernesto hizo una pausa, siseo, acarició el cigarro entre sus dedos,  y agregó:

“-Es increíble lo que puede hacer el dinero y las influencias, porque dinero sin influencias tampoco resulta, hay que tener ambas para que todo ande a las mil maravillas”.

Ernesto  volvió a mirar con cierta ironía  y encendiendo el cigarro continuó:

“-Eso sí, al médico patólogo Rodrigo Castilleja de la Cuesta le interesó la forma que el asesino  dejó el cadáver:  desnudo,  en cuclillas como en posición de parto y con la cabeza inclinada hacia adelante.

Se dijo en los medios policíacos que de no estar amarradas las manos al respaldar de la cama era muy probable que el cuerpo no hubiera podido resistir en esa posición mucho tiempo por la misma fuerza de la gravedad.  ¿!Te podés imaginar lo depravado que fue el asesino para hacer una cosa como esa... ¡?”.

Henry estaba ansioso de mirar el vídeo que le traía Ernesto. Giró una y otra vez en su silla ejecutiva, se balanceó, un resorte rechinó...  dejó que continuara:

“-Yo, desafortunadamente no pude mirar  la escena del crimen, al  llegar ya habían levantado el cadáver.

Lo ocurrido me da asco, pienso que no debe ocultarse algo tan delicado, debemos de alertar a la ciudadanía  lo que ha pasado. Es una bomba de tiempo. Pero bueno, yo solo sigo instrucciones de “arriba”.

Hizo otra pausa, aspiró el humo del cigarro. Se paseó a lo largo y a lo ancho de la oficina. Miró hacia la noche.

“La víctima – continuó Ernesto- fue asesinada a eso de las dos o tres de la mañana del sábado.  El asesino o los asesinos utilizaron poca violencia física. La mujer tenía un pequeño orificio de  arma punzante  debajo del seno, cerca del corazón.

Parecía que el  criminal se  procuró no deformar  el cadáver. No hubo violencia posterior a la muerte”.

Ernesto se sentó en el gran sofá de cuero negro. 

Henry  hizo un esfuerzo enorme para no encender un Derby, parpadeó, cerró los ojos,   y escuchó de nuevo la voz de  Ernesto en su retahíla:

“-Otro punto importante que llamó la atención a mis subalternos de investigación era el lugar donde fue asesinada la mujer: en  El Astoria San José Internacional, en uno de los penthouse, en el mismísimo Valle de las Muñecas”. 

Y señaló con su mano enguantada de humo más allá del enorme vitral. Henry miró la oscuridad y las lucecitas furtivas a cientos de metros cintilantes.

“-Se le preguntó a la Administración si observaron algo sospechoso el día del crimen o  los días anteriores y posteriores. Nada. Dijeron que era difícil recordar con exactitud por la gran actividad de turistas que ingresan y salen a diario del Astoria.

No se tiene ninguna pista que pueda servir a la investigación”.

Ernesto calló por un instante. Henry miró.

Azules. Las espirales de humo se alargaron lentamente para desaparecer al besar los vitrales. Ernesto Miranda Rojas, tomó aire y ametralló:

“-El comportamiento de la víctima no ayudaba a solucionar con facilidad el crimen. Ella era una prostituta y eso le dio un mayor margen de impunidad al asesino. ¿Por qué? Nadie se preocupa quién o quiénes salen con una ramera de un bar o de un motel. A nadie le interesa una discusión que pudiera tener una puta en una esquina de San José, ni que un carro con ventanas oscuras y sin placas, pasadas las diez de la noche disminuya la velocidad y enganche a cualquier mujer del comercio fácil.

¡Parece mentira, son las trabajadoras con menos garantías laborales que yo haya conocido! ”

Ernesto  miró de reojo a Henry como si fuese un reproche.

Miranda hizo otra pausa y al instante de preguntarle Henry si traía el vídeo del asesinato  - como por teléfono le  prometió - las frases rodaron como un balín cuesta abajo:

“- Existían en la víctima algunos aspectos que diferenciaban dentro de esa generalidad a la mujer asesinada, primero: nunca recogía clientes que no fueran en el bar del hotel. : los hombres maduros y de buena apariencia eran sus elegidos. Decía según confesiones de otras amigas prostitutas que los hombres de cierta edad lo hacen rápido y punto, entretanto los jóvenes quieren “estar montados” las dos horas, y  muchas veces  es un “bostezo”.

Se supo,  que a la víctima no le gustaban los hombres con tatuajes, decía en sus propias palabras:  “los hombres con tatuajes me producen asco, me parecen hombres sin el menor garbo y cuido en su persona.”

 

Henry no pudo más y tomó un cigarro que estaba junto al teléfono e interrumpió dejando exhalar el humo:

-Todo está muy bien pero trajiste el...  la frase quedó sin terminar, rodaba, era desbaratada, se rompía en mil pedazos,  y nuevamente Ernesto hacía uso de su voz  grave continuando su relato-informe. Ahora lo hacía de pie, tamborileando sus dedos huesudos en el filo del escritorio. Se acomodó sus gruesos lentes, acarició su corbata, paladeó la frase que venía  acompañada con un torrente de saliva a sus comisuras:

“-También supe que la víctima si lo hacía en un motel  se llevaba a una amiga no para un espectáculo, sino para mayor seguridad, porque muchas veces  sucedía que el tipo que solicitaba los servicios profesionales de cualquiera de ellas al llegar la jovencita al motel se encontraba con la desagradable sorpresa que también otro cliente la estaba esperando “a culo pelado”  para “coger” dos por el precio de uno. ¡Idiay, en estos días de crisis... surprise!”- exclamó Ernesto - y nuevamente dejó escapar una risa entrecortada a la vez que apagaba la chinga del cigarro en el cenicero.

-Bueno, Henry, ya sabés los detalles, vos sos el jefe - espetó guiñéndole un ojo- para mí todavía. El que te hayás graduado como abogado me interesa poco, yo deseo que a la investigación oficial vos llevés una paralela, - sentenció - mientras le ponía en el escritorio un sobre de manila  con la leyenda “Poder Judicial uso exclusivo”.

 

            Después de que marchó Ernesto Miranda Rojas, ahora Jefe de la Sección de Homicidios, cargo que Henry desempeñara por más de dos décadas, la cabeza le dió vueltas. Miró el reloj de pared pasar... una... dos... tres veces...

A los pocos minutos el mareo desapareció por completo... pensó... no sabía si lanzarse al vacío como la última vez.... se sintió comprometido con sus excompañeros. Un sudor le recorrió por el espinazo. Apretó los ojos.  Era una sensación de lealtad y de orgullo. Jamás podía defraudarlos en un caso ya de por sí tan complicado. ¿Dónde estaría el monstruo?

 

Aquella primera noche que Ernesto le contó del asesinato  no pudo dormir ni apartar de su mente  la copia del vídeo.

Pronto iría allí... pero todavía no. El asesinato había sido en la Torre Ambar,  su Torre de los encuentros furtivos. Sonrió.

Desde el ventanal las lucecitas de los bulevares se miraban rectilíneas, al igual que sus alamedas. Las fuentes iluminadas cerca de cada Torre se teñían de múltiples colores. No se miraba demasiada gente. Era temprano. Su imagen se proyectó en el vidrio: siempre de traje entero impecable.

 

           

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hotmail I.-

Querida Guillermina, estoy contentísima porque hoy el muchacho del Cyber-Café me enseñó a utilizar mi correo electrónico. El  Cyber –Café es un lugarcito esquinero muy cerca de donde trabajamos las chicas. El sitio es bastante agradable, siempre ponen buena música,  es  amplio, con aire acondicionado, servicio de cafetería y pastelitos para las que desean endulzar esta vida a veces tan monótona.

Otra de las cosas  agradables es que el lugar no está iluminado con  luces fuertes  como en la mayoría de estos negocios,  y más que sitios de diversión parecen Campos de Concentración de la Segunda Guerra Mundial.

Una luz tenue hace el lugar acogedor. Por último,  me parece fantástico que el  negocio sea amplio y no se esté  pegando culo con culo con otras personas como sucede muchas veces en algunos Café-internet.

Estoy contentísima con vos porque ahora sí nos vamos a poder comunicar de lo lindo. No  importa que estés en Italia con el “matusa” de Paolo. Con el hotmail tendremos para rato.

Espero que la estés pasando de las mil maravillas en Florencia, mi reina.

 Deseo contarte cómo están las chicas  y algunos acontecimientos no tan agradables por las rencillas  en el night club.

Dichosa vos – y la suerte que tuviste- que pudieras encontrarte aquella noche con el viejo Paolo y hacer una nueva vida. Te sacaste la lotería como decimos los ticos.

Entro en materia mi querida Guillermina.

Hoy Armando- conocido en el ámbito de los maripepinos y la  farándula   como “el Sable”- me dijo que me pusiera la tanga blanca de corazones anaranjados. Dice Armando que con la luz violeta del night club y mi contoneo suave y delicado en el hot tube  mi número es todo un espectáculo. Yo no sé si es verdad pero me gusta creerlo.  Soy de las personas que me agrada ser adulada.

Cuando bailo en el hot tube se me erizan todos “los pelitos”, y si digo “todos”, estoy diciendo “eso”, “todos”. No sé,  es una sensación extraña es algo difícil de explicar.  Al principio es un cosquilleo cerca del ombligo, quizá un poquito más abajo. Pero a partir de varios minutos, ya no se siente el cosquilleo, y se comienza a sentir un calor en todo el cuerpo. Y conforme escucho el griterío y los silbidos de los clientes a mis espaldas  siento cómo la adrenalina se balancea ... se ahoga en los poros de mi piel.   Poco a poco voy cogiendo el ritmo de la música.  Una y otra vez los chicos gritan y una está ahí como Dios te trajo al mundo, en puras pelotas, en cueros.

Yo entonces, hago que no me importa nada de lo que está a mi alrededor, y fijo mi vista en un anuncio luminoso que tiene como emblema un caballo blanco con grandes crines... me imagino que escapo en el corcel desnuda y montando a pelo. Huyo en medio de la oscuridad  con un hermoso joven que me rescata de este burdel maloliente a tabaco y aerosol... luego recuerdo que no me puedo mentir, y por más que trato de pensar en cualquier cosa no dejo de sentir cierta vergüenza de estar en este prostíbulo disfrazado de night club.

Así es una de estúpida, se tiene un trabajo para al final sentirse mal. Todo por la hablada hedionda de la gente. Pero, también debo ser sincera: me agrada que los hombres observen mi cuerpo desnudo, me excita pensar que les gusta mis contornos femeninos como mis pechos duros y mi culito levantado. Es algo difícil de explicar: por un lado una se siente explotada, por otro lado una se siente bien haciendo los espectáculos en el hot tube. Es como un círculo vicioso... soy profesional, pero a veces una se siente mal y luego se siente bien.

 

 “Sable” me ha dado un gran apoyo que yo siento es sincero, siempre se lo he agradecido.

Cuando “Sable” y yo nos conocimos, él ya tenía algunos meses de estar en el business de los maripepinos. Sable es guapísimo: es todo músculo. A mí  me parece sexy, aunque no es mi tipo –debo confesarlo-. Me emociona verlo con la tanguita que usa y ese movimiento de cintura de adelante hacia atrás una y otra vez como queriendo fornicar el aire cuando le ponen una buena música para su número.

Al verlo bailar, da gusto oír cómo gritan las mujeres. Es innegable que con su contoneo excita a más de una  cuarentona  o a más de una veinteañera en su despedida de soltera. 

El fue quien me motivó  con los topless como dije anteriormente. Yo no quería al principio, me pareció algo atrevido, poco “elegante” sin “style” que rozaba con lo vulgar. Pero una se acostumbra a todo, incluso hasta quedar en “cueros”, desnudita, desnudita.

Es cuestión de rutina: “prefiero desnudarme en público, a que me desnuden en privado para que me forniquen” dirían algunas mujeres, yo por el contrario, digo que “negocio es negocio” me da igual en público o en privado siempre  que haya buen billete.

Decía que quien me ayudó a entrar en el show de la noche fue Armando, yo no quería al principio estar así en el hot tube a culo pelado, pero conforme fueron pasando  días, semanas, meses, me fui sintiendo mejor.

Experimenté una sensación que antes  ni hubiera imaginado y  pensé que no tenía por qué avergonzarme de lo que hacía, además ¿por qué tendría vergüenza de mi cuerpo, que es casi perfecto a no ser por el busto que es un poquitín pequeño?  Y así me lo voy a dejar porque  los implantes no van conmigo. Me da vergüenza engañar  tan campantemente a un cliente, y hacerlo creer que una es superdotada en delantera y en retaguardia. Ese tipo de timos siempre los he criticado entre mis “compas” del espectáculo.

Muchas se ríen de mis ocurrencias y me dicen: “- Mirá Jackie ¿quién se va a dar cuenta que una se dé una ayudita extra?” Es cierto, quizá no se den cuenta, pero me siento burlada. Yo soy la primera que es engañada y eso no lo soporto. Me gusta ser así: cien por ciento carnita al natural sin preservantes ni colores o sabores artificiales como dicen las indicaciones de algún producto en el supermercado.

 

Cambio de tema mi querida Guillermina: una tarde de la semana pasada Kiara y yo nos  estábamos tomando un café en el centro de San José, y una jovencita que desea entrar en el negocio de los topless le preguntó a mi amiga si nosotras nos aburríamos de hacer lo mismo todas las noches. Antes que Kiara le hiciera algún comentario yo me adelanté -tampoco quise dar mucha explicación - y le comenté que era cuestión  de cada una y punto. No estaba con ganas de entrar en detalles, ahora sí lo quiero hacer y lo primero que se me ocurre decir es que no  todas las noches son iguales en el night club. Así como los dedos de las manos son diferentes, así las noches son diferentes en el Girl’s gold.

Incluso las horas tienen su propia personalidad, su propio ritmo  de nacimiento y muerte al igual que las personas. 

Todo el ambiente cambia en el night club dependiendo de la hora en que estés bailando en la pista o sirviendo de dama de compañía con algún cliente. Porque muchas veces a una la invitan apenas terminás el numerito en el hot tube que se llegue a sentar justito al lado del “matusa”. Esto sí que es un dolor de cabeza porque en ocasiones finalizado el show lo único que deseo es irme a mi apartamento, meterme en la ducha tibia, darme un bañito, eso es algo que no tiene precio. El estiramiento de los músculos adoloridos con el agua caliente no tiene rival. Después viene el masaje en la espalda con aceite y varios perfumes. Pero, lo del masaje solo puede darse si tenés compañero o un amante,  porque de lo contrario, ¿ quién te lo va a dar? ¿ Quién te va a pasar las manos por todo el cuerpo sin pensar alguna cosa sucia? Porque todos los hombres son iguales solo piensan en la cama, en acostarse con una, y hasta ahí llegó el amor: “mameluco el tuco, mami” como dice mi amigo “el macho Heindenreich”

 A los hombres una no les puede pedir ningún favor porque entonces están malinterpretando... siempre lo mismo, todos son igualiticos, cortados con la misma tijera, un reguero de alborotados.

 

Decía que  las noches son diferentes unas de otras en el night club, eso es una realidad irrefutable, innegable, irrebatible. Los night clubs son como los celajes – qué linda comparación ¿no?- van cambiando minuto a minuto, de una hora a otra. Así es el night club donde trabajo, aunque una debe confesar que existen lugares comunes, puntos de referencia que no cambian. Como por ejemplo en los celajes se sabe que por más hermoso que sea, y por más intensa la luz, todo acabará en la oscuridad total; así sucede en el night club, llegada la madrugada, los murmullos van cediendo, se van disipando en el mismo silencio, son tragados por la  noche y el espectáculo da su nota final. Entonces, me digo que todo  nace y muere. Y a decir  verdad me da nostalgia.

Es exactamente igual cuando una hace el primer número en el hot tube, la primera vez en el hot tube jamás se olvida, es otra cosa que la gente no entiende o no sabe: ¡ mentira que a una se le quita el miedo, el pánico escénico con los años de bailar! Nada de eso, todo lo contrario, siempre es como la primera vez como escribí al principio de este hotmail. La mujer que diga lo contrario miente, siempre  da un “taquillo” antes de iniciar el baile.

Kiara fue la chica que me instruyó con eso del pánico escénico, es mi mejor amiga en el night club, por supuesto que después de vos.

Es muy hermosa o eso me parece con el pelo lacio cortísimo y rubio natural, rematando con unos ojos verdes grandes y unas espesas pestañas. 

Kiara tiene carácter en el hot tube. Posee dominio en todos sus ritmos. Yo muchas veces la miro hacer sus números, me agrada observar su ritmo lento al inicio para ir aumentando la cadencia dependiendo de la música escogida.

A  Kiara siempre le gustan las melodías lentas o rapidísimas, no las término medio. En las lentas se contorsiona  perezosamente, primero entrelaza las piernas en el tubo como queriendo aprisionarlo por toda una eternidad, fundirse con él, luego curva su torso y la cabeza  hacia atrás colgando  una mano  y con la otra se sostiene del tubo metálico, pareciera que  no sigue a la música, sino al contrario, que la música sale de su mismísimo cuerpo a cada movimiento suyo.

La primera  vez que la vi bailando tocaban una pieza de la cantante pop Roxete, es impresionante el parecido de ambas. Salió a pista como sale Roxete en un vídeo: con un traje negro de tiranticos,  de una sola pieza y descalza. Como era cuestión de quitarse el traje de un tirón lo hizo despacio, bailando de un lado para otro, contorsionándose, abarcando toda la pista  hasta que al final quedó en ropa interior: excitante debo confesarlo, sentí cómo se me subieron los colores a la cara. Al desnudarse por completo las manos me sudaron.

Es un espectáculo hermoso el de Kiara.

Diferente sucede si escoge una música rápida,  entonces parece que va persiguiendo cada ritmo y nota musical. Esto lo hace  antes de entrar a escena y ha mirado el público aletargado, en estado soporífero. Entonces, se va a donde el disck jockey y le dice: “Mirá, Cristian ponéme “Fresa salvaje” para que estos hijueputas se despierten, de lo contrario el patrón se va a poner chiva”.

Fríamente calculados sus movimientos, inicia el número en el suelo. Son gustos y preferencias: muchas de nosotras utilizamos el hot tube indistintamente para un número con música lenta o rápida, ella no.   Con la música rápida,  hace todo el número en el piso o de un lado a otro recorre  la pista sin tocar el hot tube. Es una especie de danza con ritmos duros, fuertes, de gimnasia y de aeróbicos. Debo confesar también que mi amiga  puede  realizar varios de estos movimientos porque se pasa todo el día en el sétimo piso del  Astoria haciendo ejercicios: ella es profesora de aeróbicos... Pero caramba, qué mierda si esto no era lo que deseaba decir sino que en el ambiente de noche es difícil conseguir buenas amigas, sin embargo, a veces se pueden encontrar. Continúo con Kiara:

Mi amiga vive ahora en Barrio Amón, en los apartamentos Florencia, cerca de la entrada del zoológico del Parque Bolívar. Los días que me he quedado en el condominio es bellísimo oír el canto de los pájaros que abundan por montones en la zona de Amón. De seguro que muchas de las aves han tomado como hábitat el mismo zoológico.

Hace poco compartía el apartamento con Karla... lástima porque  ya no están juntas, tuvieron una serie de diferencias a la hora de pagar las últimas mensualidades del alquiler. Eso fue con Karla, conmigo siempre se ha llevado de las mil maravillas...

 

Querida Guillermina, quisiera continuar escribiéndote pero ya no aguanto el sueño, se me cierran los ojos, te escribo el próximo viernes o jueves. Saludos. Jackie.

lunes, 11 de septiembre de 2023

¿Y el pacto? ¿De qué se trataba el pacto entre los siete demonios y mi persona? FRAGMENTO NOVELA


 



¿Y el pacto? ¿De qué se trataba el pacto entre los siete

demonios y mi persona?

¡Nada nuevo en la historia de la literatura universal! Yo

conseguiría ser el número uno, el gran escritor. Revolucionaría

las estructuras novelísticas, revolucionaría la lengua

castellana como otro Rubén Darío y, a cambio, al morir les

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daría mi alma, mi alma quedaría al servicio del Diablo Mayor.

Más, con el trato existía una oportunidad de no quedar a sus

órdenes y de la cual más adelante hablaré.

Y esa mañana, entonces, la señora Muerte, llegó al despuntar

el alba, a hurtadillas, porque no deseaba enfrentarse,

ni discutir con ninguno de mis secretarios acerca de mi último

viaje.

Esfria, padre de la lujuria y embajador itinerante, demonio

de la Edad Media, yacía en las recámaras contiguas a la mía

con una vedette de nombre Himenea, quien adornaba como

un lupanar de la belle epoque parisina el recinto para satisfacer

a su invitada: ornamentación barroca.

El ministro sin cartera Malfas, señor de la Gula, amo de la

inmundicia, constructor y arquitecto de fortalezas y quien

construía las mansiones una vez a mi servicio, destructor de

mis enemigos literarios, amo indiscreto de las orgías opíparas,

dormía satisfecho por una noche libertina con amigos

(diablos inferiores), quienes saciaban con varios toneles de

vino chianti la comilona con ordenanzas de perdices, lampreas

y todos los platos marinos del Mediterráneo.

El consejero editor y presidente del Senado de los Demonios,

Adremelech, dormitaba a unas dos habitaciones más a

la izquierda de Malfas. Adremelech, señor de la Avaricia, en

medio del duermevela desplegaba una y otra vez un enorme

pergamino en una destartalada mesilla de caoba. ¿La labor?

Debía rendir cuentas al diablo supremo para un listado de

tareas resumidas esa semana y que debían cumplir. Anoto

también que el consejero Adremelech se hacía acompañar de

un solo cirio que proyectaba la mínima luz en su habitación.

Contrario a lo que los diablos temían cada mañana, el

segundo secretario, el señor de la Ira, habilidoso en hacer

espionaje a mis otros colegas de cuanto escribían, el señor

Nergal, alias Gilles II de Rais, dormía con placidez porque

la noche anterior había sido el promotor de un pleito en una

taberna en donde morían dos jovenzuelos en disputa por

amores hacia una Mesalina del lupanar y taberna improvisada

en donde habían pasado la noche.

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El tercer secretario, Goodfellow, señor de la Envidia, alias

Gorgus Black, demonio menor de los viejos aquelarres en

la época shakesperiana, no ponía atención por ningún ruido

que pudiera existir en la mañana. Quizá la misma envidia lo

aquietaba, porque lo corroía el suponer que él estaría desvelado

y los otros diablos dormían. Entonces, Goodfellow

cabeceaba con Morfeo.

El último que dormía muy al fondo de la mansión era el

agregado diplomático, señor de la Soberbia, el galán Aamón,

conocido como Fabiano Stirge en el mundo de los mortales,

al cual yo, el escritor Byron Deford, tenía en alta estima, pues

me recordaba el modelo a seguir por su belleza, dignidad y

sobriedad, tanto en los ademanes como en sus trajes usados

en citas con empresarios, políticos, demiurgos, actrices de

cine latinoamericano y hollywoodense, y por supuesto con

otros colegas escritores a los que no veía con buen agrado.

Acepto que –y nunca lo oculté– su soberbia de demonio se

hermanaba con mi soberbia de humano.

Hago la observación de que, en las convenciones y ferias de

libros fuera de las fronteras de mi país, me hacía acompañar

por los siete demonios, pero permitía que el señor de la Soberbia

se presentara como el secretario personalísimo.

Retomo ideas anteriores: entonces, el día que morí y los

siete demonios se daban cuenta de mi ausencia, yo ya estaba

en el hospital.

martes, 24 de enero de 2023

EL HACEDOR DE SOMBRAS. FRAGMENTO. NOVELA.




*** 

El instante se desvanece, se cae.

Una imagen detrás de otra se derrumba, cede al espacio

y a lo oscuro… Y el fogonazo estúpido es un ángel

vengador, hiere tu costado de sueño.

Y la respiración se hace cada vez más difícil y a la

pareja no le importa tu muerte, así: anónima, sin dueño,

JORGE MÉNDEZ-LIMBRICK

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rodando escaleras abajo… ¿Morirás? ¿Cuántos mueren

“anónimos”?

Escuchás a lo lejos la pitoreta del tren. Escuchás cerca a

la pareja de jóvenes hacer el amor; ella dice unas palabras,

él se queda callado en el escudo del no-abecedario, unos

movimientos en las sombras… Escuchás los estertores de

ella y los estertores de él… Ellos no escuchan tus estertores,

el hip-hip de cocaína en tu nariz y en la sangre.

Sos “Nadie”, “algo” tirado en el suelo de mármol y en

el centro de tu pupila vuela un búho por esa noche. Alguien

te quiere encapsular con los rótulos de muerte, con los avisos

de neón, con los travestis comerciantes de sexo cada noche.

Hip, hip, hip, hop, hop, hop… Deseás moverte, avistar a

la pareja que entreabre las carnes a la vida y cierran las

carnes a la muerte… ¿Dónde están tus hijos? ¿Dónde está

Adriana? ¿Dónde está lo que pudo ser y no fue?

lunes, 28 de noviembre de 2022

RECONOCIMIENTO. NOVELA. MARIPOSAS NEGRAS PARA UN ASESINO.

 


AGRADECIMIENTO A LA REAL ACADEMIA DE LA LENGUA COSTARRICENSE Y AL CENTRO CULTURAL ESPAÑOL EN COSTA RICA POR INCLUIR A MI NOVELA: "MARIPOSAS NEGRAS PARA UN ASESINO", DENTRO DE LAS 30 MEJORES OBRAS DE LOS ÚLTIMOS 30 AÑOS., CORRESPONDIENDO A MI NOVELA EL HONOR DE SER LA OBRA MÁS DIFUNDIDA Y LEÍDA EN EL AÑO 2005.

jueves, 8 de septiembre de 2022

EL HACEDOR DE SOMBRAS – BOLA NEGRA. VÍCTOR HUGO FERNÁNDEZ. ESCRITOR COSTARRICENSE.

 


EL HACEDOR DE SOMBRAS – BOLA NEGRA

De la humanización de lo divino a la divinización de lo humano, la nueva narrativa de Jorge Méndez Limbrick sigue voluntariamente encerrada en los laberintos oscuros del verdugo

En una carta célebre, el novelista francés Gustave Flaubert escribía que en una obra narrativa: “el autor debe estar en su obra como Dios en el universo: presente en todas partes, pero sin que se le vea en ninguna”. Existen obras que, dada su compleja estructura, la abundancia de personajes y escenarios narrativos cuando leemos sentimos que ingresamos en un nuevo mundo, completamente autónomo, con sus reglas, sus mandamientos y hasta su panteón de dioses. Muchas veces estos dioses novelados se alejan de los conceptos tradicionales y por el contrario se aparecen en el mundo narrado, actúan en él, lo ordenan, lo regulan e incluso hasta son capaces de modificarlo. Pero detrás de todos ellos se encuentra ese otro Dios invisible pero plenipotenciario que describe Flaubert y que apunta al autor de la obra, que aunque no sea visible se sabe de su presencia.

La lectura efectuada a la reciente novela del autor costarricense Jorge Méndez Limbrick titulada El hacedor de sombras Bola negra -que circula bajo el sello de la editorial Costa Rica-  deja esa sensación acerca de la existencia de una deidad superior ajena al relato que sin embargo ejerce presión constante sobre los dioses menores que habitan la historia y que la mueven en distintas direcciones. Esta obra constituye la tercera de una trilogía iniciada con Mariposas negras para un asesino (EUNA, 2005) y continuada en El laberinto del verdugo (ECR, 2010). Se puede leer con total independencia de las obras anteriores, aunque sin duda alguna y dado que es una trilogía, existen varias alusiones a personajes y situaciones ocurridas en las obras anteriores que, de muchas formas, generan sentido y justifican acciones de la obra que nos ocupa. Don Julián Casasola Brown por nombrar solo a un personaje clave en las obras anteriores -aunque ya fallecido- es imposible que en esta nueva obra no venga a desempeñar una presencia importante, en este caso a partir de un documento que se refiere a él, a su vida, a su acciones, a sus grupos cercanos de amigos y colaboradores, documento que aparece hacia el final de la obra como una gran revelación en la forma de un cuaderno personal, casi que un diario, en poder de uno de los personajes-narradores principales de la historia que nos ocupa, el abogado Henry de Quincey. Documento gracias al cual se efectúan grandes revelaciones

A lo largo de su carrera como escritor, la obra de Méndez Limbrick ha recibido múltiples etiquetas, todas ellas erróneas a mi juicio, pues se dice que las suyas son novelas negras y no lo son, ni siquiera son novelas policiales, porque no hay misterio que resolver, aunque se suceden demasiados crímenes en sus páginas, pero la obra está concebida como un enorme alegato judicial, que es muy diferente. Tampoco la suya es novela gótica, porque acá lo gótico es únicamente apariencia, una forma visual reflejada en el vestuario de algunos personajes, una manera de asociar a ciertos individuos con los submundos plásticos e imagineros de cierto tipo de música rock que emplea lo oscuro, el llamado misterio gótico, como un mecanismo de mercadeo y no como un estilo de vida profundamente arraigado en su interior, moviendo los hilos del relato. La obsesión con lo gótico no la convierte en una novela gótica. En todo caso, la obra de Méndez Limbrick está muy por encima de ese etiquetado que le han conferido sus editores previos. Incluso esta obra que nos ocupa, me atrevo a cuestionarle su formato de novela, aunque reconozco que es un enorme mural narrativo construido a partir de múltiples historias, todas ellas inteligentemente hilvanadas entre sí. Ese Dios de Flaubert acá se manifiesta mediante el entramado minucioso que sostiene todo el edificio narrativo y que, aunque imperceptible es el que le da total sentido a la obra que no solo es compleja sino extensa y minuciosa en sus detalles.

En esta nueva obra el gansterismo continúa mostrándose como un estilo de vida, por eso, la naturalización de la corrupción y la falta de moral son componentes esenciales de esta narrativa donde no aparece un asesino, ni una prostituta, sino que todo el universo narrativo está conformado por seres de alguna manera corruptos, descompuestos, torcidos, turbios, inconexos, cuyas vidas son vistas con naturalidad, como si no existiera otra forma de ver el mundo que esa. Uno como lector termina de leerla saturado de droga, licor, decadencia, de excesos y violencia. 

Se trata de un mundo sucio, corrupto, en el que la moral se aplica contrario a las normas socialmente establecidas, donde prevalecen la muerte por violencia, por consumo de drogas, por abandono, por desesperación, por deseo de calzar en el engranaje corrupto y ascender dentro de los estratos más podridos de la sociedad, que funcionan en paralelo y se alimentan de las acciones oscuras de mucha gente en apariencia respetable.

Muchos personajes parecen tener un origen espurio, provienen de los bajos fondos, sus orígenes se extienden hasta los barrios marginales de la ciudad, emplean un lenguaje a ratos afectado por su origen, pero dentro de la historia ocupan protagonismo, adquieren voz y cuentan su historia. Ello ocurre porque toda la historia se construye sobre relatos de malandros, de seres decadentes, de individuos que están en transición, que vienen de hacer mal o de experimentar el mal causado por otros. En medio de todo ello aparecen espacios inciertos y ominosos, cargados de una atmósfera siniestra donde cualquier cosa perversa puede ocurrir, desde un crimen hasta una violación y ambas acciones con la misma naturalidad que les permite el escenario general de la historia.

Esta novela me resulta particularmente interesante por la forma de articularse en capas. Múltiples historias conjuntadas dentro de una estructura con avances y regresiones: historias que corren paralelas entre sí y se juntan y se aparean en algunos episodios, donde coinciden elementos, ya sea personajes o un espacio determinado, de los múltiples que abundan en ese universo paralelo que coexiste en la periferia de la ciudad, espacios dentro de los cuales florecen con naturalidad lo perverso y siniestro.

En mi forma de leerla, me interesa esta novela por la manera inteligente y cerebral como presenta la historia, que no es una historia sino la fusión de múltiples anécdotas y acciones que viajan en el tiempo, hacia atrás y hacia delante y adquieren unidad gracias a la uniformidad de la variopinta población de personajes que ocupan los diferentes estratos de la historia y que son los conductores del hilo narrativo. Es una historia de personajes, de personajes consumidos en atmósferas siniestras, donde la decadencia se celebra y se tolera, nunca se censura. Donde se vive y se muere con igual naturalidad.

El discurso narrativo es puntual, pulcro, pero exige atención del lector en todo momento para no perder el hilo de la historia que no es uno sino muchos, incontables hilos que coexisten entre sí y se unen en el lector que es quien en última instancia les confiere sentido.

Con esta novela, su autor nos dice que es posible hacer literatura y centrarse predominantemente en la estructura narrativa, en el andamiaje que se emplea para montar el teatro de personajes tan complejo que presenta. Por momentos parece que estamos frente a la lectura de un enorme expediente judicial, donde se documentan distintas capas de un complejo caso de pillaje que comprende oscuros grupos organizados, encargados de la distribución de drogas y cometer crímenes, respaldados y estimulados por estructuras superiores de mando que controlan el trasiego y el narcotráfico a nivel internacional. El discurso posee ese tono por momentos asfixiante que caracteriza a la documentación jurídica, en su afán de ser exhaustiva y exponer hasta las vísceras, sin preocuparse de la belleza aleatoria o posible que es inherente al lenguaje mismo. Así como el abogado no le interesa la inocencia de su defendido, pues de eso no se trata el derecho, en esta narrativa no interesa la belleza del lenguaje sino su capacidad corrosiva, su capacidad expositiva. En su afán de revelar lo oculto, la obra transite por senderos oscuros, donde lo que resaltan son las sombras, esas sombras a las que alude directamente su título.

La escritura es ruda, violenta, agresiva, mal hablada, en este sentido múltiples voces generan un mosaico lingüístico cuyos modismos indican procedencia social e incluso orientación espiritual. Hay un determinismo social expresado mediante el uso lingüístico de una amplia galería de personajes de la novela. Pero es sin duda una novela más de estructura narrativa que de lenguaje propiamente; en ese sentido a este fraile lo seduce la estrategia cerebral con que se articula la historia y me impresiona menos su fluidez narrativa, que sacrifica belleza por precisión.

Uno viene a esta obra a descubrir qué es lo que ocurre y apreciar la forma en que se despliega la historia. Lingüísticamente la narrativa se vuelve práctica, funcional, puntual, busca revelar más que encantar Más que un estilista del lenguaje, Méndez Limbrick es un maestro estructural No encuentro en nuestra escena narrativa contemporánea un narrador que maneje estos complejos andamiajes conceptuales a la hora de contar la historia. En este sentido, su propuesta moderniza el escenario y propone otras alternativas para manejar el realismo, donde el ojo múltiple de voces se centra exclusivamente en escenarios marginales, en submundos, los cuales no son vistos como transitorios sino como definitivos. No en balde esta es la tercera obra de una trilogía.

La novela ocurre en la periferia de la urbe, de una urbe sin personalidad alguna, salvo puntuales referencias geográficas que pudieran generar algún sentido de ubicación en los lectores familiarizados con la capital de San José de Costa Rica, donde gran parte de la novela se ubica. Pero estas referencias resultan truculentas, pues funcionan únicamente como referencias físicas que se divorcian radicalmente de sus referentes reales. Son escogencias del autor para ubicar en un tiempo y una geografía la historia, en el entendido que el relato funda en sí mismo su propia geografía y el tiempo discurre de manera yuxtapuesta, con constantes avances y retrocesos, retrocesos que incluso se devuelven hasta otros personajes y escenas de novelas previas a esta, que completa una trilogía a cuyas obras previas nos asomamos cautelosamente en pasajes del discurso narrativo que nos ocupa en esta ocasión.

Aunque hay una voz narrativa bastante protagónica, representada en Henry de Quincey abogado que posee suficiente información hacia atrás y hacia adelante y maneja los principales hilos narrativos, existen además una multiplicidad de voces menores que se combinan admirablemente para construir un mural polifónico que mantiene la dinámica y la movilidad del discurso narrativo. Habría sido importante que el Gran Archivero de la noche le ofreciera a la historia, como apéndice, un esquema de voces y locaciones significativas dentro de la totalidad del relato. Ello habría guiado mejor a los lectores sin duda que, en todo momento, deben mantenerse alerta ante los cambios de voces y escenarios narrativos. Habría sido un documento muy propio del perfil de este personaje y sus funciones dentro de la novela, como proveedor cercano de información al narrador De Quincey.

Varios hilos narrativos vinculados a personajes de la obra nos permiten armar un edificio de acontecimientos donde todo parece tener alguna importancia y al final descubrimos que lo que parece importante no es tal. Henry de Quincey, Lazarus Zapata Infante, El Gran Archivero de la Noche -un anciano de nombre Juan Fernández- el Mamulón Zúñiga, Rodolfo -monosabio-, todas voces -estas entre otras- con diferente graduación y presencia en el relato, que de pronto parecen arrojar luz a la totalidad de la historia para al final resultar todo, solo una ilusión, un extenso alegato abierto pero oscuro y sombrío a la vez.

No se recomienda buscar respuestas en esta obra, porque el relato no conduce a ninguna parte sino a la celebración del acto mismo de contar, en un ejercicio tan lúdico como perverso, que nos invita a mirar la descomposición social como un resultado a veces propio de nuestra naturaleza animal que, aunque disimulada con mármoles, togas y protocolos judiciales, se sale de control cada vez que bajamos hasta la cripta Spencer y nos ponemos a jugar de dioses, mientras decidimos quien vive y quién muere. Al final, en la obra leída, parece que descubrimos que los dioses no juegan a decidir quién vive y quién muere, sino que somos los mismos humanos quienes tomamos esas decisiones, amparados en falsas concepciones divinas. Porque, ¿qué es el mal? sino una manera de sentirnos bien, con o sin drogas, una manera de reconocer en lo perverso y lo oscuro una forma de vivir y morir.

FUENTE:

https://poesiadecostarica.com/yo-escribo/2022/el-hacedor-de-sombras-bola-negra/



domingo, 28 de agosto de 2022

EL HACEDOR DE SOMBRAS. NOVELA. FRAGMENTO. EDITORIAL COSTA RICA.

 

Penelopea

El Valle de las Muñecas es uno de los lugares más

visitados con la oscuridad. Apenas se levanta el “toque

de queda”, muchas personas se refugian en los nightclubs,

la Torre Báquica y otros espacios de la ciudad

de San José.

Yo no soy la excepción. Busco entretenimiento

con las sombras de la ciudad. Después de tomar el elixir

y recostarme media hora en mi Torre Ave Fénix, la

transformación es completa: soy el bello Julián, el bello

Julián con el cabello rubio hasta los hombros, el bello

Julián que cautiva a hombres y mujeres.

Mi estatura es de 1.85 cm, ojos pardos, tez blanca,

nívea, como el sueño de un vampiro, una barba al ras

de la piel –igual, rubia–, unas manos perfectas, una

risa provocadora y unos dientes para un anuncio de

pasta dentífrica… ¿Quién lo diría? Sí, este bello joven

soy yo, don Julián Casasola Brown.

No hay respuesta racional para concluir que son la

misma persona, pero lo somos. Lo único compartido en

las dos personas supondrán qué es… ¡exacto, el anillo

con la piedra color púrpura!

[…]

En el nightclub, todas me aman y apenas entro está

allí la Madama Carlota siempre me atiende, siempre me

JORGE MÉNDEZ-LIMBRICK

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hace un guiño a mis peticiones. Es Carlota, c. c. Garganta

Profunda. Sí, están ustedes en lo cierto, el sobrenombre

de Garganta Profunda obedece a tres razones.

La primera. Así se llamó una película porno; quizá,

la gran película porno de los años 70 del siglo pasado y

filmada en los Estados Unidos de Norteamérica.

La segunda. Fue la primera actriz porno que tuvo

en su boca un pene enorme y, al realizarle sexo oral a

su coprotagonista, el enorme miembro desaparecía por

completo… Entonces, en la jerga mundial se le bautizó

a la actriz de Garganta Profunda.

La tercera y con un doble sentido. Así se llamó a

toda persona e informante anónimo de temas que le

podían interesar a la ciudadanía. A la Madama Carlota,

se le llama también y, por cariño, Garganta Profunda

por conocer los chismes de la mayoría de los políticos

y de sus aventuras sexuales en el antro de Penelopea.

Garganta Profunda ignora quién soy, a ella no le

importa. A Carlota le interesa mi buen pago. ¿Sospecha

de mí? ¿De mis crímenes? Podría ser. ¿Qué haría

para denunciar?

El ambiente huele a aerosol y un aire de ventilación

no natural golpea e invade mis fosas nasales.

Penelopea con sus muchos cristales le dan al ambiente

una fuga de imágenes, de proyecciones fingidas y falsas

al salón principal.

Los planos se superponen y el fondo del antro

adquiere proporciones que no posee. Me agradan sus

metales con los violetas de los adornos; proyectan una

sensación de ensueño y narcosis.

Garganta Profunda me observa, es un áspid: yergue

la cabeza y suelta la mano al aire en señal de saludo.

Yo la miro y me dirijo hacia ella.

EL HACEDOR DE SOMBRAS. BOLA NEGRA

509

—Belleza, tesoro de mamá… mi nene… ¿Adónde

estabas escondido? –dice Garganta Profunda y hace

un espacio para que me siente a su lado.

No podría negarlo… Garganta Profunda es una

mujer cuarentona; mantiene una belleza incólume de

una mujer treintona o de menos años. Su cuerpo es de

unas proporciones alucinantes, de una simetría para

volver loco al más puritano de los hombres. Pero Garganta

Profunda es la Madama, es la administradora de

las putas y no comercia con su cuerpo.

Me acerco, huelo su piel, su perfume y por un

momento me embrutece los sentidos. Es la sensación

de estar drogado… Garganta Profunda se sabe deseada

por los hombres y eso la excita; siento la piel, mejilla

tibia sobre mejilla tibia, mientras con inteligencia me

toma de las manos (otro golpe de sangre en la cabeza)

y me desplomo rendido a su lado. ¡Soy su prisionero!

Agrega:

—Amorcito… J. C., con este asunto de la oscuridad

en la ciudad, muchos políticos “ratas al fin” se han ido

a pasarla, con el caos de las sombras, a otras partes, a

otras ciudades. ¿Europa o Sudamérica? Probable, porque

quedarse en lugarcitos de Centroamérica pues no.

Es peligroso, ja, ja, ja, ja. Y, ¿vos, macho divino, qué

querés de bebida? –pregunta Carlota y alza la mano

por segunda vez en medio del claroscuro para llamar

a un salonero.

—Un whisky –agrego y no hago ningún comentario

ni a favor ni en contra de los políticos que han dejado

la ciudad igual a las ratas cuando un barco se hunde.

Me importa muy poco. Estoy satisfecho con el caos

de la ciudad. La ciudad está enferma y eso me gusta.

JORGE MÉNDEZ-LIMBRICK

510

Señalo:

—Y vos, Carlota, ¿por qué no te fuiste con tus

amigotes políticos a Miami o a Puerto Vallarta? Le digo,

sosteniendo el trago de whisky.

—¿Yo? ¿Cómo decís? Ja, ja, ja, ja. ¡Ayyy, qué ocurrencias

tenés! ¿Yo? Ja, ja, ja… ¡Qué rico, sííííííí! ¡Qué

ocurrencias J. C.! ¿Y las niñas, qué hago con las niñas,

me las llevo a todas? ¡Ayyy, noooo, amoooor! Debemos

trabajar, el negocio no se puede descuidar –agrega Garganta

Profunda encendiendo un cigarro.

Observo su rostro: bronceado, a una décima de segundo

de ser el rostro más sexy de la farándula nacional,

porque Garganta Profunda también tiene otras actividades.

¿Cuáles? Posee boutiques, restaurantes y bares con

Ladies’ Night para la clase media urbana, pero su secreto

mejor guardado está en Penelopea, exclusivo para políticos,

empresarios, futbolistas y personas de clase alta;

personas deseosas de una larga, larguísima, diversión.

También Carlota, c. c. Garganta Profunda, hace

chárteres a varias islas del Golfo de Nicoya con extranjeros

y nacionales. Ella a estas actividades les llama

“giras de turismo ecológico” si le solicitan un documento

para identificar el negocio. Francesco Rocco,

Arthur Blackwood y yo preferimos llamarlo: “putas con

tanga en la playa”. Es toda una organización propiedad

de Garganta Profunda.

Carlota continúa:

—¡Ayyy… amooor… ¿viste? ¡Qué ricooo, qué hombre

más simpático, ja, ja, ja! ¿Lo viste… a ese diputadillo

“Pedro Navaja” hablando en contra de las drogas por la

tele? Si la gente lo sabe, ja, ja, ja, él se regodea con los

narcos internacionales mexicanos, ja, ja, ja. No, amor,

a Costa Rica no se le conoce en los ámbitos internacionales

como “Banana Republic”; ahora es “Cocaína

EL HACEDOR DE SOMBRAS. BOLA NEGRA

511

Republic”, ja, ja, ja. Ya no la Suiza centroamericana,

sino la “Reina de la Cocaína centroamericana”, al menos

en bodegaje… ja, ja, ja, ja.

Sonrío, es imposible no sonreír con las ocurrencias

de Carlota. “Pedro Navaja” es un diputado de la

bancada oficial saliente. Por lo estrafalario en su vestir,

le pusieron así Pedro Navaja, como el personaje de la

canción de Rubén Blades.

Otra observación. Garganta Profunda es la reina

de las pasarelas a escala nacional. Señala a dedo quién

sale o quién no sale en las pasarelas de los malles, bares

y en las Ladies’ Night organizadas ya sea para eventos

privados o públicos.

—¿Y chicas nuevas? –le pregunto.

Es una rutina con Carlota preguntar por novedades

“artísticas”. Carlota me lleva al fondo del negocio,

su sala de operaciones, donde tiene una lista o álbum

completo de las últimas novedades de jóvenes con sus

fotografías. Pero la rutina ahí no termina: si la joven

está en Penelopea o anda cerca del lugar estudiando en

una universidad privada o pública, Carlota le manda

un mensajito para que llegue rápido al nightclub y haga

un espectáculo en el hot tube.

Así sucedió dos semanas atrás cuando visité Penelopea.

Me llamó la atención una “modelo” colombiana;

al pedirle a Carlota los servicios de la muchacha,

la joven andaba en “turismo ecológico” viendo la isla

Tortuga, allá en las playas del Pacífico.

Penelopea arde en sombras acá y allá. Observo.

Carlota continúa con la charla:

—¿Y vos, amor, tesorito de mamá? ¿Cómo le hacés

para andar con “el toque de queda”? –pregunta con

cierta duda, intriga, recelo y no vaya a ser yo un agente

JORGE MÉNDEZ-LIMBRICK

512

encubierto de la DEA o de la OIC en busca de drogas

y menores de edad en el lugar.

Me doy cuenta de que no es una pregunta suelta

de Garganta Profunda, es una pregunta fría y bien calculada.

Así Carlota obtiene información de los políticos

nacionales: disparando preguntas a discreción.

El negocio lo inició hace mucho tiempo. Apenas

era una adolescente y se encontró con Mr. Miller (un

gringo viejo e inversionista). Juró venir acá a invertir en

el turismo ecológico. No era otro negocio que turismo

de putas en las playas.

Carlota estaba en la costa con una tanga diminuta,

con sus diecisiete años en Sámara, con un grupo de

compañeros del colegio un fin de semana. Mr. Miller la

vio y se dijo “esa”, esa era la mujercita tropical de sus

sueños carnavalescos. Le habló. Carlota cumplidos los

18 años se iría a vivir con el gringo Miller a Sámara.

Luego, montaron el negocio de Penelopea en uno

de los lugares más “chic” de la ciudad capital. Cuando

comenzaron a visitarlo políticos, empresarios y personas

influyentes del medio social, Mr. Miller ideó un

plan de crédito y garantía a través de los años: tener un

libro llamado el “Libro Rojo” con detalles (teléfonos,

residencias, familiares, negocios, amistades, preferencias

sexuales, putas solicitadas en las visitas, etc.) de

los visitantes de Penelopea.

El asunto llegó a oídos de los políticos clientes del

lugar y, a partir del rumor del Libro Rojo, por arte de

magia, Mr. Miller obtuvo favores y privilegios de las

autoridades nacionales.

El famoso Libro Rojo ponía al descubierto los encuentros

sexuales de políticos con prostitutas y menores

de ambos sexos.

EL HACEDOR DE SOMBRAS. BOLA NEGRA

513

No queriendo correr ningún riesgo los políticos

involucrados por no saber si ellos eran víctimas

de las anotaciones en el Libro Rojo, las complacencias

con Mr. Miller fueron de puertas abiertas.

Mr. Miller negó a la prensa nacional tales acusaciones

del Libro Rojo y las anotaciones de los políticos-clientes.

[Páginas siguientes ilegibles…].

Recordó Carlota que los beneficios económicos llegaron

multiplicados. Carlota ríe y me dice tener a mano

el Libro Rojo en lugar seguro, que me lo puede enseñar.

Yo le comento no tener el menor interés y esto a Carlota

le intriga mucho más, piensa que soy un extraterrestre.

¡Muchas personas pagarían por leer el Libro Rojo!

[…]

Pasan cuatro jóvenes aleteando sexo, brincan de

una mesa a otra hasta que miran donde estamos Garganta

Profunda y yo. Carlota las ve y, con una señal, las

cuatro jovencitas están alrededor nuestro bautizándome

con sus nombres de cariño. Me siento en un serrallo.

Garganta Profunda se levanta y me dice al oído:

—Dichosas estas jovencitas con una belleza, con

una divinura como vos, mi rico, mi macho divino– y, al

último momento, me introduce su lengua en la oreja

para muy luego sentir su aliento tibio y mezclado con

más palabras; con un diminuto beso en la boca, dice–:

Te amo… mi Adonis.

Y Garganta Profunda es una puta más en medio

de la penumbra.

Esa noche estuve con las cuatro jóvenes. Imagino

que con la escasez de clientes cualquier compañía es

buena y más si se departe con alguien joven y de mi

JORGE MÉNDEZ-LIMBRICK

514

posición social quien no duda en comprar bebidas sin

escatimar precios.

La polémica entre las jovencitas se da. Cada una

desea granjearse mis atenciones y favores. Es un ir y

venir de palabras y palabritas de doble sentido entre

las mujeres. Yo escucho… Se inicia una guerra de guerrillas

por avanzar al interés que yo pueda tener por

una de ellas.

La de mayores intentos en conseguir mi atención

es una jovencita de nombre Sady, “la Muñequita Barbie”.

Así se le apoda por su belleza en Penelopea. Su

cuerpo es delgado sin ser flacucha.

Medidas: no más de 1.60 cm. Ustedes dirán: “es

baja”. Yo digo: “¡perfecta!”… No me agradan las mujeres

demasiado grandes… Me parecen masculinas…andróginas.

El garbo y la sensualidad está en las proporciones

correctas y Sady posee las proporciones exactas entre

altura, peso y formas. ¿Su piel? En un claroscuro, yo

le puedo percibir un color de piel trigueño, posee un

tenue dorado, tostado, del pan recién hecho para comerlo.

¿Dorado? Sí, ustedes me entienden, ¿verdad?

Usa frenillos para que sus dientes busquen la simetría

que de por sí ya poseen. ¿Su pelo? Ahhh, su pelo

es lacio. Es una cascada de color champagne, fino, terso,

sedoso, con una ondulación mínima provocada por su

peinado. Es una cabellera un poco menos de la media

espalda de largo. ¿Su risa? Es una risa de sensualidad,

no es una risa vulgar. Por el contrario, cuando ríe lo

hace con la provocación de una niña pulcra y con recato,

donde se le adivinan dos camanances. ¡Ahhh!, se me

olvidaba comentar: al caminar lo hace con sensualidad;

no camina, sino que levita.

[…]

EL HACEDOR DE SOMBRAS. BOLA NEGRA

515

Nos quedamos en un rincón de Penelopea, Sady

y yo. Pasamos de una conversación a otra. Ella supone

que no voy más allá en la tertulia por razones de no

estar seguro con una cita. ¿Será? Equivocado el razonamiento

de Sady, no me decido por varias razones. La

primera: no convengo en proponerle sexo esa noche.

Me limito al diálogo, no hay escarceos por parte mía.

Me acerco a su cara y le digo una seguidilla de mentiras.

La primera y gran mentira: Garganta Profunda y

yo tuvimos un romance, hoy somos “buenos amigos”.

—Carlota y yo nos conocemos hace mucho tiempo

atrás –argumento.

¿Razones para no solicitar sus servicios hoy?

Deseo a una Sady cómplice para una cita dentro de

24 horas. Me juré lo siguiente: las últimas frases son

convincentes, máxime cuando a estas mujercitas les

hablás al oído y les pasás las manos por las piernas.

Hurgo entre sus muslos internos. Sady anda con una

falda de mezclilla corta y siento lo caliente de su caverna,

de su piel húmeda a mi contacto, siento el vaho,

el silabario roto que expele esa gruta.

Justifico:

—¿Me entendés, Sady, mi belleza, lo que trato de

explicar? –y hago una pausa, buscando más palabras

de mentira, de convencimiento, de seducción imposible

para una puta como Sady. Sigo la pantomima–: Es

simple, imagino Carlota todavía me ama y sentiría celos

si sabe de nuestra cita –le digo a Sady la frase; le gusta

por el contenido de rivalidad existente entre todas las

mujeres; es una cuestión de vanidad, de halagos; al

final, somos humanos.

—¿Y? ¿Qué hacemos? –me lo dice acercando su

rostro a mi oído en un flash…

JORGE MÉNDEZ-LIMBRICK

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—¿Qué deseo? Es algo sencillo –le repito. Ahí está

la trampa. Y Sady, la Barbie consentida no entiende de

qué se trata “el juego oscuro”, así llamados por la abogada

Beatriz Muriel Nigroponte los juegos de seducción

y muerte. Y Sady se siente única con una mentira más–.

Vos, Sady, me gustás; si Garganta Profunda se da cuenta

de mi interés por vos, se pondrá fúrica, aunque no lo

creás –le digo la mentira hasta tocar su piel con mis labios.

Al toque de mi aliento siento el brinco leve, el

movimiento del músculo tenso a un acto inesperado

para alejarse de mi rostro y volverme a mirar a los ojos

y preguntar si es así y no le miento. Entonces, me digo:

“la trampa está puesta, el señuelo: su ego, su orgullo y

vanidad me han dado resultado, ha caído…”.

[Faltan varias páginas].

No me despedía de Carlota. La Madama se iba al

fondo del negocio y no regresaba. Le dije a Sady que

nos viéramos al día siguiente, a las 19 horas, cerca de

los andenes de ferrocarriles. Ella no convencida me

contestó que no le gustaba la idea. Quedamos de encontrarnos

en la Torre Báquica, en el Valle de las Muñecas,

antes del toque de queda y así cenaríamos y antes de

las 21:30 horas estaríamos en un lugar secreto, mío,

muy personal…

—Tu penthouse de soltero… –comenta Sady y me confiesa–.

Yo también le he pagado favores a un general centroamericano

en un penthouse hermoso, mirando al mar.

Sady se mantiene muda, estática. Continúa con

la idea anterior:

—¿Sabés que los gringos lo mataron en un accidente

simulado? Sabía demasiado de la política exterior

gringa hacia Latinoamérica.

EL HACEDOR DE SOMBRAS. BOLA NEGRA

517

—Imagino de cuál general centroamericano me

hablás –le comento y cambio de conversación.

Lo contado no me importa, me importa el ahora,

saber que estoy con Sady… Me importa el instante creado,

el instante de la perversión y de mi enfermedad…

¿Tiene relevancia lo contado del “gorila militar” y que

la tuvo por varias noches en su penthouse como una

muñequita inflable para hacerle el sexo cuantas veces

quisiera? ¿Es un juguete caro para desechar?… ¡Qué

obsceno y vulgar es el mundo!, me digo.

Pero si el gorila militar hizo lo contado… ¿Yo en

qué posición me sitúo?

¡Lo mío va más allá de lo físico, de lo sexual! Se

encuentra en el término medio de lo sexual, lo erótico,

la perversión, la locura. Es una sensación primitiva, elemental,

también es la sensación más sublime de todas

las sensaciones capturada con mi esencia de humano…

un cuerpo te pertenece por siempre. El acto y la mujer

se convierten en un tótem, de actos impuros y de

belleza disipada al instante, porque entre el orgasmo,

lo sensual, lo erótico, lo sexual y la muerte prevalece

solo un tris, un viaje diminuto y sin retorno…

Cuando Sady llegó a nuestra cita, la oscuridad de

San José se hacía más intensa. Los científicos dijeron:

“la oscuridad será mayor con la sumatoria de los días”.

En este segundo día, la cresta de la oscuridad se iniciaba.

No me importó. Al contrario (y lo dije en páginas

precedentes) la oscuridad y el caos promovido por las

bandas de párvulos delincuentes me tiene sin cuidado.

Otro asunto. Apareció Sady y el frío aumentaba.

Al pasar el tiempo se hace más densa la oscuridad, el

frío es mucho mayor. Las proporciones son las mismas:

a más oscuridad, más frío.

JORGE MÉNDEZ-LIMBRICK

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Cubierta con una bufanda, guantes de lana y un

gabán, Sady llegó a la cita con una palidez inusual: llegó

con el viento frío de la muerte.

Le pregunté si le había comentado sobre nuestra

cita a Garganta Profunda.

—¿Decirle? ¡Jamás, amor! Le juré que me quedaría

en el apartamento estudiando para un examen de bachillerato

–y mientras lee el menú me confiesa–: Ahhh,

vieras qué risa, es cierto lo que me dijiste. Apenas te

fuiste, pues Carlota me buscó y preguntó por qué yo

no me iba con vos. Yo le digo que vos no quisiste y

agregaste: “Mirá, Sady, creo que no sos mi chica ideal”.

Carlota preguntó: “¿Qué sucedió?”. Y yo le respondí:

“No, no se fue con nadie”.

[…]

En medio del sonambulismo y del frío, Sady y yo

caminamos por entre algunas zonas verdes del Valle

de las Muñecas.

Ella y yo enfundados en nuestros abrigos; la tomo

de la mano. ¿Es especial la pareja? Me pregunto. Me

respondo: ¡no! Es una pareja más de jóvenes tomados

de las manos. Ella de menor estatura que yo, nada más.

Botas de cuero café y gabán. ¿El color del gabán?

No desentona: café claro; combina de maravilla con el

matiz de su pelo color champagne-caramelo.

Sostenerla por la cintura es un prodigio. Siento

el ritmo de su caminado y me digo: “¡Ahhh, Sady, la

tensión del Universo en una gota de sangre! ¡Ahhh,

Sady! La belleza en el instante de las cosas finitas”. Su

cintura es una cintura esotérica y llena de misterios,

de pasadizos.

EL HACEDOR DE SOMBRAS. BOLA NEGRA

519

Caminamos por la noche, pasamos junto a los numerosos

anuncios de neón, por los diferentes senderillos

comunicando bares, discotecas y las diferentes torres.

¡Imagino su ropa de lencería… su monte de Venus!

[…]

Soy un vampiro atrapando los sentidos de mi amiga.

Así recorro la ciudad en mi blazer negro. La soledad

de los parques y sus luces mortecinas disparan mi eros,

se tensa el músculo.

—¿J. C., no te parece encantador ver la ciudad sin

gente? –me pregunta Sady, la colegiala …

—Sí, a mí también me agrada mirar los parques

sin gente, con las luces de color ámbar proyectadas

por las farolas –respondo y hurgo con la mano entre

los muslos internos y tibios de mi joven amiga. Ella

se deja, entreabre las piernas, mi mano recorre sin dificultad

la caverna, la gruta. Pero cierra los muslos y

aparta mi cuerpo de ella. Yo no insisto: habrá tiempo

para “eso” y mucho más. Avanzamos en el blazer por

calles paralelas, lugares no visitados. Sady me hace

una pregunta.

—Te deseo, J. C., pero, por favor, decime la verdad,

¿sí? ¿Me das tu palabra? –y pregunta sin sonreír, con

una cara neutra desprovista de humanidad, mirando

hacia delante de la carretera en una sucesión de imágenes

ambiguas y sombrías.

—¿Qué será? –le respondo.

—¡No me mintás, por fa! –insiste Sady. Siento un

cosquilleo, imagino que estoy al borde del abismo, que

Sady me puede empujar con un soplo adonde son los

imposibles: ¡la Nada! Pregunta:

JORGE MÉNDEZ-LIMBRICK

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—¿Sos un hombre casado? Te ves joven, guapo,

educado, con dinero… Yo me pregunto si estás casado

o tu mujer no te da algunos placeres; entonces, los

buscás afuera.

Me digo qué responder.

—¿Y cuál es la diferencia? ¿No estamos juntos?

¿Qué importa lo demás? ¿No te parece? –y expreso lo

anterior alargando el tiempo para poder valorar mejor

cuál será mi respuesta definitiva de si soy casado

o no lo soy.

Es ridícula la escena, me digo, ¿acaso ella no es

una puta? ¿Está dentro del juego oscuro esta situación?

—No, no soy casado –respondo.

—¿No? –pregunta Sady y me vuelve a mirar con

el rostro de la contrariedad.

—¿Es acaso una mala respuesta?

Sí, eso ha sido de mi parte: una pésima respuesta.

Me confundo con el semblante de Sady.

—Ahhh, ¡qué lastima! Se ha perdido parte de la

emoción y de lo morboso –confiesa Sady.

—¿Y por qué? –pregunto.

—¡No te imaginás cómo me seducen los hombres

casados!… ¿Cómo decirlo, cómo definir la sensación?

Es una sensación entre morbosa y de perversión, lo

sé, lo sé, es la sensación “de lo imposible”. Es codiciar

y no tener. Me agrada la no-pertenencia. Me excitan

los imposibles, los espejismos, lo doloroso, lo torcido,

no lo sé.

—Y ¿qué vamos a hacer? ¿Decepciono tanto?

—¡Ayyyy, no! … No, J. C., por favor, no es para

cortarse las venas… –contesta y hace un ademán como

cortándose las venas–. Es un asunto de gustos.

—Ahhh, ¿te gusta lo torcido, lo anormal?

EL HACEDOR DE SOMBRAS. BOLA NEGRA

521

—Uhmmm, sí –y cuando ríe se le forman los camanances

haciendo más impúdica, más de gruta enferma

su persona… ¡Me enloquece lo escuchado…! Los frenos

inhibitorios son rotos, se desemboca y comienza a aletear

el vampiro que llevo dentro. Es una llaga pútrida,

es la pústula reventando con su inmundicia. ¡Los cupidos

han muerto! Lo dicho por Sady es agarrar a Cupido

y abofetearle la cara hasta hacerlo sangrar.

—Ehhh, ajá, y ¿qué más te seduce? –pregunto.

Siento una leve erección, es el aguijón del escorpión

próximo a inocular su veneno.

—¿Qué más me gusta? No sé, lo raro, lo poco común…

¿Sabés…? Y… ¿para dónde vamos? –pregunta

Sady, al observar las interminables callecillas de los barrios

del sur, de la Zona Fantasma por donde recorro…

y agrega–: Sos extraño, bello, ¿sabés? Sos un hombre

pulcro, misterioso, extravagante. Sí, esa es la palabra:

“extraño”; si fueras casado, sería más interesante…

—Ahhhh, ehhh, pero… no lo soy… y compenso esa

deficiencia con otras virtudes. ¿Te parece? –le reprocho

a Sady. Y lo digo y me siento un duende malévolo, un

duende a medio construir…

—Supongo que tenés novia –me dice Sady. Modula

la voz, haciendo que la pregunta no tenga una connotación

de celo, de mujercita aburrida y caprichosa… Por el

contrario, es una entonación de palabra fácil y con doble

sentido. El doble sentido que la mujer perspicaz le da al

vocabulario con una afinidad sexual a lo comentado.

Y vuelvo a pensar en mi diálogo con Sady. ¿No

tengo problemas para encontrar sexo, una mujer, una

pareja? Depende… me digo. Depende de quién se presente:

J. C., el joven, o don Julián, el viejo. ¿Arrastro

mis sombras, lo vital? ¿Qué haría si ella mirara mi lado

oculto, la exploración de unos sentidos no percibidos

JORGE MÉNDEZ-LIMBRICK

522

por nadie? ¿Se acercaría al viejo J. C. si supiera es un

hombre rico? Soy un hombre insano hace muchos años

atrás. Soy una rosa enferma y en el centro un gusano

me corroe.

—No lo sé… no lo sé… si existe una novia –digo.

—¿No sabés si tenés novia, una amante? –pregunta

Sady.

—No, no sé cómo contestar a la pregunta –respondo.

[…]

No ha sido necesaria la droga hipnótica para una

Sady a tono conmigo y con mi conversación. Sady afirma:

—J. C., ¡qué locura! El ambiente de los claroscuros

del último piso de la Torre de los Cuervos. Estoy enamorada

del lugar. Sos un mago, J. C. Más allá del Horizonte

de Sucesos nadie, que sepa yo, viene. Es una zona prohibida.

Y este edificio de negro y esos cuervos encima

de la cúpula de cristal y ese paisaje con ese sol que veo,

que está ahí, vigilante, estático, en ese firmamento de

colores ámbares. ¡Sos un loco, sos un mago! Sí, eso es. Sos

un mago por encontrar este lugar –dice Sady alargando

y entrecortando otras frases. Entonces, cuando la beso

en la boca y mientras ella está frente al gran ventanal

mirando el sol in perpetuum hundo una fina daga en su

seno izquierdo. El aliento se le escapa en un orgasmo de

muerte y yo lo recojo bocanada a bocanada en mi boca.

[…]

¿Qué hacer con un cadáver bello? No, están equivocados

si suponen en la profanación. ¿Lo primero?

Lo limpié con la meticulosidad de un joyero ante el

diamante que pule.

EL HACEDOR DE SOMBRAS. BOLA NEGRA

523

Frente al gran ventanal en un ritual único coloco

el cuerpo de Sady. Lo he puesto en una enorme tabla

de caoba.

Es Sady, es la perfección de un cuerpo desnudo en

sus proporciones humanas. Abundan cuerpos de amazonas,

exuberantes, grandes, altivos, de piernas de roble

y cinturas diminutas, con caderas generosas. Sady no

es así; más bien, su cuerpo es de muñequita de escaparate,

frágil, de proporciones delicadas, de curvas que se

esfuman entre la sensualidad y la inocencia sin ser un

cuerpo sexual, erótico. Ahí es donde reside su encanto.

Después de limpiarla, me quedo mirando su cuerpo

en un simulacro de capilla ardiente, en una representación

única: al fondo, el sol in perpetuum.

Entran unos rayos por el ventanal hasta tocar el

cuerpo de Sady y más allá del cuerpo: yo, en un sillón

contemplando el espectáculo, único, irrepetible.

Bertolino, ¿dónde estás, viejo amigo? ¡Me hacés

falta! Desearía contarte de este gusano que me corroe

por dentro todas las noches.

[…]

Lo confieso. ¿Dejar el cuerpo de Sady en los patios

de Ferrocarriles al Pacífico? ¡Imposible! ¡No! Con

una dosis de codeína y morfina, una especie de cóctel,

me he extasiado contemplando el cuerpo de Sady por

segunda vez.

[Ilegibles los renglones siguientes].

He bajado a los pisos inferiores de la Torre; más

allá del primer nivel, existe una escalerilla y un enorme

salón.

JORGE MÉNDEZ-LIMBRICK

524

El Maestro Oficiante no me confesó su existencia,

¿por qué? He colocado el cuerpo donde nadie puede

verlo, donde nadie pueda tocarlo, mancillarlo. Allí estará

protegido de las miradas inoportunas, de los indiscretos,

de las personas deseosas por hacer un circo

con las muertes de las putas.

[… Fragmentos ilegibles].

La oscuridad continúa. En los noticieros ha salido

una escueta noticia sin la mayor importancia sobre

su desaparición. La noticia es revertida a un concepto

ambiguo. En este punto se coincide que la desaparición

fue hace días. Lo no comentado es que la jovencita

menor de edad, de escasos 17 años, se dedicaba a la

prostitución y que un general gorila la poseía cuantas

veces quisiera.

No me puedo imaginar esa mole, ese gorila encima

de Sady penetrando su carne, tocándola por dentro,

humillando así su belleza.

Con la muerte de Sady, no he vuelto a traer a nadie

más a la Torre de los Cuervos, rebajaría su muerte y

su recuerdo.

A las demás mujeres, las llevaré a la Torre Cobriza,

sus dimensiones son con puertas y laberintos

falsos.

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