INTRODUCCIÓN piensan que los ingeniosos y los ricos y los probados por el es pacio de la edad son dignos de ser creídos; no rectamente aca so, pero la opinión del vulgo difícilmente puede ser mudada; y hacia ésta dirigen todo los que juzgan y los que estiman. Cic., Top., 73 LOS TÓPICOS 1. Preámbulo Uno de los hombres más generosos que ha conocido la humani dad se llama Cicerón. No guardó nada para sí, ni siquiera las cosas más íntimas que puso en la correspondencia con los amigos o la familia. Estudió filosofía y dejó escritas sus reflexiones acerca de los temas de la vida que siempre serán motivo de interrogación. Aprendió retórica y dejó escritas las lecciones que escuchó de dife rentes maestros, o que fueron resultado de su propia experiencia. Pronunció gran cantidad de discursos, que mandó escribir y que han sido modelo de composición durante todas las generaciones después de la suya. Todo lo escribió y publicó. Si lo hizo por mera egolatría o no, es tema aparte. La verdad es que todos los que nos acercamos a él, hemos recibido algún beneficio de sus enseñan zas.1 Junto con los libros De la invención retórica, Acerca deí orador, Bruto: de ios oradores ilustres, Eí orador perfecto, Deí género óptimo de ios oradores, y De la partición oratoria, los Tópicos, o “tratado en miniatura acerca de la invención”, como lo llama Hubbell,2 com pletan la así llamada obra retórica ciceroniana. En torno de la últi 1 Baños, p. 2035, muestra, no obstante, que Cicerón no ha encajado en el perfil del héroe prototípico, que no ha tenido suerte como personaje de ficción, porque él mismo no encontró sitio en su realidad histórica. 1 Hubbell, p. 377. IX INTRODUCCIÓN ma, pongo aquí a consideración algunos asuntos que creo ayuda rán a su lectura. 2. Escenografía de ios Tópicos Estamos en el siglo primero antes de Cristo, en Túsculo, muy cer ca de Roma. El frío era tan intenso, que obligaba a los campesinos a guardarse bajo techo, y ofrecía buena ocasión de estudio a los políticos y ricos de la ciudad que en ese lugar tenían sus casas de campo, donde se refugiaban cuando por cualquier razón queda ban libres o cesantes de los quehaceres rutinarios. El jurisconsulto Cayo Trebacio, de visita en la de Marco Tulio, llevaba ya varios días en la biblioteca de éste estudiando un libro que necesitaba para resolver algún caso de herencia. Se trataba de los Tópicos de Aristóteles. Pero, como no lograba entenderlos, probablemente por estar escritos en griego de estilo no fácil, pidió a Cicerón que se los explicara. Éste, para evitarse problemas, le aconsejó que pri mero los leyera solo, y que luego, si no los entendía, buscara ayu da con alguno de los rétores más prestigiados. Sólo después de esa inicial renuencia —que no es otra cosa que la periautología de la su perioridad de su inteligencia— , atendió la solicitud de Trebacio. Así, en un viaje por mar de Velia a Regio, se dio a la tarea de compo ner estos Tópicos, recordando, dice, de memoria el libro aristotélico homónimo, por no llevarlo consigo. Sin duda, estos hechos, narrados en el inicio de la obra, pueden ser reales o mero artificio literario para infundir un poco de calor a la que pudiera considerarse fría preceptiva retórica. Es verdad, sin embargo, que Cicerón escribió a Trebacio una carta, sobre la cual habré de regresar, fechada en Regio el 28 de X INTRODUCCIÓN julio del año 44, a. C., donde, repitiendo más o menos los térmi nos de la introducción de los Tópicos, le dice que ya no puede con la carga moral que significa la deuda de explicarle aquel libro; por eso, en su viaje de Velia a Regio, compone los Tópicos aristotélicos. (Y las vicisitudes políticas de ese año de 44, que lo obligan a retirarse a la vida privada, le dan también oportunidad para termi nar Las disputas tusculanas y De la naturaleza de los dioses, y com poner los tratados De la amistad, De la vejez y De los deberes). 3. El estilo de los Tópicos En sentido figurado y por otros motivos, Cicerón ya había acusa do incompetencia o dificultad en la escritura; pero no he hallado que usara los ornamentos literarios para fingir modestia o cortesía de ningún tipo, o para ocultar real incompetencia, sino más bien para explicar o hacer hincapié en circunstancias que lo limitaban. La verdad es que en algún momento de su vida se hizo sabedor de que la naturaleza lo había privilegiado, sin medida, con el don de la palabra en todas sus manifestaciones, de modo que escribía in cluso cuando carecía de motivos para hacerlo; por ejemplo, esta carta a su amigo Atico del año 45: Aunque no tengo nada que escribirte, sin embargo te escribo porque me parece que hablo contigo.3 O estos horribles y no sé si crueles sentimientos escritos a su espo sa en el 44: 3 Cic., Fam., XII, Lili: Etsi nihil habeo quod ad. te scribam, scribo tamen quia tecum loqui videor. XI INTRODUCCIÓN Si tuviera algo que escribirte, lo haría y con muchas palabras y más a menudo.4 En seguida doy unos ejemplos del modo como se refiere a las si tuaciones que lo limitan en la escritura. Atormentado por la con ducta y el futuro de su hijo, escribe aTerencia en el año 58 desde Brindis: No puedo ya escribir más, me lo impide la tristeza.5 En el 48, afligido por la dote y las carencias económicas de la hija, a su amigo Ático: de las cuales cosas me prohíben escribirte el dolor y las lágrimas [...] Te ruego, te suplico, perdóname. Sin duda ves por cuán grande triste za soy urgido.6 En el 47, preocupado porque Quinto estaba enojado con él por no haberle dado nada de dinero, escribe al mismo Ático: El dolor me impide escribir más.7 En el mismo 47, recordando los errores que había cometido; lleno de dolor por la precaria salud de Tulia su hija; arrepentido de un mal negocio; pero, sobre todo, temeroso por el regreso de César 4 Cic., Fam., XIV, XVII: Si quid haberem quod ad te scriberem, facerem id et pluribus verbis et saepius. 5 Cic., Fam., XIV, IV, 3: Non queo plura iam scribere, impedit maeror. 6 Cic., Fam., XI, II, 2-3: de quibus ad te dolore et lacrimis scribere prohibeor [...] Oro, obsecro, ignosce. Non possum plura scribere. Quanto maerore urgear profecto vides. 1 Cic., Fam., XI, Xii1, 5: Plura ne scribam dolore impedior. XII INTRODUCCIÓN de Alejandría, lo cual significaba su fin, dice también a Ático, aca so desconfiando incluso del amigo mismo: No puedo escribirlo todo.8 Pero, contrariamente a estas disculpas escriturarias de carácter moral, he aquí otros dos lugares donde Cicerón acusa ciertas limi taciones. Uno se refiere a la vergüenza que, en la madurez, cuando escribía Acerca del orador, le causaban los escritos de la adolescen cia, refiriéndose a sus libros De la invención retórica: Las cosas que, de niños o jovencitos nosotros, cayeron comenzadas y rudas de comentarillos nuestros, son apenas dignas de esta edad y de esta práctica que hemos conseguido de tantas y tan grandes causas que hemos dicho.9 El otro lugar ya tiene que ver expresamente con los Tópicos. Se trata de una confesión de veras importante, si se tiene en cuenta que la hace nada menos que el autor de El orador perfecto y del Bruto: de los oradores ilustres, obras cuyo propósito principal, a grandes rasgos, era la defensa del autor contra un grupo de jóve nes que censuraban su estilo. En la misma carta en que Cicerón anuncia a Trebacio el pago de la deuda contraída con él, le pide que, si los Tópicos le parecen escritos de manera oscura, recuerde que ningún arte puesta en letras puede aprenderse completamente sin ayuda de intérprete o sin ejercicio. Dice así: 8 Cic., Fam., XI, xxv, 3: Non queo omnia scribere. 9 Cic., De or., I, 5: Quae pueris aut adulescentulis nobis ex commentariolis nostris incohata ac rudia exciderunt, vix hac aetate digna et hoc usu sunt quem ex causis quas diximus tot tantisque consecuti sumus. XIII INTRODUCCIÓN Te envié ese libro desde Regio, escrito tan claramente como aquella cosa pudo ser escrita. Pero, si algo te parece más oscuro, deberás pen sar que ninguna arte puede ser percibida por las letras sin intérprete y sin algún ejercicio. No irás muy lejos; ¿acaso el derecho civil vuestro puede conocerse de libros? Éstos, aunque hay muchos, sin embargo desean profesor y luz. Aunque tú, si lees atentamente, si a menudo, por ti mismo conseguirás todo, de modo que ciertamente lo entende rás. Pero que incluso los lugares mismos ocurran a ti, cuando se pro ponga una cuestión, lo conseguirás con ejercicio, en el cual, ciertamente, nosotros te mantendremos, si regresamos a salvo y si encontramos a salvo estas cosas. 28 de julio, desde Regio.10 El autor lo sabía: escribió un libro de no fácil comprensión, un libro que desde su nacimiento necesitaba ser leído con atención, muchas veces, pues no le había sido posible hacerlo con mayor claridad. De este modo, por una alusión complicada, el argumen to de periautoíogía — “o que los leyeras por ti mismo o que toma ras entera la razón de algún doctísimo rétor”, referido a los libros de Aristóteles (Cic., Top., 2)— podría tornarse en perianto catego- rema. Consciente de tal oscuridad fue Ernestius,11 el editor de los Tópicos de principios del siglo xix. Sus mismas notas así lo de muestran, pues constituyen un verdadero esfuerzo por hacer que 10 Cic., Fam., VII, xx: Eum librum tibi misi Rhegio, scriptum quam planissime res illa scribi potuit. Sin tibi quaedam videbuntur obscuriora, cogitare debebis, nullam artem litteris sine interprete et sine aliqua exercitatione percipi posse. Non longe abieris; num ius civile vestrum ex libris cognosci potest? Qui quamquam plurimi sunt, doctorem tamen lumenque desiderant. Quamquam tu si attente leges, si saepius, per te omnia consequere, ut certe intellegas. Vt vero etiam ipsi tibi loci, proposita quaestione, occurrant, excercitatione consequere. In qua quidem nos te continebimus, si et salvi redierimus et salva ista offenderimus. V Kal. Sext. Rhegio. " Ernestius, pp. 1553-1611. XIV INTRODUCCIÓN este cuadernillo quedara claro. Define donde Cicerón no lo hace, u ofrece otros ejemplos cuando los de aquél parecen insuficientes, aunque la claridad no siempre gane terreno. Por ejemplo, para ex plicar los argumentos que se toman de “antecedentes”, Cicerón evoca el caso de un divorcio hecho por culpa del marido, en el cual, al final, es necesario que nada quede en favor de los hijos, a pesar de que la mujer hubiera sido la que enviara la notificación, de donde no parece nada fácil deducir, ni siquiera por esta ilustra ción, cuáles son los argumentos sacados de antecedentes. Entonces, Ernestius se da a la tarea de definir la fórmula ab antecedentibus, y lo hace así de simple: “antecedentes son aquellas cosas a las cuales, una vez puestas, necesariamente sigue otra cosa”,12 sin duda, algo muy cercano a la tautología; pero, siguiendo la misma práctica ciceroniana observada en esta obra, añade como ejemplo el texto donde Cicerón prueba, contra Catón, que Murena no fue baila rín, aduciendo que casi nadie baila sobrio, a no ser que esté loco; ni en la soledad, ni en algún convivio moderado y honesto; agre gando que el baile es el último compañero de un convivio apro piado, de un lugar ameno, de muchas delicias, y decía que Catón acusaba a su cliente del que forzosamente era el último de los vi cios que aquél podía tener, sin mencionar ningún convivio vergonzo so, ningún amor, ninguna comilona, ninguna pasión, ningún gasto. Y esto no es ninguna aclaración escolar, como la que pudiera desearse de un texto que se cree para el salón de clase de retórica. Lo que sabemos es que la obra fue escrita para un jurisconsul to, y que el propio autor dudaba de que su comprensión fuera fácil aun para ese lector docto en la misma especialidad del libro; 12 “antecedentia sunt ea, quibus positis aliud necesario sequatur”. XV INTRODUCCIÓN por lo cual, le recomienda mucha paciencia: que lea una y otra vez, y que haga muchos ejercicios, a reserva de que en la primera oportunidad, a su regreso, él se lo explicaría personalmente. Cicerón, acaso recordando de memoria algunos lugares de la filosofía griega, aprovechó el tiempo de aquella navegación ha ciendo lo único que no podía evitar: escribir, aunque no tuviera que escribir o no pudiera hacerlo con la claridad que él mismo enseñaba. Pero es obvio que las circunstancias no le fueron muy favorables para recordar correctamente la obra que él dice que traduce, pues dejó una obrita que, aunque rica en contenido, resultó, como él anunciara, demasiado apretada y de difícil inteligencia. In cluso en la conclusión se halla este consejo, que puede ser tenido como confesión: Para este género, en el cual se perturban la misericordia y la ira y el odio y la envidia y demás afecciones del ánimo, se suministran con largueza preceptos en otros libros, que podrás leer conmigo cuando quieras. Cic., Top., 99 donde, además de hacer la complexión de la obra —“en la cual se suministran los preceptos para perturbar la misericordia y la ira y el odio y la envidia y demás afecciones del ánimo”— , el autor re comienda la lectura de otros libros que piensa que facilitarían la comprensión del suyo, igualándose así con Aristóteles incluso en la oscuridad de éste anunciada en la introducción (Cic., Top., 3: “de los libros te apartó su oscuridad”). Acaso esta oscuridad se deba a los efectos de la traducción, la cual de uno u otro modo imperó en la composición de esta obra, como se explica en el siguiente inciso. XVI INTRODUCCIÓN 4. La fuente de los Tópicos Cicerón dice que tomó sus Tópicos de los de Aristóteles: caíste en unos Tópicos de Aristóteles, que fueron explicados por aquél en muchos libros ... conmovido por tal título, en seguida me preguntaste mi sentencia acerca de esos libros ... tú ... hiciste que te entregara aque llo... Y así esto, como no tenía conmigo los libros, lo escribí repetido de memoria en la misma navegación, y te lo envié desde el camino. Cic., Top., 1-5 Y no hay razón, dice Hubbell, para dudar de lo esencial de esta historia, excepto porque en realidad solamente algunos lugares que Cicerón explica tienen parecido con los aristotélicos.13 Y, aunque sea mera creencia, cabe decir que, al componer esta obra, Cicerón pudo haber estado pensando en la obra de Aristóteles en general y no sólo en los Tópicos en particular, ya que este texto, aunque largo, es muy claro. Volkman, sin desconfiar de la memo ria de Cicerón, dice que éste hizo una mezcolanza de Topica y Rhetorica aristotélicos y doctrina estoica, sin que el autor se diera cuenta de la arbitrariedad de su proceder.14 Un estudio comparativo entre ambas obras homónimas acaso llevara a descubrir la gran memoria y capacidad de adaptación que poseía Cicerón, y mostrara cómo los caminos y los fines de la filo sofía aristotélica son diferentes de la retórica ciceroniana, pero al mismo tiempo cómo ésta última se sirve de aquélla, en los térmi nos en que se manifiesta en varios lugares de la preceptiva de Cicerón. Por ejemplo, el diálogo De la partición oratoria termina 13 Hubbell, p. 377. 14 Volkmann, pp. 211-212. XVII INTRODUCCIÓN advirtiendo que las particiones oratorias no pueden ser halladas ni entendidas ni tratadas sin la ayuda de la Academia, donde, por cierto, aquéllas florecieron; o sea, la retórica no puede prescindir de la dialéctica, a pesar de que Cicerón no sea siempre respetuoso del lenguaje filosófico.15 De hecho, la crítica ya se ha ocupado de este asunto. En el siglo vi, a. C., el autor del tratado De consolatione philosophiae, Anicio Manlio Severino Boecio, compuso un comentario sobre estos Tó picos, y en el XIX aparecieron los estudios que al respecto hicieran Ernestius, Klein, Wallies;16 y en la primera mitad del XX, Riposati. Ya en el tratado Acerca del orador, más de diez años antes de la composición de los Tópicos, Cicerón, en boca de Cátulo, había revelado de dónde conocía esta doctrina referente a los lugares:17 15 O r, 64: mollis est enim oratio philosophorum et umbratilis. 16 Klein, Io. Ios., Dissertatio de fontibus Topicorum Ciceronis, Bonnae, 1844; Wallies, M., De fontibus Topicorum Ciceronis, diss. Halis Saxonum, 1886. Cita dos por Riposati. 17 De or., II, 152. EI texto sin extrapolación contiene datos que ayudarán al lector a formarse otra idea más amplia acerca de la devoción de Cicerón hacia Aristóteles. Es éste: Est, ut dicis, Antoni, ut plerique philosophi nulla tradant praecepta dicendi et habeant paratum tamen quid de quaque re dicant; sed Aristoteles, is, quem ego maxime admiror, posuit quosdam locos, ex quibus omnis argumenti via non modo ad philosophorum disputationem, sed etiam ad hanc orationem, qua in causis utimur, inveniretur; a quo quidem homine iam dudum, Antoni, non aberrat oratio tua, sive tu similitudine illius divini ingenii in eadem incurris vestigia sive etiam illa ipsa legisti atque didicisti, quod quidem mihi magis veri simili videtur; plus enim te operae Graecis dedisse rebus video, quam putaramus. “Es que, como dices, Antonio, la mayoría de los filósofos no enseña ningunos preceptos del decir, y tiene preparado sin embargo qué decir acerca de cada cosa; pero Aristóteles, a quien yo máximamente admiro, propuso algunos lugares con los cuales se hallara la vía de todo argumento no sólo para disputa de filósofos, sino también para esta oración de que usamos en las causas; por cierto, Antonio, hace ya tiempo que tu oración no se aparta de este hombre: o tú incurres en los XVIII INTRODUCCIÓN Aristóteles ... propuso algunos lugares con los cuales se hallara la vía de todo argumento.18 Esta idea se repite en los Tópicos prácticamente igual: Unos Tópicos de Aristóteles ... disciplina de encontrar argumentos ... de modo que lleguemos a ellos sin algún error mediante método y vía. Cic., Top,, 1-2 Y precisamente con esta misma idea comienzan los Tópicos de Aristóteles: Este tratado se propone encontrar un método de investigación por cuyo medio seamos capaces de razonar, partiendo de opiniones que son generalmente admitidas, acerca de cualquier problema que se nos proponga, y seamos asimismo capaces, cuando estemos defendiendo un argumento, de evitar el decir nada que pueda estorbárnoslo. En primer lugar, pues, hemos de decir qué es el razonamiento, cuáles son sus variedades, a fin de entender el razonamiento dialéctico; este es, en efecto, el objeto de nuestra investigación en el tratado que tene mos delante.19 Sea casualidad o no, sea de lectura directa o no, es obvio que Cicerón conocía la obra aristotélica. Y esto sería suficiente para que se diera crédito a sus palabras. Sin embargo, todavía hay más que decir. Antes de entrar plenamente en materia, a lo que en De or., mismos vestigios que él, por tu semejanza con aquel divino ingenio, o también leiste aquellas mismas cosas y las aprendiste, lo cual, por cierto, me parece más semejante a la verdad, pues veo que tú has dado más trabajo a las cosas griegas que lo que pensábamos”. 18 Cic., De or., II, 152: Aristoteles ... posuit quosdam locos, ex quibus omnis argumenti via ... inveniretur. 19 Traducción de Francisco de P. Samarranch. XIX INTRODUCCIÓN II, 152, había llamado “la vía de todo argumento” (omnis argumenti via), y en Top., 2 “disciplina de encontrar argumentos” (disciplinam inveniendorum argumentorum), en el momento de las definiciones, Cicerón lo alterna con “toda razón diligente del disertar” (omnis ratio diligens disserendi): Como toda razón diligente del disertar tiene dos partes, la una del invenir, la segunda del juzgar, el príncipe de ambas — según en ver dad me parece— fue Aristóteles. Cic., Top., 6 Riposati, en su detallado análisis, revisa, por un lado, este concep to de la ratio disserendi (“la disciplina de encontrar argumentos”), o lógica griega, y de locus y argumentum, así como los lugares in trínsecos y extrínsecos; por otro, las nociones de quaestio, propositum, y causa, y las partes de la oratio, con el fin de probar la correspon dencia que guarda la doctrina ciceroniana con la aristotélica.20 Para ello, se opone a toda una generación de tesis contrarias, como las de Ernestius, Eucken, Klein, Prantl, Wallies, cuyas pos turas aún se repiten. En estos días, por ejemplo, Fortenbauch oye en las palabras Aristotelis Topica quaedam ... disciplinam inveniendorum 20 Por ejemplo, muestra cómo los cuatro géneros de lugares intrínsecos: tum ex toto, tum ex partibus eius, tum ex nota, tum ex eis rebus quae quodam modo affectae sunt ad id de quo quaeritur {Top., 8), corresponden a categorias aristotélicas. El lugar ex toto, explicado con ad id totum de quo disseritur tum definitio adhibetur {Top., 9), se relaciona con έστι δ’ δρος μέν λόγος ό τό τί ήν είναι σημαίνων; partium enumeratio (Top., 10), con γένος δ’ έστι τό κατά πλείονων και διαφερόντων τω εϊδει έν τω τί έστι κατεγορούμενον; ex nota, o notatio, cum ex verbi vi argumentum aliquod elicitur (Top., 10), con ίδιον δ’ έστιν ο μή δελοΐ μέν τό τί ήν είναι, μόνω δ’ υπάρχει και άντικατηγορεΐται του πράγματος; ex eis rebus quae quodam modo affectae sunt ad id de quo quaeritur (Top., 11), con συμβεβηκός δέ έστιν ο μηδέν μέν τούτον έστί, μήτε ορος, μήτε ϊδιον, μήτε γένος, υπάρχει δέ τω πράγματι, και ο μή υπάρχει. Arist., Top., 102, b, 4 ss. Véase Riposati, p. 50. XX INTRODUCCIÓN argumentorum, ut sine ullo errore ad ea ratione et via perveniremus (Cic., Top., 1-2), no otra cosa que una confesión, según la cual la obra de Cicerón sería solamente una amplia recolección de lo que contiene el tratado aristotélico, pero carente de la susodicha base, sin que esto signifique que Cicerón haya mentido, sino que se equivocó (“we need not conclude that Cicero is lying, but that he is in error”).21 Siguiendo la argumentación como está, en vez de imputarle error, a mí me sería más fácil llamarlo mentiroso, y esto con muchas reservas. De hecho, la referencia al filósofo griego puede ser, si no el reconocimiento de la fuente, sí el empleo de un argumento de autoridad tomado nada menos que de los lugares extrínsecos, una de las grandes aportaciones “no artísticas” de la retórica para hacer fe, y expuestas en este libro: sino también los oradores y los filósofos y los poetas y los historiadores, de cuyos dichos y escritos a menudo se busca autoridad para hacer fe. Cic., Top., 78 Cicerón pudo equivocarse en la doctrina, olvidar cosas, mezclar las, pero no creo que confundiera el nombre de un autor tan opimo, en especial cuando pone tanto énfasis en el conocimiento que tenía del gran filósofo, a pesar de que éste no fuera leído en tonces, excepto por pocos. También es posible sugerir que la lec tura del estagirita era escasa, a partir de la severa crítica que Cicerón hace contra los rétores y filósofos que en su época desco nocían a aquél [Top., 3); pero esta actitud crítica, si fue honesta, a su vez hace suponer que él era de los pocos que cabían en la excep ción. Pues cuando toma de otros, lo dice, lo discute y aun lo im 21 William W. Fortenbauch, “Cicero as a reporter of Aristotelian and Theophrastean Rhetorical Doctrine”, Rhetorica, XXIII, 1, 2005, p. 46. XXI INTRODUCCIÓN pugna, como cuando habla de las constitutiones en contra de la teoría de Hermágoras, en La invención retórica (Cic., Inv., I, 12 ss). Además, la simple división de lugares intrínsecos que se inicia en el párrafo 11, es tan semejante a la aristotélica referente a los lugares de los entimemas (Arist., Rhet., 1396, b, 20 ss), que no cabe sino pensar que Cicerón conocía muy de cerca la doctrina del estagirita. Hay incluso coincidencias en las fórmulas de paso, como es ésta: at quod primum, est; quod sequitur igitur (Cic., Top., 71), semejante a πρώτον δ’ εϊπωμεν περί ών άναγκαΐον ειπεΐν πρώτον (Arist., Rhet., 1396, b, 23). Sin duda, Cicerón no compu so los suyos enteramente de los Tópicos aristotélicos; pero, en cual quier forma, directa o indirecta, su principal fuente es la varia producción lógica22 y retórica de aquél, si se considera no en tér minos particulares, sino generales, pues el pensamiento aristotélico resuena, a su modo, en la terminología ciceroniana. Acaso la co rrespondencia no sea perfecta pero el mérito de Cicerón consiste en haber llevado a los romanos el pensamiento de Aristóteles. 22 El término dialéctica, vaciado de su sentido original, se convierte en sinóni mo. de lógica, y comprende lo que Aristóteles llamaba analítica. Como sea, λογική o λογική τέχνη, como nosotros la entendemos, nunca se lee en Aristóteles; y λογικός o λογικώς, también como sinónimo de διαλεκτικώς, se ha lla en sus escritos casi siempre referido a λόγος como discurso o razonamiento, precisamente al contrario de como lo entendemos nosotros, y en oposición a αναλυτικός, que está casi siempre en relación con el procedimiento científico. La dialéctica es considerada por Platón superior a todas las artes humanas; por su medio, los hombres alcanzan mayor introspección en las mejores cosas, y tiene que ver sólo con lo que no se ve, y sin ayuda de lo visible. Su único medio es el habla, el uso de preguntas y respuestas, en la búsqueda de la verdad. Como sea, Cicerón, en De finibus, dice que aquella parte de la filosofía propia de quaerendi ac disserendi en griego se dice λογική, en tanto que, en Topica, las indicandi vias del diligens disserendi corresponden a la ciencia que se llama διαλεκτική, y las del inveniendi, τοιακή. Cfr. Riposati, p. 3. XXII INTRODUCCIÓN Como sea —enseña Riposati— , la ratio diligens disserendi cice roniana desciende de la Logica y del Organon aristotélicos.23 Para Douglas, Cicerón no fue un genio filosófico original, pero tampoco un copista mecánico de teorías griegas; ni docto en todas las bibliotecas helenísticas, pero sí un especialista en retórica a quien no se le puede negar la capacidad de formular problemas y llevarlos a través de discusiones no cubiertas por los contenidos de tales bibliotecas.24 Otros orígenes más cercanos de los Tópicos podrían rastrearse también en repeticiones de otros lugares ciceronianos, como, sin duda, de los libros De la invención retórica y de Acerca del orador. Todo lo cual es tanto como decir, simplemente, que Cicerón ponía por escrito todo cuanto sabía, o cuanto leía, o cuanto recor daba, o cuanto decía recordar, como son los Tópicos de Aristóteles, que en seguida se resumen. 5. Los Tópicos de Aristóteles Aristóteles nació en 384 en Estagira, entre Tracia y Macedonia, y murió en Calcis, Eubea, en 322. Desde los diecisiete años de edad ingresó a la Academia de Platón, hasta cuya muerte, en 348, per maneció en ella. Acaso por la hostilidad contra los macedonios fomentada por Demóstenes, se ausentó de Atenas y se estableció en Assos, donde contrajo matrimonio con Pitia, sobrina de Hermias, que era tirano de Atarnea. De ahí se trasladó a Mitilene, donde aceptó la invitación de Filipo para educar a su hijo Alejan dro. En 335-334 abrió la escuela peripatética, cerca del templo de 23 Riposati, pp. 9, 12, 51, pássim. 24 Douglas, p. 131. XXIII INTRODUCCIÓN Apolo Λύκειος. A la muerte de Alejandro, en 323, y con el resur gimiento del partido nacionalista, acusado de impiedad, nueva mente se alejó de Atenas, “para que los atenienses no pecaran por segunda vez contra la filosofía”. Su obra sobre el lenguaje —Poetica, Rhetorica y, desde luego, Topica— fue influencia fundamental y guía permanente en el pensamiento de Cicerón. Como ya se vio arriba, los Tópicos tienen por objetivo encon trar un método para razonar dialécticamente a partir de opiniones generalmente admitidas, acerca de cualquier problema que se pro ponga, y para ser capaces de evitar decir lo que pueda ser de estor bo al razonamiento, cuando se defienda un argumento.25 Comienzan con información amplia acerca de la naturaleza del arte dialéctica, por la cual se discute acerca de cada cuestión y se argumenta a partir de proposiciones probables (ένδοξων), para re cabar, mediante la ratiocinatio dialectica, silogismo dialéctico, no el quid verum, sino el quid probabile sit. De esta arte se afirma no sólo la utilidad, para fines filosóficos y retóricos a un tiempo, sino se discute también con detalle la matéria en torno de los problemas de aquello acerca de lo cual se disputa (περι ών oí συλλογισμοί) y de las proposiciones (αί προτάσεις), de las cuales se saca el motivo de las argumentaciones. En tal sentido, Aristóteles fue el primero en crear un sistema lógico, propiamente dicho, entendido como ciencia del pensamiento humano, como teoría de los modos para alcanzar obje tivamente lo real, fijando las características formales necesarias para llegar a determinados predicados, relacionando lo que se da entre lo general con lo particular. Pero a tal doctrina no dio el nombre de lógica, sino de analítica (αναλυτικά o αναλυτική τέχνη), es decir, 25Arist., Top., 100, a, 18. XXIV INTRODUCCIÓN búsqueda de las formas del razonamiento. Sólo más tarde, con los peripatéticos, el término lógica sustituye al de analítica, y se extien de a toda la doctrina del Organon, cuando éste comienza a designar, especialmente en el estoicismo, la parte de la filosofía concerniente a las formas del pensamiento y de la expresión.26 En el primero de los 8 libros de que se componen los Tópicos de Aristóteles, se expone el programa, los usos y la meta del trata do; los problemas y las clasificaciones de los predicables; las rela ciones de éstos con las categorías; las proposiciones y problemas dialécticos y tesis; el razonamiento dialéctico y la inducción; las cuatro fuentes de donde es posible sacar los argumentos; cómo distinguir significados equívocos, las diferencias, las semejanzas y procedimientos. Desde el libro segundo hasta casi el final del séptimo se halla la exposición de los lugares comunes de los problemas: accidente, género, propiedad, definición, identidad. Del accidente — atribu to que puede pertenecer a una cosa y también no pertenecerle— , hay que distinguir los problemas universales de los particulares; se enseña cuándo hay error en esta materia, cómo desviar los argu mentos; los argumentos tomados de contrarios, de semejanza o igualdad, de consecuencias. En el tercero se examinan las cosas más deseables o reprobables, por sí mismas o por comparación, por su especie, o por grados de mayor o menor o igual, todo con el objeto de mostrar cómo refu tar las afirmaciones contrarias. En el cuarto se estudian los argumentos tomados del género y su participación con la diferencia, lo contrario, la semejanza; los errores en la definición de género; la consecuencia. • ’6 Véase Riposati, pp. 2 y 7. XXV INTRODUCCIÓN En el quinto se trata acerca de los argumentos a partir de la propiedad, y los modos de rebatirlos con opuestos, derivados o grados de comparación. En el sexto se da la discusión de las definiciones, su corrección, oscuridad, redundancia, inteligencia; los términos que deben em plearse; las diferencias y coincidencias con otros términos que de finen otros géneros; términos complejos; seres reales; cosas que son producto o suma de A y B; el todo. En el séptimo se examina la identidad, es decir, lo mismo de dos cosas, lo cual ayuda en la destrucción pero no en la construc ción de argumentos; es más difícil establecer una definición, que no destruirla; es más fácil negar que afirmar un accidente. En el octavo se discuten los problemas en torno a la disposi ción y método en el planteamiento de las cuestiones: elegir el fundamento del ataque, estructurar las cuestiones y disponer las, y presentarlas a la otra parte; el ornato por medio de la induc ción y la distinción; hipótesis difíciles de contradecir; la tesis del que responde: su objetivo y modo; argumentos claros, argumen tos falsos, o falacias; la mejor manera en el ejercicio y práctica de los argumentos. Ésta sería, a muy grandes rasgos, una síntesis del contenido de los Tópicos aristotélicos, que podría servir tan sólo de marco de refe rencia, pero no para ayudar a la comprensión de los ciceronianos. Ambas obras son diferentes en concepto y en objetivos, aun cuan do aceptáramos que la segunda se inspirara en la primera. Todo en el ejercicio de la palabra, llámese oración o discurso, está encaminado a producir o deleitación, o enseñanza, o fe, ese algo XXVI 6. La fe de los Tópicos INTRODUCCIÓN indefinible que nos hace creer en las personas o en las cosas, tangi ble de algún modo cuando el orador alcanza sus objetivos porque el oyente cree en él. Los oyentes gozan o sufren, ríen o lloran, favorecen u odian, desprecian o se conduelen, se avergüenzan o se arrepienten, se aíran, admiran, esperan, temen, con tal que el orador haga fe y la coloque en sus ánimos (Brut., 187-188). * * * Excursus. La fe mueve montañas. Cuando Jesús entró a Cafar- naúm, se le acercó un centurión para decirle que tenía un niño paralítico, en cama, sufriendo terribles dolores. Jesús le prometió ir a su casa a curarlo. El centurión, sintiéndose indigno de que Jesús entrara bajo su techo, le rogó que dijera aquello tan sólo con la palabra, y su niño sería sanado, ya que él entendía esas cosas del poder, pues, aunque también él era subordinado, tenía soldados que obedecían sus órdenes sin discutirlas. Admirado de lo que acababa de oír, Jesús dijo a los que lo seguían: “En verdad os digo: en nadie he encontrado tan grande fe en Israel” (Amen dico vobis: apud nullum inveni tantam fidem in Israel), y al centurión: “Ve, como creiste sea hecho para ti” (Vade, sicut credidisti fiat tibi). * * * Este, y no otro, es el sentido de la palabra fides en la retórica de Cicerón. Ese algo, preexistente, o creado por el orador en el caso de la retórica, se anida en el espíritu de los oyentes, y es eso lo que vuelve a éstos objeto del poder de las palabras, los hace que gocen o sufran, rían o lloren, favorezcan u odien, desprecien o se con duelan, se avergüencen o se arrepientan, se aíren, admiren, espe ren, teman. XXVII INTRODUCCIÓN La fe —enseñaba Cicerón a su hijo en el diálogo De la partición oratoria— se hace mediante argumentos, y éstos se hallan en cier tos lugares, que, a su vez, se encuentran o adentro o afuera de las cosas de que se habla {Part, or., 5)· Fe (fides), argumentos (argumenta), lugares (loci), cosas (res) son conceptos que permean en toda la.retórica ciceroniana, y fue ron tomados de la aristotélica. Y los argumentos —dicho de otro modo en los Tópicos que en De la partición oratoria— son las razones que hacen la fe para las cosas dudosas {Top., 8), y se sacan de los lugares, o τόποι, de que trata precisamente este libro. 7. El título Topica Al parecer, el término latino tópica se usa solamente en plural y sólo por Cicerón y referido al de Aristóteles, o al presente libro, en el cual se alterna con el singular griego τοπική, y se interpreta, en particular, como disciplina inveniendorum argumentorum, “disci plina de encontrar argumentos” {Top., 2), o, en general, como inveniendi ars, “el arte de invenir” {Top., 6). Probablemente de la Retórica de Aristóteles pueda extraerse el significado de este plural: Así pues, digamos un modo de selección, el primero, éste, el relativo a los lugares, y los elementos de los entimemas; y digo elemento y lugar del entimema a lo mismo.27 27 Arist., Rhet., 1396, b, 20-22: Εις μέν ούν τρόπος τής εκλογής πρώτος οΰτος ό τοπικός, τά δέ στοιχεία των ενθυμημάτων λέγωμεν· στοιχεΐον δέ λέγω καί τόπον ενθυμήματος τό αύτό. XXVIII INTRODUCCIÓN Aquí se ve que estas tres frases: τρόπος 6 τοπικός (“el modo relati vo a los lugares”), τά δέ στοιχεία των ένθυμημάτων (“los elementos de los entimemas”) y τόπον ένθυμήματος (“lugar del entimema”) son alternantes entre sí: encierran el mismo concepto.28 De ser esto cierto, las tres frases son también alternantes de eíementis quibusdam (“ciertos elementos”, Top., 25), de los cuales, en efecto, igual que de los lugares, se saca toda significación y demostración para descubrir todo argumento. Esto se deja ver más fácilmente en las Particiones oratorias, donde Cicerón alterna prácticamente los términos res, argumentum y loci, del mismo modo como ocurre en la obra presente. C. E ¿Con qué cosas se hace la fe? C.P. Con argumentos, los cuales se deducen de los lugares, o los ínsitos en la cosa misma, o los asumidos. C.F. ¿A qué denominas lugares? C.P. A esos en los cuales se esconden los argumentos. C.E ¿Qué es argumento? C.P. Lo probable encontrado para hacer fe. C.F. ¿Entonces, de qué modo divides esos dos géneros? C.P. A los que se piensan sin arte, a esos llamo remotos, como los testimonios. C.F. ¿Y... los ínsitos? C.P. Los que están inherentes en la cosa misma. C.F. ¿Entonces, de todos estos lugares tomaremos los argumentos?29 28 Es de advertir que las diferentes formas de traducir τόπος han llevado a una creciente discusión acerca de los tipos de topoi que hay en la retórica y en el mismo significado del término. Para abundar en este tema puede leerse el artícu lo de Dyck, “Topos and Enthymeme”. 29 Cfr. Part, or., 5-8: C. F. Quibus rebus fides fit? ¡ C.P. Argumentis, quae ducuntur ex locis aut in re ipsa insitis aut assumptis. / C.F Quos vocas locos? t XXIX INTRODUCCIÓN Topica, pues, en principio no significa “lugares”, sino “tópicos”, es decir, “cosas referentes a lugares”, conceptos que en algún mo mento no sólo se confundieron y se volvieron alternantes, sino que en las traducciones se desplazaron: el erróneo, “tópicos”, vino a ocupar el lugar del correcto, “lugares”. Para formarse una idea de conjunto de este concepto, el lector puede ver el esquema que viene a continuación, así como, desde luego, el capítulo II, “Descripción de los Tópicos.
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