lunes, 22 de febrero de 2016

FLAUBERT Y SU DESTINO EJEMPLAR. Discusión. Jorge Luis Borges.


(Discusión. Jorge Luis Borges. Obras completas. Emecé editores, 1972).

FLAUBERT Y SU DESTINO EJEMPLAR
En un artículo destinado a abolir o a desanimar el culto de
Flaubert en Inglaterra, John Middleton Murry observa que hay
dos Flaubert: uno, un hombrón huesudo, querible, más bien
sencillo, con el aire y la risa de un paisano, que vivió agonizando
sobre la cultura intensiva de media docena de volúmenes
desparejos; otro, un gigante incorpóreo, un símbolo, un grito de
guerra, una bandera. Declaro no entender esta oposición; el Flaubert
que agonizó para producir una obra avara y preciosa es,
exactamente, el de la leyenda y (si los cuatro volúmenes de su
correspondencia no nos engañan) también el de la historia. Más
importante que la importante literatura premeditada y realizada
por él es este Flaubert, que fue el primer Adán de una especie
nueva: la del hombre de letras como sacerdote, como asceta y
casi como mártir.
La antigüedad, por razones que ya veremos, no pudo producir
este tipo. En el Ion se lee que el poeta "es una cosa liviana,
alada y sagrada, que nada puede componer hasta estar inspirado,
que es como si dijéramos loco". Semejante doctrina del espíritu
que sopla donde quiere (Juan, 3: 8) era hostil a una valoración
personal del poeta, rebajado a instrumento momentáneo de la
divinidad. En las ciudades griegas o en Roma es inconcebible
un Flaubert; quizá el hombre que más se le aproximó fue Píndaro,
el poeta sacerdotal, que comparó sus odas a caminos pavimentados,
a una marea, a tallas de oro y de marfil y a edificios,
y que sentía y encarnaba la dignidad de la profesión de las letras.
A la doctrina "romántica" de la inspiración que los clásicos
profesaroní, cabe agregar un hecho: el sentimiento general de
que Homero ya había agotado la poesía o, en todo caso, había
descubierto la forma cabal de la poesía, el poema heroico. Alejandro
de Macedonia ponía todas las noches bajo la almohada
su puñal y su Ilíada, y Thomas de Quincey refiere que un pastor
inglés juró desde el pulpito "por la grandeza de los padecimientos
humanos, por la grandeza de las aspiraciones humanas, por
la inmortalidad de las creaciones humanas, ¡por la Ilíada, por
la Odisea!". El enojo de Aquiles y los rigores de la vuelta de
Ulises no son temas universales; en esa limitación, la posteridad
fundó una esperanza. Imponer a otras fábulas, invocación por
1 Su reverso es la doctrina "clásica" del romántico Poe, que hace de la
labor del poeta un ejercicio intelectual.
264 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS
invocación,, batalla por batalla, máquina sobrenatural por máquina
sobrenatural, el curso y la configuración de la Ilíada, fue
el máximo propósito de los poetas, durante veinte siglos. Burlarse
de él es muy fácil, pero no de la Eneida, que fue su consecuencia
dichosa. (Lempriére discretamente incluye a Virgilio
entre los beneficios de Homero.) En el siglo xiv, Petrarca, devoto
de la gloria romana, creyó haber descubierto en las guerras púnicas
la durable materia de la epopeya; Tasso, en el xvi, optó por la
primera cruzada. Dos obras, o dos versiones de una obra, le
dedicó; una es famosa, la Geriisalemme liberata; otra, la Conquistata,
que quiere ajustarse más a la Ilíada, es apenas una
curiosidad literaria. En ella se atenúan los énfasis del texto original,
operación que, ejecutada sobre una obra esencialmente
enfática, puede equivaler a su destrucción. Así, en la Liberata
(VIII, 23), leemos de un hombre malherido y valiente que no se
acaba de morir:
La vita no, ma la virtú sostenía quel cadavere indómito e feroce
En la revisión, hipérbole y eficacia desaparecen:
La vita no, ma la virtú sostenta
il cavaliere indómito e feroce.
Milton, después, vive para construir un poema heroico. Desde
la niñez, acaso antes de haber escrito una línea, se sabe dedicado
a las letras, Teme haber nacido demasiado tarde para la épica
(demasiado lejos de Homero, demasiado lejos de Adán) y en una
latitud demasiado fría, pero se ejercita en el arte de versificar,
durante muchos años. Estudia el hebreo, el arameo, el italiano, el
francés, el griego y, naturalmente, el latín. Compone hexámetros
latinos y griegos y endecasílabos toscanos. Es continente, porque
siente que la incontinencia puede gastar su facultad poética.
Escribe, a los treinta y tres años, que el poeta debe ser un poema,
"es decir, una composición y arquetipo de las cosas mejores" y
que nadie indigno de alabanza debe atreverse a celebrar "hombres
heroicos o ciudades famosas". Sabe que un libro que los
hombres no dejarán morir saldrá de su pluma, pero el sujeto
no le ha sido aún revelado y lo busca en la Matiére de Bretagne
y en los dos Testamentos. En un papel casual (que hoy es el
Manuscrito de Cambridge) anota un centenar de temas posibles.
Elige, al fin, la caída de los ángeles y del hombre, tema histórico
en aquel siglo, aunque ahora lo juzguemos simbólico o mitológico.

 Sigamos las variaciones de un rasgo homérico, a lo largo del tiempo.
DISCUSIÓN 265
Milton, Tasso y Virgilio se consagraron a la ejecución de poemas;
Flaubert fue el primero en consagrarse (doy su rigor etimológica
a esta palabra) a la creación de una obra puramente estética
en prosa. En l a historia de las literaturas, la prosa es posterior al
verso; esta paradoja incitó la ambición de Flaubert. "La prosa
ha nacido ayer", escribió. "El verso es por excelencia la forma
de las literaturas antiguas. Las combinaciones de la métrica se
han agotado; no así las de la prosa." Y en otro lugar: "La novela
espera a su Homero."
El poema de Milton abarca el cielo, el infierno, el mundo y
el caos, pero es todavía una Ilíada, una Ilíada del tamaño del
universo; Flaubert, en cambio, no quiso repetir o superar un
modelo anterior. Pensó que cada cosa sólo puede decirse de un
modo y que es obligación del escritor dar con ese modo. Clásicos
y románticos discutían atronadoramente y Flaubert dijo que sus
fracasos podían diferir, pero que sus aciertos eran iguales, porque
lo bello siempre es lo preciso, lo justo, y un buen verso de
Boileau es un buen verso de Hugo. Creyó en una armonía preestablecida
de lo eufónico y de lo exacto y se maravilló de la
"relación necesaria entre la palabra justa y la palabra musical".
Esta superstición del lenguaje habría hecho tramar a otro escritor
un pequeño dialecto de malas costumbres sintácticas y prosódicas;
no así a Flaubert, cuya decencia fundamental lo salvó de
los riesgos de su doctrina. Con larga probidad persiguió el mot
juste, que por cierto no excluye el lugar común y que degeneraría,
después, en el vanidoso mot rare de los cenáculos simbolistas.
La historia cuenta que el famoso Laotsé quiso vivir secretamente
y no tener nombre; pareja voluntad de ser ignorado y
pareja celebridad marcan el destino de Flaubert. Éste quería no
estar en sus libros, o apenas quería estar de un modo invisible,
como Dios en sus obras; el hecho es que si no supiéramos previamente
que una misma pluma escribió Salammbó y Madame
fíovary no lo adivinaríamos. No menos innegable es que pensar
en la obra de Flaubert es pensar en Flaubert, en el ansioso y laboriosos
trabajador de las muchas consultas y de los borradores
inextricables. Quijote y Sancho son más reales que el soldado
Helena de Troya, en la Ilíada, teje un tapiz, y lo que teje son batallas')' desventuras
de la guerra de Troya. En la Eneida, el héroe, prófugo de la guerra
de Troya,.arriba a Cartago y ve figuradas en un templo escenas de esa guerra
y, entre tantas imágenes de guerreros, también la suya. En la segunda "Jeru-
Mllén", Godofredo recibe a los embajadores egipcios en un pabellón historiado
cuyas pinturas representan sus propias guerras. De las tres versiones, la
ultima es la menos feliz.
JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS
español que los inventó, pero ninguna criatura de Flaubert es
real como Flaubert. Quienes dicen que su obra capital es la
Correspondencia pueden argüir que en esos varoniles volúmenes
está el rostro de su destino.
Ese destino sigue siendo ejemplar, como lo fue para los románticos
el de Byron. A la imitación de la técnica de Flaubert
debemos The Oíd Wives' Tale y O primo Basilio; su destino se
ha repetido, con misteriosas magnificaciones y variaciones, en el
Mallarmé (cuyo epigrama El propósito del mundo es un libro
fija una convicción de Flaubert), en el de Moore, en el de Henry
James y en el del intrincado y casi infinito irlandés que tejió
el Ulises.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog

SILVINA OCAMPO CUENTO LA LIEBRE DORADA

 La liebre dorada En el seno de la tarde, el sol la iluminaba como un holocausto en las láminas de la historia sagrada. Todas las liebres no...

Páginas