viernes, 5 de abril de 2024

El laberinto del verdugo NOVELA FRAGMENTO

 

 

 


 

El laberinto del verdugo

 

NOVELA

 

 

 

“... fato profugus…”

VIRGILIO, Eneida 1,2

 

 

 

“Me forzaste, Novato, con tu porfía a que te escribiese

en qué manera se puede poner en la ira placidez

y comedimiento”.

 

SÉNECA, De La Ira. Libro Primero.

 

 

A J.M. Crespo. Después del largo viaje: al otro lado de las palabras.

A Greta Limbrick en amorosa compañía.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 PRIMERA PARTE

TRES NARRACIONES INFAMES

 

 

 

 

(1)

Pavas. Hospital psiquiátrico-Henry en monólogos. 

 230 a.m. 35 días antes del escape.

 

 Algunos dicen que soy un asesino, no lo sé, ¿ustedes qué opinan? Punto difícil. A veces, pienso que ustedes tienen razón y que ha sido un invento de mi cerebro embrutecido por el alcohol y las drogas de que soy inocente... ¿lo será?

Jaime argumenta que yo no estoy loco, solo un poco desmemoriado y por eso me llama Henry el Desmemoriado... ¡ahhh, este Jaimito con sus cosas...  no sé qué pensar!

 Lola afirma que sí soy un asesino, un hijo de puta y que planeé las muertes de mis amigas las prostitutas, y que entonces soy un puerco, un cerdo disfrazado de hombre, y dice que ojala me hubieran colgado de las pelotas.  

 

Jaime y Lolis (entiéndase Lola) discuten... yo los oigo: uno a favor, otro en contra, los demás en el sanatorio no toman partido en la discusión, ellos están más que “desmemoriados”, están más que ausentes… En ocasiones salen al jardín, porque la mayor parte del tiempo se quedan dentro del edificio custodiando sus propias sombras y sus memorias.

 

El segundo piso posee grandes ventanales que dan al jardín en donde están las estatuas del Ninfeo, cerca del lago y de los nenúfares.

El Ninfeo siempre me agradó por su aire mítico, quizá angelical, supongo. Asocio nenúfares con otra puerta, la puerta del escape, uno en la vida asocia objetos, intercambia pensamientos.

 Los nenúfares son bellos, son muy grandes y me gusta mirarlos en sus movimientos cadenciosos con la brisa y me gusta mirar a los peces que golpean con sus lomos las hojas, golpe rápido, golpe de ojo, ¿lo ves o no lo ves?

 

 En las tardes me entretengo mirando el lago y contando los peces dorados y anaranjados que sacan sus lomos cerca de los nenúfares, el otro día conté mil quinientos cuarenta y seis lomos salidos del agua en cinco horas y media.

 

 

 

(2)

San José, cerca del Valle de las Muñecas. Consorcio Jurídico Data-Ius. Tarde- noche. Monólogo de Beatriz Muriel Nigroponte.

 

 

 

 Mañana conoceré a JC en una presentación forzada; más que forzada yo diría que protocolaria. Me explico de la siguiente manera: me presentaran a JC en el Consorcio, un favor a Carlos López, una condescendencia, una concesión que no siempre hago.  Debo confesar que fue un “favor” que me costó trabajo. Lo hice por la Firma, por los abogados, por el Consorcio. Carlos supone que fue por él, equivocado. Sucede que Carlos es una persona ególatra y cree que el Consorcio gira por su inventiva en los negocios y las relaciones con clientes foráneos o nacionales, no es cierto. En la vida nos necesitamos entre sí, de lo contrario no estaría pidiendo un favor.

 El favor se trata de lo siguiente: JC es un cliente que desea comprar un penthouse cerca del Valle de las Muñecas, es un negocio que Carlos por sus múltiples ocupaciones no puede darle el seguimiento necesario. Piensa - en una posición egoísta y sin consultarme- que yo puedo atenderlo. Es cierto que puedo atender a JC, pero lo que me da cólera es la no consulta. Espero que así como lo ayudo no ponga objeciones en mis honorarios de abogada.

 

 Cuando entré al salón de reuniones lo primero que observé en la mesa de cristal fue un fólder negro, Carlos comenzó a hablar. Lo tomé y Carlos siguió hablando de las bondades del negocio y de la buena imagen que tendría el Consorcio finiquitando la compraventa del penthouse, dijo que la compraventa atraería a nuevos clientes.

 Comencé a leer el documento - si a un simple vistazo se le puede decir leer-.

 Carlos me indicó que el penthouse debía de tener varios requisitos: la ubicación (en este caso muy cerca del Valle de las Muñecas) hasta el área (567 m2 exactos), y por último, se complacería al cliente con los detalles del mobiliario y en la decoración.

 Menudo trabajo – pensé-, mientras Carlos se acomodó el abultado vientre y coqueteó conmigo. Yo continué ojeando el fólder.  Había un pequeño cronograma muy detallado que según Carlos debe de llevarse a cabo con la mayor celeridad. De acuerdo al cronograma, el penthouse se entregará a más tardar en tres meses con independencia de reparaciones o de ampliar algunas áreas, no importa, no existen excusas, el plazo seguirá siendo el mismo.

 También se especifica que si para obtener el área de los 567 m2 es necesario comprar el piso inferior que se hiciera. Entiendo que la negociación no es fácil.

Carlos reiteró el coqueteo e insinuó que mañana después de la reunión con JC podemos ir a cenar, sonreí, el acoso se viene dando desde que era asistente en la Firma de Abogados. En las ocasiones que se pone necio pongo un muro de hielo que no puede traspasar el muy imbécil y hasta ahí llegan las insinuaciones.

A decir verdad, no me imagino a Carlos siendo mi amante, es una persona simplona que no puede mirar más allá de sus narices, es ridículo si habla de arte con los compañeros del Consorcio y presume de cuatro conocimientos burdos sobre literatura y habla de Benedetti como si fuera la octava maravilla del mundo y ni qué decir si intenta hablar sobre          Música Clásica o Pintura, hasta me sonrojo por las estupideces de que comenta y hace alarde, me da –como dicen- vergüenza ajena. Pobre Carlitos, la sensibilidad se trae de nacimiento -que no es su caso- o es un proceso de educación de hogar, por otro lado, nadie puede extraerse de su clase social por más que finja lo contrario y por más títulos y doctorados, ¿qué se puede esperar de una persona que pasó su infancia y parte de su adolescencia en los barrios del sur?

Al terminar de ojear el file nos quedamos callados, Carlos haciendo que revisaba los papeles de una demanda que tenía que presentar al día siguiente, yo me quedé preguntándome cómo sería JC.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

(3)

LOS ARCHIVOS DEL VAMPIRO.

Experiencia de Ernesto.

 

Ernesto Miranda Rojas aprendió de su exjefe todo lo que sabía en las investigaciones criminales. Aprendió de la escena del crimen lo valioso y lo que no tenía importancia, ejemplo: si existía una pelea entre víctima y victimario o fue fingida por el asesino para desviar la atención; ejemplo: distinguir la prueba puesta a la prueba verdadera en el lugar de los hechos, ejemplo: si se alteraba una escena adrede saber comprenderlo de inmediato. Podía diferenciar también si el cadáver se trasladaba donde ocurrió el homicidio o por el contrario si donde se hallaba el cuerpo era el lugar de los acontecimientos violentos. 

 En ambientes cerrados percibía el olor a pólvora, el filo acerado de cuchillos, navajas, y el olor a sangre, aunque no se encontraran evidencias físicas. 

 Si la escena del crimen era en lugares descampados y solitarios la habilidad de Ernesto cambiaba, allí concluía si el asesino o los asesinos llegaban en coche o a pie. También deducía el punto cardinal que los criminales escogían para huir del lugar. 

También Henry le ayudó a esquematizar y levantar perfiles de sospechosos, cuáles eran peligrosos potencialmente o cuáles los eran en la práctica. Aprendió a desenmascarar a los asesinos que fingían ser el ideal de vecino o los asesinos a sueldo que optaban por el retiro con una cruenta labor de crímenes a sangre fría por décadas.

 

Rutinas, fijos, realizar interrogatorios con violencia o sin violencia, pactar acuerdos ilegales, legales, y también amenazar o chantajear a los presuntos responsables con evidencias o sin evidencias - dependía el momento que lo requería - era el arsenal que Ernesto acumulaba con quince años al lado de Henry de Quincey.

Y ahora a principios del milenio, Ernesto utilizaba lo aprendido en beneficio de su amigo.

 

 

(1)

Pavas. Hospital psiquiátrico-Henry en monólogo. 230 a.m., 34 días antes del escape.

 

 Es raro, en el Sanatorio el tiempo es circular: las cosas suceden y no suceden.  El Dr. Brilla es un ejemplo: me repite lo mismo, no importa el día, es algo calcado al carbón: con las conversaciones, los reproches y las preguntas…

 

Nota:

Ayer estuve cerca del Ninfeo.

El Ninfeo son las estatuas que adornan el patio principal del sanatorio, yo le llamo Ninfeo porque me gusta la palabra, la palabra no está registrada en el Diccionario de la Real Academia Española, pero me gusta, si estuviera en el diccionario diría: Ninfeo: proviene de la raíz de ninfa, diosas inferiores griegas.

 Es el mejor nombre que se me pudo ocurrir al conjunto de estatuas alusivas a las diosas griegas y romanas, por supuesto que existen ninfas, nereidas y nínfulas, porque no es lo mismo ninfa y nereida. La ninfa es una diosa inferior de los ríos y de los bosques, no del mar. Las nereidas son hijas del mar, son hijas de Neptuno. La palabra nínfula es un vocablo acuñado por Vladimir Nabokov para designar a las niñas prepúberes en su novela “Lolita” y no tiene nada que ver con la mitología griega.

 

***

 El Ninfeo está cerca del lago donde están los peces dorados que tanto me gustan. La naciente de agua que alimenta el lago está cercada con una pequeña valla... creo que algún día de estos iré a visitarla.

 

***

El Dr. Brilla es muy amigable conmigo y también la enfermera Clarisa que tiene unas piernas envidiables.

 Clarisa dice que mi estado mental no es crítico, que ha visto otros estados más severos y que se han recuperado. Fuerza, concentración, disciplina con las pastillas y deseos de curarse, lo de más viene fácil es pan comido, es como quitarle un dulce a un little boy comenta Clarisa una y otra vez. Ojala que así sea, de lo contrario estaré condenado a vivir aquí en el sanatorio quien sabe cuantos años. Hoy pienso que pronto me voy a recuperar y saldré del sanatorio, así lo hicieron días atrás la Carmen y la Marga, si ellas pudieron, yo lo puedo hacer, ¿verdad?...  El encierro y esta mampara se debió que las autoridades están ocultando algo más que los simples crímenes que dicen yo cometí... en este instante mi mente está confusa...

 

 

 

 

 

 

 

 

 

(2)

San José, cerca del Valle de las Muñecas. Monólogo.

Consorcio Jurídico Data-Ius.

 

 Carlos ni yo nos imaginábamos a JC un hombre de mediana edad.  Carlos y yo nos imaginamos a un hombre mayor, decrépito o casi al borde de la decrepitud y la ancianidad. Es curioso que una persona joven tenga tanto dinero para gastar en un apartamento. Por lo general, las personas treintonas gastan en coches de lujo, en viajes y los que son ojo alegre en prostitutas. No entiendo cómo una persona sola y sin hijos pueda gastar un dineral en un penthouse.

 

  Fue una agradable sorpresa conversar con JC.

 JC nos puso al tanto de cómo quería que hiciéramos los traspasos y negociaciones con la empresa inmobiliaria que vende el penthouse. No desea que nada quede a su nombre, ¿cómo? Nos habló de crear una sociedad anónima. Manifestó que le gusta comprar o vender por medio de interpósita mano, que le gusta estar en medio de las sombras de cualquier negociación.

 

 JC no debe de ser mayor de cuarenta años ni menor de treinta, es ameno al trato, sí me llamó la atención que fuma demasiado. En la conversación se le ofreció un whisky al que accedió.

 Señaló que le recomendaron la Firma sin precisar detalles.

 Puntualizó que deseaba el penthouse cerca del Valle de las Muñecas por razones de que la ciudad lo enamora y que no desea vivir en los suburbios.

 La reunión no duró más de media hora, dijo JC que no le agradaban las reuniones demasiado largas porque lo que no se dice en media hora no se dice en dos o tres horas.

 En la reunión Carlos se pavoneó, es una forma de puntualizar jerarquías   y demostrar a otras personas las diferencias de mando en la Firma.

 Carlos me mira en un plano de subordinación, en el fondo se trata de un complejo y de inseguridades. Manifestó que yo era la encargada en el Consorcio de hacer el trámite de las negociaciones: de entablar acuerdos con la empresa inmobiliaria que vende el penthouse hasta la persona encargada de los detalles en la decoración del apartamento.

 La media hora que duró la reunión y Carlos habló, me sentí una decoradora de interiores y no una profesional en Derecho. No expresé ningún comentario a Carlos ni a JC.

 

 

(3)

LOS ARCHIVOS DEL VAMPIRO.

Investigaciones.

Teorías.

 

 Ernesto tenía una lista de los crímenes que se cometían en la Zona del Vampiro después que su exjefe y amigo fue recluido en el sanatorio. Entonces, tuvo la certeza que Henry al menos quedaba descartado de los posteriores acontecimientos violentos.

 Pensó en un imitador pero luego desechó la idea. ¿La razón? Una característica que no salía a la luz pública: todas las mujeres eran asesinadas con un punzón que les dejaba una herida cerca del corazón y que el asesino tapaba con una venda, así que la herida era invisible a los ojos del que ignoraba aquel patrón o ritual.

Existían datos e información curiosa: unos cuerpos olían más que otros cuerpos a perfume de rosas, ¿por qué? Nunca se supo. Entonces, no había imitador, nadie conocía estos hechos solo los agentes de investigaciones. ¿O tal vez sí hubo un imitador?  ¿Alguna persona que el asesino le confesaba los rituales? Poco probable.

 Pero, Ernesto aprendió de Henry que los asesinos en serie son hombres solitarios y que nunca “trabajan” en pareja. Ernesto decía irónicamente que no trabajaban en pareja porque les quitaban la creatividad en los asesinatos, la inspiración, el golpe de gracia y que entonces corrían el riesgo que el compañero de andanzas lo castrara en lo artístico. Esa fue la respuesta de un asesino en serie en Los Ángeles, California allá por los años 60 antes de que saliera a la luz pública el caso del “Estrangulador de Boston”.

 

 Los compañeros de la Sección de Homicidios rieron de la ocurrencia del asesino-artista que Ernesto contó haber leído en un libro de criminología.

 

 

(1)

Pavas. Hospital psiquiátrico - Henry en monólogos.  33 días antes del escape.

 

 Hoy he tenido una idea fija desde que abrí los ojos: es el círculo, sí, el círculo, así nomás, el pelado círculo, no el círculo de las monedas o el círculo de las pupilas, ¡no!, mi mente piensa en el círculo, en la figura geométrica.

 Ossorio habla de filosofía yo pienso en la geometría, en líneas y mediciones. Una línea recta es una sucesión de puntos (aunque a mí de verdad no se me parece), pero eso dicen los que saben de geometría, y dicen también que una línea en el espacio se curva, o algo por el estilo, ¡qué bobadas! ¿No? Pero debo de confesar que la geometría tranquiliza mi espíritu- el estar pensando en líneas, curvas, espacios y universos infinitos en el papel me calma los nervios, me atonta y me da sueño y cierro los ojos y me voy quedando así quietecito, quietecito, dormido, dormido... - yo pienso en el círculo y pienso en la calma, en la tranquilidad de dos o tres personas en un gran espacio blanco y vacío... también sé que el círculo es lo recurrente, lo que no tiene final...

 

 

 

 

 

 

 

(2)

San José, cerca del Valle de las Muñecas. Monólogos.

Consorcio Jurídico Data-Ius.

 

 

JC es un hombre de buenos modales, yo diría que de muy buenos modales para ser una persona tan joven. Los jóvenes de mi edad – la otra semana cumplo 25 años- no tienen la educación de épocas pasadas. Lo digo porque ya nadie ni da los buenos días en el Consorcio.

 Decía que JC es una persona educada lo que me complace, parece un caballero de principios del siglo XX con frac y bombín incluidos. Su parsimonia al hablar y las pausas en la conversación o la forma de degustar una simple taza de té lo hace diferente al resto de los muchachos de nuestra generación.

 También a la hora de dialogar sus movimientos no son bruscos, ni sus ademanes hacen pensar en un hombre rústico.

 Su vestimenta es de negro, no es luto porque en la primera reunión refirió no tener vivo familiar y que el negro lo usa no en recordatorio de sus parientes sino por costumbre.

 Es curioso que una persona treintona no tenga ni padres, ni hermanos, ni tíos o primos vivos, abuelos pues ya no, ¿otros familiares? Pues sí debería de tener. Sería lógico pensar que tuviera vivo un pariente lejano.

Esta segunda cita en el Consorcio fue a las 7 p.m. a esa hora la mayoría de los empleados del bufete no estaban. JC solicitó que las reuniones se hagan de noche a la puesta del sol, imagino que las horas de las citas son extravagancias de ricachón. La gente con dinero se comporta en forma extraña.

 

 En el trato de la negociación de hoy fue amable, cortés, fino y enérgico.

 Es interesante cómo con educación hay personas que presionan con altanería y grosería asolapada, es un arte que poseen. Yo he visto en estrados judiciales a colegas insultar y manifestar que un fulano o un zutano son unos perfectos estúpidos y ladrones sin proferir palabras soeces, vulgares. JC no anda tan perdido en estos menesteres de lo enérgico y del sarcasmo. ¡Sin excesos...  elegante y educado hasta para presionar en los negocios!

 

 De la compraventa del penthouse expresó que debía de llevarse sin contratiempos y que estaba realizando en la Bolsa de Londres las operaciones para que el dinero esté pronto en Costa Rica y no tener ningún problema con la inmobiliaria dueña del edificio.

Nota: debo de aclarar que en esta segunda reunión JC manifestó que desea comprar la Torre de 25 pisos. Dice que habló con sus amigos y los convenció de invertir con él.

 Me causa curiosidad el cambio de planes y el giro de los negocios. Mejor para el Consorcio. Lo que es trabajo se traduce en mayores honorarios, esa es la política en Data Ius.

 Yo me pregunto, ¿para qué desea comprar la Torre? ¿Acaso no le era suficiente con el penthouse? A estos ricachos una no los entiende aunque una los trate a diario en el Consorcio. La filosofía de éstos platudos se resume en: “el dinero es para gastar y para invertir”.

 La Torre será terminada dentro de tres meses atendiendo el cronograma y sumando el papeleo y las demás negociaciones que deben hacerse, apenas vamos a salir tablas.

 

 

 

 

 

 

(3)    

LOS ARCHIVOS DEL VAMPIRO.

Investigaciones.

Teorías.

 

Posteriormente, vinieron las acotaciones de una tal Beatriz Muriel Nigroponte que en una ocasión días atrás llegó a inoportunarlo con la teoría que estaba investigando por cuenta propia los asesinatos en la Zona del Vampiro y a un grupo de personas que sospechaba estarían involucradas con los hechos de sangre.

 La tarde que Ernesto la atendió en la oficina no le indicó ni que sí ni que no acerca de la teoría que le propuso: de una Cofradía que era la autora de los crímenes. Ernesto pensó que no era conveniente intercambiar información con una desconocida así de golpe y porrazo, en este caso con una abogadita de mierda que jugaba a lo Sherlok Holmes.

 

 

(1)

Pavas. Hospital psiquiátrico- Henry y el profesor Felipe Ossorio en monólogos – diálogos.  230 a.m., 32 días antes del escape.

 

          ¿Adónde quedamos? ¿En el asunto del Ninfeo, o en el asunto de la geometría? Lo olvidé. De todas maneras – creo- lo del Ninfeo está claro y lo de la geometría pienso que quedó sin terminar... explicaba, ¿qué explicaba? Sí, ya preciso, argumentaba que el círculo representa lo infinito, es la representación de la serpiente mordiéndose la cola. La serpiente se muerde la cola y dicen que esas figuras simbolizan el final y el principio de las cosas... ¿y si no es así? ¿Y si lo único que quería dibujar el artista era una cabrona serpiente mordiéndose la cola?

 

Hospital Psiquiátrico. Pavas. Pabellón B.

El profesor Felipe Ossorio Interrumpiendo:                        

 

-Henry, recordá lo que siempre le he comentado a los muchachos, ¿verdad muchachos?

- ¡Sssiiiiii...! (En coro).

- Que los filósofos, los estetas, los antropólogos, los historiadores, quieren interpretar formas, figuras, escrituras, colores, signos, esculturas y toda manifestación del arte de diferentes culturas pero y en este pero está la verdad: en realidad, no tienen interpretación, porque los artistas las hicieron y punto. ¡No existe interpretación muchachos!...

 Ejemplo, dicen que la medición de la gran pirámide de Egipto, si se suma su perímetro y éste se multiplica por (x) número dará como resultado la circunferencia de la Tierra... ¡pendejos de mierda! ¡Lo mismo sería si mido mi pinga por un número (x) daría de resultado la circunferencia de la Tierra y ojo, no es que yo sea muy pichudo! Es cuestión de acomodar números y todo calza.

 

 Hay gente que se quiere hacer la idiota también con el asunto de las causas y de las concausas, ¿alguna vez se han puesto a pensar en eso muchachos? Ahí les voy con el ejemplo: Juanito murió de un balazo de pistola en la cabeza, y Marco Polo es la causa de que Juanito muriera de un tiro, ¿cómo? Pregunta incrédulo el grupo con una risita burlona. La respuesta sería: porque Marco Polo llevó la pólvora hace varios siglos a occidente, ¡mierda! Idéntico razonamiento sería decir que Juanito murió de un tiro por arma de fuego porque de no hablar con Roberto fuera de su casa no se encontraba con su asesino en la calle. Conclusión: estas teorías no sirven, son una mierda, porque la realidad está sujeta a la ley del azar, ¿cómo?  El clinamen. ¿Se acuerdan muchachos lo que es el clinamen cuando estudiábamos filosofía con el Dr. Grimaldi? ¿Sí, no? ¿Se acuerdan de Epicuro? ¿Se acuerdan del azar? ¿No?, pues bien, la teoría es la siguiente: “Maestro,- pregunta el discípulo- ¿los átomos tienen su propio movimiento, su orden establecido, su orden natural? Respuesta: dice el Maestro: por supuesto, los átomos tienen su orden establecido, su propio movimiento, pero algunos se desvían de su trayectoria normal. ¿Por qué? – Pregunta el discípulo- ¡Saber! dice el Maestro, no lo sé, pero se desvían, eso es lo que se llama clinamen (los átomos se desvían sin razón aparente), el azar tiene un factor decisivo, lo contrario sería que creamos en la predestinación, ¡acuérdense de Sófocles con su personaje Edipo que por más que huyó de su destino, el destino lo alcanzó!

 Lo anterior sería pensar que existe un libro de las calamidades del mundo y de lo que nos va a suceder (el Gran Libro de la Vida) y no podamos hacer nada para cambiarlo.

 

 (Una voz a lo lejos): Dr. Redondo les he dicho que se callen pero no hacen caso a ver si usted los mete en cintura, ¡no ve que es más de la una de la mañana y los enfermos no se quieren ir a dormir! Dizque están en una clase de filosofía con don Felipe, ¡ay no, las cosas que tiene una que ver y oír en el sanatorio! ...

Felipe:

 Y vos Henry, ¿has llegado a alguna conclusión? ¿Existe o no la predestinación, podemos huir o no podemos huir de nuestro destino?


jueves, 4 de abril de 2024

Alberto Manguel Don Quijote y sus fantasmas Prólogo de FRANCISCO RICO FRAGMENTO DEL TEXTO.

 


Universidad Nacional Autónoma de México

2019

PROLOG[UILL]O O ENSAYO EN SIMPATÍA

Si un hilo rojo enhebra en un sentido de conjunto las incitantes quijotadas de

Alberto Manguel, quizá sea una declaración de simpatía con Cervantes: con el

novelista, con el artista y con el hombre. Si luego ese sentido se concreta en una

idea central, ella es que el Quijote contiene una reivindicación de las raíces

mestizas de España: no la España cristiana químicamente pura, sino la España de

moros y judíos, de moriscos y conversos. Y al cabo tal idea se encarna

primordialmente en dos figuras y en un episodio: el escurridizo Cide Hamete, a

quien Cervantes atribuye la autoría de la obra, y la denuncia como infame, por el

bueno de Ricote, de la expulsión de los suyos.

Manguel es demasiado inteligente para afirmar sin más que el Quijote propugna

esa tesis. Sí razona que la contiene porque podemos postularla como posible,

porque no concebimos que un escritor genial no sea un modelo de virtud y no

comparta y termine por expresar de algún modo nuestros ideales humanitarios:

“Queremos ver –subrayo yo, F. R.– en su atribución de la autoría de Don Quijote

a Cide Hamete un gesto de penitencia o retribución...” Con lo cual volvemos al

punto de partida: el acto de simpatía.

Pero es que sentirla por Cervantes es inevitable. Pocos narradores son tan

invisibles y a la vez están tan presentes en una novela como él en el Quijote. Su

rastro resulta ubicuo en el tono que impregna el libro entero, en el talante

comprensivo e irónico, penetrante y bienhumorado, que lo empapa todo y que al

lector no se le ocurre achacar a ningún autor ficticio ni limitar a ningún

personaje, sino que por fuerza identifica con la fisonomía del Miguel de

Cervantes que no en balde firma el prólogo. De ahí la simpatía, la curiosidad y

hasta el cariño por el individuo de carne y hueso que se adivina detrás del

retablo.

De ahí también, de la simpatía, la perspicacia de las acotaciones que Manguel

pone al margen del Ingenioso hidalgo. Son muchas, sagaces y de varios órdenes.

Escojo una que tiene que ver con cuanto llevo dicho: “Toda lectura es

interpretación, toda lectura revela las circunstancias del lector y depende de

ellas”. Otra sobre los personajes de la fábula, construida, al desgaire, como “un

juego entre varios ‘otros’, entre numerosos pares de dobles invertidos: Alonso

Quijano y Don Quijote, Don Quijote y Sancho, Aldonza Lorenzo y Dulcinea,

Dulcinea y Teresa Sancha, Sancho y Alonso Quijano”. Una tercera que abarca

tierra y cielo del Quijote: “La realidad del mundo cervantino (aquello que

llamamos realidad porque podemos reconstruirla en nuestra memoria, aunque

incompleta y malamente) pue-de ser retratada fielmente sólo a través de

aproximaciones y fragmentos, como una crónica que, alternativamente, asume y

niega el punto de vista de un loco, o de alguien a quien la sociedad tilda de

loco”.

No sigo espigando, porque un prologuillo que debiera ser breve podría acabar

compitiendo en amplitud con no pocas páginas del ensayo en simpatía de

Alberto Manguel.

Francisco Rico

DON QUIJOTE Y SUS FANTASMAS

A la memoria de mi querido maestro, Isaías Lerner

1. Las ausencias presentes

En una estrecha celda española, en una ciudad de cuyo nombre no queremos

acordarnos, quizá fuese Castro del Río o quizá Sevilla, un hombre de armas y de

letras, cincuentón y cansado, concibió un personaje a su propia imagen, un

caballero algo más ridículo y más valiente que él, alguien decidido contra viento

y marea a enfrentarse a la cotidiana injusticia de este mundo. Entre cuatro

paredes húmedas, “donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste

ruido del mundo hace su habitación”, que sin duda le recuerdan su largo

cautiverio africano, el prisionero Miguel de Cervantes Saavedra imaginó a un

viejo hidalgo que se rehúsa a plegarse a las mentirosas convenciones de este

mundo y quien decide en cambio obedecer tan sólo las reglas de su ética. A la

hipocresía de una sociedad que exige que cada cual disimule sus verdaderas

creencias y viva disfrazado, don Quijote opone la verdad de la libertad absoluta,

la de poder elegir su propio código moral y desplegarlo ante quienes se niegan a

aceptarlo.

Del nacimiento de don Quijote sólo sabemos lo que Cervantes mismo nos

cuenta, y lo que nos cuenta es parte integral de la ficción. Lo engendró, nos dice,

en la cárcel y, sin embargo, según confiesa, no es él el padre sino el padrastro de

don Quijote. Cervantes (dice Cervantes) es quien transmite la historia, y no su

inventor. A lo lar-go de los siglos, los lectores han creído la historia de sus

prisiones, no así la autoría denegada. Cervantes componiendo su libro en su

celda nos parece más verosímil que Cervantes descubriendo el manuscrito de un

cierto Cide Hamete Benengeli (que Aline Schulman acertadamente traduce

como “Sidi Ahmed Benengeli”). Y sin embargo ambas declaraciones forman

parte de la verdad de la novela: ambas son ficción y son también realidad. El

mundo de Cervantes (como el de cada uno de nosotros) es uno en el que

representamos ciertos roles y vestimos ciertas máscaras.

En el mundo de Cervantes faltan oficialmente dos tercios de la población, los

moros y los judíos, exilados en 1492 de la península. Sólo a los conversos se les

ha permitido quedarse en España como cristianos nuevos. En tal mundo, la

apariencia vale más que la sustancia, la percepción más que la existencia. Para

espiar detrás de las máscaras, la Iglesia católica emplea la Inquisición,

establecida en Castilla en 1478 a pedido de los Reyes Católicos. El Al-Ándalus,

bien que mal, había sido gobernado bajo la ley coránica de tolerancia. “Si tu

Señor lo hubiese deseado, toda la gente de la tierra hubiese creído en Él. ¿Cómo

osas forzarlos a tener fe?” (Corán, X: 99). Pero después de la expulsión, todos

los súbditos caen bajo sospecha. Temiendo ser denunciados, los amigos

desconfían de los amigos, los vecinos ya no se reconocen. Ya que el prejuicio,

para sobrevivir, debe evitar toda complejidad, la multiplicidad de los pueblos

árabes fue reducida al término “moro”. Los moros, por lo tanto, exilados

recientes o antiguos, perseverando en sus creencias o conversos, son el enemigo,

la definición de todo aquello que no es un cristiano viejo.

¿Por qué daría un escritor como Cervantes la paternidad de su obra a otro –y no

a cualquier otro, sino a un representante de esa gente exiliada, personas que son

ahora habitantes de su “otra costa”, ciudadanos de Cartago frente a su Roma,

salvajes que, en la imaginación popular, son los que se vengan de los cristianos

saqueando las ciudades portuarias y asaltando los barcos españoles, como esos

piratas argelinos que lo mantuvieron cautivo durante cinco largos años–?

Varias consideraciones son posibles.

Las circunstancias del cautiverio de Cervantes han preocupado a los

historiadores desde los inicios de la fama del autor, y fueron descritas en forma

de ficción por Cervantes mismo en varias de sus obras, en El trato de Argel y

Los baños de Argel, y sobre todo en el episodio del cautivo en la primera parte

del Quijote. Los hechos que conocemos son los siguientes: En 1575, a los 28

años, Cervantes es capturado por piratas argelinos y encerrado en las cárceles de

Argel, a la espera de un rescate. Lleva consigo cartas firmadas por personajes

importantes y los piratas piensan que el prisionero puede tener buen precio.

Cuatro veces trata Cervantes de escapar y cuatro veces es atrapado y perdonado,

lo cual parece inexplicable si se considera que tales intentos eran castigados con

torturas y a menudo con la muerte. En 1580 es liberado gracias a la intervención

de los Trinitarios.

2. Las ficciones de la historia

La oposición de cristianos contra moros era ya vieja, de varios siglos, cuando

Cervantes fue capturado. La Roma cristiana había lanzado su última cruzada

contra los infieles en 1270; más de dos siglos después, la España católica se

despojaba de dos de sus culturas expulsando a árabes y a judíos de su territorio.

Sin embargo, y a pesar de las expulsiones, el pensamiento árabe y el judío

siguieron permeando todos los aspectos de la sociedad española “limpia”. Como

suele ocurrir con la mayoría de las exclusiones por decreto, España no pudo

despojarse (no lo ha hecho hasta este día) de esas culturas que le otorgaron gran

parte de su vocabulario, sus toponímicos, su arquitectura, su filosofía, su poesía

lírica y su música, sus conocimientos médicos y el juego de ajedrez. Aunque

prohibió la explícita presencia de árabes y judíos, la sociedad española encontró

caminos secretos para conservar implícito el espíritu de esas identidades

expulsadas.

El 2 de enero de 1492, los Reyes Católicos, Fernando de Aragón e Isabel de

Castilla, entraron en Granada ataviados ceremonialmente con vestimenta mora y,

después de pactar los términos de la capitulación con el último de los reyes

nazaríes, Boadbil, se instalaron en los palacios árabes de la ciudad que durante

más de dos siglos y medio había sido una metrópolis musulmana en el corazón

del al-Ándalus. Aunque, antes de la capitulación, los monarcas habían asegurado

a Boabdil que los musulmanes de Granada gozarían de protección y podrían

conservar sus costumbres, las mezquitas fueron transformadas casi

inmediatamente en iglesias y el uso del árabe fue prohibido: si alguien era

descubierto leyendo libros en árabe, dejaba de ser considerado español y era

sometido a duros castigos.

Los judíos fueron los primeros en ser expulsados. Pocos meses después de la

rendición de Granada, el rey firmó un edicto que ordenaba la salida del país de

todos los judíos. Aferrados a su identidad española, los exilados llevaron consigo

al norte de África y a Palestina el castellano, o una versión del castellano

llamada ladino (“latino”) que los distinguía de quienes hablaban árabe o hebreo.

Árabes y judíos habían sido los protagonistas de una larga historia en la

península. Según la leyenda, la primera comunidad judía se había establecido en

España en tiempos de la destrucción del primer templo de Jerusalén, en el año

587 a. C. (Los testimonios arqueológicos son más conservadores y apuntan al

siglo

I

d. C.) Para los judíos, España era la tierra prometida, como consta en la Biblia,

en una profecía de Abadías: “Los desterrados de Jerusalén que están en Sefarad

poseerán las ciudades del Negueb”. Aunque historiadores de hoy asocian

Sefarad con la ciudad de Sardes en Turquía, para los judíos ese nombre ha

designado siempre la patria española donde vivieron durante al menos 14 siglos,

mezclados con el resto de la población, trabajando como comerciantes y

médicos, y también, aunque en menor proporción, como campesinos y

hacendados.

El antisemitismo, apenas evidente en tiempos romanos, echó raíces en España

tras la conversión del rey visigodo Recaredo al catolicismo en el año 589, y

creció gradualmente hasta culminar casi nueve siglos más tarde con el decreto de

expulsión de 1492. Los Reyes Católicos creyeron que el decreto induciría a los

judíos a convertirse, como de hecho hicieron aquellos judíos que prefirieron

permanecer en Sefarad. Los conversos que siguieron practicando su religión a

ocultas fueron tildados de “marranos”. Sin embargo, con respecto a los árabes,

los reyes tomaron medidas diferentes. Los monarcas decidieron declarar

explícitamente “opcional” la conversión, de manera que, cuando diez años más

tarde, en 1502, se publicó el decreto de expulsión, éste incluía un artículo que

eximía del exilio a todos aquellos que consintieran abrazar la fe de la Santa

Madre Iglesia. Los árabes convertidos fueron llamados “moriscos”.

Los árabes habían llegado del norte de África ocho siglos antes, en 711,

invadiendo el reino visigodo del rey cristiano Rodrigo. Poco después de su

arribo, una leyenda comenzó a cobrar forma en varias crónicas musulmanas

como una suerte de prehistoria adornada con fantásticos presagios y sucesos

prodigiosos que demostraban el derecho de los árabes a la conquista del reino

cristiano. En el siglo

IX

, Ibn al-Qutiyya, un historiador musulmán descendiente del rey visigodo Witiza,

narró la leyenda de la siguiente manera:

Cuéntase que los reyes godos tenían en Toledo una casa en la que se guardaba un

arca, y en dicha arca se encerraban los cuatro Evangelios, por los cuales ellos

juraban. A esta casa la tenían en gran consideración y no la solían abrir sino

cuando moría un rey, momento en que se inscribía en ella su nombre. Al llegar a

manos de Rodrigo la autoridad real, se ciñó por sí mismo la corona, hecho que el

pueblo cristiano no aprobó y, a pesar de la oposición que éste le hizo, abrió luego

la casa y el arca, encontrándose pintados en ésta a los árabes con sus arcos

pendientes a la espalda y cubiertas sus cabezas con turbantes, y en la parte

inferior de las tablas se hallaba escrito: Cuando se abra esta casa y se saquen

estas figuras, invadirá España la gente pintada aquí. La entrada de Tariq a

España tuvo lugar en el mes de Ramadán del año 92 [junio del 711].

Las historias engendran historias. Del mismo modo que los árabes adoptaron la

de al-Qutiyya para justificar su conquista, dándole la apariencia de

acontecimiento divino, los Reyes Católicos se sirvieron de otras que explicaban

la reconquista de al-Ándalus como cumplimiento de la voluntad sagrada. Para la

España católica, la invasión árabe del siglo

VIII

debía ser vista como un castigo por los pecados del rey Rodrigo. Según la

versión católica de los acontecimientos, Dios había decretado, como castigo para

Rodrigo, no sólo la pérdida de su reino sino también una muerte horrible:

perecería devorado por serpientes enviadas por el demonio, mientras el pobre

monarca exclamaba, como dice el romance: “Ya me comen, ya me comen / por

do más pecado había”.

Tras ocho siglos de dominación árabe, Dios al parecer decidió que había llegado

el momento de poner fin al castigo y de que el reino de los cielos volviera a ser

de este mundo: la península ibérica sería habitada para siempre por fieles

católicos. Pero para que se cumpliera la voluntad divina, España tenía que

quedar limpia de herejes, dejar de ser Sefarad o al-Ándalus, y convertirse en un

reino exclusivamente cristiano. Por consiguiente, entre la población católica

comenzó a aumentar la desconfianza respecto de los conversos. Fueron acusados

de crímenes y traiciones, y en muchos lugares se produjeron contra ellos

notables estallidos de violencia.

El conflicto era en gran parte una cuestión de prioridad histórica. Según la

Iglesia, los cristianos españoles habían habitado la península mucho antes de la

llegada de los árabes y de los judíos, ya que, como todos sabían, el apóstol

Santiago había llegado a España poco después de la muerte de Cristo y había

predicado allí el Evangelio. En consecuencia, España debía volver a ser tan pura

como lo había sido cuando estaba en manos de los cristianos que originalmente

allá vivieron.

Las historias cristianas y árabes que justificaban una u otra identidad

compitieron por demostrar su autenticidad y, en algunos casos, compartieron una

narrativa común, aunque, como es de suponer, no la misma lectura. Entre estas

historias, había una acerca de los muchos objetos valiosos que supuestamente

habían enterrado los visigodos al recibir la noticia de la invasión árabe. Según

los árabes, se trataba de tesoros adquiridos ilícitamente por los infieles; según los

cristianos, eran reliquias que los devotos querían evitar que cayeran en manos de

los no creyentes.

Por esa razón, no debe sorprendernos que en la primavera de 1588, en el

momento álgido de la protesta contra los conversos, se descubriera en Granada,

al derribar un antiguo alminar de la mezquita, precisamente en el lugar propuesto

para la ampliación de la catedral de la ciudad, una curiosa caja de plomo.

Contenía dos trozos de lienzo, una pequeña pintura de la Virgen María vestida

con ropas orientales, un fragmento de hueso y un rollo de pergamino escrito en

árabe, griego, castellano y latín. Una inscripción explicaba que el hueso

pertenecía a san Esteban, el primer mártir cristiano. El pergamino, según los

traductores llamados para descifrarlo, contenía una carta de san Cecilio, el

legendario arzobispo de Granada del siglo

I

, en la cual éste contaba que, aquejado de ceguera, había viajado desde Jerusalén

hasta Atenas. Poco antes de llegar a su destino, se había limpiado los ojos con un

lienzo (parte del cual se encontraba en la caja) que había resultado ser el que

había utilizado la Virgen María para secarse las lágrimas durante la Pasión. San

Cecilio fue milagrosamente curado. Más tarde, el santo descubrió un texto

hebreo vertido al griego por un discípulo de san Pablo y que él a su vez tradujo

“a la lengua utilizada por los cristianos españoles”. El pergamino contenía una

traducción hecha por san Cecilio de un texto escrito en árabe que profetizaba,

entre otras cosas, la llegada de un dragón del norte y de un poderoso rey

procedente de Oriente.

“La lengua utilizada por los cristianos españoles.” La declaración era de

fundamental importancia. Si el documento era auténtico, san Cecilio,

contemporáneo de Jesucristo y fundador de la Iglesia de Granada, había hablado

y escrito no en una de las lenguas bíblicas sino en árabe, lo cual significaba que

el árabe se hablaba y escribía en la península desde al menos el siglo

I

d. C. Y lo que era aun más importante, los moriscos, los cristianos nuevos,

podían ahora reivindicar en España una ascendencia cristiana aun más antigua

que la de los cristianos viejos españoles. El escándalo que prometía tal

revelación era pasmoso.

La sorprendente revelación recibió un nuevo impulso con un segundo

descubrimiento, aun más importante, que tuvo lugar siete años después, en 1595,

en la colina de Valparaíso, hoy Sacromonte, fuera de las murallas de Granada.

Allí, una cuadrilla de albañiles que restauraban una torre descubrió una serie de

discos de plomo en los que estaban grabados unos extraños signos que, al

parecer, combinaban caracteres árabes, latinos y griegos con los de una lengua

que nadie había visto hasta entonces y que los expertos, convocados

precipitadamente, supusieron que correspondían a una antigua lengua “hispanobética”.

Más de 200 discos de plomo (conocidos hoy como “los libros

plúmbeos”) fueron desenterrados en ese lugar entre el 21 de febrero y el 10 de

abril de 1595.

Los nuevos textos resultaron ser aun más sorprendentes que el del pergamino.

De acuerdo con lo que se pudo descifrar, durante el reinado del emperador

Nerón, en el siglo

I

d. C., dos virtuosos árabes, Ibn al-Radi y su hermano Tesifón, fueron curados

milagrosamente por Jesucristo, quien bautizó al segundo con el nombre de

Cecilio. Éste era entonces el origen de uno de los primeros santos españoles,

patrón de la ciudad de Granada: san Cecilio, cristiano como el que más, ¡había

sido moro!

La inspirada traducción de los textos, pródiga en revelaciones, contaba cómo,

imbuidos de celo misionero, el santo y su hermano habían acompañado más

tarde al apóstol Santiago en su viaje a España. Santiago siguió hasta Compostela

y Cecilio se dirigió a Granada, donde, en el Sacromonte, grabó los libros

plúmbeos y los enterró para que resucitasen, al final de los tiempos, cuando la

cristiandad tuviera necesidad de ellos. Las palabras de san Cecilio serían

presentadas entonces al conjunto de la Iglesia, que incluiría a árabes y cristianos.

“Y ¡ay de aquel que no los tenga por verdaderos!”, advertía el texto milagroso.

Lo que sugerían estos sorprendentes discos era que la minoría morisca no sólo

no debía ser excluida, sino que formaba parte de los orígenes mismos de la

nación española. El árabe, no el latín ni el castellano, había sido la primera

lengua hablada en la península. Granada, no Compostela ni Toledo, era la cuna

de la Iglesia cristiana de España.

Las revelaciones contenidas en los libros plúmbeos resultaron ser numerosas:

que en las cuevas del Sacromonte yacían algunos de los primeros mártires

cristianos españoles, muer-tos a manos de los centuriones de Nerón en los pozos

de cal viva que pueden visitarse aún hoy; que los cristianos debían ahora prestar

atención a los textos sagrados de los árabes, ya que las palabras de Cristo y las

palabras posteriores de Mahoma ofrecían curiosas y significativas semejanzas;

finalmente, que debía aceptarse como verdadera una cuestión sumamente

controvertida del dogma católico, defendida por los teólogos del rey de España

pero acerca de la cual la Iglesia de Roma seguía siendo escéptica: la Inmaculada

Concepción de la Virgen María, a quien, como afirmaban los discos, “no tocó el

pecado primero”.

En 1596 y 1597 se produjeron nuevos hallazgos. El último descubrimiento tuvo

lugar en 1599: una caja que contenía una efigie de san Cecilio y que, según la

inscripción, garantizaba la autenticidad de los documentos descubiertos

anteriormente. Sin embargo, la falsedad de este último hallazgo resultó tan

evidente que arrojó serias dudas sobre todos los anteriores.

Quizás el más ardiente defensor de la autenticidad de los libros plúmbeos fue el

nuevo arzobispo de Granada, Pedro de Castro Cabeza de Vaca y Quiñones.

Erudito que había estudiado filosofía y lenguas clásicas en Salamanca, Pedro de

Castro desempeñó diversas funciones en la Iglesia granadina durante muchos

años, hasta que al fin fue nombrado arzobispo de la ciudad en 1589. Poco

después de su nombramiento, comenzó la construcción de un monumento

religioso en lo alto del Sacromonte, un conjunto de edificios levantados en torno

a una vasta iglesia que, en la imaginación de Pedro de Castro, habría de

sobrepasar en magnificencia a la Alhambra pagana, que se alzaba como una

afrenta al mundo cristiano en la cima opuesta. En la construcción del

Sacromonte, Pedro de Castro empleó no sólo gran parte de la asignación que

recibía de la Iglesia sino también su fortuna personal. El arzobispo dedicó cada

hora, cada moneda y todos sus esfuerzos a este vasto proyecto, que, por una

parte, había de ser un monumento dedicado a la gloria de la Iglesia de Granada y,

por otra, una muestra de agradecimiento por la revelación divina de los libros

plúmbeos.

Las primeras profecías traducidas anunciaban que un “rey poderoso” vendría a

cambiar la suerte de la Iglesia. Pedro de Castro creyó que esas palabras sólo

podían tener un significado: la palabra “rey” debía interpretarse como

“arzobispo” o “rey de la Iglesia”, y se propuso que el anuncio no hubiera sido

formulado en vano. En su opinión, puesto que Granada era indudablemente el

solar de los primeros cristianos españoles, quienes habían escuchado la verdad

de labios del mismo Jesús, la sagrada misión de la ciudad consistía en defender

la cristiandad de toda tentación y amenaza. Y, como era obvio, él, Pedro de

Castro, era el capitán elegido para esa santa lucha, mientras que, claramente, las

reliquias y los libros plúmbeos eran propiedad legítima de Granada. Ni siquiera

ante la petición del rey se avino a entregar los discos, y cuando en 1610, con el

fin de obligarlo a abandonar la ciudad y dejar atrás los tesoros, fue nombrado

arzobispo de Sevilla, se los llevó con él en una bolsa de cuero que no apartaba

nunca de su lado.

Para ser justos con Pedro de Castro hay que decir que los primeros fallos

decretaron que los hallazgos eran auténticos. Apenas cinco días después del

descubrimiento, se reunió para debatir su autenticidad una Junta Magna

compuesta por eminentes eruditos eclesiásticos: se piensa que san Juan de la

Cruz, quien por entonces vivía en Granada, asistió a los debates. Dos semanas

después, la Junta dictó una opinión favorable. Inmediatamente, teólogos y

lingüistas dieron comienzo a la ardua tarea de descifrar la misteriosa caligrafía.

Entre los expertos más notables se contaban dos moriscos, Alonso del Castillo y

Miguel de Luna, quienes ya habían traducido el pergamino encontrado en 1588.

Cuando la Junta dio su aprobación, Alonso del Castillo envió a Pedro de Castro

una carta en la que le recordaba los tiempos en que había estado a su servicio,

criticaba a sus colegas (quienes, según él, carecían de “erudición arábiga”) y se

ofrecía, junto con Miguel de Luna, a traducir los textos.

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