domingo, 1 de octubre de 2023

Los Setenta Y Cinco Folios Y Otros Manuscritos Ineditos MARCEL PROUST PRÓLOGO




 En 1949, Suzy Mante-Proust encomendó a Bernard de Fallois la clasificación del fondo

manuscrito que había recibido en 1935 de su padre, el doctor Robert Proust, hermano

menor de Marcel Proust, de quien lo había heredado en 1922, a la muerte del escritor.

De allí extrajo Bernard de Fallois dos ediciones (Jean Santeuil, 1952; Contra Sainte-

Beuve, 1954), para emprender luego una tesis universitaria a la que acabó por

renunciar. Tras su muerte se hallaron en su domicilio los archivos proustianos que

aparecen en este volumen bajo el nombre «archivos Fallois», en especial los «setenta

y cinco folios», el manuscrito más antiguo de En busca del tiempo perdido, cuya

existencia había sido el primero en mencionar en el prólogo de su edición de Contra

Sainte-Beuve.

Los «setenta y cinco folios», joya proustiana, se incorporaron a la Biblioteca

Nacional de Francia.

El momento sagrado

Aquí están, pues, esos setenta y cinco folios tanto tiempo

escondidos, ¡tan esperados que se han convertido en legendarios!

En Le Peuple, Michelet se lamentaba de que los genios borraran las

huellas de la génesis de su creación: «Es raro que conserven la

serie de esbozos que la gestaron». El historiador trata de capturar el

momento único de la concepción, el «momento sagrado» en que la

gran obra brota por primera vez. Estamos cerca, ahora, de ese

«momento sagrado». Uno de los grandes méritos de estas páginas

del libro futuro es que son las primeras que se escribieron, aunque

sean las últimas que lleguen a nosotros. Cuando intentaban

establecer la historia del texto proustiano a través de sus estratos

materiales, sus rastros sucesivos, los editores de la Pléiade y los

investigadores del ITEM-CNRS no contaban con esta primera etapa.

Como los arqueólogos buscan una pequeña iglesia merovingia o

romana bajo una catedral gótica.

El primer editor de Jean Santeuil y Contra Sainte-Beuve ya había

señalado su existencia. Se refería a la lista de «Páginas escritas»

que Proust había hecho en el primero de los carnets que utilizó en

1908 —especialmente para bosquejar los comienzos del relato—, y

que no abarca exactamente el contenido de estas páginas, sino que

describe una de sus etapas. Estamos, en efecto, a finales de 1907 o

en el primer semestre de 1908. Proust no ha vuelto a abordar el

género novelesco desde 1899, cuando abandonó definitivamente

Jean Santeuil. Le toca entonces atravesar un desierto. Hasta 1905

solo trabaja en dos traducciones de Ruskin. Tras la muerte de su

madre hay un año en blanco, o en negro (aunque su amigo René

Peter afirme, en Une saison avec Marcel Proust, haberlo visto

escribir sin parar en Versalles, en el otoño de 1906), en el que

aparecen, sin embargo, su traducción de Sésamo y lirios y un

artículo sobre Las piedras de Venecia de Ruskin. Venecia,

«cementerio de la felicidad», que reencontramos en estos folios.

En 1907 hay un artículo extraordinario en el que explica su

concepción del complejo de Edipo, «Sentimientos filiales de un

parricida», otro sobre la «muerte de una abuela», unas

«Impresiones de viaje en automóvil»; es decir, páginas en las que el

pensamiento teórico se combina con el relato autobiográfico, y

algunas notas de lectura. Temas que reaparecerán en la obra futura

pero que no alcanzarán por sí solos a imponer el nombre de su

autor. De pronto, a finales de 1907 o principios de 1908, las puertas

de la creación novelesca vuelven a abrirse. Un abanico de caminos

que abandonó antes de recorrerlos del todo. Ideas y temas que

surgieron y se desvanecieron, como después de la visita de

extraños fantasmas.

Porque Proust hará al menos dos intentos antes de escribir no el

propio En busca del tiempo perdido, sino «Combray», sus dos

partes y una temporada a orillas del mar, y deberá esperar aún más

para contar un viaje a Venecia. ¿Qué había de bueno en esos

setenta y cinco folios para que los escribiera, qué de malo para que

los abandonara, como esos programas informáticos que se

autodestruyen una vez usados? ¿Se trata de la forma fragmentaria,

que todavía le recuerda demasiado a las páginas de Los placeres y

los días? ¿Ha dado con la trama, que solo puede ser la historia de

una vocación? En efecto, ¿qué contar? ¿Qué tipo de recuerdos?

¿La historia de qué personajes? ¿La de un hermano que

desaparecerá? ¿La de la vida familiar en una casa de campo

ubicada no en Illiers sino en Auteuil? ¿La de los dos lados de su

territorio mental? ¿La de los nobles de provincias o de París? ¿La

de las muchachas a orillas del mar? ¿Dónde está el amor? ¿Dónde

están Sodoma y Gomorra? Y sobre todo, ¿dónde está la memoria

involuntaria? Nathalie Mauriac responde a estas preguntas en su

reseña. Pues la novela no existirá hasta que Proust haya hecho de

la memoria involuntaria no solo un acontecimiento psicológico

capital, sino también el principio organizador del relato, es decir, el

día en que imaginó que escribiría que todo Combray había salido de

una taza de té.

El mismo Proust describió esas escenas en que descuidamos un

espectáculo, un rostro, una impresión sobre la que habríamos

podido y debido profundizar: los campanarios de Martinville, los tres

árboles de Hudimesnil, la lechera de Balbec. En su vida, Proust

abandonó a seres amados como si fueran textos: para empezar

Reynaldo Hahn, Henri Rochat para terminar, bocetos eternos,

borradores eternos, de un hombre digno de ser amado y nunca

conocido. Presentar estos inéditos es contar la historia de un

abandono, de una novela abandonada, como «La mujer

abandonada» de Balzac, como la «mujer que pasa» de Baudelaire.

Hay en Proust una inteligencia y un corazón sorprendentemente

inquietos; es el Querubín o el Don Juan de la página escrita.

Llegará a ser Penélope. Presentar sus inéditos es también contar

la historia de resurrecciones sucesivas. Descartadas, deshechas y

rehechas noche y día, estas páginas regresan. Y su retorno es una

reanudación y una superación, una Erlebnis: aquello que Proust no

hizo con Jean Santeuil y que le llevará tiempo y muchas tentativas

abortadas con Por la parte de Swann. Estas páginas, por cierto, no

tienen título. Hay novelistas que empiezan por un título y escriben

luego el libro; Balzac, por ejemplo, dejó listas de títulos de libros aún

no escritos. El título es un elemento de unidad, un motor, un ideal,

más que un motivo de gloria. Sin título el libro no existe, es solo una

sombra, una marioneta dislocada, Disjecti membra poetae, según la

expresión de Horacio.

La sensación de «ya leído» es muy injusta: obedece a que lo que se

lee al final se escribió al principio. Esa es la paradoja del aficionado

a los inéditos: busca precisamente lo que el autor descartó, admira

lo que se tachó, eliminó, rehízo, porque es diferente. La diferencia

se vuelve novedad: un nuevo Proust, que es el más antiguo. Se

abre la esperanza de hallar ahí un secreto, el secreto mismo de la

obra, la imagen en el tapiz, los papeles de Aspern. El milagro de los

manuscritos radica en que permiten ese retorno a la infancia que en

la vida real es imposible. Solo en las obras de arte, y en especial en

el cine, puede un niño aparecer en un flashback después de ser el

adulto en el que se convirtió. Invirtamos la conocida imagen según

la cual seríamos enanos encaramados a hombros de gigantes. El

gigante está encaramado a hombros de un enano: él mismo.

El torrente inagotable de recuerdos de infancia y de duelo aún no

ha sido controlado y fluye sin interrupción. Por una sencilla razón:

ese monólogo sin fin es el de la confesión, la autobiografía, no el de

la novela. Eso es lo que Proust comienza a finales de 1907. Lo

demuestra un fenómeno capital: el autor utiliza los nombres

verdaderos de su familia. La abuela se llama Adèle (Berncastell-

Weil), la madre Jeanne (Weil-Proust), el narrador Marcel. La abuela,

la madre: es siempre al hablar de ellas cuando Proust resulta más

conmovedor. La expresión del sufrimiento infantil, tan distinto del de

los adultos, en pos del beso demasiado rápido o negado, adquiere

un carácter casi insoportable; pues muchos niños se conformarían

con saber que sus padres están presentes, no lejos de ellos, en el

jardín o el comedor. Las páginas sobre la orilla del mar dan fe del

deseo desesperado de ser reconocido, igual que las que conciernen

a la aristocracia. ¿Qué le ocurrió al pequeño Marcel, qué injusticia o

qué golpe del destino hicieron que sufriera tanto?

Un niño llora en Auteuil. Esa es la herida en carne viva que la

literatura enmascarará progresivamente, en Contra Sainte-Beuve y

luego en las sucesivas etapas de Por la parte de Swann. El estudio

magistral de Nathalie Mauriac muestra el progreso de la creación

desde estos folios hasta sus prolongaciones, y como sus tentáculos,

en los cuadernos siguientes, que se acumulan para ocultar la herida

bajo el peso de las páginas. Las involuciones de la frase larga

disfrazan la queja. Tras el inicio autobiográfico, Proust recurre al

ensayo crítico. Y después del ensayo, siempre insatisfecho,

comienza su novela. Con la última frase de estos setenta y cinco

folios (o setenta y seis) y la escritura de los pastiches brotará la idea

del Contra Sainte-Beuve, o más bien la conversación con Mamá

sobre Sainte-Beuve. Resucitar a la madre es también una manera

de separarse de ella. Solo cuando lo haya logrado podrá Proust

realmente dar comienzo a su novela.

El recurso a la técnica de la novela conferirá al monólogo proustiano

una forma, límites y procedimientos, la densidad y también el pudor

que aún no tenía en ese comienzo de 1908. Sin embargo, ahora

tenemos la impresión de comprender mejor la obra, y sentimos que

se nos explica todo lo que estaba oculto. Habríamos querido más de

eso en el texto final. Aquí, en cambio, lo sabemos todo, y

experimentamos una suerte de impudicia. Pero el genio se alimenta

de los sacrificios que el talento no hace. Un niño llora en Combray y

surge una obra maestra.

JEAN-YVES TADIÉ

El manuscrito

Cuando fueron descubiertos en el domicilio de Bernard de Fallois,

los «setenta y cinco folios» —setenta y seis, para ser exactos— se

encontraban en una carpeta de cartón granate de tamaño estándar

etiquetada de su puño y letra «Dosier 3». Esa etiqueta cubría una

inscripción anterior.

Estaban repartidos en cinco grupos, a su vez ordenados en

carpetas que Fallois había titulado respectivamente «Veladas de

Combray», «La parte de Villebon», «Las muchachas», «Nombres

nobles» y «Venecia». Los títulos también se indicaban en los

separadores que encabezaban las páginas. Salvo «La parte de

Villebon», todos incluían un breve resumen del contenido, que

Fallois había agregado en hojas sueltas. La presente edición solo

conserva parcialmente esos títulos (véase más abajo).

Había numerosas páginas dañadas: bordes rasgados (ff. 70, 83),

un pequeño resto pegado de otro folio (f. 83), arreglos improvisados

(cinta adhesiva en el f. 53v), manchas diversas; la parte inferior del f.

84 había sido recortada, muy probablemente por Proust.

El manuscrito de los «setenta y cinco folios» se compone de 43

folios dobles (u hojas dobles), o sea 86 folios o 172 páginas de

papel vitela, sin pauta, sin filigrana, de 360 × 230 mm. Se trata de un

formato mediano, ya que el plegado de los folios es irregular.

Setenta y seis páginas fueron escritas con tinta por Proust, tres de

las cuales también en el reverso (ff. 41v, 83v, 85v). Salvo en una

decena de ellas, el espacio se cubrió por completo, sin dejar

margen. No llevan paginación alguna del autor. Se advierten ciertos

dibujos: pequeños bocetos abstractos (f. 36), perfil femenino (f. 39),

iglesia (f. 43).

Quedaron en blanco los folios 8, 38, 42, 44-50, 52, 66 y 84. Los

pliegos 44 y 49, 45 y 48, 46 y 47 estaban originalmente

ensamblados en cuaderno en los pliegos 43 y 50.

La numeración de los folios sigue el orden en que el manuscrito

llegó hasta nosotros, salvo en el caso de los ff. 27-43, que fueron

reordenados (véase más abajo). Hemos adoptado la división y los

títulos siguientes, que difieren parcialmente de los de B. de Fallois:

– ff. 1-26: [Una noche en el campo]. 13 folios dobles, o sea 26

folios, 25 páginas escritas en el anverso. El f. 8 está en blanco.

Las dos últimas páginas (ff. 25-26) fueron publicadas en

forma anónima, con el título «Separación», en el Bulletin de la

Société des Amis de Marcel Proust et des Amis de Combray

(n.º 1, 1950, pp. 7-8). Las siete últimas (ff. 20-26) fueron

publicadas por B. de Fallois en Contra Sainte-Beuve (CSB, cap.

XV, «Regreso a Guermantes», pp. 291-297).

– ff. 27-52: [La parte de Villebon y la parte de Meséglise]. 13 folios

dobles, o sea 26 folios, 17 páginas escritas, todas en el anverso

salvo el f. 41, escrito también en el anverso. Los ff. 38, 42, 44-

50, 52, están en blanco.

Apoyándonos en indicios materiales y genéticos, hemos

reordenado este conjunto, que nos había llegado en el orden

siguiente: ff. 27-30, 39-41v, 43, 37-38, 35-36, 33-34, 31-32.

Hemos comprobado que, salvo en el primer grupo, este orden

es inverso al que se obtuvo después de la reordenación. Es

probable, pues, que los folios dobles hayan sido mal ubicados

tras haber sido manipulados. El f. 51 es de difícil clasificación.

– ff. 53-65: [Temporada a orillas del mar]. 7 folios dobles, o sea,

14 folios, 13 páginas escritas en el anverso. El f. 66 quedó en

blanco. En las notas al final de este volumen explicamos la

razón por la que, a diferencia de la clasificación de B. de Fallois,

separamos este «capítulo» del siguiente (véase).

– ff. 67-74: [Muchachas]. 4 folios dobles, o sea 8 folios, 8 páginas

escritas en el anverso.

– ff. 75-82: [Nombres nobles]. 4 folios dobles, o sea 8 folios, 8

páginas escritas en el anverso.

Las 7 primeras páginas (ff. 75-81) fueron publicadas por B. de

Fallois en Contra Sainte-Beuve (CSB, cap. XIV, «Nombres de

personas», pp. 273-283).

– ff. 83-86: [Venecia]. 2 folios dobles, o sea 4 folios, 5 páginas

escritas, dos de ellas en el reverso (ff. 83v, 85v). Un pequeño

fragmento de la esquina superior derecha de otro folio ha

quedado pegado al margen izquierdo del f. 83, a la altura de la

segunda y tercera líneas; aún se pueden leer dos letras de la

mano de Proust. Falta la parte inferior del f. 84, que Proust dejó

en blanco.

El manuscrito de los «setenta y cinco folios» se conserva hoy en las

colecciones de la sección de Manuscritos de la Biblioteca Nacional

de Francia bajo la signatura NAF 29020.

Nota sobre esta edición

Esta edición de Los setenta y cinco folios retoma casi al pie de la

letra la primera edición de Gallimard de 2021. Solo se ha apartado

de ella al eliminar la primera de las tres series de notas incluidas en

la edición original, señalada con letras a pie de página, que

determinaban, por un lado, las diferencias entre la versión

manuscrita del texto de Proust y la versión publicada (que en la

traducción al español dejan de ser pertinentes), y, por otro, los

cambios del texto con respecto a la versión establecida por Bernard

de Fallois en su edición del Contra Sainte-Beuve (que, valiosas pero

quizá demasiado especializadas, habrían dificultado la lectura más

de la cuenta).

Nota sobre la edición de Gallimard

Criterios para la fijación del texto

La redacción de los «setenta y cinco folios» se produjo de manera

escalonada, entre los primeros meses y el otoño de 1908; quizá

empezaran a elaborarse a finales de 1907. Dado que no sabemos

cómo habría organizado Marcel Proust estas páginas, las

presentamos en el orden que corresponde al texto En busca del

tiempo perdido, que es también el orden en que fueron halladas.

Los títulos de los «capítulos» no son de Proust. Son puramente

informativos, y se han elegido para proporcionar al lector puntos de

referencia familiares.

Hemos aligerado la transcripción del manuscrito de tachaduras, lo

que permite una lectura más fluida. Damos a continuación los

criterios que hemos seguido para el establecimiento del texto.

En la página web gallimard.fr se puede descargar una

transcripción diplomática completa, es decir, fiel página por página a

la topografía de la escritura y restitutiva del conjunto de tachaduras y

añadidos de Proust, y compararla con el facsímil de los «setenta y

cinco folios» cuando esté disponible en gallica.fr.

Esa transcripción fue la base para la transcripción corriente.

Ambas se enriquecieron con la relectura de Bertrand Marchal.

Además de la transcripción corriente, existen otros documentos

(«Otros manuscritos de Marcel Proust») que iluminan, a su vez, la

génesis de los «setenta y cinco folios» y su papel en la de En busca

del tiempo perdido. Dichos documentos proceden del fondo Proust

de la Biblioteca Nacional de Francia, así como de los archivos

Fallois.

La escritura de los borradores de Proust incluye numerosas

rectificaciones y añadidos. En la transcripción simplificada que

sigue, los añadidos se han incorporado al texto, y las tachaduras

solo aparecen señaladas por medio de una nota cuando se trata de

algún pasaje significativo, que podrá consultarse en la transcripción

diplomática o en las notas críticas.

Dado que Proust escribía muy rápido, es lógico que omita alguna

palabra o caiga en errores de continuidad entre las versiones

sucesivas. Hemos efectuado, en consecuencia, los ajustes de

detalle que se imponían cada vez que resultaban necesarios para la

corrección sintáctica y la inteligibilidad de la frase. Hemos puesto

entre corchetes rectos los fragmentos restituidos en los casos en

que el manuscrito, dañado, presentaba lagunas; se trata, pues, de

una restitución conjetural.

Proust no siempre señala con claridad el lugar donde deben

insertarse los añadidos, de modo que hemos tenido que tomar

nuestras decisiones.

La puntuación del manuscrito es muy parca y a veces irregular; la

hemos completado para facilitar la lectura salvo en los diálogos,

donde la economía contribuye al estilo oral, y en los casos en que

una modificación habría alterado de manera manifiesta la

interpretación. Hemos corregido la ortografía cuando ha sido

necesario, y normalizado la presentación tipográfica (abreviaturas,

títulos de obras). Asimismo, hemos respetado la disposición en

párrafos en la medida de lo posible.

Este «aseo» del manuscrito no oculta su carácter inacabado. A

veces la redacción se interrumpe in medias res, cosa que indicamos

mediante un breve comentario editorial entre corchetes rectos. La

conexión entre páginas redactadas en momentos diferentes no

siempre es prolija: hemos conservado las repeticiones. Cada vez

que aparecen varias versiones de un mismo pasaje, las ofrecemos

en el orden de redacción más probable, con la versión más antigua

en primer término.

Notas

Hay dos tipos de notas:

– a pie de página, indicadas con números, las notas explicativas

que proporcionan brevemente una información esencial para

esclarecer el texto en una lectura diagonal, por ejemplo la

variación de la identidad de un personaje dentro de un mismo

fragmento;

– al final del volumen, después de la «Nota» y la «Cronología»,

las notas críticas que intentan esclarecer la génesis y/o las

referencias, citas y alusiones del texto de Proust. Para no

entorpecer la lectura de los «setenta y cinco folios», estas notas

no tienen llamadas; aparecen por folio, precedidas por el

fragmento o el final del fragmento al que remiten.

Abreviaturas y siglas

col. columna

f. folio (sin otra indicación, se trata por defecto de un

folio recto)

ms. manuscrito

NAF Nuevas Adquisiciones Francesas (signatura de la

sección de Manuscritos, Biblioteca Nacional de

Francia)

v folio vuelto

[ ]

intervención del editorfolio vuelto

*

lectura conjetural

/

punto y aparte, o separación entre las dos partes de

una enmienda, es decir, entre la parte tachada y su

sustituto

//

paso al folio siguiente

La bibliografía general y las abreviaturas de las ediciones utilizadas

aparecen en las pp. 457-466. Cuando remitimos a una obra o a un

artículo, consignamos el nombre del autor seguido del año de

publicación.

En el aparato crítico, salvo indicación contraria, la transcripción de

los manuscritos ha sido aligerada y simplificada. Los pasajes

tachados aparecen bajo tachaduras y los añadidos entre corchetes

angulares (<>). Una raya oblicua (/) separa las dos partes de una

enmienda, es decir la parte tachada de su sustituto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog

FILOSOFÍA Y LITERATURA

  FILOSOFÍA Y LITERATURA. Ejemplos de Novelas Filosóficas: "El Extranjero" de Albert Camus Resumen: La historia de Meursault, un h...

Páginas