miércoles, 25 de octubre de 2023

La novela corta. Una biblioteca virtual www.lanovelacorta.com FRAGMENTO





La novela corta. Una biblioteca virtual

www.lanovelacorta.com

C o l e c c i ó n

Novelas en Campo Abierto

México: 1922-2000

C o o r d i n a c i ó n y e d i c i ó n

Gustavo Jiménez Aguirre

y Gabriel M. Enríquez Hernández

Novela como nube

D.R. © 2012, Universidad Nacional Autónoma de México

Ciudad Universitaria, Del. Coyoacán

C.P. 04510, México, D.E

Instituto de Investigaciones Filológicas

Circuito Mario de la Cueva, s.n.

www.filologicas.unam.mx

D.R. © 2012, Fondo Nacional para la Cultura y las Artes

República de Argentina 12, Col. Centro

C.R 06500, México, D.F.

Diseño de la colección: Patricia Luna

Ilustración de portada: D.R. © Andrea Jiménez

ESN: 4987512102913802193

Se permite descargar e imprimir esta obra, sin fines de lucro.

Hecho en México.

índiice

I. Ixión en la tierra 5

II. Ixión en el Olimpo 43

Ixión en la tierra

I

1, sumario de novela

Sus hermosas corbatas, culpables de sus horribles

compañías. Le han dado un gusto por las

flores hasta en los poemas: rosas, claveles, palabras

que avergüenza ya pronunciar, narcisos

sobre todo. Ernesto marcha inclinado sobre los

espejos del calzado, sucesivos. Se ve pequeñito.

Su tío tiene razón: siempre será sólo un niño.

O poeta o millonario, se dijo en la encrucijada

de los quince. Un camino quedaba que daba a la

parte media de la colmena, pero esto no quiere

decir que la burocracia sea para los zánganos.

Pequeña teoría y elogio de la inercia; datos

estadísticos de los crímenes que evita. Un acróbata

que caía, sin fin, desde aquel trapecio. Se

quería asir del aire. La atmósfera en un cuadro

que representara cosas de circo, sólo podría resolverse

mezclando almíbar a los colores. Su

amigo el ingeniero del ingenio le reprochaba el

ser lampiño. ¡Qué triste! No poder comparar en

un poema las delicias de rasurarse con la estancia

en Nápoles. Pero ¿quién no ha leído a Gide?

“Non point la sympathie, Natanael, l’amour” .

¿Y quién lo practicaba? Sócrates, Shakespeare...

Tantas Desdémonas en lechos de posada, tantas

Ofelias en los estanques nocturnos.

Una se ahogó en su ojo derecho. Tendrá que

usar un monoclo de humo de Londres para ocultarla.

Ladrar del viento policía, investigando asesinatos

líricos. A la luna la mató Picasso en la calle

Lepic, una noche del mes de... ¿de que año?,

del siglo xx. Aquel profesor de historia que refería:

“ día y noche, bajo los rayos del sol, los ejércitos...”

La mala música del señor Nunó, fuerte

como un trago de alcohol; los mismos resultados,

alcohol o música, bebido, oída. Le decía: asómate,

amiga, a mi balcón del 15 de septiembre.

Y Ofelia se caía siempre al mar de la calle. Era

muy torpe, la pobre, para entender las lecciones,

y la pólvora no iba a sostener eternamente la varilla

del cohete. Vidas paralelas, profesión de cohete,

amores con las señoritas de la clase media.

Cada vez que su cielo amenazaba borrasca, encendía

uno, como hacen los agricultores.

2, el café

Ya está cerca el café. Ahora el Ojo, como si Ernesto

estuviera viviendo en verso, en esos versos

antipoéticos del señor Hugo, tentándole al remordimiento.

¡Pobre Ofelia! Todo por la aversión

de Ernesto al paisaje suburbano, resuelto

en manchas de colores opacos, pastosos, y, en el

calzado, de lodo. Y por saber ya cómo terminan

todas las películas, y por tener amigos —¡qué

horribles compañías!— que le leen sus comedias

antes de estrenarlas.

Su preferencia por ese café. Mana una luz,

aparte de la metafórica, que se llueve de los espejos

y sale a borbotones, por puertas y ventanas,

a las calles sordas y apresuradas, ferrocarriles sin

freno y sin fin hacia los campos. Pero la ciudad

ha tomado pasaje de ida y vuelta, y en vano esperará

el borracho el paso de su cama, y se tirará

en la acera, recibiendo sobre su cansancio la

burla del duchazo de luz.

Presiente que el que ría al último no encontrará

ya justificación para su risa; recuerda una máxima

popular de tan citada: “reír antes de ser feliz, por

miedo...” ¿Aquí, también, el miedo? No; engolfarse

en el vacío gustoso, olvidado de ella, la suburbana,

y de sus cavilaciones de postimpresionista.

Un mozo tira la luna llena sobre la mesa. El

hastío empieza a derramar sobre el techo la leche

embotellada en el cigarro. Si las frutas están

en la cornisa, el salero estará lleno de azúcar. Se

adivina el paso del Padre Brown. Pero los botellones

no están llenos de vino, y los vasos son

unos pobres vasos comunes que inmovilizan su

ancho bostezo hacia arriba. Hechos de agua sedienta,

esperan que el Moisés de su mano toque

la roca de cristal del botellón.

Saludos. Sus brazos infinitos, como las luces

de un faro, guían a los remeros de las mesas, rebaño

incuestionablemente descarriado. Sus miradas

untan de amor todos los rostros conocidos.

No simpatía, Natanael, amor. Pero allí está

la réplica del Ojo, por Ofelia: —¿Y aquella muchacha,

en los suburbios? ¿No, mejor, abandono?—

Leve discusión. Su principal argumento:

—Su casa es un búngalo tan feo. Y luego: —Si

robarle a ella este amor, si el agrarista gesto de

irlo repartiendo entre los indiferentes vecinos va

aumentándoselo, fortaleciéndoselo, cabeza de

hidra en proporción geométrica creciente.

3, Ofelia

Ofelia, donde las casas no están ni en la ciudad

ni en el campo. Cada diez minutos el terremoto

del tranvía la hará salir a la ventana, como arrastrada,

como empujada por un torrente de luz. Se

habrá dejado la cabellera de algodón, de muñeca

francesa, que le aburre a él tanto. Una vez

le agradó durante cinco minutos, cinco minutos

durante los cuales estaba él comunicativo y se

lo dijo. Parecerá un juguete, un objeto decorativo,

un cuadro de Marie Laurencin, lo mismo: la

chalina en un hombro, desnudo el otro. Tendrá

flores en las manos. Querrá que la besen, y en el

rostro blanco y redondo sólo resaltarán, brillantes,

los ojos y la boca. Será sólo como un beso

rodeado de leche.

Todos los que ahora bajen en aquella esquina

tendrán para la esperanza de Ofelia el cuerpo

de Ernesto, su manera de andar, sus ademanes de

cansancio un poco exagerados. Muchos se dirigirán

a la ventana y, viéndola tan abierta, no

faltará algún audaz que la salte a robarle aquella

sombra chinesca de finas curvas, que ensayarán,

sobre la pantalla de los visillos, el temblor

de él predilecto. En este instante, de seguro, ya

la habrá perdido, ya se la habrán robado sin remedio.

lunes, 23 de octubre de 2023

GILBERTO OWEN POESIA Y PROSA Edición de f osefina Procopio Prólogo de Alí Chumacero FRAGMENTO




 I

GILBERTO OWEN

POESIA

Y PROSA

Edición

de

f osefina Procopio

Prólogo

de

Alí Chumacero

IMPRENTA UNIVERSITARIA

México 19 t 3

r t ''\l

'l*:nh\4

ru 'í\ '

' TERCERF ESITVAL DEL LIBRO AMERICA UNIVERSIDADDE BUENOSA RES

' l

i]

1

ADVERTENCIA

,l

l

.t

Esta edición se hace conforme al deseo de Gilbe¡to Owen

quien, poco antes de su muerte en Filadelfia el año pasado,

rne dió autorización escrita para que editara su obra. Hace

unos dos años Gilberto quiso reunir su obra para publicarla

después en México; no tenía ejemplares de sus libros y me

pidió que le ayudara en la tarea de recopilarlos .y, preparar

la edición. Ifn mis viajcs a México Alfonso Reyes, Ilnrique

Carniado y Alí Chumacero gentilmente me proporcionaron

ejemplarcs que lucgo él revisó v corrigió. Son esas copias

corregidas por su autor las que han servido para la presente

edición.

Conviene advertir que este volumen no pretende contener

l;r obr¿r cornplcta de Gilberto Owen: seguramente faltan

pocnlas ¡lublicados cn cl Pcrír y cn Colornbia durante su

cstanciac n estris prríses,p oclnas que sc hallan en revistas

ctryos cjernplarcs no st' r'ncucntran cn tr4éxico I Que, por 1o

misrr-ron,o cstabana rui alcalcc; aclernásf,a ltan poemasq ue

Gilbcrto tcr.ríac onrpucstosp cro clue nunca llegó a publicar;

por ejernplo, Luis Alberto Sírnchez me decía en una carta:

"Se perdió El ntundo perdido que le oí recitar en Guayaquil.'"

I

Su primer libro, Desuelo (1925) -en gran parte inódito

'con excepción de tres poemas (Corolas de papel de cstas'

canciones, Niño Abril me escribíó de un pueblo y El agtta,

entre los álamos) que se publicaron en "IJlises" en mayo

de 1927- llevaba al principio dos poemas que desgraciadamente

se han percliclo, un clogio por Jorge Cuesta y un

retrato por Xavier Villaurrutia. Gilberto no tenía pensado

publicar este libro, ¡rcro al relecrlo cl año pasado decidió

incluirlo en la eclicitin tlc su obra total.

De Línea, publiclrdop or Alfonso I{e1'r'sc .¡1B ucnos Aires

en 1930, ya sc conocí:rn cn Móxico ll¡ros pocrnas publicados

.en "IJlises" cn rlicicrnllrr: rlc 1927, en "Contemporáneos"

en diciernbrc tlc 1928 y ('n nrí¡yo dc 1929, y cn la "Antología

de la PocsíaM exicana lVlo<krrna"d, e Jorge Cuesta,c n 1928.

Iin cl Pcrseo vcncido, publicaclo por L,uis Alberto Sánchez

en Lima cn 1948, rcunió Gilberto Owen varios pocmas: el

Madrigal por Medusa, Sindbad el aarado, Tres aersiones

supert'luas y el Libro de Ruth. Parte del Si,ndbacl habia

,aparecido anteriormente, con variantes, en "El Hijo Pqódigo"

de octubre de 1943, en "Letras de México" de marzo dc

1944, en la "Re'r'ista de la Unive¡sidad Nacional de Colombia"

de marzo de 1945 y en la "Revista de las Indias", de Bogotá,

de julio de 1945. El Discurso del paralítico y el Regaño del

ui.ejo (primera y tercera versión superfluas) se publicaron

en "Letras de México" del 15 de enero de 1940 y del 15

.de junio de 1943. El Libro de Rúh apareció en México por

primera vez en una edición de 1944 publicado por Ediciones

Firmamento. En la presente edición todo el Perseo aencido

va dedicado a José Vasconcelos, conforrne al deseo de Gilberto.

Los poemas reunidos en Poem.q,sN o Colecciotxad,oisr rcluycn

Carta (Defensa del hombre) aparecida en "Contemporáneos"

de septiernbre de 1930. No sé si el Lázaro mal

rediaiao llegó a publicarse; ese poema me 1o proporcionó

Gilberto advirtiénclome clue era fragmento de urr poema

largo que había escrito. De la ardua lecci,ón y AIIá en rnis

añ,os. . . , fueron escr i tosa pr incipiosd e 1951,p oco después

de la muerte de su amigo entrañable, Xavier Villaurrutia.

Espera,o ctx( ,bre. . .y EJ ya el cielo. . . , son f ragmentosd c

poemas encontrados entre los papeles de Gilberto clespués

de su muerte.

I.a sccción cle prosa co¡rienza con La llam.o fría, puliicada

corno la novela scrnanal de "El lJr.riversal Ilustraclo"'

el 6 de agosto de 1925. Noz,'elac onto nu,be, publicada por

Ediciones de Ulises en 1928. llevaba al final esta anotación:

"lmarzo, abril de 1926, en El Chico". Eram,en. de fausas

apalcciri cn "Contcrrrporáneos"e n julio de 1928. lln Otras

Prosas vlur incluírlos frirgrncntos tlc unas cuantas cartas,

qttc estantlo: r nri alcanct',t lccitlíp tttrlicar,u trasp orcltrca:v uclan

a conrpr.'n<lt'ra Cil[¡erto y su poesía, otras por stt valor

litcrario. Dc nir.rgunarn allcr¿sI c trata clc cpistolarioc ornpleto.

La fotografía del autor que iluitra cstc volurnen, le fué

torrrada en 1919.

Manifiesto mi agradecin.rientoa Alfonso Reyes, quier-rm e

proporcionó Línco, a Iinrique Carniado por haberrne prestado

el original de l)esuelo, a Luis Alberto Sánchez por valiosos

datos sobre la obra de Gilberto C)wen, a la Imprenta Uni-

IX

versitaria por su ayuda, y sobre todo, a José Rojas Garcidueñas,

a Alí Chumacero y a Elías Nandino sin cuya ayuda

no habría podido llevar a cabo esta edición.

JosErrNe Pnocopro

I

PROLOC.O

/

GILBERTO OWEN

I'o zteía a Gilberto Owen -sicmpre la broma a flor

Ce labio y enemigo dc solemnidades- colt la cu,riosidad.

de qui,ens. e acerca a reconocer la encarnación de un nombre

litcrario citado en alguna antología. Salido de Il[érico desde

uwy joaen, su prestigio se cifraba en unos cuantos foemas

r prosas desperdigados en reai'stas de literatura y en escdsoJ

atrócd,otasc ada z.¡ezln enos rcpetr.tlase n labios de sus amigtts.

Su. regreso al país fué, por esa razón, un preterto de

curiosidad para aquellos qlcc nunca antes lo habíartos tratad'o.

Era, en. uerdod,, una pcrsorxa, poco coretún. No sólo a su

co'nuersación llegaban los pcrsistcntcs ecos dc ut apat'ente

t'sccpticisnto contra las

nrazones

ntás altas que sosticnen la

espcroraa de un poeta, sino quc focos cott'to él sabían esconder,

en eI juego de las palabras, la rclíqión dc su arte . Más

ccrcano a los acontccimicnto.sit t¡ncdialos r!c Ia vido, a la

ri.rión. t!,elcznabled e los snccsosc allcicras y a los "cuidados

l,cqueños'' en qrte lranscurrcn las diarias preocttpacion'es,

Ozuen se aleiaba premeditadamente del agobiante inuocar el

rrutndo de la literatura. Sitt otro.t ltt¡nr¡rc., q), n tnano l'ranca

y el inci.sivoa f ó,n,d c sorltrt'ndcr o oqudlos totlavía propicios

al asombro, conseraal¡o la ail't'sa \ cl ónimo suficientes a

hacer de su conacrsación un sallo dc mata entre los ruentt'r

conx,tnes asurxtos. .ly'rl .rrr.r .rrilirlo.r ltclura-¡ -sobre todo en

letras modernas-, ni su udnt"irol,lc obra poética, ni' su

colnpactoa rnor ?or lll ,tt'ict¡r /rtr',r /r'.rr/rt't tttyi-o ven, abandonó

para ir en busca dc olru.¡ li¡rro.t .t,' !rullttcíatx en su,s frases

siempre al bordc dc lo dt.slrtttr'i,í¡r1 ' ltt itnltrcaisto. Tras la

rnáscarad cl quc c.sct¡ndtlu ittlitttitlul lírica, .srtof custodidr

el "dolor ido scnt i r " t ¡nt tnr r l ,urut l t ¡ l t ¡ t t t l i 'nt icof octa.

Delgadot odavío r'ttuntl,.t\ 't¡lt ¡ L'ttttt,cdí,t nuris ta.riu qu'ilinn

y o jos de ht¿rañctq r.t!tt, tttttttlt' uñul'u lu ,',¡ttl'tr'¡uciónc on,

adetnancsq uc il,un r'rr (¡.\'tr¿it(lt¡ .ru f ront¡rttso ct'l'rt.sívd.I ',¡

insólito tlc lo.t ,'('.r/lr('.f/(¡.tr'' Io inltncíón tlc lo.t y'/ftVlfo.r

hallaban,t tl>tt,uton nu¡t'itttitttlt¡.tslL 'm unt¡.rt ¡trt crtlol,rtrolraan

hacer má.¡ qráiica.r /rr.r/ io.r','.r'..' l ¡c.surt lc .¡í nt.¡nto v tto

obstantc -sttc.u llura, nttnca olz'iló la actitud ftculiur dc los

hombres d.e su froaincia. Natiuo tlcl llosario, Sinaloa:'sttht¡

conseraare l trato stnr. odcos que coracterizaa los hombrc.st lc

aquella región. Lo incisiao de sus opiniones se sosteníu,

con una timidez disimulada, ert lu aiolencia y cf ectiztidad d,,:

las palabras. En nacla, la ascendencia irlandesa emfañó el

carácter de su persona: mesicano como el que ',nós, tanl?oco

la inuasió'n de los ziaies desmereció la sinr,patía provi.nciana

que le otorqó el sitio de su origen. Owen practicaba cl.

secreto de ser, en un mundo de mortales, u.n hombre más,

perscguido por una íntima desilusión a la que sólo la poesío,

--qlld cn un rincóll de la rnevnoria o en un papel orrugado

dentro del bolsillo- bod'ría redimir.

xIv

I

En sus últimos días, cuando empezaba a comprender

quiaá que ya la canción se terminaba, aolaió o recordar o

su país, y la nostalgia lo acotnpañó hasta eI final instante.

Entonccs pensó, aunque no por aez Qrimera, qu,e podría

.morir de un rnomento a otro; pero él quería hacerlo bajo

al cielo de Mérico. Aquí pensaba quedar, aI lado dc su

entrañable amigo Xazti,er Villaurrutio, que openas un aíto

antes nos había dad.o Ia repentina sorpresa de .su fallecimiento.

Fué un deseo que no realizó. Otra tierca hoy lo cubre. No

pudo ser el hijo pródigo que ansiaba. En un hospital de

Filadelfia, apenas rodeado d.e la fidelídad. cle ztnas cuantas

personas, murió eI 9 de rnarzo de 1952. Había nacido el

domingo 4 de febrero de 1905.

Tras de ese hombre afectuoso Ete huía "de sed en sed

por su delirio", tras d,e esa burla por lo cotid,iano y tras de

esa am.abilidadd. ef endida por cl escefhcistlNo,ir npcraba una

singular conciencia poéti,ca. Lo antintelectual de la palabra

hablada en la cama.rod.ería del bar, o a la orillo d.e una mesa

dc café, escondía al hom.bre quc, a solas, alrendió a labrar

una dc las focsías más hondas de las últimas ganeracioncs

mesicanas. No fué un intelcctual; fué un poeta. A Ia siml,le

lectura de su. obra, ! a fesor dc las rcfcrcncias literarias

con que se halla . cnriquccida, sc adaicrte cómo cra t¿n,

hombre apegado a la tierra, a lo quc alrcdcdor sucumbe sí?r

tnisericordia. De una ,nanera similar a todo auténtico artista,

Owen aceptaba, corno un designio insobornable, incorporar

a su z)erso el fluir de las co.ras, la conciencia de que tod,o

-corno en las clósicas Coplas- está. condenado a stt.gerir

la pregunta por su eristencia. Sabía que su obra, connatttral

f

I

\\

a las ideas que la animaban, era el qeflejo y la dócil res?uesta

a la contentplución de lo qpe no perdura, a la incuitable

presencia de lo qne n4uere frcnte a nuestros ojos, y entraba

en la poesía deiandro a la fuerta toda esperanza:

Y luchó cc)ntrír cl nl:rr toda la noche

<lcsrlc I Ionrerr¡ lrast:r Joseph Conrad,

l':rr:t llcg:tr ir tll r()stro tlesierto

J' (lr su :rrerr:t k'cr <¡ue natla espere,

( l l t ( ' l l ( ) c s l r ( r ( ' t t l i s l t ' r i r ' ,q ue I lo t : spefe.

Contra urr rnurt) tlt t'.¡!,irilt,s lamcntociones. lo mistno

en cl amor qui .'n. /a.r fo.ciorrc.r ntás .sencillas, el Poeta

accftaba el único rtfuqio: lo dr.sc.rfcrociónM. as nunca el

qrito, cl c.rcóndolo, tl t¡o.stor lu ltrilrttra cn infternitos, sino

la ltoricontal dcst¡locitiut luc ucttntfrtrluL a tytíen, encerrado

cn .tí fiúsrno, .rc a justo. a lu.s ¡torntu.r r/rt¿' .f ¡¿ .toledad le da.

Qttizti ¡or.io.l¿ foc.tío no alconz,i cl c.rdrúiulo de la

clocu.cncitts, trto ty,tc ylttardó tl tono nl.ilor intli,sfcnsable

para no tra.rfasar la frasc musitada cn la confcsión. Su

grito no f ué nús qu,e el del " páruulo que csta noclle se

siente solo e íntimo / ,¡ qtoe suele llorar ante el retrato / de

ttrt, ganrbusino rubio que se queilxó en rosales de sangre al

mediodía".

En oiras palabras, la dicha no era el norte d'e su

foesía. Corno tr[allarnlé, llosiblemente pensaba que d.ecir

"Soy di,chosotp' odría traducirse por "Soy un tonto". Tal

era la defensa privada en que apoyó sus poem,as. No le

importó qu,e el ptiblico sufiera de su crtstencia, ni que el

trabajo emplead,o en el logro d.e una imagen o de una

metáfora trascendiera los límites de su. profia satisfacción.

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I I

I

III

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I

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I

III

i

La fanm, en la que se solazaron sus contemporáneos, fué un

timbito ajeno a su ambición. Owen prefirió el trabajo del

ntinero, clel buzo, del criminal que en la alcoba concierta

.sus intenciones, entes que reclamar un prestigio logrado a

fuerza de aigilias. Así, apegado a sus nornras soli¡arias,

pretenclió pasar ante el mnndo de la literatura comi "tm

poeto desconocid.o"Y. en aerd.adq ue lo logró. De su angusti,a,

f orjada en Ia soledad.,n ada aino a d.efe ndeilo: ni afectos ni

intereses, ni -mucho ,nenos- la aaruidadd. e ser citado en

alguna antología. Prefirió conser?)ar, conuo la más prectada

herencio, la sutil gloria del anonimato.

Tal parece que Owen se conaertía, en el complicado

mecanisnto dc sus ideas, en un objeto más, cond,enado por

libre albedrío a caer bajo la ley general de lo pasajero. Si

el amor, la csperanza, "la ilusión serpentina dcl principio"

y aun la e.rtstencia que muestra su tmdscora en todo tiemlto

y lugar se hallan abocados "en á.rltero clortor de cuerd.a

7616" -¿5 decir, se predestinan a una frustración connatural

a stt,n acimicnto-, ¿por qué no habría de suceder iguabnente

con. el escritor qu.e clescubre ese laberinto t forniá ¡arte

sustancial dcl mismol "Todo lo quc aizte -escribió Owcn

cn una cartu-- cstá contlcnado al ticnt¡o. I.o quc cstó ¡uede

scr cterrto, ltcro cntonccs sc llunn Caos, y tro es, tto'ui.ve."

Ahí se escondc cl scclcto dc l¿.s idcas quc impwlsaron su

ltoesío. Pcro ntós aún: afín a I.oulr¿'amont, .su concepto dcl

tiempo alcanzaba cl rostro tlc Dios n.tismo. Lo intnutable, lo

perenne, no son síno momentos en que el ticmpo hace un

breae descanso antes de proseguir etu su tarea, "Dios no

está, eriste -escribe en .reguida-. l.legó desltués del Caos,

f ' f Í

y morirá cuando el Caos auelua a estar en todas parles." Algo

de terrible tiene esta afirmación en pluma d,e un creyente,

pero a la aez nos ayuda o consid,erar üna idea ertrema,

áz,i.darnente literaria, d,eriaada dc uno concepción erpresa

en su poesía. Puesto que Outut pensdta que el tierupo arrasa

con todo, llaro ser cln.rccucntc con esta creencia se aeía

obligad.o a insertar baio h fucrza de ese alud al Di,os en

que creín. Mas esto, dit¡títno,eloc on claridad, no pasó d.es er

un peligroso riqor n¡ una litl intcnción de lleaar hasta los

línfitcs w¿a idto alrrcmlido cn tcxto.r litcrarios.

Laz,crdad c.s qut rn .tt oltre no sc rcflcjan esos ertremos.

La dislcnsión dt'l ticnr¡t¡ tto el,erca utús allu del mund,o

inmcdiato t¡ la l,crsona <lcl cscrilttr. I)tro, e.so sí, actú,a con

cl aiqor inm.utablc dcl cuu.l noiit tt.o.slm dn;¡ reserz¡ar. Sin

ernbargo, esfigando cn .til fotnte dc nta\or ónimo, "Sfu.dbad,

el Varado", nos cncontrano.f con cu,alro l,crsos que definen

un posible descntcndinicnto \ uno artif i,jal clusión del

problcma. Otra z,cs cl rt'cuerdo dc A[allarnté uuelae a

señorear la conciencia, \ "{ln couf de dés" se torna en el

ejemplo a seguir:

Alcohol, albur ¡;anatlo, canto de cisne del azar.

Sólo su paz redime <lel Anciano del Mar

y de su erudita tortttra.

Alcohol, ancla segura ¡' abolición de la aventura.

En estos z)ersos, que no son sino un ligero intermedio

para continuar luego con Ia insistencia del tema, se condensa

la f órmula ltrincipal con que Gilberto Ozpen soñaba aplazar

el resuroimiento d.e su conciencia d'estructora. No son más

XVIII

que un descanso, una bella ilusión, antes de tnarcharse, ya

pora sicmpre, cen sít "muerte de m,ícstca a otra parte".

Si al af ,im de saberse ef ímero respondió esta obra

literaria y si la melancolía se aclitnató a menudo en los

resqui.cios rnós profundos de cstos tertos, el tiempo habrá,

de respetar -lo asegurar,nls- el inuiolable reci.nto d,e la

obra de Gi.lberto Owen. En las letras ntericanas, su n&tbre

figura con el eficaz relieae para mirar en él uno de nuestros

más legítimos poetas. Fué necesaria stt, ausettcia para que,

alejándola del olaido, reflerionáran'Los acerca de su obra

literaria e hiciéramos verdqd. un íntimo d.eseo suyo que

consistió en saberse conocido solatnente después de no

eristir entre los tnortales. No sitt cicrto sarcasmo. él señalaba

un día, Nrn martes 73,

en que sabrán mi vi<la por mi rnuerte.

Ali Cuu¡¡ecrno-




DE,SVELO

7. Pureza

¿ Nada de amor -¡ de nada !- para mí ?

Yo buscaba la frase con relieve, la palabra

hecha carne de alma, luz tangible,

y un rayo del sol último, en tanto, hacia luz

el confuso piar de mis polluelos.

Ya para entonces se me había vuelto

el diálogo monólogo,

y el río, Amor -el río: espejo que andallevaba

r¡i mirada al mar sin mí.

¡Qué puro eco tuyo, de tu grito

hundido en el ocaso, Amor, la luna,

espejito celeste, poesía!

,/t

2. Canción

De la última estrclla

a la primera

fué para oler las rosas.

Vuelta, al revés, dcl rnundo,

abierta la memoria

de la primera estrella

a ti -mujer, idea-

¿hasta cuándo la írltinur.,

)

i - l

La nochc,( lu( ' nl ( ' t .s¡ r í :¡rr r r rt.. l r r jo

dc la ccr r : r r lur 'r: rle l sr r ( .ñ( ) ,

gotea est rcl lasc le rui t los i r rcr ¡ r rcxt ¡s.

¿Para qué este hilo <le airc corr t,cos?

Ya ningún lápiz raya nri nrt,nrori;r

con el número de ningún tcli.fono.

Mi mensaje ."" .orr-igo

sin mis miradas, cuerdas cie un trapecio

suspendido, otros días,

de mi cabeza sobre el cielo.

Y nadie inventa aún al inalámbrico

una aplicación para esto:

uno puede caer cien siglos

-sin una honda agua de sueño, r

sin la recl salvavidas de una ¿¡fs¡¿-

al silencio.

.f

El agua, entre los álamos,

pinta la hora, no el paisaje;

su rostro desleído entre las manos

copia un aroma, un eco. . .

(Colgaron al revés

ese cromo borroso de la charca,

con su noche celeste tan caída

y sus álamos hacia abajo,

y yo mismo, la cabeza en el agua

y el pie en la nube negra de la orilla.)

Llega -¿ de dónde ?- el tren ;

corazón -¿ de quién ?- alargado,

oscu¡o y próspero, la vía

nos lo plantea : algo

más allá del alcance de los ojos.

Terremoto: llorando demasiado

los sauces salen al camino

como mujeres aterrorizadas.

Incendio: la luna, viento frío,

arrastra el humo de las sombras

hasta detrás del horizonte.

En el bosque, con tantos mármoles,

no queda sitio ya para las ninfas:

s

sólo E,co, tan urenudita,

tan invisible v tan cercana.

Sólo una memoria sin nexo:

"cuéntalas bien

que las ottce son".

Luego el castigo de Ia t'ncrucijarla

por el afán de habcr'rlur-,ri<l<r

saber a dónde llevan tt¡tlos los c;urrinos:

1, al pueblo;1 00,a la c iur l r r r l1; ,000:, r l c i c lo;

todosd e t i y ningur rol r t i ,

a tu centro irnplgciso, :rlrrur,

eje de mi abanico rlc rrrinrrl:rs,

sur t idor cx: r l t : r r l rt¡l t . t ' :ur r i r r t ¡s.

"f,

5. El recucrdo

llr ¡a

Con ser tan gigantcscc)c, l rrrar, y írmargo,

qué delicadarnented cjó cscrito

-con qué línea tan dulce

y qué pensamiento tan fino,

como con olas niñas de tus años-,

en este caracol, breve, su grito.

viernes, 20 de octubre de 2023

TRATADO DEL REBELDE Erns Jünger TRADUCCIÓN Y PRÓLOGO Denes Martos

 




TRATADO DEL REBELDE

Erns Jünger

 

Denes Martos

EL "DER WALDGANG" Y SU TERMINOLOGÍA

Probablemente hay pocas obras alemanas cuyo título y cuyos términos principales resulten tan difíciles de traducir al castellano, aún aceptando que — ya de por sí — el recrear en la lengua de Cervantes lo creado en el idioma de Goethe no es precisamente tarea fácil.

El título original de este libro es "Der Waldgang". En las distintas ediciones y versiones hasta este título mismo ha sido traducido de diferentes maneras. El libro ha aparecido como "Tratado del Rebelde", como "El Emboscado" y, según me han comentado, habría por allí alguna versión titulada como "El Trotabosques". Se impone, pues, orientar un poco al lector en cuanto a los términos empleados por Jünger pues, para colmo de males, estos términos, más que denominaciones, son conceptos fundamentales de la obra y se da aquí — una vez más — la conocida situación en la que, si no tenemos la palabra, no tendremos el concepto, y, si no tenemos el concepto, es imposible que comprendamos el mensaje.

De modo que comencemos por el principio y por lo básico. El idioma alemán tiene una maravillosa facilidad para construir sustantivos compuestos. Allí en dónde el castellano recurre muchas veces al latín o al griego — especialmente en el lenguaje científico — el alemán simplemente "arma" un término "juntando" las palabras adecuadas. Bien es cierto que esto produce a veces expresiones kilométricas que se prestan a la ironía. El ejemplo que siempre me viene a la mente es el título de una fotografía en un manual de mecánica que rezaba: "Kurzgewindefräsverfahren auf der Langgewindefräsmaschine". Pero no se tarda mucho en comprender la ventaja del método germánico cuando se advierte que, en castellano, uno tendría que traducir eso por "Procedimiento de fresado de roscas cortas sobre la máquina de fresar roscas largas". Trece palabras, contando preposiciones y artículos, para traducir tres "simples" palabras del alemán... Y la otra enorme ventaja es que estos términos alemanes, por más kilométricos que parezcan, resultan autoexplicativos. Si digo "fanerógamas" en castellano, probablemente más de la mitad de ustedes tendrá que recurrir al diccionario. Pero si digo Samenpflanzen, cualquier alemán entenderá inmediatamente que estoy hablando de plantas que se reproducen por semillas (por Samen= semillas y Pflanzen = Plantas).

Sea como fuere, Waldgang es una de esas palabras compuestas. Está armada con los términos Wald y Gang. Veamos qué significan.


El Schwarzwald de Alemania

Por de pronto, el término "Wald" en alemán significa "bosque". Ahora bien, ya aquí hay matices para considerar. A veces esta palabra es traducida por "selva". Así, por ejemplo, el bosque más importante y conocido de Alemania — el Schwarzwald — se conoce como "Selva Negra". El problema es que "selva", en nuestro medio, evoca ecos tropicales. Al escuchar la palabra "selva", sin más aclaraciones, en América normalmente nos imaginamos la selva tropical; algo que el alemán denominaría "Urwald" o incluso "Dschungel" que en castellano equivale a "jungla" y que, en realidad, es un anglicismo proveniente de "jungle".

El "Wald" germánico es el bosque europeo. Es el bosque de pinos, robles, alerces, abetos, hayas. Es un bosque que puede volverse "negro" (Schwarz) en sus partes tupidas pero que también tiene sus claros, sus prados, sus flores, sus lugares bañados por el sol. Para imaginarnos algo similar al Wald europeo, en América tendríamos que pensar en los bosques andinos de las provincias de Río Negro o Neuquén en la Argentina y de ningún modo en algo similar a, por ejemplo, la "Selva Negra" nicargüense.

El segundo componente de la palabra Waldgang es Gang. Viene del verbo gehen que significa "caminar" y es, de hecho, la sustantivación del mismo; es decir: "el caminar". Waldgang por lo tanto, traducido en forma prácticamente literal, daría algo así como "el caminar por el bosque". De este modo, Waldgänger es "aquél que camina por el bosque" y, en consecuencia, in den Wald gehen es "ir al bosque".

Sólo que por desgracia, en el contexto en el que Jünger pone estas expresiones, los sentidos implícitos no son exactamente éstos.


Bosque en Islandia durante el invierno

El Waldgand que Jünger sugiere se relaciona con una antigua tradición de Islandia. El mismo autor nos confirma esto cuando en el Cap. 17 de la obra nos dice: "El hecho que esa palabra tenga ya una historia anterior — es una de las viejas palabras islandesas — no puede ser perjudicial."

En realidad, el Waldgang en la antigua Islandia fue una condena de expulsión, una especie de ostracismo. Personas asociales, por lo general homicidas, pero en todo caso individuos cuyo comportamiento había demostrado ser incompatible con la vida en comunidad, eran separados de la sociedad y prácticamente arrojados fuera de ella. Con lo cual quedaban condenados a vivir apartados de las poblaciones y los asentamientos; es decir, obligados a vivir en el único lugar disponible que les quedaba: el bosque.

La antigua palabra islandesa equivalente a Waldgang fue "skóggangr" y significó tanto como "destierro", "proscripción". Para captar todo el drama de la condena no deja de ser significativo constatar, por ejemplo, que los francos sálicos y los godos al Waldgänger lo llamaron "vargr", un término emparentado con las palabras modernas Würger (estrangulador) y Wolf (lobo). De hecho, entre estos pueblos, la captura o "caza" de los proscriptos fue probablemente recompensada, como lo sugiere el hecho de que se le ponía precio al "wulfes heafód" (Wolfschädel en alemán moderno = "cráneo de lobo" o "cabeza de lobo" en traducción literal).

El gran problema que se plantea aquí es el de cómo reproducir — aunque más no sea en forma aproximada — toda la carga tradicional y hasta legendaria que tienen estas palabras. Esto se hace tanto más difícil porque Jünger, no se limita a la mera alegoría directa, sino que introduce en los conceptos una interpretación muy personal. En efecto, inmediatamente después de hacer alusión a la genealogía islandesa de su término, todavía agrega: "Aunque aquí, ciertamente, vamos a entender esa palabra en un sentido más amplio. El irse al bosque, (...) era un acto que seguía a la proscripción. Mediante ... (ese acto) ... el hombre proclamaba su voluntad de depender de su propia fuerza y a afirmarse tan sólo en ella. Hacer eso se consideraba honroso; y también hoy continúa siéndolo, digan lo que digan todos los lugares comunes que por ahí corren." (Cf. Cap. 17)


La "Selva de Irati", en el Pirineo navarro (España)

En un sentido estricto, podría discutirse que en el antiguo mundo germánico el "irse al bosque" constituyó realmente un acto por medio del cual el proscripto "... proclamaba su voluntad de depender de su propia fuerza y a afirmarse tan sólo en ella". Probablemente lo que tenemos aquí es un optimismo algo exagerado, para decirlo de algún modo. Después de ser expulsado de su comunidad, realmente no se ve muy bien a qué otro lugar, fuera del bosque, podría haber llegado a ir el buen hombre. Es muy difícil — por decir lo menos — imaginar para el proscripto otras opciones aproximadamente viables; sobre todo si es cierto que — en algunos casos al menos — se le pudo haber puesto precio a su cabeza. Por supuesto, es comprensible que, por el otro lado, se generase alrededor de los Waldgänger esa especie de legendaria aura de heroicidad que siempre ha acompañado a los solitarios, muy especialmente cuando fueron algo misteriosos. Los norteamericanos, por ejemplo, han construido toda una leyenda y hasta todo un culto alrededor de la figura del lone ranger y han convertido al solitario segregado de la sociedad en uno de los héroes norteamericanos típicos. Hollywood incluso lo ha estereotipado a través de innumerables producciones. Hasta cierto punto y desde una perspectiva romántica, la sociedad siempre admira a quienes se apartan de ella.

Pero desde una óptica política — y es imposible dejar de advertir una fuerte intencionalidad política en la obra de Jünger — probablemente Carl Schmitt estuvo más cerca de la realidad cuando señaló la tendencia a declarar al enemigo político "hors-la-loi" es decir: "fuera de" o "más allá de" la ley. Es un tema que Schmitt desarrolla con bastante extensión en su ya clásico El Concepto de lo Político y que reaparece luego, obviamente, en su Teoría del Guerrillero cuya figura central puede considerarse bastante emparentada con el Waldgänger de Jünger. (De hecho, Jünger y Schmitt se mantuvieron en contacto y se han conservado varias de las numerosas cartas que intercambiaron a lo largo de una nutrida correspondencia). De todos modos, bien vale la pena poner al Waldgänger de Jünger y al partisano de Schmitt lado a lado, y estudiar sus diferencias y similitudes.

Tenemos así razonablemente en claro los conceptos fundamentales de Jünger. Pero esto, por desgracia, todavía no nos ayuda mucho en la determinación de las palabras exactas que podríamos utilizar para traducirlos.

En la edición argentina del libro, el Waldgänger fue traducido por "el rebelde". Es una opción. No se podría decir que es absolutamente incorrecta pero tampoco existen demasiados argumentos para defenderla y no cabe duda alguna de que no transmite en forma a acabada el concepto original. Es cierto que Jünger introduce un elemento volitivo en su concepción del Waldgänger. En la versión islandesa o germánica original se trata de un proscripto, de un expulsado. En la interpretación de Jünger es alguien que — aún dentro de un contexto de coerción y eventualmente hasta de terror — toma esa proscripción para hacerla suya. Dicho en otras palabras: en gran medida se auto-proscribe. El Waldgänger es "rebelde" en la medida en que su condición nace de ese elemento volitivo pero, por el otro lado, habría que ser muy superficial para perder de vista que el contexto en el cual esa decisión voluntaria se produce es un contexto de coerción y posiblemente hasta de terror. Que el problema tiene dos componentes, una coercitiva y otra volitiva, queda meridianamente claro en varios pasajes. Por ejemplo, en una parte Jünger nos dice; "O bien poseer un destino propio o bien equivaler a un número: ésa es la disyuntiva que hoy nos viene impuesta — ciertamente por la fuerza — a todos y a cada uno de nosotros. Pero el decidirse por lo uno o por lo otro es algo que cada cual ha de hacer por sí solo." (Cap.14). Así, o bien aceptamos las reglas de juego del sistema, o bien optamos por la expulsión, ya sea haciéndonos expulsar, o bien autoexpulsándonos.

Estamos, por lo tanto, en el famoso caso de "la libertad dentro del círculo de la necesidad". La disyuntiva nos viene impuesta - ¡y por la fuerza! - de modo que la única alternativa que nos queda es optar por alguna de las dos posibilidades disponibles ya que una tercera, la neutralidad, se encuentra excluida: " ...la neutralidad equivaldría al suicidio — de lo que aquí se trata es: o bien se aúlla con los lobos, o bien se los combate" (Jünger, C.19). De modo que, si el Waldgänger fuese un rebelde, estaríamos ante el caso de un rebelde al que, en buena medida, lo han empujado a decidirse por la rebeldía. Míreselo como se quiera, no termina de resultar demasiado convincente; sobre todo si lo que se necesita subrayar es la importancia que tiene el acto volitivo de tomar la decisión de "combatir a los lobos" — que es lo que Jünger destaca de un modo bastante intenso a lo largo de toda la obra.

La otra posibilidad — y es la que hemos respetado aquí — es la de aceptar el pequeño juego de palabras que el traductor español nos propone con el término "bosque" y sus derivados. Con este criterio, el traductor nos sugiere aceptar que, si Wald es "el bosque", entonces "Waldgänger" es "el emboscado". Se advierte inmediatamente el doble sentido implícito.

El recurso puede objetarse, por supuesto. Es cierto que Jünger sólo en algunos pasajes hace referencia a "emboscadas" propiamente dichas, entendidas como "Ocultación de una o varias personas en parte retirada para atacar por sorpresa a otra u otras" según lo define la Real Academia en su primera acepción. Pero esos pasajes existen y no dejan de ser muy significativos. Considérese tan sólo el siguiente: "En lo que se refiere al lugar, hay bosque en todas partes. Hay bosque en los despoblados y hay bosque en las ciudades. En éstas el emboscado vive escondido o lleva puesta la máscara de una profesión. (...) El emboscado conoce los campos de trabajos forzados construidos por el agresor, conoce a los oprimidos, conoce a las minorías que están esperando con impaciencia su hora. El emboscado lleva a cabo su pequeña guerra, su guerrilla, a lo largo de las vías del ferrocarril y de las rutas de aprovisionamiento, amenaza los puentes, las transmisiones y los depósitos. (...) El emboscado difunde un desasosiego continuo, provoca pánicos nocturnos. Incluso puede reducir a la parálisis a ejércitos enteros, como pudo verse en España en el caso de los ejércitos napoleónicos." (Cap.29) Como puede verse, el traductor no ha forzado demasiado los términos al traducir Waldgänger por "emboscado".

Se dirá que la cita arriba expuesta es, de parte de Jünger y en el original, más una alegoría que una propuesta práctica concreta. Quizás, en alguna medida, eso sea cierto. Pero si uno tiene en cuenta la ya apuntada cercanía del Waldgänger al partisano de Schmitt, la traducción no deja de ser un reflejo razonablemente fiel del pensamiento del autor — dentro de lo humana e idiomáticamente posible, por supuesto.

Aceptado esto, no nos queda más remedio que ser coherentes y aceptar también los otros términos propuestos por el traductor. In den Wald gehen ("ir al bosque") se convierte, casi necesariamente en "emboscarse". Según la Real Academia, la segunda acepción de esta palabra es: "Entrarse u ocultarse entre el ramaje"; lo cual sigue siendo bastante consistente, tanto con la traducción como con el texto original. Y por último, tenemos "emboscadura" que la Academia acepta tanto en su sentido de "Acción de emboscar o emboscarse" como en el sentido de "lugar que sirve para eso". Habrá que admitir que no se trata de una traducción perfecta. Pero probablemente es lo más cerca que se puede llegar dadas las opciones disponibles.

Denes Martos, Enero 2006

FUENTE

 Tratado del rebelde (  ) [762070]
Sur. Buenos Aires.  21 cm. 118 p. Encuadernación en tapa blanda de editorial ilustrada.

jueves, 19 de octubre de 2023

Ernst Jünger SOBRE EL DOLOR FRAGMENTO ENSAYO FILOSOFÍA

 



Ernst Jünger

SOBRE EL DOLOR

seguido de

La movilización total

y Fuego y movimiento

Traducido del alemán

por Andrés Sánchez Pascual

Ensayo

tu sO uets V^EpriORES

Títulos originales: líber den Schmerz (1934)

Die Totale Móbilmachung (1930)

Feuer und Bewegung (1930)

1." edición: octubre 1995

© 1980 by Emst Klett Verlage GmbH u. Co. Kg

La traducción al castellano de esta obra ha sido subvencionada por

Inter Nationes

© de la traducción: Andrés Sánchez Pascual, 1995

Diseño de la colección y de la cubierta: BM

Reservados todos los derechos de esta edición para

Tusquets Editores, S.A. - Iradier 24, bajos - 08017 Barcelona

ISBN: 84-7223-910-1

Depósito legal: B. 29.976-1995

Fotocomposición: Foinsa - Passatge Gaiolá, 13-15, 08013 Barcelona

Impreso sobre papel Oftset-F Crudo de Leizarán, S.A. - Guipúzcoa

Libergraf, S.L. - Constitución, 19 - 08014 Barcelona

Impreso en España

De este gran escritor alemán, inigualable testigo de nuestro siglo,

figuran ya en nuestro catálogo las siguientes obras: Tempestades

de acero, El tirachinas, los tres primeros volúmenes de

Radiaciones —Diarios de la segunda guerra mundial (dos vols.) y

Pasados los setenta I— (Andanzas 53, 55, 98/1, 98/2 y 98/3), así

como La emboscadura, El trabajador y La tijera (Ensayo 1, 11 y

18). Sesenta años después de que Emst Jünger publicara los

tres textos fundamentales que el lector se dispone a leer, y

ahora que cumple cien años, aparecen por primera vez traducidos

a nuestro idioma y reunidos en un único volumen con un

prólogo especial del autor en forma de carta a su traductor.

Indice

Carta-prólogo a la edición española .......... I

Sobre el dolor .............................................. 9

La movilización total .................................. 87

Fuego y movimiento .................................. 125

Carta-prólogo a la edición española

Querido amigo Sánchez Pascual:

Con los ensayos que ha traducido para este volumen

se remonta usted mucho a la primera mitad

de mi vida. Estos textos, que usted presenta

en orden inverso al de su aparición, fueron dados

a la estampa entre 1930 y 1934 en diversas publicaciones

periódicas y reunidos con varios otros

en el volumen titulado Hojas y piedras; este volumen

fue desmembrado más tarde, desde puntos

de vista temáticos, para mis Obras Completas y

no ha vuelto a editarse como volumen separado.

Los tres tratados pertenecen a la época que

hoy se me recrimina como Realismo Heroico. El

más antiguo, Fuego y movimiento, procede todavía

enteramente de mis experiencias en la primera

guerra mundial, así como de los pensamientos

que desarrollé durante mi colaboración en la

Comisión de Reglamentos y, en general, durante

el tiempo en que presté servicio en la Reichswehr.

La movilización total me ha acarreado hasta el

día de hoy muchos reproches, especialmente después

de la segunda guerra mundial, durante la cual

se practicó ese principio en Alemania. De ambos

ensayos cabe decir que yo no escribí instrucciones

de uso, sino que desarrollé unas teorías que, por

cierto, casi al mismo tiempo estaba desarrollando

en Francia el general De Gaulle. Tanto más cautivador

resultó observar que casi siempre se ha reclamado

la guerra total en los conflictos entre los

Estados que desde entonces han librado tantas

guerras. A la vista de esa experiencia, en la reimpresión

de este escrito en mis Obras completas he

suprimido, con el fin de exponer con pureza el

asunto de principio, la segunda parte, que se refería

a las circunstancias existentes en la Alemania

de la posguerra, es decir, lo accidental.

Finalmente, Sobre él dolor ha de ser visto en

conexión con El trabajador, obra que usted tradujo

en 1990 y que sólo en los últimos años, al

cabo de más de medio siglo, está agitando acá y

allá tan rectamente los ánimos.

A todos los ensayos les es común la discusión

con el progreso, en especial con la prepotencia de

la técnica, la cual está avasallando nuestro siglo

en todos los terrenos en una secuencia cada vez

más rápida. En estos ensayos fue visto con anticipación,

creo, algo que en aquel entonces nos

fascinaba y que hoy más bien nos angustia.

Querido amigo, no es fácil la tarea que usted

se ha impuesto, pero sé que la habrá resuelto de

manera ejemplar.

Suyo,

Emst Jünger

Wilflingen, agosto de 1995

Sobre el dolor

Los cangrejos son, de todos los animales

que sirven de alimento al ser humano,

los que han de sufrir una muerte más horrenda,

pues se los pone al fuego vivo en

agua fría.

Kochbuch für Haushaltung aller Stande [Libro

de cocina para el buen gobierno de la

casa de todos los estamentos], Berlín, 1848

Does a little booby cry for any oche? The

mother scolds him in this fashion: «What a

coward to cry for a trifling pain! What will

you do when your arm is cut off in battle?

What when you are called upon to commit

harakiri?».

[¿Pero es que un bobito va a llorar por

cualquier dolor? La madre lo regañaría

con estas palabras: «¡Qué cobarde, llorar

por un dolor de nada! ¿Qué harás cuando

en la batalla te corten un brazo? ¿Y qué,

cuando hayas de hacerté el harakiri?»]

Inazo Notibé, Bushido, Tokio, 2560 (1900)

Hay algunos criterios grandes e inmutables en

los cuales se hace patente el significado del ser

humano. El dolor es uno de ellos; él es el examen

más duro en esa cadena de exámenes que solemos

llamar vida. De ahí que una considgpaciün

^ u e se ocupe en el dolor sea desde luegfo impopular;

nías no iólo resulta instructivaNgn üT

mismar-sino que a la vez ilumina una serie de

cuestiones en que nosotros estamos ocupándonos

ahora^El dolor es una de esas llaves con que abrimos

las puertas no sólo de lo más íntimo, sino a

la vez del mundo.' Cuando nos acercamos a los

puntos en que el ser humano se muestra a la altura

del dolor o superior a él logramos acceder a

las fuentes de que mana su poder y al secreto que

se esconde tras su dominio. ¡Dime cuál es tu relación

con el dolor y te diré quién eres!

,Como criterio el dolor es inmutablg; variable

es, en cambio, el modo y manera como el ser humano

se enfrenta a él. Con cada una de las mudanzas

significativas que acontecen en su temple"

básico se modifica también la relación del ser hu-"

mano con el dolor. Esa relación no está ya fijada

en modo alguno; antes bien, se sustrae a la consciencia,

pero constituye la mejor piedra de toque

para conocer una raza.* En nuestro tiempo cabe

observar bien ese hecho, pues ya disponemos de

una relación nueva y peculiar con el dolor, sin

que todavía le estén dadas a nuestra, vida unas

normas absolutamente vinculantes.

Mediante esta consideración nuestra de esa relación

nueva que ya existe con el dolor pretendemos

alcanzar un punto elevado, un punto que

nos permita mirar y efectuar mediciones y desde

el cual acaso resulte posible divisar ciertas cosas

que aún resultan invisibles cuando nos encontramos

allá abajo en el llano. La cuestión que nos

planteamos reza así: ¿Qué papel desempeña el dolor

en esa raza nueva que cabalmente ahora está

ofreciendo las primeras manifestaciones de su

vida y que nosotros hemos llamado él trabajador?

Por lo que se refiere a la forma interna de esta

investigación que ahora iniciamos, pretendemos

obtener el efecto de un proyectil de espoleta retardada,

y al lector que nosliiga con atencióiTTe

prometemos no tener miramientos con él.

* «Raza» es aquí sinónimo de «tipo» o de «trabajador» (entendido

en el sentido de Jünger). El propio autor lo aclara varias veces en este

escrito: véase, por ejemplo, el final del párrafo siguiente, así como las

págs. 69, 78 y 80. Sobre el concepto de tipo puede verse la obra de Jünger

El trabajador (Tusquets Editores, n° 11 de la colección Ensayo),

págs. 88 y 110-111. (N. del T.)

¡Dirijamos nuestra mirada en primer lugar a la

mecánica peculiar del dolor y a su economía! Es

cierto que al escuchar juntas y relacionadas las

palabras dolor y mecánica nuestros oídos se sienten

escandalizados — se debe a que la persona

singular se afana por relegar el dolor al reino del

azar, a una zona eludible, de la que podemos escapar

o por la que en todo caso no es necesario

que seamos alcanzados.

Mas si aportamos la frialdad adecuada a la

consideración de esta materia, es decir, la mirada

propia del médico o también la del espectador

que desde lo alto de las gradas del circo ve correr

allá abajo la sangre de gladiadores extranjeros,*

pronto tenemos la sensación de que el acoso del

dolor es seguro e ineludible. Nada nos es más

cierto y nada nos está más predestinado que cabalmente

el dolor; se asemeja a un molino que

con sus movimientos cada vez más finos y cada

vez más hondos va apresando los granos que dan

saltos, o bien a la sombra de la vida, a la que ningún

contrato nos posibilita sustraemos.

* En su relato de 1939 Sobre los acantilados de mármol (capítulo

13) Jünger añade un matiz personal a lo que aquí acaba de decir. En

un párrafo claramente autobiográfico y que sin duda alude también a

este pasaje de Sobre el dolor, afirma: «Para escalar puestos en la Orden

de los Jinetes de Púrpura no nos habrían faltado sin duda ni coraje ni

talento; pero a nosotros se nos había negado el don de contemplar con

desdén los padecimientos de las personas débiles y anónimas, como se

contempla desde lo alto de los asientos senatoriales lo que ocurre en los

circos». (N. del T.)

La ineludibilidad del acoso del dolor se pone

de relieve con especial claridad cuando contemplamos

vidas pequeñas, comprimidas en un breve

espacio de tiempo. Así es como nos parece amenazado

en proporciones inimaginables el insecto

que va serpenteando a nuestros pies por entre las

hierbas cual si fuera atravesando los árboles de

una selva virgen. Su pequeño camino se asemeja

a una ruta de espantos; un enorme arsenal de fauces

y pinzas se halla expuesto a ambos lados de

ella. Y, sin embargo, esa ruta constituye tan sólo

un trasunto de la nuestra. Es cierto que en épocas

de seguridad tendemos a olvidar eso, pero lo recordamos

con gran nitidez tan pronto como se

torna visible la zona de los elementos. Ahora bien,

los hombres de hoy nos hallamos inmersos ineluctablemente

en esa zona y no podemos sustraemos

a ella por ninguna especie de ilusión óptica.

A- veces, sin embargo, banqueteamos y

deambulamos sobre su superficie como banqueteaba

y deambulaba Simbad el marino con sus

compañeros sobre la espalda del gigantesco pez

que él tenía por una isla.

El canto Media in vita brota de un temple que

conoce esa amenaza. Parábolas magníficas del

cerco y asedio a que el dolor somete a la vida las

poseemos también en los grandes cuadros del

Bosco, de Breughel y de Cranach; sólo hoy estamos

acercándonos al sentido de esos cuadros que

hasta no hace mucho tiempo teníamos por invenciones

absurdas. Son cuadros mucho más modernos

de lo que creemos y no es casual que en ellos

desempeñe la técnica un papel tan significativo.

Muchos cuadros del Bosco se asemejan, con sus

hogueras nocturnas y sus chimeneas infernales, a

paisaje^éiíáustriales en pleno funcionamiento, y

el gran Inferno de Cranach que poseemos en Berlín

co»tie»e-un completo repertorio de instrumentos

técnicos. Uno de los motivos recurrentes es

una tienda rodante de cuya abertura sale un cu-'

chillo grande y reluciente. El aspecto de tales máquinas

provoca un género especial de espanto:

son símbolos de la agresión disfrazada de máquina,

que es la agresión más fría e insaciable de

todas.*

3

Una circunstancia que intensifica extraordinariamente

el acoso del dolor es la nula atención J

que él presta a nuestros órdenes de valores. ~Ef

emperador que, cuando le rogaron se retirase de

la línea de fuego, respondió preguntando si alguna

vez se había oído antes que un emperador

* Las .obras de los tres pintores citados, especialmente las de El

Bosco, han sido objeto constante de la contemplación y meditación de

Jünger durante toda su vida. Análisis de cuadros del Bosco pueden verse

en otras obras suyas; por ejemplo, en Radiaciones I (Tusquets Editores,

n° 98/1 de la colección Andanzas), pág. 44, y en Pasados los setenta I

(Tusquets Editores, n° 98/3 de la colección Andanzas), págs, 291-292.

(N. del T.)

hubiese caído en la batalla, era víctima de uno de

esos errores a los que tanto nos gusta entregarnos.

No hay ninguna situación humana que tenga

un seguro" contraTel dolor. Nuestros cuentos p o -

pulares finalizan con una frase que dice que el héroe,

tras superar muchos peligros, vive feliz y contento

largos años, y nos agrada oír tales cosas,

pues ya el mero enteramos de la existencia de un

lugar sustraído al dolor nos proporciona tranquilidad.

A la vida le falta propiamente una conclusión

satisfactoria y ese hecho tiene su expresión

en el carácter fragmentario de la mayoría de las

grandes novelas, las cuales, o bien están inacabadas,

o bien son recubiertas con un cielo raso

artificial. Por cierto que un cielo raso artificial de

ese género es el que, cual techo de emergencia,

clausura también el Fausto.

En tiempos tranquilos resulta fácil encubrir el

hecho de que el dolor no reconoce nuestros valores.

Pero cuando a un hombre feliz, rico o poderoso

lo afecta uno de esos azares que son los

más habituales de todos, empezamos a sentimos

desconcertados. Así es como provocó un sentimiento

de asombro casi incrédulo la enfermedad

de Federico III, fallecido de uno de esos cánceres

de laringe que no es raro observar en los hospitales.

Un sentimiento muy parecido nos sobrecoge

cuando en la anatomía contemplamos un órgano

salpicado de inclusiones malignas o perforado de

manera indiscriminada, cuyo aspecto permite deducir

la existencia de un prolongado calvario individual.

Qué indiferente le resulta al germen patógeno

destruir una brizna de paja o un cerebro

genial. A ese sentimiento se refieren estos burlescos

pero significativos versos de Shakespeare, que

en su versión alemana dicen así:

Der grosse Casar, Lehm geworden,

Verstopft ein Loch im hohen Norden.

[El gran César, convertido en cieno,

En el lejano norte tapa un agujero.]*

Y Schiller desarrolla con amplitud en su escrito

Spaziergang unter den Linden [Paseo bajo los

tilos] el pensamiento que subyace a ese sentimiento______

^ — -<---------------------- -

/'"El carácter indiscriminado de la amen a z a re

toma significativamente más visible en tiempos

que solemos calificar de insólitos. En la guerra,

cuando las balas pasan silbando a gran velocidad

junto a nuestro cuerpo, sentimos bien que ningún

grado de inteligencia, virtud o coraje es lo bastante

fuerte para apartarlas, aunque sólo sea un

pelo, de nosotros. A medida que aumenta la amenaza

nos invade también la duda de la validez de

nuestros valores. El espíritu se inclina a una concepción

catastrofista de las cosas en los sitios

donde ve que todo se encuentra en entredicho.

* Los versos son de Hamlet (V,l) y su texto inglés es el siguiente:

Imperious Caesar, dead and tumed to clay, / Might stop a hole to keep the

■wind away. (N. del T.)

Una de las eternas cuestiones disputadas es la

gran controversia entre vulcanistas y neptunistas

— al siglo pasado, en el cual predominaron las

ideas evolucionistas, cabe calificarlo de edad neptuniana,

mientras que los hombres de hoy nos inclinamos

crecientemente por la concepción vulcaniana.

Donde mejor cabe conocer semejante inclinación

es en las predilecciones especiales del espíritu;

una de ellas es, por ejemplo, la tendencia al

catastrofismo, que no sólo ha conquistado amplias

áreas de la ciencia, sino que explica también

la fuerza de atracción poseída por numerosas sectas.

Están acumulándose las visiones apocalípticas;

y así tenemos que la consideración histórica

empieza a investigar las posibilidades de la catástrofe

completa, la cual se produciría, o bien desde

dentro, por enfermedades mortales de la cultura,

o bien desde fuera, por la agresión de fuerzas lo

más ajenas e inmisericordes posible, como, por

ejemplo, las razas «de color». En conexión con

eso el espíritu se siente atraído por la imagen de

imperios poderosos que sucumbieron cuando se

hallaban en pleno florecimiento. La fulminante

destrucción de las culturas suramericanas se impone

de ese modo como un ejemplo de que ni siquiera

a las más grandes culturas conocidas por

nosotros les está otorgada la seguridad de llegar

a término. En tales tiempos vuelve a destacar

también el recuerdo primordial de la Atlántida

hundida. La arqueología es con toda propiedad

una ciencia consagrada al dolor; ella barrunta

en los diversos estratos geológicos yacen imperios.

y más imperios de los que hasta el nombre se ha

perdido. En tales sitios nos sobrecoge una~aflic^

ción extraordinaria, que quizás en ninguna otra

narración del mundo se halle descrita de modo

más penetrante que en el cuento lleno de poderío

y misterio de la Ciudad de Latón.* En esa ciudad

muerta y rodeada de desiertos el emir Musa lee

en una placa de acero chino estas palabras: «Yo

poseí cuatro mil corceles bayos y un palacio soberbio

y tuve por mujeres mil hijas de reyes, doncellas

semejantes a lunas, de senos altos; fui bendecido

con mil hijos parecidos a fieros leones y

viví contento de alma y de corazón mil años;

y amontoné tesoros como no los poseían todos los

reyes de todas las regiones de la Tierra, pues creía

que las delicias permanecerían a mi lado. Pero sobre

mí cayó imprevistamente el aniquilador de todas

las delicias, el separador de toda comunidad,

el devastador de las ciudades, el saqueador de los

lugares habitados, el asesino tanto de los grandes

como de los pequeños, de los niños de pecho, de

los hijos, de las madres — él, que no tiene misericordia

de los pobres en razón de su pobreza y

que no teme al rey por mucho que éste dé órdenes

e imparta prohibiciones. En verdad nosotros

* Lector asiduo de Las mil y una noches desde su infancia, Jünger

se ha sentido fascinado siempre por el cuento de la Ciudad de Latón.

Lo menciona en varias de sus obras; por ejemplo, en Radiaciones I, pág.

275, en Radiaciones II (Tusquets Editores, n° 98/2 de la colección Andanzas),

pág. 208, y en Pasados los setenta /, pág. 308. (N. del T.)

estuvimos viviendo seguros y bien aposentados en

este palacio hasta que nos llegó el juicio». Además,

en una mesa de ónice amarillo se hallan grabadas

estas otras palabras: «En esta mesa han comido

mil reyes que eran ciegos del ojo derecho

y mil reyes que eran ciegos del ojo izquierdo y otros

mil que veían con los dos ojos, y todos se han ido

de este mundo y han establecido su morada en

los sepulcros y en las catacumbas».

Con la consideración pesimista de la historia

compite la astronomía, que proyecta en espacios

planetarios el aspecto de la destrucción. El interés

que despierta en nosotros la noticia de que en el

planeta Júpiter existe una «mancha roja» resulta

sorprendente. También los ojos del conocimiento

quedan obnubilados por nuestros deseos y miedos

más secretos; donde mejor s£ ve eso dentro de las

ciencias es en el carácter sectario que de repente

adquiere una de sus ramas, como, por ejemplo, la

«teoría de las glaciaciones». Sintomática es asimismo

la atención que precisamente en los últimos

años han suscitado los grandes cráteres que,

a lo que parece, causó en la corteza terrestre el

impacto de esos proyectiles que son los meteoritos.

Finalmente, también la guerra, que desde

siempre fue un componente de las visiones apocalípticas,

está brindándole abundante alimento a

la imaginación. Ya antes de la guerra mundial*

* En los tres escritos de Jünger reunidos en este volumen, que fuefueron

muy populares las descripciones de confrontaciones

futuras; también hoy vuelven a formar

tales descripciones una literatura amplísima.

Lo peculiar de esa literatura es el papel que en

ella desempeña la destrucción total; el ser humano

está familiarizándose con la visión de futuros

campos de ruinas en los que celebra sus triunfos

una muerte mecánica cuyo dominio no conoce límites.

Las efectivas medidas preventivas que ya

están en plena marcha nos hacen damos cuenta

de que aquí se trata de algo más que de mera literatura.

Así es como la protección contra los gases

que hoy se prepara en todos los países civilizados

del mundo está recubriendo la vida con un

oscuro sentimiento de amenaza parecido a una

nube. En su relato de la peste de Londres, un

texto que merece leerse, describe Defoe cómo antes

de la auténtica difusión de la «muerte negra»

se desparrama sobre la ciudad, cual vanguardia

del soplo infernal, y junto a los famosos «médicos

de la peste», toda una tropa de magos, curanderos,

profetas, sectarios y estadísticos. Son situaciones

que se repiten una y otra vez, pues la vista

del dolor, realidad a la que no cabe escapar y que

resulta inaccesible a los órdenes de valores del ser

humano, hace que los ojos de éste anden acechando

lugares en que existan protección y seguridad.

Al crecer el sentimiento de que el ámbito

ron publicados por vez primera entre 1930 y 1934, la recurrente expresión

«guerra mundial» significa siempre, como es obvio, «primera» guerra

mundial. (N. del T.)

vital en su conjunto se halla cuestionado y amenazado

crece también la necesidad sentida por el

hombre de volverse hacia una dimensión que lo

sustraiga al dominio ilimitado del dolor y a su vigencia

universal.

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