martes, 18 de mayo de 2021

CANTO III POR MÍ SE VA HASTA LA CIUDAD DOLIENTE... DIVINA COMEDIA. DANTE. CON ANOTACIONES AL FINAL DEL CANTO.

 


CANTO III

 

POR MÍ SE VA HASTA LA CIUDAD DOLIENTE,

POR MÍ SE VA AL ETERNO SUFRIMIENTO,

POR MÍ SE VA A LA GENTE CONDENADA.              3

                      

LA JUSTICIA MOVIÓ A MI ALTO ARQUITECTO.

HÍZOME LA DIVINA POTESTAD,

EL SABER SUMO Y EL AMOR PRIMERO.                  6[L1] 

 

ANTES DE MÍ NO FUE COSA CREADA

SINO LO ETERNO Y DURO ETERNAMENTE.

DEJAD, LOS QUE AQUÍ ENTRÁIS, TODA ESPERANZA. 9

 

Estas palabras de color oscuro

vi escritas en lo alto de una puerta;

y yo: «Maestro, es grave su sentido.»                                              12

 

Y, cual persona cauta, él me repuso:

«Debes aquí dejar todo recelo;

debes dar muerte aquí a tu cobardía.                                    15

 

Hemos llegado al sitio que te he dicho

en que verás las gentes doloridas,

que perdieron el bien del intelecto.»                                     18

 

Luego tomó mi mano con la suya

con gesto alegre, que me confortó,

y en las cosas secretas me introdujo.                                     21

 

Allí suspiros, llantos y altos ayes

resonaban al aiire sin estrellas,

y yo me eché a llorar al escucharlo.                                      24

 

Diversas lenguas, hórridas blasfemias,

palabras de dolor, acentos de ira,

roncos gritos al son de manotazos,                                       27

 

un tumulto formaban, el cual gira

siempre en el aiire eternamente oscuro,

como arena al soplar el torbellino.                                        30

 

Con el terror ciñendo mi cabeza

dije: «Maestro, qué es lo que yo escucho,

y quién son éstos que el dolor abate?»                                 33

 

Y él me repuso: «Esta mísera suerte

tienen las tristes almas de esas gentes

que vivieron sin gloria y sin infamia.                                    36[L2] 

 

Están mezcladas con el coro infame

de ángeles que no se rebelaron,

no por lealtad a Dios, sino a ellos mismos.                           39

 

Los echa el cielo, porque menos bello

no sea, y el infierno los rechaza,

pues podrían dar gloria a los caídos.»                                              42

 

Y yo: «Maestro, ¿qué les pesa tanto

y provoca lamentos tan amargos?»

Respondió: «Brevemente he de decirlo.                               45

 

No tienen éstos de muerte esperanza,

y su vida obcecada es tan rastrera,

que envidiosos están de cualquier suerte.                             48

 

Ya no tiene memoria el mundo de ellos,

compasión y justicia les desdeña;

de ellos no hablemos, sino mira y pasa.»                              51

 

Y entonces pude ver un estandarte,

que corría girando tan ligero,

que parecía indigno de reposo.                                             54

 

Y venía detrás tan larga fila

de gente, que creído nunca hubiera

que hubiese a tantos la muerte deshecho.                             57

 

Y tras haber reconocido a alguno,

vi y conocí la sombra del que hizo

por cobardía aquella gran renuncia.                                      60[L3] 

 

Al punto comprendí, y estuve cierto,

que ésta era la secta de los reos

a Dios y a sus contrarios displacientes.                                 63[L4] 

 

Los desgraciados, que nunca vivieron,

iban desnudos y azuzados siempre

de moscones y avispas que allí había.                                   66

 

Éstos de sangre el rostro les bañaban,

que, mezclada con llanto, repugnantes

gusanos a sus pies la recogían.                                              69

 

Y luego que a mirar me puse a otros,

vi gentes en la orilla de un gran río

y yo dije: «Maestro, te suplico                                              72

 

que me digas quién son, y qué designio

les hace tan ansiosos de cruzar

como discierno entre la luz escasa.»                                     75

 

Y él repuso: «La cosa he de contarte

cuando hayamos parado nuestros pasos

en la triste ribera de Aqueronte.»                                         78[L5] 

 

Con los ojos ya bajos de vergüenza,

temiendo molestarle con preguntas

dejé de hablar hasta llegar al río.                                          81

 

Y he aquí que viene en bote hacia nosotros

un viejo cano de cabello antiguo,                                         83[L6] 

gritando: «¡Ay de vosotras, almas pravas!                           84

 

No esperéis nunca contemplar el cielo;

vengo a llevaros hasta la otra orilla,

a la eterna tiniebla, al hielo, al fuego.                                   87

 

Y tú que aquí te encuentras, alma viva,

aparta de éstos otros ya difuntos.»

Pero viendo que yo no me marchaba,                                   90

 

dijo: «Por otra via y otros puertos

a la playa has de ir, no por aquí;

más leve leño tendrá que llevarte».                                       93[L7] 

 

Y el guía a él: «Caronte, no te irrites:

así se quiere allí donde se puede

lo que se quiere, y más no me preguntes.»                            96

 

Las peludas mejillas del barquero

del lívido pantano, cuyos ojos

rodeaban las llamas, se calmaron.                                         99

 

Mas las almas desnudas y contritas,

cambiaron el color y rechinaban,

cuando escucharon las palabras crudas.                                102

 

Blasfemaban de Dios y de sus padres,

del hombre, el sitio, el tiempo y la simiente

que los sembrara, y de su nacimiento.                                  105

 

Luego se recogieron todas juntas,

llorando fuerte en la orilla malvada

que aguarda a todos los que a Dios no temen.                     108

 

Carón, demonio, con ojos de fuego,

llamándolos a todos recogía;

da con el remo si alguno se atrasa.                                        111

 

Como en otoño se vuelan las hojas

unas tras otras, hasta que la rama

ve ya en la tierra todos sus despojos,                                               114

 

de este modo de Adán las malas siembras

se arrojan de la orilla de una en una,

a la señal, cual pájaro al reclamo.                                          117

 

Así se fueron por el agua oscura,

y aún antes de que hubieran descendido

ya un nuevo grupo se había formado.                                   120

 

«Hijo mío ‑cortés dijo el maestro­

los que en ira de Dios hallan la muerte

llegan aquí de todos los países:                                             123

 

y están ansiosos de cruzar el río,

pues la justicia santa les empuja,

y así el temor se transforma en deseo.                                  126

 

Aquí no cruza nunca un alma justa,

por lo cual si Carón de ti se enoja,

comprenderás qué cosa significa.»                                       129

 

Y dicho esto, la región oscura

tembló con fuerza tal, que del espanto

la frente de sudor aún se me baña.                                       132

 

La tierra lagrimosa lanzó un viento

que hizo brillar un relámpago rojo

y, venciéndome todos los sentidos,                                      135


 [L1]El poder, la sabiduría y el amor, son las tres personas de la Trinidad cris­tiana.

 [L2]Se trata de los indiferentes, y de los ángeles que en la lucha suscitada por Lucifer, permanecieron neutrales. Se comprende que Dante que vivió toda su vida en la necesidad de tomar partido en una Italia desgarrada, condene en el Infierno a los que no se comprometen con causa alguna. ¿Qué pensaría, por ejemplo, de los florentinos que intentaron permanecer ajenos a la lucha entre gi­belinos y güelfos, o entre güelfos negros y blancos, corno única manera de en­contrarla paz?

 [L3]Es posible que se trate del papa Celestino V, llamado en la vida Pietro da Morrone. Fue este un eremita con gran fama de santo, que fue elegido papa a los setenta y nueve años de edad y que abdicó seis meses más tarde por consi­derarse indigno de la tarea, dando así lugar a la elección del cardenal Caetani ‑a quien las malas lenguas hacían culpable de haber provocado la renuncia del anciano, asustándole con voces nocturnas‑ que tomaría el nombre de Bonifa­cio VIII, y que tan fatal había de ser para el poeta.

Un fragmento del verso original «Chi fece... il gran rifiutto» sirve de título a un célebre poema de Cavafis.

 [L4]Más que la de los indiferentes se trata ahora de los pusilánimes.

 [L5]El Aqueronte es el primero y más grande de los rios infernales; nace, como el resto de ellos, en la estatua del viejo de Creta (Infíerno, XIV) y desem­boca en la Estigia (Infierno, VII).

 [L6]Caronte, hijo de Erebo y de la Noche, estaba según la mitologla encargado de cruzar las almas de los muertos a través de la laguna Estigia, que separaba la vida de la muerte.

 [L7]Cuando muera Dante no vendrá a montar en la barca de Caronte que le lleve al Infierno, sino en otra que le llevará desde la desembocadura del Tiber hasta el Purgatorio (Purgatorio, II).

lunes, 17 de mayo de 2021

CANTO II. INFIERNO. DANTE. ANOTACIONES AL FINAL DEL CANTO.

 


CANTO II

 

El día se marchaba, el aire oscuro

a los seres que habitan en la tierra

quitaba sus fatigas; y yo sólo                                                3

 

me disponía a sostener la guerra,

contra el camino y contra el sufrimiento

que sin errar evocará mi mente.                                            6

 

¡Oh musas! ¡Oh alto ingenio, sostenedme!

¡Memoria que escribiste lo que vi,

aquí se advertirá tu gran nobleza!                                         9

 

Yo comencé: «Poeta que me guías,

mira si mi virtud es suficiente

antes de comenzar tan ardua empresa.                                 12

           

Tú nos contaste que el padre de Silvio,                                13[L1] 

sin estar aún corrupto, al inmortal

reino llegó, y lo hizo en cuerpo y alma.                                15

 

Pero si el adversario del pecado

le hizo el favor, pensando el gran efecto

que de aquello saldría, el qué y el cuál,                                18

 

no le parece indigno al hombre sabio;

pues fue de la alma Roma y de su imperio

escogido por padre en el Empíreo.                                       21

 

La cual y el cual, a decir la verdad,

como el lugar sagrado fue elegida,

que habita el sucesor del mayor Pedro.                                24

 

En el viaje por el cual le alabas

escuchó cosas que fueron motivo

de su triunfo y del manto de los papas.                                27

 

Alli fue luego el Vaso de Elección,                                      28[L2] 

para llevar conforto a aquella fe

que de la salvación es el principio.                                        30

 

Mas yo, ¿por qué he de ir? ¿quién me lo otorga?

Yo no soy Pablo ni tampoco Eneas:

y ni yo ni los otros me creen digno.                                      33

 

Pues temo, si me entrego a ese viaje,

que ese camino sea una locura;

eres sabio; ya entiendes lo que callo.»                                  36

 

Y cual quien ya no quiere lo que quiso

cambiando el parecer por otro nuevo,

y deja a un lado aquello que ha empezado,                          39

 

así hice yo en aquella cuesta oscura:

porque, al pensarlo, abandoné la empresa

que tan aprisa había comenzado.                                          42

           

«Si he comprendido bien lo que me has dicho

‑respondió del magnánimo la sombra­

la cobardía te ha atacado el alma;                                         45

 

la cual estorba al hombre muchas veces,

y de empresas honradas le desvía,

cual reses que ven cosas en la sombra.                                  48

 

A fin de que te libres de este miedo,

te diré por qué vine y qué entendí

desde el punto en que lástima te tuve.                                  51

           

Me hallaba entre las almas suspendidas                                52[L3] 

y me llamó una dama santa y bella,                                      53[L4] 

de forma que a sus órdenes me puse.                                               54

 

Brillaban sus pupilas más que estrellas;

y a hablarme comenzó, clara y suave,

angélica voz, en este modo:                                                  57

 

“Alma cortés de Mantua, de la cual

aún en el mundo dura la memoria,

y ha de durar a lo largo del tiempo:                                      60

 

mi amigo, pero no de la ventura,

tal obstáculo encuentra en su camino

por la montaña, que asustado vuelve:                                   63

 

y temo que se encuentre tan perdido

que tarde me haya dispuesto al socorro,

según lo que escuché de él en el cielo.                                  66

 

Ve pues, y con palabras elocuentes,

y cuanto en su remedio necesite,

ayúdale, y consuélame con ello.                                           69

 

Yo, Beatriz, soy quien te hace caminar;                               70[L5] 

vengo del sitio al que volver deseo;

amor me mueve, amor me lleva a hablarte.                           72

 

Cuando vuelva a presencia de mi Dueño                             73[L6] 

le hablaré bien de ti frecuentemente.”

Entonces se calló y yo le repuse:                                          75

 

“Oh dama de virtud por quien supera

tan sólo el hombre cuanto se contiene

con bajo el cielo de esfera más pequeña,                              78[L7] 

 

de tal modo me agrada lo que mandas,

que obedecer, si fuera ya, es ya tarde;

no tienes más que abrirme tu deseo.                                     81

 

Mas dime la razón que no te impide

descender aquí abajo y a este centro,

desde el lugar al que volver ansías.”                                     84

 

“ Lo que quieres saber tan por entero,

te diré brevemente ‑‑me repuso­

por qué razón no temo haber bajado.                                               87

 

Temer se debe sólo a aquellas cosas

que pueden causar algún tipo de daño;

mas a las otras no, pues mal no hacen.                                  90

 

Dios con su gracia me ha hecho de tal modo

que la miseria vuestra no me toca,

ni llama de este incendio me consume.                                 93

 

Una dama gentil hay en el cielo                                            94[L8] 

que compadece a aquel a quien te envío,

mitigando allí arriba el duro juicio.                                       96

           

Ésta llamó a Lucía a su presencia;                                        97[L9] 

y dijo: «necesita tu devoto

ahora de ti, y yo a ti te lo encomiendo».                              99

 

Lucía, que aborrece el sufrimiento,

se alzó y vino hasta el sitio en que yo estaba,                                   101[L10] 

sentada al par de la antigua Raquel.                                     102

 

Dijo: “Beatriz, de Dios vera alabanza,

cómo no ayudas a quien te amó tanto,

y por ti se apartó de los vulgares?                                         105[L11] 

 

¿Es que no escuchas su llanto doliente?

¿no ves la muerte que ahora le amenaza

en el torrente al que el mar no supera?”                                108

 

No hubo en el mundo nadie tan ligero,

buscando el bien o huyendo del peligro,

como yo al escuchar esas palabras.                                       111

 

“Acá bajé desde mi dulce escaño,

confiando en tu discurso virtuoso

que te honra a ti y aquellos que lo oyeron.”                          114

 

Después de que dijera estas palabras

volvió llorando los lucientes ojos,

haciéndome venir aún más aprisa;                                        117

 

y vine a ti como ella lo quería;

te aparté de delante de la fiera,

que alcanzar te impedía el monte bello.                                120

 

¿Qué pasa pues?, ¿por qué, por qué vacilas?

¿por qué tal cobardía hay en tu pecho?

¿por qué no tienes audacia ni arrojo?                                               123

 

Si en la corte del cielo te apadrinan

tres mujeres tan bienaventuradas,

y mis palabras tanto bien prometen.»                                               126

 

Cual florecillas, que el nocturno hielo

abate y cierra, luego se levantan,

y se abren cuando el sol las ilumina,                                     129

 

así hice yo con mi valor cansado;

y tanto se encendió mi corazón,

que comencé como alguien valeroso:                                               132

 

«!Ah, cuán piadosa aquella que me ayuda!

y tú, cortés, que pronto obedeciste

a quien dijo palabras verdaderas.                                          135

 

El corazón me has puesto tan ansioso

de echar a andar con eso que me has dicho

que he vuelto ya al propósito primero.                                  138

 

Vamos, que mi deseo es como el tuyo.

Sé mi guía, mi jefe, y mi maestro.»

Asi le dije, y luego que echó a andar,                                   141

entré por el camino arduo y silvestre.


 [L1]El padre de Silvio es Eneas, y su bajada a los infiemos, a imitación de la que narra de Ulises la Odisea, ocupa el libro VI de La Eneida. Roma, la ciudad fundada por los descendientes de este héroe, fue elegida como sede de los papas y cabeza del mundo cristiano.

 [L2]El «Vaso de Elección» es San Pablo. La imaginación medieval daba crédito al rapto celeste que San Pablo narró en su segunda carta a los corintios, y que fue el comienzo de su conversión, pero la fantasía popular le adjudicó a par­tir de esto, un viaje al Infiemo.

 [L3]Virgilio se hallaba en el Purgatorio, entre aquellos que se encuentran sus­pendidos entre el deseo de ver a Dios y su falta de esperanza de lograrlo.

 [L4]Se trata de Beatriz, a quien por vez primera se alude en el poema.

 [L5]La histórica Beatriz, amada por Dante en la tierra, era hija de Folco Por­tinari, noble florentino. El poeta la vio por vez primera en 1274, cuando aún era un niño, y se enamoró de ella en 1283. Alrededor de 1286 se casó con Si­mone dei Bardi y murió en 1290

 [L6]Su dueño, en el original «il signor mio», es Dios mismo.

 [L7]El cielo de esfera más pequeña es el de la luna, bajo el cual se halla la tie­rra; es decir. Beatriz excede a todos los mortales.

 [L8]La Virgen María, de la que Dante fue un ferviente devoto.

 [L9]Santa Lucía de Siracusa, a quien Dante atribuyó la curación de una enfer medad de la vista que a ella estaba encomendada por la forma de su suplicio. En la Comedia representa la gracia iluminante.

 [L10]Raquel, mujer de Jacob, representa la vida contemplativa, por oposición a su hermana Lía, por ello está sentada junto a Beatriz.

 [L11]Por el amor a Beatriz, Dante se apartó de los poetas vulgares, dedicándose a cantar a su amada con poemas excelsos.

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POESÍA CLÁSICA JAPONESA [KOKINWAKASHÜ] Traducción del japonés y edición de T orq uil D uthie

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