A D. Julio Casare
s, testimonio de cariño y gratitud. Hace tiempo que se deja sentir la necesidad de una obra como la que hoy ofrecemos al público. Si hasta ahora no existe en lengua española un trabajo semejanteJ, ello se debe, seguramente, a su enorme dificultad. Si ésta no es insalvable, se debe en gran parte a la existencia de algunas obras de terminología extranjeras, bien generales, bien limitadas a un determinado grupo de lenguas. Y, en primer lugar, al extraordinario Lexique de la terminologie linguistique, de Jules Marouzeau2.
Sin este libro difícilmente hubiéramos podido componer el nuestro. Nos ha proporcionado el repertorio básico de términos que debían ser definidos, y nos ha suministrado, en gran parte, las equivalencias alemanas e inglesas. Ahora bien, si es justo que confese mos esto al comienzo de nuestro libro, es necesario también que resaltemos la total libertad con que hemos procedido, tanto en la selección de los términos definibles (cuyo número supera considerablemente al de Marouzeau), como en las definiciones. Podemos, pues, asegurar que hemos hecho un libro enteramen te nuevo, responsable, por sí mismo, de aciertos o errores. Como una obsesión nos ha perseguido, durante la larga y laboriosa 1 M. Socorro publicó en 1936, en Las Palmas, un folleto titulado La nomenclatura gramatical, poco difundido y de escasa importancia. 2 La primera edición apareció en 1934, con la traducción alemana de los términos definidos. La segunda, en 1943, con la incorporación de los términos ingleses. Y la tercera, en 1951, con las equivalencias italianas. redacción del Diccionario, el prurito, si no de originalidad —imposible en este tipo de trabajos—, el de independencia3.
El problema de la terminología lingüística en España no es más que un aspecto del problema general que tiene planteado la Ciencia del Lenguaje. El recuento de los términos usados unívocamente nos llevaría a un resultado desconsolador: tan sólo un escaso número de ellos posee valor general. Términos corrientes encubren frecuentemente conceptos distintos, cuando no contradictorios. A eso debe añadirse que muchos lingüistas, extranjeros sobre todo, escriben en un lenguaje enteramente personal, cuya clave es necesaria para comprenderlos. Parece urgente que la Comisión de Terminología, creada en el seno del Comité Internacional de Lingüistas desde 1931, proceda a la elaboración de un Léxico oficial que permita la mutua y fácil comprensión.
Un importante paso, en ese sentido, se dio en el VI Congreso Internacional de Lingüística (París, 1948), en el cual eminentes científicos expusieron sus, frecuentemente encontrados, puntos de vista sobre la cuestión4. Problema particular de este libro ha sido el de trazar sus propios límites. Nos ha guiado el propósito de hacer una obra eminentemente útil a los estudiantes de Filología (especialmen te de Filología Románica) de las Facultades españolas, y ello nos ha movido a ensanchar un tanto dichos límites. Se hallarán, pues, definidas algunas nociones de métrica y de retórica que justifican la calificación de filológica que hemos dado a nuestra terminología.
Se han incorporado también abundantes términos de Fonología y Glosemática. Y, por fin, hemos incorporado los nombres y, en alguna ocasión, una sucinta referencia 1 Me ha sido también muy útil el breve, pero excelente, Worterbuch der gram malischen und metrischen Terminotogie, de J. B. Hofmann y H. Rubenbauer. HeideV berg, Winter, 1950. * Se encontrarán dichas opiniones en las Actes du sixiime Congrés International des Linguistes, París, Klincksieck, 1949, Marouzeau, págs. 41-45, completa la biblio grafía terminológica que había ofrecido en su Lexique y resume las comunicaciones presentadas al Congreso. de tas principales lenguas del mundo y de los más importantes dialectos románicos, que permita su inmediata localización. Hay casos en los que no nos hemos limitado a una simple definición del término, sino que hemos bosquejado ya sus vicisitudes histó ricas, ya una información sobre el estado actual de la noción que designa. En muchas ocasiones, cuando una definición nos ha parecido correctamente enunciada por un lingüista de gran autoridad, la hemos copiado literal o abreviadamente, citando siempre entre paréntesis al autor seguido. Con mayor motivo se ha hecho la cita, literal o abreviada, cuando el término era de empleo particular (exclusivo o no) de algún lingüista. En ocasiones, sobre todo en términos tradicionales, se ha incorporado la definición dada por ta Gramática o el Diccionario de la Real Academia Española.
No se nos oculta que la empresa cuyos primeros frutos ofrecemos al público no puede considerarse como definitiva. Sabe mos de antemano que, con toda facilidad, se nos podrán señalar deficiencias: falta de algunos, quizá muchos, términos, definiciones incorrectas, acepciones no señaladas... En cualquier caso, debemos pedir la colaboración de los filólogos, para los cuales los problemas terminológicos no pueden ser indiferentes. La primera ayuda, antes de aparecer el libro, me ha sido ya prestada por mis colegas Martín Sánchez Ruipérez y Valentín García Yebra; el primero me ha hecho importantes advertencias referentes a métrica clásica y el segundo ha revisado enteramente el original. Para ellos mi gratitud. Fernando Lázaro Salamanca, 1953.
No hay comentarios:
Publicar un comentario