viernes, 14 de febrero de 2014

Dostoievski por parte de Nietzsche: una perspectiva filosófica.

 
El descubrimiento de Dostoievski por parte

de Nietzsche

Nietzsche’s discovery of Dostoievsky’s work


PAOLO STELLINO

Universitat de Valencia


Recibido: 17-04-2007 Aprobado definitivamente: 08-10-2007

Resumen

En las siguientes páginas se intentará recorrer los pasos a través de los cuales Nietzsche entró

en contacto con la obra dostoievskiana y delinear las posiciones principales de la crítica acerca

de la problemática, muy discutida, de qué obras de Dostoievski fueron leídas por Nietzsche.

Para ello, nos basaremos en el análisis de las obras, de los fragmentos póstumos y de las cartas

del último periodo de la vida consciente de Nietzsche.

Pala bras cla ves

Niet zsc he, Dostoie vski, descu brimiento

Abstract

In the following pages we attempt to reconstruct Nietzsche’s discovery of Dostoevsky’s work.

Afterwards we will focus on critical studies in order to specify how the philosopher got to know

the Russian author’s novels and specifically which books he may have read. We will base our

investigation on Nietzsche’s work, notes and letters.

Keywords

Niet zsc he, dostoe vsky, disco ver y

Este artículo se inserta en el Programa F.P.U. del Ministerio de Educación y Ciencia

(Ref. Becario: AP2005-5368) y en el Proyecto de Investigación Científica GV06/145, financiado

por la Conselleria d’Empresa, Universitat i Ciencia de la Generalitat Valenciana.

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Contrastes vol. XIII (2008)

I. Un encuentro casual

La primera alusión de Nietzsche a Dostoievski se puede encontrar en



una carta de 12 de febrero de 1887, que el filósofo envía desde Niza a su amigo

Franz Overbeck, preguntándole al final de la misma si ya le había escrito acerca

del escritor ruso:

¿Te he escrito de H. Taine? ¿Y de que me encuentra infiniment suggestif [infinitamente



sugestivo]? ¿Y de Dostoievski?

Un día después, Nietzsche escribe a Peter Gast, comparando a Dostoievski

con Stendhal, por el placer que le produce el leerlo, y lo define como un psicólogo,

definición que el filósofo volverá a repetir en el Crepúsculo de los ídolos



y en un fragmento póstumo de principios de 1888:

¿Conoce a Dostoievski? Excepto Stendhal, nadie me ha causado tanto placer y

sorpresa: un psicólogo, con el que yo me entiendo.



Estas breves y fugaces alusiones son completadas por una descripción más

detallada de su primer contacto con el escritor ruso, que Nietzsche nos ofrece

en una carta de 23 de febrero de 1887 dirigida a Overbeck:

De Dostoievski yo no conocía ni el nombre hasta hace pocas semanas -¡yo un hombre

inculto que no lee «periódicos»! Un zarpazo casual (zufälliger Griff) en una

tienda de libros me puso ante los ojos su obra L’esprit souterrain, recién traducida



al francés (¡algo igual de casual me ocurrió con Schopenhauer cuando yo tenía

veintiún años, y con Stendhal cuando tenía treinta y cinco!) El instinto de afinidad

(Verwandschaft) (¿o qué nombre le daré?) dejó oír su voz enseguida, mi alegría

fue extraordinaria: tengo que retrotraerme a mi conocimiento de Rouge et Noir de



Stendhal para recordar una alegría igual. (Son dos relatos, el primero, propiamente

una pieza de música, de una música muy extraña, muy poco alemana; el segundo,

un alarde genial de psicología, una especie de autoescarnio del γνώθι σαυτόν.

F. Nietzsche, Briefwechsel. Kritische Gesamtausgabe, III, 5, G. Colli y M. Montinari



(eds.). Berlin-New York: W. de Gruyter, 1984, p. 21. Tanto en este caso, como en los siguientes,

la falta del nombre del traductor indica que la traducción ha sido efectuada por el autor del

presente artículo.

Cf. F. Nietzsche, Crepúsculo de los ídolos, «Incursiones de un intempestivo», 45.

Cf. F. Nietzsche, Fragmentos póstumos (1885-1889), primavera de 1888, 15 [9], tr.



J. L. Vermal y J. B. Llinares. Madrid: Tecnos, 2006, p. 626.

F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 5, op. cit., p. 24.

Ibid., p. 27.

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Contrastes vol. XIII (2008)



Con esta carta Nietzsche parece colocar temporalmente –por cuanto de una

forma muy vaga e imprecisa («hasta hace pocas semanas»)– y espacialmente

–una tienda de libros de Niza– su descubrimiento de Dostoievski, que, como

el mismo filósofo reconoce, se parece mucho al encuentro, en un anticuario de

Leipzig en 1867, del libro schopenhaueriano El mundo como voluntad y representación.



La obra de Dostoievski, junto a la de Schopenhauer y de Stendhal

(Rojo y negro), despierta la alegría del filósofo y suscita en él un instinto de



afinidad o, mejor dicho, de parentesco.

La obra, a la que Nietzsche se refiere en esta carta a Overbeck, es el volumen

titulado L’esprit souterrain, compuesto por dos partes distintas: una versión

abreviada de las dos partes de Memorias del subsuelo (Zapiski iz podpol’ja )



titulada «Lisa» (segunda parte) con un prefacio constituido por la traducción

completa de La posadera (Hozjajka), titulada «Katia» (primera parte). Estas dos



partes son presentadas por un narrador anónimo como relatos diferentes de las

veleidades amorosas del protagonista de La posadera, Ordinov, y unidas entre



ellas a través de una exposición modelada sobre el ejemplo de la introducción

dostoievskiana de Memorias de una casa muerta (Zapiski is mertvogo doma).

Según refiere C. A. Miller en su ensayo Nietzsche’s «Discovery» of Dostoievski,

si la traducción de La posadera es bastante fiel al texto ruso original, al

contrario, la tentativa de adaptar Memorias del subsuelo como continuación



de la primera parte titulada «Katia», habría causado interpolaciones frecuentes

y repetidas del texto dostoievskiano e incluso la introducción de fragmentos

ficticios referidos a La posadera.

Es indudable que el volumen L’esprit souterrain le gusta mucho a Nietzsche,

que elogia la primera parte como una pieza musical muy poco alemana (sehr

undeutscher Musik) y la segunda como un golpe de genialidad (Geniestreich)



de Psicología, volviendo a repetir estas definiciones en otra carta a Gast de 7

de marzo de 1887:

Lo primero que he conocido de él, que acaba de aparecer en traducción francesa, se

llama L’esprit souterrain, que contiene dos relatos: el primero, una especie de música



desconocida; el segundo, un verdadero alarde genial de psicología –un terrible y

cruel escarnio del Гνώθι σαυτόν, pero trazado con una audacia tan ligera y con

tanto deleite de fuerza superior, que yo quedé totalmente ebrio de contento.10

Cf. F. Dostoïevski, L’esprit souterrain, tr. Halpérine-Kaminsky y Ch. Morice. Paris :



Plon-Nourrit, 1884.

Tanto en el presente caso, como en los siguientes, la transliteración de la grafía rusa a la

grafía latina ha sido efectuada conforme a la tabla de transliteración del ruso de la UNESCO.

Cf. C. A. Miller, «Nietzsche’s “Discovery” of Dostoevsky», Nietzsche Studien. Internationales

Jahrbuch für die Nietzsche Forschung, II (1973), p. 207.

10 F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 5, op. cit., p. 41.

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En la misma carta, Nietzsche retoma el paralelo con Stendhal, ya presente

en la carta de 23 de febrero enviada a Overbeck, y vuelve a repetir dos datos

muy importantes: por una parte, el contacto con Dostoievski ha sido meramente

casual, ergo Nietzsche hasta hace pocas semanas no conocía ni el nombre del



escritor ruso; por otra parte, el filósofo alemán intuye desde el primer momento

que Dostoeivski es un alma muy afín a él, que su pensamiento está estrechamente



relacionado con el suyo, y hasta advierte un sentimiento de afinidad y

de parentesco:

Con Dostoievski me ha ocurrido lo mismo que anteriormente con Stendhal: el

contacto más casual, un libro que se abre en una librería, desconocimiento incluso

del nombre –y el instinto que repentinamente dice que aquí he tropezado

con alguien afín.11



Si creemos a las palabras de Nietzsche, el encuentro con el escritor ruso

ha sido absolutamente fortuito: que fuese un contacto (Berührung) o un zarpazo

(Griff), lo que más nos interesa es el carácter casual (zufällig) de dicho



encuentro.

Como ha destacado justamente Miller, la fórmula «Unbekanntschaft bis

auf12 den Namen» no deja de ser semánticamente bastante ambigua, por la posibilidad

de interpretar bis auf como «desconocimiento más allá (beyond) del

nombre» o, como se traduce normalmente, «desconocimiento incluso o hasta

(even) del nombre».13 En realidad, la carta de 23 de febrero a Overbeck nos



ayuda a resolver y esclarecer esta ambigüedad, puesto que Nietzsche escribe al

amigo que hasta hace pocas semanas de Dostoievski no conocía ni el nombre.

La afirmación nietzscheana del desconocimiento –incluso del nombre– de

Dostoievski no deja, de todos modos, de asombrar, si se consideran dos factores

muy importantes. En primer lugar, a partir de la traducción de 1882 de

W. Henkel de Crimen y castigo (Prestuplenie i nakazanie), la reputación del



escritor ruso y de algunas obras suyas tuvo una gran resonancia en Alemania

y, en este sentido, es raro que hasta inicios de 1887 el nombre de Dostoievski

pasara desapercibido para el filósofo alemán. Por otra parte, no cabe duda de

que la vida de Nietzsche, ya a partir de 1879, año en que dejó su profesorado en

la Universidad de Basilea, fue una vida de soledad completa y de aislamiento

del mundo, el cual quedaba fuera de su habitación, una vida angustiada por «la

pena que comporta cada privación larga de luz y de aire».14 Las palabras de

11 Ibid.



12 La cursiva es nuestra.

13 Cf. C. A. Miller, op. cit., p. 205.

14 F. Nietzsche, Aurora, «Próogo», 1, tr. G. Dieterich. Barcelona: Alba, 1999, p. 11.

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W. Ross, biógrafo de Nietzsche, acerca de los últimos nueve años y medio de

lucidez de Nietzsche son, en este sentido, muy significativas:

Su vida ya no es más que el sostén de su obra, condición precaria pero sustancial

para el proceso creador. De ella nacen los textos que conforman al Nietzsche

filósofo. La enfermedad se ha convertido en su compañera inseparable; los innumerables



cambios de domicilio son una herramienta en la búsqueda del clima

más adecuado para su trabajo. Las relaciones humanas se diluyen o se rompen: la

soledad, en tantas ocasiones deploradas, es condición sine qua non para hacerse

con toda la concentración creadora. La odia y, al mismo tiempo, la necesita.15



Aunque fuese lector asiduo, cabe, de todos modos, la posibilidad de que

Nietzsche, «hombre inculto que no lee “periódicos”»,16 recluso en la soledad y



en el aislamiento de su cuarto, no hubiese tenido noticia de Dostoievski hasta el

fortuito encuentro de L’esprit souterrain en una librería de Niza. Pero aún más



asombrosa parece la distracción del filósofo alemán a la hora de leer la recensión

de septiembre de 1886 de Más allá del bien y del mal en la revista suiza Bund17



escrita por J. V. Widmann, donde la obra nietzscheana es criticada duramente

por la peligrosidad de las ideas expresadas. El crítico pone como epígrafe de

su artículo el siguiente pasaje de El adolescente (Podroctok) de Dostoievski,



indicando implícitamente el cinismo de Lambert, personaje de la misma obra,

como el resultado inexorable del perspectivismo del filósofo alemán:



Permítanme: he tenido como camarada a un cierto Lambert que me decía ya a

los dieciséis años que, cuando fuera rico, su mayor placer consistiría en alimentar

a perros con pan y carne cuando los hijos de los pobres estuvieran muriéndose

de hambre y que, cuando no tuvieran con qué calentarse, él compraría todo un

pedazo de bosque, lo transportaría al campo abierto y caldearía el aire, sin dar

a los pobres ni una sola ramita. ¡He ahí los sentimientos que él tenía! Pues bien,

díganme ustedes qué podré responder a ese canalla pura-sangre si me pregunta:

«¿Por qué hace falta en forma alguna ser virtuoso?».18



Como testimonia la carta de 12 de octubre de 1886 de Nietzsche a Overbeck,

el filósofo leyó la recensión de Widmann que, por cierto, le causó la preocupación

de que la posibilidad de que cada tipo de policía se interesara prematuramente

15 W. Ross, Friedrich Nietzsche. El águila angustiada. Una biografía, tr. R. Hervás.



Barcelona-Buenos Aires: Paidós, 1994, p. 577.

16 F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 5, op. cit., p. 27.

17 Cf. J. V. Widmann, «Nietzsches gefärliches Buch», Bund, XXXVII



(16/17.09.1886).

18 F. Dostoyevski, El adolescente, tr. M. Orta Manzano. Barcelona: Juventud, 2001, p. 64.

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por su obra. Pero por cuanto pueda parecer asombroso y extraño, el filósofo

no se fijó en el paso de El adolescente o, a lo mejor, la cita dostoievskiana no



suscitó su curiosidad, perdiendo así la ocasión de descubrir, con un poco de

antelación, el atractivo que la obra del escritor ruso estaba destinada a ejercer

sobre él. Fue su amigo Heinrich Köselitz quien, en una carta de 18 de marzo de

1887, llamó la atención del filósofo sobre el hecho de que el epígrafe del artículo

de Widmann provenía de la obra dostoievskiana El adolescente.19



En realidad, se podría dudar de la exactitud de la expresión nietzscheana

–«hasta hace pocas semanas»– de la carta de 23 de febrero dirigida a Overbeck,

si se piensa en la referencia directa al subterráneo contenida en el «Prólogo»

a la nueva edición de Aurora, en el que Nietzsche trabajó en el mes de octubre

de 1886 en Ruta Ligure.20 Esta referencia, por su afinidad y semejanza con el

subsuelo dostoievskiano, parece indicarnos que la lectura de L’esprit souterrain



por parte del filósofo podría remontarse, por lo menos, a cuatro meses antes de

la mencionada carta a Overbeck.

En el «Próogo» mencionado, el filóofo prepara al lector de su libro al

encuentro con un subterráneo en acción, que excava hacia la profundidad y



quiere la oscuridad porque sabe que, después de tanta fatiga, volverá a tener

su propia aurora. Pero antes de llegar al nuevo amanecer, se ha de descender

hasta el fondo de ese suelo, sobre el cual los filósofos han construido durante

largo tiempo sus edificios inestables, a pesar de que ellos se vinieran

abajo: el suelo de la moral, «la verdadera Circe de los filósofos».21 El difícil



camino, que Nietzsche ha escogido, ha sido el de socavar la confianza del

ser humano en la moral y, para hacer eso, ha tenido que convertirse en un

aparente Trofonio:

En este libro se encontrará a un «subterráneo» en acción, un perforador, un cavador,

un socavador. Se le ve, presuponiendo que se tengan ojos para este trabajo de

profundidad, -cómo avanza lenta, serenamente, con suave determinación, sin que

se manifieste demasiado la dificultad que toda prolongada falta de luz y aire trae

consigo; podría, incluso, considerársele satisfecho en su oscuro trabajo. ¿Acaso no

parece que le guía cierta fe, que le compensa un consuelo? ¿Que quizá desee su

propia y prolongada oscuridad, su inexplicabilidad, su secreto, su enigma, porque

sabe lo que también tendrá: su propio amanecer, su propia liberación, su propia

aurora?... Sin duda, volverá: no le preguntéis que busca ahí abajo, ya os lo dirá él

mismo, este aparente Trofonio y subterráneo, cuando se haya «hecho hombre»

19 F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 6, op. cit., p. 35-36.

20 Cf. G. Colli y M. Montinari, Chronik zu Nietzsches Leben, en F. Nietzsche, Kritische

Studienausgabe, XV, op. cit., p. 162.

21 F. Nietzsche, Aurora, «Prólogo», 3, op. cit., p. 13.

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de nuevo. Se desaprende a fondo a callar cuando se ha sido durante tanto tiempo

topo y se ha estado solo, como él.22

Leyendo los párrafos del «Prólogo» de Aurora y confrontándolos con los

Apuntes del subsuelo, podemos encontrar, por lo menos, tres analogías patentes

entre los dos textos. En primer lugar, el término nietzscheano subterráneo

(unterirdisch) es idéntico al vocablo dostoievskiano subsuelo (podpol’e), no



sólo semánticamente, sino también en la utilización que de él hacen los dos

autores. El narrador ficticio de los Apuntes, que sobrevive en un rincón, en un

«agujero subterráneo, maloliente y asqueroso (v svoem merzkom, vonjučem

podpol’e)»,23 cultivando «sueños subterráneos (v mečtah [...] podpol’nyh24 y



anhelando la tranquilidad como un ratón infeliz que ha decidido «enterrarse

en vida en el subsuelo (v podpol’e)»,25 no es figurativamente muy distinto del



Trofonio nietzscheano que excava en profundidad, avanzando lentamente, pero

con determinación y sin ningún tipo de miedo a la falta de luz y de aire, que su

tarea trae consigo. En realidad, es muy justificable la sospecha de que el mismo

Nietzsche hubiese sido influenciado por la lectura del texto dostoievskiano a la

hora de escribir estas páginas y no podemos pasar por alto la increíble semejanza

entre el hombre del subsuelo del autor ruso y el «subterráneo» en acción

del filósofo alemán.

En segundo lugar, la locuacidad de Nietzsche, que él mismo atribuye a

Trofonio, su álter ego, en las últimas líneas del párrafo ya mencionado –«no le

preguntéis qué busca ahí abajo, ya os lo dirá él mismo»26 y «se desaprende a



fondo a callar cuando se ha sido durante tanto tiempo topo y se ha estado solo,

como él»27–, parece estar inspirada en el siguiente paso de la primera parte de los

Apuntes, que refleja el deseo insistente de hablar por parte del protagonista:



Sin embargo, ¿saben ustedes una cosa? Estoy convencido de que a individuos como

yo, que viven en el subsuelo, hay que tenerlos muy a raya. Aunque pueden pasar

cuarenta años en un sótano oscuro sin decir esta boca es mía, tan pronto como

salen a la luz se sueltan la lengua y no paran de hablar, hablar y hablar...28

22 Ibid., 1, p. 11.

23 F. M. Dostoyevski, Apuntes del subsuelo, tr. J. López-Morillas. Madrid: Alianza, 2005,



p. 25.

24 Ibid., p. 143.

25 Ibid., p. 26.

26 F. Nietzsche, Aurora, «Prólogo», 1, op. cit., p. 11.

27 Ibid.

28 F. M. Dostoyevski, Apuntes del subsuelo, op. cit., p. 51.

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En tercer lugar, hablando de la confianza de los filósofos en la moral en

el segundo párrafo del «Prólogo», Nietzsche dirige a sus lectores la siguiente

pregunta –«pero ¿no me entendéis?»29–, que, en realidad, se parece mucho a



la del narrador ficticio dostoievskiano: « ¿stedes, señres, no lo comprenden

todavía?».30



Más allá de las analogías que se pueden encontrar entre el «Prólogo» de

Aurora y los Apuntes del subsuelo, hay que considerar una posible alusión a

Dostoievski, presente en el aforismo 347 de La gaya ciencia, que podría confirmar



una lectura de la novela dostoievskiana por parte de Nietzsche antes de

1887. Dicho aforismo forma parte del libro quinto, añadido al texto originario

en la segunda edición de la obra, al que el filósofo trabajó a partir de octubre de

1886, hasta diciembre del mismo año.31 Aquí Nietzsche, atribuyendo la necesidad



de creer en una fe –religiosa, metafísica, positivista, etc.– a la debilidad de la

voluntad, se refiere a las alternativas miserandas que muchos contemporáneos

suyos buscan, para apagar el deseo de certidumbre al que anhelan, y cuenta entre

ellas «la patriotería (llamo así a lo que en Francia se denomina chauvinisme

y en Alemania, “alemán”)», los «credos estéticos, tales como el naturalisme

parisiense» y «el nihilismo al modo de San Petersburgo (es decir, el credo de

descreimiento, hasta el extremo del martirio en aras de dicho credo)».32

En el nihilismo a la manera de Petersburgo (Nihilismus nach Petersburger

Muster) podría verse legítimamente una alusión a Dostoievski, aunque la fe



en la incredulidad llevada hasta el martirio parece ser una característica más

apropiada a la tentativa de emancipación de la creencia en Dios por parte de

Kirillov, que al rechazo de la realidad por parte del hombre del subsuelo. Por

otra parte, se ha de excluir la posibilidad de que Nietzsche se refiriera en este

pasaje a Kirillov, personaje de Los demonios, ya que es muy probable que el

filósofo no llegara a leer esta novela antes del otoño de 1887.33

En el mencionado aforismo de La gaya ciencia, Nietzsche podría referirse



más bien al autor ruso Iván Turgenev, que transcurrió parte de su vida en

Petersburgo. Turgenev escribió en 1862 la novela Padres e hijos (Otcy i deti),

difundiendo en el contexto intelectual europeo el término ‘nihilismo’ (nigilizm),



atribuido al joven Bazarov, protagonista de la novela. El filósofo alemán, que ya

29 F. Nietzsche, Aurora, «Prólogo», 2, op. cit., p. 12.

30 F. M. Dostoyevski, Apuntes del subsuelo, op. cit., p. 30.



31 El «Prólogo», también añadido en ocasión de la segunda edición, lleva la fecha de

otoño de 1886. Fue escrito por Nietzsche en Ruta, cerca de Génova, así como el «Próogo» de

la nueva edición de Aurora.

32 F. Nietzsche, La gaya ciencia, V, 347, en F. Nietzsche, Obras completas, III, trad. P.



Simon. Buenos Aires: Prestigio, 1970, p. 234.

33 Los fragmentos de Los demonios que Nietzsche transcribió en sus apuntes son del



período comprendido entre noviembre de 1887 y marzo de 1888.

El descubrimiento de Dostoievski por parte de Nietzsche 87

Contrastes vol. XIII (2008)



había leído esta obra en 1873, durante su estancia en Basilea como profesor de

filología, podría haber pensado en él, a la hora de desenmascarar una cierta forma

de nihilismo como un producto más de la ansia vehemente de certeza,34 pero,



en realidad, la alusión nietzscheana queda bastante ambigua y, por el momento,

nos es imposible determinar con exactitud a quien se refería el filósofo con la

mencionada expresión del «nihilismo a la manera de Petersburgo».

Lo que más asombra, es que en el aforismo 208 de Más allá del bien y

del mal –texto que se acabó de imprimir a finales de julio de 1886,35 es decir,



unos meses antes de que Nietzsche se pusiese a trabajar en los ya mencionados

«Prólogo» de Aurora y en el quinto libro de La gaya ciencia– es posible



encontrar una alusión increíblemente similar a la del «nihilismo a la manera

de Petersburgo»:

Cuando un filósofo da a entender hoy que él no es un escéptico, -yo espero que

se haya percibido eso en la descripción que acabo de hacer del espíritu objetivo

–todo el mundo oye eso con disgusto; se lo examina con cierto recelo, se querría

preguntarle y preguntarle muchas cosas..., incluso, entre los oyentes medrosos,

que ahora existen en gran cantidad, se le califica, desde ese momento, de peligroso.



Les parece como si, en el repudio del escepticismo por parte de aquél, ellos

escuchasen desde lejos un ruido malvado y amenazador, como si en alguna parte

se estuviera ensayando una nueva sustancia explosiva, una dinamita del espíritu,

quizá una nihilina rusa recién descubierta36 (ein neuentdecktes Russisches Nihilin),

un pesimismo bonae voluntatis [de buena voluntad] que no se limita a decir

no, a querer no, sino -¡cosa horrible de pensar!- a hacer no.37

En la adecuada interpretación del adjetivo neuentdecktes, referido a la

nihilina rusa,38 podría solucionarse, tal vez, el problema del momento exacto,



en que Nietzsche descubrió a Dostoievski. Si ese adjetivo fuese referido a sí

mismo, es decir, si fuese él mismo el que hubiera descubierto recientemente la

nihilina rusa, entonces, se podría interpretar este paso como una clara alusión a

Dostoievski, ya que, como hemos mencionado, la lectura de la obra de Turgenev

Padres e hijos, por parte del filósofo alemán, remonta al año 1873, es decir,



hacía ya trece años que Nietzsche había leído dicha novela y no hubiera tenido

sentido, que en 1886 utilizase el término neuentdecktes para referirse al propio

34 Cf. F. Nietzsche, La gaya ciencia, V, 347, op. cit., p. 234.

35 Cf. G. Colli y M. Montinari, Chronik zu Nietzsches Leben, op. cit., p. 159.



36 La cursiva es nuestra.

37 F. Nietzsche, Más allá del bien y del mal, «Nosotros los doctos», VI, 208. Madrid:



Alianza, 2003, p. 158.

38 Por «nihilina» ha de entenderse metafóricamente una sustanciaque, como un veneno,

envenena el organismo de la sociedad europea, diseminándose en ella.

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Contrastes vol. XIII (2008)



descubrimiento de Turgenev. Al contrario, si el adjetivo no fuese referido a sí

mismo, sino, como es muy probable, al público literario europeo de la época,

entonces, sería lícito ver, en este pasaje, una referencia a la obra turgeneviana,

que –dada su publicación en 1862– podía aún definirse como una obra recién

descubierta.



La ambigüedad de esta alusión a la nihilina rusa permanece indudable y

el problema es de difícil resolución. Por el momento, preferimos limitarnos a

comprobar con asombro que estudiosos como C. A. Miller y G. Pacini, que se

han ocupado del problema del momento exacto en el que Nietzsche descubrió

a Dostoievski, se hayan olvidado o hayan omitido la mencionada referencia a

la nihilina rusa recién descubierta, referencia que, desde nuestra perspectiva,



podría ser reveladora a la hora de enfrentarse a ese problema.

II. Nietzsche lector de Dostoievski



A la hora de establecer cuáles de las obras dostoievskianas el filósofo alemán

leyó, nos encontramos con dos dificultades principales: en primer lugar, aunque

pueda parecer raro y asombroso, Nietzsche en Ecce Homo –su autobiografía



intelectual escrita en el otoño de 1888, es decir, más de un año y medio después

del descubrimiento de la obra del escritor ruso– no cita a Dostoievski entre

los autores que más le han servido de inspiración. En este sentido, la falta del

nombre del escritor ruso junto a Stendhal, Shakespeare y Heine, parece inexplicable,



considerando que, en la carta a Gast de 13 de febrero de 1887, el mismo

Nietzsche escribe, con referencia a Dostoievski: «Excepto Stendhal, nadie me

ha causado tanto placer y sorpresa».39 Ch. Andler, en su estudio Nietzsche et

Dostoievsky escribe: «¿Creeremos en una omisión casual? ¿En un descuido?



Al contrario, ¿no es ya una desilusión? ¿No se ha dado cuenta ya Nietzsche, de

que Dostoievski no pertenece a su raza y que, decadente y cristiano, no puede

compartir sus esperanzas?».40 La interpretación de Andler estimula a pensar de



nuevo la relación entre los dos pensadores, pero a pesar de que se juzgue esta

omisión del nombre del escritor ruso como un descuido casual o, más bien, como

una falta significativa, nos encontramos en Ecce Homo frente a un silencio, que



de ninguna manera nos ayuda a comprender hasta donde llegó exactamente el

conocimiento de Nietzsche de las obras dostoievskianas.

En segundo lugar, hay que considerar que en la biblioteca nietzscheana no

ha sido encontrada ninguna obra de Dostoievski –dificultad, sin duda alguna,

39 F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 5, op. cit., p. 24.

40 Ch. Andler, «Nietzsche et Dostoievski», en AA. VV., Mélanges d’histoire littéaire

gééale et comparé offerts àFernand Baldensperger, I. Genève : Slatkine, 1972, p. 1.

El descubrimiento de Dostoievski por parte de Nietzsche 89

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aún mayor que la precedente– aunque, por lo menos, podemos saber afortunadamente

con precisión y exactitud, a través del análisis de las cartas nietzscheanas

y de los fragmentos póstumos, cuáles fueron las obras de Dostoievski que el

filósofo alemán leyó. Al contrario, por lo que atañe a las obras del escritor ruso

no mencionadas por Nietzsche, la tarea del intérprete es mucho más ardua y

complicada.

Como ya hemos visto, Nietzsche cita explícitamente el volumen L’esprit

souterrain en las cartas de 23 de febrero a Overbeck y de 7 de marzo a Gast.



De estas dos citas se puede derivar la información de que el filósofo alemán

leyó tanto La posadera, primera parte de dicho volumen, como Memorias del

subsuelo, segunda parte.



En la ya mencionada carta de 7 de marzo, Nietzsche, explicando a Gast

la complicada evolución espiritual de Dostoievski, nos ofrece una aclaración

más:

Hasta ahora es poco lo que sé de su posición, su fama, su historia: murió en 1881.

En su juventud le fue mal: enfermedad, pobreza, pese a su ascendencia aristocrática;

a los veintisiete años condenado a muerte, indultado en el cadalso, luego

cuatro años en Siberia, encadenado, en medio de autores de graves crímenes. Este

tiempo fue decisivo: descubrió la fuerza de su intuición psicológica, es más, su

corazón se endulzó y se profundizó con ello –su libro de recuerdos de ese tiempo,

La maison des morts, es uno de los “libros más humanos” que hay. Lo primero que

he conocido de él, que acaba de aparecer en traducción francesa, se llama L’esprit

souterrain [...]. Entretanto, por recomendación de Overbeck, a quien pregunté en

mi última carta, he leído además Humilés et offensés (lo único que Overbeck

conocía), con el máximo respeto por el artista Dostoievski.41



Este paso de la carta a Gast, nos informa, no sólo que el filósofo leyó

Memorias de una casa muerta y Humillados y ofendidos (Unižennye i oskorblennye)



–que tuvo que gustarle mucho y suscitar en él «el máximo respeto por

el artista Dostoievski»42–, sino que esta obra, como en el caso de La posadera

y Memorias del subsuelo, fue leída en la traducción francesa por Nietzsche,



cosa que podría resultar extraña, si se piensa que en ese momento la traducción

alemana estaba disponible, pero que se justifica con el simple hecho de que el

filósofo, en ese momento, se encontraba en Niza y que, de todos modos, conocía

bastante bien el idioma francés.

En realidad, la lectura de las obras dostoievskianas en francés por parte

de Nietzsche puede ser, no tanto el resultado de una casualidad, sino, más bien,

41 F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 5, op. cit., pp. 41 s.

42 Ibid.

90 PAOLO STELLINO

Contrastes vol. XIII (2008)



la consecuencia de una voluntaria elección. En este sentido, en una postal de

27 de marzo de 1887, Nietzsche revela a Gast que «los franceses traducen má

finamente (delikater) que el tremendo judío Goldschmidt (con su ritmo de la

sinagoga)».43



El Goldschmidt, al que el filósofo se refiere, es el traductor del volumen

Erzählungen von F. M. Dostojevskij,44 que Gast había enviado a Nietzsche. El



filósofo le agradece la expedición con una postal –«¡erdó!, si le doy las gracias

por su carta y por la traducción de Dostoievski, que acaba de llegar, únicamente

con una tarjetita»45– y envía al amigo a su vez Humiliés et offensés.

Como refiere W. Gesemann en su estudio Nietzsches Verhältnis zu Dostoevskij

auf dem europäischen Hintergrund der 80er Jahre,46 el volumen enviado



a Nietzsche por parte de Gast, comprendía los siguientes relatos dostoievskianos:

Die Wirtin (La posadera, Hozjajka), Christbaum und Hochzeit (Navidad y boda,

Elka i cvad’ba), Helle Nächte (Noches blancas, Belye noči) y Der ehrliche

Dieb (El ladrón honrado, Čestnyj vor).47 Se puede suponer razonablemente



que Nietzsche leyera por lo menos algunos de estos cuentos, para poder luego

criticar el estilo de la traducción de Goldschmidt.

Nietzsche, como él mismo revela en la carta a su amiga Malwida von Meysenbug

de 12 de mayo de 1887, sigue sintiéndose siempre más afín (verwandt) a



los franceses y a los rusos –el filósofo vuelve aquí a hablar del mismo instinto

de afinidad o parentesco (Instinkt der Verwandtschaft) de la carta de 23 de



febrero a Overbeck–, y siempre menos a los campesinos instruidos alemanes,

y se declara extasiado por Dostoievski, dando prueba que el atractivo ejercido

por el escritor ruso sobre él, no sólo no ha disminuido, sino que más bien ha

aumentado y se ha consolidado:

Ir a Versailles –¡ay, si sólo me fuera posible! Ya que adoro el círculo de hombres,

con el que Usted se encuentra (confesión insólita para un alemán: pero en la

Europa actual me siento afín sólo a los espiritualísimos franceses y rusos, y de

ninguna manera a los campesinos instruidos de mi tierra, que juzgan todo según

el principio “Deutschland, Deutschland über Alles”). [...] En Zurich he visitado a

43 Ibid., p. 50.

44 F. M. Dostojevskij, Erzählungen von F. M. Dostojevskij, tr. W. Goldschmidt. Leipzig:



Reclams Universal-Bibliothek, 1886.

45 F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 5, op. cit., p. 50.

46 W. Gesemann, «Nietzsches Verhätnis zu Dostoevskij auf dem europäschen Hintergrund

der 80er Jahre», Die Welt der Slaven, VI, 2, (Juli 1961).

47 El quinto relato de este volumen tiene, en la traducción alemana, el titúlo de Weihnacht



y, hasta el momento, por la imposibilidad de encontrar el texto original y hacer una comparación,

no nos ha sido posible identificar dicho relato. De todos modos, sería razonable suponer que se

trate del cuento El árbol de navidad (Mal’čku na elke).

El descubrimiento de Dostoievski por parte de Nietzsche 91

Contrastes vol. XIII (2008)



la excelente señorita von Schirnhoffer, que volvía en ese momento de Paris, dudosa

acerca de su futuro, su intención y su perspectiva, pero, igual que yo, extasiada

por Dostoievski.48



En el mismo mes de mayo, Overbeck envía al amigo filósofo un escrito de

Karl Bleibtreu, redactor del Magazin für die Literatur des In- und Auslandes



en los años 1886-88. Nietzsche lee el escrito y contesta indignado al amigo con

una carta de 13 de mayo desde Chur:

Por último, te devuelvo el [escrito de] “Bleibtreu”, al que no quiero ser fiel (treu

bleiben)49 un instante más: no puedo de ninguna manera deducir, que sus pretensiones



estén basadas sobre cualidades verdaderas [...]. ¡Byron y Scott en la Alemania

actual! ¡Junto a eso la admiración tolerable hacia Zola! Y ¡que pobreza psicológica,

por ejemplo en el rechazo tajante, con el que reflexiona sobre la última obra de

D[ostoievski]! (Justamente el hecho de que la más alta microscopia y perspicacia

(Feinsichtigkeit) psicológica no añaden nada al valor de una persona, es el problema



que más le interesa a D[ostoievski]: ¡tal vez porque lo ha experimentado desde

cerca en las relaciones rusas! (Entre otras cosas, al respecto aconsejo la breve obra

de D[ostoievski] L’esprit souterrain, de recién traducida al francés, cuya segunda

parte explica, de una manera tan valiente, esa paradoja muy real).50

Según la opinión de Gesemann,51 en la referencia a la última obra de



Dostoievski por parte de Nietzsche habría de entenderse, por dos razones fundamentales,

Crimen y castigo: en primer lugar, la última obra que Dostoievski

escribió fue Los hermanos Karamazov (Brat’ja Karamazoby), elaborada en

los años 1878-80. Dicha obra fue traducida al francés sólo en 1888,52 y, en el



momento en que Nietzsche escribía a Overbeck (13 de mayo de 1887), estaba

disponible únicamente en ruso, idioma que el filósofo desconocía. Al contrario,

Crimen y castigo, conocida con el nombre de «Raskol’nikov», constituía el éxito



literario de ese momento y acababa de ser editada por cuarta vez por parte

de la editorial Plon de Paris.53 En realidad, con la última obra de Dostoievski

podrían ser identificadas también otras dos novelas dostoievskianas –El idiota

48 F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 5, op. cit., pp. 70 s.

49 Nietzsche juega con las palabras Bleibtreu, el autor del artículo, y treu bleiben, ser o



permanecer fiel.

50 F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 5, op. cit., pp. 74 s.

51 Cf. W. Gesemann, op. cit., pp. 135 ss.

52 F. Dostoïevski, Les frères Karamazov, tr. Halpérine-Kaminsky y Ch. Morice. Paris:



Plon, 1888.

53 F. Dostoïevski, Crime et châtiment, tr. V. Derély. Paris: Plon, 1884.

92 PAOLO STELLINO

Contrastes vol. XIII (2008)

(Idiot), publicada en Francia en 1887,54 y Los demonios (Besy), en 1886,55 ambas



editadas por Plon– pero Gesemann, considerando el éxito ya mencionado de

Crimen y castigo, parece quedar firme en su afirmación (afirmación que de



todos modos puede ser considerada bastante razonable).

En una carta de 4 de julio de 1887 a Hyppolite Taine podría encontrarse,

tal vez, la prueba definitiva de que Nietzsche no sólo conocía, sino que también

había leído Crimen y castigo. En dicha carta, el filósofo se alegra de encontrar



el nombre de Taine en la dedicatoria del último libro del escritor francés Paul

Bourget, la novela André Cornélis,56 libro que, a juicio de Nietzsche, no lograba



«hacer, de manera fehaciente, un verdadero agujero fisiolóico en el pecho del

prójimo»,57 y que quedaba prisionero en la influencia patente de Dostoievski.58



André, el protagonista de la novela de Bourget, es una figura caracterizada

sobre el modelo shakespeariano de Hamlet que, después de haber vengado la

muerte del padre, tiene que enfrentarse a «angustiosos pensamientos filosóico-

psicolóicos y justificaciones morales»59 que, según el juicio de Gesemann,



lo marcarían como una copia inconfundible de Raskolnikow, el protagonista

dostoievskiano de Crimen y castigo. En este sentido, siempre según Gesemann,



el hecho de que Nietzsche reconociera la influencia de Dostoievski sobre Bourget

comprobaría no sólo que el filósofo tenía, por lo menos, noticia de la obra

conocida bajo el nombre de «Raskol’nikov», sino que él mismo había leído, con

toda probabilidad, dicha novela.60



A pesar de que se reconozca o no el hecho de que Nietzsche hubiera leído

Crimen y castigo, es indudable, de todos modos, que el filósofo llegase a tener



noticia de dicha obra en octubre de 1888, como se puede comprobar en una

carta enviada a Gast desde Turín:

Los franceses han puesto en escena la obra cumbre de Dostoievski.61

54 F. Dostoïevski, L’idiot, tr. V. Derély. Paris: Paris, 1887.

55 F. Dostoïevski, Les Possédés, tr. V. Derély. Paris: Plon, 1886.

56 P. Bourget, André Cornélis. Paris: Éditions Larousse, 1887.

57 F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 5, op. cit., p. 106.

58 Cf. ibid.: «Pero, ¿parece que el espíritu de Dostoievski nunca dejará en paz a este

novelista parisino?». Vése tambié la carta de Nietzsche a Gast de 7 de marzo de 1887, op.

cit., p. 42: «También he notado ya cómo la más reciente generación de novelistas franceses está



completamente tiranizada por el influjo de Dostoievski y por los celos con respecto a él (por

ejemplo, Paul Bourget)».

59 W. Gesemann, op. cit., p. 138.

60 Ibid.

61 F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 5, op. cit., p. 451.

El descubrimiento de Dostoievski por parte de Nietzsche 93

Contrastes vol. XIII (2008)

Según la opinión de Gesemann, Nietzsche aludiría en esta carta a Crimen

y castigo, es decir, a aquella novela que en esa época era considerada, como ya

hemos visto, el éxito literario y la obra cumbre (Hauptroman) del escritor ruso,



novela que había sido puesta en escena a través de una adaptación por parte de

P. Ginistry y Hugues Le Roux en el teatro Odéon de Paris a partir de finales



de otoño de 1888.

Esta tercera alusión, junto a las otras dos que podemos encontrar en la crítica

del escrito de Bleibtreu y de André Cornélis de Paul Bourget, parece apuntar a

que Nietzsche, si bien no leyó directamente la obra cumbre de Dostoievski, tuvo,



de todos modos, noticia de ella en los últimos meses de su lucidez mental.

Si tratar de comprobar –a través de estas alusiones– una posible lectura por

parte de Nietzsche de Crimen y castigo es bastante complicado, por el contrario,



menos problemática parece la interpretación de la relación entre la figura

del príncipe Myskin de El idiota dostoievskiano y el Jesús nietzscheano de El

Anticristo. De la increíble semejanza de algunos rasgos de estas dos figuras, se



intuye la gran importancia de comprender si dicha semejanza es el resultado

de una lectura e influencia directa de la obra del escritor ruso sobre el filósofo

alemán, o si es una prueba más de una afinidad y de un parentesco –la misma

Verwandtschaft de la que habla Nietzsche– entre dos espíritus tan similares.



Acerca de este tema, la correspondencia del filósofo con Georg Brandes,

estudioso danés y conocedor de la obra dostoievskiana, adquiere una relevancia

fundamental. El 6 de octubre de 1888, Brandes escribe a Nietzsche desde Kopenhagen,

informándole de que acababa de escribir un nuevo libro –Eindrücke

aus Russland– y de que estaba planeando pasar el invierno en Rusia.62 Nietzsche



contesta el 20 de octubre desde Turín, aludiendo al atractivo que ejercía la

literatura rusa sobre él:

¡Ay, qué laborioso es Usted! ¡Y yo idiota, que tampoco comprendo el danés! Creo

absolutamente en sus palabras, cuando me dice que en este momento uno se puede

«reanimar en Rusia»; considero entre mis más grandes alivios [leer] un libro ruso

cualquiera (irgend ein russisches Buch), sobre todo de Dostoievski (¡¡traducido al

francés, no al alemán, por la gracia de Dios!!).63



Lo que Nietzsche dice, suscita en seguida la reacción de Brandes que, en

una carta de 16 de noviembre de 1888, escribe:

Es increíble cómo lo que Usted ha escrito sobre Dostoievski en su carta o en su

libro coincide con mis impresiones sobre él. Le he mencionado también en mi

62 Cf. F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 6, op. cit., p. 321.

63 F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 5, op. cit., p. 457.

94 PAOLO STELLINO

Contrastes vol. XIII (2008)



obra sobre Rusia, donde trato de Dostoievski. Es un gran poeta, pero un tipo

repugnante, completamente cristiano y, al mismo tiempo, absolutamente sádico

en su vida emotiva. Toda su moral es lo que Usted ha bautizado como moral de

esclavos.64

Esta intuición de Brandes acerca de Dostoievski y de su moral es confirmada



por Nietzsche, que contesta al estudioso danés cuatro día después de que le

llegara su carta, es decir, el 20 de noviembre, volviendo a subrayar la perspicacia

del escritor ruso como psicólogo:65



Creo de manera absoluta en sus palabras acerca de Dostoievski; por otra parte,

lo considero como el material psicológico más válido que yo conozca, --le estoy

increíblemente agradecido, aunque vaya siempre en contra de mis instintos más

profundos.66

Antes de que Nietzsche se abismara definitivamente en el mundo de las

sombras, para citar una expresión del biógrafo nietzscheano W. Ross,67 encontramos



una última carta de Brandes, dirigida al filósofo y fechada el 23 de

noviembre de 1888:

Observe la cara de Dostoievski: ¡por un lado una cara rusa de campesino y por

otro lado una fisonomía de criminal, nariz chata, pequeños ojos que traspasan y

párpados que tiemblan por nerviosismo, una frente muy grande y modelada, que

habla de penas innumerables, de una melancolía profundísima, de deseos impuros,

de una compasión infinita y de una envidia visceral! Un genio epiléptico, cuya

apariencia ya de por sí revela el río de benevolencia que llena su alma, la ola de

una sagacidad casi de locos, que se le sube a la cabeza y, por último, la ambición,

la enormidad del anhelo y los celos, cuales crea la mezquindad del alma.

Sus héroes no son sólo pobres y miserables, sino también ingenuos de gran finura,

prostitutas nobles, con frecuencia en estados alucinatorios, epilépticos con talento,

buscadores entusiastas de martirio, justamente los tipos que debemos suponer

entre los apóstoles y los discípulos de la primera edad cristiana.

Es indudable que ningún otro espíritu está más lejos del renacimiento.68

64 F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 6, op. cit., p. 353.

65 Véase al respecto F. Nietzsche, Crepúsculo de los ídolos, «Incursiones de un intempestivo

», 45; Fragmentos póstumos (1885-1889), primavera de 1888, 15 [9]; Briefwechsel, III,

5, op. cit., p. 24.

66 F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 5, op. cit., p. 483.

67 Cf. W. Ross, op. cit., VI parte, «Descenso al mundo de las sombras».

68 F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 6, op. cit., pp. 362 s.

El descubrimiento de Dostoievski por parte de Nietzsche 95

Contrastes vol. XIII (2008)



Leyendo la observación de Brandes acerca de los héroes dostoievskianos, es

inevitable pensar enseguida en el pasaje de El caso Wagner, donde Nietzsche, a

la hora de describir la contraposición entre la moral de señores (Herren-Moral)

y la moral de los valores cristianos (Moral der christlichen Werthbegriffe),



especifica que «los evangelios nos presentan los mismos tipos fisiolóicos que

describen las novelas de Dostoievski».69 Esta semejanza, de todos modos, no



se ha de reconducir a una posible influencia por parte de Brandes en Nietzsche,

a la hora de escribir obras como El caso Wagner o El Anticristo – influencia



que Ch. Andler destaca, según nuestro juicio de manera equivocada, en su

estudio Nietzsche et Dostoievski70–, sino que, mas bien, ha de suponerse todo



lo contrario. Según refieren G. Colli y M. Montinari en su relato de la vida del

filósofo alemán,71 El caso Wagner fue escrito por Nietzsche a inicios del año



1888 y llevado a la imprenta en el verano del mismo año, es decir, dos meses

antes de la breve correspondencia con Brandes acerca de Dostoievski. Además,

como nos informa el mismo filósofo en la carta del 14 de octubre de 1888 a

Gast,72 una copia de El caso Wagner pasó por las manos de Brandes, el cual la



envió a su vez al escritor sueco Strindberg. En este sentido, habría que excluir

una posible influencia por parte de Brandes en la identificación nietzscheana

de los protagonistas de las novelas dostoievskianas con los tipos fisiológicos,

de los que los Evangelios están llenos.

Si negamos, entonces, una directa influencia del estudioso danés en El

Anticristo nietzscheano, ¿cómo explicar la atribución de la idiotez a Jesús por

parte del filósofo alemán, sino como una prueba patente de la lectura de El

idiota dostoievskiano? O ¿se creerá, al contrario, que el instinto de afinidad y



de parentesco fuese tan hondo, hasta llevar a los dos pensadores a la misma

interpretación de la figura central de los Evangelios?

La respuesta a estas dos preguntas es, en realidad, más complicada de lo

que se pueda pensar. Justamente por el hecho de que Nietzsche no dejó ninguna

información acerca de una lectura directa de la obra dostoievskiana y por

la ausencia completa de las novelas del autor ruso en la biblioteca del filósofo

69 F. Nietzsche, El caso Wagner, «Epílogo», en F. Nietzsche, Obras completas, IV, tr. P.



Simon. Buenos Aires: Prestigio, 1970, p. 51.

70 Ch. Andler, op. cit., pp. 13-14: «La novela El idiota ha sugerido a Nietzsche una nueva



imagen de la primera comunidad cristiana. Jesús tuvo que ser una especie de príncipe Myskin

con traje oriental. El “reino de Dios”, donde se sentía feliz de vivir, era un ambiente consituido

hasta tal punto por publicanos y chicas, artesanos groseros y caminos poco seguros, que, incluso

entre los doce apóstoles, se pudo encontrar un traidor venial. A decir verdad, fue el danés Georg

Brandes, quien sugerió a Nietzsche esta comparación». Andler cita a continuación la mencionada

carta de Brandes a Nietzsche de 23 de noviembre de 1888.

71 Cf. G. Colli y M. Montinari, op. cit., pp. 173 s.

72 Cf. F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 5, op. cit., p. 451.

96 PAOLO STELLINO

Contrastes vol. XIII (2008)

alemán, los críticos no siempre incluyen El idiota entre las novelas leídas por



Nietzsche.

La mayoría de las interpretaciones de los críticos, que han expresado su

opinión acerca de este tema, suelen basarse sobre el siguiente fragmento póstumo

de la primavera de 1888, titulado Jesús: Dostoievski:



Conozco solamente a un psicólogo que haya vivido en el mundo en el que el cristianismo

es posible, en el que en todo momento puede surgir un Cristo...Y ése es

Dostoievski. Él ha adivinado a Cristo: - e instintivamente ha quedado preservado



ante todo de representarse a este tipo con la vulgaridad de Renan... ¡Y en París

se cree que Renan sufre de excesivas finesses [finuras, refinamientos]!... ¿Pero se



puede fallar de peor manera que haciendo de Cristo, que fue un idiota, un genio?

¿Que sacando mentirosamente de Cristo, que representa la antítesis de un sentimiento

heroico, un héroe?73

En la redacción definitiva de El Anticristo, Nietzsche no cambia de opinión



y vuelve a criticar la utilización por parte de Renan de los dos conceptos

de genio y de héroe para explicar al tipo Jesús. Al contrario, hay una única

palabra que ayuda a comprender la psicología del Redentor –y nótese que aquí

Nietzsche habla con el rigor del fisiólogo (Mit der Strenge des Physiologen)–,

la palabra idiota:

El señor Renan, ese bufón in psichologicis [en cuestiones psicológicas], ha aportado

a su aclaración del tipo Jesús los dos conceptos más inapropiados que para esto

puede haber: el concepto genio y el concepto héroe héros»). Pero si hay algo



no-evangélico es el concepto héroe. Cabalmente la antítesis de toda pugna, de todo

sentirse-a-sí-mismo-en-lucha se ha vuelto aquí instinto: la incapacidad de oponer

resistencia se convierte aquí en una moral («no resistas al mal», la frase más honda

de los evangelios, su clave, en cierto sentido), la bienaventuranza en la paz, en la

afabilidad en el no-poder-ser-enemigo. ¿Qué significa la «buena nueva»? La vida

verdadera, la vida eterna está encontrada – no se la promete, está ahí, está dentro

de vosotros: como vida en el amor, en el amor sin sustracción ni exclusión, sin



distancia. Todo hombre es hijo de Dios –Jesús no reclama nada para sí solo– en

cuanto hijo de Dios todo hombre es idéntico al otro… ¡Hacer de Jesús un héroe!



¡Y qué malentendido es sobre todo la palabra «genio»! Nada de nuestro concepto,

de nuestro concepto cultural de «espíritu» tiene sentido alguno en el mundo en

que Jesús vive. Dicho con el rigor del fisiólogo, aquí estaría en su lugar más bien,

una palabra completamente distinta: la palabra idiota.74

73 F. Nietzsche, Fragmentos póstumos (1885-1889), primavera de 1888, 15 [9], op. cit.,



p. 626.

74 F. Nietzsche, El anticristo, 29, tr. A. Sánchez Pascual. Madrid: Alianza, 2006, pp. 64 s.

El descubrimiento de Dostoievski por parte de Nietzsche 97

Contrastes vol. XIII (2008)



La descripción del mundo enfermo de los Evangelios como «un mundo que

se diría salido de una novela rusa»,75 junto a la referencia directa en el mismo



párrafo al escritor ruso –«habría que lamentar que en la cercanía de ese interesantísimo

décadent no haya vivido un Dostoievski, quiero decir, alguien que



supiera sentir precisamente el atractivo conmovedor de semejante mezcla de

sublimidad, enfermedad e infantilismo»76–, ha llevado a muchos estudios de la



relación entre Nietzsche y Dostoievski a ver en los pasos mencionados una clara

alusión a la lectura por parte del filósofo alemán de la obra El idiota.

En este sentido, C. A. Miller indica como posible (perhaps) dicha lectura77

–y de la misma opinión parece ser W. Gesemann78–, pero, en otro estudio posterior,



el mismo Miller especifica que la comparación entre el mundo enfermo de

los Evangelios y aquello como salido de una novela rusa (§ 31 de El Anticristo)



podría ser más bien una alusión plausible a la teoría de la armonía eterna de

Kirillov, uno de los personajes de Los demonios.79 Al contrario, la mayoría de

los estudiosos –entre los más destacados, Ch. Andler,80 H. de Lubac,81 A. U.

Sommer,82 D. M. Hoffmann83 y G. Pacini84– han opinado que las muchas similitudes

entre la caracterización del príncipe Myshkin, el idiota dostoievskiano,



y la descripción nietzscheana del tipo del Redentor es, ya de por sí, una prueba

bastante evidente de una influencia directa del escritor ruso sobre el filósofo

alemán. Evitando adentrarnos en las varias facetas de esta complicada cuestión,

preferimos limitarnos a subrayar cuanto razonable e indudable nos parece la

afirmación de Giorgio Colli, según el cual no cabe duda de que el término idiota

utilizado por Nietzsche en El Anticristo y en los fragmentos póstumos de este



periodo, haya de entenderse aproximadamente en la misma manera en que Dostoievski

lo utilizó en su novela El idiota, refiriéndose al príncipe Myshkin.85



De todos modos, no ha de excluirse que Nietzsche llegara a conocer la obra

dostoievskiana El idiota a través de un estudio de E. M. De Vogüé sobre la no-

75 Ibid. 31, p. 67.

76 Ibid.

77 Cf. C. A. Miller, op. cit., p. 203.

78 W. Gesemann, op. cit., pp. 142 ss.

79 C. A. Miller, «The Nihilist as Tempter-Redeemer: Dostoevsky’s “Man-God” in Nietzsche’s

Notebooks», Nietzsche Studien. Internationales Jahrbuch für die Nietzsche Forschung



, IV (1975), p. 180.

80 Cf. Ch. Andler, op. cit., p. 3.

81 Cf. Henri de Lubac, Le drame de l’humanisme athée. Paris: Spes, 1945, p. 290.

82 Cf. Andreas Urs Sommer, Friedrich Nietzsches «Der Antichrist». Ein philosophischhistorischer

Kommentar. Basel: Schwabe, 2000, p. 317.

83 D. M. Hoffmann, «Idiot», en H. Ottmann (ed.), Nietzsche Handbuch. Leben – Werk

– Wirkung. Weimar: Metzler, 2000, p. 256.

84 Pacini G., Nietzsche lettore dei grandi russi. Roma: Armando, 2001, pp. 30 ss.

85 Cf. G. Colli, Note, 8, en F. Nietzsche, L’anticristo. Milano: Adelphi, 2000, p. 108.

98 PAOLO STELLINO

Contrastes vol. XIII (2008)

vela rusa. En este estudio, titulado Le roman russe y publicado por la editorial

parisiense Plon en 188686, de Vogüé dedica un capítulo entero a Dostoievski, en



el que resume brevemente los acontecimientos principales de la vidas del escritor

ruso y analiza algunas de sus novelas. El critico francés define a Dostoievski

de diferentes maneras –un psicólogo, un filósofo, un metafísico y un realista– y

muestra patentemente toda su preferencia por tres obras que, según su opinión,

revelarían de mejor manera los aspectos diferentes de su talento: Pobres gentes

(Bednye ljudi), Memorias de una casa muerta y Crimen y castigo. Al contrario,

El idiota, Los demonios y sobre todo Los hermanos Karamazov son obras



criticadas por su estensión intolerable y su dialéctica barroca.

Prescindiendo del juicio crítico de de Vogüé, lo que aquí más nos interesa

es la posibilidad de que Nietzsche llegara a conocer El idiota a través de la obra

del crítico francés87, aunque no disponemos de ninguna prueba que atestigue

una posible lectura por parte del filósofo de Le roman russe. En la biblioteca



personal de Nietzsche no ha sido encontrada ninguna obra de de Vogüé, ni

tampoco en el epistolario se hace referencia al crítico francés. Solamente en

el Nachlss nietzscheano es posible encontar el siguiente pequeño fragmento



de diciembre de 1888 – comienzo de enero de 1889, en el que el filósofo hace

referencia al crítico francés:

Petits faits vrais [pequeño hechos verdaderos]



Fromentin

De Vogüé.88



Este fragmento, que representaría un esquema para un añadido proyectado

para Ecce homo, por una parte atestigua el conocimiento del crítico francés por



parte de Nietzsche, pero por otra parte es insuficiente como para comprobar una

posible lectura de Le roman russe. De todos modos, cabe la posibilidad de que

el filósofo leyera algunos de los artículos que De Vogüé publicó en la Revue des

Deux Mondes entre el 15 de octubre de 1883 y el 15 de mayo de 1886, artículos

que, revisados, constituyeron los diferentes capítulos de Le roman russe.

La influencia dostoievskiana en El Anticristo nietzscheano no se limitaría,

de todos modos, a El idiota, sino que se percibe también en la lectura de otra

obra del escritor ruso, Los demonios, que tanto interés tuvo que suscitar en el

filósofo, si éste dedicó más de diez páginas (formato in folio) de sus cuadernos a

86 E. M. De Vogüé, Le roman russe. Paris: Plon, 1886.

87 Aunque de Vogüé dedique solamente tres páginas a El idiota, las informaciones acerca

de esta novela son suficientes como para justificar la mencionada asociación nietzscheana de El

anticristo entre Cristo y la “mezcla de sublimidad, enfermedad e infantilismo”.

88 F. Nietzsche, Fragmentos póstumos (1885-1889), diciembre de 1888 – comienzo de

enero de 1889, 25 [4], op. cit., p. 774.

El descubrimiento de Dostoievski por parte de Nietzsche 99

Contrastes vol. XIII (2008)

la trascripción de fragmentos de esta novela,89 que él mismo leyó en la traducción

francesa de V. Derély.90 En este sentido, no se puede negar, por ejemplo, que

la crítica al concepto cristiano de Dios (El Anticristo, §§16-19) sea indudablemente



influenciada por el discurso entre Shatov y Stavrogin (II, 1, 7), dos de

los demonios de la novela dostoievskiana.

III. Conclusión



Como revelan las obras, las cartas y los fragmentos póstumos del último

periodo, el descubrimiento de Dostoievski, aunque tardío, fue indudablemente

apreciado por Nietzsche, que vio en el escritor ruso un espíritu afín y un alma

angustiada por las mismas cuestiones y problemáticas. En las novelas dostoievskianas,



el filósofo alemán pudo encontrar un material psicológico muy útil

para confirmar sus análisis sobre el ressentiment, la décadence, el nihilismo y



las demás temáticas, que seguían despertando su curiosidad y su interés. Ambos

pensadores habían recorrido dos caminos similares y cuando en una tienda

de Niza estos dos caminos se cruzaron de una forma absolutamente casual y

fortuita, Nietzsche no pudo sino reconocer enseguida la extrema afinidad de

las dos trayectorias espirituales.

PAOLO STELLINO. Universidad de Valencia. Dpto. de Filosofía del Derecho, Moral y Política.

Publicaciones recientes:


P. Stellino, «L’illusione del tempo: il tema dell’eternità in Borges e Nietzsche», Nae, XIV



(2006), pp. 39-42.

P. Stellino, «Jesus als “Idiot”: Ein Vergleich zwischen Nietzsches Der Antichrist und Dostojewskijs

Der Idiot», Nietzscheforschung, XIV (2007), pp. 203-210.


Línea de investigación:
Becario F.P.U. y doctorando, investiga actualmente –bajo la dirección del Prof. J. Conill– la

relación entre Nietzsche y Dostoievski, con particular atención al problema de la fundamentación

de la moral en ambos autores.

Dirección postal:


Paolo Stellino. Secció Deptal. Filosofia Moral, Facultat de Filosofia y Ciències de

l’Educació, Av. Blasco Ibáñez, 30, 46010 Valencia.

Dirección electrónica: paolo.stellino@uv.es

89 Cfr. F. Nietzsche, Fragmentos póstumos (1885-1889), Noviembre de 1887-Marzo de



1888, 11 [331; 333-341; 344-351; 379-380].

90 F. Dostoïevski, Les Possédés, op. cit
http://www.uma.es/contrastes/pdfs/013/05_stellino-paolo.pdf

jueves, 13 de febrero de 2014

El lado oculto de los "Contemporáneos". Elias Nandino-Salvador Novo.


Archivar/revelar el cuerpo homosexual en México : las autobiografías de Salvador Novo y de Elías Nandino dentro y fuera de contexto


julio de 2010

Antoine Rodríguez, Université Charles de Gaulle – Lille 3/CECILLE

 


 

Para Antonio Marquet, mi maestro de jotería

 
El cuerpo es un texto socialmente construido, un archivo orgánico de la historia de la humanidad como historia de la producción-reproducción sexual, en la que ciertos códigos se naturalizan, otros quedan elípticos y otros son sistemáticamente eliminados o tachados.
Beatriz Preciado, Manifiesto contra-sexual, 2002


Las autobiografías de Salvador Novo (1904-1974) (La estatua de sal, 1998) y de Elías Nandino (1900-1993) (Juntando mis pasos, 2000), muy diferentes en cuanto a su inscripción en el campo literario mexicano, a su elaboración retórica y a las funciones que cumplen, si se abordan desde una perspectiva comparatista, revelan dos maneras opuestas de concebirse, en las primeras décadas del siglo XX, como homosexual, o sea como ciudadano cuya sexualidad se inscribe forzosamente fuera o en margen de las asignaciones sociales dominantes y de los códigos de una sociedad heteronormada articulada por reglas genéricas y sexológicas estrictas que condenan cualquier trasgresión. Salvador Novo, cuya autobiografía tiene los rasgos de un proyecto literario y se escribe en los años 1940, presenta textualmente la figura del invertido, sinónimo de la loca o del joto, que se asume como pasivo, centrando el placer sexual en la zona erógena del ano. La figura del homosexual presentada por Elías Nandino, en una autobiografía testimonial, que dicta a un joven poeta casi al final de su vida, se contrapone a la imagen del joto, multiplicando los encuentros con efebos masculinos y subrayando su visceral rechazo de cualquier relación con afeminados. Placer anal contra placer fálico, hombre afeminado contra hombre viril, la loca visible contra el homosexual invisible son los dos polos opuestos y definitorios del sujeto enunciador homosexual que revelan las dos autobiografías. Y ambas son importantes en la producción literaria mexicana porque archivan dos concepciones del cuerpo homosexual inscritos en la historia cultural posrevolucionaria del siglo XX.

En la medida en que las autobiografías de los dos escritores mexicanos cumplen la función de contribuir a la historia de la homosexualidad y comparten puntos comunes con los primeros relatos de invertidos europeos, la primera parte de este artículo ("Archivar") presenta un breve recorrido histórico de dichos actos autobiográficos en Europa y examina tres relatos de homosexuales, poniéndolos en perspectiva con las autobiografías mexicanas. La segunda parte ("Revelar") se centra en las aportaciones testimoniales de Salvador Novo y de Elías Nandino mostrando en qué difieren y cómo se complementan.




I. Archivar : el acto autobiográfico, su inscripción en la historia occidental de la homosexualidad y en el campo literario mexicano



Las autobiografías de Salvador Novo y de Elías Nandino parecen inscribirse en una tradición de "relatos de invertidos" que se inició en Europa a mediados del siglo XIX. Aunque no responden a prescripciones jurídicas o psiquiátricas, como fue el caso para los primeros relatos europeos, sí comparten algunos puntos comunes en cuanto a la manera de presentar el cuerpo homosexual y ofrecer una explicación etiológica de la homosexualidad. También comparten con dichos textos, una voluntad de reaccionar o de resistir contra una estigmatización social excesiva.

Recordemos que a partir de los años 1860, en Europa, la medicina forense empieza a abordar lo que llama "pederastia" desde un punto de vista interno, o sea dando la palabra a los homosexuales bajo la forma de relatos autobiográficos cuya elaboración estaba guiada por una serie de preguntas precisas (Lejeune, 1987). Según el Doctor Chevalier, en 1883 ya se habían publicado unos 60 relatos de invertidos (50 de hombres y 10 de mujeres) (Lejeune, 1987: 83). Si nos centramos en tres de ellos, disponibles en publicaciones recientes (Arthur X, Mémoires d’un travesti, prostitué, homosexuel ("La Comtesse", 1850-1861); confessions d’un inverti-né, escrito en 1889 y Georges Apitzsch, Lettres d’un inverti allemand au Docteur Lacassagne 1903-1908), notamos que, aunque presentan puntos de convergencia, desmienten la idea de una figura homogénea del homosexual masculino, permitiendo observar por lo menos dos tipos diferentes cuyas características volveremos a encontrar en las autobiografías de Novo y de Nandino.

El relato de Arthur, llamado "la Condesa", escrito con las modalidades de la novela folletinesca, es un texto que un recluso de 34 años envía al Dr Henri Legludic. Presenta un personaje cercano a la imagen de la loca. Explica el deseo homoerótico recurriendo a las circunstancias familiares: una madre costurera muy protectora que lo deja leer novelas sentimentales, le permite vestirse de niña y lo educa en un ambiente rodeado por actrices de teatro para las que cose. Todo esto induce, según el autor, una predisposición a la inversión, "que más tarde sería una de las causas de mi perdición" (Grojnowski, 2007: 167). Arthur está convencido de que si hubiera tenido un padre más brusco y menos mimos de parte de la madre, su condición hubiera sido diferente: "entre estas naturalezas afeminadas, he observado que muchas fueron educadas por madres demasiado tiernas, viudas sobre todo. Estas madres impiden que el niño cumpla más tarde con los primeros impulsos [heterosexuales] de la naturaleza" (Grojnowski, 2007: 186). La iniciación sensual del joven Arthur se hace a través de los besos que le dan los amigos mayores, de las sesiones masturbatorias con los vecinos y de las relaciones anales a las que lo somete un muchacho mayor. A los 16 años, el hijo del Marqués para quien trabajaba su padre, se enamora de él, se lo lleva a vivir a un departamento y le propone travestirse en mujer: "No me asustaba la cosa; mi naturaleza apasionada, culpable y ya mancillada no me hizo rechazar sus propuestas que podían convertirse en una muerte moral, si las satisfacciones a las que me podía llevar no provocaban mi muerte prematura", confiesa (Grojnowski, 2007: 197). Con Arthur, estamos frente a la figura del homosexual masculino afeminado, pasivo, fuertemente identificado con la imagen de la mujer. Uno de los rasgos particularmente interesantes en el relato de Arthur es su manera de reaccionar lateralmente, es decir sin una voluntad militante abierta, contra la estigmatización social y médica de la que es víctima, mostrando que el ser abyecto que representa socialmente, fruto de un error de la naturaleza, no es peor que el resto de los individuos socialmente decentes:


No quiero buscar excusas a mi vida de corrupción y de desorden, tampoco hacer una generalidad a partir de un error de la naturaleza, pero quiero decir que no soy ni peor, ni más perverso que muchos que creen que pueden despreciarme e insultarme. Mis vicios han sido prematuros, sin lugar a duda, pero no han sido ni más potentes, ni más numerosos que los de muchos hombres. […] En otras circunstancias, mi vida hubiera sido mejor o menos culpable." (Grojnowski, 2007: 190)


En los años 1890, un joven aristócrata italiano de 23 años, manda al escritor francés naturalista Emile Zola un relato autobiográfico, "una confesión" como la llama el autor, para que el novelista se inspire en ella y escriba una novela sobre "una terrible enfermedad del alma". La intención soslayada del joven aristócrata es la de mostrar una verdadera y dramática historia de amor entre dos hombres y demostrar que, contra la fuerte carga de estigmatización social y médica, el amor entre dos hombres puede ser tan natural y tan fuerte como el amor heterosexual, incluso superior: "lo que hacíamos nos pareció siempre muy natural y hablábamos y reíamos antes y después como si cualquier cosa" (Grojnowski, 2007: 136). El sargento de quien se enamora le dice: "Nunca he sentido tanta voluptuosidad con una mujer, sus besos y sus caricias no son ni tan calientes ni tan enamorados" (Grojnowski, 2007: 86). En las relaciones sexuales, descritas detalladamente, el joven aristócrata excluye la penetración por dolorosa y subraya el intercambio tierno de besos y caricias. Emile Zola no se atreve ni a publicar el texto ni a inspirarse en él para la elaboración de una novela sobre la inversión. Envía la confesión al Doctor Laups que la publica en su tratado sobre "taras y venenos, perversión y perversidad sexual". La confesión, como tal era el uso en este tipo de publicación, va precedida de unas observaciones del Doctor sobre inversión:


El autor de esta novela es un invertido nato feminiforma, tipo clásico del malformado, del enfermo. Este ser es una mujer, lo es física y moralmente (aspecto femenino, pelvis ancha, imberbe). Su entorno lo trataba como niña y lo llamaba "mademoiselle". Los órganos genitales son los de un hombre pero los atributos secundarios son los de una mujer. Es un hermafrodita fallido. (Grojnowski, 2007: 56)


La insistencia obsesiva del doctor en el hecho de que el aristócrata es mujer revela la concepción de la homosexualidad como relación heterosexual en la cual uno de los hombres forzosamente es mujer sin serlo biológicamente y esto representa un peligro social porque puede conducir a los hombres verdaderos por el camino del vicio. Cuando el aristócrata se entera de que su confesión, cuyo objetivo no era ser publicada, se halla en un tratado sobre taras, escribe una carta al Doctor Laups para reaccionar contra una serie de contrasentidos:


Hubiera preferido estar en las páginas de una novela y no en un tratado de ciencia médica […] Quiero decirle que se equivoca cuando insinúa que me gusta vestirme de mujer. Se equivoca porque me horrorizan los hombres disfrazados de mujer. Me gusta la elegancia más seria, correcta y masculina. […] Nadie, al verme, podría adivinar mis sentimientos y mi rostro, por encantador que sea, es el de un muchacho hermoso. […] No tengo el aspecto de mujer que a usted le gusta imaginar. Me parezco a un efebo no a una malformación. (Grojnowski, 2007: 136-142).


La reacción del aristócrata, a raíz de la publicación de su relato, es interesante porque muestra las primeras reacciones homosexuales contra un discurso médico impregnado de estereotipos, prejuicios sociales y angustias frente a la homosexualidad, un discurso basado en la idea según la cual el homosexual forma parte de un tercer sexo regido por una inversión genérica (alma de mujer en cuerpo de hombre). Pero si nos fijamos en las descripciones del aristócrata, nos damos cuenta de que hay una especie de ambivalencia entre una fuerte identificación con el referente femenino y una percepción masculina de sí mismo:

-Descripción de sus primeras emociones fuertes a la vista de héroes masculinos de la mitología griega:

"Hubiera querido ser Andrómana para estrechar en mis brazos a Héctor. […] Me gustaba transformarme en mujer, con la imaginación y la belleza que me adornaban, y las aventuras que vivía en mi mente me hacían estremecer de placer" (Grojnowski, 2007: 69)

- Sobre identificación con el referente femenino :

"Siempre me había imaginado ser mujer, y todos mis deseos fueron desde entonces los de una mujer" (Grojnowski, 2007: 70); "Lo que me duele, es no poder recibir su semen en mi cuerpo, porque su semen me parece contener, por así decirlo, lo esencial de su persona. Me aflige esa carencia, en tales momentos deseo con intensidad ser mujer" (Grojnowski, 2007: 109)

- Sobre percepción como hombre :
"Ya no deseé ser mujer, porque sentía esta pasión terrible más sabrosa y agradable que la que puede ofrecer el amor conocido, que además no me atraía" (Grojnowski, 2007: 87).


Como en el relato de Arthur, el joven aristócrata también piensa que, por ser su homosexualidad un error de la naturaleza, no ha de ser condenado por ello:


Y ¿por qué debería avergonzarme de lo que he hecho? ¿No es acaso la Naturaleza la que cometió el primer error y me condenó a una esterilidad eterna? Pudiera haber sido una mujer adorable y adorada, una madre y una esposa irreprochable, y no soy más que un ser incompleto, monstruoso, que sólo desea lo que no está permitido. (Grojnowski, 2007: 102)


Lo que subraya el joven aristócrata es la inadecuación genérica frente a su deseo sexual. En ningún momento plantea la posibilidad de haber sido no una mujer atraída por hombres, sino un hombre atraído por mujeres. No cuestiona, porque posiblemente esté pensado como "natural", su atracción hacia los hombres. El error de la naturaleza es el haber dado cuerpo equivocado a un ser cuya sexualidad innata está orientada hacia el cuerpo masculino y lo que lamenta en fin de cuentas el autor del relato es el no haber sido dotado con los atributos que socialmente tendrían que haber estado en adecuación con su orientación sexual "innata". A finales del siglo XIX, la homosexualidad no puede pensarse fuera de un discurso científico naturalizante y patologizante cuya norma sexual incuestionable es la heterosexualidad.

Las cartas que el aristócrata alemán Georges Apitzsch manda al doctor Lacassagne, a principios del siglo XX, entre las que se halla una "biografía sexual", muestran a un homosexual letrado que se define como invertido/pederasta en constante lucha con sus deseos eróticos. Visita, y lee, a los mejores especialistas europeos en sexualidad, particularmente los que investigan sobre inversión o pederastia: Magnus Hirschfeld (Berlín), Friedrich Salomón Krauss (Viena), Paolo Mantegazza (Italia) y Alexandre Lacassagne (Lyon). La sexualidad, dice, invade toda su vida y todos sus pensamientos. Georges es la figura del hombre viril que "odia", como lo afirma él mismo, a los travestis y a los afeminados. Su propósito es llegar a alcanzar un nivel superior, lejos de las descripciones de la vida homosexual tal y como aparece en la mayoría de las novelas de la época:


¿Por qué no se describe la vida de un invertido serio, de un varón que tiene dignidad y que no quiere asociarse con esos excesos infames y bestiales donde los hombres se vuelven monstruos y locos? […] Hasta ahora, con escasas excepciones, sólo hay fantasías mórbidas porque se ha generalizado una parte de la vida unisexual. (Apitzsch, 2006: carta 17, 23/07/1904)


Su despertar erótico se da a los 6/7 años. Siente particular atracción por los soldados y las botas. Las primeras masturbaciones empiezan a los 14 años y se acompañan de un sentimiento de culpabilidad fomentado por la lectura de un ensayo del Dr. Mantegazza sobre onanismo. Siguiendo la teoría del Dr Lacassagne, piensa que su homosexualidad es congénita y que, por consiguiente, no es curable. También está convencido de que los homosexuales, en tanto seres degenerados no han de tener hijos. Cuenta la anécdota de un hombre casado con quien tenía relaciones sexuales y a quien le tuvo que decir que dejara de embarazar a su mujer (Apitzsch, 2006, carta 11, 05/01/1904). Al contrario de los relatos anteriores, no se describe ninguna relación sexual de manera detallada pero se puede deducir de las dos operaciones del recto mencionadas y de una anécdota en que un soldado lo sodomiza que hay una preferencia por las relaciones anales.

Los tres relatos de invertidos de los cuales acabamos de dar cuenta muestran varios tipos de subjetivaciones homosexuales enmarcadas e influidas por un discurso científico incipiente sobre inversión que se retroalimenta con testimonios de homosexuales. Marcados directa u indirectamente por las teorías sobre la inversión y las conceptualizaciones de un tercer sexo, revelan un vaivén fluctuante entre los polos masculino y femenino dominantes. El caso del aristócrata italiano es el más ambiguo; presenta una identificación movediza entre el deseo de ser mujer y el de asumirse como hombre. En el caso de Arthur, "la Condesa", la identificación, fuertemente vinculada con el polo femenino, se concreta mediante un travestimiento en mujer. En cuanto al aristócrata alemán, su identificación con el polo masculino se construye despreciando a los homosexuales afeminados y travestis.

Como ya señalamos, estos relatos, de los cuales dos articulan una elaboración retórica que podríamos calificar de literaria, no podían alcanzar visibilidad pública sino insertados en tratados de medicina o de criminología. El campo literario francés no estaba todavía preparado para la publicación de autobiografías de homosexuales. Habrá que esperar el año1926 para ver publicada la primera autobiografía de un escritor homosexual, Si le grain ne meurt (Si la semilla no muere) de André Gide, que habla directamente de su revelación homoerótica. La segunda autobiografía de esta índole que se publica en Francia, en 1949, es la de Jean Genet, Journal du voleur (Diario del ladrón) y el hecho de que el autor se asuma abiertamente como loca y pasivo provoca cierto escándalo. Estas autobiografías revelan dos figuras del homosexual masculino: el hombre decente y viril cuyo modelo homoerótico se inspira en los códigos de la pederastia de la Grecia antigua (André Gide) y la figura de la loca o del invertido (Jean Genet) cuyo modelo identitario proviene de las teorías sobre el tercer sexo en las que se inspiró por ejemplo el escritor Marcel Proust para poner en escena, en varias de sus novelas, al personaje de Charlus, prototipo del invertido afeminado.

Es sabido que el grupo artístico y literario mexicano de Los Contemporáneos leía a los escritores homosexuales franceses cuya obra abordaba explícitamente las relaciones homoeróticas (Jean Lorrain, Marcel Proust, André Gide, Jean Cocteau). Posiblemente hayan contribuido estos autores al impulso autobiográfico de Salvador Novo. Escrita en 1945, La estatua de sal no se inscribe inmediatamente en el campo literario mexicano, sólo se publica oficial y anacrónicamente en 1998. Tuvo, como se sabe, difusión marginal y parcial en los Cuardenos del Frente Homosexual de Acción revolucionaria en 1979 y 1980. Carlos Monsiváis en "Un mundo soslayado" [1998], prefacio de la novela de Novo, intenta explicar por qué se pospuso tanto tiempo la publicación:


Por razones muy atendibles (atizar el desprestigio es incurrir en riesgos múltiples), la idea de confesarse en público ante un horizonte de lectores conocidos y desconocidos es en principio vivir ante sí mismo la absoluta desnudez anímica. El proyecto del libro se abandona, y al hacerlo, Novo, muy posiblemente, renuncia a su prosa más viva y personal. (Monsiváis, 2008: 68)


La advertencia en la edición del Fondo de Cultura Económica (2008) da otra explicación: "Durante veinte años [de 1954 a 1974] la edición de estas memorias íntimas se fue aplazando […] por la posibilidad de que el escritor las continuara." (Novo, 2008: 10). La razón que me parece más plausible es que en la década de 1940, en plena institucionalización del poder revolucionario y valoración de una mexicanidad nacionalista y heteronormada, el campo literario mexicano, por una parte, no estaba listo para publicar, por "contrarrevolucionarias", obras de escritores homosexuales que revelaban, como lo hace Salvador Novo, una red extensa de relaciones homoeróticas donde se hallan implicadas todas las categorías sociales (chóferes, policías, soldados, políticos, secretarios, estudiantes, etc.), y, por otra parte, un escritor con cargos oficiales sólo hubiera podido inscribir su obra en las letras mexicanas marginándose socialmente y sacrificando su carrera política, cosa a la que Novo no parecía estar dispuesto. Esto nos condena a valorar la aportación de Salvador Novo fuera del contexto de recepción para el que inicialmente podía haber estado ideado y nos obliga a leer La estatua de sal, en tanto presentación y concepción del cuerpo homosexual, como archivo. Un archivo sumamente interesante por su elaboración como proyecto literario y revelación de "un mundo soslayado" en las primeras décadas del siglo XX. Interesante porque propone, avant la lettre, una concepción queer del cuerpo homosexual como lo veremos más adelante.

También puede considerarse la autobiografía de Elías Nandino, Juntando mis pasos, palimpsesto, por no decir "plagio", de Elías Nandino: Una vida no/velada que el poeta desautorizó, como archivo de una concepción del cuerpo homosexual y de la homosexualidad influidos por las teorías sobre el tercer sexo y por las aportaciones de Freud que, en los años 1980 y 2000, ya habían caducado. Contrariamente a Salvador Novo, Elías Nandino no parece concebir su autobiografía como proyecto literario sino como testimonio "militante" (en Elías Nandino: una vida no/velada) o, de manera más neutra, como una confesión para difundir en la sociedad unos conocimientos médicos y personales acerca, se deduce, de la homosexualidad (en Juntando mis pasos):


Elías Nandino: una vida no/velada:

Quiero que estas confesiones ayuden a que dentro de la sociedad la gente tenga libertades; que pueda vivir y ser como piense es mejor, sin tener que simular para evitar el juicio de los demás, como muchas personas con quienes tuve trato amistoso o médico
Esta serie de cosas raras, y a veces hasta fatales, que la hipocresía va creando […] es mejor que se terminen, y a eso quiero contribuir a través de mi historia. (Aguilar, 1986: 16)

Juntando mis pasos:

Al escribir esta biografía no me lleva ninguna intención publicitaria o cínica. Si la hago es obligado por todos los conocimientos que obtuve en mi carrera médica y en mi vida, gozada y sufrida principalmente en la ciudad de México. (Nandino, 2000: XV)


La confesión testimonial de Nandino es la de un homosexual que se formó en periodo revolucionario y cuya concepción de la homosexualidad está impregnada de ciertos rasgos que en el 2000 podían leerse, si no como muestra de una especie de homofobia internalizada, por lo menos como ecos de una moral religiosa y de una visión naturalizante de la sexualidad contra las que estaban luchando los movimientos de liberación homosexual de los años 1970 y 1980 -y a los que en ningún momento alude el poeta-:


Los dos llegamos a entender [Elías Nandino y un amante] que el amor homosexual tiene sus límites, que hay un momento en que ya no puede existir, que por ley natural el hombre busca el apoyo moral de la esposa y el amor indescifrable de los hijos. (Nandino, 2000: 158)


La inscripción en el campo literario mexicano de las dos autobiografías de Elías Nandino, que pretenden explicar, a partir de una guía de interpretación católico-freudiana, lo que es la homosexualidad, cuando la literatura y la ensayística con temática gay, a través de representantes tan contemporáneos e innovadores como Luis Zapata (El vampiro de la colonia Roma, 1979; Melodrama, 1983), José Joaquín Blanco ("Ojos que da pánico soñar", 1979, Las púberes canéforas, 1984), José Rafael Calva (Utopía gay, 1983), Jorge López Páez ("Doña Herlinda y su hijo", 1984), por ejemplo, ya habían abandonado ese tipo de explicación, es obviamente anacrónica. La homosexualidad, como bien señalaba José Joaquín Blanco en 1979, ya no tenía esencia sino historia y es en tanto documento histórico cómo ha de considerarse y vamos a considerar el texto de Elías Nandino.




II. Revelar: el comercio de los cuerpos en México en tiempos de los Contemporáneos



La sexualidad, el placer que procura el propio cuerpo y el cuerpo del otro, es un eje centrípeto que rige la vida personal, social y artística de Salvador Novo y de Elías Nandino; es incluso el elemento que da origen a la elaboración de las autobiografías. Como en los relatos de invertidos europeos, los textos de ambos autores toman la forma, desde las primeras páginas, de una "biografía sexual":


De esa época [cuando Novo tenía entre 5 y 6 años] datan mis primeros recuerdos sexuales. […] Había en casa un mocito, de nombre Samuel, con quien me ponía a jugar. […] Cuando jugaba con aquel chico, yo proponía que el juego consistiera en que fuéramos madre e hijo, y él entonces tenía que chupar mi seno derecho con sus labios duros y su lengua erecta. Aquella caricia me llenaba de un extraño placer, que no volví a encontrar sino cuando muchos años más tarde, al sucumbir a la exclusividad de su tumescencia, retrajo a mi recuerdo aquella primera y quizá definitiva experiencia, que a toda la distancia de su adquisición como forma predilecta de mi libido adulta, puede haber sido el trauma original que la explique. (Novo, 2008: 78)

Mi grupito de amigos y yo escogimos un lugar muy escondido, donde platicábamos, comíamos tamarindo con sal y muchas veces, nos medíamos los pipís para ver quién lo tenía más grande. Al mayor de todos le gustaba chuparnos el pipí. (Nandino, 2000: 4)
Lencho permanecía en una esquina, viéndonos nadar y flotando en el agua. Cuando yo llegaba a su lado, me pellizcaba los muslos. A mí me gustaba que lo hiciera, y cada vuelta subía más la mano hasta que me acariciaba el pipí. Eso se repitió muchas veces hasta que, bien lo recuerdo, se enderezó mi pipí y entonces, ya intencionalmente, su manota me lo agarraba. […] En el camino, a pesar de mi prisa, recordaba lo que me hacía Lencho y me desconcertaba con gusto y con cierto miedo. (Nandino, 2000: 13)


Estos extractos, sacados de las primeras páginas, ya marcan una clara diferencia entre ambos autores. Salvador Novo, con la vestidura discursiva del psicoanálisis freudiano, para retomar una expresión del crítico Héctor Domínguez (2001), identifica una de las primeras fuentes de su libido en la zona erógena del seno que califica, presa del discurso interpretativo freudiano, de "trauma". En el juego con su amiguito queda clara la identificación desenfadada y gozosa con el polo femenino, tanto más gozosa que le permite desdoblarse y verse/sentirse gozar con su propio cuerpo: él es la madre que goza y da placer a Samuel, figura especular y narcisista de sí mismo. Veremos cómo la sexualidad de Novo representa una verdadera trasgresión y subversión frente a los códigos de la masculinidad en vigor. Elías Nandino, que afirma haber iniciado a los Contemporáneos al psicoanálisis, centra su libido en el pene y en los juegos viriles ("medirse el pipí"), dejando claro que su despertar sexual, aunque homoérotico, está en conformidad con los códigos de la masculinidad. Veremos cómo todo lo que se aleja de dichos códigos provoca en él una especie de pánico y rechazo visceral.





Salvador Novo: si me caliento me introduzco el dedo (Soneto XI, Sátiras, 1955)
 


La elección del ano, contra la predominancia masculina del pene, como fuente de placer y marca de inversión sexual, parece ser inducida, de manera graciosa, "literaria" y algo delirante, desde la infancia, por la madre, en una iniciación anatómica peculiar. Cuenta el autor:


Una tarde, [el profesor particular] se decidió a acariciarme, y llevó su mano a mi bragueta. Con gran cautela, me preguntó cómo se llamaba aquello. Yo le respondí que el ano, porque ése era el nombre que mi madre me había enseñado a darle al pene. Como no pareció conforme con aquella alteración de la nomenclatura anatómica, por la noche traté de certificarla con mi madre, y le referí la enseñanza del profesor. Es bastante posible que su discrepancia haya provocado su despido. (Novo, 2008: 84)

La autobiografía es, como se sabe, una reconstrucción, una reorganización del pasado a partir del presente. Consiste en recurrir a la memoria para justificar o explicar rasgos identitarios de la vida adulta. No es casual que Novo le dé particular énfasis a las anécdotas vinculadas con las zonas erógenas predilectas en la satisfacción sexual (pecho, boca, ano). Para Salvador Novo, el pene y su función eyaculatoria no fueron determinantes en el descubrimiento de su sexualidad. Dice:


Mi primera eyaculación no ocurrió así por los frotamientos habituales del autoerotismo, sino en condiciones peculiares de angustia, sin erección ni tumescencia, cuando una vez me hallaba a punto de abordar un tranvía para regresar a casa, y no pude, por más que corrí, alcanzarlo. Un complejo de ansiedad, de prisa, de desesperación casi, se apoderó de mí, puso en extraña tensión mis muslos, que oprimían mis testículos, y provocó una descarga eléctrica, húmeda, que no relacioné para nada con mis ensoñaciones sexuales frente a las láminas de la fisiología del matrimonio. (Novo: 2008: 108)

El hecho de que el pene no cumpla con las funciones que la ciencia sexual le asigna (erección vinculada al deseo, eyaculación orgásmica), en una sociedad falocentrada, constituye una trasgresión a la normalidad y sitúa a quien experimenta dicha anormalidad en el campo de la patología. En el caso de Salvador Novo, siguiendo su interpretación, la patología es doble: la eyaculación se produce sin erección y no está motivada por el sexo femenino. Atrapado en un discurso heteronormado todopoderoso, al cual de cierta forma contribuye una interpretación particular de las teorías freudianas, le es inconcebible pensar que sus primeras manifestaciones sexuales homo-orientadas puedan constituir una alternativa normal. Menciona, por ejemplo, dos circunstancias de encuentro con el sexo opuesto que podían haber "orientado ortodoxamente el cauce" de su "libido en desarrollo" (Novo, 2008: 108-109). La homosexualidad está percibida como una desviación de la norma, un incidente en el desarrollo de la libido, provocados por una historia familiar anormal donde el padre fracasa en la lucha por la conquista del hijo: ¿Serviría hoy de otra cosa que de un inútil y tardío desagravio a su memoria pensar en cómo pudo de otra manera realizarse mi vida, si en la lucha por mí hubiera triunfado mi padre? (Novo: 2008: 114), se pregunta Salvado Novo, imaginándose rodeado por sus hijos virtuales y dueño del despacho paterno cuyo rótulo marcaría una filiación perfecta "Andrés Novo e hijo". El padre acaba por convertirse en una figura "encorvada, derrotada, débil y triste" (Novo, 2008: 113), una figura que "estorbaba, se hallaba fuera de lugar, sobraba" (Novo, 2008: 113).

Frente al fracaso del padre, en parte responsable de la inversión sexual del hijo, Novo parece optar por exhibir/desinhibir lo que socialmente hace de él un ser anormal pero sexualmente satisfecho. En su autobiografía no duda en describir directamente, con el tono humorístico y sarcástico que caracteriza su escritura, a veces incluso de manera hiperbólica, los encuentros en los que el coito anal ocupa un lugar central y lúdico:


Al sentirme penetrado en un acto que imaginaba equivalente a la desfloración […] pero que en la realidad de mi carne, guardaba apenas una molesta semejanza con la introducción de las cánulas para enemas a que me sometían en casa cuando enfermaba. Y ni vi, ni toqué su pene. (Novo, 2008: 111)

Uno de estos señores era el diputado Ignacio Moctezuma. Vivía en el hotel Iturbide y tenía por amante a un muchacho deportista de origen alemán, Augusto Fink, cuya verga descomunal sólo Nacho Moctezuma podía jactarse de admitir. (Novo, 2008: 165)

Su fealdad me fue tan inmediatamente repulsiva como su incongruente descaro. Le pregunté si le gustaba no sé ya qué poeta; y "Lo que a mí me gusta es que me penetren duro" – dijo con su belfo grueso y amoratado. (Novo, 2008: 167)

[…] me encerró una tarde con un tipo que acababa de hacer estallar una bomba en la embajada norteamericana: feo, pero dueño de una herramienta tan descomunal que no era fácil hallarle acomodo. La Golondrina me retó, y acepté su desafío. Acompañada por curiosos testigos, me encerró con el anarquista, se alejó, volvió al rato, asomó la aquilina cabeza y preguntó: "¿Ya?" "Ya". "¿Toda?" "Sí." Y dirigiéndose a los testigos que lo acompañaban, con solemne entonación de Papa Habemus, proclamó: ¡Toda! (Novo, 2008: 170)

[…] la verga de Agustín Fink, positivamente igual en diámetro a una lata de salmón. Consciente de su gigantismo, la introducía cautelosamente dormida y bien forrada del lubricante […] la vaselina. Pero una vez adentro, se abría como un paraguas, estrellaba la estrechez de su cautiverio. (Novo, 2008: 182)



La valoración y exhibición textual del ano como zona erógena, cuando la ciencia y el imaginario colectivo lo limitan exclusivamente a la expulsión fecal, no deja de ser una postura altamente provocadora y transgresiva de parte de Salvador Novo en los años 1940. Y es con una especie de placer jubiloso y orgulloso como parece mostrar y reivindicar una sexualidad estigmatizada que le procura un doble placer: el placer de la carne y el placer de revelar física y discursivamente lo que socialmente debería ocultarse. La exhibición de su inversión sexual, caracterizada por un fuerte afeminamiento e identificación con imágenes femeninas – cuenta que en varias ocasiones le hubiera gustado ser una mujer para poder besar y acariciar los cuerpos varoniles de sus actores favoritos- recuerda la argumentación desarrollada por el aristócrata italiano de la cual dimos cuenta en la primera parte de este artículo. En el caso de Novo, como en el caso del aristócrata italiano, la única manera de poner en adecuación su deseo hacia los cuerpos masculinos y ejercer en ellos una seducción, en aquella sociedad tan rígidamente marcada por asignaciones genéricas incuestionables, es adoptando las marcas del género opuesto: "Coqueteaba con los hombres como si él fuera una mujer, y nosotros éramos discretos", cuenta Elías Nandino en Juntando mis pasos (2000: 60). Pero Novo no lleva su afeminamiento hasta lo que hoy llamaríamos transgeneridad. El afeminamiento de Novo (cejas depiladas, maquillaje, uso de pelucas, gestos amanerados) rompe con la coherencia que la sociedad de principios del siglo XX espera de un cuerpo alto, ancho y varonil. El cuerpo de Novo es un texto orgánico que se escabulle, que se burla incluso, de los códigos de la masculinidad, que provoca un extrañamiento y una desestabilización social pero que no puede inscribirse, hacerse visible, en la década de 1940, en el campo literario mexicano. El cuerpo de Novo se limita a ser un texto socialmente Queer avant la lettre que infunde una especie de pánico repulsivo, incluso en escritores y amigos como Elías Nandino: "[…] Se valía de su cuerpo y de su fama para cierto cinismo exagerado. Su afeminamiento era un poquito ridículo, como si un elefante quisiera hacer jotería" (Nandino, 2000: 74); "[…] al conocer a Xavier Villaurrutia, a Salvador Novo y a Carlos Pellicer, conseguí mi prestigio y desprestigio, porque ya socialmente ellos estaban señalados como homosexuales" (Nandino, 2000: XVI).
Cuerpos afeminados en busca de cuerpos fuertemente masculinos pueblan las páginas de La estatua de sal. Un comercio dinámico, incesante, orgiástico, abundante de cuerpos ávidos de placer sexual, una red urbana de hombres que seducen a hombres, que cogen con hombres, cualquiera que sea su clase social, espacios sociales que funcionan como heterotopías del deseo homoerótico (calles, cantinas, salones de baile, cines, cuartos de servicio, casas burguesas, etc.) es lo que describe de manera alucinante la autobiografía de Novo. Un mundo "soslayado" tan extenso que uno acaba preguntándose cómo es posible que la heterosexualidad sea la norma dominante cuando lo que parece mover a los hombres es el deseo homosexual. La estatua de sal revela, en el sentido fotográfico de la palabra, la imagen en negativo que oculta el discurso heteronormado dominante. Según Héctor Domínguez, "la escritura se concibe como un desafío, un espacio en el que el sujeto se exhibe y con ello expone la ley que ha impuesto su abyección" (Domínguez, 2001: 139). Novo muestra también cómo el mundo socialmente ordenado, regido por una heterosexualidad coercitiva, produce en cierto modo una especie de resistencia, que podríamos calificar de pasiva, al discurso dominante. Y esta resistencia, revelada por la escritura, establece "una seducción en los términos en que de Baudrillard los entiende: someter el discurso de la ley al discurso de las apariencias, destruir los valores de verdad y establecer los del juego de los signos, la ejecución del discurso de la vestidura" (Domínguez, 2001: 144). El lector descubre cómo "los estudios" de los alcahuetes afeminados (La madre Maza, La Golondrina, Chucha Cojines, etc.) se convierten en espacio de sociabilidad homoerótica y de comercio sexual :


[…] En aquellos "estudios" conocí a casi toda la fauna de la época: al padre Vallejo Macouzet, llamado Sor Demonio, […] famoso por la clientela de cadetes que le visitaban en su iglesia de Santo Domingo; al padre Garbuno […], al licenciado Marmolejo […] que sacaba de un cajón […] la almohada que echaba al suelo para acostarse con los muchachos y eructar sobre ellos; y a la Diosa de Agua, anticuario, casado, con hijos grandes y nietos numerosos, pero persuadido de que sus conquistas se enamoraban locamente de él.

Por ahí andaba, caza de clientela o de surtido, La Madre Maza – que nunca se acostaba con la mercancía que procuraba para sus compradores, supervivientes refinados del porfirismo. Abordaba a los muchachos […] y una vez en su cuarto, tomaba con una cinta métrica la medida de su verga, y les abría las puertas de una circulación perentoria, pero inmediatamente lucrativa, entre sus contados y ricos clientes. (Novo, 2008, 162-163)


Los homosexuales decentes (militares, sacerdotes, diputados, embajadores, licenciados, maestros, artistas, bomberos, etc.), cuyos nombres Novo no duda en revelar (Jaime Torres Bodet, escritor y futuro Secretario de Educación Pública; Bernardo Ortiz de Montellano, poeta; Genaro Estrada, Ministro y Embajador de México que tuvo que casarse para salvar las apariencias) optan por la máscara de una heterosexualidad o virilidad superficial para tener la fiesta en paz y recurren a las redes de alcahuetes para comprar los cuerpos masculinos tan deseados. En la Estatua de sal, el comercio homosexual de los cuerpos parece darse en una especie de armonía social, en complicidad con las instancias del poder político y judicial, incluso religioso, que participan activamente en su realización. Ninguna mención de redadas policiales, ninguna detención, y aunque se evoque de vez en cuando las reacciones de repulsión social, esto no impide una vida homosexual intensa. La estatua de sal podría leerse finalmente como el lugar textual y fantaseado de una utopía (homo)sexual.



Elías Nandino : "Yo pertenezco netamente al sexo intermedio, con preponderancia al masculinismo"
 

La autobiografía de Elías Nandino conjuga una observación clínica de la homosexualidad, y en particular de la suya, y una transfiguración poética de los encuentros con el cuerpo varonil de sus amantes. Escrita cuando el poeta tiene más de 80 años, abarca un periodo que se extiende de los años 1900 a 1980. De cierto modo se puede leer a la vez como complemento de la autobiografía de Salvador Novo. También como contrapunto a la imagen afeminada presentada en La estatua de sal. Por otra parte, Elías Nandino se extiende mucho más que Salvador Novo en las prácticas homoeróticas en medio rural (su infancia y su iniciación sexual ocurrieron en el pueblo jalisciense de Cocula).

Como ya señalamos, el pene va a ser la zona erógena predilecta del joven Elías. En su recuerdo algo confuso, el descubrimiento infantil de la masturbación parece haber sido inducido por su amiguito Lencho (Nandino, 2000 : 12-14) y el gusto precoz y predominante por la penetración, lo descubre y lo ejerce con los animales domésticos que están a su alcance (chivas y gallinas). Cuenta, de manera muy divertida, cómo una gallina, a la que estaba penetrando, se le murió en las manos y cómo una chiva, de la que se enamoró y con la que tenía relaciones sexuales, le fue servida en birria cuando su padre se enteró del asunto. La valoración del pene parece construirse contra una imagen dolorosa y angustiante vinculada al ano. Las primeras palizas del padre provocan un dolor acompañado de una expulsión fecal: "Mi padre […] se acabó la tabla golpeándome la espalda. Yo pegué de gritos, me revolqué y me batí en mis propias heces por los dolores" (Nandino, 200: 21); "[…] mi padre empezó a pegarme con la cuarta del caballo y a darme de patadas […].Yo gritaba y lloraba fuerte y como de costumbre defequé en mi cuerpo." (Nandino, 2000: 23). En varias ocasiones describe de manera clínica, y algo delirante, los incidentes vinculados al uso del ano como zona erógena: "En los exámenes clínicos me fui dando cuenta de todos los peligros al ejercer los deleites practicando con los órganos funciones diferentes a las que están destinados." (Nandino, 2000: XVI). Marcado por el discurso biologizante dominante y a pesar de una lectura atenta de las teorías sobre sexualidad de Freud, el doctor Nandino parece no poder concebir que el ano, asociado en su recuerdo con situaciones de dolor, pueda servir a otra cosa que a defecar. Están en su memoria las sensaciones desagradables cuando los sacerdotes le "succionaban" el ano (Nandino, 2000: 39), la imagen de un sastre que quiso violarlo ("Me sacó su cosa, que era enorme, e intentó voltearme. Sentí horror, asco. […] Desde entonces nunca me gustó ocupar el lugar pasivo" (Aguilar, 1986: 34)) y algunos intentos de relación pasiva que provocaron hemorragia.

Como Salvador Novo, Elías Nandino intenta dar una explicación etiológica a su homosexualidad bajo el prisma freudiano (una madre a quien ama con fugacidad y un padre excesivamente autoritario pero ausente) aunque a veces parece convencido de que es innata ("Nadie sabe el conjunto de dificultades que tiene un hombre que nació marcado con ese destino que es incurable. [la cursiva es mía]" (Nandino, 2000: 56) o "Mi homosexualidad es auténtica; nací con ella en mis huesos y en mi carne" (Nandino, 2000: 57)). Un constante vaivén entre una explicación psicoanalítica que plantea la homosexualidad como resultado de un fracaso en la educación parental, y unas concepciones decimonónicas sobre inversión sexual, tercer sexo y degeneración.

La autobiografía revela paralelamente, y como documento histórico me parece muy interesente, las prácticas homoeróticas que se daban en los pueblos a principios del siglo XX. Caricias, besos, masturbaciones entre los alumnos y una iniciación sexual forzada a cargo de unos sacerdotes, bien surtidos en cuerpos adolescentes, que más bien parecen avatares iconoclastas de los antiguos pederastas griegos:


[…] me fijaba en los mancebos que andaban con los sacerdotes, para ir a lo seguro. Fue así cómo yo tenía mi harén particular en los pesebres de los corrales adyacentes a una huerta de mi padre. […] Estoy seguro que esos padres violaron más mancebos que mujeres. Pedro Zamora, el sanguinario cabecilla que operaba desde Sayula hasta Autlán en sus constantes correrías. Naturalmente, aquéllos están sepultados como santos en el interior de la iglesia. (Nandino, 2000: 40)


Frente a una sexualidad conflictiva y socialmente abyecta, llena de remordimientos y angustias, Nandino expone, al contrario de Novo, un cuerpo homosexual virilizado y sobre todo invisible -"discreto" como dice él mismo-, para una clase media decente. La resemantización de su homosexualidad como orientación sexual dignificada, la va a escribir/inscribir en los cuerpos mismos de los amantes. "Procuré que cada acto sexual fuera la semilla de la que germinara un poema" (Aguilar, 1986: 15), dice. El cuerpo del amante se convierte en una especie de página orgánica en la que Nandino proyecta una doble fantasía: la de un Pigmalión que "trabaja", "pule", "educa", "viste" la belleza del efebo y le da "ritmo como lo hacía con un poema" (Nandino, 2000: 158; 178) y la un padre ideal que satisface una paternidad "trunca" e incestuosa. En Juntando mis pasos, Nandino recurre a nombres altamente significativos para recordar a los amantes más importantes. Varios capítulos llevan el nombre del efebo evocado: Orfeo, Alcibíades, Apolo, Hermes, Patroclo, Ulises. Héroes viriles, guerreros de una Grecia mitificada que revelan lateralmente un complejo de inferioridad socio-sexual contra el que el poeta parece luchar, recurriendo a un intertexto cultural elitista, como si paralelamente quisiera superar un complejo literario: "Realmente yo no pertenecí al grupo de los "Contemporáneos" porque desde un principio me marginaron, pensaron que yo era un diletante, que mi vocación poética sólo era entusiasmo. […] Siempre me mostraron un desinterés y una débil crítica" (Nandino, 2000: 63). Cuando se trata de describir al amante en tanto objeto sexual, éste se transfigura en un hijo erotizado con el que Nandino satisface sus pulsiones incestuosas:


Los amé no solamente como amantes, sino como hijos y, más, con la horrible y maravillosa sensación de que cometía incesto". (Nandino, 2000: 159)
Poco a poco, del beso puro pasaría al beso lenguado, hasta que llegara el momento en que pudiera sentir el placer de cometer un incesto, de violarlo saboreando el deleite del remordimiento. El homosexualismo tiene como aliciente saber que hacemos lo prohibido, y si a lo prohibido añadimos el incesto, es como juntar el cielo y el infierno". (Nandino, 2000: 179)


Los dos fragmentos citados acarrean ingredientes para una lectura interpretativa en clave psicoanalítica, sobre todo si los relacionamos con la imagen de aquel padre autoritario, cruel, figura de la Ley coercitiva que prohíbe al hijo identificarse con la madre (rechazo de lo afeminado) y lo castiga violentamente cuando se aparta de las normas en vigor, condenándolo a ser una figura especular de la autoridad paterna en sus actos sexuales. Me parece más pertinente apuntar lo que socialmente revelan del cuerpo homosexual tal y como parecen concebirlo ciertos homosexuales mexicanos en la primera mitad del siglo XX: un cuerpo marcado por la abyección a la que lo condena un discurso dominante que le reprocha el no responder a los imperativos genésicos pero que, al mismo tiempo, le prohíbe la reproducción; un cuerpo socialmente dócil que goza maravillosamente de una sexualidad alternativa pero que, al haber internalizado las reglas dictadas por el discurso nacionalista, no consigue la coherencia que se espera de él.

Si la Estatua de sal puede leerse como el lugar textual y fantaseado de una utopía homosexual donde circulan libremente los cuerpos en busca de sexo, Juntando mis pasos, al contrario, multiplica los signos de una distopía homosexual: chantaje, golpes, remordimientos, angustias, frustraciones, reacciones sociales injuriosas, lucha permanente para conseguir cierta tranquilidad. Nandino nos presenta una sociedad hipócrita y despiadada en la que la vida de un homosexual, relegada en los sótanos clandestinos de la vida social, para retomar una expresión de José Joaquín Blanco (1979), puede convertirse en un infierno.




Consideraciones finales


"Es innegable", dice Antonio Marquet, "que La estatua de sal saca al discurso homosexual del terreno médico […] aunque Novo habla con la ayuda de términos que le proporcionan ese discurso" (Marquet, 2001: 47, nota 4). Efectivamente, la difusión del discurso homosexual producido por homosexuales fue en un primer momento, como lo vimos en la primera parte, incitada por el propio discurso médico. Incluso se puede decir que permitió, sin proponérselo, la "liberación" de la palabra homosexual y su consiguiente elaboración literaria.

Novo elabora su obra desde la trasgresión que supone ser un ciudadano sin lugar en la sociedad. Exhibe e impone su cuerpo estigmatizado como si fuera un texto orgánico que Beatriz Preciado calificaría de "contra-sexual". Saca, como señala Antonio Marquet, al discurso homosexual del discurso médico pero le es imposible sacarlo del closet literario en los años 1940. Elías Nandino parece hacer lo contrario. Ubica al cuerpo homosexual dentro del discurso médico y lo hace invisible socialmente. Cuando lo saca del closet literario, en una especie de postura militante, su percepción de la homosexualidad, marcada por consideraciones decimonónicas sobre inversión sexual e impregnada de una lectura psicoanalítica conservadora, no puede contribuir ni a un conocimiento científico del deseo homosexual ni a su reconocimiento social. Ya está en marcha, desde finales de los años 1970, un movimiento de liberación gay radical que empieza a cuestionar los fundamentos de la heterosexualidad como norma exclusiva.

Si es cierto lo que afirma Carlos Monsiváis, en el prefacio a La estatua de sal, "Según las clasificaciones rígidas, hasta fechas recientes sólo se localizan en México dos tipos de homosexuales: el joto de tortería o de burdel y el maricón de sociedad. Los demás resultan sombras huidizas." (Novo, 2008:32), entonces las autobiografías de Novo y Nandino rescatan, dándoles cuerpos y rostros, esas sombras que hubieran desaparecido de la historia de la homosexualidad en tiempos de los Contemporáneos.



 

Bibliografía



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Elias Nandino.

Nació en Cocula, Jalisco, el 19 de abril de 1900; murió el 2 de octubre de 1993. Poeta. Estudió medicina en la Escuela Nacional de Medicina. Editor y director de Estaciones, Cuadernos de Bellas Artes, Allis Vivere, México Nuevo y Campo Abierto. Perteneció al grupo de Los Contemporáneos. Miembro de las sociedades de Traumatología de la Cruz Verde y de la de Cirugía del Hospital Juárez. Publicó seis números de la colección de Cuadernos de México, entre las que destacan: Villaurrutia (Poesía), Usigli (Teatro), Samuel Ramos (Filosofía), Carlos Luquín (poesía), Antología poética (de Salvador Novo). Colaboró en América, El Universal Ilustrado, Metáfora, Summa, y Xallixtlico. Premio Nacional de Poesía de Aguascalientes 1979 en reconocimiento a su obra poética. Premio Jalisco 1981. Premio Nacional de Literatura 1982. Medalla José Clemente Orozco 1989. Una selección de sus textos se incluye en la compilación Premio de Poesía Aguascalientes 30 años, 1978-1987, Joaquín Mortiz/Gob. del Edo. de Aguascalientes/INBA, 1997.

Obra publicada

Autobiografía: Juntando mis pasos, (e.p.), Aldus, La Torre Inclinada, 2000.
Poesía: Espiral, Norte, 1928. || Color de ausencia, Norte, 1932. || Eco, Mundial, 1934. || Río de sombra, Mundial, 1935. || Sonetos, Ángel Chapero, 1937. || Suicidio lento, Ángel Chapero, 1937. || Poemas árboles, Norte, 1938. || Nuevos sonetos, Cuadernos México Nuevo, 1939. || Espejo de mi muerte, Isla, 1945. || Poesía I. 1924-1945, Nueva Voz, 1947. || Poesía II, Nueva Voz, 1949. || Naufragio de la duda (sonetos), Nueva Voz, 1950. || Triángulo de silencios, Guaranía, 1953. || Nocturna summa, FCE, Tezontle, 1955. || Nocturno amor (doce sonetos), Cuadernos del Unicornio, Colección Literaria Juan José Arreola, núm. 9, 1958. || Nocturno día, Estaciones, 1959. || Nocturna palabra, FCE, Letras Mexicanas, núm. 60, 1960. || Poeme de ma parole, Profils Poétiques des Pay Latins, París, 1961. || Eternidad del polvo, Joaquín Mortiz, 1970. || Cerca de lo lejos, FCE, 1979. || Conversación con el mar, Cuarto Menguante, Guadalajara, 1982. || Costumbre de morir a diario, Departamento de Bellas Artes de Jalisco, 1982. || Medio rostro de una vida (1916-1948), Colomos, 1982. || Antología poética 1924-1982, Domés, 1983. || Erotismo al rojo blanco, Domés, 1983. || Todos mis nocturnos, Ayuntamiento de Guadalajara, 1988. || Ciclos terrenales, 1989. || Nocturnos intemporales, UNAM, 1990. || Eternidad del polvo/Nocturna palabra, CONACULTA, 1991. || La noche y la poesía, CONACULTA/INBA, Nuestras Escrituras, 1992. || Banquete íntimo, Secretaría de Cultura de Jalisco, Escritura en Marcha, 1993.
http://www.literatura.bellasartes.gob.mx/acervos/index.php/catalogo-biobibliografico/1125
Si hubieras sido tú Por Elías Nandino
a Xavier Villaurrutia

Si hubieras sido tú, lo que en las sombras, anoche,
bajó por la escalera del silencio
y se posó a mi lado,
para crear el cauce de acentos en vacío
que, me imagino, será el lenguaje de los muertos.
Si hubieras sido tú, de verdad, la nube sola
que detuvo su viaje debajo de mis sábanas
y se amoldó a mi piel
de una manera leve, brisa, aroma,
casi contacto angelical soñado...
Si hubieras sido tú,
lo que apartando la quietud oscura
se apareció, tal como si fuera tu dibujo
espiritual que quiso convencerme
de que sigues, sin cuerpo, viviendo en la otra vida.
Si hubieras sido tú la voz callada
que se infiltró en la voz de mi conciencia,
buscando incorporarte en la palabra
surgida de tu muerte, por mis labios.
Si hubieras sido tú lo que en mi sueño
descendió como bruma, poco a poco,
y me fue encarcelando
en una vaga túnica de vuelo fallecido…
Si hubieras sido tú la llama
que inquemante pasó por mi desvelo
sin conmover el lago del azoro,
igual que en el espejo se sumerge
la imagen, sin herirle
el límpido frescor de su epidermis.
Si hubieras sido tú...
Pero nuestros sentidos
no pueden identificar las ánimas.
Los muertos, si es que vuelven, han perdido
todo lo que pudiera
darnos el goce de reconocerlos.
¿Quién más pudo venir a visitarme?

 

sábado, 8 de febrero de 2014

OPINIÓN:UNA FIESTA DIONISÍACA PERO SIN FAUNO.

OPINIÓN:
UNA FIESTA DIONISÍACA PERO SIN FAUNO.
Ayer se otorgaron los Premios Nacionales de Literatura Aquileo J Echeverría 2013.
Muy satisfecho con la mayoría de los ganadores. Una vez más se evidencia que en Costa Rica las generaciones más... viejas de escritores aun están vigentes. Que la experiencia y el conocimiento literario no se puede improvisar, que no es un asunto de leer a dos norteamericanos escritores que estén en boga y, lanzarse a la creación literaria como un sabelotodo con cámara en mano.
O peor aún, crear un blog proclamando con autobombo que su propia literatura es la mejor del país como la de sus compinches. Han sido descartados otro año más para ser merecedores del Premio Nacional, El ninguneo que practican con furor o, su poca nobleza de corazón para sus criticas maledicentes ha fracasado de nuevo para este grupo de desalmados que yo les llamo: bandoleros literarios. Pero, en definitiva la buena literatura ha prevalecido una vez más. Y el autobombo como sus lacayos siguen en una fiesta dionisíaca pero sin faunos y sin vino.
 
J.Méndez-Limbrick.

martes, 4 de febrero de 2014

Carlos Fuentes presenta una de sus últimas novelas: VLAD.




Drácula se muda a la Ciudad de México
Leda Rendón
Carlos Fuentes, Vlad, Alfaguara, México, 2010, 112 pp.

Quién mejor que Guillermo del Toro, hom -
bre apasionado por el tema de los vampi -
ros desde su primera película Cronos, para
presentar en la Feria Internacional del Libro
de Guadalajara Vlad, el más reciente libro de
Carlos Fuentes. La novela es un homenaje
a Drácula de Bram Stoker; el tránsito del
héroe, el conde y las mujeres recuerdan a
cada momento esta obra clásica. En la na -
rración Fuentes reelabora el mito del em -
blemático Vlad Tepes y nos regala un libro
lleno de suspenso, terror, erotismo y re -
flexión política. Finalmente son las niñas
Minea y Magdalena, que Fuentes introdu -
ce en la narración, las que proporcionan un
giro extraordinario a este libro en el que el
conde Vladimir traslada a la Ciudad de Mé -
xico su residencia como alguna vez lo hi -
ciera al Londres de finales del siglo XIX.
En Vlad el vampiro cambió de domici lio
para hacer del país del tequila su oficina y
su comedero personal. El narrador y héroe,
Yves Navarro, recibe la orden de su jefe,
Eloy Zurinaga, de acondicionar una casa
para un amigo que se quedó sin pro pie dades
en Rumania. La esposa de Yves, Asunción,
es agente de bienes raíces y consigue una
man sión en Lomas Altas. Posteriormente,
Yves es hecho prisionero por el conde para
apoderarse de lo que él más ama, su familia.
Los Navarro perdieron a un hijo (Didier) y
tienen una pequeña hija de diez años (Mag -
dalena); los dos son piedra de toque de la
narración.
El mito del vampiro es vigente hoy en
día porque sirve para establecer una serie
de metáforas en torno al poder, el amor, el
deseo y la envidia, entre otras cuestiones.
Es por eso que las salas de cine, al menos
cada año, presentan un filme sobre vampiros,
que en muchas ocasiones está basado
en algún libro. Sin embargo, hay poco
de esta amplia oferta que vale la pena re -
visar. Uno de esos casos es por ejemplo El
ansia de Tony Scott, donde Catherine De -
neuve recluye a sus amantes, que terminan
su vida activa de vampiros, en su tapanco.
Esto no es más que la extrapolación de la
vida sexual y amorosa de una mujer que
guar da en su recuerdo el perfume de sus
amantes. Al hacer este mismo ejercicio con
Vlad, se podría pensar en un hombre, el
con de, que gusta de las mujeres muy jó ve -
nes, avatares de la emblemática Lolita de Vla -
dimir Nabokov para satisfacer sus de seos.
Respecto a eso, Bongo, el criado de Drá cu -
la, una especie de Quasimodo, le dice a Yves
después de acariciar furtivamente a una de
las niñas: “No se preocupe, monsieur
Navarro. Mi amo no me permite más que
esto. Il se réserve les petits Choux bien
pour lui…”.
Carlos Fuentes reelabora de manera ex -
traordinaria varios elementos del mito vam -
pírico y los incorpora a su Vlad. El pri me -
ro de ellos es la sexualización de los niños,
que en Entrevista con el vampiro de Anne
Rice y Déjame entrar, película sueca, apa re -
ce e inevitablemente nos recuerda a Minea,
la hija del conde Vlad. Así recupera aquella
figura mítica de la niña como objeto
erótico, tan presente en la obra del pintor
polaco-francés Balthus. Otra de las apor -
taciones es poner en los pisos de mármol
de la casa de Lomas Altas un sinnúmero de
coladeras y motivos perversos. Por último,
podemos ver al conde totalmente desnu -
do descrito en palabras de Fuentes: “blanco
como un huevo”.
Del mismo modo, Fuentes logra aprehender
la realidad política del México con -
temporáneo al introducir a personajes como
el abogado Eloy Zurinaga, una suerte de
Renfield, que a decir del propio Yves Na -
varro es una persona que: “…sabía perfectamente
que el poder político es perece -
dero; ellos no. Se ufanaban cada seis años,
al ser nombrados ministros, antes de ser
olvidados por el resto de sus vidas”. De tal
suerte que el licenciado Zurinaga es una es -
pecie de vampiro político, especie que abun -
da en la región más transparente, bajo la
influencia de Vlad el Empalador.
Con Vlad Fuentes vuelve, como en
Aura, a explorar los territorios ocultos de
la mente humana; hace un recorrido es -
ca lofriante por los deseos y las perversio -
nes del hombre. En Vlad, el vampiro es
un reflejo fiel del alma del ser humano:
egoísta, ambicio sa y perversa. Devela los
mecanismos ser viles de la política en nues -
tro país y sobre to do explora, de manera
personal e inteli gente, los diversos rostros
de la perversión.

lunes, 3 de febrero de 2014

Honoré de Balzac, retrato de la literatura y la política de su tiempo.

 

Honoré de Balzac, retrato de la literatura y la política de su tiempo

01-06-2011
Honoré de Balzac, retrato de la literatura y la política de su tiempo                
Por Ruth Rodríguez-Martínez (Universitat Pompeu Fabra)
Citación recomendada: Rodríguez-Martínez, Ruth. (2011). "Honoré de Balzac, retrato de la literatura y la política de su tiempo". Obra Periodistica, 2. http://www.upf.edu/obraperiodistica/es/anuari-2011/honore-de-balzac.html 
Resumen:
Conocido por su monumental Comedia Humana, Honoré de Balzac (Tours, 20 de mayo de 1799 - París, 18 de agosto de 1850) mantuvo a lo largo de su vida una estrecha y compleja relación con el periodismo. En este caso se recogen algunos de los textos publicados por el autor en La Revue parisienne
Palabras clave: Balzac, La Revue parisienne, Stendhal, Sainte-Beuve, crítica literaria
Artículo en formato .pdf

El autor
Conocido por su monumental Comedia Humana, Honoré de Balzac (Tours, 20 de mayo de 1799 - París, 18 de agosto de 1850) mantuvo a lo largo de su vida una estrecha y compleja relación con el periodismo. El escritor participó de forma habitual en diversas publicaciones como La revue des Deux Mondes, Le Temps, Le Renouvateur o La Presse.
Entre sus colaboraciones periodísticas destacan las diecinueve "Lettres sur Paris" que publicó en el diario Voleur del 30 de septiembre de 1830 al 31 de marzo de 1831; sus cinco artículos titulados "Traité de la vie elegante", publicados en La Mode del 5 de octubre al 6 de noviembre de 1830; o su crítica, poco favorable, de la pieza de teatro Hernani de Victor Hugo, aparecida el 7 de abril de 1830.
A pesar de que Balzac colaboró de forma constante en la prensa de su tiempo, sobre todo de 1830 a 1848, es necesario señalar el tono crítico que utilizaba cuando hacía referencia al periodismo y del que dejó constancia en su Monographie de la presse parisienne.

Los artículos
Dada la corta vida de esta publicación, de la que Balzac era director, los artículos que se presentan en esta antología componen casi la totalidad de los textos que el escritor tuvo ocasión de publicar en ella. El escritor definió la prensa como el conjunto de textos que se publicaban periódicamente sobre política y literatura y, fiel a su afirmación, gran parte de sus artículos están consagrados a alguno de estos dos temas.

Como crítico literario, Balzac se propuso combatir la falta de sinceridad e independencia que detectó en la crítica de su tiempo. El resultado es heterogéneo ya que en ocasiones habla con dureza, es el caso de su "Lettre sur la littérature, le théatre et les arts", y en otras con generosidad, como en el texto "Études sur M. Beyle".

La Revue parisienne . De Junio a Septiembre de 1840
Tras el fracaso vivido como director de La Chronique de Paris, con La Revue parisiense Balzac quiso cumplir por segunda vez su deseo de dirigir su propia revista. Para ello el escritor se asoció con Dutacq, que en ese momento era director de Le Siècle y el gran rival de Girardin. De acuerdo con lo pactado, Balzac se encargaba de los contenidos, Dutacq de la administración y los beneficios se repartían entre los dos socios.
A pesar de la ilusión y energía de Balzac, su falta de realismo para los temas económicos le obligó a cerrar la revista cuando ésta apenas tenía cuatro meses de vida.

La antología. Entre la literatura y la política
De los artículos seleccionados para esta antología, aquellos que están consagrados a temas literarios son, entre otros, la "Lettre sur la littérature, le théatre et les arts" del mes de julio y del mes de septiembre. La lectura de estas cartas permite comprender que para Balzac la crítica debe analizar las obras de cada época para indicar si éstas cumplen o no los principios del arte. Buen conocedor del proceso creativo, para el autor de La Comedia Humana el arte no es fruto de la casualidad sino del trabajo y nace guiado por una serie de principios concretos, tales como la unidad de la acción o la adecuada jerarquización de los personajes. El escritor de talento, explica, no es aquél que retrata la naturaleza tal y como se presenta, con sus incongruencias y torpezas, sino el que elige aquellas circunstancias de la naturaleza y la vida que pueden convertirse en elementos literarios.
La "Lettre sur la littérature, le théatre et les arts" del mes de agosto se distingue de las dos anteriores porque está dedicada a una obra concreta: Port Royal de Sainte-Beuve. En su texto, Balzac pone en cuestión que Sainte-Beuve conozca la gramática francesa y lo define como intolerable y aburrido. Este texto vino a enconar un poco más la enemistad que ya existía entre ambos autores. A partir de su publicación Sainte Beuve se negó a compartir mesa y la sal con el autor de La Comedia Humana.
Muy distinto es el tono que Balzac utiliza en su texto "Etudes sur M. Beyle", en el que analiza la novela La Cartuja de Parma, de Stendhal. Pese a la diferencia de estilos que existía entre ambos escritores, Balzac alaba el estilo conciso y escueto de Stendhal. Asimismo, no duda en afirmar que La Cartuja de Parma es una obra que no puede ser apreciada nada más que por las almas y las personas verdaderamente superiores. A pesar de la admiración que esta obra despertó en Balzac, la aparición de La Cartuja de Parma fue totalmente ignorada por la crítica de su tiempo.
La política toma protagonismo en el texto "Sur les ouvriers", en el que el escritor denuncia la falta de valores de la política contemporánea. Sus opiniones no sorprenden ya que Balzac siempre se mantuvo próximo al absolutismo. El análisis político convive con el periodístico en "Chronique de la Presse". En este artículo el autor define la prensa como un cuarto poder capaz que no duda en atacarlo todo pero al que nadie se atreve a atacar. Fiel a su tono crítico hacia la prensa, Balzac denuncia la falta de libertad del periodismo respecto a los poderes políticos y económicos.
Por último, en el texto "Les fantaisies de Claudine" el escritor describe a los jóvenes bohemios que transitan el Boulevard des Italiens de Paris y recuerdan a la juventud de talento que describe en su novela Ilusiones perdidas.

Bibliografía

Balzac, Honoré, (1968), Revue Parisienne. Genève, Slatkine Reprints.
Balzac, Honoré (1989), Étude sur La chartreuse de Parme de Monsieur Beyle. Castelnau-le-Lez, Climats.
Balzac, Honoré, (1998) Les journalistes: Monographie de la presse parisienne. Paris, Arléa.
Balzac, Honoré, (2000) Écrits sur le roman, Paris, Librairie Genérale Française.
Chollet, Roland, (1983), Balzac journaliste: le tournant de 1830, Paris, Klincksieck
Houbert, Jacques, (2000) "Sainte Beuve vs Balzac", en Le courrier balzacien, nº 80, pp. 17-23.
Maurois, André, (1974) Prométhée ou la vie de Balzac. Paris, Flammarion Éditeur.

Artículos
" Lettre sur la littérature, le théatre et les arts", 25 de Julio de 1840 " Lettre sur la littérature, le théatre et les arts", 25 de Agosto de 1840      
" Chronique de la Presse", 25 de Agosto de 1840    " Les fantaisies de Claudine", 25 de Agosto de 1840
" Sur les ouvriers", 25 de Agosto de 1840
" Etudes sur M. Beyle", 25 de Septiembre de 1840
" Lettre sur la littérature, le théatre et les arts", 25 de Septiembre de 1840

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