domingo, 22 de septiembre de 2013

Xavier Villaurrutia. "Invitación a la muerte". género: teatro.



Pocos autores del siglo XX han influido tanto en mi gusto literario como el poeta mexicano Xavier Villaurrutia, podría decir que es una obsesión su obra literaria. La leía en la HEMEROTECA de la Universidad de Costa Rica en mis descansos de estudiante de Derecho, en esas tardes-noches de invierno. Recuerdo, que la Biblioteca de la Universidad de Costa Rica poseía (espero que todavía la conserve) las obras completas del poeta mexicano, una publicación de Fondo de Cultura Economica.

Y fue en una tarde-noche, un viernes de lluvia que tomaba en mis manos la obra de Villaurrutia y me leía INVITACIÓN A LA MUERTE una de sus pocas obras teatrales. "Invitación a la muerte" es una obra difícil, extraña, de corte surrealista pero, con el sello de Villaurrutia. "Invitación a la muerte" no es una obra para la gran mayoría de lectores sin embargo, es una obra sugestiva, delirante. "Invitación a la muerte", es la obra del genio poético de Villaurrutia llevada al teatro. Todas su obsesiones: la soledad, el sueño, la muerte, la falta de comunicación, el pesimismo larvado están presentes. Hoy, he encontrado en la Red una tesis de una joven chilena. Por razones de espacio, solo transcribo la mitad de su trabajo, sin embargo, -y como debe ser- señalo el enlace del que fue tomado para que así todos los curiosos y amantes de Villaurrutia se puedan deleitar en una excelente tesis.
http://www.tesis.uchile.cl/bitstream/handle/2250/111489/Pizarro%20Francisca.pdf?sequence=1

Capítulo tercero: Invitación a la muerte, una reelaboración surrealista de Hamlet.

I. Transtextualidad: Hamlet en el México los años cuarenta.


Para realizar el análisis textual, utilizaremos los conceptos de hipertexto e hipotexto, ambos definidos por Gérard Genette en su obra Palimpsestos, con el objetivo de aplicar su teoría de la transtextualidad o "trascendencia textual del texto", es decir, todo lo que pone a un texto en relación manifiesta o secreta con otros textos (1989, 9-10). Esta relación de transtextualidad puede darse de cinco formas distintas: la intertextualidad, paratextualidad, metatextualidad, architextualidad e hipertextualidad. A través de esta última, entenderemos la relación entre Invitación a la muerte de Xavier Villaurrutia y Hamlet. Genette define hipertextualidad como toda relación que une un texto B, al cual llama hipertexto (en nuestro caso, Invitación a la muerte, a un texto A, el hipotexto (Hamlet). En esta relación se genera una operación llamada "trasformación directa" o "imitación": se trata de la construcción de una obra mucho más compleja que la primera, que exige la constitución previa de un modelo genérico, con el cual un autor puede engendrar un sin número de performances miméticas, es decir, utiliza el estilo de una obra para contar acciones diferentes (Genette, 15).
La relación de transtextualidad que encontramos en la obra de Villaurrutia está dada por la primera de las trasformaciones, la que en términos simples, consiste en trasponer la acción de la obra: en este caso, la historia del príncipe Hamlet al México del siglo XX. Lo que se hace finalmente es extraer un esquema de acción y de relación de personajes para ser contado en un estilo diferente16. Así, Hamlet (texto A) sirve como modelo o patrón para la construcción de Invitación a la muerte (Texto B). El hipertexto de Villaurrutia que se obtiene como resultado corresponde además, a una "trasformación seria", régimen que Genette define como transposición, pues a diferencia de la parodia que es una
16 Es necesario aclarar que cuando Genette habla de acciones y estilo lo hace en el sentido aristotélico, es decir, según lo que Aristóteles define como acciones, es en acciones altas y bajas. En cuando a estilo se refiere, a los modos de representación, narrativo y dramático, cuyas combinaciones dan origen a los cuatro géneros aristotélicos: tragedia, epopeya, comedia, parodia. 27


trasformación lúdica, no está escrita en el sentido de burla o agresión del hipotexto (1989, 40).
Invitación a la muerte, de Xavier Villaurrutia, es un drama escrito en 1945 y representado por primera vez en 1947 en México. La acción dramática se desarrolla en una agencia de inhumaciones (o casa funeraria) de México, durante los años cuarenta. El encargado de la dirección del lugar es Alberto, un joven austero, solitario, que vive agobiado por su necesidad de huir de la compañía de amigos y familiares. Sabemos también que, junto con su madre, fueron abandonados por el padre hace años. Su único amigo es Horacio, un joven extrovertido, moderno, consciente de los cambios que experimenta la vida de su época frente a las tradiciones más antiguas de México, esto especialmente, en lo que se refiere a las reformas que la empresa funeraria requiere para aumentar el número de clientes. Este personaje, que Villaurrutia identifica como "el joven" en los diálogos del texto, será contrastado con un segundo empleado de la agencia: un anciano que lleva varios años trabajando para la familia de Alberto, incluso desde antes de que el padre los abandonara. Con su carácter reservado y pasivo, el anciano representará todos los valores tradicionales y más conservadores relacionados con su trabajo, mostrando una actitud siempre escéptica frente a las nuevas ideas y reflexiones del joven Horacio. En el diálogo entre estos dos personajes, con que se inicia la obra, encontramos un primer indicio de la relación con Hamlet: el nombre de la funeraria. En el presente de la acción dramática, el lugar se llama "Al féretro elegante", sin embargo, en el pasado se había llamado "Dinamarca", país de Hamlet. El cambio fue sugerido por el joven con la intención de comenzar a renovar el negocio y volverlo más atractivo para los clientes. A partir de este elemento, Villaurrutia instala la acción en un lugar geográfico simbólico: hablamos del país que Shakespeare escogió para desarrollar la historia del príncipe Hamlet. Durante los primeros diálogos de la obra, no solo se establece la relación con el espacio de la acción, sino también la naturaleza del diálogo que nos remite a la escena de los sepultureros en Hamlet, con la que se inicia el acto quinto. Si bien la conversación de los dos encargados de la funeraria y la de los sepultureros no tienen ningún tipo de relación, sí podemos observar la presencia de un tema en común: la muerte; y la indiferencia y falta de solemnidad con la que es tratada. En Hamlet, por medio de bromas y juegos de palabras, los sepultureros abordan el motivo de la muerte, dando a conocer la naturalidad de la muerte. Para ellos no 28


es más que parte de su trabajo; una actitud que hasta para el príncipe, mientras los observa cavando una fosa: "¿Será que este hombre no tiene sentido alguno de su oficio, cuando canta al cavar esa sepultura?" (V. I. 120). Es Horacio, el amigo de Hamlet, quien dará sentido a la fría actitud de aquellos dos hombres: "La costumbre ha hecho se connaturalice con esa ocupación" (V. I. 120).

Como nos dice Horacio, ha sido la costumbre de realizar siempre el mismo trabajo lo que ha hecho a estos hombres asumir la muerte como parte de su cotidianeidad la muerte, por lo cual no merece más seriedad que una conversación cualquiera entre dos amigos. En Villaurrutia el joven y el anciano están acostumbrados a vender féretros y tratar con la muerte, por lo que la profesión adquiere la misma actitud indiferente y cotidiana que en la escena anterior, pues piensan en esto como un negocio más, como cualquier otro.

Para estos dos personajes la muerte no es más que la solución práctica para las dificultades que ha pasado la agencia el último tiempo que carece de clientes; pero que solo en Horacio encontramos ese tono ligero y alegre de los sepultureros de Hamlet. Para él pues la venta depende de la naturalidad y festividad (actitud propia de la cultura popular mexicana frente a la muerte y sus rituales) con la que se debe recibir al cliente para ofrecer sus servicios. Por ello la sugerencia de cambiar el nombre "Dinamarca" por "Al féretro elegante", se origina con la intención del joven de hacer una clara invitación a adquirir los servicios fúnebres como si estos fueran una celebración que rompe con la actitud pasiva de solemnidad y tristeza que implica su trabajo: "es algo más que un título; es una invitación (…) Hasta en el peor de los casos. Más o menos tarde, todos asistimos a la fiesta con invitación o sin ella. Yo he pensado que sería más correcto invitar. De este modo los preparativos se hacen con más cuidado, con menos prisa y hasta con cierto gusto" (I. I. 354).
Es importante tener en cuenta que el joven Horacio de Invitación a la muerte es un personaje que no solo comparte el nombre con su homónimo de Hamlet, sino también una importante función dentro de la obra: ser el compañero y confidente de los conflictos externos y principalmente internos de Alberto. Del mismo modo, nos resultará fácil establecer la correlación entre el anciano de la agencia de inhumaciones y Polonio, en tanto ambos representan las costumbres y tradiciones más antiguas de sus correspondientes mundos. Por un lado, el chambelán que se llama a sí mismo seguidor de las leyes de Dios y 29


el rey (II. II. 47) y, por otro, el anciano que, desconfiando de las innovaciones que pretende poner en funcionamiento el joven, prefiere guiarse por las formas solemnes del trato para con los clientes. Otro elemento importante es su paternidad. Su hija Aurelia, es la enamorada de Alberto, la que identificamos con Ofelia, la hija de Polonio, enamorada de Hamlet.

Alberto, cuyo carácter es el motor central de la acción dramática. Como Hamlet, Alberto representa un tipo de ser humano enfrentado a los nuevos tiempos (la modernidad), cuando la vida se ha vuelto efímera y sin sentido a causa de los bruscos cambios de valores, se ve en la constante necesidad de cuestionar la realidad y el mundo que lo rodea, a raíza de los conflictos personales de naturaleza espiritual y práctica que aquejan su existencia. Así lo señala el mismo médico de la familia, frente a la preocupación de su madre por el delicado estado de salud de su hijo: "Alberto no está perdido. Es simplemente un joven complicado, moderno, comido por preocupaciones y por interrogantes; acaso el día que lograra acabar con ellas solo conseguiría hacer de él un fardo humano, un cuerpo vacío". Alberto presenta el mismo tipo de conflicto que agobia a Hamlet, quien, como ya habíamos analizado, es la imagen del héroe moderno del drama, en tanto su dilema está en la imposibilidad de comprender un mundo cuyo orden se ha ido trastocando y cuya única arma de defensa en contra de la corrupción es su incapacidad para confiar en el mundo y seres que le rodean.

Observamos que estos dos personajes, Hamlet y Alberto, padecen la incomprensión y hostigamiento por parte de la vida que les ha tocado vivir, la que no por coincidencia presenta varias similitudes: Hamlet ha perdido a su padre tras su misteriosa muerte producida, según la versión oficial, a causa de la mordedura de una serpiente. El padre de Alberto también lo ha dejado, no por una repentina muerte, sino por su ambición de buscar una vida mejor en otro continente lejos de su familia, esto según la versión que se conoce de boca del anciano de la funeraria, quien ya había trabajado con el padre de Alberto antes de que este se marchase. En ambos casos, la pérdida de la figura paterna ha sumido a los dos jóvenes en una fuerte depresión y condición de soledad.
La relación padre-hijo resulta tan determinante para ambos personajes como la establecida con la madre, especialmente a partir del primer encuentro con el fantasma de su padre, lo que desata el conflicto interno de Hamlet, al descubrir la verdad sobre la muerte 30


del rey, la culpabilidad del tío y enfrentarse a la duda de si obedecer o no a la petición de venganza en tanto no descubra, a través de sus propios medios, si Claudio es o no culpable. Situación similar es la que se da al final del primer acto de Invitación a la muerte. En la última escena Alberto ha quedado solo en la funeraria y cree sentir la presencia de su padre, que llega por la puerta trasera de la agencia. A partir de la aparición del padre-cliente ante Alberto, su perspectiva sufre un vuelco rotundo que desata el conflicto y el desarrollo la acción dramática.

La figura real del padre es intencionalmente simbolizada por Villaurrutia como la de un espectro: un hombre cuya presencia es tan insípida, casi invisible, como la un fantasma, que puede acercarse a su hijo solamente haciéndose pasar por un cliente de la agencia de inhumaciones, condición que el mismo personaje describirá cuando revele su verdadera identidad a Horacio: "Ya sé que esto le parecerá extraño, pero todos los hombres tenemos que cumplir, unos toda la vida, unas cuantas horas, unos cuantos minutos, una existencia de fantasma, inexplicable a los ojos de los demás, pero profundamente lógica para uno mismo. Yo estoy es ese momento".

Por otra parte, la relación con la figura materna también se ve afectada por las actitudes estas mujeres. Mientras Hamlet sufre la muerte de su padre, Gertrudis ha tomado la decidido casarse con su cuñado sin guardar el luto por su difunto esposo, actitud que el príncipe mira con desprecio y aberración, haciendo más angustiante su existencia:
¡Oh si solo esta carne densa en demasía pudiera derretirse, disolverse, convertirse en vapor! ¡O que el Eterno su ley contra el suicidio no fijara! ¡Oh Dios! ¡Oh Dios! ¡Cuan vanas y marchitas, insípidas e inútiles se ostentan a mi vista las prácticas del mundo! ¡Cuanta miseria! (…) Muerto dos meses ha –ni aun dos siquiera– tan buen Rey que con este contrasta cual un sátiro Apolo; tan amante de mi madre, que al viento de los cielos ni acariciar su rostro consentía ¡Oh cielos! (…) ¡Ahogaos pensamiento! ¡Fragilidad, el nombre que te cuadra es mujer! (I. II. 23)
A partir de este primer soliloquio, se muestra la inclinación que Hamlet tendrá por la muerte, como una posible salvación para su dolor por la falta de lealtad de su madre (a la que verá también como cómplice del asesinato de su padre cuando el espectro le revele la 31


verdad) y la pérdida del respeto hacia el antiguo monarca por parte de su tío y todo el pueblo, quienes festejan las nuevas nupcias.

En el caso de Alberto, su madre le ha ocultado durante años la existencia de un amante, que que existía desde antes de la desaparición de su marido. Cuando este amorío secreto es descubierto por Alberto, el protagonista sentirá la necesidad de huir de casa para acabar con las serie de mentiras y disfraces que se esconden en su propia casa. Como en Hamlet la destrucción de un orden que regía el reino de Dinamarca y que comienza a destruirse con la muerte del padre, Villaurrutia nos muestra en su obra la decadencia de una orden, en este caso mucho más reducido e íntimo, me refiero al mundo de la burguesía de México, reflejado en sus dramas los que funcionan como documento de una cierta moral que podemos identificar con este orden que se trasgrede con las mentiras e hipocresías de círculo familiar y de amistades que rodean a Alberto.
Otra figura femenina importante dentro del drama es el personaje de Aurelia, que identificamos con Ofelia. Después de muchos intentos de conquista por medio de obsequios y cartas que Hamlet le escribe a Ofelia, personaje en el cual se ven representados los valores de la pureza y la inocencia dentro de un mundo en el cual ya no existen, la relación amorosa entre la hija de polonio y el príncipe termina definitivamente cuando la desconfianza, especialmente sobre la figura de la mujer se apodera de Hamlet convirtiendo a Ofelia en otro ser fácil de corromper en tanto esta exponga su pureza en un mundo de calumnias y mentiras. No en vano es el consejo que Hamlet despectivamente le concede en la entrevista que ha preparado Polonio, creyendo que la causa de su locura es producto de su negativa para que su hija pueda ser cortejada libremente por él: "Vete, vete a un convento" le dice (III. I. 69); único lugar donde podrá estar protegida de la maldad. Tras la desilusión amorosa, y el repentino asesinato de su padre, del cual Hamlet es culpable, la joven caerá es un estado de enajenación, o locura, que la lleva finalmente a una trágica muerte. Y como Ofelia, Aurelia tampoco podrá ser correspondida por Alberto. Esta mujer, que según la interpretación de Grinor Rojo es la contraposición del protagonista como ser humano en tanto la sensatez y la cordura son sus principales cualidades, así como la imposibilidad de comprender el conflicto interno del hombre que ama (1979, 156). Sin embargo, la muerte no será el destino fatal que dicho amor no correspondido le traiga, sino aquella amante por la cual será rechazada. La vida sin pasión de Alberto es consecuencia de 32


la identificación que Villaurrutia hace del amor con la pereza (Paz, 33) que explica por un lado el hastío que siente Alberto por la vida y su incapacidad de amar a Aurelia, en tanto la muerte como en Orfeo de Cocteau, es una figura que puede reemplazar a la mujer y convertirse en una atracción fatal para quien la persigue. En esta instancia, a través de la significación que adquiere la muerte en la poesía del autor mexicano como una forma de concretizar el deseo amoroso la figura de la mujer real solo representa para Alberto un elemento que atenta contra su desesperada necesidad de soledad (unión con la muerte).

El tema de la búsqueda de la verdad y sus consecuencias resulta central para el conflicto interno en los personajes. Tras el encuentro con el fantasma del padre, Hamlet se enfrenta a la necesidad de urdir un plan para comprobar la naturaleza de la aparición y si su revelación es cierta. Para no generar sospechas de sus intenciones, el príncipe aparentará haber perdido la cordura mientras investiga los pasos del rey, la reina y todo su círculo. A través de este estado de demencia actuado, se permitirá hacer fuertes críticas a la hipocresía y a la falsedad de sus pares de la corte.

El interés de Villaurrutia por los estados de demencia y locura, es fundamental para nuestra propuesta de Invitación a la muerte como una reelaboración de Hamlet bajo una estética vanguardista. Si nos detenemos en el "Primer Manifiesto Surrealista" de Breton, los hombres que padecen de locura son víctimas de su imaginación, con la que quebrantan las reglas que los determinan frente al resto como locos, pero que, al mismo tiempo, les proporcionan un delirio del cual gozan por medio de las alucinaciones y visiones que son fuente de su placer (Cfr., 3); es más, a la vez, estos delirios operan como consuelo por su condición de locos frente al resto. No obstante, en este estado, el hombre es dueño de una libertad que le permite conectarse con lo maravilloso que va más allá de todos sus sentidos dominados por el llamado "sano juicio" de la razón. Con ello, se está trabajando con los estados subconscientes. Para los escritores y dramaturgos surrealistas era muy común someter a sus personajes de novelas y dramas a ciertos estados de enajenamiento mediante los cuales la percepción y comprensión subjetiva de la realidad se ampliaba.
Villaurrutia expone a Alberto a la pérdida de la cordura tras el supuesto encuentro con su padre en la funeraria como producto de las alucinaciones que sufre, y digo "supuesto" porque, minutos antes, el padre había estado presente junto con Horacio, haciéndose pasar por cliente. 33

Desde otra perspectiva teórica, Grinor Rojo señala que Alberto entra en un estado de "demencia lúcida"17 (1972,156), le permitirá descubrir la verdad de su inaguantable vida en el contexto familiar y laboral, frente a ello, la huida es su única salvación. Se trata de la búsqueda de una verdad por medio de una aguda crisis mental. Sin embargo, para Alberto la búsqueda resulta mucho más compleja cuando comprende que la verdad no está detrás de una cortina, sino en él mismo y que los que realmente necesita es una señal que le permita exteriorizarla:
17 Este concepto puede servirnos también para comprender la locura fingida por Hamlet como medio, para descubrir la verdad y buscar una solución a su problema.

"(…) Pero no, no es la verdad lo que busco, porque la verdad la tengo ya o creo tenerla, al menos aquí adentro, como un vacío sin fin, en el pecho; no es la verdad lo que busco, sino la mezquina comprobación de esa verdad fuera de mí, en una palabra, en un gesto, en una situación que mis sentidos puedan tocar, como si mi razón no fuera más fuerte que mis sentido, que a veces se nublan o no responden a mi voluntad" (II. VI. 377).
Otro signo que nos hace pensar en Invitación a la muerte como obra surrealista es el tratamiento que Villaurrutia da al ocultamiento de la verdad por parte de la madre y su revelación, la cual se da no solo a nivel del texto, sino también a partir de elementos escenográficos. No así en el trabajo que Shakespeare hacía a nivel de montaje, tomando en cuenta las limitaciones del espacio escénico: aspectos como la falta de un telón que separase los actos y la poca cantidad de actores durante su época, hacían necesario que el escenario vacío fuera llenado con la imaginación del público (McDonald, 110). En los escenarios se contaba con recursos mínimos para separar las escenas: una puerta que permitía la salida y la entrada de los actores; en la parte posterior del escenario, un área escondida por una cortina; o, tal vez, una puerta similarmente cubierta, que permitía ocultar a los personajes en escena, como cuando Polonio se esconde detrás del tapiz para escuchar la conversación de la reina Gertrudis con el príncipe en Hamlet (McDonald, 110). Tales acciones eran "narradas" a la vez que ejecutadas por los actores, con el fin de hacer más claro lo que estaba pasando a ojos del público: "Polonio: pues hago que mi hija aquí lo encuentre, presenciando nosotros la entrevista tras los tapices" (II. II. 51). Para Villaurrutia, 34


la teatralidad requiere de un trabajo completo, empezando por el espacio, el que está fuertemente comprometido con las ideas centrales que la obra, a través de los diálogos de los personajes, intenta trasmitir. Por ello es que, como en Hamlet, espiar tras una cortina, tras un muro para esconder las verdaderas intenciones, es una herramienta utilizada por casi todos los personajes. La casa de Alberto está, según la acotación, recubierta por cortinas, las que le permiten ocultarse para descubrir a su madre discutiendo con el amante. En este caso, los personajes no necesitan hacer obvia esta acción por medio del diálogo; muy por el contrario, las palabras con relación a las cortinas no son sino refuerzos de la tarea que ellas cumplen como ocultadoras de la verdad: esto, en palabras de Alberto: "¿No has escuchado (Horacio) detrás de esas cortinas? Ninguna culpa tienes, porque las cosas que nos rodean, precisamente porque nos rodean acaban por perder el objetivo inocente para el que fueron creadas, y nos ofrecen en cambio una vida servil de esclavos, de cómplices… Una cortina logra que estés en un lugar sin estar visible, envuelto entre una pared delgada, blanda y buena conducta de la voz" (II. VI. 378).

Es por ello que el discurso acotacional, en tanto discurso sustitutivo de soportes sígnicos no lingüísticos (objetos escénicos, movimientos, entonaciones) debe ser considerado parte importante de las dimensiones semánticas internas del texto dramático (Vaisman, 19). Otro ejemplo en el que podemos ver esta función simbólica de los objetos presentes en el escenario, es en el juego de metáforas visuales y uso poético de los objetos (Gypess, 500) que Villaurrutia recoge del trabajo de Cocteau (caballo, en Orfeo) y Artaud. En Invitación a la muerte, además de las cortinas, uno de los ataúdes, cuya elegancia destaca por sobre los otros, actúa independientemente cuando su tapa se cierra al final de la obra, como señal visual de que Alberto ha aceptado su destino.


1.2 De Horacio a Horacio.
El personaje de Horacio jugar un papel fundamental como amigo y confidente de Alberto, a quien compadece por la solitaria y austera exigencia y por la que al mismo tiempo siente una extraña una extraña atracción: "¿Sabes, Alberto? No te imaginas cómo a tu lado dejo de ser yo mismo; siento que se apaga ese deseo de vivir alegremente que todos reconocen como lo más mío… y me siento arrastrado por tus palabras, cediendo a la 35


invitación de tu pensamiento, abandonándome a una corriente cuyo rumbo desconozco" (II. VI. 378).
Tras el análisis hecho hasta el momento, podemos establecer la importante función del personaje de Horacio, tanto en Hamlet como en Invitación a la muerte. El amigo de Hamlet también es el único compañero leal en que el príncipe puede confiar y, por lo tanto, es cómplice y testigo de todos sus planes y sufrimientos. Dentro del drama shakesperiano, este personaje representa la capacidad de análisis y contención frente a los hechos que se les presentan. Horacio es un estoico por definición. La presencia del estoicismo en los personajes de Shakespeare se entiende por la gran admiración que los ingleses profesaban por la cultura romana: Roma tenía prioridad respecto a su predecesor Grecia por varias razones, una de ellas era por la importancia en las historias de la crónica inglesa en la fundación de Gran Bretaña, la que estaba directamente conectada con la fundación de la misma Roma (Kahn, 205); era el modelo de la civilización misma18. Es por ello no es de extrañarnos que, al final de la obras, luego de que Hamlet es herido de muerte en el duelo con Laertes, Horacio haga explícitos sus valores romanos al tomar la copa envenenada que mató a Gertrudis y sentir la necesidad de acompañar a su amigo en la muerte: "No por cierto: más que dinamarqués yo soy romano. Aquí licor aún queda" (V. II. 135).
18 Por ello Shakespeare escribió varias obras ambientadas en el mundo greco-romano: Tito Andrónico, Julio César, Marco Antonio y Cleopatra, Coriolano y Timón de Atenas.

Por otro lado, el Horacio de Villaurrutia no está para representar los valores de una civilización olvidada, sino para imponer en los diálogos las nuevas tendencias y modelos que la contemporaneidad exige a quienes la viven; por ello, los cambios en el negocio de la funeraria y el modo de pensar la muerte como un negocio que requiere de un buen marketing: (III. I. 387).
La semejanza solo está dada por el compromiso de amistad que adquieren con el protagonista, llegando incluso a sentir, en el caso de Hamlet, la obligación de morir si es que ese es el destino de su doliente amigo o, como vimos uno párrafos antes, por la inclinación a seguir una forma de vida que, simbólicamente, también está relacionada con la muerte. 36


Por otra parte, Horacio de Villaurrutia por su carácter extrovertido y su actitud moderna que le permite incorporar en sus diálogos una fuerte crítica a la producción teatral mexicana, que habíamos descrito como carente de elementos innovadores por la constante copia hecha por los dramaturgos y directores de los modelos españoles del siglo XIX.

Este personaje es el representante de las nuevas costumbres de una época contemporánea que, poco a poco, fue imponiéndose por sobre las tradiciones dieciochescas del siglo pasado. Además de esto, es la imagen del artista, la cual se hace explícita cuando habla de su trabajo como sastre, el que, a diferencia del negocio de ataúdes, siempre está en constante cambio, por las tendencia de la moda, que son la primeras en mostrar diferencia entre una temporada y otras: "El sastre es un artista, y el enterrador no" dice (I. I. 355). Aquí la moda actúa como metáfora de las nuevas tendencias vanguardistas que han llegado a México a principios del siglo XX para dar origen al nuevo artista y creador de mejores y originales obras. La metáfora se vuelve todavía más irónica cuando el joven nombra el Palacio de las Bellas Artes, cuya parte posterior da a la funeraria:

"Véalo usted fijamente, véalo con los ojos de profesionista y no con los ojos del simple curioso… piense en que uso usted le daría, si en sus manos, al fin de reconocerle su varadero carácter y al fin de salvar al mismos tiempo, de una vez por todas la dignidad e nuestra profesión […] ¿No cree usted (al anciano) que mejor que el Teatro y que el Palacio de las Bellas Artes, debería ser Panteón?" (III. I. 389).
Con esto, Villaurrutia criticará directamente la forma de hacer teatro de su época, a través de una apreciación estética bastante singular por parte de Horacio, quien ve en la arquitectura de la obra una serie de características que podrían servir como estructura para un mausoleo: "Los blanco mármoles, las ociosas columnas, los mortuorios grupos escultóricos, lo abatidos Pegasos, de le exterior y los oscuros mármoles, las subterráneas criptas, las profundas galerías y las sólidas rejas del interior, todo ello nos hace pensar en él como el monumento mortuorio por excelencia, como en la tumba de las tumbas" (III. I. 389). El Palacio de las Bellas artes se convierte, así, (en palabras del propio Horacio) en el "Panteón Nacional" o el "Panteón de los Muertos Ilustres". En esta forma de describir el centro cultural y artístico más importante de la época dibuja la imagen de la tradición 37


literaria europea; la de los muertos ilustres, la que está en plena decadencia y extinción, más por el trabajo arquitectónico, si podemos decirlo así, de construcción y levantamiento, que por parte de la artista. Un mecanismo similar al que utiliza Shakespeare en la escena de Hamlet con Rosencrantz y Guildenstern donde los el diálogo contiene una pequeña reflexión sobre la situación de decadencia del teatro de su tiempo (Cfr. II. II. 56).


1.3 El sueño de la muerte.
"Lo que pasó lo tiene la muerte; lo que pasa, lo va llevando". El porqué de que resulten relevantes estas palabras al inicio del texto dramático de Villaurrutia, se debe a que provienen de un texto poético en prosa de Francisco de Quevedo, "Morirás", de su novela poética De los remedios de cualquier fortuna, escrita en el año 1633 y publicada en 1638, donde su autor presenta su idea acerca de la muerte como una experiencia inseparable del camino de la vida:

Fuera verdad entera si dijeras has muerto y mueres; lo que pasó lo tiene la muerte, lo que pasa lo va llevando. Morirás. Desde que nací lo sé, por eso lo espero y no lo temo. Morirás. No dices bien: di que acabaré de morir y acertarás, pues con la vida empecé la muerte. Morirás. Me dices lo que sé y callas lo que no sé, que es el cuándo. Morirás. Con todos hablas y todos te sacarán verdadero y tu vida a ti propio. Morirás. (Quevedo, 44)

Este epígrafe que da comienza el testo dramático tiene la intención de sintetizar una de las ideas centrales de Invitación a la muerte con relación al motivo de la muerte, el que desde un comienzo es una constante para comprender a los personajes (especialmente a Alberto) y el sentido global de la obra como ejemplo del tratamiento surrealista que Villaurrutia le da.
Como ya habíamos dicho, cuando la duda y el dolor se instalan en el ánimo de Hamlet al verse traicionado por su propia familia y cercanos, y habiendo sido el valor de la verdad corrompido por la traición, el príncipe de Dinamarca se enfrenta a su mayor dilema: establecer si es que la vida tiene un verdadero sentido o es la muerte el único lugar de reposo para su sufrimiento: 38


"¡Ser o no ser, la alternativa es ésa! Si es a la luz de la razón más digno sufrir los golpes y punzantes dardos de suerte horrenda, o terminar la lucha en guerra contra un piélago de males. Morir; dormir. No más y con un sueño pensar que concluyeron las congojas, los mil tormentos de la carne herenciada, debe término ser apetecido"

pero al mismo tiempo, duda de la posibilidad de que esa muerte, que como un sueño lo invita a descansar, pueda efectivamente ser el reposo anhelado:

"Morir; Dormir ¿Dormir? ¡Soñar acaso¡ ¡Ah la remota es esa!; pues qué sueños podrá ser los que acaso sobrevengan en el dormir profundo de la muerte (…) ¿si el recelo de un algo tras la muerte, incógnita región de donde nunca retorna el viajero, no turbara el juico haciéndonos sufrir el mal presente más bien en busca de lo ignorado? Nuestra conciencia, así, nos acobarda". (III. I. 67)

Como Shakespeare, Villaurrutia establece la relación entre sueño y muerte; y lo hace a través de las palabras del doctor, luego de que atiende la crisis: "La fiebre altísima fue cediendo, poco a poco las pulsaciones acabaron por ser acompasadas y normales y luego el sueño… como una muerte provisional y salvadora..." (II. II. 368).

El motivo del sueño no solo está presente en la obra dramática de Villaurrutia, sino también se instala en su poesía, específicamente, en "Décima de la muerte": (…) "y será posible, acaso,/ vivir después de haber muerto" (1938, 72).

Desde esta perspectiva, influenciada por el surrealismo, la muerte aparece como un sueño apaciguador de los males que aquejan la existencia del hombre y se establece con ella una relación mucho más compleja y difícil de resolver para Alberto cuando muerte y sueño son también la vida. Esto hace aún más difícil su salvación, cuando es la vida misma, con todos sus problemas, la que lo está matando: "Es posible que a veces quiero despertar para acabar de una vez por todas con el dolor que me produce eso que llamas un mal sueño, pero me faltan fuerzas" (II. VI. 377).
El desenlace de la acción dramática en ambas obras se inicia cuando los dos protagonistas aceptan su destino: la muerte. Aunque Hamlet duda hasta el último momento, 39


finalmente, y antes de morir, logra vengar a su padre, dando de beber a Claudio la bebida que dio muerte a su madre y que, en un principio, era para él. Tras esta acción, Hamlet decide abandonarse a la muerte, la que con tanto deseo y temor buscaba.

Pero para Alberto el final no será tan fácil. Desde el momento en que abandona su hogar para acabar con su miseria, y cumplir su deseo de sentir que realmente puede vivir alejado de todo aquello que lo hacía sentir sin vida, descubrirá que ese mal sueño que es su vida no es producto del entorno, sino de su mundo interior, de su propia existencia, pues a donde quiera que vaya, la soledad seguirá siendo parte de él. Tras el descubrimiento, que causa un terrible sentimiento de desamparo en un mundo en que donde no encuentra un lugar para vivir, Alberto comienza a vagar por la ciudad sin rumbo en un estado casi inconsciente, como si se tratara de intento de suicidio simbólico, en el que finalmente llegará, sin saber cómo, a la funeraria de su padre, haciendo aún mucho más claro su destino: "Entonces, con el paso de un dormido despierto/ sin rumbo y sin objeto nos echamos a andar./ La noche vierte sobre nosotros su misterio, y/ algo nos dice que morir es despertar" (Nocturno de Miedo, 45); con estos versos de Villaurrutia podemos resumir la verdad de Alberto: su vida no es más que la constante experiencia de la muerte, la que finalmente así entiende y acepta al llegar a la funeraria y encontrarse con su amigo:
Pero no es que seamos prisioneros, Horacio. En mi caso, yo estoy aquí en este ambiente, dentro de estas paredes, rodeado por los muebles y por estos objetos, que son la imagen o la compañía de la muerte, porque la muerte es mi elemento, como el agua al pez. Y dime ¿quién va a pensar que el pez se halla preso en el agua? Querer salir de la vida es, en mi caso, una locura que me ahogaría, como hace unos minutos me ahogaba (…) Ahora seguiré aquí sin tristeza mi locura. ¿No ves cómo ahora mismo pienso mejor que hace un momento y pienso más claramente (III. VII. 402).19
19No está de más decir que, para Octavio Paz, es bastante común encontrar en Villaurrutia personajes que, como él mismo describe, son "sombras razonables y razonadoras que en ningún momento perciben su irrealidad. Fantasma que nuca supieron que eran fantasmas" (1978, 39).
Finalmente, el tratamiento surrealista con el que Villaurrutia elabora Invitación a la muerte queda sellado en la escena final, después de haber comprendido la naturaleza de su existencia y cómo esta necesita de la muerte en el espacio de la funeraria donde se 40

exterioriza su estado interior: Alberto queda preso de su enajenamiento y, aunque está frente a frente con su padre, al que deja marchase sin reacción alguna, se sienta nuevamente en el sillón del despacho de la agencia para esperar que la alucinación llene el vacío de la oficina y de su propio deseo. 41



Conclusiones
En conclusión podemos decir que Invitación a la muerte es un drama que expone las nuevas tendencias literarias de una época acostumbrada a la imitación servil de antiguos modelos europeos, que además de traer a la vida moderna de México nuevas temáticas y formatos para la el teatro mexicano trae de vuelta los a los clásico, en este caso Hamlet, los cuales eran para Villaurrutia, así como para sus compañeros de Los Contemporáneos base universal de la tradición literaria, a la que aspiraron con ayuda de los movimientos vanguardista que recogen a principios del siglo XX para producir nuevas creaciones artísticas, como lo es esta obra dramática de Villaurrutia a través de la cual escribe una reelaboración la tragedia de Shakespeare en tanto esta contiene temas y motivos que le permitieron al dramaturgo mexicano elaborarlos desde la estética surrealista y las influencias de Cocteau. En Shakespeare encontró además una posibilidad de tratar uno de los temas más importantes de su poética: la reflexión en torno a la pregunta por la existencia y cómo esta, al momento en que se vuelve el centro de interés y motor de toda acción humana permite considerar la vida desde diferentes puntos de vista. En este punto fue central el motivo del sueño y la muerte como una forma de vida que encontramos en el personaje de Alberto. Por otro lado la locura que funciona como un medio a través del cual el protagonista se vuelve consciente de una verdad oculta, la de una realidad desconocida que el surrealismo identifico con la experiencia del subconsciente y que a través del arte y la literatura llevó a los escenarios, para dar a conocer los conflictos internos del hombre que han estado presentes en los dramas desde el renacimiento, hasta la contemporaneidad marcada donde el progreso y los fuertes cambios culturales llevan a la necesidad de exteriorizar los estados complejos estados psicológicos y mentales de sus personajes para dar cuenta de las nuevas formas de comprender el mundo moderno.
Invitación a la muerte es también un medio por el cual Villaurrutia se permite de manera indirecta incorporar en el las palabras de su personaje Horacio la reflexión sobra la producción dramática de su época y que es recurrente en sus ensayos de crítica literaria. Así da cuenta de la necesidad de innovar en el teatro como lo ha hecho con su obra poética y dramática. 42


Bibliografía

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viernes, 20 de septiembre de 2013

LITERATURA NEGRÓTICA.


MAUPASSANT. EL FETICHISMO LLEVADO A LA CATEGORÍA DE ARTE.

Para los años de 1980-1985, mis lecturas se acrecentaron enormemente. En esa época leía cuanto caía en mis manos y  también estaba atento que mis amigos escritores me recomendaran buenos libros. No recuerdo el año exacto pero, debió de ser -presumo- 1980, cuando una noche llegué de visita a la casa de mi gran amigo y pintor José Miguel Rojas. Estaba leyendo los cuentos de Maupassant. Me comentó que el cuento que leía era uno de los mejores de Maupassant. Recuerdo, que esa noche me leía fragmentos de LA CABELLERA. Quedé estupefacto, enamorado con el relato.  Tampoco recuerdo en qué momento yo leía completo LA CABELLERA. Lo cierto es que, después de su lectura quedé narcotizado, es esa sensación de modorra y de éxtasis a la vez que le producen esos grandes encuentros literarios. Hoy por hoy pienso igual que décadas atrás: el cuento LA CABELLERA de Maupassant, tiene el veneno delirante de la LITERATURA que siempre marcó su genio.

La cabellera[Cuento. Texto completo.] Guy de Maupassant
La celda tenía paredes desnudas, pintadas con cal. Una ventana estrecha y con rejas, horadada muy alto para que no se pudiera alcanzar, alumbraba el cuarto, claro y siniestro; y el loco, sentado en una silla de paja, nos miraba con una mirada fija, vacía y atormentada. Era muy delgado, con mejillas huecas, y el pelo casi cano que se adivinaba había encanecido en unos meses. Su ropa parecía demasiado ancha para sus miembros enjutos, su pecho encogido, su vientre hueco. Uno sentía que este hombre estaba destrozado, carcomido por su pensamiento, un Pensamiento, al igual que una fruta por un gusano. Su Locura, su idea estaba ahí, en esa cabeza, obstinada, hostigadora, devoradora. Se comía el cuerpo poco a poco. Ella, la Invisible, la Impalpable, la Inasequible, la Inmaterial Idea consumía la carne, bebía la sangre, apagaba la vida. ¡Qué misterio representaba este hombre aniquilado por un sueño! ¡Este Poseso daba pena, miedo y lástima! ¿Qué extraño, espantoso y mortal sueño vivía detrás de esa frente, que fruncía con profundas arrugas, siempre en movimiento?
El médico me dijo:
-Tiene unos terribles arrebatos de furor; es uno de los dementes más peculiares que he visto. Padece locura erótica y macabra. Es una especie de necrófilo. Además, ha escrito un diario que nos muestra de la forma más clara la enfermedad de su espíritu y en el que, por así decirlo, su locura se hace palpable. Si le interesa, puede leer ese documento.
Seguí al doctor hasta su gabinete y me entregó el diario de aquel desgraciado.
-Léalo -dijo-, y deme su opinión.
He aquí lo que contenía el cuaderno:
«Hasta los treinta y dos años viví tranquilo, sin amor. La vida me parecía sencillísima, generosa y fácil. Yo era rico. Me gustaban tantas cosas que no podía sentir pasión por ninguna en concreto. ¡Es estupendo vivir! Me despertaba feliz cada día, dispuesto a hacer las cosas que me gustaban, y me acostaba satisfecho, con la apacible esperanza de un mañana y un futuro sin preocupaciones.
«Había tenido algunas amantes sin haber sentido nunca mi corazón enloquecido por el deseo o mi alma herida por el amor después de la posesión. Es estupendo vivir así. Es mejor amar, pero es terrible. Los que aman como todo el mundo deben experimentar una felicidad apasionada, aunque quizás menor que la mía, porque el amor vino a mí de una manera increíble.
«Como era rico, buscaba muebles antiguos y objetos viejos; y a menudo pensaba en las manos desconocidas que habían palpado esas cosas, en los ojos que las habían admirado, en los corazones que las habían querido, ¡porque se quieren las cosas! A menudo permanecía durante horas y horas mirando un pequeño reloj del siglo pasado. Era una preciosidad, con su esmalte y su oro cincelado. Y seguía funcionando como el día en que lo compró una mujer, encantada de poseer esa fina joya. No había dejado de latir, de vivir su vida mecánica, y seguía siempre con su tictac regular, desde una época pasada.
«¿Quién sería la primera en llevarlo sobre su pecho, entre los tejidos tibios, mientras el corazón del reloj latía junto a su corazón de mujer? ¿Qué mano lo habría tenido entre la punta de los dedos cálidos, mirándolo por ambas caras una y otra vez y limpiando luego los pastores de porcelana empañados un segundo por el trasudor de la piel? ¿Qué ojos habrían acechado en la esfera florida la hora esperada, la hora querida, la hora divina?
«¡Cómo me habría gustado ver, conocer a aquella mujer que había elegido este objeto exquisito y raro! ¡Pero está muerta! ¡Estoy poseído por el deseo de las mujeres de antaño, amo, desde lejos, a todas aquellas que han amado! La historia de los cariños pasados me llena el corazón de pesar. ¡Oh, la belleza, las sonrisas, las jóvenes caricias, las esperanzas! ¿No debería ser eterno todo esto?
«¡Cuánto he llorado, durante noches enteras, pensando en las pobres mujeres de otro tiempo, tan bellas, tan tiernas, tan dulces, cuyos brazos se abrieron para el beso, y ya muertas! ¡El beso es inmortal! ¡Va de boca en boca, de siglo en siglo, de edad en edad; los hombres lo recogen, lo dan y mueren!
«El pasado me atrae, el presente me asusta porque el futuro es muerte. Lamento todo lo que se ha hecho, lloro por todos los que han vivido; quisiera detener el tiempo, detener la hora. Pero ella pasa, se va y me quita segundo tras segundo un poco de mí para la nada de mañana. Y no volveré a vivir nunca más.
«Adiós, mujeres de ayer. Las amo.
«Pero no tengo de qué quejarme. Encontré a aquélla a la que yo esperaba; y gracias a ella he disfrutado de placeres increíbles.
«Una mañana soleada iba vagabundeando por París, con el alma alegre y el pie ligero, mirando las tiendas con un vago interés de paseante ocioso. De pronto, en una tienda de antigüedades vi un mueble italiano del siglo XVII. Era hermoso y muy raro. Se lo atribuí a un artista veneciano llamado Vitelli, muy famoso en su época.
«Y seguí mi camino.
«¿Por qué me persiguió el recuerdo de ese mueble con tanta fuerza, haciéndome volver atrás? Me detuve ante la tienda para verlo de nuevo y sentí que me tentaba.
«La tentación es algo tan singular... Miramos un objeto y éste, poco a poco, nos seduce, nos turba, nos invade como lo haría un rostro de mujer. Su encanto entra en nosotros; extraño encanto que viene de su forma, de su color, de su fisonomía de cosa; y ya lo amamos, lo deseamos, lo queremos. Una necesidad de posesión nos invade, una necesidad débil al principio, como tímida, pero que crece, se hace violenta, irresistible.
«Y los comerciantes parecen adivinar en la llama de la mirada ese deseo secreto y creciente.
«Compré el mueble e hice que me lo llevaran inmediatamente a casa, poniéndolo en mi habitación.
«¡Oh, cómo compadezco a quienes desconocen esa luna de miel entre el coleccionista y el objeto que acaba de comprar! Lo acaricia con la mirada y la mano como si fuera de carne; vuelve a su lado en cualquier momento, piensa siempre en él vaya donde vaya, haga lo que haga. Su recuerdo vivo lo sigue en la calle, por el mundo, en todos los lados; y cuando vuelve a casa, antes incluso de quitarse los guantes y el sombrero, corre a contemplarlo con una ternura de amante.
«Realmente, durante ocho días adoré ese mueble. Abría en todo momento sus puertas, sus cajones; lo tocaba extasiado, disfrutando de todos los placeres íntimos de la posesión.
«Pero una tarde, mientras palpaba el espesor de un panel, me di cuenta de que debía de ocultar un escondite. Los latidos de mi corazón se aceleraron y me pasé la noche buscando el secreto sin llegar a descubrirlo.
«Lo conseguí al día siguiente, al introducir la hoja de una navaja en una hendidura del entablado. Una plancha se deslizó y percibí, extendida sobre un fondo de terciopelo negro, una maravillosa cabellera de mujer.
«Sí, una cabellera: una enorme trenza de cabellos rubios, casi pelirrojos, que debían de haber sido cortados junto a la piel y estaban atados por una cuerda de oro.
«¡Me quedé estupefacto, aturdido, temblando! Un perfume casi insensible, tan antiguo que parecía ser el alma de un olor, se escapaba del misterioso cajón y de la sorprendente reliquia.
«La cogí, despacio, casi religiosamente, y la saqué de su escondite. Entonces se liberó, derramándose en un torrente dorado que cayó hasta el suelo, espeso y ligero, ágil y brillante como la cola de fuego de un cometa.
«Una extraña emoción se apoderó de mí. ¿Qué era aquello? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Por qué habían ocultado esos cabellos en el mueble? ¿Qué aventura, qué drama escondía ese recuerdo?
«¿Quién los había cortado? ¿Un amante en un día de despedida? ¿Un marido en un día de venganza? ¿O la que los había llevado en su frente en un día de desesperación?
«¿Fue antes de entrar en un convento cuando se arrojó ahí esa fortuna de amor, como una prenda dejada al mundo de los vivos? ¿Fue en el momento de cerrar la tumba de la joven y hermosa muerta cuando quien la adoraba se había quedado el cabello que embellecía su cabeza, lo único que podía conservar de ella, la única parte viva de su carne que no podía pudrirse, la única que podía amar todavía y acariciar y besar en sus momentos de rabia y de dolor?
«¿No resultaba extraño que esa cabellera hubiera permanecido incólume, cuando ya no quedaba ni un ápice del cuerpo del que había nacido?
«Fluía entre mis dedos, me hacía cosquillas en la piel con una caricia singular, una caricia de muerta. Me sentía conmovido, como si fuera a llorar.
«La conservé largo tiempo entre mis manos, y me pareció que se movía como si una parte de su alma se hubiera quedado escondida en ella. Entonces la volví a poner sobre el terciopelo deslustrado por el tiempo, cerré el cajón y el mueble y me fui a recorrer las calles para soñar.
«Caminaba siempre de frente, preso de tristeza, y también de desconcierto, de ese desconcierto que se nos queda en el corazón tras un beso de amor. Me parecía que ya había vivido antaño, que debía de haber conocido a aquella mujer
«Y los versos de Villon subieron a mis labios como lo haría un sollozo
Díganme dónde, en qué país
está Flora, la bella romana
Archipiade y Taís
que fue su prima hermana.
Eco, voz que lleva la fama
bajo río o bajo estanque;
cuya belleza fue más que humana.
Mas, ¿dónde están las nieves de antaño?

.......................................
La reina Blanca como un lis
que cantaba con voz de sirena,
Berta la del gran pie, Beatriz, Alix
y Haremburgis, que obtuvo el Maine,
y Juana, la buena lorena
que los ingleses quemaran en Ruán...
¿Dónde están, Virgen soberana?
Mas ¿dónde están las nieves de antaño!

«Cuando regresé a casa, sentí un deseo irresistible de volver a ver mi extraño hallazgo; y lo cogí de nuevo, y sentí, al tocarlo, un largo escalofrío que me recorría el cuerpo.
«Durante unos días, sin embargo, permanecí en mi estado habitual, aunque ya no me abandonaba el vivo recuerdo de aquella cabellera.
«En cuanto volvía a casa, necesitaba verla y tocarla. Daba la vuelta a la llave del armario con ese estremecimiento que tenemos al abrir la puerta de nuestra amada, ya que sentía en las manos y en el corazón una necesidad confusa, singular, continua, sensual de bañar mis dedos en aquel arroyo encantador de cabellos muertos.
«Luego, cuando había acabado de acariciarla, cuando había cerrado de nuevo el mueble, seguía sintiéndola allí como si fuera un ser viviente, escondido, prisionero; y la sentía y la deseaba otra vez; tenía de nuevo la necesidad imperiosa de volver a cogerla, de palparla, de excitarme hasta el malestar con aquel contacto frío, escurridizo, irritante, enloquecedor, delicioso.
«Viví así un mes o dos, ya no lo sé. Ella me obsesionaba, me atormentaba. Estaba feliz y torturado, como en una espera de amor, como después de las confesiones que preceden al abrazo.
«Me encerraba a solas con ella para sentirla sobre mi piel, para hundir mis labios en ella, para besarla, morderla. La enroscaba alrededor de mi rostro, la bebía, ahogaba mis ojos en su onda dorada, con el fin de ver el día rubio a través de ella.
«¡La amaba! Sí, la amaba. Ya no podía pasar sin ella, ni estar una hora sin volver a verla.
«Y esperaba... esperaba... ¿qué? No lo sabía. La esperaba a ella.
«Una noche me desperté bruscamente con el pensamiento de que no me encontraba solo en mi habitación.
«Sin embargo, estaba solo. Pero no pude volver a dormirme; y como me agitaba en una fiebre de insomnio, me levanté para ir a tocar la cabellera. Me pareció más suave que de costumbre, más animada. ¿Regresan los muertos? Los besos con los que la excitaba me hacían desfallecer de felicidad; y me la llevé a mi cama, y me acosté, oprimiéndola contra mis labios, como una amante a la que se va a poseer.
«¡Los muertos regresan! Ella vino. Sí, la he visto, la he tenido entre mis brazos, la he poseído, tal como era cuando estaba viva antaño, alta, rubia, exuberante, los senos fríos, la cadera en forma de lira; y he recorrido con mis caricias esa línea ondeante y divina que va desde la garganta hasta los pies siguiendo todas las curvas de la carne.
«Sí, la he tenido, todos los días y todas las noches. Ha vuelto, la Muerta, la bella Muerta, la Adorable, la Misteriosa, la Desconocida, todas las noches.
«Mi felicidad fue tan grande que no pude esconderla. Junto a ella experimentaba un arrobamiento sobrehumano, ¡la alegría profunda, inexplicable de poseer lo Inasequible, lo Invisible, la Muerta! ¡Ningún amante ha disfrutado nunca de gozos más ardientes, más terribles!
«No supe esconder mi felicidad. La amaba tanto que ya no quería estar sin ella. La llevaba conmigo, siempre, a todas partes. La paseaba por la ciudad como si fuera mi esposa, y la llevaba al teatro en palcos con rejas, como si fuera mi amante... Pero la vieron... adivinaron... me la quitaron... Y me han metido en la cárcel, como un malhechor. Me la quitaron... ¡Oh! ¡Miseria!...«
El manuscrito se detenía ahí. Y de pronto, mientras dirigía una mirada despavorida hacia el médico, un grito espantoso, un aullido de furor impotente y de deseo exasperado se alzó en el manicomio.
-Escúchelo -dijo el doctor-. Hay que duchar cinco veces al día a ese loco obsceno. El sargento Bertrand no fue el único en amar a las muertas.
Balbuceé, emocionado de asombro, horror y piedad:
-Pero... esa cabellera... ¿existe realmente?
El médico se levantó, abrió un armario lleno de frascos y de instrumentos y me lanzó, de una punta a otra de su gabinete, una larga centella de cabellos rubios que voló hacia mí como un pájaro de oro.
Me estremecí al sentir entre mis manos su tacto acariciador y ligero. Y me quedé con el corazón latiendo de repugnancia y de deseo, de repugnancia como al contacto de los objetos arrastrados en crímenes, de deseo como ante la tentación de algo infame y misterioso.
El médico prosiguió encogiéndose de hombros:
-La mente del hombre es capaz de cualquier cosa.
 

jueves, 19 de septiembre de 2013

PIEL DE ZAPA. Novela corta. Balzac.

 

La piel de zapa

LA PIEL DE ZAPA
En las siguientes líneas os dejo alguna información sobre la novela de Balzac, mucha de la cual ya conocéis perfectamente. La mayor parte procede, con mayor o menor reelaboración, de la Wikipedia. Ahí, podéis encontrar un extenso estudio de la obra.
La peau de chagrin (La Piel de zapa o La piel mágica) es una de las primeras novelas (1831) con las que el francés Honoré de Balzac adquiere fama en los ambientes literarios parisinos.
Ambientada en el París de la década de los 30, la obra cuenta la historia de un joven quien encuentra un pedazo de piel o cuero mágico que satisfacía cada uno de sus deseos. Sin embargo, por cada deseo concedido la piel se encogía y consumía una porción de su energía física. La Piel de zapa la situó Balzac dentro de su Comedia Humana en el grupo de Estudios filosóficos.
Antes de que el libro fuese terminado, Balzac publicó una serie de artículos y de fragmentos de la obra en varios diarios de París, con el fin de crear expectativas y cierto entusiasmo en el público. A pesar de que el autor se atrasó cinco meses con la entrega del manuscrito, tuvo éxito en la generación del suficiente interés en los lectores, lo cual hizo que la novela sea vendida inmediatamente después de su publicación. Una segunda edición, que incluyó una serie de doce cuentos filosóficos, fue lanzada un mes más  adelante.
Aunque la novela utiliza elementos fantásticos, su enfoque principal es una representación realista, por lo que para muchos críticos supone el punto de partida del movimiento Realista. Estos rasgos realistas lo podemos apreciar en la atención detallista de Balzac se utilizó para describir a una casa de juego, una tienda antigua, un banquete real, y otras escenas. El autor también incluyó detalles a partir de su propia vida como escritor luchador, poniendo al personaje principal en una residencia similar a la que él ocupó al principio de su carrera literaria.
El tema central del libro es el conflicto entre deseo y vida. Por cada deseo de Rafael, la piel se acorta; el fin de la piel supone la muerte del protagonista.
Esta obra estableció firmemente a Balzac como un escritor de gran significancia en Francia y en el exterior. Su círculo social se ensanchó perceptiblemente, y fue buscado con impaciencia por muchos editores para futuros proyectos. El libro sirvió como el catalizador para una serie de cartas que intercambió con una baronesa ucraniana llamada Ewelina Hańska, que más tarde se covertiría en su esposa.
Inspiró la ópera de Giselher Klebe llamada Die tödlichen Wünsche, la gran ballet en ópera-entreacto L’Os de chagrin («El hueso de zapa») de Yuri Khanon y pudo haber influenciado la novela El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde.

RESUMEN ARGUMENTAL
La peau de chagrin consiste de tres secciones: “Le Talisman” (“El Talisman“), “La Femme sans cœur” (“Una mujer sin corazón“), y “L’Agonie” (“La Agonía“). La primera edición contenía un Prefacio y una “Moralité”, las cuáles fueron suprimidos por versiones subsecuentes.Un epílogo de dos páginas aparece al final de la sección final.
“Le Talisman” comienza con el diagrama de “Le Dernier Napoléon”: Un hombre joven llamado Raphaël de Valentin apuesta en juego hasta su última moneda la cual pierde, y después, en un estado depresivo, se dirige al río Sena para desde allí ahogarse. Sim embargo, en el camino el joven decide entrar en una tienda rara e inusual, a la cual encuentra llena de curiosidades de los alrededores del mundo. El comerciante de aquel local, ya algo anciano, lo conduce a un pedazo de piel colgando en una de las paredes. La piel estaba inscrita con unos caracteres de escritura oriental, a lo que el viejo comerciante le llama sánscrito, pero de hecho es áraba. La piel promete satisfacer cualquier deseo de su dueño, encogiéndose levemente sobre el cumplimiento de cada deseo. Después de olvidar por completo la advertencia del vendedor, Valentin toma la piel y desea un banquete real lleno de vino, de mujeres, y de amigos. Luego de estos sucesos, Valentin es inmediatamente encontrado por conocidos que lo invitan a un evento; donde pasarían horas comiendo, bebiendo y hablando.
En la segunda parte, “La Femme sans cœur“, se narra como un flashback del punto de vista de Valentin. Él se queja a su amigo Émile por sus comienzos como erudito, viviendo en pobreza mientras que intenta infructuosamente ganar el corazón de una hermosa pero reservada mujer llamada Foedora. A lo largo del camino él es aconsejado por un hombre mayor llamado Eugène de Rastignac, que lo anima a sumergirse en el mundo de la alta sociedad. Beneficiándose de la amabilidad de sus compatriotas, una joven mujer llamada Pauline y a su madre, Valentin maniobra su ingreso al círculo de amistades de Foedora. Incapaz de ganar su afecto, sin embargo, él se vuelve en el hombre desgraciado e indigente que se pudo apreciar al principio de “Le Talisman“.
L’ Agonie” comienza varios años después del banquete de las partes una y dos. Valentin, utilizando el talismán para asegurar una renta grande, halla disminución en la piel y en su propia salud. La situación lo hace aterrarse, horrorizado por lo que otros deseos pudieran acelerar el final de su vida. Él organiza su hogar para evitar la posibilidad de desear cualquier cosa: su criado, Jonathan, toma ciudado del alimento, la ropa, y de los visitantes con regularidad precisa. Los acontecimientos más allá de su control lo hacen desear varias cosas, sin embargo, y la piel continúa retrocediendo. Desesperado, un enfermo de Valentin intenta encontrar de alguna manera de estirar la piel, y toma un viaje a la ciudad balneario de Aix-les-Bains con la esperanza de recuperar su vitalidad.
Con la piel no más grande que una hoja de vinca, él es visitado por Pauline en su habitación, quién expresa su amor para él. Cuando ella conoce la verdad sobre la piel y su papel en el fallecimiento de Raphaël, se horroriza. Raphaël no puede controlar su deseo por ella y ella se encierra en un cuarto colindante para escapar de él y así ahorrar la vida de su amado. Él golpea en la puerta y declara su amor y le expresa su deseo de morir en sus brazos. Ella, mientras tanto, estaba intentando matarse para liberarlo de su deseo. Él tumba la puerta, entonces consumaron su amor en una fiera y ardiente de pasión, y después él muere.
Narrador.
Narrador omnisciente; son continuas las referencias al lector.
El protagonista también hace de narrador cuando le cuenta su vida a su amigo Emilio en medio de la bacanal, concretamente en toda la parte titulada “la mujer sin corazón”.
TEMAS.
Principal: Conflicto entre el deseo y la vida. Balzac utiliza la piel de onagro para expresarlo.
Paradoja entre el amor y muerte.
Secundarios:
La sociedad burguesa francesa. El mundo que rodea al autor.
Alrededor de la tragedia del protagonista pulula toda la sociedad francesa. Muchos de las realidades que recoge el autor, son autobiográficas.
  • Sus vicios: El juego.
  • Sus relaciones: las prostitutas, las visitas a las casas de las adineradas.
  • Ocio: comidas, reuniones,
  • El gobierno: Existen críticas, monarquía absoluta o constitucional (pág. 62). Cierta desesperanza, hastío en el gobierno.
  • El mundo artístico. Criticas de Rastignac (pág. 186).
  • La ciencia.
  • La ciudad, París
  • El suicidio.
  • La Naturaleza. En los últimos días de vida, Rafael descubre la paz y la tranquilidad en los paisajes montañosos a los que huye. Allí podrá conocer a sus gentes y su felicidad. Panteísmo.
  • http://iestableroliteraturauniversal.wordpress.com/2010/02/21/la-piel-de-zapa/

miércoles, 18 de septiembre de 2013

JUAN BAÑUELOS. PREMIO XAVIER VILLAURRUTIA 2002. POESÍA. POEMARIO: A PASO DE HIERBA.

JUAN BAÑUELOS
Juan Bañuelos es una de las voces más poderosas de la poesía en lengua castellana. Bienvenida esta reunión de su obra, que es conversión del mundo a claridad. Juan Bañuelos no es un literato adobado en tinta y de tintero. Es un poeta y sabe que "las palabras son hijas de la vida". Su voz se instala en la historia, http://www.jornada.unam.mx/2001/02/10/banuelos.htmlpero no de cualquier manera: él oye el habla de las cosas y está atravesado por el tiempo de todos. No sólo el de hoy. Este chiapaneco recorre la realidad con ojos antiguos muy presentes y provoca el encuentro de misterios. "El misterio imita al hombre", dijo. Su palabra abraza a la Naturaleza para volverla infancia y devolverla al lugar que nadie puede escupir. Aquí asoma el prodigio: Bañuelos funde su mito personal con los mitos colectivos del pasado y en su materia irreductible encuentra brillos de futuro. Es, como quiso, agua para todos que nunca se agota. Sus imágenes tienen cara de recién sacadas de la tierra. Viven en estado constante de admiración, asombro y estupor. Estremece estas páginas una atención ética a "las luchas de los hombres y las batallas del espíritu" y, sobre todo, al enigma humano. Juan Bañuelos no va al pueblo, es pueblo desde allí, desde su humildad y su fulgor, desde la explotación, el hambre, la pobreza. De todo Juan sabe extraer belleza y esperanza, y esto es un milagro. Lo verdaderamente milagroso de los milagros, avisó Chesterton, es que a veces se producen. En Bañuelos todo se vuelve otro y jamás despide el olor a moho de la costumbre poética. No mira lunas fósiles. En su poesía estallan viejas cóleras y sufrimientos de un pasado que presenta facturas todavía sin pagar. En la contradicción de esa no contemporaneidad con el presente que no la resuelve, Bañuelos avizora cargas de porvenir. Y no hay distancias entre tal saber memorizado y los territorios de la infancia, porque ni el uno ni los otros aceptan la injusticia. Toda injusticia mutila al niño de los hombres. La poesía de Bañuelos no sólo ocupa la unidad de los contrarios: también ciñe la unidad de la unidad y los contrarios. Su palabra es joven, clara, vivida, y corrige lo que pasó. El dueño de esa palabra habrá nacido en 1932, pero tiene más de cinco siglos en su edad. "Con los que no conozco ni me conocen, caigo", dijo. Y cumple con su propósito de tiempo: abarcar todas las épocas.
 
Juan Gelman

 
 
JUAN BAÑUELOS
EL SONIDO DE LA HIERBA
Luis Hernández Navarro
 
 
EL PREMIO CHIAPAS
 
Fue un escándalo, un desafío. O, si se quiere, una jugarreta del destino.
Es la historia del poeta que, fiel a su pasado y a su futuro, desafió al general que era gobernador. En 1984, Juan Bañuelos recibió el Premio Chiapas. Gobernaba entonces el general Absalón Castellanos Domínguez, quien, diez años más tarde, sería secuestrado por el EZLN y castigado con la pena de obtener su libertad a manos de aquéllos a los que había humillado y oprimido. Hombre de horca y cuchillo, ordenó, apenas diez días antes de la ceremonia de entrega del premio, un operativo policiaco en contra de la comunidad irónicamente llamada El Paraíso, en el municipio de Venustiano Carranza, que había tenido como saldo el asesinato de 30 indígenas. El poeta dudó. No sabía si admitir o renunciar al reconocimiento a su obra. Pensó rechazarlo. Sus hijos lo convencieron y decidió aceptarlo. Como su padre había sido amigo del gobernador preparó dos discursos distintos para la ceremonia. Si el mandatario hablaba bien de su familia se limitaría a darle las gracias al jefe de Gobierno; si se ponía grosero, denunciaría la matanza. El día de la ceremonia se fue a echar unos tragos. Presuroso, llegó a su hotel y recogió los dos escritos preparados para la ocasión. Ante un teatro lleno de empleados públicos, Absalón habló bien del papá del vate, pero criticó a los maestros del estado por hacer una huelga. "Este es el ejemplo para tantos maestros que andan por ahí de revoltosos --dijo. Deberían seguir lo que hace este gran poeta alumno de Rosario Castellanos...". La puerta del teatro se abrió. Samuel Ruiz, obispo de San Cristóbal, entró. Bañuelos no lo conocía personalmente, pero al verlo supo que le iba a dar el premio para que esos 30 millones de pesos fueran entregados a las viudas y a los huérfanos de la matanza. Cuando llegó el momento de hablar, el homenajeado sacó el discurso para agradecer las palabras del gobernador. Resultó ser la denuncia. Guardó el documento. Sacó un nuevo escrito. Era también la denuncia. Había llevado dos copias del mismo documento. Se dijo entonces a sí mismo: "La suerte está echada". Cuando comenzó a leer el texto, el gobernador se indignó. "Oiga usted --afirmó el general al subsecretario de Educación--, éste es un malagradecido, le estamos dando un premio importantísimo". El funcionario lo interrumpió: "No, señor, lo que está haciendo el poeta es una cuestión de tipo cultural: está cediendo el premio a los huérfanos y a las viudas". De pie, el auditorio ovacionó a Bañuelos durante largos minutos. Una década después, Samuel Ruiz lo invitaría a formar parte de la Conai por ese gesto.
 
SER HIERBA
 
Ni el premio ni la actitud fueron una casualidad. Aunque Juan Bañuelos nació en una tierra (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 6 de octubre de 1932) en la que --según él mismo ha dicho-- "hay más poetas que árboles", ha ejercido su oficio con tenacidad, disciplina y talento. Y, a pesar de que nunca ha sido político ni ha militado en partido alguno, siempre ha defendido las causas en las que cree. Andrés Fábregas, exiliado español, desempeñó un papel clave en su formación preparatoria. Lo mismo lo introdujo en la lectura de los clásicos que le prestó libros y, ya borrachos, lo llevó a un célebre lugar non sancto de Tuxtla Gutiérrez: La Chusita. Irónicamente, aunque se formó en la poesía declamatoria, que tanto daño hizo a los políticos que la confundían con la oratoria, Bañuelos llegó a la poesía en forma cuando ésta no debía decirse en voz alta. con octavioEn contra de la opinión de su padre, con una modesta beca y un pasaje llegó a México a estudiar Derecho. Durante meses se alimentó en un comedor público de las calles de El Carmen, en el centro, al lado de indigentes. En los primeros días de su estancia en la capital unos invidentes tropezaron con él derramándole su sopa de pescado en la ropa. A partir de ese día y durante meses su saco olió indistintamente a pescado y a gasolina. La generosidad de la administradora del comedor, vieja conocida de los días de Chiapas y cuya belleza le provocaba abrir la boca de chamaco, le permitió sortear la precariedad económica. Ya como estudiante de Derecho en la ciudad de México, Rosario Castellanos se hizo cargo de su formación literaria. Saliendo de la facultad, Bañuelos la visitaba en San Angel. Ella era una experta en la historia de la literatura mexicana, gran conocedora de Sor Juana y de la poesía contemporánea. Juntos analizaron la obra de Valery. La autora de Oficio de tinieblas lo recomendó con Jaime Sabines. El lo tomó como alumno. "Déjemelo a mí --le dijo a su paisana--, no vaya a resultar mampo". Jaime lo esperaba a las tres de la tarde para comer y echar unos tragos de ron Cortés. Juan Bañuelos fue, al igual que muchos otros personajes relevantes de su generación, integrante del grupo Medio Siglo de la Facultad de Derecho. Allí publicó su primer poema: La calle. Conoció también a Raúl Ortiz y a Sergio Pitol, amistades que le dieron una visión cosmopolita. Encontró que la literatura no terminaba en Cuautitlán. A los 14 años descubrió a Saint-John Perse. Lector curioso y voraz, un autor lo condujo a otro. Cuando vio que detrás de Eliot está Shakespeare, leyó a Shakespeare; al descubrir que detrás de Claudel se encontraba Dante, se volcó en la obra de Dante y después sobre la de Lucrecio. Bardo solitario, a pesar de tener muchos amigos, siente que apenas ha nacido. Fueron muchos años los que tomó su formación. Su obra ha sido un parto doloroso. Estudiante aventajado de geografía, su trabajo parece ser, en ocasiones, una cartografía trazada con la convicción de que un poema no es menos real que la realidad. Estudioso de la métrica, sigue escuelas diversas. Lejos de buscar temas --dice-- éstos lo encuentran. Con el poeta Martínez Rivas, uno de los más importante escritores de Nicaragua, y de quien Juan reconoce una importante influencia. Un largo día de farra se presentó en la oficina del director de la revista Poesía de América para darle a conocer su trabajo. Publicó allí su segundo poema. Conoció entonces al poeta catalán Agustí Bartra, quien lo animó a seguir escribiendo. Bañuelos lo presentó con el grupo, que después sería conocido como La Espiga Amotinada, en honor a su primer libro, publicado, en mucho, gracias a la generosidad de Bartra. Sus cinco autores fueron acusados de "manchar la poesía" de pasión social e intereses políticos. Las lecturas lo absorbieron. Su vocabulario creció. Conoció a Luis Cernuda en México. A Huidobro y a Neruda los encontró después. Cuando descubrió a César Vallejo se dijo: éste habla igual que los indios de Chiapas. En 1968, al poco tiempo de que Octavio Paz advirtiera que su poesía "es poderosa pero su peligro no es la dispersión sino el ruido: la retórica de la fuerza", recibió el Premio Nacional de Poesía. Fue --dice el chiapaneco-- de las pocas veces que contradije a Paz y tuve razón... Su primer empleo fue como corrector de estilo en editorial Novaro. Allí se hizo experto en La pequeña Lulú y Batman, y dio trabajo a compañeros suyos de otros países. Es curioso, pero muchos de sus mejores amigos han sido regularmente extranjeros. Con ellos se iba a una cantina llamada El Golfo de México a beber y a platicar sobre las tragedias de sus países. En Novaro, Aurelio Garzón del Camino, traductor de Balzac, le enseñó el castellano, señalándole los defectos en los que incurría por usar el español del vencido. Además se preocupó por su formación gastronómica: con frecuencia lo invitaba a comer y a tomar buenos vinos. Fue ascendido a jefe, pero no por mucho tiempo: lo bajaron rápidamente de categoría porque lo primero que hizo fue subirle el sueldo a sus empleados. Es que, dice él, había grandes conocedores de latín que trabajaban mucho, pero ganaban el salario mínimo. Cuando la editorial lo liquidó se esforzó en conocer el mundo. En 1978 recibió una invitación para viajar a Baja California y de allí saltó a San Francisco. En esa ciudad se reunió con el mundo beat de la librería City Lights Books, donde hizo buenos amigos. Un poeta de ese grupo de apellido Lamantia lo tradujo al inglés. Nueve años más tarde, en 1987, después de ser nombrado huésped distinguido por las autoridades de Sicilia, viajó por Italia, Grecia y Turquía leyendo poemas y dictando conferencias. Allí recobró la pasión por las raíces y los mitos.
 
MARCIANO CULEBRO ESCANDON
 
A los diez años de edad Juan Bañuelos estuvo a punto de conocer la selva. No llegó hasta allá. En cambio descubrió la discriminación a los indios. Su padre, mecánico de oficio, fue contratado para reparar la maquinaria procesadora de café que don Marciano Culebro Escandón tenía en su finca por los rumbos de San Quintín. Don Marciano Culebro Escandón tenía, según el poeta, unas cejas y una mirada como de diablo. Su tez era blanca con chapas coloradas y caminaba con grandes dificultades. El finquero tenía los dedos de los pies juntos. Sus padres, que eran primos hermanos, se casaron y procrearon un hijo y una hija con malformaciones genéticas. elsub OKPadre e hijo llegaron a San Cristóbal de las Casas provenientes de Tuxtla Gutiérrez, como a las seis de la tarde. Hacía un frío endemoniado. Tenían que salir al día siguiente, a lomo de mula, a las cuatro de la mañana. Estaban allí los arrieros y los peones de don Marciano que fueron a comer tamales y atole. Cuando regresaron, el finquero vio que algunos de ellos se iban de lado y comenzó a insultarlos. Les dijo: ya fueron a tomar, tales por cuales. Le respondieron: fuimos a tomar, patroncito, un poquito de posh, porque hace mucho frío. Es que no basta el atole. Entonces, con su fuete en la mano, los llamó por su nombre. --¿No les dije que no fueran a tomar nada? --los recriminó enérgicamente--. Tenemos que salir a las cuatro de la mañana. De seguro traen otra botella para seguir tomando. ¿No les dije que no tomaran...? Comenzó entonces a golpearles el rostro con el fuete. El padre del escritor, antes de que pegara al tercero intentó detenerlo: don Marciano, eso no se hace. Son seres humanos. El hacendado le respondió: maestro, usted a lo suyo. Porque usted dice que son seres humanos... Pero eso es lo que usted cree. Allí terminó el viaje.
 
AMOR A PRIMERA VISTA
 
Recién llegado de Chiapas, Juan Bañuelos fue a una librería de viejo cercana a la Alameda. Los granaderos llegaron y arremetieron contra todo el mundo, el poeta incluido. Eran días de lucha sindical de ferrocarrileros, maestros y telegrafistas; también de represión. Demetrio Vallejo y Othón Salazar representaban la dignidad y la esperanza. El estudiante chiapaneco aprendió la lección sobre el país en que vivía. Figura clave de la vida intelectual y la izquierda mexicana, José Revueltas tuvo, en muchos sentidos, una gran influencia en la formación de Bañuelos como disidente. La expulsión del autor de Los días terrenales del Partido Comunista le dio idea de lo que podía ser un dogma y lo hizo desistir de militar en las filas del partido. En 1960 intentó participar en una huelga de hambre para exigir la libertad de los presos políticos organizada por Juan de la Cabada y el mismo Revueltas. El duranguense envió a Bañuelos al lado de su padre moribundo. Sus amigos de la Liga Espartaco pensaban, sin embargo, que el bardo no tenía remedio. De alguna forma siempre se las ideaba para salir en las páginas de sociales de la prensa nacional. En una ocasión en que lo juzgaron por tener desviaciones pequeño burgesas, Revueltas, entrado en copas, lo defendió: --Ya déjenlo en paz --dijo--, ¿es o no compañero? ¿Es o no buen poeta? Terminó proponiendo que fuera espía del proletariado dentro de la burguesía. Siguieron en el país las luchas sociales. Campesinos, médicos y estudiantes tomaron tierras y calles. De ellas abrevó Bañuelos y con ellas fijó señas de identidad y mapas. Los estudiantes del 68 declamaban sus poesías y las utilizaban como consignas. Ese año, a bordo de un camión se encontró con un verso suyo pintado en una barda de las calles de Reforma. Pensó que la policía iba a ir por él. Vendrían después la guerra sucia y los desaparecidos; las revoluciones centroamericanas y el trueno zapatista. A todas ellas las acompañó y recreó Juan. De todas ellas tomó inspiración y aliento. Cuando se divorció, después del 68, se encontró con lo inverosímil. En la demanda legal fue acusado de no tener principios cristianos y de que en su casa se juntaban puros comunistas para echar abajo el gobierno. Crítico del totalitarismo de la usura y promotor de la política como humanismo, encontró en el levantamiento indígena de 1994 la esperanza. Integrante de la Conai y figura relevante de las iniciativas ciudadanas por encontrar una salida justa al conflicto, Bañuelos asegura que lo mejor que le ha pasado en su vida es volver a Chiapas, ser uno de los promotores por una paz digna y que se reconozcan los derechos de los indígenas; conocer a los indios más profundamente, ser partícipe de sus demandas. JUAN  BA„UELOS-5La emergencia de los pueblos originarios no es en él un descubrimiento. Varios años antes del 94, después de una crisis personal, comenzó a estudiar etnología y arqueología en un retorno a los orígenes que le dió fuerza. Su contacto directo con la riqueza cultural grecolatina lo llevó a concluir que necesitaba hacer un viaje a las profundidades del país. Recobró entonces el contacto con el mundo indio que había conocido desde su niñez y alimentó su obra con él. Ese renacimiento fue, sin embargo, doloroso. En una de las primeras reuniones hechas en Chiapas días después de la insurrección por un grupo reunido alrededor del obispo Samuel Ruiz y de don Pablo González Casanova con el objetivo de que distintos representantes indígenas expusieran sus problemas, Bañuelos se impresionó mucho con las quejas que escuchó. De repente, cuenta él, "se paró un joven y le preguntamos: ¿cuál es su problema?, ¿de qué comunidad viene? No, mi problema --dice-- es que no sé quién soy. No sé quién soy ni quienes fueron mis antepasados. ¿De qué etnia es usted? Yo soy zoque, pero ya desaparecieron mis abuelos. Ya todo mundo está trabajando. Yo sufro. Yo trabajo en la hacienda y sufro mucha discriminación. Se burlan mucho de mí. Estudié para cuestiones administrativas, pero yo quiero saber de dónde vengo". El poeta se conmovió profundamente ante el relato de un hombre que se había perdido, que no sabía de dónde venía. Como poeta, dice de sí mismo, ha crecido como la hierba sin nombre. Testigo de los pasos de los habitantes, se ha secado muchas veces. Y, terco, ha vuelto a crecer. Como hombre ha vivido indignándose con los Marciano Culebro Escandón del mundo, doliéndose de los presos políticos y los desaparecidos de la guerra sucia, lamentando a los hombres que se pierden a sí mismos, pero, también, ha saludado con júbilo los ¡Ya basta! que de cuando en cuando se dejan oír en territorio nacional y donando su Premio Chiapas a las víctimas de los atropellos gubernamentales. Al igual que Faulkner, Juan Bañuelos cree que es privilegio del escritor ayudar a que el hombre resista. Su libro El traje que vestí mañana es testimonio de esa resistencia construida con oficio, sensibilidad y sabiduría; es material vivo del esfuerzo para que, desde la poesía, lo profundamente humano prevalezca


 

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