lunes, 17 de junio de 2013

Una biografía de Elena Garro por Elena Poniatowska



Una biografía de Elena Garro
PREMIO XAVIER VILLAURRUTIA 1963. NOVELA: Los recuerdos del porvenir.
Elena Poniatowska

¡Qué escritor no quisiera tener un biógrafo tan enamorado de su personaje como Patricia Rosas Lopátegui! Su capacidad de entrega no tiene límites. Su admiración se desborda en cada página. Que Elena Garro era una seductora absoluta, queda comprobado en este libro que lleva el escandaloso título de El Asesinato de Elena Garro.

Elena Garro y Helena Paz, foto tomada del libro Yo soy memoria

Elena Garro fue un ser lleno de contradicciones y enigmas. Para ella nunca hubo medias tintas. ¿Se comió el personaje a la escritora? Elena es un icono, un mito, una mujer fuera de serie, con un talento enorme. A nadie deja indiferente. Impresionó a todos los que la conocieron, marcó con una huella indeleble a quienes la trataron; imposible para su hija Helena Paz vivir y "ser" sin ella. Sin embargo, con su muerte, no ha crecido su leyenda. Quien la sostiene con lealtad admirable es Patricia Rosas Lopátegui, que la envuelve en libros como caricias e insiste en que la recordemos y le rindamos tributo.

Este tercer tomo, El asesinato de Elena Garro que le dedica, Patricia recoge artículos dispersos en revistas y diarios. Sin embargo, habría que asentar que Elena no tiene identidad periodística, es decir, quienes la tratamos la considerábamos una extraordinaria escritora, pero no una periodista. El periodismo no fue su profesión, la literatura sí, y la ejerció en forma maestra. Además de escribir esporádicamente en revistas de poca monta, salvo Siempre! (Sucesos y Revista de América no circulaban), Elena solo escribía (y muy bien) cuando algún acontecimiento suscitaba su indignación. El reparto de la tierra, la miseria de los campesinos, el líder de la cnc, Javier Rojo Gómez y Carlos Madrazo, el ingeniero Norberto Aguirre Palancares, el coprero César del Ángel, fueron sus temas. También escogió escribir sobre Régis Debray y Roberto Fernández Retamar, entre otros. Estos artículos, sin embargo, no añaden un centímetro a su estatura de novelista, cuentista y autora teatral.

Patricia Rosas Lopátegui, profesora de la Universidad de Nuevo México, estudia la vida y obra de Elena Garro y la encumbra. Ningún biógrafo más apasionado por su sujeto que ella. Idolatra a Elena Garro, no le cuestiona nada. Le reza, la convierte en santa. Después de dos libros, Yo solo soy memoria y Testimonios de Elena Garro, nos da a conocer el último tomo de la trilogía, El asesinato de Elena Garro. Nos avienta de cabeza al mundo ardiente y peligroso del periodismo de la Garro, del que se sabía poco o nada, ya que publicó primero en Presente, un periódico de Cuernavaca desconocido en el Distrito Federal, y más tarde sólo lo hizo de vez en cuando en revistas como Sucesos y Siempre! Quizá en los primeros años, en 1941 en la revista Así, pudo considerársele una periodista de vanguardia, porque habló de la situación de la mujer cuando pocos lo hacían en una sociedad misógina y sexista. Las abnegadas mujercitas mexicanas debían bordar pañuelos con orillas de llorar y sonar la nariz de sus hijos. Nada mejor que el confinamiento para esos seres débiles y pasivos que paren con dolor. Elena Garro salió de su casa dando un portazo, y sólo con ese acto se convirtió en una amenaza para el statu quo.

En los cuarenta, Elena entrevistaba a quien se le daba la gana y como se le daba la gana. Ningún jefe de redacción a quien rendirle cuentas, ninguna orden de trabajo como la recibimos todos los reporteros. Así, Elena escoge a la cantante de ópera Lolita González de Reachi (¿quién será?), le pregunta si su marido se opone a su carrera y le señala que "de Reachi" significa ser propiedad de un hombre. También dialoga con la actriz Isabela Corona (a quién Juan Soriano le pintó un fabuloso retrato) y con la pintora Frida Kahlo, tres mujeres que luchan por destacar (bueno, Frida Kahlo luchó por sobrevivir). Ninguna de las entrevistas es memorable, en cambio un reportaje en la cárcel de mujeres sí lo es. "Mujeres perdidas" es una excelente crónica y, para hacerla, Elena convivió con las presas.

Elena Garro tampoco se consideró feminista: "El día en que manejemos ideas propias, entonces seré feminista, pero mientras manejemos intelecto masculino, no soy feminista. [...] No. No hay mujer que haya tenido una sola idea." ¿Y Marie Curie? ¿Y Simone Weil? ¿Y Simone de Beauvoir? ¿Y Marguerite Yourcenar? ¿Y, en México, Sor Juana Inés de la Cruz, Frida Kahlo o Rosario Castellanos, su contemporánea?

Arturo Ripstein bailando con Elena Garro Foto: tomada del libro Yo soy memoria

En las páginas que siguen abundan los comentarios de Patricia Rosas Lopátegui basados en la información de Elena Garro. Como Patricia no vivió los acontecimientos, sólo puede verlos a través de Elena. La información que Elena le da es un amasijo de contradicciones, cuando no de falsedades, lo cual hace que su trabajo sea sesgado y tendencioso porque las inexactitudes se vuelven imposturas. Parcial, Patricia Rosas Lopátegui afirma que su periodismo no es constante porque Octavio Paz la limita. Nos dice que en 1957 Octavio "accede" a que Elena se dé a conocer como dramaturga, cuando es vox populi que fue Octavio Paz quién, loco de entusiasmo, presentó al grupo Poesía en Voz Alta las obras Andarse por las ramas, Los pilares de doña Blanca y Un hogar sólido. Si viviera todavía Juan Soriano lo corroboraría.

Un hogar sólido fue un prodigio al que tuve el privilegio de asistir. Elena, vestida de terciopelo negro, subió al escenario a recibir un prolongado aplauso al lado de Guillermo Dávila, gran amigo de Carlos Pellicer, Juan Soriano, Juan José Gurrola y otros, y Octavio no cabía en sí del orgullo. Sonreía aun más que Elena. Para esto, la mujer de teatro había escrito, según ella desde 1958, el espléndido drama histórico Felipe Ángeles que Coatl, de Ernesto Flores, publicó en Guadalajara en 1967, y otra obra maestra, Los recuerdos del porvenir, cuyo manuscrito extravió. Elena hablaba de un baúl mágico lleno de obras prodigiosas que se extraviaba en los países en los que residía. La semana de colores, publicado en 1958, es un libro maravilloso. Octavio Paz admiró a su mujer que no dejaba de asombrarlo, mejor dicho, de inquietarlo y desazonarlo hasta despeñarlo al fondo del infierno. Ella es la que brilla, la estrella, la de los propósitos que Paz festeja y necesita. La escucha arrobado, ríe de sus ocurrencias y concuerda con ella cuando ataca a éste y a otro. Discuten y él se rinde. ¡Qué hermosa pareja! Elena lo estimula y le rinde pleitesía. "Tus ojos son los ojos fijos del tigre y un minuto después son los ojos húmedos del perro./ Siempre hay abejas en tu pelo. […]/ Patria de sangre,/ única tierra que conozco y me conoce,/ única patria en la que creo,/ única puerta al infinito." Elena fascina no sólo a su marido, sino a quienes la cortejan. Es una mujer de mundo. También Octavio es un hombre de mundo. Enamoran, ríen, se burlan de pretendientes y pretendientas, son los reyes de la noche. Encandilado por todos los sentimientos encontrados que le provoca su mujer, Octavio Paz llevó el manuscrito de Los Recuerdos del Porvenir a Joaquín Diez Canedo, quien lo lanzó en 1963. Un año después, Octavio de nuevo se enorgulleció de que le dieran el Premio Xavier Villaurrutia, en 1964, aunque ya estaban separados. "Es la mejor escritora de México" declaró. Según Patricia, para Elena el trabajo de creación estaba prohibido y le era difícil escribir. Sin embargo, la misma Elena contaba que pasaba muchas horas sola y que podía vivirlas a su antojo. ¿Quién le prohibía qué? Otra vez, según Patricia, Octavio Paz.

Las contradicciones y las falsedades se van acumulando a lo largo de las páginas porque Elena es la única fuente de información y Patricia Rosas Lopátegui le cree a pie juntillas. A finales de la década de los cincuenta, Elena se preocupa por los campesinos de Ahuatepec, Morelos, y se enfrenta al banquero Agustín Legorreta. Convertida en luchadora social, fustiga al pri y alaba a Javier Rojo Gómez, que dirige la cnc. Nada le importa más que el reparto de tierras y la suerte de los indios, como ella los llama. "Me crié entre ellos y para mí son tan queridos como mi familia española. Aparte de esta razón sentimental los indios son las personas cultas del país […] Los indios son muy inteligentes, han sufrido mucho. Se les ha prohibido hasta tener memoria, porque la Conquista de México les quitó hasta la memoria, entonces ellos existen casi de contrabando y a escondidas... Me parece que lo que les sucede es un pecado terrible. ¡Y los quiero mucho y me produce mucha pena que los exploten de esa manera, que los maten de esa manera y que no tengan derechos!" Elena aparece en las reuniones campesinas en Morelos, a las que puede acceder gracias al líder campesino Cristóbal Rojas, director del periódico Presente, y causa sensación. También llega despampanante y furiosa al despacho del gobernador, al del procurador de justicia y todos los ujieres le ceden el paso. Ir vestida con prendas de Dior, de Chanel o de Jacques Fath es una estrategia para impresionar, como lo son los abrigos de piel y las suaves chalinas color beige o palo de rosa o verde pistache, los favoritos de Elena. Sorprende a todos, la reciben y su reacción ante ella oscila entre el miedo y el deslumbramiento.

Ataca a los intelectuales: "Yo creo que todos están más o menos ligados con el gobierno, o tienen una chamba en el gobierno, o la han tenido. ¿No te parecen entonces una farsa sus gritos y sus grandes escritos?" A Octavio Paz le hace la vida de cuadritos, teme sus escándalos, nada peor que se le aparezca y le grite en cualquier restaurante. Todavía años después de su divorcio, cuando a Octavio lo hacen miembro del Colegio Nacional, en 1967, su máximo temor es que llegue Elena a sabotear el acto. "Elena es de armas tomar, es tremenda." También, como nos lo informa Patricia, desenmascara a la política cultural mexicana, su totalitarismo, la sociedad patriarcal, las "cabezas pensantes" que la mantienen marginada. Siempre que puede le pega a los intelectuales, cualquier ocasión es buena. Escribe en Sucesos para todos: "La Revolución careció de un sistema filosófico. Los intelectuales mexicanos acostumbrados a pensar poco y a disfrutar de muy buenas prebendas, se abstuvieron de ejercer el pensamiento y antes y después del asesinato de Francisco I. Madero prefirieron las carteras de ministro a la incertidumbre del desempleo." "Los intelectuales han jugado a todas las barajas", acusó en 1968.

Según Patricia Rosas Lopátegui, mientras Garro hacía pública la barbarie de funcionarios, caciques y empresarios mexicanos, la obediencia de Octavio Paz al régimen era premiada con el puesto de embajador en India, en septiembre de 1962. ¿Cómo explicarse entonces la renuncia pública de Octavio Paz, en 1968, a raíz de la matanza de Tlatelolco?

Elena Garro convivió con líderes campesinos y padeció el asesinato de Rubén Jaramillo. Lo conoció y trató a su familia: "Los intelectuales usaron la bandera de Rubén Jaramillo, pero jamás se ocuparon de él. Yo lo conocí, yo lo traté, ellos no." Años más tarde, gracias a otro líder campesino, Florencio Medrano Mederos, el fraccionamiento Villa de las Flores, que pertenecía al hijo del gobernador de Morelos, Felipe Rivera Crespo, se convirtió en la colonia Rubén Jaramillo. En 1973 (Elena andaba huyendo), cuando fui a la colonia a hacer un reportaje que habría de publicarse en el libro de crónicas Fuerte es el silencio, los campesinos me preguntaron si no conocía "a otra güerita como usted", y resultó ser Elena Garro. "Quería enseñarnos a leer y a escribir para que pudiéramos defendernos." Lo cierto es que la cercanía de Elena con los campesinos es el fundamento de su mejor obra. Su preocupación es auténtica. Elena, católica, lucha contra el mal que se les inflige a los más pobres, le indigna el despojo de que son víctimas. Al defenderlos escribe sus mejores páginas y hace gran literatura. A Sergio Pitol le entusiasma "La culpa es de los tlaxcaltecas". "¡Es un cuento magistral!", exclama.

Todo lo que escribió Elena fue más o menos autobiográfico: "Yo no puedo escribir nada que no sea autobiográfico; en Los recuerdos del porvenir narro hechos en los que no participé, porque era muy niña, pero sí viví –le confía a Roberto Páramo–. Asímismo en las dos últimas novelas, Reencuentro de personajes y Testimonios sobre Mariana, trato las experiencias y sucesos que me acontecieron en la multitud de países donde he vivido. Y como creo firmemente que lo que no es vivencia es academia, tengo que escribir sobre mí misma."

Elena decía cosas muy buenas: "Cualquier experiencia o experimento es una aventura y la aventura es la cualidad superior del hombre. Una obra de arte es una aventura." "No me considero original; me ha interesado sobre todo tratar el tema del tiempo, porque creo que hay una diferencia entre el tiempo occidental que trajeron los españoles y el tiempo finito que existía en el mundo antiguo mexicano." "En la política se condena a la belleza cuando ésta interfiere con el poder." "Los políticos, como los escritores, pueden permitirse todo menos aburrir al público." "El miedo es el peor consejero, no aconseja sino crímenes. Detrás de cada dictador hay un potencial de miedo infinito." "El presidente no es más que un empleado del pueblo: no es Dios. Yo creo que Dios no dura seis años ¿sabes? Si un administrador no satisface las necesidades, que se vaya. Puede haber otro más apto." "Estamos en el tiempo de matar: se empieza matando en el nombre de una idea y se termina asesinando en el nombre de un jefe. ¡Y un jefe es una mentira!" "El fin de todo acto político es la toma del poder. Y el fin del poder es conservarlo. Toda política está fundada en una filosofía o ideología. La monarquía sostenida por la filosofía espiritualista y religiosa se fundó en el derecho divino. La gran burguesía arrebató el poder a la nobleza fundándose en los derechos humanos y la abolición del derecho divino. A su vez, la pequeña burguesía representada por Marx y Lenin, carente de poder económico y de poder divino, fundamentó su derecho al poder político en la intelectualidad. Y de hecho la gran revolución comunista no es sino el asalto al poder de la clase más ávida: la pequeña burguesía." Contestataria y coqueta a la vez, Elena le asegura a Carlos Landeros: "Si fuera castrista lucharía por el castrismo y yo sólo peleo por la Constitución mexicana. Yo soy agrarista guadalupana, porque soy muy católica. Devota del Arcángel San Miguel y de la Virgen de Guadalupe, patrona de los indios."

A partir de 1963, los acontecimientos se precipitan y a Elena, anticastrista, la involucran en las investigaciones de la cia sobre el asesinato de John F. Kennedy. Ya no sólo le preocupan los asuntos campesinos, Elena conoce al presunto asesino (desde luego, ligado a Cuba) y lo denuncia. A partir de entonces cobra vida su novela aún no escrita, Andamos huyendo Lola, porque, acorralada por sí misma y por las intrigas, se acentúa su delirio de persecución, su paranoia.

En 1965, Madrazo, presidente del pri, intentó reestructurar al partido oficial. Elena publicó una entrevista con él de casi cien páginas en que lo elogia demasiado y lo convierte en un héroe. Cita a Carlos Madrazo: "Creo en la rebeldía como una forma viva del pensamiento. Creo que es una de las formas más vivas de expresión. Los grandes sabios, los grandes escritores, los descubridores, no han sido otra cosa que rebeldes." "El amor es un método de conocimiento y creo que fue el método empleado por Balzac." "Porque el hombre confronta su estatura pequeña con los valores superiores por los que debe vivir y morir. La lucha es eso: un riesgo y esto no debe aceptarse si uno no está dispuesto a llevarla hasta su final. Los hombres nos dividimos en dos grupos: los que aprendemos a morir y los que aprenden a vivir.". "La izquierda mexicana ha creado, a través de la historia del país, un clima de combate civil, y de ella han surgido todos nuestros grandes hombres." "El hombre es falible, pero para mí vale igual quien se equivoca actuando en pos de una idea generosa, que aquel que teóricamente es perfecto pero que nunca ha hecho nada." Elena asegura que el pri es una empresa privada y no un partido político, y es muy buena su crítica a Lauro Ortega, "hombre enormemente rico y actual dirigente del pri, que representa en México a la empresa japonesa Mitsubitsi y trabaja para ella obteniendo desde el poder todos los contratos que la favorezcan aunque resulten onerosos para el país". En todas partes, Elena suelta el nombre de Madrazo, cualquier ocasión es buena para hacer la apología de su ídolo. Lo apoyó hasta ir con Gregorio Ortega (director de la Revista de América a quienes todos llamaban Orteguita) a pedirle que encabezara el movimiento estudiantil que terminó en la masacre del 2 de octubre de 1968. Madrazo, como buen político, se negó. Elena siguió yendo a las asambleas en Ciudad Universitaria a gritar: "Madrazo, Madrazo, Madrazo." Él iba a llevar a cabo la Reforma agraria, él haría justicia, él combatiría el racismo, él, que ya despertaba pasiones, controversias, discusiones; él, sólo él, que leía a Balzac, que tenía cifras y datos en la punta de la lengua, el informado, el activista, el gran lector, el hombre pensante decía la verdad al igual que Churchill. Madrazo superhombre desbancaría a los protagonistas de la historia universal. Activista, Elena decía de sí misma que era una partícula revoltosa. También el Distrito Federal estaba revuelto. Elena iba y venia, argumentaba, denunciaba y volvía a denunciar. "La mujer de Octavio Paz", comentaban a pesar de la separación. Su hija Helenita, aun más airada, arrebataba la palabra: era muy evidente la presencia de las dos Elenas en actos públicos que invariablemente causaban sensación. Dos mujeres rubias y guapas, impecablemente vestidas, sobre sus altos tacones, abanderaban a Madrazo. (Para ser un poco frívola, habría que recordar que Elena tenía piernas tan hermosas, o más, como las de Marlene Dietrich). En todas partes se les reconocía, en algunas corrían a recibirlas, en otras, huían. "Mucha gente me ha dicho que si no tengo miedo de señalar a los que violan las leyes –le dijo a Carlos Landeros–, pero por qué voy a tener miedo, si yo no hago más que repetir lo que dicen las cabezas del gobierno."

Quien habría de huir con su hija tomada de la mano fue la propia Elena. El 17 de agosto publicó en la Revista de América "El complot de los cobardes" acusando a los intelectuales de mandar a los jóvenes al matadero. Todavía el 22 de agosto de 1968 la Chata encabezó una manifestación frente a la Embajada de la urss contra la invasión de Checoslovaquia. "Helena, la hija del poeta Octavio Paz" consignan los periódicos. A propósito de la actitud antiintelectual de Elena, Archibaldo Burns habría de decirle a Patricia Vega: "Mira, en el ’68 vi poco a Elena, pero ella tenía la obsesión de siempre: Octavio Paz, y quería fastidiar a los amigos intelectuales de Octavio –lo fueran o no, esto es importante, porque ella los veía como los amigos de Paz–, por eso decía que todas esas gentes estaban mandando a los estudiantes de carne de cañón, que los iban a matar y que iban a dar a la cárcel, mientras ellos estaban muy cómodamente instalados en sus casas. Ella pensaba que los amigos de Octavio estaban haciendo eso; además Elena detestaba a los comunistas, les tenía un odio feroz." El 7 de octubre de 1968 culpó a quinientos intelectuales y los madracistas se equivocaron al decirle que fuera a esconderse. La propia Elena, ya muy acelerada, llamaba a la Dirección de la Federal de Seguridad: "Habla Elena Garro. Insisto en que vengan a aprehenderme. Que me fusilen si soy culpable." ¿La ayudaron después los políticos que tanto había ensalzado? Rojo Gómez, Madrazo y Palancares, le aconsejaron prudencia. Las cosas se habrían calmado y nada le habría pasado si hubiera permanecido en México. Su propio delirio la empujó a denunciar a quien se le dio la gana. Barrió con quinientos intelectuales. (No sabía yo que había tantos). Incluyó, por ejemplo, a Leonora Carrington (quién no tenía nada que ver) simplemente porque la gran pintora era amiga de Octavio. Ninguno de los acusados le habría hecho daño. ¿Para qué? Ella se bastaba sola. "Fue cuando decidí huir para escapar a mi asesinato que aquellos estudiantes, que nunca supe si lo eran, me vinieron a comunicar." ¿Y la Chata? Ninguna mención a su hija. ¿A poco a ella iban a dejarla viva? A partir de entonces se agudizó su delirio en el que introdujo malamente a su hija, la Chatita. Octavio Paz alguna vez exclamó: "Lo que no puedo perdonarle es lo que le ha hecho a nuestra hija." A Octavio debió dolerle la carta que Helenita, su hija, le escribió a cambio de su poema rechazando asistir a la Olimpiada Cultural que se iniciaría el 12 de octubre de 1968. Juan Soriano resume con inteligencia la situación de Elena Garro en el ’68, y Elena lo cita: "Juan Soriano me dijo mucho después: ‘Actuaste siempre como una persona libre, sin grupo o partido y eras el blanco ideal.’ Por eso digo que no tengo lugar ni a izquierda, derecha o medio centro. Soy una outcast, una indeseada."

Estigmatizada por Octavio Paz, crucificada por Octavio, obsesionada por Octavio, hablaba de él cuando Octavio ya no la mencionaba. O apenas y en función de su hija. A Gabriela Mora le dijo: "Yo vivo contra él, estudié contra él, hablé contra él, tuve amantes contra él, escribí contra él y defendí a los indios contra él. Escribí de política contra él, en fin, todo, todo, todo lo que soy es contra él. Mira, Gabriela, en la vida no tienes más que un enemigo y con eso basta. Y mi enemigo es Paz."

 

Que Elena Garro sedujo hasta los últimos años de su vida, lo dicen sus entrevistadores, que terminaban arrodillados a sus pies. Así le pasó al reportero Luis Enrique Ramírez, que quería enviarle su sueldo a París. "¡Pero Luis Enrique, las condiciones de Elena son mucho mejores que las suyas!" Luis Enrique gastó lo que no tenía para llamarla por teléfono a París. Una Elena de casi ochenta años lo había subyugado en la casa de Devaki, en Cuernavaca. También Patricia Vega quedó prendada. La voz baja y delgadita de Elena, apenas el susurro de una voz, embrujaba. Había que acercarse mucho para no perder una sola de sus mágicas palabras y los oyentes se quemaban. Elena resultó ser un veneno muy poderoso, pero la primera que se envenenó fue ella misma. Muchos años antes, cuando Carlos Fuentes supo que Elena Garro estaba en el Festival de Cine de Cannes con Archibaldo Burns y que se había metido a bañar en Eden Roc, comentó: "Se han de haber envenenado hasta los que se bañaban en el mar de Mármara."

¿Quién mató a Elena Garro si no la propia Elena Garro? A cinco años de su muerte, es posible descubrir que el verdadero asesino de Elena fue su vida alejada de la realidad, incluso de sí misma. Su paranoia no tuvo límites. En cada esquina se fraguaba un complot en contra suya. Helenita, la Chatita como le decían, y ella, corrían el máximo peligro. Las seguían por la calle, su teléfono estaba intervenido, querían acabar con ellas. ¿Quiénes? ¿Quién podría matarlas? ¿Los estudiantes? ¿Los campesinos? ¿Los empresarios? ¿El gobierno? ¿Quiénes eran los autores de las maquinaciones? Aunque aseguró que el ex presidente Adolfo López Mateos, durante su sexenio, le ordenó a Octavio Paz sacarla del país, lo cierto es que también le dijo a Carlos Landeros, en 1965, que el gobierno la quería: "A mí el gobierno me quiere muchísimo. La prueba de que hay la máxima libertad de prensa soy yo." Por fin, ¿me quieres o no me quieres, como dice la canción?

Para documentar la mala situación económica de las dos Elenas, Patricia Rosas Lopátegui comenta que Elena le dice al poderoso y temido secretario de Gobernación, Fernando Gutiérrez Barrios, que ella ya sabe que él se la quiere echar al plato, pero en México, en lenguaje popular "echar al plato" significa hacer el amor, y Patricia le da una connotación trágica. Elena no tiene qué comer, no tiene nada en su plato. "Elena representa el signo de su desamparo, y al encontrarse en una situación vulnerable, se representa como una figura sometida y postrada a través del símbolo del alimento que yace en un plato y puede ser ingerido, o un cuerpo extendido con el que se puede hacer lo que se quiera." ¡Nada más irreal y absurdo! Elena coqueteó con casi todos los personajes sobre quienes escribió, incluso con aquellos a quienes atacó como Titino Agustín Legorreta, o Norberto Aguirre Palancares, a quién consideraba guapísimo. "Se parece a Robert Oppenheimer", o César del Ángel, el líder coprero a quien escondió en su casa durante días, y Carlos Madrazo, que para ella fue Dios sobre la Tierra. Todos le correspondieron. Era una hechicera. Cuando no la veía, Carlos Madrazo le enviaba con su chofer estuches con brazaletes y collares a su casa de Alencastre, y ella sacaba a bailar al chofer. A Fernando Gutiérrez Barrios, Elena le escribió una carta francamente lacayuna llamándolo "D’Artagnan", guapo, inteligente, leal, benevolente, impartidor de justicia, y se comenta que con él hizo un pacto secreto ligado al Movimiento Estudiantil.

Elena se echaba a la bolsa a quién se le antojaba. Por ejemplo, le cayó muy en gracia a su casero, el abogado Raúl Cárdenas, quien venía a cobrarle la renta de la casa de Alencastre (que casi nunca pagaba), pero salía encandilado después de varias horas de conversación prodigiosa. Durante toda su estancia en México, el poeta cubano Roberto Fernández Retamar no salió de Alencastre, embrujado por las dos Elenas. "Es guapísimo, parece un príncipe italiano." Exaltada, Garro escribe cinco artículos sobre Régis Debray, y asiste a una manifestación callejera frente a la Embajada de Bolivia donde se hace notar (siempre se hacía notar). De Régis escribe: "Militares que chorrean sangre de pobre, no pueden hablar en el nombre de los pobres para atacar a un joven que piensa que esos pobres son defendibles."

Rodeada de gatos franceses y gatos mexicanos que no se llevaban entre sí y necesitaban dos piezas para no pelearse, una para los franceses y otra para los mexicanos, en un mísero departamento de Cuernavaca, sentada en un sillón con sus inseparables cigarros Lucky Strike, la atmósfera en la que vivió sus últimos días fue deplorable. El olor a amoniaco descendía hasta la calle, pero ni una ni otra de las dos Elenas parecía notarlo. Al contrario, le cedían su espacio a los gatos. Elena, en los huesos, se nutría de café, Coca Cola y cigarros. La Chata y ella peleaban. Quienes la visitaban regresaban deprimidos, pero todavía subyugados por su encanto. "Están muy mal, de veras sus circunstancias no podrían ser más adversas." Se hacían colectas, el dinero desaparecía en un santiamén.

 

No hubo complot, ni confabulación, ni conspiración en contra suya. Las novelas y los cuentos de Elena eran leídos y comentados. Muchos universitarios querían hacer su tesis sobre su obra, no sólo en México sino también en Estados Unidos. Jóvenes entusiastas deseaban verla, "no seas mala, me muero por conocerla", y varios periodistas andaban tras una entrevista con ella. Su traición (porque la llamaron traidora) sólo acentuó el mito que empezó a fabricarse en torno a ella. Su teatro seguía llevándose a escena, no sólo en foros universitarios sino en Oxolotan, Tabasco. En 1991, durante el primer viaje, María Alicia Martínez Medrano montó con niños y ancianos en el campo tabasqueño varias de sus obras, entre otras Perfecto Luna, El árbol. Elena prefirió quedarse en Cuernavaca con Devaki, su hermana, en vez de acudir a ver esta función que mucho la habría gratificado. Monterrey, la primera ciudad en invitarla, le rindió un magno homenaje antes de su regreso definitivo a México, en 1993. (Desde el hotel llamó todos los días por teléfono al cuidador de sus gatos. ¿Sería Albano, su hermano bien amado?). Puebla la hizo hija predilecta y le dio las llaves de la ciudad. En varias ciudades de la República la recibieron con emoción, y Elena encontró lectores fervientes. También en Bellas Artes se hicieron mesas redondas en las que participaron decenas de admiradores. Imposible decir: "Me roban, me atacan, no reconocen mis méritos, me odian, me quieren eliminar, me atosigan."

El desplome final se debió a la confusión, la falta de realismo que la hizo actuar en contra suya. Cuando la invitaron a regresar a México, creyó que el gobierno le iba a poner casa. No fue así. La verdad, el gobierno habría podido hacerlo. Conaculta, sin embargo, trajo a siete gatos franceses en sus debidas jaulas. A Elena le fue otorgada la beca de creadores eméritos, y a su hija, poeta, otra beca. A lo largo de los años, Octavio Paz nunca dejó de enviarles su pensión. Sari Bermúdez, al frente del Conaculta, se convirtió en su hada madrina y cuidó de su salud, pero Elena tuvo que arreglárselas sola en el departamento de su hermana Estrella, recién muerta. ¡Qué tristeza todo! Las dos Elenas querían regresar a París. Así las vio Patricia Rosas Lopátegui, solas y desconsoladas, y por eso el homenaje que les rinde y el fervor con el que se los rinde es doblemente valioso. Les tiende la mano a las caídas, a las abandonadas, a las que equivocaron el camino, a las del regreso a la "penitenciaría", como llama Elena al feo edificio cubierto de barrotes negros. "No reconozco a México, todo ha cambiado para mal."

Vieja y enferma, Elena Garro volvió al principio de sus Recuerdos del porvenir: "Aquí estoy, sentado(a) sobre esta piedra aparente. Sólo mi memoria sabe lo que encierra [...] estoy y estuve en muchos ojos, yo sólo soy memoria y la memoria que de mí se tenga"... "Quisiera no tener memoria o convertirme en el piadoso polvo para escapar a la condena de mirarme."

domingo, 16 de junio de 2013

1960 Rosario Castellanos Ciudad Real (cuento) PREMIO XAVIER VILLAURRUTIA.


Rosario Castellanos nació en Ciudad de México (México), el 25 de Mayo de 1925.

Rosario Castellanos fue una escritora mexicana que nació en México D.F. el 25 de mayo de 1925 y falleció en Tel Aviv, Israel, el 7 de agosto de 1974. Al poco de nacer ella su familia se trasladó a Chiapas, donde se crió y estudió hasta los dieciséis años, momento en que regresó a la capital, donde se licenció en Filosofía, en la Universidad Nacional Autónoma de México. Prosiguió con sus estudios en Madrid, donde realizó un curso de posgrado sobre Estética gracias a una beca del Instituto de Cultura Hispánica. De regreso a México, ejerció numerosos cargos docentes, impartiendo clases en distintas instituciones y universidades, hasta ser profesora invitada en la Universidad de Jerusalén, donde permaneció también en condición de embajadora tres años hasta su muerte en 1974.
Castellanos cultivó casi todos los géneros, si bien es conocida sobre todo por su poesía y narrativa. En 1958 obtuvo el Premio Chiapas por la novela Balún Canán; y en 1961 el Premio Xavier Villaurrutia por el compendio de relatos Ciudad Real. También era conocida su faceta de ensayista y crítica literaria, siendo colaboradora de diversos medios, entre los que destaca la revista especializada Excélsior.



SEGUNDA NOTA BIOGRÁFICA.

Rosario Castellanos: ser por la palabra*
Margarita Tapia Arizmendi
Escribo porque yo, un día, adolescente,
me incliné ante un espejo y no había nadie.
¿Se da cuenta ? El vacío.
Rosario Castellanos
Rosario Castellanos fue una de las primeras mujeres mexicanas que tuvo acceso a la educación superior institucionalizada. De ahí su convicción de que las culturas en general y la cultura mexicana en particular colocan a las mujeres, dentro del ámbito familiar y social en un plano inferior, así lo mostró desde el inicio con su tesis de Maestría en Filosofía, titulada. Sobre cultura femenina que sustentó en la Universidad Nacional Autónoma de México.[1]
Rosario Castellanos nació en México, Distrito Federal, el 25 de mayo de 1925. Vivió su infancia y adolescencia en Comitán, regresó a los dieciséis años a la ciudad de México. En la Universidad Nacional Autónoma de México estudió la licenciatura y la maestría en Filosofía. Años más tarde, colaboró con el doctor Ignacio Chávez, ocupando el cargo de Directora General de Información y Prensa (1960-1966). Por esta época y hasta 1974 fue catedrática de la Facultad de Filosofía y Letras. También promotora cultural en el Instituto de Ciencias y Artes en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, y en el Instituto Nacional Indigenista. Por su destacada trayectoria recibió tres becas: en 1950 le concedió una beca el Instituto de Cultura Hispánica y permaneció en España de 1951- 1952; cuatro años después, en 1956 la beca Rockefeller; más tarde, la del Centro Mexicano de Escritores. Entre otros reconocimientos menciono: el Premio Chiapas 1958 por Balún Canán. Premio Xavier Villaurrutia 1961 por Ciudad Real. Premio Sor Juana Inés de la Cruz 1962, por Oficio de Tinieblas. Premio Carlos Trouyet de Letras, 1967. Premio Elías Sourasky de Letras, 1972. Rosario Castellanos incursionó en diversos géneros: poesía, novela, cuento, ensayo, teatro, periodismo y epistolar. Perteneció al grupo que integraban Jaime Sabines, Dolores Castro, Luisa Josefina Hernández y varios escritores hispanoamericanos. Ernesto Cardenal, Ernesto Mejía Sánchez, Otto Raúl González, Tito Monterroso y Carlos Illescas. La muerte de Rosario Castellanos ocurrió en Tel Aviv, el 7 de agosto de 1974, cumplía una misión diplomática, era embajadora de México en Israel.
La formación y la cultura universal[2] que durante los estudios universitarios adquirió y la lectura que practicó toda la vida, aunado a la lúcida inteligencia que poseía le permitió, desde mi punto de vista, asimilar que la desigualdad de las mujeres se sustentaba no en la naturaleza, no en la biología sino en la larga tradición cultural de sometimiento. En la resistencia a permitir la entrada de las mujeres, a las universidades y centros de enseñanza superior; a la dosificación de la educación e información femenina, de tal manera que ésta no representara una amenaza para la estructura patriarcal. Al hacer invisible el trabajo de las mujeres, al minimizar sus ideas y participación social, política, científica y económica, de forma tal, que no representara correr ningún riesgo; así lo consigna la autora en el texto Mujer que sabe latín...[3] "la mujer ha sido más que un fenómeno de la naturaleza, más que un componente de la sociedad, más que una criatura humana, un mito" (Castellanos, 1995: 9). Explicarse el proceso anterior la colocó en situación semejante a las mujeres rebeldes y de avanzada, generalmente extranjeras, que durante las décadas sesenta y setenta difundieron el juego que desde las elites capitalistas se venía haciendo en detrimento de los sectores sociales marginados. Los textos literarios que integran el volumen. Los convidados de agosto ilustra la actitud de las mujeres, representadas en esos personajes femeninos abnegados, burlados, maltratados y más todavía engañados por sí mismos, ubicados en mundos sentimentales de relaciones de uso, que Rosario Castellanos pone bajo la lupa irónica, estrategia retórica audaz para llevar a la reflexión. Porque atrevida como siempre fue, se dio cuenta que no poseíamos un idioma propio, que el español de España nos era ajeno y que hablábamos encubriendo los sentimientos y negando realidades que nos aquejaban y hacían cada vez más profundo el abismo entre el decir, el ser y el sentir. Y entonces emprendió la tarea de quitar máscaras, disfraces, endulzamientos, alabanzas y afectaciones; trabajó con el habla cotidiana y la transformó en literatura sin dejar de nombrar al pan, pan, y al vino, vino. Y se internó en el difícil camino de la desmitificación de la mujer, puso de manifiesto la otra cara de la moneda, al exponer no el lado amable de la maternidad, de la abnegación, del sometimiento, de la ignorancia, de la pobreza, del engaño, sino la cosificación de la mujer, la marginación, la no dignidad, que la autora extrae de la propia experiencia, y que veía repetirse una y otra vez, de generación en generación. "Escribía para que las mujeres viéramos reflejadas nuestras posibilidades de vida, para que estuviéramos conscientes de que podíamos intentar otros caminos que no fueran la soltería ominosa, ni un matrimonio apresurado, ni una soledad mortal" (Guerrero, 1985: 20). En el poema "Jornada de la soltera" habla del entorna en contra de la mujer que no ha resultado apetecible a ningún varón, y de que todo en su derredor la cuestiona, la culpa y nada le está permitido hacer, sólo esperar, esperar.
La soltera se afana en quehacer de ceniza,
en labores sin mérito y sin fruto;
y a la hora en que los deudos se congregan
alrededor del fuego, del relato,
se escucha el alarido
de una mujer que grita en un páramo inmenso
en el que cada peña, cada tronco
carcomido de incendios, cada rama
retorcida, es juez
o es un testigo sin misericordia (Castellanos, 1975: 175).
Rosario Castellanos ve, por otra parte, que la maternidad también encadena a la mujer, así dice: " La señora, cuyo perpetuo embarazo le impedía hacer ejercicio y cuya progresiva gordura iba reduciéndola a inmovilidad completa..." (Castellanos, 1974: 207)4 Y sobre el intocable amor maternal también se pronuncia.
Soy madre de Gabriel: ya usted lo sabe, ese niño
que un día se erigirá en juez inapelable
y que acaso, además, ejerza de verdugo.
Mientras tanto lo amo (Castellanos, 1975: 289).
De otros asuntos, lastimosos e inherentes al ser humano, escribe Rosario Castellanos en Rito de iniciación, la envidia y la competencia entre escritores, ya se trate de varones o de mujeres, así como el problema de la histeria en la escritora famosa, en donde el ambiente académico y universitario se muestra sin maquillaje, tal cual, una selva de fieras en disputa por la fama y el poder.5 Por otra parte, de la aguda asimilación sobre el funcionamiento patriarcal, surge también, el interés por recrear esos mundos ficcionales de sujeción indígena y femenina, en obras narrativas como Oficio de tinieblas y Balún Canán o en su poemario Lívida Luz, del que la propia autora dice:
En ella llegue propiamente a la frialdad, a pesar de que escribí los poemas en estado de fiebre... en ellos reflexiono sobre el mundo, ya no como objeto de contemplación estética sino como lugar de lucha en el que uno está comprometido. Allí se reflejan las experiencias que tuve en Chiapas en mí trabajo para el Instituto Indigenista. En esos lugares la lucha ha llegado a extremos desgarradores de brutalidad. Allí también figuran mis experiencias en ciertos ambientes de la ciudad de México. Asimismo, aparecen lecturas sobre los temas sociales y políticos que, por entonces, comenzaron a interesarme de manera muy particular (Carballo, 1986: 523-524).
"Primera revelación" fue en verdad, el texto que constituyó el germen de las preocupaciones que acompañaron a Rosario Castellanos durante su vida, la religión (de la que me ocuparé más adelante) y el sentimiento de inferioridad, de éste último abundó en Balún Canán.6 En este breve cuento la perspectiva de la narradora adulta, desde el presente, se cruza con la perspectiva infantil al rescatar el recuerdo de la niña y el sentimiento compartido con Mario, su hermano menor. La narradora registra las diferencias, pero también las alianzas entre ellos, que van en función del modo de ser y de la presencia física. "Mario era de color moreno, sumamente ágil y de carácter alegre yo era macilenta, llorona, y ‘tenía un gesto de asombro’... Ahora me toca decir que estábamos unidos por algo mucho más fuerte que los lazos de la sangre, los intereses comunes o las simpatías temperamentales: el miedo" (Castellanos, 2002: 114). Las cosas que les causaban miedo eran los perros y Dios. La narradora recuerda que aceptaban de buen grado la idea de un Dios de larga barba blanca que castigaba a quienes no se portaban bien. Y en cuanto a las virtudes, las resumían en la obediencia, mas al aprender el catecismo se introdujo la idea del infierno, su mente infantil empezó a buscar la manera de esquivar la omnipresencia divina, pero quedó al descubierto el sueño, en donde Dios llamaba a Mario, surgió la culpa, se sintieron niños malos. Mario murió y al quedar bajo tierra, desde la perspectiva infantil, burló la omnipresencia divina. En este cuento se reconocen datos biográficos de Rosario Castellanos, por eso creemos que es el inicio de su actitud religiosa, claro que con abundantes transformaciones y honduras. En Apuntes para una declaración de fe, Rosario Castellanos registró, entre las variadas crisis de la adolescencia, la crisis religiosa, pero la propia autora reconoció que fue un poema mal logrado. En 1948, a los veintitrés años, escribió Trayectoria del polvo, poema de largo aliento que reveló una gran desolación, transcribo un fragmento, así inicia.
Me desgajé del sol (era la entraña
perpetua de la vida)
y me quedé lo mismo que la nube
suspensa en el vacío.
Como las llama lejos de la brasa,
como cuando se rompe un continente
y se derraman islas innumerables
sobre la superficie renovada del mar
que gime bajo el nombre de archipiélago.
Como el alud que expulsa la montaña
sacudida de ráfagas y voces (Castellanos, 1975: 17).
La autora de Trayectoria del polvo pensaba que la poesía era el único camino que permitía sobrevivir. "Las palabras poéticas constituyen el único modo de alcanzar lo permanente en este mundo. Por esos años, y después de una fuerte crisis religiosa, dejé de creer en la otra vida" (Carballo, 1986: 520). Posteriormente se ubica en la abstracción, en donde los poemas destilan intelectualidad, como en De la vigilia estéril y El rescate del mundo, la autora retorna a lo concreto, y a propósito de esos poemarios dijo. "Volví a una especie de religiosidad ya no católica a una vivencia religiosa del mundo, a sentirme ligada a las cosas desde un punto de vista emotivo y a considerarlas como objetos de contemplación estética. Me producía raptos de verdadero júbilo transformar en poemas lo que estaba junto a mí" (Ibíd.: 522). Durante su estancia en España lee asiduamente a Santa Teresa y San Agustín y se entusiasma con el misticismo, y confiesa: "[A] Dios, lo he perdido y no lo encuentro ni en la oración ni en la blasfemia, ni en el ascetismo ni en la sensualidad" (Castellanos, 1996: 15). Dentro de una larga carta que le escribió a Ricardo Guerra, a quien llamaba: "Mi querido niño Guerra" le contó su desaliento religioso.
Es que con este problema religioso yo no sé en qué voy a parar. Desde luego la religión es algo que jamás me ha sido indiferente y mucho menos ahora. Con mi corazón tengo un hambre horrible de ella pero cuando trato de acercarme a saciarme se me oponen una serie de objeciones de tipo (¡!) intelectual. Yo que jamás razono, que no tengo ninguna capacidad lógica y sobre todo en este caso ninguna instrucción religiosa me pongo a criticarla y a parecerme todo absurdo e irracional y por eso mismo inaceptable (Ibíd.: 114).
Emmanuel Carballo, al entrevistar a la autora de Poesía no eres tú, en 1964, preguntó. "¿Se impone el deslinde entre poesía y filosofía?" Rosario Castellanos contestó que entre los géneros literarios el que más se aproxima a la filosofía es la poesía. Sin embargo la diferencia radica en el lenguaje: "Si la filosofía tiene su principio de identidad, la poesía también lo tiene: es la metáfora. Para mí, la poesía es un ejercicio de ascetismo, un intento de llegar a la raíz de los objetos, intento que, por otros caminos, es la preocupación de la filosofía" (Carballo, 1986: 524).
Apunté antes que en el cuento, "Primera revelación", se delinea otro asunto de vital importancia, el sentimiento de inferioridad que Rosario Castellanos aprendió en el seno familiar. Dice la narradora, incluso en los juegos infantiles el hermano era el rey y la niña sólo la princesa, él el actor y ella el público. Es su misma madre quien le reprende porque toca papeles que presumiblemente eran los títulos de las propiedades que estaban destinadas a su hermano Mario. Sus padres no lo dijeron con palabras pero ella entendió que hubieran preferido su muerte a cambio de la de Mario. Al morir sus padres, Rosario Castellanos heredó bienes raíces, que luego decidió entregar a los indígenas de Chiapas. Es con estos antecedentes "amorosos" que la escritora mexicana fue por el mundo. Se enamoró obstinadamente de Ricardo Guerra, él no correspondió de la manera que ella deseaba, incluso se casó con otra mujer, pero Rosario Castellanos no se dio por vencida, las 73 cartas, escritas en dos periodos de 1950 a 1958 y de 1966 a 1967, dieron testimonio de ese gran amor, al menos de ella hacia Ricardo Guerra. Se casaron en 1958, de sus múltiples embarazos sólo vivió Gabriel, pero las continuas infidelidades de ese don Juan, la envolvían en fuertes depresiones, ella se culpaba, bien fuera por ser fea o por tener un cuerpo poco atractivo o por sus continuos reclamos, sus celos. Su tragedia personal la llevó al valium 10, y a estancias en el hospital psiquiátrico e intentos de suicidio. En 1966 aceptó una invitación como profesora visitante a Madison Wisconsin, y allí se recuperó, se dedicó a su hijo, a sus clases. "Rosario Castellanos se fue revalorando y este fue un proceso doloroso porque fue conociéndose. Finalmente, en un acto de autoestima, se separa y pide el divorcio" (Castellanos, 1996: 22). Motivada por el desamor y el abandono de Ricardo Guerra, escribió el poema en prosa: Lamentación de Dido. Sin embargo, el poema no se circunscribe a la experiencia personal, se amplía hasta el plano universal, al referirse a una figura femenina mítica, que aparece en el libro Eneida de Virgilio, el personaje Dido es la mujer que Eneas también abandonó después de haber sido recibido junto con sus acompañantes y regalado con los mejores presentes y complacido por la propia Dido. Eneas fue dejando a esta mujer sumida en el vacío. El personaje como sabemos, se suicida, se incinera. Rosario Castellanos recoge la tradición literaria7 y escribe un largo poema sobre el efecto que el abandono hace en los seres humanos, así termina el poema: "Ah, sería preferible morir. Pero yo sé que para mí no hay muerte. Porque el dolor -¿qué otra cosa soy más que dolor?- me ha hecho eterna" (Castellanos: 1975: 97). De toda esa experiencia dolorosa, de las heridas que le propinó el amor obtuvo relevantes reflexiones: "El amor me parece importante como un fenómeno esencial de la naturaleza humana, no como estado de ánimo que pueda durar uno o más minutos" Y luego agrega. "La única misión del amor es precisamente ésa: exponernos a la herida y luego desaparecer. No es algo que pueda cumplirse y alcanzar la plenitud. Su misión es la de romper el círculo del yo en que estamos encerrados y, de ese modo, comunicarnos con los demás" (Carballo, 1986: 524-525). He aquí algunas valiosas aportaciones a la filosofía de las pasiones humanas, de una de las primeras mujeres que combinó su formación filosófica con la escuela de la vida, que nutrió sus percepciones y reflexiones con el alimento del dolor, dolor intenso que experimentó dada su condición de poeta y su deslumbrante inteligencia.
Otro tópico emparentado con el amor, es la soledad, que ella entendió como la otra cara del amor, de la muerte, del destino. La autora de Oficio de tinieblas propició un cambio en la soledad, del plano individual al colectivo; ensanchando las preocupaciones hacia los otros, cambiando los pronombres, llevando al centro el nosotros, de origen prehispánico, desplazando el yo del egoísmo, el yo de la herencia occidental,8 es decir, encontró una salida humana, al abismo de la soledad, su narrativa está impregnada de esta filosofía. Sin embargo, si la muerte de Rosario Castellanos se interpreta como un accidente propiciado, deseado, estaría hablándonos de desesperanza, de cansancio, de desfallecimiento, podemos pensarlo de este modo. Pero a mí me parece que además de lo antes señalado, hay otras circunstancias que es necesario meditar. Rosario Castellanos poseía, como hemos constatado, una inteligencia brillante, un grado intenso de sensibilidad, un encuentro con la palabra y el descubrimiento de la ironía que le proporcionaron el conocimiento de sí misma, y buscó llenar el vacío, esa nada que le aterró al mirarse en el espejo.
Búsqueda que conduce al desciframiento del mundo y del hombre. Al mismo tiempo, esa búsqueda despierta en el espíritu insaciable de esta mujer mexicana, un anhelo por alcanzar el absoluto, demanda que sufren y experimentan artistas, escritores, filósofos, pintores, escultores, cineastas, actores, músicos, etc., quienes pese a sus alcances, a sus aportaciones, no aceptan sus limitaciones humanas porque en sus búsquedas han probado las mieles del conocimiento y de las verdades, y quieren la perfección,9 la plenitud, sienten que su obra es menor,10 que les falta mucho, que su creación artística, o sus alcances filosóficos no responden a sus expectativas. De ahí, Rosario Castellanos reunió su obra poética bajo un título que negaba a la poesía, la nombró Poesía no eres tú, porque desde las experiencias espirituales y estéticas de su autora, aún no era poesía, y al mismo tiempo la ofreció al lector,11 para que éste la complete y la haga suya, entonces quizá se transforme en Poesía eres tú.
Bibliografía
Directa
  • Castellanos, R. (1961). Ciudad Real. Alfaguara. México.
  • ________. (1962). Oficio de tinieblas. Joaquín Mortiz. México.
  • ________. (1966). Juicios Sumarios. Universidad Veracruzana. Cuadernos de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias, No. 35. Xalapa.
  • ________. (1971). Álbum de familia. Joaquín Mortiz. Serie El Volador. México.
  • ________. (1974). El uso de la palabra. Ediciones de Excélsior. Nota preliminar de José Emilio Pacheco. México.
  • ________. (1975). Poesía no eres tú. Fondo de Cultura Económica. Colección Letras Mexicanas. México.
  • ________. (1986). Balún Canán. Fondo de Cultura Económica. Colección Popular. México.
  • ________. (1995). Los convidados de agosto. Fondo de Cultura Económica. Colección Letras Mexicanas. México.
  • ________. (1995). Mujer que sabe latín... Fondo de Cultura Económica, Colección Letras Mexicanas. México.
  • ________. (1996). Cartas a Ricardo. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Prólogo de Elena Poniatowska. México.
  • ________. (1997). El mar y sus pescaditos. Asociación Nacional del Libro. México.
  • ________. (1997). Rito de Iniciación. Alfaguara. México.
  • ________. (2002). La muerte del tigre y otros cuentos. Punto de Lectura. México.
Indirecta
  • Carballo, E. (1986). "Rosario Castellanos 1925-1974", Protagonistas de la literatura mexicana. Consejo Nacional de Fomento Educativo. Segunda Serie. Colección Lecturas Mexicanas No. 48. México.
  • Castro, D., Guerrero, L., Muñoz Aguado, M. et. al. (1985). Homenaje a Rosario Castellanos, Cuadernos de Literatura del Departamento de Letras. No. 4. Universidad Iberoamericana. México.
  • Lenkersdorf, C. (2003). "La retórica en el contexto maya-tojolobal" (conferencia magistral). 2º Congreso Internacional de Retórica en México. El horizonte interdisciplinario de la retórica, Universidad Nacional Autónoma de México. México.
  • Pratt, M. L. (2000). "‘No me interrumpas’: las mujeres y el ensayo latinoamericano", Debate feminista, fragmentos y proposiciones. Año 11, Vol. 21. México.
  • Virgilio (1981). Eneida. UNAM, Nuestros Clásicos No. 28. México.
*La versión impresa apareció en el libro: Alberto Saladino García (compilador), Humanismo mexicano del siglo XX, Toluca, Universidad Autónoma del Estado de México, 2004, Tomo I, págs. 157-169.
Notas
[1] A través de futuras reflexiones sobre los efectos de la programación cultural destinada a la mujer, Rosario Castellanos escribió en Mujer que sabe latín..., (1995: 20), las siguientes ideas que muestran una perspectiva alentadora. "Con una fuerza a la que no doblega ninguna coerción; con una terquedad a la que no convence ningún alegato; con una persistencia que no disminuye ante ningún fracaso, la mujer rompe los modelos que la sociedad le propone y le impone para alcanzar su imagen auténtica y consumarse -y consumirse- en ella."
[2] Basta advertir la diversidad temática de sus ensayos y artículos periodísticos para corroborar los alcances de sus intereses, inquietudes, preocupaciones humanas y académicas. Los múltiples textos que publicó en Juicios sumarios, El uso de la palabra, El mar y sus pescaditos, Declaración de fe, Mujer que sabe latín... revelan que Rosario Castellanos fue una escritora puesta al día, enterada de lo que ocurría en el mundo sobre la cultura general y de la literatura en particular, y siempre en una actitud crítica. Se leen en estos libros cuestiones sobre distintas personalidades: Virginia Woolf, Simone de Beauvoir, Brecht, T.S. Eliot, Heine, Henríquez Ureña, Sor Juana, Violette Leduc, Sergio Galindo, María Luisa Bombal, etc.
[3] Mary Louise Pratt. "’No me interrumpas’: las mujeres y el ensayo latinoamericano" (2000: 76). Esta autora encuentra que existe un corpus de ensayos latinoamericanos, escritos por mujeres, que ha sido soslayado por el canon, entre esos textos menciona. Mujer que sabe latín...
4 "El hombre del destino" tituló la escritora al texto de donde tomé la cita, se refiere a Lázaro Cárdenas, quien al realizar la Reforma Agraria ocasionó que la familia de Rosario Castellanos perdiera las propiedades que le aseguraban una vida cómoda sin preocupaciones. Así lo mejor era estudiar una carrera, por eso le da las gracias. "Y a la hora de hacer un balance entre las dos formas de vida (la que Cárdenas hizo imposible y la que Cárdenas hizo posible) yo no sabría decir cuál hubiera sido la más feliz, la más tranquila, la más exenta de sobresaltos. Pero sí sé que la que tuve fue la más responsable, la más plena y la más humana", en (Castellanos, 1974): 204-208).
5 Rito de iniciación, novela escrita al estilo del Noveau Roman que Rosario Castellanos conocía bien. Al leerla a algunos de sus amigos, recibió una dura crítica y decidió recoger los ejemplares y destruirlos. Pero afortunadamente el original fue encontrado por Eduardo Mejía y publicado en 1996. Considero que este texto literario es crucial para conocer la poética de esta escritora.
6 José Emilio Pacheco "Nota preliminar" (Castellanos, 1974: 12): "la buena recepción crítica que tuvo en otros idiomas Balún-Canán contribuyó a abrir camino a lo que después se llamaría el boom de la literatura hispanoamericana..."
7 La autora del poema Lamentación de Dido sabia en su oficio, empleó esa estrategia, la de recurrir a la tradición literaria, en el personaje Dido prototipo del abandono, porque de este modo escapa de lo sentimental que tanto critica en las actitudes de algunas mujeres y en la producción lírica de un buen número de poetas latinoamericanas, en el ensayo Declaración de fe, en donde muestra el oficio crítico sin concesiones. Como bien señala Dolores Castro en "Evocación y poesía" (1985: 17), poeta y gran amiga de la autora de Lamentación de Dido, Rosario Castellanos habla de: "el dolor de todos".
8 Carlos Lenkersdorf, conferencia magistral, 2º Congreso Internacional de Retórica, celebrado en la Ciudad de México del 21 al 25 de abril de 2003. Lenkersdorf, estudioso de la retórica maya-tojolobal, encuentra que en esos pueblos se conserva la organización colectiva, en donde la comunidad estudia los problemas y busca las soluciones, hasta alcanzar acuerdos colectivos, él dice que impera el nosotros, no el yo, como en nuestra sociedad.
9 En el artículo periodístico titulado "Génesis de una embajadora" (Castellanos, 1974: 219-222), Rosario Castellanos habla de sus múltiples nacimientos: "Pues en mi caso particular mi primera aparición en el mundo fue más bien decepcionante para los espectadores, lo cual, como era de esperarse me produjo una frustración. Por lo pronto yo no era un niño (que es lo que llena de regocijo a las familias), sino una niña". Refiere otro de sus nacimientos: "Y así fue como escribí y publiqué mis primeros versos. A los diez años ya estaba perfectamente instalada en poetisa". En la adolescencia buscó otro nacimiento: "después de las consabidas crisis fisiológicas, vocacionales y emotivas, volví a nacer. Igual de poetisa que antes, sólo que ahora un poquito menos flaca y con el cabello trenzable, aunque con una miopía digna de un lector más asiduo que el que entonces ya era". Siguió el tiempo en la Facultad de Filosofía y Letras, pero el siguiente renacimiento ocurrió al ir a trabajar con los indios de Chiapas. Luego, dice en su estilo irónico, para cumplir con las exigencias de la sociedad, a quienes aspiran al rol de esposa: "Me quité los moños, me puse lentes de contacto, me compré una colección de vestidos nuevos. En fin, tomé todas las providencias que toman los animales cuando se trata de perpetuar la especie... al dar a luz a Gabriel, me di a luz a mí misma como madre..." "Y de pronto otra encarnación: encargada de una oficina burocrática de la Universidad bajo el rectorado del doctor Chávez". Y agrega. "Yo reencarné como maestra de literatura en el extranjero y luego en México. Al principio no le atinaba, pero acabé por darle el golpe". "Y de pronto ¡zas! Que me nombran embajadora. Otro oficio, otros horizontes, una vida nueva. Yo acepté porque –como decía antes- me encanta estar naciendo". Verdad que Rosario Castellanos buscó la perfección, toda su vida, yo creo que al fin la alcanzó.
10 Bajo este mismo tenor Elena Poniatowska cita, en el "Prólogo" a Rosario Castellanos (1996: 18), un fragmento de un texto epistolar, del 14 de septiembre de 1966, en donde Rosario Castellanos se cuestiona sobre su oficio de escritora: "¿Soy o no soy una escritora? ¿Puedo escribir? ¿Qué?" Poniatowska se asombra porque para esta fecha Rosario Castellanos había publicado gran parte de su obra narrativa y poética y había sido reconocida con numerosos premios.
11 Idea que comparto plenamente con Manuel Muñoz Aguado "La poética de Rosario Castellanos" (1985: 33), quien advierte al interpretar la obra literaria de Rosario Castellanos: "El lector es el puente en el que desemboca la creación; es en este sentido complemento del poeta..."
Margarita Tapia Arizmendi
Universidad Autónoma del Estado de México
Julio 2006






 


sábado, 15 de junio de 2013

PREMIO XAVIER VILLAURRUTIA 1958: DECLARADO DESIERTO.

PREMIO XAVIER VILLAURRUTIA-1959.
Marco Antonio Montes de Oca.
Delante de la luz cantan los pájaros (poesía)


Combinación de épica y lírica
Montes de Oca (1932-2009) publicó en el FCE los libros Cantos al sol que no se alcanza, Delante de la luz cantan los pájaros (1953-2000), que muestran la evolución poética del autor, quien desde sus primeros libros se expresó mediante una combinación muy personal de épica y lírica, pasando por poemas experimentales.

Otros títulos son El surco y la brasa, Las constelaciones secretas y Poesía reunida (1953-1970), volumen en el que escribió: "Vivamente deseo que mi Poesía reunida ayude a disminuir un poco el desgano con que el lector moderno tolera o acepta el empolvado milagro de la poesía".

Ana Luisa Montes de Oca comentó que el poeta quería la reimpresión de su obra, pero como es tan extensa era imposible, así que sólo se hizo una antología.

La hija del escritor expresó su interés en que sea el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) quien realice este año un homenaje póstumo a Montes de Oca, considerado por los críticos como un innovador y renovador de la lengua española en la poesía.

"Ojalá que le hagan un homenaje, por lo menos en el INBA, para empezar. Hasta el momento no he tenido comunicación con las autoridades, pero confío en que se reconozca la obra poética de mi padre."

Explicó que en sus últimos años el poeta permaneció aislado, debido a su enfermedad, y en los pasados ocho meses él "siguió escribiendo hasta el final".

La Coordinación Nacional de Literatura del INBA todavía no ha decidido si organizará un homenaje al Premio Xavier Villaurrutia en 1959 por Delante de la luz cantan los pájaros y Premio Nacional de Literatura y Lingüística 1985.

Ana Luisa Montes de Oca se encargará de realizar los trámites para la publicación del poemario inédito dedicado a su madre; asimismo, guarda todos los documentos del poeta, cuya obra, agregó, se asocia a las maravillas del mundo.


Dominio de la metáfora
Marco Antonio Montes de Oca ilustró como pocos el siglo XX hispanoamericano, su obra de gran imaginación se caracteriza por su precisión idiomática y su dominio de la metáfora.

Invitaba al lector a un mundo interior y su obra era una prueba de resistencia ante la posesión de ese don. Los expertos coinciden en señalar que al poeta le interesaba conocer hasta dónde podía ser llevado el instrumento del idioma con las múltiples metáforas.

Contemporáneo de Enrique González Rojo y Eduardo Lizalde, Montes de Oca publicó los poemarios Ruina de la infame Babilonia (1953), Contrapunto de la fe (1955), Pliego de testimonios (1956), Fundación del entusiasmo (1963), La parcela en el edén (1964), Vendimia del juglar (1965) y Pedir el fuego, 1968, entre otros. Su narrativa está representada por Las fuentes legendarias (1966).


jueves, 13 de junio de 2013

Josefina Vicens: PREMIO XAVIER VILLAURRUTIA 1957.

Josefina Vicens: "El libro vacío" NOVELA



Empecemos por algunas frases, de esas que nos sacuden como lectores amantes del arte de la escritura:

•"Después de escrita una cosa, o hasta cuando la estoy escribiendo, se empieza a transformar y me va dejando desnudo".

•"Si el libro no tiene eso, inefable, milagroso, que hace que una palabra común, oída mil veces, sorprenda y golpee; si cada página puede pasarse sin que la mano tiemble un poco ... ¿qué es un libro?"

•"¿Por qué este dolor desajustado? ¿Por qué un libro no puede tener la misma alta medida que la necesidad de escribirlo?"

•"Yo pretento escribir algo que interese a todos. ¿Cómo diría? No usar la voz íntima, sino el gran rumor"

•"Secarse por uno mismo es carecer del elemento que humedece y conserva la frescura. Y secarse por uno mismo es hacer desaparecer voluntariamente ese elemento, extraerlo de uno para provocar la resequedad".

•"¿Cómo harán los que escriben? ¿Cómo lograrán que sus palabras los obedezcan? Las mías van por donde quieren, por donde pueden".

•"Mi mano no termina en los dedos: la vida, la circulación, la sangre se prolongan hasta el punto de mi pluma. En la frente siento un golpe caliente y acompasado. Por todo el cuerpo, desde que me preparo a escribir, se me esparce una alegría urgente. Me pertenezco todo, me uso todo; no hay un átomo de mi que no esté conmigo, sabiendo, sintiendo la inminencia de la primera palabra".

•"Y lo único que honestamente puedo expresar es que lo que quisiera escribir, o ya está escrito en los libros que me conmueven o será escrito por otros hombres en unos cuadernos que no se parecerán en nada a los míos".

•"Mis cuadernos. Tan tristemente llenos, éste de impotencia y el otro de blanca e inútil espera. De la espera más dificil, de la más dolorosa: la de uno mismo. Si algo escribiera en él, sería la confesión de que yo también me estoy esperando desde hace mucho tiempo, y no he llegado".

•"Un hombre no puede quedarse siempre en el primer peldaño"

•"Lánzate a tu vida desnudo, inexperto, inocente. Y sal de ella maltrecho o victorioso. Eso, al fin y al cabo, es igual. Lo importante es la pasión que hayas puesto en vivirla".

•"Así, deseando que pase el tiempo para que pasen también los problemas diarios que nos agobian, nos encontramos un día con que ha pasado nuestro tiempo y que al margen han quedado, intactos, sin edad, nuestra bohardilla en París, nuestro libro famoso, nuestro barco en plena tempestad, nuestra proeza en el campo de batalla... nuestro nombre".

•"Si encontrara una primera frase, fuerte, precisa, impresionante, tal vez la segunda sería más fácil y la tercera vendría por sí misma".

•"El verdadero problema está en el arranque, en el punto de partida... tengo que encontrar esa primera frase. Tengo que encontrarla".

Sigamos...

La vida de Josefina Vicens es en muchas de sus facetas un misterio. De inicio, no queda claro si nació en 1911 ó 1915. En lo que concuerdan los que se han acercado a su biografía, es en que fue un 23 de noviembre el día en que nació la escritora, en Villahermosa, Tabasco.


Según la investigadora literaria Rosa Domenella (UAM), quien ha dedicado mucho de su tiempo a la obra y la vida de Vicens, "Josefina resultó la única rebelde en una familia de cinco mujeres y siempre fue la preocupación de sus padres, desde sus campeonatos de balero, su pasión por la fiesta brava y su trabajo ejidal. ‘Ay, mi hijita, tú acabarás en la cárcel’, repetían sus padres, según cuenta [la misma Vicens] en una entrevista realizada por Gabriela Cano y Verena Radkau para su volumen de historias de vida femeninas, titulado Ganando espacios".

Josefina Vicens y su familia viajaron a la ciudad de México en 1919. Sobre la vida académica de la escritora, se cuenta que estudió filosofía y letras, así como historia, en la UNAM; aunque otros aseguran que nunca hizo estudios universitarios formales, sino que después de la primaria, cursó una corta carrera de comercio de dos años, aunque ella terminó en sólo uno. No obstante, lo que destacan quienes la conocieron, es el carácter autodidacta de sus estudios y la voracidad de sus lecturas.

Josefina Vicens empezó a trabajar demasiado joven: su primer trabajo lo consiguió a los 14 años en una empresa de transporte e, inmediatamente después, ingresó al ejercicio gubernamental como secretaria particular del Jefe del Departamento de DF. Debido a su diligencia, no tardó en colocarse en diferentes puestos políticos, llegando a ser Secretaria de Acción Femenil en la Confederación Nacional Campesina durante el gobierno de Lázaro Cárdenas.

Con el tiempo, la narradora llegó a formar parte de la sección ejecutiva del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica y, en los años setenta, fue presidenta de la Comisión de Premiación de la Academia Mexicana de Ciencias y Artes Cinematográficas.

Cuenta Alejandro Toledo, escritor mexicano y también estudioso de la obra de Vicens: "Desde su primer contacto con la industria fílmica mexicana, Josefina Vicens, a quienes ya entonces sus amigos se dirigen con el entrañable apodo de ‘La Peque’ [por su pequeña figura], se va familiarizando con las técnicas y el lenguaje cinematográfico, En 1948, a los 37 años de edad, escribe un primer guión que no llegó a filmarse: Aviso de ocasión".

Con el tiempo fue aumentando su labor como guionista: el número total de sus guiones o argumentos para cine, teatro o televisión llega a la centena y quizá el más conocido sea el de Las señoritas Vivanco (1959). Sin embargo, Vicens confesó alguna vez no estar muy orgullosa de estos trabajos; si acaso, se sentía satisfecha por su labor en Renuncia por motivos de salud (1975), por el cual se le otorgó el Premio Ariel de la industria fílmica mexicana, y Los perros de Dios (1979), guión de largometraje que, además de darle otro Ariel, fue merecedor del primer lugar en el concurso de guiones de la Sociedad General de Escritores de México (Sogem). Vicens llegó también a ser Presidenta de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de México.

Otra de sus facetas importantes es la de periodista. En este rubro, editó su propia revista, Torerías, y escribió crónicas taurinas bajo el seudónimo de Pepe Faroles. Curiosamente, en sus artículos políticos firmaba como Diógenes García, acerca de lo cual dice Aline Petterson, quien fuera su alumna y muy cercana amiga: "Quizá la actividad vedada por entonces a la mujer mexicana le obligó a firmar con seudónimos varoniles".

Tal como Juan Rulfo, Vicens sólo publicó dos libros: El libro vacío (1958) y Los años falsos (1983); libros, sobre todo el primero, de gran trascendencia en las letras mexicanas.

Por El libro vacío se le dio el Premio Xavier Villaurrutia el mismo año de su publicación, siendo la primera mujer en ganar este reconocimiento, a tres años de haberse creado el galardón –los primeros en obtenerlo fueron Juan Rulfo, en 1956, por Pedro Páramo y Octavio Paz, en 1957, por El arco y la lira–. Los años falsos, por su parte, se hizo merecedor del Premio Juchimán de Plata de la Universidad de Tabasco, en 1982.

Josefina Vicens murió el 22 de noviembre de 1988, un día antes de cumplir 77 años. En la actualidad, en honor a la escritora, el Gobierno del Estado de Tabasco ha creado el Premio Regional de Novela Breve Josefina Vicens. Recientemente, se presentó el libro de ensayos Un vacío siempre lleno, sobre la obra de Vicens –editado por Maricruz Castro Ricalde y Aline Petterson–. En esta publicación se añadió, aparte de algunos poemas inéditos, un cuento que nunca apareció en libro, titulado "Pepita", escrito a partir de una pintura de Juan Soriano. En 2006, el FCE publicó las dos novelas de Josefina Vicens en un solo tomo, en donde se conservó para la cubierta, el grabado que realizó José Luis Cuevas –quien fuera amigo de Vicens– para la primera edición de Los años falsos.

El libro vacío

Es El libro vacío una novela aún no suficientemente valorada pero que sigue destacándose por su manufactura y sobreviviendo al paso de los años. Este texto es considerado por muchos como una novela meta-literaria y clasificada por otros como una muestra de la nouveau roman o antinovela, que surge como movimiento literario en Francia en la década de los 50.

Se trata de un texto en donde el protagonista, José García –algunos mencionan la combinación de los seudónimos periodísticos de Vicens para la elección del nombre: Pepe Faroles y Diógenes García–, sufre desesperadamente por su imposibilidad de crear una novela. Y esta imposibilidad de la escritura, ésta su agonía diaria, se nos relata en forma de un diario siempre a punto de ser negado u olvidado, pero que el protagonista sigue escribiendo, porque confiesa en su delirio: "No puedo dejar de escribir".

José García está casado, tiene dos hijos, según sus propias palabras es un contador mediocre y su vida le parece un fracaso. En su profunda soledad, se hace de dos cuadernos; al primero le dedica lo que podemos leer en El libro vacío y en el segundo desarrollará, cuando le quede claro lo que quiere decir, el verdadero relato que trascienda su gris cotidianidad, lo que nunca ocurre. Entonces, lo que leemos es el tormento que le produce al protagonista esa imposibilidad creativa.

Su necesidad de escribir proviene, según narra el mismo José García, de su intención de encontrar el arte y expresar mediante la creación literaria "algo", ya que está convencido, de que "el hombre no posee más que aquello que inventa". También escribe: "Sólo cuando abro mi cuaderno y tomo la pluma, vuelve a aparecer esa angustiosa atracción que se experimenta al borde de un profundo abismo". Eso podría resumir la novela: se trata de un testimonio profundo desde el abismo, no sólo artístico, sino también humano.

Por lo anterior, es posible interpretar que ese vacío no sólo corresponde a la imposibilidad de la escritura en ese cuaderno de hojas totalmente blancas, sino también a la conciencia del protagonista, que avizora su novela como salvación y trascendencia y que, sin embargo, siempre hurga solamente en su soledad.

De esta manera, José García, a sus 56 años, entre narraciones de algunos sucesos de trabajo y de una infidelidad suya, junto a sus reflexiones sobre el arte y el artista, y su gran necesidad de comunicarse, desemboca siempre en la desesperación y la amargura de lo "no-escrito". Pese a todo, hay momentos de reconocimiento: "Pero yo sé, yo únicamente, que ese vacío está lleno de mí"; de ahí que al final de la novela, en un estilo más sobrio y menos desesperanzador –sin que esto indique linealidad en el relato–, el "fallido" novelista vaya comprendiendo, a través de sus propias palabras, conceptos tales como el paso del tiempo o la experiencia: "Nada es fijo ni permanece inmóvil en el trémulo corazón del hombre".

La recepción de El libro vacío.

La novela de Josefina Vicens fue bien recibida desde su publicación. Entre los elogios, merece destacarse una carta de Octavio Paz, que el poeta envío a la escritora desde Europa y que se incluirá, a manera de prólogo, en algunas ediciones. Vale la pena reproducir aquí parte de esa carta:

"Recibí tu libro. Muchas gracias por el envío. Lo acabo de leer. Es magnífico: una verdadera novela. Es admirable que con un tema como el de la "nada" […] hayas podido escribir un libro tan vivo y tierno. [Tus temas] nos muestran la conciencia del hombre y sus límites, sus últimas imposibilidades. […] Y aquí deseo anotar una reflexión al vuelo: literatura de gente insignificante —un empleado, un ser cualquiera […], situación de los hombres modernos ante una sociedad que da vueltas en torno a sí misma y que ha perdido la noción de sentido y fin de sus actos: ¿no son estos los rasgos más significativos del pensamiento y el arte de nuestro tiempo? ¿No es esto lo que se llama el ‘espíritu de la época’?".

Rescatar el sentido de la historia (personal o social, vida íntima o colectiva), enfrentar la creación a la muerte, la ruina, el parloteo y la violencia: ¿no es una de las misiones del artista? Eso es lo que tú has realizado en El libro vacío […], ¿qué es lo que nos dice tu héroe, ese hombre que "nada tiene que decir"? Nos dice: "nada", y esa nada —que es la de todos nosotros— se convierte, por el mero hecho de asumirla, en todo: en una afirmación de la solidaridad y fraternidad de los hombres […]

"Y ahora quiero confiarte algo personal: la imposibilidad de escribir y la necesidad de escribir, el saber que nada se dice aunque se diga todo y la conciencia de que sólo diciendo nada podemos vencer a la nada y afirmar el sentido de la vida […] Ahora que reina en tanto espíritu la discordia y la ira divisoria, es maravilloso descubrir que coincidimos con alguien y que realmente hay afinidades entre los hombres. Creo que los que saben que nada tienen lo tienen todo: la soledad compartida, la fraternidad en el desamparo, la lucha y la búsqueda.

"Gracias de nuevo por El libro vacío, lleno de tantas cosas, tan directo y tan vivo [Septiembre de 1958]".

Josefina Vicens, quien definía la literatura como "ese angustioso placer con el que nunca se queda uno conforme", ha sido constantemente, en sus novelas, materia de análisis de diversos escritores o estudiosos de la literatura.

La maestra Elsa Cano dice que se trata de un texto totalmente introspectivo, que "se basa en un recurso: énfasis en no escribir para hacer exactamente lo contrario […] Lo importante es el tiempo interior, el espacio va a dejar de ser interesante [que es uno de los preceptos de la nouveau roman]".

Por su parte, la escritora Eve Gil comenta: "Josefina Vicens […] plantea en su novela un conflicto central: ¿qué es un escritor? Más específicamente: ¿en qué momento puede el escribiente asumirse ‘escritor’? […] Si nos atenemos a la historia que sirve de fondo a la verdadera protagonista que no es José García sino la escritura […] Lo que hace de El libro vacío una ‘singular aventura’ es el forcejeo entre la vida vulgar y su impulso creador […] Una perfecta definición de ser escritor la da José cuando dice: ‘Es como ser dos. Dos que dan vueltas constantemente, persiguiéndose’."

Y en general, sobre la obra de Vicens, la escritora Alessandra Luiselli recuerda lo siguiente: "Es una autora precursora en dos sentidos: es una de las primeras voces dentro de la narrativa mexicana en apartarse de la literatura regionalista […] es también una de las primeras mujeres escritoras en apropiarse de una voz masculina para narrar, siempre en primera persona, sus historias. […] Josefina Vicens, quien bajo el personaje José García (El libro vacío) y de Poncho Fernández, (Los años falsos) inaugura los espacios de la bitextualidad narrativa, una zona donde combaten lo femenino y lo masculino en forma tanto argumental como autoral. [Luiselli concluye que], dadas las características verdaderamente precursoras de la narrativa de Josefina Vicens, su novelística merece ser reconsiderada y ubicada en un lugar privilegiado dentro de los estudios de la literatura mexicana contemporánea.

Tras la muerte de la escritora, Octavio Paz expresó: "El libro vacío es un texto heterodoxo dentro de nuestra tradición, una introspección en el alma, en la conciencia del escritor''.

En la actualidad, Josefina Vicens es considerada por algunos lectores como una escritora de culto, pues su obra, además de marginal, es única en el desarrollo de la novela mexicana –pionera en su momento– y muy actual en sus temas. El libro vacío ha sido traducido al inglés y al francés.

Por último, la ya mencionada Aline Petterson, expresa: "Josefina Vicens inauguró en nuestro país, con su primer libro, una nueva manera de narrar […]El libro vacío está siempre a punto de ser llenado de nuevo por el lector que lo abra".

Margarita Díaz de León I.



miércoles, 12 de junio de 2013

Francisco de Rojas Zorrilla

Francisco de Rojas Zorrilla
(Toledo, 1607 - Madrid, 1648) Dramaturgo español. Considerado como un seguidor de Calderón, fue el gran innovador de la comedia de figurón. Se desconoce el número exacto de sus comedias y autos; en vida sólo publicó doce comedias en 1640 y otras tantas en 1645. En 1633 había estrenado en El Pardo la tragedia Persiles y Sigismunda. Escribió obras en colaboración con autores como Vélez de Guevara, Luis Belmonte, Calderón y otros. Su obra presenta singularidades temáticas poco frecuentes en su tiempo, como el papel que desempeña la mujer como vindicadora de su propio honor (Cada cual lo que le toca). Escribió comedias mitológicas (Progne y Filomena, Los encantos de Medea), de santos (La vida en el ataúd, Los trabajos de Tobías), históricas (Santa Isabel de Portugal) y de costumbres (Obligados y defendidos, Donde hay agravios no hay celos) y dramas de honor (Del rey abajo, ninguno). Sus comedias de figurón (Entre bobos anda el juego), caracterizadas por una trama compleja y por la profundidad psicológica con que trata a sus protagonistas o figurones, alcanzaron una enorme difusión.

martes, 11 de junio de 2013

ANDRE BRETON.

ANDRE BRETON.
(Francia, 1896-1966)
Poeta y crítico francés, líder del movimiento surrealista. Nació en Tinchebray, Orne. Estudió medicina y trabajó en hospitales psiquiátricos durante la I Guerra Mundial. Una vez afincado como escritor en París, se convirtió en pionero de los movimientos antirracionalistas en el arte y la literatura conocidos como dadaísmo y surrealismo, surgidos del desencanto generalizado con la tradición que definió la época posterior a la I Guerra Mundial. El estudio de las obras de Sigmund Freud y sus experimentos con la escritura automática (escritura libre de todo control de la razón y de preocupaciones estéticas o morales) influyeron en su formulación de la teoría surrealista. Breton expresa sus opiniones en Littérature, la principal publicación surrealista, revista en cuya fundación colaboró y de la que fue editor durante muchos años, y en los Tres Manifiestos Surrealistas de 1924, 1930, 1942. Su obra más creativa es la novela Nadja (1928), en parte autobiográfica. Su poesía, recopilada en Poemas (1948), refleja la influencia de los poetas Paul Valéry y Arthur Rimbaud

En 1924 Breton firmaba el primer manifiesto del surrealismo, donde se precisaba el intento de los surrealistas para salir de los rígidos esquemas de la razón y de la observación realista de los hechos para buscar significados ulteriores y vínculos más auténticos con las profundidades del yo.
Apoyándose en los descubrimientos freudianos, se tendió a examinar el mundo de los sueños y dei inconsciente, con interés por estados como el automatismo psíquico, la locura, la hipnosis, para registrar sus datos e intentar la unificación de los contrarios en el proyecto de una reconstrucción integral de la personalidad.


sábado, 8 de junio de 2013

Michel-Marie-François- Butor (Mons-en-Barœul , 14 de septiembre de 1926)



Michel-Marie-François- Butor (Mons-en-Barœul , 14 de septiembre de 1926)

La modificación
La modificación es una novela del escritor francés Michel Butor, escrita en 1957.

Esta novela, la más conocida de las que escribió Butor, se encuadra dentro del marco de lo que se denominó Nouveau Roman, y es muy original en cuanto al estilo, puesto que el narrador habla en segunda persona del singular ("vous..."), lo que en castellano sería equivalente al tratamiento de usted. Este recurso implica al lector en la vida del protagonista, al sentirse constantemente interpelado. El bamboleo de ciudades, mujeres, espacios y tiempos hacen que la novela se haga tan pesada como un auténtico viaje en tren.

Argumento


Léon toma el tren de París a Roma: en esa ciudad piensa reunirse con Cécile, su amante, para la que ha conseguido un trabajo en París. Piensa dejar a su familia y trasladarse a vivir con su amante. Pero a lo largo del viaje el personaje va pasando revista al hoy (con sus fantasías sobre sus acompañantes en el compartimento del tren) al ayer (sus viajes anteriores, sus visitas anteriores, sus vivencias con su amante, con su mujer...) e incluso al mañana (anticipa lo que cree que va a hacer en Roma). La modificación se opera, pues, a lo largo del trayecto: Léon acaba por darse cuenta de que el binomio Cécile-Roma es inseparable y que es inútil llevara a su amante a París, porque la rutina destruiría la pareja, como ya ha destruido de hecho el matrimonio de Léon.


A lo largo de la novela, y con una premiosidad que trata de trasponer la propia lentitud del paso del tiempo en un viaje en tren, vamos viendo como sus primeros pensamientos se van modificando y dando paso a dudas y a nuevas decisiones.

Fuente: wikipedia.

viernes, 7 de junio de 2013

Ortega y Gasset, José (1883-1955)


BIOGRAFIA: (14982)
Ortega y Gasset, José (1883-1955)

Dr. en Filosofía y letras, filósofo y ensayista español. Estudió en los jesuitas de Cádiz, y luego en la Universidad de Madrid, donde se doctoró en Filosofía y Letras en 1904. Marchó a Alemania para ampliar sus estudios en las universidades de Leipzig, Berlín y Marburg. De vuelta en España en 1910, obtiene la cátedra de Metafísica en la universidad de Madrid, desde la que impulsó el regeneracionismo cultural español. Toda su filosofía está influida por Kant, filosofía que estudió a fondo en su estancia en Alemania. Además de numerosas obras como La deshumanización del arte (1925), España invertebrada (1921) o La rebelión de las masas (1930), publicó numerosos artículos primero en el periódico El Imparcial, fundado por su abuelo, y posteriormente en el diario que él mismo fundó: El Sol, o revistas como España (1915) o La Revista de occidente (1923). Mostró su repulsa a la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), creando la Agrupación al Servicio de la República, partido político por cuyas listas fue elegido diputado en 1931, abandonando su cargo por su desacuerdo con la Constitución de 1931. Al estallar la Guerra Civil, dejó España y vivió en países como Francia, Argentina y Portugal. En 1945, vuelve a España y publica obras como: Papeles sobre Velázquez y Goya (1950) y póstumamente, Meditaciones sobre Europa (1957)..

RESEÑA:
Ortega advierte en el prólogo para franceses " Ni este volumen ni yo somos políticos. El asunto de que aquí se habla es previo a la política y pertenece a su subsuelo. Mi trabajo es oscura labor subterránea de minero. La misión del llamado intelectual es, en cierto modo, opuesta a la del político. La obra intelectual aspira, con frecuencia en vano, a aclarar un poco las cosas, mientras que la del político suele, por el contrario, confundirlas más de lo que estaban. Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejia moral ".

Conviene aclarar, fuera de toda politización que pueda pensarse, que cuando Ortega arremete contra el hombre masa no se está refiriendo al obrero, ni se refiere a un determinado estrato social ni a personas que realizan trabajos que son minusvalorados hipócritamente por nuestra sociedad. El hombre masa es un tipo de hombre que se encuentra en todos los grupos sociales y en todas las categorías profesionales. Porque al hablar de hombre masa se hace referencia a una dimensión moral, más profunda e importante de la vida, se habla aquí de un estado del alma, de un alma muy dormida en el caso del hombre masa
La masa-¿quién lo diría al ver su aspecto compacto y multitudinario?- no desea la convivencia con lo que no es ella. Odia a muerte lo que no es ella ". " Lo característico del momento es que el alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho a la vulgaridad y lo impone dondequiera ". " La masa arrolla todo lo diferente, egregio, individual, calificado y selecto. Quien no sea como todo el mundo, quien no piense como todo el mundo, corre el riesgo de ser eliminado ". ¿Quién lo diría, en nuestras modernas sociedades, que se jactan de ser cuna de libertades y derechos individuales? ¿Y qué cabe decir del desprecio de la ciencia, o del cientifismo sería más correcto decir, hacia otras disciplinas como las artes, la política o la religión? Al minusvalorar estas ramas del conocimiento humano, nuestra cultura se pone en peligro a sí misma, al ignorar las reglas y peculiaridades de muy importantes parcelas del ser humano, más importantes que la misma ciencia, pues ¿ De qué sirve vivir cien años si no se sabe el por qué y para qué se vive? ¿Es eso un avance realmente?¿No sería más avance vivir en una sociedad en la que el robo moral fuese mal visto y no precisamente premiado? ¿No se vivirá más felizmente entonces?

La rebelión de las masas caracteriza en sus hojas al hombre del siglo XX. En sus páginas se advierte a un Ortega alarmado y sorprendido por lo que ve. Como un hombre que se hubiera ido en un largo viaje por lejanas tierras y al volver lo encontrara todo patas arriba, todo desordenado e invertido. ¿Qué escribiría hoy?¿Cuál sería hoy su reacción?





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jueves, 6 de junio de 2013

POLISEMIA. ANDRÉS AMORÓS.

Hasta a los programas españoles del bachillerato ha llegado la expresión, ya consagrada: «polisemia de la obra literaria». Dejando aparte la posible pedantería del término, no cabe duda de que alude a algo que es esencial en la creación literaria: su ambigüedad (Empson) o plurivalencia; el estar abierta, por definición, a una pluralidad de lecturas.

Tomemos dos ejemplos clásicos y tópicos: El Quijote y Hamlet. Naturalmente, lo que hay de logro estético mayor o menor en estas obras lo pusieron sus autores, los hombres llamados Miguel de Cervantes y William Shakespeare. Durante cierto tiempo, fue fórmula común hablar de «Cervantes, ingenio lego»; es decir, de un creador inconsciente que, en un momento dado, era favorecido por una especie de iluminación divina y, sin darse bien cuenta de lo que hacía, escribía una novela sobre un hidalgo manchego. A partir, sobre todo, de Américo Castro (El pensamiento de Cervantes) esta concepción ha caído en un total descrédito. El Quijote no es fruto del azar ni lo escribe cualquier pelagatos. Cervantes era mucho más consciente de lo que una concepción romántica del genio podía suponer. Sin embargo, es evidente que pudo no ser consciente del todo de algunos aspectos de su propia obra.


Rozamos, así, un tema general: el papel que juega en la obra literaria la intención del escritor. Este es uno de los elementos de juicio de que dispone el crítico, para ayudarle a entender la obra, pero no el único, ni, muchas veces, el decisivo. Por supuesto, los críticos corremos detrás de las autocríticas de los autores, de las declaraciones o cartas privadas en que cuentan su estado de ánimo al escribir un libro. Pero también tenemos la experiencia de que, en este terreno, todas las precauciones son pocas. Unas veces, el escritor, simplemente, intenta engañarnos, ocultando su verdadera intención, su motivación autobiográfica, o intentando dar un valor universal a lo que nació a partir de un estímulo mucho más limitado. Cualquiera de nosotros podría citar fácilmente ejemplos. Otras veces, el escritor, con la mejor voluntad del mundo, se equivoca, interpreta parcial o erróneamente su propia creación. Lo mismo le puede suceder al crítico, por supuesto, pero éste tiene la ventaja y el inconveniente, a la vez, de una mayor distancia con relación a la obra. Y, en cualquier caso, todos conocemos ya, a partir de Freud, el enorme papel que desempeña el inconsciente en toda creación artística. Así, pues, las declaraciones de los autores sobre sus obras convendrá tomarlas como un elemento de información sobre ellas, uno más, y no darles valor absoluto.
Volvamos a los ejemplos anteriores: si cada hombre y cada generación ven en El Quijote y en Hamlet algo parcialmente distinto, ¿cuál es la auténtica realidad de estas obras, que han dado lugar a torrentes de bibliografía, en gran medida contradictoria? ¿Será solamente lo que quería decir su autor? No, desde luego, sino la suma de todo lo que los lectores (pasados, presentes y futuros) encuentran en ellas. Lo esencial es que los nuevos elementos que se descubran estén efectivamente en el libro, con independencia de lo que pensaron su autor o sus lectores anteriores, y no sea invención, sin fundamento real, de un lector imaginativo.

A través de los teóricos anglosajones y de los novelistas hispanoamericanos se ha difundido últimamente mucho, en nuestro país, la idea de que conviene distinguir, en la obra literaria valiosa, varios niveles de significación. Por supuesto. Por eso pueden disfrutar con la misma obra personas de condiciones, edades y épocas muy variadas.

Bien conocido es el ejemplo del Quijote, en el que sus contemporáneos vieron sólo un libro cómico, la sátira de las novelas de caballería. Después, el Romanticismo alemán, sobre todo, abrió el camino a las interpretaciones modernas que lo ven como libro serio, para pensar más que para reír. A partir de ahí, las interpretaciones se suceden: Herder lo considera como la novela de la salud moral; Turgueniev lo contrapone, como emblema de la fe, al Hamlet, héroe de la duda y el escepticismo; Unamuno se declara, paradójicamente, quijotista y no cervantista; para Ortega, encierra el problema de la cultura española... Más recientemente, construyen a partir de él su teoría de la novela contemporánea Lukács y Girard; Marthe Robert y Arias de la Canal le aplican la lente psicoanalítica; Ramiro Ledesma nos da la interpretación fascista; Ricardo Aguilera, la marxista; Gonzalo Torrente lo ve como juego, etc. En todo caso, según las edades —física y mental—, a unos dará risa, a otros motivo de meditación y a algunos, consuelo irónico.

Muy claro es también, a estos efectos, el caso del Lazarillo. Todos tenemos la experiencia infantil, probablemente, de habernos reído, en la escuela, con las burlas recíprocas que traman Lázaro y el ciego. En este nivel se quedarán siempre algunos lectores, que contribuyen a hacer de esta obra algo permanentemente popular. Cuando hablamos de ella a los alumnos universitarios, es posible que la primera impresión sea de frialdad y aburrimiento, a causa de la distancia histórica y el lenguaje anticuado. Sin embargo, si avanzamos un poco más, con la ayuda de la crítica reciente, los alumnos descubrirán, asombrados, todo un mundo de alusiones y problemas verdaderamente difíciles de resolver, pero apasionantes. Así, el Lazarillo resulta ser una obra complejísima y de permanente actualidad, tanto desde el punto de vista de la evolución formal del género «novela», como si vemos en ella un documento estremecedor sobre la religión y el honor en la España del Siglo de Oro.

Algo semejante sucede también con la comedia clásica española del Siglo de Oro. ¿Cómo podía ser popular un género compuesto por obras de tal refinamiento estético, y hasta complejidad conceptual y alegórica, en el caso de los autos sacramentales? Y, sin embargo, lo era. Evidentemente, había muchas clases de espectadores, y cada una era particularmente sensible a uno de los atractivos del espectáculo, desde la belleza de las comediantas al lirismo de los versos, la espectacularidad de los decorados o la rapidez sin desmayo de la acción dramática.

Así, pues, la obra literaria pide, por definición, una pluralidad de lecturas, que correspondan a sus diversos niveles de significación. Además, eso se produce de acuerdo con los individuos; incluso, en el caso de una misma persona, según las épocas de su vida y los momentos. Todos tenemos la experiencia de releer un libro, diez o veinte años después, y hallar en él cosas nuevas; por supuesto, el libro no ha cambiado, somos nosotros los que leemos con todo el poso que han ido dejando todas nuestras experiencias vitales. Y, como decía Ortega para la música, siempre habrá momentos propicios para que lea a Proust y otros en que me sería imposible, pues lo que «me pide el cuerpo» es una novela de la serie negra. En nuestra lectura influye también de modo decisivo esa predisposición o estado de ánimo, ese talante al que alude el título de la canción sentimental: «I'm in the mood for love».

Además, la pluralidad de lecturas obedece de modo muy claro, como ya hemos visto, al cambio de épocas y de generaciones. Todos redescubrimos «nuestro» Quijote. Comparándolo con el teatro existencialista y del absurdo, Ian Kott ha proclamado, en un libro famoso, que Shakespeare es hoy, una vez más, «nuestro contemporáneo».

En esa capacidad de suscitar nuevas adhesiones vitales, y no sólo eruditas, consiste el clasicismo, según Azorín: «¿Qué es un autor clásico? Un autor clásico es un reflejo de nuestra sensibilidad moderna. La paradoja tiene una explicación: un autor clásico no será nada, es decir, no será clásico, si no refleja nuestra sensibilidad. Nos vemos en los clásicos a nosotros mismos. Por eso los clásicos evolucionan: evolucionan según cambia y evoluciona la sensibilidad de las generaciones. Un autor clásico es un autor que siempre se está formando. No han escrito las obras clásicas sus autores; las va escribiendo la posteridad».

Y cada uno de nosotros puede comprobar fácilmente que pocas experiencias son tan atractivas —y peligrosas, a la vez— como la de releer un libro que nos entusiasmó en la juventud. (Dicho con toda sencillez: o la de ver a una chica que nos gustaba.) Por eso se ha afirmado que cada crítica —cada lectura— es como un test, en el que, con más o menos veladuras, se proyecta y manifiesta nuestra personalidad.

miércoles, 5 de junio de 2013

Borges: Ficciones.

Ficciones
Hijo de una familia acomodada, Jorge Luis Borges nació en Buenos
Aires el 24 de agosto de 1899 y murió en Ginebra, una de sus
ciudades amadas, en 1986. Vivió, desde pequeño, rodeado de libros;
y, entre 1914 y 1921, y más tarde en 1923, viajó a Europa, lo que le
puso en contacto con las vanguardias del momento, a cuya estética
se adhirió, especialmente al ultraísmo. En la primera mitad de esa
década dirigió las revistas Prisma y Proa. Poeta, narrador y autor de
ensayos personalísimos, ganó el premio Cervantes en 1980 y fue un
eterno candidato al Nobel, ingresando en la ilustre nómina de quienes, como
Proust, Kafka o Joyce, no lo consiguieron. Pero, como ellos, Borges pertenece por
derecho propio al patrimonio cultural de la humanidad, y así está reconocido
internacionalmente.
Ficciones, libro aparecido en 1944, con el que ganó el Gran Premio de Honor de
la Sociedad Argentina de Escritores, es uno de los más representativos de su
estilo. En él están algunos de sus relatos más famosos, como «Tlön, Uqbar, Orbis
Tertius»; «Pierre Menard, autor del Quijote»; «La biblioteca de Babel» o «El jardín
de senderos que se bifurcan». En su caso, hablar de relatos es sólo un modo de
entendernos, y a falta de un término más adecuado para designar esta magistral
y sugestiva mezcla de erudición, imaginación, ingenio, profundidad intelectual e
inquietud metafísica. Metáforas como la del laberinto, la biblioteca que coincide
con el universo o la de la minuciosa reescritura del Quijote, pertenecen al centro
del universo borgiano y, a través de sus millones de lectores en todas las lenguas, a la cultura universal.

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SILVINA OCAMPO CUENTO LA LIEBRE DORADA

 La liebre dorada En el seno de la tarde, el sol la iluminaba como un holocausto en las láminas de la historia sagrada. Todas las liebres no...

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