sábado, 17 de agosto de 2024

VERA CASPARY Más extraño que la verdad FRAGMENTO

 



Vera Caspary (1899 - 1987) fue una escritora americana muy conocida por sus novelas, relatos y guiones, aunque la traducción de su obra al español es muy escasa.


Su novela más conocida es `Laura` (1941) que fue adaptada al cine con gran éxito por Otto Preminger en 1943.

Caspary destacó en sus historias de misterio en las que el papel de la mujer acentuaba frente al resto de sus contemporáneos. Caspary fue miembro del partido comunista durante algunos años, por lo que su nombre se incluyó en la `lista gris` de artistas durante la caza de brujas de los años 50.

Recopilador y colaborador: Dr. Enrico Pugliatti.

VERA CASPARY

Más extraño

que la verdad

EMECÉ EDITORES S.A.

BUENOS AIRES

Vera Caspary, escritora de Illinois, es prodigiosamente versátil en su vida y en

su obra. Ha dirigido revistas policiales, ha enseñado a bailar por correspondencia,

ha ejercido el periodismo, ha vendido cremas faciales, desnatadoras y

empaquetadoras automáticas; novelas de Sax Rohmer, armonios y obras de

psicoanálisis; ha escrito numerosos libretos para el cinematógrafo y media docena

de novelas.

Una vida así no es, tal vez, la más adecuada para la tranquila concepción de la

obra artística. Vera Caspary, sin embargo, ha planeado y ejecutado tres novelas

admirables por su lúcida arquitectura y su estilo incisivo: Laura 1, Bedelia 2y Más

extraño que la verdad.

1 El Séptimo Círculo, Nº 7

2 El Séptimo Círculo, Nº 99

A

GEORGE SKLAR

el más severo de los amigos

y el mejor de los críticos

PRIMERA PARTE

LA HISTORIA

John Miles Ansell

“La realidad escondida se halla siempre en lucha

con su contorno. En su inquieto movimiento hacia

la luz, ocasiona conmoción y revolución en el

medio social, así como neurosis y enfermedad en

el individuo.”

Mi Vida es Verdad

NOBLE BARCLAY

EN SETIEMBRE, el capitán Riordan me contó la historia de Wilson. Estábamos

sentados detrás de una botella de whisky canadiense, en un bar de la Tercera

Avenida. Él bebió y yo pagué. Me pareció una buena inversión, ya que las historias

de Riordan eran siempre mejores cuando estaba achispado.

Yo había llegado a ser en ese tiempo director de Verdad y Crimen, y era lo

bastante nuevo como para creerme capaz de mejorar la revista. Verdad y Crimen

era una revista policial más, rellena con refrito de periódicos y viejos casos

policiales, y servida con títulos sensacionalistas y piadosos finales donde “el delito

nunca resulta buen negocio”. La historia de Wilson carecía de final, por lo que

decidí utilizarla como uno de los Misterios Indescifrados del mes.

En vez de encomendársela a un redactor, la escribí yo mismo. Aunque debía

utilizar la fórmula de Verdad y Crimen, tuve la impresión de haberla escrito como

para que un lector inteligente encontrara en ella algo más que un misterio habitual.

La consideraba un trozo de vida Americana, un comentario sobre una fase curiosa

de nuestra cultura nacional.

La mañana del jueves 22 de noviembre de 1945 me hallaba sentado en mi

oficina privada, en el Departamento Editorial de las Publicaciones “Verdad”, de

Barclay. Era mi primera oficina privada, y yo lo suficientemente novato como para

complacerme en ver sobre la puerta, en letras doradas, mi nombre y el título:

Director.

Esa mañana me sentía bueno. Virtuoso. Nuestro número de febrero debía

imprimirse ese día, y todos los artículos —excepto uno— habían sido enviados a la

imprenta por intermedio del Departamento de Producción. Los números de enero y

diciembre se habían impreso con mi autorización, pero estaban llenos de material

viejo, relatos ordenados por mi predecesor, que no me gustaban. El número de

febrero era obra mía, el primer número “enteramente Ansell”, y me sentía como un

orgulloso papá acostando a su primogénito.

Sonó el teléfono.

—Es el departamento de Producción —dijo la señorita Kaufman—. Desean

saber por qué no ha llegado todavía su Misterio Indescifrado.

Tomé el teléfono.

— ¿De qué se preocupan? —grité—. Lo tienen todo, menos el Misterio

Indescifrado; estoy esperando el conforme de un momento a otro.

Hubo un gruñido en la otra punta del hilo.

—No tengo la culpa —dije—. Hace tres semanas que envié ese artículo. Ahora

se halla en la oficina de Barclay, y creo que lo está usando como papel higiénico.

El gruñido, en la otra punta del hilo, se volvió amenazador.

—Mire usted —protesté—, ¿qué puedo hacer yo si el señor B. retiene los

trabajos? £1 es el patrón aquí, él manda, él sabe cuándo vamos a imprimir. Mire —

continué, mientras los gruñidos se hacían más ruidosos—, aquí está mi secretaria.

Acaba de llegar de la oficina de Barclay. ¿Qué le dijeron acerca del Misterio

Indescifrado, señorita Kaufman?

La señorita Kaufman, que no se había acercado a la oficina del señor Barclay,

se limitó a levantar sus espesas cejas.

—Buenas noticias —grité en el teléfono—. La secretaria del señor Barclay ha

dicho que él no tuvo tiempo hasta esta mañana, pero que ahora está acabando de

leerlo y que la trama lo enloquece. En seguida tendré su conformidad, y se lo

enviaré inmediatamente. ¿Qué le parece?

En ese instante entró un cadete y dejó caer en mi bandeja de entradas un sobre

adornado con franjas rojas, que significaban Urgente, y amarillas, que querían decir

Registrado para seguir curso.

— ¡Agárrese...! —dije, dirigiéndome a los gruñidos—. El texto está aquí. Se lo

mandaré inmediatamente.

La señorita Kaufman había abierto el sobre. Luego tomó el teléfono.

—El señor Ansell volverá a llamar dentro de unos minutos —comunicó.

Después me tendió el manuscrito. Adherida a su ángulo superior derecho había

una franja verde. Las franjas verdes significaban Rechazado.

— ¡Diablos! —exclamé—. No pueden rechazar esta historia.

—Pero lo han hecho —dijo la señorita Kaufman; y me tendió un memorándum

escrito a máquina, en papel azul. Decía así:

MEMORÁNDUM

De la oficina de: Edward Everett Munn

A: John Miles Ansell

Fecha: 11 2245

Ref: Ms 1028 VyC

De acuerdo con nuestra política editorial, no puede

admitirse la publicación de las páginas precedentes.

Las he leído, y he llamado la atención del señor Barclay

respecto de aquellas consideraciones susceptibles de

ofender a los lectores. Le sugeriría el material subsidiario

que se ha discutido en nuestras reuniones, los casos Dot

King o Elwell, que son más del dominio público y tienen

mayor interés. Espero que esto no implique una grave

alteración en su programa de publicaciones.

E. E. MUNN

Adjunto: Memorándum a N. B.

—Espero que esto no implique una grave alteración en su plan de

publicaciones... ¡Hijo de perra! —exclamé—. Lo estuvo reteniendo hasta el último

instante en su oficina, y ahora me deja en la estacada.

— ¿Qué va a hacer con el Misterio Indescifrado? —preguntó la señorita

Kaufman.

— ¡El caso Elwell! ¡Dot King! Como si todas las revistas policiales del país no

los hubieran reimpreso una docena de veces. Voy a decirle a Edward Everett

Munn...

—No grite así, señor Ansell. Puede oírle a usted toda la casa.

— ¿Qué me importa? Démosles algo para chismear a los paniaguados y a los

espías. Sé cuándo he logrado un buen cuento, y no pienso dejarlo sabotear por un

cretino que debiera estar recolectando basura...

—Por favor, señor Ansell.

—Sí, sí, ya sé que están escuchando. Espero que no haya recolectores de

basura por aquí cerca, porque no quiero insultar su oficio. Los recolectores de

basura son hombres buenos, honestos, eficientes, y estoy seguro de que nunca

admitirían en su gremio a E. E. Munn. ¿Sabe usted, señorita Kaufman, cuál es,

realmente, el misterio indescifrado? Cómo pudo Munn conseguir el empleo de

Director Supervisor, y cómo se las arregla para continuar desempeñándolo.

Resuelva eso, y se ganará el afecto de todos los que trabajan como esclavos en

esta fábrica.

Nuestras oficinas privadas sólo lo eran nominalmente. Se hallaban divididas

unas de otras, y separadas de la Oficina General, mediante tabiques de vidrio

escarchado que terminaba a sólo tres pies del techo. Afirmaban los empleados

leales que ésta era una medida higiénica, pues permitía la libre circulación del aire;

pero los cínicos preferían la hipótesis del espionaje. Los periodistas más antiguos

de Barclay formaban un grupo descontento.

—Antes de desahogarse respecto de lo que anda mal en los demás —observó

la señorita Kaufman—, es mejor que averigüe por qué rechazaron su precioso

relato.

Me tendió una copia al carbónico del memorándum que Edward Everett Munn le

había enviado al editor. Traté de leerlo, pero estaba furioso, y las líneas parecían

confundirse. Me saqué los anteojos y busqué a mi alrededor algo con qué frotarlos.

Como de costumbre, mi pañuelo había desaparecido. La señorita Kaufman

encontró un cuadrado de algodón rosado y me los limpió.

—Gracias —dije con aspereza.

—Léalo —ordenó mi secretaria.

MEMORÁNDUM

De la oficina de: Edward Everett Munn

A: Noble Barclay

Fecha; 112245

Ref: Ms. 1028 VyC

Para dejar constancia de nuestras objeciones

al precedente manuscrito —Misterio Indescifrado, feb.

46— expongo aquí las razones siguientes, por las que no

conviene la publicación del mismo:

1.Ignorancia del crimen. ¿Acaso no se ha decidido en

reunión, y en forma definitiva, que la principal

característica del Misterio Indescifrado, desde el punto de

vista de la venta, debe ser el conocimiento popular del

crimen en cuestión?

2. Tono satírico del artículo. La finalidad de las

Publicaciones “Verdad”, de Barclay, no es la de señalar

las ironías de la vida, ni asumir un tono

derogatorio hacia temas que nuestros lectores no ven con

el mismo criterio que los sofisticados. Esto no es el New

Yorker. Nuestros lectores son gente seria, hombres y

mujeres reflexivos.

3.Frívola actitud hacia las bebidas alcohólicas.

Los redactores debieran conocer muy bien nuestra

política en esa materia.

4.Burlonas observaciones respecto de las escuelas por

correspondencia. El redactor olvida, evidentemente, que

muchos de nuestros mejores amigos y más antiguos

anunciantes son respetables instituciones de esa clase. ¿No

resulta de mal gusto, así como financieramente erróneo,

criticar a un vasto sector de avisadores?

Teniendo en cuenta que lo que precede incluye varios

puntos de vista de crítica destructiva, hemos hecho al

redactor una advertencia constructiva en el adjunto

memorándum.

E. E. Munn

Adjunto: Memorándum a John Miles Ansell

Hice una pelota con el memorándum y lo arrojé al canasto.

La señorita Kaufman lo sacó.

—Para nuestros archivos —dijo.

— ¿Cree usted que voy a tomar en serio esa bazofia?

— ¿Qué puede hacer usted?

—Por una vez en la historia de las Publicaciones “Verdad”, señorita Kaufman,

un director va a luchar por su revista.

—Pero piense en su empleo, señor Ansell.

— ¿Cree que tengo miedo?

— ¿Y los cuarenta dólares semanales que envía usted a su madre? —preguntó

la señorita Kaufman. Luego sonrió, y añadió—: Es mejor que se peine, señor

Ansell. Y que se enderece la corbata.

Giré en redondo. La abracé. Estaba en esa edad ingrata, más allá de los

cuarenta, y sus senos hubieran sido fruta pasada en cualquier cosecha.

—Kaufman, viejita, eres superior. —La besé en plena boca.

—Nada de eso. Soy una respetable mujer casada.

Me peiné, me enderecé la corbata y me saqué los anteojos.

—Buena o mala, esa historia irá en el número de febrero. He de luchar hasta el

fin.

Me tendió el arrugado memorándum.

—Lléveselo. No confíe nunca en su memoria, por lo menos aquí. Bueno; que

tenga suerte, pequeño David.

—No se preocupe. Llevo mi honda conmigo.

Mientras atravesaba la oficina general, las mecanógrafas dejaron de escribir.

Todos los que me habían estado oyendo vociferar mi opinión sobre Munn se

quedaron mirando cuando abría su puerta. Mantuve derecha mi cabeza, saqué la

mandíbula, y me enderecé para parecer más alto. “Esta vez”, me dije, “Ansell

triunfa. Vuelve con su escudo o sobre su escudo. La gente siempre ha gustado de

ti, John Miles Ansell. Nunca has tenido que hablar francés ni tocar el piano; y todos

odian a Edward Everett Munn; es decir, todo el que es joven y sano, inteligente y

recto.”

—Buenos días, señor Ansell. ¿Quiere usted ver al señor Munn? —preguntó su

secretaria.

—No, querida, he venido a pedir tu mano ¿No querrías hacerme el hombre más

feliz de la tierra?

Los pálidos labios se contrajeron. La secretaria de Munn nunca se reía de mis

bromas. Era anémica y no muy inteligente. La gente decía que era prima tercera de

Barclay. El departamento editorial era un jardín de nepotismo. Los parientes pobres

florecían por todos lados.

—El señor Munn está ocupado en este momento. En seguida se desocupará.

¿No quiere usted sentarse?

No me complacía estar encerrado en un reducido espacio con aquel caso de

anemia perniciosa, y por lo tanto le pedí que me llamara cuando el señor Munn

estuviera pronto. Salí a vagar, procurando mostrarme lo más afable posible, ya que

todavía estaban sobre mí las miradas de la oficina general en pleno.

En lugar de regresar a mi propia oficina, deambulé por el linóleo, pasando frente

a las oficinas de Verdad y Salud y Verdad y Belleza. Me detuve ante la puerta que

decía Verdad y Amor. La puerta estaba abierta.

— ¡Eh, Anselll —resonó una voz áspera de mujer.

Me enderecé la corbata una vez más, me alisé el cabello y entré con

ostentación. El resultado fué un gasto inútil. El pequeño escritorio se hallaba vacío,

y Lola Manfred estaba sola, con los manuscritos.

Advirtió mis ojos interrogantes.

—Eleanor está abajo, en el Estudio —dijo Lola—. Siempre le encargo que haga

posar a los modelos, en esas apasionadas fotografías que tan plenamente prueban

que nuestros cuentos de amor son experiencias de la vida. ¿Qué he oído? ¿Qué

entras en la liza y desafías a ese bravucón de Munn?

—Las noticias andan rápido por aquí.

—Así es. —Lola se pasó las manos por el cabello, teñido del color de una

naranjita tangerina de Navidad. — De todos modos, ¿qué importa? ¿No eres capaz

de soportar un rechazo?

—Cuando era escritor ambulante, solía desayunarme con las galeradas

rechazadas.

—Y entonces, ¿qué fin se propone?

—No es por el rechazo —dije—. Es por el principio.

— ¿Qué principio?

—Se supone que soy un director —dije—. Al menos, eso es lo que me dijeron al

contratarme. Y justamente cuando he comenzado a poner en movimiento mi

habitual trabajo del mes, retienen un manuscrito por tres semanas y no me

comunican su rechazo hasta el día de mandarlo a la imprenta. ¿Qué te parece

eso?

—No sería la primera vez en la historia de este basurero —dijo Lola con aire

fatigado. Se balanceó en la silla giratoria, se inclinó y abrió el cajón inferior de su

escritorio. Su voz, que por lo general resonaba sobre los tabiques de vidrio

escarchado, se hizo suave. —Cierra la puerta.

— ¿Por qué?

Lola tenía manos delicadas, y resultaba inadecuado el movimiento de su pulgar

al menearlo en dirección a la puerta. La cerré. Mientras volvía al escritorio, advertí

con un estremecimiento que Lola había sacado una botella de leche del cajón

inferior. Me impresioné más que si la hubiera visto tomar una botella de whisky de

un escritorio de Noble Barclay. La reputación de Lola no era precisamente láctea.

Arrancó la tapa del papel, y empinó la botella contra su boca. Hizo una mueca,

como si la leche fuera tan desagradable que la bebía por prescripción médica. Al

tenderme la botella, observé que su largo trago no había escurrido la menor

partícula de crema.

Le tomé el olor.

Lola lanzó una carcajada.

— ¿No es ingenioso? Me la pintó uno de los chicos del Departamento de Arte.

Hasta colocó un poco de pintura amarilla en la parte superior, como si la crema se

hubiera levantado.

Le devolví la botella.

—Que no suceda en esta oficina —dije.

— ¿Eso también es un principio?

—Me gusta cumplir con mi trabajo. No se puede escribir bien ni tomar

resoluciones cuando se está embotado.

—Edgar Allan Poe bebía como un pez, y apuesto a que nunca le han publicado

sus historias en Verdad y Crimen.

—Puedo ascender sin necesidad de alcohol —dije.

— ¿Pero dónde está la ventaja? —preguntó Lola; y bebió otro trago.

Dejó la botella a un lado y se recostó hacia atrás en la silla giratoria, en tal

forma que temí que se diera vuelta.

—Ahora que me han vuelto las fuerzas —dijo—, me gustaría saber qué

principios te preparas a defender con tanta energía.

—Me contrataron para hacer un trabajo. Cuando por primera vez vine a hablarle

a Barclay del asunto, dijo que me necesitaba porque mi calidad era diferente. Dijo

que yo tenía un toque que no suele encontrarse entre escritores de novelas

policiales. Me deseaba para levantar la revista de su rutina actual, transformándola

en una revista mensual sobresaliente.

— ¿No estarás aludiendo, por casualidad, a Verdad y Crimen? —mofóse Lola.

—Oye —protesté—, hay cientos de medios de tratar una historia policial.

Después de todo, el crimen es un indicio del estado de nuestra civilización, como lo

son nuestras leyes o nuestros códigos morales. Después de todo, una historia

criminal tiene sentido social.

Lola suspiró.

—No pretendo alabarme —dije.

— ¿Qué edad tienes?

—Tendré veintiséis, en marzo.

— ¡Corderito!

Me desagrada que me protejan.

—No me hago ilusiones —dije—. No soy ingenuo. Sé qué clase de revistas

saca Barclay. Pero me contrataron para poner algo de pimienta en una publicación

achacosa, y, ¡diablos!, haré la prueba.

—El manuscrito que te rechazaron, ¿tiene algún sentido social?

—No en la forma en que se suele entender. Hay uno que otro comentario que

Munn considera satírico, pero si él y el señor Barclay insisten en ello los sacaré. Lo

que no parecen entender es que trato de brindar algo nuevo y nunca visto a

nuestros lectores.

— ¿Dónde reside lo nuevo y lo nunca visto?

—No se ha hecho en ninguna otra revista policial, o suplemento dominical, o

antología del crimen. Eso es lo malo de la mayoría de nuestro material: resulta

sobado e insípido para nuestros lectores. Son fanáticos de las novelas policiales;

probablemente, conocen todos los buenos crímenes.

— ¿Tan bueno es este asesinato?

—Nada fuera de lo común, excepto desde un punto de vista. La víctima. Era...

Lola bostezó. Mi tema la había aburrido.

— ¿Vale tanto la historia como para que pierdas el empleo?

— ¿Por qué no la lees? Ellos no ven cuál es mi punto de vista.

— ¡Buen Dios! —gritó—. Ya es bastante malo leer aquello que me pagan por

leer. Ante todo, ¿por qué tomaste este empleo, Ansell? ¿Para introducir un sentido

social en Verdad y Crimen, o para conseguir cien dólares semanales?

—Ciento veinticinco —me jacté.

—La mayoría de los escritores mercenarios de por aquí considerarían que ese

principio basta para cualquier cosa.

—No soy tan cínico como para creer que no se puede vivir decentemente y ser

fiel a sus principios, al mismo tiempo.

—Si pretendes poner en tus historias un sentido social, mejor sería que te

fueras de aquí y trabajaras para “Las Nuevas Masas”. Si es por el principio, el lugar

que te corresponde es una buhardilla donde puedas morirte confortablemente de

hambre. Pero antes de renunciar a esos ciento veinticinco morlacos y a un empleo

donde puedes sacar con una mano una revista, y con la otra empinar el codo,

mejor es que aprendas la diferencia entre un principio y el deseo de salirte con la

tuya.

El beber de Lola, pensé, estaba en relación directa con el cinismo con el cual se

había acercado a su puesto. No era que la culpara por encontrar desabrida Verdad

y Amor. Lola Manfred había escrito en cierta época algunas buenas poesías.

Puso su mano suavemente sobre la manga de mi saco.

— ¿Estás seguro de saber para qué estás luchando?

—No quiero que me lleven por delante.

—Espero que, cuando estés temblando en tu buhardilla, ese principio te hará

entrar en calor.

—Pero piensa que si les permito sentar ahora un precedente, ¿qué autoridad

puedo esperar en el futuro?

— ¿Importa algo?

— ¡Importa! —exclamé.

Se sonó delicadamente la nariz en un pañuelo manchado.

— ¿Qué te hace tan distinto, don Quijote, de tus compañeros de prisión, en este

calabozo humeante? — ¿Por qué puedes gozar el lujo de hacer tu propia voluntad,

mientras el resto de nosotros hace diarias reverencias a Munn y besa la noble

mano de Barclay?

—Nunca advertí que transigieras con esos ritos, Lola.

—No necesito hacerlo. No me pueden despedir. Sucede que sé dónde está

enterrado el cadáver.

—Quizá sea mejor que yo mismo encuentre un cadáver.

—No sería difícil. Debe de haber bastantes pudriéndose en las criptas.

La puerta se había abierto suavemente. Alguien estaba parado detrás de mi

silla. Me di vuelta esperanzado, pero no era Eleanor. Había entrado la secretaria de

Munn. Sonrió desdeñosamente y dijo:

—Ahora lo verá, señor Ansell.

Salí. Mientras sostenía la puerta para que saliera la secretaria de Munn, Lola

me arrojó un beso.

—Vuelve cuando termines y te consolaré. —Agitó su pulgar hacia el cajón

inferior e hizo un guiño.

—Pase, pase —dijo Munn jovialmente—. Siéntese, ¿quiere? ¿Está cómodo

allí? Déjeme bajar la persiana. Estoy seguro de que no desea que la luz le dé en

los ojos.

Ése era Munn, resbaladizo y untuoso. La sonrisa era demasiado rápida, la voz

demasiado afable. Se quería a sí mismo, era un triunfador, un secretario que se

había convertido en un gran jefe. Tenía boca de clown, roja como colorete y que se

arqueaba como la luna creciente. Al reír, los músculos de sus mejillas permanecían

siempre inmóviles. Era como si su boca tuviera vida propia, independiente de su

cara. Su pelo había raleado. Un pico descendía hacia su frente, pero escaseaba a

los costados. Tenía cejas angulosas, y ojos angostos, intranquilos. Su escritorio

estaba limpio, el papel secante inmaculado, y todos sus papeles archivados en uno

de esos cartapacios de cuero llamados “Organizador del trabajo”. De la pared

pendían numerosas fotografías, afectuosamente autografiadas por Noble Barclay.

Me ofreció un cigarrillo.

—No fumo turcos —le dije, y saqué el mío. Se me aproximó para

encendérmelo. Esperé que iniciara la conversación.

Después de un rato, dijo:

— ¿Quería verme para algo, Ansell?

—Demasiado sabe de qué he venido a hablarle. —Blandí el arrugado

memorándum. — Entiendo que debíamos entrar hoy a imprenta.

Asintió con la cabeza.

—Ya he advertido, Ansell, que siempre espera hasta último momento para

entregar una historia importante.

— ¿Espero? Mire, Munn, esa historia fué retenida en su oficina cerca de tres

semanas. Fíjese en la fecha sobre el manuscrito. Aquí usted está sobre nosotros,

usted es el Director Supervisor y el Gerente General. ¿Por qué retuvo la historia

hasta el día de entrar en imprenta, para luego rechazarla con un memorándum

pueril? Por una vez en su vida, Munn, alguien le pide razones.

Munn contempló los anillos de humo que se amontonaban hacia el techo.

—No entiendo su queja, Ansell. La mayoría de nuestros directores considera

que la organización funciona con eficiencia.

— ¡Diablos! —barboté—. No me pueden hacer eso. Usted sabe que no puedo

dejar pronta la revista sin un Misterio Indescifrado.

— ¿No tiene otro original que lo sustituya?

—Ya se han hecho las ilustraciones. Los clisés están todos listos.

—Podemos conseguir grabados, durante la noche. ¿No tiene ningún otro

Misterio Indescifrado, Ansell?

Pegué un brinco. Me paré delante de él. Golpeé con ambos puños sobre su

escritorio.

—No hay nada malo en esa historia. ¿Por qué diablos la están saboteando?

Movió la cabeza en dirección al arrugado memorándum.

—Usted conoce mis objeciones.

—No estoy absolutamente de acuerdo con usted, señor Munn.

—Lo siento, Ansell.

Fuera, en la Oficina General, las dactilógrafas volvían a tamborilear. Sentí risas

a mi izquierda, que era la dirección de la Oficina de Verdad y Amor, y me pregunté

si Eleanor habría vuelto del Estudio, y qué le había dicho Lola. ¿También Eleanor

me creería un solemne joven idiota, o admiraría a un hombre que lucha por sus

derechos?

—Mire —le dije a Munn en un moderado tono de conversación—, no quiero

empecinarme en este asunto. Tiene razón respecto de esas fruslerías sobre las

escuelas por correspondencia. No tengo ilusiones acerca de la finalidad de nuestra

revista.

—Nuestro propósito, Ansell, es diseminar la verdad en una forma que interese

al gusto popular.

—Sí, por supuesto, señor Munn. Pero la publicidad...

—La publicidad nos ayuda a financiar nuestros periódicos, señor Ansell. Sin

ella, nos veríamos obligados a operar en una escala mucho más reducida, y no

podríamos llevar nuestro mensaje a tanta gente.

—Lo entiendo. Y estoy dispuesto a borrar todas esas tonterías acerca de las

escuelas por correspondencia. Diré simplemente que ese curso en especial era

una superchería, y que no podría compararse con las acreditadas instituciones

educacionales que hacen su publicidad en nuestras incorruptibles publicaciones.

Inmediatamente advertí mi error. Cualquier clase de agudeza contrariaba a

Munn. Era literal en un cien por ciento, y cualquier observación que implicara una

irreverencia hacia Noble Barclay o las Publicaciones ‘‘Verdad’’ la consideraba una

afrenta personal.

Me apresuré a disimularla.

—Mire señor Munn. En cuanto a la bebida, no tenemos ningún fundamento.

¿Cómo sostener en nuestras columnas editoriales que la bebida no existe, cuando

tres de nuestras revistas anuncian vinos?

—Creo que no estuvo usted en la reunión en la que discutimos el punto.

—No me perdí el artículo que salió en Verdad y Salud, y que decía que el vino,

tomado en cantidad moderada durante las comidas, es un alimento vitamínico y

nos proporciona un antídoto contra el deseo vehemente de una bebida más fuerte.

Y en el número siguiente de Verdad, entiendo...

—No sabía que conociera tanto el contenido de nuestras otras publicaciones.

—Un cambio tan drástico en nuestra política no puede pasar inadvertido. Mire,

señor Munn...

—Mire, Ansell. Me asombra que usted, un escritor profesional, abuse en esa

forma del idioma inglés. Me pide que mire, ¿qué debo mirar? ¿No será que quiere

usted emplear el verbo oír?

Me estaba volviendo loco. No puede discutirse con Munn. Siempre era igual; se

disparaba del camino principal para tomar las de Villadiego por alguna callejuela

oscura.

—Oiga, si eso es lo que prefiere, sólo diré que había licor en la copa de la

víctima. No diré qué clase de licor.

— ¿Considera usted que eso casa bien con nuestra política de estricta verdad

en cada detalle?

—Eliminaré de la historia toda referencia a la bebida. De todos modos, nada

tiene que ver con el asesinato. ¿Le parece bien?

Aplastó el cigarrillo, revolvió la colilla contra el hueco del cenicero hasta vaciar

el papel. Arrolló el papel hasta formar una bolita, la arrojó al canasto, y vació las

cenizas en un disimulado recipiente de estaño.

—Me desagrada el olor a tabaco rancio —dijo, y se enjugó las manos en un

pañuelo de papel que había sacado del cajón de su escritorio. Luego arrojó el

pañuelo al canasto.

—Hablábamos del manuscrito —le recordé—. El Misterio Indescifrado, el

asesinato de Warren G. Wilson. ¿Recuerda?

—Hemos terminado de hablar sobre el asunto.

—Yo no.

En ese momento debí renunciar. Supe que Lola había estado en lo cierto. No

era por el principio por lo que estaba luchando, era por la autoridad. Igual seguí

luchando.

—Los compromisos no sirven, Ansell. ¿Necesito recordarle que está perdiendo

el tiempo? La historia ha sido rechazada. Definitivamente.

Se hizo un largo silencio. Me había despedido, y esperaba gozar el espectáculo

de mi retirada. Me mantuve derecho. ¿Quién era él, Edward Everett Munn, para

echarme? Por un momento yo había dudado, había estado dispuesto a declarar un

empate.

—Mire, Munn —dije, y cuando frunció el entrecejo no me molesté en sustituir el

verbo—; le he ofrecido sacar de la historia todo lo que a usted no le parece

conveniente. Aun sin el comentario que, según entiendo, le da calidad, estaremos

brindando algo nuevo a nuestros lectores. Haré los cortes en seguida y le enviaré

el manuscrito a la hora del almuerzo. Si usted lo conforma en seguida, puedo

mandarlo a la imprenta esta tarde.

— ¿Y si rehuso?

—Lo enviaré de todos modos. En mi calidad de director, asumo la

responsabilidad.

Se levantó. Sentado, parecía insignificante a causa de que su cabeza era

pequeña y sus espaldas angostas; pero cuando se ponía de pie sobre sus piernas

increíblemente largas, parecía un muchachón en zancos.

—Muy bien, sólo nos queda hacer una cosa. Lo discutiremos con el señor

Barclay.

Levantó el micrófono de su teléfono interno.

—Es el señor Munn —dijo al aparato—. Muy importante.

Una voz de mujer chilló a través de la caja. Esperamos algunos segundos y la

voz femenina chilló de nuevo.

—Ahora mismo nos verá —dijo Munn, sonriendo porque el patrón no lo había

hecho esperar.

Ninguna dactilógrafa cesó su tamborileo mientras Munn y yo caminábamos por

la Oficina General. No hubo ni un solo segundo de pausa en el ritmo de las

máquinas. La disciplina nunca decaía cuando Munn estaba en la oficina.

Iba delante: el pastor conduciendo al cordero al matadero, el guardián llevando

al reo hacia el patíbulo. Se detuvo ante la puerta de la oficina de Barclay, y se

inclinó para susurrar algo. Su aliento olía a dentífrico mentolado.

— ¿Se le ha ocurrido en algún momento, Ansell, que su obstinación pudiera

conducirlo al desastre?

Ciertamente, se me había ocurrido, pero el desastre en el que pensaba era la

pérdida de un buen empleo, no el horror y la tragedia que sobrevinieron porque

decidí colocar mi Misterio Indescifrado en el número de febrero.

En ese momento no pensaba que la historia de Wilson fuera nada

extraordinario. El asesinato no era particularmente excitante. Lo que me interesaba

era el escenario de la víctima, hasta donde se lo conocía. No tenía ninguna otra

razón para escribir la historia, registrarla para el número de febrero y enviársela a

Noble Barclay para la aprobación.

Tengo una copia del manuscrito en mi archivo, y puesto que es el eje de una

historia mucho más extraña aún, aquí la incluyo tal como la escribí y la presenté, el

5 de noviembre, al Departamento de Lectura, al Director Supervisor y a Barclay.

viernes, 16 de agosto de 2024

obra literaria del MARQUES DE SANTILLANA á INSULAâ MADRID i 957 Copyright, 19 5 7 by R A F A E L LAP E SA fragmento

 




obra literaria

del

MARQUES DE SANTILLANA

á INSULAâ MADRID i 957

Copyright, 19 5 7 by R A F A E L LAP E SA (^)

S. Aguirre Torre, impresor. - General Alvarez de Castro, 38. - Madrid.

maestro de la historia literaria espanola,

don Marcelino Menendez? Pelayo,

en su centenario.

En mis anos mozos cobre aficion a la poesia medieval

leyendo la Antologia de poetas liricos castellanos de Menendez

Pelayo. Alli saboree las admirables paginas en

que don Marcelino superaba los estudios de Amador de

los Rios y de Puymaigre sobre el Marques de Santillana,

anadiendoles sentido artistico y hondura. En su conjunto

aquellas paginas no han sido mejoradas; pero desde

que se escribieron ha pasado mas de medio siglo, durante

el cual se han renovado multitud de puntos concretos.

Ello ju stifica que se vuelva a examinar en su integrid,ad

la obra de Santillana, y es lo que intento hacer en el presente

libro. Empece a redactarlo en 1951, pero el asedio

de otras preocupaciones ha retrasado su conclusion. En

195U anticipe un capitulo como discurso de ingreso en

la Real Academia Espanola. Hubiera querido que el libro

completo viese la luz en 1956, en el centenario de Menendez

Pelayo. Sale con retraso, pero mantengo la dedicatoria,

pensando que el mejor homenaje al maestro santanderino

es seguirle, aunque de lejos, en el amoroso historiar

de nuestras letras.

Madrid, junio de 1957.

LA OBRA LITERARIA

DEL

MARQUES DE SANTILLANA

I. PRESENTACION

Hay ocasiones en que las noticias de los archivos aparecen

tan llenas de sentido en su escueta redaccion

que se nos antojan simbolicas. Asi ocurre con la merced

que el principe de Gerona, el luego rey de Aragon Alfonso

V, otorgo en marzo de 1414 a su amado copero mayor

inigo Lopez de Mendoza: el heredero del trono regalaba

a su joven servidor una ballesta alemana, una adarga cubierta

de seda, un hacha, una espada de dos filos y gun

a rp a apte a sonarh \ Inevitablemente nos sentimos ten ta dos

a in te rp re ta r la donacion como un au g u rio : la feliz

coyuntura de caballeria y letras habia de ser eje en la

vida del Marques de Santillana. Pero ademas nos hallamos

ante un indicio seguro de que, cuando contaba solo quince

anos, gustaba ya de tan e r instrumentos musicales, sin

duda como acompanamiento de poesia cantada. Practicaria

asi desde la adolescencia la combinacion de las dos

artes, alabada por el mismo despues: gE .quien dubda que,

i F r a n c i s c a V e n d r e l l , La corte literaria de Alfonso V de Aragon

y tres poetas de la misma, 1933, pag. 64; M. O l i v a r , Documents per a

la biografia del Marques de Santillana, Estudis Universitaris Oatalans,

XI, 1926, pag. 111.

asi como las verdes fojas en el tienpo de la primavera

guarnescen e acompanan los desnudos arboles, las dulces

bozes e fermosos sones no apuesten e acompanen todo

rimo, todo metro, todo verso, sea de cualquier arte, peso

e medida?h 2.

No sabemos cuando nacio su vocacion poetica. E n tre

sus ascendientes habia dos ricoshombres trovadores cuyo

ejemplo debio de p rep a ra r el camino: su abuelo Pero

Gonzalez de Mendoza, muerto como valiente en Aljubarrota,

y su padre don Diego Hurtado de Mendoza, Almiran

te de Castilla, autores los dos de corteses poemas de

amor y maliciosas canticas serranas. Tambien le serviria

de estimulo aquel cancionero gallego-portugues que siendo

gde hedad non provecta, mas asaz pequeno mocoh vio er

casa de su abuela dona Mencia de Cisneross. Despues, los

seis anos que paso en la corte de Aragon (1412-1418) le

brindaron ocasion favorable p ara hacer su entrada en el

vergel de la gaya ciencia: don Alfonso tenia a su alrededor

poetas bien conocidos ya, como su alguacil Andreu

Febrer, o jovenes que andando el tiempo habian de serlo

famosos, como Jordi de Sant Jordi, su camarero, o el halconero

Ausias March 4. . Serian ya versos propios los que

el copero inigo Lopez cantara al son del arpa? Probablemente

; pero no sabemos que ninguna de sus composiciones

conservadas pertenezca a esos anos de mocedad: hay en

ellas un dominio tecnico impropio de tanteos iniciales, y

las referencias a circunstancias identificadas reclaman

fechas muy posteriores. Ninguna fig u ra en el Cancionero

2 Prohemio, en Marques de Santillana. Prose and Verse. Chosen

b y J. B. T r e n d , 1940, p a g . 10.

3 Ibid., pag. 12.

4 Veanse los citados estudios de M. O l i v a r y F r a n c i s c a V e n d r e l l ,

asi como el de M a r t i n d e R i q u e r , gS t r amp s h y gMidons h de Jordi de

Sant Jordi, Revista Valenciana de Filologia, I, f 1951. pag. 6.

de Baena, que recoge lo principal de la poesia castellana

hasta 1425. Tal vez se deba esto a que el colector no gustase

de los poemas escritos por el senor de Buitrago, a quien

envuelve con don Enrique de Villena en una alusion llena

de desagrado: reprochando al mariscal Diego de Estuniga

torpeza como versificador, Juan Alfonso de Baena

le d ic e :

En Buytrago o en Villena

aprendiste el d e y t a r ...6

inigo Lopez esta presente en el Cancionero, pero no

como poeta, sino mencionado como justador por F e rra n t

Manuel de Lando. El pasaje demuestra que, aun antes de

tener actividad lite ra ria importante, el novel caballero estaba

rodeado por el halo prestigioso que emanaba de su

cuna, poderio y cualidades personales. La reina madre

dona Catalina habia dispuesto un torneo para celebrar el

cumpleanos de Juan II, y F e rra n t Manuel escribio una

composicion burlandose de todos los participes, con la unica

excepcion del futuro marques. Al llegar a este las pullas

ceden el puesto a un elogio respetuoso, que denuncia el

efecto causado al aparecer el mancebo, hermoso como un

angel, con una estrella por divisa:

Por manera angelical

Ynigo Lopez loado,

Vino muy bien apostado

s Cancionero de Baena, ed. 1851, num. 425. Comentan la alusion

J. A m a d o r d e l o s R io s , Historia critica de la Literatura espanola, VI,

pag. 141, y M. P e r e z y C u r i s , El M. de S., I. L. de M. El poeta, el pensador

y el hombre, 1916, pags. 68-69. La disputa entre Baena y los tres

mariscales debio tener lugar entre 1419 y 1423, pues don Alvaro de

Luna estaba ya en privanza del rey (Canc. de Baena, 419.‹, 421.‹), pero

todavia no se le llama Condestable; ademas Villasandino vivia aun:

gEsta [la poetria] derrama su grant maestrva / dentro en Illescas á

(Telia en S e v illa h (Ibid., 417.‹).

Con un jaque de sa y a l;

E pronuncio fy gu ra l

Un luzero de oropel:

Quando fyere el sol en el

Mas reluce que c r is ta l6.

La imagen destaca sobre el fondo de los otros paladines,

que muestran fa lta de animo o estan afeados por ridiculeces

fisicas*. El contraste se halla enmarcado aqui por

una intrascendente fiesta cortesana; pero en cierto modo

anuncia el que unos veinte anos mas ta rd e habia de ponei

de relieve Juan de Mena en su Coronacion o Calamicleos:

de una parte, condenadas a tormentos infernales, las gentes

abyectas que solo buscaban el propio medro y promovian

discordias in te stin a s; de otra parte, glorificado, don

inigo, el gran senor que, ganando a Huelma, habia vencido

a los moros en la empresa nacional de la Reconquista

7. E sta procer condicion $e atra erse el respeto e imponer

su indiscutible superioridad hubo de ser factor p rin cipalisimo

en el papel dirigente que correspondio a Sanisillana

dentro del movimiento cultural de su tiempo.

Tres periodos se distinguen en su obra y en la influencia

que ejercio. Comprende el primero los anos en que,

senor de Hita y Buitrago, conquisto la je fa tu ra de su generacion

lite ra ria a fuerza de brillantes novedades y an6

Ibid., 286.‹. Como dona Catalina murio el 1 de junio de 1418, inigo

Lopez tendria a lo mas diecinueve anos. El Cancionero de Palacio registra

otros personajes de igual nombre, pero e l elogio de Perrant

Manuel solo conviene a un joven. Aunque Santillana era copero de Alfonso

V, vino a Castilla entre septiembre de 1414 y julio de 1415 ( F r a n c

i s c a V e n d r e l l , prologo al Cancionero de Palacio, 1945, pags. 114-

115) y volvio en 1416 para casarse (J. A m a d o r d e l o s R io s , Obras de

don I. L. de M., M. de S., 1852, pag. x x v ) . El cumpleanos de Juan II

era el 7 de marzo, fiesta de Santo Tomas.

7 Vease I n e z M a c d o n a ld , The Coronagion of J. de M.: poem and

commentary, Hispanic Review, VII, 1939, pags. 126-144.

sia de superacion. Son anos de intensa comunicacion con

don Enrique de Villena: gracias a el don inigo entro en

conocimiento directo de Virgilio y Dante, asi como de las

preceptivas poeticas occitanicas y catalanas. La muerte

de don Enrique en diciembre de 1434 abre el segundo periodo:

nuestro poeta, senor de la Vega, se halla en la plenitud

de sus facultades; produce entonces las obras de

fondo mas grandioso y mayor riqueza ornamental, y se

mantiene como guia literario de sus contemporaneos, unico

e indiscutido. En el tercer periodo, epoca de madurez,

el Marques de Santillana concede menos importancia al

lujo formal y busca en ocasiones la expresion apretada y

so b ria ; en vez de la poesia de gran aparato, prefiere la que

surge en estrecha ligazon con sus inquietudes y circunstancias

personales. Refugio de su espiritu son, primero,

la filosofia estoica, mas ta rd e las devociones. Continua

ejerciendo funcion directiva en las letras castellanas; pero

ya no esta solo: la comparte con otro poeta mas joven,

antiguo seguidor suyo, Juan de Mena.

A pesar de que las tres etapas se dibujan con claridad,

al examinar la obra de Santillana no seguiremos un-orden

rigurosamente cronologico. En primer lugar porque la

fecha de muchas composiciones es imprecisa. Ademas por

la conveniencia de estudiar reunidos los poemas de un

mismo genero, ya que las exigencias de este condicionan

aspectos importantes de la creacion; y aunque la mayor

preferencia por cada genero corresponda a alguno de los

periodos senalados, no deja de tener antecedentes o secuela

fu e ra de estos jalones temporales. Pero antes de enfrentarnos

con las creaciones del poeta necesitamos conocer su

punto de partida, lanzando una mirada sobre el panorama

que. ofrecia, en las dos vertientes del 1400, la poesia de las

tre s lite ra tu ra s peninsulares.

II. LA POESIA ESPANOLA DURANTE LA MOCEDAD

DE INIGO LOPEZ

'a l comenzar el siglo xy la poesia disponia en Espana

f \ de un triple instrumento linguistico. Las tres lenguas

peninsulares cuyo cultivo literario se habia consolidado

eran como registros de un mismo organo: un solo

ejecutante podia a rran c a r a cada una sus notas peculiares,

alternandolas o fundiendolas en acorde. [Aup habia

castellanos que poetizaban en J^ahego^y ya empezaba, el

intercambio entre el catalan y el castellano. El bilinguismo,

movido en direcciones diversas segun las epocas, ayudaba

al trasp lan te y unificacion de tradiciones .[Inigo Lopez

conocio las tre s en su juventud y las tre s contribuyeron

a su formacion poetica. Ya ha habido ocasion de re- *

referirnos al ggrand volumen de cantigas, serranas e dezires

portugueses e gallegosh del rey don Dionis y de otros

antiguos trovadores que, cuando era nino, ..tenia su abuela

materna dona Mencia de Cisneros \ ^Crecio oyendo a

su alrededor la poesia compuesta en las cortes de Castilla

; fy su estancia en Aragon lo puso en contacto con los

poetas catalanes, que guardaban muy viva la herencia

provenzal directa.

A n t e c e d e n t e s e n l a C a s t i l l a d e l s ig l o x i v .

a i \

Los poetas gallego-castellanos. f '-..i r . o "

y . - En realidad dos de estas tradiciones se habian fu n dido

desde el siglo xiv.- En 1350 el noble por tu g ues don

Pero Affonso, conde de Barcellos, legaba a Alfonso XI el

Livro das Cantigas que habia recopilado ?. No es probable

que aquella coleccion de la poesia gallego-portuguesa

llegara a pertenecer efectivamente al vence'cter del Snlado,

que murio en aquel mismo^ano, cuatro antes que el

testador. Pero el hecho es ' moice^/de realidades historicas

innegables { la lirica gallego-portuguesa, cultivada

brillantemente desde fines del siglo x i i , habia decaido con

gran rapidez desde la muerte del rey don Dionis (f 1325) ;

algunos de sus ultimos representantes, como los b a sta rdos

reales don Affonso Sanches (f 1329) y el conde de

Barcellosi se habian refugiado en Castilla temerosos de riesgos

politicos. Y justamente entonces surgen las primeras

muestras de que la lirica de arte empezaba a, tomar incremento

en Castilla: al tiempo que Juan Ruiz componia canticas

de serrana, trovas cazurras y poesias devotas, el joven

rey Alfonso celebraba en un poema haber cogido flores

en el noble paraiso de dona Leonor de Guzman. Treinta

o cuarenta anos despues, cuando tales flores habian

dado frutos de discordia y fratricidio, existia en Castilla

un grupo de poetas que dieron c a rta de naturaleza a los

2 H. R. L a n g , Contnbutions to Spanish Litera tare, Revue Hispanique,

XVI, 1907, pags. 16-17.

temas del amor cortes, recibidos de los trovadores provenzales

por intermedio, casi siempre, de los gallego-portugueses.

Mientras una pasion y fin desastrados convertian

al gallego Macias en ejemplo de amadores, Pero Gonzalez

de Mendoza (1340-1385), el abuelo de Santillana, lamentaba

quedar privado de su amiga, encerrada en un convento.

A la misma epoca del rey don Pedro y los primeros

Tra stama ras corresponde el florecimiento de Pero Ferruz

y Alfonso Gonzalez de Castro. gDespues destosh, segun don

inigo, pero todavia gen tienpo del rey don Iohanh (Juan I,

1379-1390), trovaron el Arcediano de Toro y Garci Ferrandez

de Gerena 3. Alfonso Alvarez de Villasandino, que

ya componia hacia 1370, siguio haciendolo hasta su muerte

(h. 1424), en competencia con las generaciones inmediatas.

Asi arraigo en Castilla un tipo de lirica artificiosa

con motivos, formas metricas y modulos expresivos que

Santillana gusto y recogio.

Solo uno de estos poetas, Pero Ferruz, uso exclusivamente

el castellano. En los demas el empleo del castella-,

no o del gallego varia segun los generos y las epocas.

La poesia amatoria se vale de las dos lenguas, con p re dominio

inicial del gallego, que pierde terreno despues; en

cambio, los panegiricos, epitafios, peticiones, obras de b u rlas

o de maldecir, satiras politicas, poesia moral y poesia

religiosa prefieren el castellano. No hay barrera s infranqueables

entre una y o tra lengua: en el castellano de

poetas habituados al gallego se deslizan, como era de esperar,

galleguismos; a su vez el gallego de trovas compuestas

por castellanos o andaluces abunda en castellanismos,

aumentados frecuentemente por los copistas. Rennert

y Lang tra ta ro n de reconstruir hipoteticos textos originales

en un gallego irreprochable, eliminando sistemati-

¡3 Prohemio, ed. cit., pag. 15.

camente los rasgos castellanos que aparecen en los manuscritos;

en su celo purificador fueron tan lejos que llegaron

a romper consonancias o a galleguizar a ra ja tab la

composiciones casi enteramente castellanas. Aunque muchas

veces sean evidentes las alteraciones cometidas por

escribas castellanos, en otras, muchas tambien, es preciso

admitir el hibridismo linguistico de los originales 4.

La poesia de amores.

La lirica trovadoresca que florecio en Castilla durante

la segunda mitad del siglo xiv revela indudable continuidad

con la gallego-portuguesa de á c u e n t a lo cien anos

a tra s ; pero se ap a rta de ella en muchos rangos, esenciales

a veces. Es posible que si no se hubiera perdido casi

toda la produccion de la epoca intermedia (1325-1360), la

desaparicion de unos generos y temas o el cultivo de otros

nuevos se presentaran como parte de un proceso gradual

de renovacion,- aminorandose el contraste. An’e todo sorprende

la ausencia^irotal de las cantigas de amigo, la flor

mas delicada de la antigua escuela. inigo Lopez pudo tal

vez gozar de ellas gracias al cancionero de su abuela dona

Mencia; pero no en imitaciones castellanas, al menos conocidas

hoy. Eliminada asi la poesia femenil, el tro v a r de

amores quedaba limitado a las penas y alegrias del varon,

a lo que los gallego-portugueses habian considerado mate

ria propia de las gcantigas de amorh. Aqui la comunidad

de temas y actitudes que tienen con ellos los gallegocastellanos

del siglo xiv es muy extensa, pues abarca, en4

Estudio con detalle la cuestion en La lengua de la pbesia linca

desde Macias hasta Villasandino, Romance Philology, VII, 1953, paginas

51-59.

tero casi, el campo del amor cortes, tal como habia sido

concebido por los provenzales 5: loar a la dama y servirla

con el amor es el ejercicio a que se consagra el enamorado,

con mas o menos esperanza de obtener recompensa; fre cuentemente

la senora es de estado mas alto que su trovador,

cuya pretension se convierte en osadia; otras veces

el servicio amoroso tiene mas caracter de homenaje laudatorio

que de sentimiento profundo^ De todos modos el

amor pone en actividad virtudes que ennoblecen al enamorado"

7^por eso dice Villasandino:

... Bivo gozosso e entyendo vevir

Por ty [Amor], que qu esy ste a mi dotrinar

De tales dotrinas que son sin e r ra r :

Ser franco, ardit, leal, mesurado.

Esto mandaste a mi, tu criado,

En arras e en dote e por axuar.

(Canc. de Baena, 146.‹)

El hecho mismo de servir a una dama poseedora de toda

excelencia basta p ara provocar en el enamorado una exultante

alegria, independiente del resultado que tengan sus

aspiraciones:

Jamas non avre cuydado

nin tristeza de mi parte,

pues que so enamorado

de la que amo sin arte.

(Ferruz, I b id , 301.‹)

s Veanse H e n r y R. L a n g , Das Liederbuch des Konigs Denis von

Por tugal , 1894, pag. x u i y s ig s .; J. F i l g u e i r a V a l v e r d e , Lirica medieval

galtega y por tuguesa, en Historia General de las Literaturas

Hispanicas, I, 1949, pags. 564-570 y 616-621; y O t i s H. G r e e n , Courtty

Love in Spanish Cancioneros, PMLA, LXIV, 1949, pags. 247-301.

La discrecion obliga a que el nombre de la dama permanezca

oculto, y el poeta suele encarecer el rigor con que

mantiene tal secreto. Las precauciones no son infundadas,

pues hay gmesturerosh, calumniadores envidiosos que se

complacen en meter cizana entre los amantes o a su alrededor.

Es cierto que, mientras en el Sur de Fran c ia la poesia

cortes fue predominantemente un tributo de amor extramatrimonial

a la mujer casada, lo que requeria clandestinidad,

la lirica trovadoresca espanola se dirigia con p re ferencia

a las doncellas, con lo que la licitud del amor h a cia

menos necesario el sigilo; pero la leyenda de Macias

prueba que tambien se cantaban pasiones adulteras, con

los consiguientes riesgos 6.

En presencia de la senora el poeta se conturba, y vacila

entre manifestarle sus sentimientos o quedar silencioso. El

deseo insatisfecho le lleva a impetrar piedad, como hace,

por ejemplo, el Arcediano de Toro:

!Por Deus, messura,

. ay muy gentil criatura!

Duelete de la mi vida,

que paso muy desmayda

pensando en tu fig u r a ,..

(Ibid., 311.‹)

No faltan cantigas de amor correspondido; pero de ordinario

la dama no se compadece facilmente.]Los poetas

peninsulares de 1360 a 1390 repiten la preferencia que h a bian

mostrado los gallego-portugueses del siglo xiii y anuncian

la que mostrarian los castellanos del XV: pre sen tar a

i.* o i i á á i i su senpra como un ser cruel e inaccesible que causa con

sus desvios la desgracia y la muerte del amador"-] asi Pero

0 Gr e e n , a r t . cit., p a g . 273 y s ig s .

Gonzalez de Mendoza, como antano muchos otros, necesita

recordar a la in g ra ta que no saldra gananciosa perdiendo

a quien bien la sirve:

Por Deus, senora, non me matedes,

qu'en mina morte non ganaredes.

(ibid., 251.‹}

La insistencia en una porfia inutil adquiere caracteres

de locura: gAmigo, en g ran t follya / te vejo estar cuidandoh,

dice un ruisenor a Villasandino (Ibid., I I .2) ; y el dolor

del amante asombra a cuantos le m ira n :

Cativo, de mina tristura

y a todos prenden espanto

e preguntan que ventura

fo y que me atormenta tanto.

(Macias, Ibid., 306.‹)

Hay imprecaciones y desesperacion; pero tambien complacencia

en las penas que se sufren por causa de la am ad a .

!Loado seias, Amor,

por cuantas coytas padescol

(Villasandino, Ibid., 33.‹)

La p a rtid a o separacion y la ausencia son temas favoritos,

asi como las invectivas dirigidas contra el Amor,

personificado en divinidad. El enamorado toma por in terlocutores

a sus propios ojos, a su corazon o a las aves, e

imagina como un cautiverio los padecimientos o la sujecion

a la dama:

Non me desampares,

pues en tu poder

bivo encarcelado.

(Garci F. de Gerena, Ibid., 565.‹)

En pastorelas y composiciones similares gallego-portuguesas

habia sido tema frecuente el encuentro del poeta

con doncellas que lloraban cuitas de amor; situacion parecida

se da en una cantiga atribuida a Villasandino y a

Gerena (40.2 y 556.c). Tambien tienen precedente gallegoportugues

7 las fragmentarias canciones de serran a de

Pero Gonzalez de Mendoza y su hijo don Diego Hurtado;

pero se enlazan mas directa y estrechamente con las del

Arcipreste de Hita.

Existe, pues, un amplio repertorio de temas comunes

con la anterior .lirica gallego-portuguesa. Pero ni siquiera

en el campo del amor cortes deja de haber diferencias. Por

ejemplo, en Macias, Villasandino y sus contemporaneos

fa lta por completo la rebeldia blasfema con que los gallegoportugueses

del siglo x i i i se revolvian contra Dios, un Dios

sin mesura que habia ordenado la desdicha del poeta o le

habia impuesto el amor como c a stig o 8. Por otra parte,

al declinar el siglo xiv se ven motivos y tratamientos poeticos

desconocidos en los viejos cancioneros: la belleza femenina

irrad ia claridad, rasgo que contaba con larga tr a dicion

arabe y europea 9:

Vy un dia rresplandor

tan claro que passava,

segun meu entender,

todos los resplandores.

7 Vease el capitulo siguiente, pag. 48.

s Cancloneiro da Ajuda, ed. G. Michaelis, poemas 165 (Joan [Soares]

Coelho), 209 (don Joan Lopez de Ulloa), 308 (Roy Fernandez de Santiago),

403 y 407-9 (Pero Garcia Bu rgales), etc.; Cancionero de la Vaticana,

509.‹ (Pero Goterrez), etc.; don Dionis, Liederbuch, ed. Lang,

7.‹ y 52.‹

9 Vease A m e r i c o C a s t r o , Espana en su Historia, 1948, pags. 399-

402. La claritas figura como condicion esencial de toda belleza en la

Pensariamos que Villasandino, autor de estos versos,

se re fe ria a la luminosidad propia de los bienaventurados,

ya que en otras ocasiones celebra mujeres cuyo rostro

es gclaro viso angelicalh o tiene la gclara luz de paraysoh ;

pero tambien refulge la morisca de incitante cuerpo por

quien el trovador arriesgaria su alma pecadora 10.

La alegoria tiene ahora desarrollos mucho mas complejos

que antes: el Amor aparece como un monarca rodeado

de su corte, ya se muestre benigno 1X, ya tirano, atropellando

con espada y lanza toda norma de justicia, o hiriendo

traicioneramente a quien ha confiado en e l 12. En

otras ocasiones se le representa abandonando con sus vasallos

el suelo de Castilla 13; o apresando al poeta, tra s

atacarle con una hueste donde combaten como esforzados

guerreros las cualidades de la dama, a saber: Mesura,

Cortesia, Cordura, Logania y Fermosura 14.

Otros temas. La poesia religiosa: A y ala.

Fuera de la poesia amatoria, las cantigas de escarnio

y maldecir gallego-portuguesas tuvieron continuacion en

varias composiciones de Pero Ferruz y Villasandino; mas

ta rd e en algunas de don Pero Velez de Guevara, fray

Diego de Valencia y otros 15. Ademas, las preguntas y resSuma

Teologica d e S a n to T om a s d e A q u in o (D ama so A l o n s o , La poesia

de San Juan de la Cruz, 1942, pag. [2 9 3 ]).

10 Canc. de Baena, 8.‹, 13.‹, 24.‹, 31.‹, 32.‹

11 Ibid., 32.‹, 146.‹ (Villasandino).

12 Ibid., 307.‹, 308‹ (Macias).

ibid., 557.‹ (Garci F. de Gerena).

i4 Ibid., 309.‹ (Macias o Alfonso Gonzalez de Castro).

is Ibid., 302‹ (Ferruz); 99.‹, 100.‹, 104.‹, 107.‹, 140.‹, 184.‹ (Villasandino);

322.‹ (don Pero Velez de Guevara); 499.‹, 500.‹ (Fray Diego

de Valencia).

puestas de fines del siglo XIV y principios del XV son fre cuentemente

de caracter satirico .buen ejemplo es Juan

Alfonso de Baena., lo que ya sucedia en las tengoens

gallego-portuguesas. En cambio, los epitafios autobiograficos

que Villasandino y Ferruz ponen en boca de reyes y

reinas castellanas estan muy distantes de los gplantosh

compuestos en el siglo xm por Pero da Ponte 16; igual cabe

decir de los panegiricos.

En la poesia religiosa la mayor renovacion estuvo a

cargo del canciller Pero Lopez de Ayala (1332-1407) ap a rtado

de sus contemporaneos algo mas jovenes por contin

u a r usando el tetrastico monorrimo del mester de clerecia

y por no valerse nunca del gallego como lengua poetica.

Ayala in je rta nuevo espiritu en sus gversetes de antiguo

rim a rh y en sus cantares zejelescos: inspiracion biblica,

intenso acento personal en el temor de Dios, p re ocupacion

por cuestiones como la prosperidad terren al de

los impios, la libertad humana o el principio del m a l17.

Respetado por todos, su obra tuvo gran repercusion, ta n to

en la parte original como en la procedente de otros autores:

sus versiones y extractos de los Morales de San

Gregorio influyeron notablemente en la religiosidad de las

generaciones inmediatas; sus traducciones de Boecio y de

las Caidas de principes de Boccaccio pusieron de actualidad

el problema de la F o rtu n a ; y las de Tito Livio y Valerio

Maximo fomentaron el amor por la antiguedad romana.

16 ibid., 52.‹, 53.‹, 54.‹, 56.‹, 62.‹ (Villasandino), 304.‹ (Ferruz). Sobre

Pero da Ponte, vease J. F i l g u e i r a V a l v e r d e , El gplanto" en la

historia y en la literatura gallega, Cuadernos de Estudios Gallegos, I,

1945, pags. 560-580.

A m e r i c o C a s t r o , Lo hispanico y el erasmismo, R. F. H., IV, 1942,

pags. 4-9; R. L a p e s a , Historia General de las Literaturas Hispanicas, I.

1949, pags. 502-507.

Formas poeticas.

r

Los poetas gallego-castellanos del siglo XIV deben a sus

antecesores gallego-portugueses una tecnica muy elaborada,

con g ran variedad de artificios y rica terminologia.

gE aun destos .decia Santillana. es cierto rescebimos

los nombres del arte, asy commo maestria mayor e menor,

encadenados, lexapren e mansobreh 18. A veces esos nombres

habian cambiado de significacion: discor, por ejemplo,

designaba poemas muy distintos de los descordos o

descores gallego-portugueses o del descort provenzal19.

Otras veces los terminos estaban deformados, como ese

mansobre, descendiente del gallego-portugues mozdobre,

donde entraba el provenzal motz 'modof 20. En la metrica

es donde se advierte mayor renovacion: aunque en los

cancioneros gallego-portugueses se registren casi todas las

formas que habian de emplear los mas antiguos trovadores

del de Baena, estos rechazan o usan poco los versos y

estrofas predilectos de aquellos .eneasilabos, endecasilabos

con cesura tra s la cuarta silaba, septinas, cuartetos con

18 Prohemio, ed. cit., pag. 12.

19 H. R. L ang, The Descort in oid Portuguese and Spanish Poetry

{ Miscellanea Grober, Beitrage zur rom. Phuol., Festgabe fur Gustav

Grober, 1899).

20 Segun el Arte de trovar que encabeza el Cancioneiro da Biblioteca

Nacional de Lisboa (antiguo Golocci Brancuti), gdobre [h ]e dizer

hua palavra cada cobra duas vezes ou m a y s ...h ; gmozdobre [h ]e tanto

come ... dobre ... mays as palavras desvayran se, porque mudan os

le n p o s h (ed. E. P. y J. P. Machado, I, 1949, pag. 25; antes de esta edicion

venia ley en d o se erradamente mordobr e ; ahora queda claro que

moz es el provenzal motz) . H. R. L a n g preciso que el dobre equivalia

a los rims equivocs de los provenzales y consistia en repetir en las

.T ima s la misma palabra o palabras homofonas, como hace el Arcediano

de Toro en la cantiga 313 del Canc. de Baena; mo[ z ]dobre , equivalente

a lo s rims derivatius provenzales, era la repeticion de una misma paestribillo,

cancion paralelistica 21.. En cambio prefieren

los que antes eran secundarios, o se valen de otros nuevos

: la inmensa mayoria de sus poemas estan en octosilabos,

combinados frecuentemente con pies quebrados; hay

tambien cantigas hexasilabicas; otros metros son excepcionales.

A fines de siglo se extiende el verso de a rte mayor,

con rapido triunfo debido a su aptitud p a ra la poesia

solemne.

labra en las rimas, pero en diversas formas gramaticales, como en los

poemas 175, 188, 190, 192 y 208 de Villasandino en la misma coleccion,,

y como en tres de don Diego Hurtado de Mendoza (Cancionero de Palacio,

nums. 6, 36 y 38). Veanse Das Lieclerbuch des K. Denis, pagina

c x x v ; Contributions to Spanish Lite rature, Revue Hispanique, XVI,

1907, pags. 21-22; Zum Cancioneiro da Ajuda, Zeitschrift fur roman ische

Philologic, XXXII, 1908, pag. 139; y Zur Metrifc. Rims equivocs

und derivatius im Altportugiesischen, Ibid., XXXVI, 1912, pags. 607-611..

21 La poesia g a lleg o -p o rtu gu esa habia preferido el eneasilabo y eL

endecasilabo con cesura tras la cuarta silaba. Ahora el eneasilabo es

sumamente raro y el endecasilabo no subsiste sino como variedad del.

fluctuante verso de arte mayor. Cualquiera que sea la relacion originaria

entre estos dos ultimos versos, no tienen los mismos emp leo s:

el endecasilabo gallego se habia usado mucho en cantigas de amor y

de amigo; el verso de arte mayor de los siglos x iv y x v no es fre cu en te

en obras de amores, aunque abunde en poemas de otros asuntos. En

cuanto a estrofas, las g cantigas de m a estria h g a lleg o -p o r tu gu esa s, que.

carecian de estribillo, se valian con preferencia de las septinas, tan

corrientes entre los trovadores provenzales; las octavas eran mucha

menos abundantes. Ahora se invierten los terminos: predominan lascoplas

de ocho versos y escasean las de siete. En los cancioneros ga llego-

portugu eses las cantigas profanas de g r e fram h tenian como e structuras

mas repetidas la de cuartetos con un pareado como estribillo,

y la de parejas encadenadas de disticos paralelos seguidos de*

estribillo muy breve: en tiempo de Pedro I y los Trastamaras faltan

por completo los cuartetos con pareado, y la cancion paralelistica no

tiene mas representacion cortesana que el cossaute de don Diego Hurtado

de Mendoza. En cambio, la estrofa z e je le sca y sus derivaciones,,

menos gustadas por los ga lleg o -p o r tu gu ese s en la ^poesia profana, absorben

ahora la casi totalidad de las cantigas con estribillo.

En cuanto a estrofas, predominan las octavas en

las composiciones sin estribillo; los poemas que lo tienen,

aun sin repetirlo al final de cada estrofa, responden

a la estructura del zejel hispano-arabigo, como antes casi

todas las Cantigas de Alfonso X y casi toda la produccion

lirica de Juan Ruiz. En ocasiones el zejel presenta su forma

mas simple o de estribote, como en el siguiente de Villasandino

(51.2) :

Bivo ledo con rrazon,

amigos, toda ssazon.

Bivo ledo e syn pessar,

pues Amor me fizo amar

a la que podre llamar

mas bella de cuantas son.

Bivo ledo e vivire

pues que de Amor alcance

que servire a la que se

que me dara galardon...

Otras veces el zejel se complica mediante el desarrollo

de consonancias interiores y la conversion de los hemistiquios

rimados en versos independientes:

Amor, pues que me libraste

De tan grant tribulacion,

Yo non sse por qual razon

Agora me condenaste.

Con manzilla e con porfia

En el mundo fueste assy;

Padesger quiero por ty

La mi vyda cada dia,

Pues que tan syn alegria

Es triste mi corazon;

Ca sy es verdat o non,

Leal servidor mataste.

(Villasandino, 49.‹)

Tales eran las formas mas usuales de la cancion espanola

con gvueltah, las mas frecuentes en el cancionero

arabe de Ben Cuzman, en las Cantigas alfonsies y las unicas

empleadas por Juan Ruiz y Ayala 22. La ligazon externa

de la cabeza o estribillo con las estrofas que le glosaban

.y tambien la ligazon de estas entre si. se reducia

a una sola rima, la ultima del estribillo, repetida por

un verso unico al final de cada estrofa. Aunque mucho

mas escasa, hay ejemplos de una disposicion mas sabia,

que reforzaba notablemente la cohesion del poema: es la

estructura normal de las muwassahas arabes y de las

dansas provenzales, y aparece en algunas cantigas del Rey

Sabio 2S. Consistia en que la vuelta, en vez de limitarse a

un verso, reprodujese entero el esquema de metros y rimas

del estribillo:

22 Vease R. Menendez P idal, Poesia arabe y poesia europea, Bulletin

Hispanique, XL, 1938, pags. 340-345 y 354-389.

23 Para la muwassaha, vease R. Menendez P id a l, Cantos romanicos

andalusies, Bol. Real Acad. Esp., XXXI, 1951, pags. 210-214. La

vuelta repite todas las rimas de la cabeza o estribillo, asi como su estructura

metrica, en nueve cantigas alfonsies (ed. Marques de Valmar,

nums. 18, 31, 94, 117, 134, 153, 156, 162 y 380). Para la dansa proven-

.zal, vease A. Jeanroy, Les origines de la poesie lyrique en France au

Moyen-Age, 3.a ed., 1925, pags. 430-433, y La poesie lyrique des troubadours,

II, 1934, pags. 343-344; Martin de Riquer, La lirica de los

trovadores, 1948, pags. lv iii- lix ; y Le G en til, La poesie lyrique espagnole

et portugaise a la fin du Moyen-Age, II, 1953, passim, especialmente

pags. 270 y sigs. En cuanto a la procedencia de este uso en

Galicia y Castilla es indudable que Alfonso X pudo tomar directamente

la estructura de la muwassaha .cantada en las morerias de todas las

ciudades espanolas., sin acudir a la dansa provenzal, descendiente de

la muwassaha. Sin embargo, no se puede rechazar de plano la hipotes

is de un influjo de la dansa, cultivada en el Mediodia frances desde la

primera mitad del siglo xm por lo menos; eii esa epoca florecio Uc de

Sant Circ, autor de la mas antigua conservada (Le Gentil, II, pag. 243).

Convenme biver

triste, muy penado,

pues desanparatio

bivo toda via.'

Por bien que servi

a una flor dfaltura,

la muerte des y

veo ssin mesura.

Por en dygo assy:

gPues non he ventura,

quiero yr morrer

atan alongado

de la que, cuitado,

merced atendi/a

(G. F. de Gerena, 565.‹) 24

Desde Alfonso X estan atestiguadas formas intermedias

que no repiten todo el esquema del estribillo, pero si

el de dos o tres versos, en vez de la vuelta de un verso unico,

propia del tipo mas popular 25.

Cantigas y decires.

/

Entre 1360 y 1425 se perfila con progresiva claridad

la distincion entre la poesia cortesana destinada al canto

(cantigas) y la compuesta para la recitacion o la lectura

(dezires). Los cancioneros gallego-portugueses habian llamado

cantigas a todas sus composiciones, de cualquier

asunto y forma que fuesen. En los epigrafes del Cancio-

24 Procedimiento analogo es el de tres cantigas de Villasandino

(Canc. de Baena, 3.‹, 15.‹ y 20.‹) y una de Pero Ferruz (Ibid., 301.‹ b).

25 Cantigas, ed. Valmar, nums. 20, 28, 51, 139, 171, 255, 285, etc.;

Canc. de Baena, 5.‹, 8.‹, 13.‹, 27.‹ (Villasandino), 307.‹ y 308.‹ (Macias),

313.‹ (Arcediano de Toro), 318.‹ (Pero Velez de Guevara).

nero de Baena correspondientes a producciones mas antiguas

.casi todas en metros cortos. cantiga ya no es

el termino unico, pero conserva todavia un dominio muy

amplio: se aplica a poesias con estribillo-o sin el; vale para

todas las religiosas y de amores, estas ultimas bien sean

puramente liricas, bien contengan elementos narrativos 26;

y hasta incluye alguna obra de burlas o de loor 27, aunque

de ordinario entran en la categoria de dezires igual que

los epitafios y peticiones. Hacia 1400 el area del dezir recibe

doble incremento: de una parte por la boga'que alcanzan

los poemas extensos en verso de arte mayor, raros

antes; de otra parte, porque tambien crecen los generos

de poesia recitada en metros cortos: a principios del siglo

xv hay decires de amor, didacticos, etc., en octosilabos

o hexasilabos. La diferencia con las cantigas no consiste

solo en el caracter musical de estas, sino tambien en

la forma poetica: la cantiga toma como estructura casi

exclusiva la de estribillo y glosa con vuelta 28; el dezir,

salvo casos excepcionales, carece de estribillo 29 y sus estrofas

pueden no tener entre si mas rasgo comun que el

26 Los liay en las cantigas 41.‹ y 42.‹ (Villasandino), 309.‹ (Macias),

40.‹ o 566.‹ (Villasandino o Gerena) y 567.‹ (Gerena).

27 Se llaman cantigas la de Pero Ferruz contra los rabies (302.‹) y

las alabanzas de Villasandino a la ciudad de Sevilla (28.‹-31.‹); cantica

los lamentos de Gerena por haber perdido la gracia de Juan I (555.‹).

Ninguna de estas composiciones tiene estribillo; con el son tambien

cantigas dos laudatorias, obra de Villasandino (3.‹, 22.‹)y tres burlescas

de Fray Diego de Valencia (499.‹, 500.‹, 502.‹).

28 Las unicas excepciones son una cantiga amorosa de Fray Diego

de Valencia, en estrofas de caracter muy lirico (504.‹), y tres de

loores a la Virgen, hechas por Fray Diego (503.‹) y por Ferrant Manuel

de Lando (567.‹, 568.‹).

29 Solamente tienen estribillo dos decires de Villasandino, satirico

amo (203.‹) y petitorio el otro (219.‹), denominado gdezir dfestriboth.

Los dos son zejeles de forma simple.

aju starse a un mismo esquema de metros y rimas. A veces

queda patente que el criterio clasificador no era muy

seg u ro 30; pero en lineas generales los dos grupos estaban

bien definidos al acabar el primer cuarto del siglo XV.

Entonces la palabra cantiga (o cantica, tambien usada por

Baena) estaba ya envejecida o en trance de anticuarse

ante el avance de cancion31.

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