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sábado, 28 de septiembre de 2013

Alejandro Rossi. Premio Xavier Villaurrutia 2006. Premio: novela.


Alejandro Rossi nació en Florencia, Italia, el 22 de septiembre de 1932, y murió en la ciudad de México el 5 de junio de 2009. Autor de ensayos filosóficos y de relatos. Uno de los pocos filósofos que emprendieron obras literarias con talento narrativo, y a las obras filosóficas las dotan de una amenidad poco usual en el género. En 1999 le fue otorgado el Premio Nacional de Ciencias y Artes.
Fuente:
http://www.colegionacional.org.mx/SACSCMS/XStatic/colegionacional/template/content.aspx?mi=141&se=vida&te=detallemiembro
Aunque no ha alcanzado gran difusión en Argentina, Alejandro Rossi, un "raro" de la literatura hispanoamericana, es conocido y admirado en nuestros círculos literarios. Manual del distraído (1978), un volumen que recoge narraciones y ensayos breves publicados antes en las revistas Plural y Vuelta , es visitado con asiduidad por antólogos y lectores sutiles. Su producción comprende obras narrativas y filosóficas. Rossi tiene un doctorado en filosofía por la UNAM y la disciplina de su pensamiento se manifiesta también en su obra de ficción. Es el prototipo del escritor cosmopolita. Nacido en Florencia, de padre italiano y madre venezolana, emigró con su familia primero a Venezuela, luego vivió en Buenos Aires y Córdoba y, finalmente, se estableció en México.
Edén refleja un poco ese periplo. El encuentro en Hamburgo del protagonista (homónimo del autor: Alessandro, Alex o Alejandro Rossi), con Mitzi, la bella adolescente que había conocido más de cuatro décadas antes en el hotel Edén de La Falda, desencadena el fluir de los recuerdos. Alejandro tiene una memoria minuciosa o una imaginación que sabe llenar sus huecos sin dejar huellas. O ambas cosas. Los fragmentos de vida se van encadenando en el relato según el aparente azar de la asociación libre o, mejor, según el sabio criterio que la finge. Porque la obra está organizada de modo tal que la suma de fragmentos dispersos recrea y hace inteligible un singular mundo personal y familiar, enmarcado en el cambiante entorno geográfico y humano que la vida itinerante impone. Como trasfondo permanente, la Segunda Guerra Mundial, verdadera causa desestabilizadora de la alta burguesía a la que pertenece Alex, aparece como un molesto obstáculo, un transitorio impedimento para recorrer libremente el mundo, y empuja al exilio a muchos europeos ricos, quienes pasarán largas temporadas en lujosos hoteles de América.
La primera consecuencia de narrar esta historia como flujo de las impresiones residuales en quien la vivió es que los personajes, en general, no se muestren en acción, sino que aparezcan contados, mediatizados por la voz e interpretados por el comentario del narrador. La segunda es que se renuncia a un desarrollo regido por la intriga y, por lo tanto, la novela debe sostenerse por el interés que suscita cada episodio recordado. Pero lo memorable para quien recuerda no lo es siempre para quien recibe el relato del recuerdo. Muchas veces, inexplicablemente, se recuerdan durante toda la vida trivialidades de la infancia. La hazaña del escritor es conferir a esas trivialidades valor novelístico. Rossi acepta los desafíos y triunfa. Se vale para eso de una fina percepción para descubrir significados ocultos detrás de palabras o acciones "casuales", de un uso particular y preciso del lenguaje, de observaciones siempre acertadas, de comentarios agudos y de un sutil diseño que hace del relato un puzzle que se va armando solo ante los ojos del lector atento.
Edén. Vida imaginada es novela de la memoria y, también, novela de iniciación. Desde la infancia hasta la preadolescencia, su protagonista busca su identidad, su lugar en el mundo. Alex es un chico particular y sus conflictos también lo son. Le molesta su permanente extranjería, sufre el exilio de la lengua y lo desvela no poder hablar como un nativo, se le mezclan los modismos venezolanos y porteños, siente nostalgia del italiano. Lo confunden las contradicciones ideológicas y religiosas dentro de la familia y en los sucesivos colegios que el humor de los padres y el prestigio social y académico de las instituciones le destinaron. ¿Bolívar o San Martín? ¿No era que el Duce era un gran hombre? ¿Y Hitler? ¿Por qué el profesor Oliver se niega a decirle que cree en Dios? Y después, el sexo y el amor. Finalmente Alex encuentra su Edén en Córdoba, en un hotel de alemanes, en el amor que Adriana le confiesa en italiano.
Hay, por último, un aspecto que no puede soslayarse: el cuestionamiento teórico que representa una novela que desatiende los fundamentos de construcción y aun la misma definición genérica. Toda ella puede entenderse como un texto irónico respecto de las concepciones principistas.
Novela múltiple, admirable por la claridad con que ofrece al lector esa complejidad, Edén fue distinguida en México con el Premio Villaurrutia 2006. .
Raúl Brasca

martes, 24 de septiembre de 2013

David Huerta. Premio Xavier Villaurrutia 2005. Poesía.

 

Olvidar

Aquí están los nervios
que envuelven, como un papel fragante,
las melodías obtusas
del rencor.
Y aquí la risa
como un pájaro ebrio…Escuchar. Olvidar. Dos neblinas.
La espuma del sufrimiento
cala en el encaje náufrago
de mi silbido matinal.Aquí están los sonidos
olvidadizos, las crepitaciones
que amarillean.
Una vez más,
todo será escuchar
u olvidar.Olvidaré estos doblados
enigmas, estos relojes
rectilíneos de esperas, este cuerpo
ajeno
en la llama de sándalo.

La orden

(para Los cuadernos de la mierda, de Francisco Toledo)En este plato te sirvieron
lo que no querías comer
y te ordenaron
comerlo.No quiero saber
si lo comiste.Hay demasiadas cosas
en el mundo
para ocuparse de aquel plato, de aquella
orden, del alimento atroz
que te mandaron comer.Aun así quiero saber
si en el fondo de tu boca
han seguido encendidas
algunas palabras
-tú sabes cuáles son
y lo que significan:
soles raudos
para la noche del devenir-o si aquel alimento
y aquella orden
las apagaron para siempre.Aquí fuera
también
te persigue.

La noche del cuerpo

(para Los cuadernos de la mierda, de Francisco Toledo)En la noche del cuerpo se preparan
los alimentos de Dios,
la cena carmesí de los esclavos, el místico bocado
de los turbios amantes-sudor, lágrimas, mierda-el humus lento, el óvalo marchito,
el resto náufrago del visionario,
el regalo sedente
que se posa en la tierra-un vapor de Demonios
rodea los Testimonios.En la noche del cuerpo
se preparan de nuevo
para sus explosiones
diurnas, para el momento
en que habrán de salir
entre el humo feroz de su estallido.  
David Huerta nació en México en 1949. Poeta, traductor, y ensayista. Realizó estudios de Filosofía y Letras Inglesas y Españolas en la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha publicado, entre otros, los libros de poesía: El jardín de la luz (Universidad Nacional Autónoma de México, 1972); Cuaderno de noviembre (Era, 1976), 2da. Ed. Consejo Nacional Para la Cultura y las Artes (Lecturas Mexicanas, 1993); Huellas del civilizado (La Máquina de Escribir, 1977); Versión (Fondo de Cultura Económica, 1978); El espejo del cuerpo (Universidad Nacional Autónoma de México, 1980); Incurable (Era, 1987); e Historia (Ediciones Toledo, 1990), Premio de Poesía Carlos Pellicer, 1990. Fue becario del Centro Mexicano de Escritores (1970-1971) y de la Fundación Guggenheim (1978-1979). Ha sido Secretario de Redacción de la Gaceta del Fondo de Cultura Económica y Coordinador de talleres literarios en la Casa del Lago, de la Universidad Nacional Autónoma de México.

lunes, 23 de septiembre de 2013

CORAL BRACHO. PREMIO XAVIER VILLAURRUTIA 2003. POESIA.


Nota: Bracho, es uno de mis poetas preferidos. Desde que la leí hace tres décadas siempre me recuerdo de su verso enigmático y erótico. Bracho es una mujer con una sensibilidad y exquisitez en las imágenes poco común. Justo reconocimiento de este premio para una gran escritora.
 

CORAL BRACHO: HACIA UNA POÉTICA

DEL SER

(CORAL BRACHO: TOWARDS A POETICS

OF BEING)

GLORIA VERGARA*

Abstract: In this article we review the work of Coral Bracho1 as a poetics

of being. Inserting into the Mexican tradition, the poet constructs the way

of interiority. Everything happens at the moment: life and death. And in

that full time, people are around and within the Being, they are part of the

dynamism of the universe. Being dreams, hopes, struggles, convulses, and

finally reaches the elasticity of time to join the other, the beloved one. But

the Being is diffused in the sperm of time and has the mark of that "Being-

going-to-die". In this "oracle" the erotic and the divine join; the body is

the temple, the night, the space of delirium. The body is also the seed and

core, the humus, the edge and halo. It mixes the impulses of life and death,

overlooking the archetypes of time.

Keywords: Coral Bracho, poetics, being, time, interiority.

* Gloria Vergara is Ph.D. Professor, University of Colima, Mexico. E-mail:

glvergara@ucol.mx

1 Coral Bracho nació el 22 de mayo 1951, en la Ciudad de México. Estudió Lengua y

literatura hispánica en la Universidad Nacional Autónoma de México, en donde es

profesora. Colaboró en el Diccionario del español de México y en el consejo de

redacción de la revista La Mesa Llena. Pertenece al Sistema Nacional de Creadores

de Arte. Ha publicado: Peces de piel fugaz (1977), El ser que va a morir (1982),

Tierra de entraña ardiente (1992, con la pintora Irma Palacios), La voluntad del

ámbar (1998), Ese espacio, ese jardín (2003), Cuarto de hotel (2007), y los libros

para niños: Jardín del mar (1993), Los amigos primero (1994), con Christine

McDonnell y Marcelo Uribe, A dónde fue el ciempiés (2007), y las recopilaciones de

sus poemas: Bajo el destello líquido (1988), y Huellas de luz (1994 y 2006). Ha

traducido Rizoma, de Gilles Deleuze y Félix Guattari, y Apuntes angloafricanos, de

Doris Lessing. En 1981 obtuvo el premio Aguascalientes por su poemario El ser que

va a morir. En el 2000 fue becaria de la Fundación John Simon Guggenheim y en el

2003 le otorgaron el Premio Xavier Villaurrutia por Ese espacio, ese jardín. En

2007 obtuvo el reconocimiento del Programa de Aliento a la Obra Literaria de la

Fundación para las Letras Mexicanas. Sus libros han sido publicados en varios países

y traducidos al inglés, portugués y francés.

AGATHOS: An International Review of the Humanities and Social Sciences 105

Porque todos circulan en sus aspas, porque

nadie se acerca

porque el borde es la fuerza del abismo que absorbe.

Peces de piel fugaz

Coral Bracho es heredera de una tradición poética de tono

existencialista que se puede definir desde Xavier Villaurrutia a Jaime

Sabines. No es la pregunta por el ser, sino lo sensible del ser lo que se

manifiesta en esta vertiente de la poesía mexicana. La imagen, en este

sentido, es un asidero, un refractario contenedor de los impulsos

primarios de la vida. ¿Cómo no pensar, en esta carrera contra el

tiempo, en los nocturnos de Nostalgia de la muerte; en las imágenes

concatenadas de "Nocturno de la estatua", en donde Villaurrutia nos

entrega la más alta nota de su búsqueda? ¿Cómo dejar a un lado

"Horal", de Jaime Sabines, si en su brevedad destila el dinamismo de

la existencia? Es éste un camino bien marcado en la poesía mexicana

del siglo XX. Pero además, Bracho emprende la búsqueda de la

interioridad, a la manera de Dolores Castro, igual que otras poetas

nacidas en los cincuenta, como Pura López Colomé, Blanca Luz

Pulido y Miriam Moscona. Comparte con ellas el asombro ante los

objetos que pueblan el universo, ante la imagen de Dios.

Además de la consabida carga de erotismo, con la que se ha

reconocido la obra de Coral Bracho, es palpable la construcción de una

poética del ser que contiene el dinamismo dialéctico de la vida y de la

muerte. En el eterno transcurrir, la vida ocurre como inmanencia. El

instante lleno, eso que podemos llamar in actu, es la estrategia

metafórica que sigue Coral Bracho para contemplar al ser. Las ruinas,

la noche, el sueño son elementos que determinan sus imágenes.

En Peces de piel fugaz la poeta ubica la certeza del instante a

partir de la mosca que "abruma con suaves toques la delgada corteza

del espacio"2. Pero así como la mosca, el fuego aparece incisivo:

"entra, como salta la hiena /a la carne silbante de los sauces" (Ibidem).

El tiempo necesita de los objetos para hacerse palpable; lo demuestran

el vuelo de la mosca y el fuego. En esta relación, todos los seres entran

en la ronda del tiempo, son tocados por su dinamismo, todos circulan

en sus aspas y participan de su fuerza hasta determinarlo. Así, Bracho

construye su poética y ubica cuatro zonas en las que se mueve el ser: el

núcleo, el humus, el borde y el halo.

2 Coral Bracho (1988). Peces de piel fugaz, en Bajo el destello líquido. (Poesía 1977-

1981). México: FCE, Letras mexicanas, p.24.

106 AGATHOS: An International Review of the Humanities and Social Sciences

El núcleo traga, devora, es "cavidad imantada que transforma"

(Ibidem). El humus es lo que rodea al ser en su temporalidad; la poeta

le da textura: esta zona es lisa, viscosa, tiene la necesaria destilación

del tiempo para que el ser se dé en el mundo; es "zona de caudal

inconsciente, el área más próxima al núcleo" (Ibidem, 26). El borde

"es el perfil externo de la esfera" (Ibidem), lo que se alcanza, al

percibir la temporalidad del ser. Por ello el borde constituye las

protuberancias, los momentos más álgidos en los que el ser se debate.

"Los fragmentos que la conforman se expanden indefinidamente y

crean a veces espacios muy diluidos de intensa claridad acústica y

lumínica" (Ibidem, 25). Luego, en una nota, la poeta aclara: "El paso

de los seres al núcleo es más sorpresivo y brusco desde las áreas de

conciencia difusa" (Ibidem). Por último, la poeta ubica como zona

temporal al halo: "Es una superficie blanda, compacta, que gira en

posición anular respecto al borde" (Ibidem). El halo es representado

como el giro constante del ser, como las aspas en las que el ser debate,

la convulsión de sus actos, la habilidad elástica del tiempo.

Estas zonas representan la manifestación del ser que aspira,

que sueña, que se debate. Con ello Bracho iguala en circunstancias el

origen de la vida y de la muerte. El ámbito es igualmente difuso y las

señales que emiten esos momentos son las protuberancias; es decir, los

bordes que finalmente determinan al ser. Porque desde la primera

manifestación de vida, aun emergiendo del esperma, el ser está

marcado como "el ser que va a morir". Así manifiesta su trascendencia

en los peces de mármol, pétreos, de vidrio que, sin embargo juegan, se

deslizan; peces que nos recuerdan a Sabines con el poema "En los ojos

abiertos de los muertos" o a Villaurrutia con "Nocturno en que nada se

oye".

En este "suave oráculo espeso" se determinan también el halo

erótico y el halo divino. Estos contrarrestan los abismos del olvido y de

la muerte. Configuran asimismo las raíces abiertas y penetrables del

cuerpo que se erige para alcanzar al otro, al amado. Pero el cuerpo

también aspira a lo divino, porque las protuberancias del ser no se dan

sin la presencia del humus, de los sueños más profundos que arrastran

lo inesperado al núcleo del ser que busca, a tientas, ciego, en abandono

pero espera siempre, como bien lo podría dibujar Sabines.

El poema "En esta oscura mezquita tibia", de Peces de piel

fugaz, contiene un paralelismo entre el halo erótico y el halo divino. El

cuerpo del amado y el espacio de una mezquita ocupan la misma

imagen. La voz lírica engarza cada elemento del espacio con los

AGATHOS: An International Review of the Humanities and Social Sciences 107

muslos, con el olor suavísimo del amado: "Sé de tu cuerpo. Los

arrecifes, / las desbandadas, / la luz inquieta y deseable" (Ibidem, 39).

El conocimiento del cuerpo es el conocimiento de la mezquita tibia con

sus huertos agrios, sus fuentes, sus patios. Luego las columnas, los

talles, los arcos, se funden con la imagen del amado como si el canto

proviniera del Cantar de los cantares.

El cuerpo es la naturaleza misma en alegoría, como ocurre en

Piedra de sol de Octavio Paz: "(En tu vientre la luz cava un follaje

espeso que difiere las costas, que revierte en sus aguas)". El cuerpo es

contenedor de todo lo creado: "(En tus ojos el mar es un destello

abrupto que retiene su cauce)" (Ibidem, 40). La mezquita del cuerpo

tiene los extremos: el desierto y el mar; lo líquido y lo sólido. Luego

aparece el crepúsculo, "el viento crece, tiñe, se revuelve, se / expande

en la arena ardiente" (Ibidem, 41). Así, la luz recorre el cuerpo y es

como si el cuerpo estuviera dando cuenta del día: aparecen las

sombras, la noche. Y en ese ámbito, todo se quema, arde: "toda la

noche inserta bajo ese nítido crepitar)" (Ibidem). Lo que queda son

"rastros secos, engastados; Estaño / en las comisuras; sobre tus flancos:

Liquen y salitre en las / yemas. / De entre tus dedos resinosos"

(Ibidem, 42). Como los peces, llega la "noche arriba", la voz se

desliza, se une al recuerdo. Todo viene como "una oscura tajada". La

noche es el espacio del delirio, del recuerdo, de la presencia tibia del

otro. La imagen del cuerpo contempla por sí sola las cuatro zonas

enunciadas por Bracho; se puede ver como el núcleo dentro la

concepción del universo a la que nos encamina la voz lírica.

Pero si todo lo que rodea al ser se ubica en una atmósfera

confusa, de sombras y de noche; si desde allí el ser se debate entre la

vida y la muerte; Bracho no deja a la deriva la zona del núcleo en la

que se origina el principio de Eros. "La semilla es el cuerpo del placer"

(Ibidem, 43), enuncia la poeta. Ese centro minúsculo contiene todo,

apunta a todo lo que en derredor existe. La semilla indica el núcleo,

pero también el movimiento íntimo. La semilla equivale al corazón que

le da movimiento al cuerpo3, pues el cuerpo del placer es "su firmeza

rugosa". La semilla es el motor del deseo, incita al cuerpo "a que la

recorra, a que la cubra con / minucia"4. Luego, entre la semilla y el

cuerpo, Bracho marca el dinamismo: "Se presionan, se buscan, con

3 Resulta muy cercana la visión de Coral Bracho con la que Pura López Colomé

propone en su poemario Aurora.

4 Coral Bracho (1988). Peces de piel fugaz, op.cit., p.43.

108 AGATHOS: An International Review of the Humanities and Social Sciences

delicada lentitud" (Ibidem). En ese tocarse, aparece una gaviota, el

vuelo como símbolo de movimiento, pero también de realización del

ser. Entonces surge "el primer resplandor del agua", un jardín. Bracho

está muy cerca de Pura López Colomé al representar ese mundo

interior, la espiritualidad del ser. Comparte también con Blanca Luz

Pulido este espacio; sólo que Bracho lleva la imagen poética al punto

de la sensualidad y el erotismo en donde dialoga con Moscona. Esto

define a las poetas nacidas en los cincuenta: la demostración de un

mundo en el que el cuerpo es contenedor del universo; referencia del

origen; y con ello muestran lo más íntimo del ser: su erotismo.

Espiritualidad, sensualidad, en combinación con los elementos

cósmicos.

El mundo de Bracho es predominantemente sólido; pero sólo se

llega a ese estado si recorre el agua, la humedad, el musgo, el barro y

finalmente la resina, la piedra. Es como si el ser se petrificara,

adquiriera cuerpo cuando la semilla empieza a funcionar como núcleo.

¿Qué filosofía, qué manera de ver el mundo nos muestran poetas como

Bracho? El ámbito del placer se extiende a toda manifestación de vida.

Bracho utiliza el sentido del gusto, por ello las frutas ocupan este

imaginario: Pero antes de las frutas aparecen las flores, las amapolas,

los pájaros y el cazador; sin embargo se delinea ya el gusto: "La

amplitud es el ámbito del placer en el auge de lo henchido y jugoso"

(Ibidem, 44). Los sentidos juegan un papel importante en la

determinación de lo erótico. El olor del mango, la guanábana. Así, el

ámbito del placer "es la ebriedad sedosa en su velamen encendido /

como un tamiz a la guanábana entreabierta; como un vitral a su

blancura deleitable y sutil" (Ibidem, 46). Con un guiño al poema

número 13 de Espantapájaros, de Oliverio Girondo, Bracho ubica el

ámbito del placer de las frutas en equidistante diálogo con el placer del

cuerpo: "Se van rodeando, van degustando los recodos, se van /

fundiendo, / van abordando el linde, // se van cediendo, / van

saboreando en los recodos, se van abriendo, / se van hundiendo, van

abordando / El vínculo, el placer en el roce; // su leve movimiento"

(Ibidem). Pero el ámbito del placer está definido por la noche y la

semilla. Luego, en el poema "Abre sus cienos índigos al contacto",

Bracho nos muestra la embriaguez de la relación sexual: "De tu boca,

de tus ojos ahondados bebo, de tu vientre, en tus flancos; / entre mis

manos arden se humedecen" (Ibidem, 47). El roce de los cuerpos

genera el ámbito del placer: "Busco integrar tu sexo (lava que se

repliega, costa, para / envolverlo, lago adensado el ritmo" (Ibidem, 48).

AGATHOS: An International Review of the Humanities and Social Sciences 109

La luz es el toque mágico para que todo inicie, como ocurre en

el poemario Aurora, de Pura López Colomé. Entonces el mundo se

convierte en templo, la vida en rito: "—somos transparentados,

engastados, vertidos por ese espacio" (Ibidem, 53). La plaza cobra

vida, se vuelve líquida; pero llega la noche y con ella la vida espesa se

hace piedra, linde cobrizo, medular. En ese instante arquetípico,

petrificado, es donde Bracho ubica al ser con mayor incidencia tanto

en Peces de piel fugaz como en La voluntad del ámbar. Las plantas, la

tierra, los animales se abren a la noche inmensa, a los "signos de la

obsidiana, del pedernal, / de la roca pulida, acerada por agua" (Ibidem,

55). Todo se resuelve en el "instante granuloso", en el tránsito del

tiempo; el tiempo como espejo, contorno rectangular, objeto rampante

en que el día se desliza: "eco entre las formas sin junturas" (Ibidem),

eso es el tiempo que les da forma y borrosidad a los objetos; los vuelve

líquidos y pétreos, les da volumen: "Vitrales en lo sucinto; volumen,

dispersión vectorial en los / aspectos que delinean" ( Ibidem, 56).

Como en Ese espacio, ese jardín, Coral Bracho apuntala en el

conjunto de su obra poética, los arquetipos del tiempo a partir del

camino y del espejo. En ese juego de luz y opacidad nos envuelve el

tiempo como ramal finísimo, como cauce cambiante. La ciudad

entonces se vuelve espectadora de lo que nace y muere: "—En sus ojos

pulidos, inmutables, detiene / la añoranza de lo que ve morir, / de lo

que fluye ante ese tiempo cortado" (Ibidem, 58). La ciudad alcanza la

personificación más alta: mira, tiene voz, tiene movimientos escuetos y

graves, "sus ojos cortan el espacio que callan", "acalla las distancias

con vaho, con brillos, con / bálsamos ahumantes; / ciudad que ofusca,

que ensombrece como un aroma" (Ibidem, 59, 60) y en ella todo lo

engarzado, la vida como pulpa que se aferra. La ciudad arde, se

enciende en el umbral de la noche. Todo ocurre en el instante cíclico.

Lo muerto se revela en hacinante lentitud, las sombras llegan como

variantes del arquetipo; los perros son la manifestación más lapidaria

de la vida; la luz deslinda, deja ver los hilos líquidos de los objetos. De

esta manera, la poeta entabla un diálogo con las imágenes de Cuarto de

hotel, en donde manifiesta entre un juego de luz y sombras, las

borrosidades del ser, el encuentro y confusión con los otros, lo

simultáneo, el humus y el halo que lo rodean.

El poema "Tiempo reflejante" de Peces de piel fugaz inicia con

un epígrafe de Nietzsche sobre la imposibilidad del hombre de

conocerse a sí mismo. "¿No le oculta la naturaleza la mayor parte de

las cosas, incluso las relativas a su cuerpo, con el fin de desterrarlo y

110 AGATHOS: An International Review of the Humanities and Social Sciences

encerrarlo en una conciencia altiva y quimérica?" (Ibidem, 66). En esta

lucha por el conocimiento propio, viendo al hombre como origen y

punto de partida, como eco del mundo, como origen del mundo,

Bracho ubica al ser. Podríamos decir también que es una concepción

existencialista a la manera de Sartre la que nos deja cuando afirma: "Y

mientras buscan la oscuridad una membrana se / extiende por sus

miembros, que se van achicando" (Ibidem).

Como si estuviéramos frente a una diapositiva, Bracho pone

entre corchetes la descripción del humano, su origen. Las algas, el

agua, los humores espesos, las sombras, las costas opresivas parecen

marcar el vientre como el espacio en donde el ser se mueve; el vientre

es entonces el "estanque discontinuo" del mundo. El vientre es como el

mar, como el entorno en el que se mueven los seres.

En el momento del parto, el feto aparece en trance entre las

sombras del vientre y las sombras del mundo. La mujer separa lo vivo

de lo muerto y el nuevo ser descansa en un lecho suave y vidrioso. Este

ámbito lo reafirma en el poema con el que abre la tercera parte del

poemario Peces de piel fugaz. Allí el agua es el símbolo esencial: agua

de medusas, láctea, de bordes lúbricos, agua matricial, sinuosa, "agua

sedosa de involición, de laguidez / en densidades plácidas. Agua,

agua" (Ibidem, 78). Según Bachelard sería agua dulce, del vientre

materno; pero Bracho rompe con la imagen cósmica bachelariana y la

ubica en paralelismo con el mar: es un agua tormentosa, angustiante,

de lucha desde su origen.

El ser es temporal y se resuelve en múltiples vertientes que

atienden las cuatro zonas enunciadas arriba: núcleo, humus, borde y

halo. Por un lado Bracho muestra los arquetipos de la inmanencia, la

representación del instante como el momento justo en que la abeja toca

el agua, la mosca urde el espacio, el fuego enviste o se determina el

feto en el vientre materno. Desde la semilla en el esperma o el corazón

del hombre, Bracho hace palpable el desplazamiento del placer en el

que se confunden ¿o se mezclan? los impulsos primarios de la vida y

de la muerte. Porque el humus del ser es como el humus del río, como

el sedimento que va dejando a su paso. Aunque los arquetipos del

tiempo como el camino, den paso a la puerta, la ventana, el dintel, el

umbral; el ser, como el río, nunca se detiene. Entre sus bordes y el halo

al que aspira, el ser es torbellino, una especie de espiral que quiere

llegar a la eternidad, y queda, sin embargo, enmarcado en una visión

AGATHOS: An International Review of the Humanities and Social Sciences 111

agustiniana: "Lo que no es comienza a ser con vehemencia/ […] "bajo

ese tiempo sin huellas […] lo que es/ ya no es"5.

References:

Bracho, Coral (1988). Bajo el destello líquido. (Poesía 1977-1981). México: FCE,

Letras mexicanas.

Bracho, Coral (2007). Cuarto de hotel. México: Era/Gobierno del estado de San Luis

Potosí.

Bracho, Coral (1998). La voluntad del ámbar. México: Era.

Bracho, Coral (1981). El ser que va a morir. México: Joaquín Mortiz.

Bracho, Coral (2003). Ese espacio, ese jardín. México: Era.

Bracho, Coral (1977). Peces de piel fugaz. México: Ediciones la máquina de escribir.

Gordon, Samuel (2004). Poéticas mexicanas del siglo XX. México: Eón / UIA.

Vergara, Gloria (2007). Identidad y memoria en las poetas mexicanas del siglo XX.

México: Universidad Iberoamericana.

Vergara, Gloria (2007). "Los arquetipos del tiempo: visión y revelación en las poetas

mexicanas nacidas en los años cincuenta", en Gloria Vergara (coordinadora),

Acercamientos críticos a la literatura mexicana. México: Praxis / Universidad de

Colima, 41-58.

5 Coral Bracho (1998). La voluntad del ámbar. México: Era, p.56.




 

 

 

 
Coral Bracho



Poemas

De sus ojos ornados de arenas vítreas


Desde la exhalación de estos peces de mármol;

desde la suavidad sedosa

de sus cantos,

de sus ojos ornados

de arenas vítreas,

la quietud de los templos y los jardines

(en sus sombras de acanto, en las piedras

que tocan y reblandecen)

han abierto sus lechos,

han fundado sus cauces

bajo las hojas tibias de los almendros.

Dicen del tacto

de sus destellos,

de los juegos tranquilos que deslizan al borde,

a la orilla lenta de los ocasos.

De sus labios de hielo.

Ojos de piedras finas.

De la espuma que arrojan, del aroma que vierten

(En los atrios: las velas, los amarantos.)

sobre el ara lebísima de las siembras.

(Desde el templo:

el perfume de las espigas,

las escamas,

los ciervos. Dicen de sus reflejos.)

En las noches,

el mármol frágil de su silencio,

el preciado tatuaje, los trazos limpios

(han ahogado la luz

a la orilla; en la arena)

sobre la imagen tersa,

sobre la ofrenda inmóvil

de las praderas.

Coral Bracho



Poemas

Oigo tu cuerpo


Oigo tu cuerpo con la avidez abrevada y tranquila de quien se impregna (de quien emerge, de quien se extiende saturado, recorrido de esperma) en la humedad cifrada (suave oráculo espeso; templo) en los limos, embalses tibios, deltas, de su origen; bebo (tus raíces abiertas y penetrables; en tus costas lascivas -cieno brillante- landas) los designios musgosos, tus savias densas (parvas de lianas ebrias) Huelo en tus bordes profundos, expectantes, las brasas, en tus selvas untuosas, las vertientes. Oigo (tu semen táctil) los veneros, las larvas; (ábside fértil) Toco en tus ciénegas vivas, en tus lamas: los rastros en tu fragua envolvente; los indicios (Abro a tus muslos ungidos, rezumantes; escanciados de luz) Oigo en tus légamos agrios, a tu orilla: los palpos, los augurios -siglas inmersas; blastos-. En tus atrios: las huellas vítreas, las libaciones (glebas fecundas), los hervideros.

Coral Bracho Poemas

miércoles, 18 de septiembre de 2013

JUAN BAÑUELOS. PREMIO XAVIER VILLAURRUTIA 2002. POESÍA. POEMARIO: A PASO DE HIERBA.

JUAN BAÑUELOS
Juan Bañuelos es una de las voces más poderosas de la poesía en lengua castellana. Bienvenida esta reunión de su obra, que es conversión del mundo a claridad. Juan Bañuelos no es un literato adobado en tinta y de tintero. Es un poeta y sabe que "las palabras son hijas de la vida". Su voz se instala en la historia, http://www.jornada.unam.mx/2001/02/10/banuelos.htmlpero no de cualquier manera: él oye el habla de las cosas y está atravesado por el tiempo de todos. No sólo el de hoy. Este chiapaneco recorre la realidad con ojos antiguos muy presentes y provoca el encuentro de misterios. "El misterio imita al hombre", dijo. Su palabra abraza a la Naturaleza para volverla infancia y devolverla al lugar que nadie puede escupir. Aquí asoma el prodigio: Bañuelos funde su mito personal con los mitos colectivos del pasado y en su materia irreductible encuentra brillos de futuro. Es, como quiso, agua para todos que nunca se agota. Sus imágenes tienen cara de recién sacadas de la tierra. Viven en estado constante de admiración, asombro y estupor. Estremece estas páginas una atención ética a "las luchas de los hombres y las batallas del espíritu" y, sobre todo, al enigma humano. Juan Bañuelos no va al pueblo, es pueblo desde allí, desde su humildad y su fulgor, desde la explotación, el hambre, la pobreza. De todo Juan sabe extraer belleza y esperanza, y esto es un milagro. Lo verdaderamente milagroso de los milagros, avisó Chesterton, es que a veces se producen. En Bañuelos todo se vuelve otro y jamás despide el olor a moho de la costumbre poética. No mira lunas fósiles. En su poesía estallan viejas cóleras y sufrimientos de un pasado que presenta facturas todavía sin pagar. En la contradicción de esa no contemporaneidad con el presente que no la resuelve, Bañuelos avizora cargas de porvenir. Y no hay distancias entre tal saber memorizado y los territorios de la infancia, porque ni el uno ni los otros aceptan la injusticia. Toda injusticia mutila al niño de los hombres. La poesía de Bañuelos no sólo ocupa la unidad de los contrarios: también ciñe la unidad de la unidad y los contrarios. Su palabra es joven, clara, vivida, y corrige lo que pasó. El dueño de esa palabra habrá nacido en 1932, pero tiene más de cinco siglos en su edad. "Con los que no conozco ni me conocen, caigo", dijo. Y cumple con su propósito de tiempo: abarcar todas las épocas.
 
Juan Gelman

 
 
JUAN BAÑUELOS
EL SONIDO DE LA HIERBA
Luis Hernández Navarro
 
 
EL PREMIO CHIAPAS
 
Fue un escándalo, un desafío. O, si se quiere, una jugarreta del destino.
Es la historia del poeta que, fiel a su pasado y a su futuro, desafió al general que era gobernador. En 1984, Juan Bañuelos recibió el Premio Chiapas. Gobernaba entonces el general Absalón Castellanos Domínguez, quien, diez años más tarde, sería secuestrado por el EZLN y castigado con la pena de obtener su libertad a manos de aquéllos a los que había humillado y oprimido. Hombre de horca y cuchillo, ordenó, apenas diez días antes de la ceremonia de entrega del premio, un operativo policiaco en contra de la comunidad irónicamente llamada El Paraíso, en el municipio de Venustiano Carranza, que había tenido como saldo el asesinato de 30 indígenas. El poeta dudó. No sabía si admitir o renunciar al reconocimiento a su obra. Pensó rechazarlo. Sus hijos lo convencieron y decidió aceptarlo. Como su padre había sido amigo del gobernador preparó dos discursos distintos para la ceremonia. Si el mandatario hablaba bien de su familia se limitaría a darle las gracias al jefe de Gobierno; si se ponía grosero, denunciaría la matanza. El día de la ceremonia se fue a echar unos tragos. Presuroso, llegó a su hotel y recogió los dos escritos preparados para la ocasión. Ante un teatro lleno de empleados públicos, Absalón habló bien del papá del vate, pero criticó a los maestros del estado por hacer una huelga. "Este es el ejemplo para tantos maestros que andan por ahí de revoltosos --dijo. Deberían seguir lo que hace este gran poeta alumno de Rosario Castellanos...". La puerta del teatro se abrió. Samuel Ruiz, obispo de San Cristóbal, entró. Bañuelos no lo conocía personalmente, pero al verlo supo que le iba a dar el premio para que esos 30 millones de pesos fueran entregados a las viudas y a los huérfanos de la matanza. Cuando llegó el momento de hablar, el homenajeado sacó el discurso para agradecer las palabras del gobernador. Resultó ser la denuncia. Guardó el documento. Sacó un nuevo escrito. Era también la denuncia. Había llevado dos copias del mismo documento. Se dijo entonces a sí mismo: "La suerte está echada". Cuando comenzó a leer el texto, el gobernador se indignó. "Oiga usted --afirmó el general al subsecretario de Educación--, éste es un malagradecido, le estamos dando un premio importantísimo". El funcionario lo interrumpió: "No, señor, lo que está haciendo el poeta es una cuestión de tipo cultural: está cediendo el premio a los huérfanos y a las viudas". De pie, el auditorio ovacionó a Bañuelos durante largos minutos. Una década después, Samuel Ruiz lo invitaría a formar parte de la Conai por ese gesto.
 
SER HIERBA
 
Ni el premio ni la actitud fueron una casualidad. Aunque Juan Bañuelos nació en una tierra (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 6 de octubre de 1932) en la que --según él mismo ha dicho-- "hay más poetas que árboles", ha ejercido su oficio con tenacidad, disciplina y talento. Y, a pesar de que nunca ha sido político ni ha militado en partido alguno, siempre ha defendido las causas en las que cree. Andrés Fábregas, exiliado español, desempeñó un papel clave en su formación preparatoria. Lo mismo lo introdujo en la lectura de los clásicos que le prestó libros y, ya borrachos, lo llevó a un célebre lugar non sancto de Tuxtla Gutiérrez: La Chusita. Irónicamente, aunque se formó en la poesía declamatoria, que tanto daño hizo a los políticos que la confundían con la oratoria, Bañuelos llegó a la poesía en forma cuando ésta no debía decirse en voz alta. con octavioEn contra de la opinión de su padre, con una modesta beca y un pasaje llegó a México a estudiar Derecho. Durante meses se alimentó en un comedor público de las calles de El Carmen, en el centro, al lado de indigentes. En los primeros días de su estancia en la capital unos invidentes tropezaron con él derramándole su sopa de pescado en la ropa. A partir de ese día y durante meses su saco olió indistintamente a pescado y a gasolina. La generosidad de la administradora del comedor, vieja conocida de los días de Chiapas y cuya belleza le provocaba abrir la boca de chamaco, le permitió sortear la precariedad económica. Ya como estudiante de Derecho en la ciudad de México, Rosario Castellanos se hizo cargo de su formación literaria. Saliendo de la facultad, Bañuelos la visitaba en San Angel. Ella era una experta en la historia de la literatura mexicana, gran conocedora de Sor Juana y de la poesía contemporánea. Juntos analizaron la obra de Valery. La autora de Oficio de tinieblas lo recomendó con Jaime Sabines. El lo tomó como alumno. "Déjemelo a mí --le dijo a su paisana--, no vaya a resultar mampo". Jaime lo esperaba a las tres de la tarde para comer y echar unos tragos de ron Cortés. Juan Bañuelos fue, al igual que muchos otros personajes relevantes de su generación, integrante del grupo Medio Siglo de la Facultad de Derecho. Allí publicó su primer poema: La calle. Conoció también a Raúl Ortiz y a Sergio Pitol, amistades que le dieron una visión cosmopolita. Encontró que la literatura no terminaba en Cuautitlán. A los 14 años descubrió a Saint-John Perse. Lector curioso y voraz, un autor lo condujo a otro. Cuando vio que detrás de Eliot está Shakespeare, leyó a Shakespeare; al descubrir que detrás de Claudel se encontraba Dante, se volcó en la obra de Dante y después sobre la de Lucrecio. Bardo solitario, a pesar de tener muchos amigos, siente que apenas ha nacido. Fueron muchos años los que tomó su formación. Su obra ha sido un parto doloroso. Estudiante aventajado de geografía, su trabajo parece ser, en ocasiones, una cartografía trazada con la convicción de que un poema no es menos real que la realidad. Estudioso de la métrica, sigue escuelas diversas. Lejos de buscar temas --dice-- éstos lo encuentran. Con el poeta Martínez Rivas, uno de los más importante escritores de Nicaragua, y de quien Juan reconoce una importante influencia. Un largo día de farra se presentó en la oficina del director de la revista Poesía de América para darle a conocer su trabajo. Publicó allí su segundo poema. Conoció entonces al poeta catalán Agustí Bartra, quien lo animó a seguir escribiendo. Bañuelos lo presentó con el grupo, que después sería conocido como La Espiga Amotinada, en honor a su primer libro, publicado, en mucho, gracias a la generosidad de Bartra. Sus cinco autores fueron acusados de "manchar la poesía" de pasión social e intereses políticos. Las lecturas lo absorbieron. Su vocabulario creció. Conoció a Luis Cernuda en México. A Huidobro y a Neruda los encontró después. Cuando descubrió a César Vallejo se dijo: éste habla igual que los indios de Chiapas. En 1968, al poco tiempo de que Octavio Paz advirtiera que su poesía "es poderosa pero su peligro no es la dispersión sino el ruido: la retórica de la fuerza", recibió el Premio Nacional de Poesía. Fue --dice el chiapaneco-- de las pocas veces que contradije a Paz y tuve razón... Su primer empleo fue como corrector de estilo en editorial Novaro. Allí se hizo experto en La pequeña Lulú y Batman, y dio trabajo a compañeros suyos de otros países. Es curioso, pero muchos de sus mejores amigos han sido regularmente extranjeros. Con ellos se iba a una cantina llamada El Golfo de México a beber y a platicar sobre las tragedias de sus países. En Novaro, Aurelio Garzón del Camino, traductor de Balzac, le enseñó el castellano, señalándole los defectos en los que incurría por usar el español del vencido. Además se preocupó por su formación gastronómica: con frecuencia lo invitaba a comer y a tomar buenos vinos. Fue ascendido a jefe, pero no por mucho tiempo: lo bajaron rápidamente de categoría porque lo primero que hizo fue subirle el sueldo a sus empleados. Es que, dice él, había grandes conocedores de latín que trabajaban mucho, pero ganaban el salario mínimo. Cuando la editorial lo liquidó se esforzó en conocer el mundo. En 1978 recibió una invitación para viajar a Baja California y de allí saltó a San Francisco. En esa ciudad se reunió con el mundo beat de la librería City Lights Books, donde hizo buenos amigos. Un poeta de ese grupo de apellido Lamantia lo tradujo al inglés. Nueve años más tarde, en 1987, después de ser nombrado huésped distinguido por las autoridades de Sicilia, viajó por Italia, Grecia y Turquía leyendo poemas y dictando conferencias. Allí recobró la pasión por las raíces y los mitos.
 
MARCIANO CULEBRO ESCANDON
 
A los diez años de edad Juan Bañuelos estuvo a punto de conocer la selva. No llegó hasta allá. En cambio descubrió la discriminación a los indios. Su padre, mecánico de oficio, fue contratado para reparar la maquinaria procesadora de café que don Marciano Culebro Escandón tenía en su finca por los rumbos de San Quintín. Don Marciano Culebro Escandón tenía, según el poeta, unas cejas y una mirada como de diablo. Su tez era blanca con chapas coloradas y caminaba con grandes dificultades. El finquero tenía los dedos de los pies juntos. Sus padres, que eran primos hermanos, se casaron y procrearon un hijo y una hija con malformaciones genéticas. elsub OKPadre e hijo llegaron a San Cristóbal de las Casas provenientes de Tuxtla Gutiérrez, como a las seis de la tarde. Hacía un frío endemoniado. Tenían que salir al día siguiente, a lomo de mula, a las cuatro de la mañana. Estaban allí los arrieros y los peones de don Marciano que fueron a comer tamales y atole. Cuando regresaron, el finquero vio que algunos de ellos se iban de lado y comenzó a insultarlos. Les dijo: ya fueron a tomar, tales por cuales. Le respondieron: fuimos a tomar, patroncito, un poquito de posh, porque hace mucho frío. Es que no basta el atole. Entonces, con su fuete en la mano, los llamó por su nombre. --¿No les dije que no fueran a tomar nada? --los recriminó enérgicamente--. Tenemos que salir a las cuatro de la mañana. De seguro traen otra botella para seguir tomando. ¿No les dije que no tomaran...? Comenzó entonces a golpearles el rostro con el fuete. El padre del escritor, antes de que pegara al tercero intentó detenerlo: don Marciano, eso no se hace. Son seres humanos. El hacendado le respondió: maestro, usted a lo suyo. Porque usted dice que son seres humanos... Pero eso es lo que usted cree. Allí terminó el viaje.
 
AMOR A PRIMERA VISTA
 
Recién llegado de Chiapas, Juan Bañuelos fue a una librería de viejo cercana a la Alameda. Los granaderos llegaron y arremetieron contra todo el mundo, el poeta incluido. Eran días de lucha sindical de ferrocarrileros, maestros y telegrafistas; también de represión. Demetrio Vallejo y Othón Salazar representaban la dignidad y la esperanza. El estudiante chiapaneco aprendió la lección sobre el país en que vivía. Figura clave de la vida intelectual y la izquierda mexicana, José Revueltas tuvo, en muchos sentidos, una gran influencia en la formación de Bañuelos como disidente. La expulsión del autor de Los días terrenales del Partido Comunista le dio idea de lo que podía ser un dogma y lo hizo desistir de militar en las filas del partido. En 1960 intentó participar en una huelga de hambre para exigir la libertad de los presos políticos organizada por Juan de la Cabada y el mismo Revueltas. El duranguense envió a Bañuelos al lado de su padre moribundo. Sus amigos de la Liga Espartaco pensaban, sin embargo, que el bardo no tenía remedio. De alguna forma siempre se las ideaba para salir en las páginas de sociales de la prensa nacional. En una ocasión en que lo juzgaron por tener desviaciones pequeño burgesas, Revueltas, entrado en copas, lo defendió: --Ya déjenlo en paz --dijo--, ¿es o no compañero? ¿Es o no buen poeta? Terminó proponiendo que fuera espía del proletariado dentro de la burguesía. Siguieron en el país las luchas sociales. Campesinos, médicos y estudiantes tomaron tierras y calles. De ellas abrevó Bañuelos y con ellas fijó señas de identidad y mapas. Los estudiantes del 68 declamaban sus poesías y las utilizaban como consignas. Ese año, a bordo de un camión se encontró con un verso suyo pintado en una barda de las calles de Reforma. Pensó que la policía iba a ir por él. Vendrían después la guerra sucia y los desaparecidos; las revoluciones centroamericanas y el trueno zapatista. A todas ellas las acompañó y recreó Juan. De todas ellas tomó inspiración y aliento. Cuando se divorció, después del 68, se encontró con lo inverosímil. En la demanda legal fue acusado de no tener principios cristianos y de que en su casa se juntaban puros comunistas para echar abajo el gobierno. Crítico del totalitarismo de la usura y promotor de la política como humanismo, encontró en el levantamiento indígena de 1994 la esperanza. Integrante de la Conai y figura relevante de las iniciativas ciudadanas por encontrar una salida justa al conflicto, Bañuelos asegura que lo mejor que le ha pasado en su vida es volver a Chiapas, ser uno de los promotores por una paz digna y que se reconozcan los derechos de los indígenas; conocer a los indios más profundamente, ser partícipe de sus demandas. JUAN  BA„UELOS-5La emergencia de los pueblos originarios no es en él un descubrimiento. Varios años antes del 94, después de una crisis personal, comenzó a estudiar etnología y arqueología en un retorno a los orígenes que le dió fuerza. Su contacto directo con la riqueza cultural grecolatina lo llevó a concluir que necesitaba hacer un viaje a las profundidades del país. Recobró entonces el contacto con el mundo indio que había conocido desde su niñez y alimentó su obra con él. Ese renacimiento fue, sin embargo, doloroso. En una de las primeras reuniones hechas en Chiapas días después de la insurrección por un grupo reunido alrededor del obispo Samuel Ruiz y de don Pablo González Casanova con el objetivo de que distintos representantes indígenas expusieran sus problemas, Bañuelos se impresionó mucho con las quejas que escuchó. De repente, cuenta él, "se paró un joven y le preguntamos: ¿cuál es su problema?, ¿de qué comunidad viene? No, mi problema --dice-- es que no sé quién soy. No sé quién soy ni quienes fueron mis antepasados. ¿De qué etnia es usted? Yo soy zoque, pero ya desaparecieron mis abuelos. Ya todo mundo está trabajando. Yo sufro. Yo trabajo en la hacienda y sufro mucha discriminación. Se burlan mucho de mí. Estudié para cuestiones administrativas, pero yo quiero saber de dónde vengo". El poeta se conmovió profundamente ante el relato de un hombre que se había perdido, que no sabía de dónde venía. Como poeta, dice de sí mismo, ha crecido como la hierba sin nombre. Testigo de los pasos de los habitantes, se ha secado muchas veces. Y, terco, ha vuelto a crecer. Como hombre ha vivido indignándose con los Marciano Culebro Escandón del mundo, doliéndose de los presos políticos y los desaparecidos de la guerra sucia, lamentando a los hombres que se pierden a sí mismos, pero, también, ha saludado con júbilo los ¡Ya basta! que de cuando en cuando se dejan oír en territorio nacional y donando su Premio Chiapas a las víctimas de los atropellos gubernamentales. Al igual que Faulkner, Juan Bañuelos cree que es privilegio del escritor ayudar a que el hombre resista. Su libro El traje que vestí mañana es testimonio de esa resistencia construida con oficio, sensibilidad y sabiduría; es material vivo del esfuerzo para que, desde la poesía, lo profundamente humano prevalezca


 

MARIO BELLATIN. PREMIO XAVIER VILLAURRUTIA 2001. NOVELA. TÍTULO: "FLORES".

 
 
 
Semblanza: nos hemos encontrado este interesante artículo del ganador del premio
Xavier Villaurrutia 2001. Espero a todos los amigos puedan disfrutarlo.
Fuente:http://www.elcoloquiodelosperros.net/numerobellatin/bemay.HTML
 
Mario Bellatin:
el beneficio de la nada




Mayra Luna
 
 
     El libro en blanco
     Quién está en busca de diversión no debe elegir una novela de Mario Bellatin. Mientras la mayoría de la ficción apela al lector mediante estrategias atávicas, la obra de Bellatin lo repele. Su lenguaje es parco, carece de suspenso y de una trama envolvente que intente atrapar la subjetividad de quien lee: sus inicios, sus desarrollos, sus finales —si es que puede nombrarse de ese modo a la conclusión de sus obras—, se reducen al describir; son descripciones de las formas de vida que acaecen en mundos enrarecidos, acaso inverosímiles:
     Revisando un cuaderno de ejercicios, cierto profesor de Antonio encontró algunas indicaciones sobre la forma correcta de enterrar a un niño. Los apuntes hablaban de las flores adecuadas, de la necesidad de tener cerca los objetos amados y de las oraciones que sirven para acompañar los velorios. El profesor leyó la afirmación de que así como los niños tienen las obligación de obedecer y cumplir con los deberes, así también están forzados a entregar a sus padres sus cuerpos muertos. (1)

El beneficio de la nada © Mario Bellatin
El beneficio de la nada © Mario Bellatin

     En un texto que se inicia así, todo está dado. Puede existir por sí mismo sin necesidad de un desarrollo posterior. No requiere al lector que continúe con el texto para una mejor comprensión. No sugiere una continuidad. ¿Qué mantiene entonces la curiosidad? La promesa de suspenso. Se aguarda, eso que Milorad Pavic llama la zanahoria que debe darse a un lector que, como un buen caballo, se ha comportado tal como se esperaba. Pero Bellatin no da ninguna recompensa. Sus textos tampoco la prometen, ¿qué sucede entonces con el lector que durante siglos ha sido entrenado para recibir? El autor de El gran vidrio sabe de esa espera, pero le da con la puerta en las narices. Sólo que, al cerrar esa puerta, es posible observar que ésta tiene suspendido un espejo. En él, el lector puede mirar reflejada su imagen; la absurda imagen del hombre que espera.      Elegir la descripción de procedimientos por encima de las acciones, tiene como finalidad, según Bertolt Brecht «el descubrimiento (alienación) de las condiciones mediante la interrupción de sucesos». Respecto a esta afirmación de Brecht, Walter Benjamin explica que, cuando interrumpimos la consecución de sucesos, irrumpimos en el mundo de las condiciones de vida, observando a distancia y con ojos de extraño los procedimientos habituales de los que se compone cierta existencia. (2)     El problema de la mera narración de sucesos es que refieren al lector a condiciones similares a las de su experiencia de vida. La similitud produce empatía con el texto. Cuando esta empatía es conseguida, el autor-complaciente puede guiar las emociones del lector. Lo obtiene mediante la identificación del lector con la historia que se le narra. Un autor de este tipo desea agradar. Agradando, obtiene el agradecimiento de su lector, pues le ha permitido olvidarse de sí mismo por unos instantes. Los lectores-agradecidos hacen cosas por su autor-complaciente: le dan un “nombre”, lo colocan en el canon, lo entronizan. Así se garantiza la continua producción de obras que permiten «olvidarse del mundo» (o de las propias emociones), involucrándose e identificándose con el texto. Obras que son di-versión para el lector.     Bellatin no ofrece este paraíso de remanso. Sus narraciones distanciadas, con lenguaje quirúrgico, provocan en quien las lee menos emociones que un libro de medicina. Y la lectura resulta insoportable cuando, después de un rato de fingir identificación (3), el lector toma conciencia de que son sus propias emociones las que se los confrontan, pues el autor ha tenido la maestría suficiente para no despertar en él la más mínima empatía. Entonces, lo que se deseaba fuese una di-versión, se convierte en una in-versión, volviendo al lector hacia sí mismo, al contacto real con sus emociones que nada tienen que ver con el texto que tiene entre sus manos."Flores" de Mario Bellatin     Esta negación de la identificación característica de la obra de Bellatin, genera que el lector presencie algo ajeno a sí; por lo tanto, produce una toma de conciencia mayor que la de obras que, en un intento pobre de aconsejar directamente al lector, lo distancian aún más de su presente inmediato a través de la identificación, o de la provocación de una mera catarsis. Mediante el uso de la identificación, las obras se vuelven diversión: el apartamiento del individuo de su entorno y de sí mismo. Al fundirse en un mundo ficticio que demanda su atención total para funcionar adecuadamente (4), el mundo disfuncional (el que supuestamente busca intervenir el texto) se queda sin él.     Contrariamente, el autor de El jardín de la señora Murakami (2000), al no brindar  posibilidad de la identificación, empuja al lector hacia la realidad de sí mismo: el sitio donde se gestan los verdaderos sucesos. Estado que solo puede percibirse mediante las propias emociones.     Así, un Bellatin supuestamente apolítico, utiliza las ideas de Brecht (autor explícitamente marxista) para construir sus textos (5), produciendo obras (implícitamente) más politizadas y críticas que aquellas que lo hacen frontalmente.     Bertolt Brecht nos dice al respecto:
     Solo una reacción contraria de esta índole —que arranca al espectador de su trance de identificación, y solo puede producirse si se rompe el hechizo sugestivo del escenario— tiene justificación desde el punto de vista social, en una época como la nuestra. (6)
     Y la época de Brecht se extiende hasta la nuestra, pues la diversión y la consiguiente identificación continúa siendo el arma principal utilizada para evitar la toma de conciencia de la realidad inmediata; sin embargo, como afirma Brecht: «no es posible la identificación con seres alterables, con hechos evitables, con padecimientos innecesarios». Desde esta perspectiva, Bellatin nos impide di-vertirnos, para in-vertir en nuestro presente.
 
     No dibujar: borrar
     Si tal o cual elemento aparece desdibujado, solo hay que desdibujar todos los demás elementos y mantenerse dentro de esa tónica para que el conjunto se salve.
Bertolt Brecht
     Aparte de negarnos la posibilidad de emociones ficticias, Bellatin también nos niega la posibilidad de conocer. Incluso de imaginar.     Al elaborar textos eminentemente descriptivos, tipo reportajes apócrifos en los que se “informan” detalladamente las costumbres de mundos extraños, el autor intenta que quien lea su obra termine apoderándose de nada. Esto lo consigue desdibujando sus personajes, en los cuales, cada característica añadida disminuye la posibilidad de elaborar una idea clara acerca de ellos:
     ...ocurrió cuando Jacobo Pliniak, al sumergirse al lago para llevar a cabo las abluciones rituales que efectuaba cada mañana, regresó a la superficie convertido en su propia hija. Pero no en la niña que hasta ahora se ha conocido, sino en una anciana de más de ochenta años de edad. (7)
     Estas técnicas derriban la necesidad de mantener una identidad fija. O una idea coherente de la personalidad o de la cronología. El objetivo es convertir en fragmentos a todos los elementos de la narración, fragmentos tan disímiles que nunca puedan embonar uno con otro de la manera en que embonarían en el espacio-tiempo familiar para el lector.     Y para volver el texto aún más inasible, Bellatin utiliza imágenes. Shiki Nagaoka: una nariz de ficción, Perros héroes y Jacobo el mutante funcionan a la manera del cine: apagando la imaginación del espectador, limitándolo a visualizar únicamente las imágenes que se muestran en pantalla. Pero la intención trasciende los efectos de la cinematografía, pues de quedarse ahí, el lector podría fácilmente envolverse en las imágenes; la finalidad de Bellatin es que la fotografía lo lance fuera.      ¿Cómo logra eso?     La obra se dirige a un lector inteligente del que se espera que posea los códigos para identificar la mayoría de los registros apócrifos en los textos (citas, personajes históricos, referencia a libros, a traducciones, a costumbres). De igual modo, identificará la artificialidad de las imágenes, de modo que, en vez de que éstas formen un continuo con el texto y contribuyan a reafirmar la veracidad de lo que se dice, reafirman la ficción, mostrando al lector lo que hay tras bambalinas, el behind the scenes, para repetirle una y otra vez que entre sus manos no hay una historia, sino una construcción.
 
Un lector incrédulo © Mario Bellatin
Un lector incrédulo © Mario Bellatin
 
     Revelaciones para la incredulidad
     Bellatin incluye en su escritura elementos básicos de la posmodernidad, pero los utiliza siempre encaminados a la interrupción y el distanciamiento. Sus novelas se desarrollan en espacios y tiempos indeterminados y son totalmente autorreferenciales; utiliza elementos apócrifos a la usanza borgeana, y elementos (pseudo)autobiográficos (por ejemplo, las alusiones a la prótesis que lleva en su brazo derecho) que funcionan para perder la credibilidad del lector. Mas, ¿existe una ficción sin autobiografía? ¿O una autobiografía sin ficción?
     Mi madre no me ha pedido que me ponga la pijama ni que me despoje del brazo ortopédico. El brazo, se llama. Colócate el brazo, quítate el brazo, ¿dónde has dejado el brazo? No asustes a los niños con el brazo. En efecto, a partir del mal uso del aparato ortopédico cada vez me invitan menos a las fiestas infantiles. (8)
     Este juego con lo autobiográfico-corporal lo ejercita en la mayoría de sus novelas. Los personajes poseen narices exageradas, testículos enormes, prótesis en las extremidades, cuerpos inmóviles o malformados que atraen y rechazan al lector. Bellatin mismo habla de los personajes defectuosos en las historias “anónimas” que anexa al final de Shiki Nagaoka:
     En el hombre conviven dos sentimientos opuestos. No hay nadie, por ejemplo, que ante la desgracia del prójimo no sienta compasión. Pero si esa misma persona consigue superar esa desgracia, ya no nos emociona mayormente. Exagerando, nos tienta a hacerla caer de nuevo en su anterior estado. Y sin darnos cuenta sentimos cierta hostilidad hacia ella. Lo que Naigu sintió en la actitud de todos ellos fue, aunque él no lo supiera con exactitud, precisamente ese egoísmo del observador ajeno ante la desgracia del prójimo. (9)
     Esta atracción-repulsión asegura la lectura y evita la inmersión. Bellatin lo declara explícitamente cuando en La escuela del dolor humano de Sechuán dice: «Desde cierta perspectiva, se trata de una mujer que mira desde afuera hacia fuera» (p. 30). Una visión de ese tipo evita la posibilidad de contacto, pues ninguna de las partes se comunica desde lo interno. Estas superficies externas en las que se trastoca el lenguaje son los cuerpos deformes, la corporeidad como instrumento de repelencia.
 
     Un místico lingüístico
     En la novela de La escuela del dolor humano de Sechuán, Bellatin nos informa acerca de la costumbres de una sociedad en la que solamente es permitido un hijo varón por cada familia. En caso de que haya un segundo, es necesario que la madre lo lleve a los baños públicos para que las demás usuarias lo capen. En el caso de un tercero, se procede a conducirlo a la plaza para que una mujer designada para ello lo ahogue ante la mirada de los ciudadanos."El jardín de la señora Murakami" de Mario Bellatin     La referencia a Gertrude Stein (un niño es un niño es un niño) se trastoca cuando Bellatin la reinventa atribuyéndole significados. Mientras que en la frase original (una rosa es una rosa es una rosa) la rosa se va develando y transformándose, adquiriendo distintos significados por su repetición; el autor de Canon perpetuo nos revela anticipadamente los significados de las transformaciones del niño, de modo que, frente a esta frase, evitemos la necesidad de interpretar y simplemente la repitamos. Se nos transmite información (la explicación se incluye anulando la interpretación) y no experiencias.     No es casualidad que en las narraciones de Bellatin los temas religiosos abunden. Referencias al judaísmo, budismo, sufismo, religiones híbridas y rituales japoneses se encuentran en casi la totalidad de su obra. El uso del lenguaje repetitivo en las prácticas religiosas tiene un objetivo bien establecido; existe en el rosario del catolicismo, en el mantra del budismo, e incluso en cierto tipo de música electrónica. Se emplea como instrumento para la meditación, al utilizar las palabras como pantalla que bloquea las distracciones y permite ir hacia un estado alterado de conciencia.     En este sentido las narraciones de Bellatin apelan a lo místico. El objetivo de las repeticiones es lograr el aburrimiento y, como afirma Benjamin: «Si el sueño es el apogeo de la relajación física, el aburrimiento es el apogeo de la relajación mental» (10). Lograr el aburrimiento e impedir una di-versión del sujeto. La lectura de frases que no pueden ser interpretadas desvía la atención de sí mismas o de su posible contenido. La lectura se vuelve un puente que conduce hacia quien lee.     El lector no queda atrapado en la historia, pues no hay tal. Tampoco en el contenido de lo que se describe: apócrifo e irrelevante. Este se mantiene en el ritmo, en la superficialidad de los significantes, en las páginas que avanza sin realmente leer:
     Los recluidos desaparecen en la penumbra. Antes le aseguran al Universal que no cabe la posibilidad de un error. Han mezclado la sangre de los tres. Al verlos correr, el perro da un brinco. Quiere perseguirlos. Emite un par de gemidos antes de callar nuevamente. El Universal mira la huella que la aguja le ha dejado en el brazo. Después de repasar los dedos sobre el punto escogido, espanta al perro y se viste con lentitud. Se demora al ponerse las botas. Luego recoge la jeringa abandonada en el suelo y con un movimiento brusco la arroja al otro lado. (11)
     Esta lectura mántrica tiene el ritmo del tiempo interno del texto, que es presente continuo.      Este enfoque permite volcar la definición de Bellatin como aquel un autor de textos supuestamente informativos, carentes de reflexiones, sin propuestas o aportaciones más allá de la mera experimentación literaria, a la de un creador con altas habilidades en el manejo del lenguaje, quien las utiliza secretamente como agentes de cambio desde lo individual (inversión) y como medios para un sutil regreso hacia la experiencia mística como práctica esencial para el desarrollo personal.      Enfermedades y mutaciones. Animales y médicos. Rituales religiosos ficticios y costumbres apócrifas. Extranjeros y genealogías que saltan entre las novelas. El mundo descrito en la obra de Mario Bellatin apela más al arte visual que a la literatura. Ya sea un jardín japonés, un salón de belleza, la liebre muerta de Joseph Beuys, o El gran vidrio de Duchamp, el autor describe sus escenarios a partir de imágenes fijas, tal como sucede en la meditación. Por ello, en su obra la narración es un elemento que se desdibuja. No estamos ante un narrador. Mario Bellatin es un descriptor. Un extraño asceta lingüístico contemporáneo.
 
     Notas finales sobre el vacío
     Hacer una lectura de la obra de Mario Bellatin equivale a dejar de lado los elementos reconocibles de la narrativa —tales como la identificación o la emotividad— para adentrarse en los desconocibles. Mientras la mayoría de la ficción en nuestro idioma apela al lector mediante estrategias atávicas, la obra de Bellatin, lo repele. Es partiendo de la repelencia desde donde inicia la lectura de la obra de este escritor.
     Trastocar los bordes es propio de quien habita las fronteras. La presencia de las fronteras es evidente en la obra de este autor. Las fronteras de la lógica, de la cordura, de lo verosímil, de la crueldad. Una escritura que produce asombro es aquella que osa transgredir los límites que la seguridad ha impuesto. Caminar en los bordes no es garantía de éxito, sino de rechazo. Cruzar la frontera es un riesgo. Desde sus primeras “novelas” Mario Bellatin se constituyó un escritor fronterizo. Solo que, mediante quirúrgicas estrategias, consiguió ir más allá de la marginalidad que de inicio suponen las fronteras. Rompiendo así otra convención: la del escritor experimental desconocido. ¿Para qué se vive en una frontera si no es para cruzarla?
     «¿Cuándo he sido más feliz?, me pregunto. Puedo contestar que nunca. Ni siquiera la vez que vi a toda una camada de ratas domésticas jugar con sus ruedas y sus columpios como si estuvieran disfrutando de un parque de diversiones. El piso de la jaula estaba recubierto de aserrín. Los animales tenían la edad perfecta. Y eran totalmente míos».
La jornada de la mona y el paciente, Mario Bellatin
 
Trastocar los bordes © Mario Bellatin
Trastocar los bordes © Mario Bellatin

     Borges afirmaba que un buen escritor crea a sus precursores. Posiblemente Macedonio Fernández, Bertolt Brecht, V. Schklovski y los OULIPO no formen UNA escuela, o un movimiento, pero es evidente que si deseamos retrodecir la obra de Bellatin, debemos apelar a ellos para explicar el absurdo, el distanciamiento, la singularización, el artificio, y el extrañamiento que atraviesan la escritura de este insólito autor.
     Sería incongruente solicitar suspenso a una obra que se caracteriza por distanciar al lector. La escritura de Bellatin, por ende, carece de suspenso. Con facilidad muestra al lector todos sus elementos desde el inicio sin guardar ninguno como factor sorpresa. ¿Qué mantiene entonces la curiosidad del lector? La promesa de suspenso. Se aguarda, eso que Milorad Pavic llama la zanahoria que debe darse a un lector que, como un buen caballo, se ha comportado tal como se esperaba. Pero Bellatin no da ninguna recompensa. Sus textos tampoco la prometen, ¿qué sucede entonces con el lector que durante siglos ha sido entrenado para recibir? El autor de El gran vidrio sabe de esa espera, pero le da con la puerta en las narices. Solo que, al cerrar esa puerta, es posible observar que ésta tiene suspendido un espejo. En él, el lector puede mirar reflejada su imagen; la absurda imagen del hombre que espera.
     PREGUNTA: ¿Qué sucedió con el paraguas y la máquina de coser cuando fueron montados sobre la mesa de disección?     RESPUESTA: Nada. Personajes tan disímiles no tendrían de que hablar.     En su escritura, Bellatin realiza reuniones similares. Entre sus personajes no suceden historias. Pero, como en la imagen de Lautrémont, no podemos dejar de mirar el extraño escenario.
     No hay nada más atractivo que fisgonear los detalles de la vida de una persona. Cierto que todas las historias han sido contadas, por ello, ya a nadie interesa escuchar una historia más. Interesa el cómo. El morbo de los detalles sucios es más interesante que lo que pasó después. Los reality shows, las publicaciones amarillistas, o los libros de Las Memorias de. La sensación de pertenencia a la masa se abate con la singularidad. No importa que esta sea ficticia, fabricada, y puedan mirarse las costuras tejidas en su piel.
     «Dostoievski escribía que en arte, para mostrar el objeto, es necesario proceder por exageración, deformar su apariencia precedente, colorearlo como se colorean las preparaciones para observarlas en el microscopio».
Sobre el realismo artístico, R. Jakobson
Aprender a no escribir © Mario Bellatin     El absurdo es la ridiculización de la autoridad del padre. El padre literario, el canon, se ridiculiza en la escritura que rompe las convenciones. De Lewis Caroll a Ionesco, Alfred Jarry, los absurdistas rusos, Borges o Harold Pinter, aquél que rompe las estructuras acepta de un modo u otro exponer sus genitales a punto de reventar ante un grupo de mujeres obesas. Y permanecer inmutable en el evento.
     Para explicar qué le sucede a un lector al entrar en contacto con la obra de Mario Bellatin es oportuno hablar de Tijuana. El visitante que llega a esa ciudad sabe de antemano que no hay ninguna razón por la cual visitarla. Desde que se acerca por aire o por tierra, lo constata. Sin embargo llega, se instala, permanece esperando que al fin suceda Tijuana y, como lo esperaba, jamás sucede. A su regreso (si es que no decide mudarse a esa urbe) contará a todos de lo asombrosa que es la ciudad. Pero jamás podrá explicar por qué.
     Se habla de un singular taller literario impartido por el escritor Mario Bellatin del cual sus integrantes no han querido dar información. Se rumoran historias relacionadas con la comida china. También se dice que estos escritores consumen asiduamente literatura norteamericana, la cual asocian con frecuencia a la obra de Bellatin. Entre esas obras, se halla la de un escritor que radica en Búfalo, E.U. llamado Charles Bernstein, entre cuyos precursores están los concretistas brasileños y, por ende, los formalistas rusos. El escritor estadounidense, sin embargo, jamás ha aludido a tales nexos.
     «La descripción de los hechos en Salón de belleza no escapa a las cuatro paredes representadas. Se circunscribe a un vetusto salón decorado con dudoso gusto. Poco a poco la escritura va haciendo aparecer los acuarios, la enfermedad como una prisión del cuerpo, las ventanas sin abrir y el ambiente recargado de miasmas más propias de un hospital o de una morgue que de una estética».
Lecciones para una liebre muerta, Mario Bellatin
     Se dice que en cierta ocasión, mientras Bellatin presentaba su libro Perros héroes mediante un serie de imágenes, comentó que él no pretendía que sus libros gustaran al lector, sino que lo único que deseaba era que los terminaran de leer. Dos horas después de finalizada la lectura, una mujer de mediana edad permanecía sentada en la sala. Nadie se atrevió a acercarse a preguntarle qué necesitaba.
     Más que obvio resulta que, ante una obra hermética, no pueda vislumbrarse nada. Es tal el objetivo. ¿Pero qué veo cuando nada puedo ver? Me veo a mí mismo.
     En México rechazar la tradición es casi un acto herético. Los brazos están abiertos para quien hace genuflexión ante los próceres y manifiesta aspirar a sus destinos, construyendo su escritura a partir de esos patrones fijos. Pero quienes se atreven a construir borgeanamente a sus precursores, deben realizar un esfuerzo titánico para no disolverse en el anonimato. Construir una tradición personal equivale, en México, a ser un escritor experimental.
     «Parecían pretender construir una historia de la comunidad, a través de las imágenes poéticas que iban analizando».
Flores, Mario Bellatin
 
¿Puedo ser tu fiel amante? © Mario Bellatin
¿Puedo ser tu fiel amante? © Mario Bellatin

     «La finalidad del arte es dar una sensación del objeto como visión y no como reconocimiento; los procedimientos del arte son el de la singularización de los objetos, y el que consiste en oscurecer la forma, en aumentar la dificultad y la duración de la percepción. El arte es un medio de experimentar el devenir del objeto. Lo que ya está “realizado” no interesa para el arte».
El arte como artificio, V. Shklovski
     Enfermedades y mutaciones. Animales y médicos. Rituales religiosos ficticios y costumbres apócrifas. Extranjeros y genealogías que saltan entre las novelas. El mundo descrito en la obra de Mario Bellatin apela más al arte visual que a la literatura. Ya sea un jardín japonés, un salón de belleza, la liebre muerta de Joseph Beuyis, o El gran vidrio de Duchamp, el autor describe sus escenarios a partir de imágenes fijas. Por ello, en su obra la narración es un elemento que se desdibuja. No estamos ante un narrador. Mario Bellatin es un descriptor.
     ¿Existe una autobiografía sin ficción? ¿O una ficción sin autobiografía?
     No hay final. Sólo está el vacío.
 
 
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     (1) Mario Bellatin, Efecto invernadero, Ed. Plaza y Janés, México, 1999, p. 13.     (2) “¿Qué es el teatro épico?” en Walter Bejamin, Illuminations, Ed. Harcourt, Brace & World, Inc., Estados Unidos de América, 1968. En este texto Benjamin analiza la teoría de Brecht acerca de la interrupción, la cual trata acerca de la eliminación de los hechos que distraen la atención del espectador de las condiciones de vida. Con esto Benjamin se refiere a cómo debe manejarse la narración en el teatro épico, según las ideas de Brecht; sin embargo, limita éstas cuando afirma que, al no ofrecer la posibilidad de empatía, debe ofrecer asombro. Mientras que las ideas originales de Brecht sugieren una ausencia total de emociones en la narrativa, con la finalidad de que el lector genere las propias, que no son producto de una inducción directa del autor.     (3) La identificación del lector con las obras es un mero aprendizaje social que se remonta a los orígenes del teatro, pues en éste, presionado por las exigencias públicas de la obra que se representaba y, estando ante los testigos que verificarían su identificación (el resto del público) aprendió a fingir esta identificación. Posteriormente, con la invención de la imprenta, surge la posibilidad del espectador de enfrentar la obra de manera privada, y el ahora lector reproduce la conducta aprendida en la colectividad, fingiendo reacciones de identificación en los intersticios que el autor elabora con esa finalidad, aunque ya no existan vigilantes que funjan un papel coercitivo hacia el lector-espectador. Ahora él se convierte en elemento autocoercitivo. El problema con los textos de Bellatin es que carecen de estos intersticios, y el lector así entrenado puede inventarlos para simular identificación mediante la negación, pretendiendo que todo está «como debe ser».      (4) Estas obras se basan en la interactividad, de modo que dependen del lector para su funcionamiento. Siendo dependientes merman el desempeño personal de quien se relaciona con ellas. Una obra autosuficiente requiere de la presencia del lector pero no demanda sus emociones, fomentando así la independencia del lector.     (5) En la parte final de La escuela del dolor humano de Sechuán Bellatin incluye, bajo el título de “Señal para el lector”, una nota en la que desliga su obra de cualquier influencia de Perl  S. Buck (supuestamente atribuida por un escritor que leyó sin su aprobación algunas de las páginas de esa novela), y acepta las influencias de Herman Melville, así como la del dramaturgo alemán Bertolt Brecht, influencia que puede observarse en toda su obra.     (6) Bertolt Brecht, Escritos sobre el teatro, Nueva Visión, Buenos Aires 1970.     (7) Mario Bellatin, Jacobo el mutante, Ed. Alfaguara, México, 2002.     (8) Mario Bellatin, La escuela del dolor humano de Sechuán, Ed. Tusquets, México, 2001, p. 65.     (9) Mario Bellatin, Shiki Nagaoka: una nariz de ficción, Ed. Sudamericana, México, 2001, p. 93.     (10) “El narrador: reflexiones sobre el trabajo de Nikolai Leskov” en Walter Bejamin,  Illuminations, Ed. Harcourt, Brace & World, Inc., Estados Unidos de América, 1968.     (11) Mario Bellatin, Poeta ciego, Ed. Tusquets, México, 1998, pp.13-14.
 
 
     Excepto la sección “Notas finales sobre el vacío”, artículo originalmente publicado en la revista TextoS, núm. 16-17, México, 2003, pp. 245-252.


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