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viernes, 30 de junio de 2017

TERENCIO AFRICANO. COMEDIAS.


Prólogo
Víctor Fernández Llera
I
Pocas noticias, y éstas incompletas, cuando no contradictorias, tenemos de la vida de
Terencio. Que nació en Cartago al fin de la segunda guerra púnica, y fue en Roma siervo del
senador Terencio Lucano, quien, prendado de su ingenio, le educó en las artes liberales y le
manumitió por fin, dándole a par el nombre con que le conocemos; que le distinguieron con
su amistad y trato familiar varones tan ilustres como Cayo Lelio y Escipión; que después de
haber hecho representar en Roma algunas comedias, partiose a Grecia, con objeto de dominar
más fácilmente las disciplinas y artes griegas, y al volver a Roma, antes de comenzada la
tercera guerra púnica, fue víctima de un naufragio en que pereció juntamente con un centenar
de comedias que había traducido de Menandro: tales son, en sustancia, los datos de más bulto
que registran las biografías de Terencio, a partir de la que escribiera Suetonio, erróneamente
atribuida a Elio Donato. Y sobre ser escasas las noticias, todavía son motivo de controversia.
Así, el pretendido, cautiverio niégalo Fenestela1, y con buenas razones, pues si, como observa
este escritor, Terencio nació terminada la segunda guerra púnica y murió antes de comenzarse
la tercera, ¿quién pudo hacerle prisionero? Sólo cabe pensar en los Númidas o en los Getas. Y
entonces, ¿cómo vino Terencio a poder de un general romano, si es sabido que entre Romanos
y Africanos ningún trato existía antes de la destrucción de Cartago? No falta quien ha creído
salvar esta dificultad imaginando que cayó en manos de los piratas y que éstos le vendieron a
algún mercader de esclavos, de quien le recibió el senador Terencio. Pero los reparos de
Fenestela tienen eco en la crítica, y un escritor moderno, Salvator Betti, en su disertación In
C. Suetonii Tranquilli vitam Terentii sostiene que este poeta ni fue de África ni siervo. Afer,
dice Betii, es un cognomen (sobrenombre), y no un derivativo de patria, y puede venir del
color, como Albus, Rufus, Flavus, etc. Muchos se llamaron Afri en Roma, sin ser de África,
como el cónsul Senecio Memmius Afer, que se menciona en una inscripción de Tívoli, el
orador Domitius Afer, de quien nos habla Tácito, Elius Adrianus Afer y otros. Además, el
praenomen Publius del poeta no pertenece al senador Terencio Lucano, pues no hay ningún
senador que le llevara. Fuera de esto, ningún escritor antiguo llama esclavo a Terencio, antes
del siglo IV. Que no era siervo infiérese también de su familiaridad con Lelio y Escipión, los
cuales le trataban como a hombre ingenuo o libre. Y a ser cierto que el poeta tenía una hija y
la desposó con un caballero romano, como afirma Suetonio, esta es la prueba concluyente de
que Terencio fue ingenuo y no siervo de origen, porque el matrimonio entre ingenuos y
libertos estaba a la sazón severamente prohibido. ¿Ni cómo se concibe que un africano llegase
a dominar tan pronto (a los dieciocho años) la lengua griega y a escribir en latín con elegancia
tal, que fue en su tiempo y después la admiración de los escritores de más nombre en Roma y
fuera de ella? La amistad de Terencio con Cayo Lelio y Escipión también ha sido objeto de
largas disputas en el campo de la crítica. Y, en fin (para dar de mano a puntos de menos
importancia), las circunstancias que acompañaron a la muerte de Terencio y el lugar en que
esta acaeció, refiérense de muy diverso modo. Ausonio le libra del naufragio, diciendo que
sólo perecieron en él las traducciones de Menandro, y que Terencio murió a consecuencia del
dolor que le produjera la pérdida de aquellos manuscritos.
Tenemos, pues, dos versiones. La que nos habla del naufragio apóyase en el testimonio
de este verso de Ovidio:
«Comicus ut periit, liquidis dum natat in undis2»
Pero ¿quién era este poeta cómico? Ovidio no lo dice. Así, mientras Domicio ve en este
verso una alusión a Menandro tanto como a Terencio, Bautista Egnacio la refiere a Eupolis, y
Turnebo resueltamente a Menandro. Para colmo de confusión, aun los mismos que están de
acuerdo en rechazar el naufragio como causa de la muerte, discrepan entre sí cuando señalan
el lugar y la fecha del suceso. Ausonio pone la muerte de Terencio en la Arcadia; otros,
testigo Escoto, en la Acaya; unos fijan el año del fallecimiento en el 595 de la fundación de
Roma, siendo cónsules Cornelio Dolabela y Marco Fulvio Nobilior; otros, cuatro años
después, en el segundo consulado de Publio Cornelio Escipión Nasica y Marco Claudio
Marcelo.
II
Seis son las comedias de Terencio que van en este volumen, únicas que han llegado hasta
nosotros.
1.ª Andria (La Andriana), representada en las fiestas Megalenses, siendo ediles curules
Marco Fulvio y Marco Glabrión, y cónsules Marco Marcelo y Cayo Sulpicio, por la compañía
de Lucio Ambivio Turpión y Lucio Atilio Prenestino, con música de Flaco y flautas iguales,
derechas e izquierdas3. El original es de Menandro.
2.ª Eunuchus (El Eunuco), representada en las fiestas Megalenses, siendo ediles curules
Lucio Postumio Albino y Lucio Cornelio Mérula, en el consulado de Marco Valerio Mesala y
Cneo Fannio Estrabón, por la compañía antes citada, con dos flautas derechas. También es de
Menandro. Gustó mucho y obtuvo los honores de la repetición.
3.ª Heautontimorumenos (El Atormentador de sí mismo). Representose en las fiestas
Megalenses, siendo ediles curules Lucio Cornelio Léntulo y Lucio Valerio Flaco. Las dos
primeras veces no agradó; la tercera representación se efectuó en el consulado de Marco
Juvencio y Tito Sempronio. Gustó poco.
4.ª Adelphi (Los Hermanos), representada en los funerales de Lucio Emilio Paulo, siendo
ediles curules Quinto Fabio Máximo y Publio Cornelio Africano, por la compañía de
Prenestino y Minucio Prótimo, y con flautas iguales, en el consulado de Lucio Anicio Galo y
Marco Cornelio Cetego.
5.ª Hecyra (La Suegra), que se representó tres veces: la primera en las fiestas
Megalenses, siendo ediles curules Sexto Julio César y Cneo Cornelio Dolabela; la segunda en
el consulado de Cneo Octavio y Tito Manlio, con motivo de los funerales de L. Emilio Paulo;
la tercera siendo ediles curules Quinto Fulvio y Lucio Marcio; hízola Ambivio Turpión, y fue
aplaudida, no obstante haber sido antes rechazada.
6.ª Phormio (Formión), representada por Turpión y Prenestino, y con flautas desiguales
(música de Flaco), en las fiestas Romanas, siendo ediles curules Lucio Postumio Albino y
Lucio Cornelio Mérula, y cónsules Cayo Fannio Estrabón y Marco Valerio Mesala. El
original es el Epidicazomenos de Apolodoro.
La cronología no está exenta de contradicciones: varía según las didascalias. Los
consulados y las fechas de nacimiento y muerte del poeta vienen a aumentar la confusión.
Teuffel presenta los siguientes datos:
Nacimiento del poeta, en 569 de Roma; su muerte, en 595.
Fecha en que se representaron las comedias:
En.588 de Roma (166 antes de Jesucristo), el Andria.
En 589 (165), la Hecyra (primera representación).
En 591 (163), el Heautontimorumenos.
En 593 (161), el Eunuchus y el Phormio.
En 594 (160), la Hecyra (segundo intento de representación) y los Adelphi; tercera
representación (completa) de la Hecyra.
III
Imitó Terencio en las comedias tituladas Andria, Eunuchus y Heautontimorumenos a
Menandro, príncipe de la llamada Comedia. Nueva (por oposición a la Comedia Antigua o
Aristofánica) entre los Griegos; en los Adelphi, a Dífilo Sinopense, autor de cien comedias
cuyas sentencias alabaron Clemente Alejandrino y Eusebio de Cesarea, y en el Phormio y la
Hecyra, a Apolodoro, según Elio Donato.
Griegos son los títulos de las comedias; griegos los nombres de los personajes, y la
acción de todas ellas pasa en Atenas.
¿Son, pues, traducciones del griego? ¿Son más bien refundiciones, en las que el poeta
latino ha puesto algo, quizá mucho, de su propio ingenio? Punto es éste de la mayor
importancia para la crítica; por eso voy a tratarle, siquiera sea brevemente. Cabe afirmar,
desde luego, que Terencio hace algo más que traducir; Terencio imita con cierta originalidad a
los poetas griegos. Si toma una comedia de Menandro, es para hacerla pasar por un trabajo de
refundición que está vedado al mero traductor. Curioso por demás sería, y sobre curioso útil
en extremo, un cotejo entre el poeta latino y Menandro. Por desgracia es punto menos que
imposible, dado que del teatro de Menandro sólo quedan los títulos de las comedias y algunos
fragmentos piadosamente recogidos por la diligencia de ilustres eruditos. Hay, sin embargo,
algunas huellas por donde rastrear lo que tienen de personal y propio de Terencio estas
comedias. El prólogo de los Adelphi (Los Hermanos) dice textualmente que una parte de la
pieza estaba literalmente traducida de Dífilo:
Verbum de verbo expressum extulit4.
El escoliasta del Andria (La Andriana) nota también al verso décimo del prólogo que la
primera escena de la Perinthia de Menandro está escrita casi con las mismas palabras que la
de la Andriana de Terencio. Cuanto a la Hecyra (La Suegra), no debió de separarse mucho del
original griego, si damos crédito a Sidonio Apolinar, quien para hacer más clara a su hijo la
interpretación del texto latino, servíase, según él mismo nos dice, del Epitrepontes de
Menandro, cotejándole con la Hecyra5. Si el procedimiento de Terencio era traducir
literalmente en ocasiones, en otras, al contrario, consistía en un trabajo de verdadera
composición. A esta segunda manera se refieren:
1) La llamada contaminación. En latín contaminare es propiamente enlodar, echar a
perder. Esto le reprochaban sus émulos, de ellos un poeta cómico, por nombre Lavinio o
Lanuvio, que de ambas maneras se le llama, y a quien Terencio en sus prólogos alude con las
palabras vetus poeta (el poeta viejo). Era la contaminación (contaminatio) un procedimiento
de composición que consistía en refundir dos piezas griegas en una sola latina. Procedimiento
favorito de Terencio, servíale en gran manera para latinizar el teatro griego, adaptándole al
gusto del público de Roma, el cual no comprendía aquella sencillez, o mejor, simplicidad, que
en la disposición de sus fábulas observaba Menandro, antes bien buscaba el relieve, el
contraste y el enredo de una acción más complicada. A esta labor deben su origen el Andria
(la Andriana), compuesta del Andria y la Perinthia de Menandro; el Eunuchus (El Eunuco),
en la cual Terencio aprovecha otras dos comedias de Menandro, una de ellas con el mismo
título, la otra llamada Colax, de la cual tomó dos personajes, un truhán, así llamado, y un
soldado fanfarrón.
2) La invención de personajes, tales como Carino y Birria en La Andriana, los cuales,
según Elio Donato6, no se encuentran en Menandro, y Terencio no los había tomado de la
Perinthia, pues como él mismo nos advierte, eran esas dos piezas semejantes en el argumento,
y sólo discrepaban por el discurso y el estilo. Citemos aún la persona de Antifón, en El
Eunuco, en cuya invención Donato hallaba mucho que alabar, ya que merced a ella resultaba
abreviado el largo monólogo de Querea en la comedia de Menandro.
3) Los monólogos convertidos en diálogos, de que son ejemplos la escena de Antifón y
Querea, y la de Gnatón y Parmenón en El Eunuco. Otras veces, al decir de Donato, Terencio,
atento a conseguir la brevedad, había preferido la narración a la representación, medio que
utilizaba el original griego
Tales son los procedimientos técnicos empleados por Terencio, los cuales dan a su teatro
un carácter, como ya va dicho, distinto del que tuvo su modelo. Así pudo exclamar con gran
verdad Quintiliano, al comparar el teatro griego, y sus imitaciones latinas:
«Vix levem consequimur umbram».
IV
Pedro Simón Abril, humanista del siglo XVI, contemporáneo del Brocense, y como él
doctísimo filólogo, tradujo, para auxiliar a sus discípulos en el aprendizaje de la lengua latina,
las seis comedias de Terencio, imprimiéndolas en Zaragoza, 1577, 8º, en la oficina de Juan
Soler. En 1585 salió la segunda edición, impresa en Alcalá por Juan Gracián, corregida en
presencia del texto de Gabriel Faerno, que publicó en Venecia el año 1565 Pedro Victorio, y
que ofrecía la ventaja de estar cotejado con los mejores manuscritos. En esta edición Pedro
Simón Abril hizo desaparecer no pocos lugares obscuros, e interpretó otros mejor con ayuda
del maestro Francisco Sánchez de las Brozas. La edición de Alcalá mereció, por su elegancia,
los elogios de los eruditos; en 1599, Jaime Cendrat la reprodujo en Barcelona, y, por fin,
Benito Monfort en Valencia, 1762. El trabajo de Simón Abril es, sin duda alguna, de mérito
muy subido; en general traslada la sencillez y la elegancia terencianas. Tiene, sin embargo,
defectos de interpretación, los más de ellos nacidos, del texto que siguió nuestro humanista,
hoy más depurado, merced a la labor de algunos eruditos. En ocasiones es obscuro por
excesivo apego a la letra original; a veces por lo contrario, es decir, por introducir perífrasis
que deslíen además la frase latina, quitándole la concisión que lían menester no pocas
situaciones dramáticas. Fuera de esto, los arcaísmos (de palabra y de construcción) abundan, y
no menos dañan a la claridad la mala división de las escenas, la pésima puntuación y otras
tachas que fuera largo enumerar. A corregirlas va encaminada la presente edición. Manchas
lleva, sin duda; pero en ella verá el lector que quiera cotejarla con la de Valencia no pocas
variantes, las cuales servirán quizá de atenuación a los descuidos.
V. Fernández Llera.
Santander, septiembre 1890

lunes, 26 de junio de 2017

Quinto Ennio2 (239-169 a.C.). Fragmentos. Por Juan Martos. Introducción.


INTRODUCCIÓN.
Quinto Ennio2 (239-169 a.C.), el escritor más representativo
y polifacético3 del período preclásico y auténtico «padre
» de la literatura latina —nadie como él fue. capaz de
acomodar en esta nuevos géneros y metros de origen griego—,
plasmó, además, en su obra los íundamentos del espíritu
nacional romano con contribuciones esenciales a la for-
1 Esta presentación se basa fundamentalmente en las introducciones
de V a hlen , Jocelyn y Skutsch y en los artículos de Jocelyn (1972a),
en ANRWy Suerbaum en Der neue Pauly, reproducido en Suerbaum
(2003), págs. 273-280; cf. también Suerbaum (2002), con ricas indicaciones
bibliográficas, y Classen (1992). En español, véase Vo n A lbrecht
(1997), págs. 142-157, y , sobre la vida y las tragedias de Ennio,
la introducción de Masiá (2000), págs. 4-21. Sobre citas y abreviaturas,
véase la pág. 44.
2 Sobre la transcripción al castellano del nombre del poeta, habría que
reconocer .en primer lugar que no les falta razón a los que escriben «Enio»
—p o r ejemplo, Estefanía y Pociña en la traducción de Vo n Albrecht
(1997)—; sin embargo, es mucho más habitual en español escribir «Ennio
» y no parece razonable, al menos por el momento, apartarse de esta
costumbre.
3 Frontón, Carta a Marco Aurelio ‘de eloquentia ' I 2 (pág. 133 Van
den H out).
8 ENNIO
mación del pueblo al que sirvió y que lo acogió4. Extranjero
en Roma5 y cliente de poderosos personajes6 supo, sin embargo,
alzarse como un auténtico educador y sus libros se
convirtieron, a pesar de las diferencias en la valoración que
de ellos hizo la posteridad, en una referencia durante toda la
historia de ia literatura romana. En los tiempos en que ésta
se encontraba en sus comienzos resulta impresionante su tarea
de adaptador del mundo helenístico7.
La importancia de Ennio en las letras latinas fue permanente
y muy profunda: entre otros, Cicerón le profesaba auténtica
veneración8, mientras que Virgilio, al escribir la
Eneida —y no solo en esta— le rindió constantemente homenaje
al tomar de Anales temas y expresiones9 y mostrar
así su pietas de hijo poético hacia el padre Ennio.
Desgraciadamente, sus obras no han llegado hasta nuestros
días: debieron de perderse ya al final de la Antigüedad.
Lo que nos queda son las citas, de procedencia y naturaleza
muy diversas, que otros escritores han incorporado a sus obras.
Desde el Renacimiento, estudiosos de diversos países han
tratado de reconstruir los libros de Ennio, recopilando y tratando
de explicar el significado de todos los fragmentos dis4
Además de frases como Anales 156, como cita Suerbaum, es constante
en todos la obra el orgullo y la exaltación de las virtudes que habían
llevado al nacimiento y expansión de Roma.
5 Classen (1992).
6 Martina (1979); Badian (1972); véase otra visión de un Ennio más
independiente en Goldberg (1989).
7 Wül f in g -Von Martttz (1972), aunque no siempre se le considera
tan dependiente del helenismo literario, cf. Goldberg (1995), pág. 91.
Sobre los antecedentes helenísticos del culto y de la aparición de Homero
en Ennio, cf. Br in k (1972).
8 Obsérvese, por ejemplo, cómo cita los textos de Tragedias 74-94.
9 Véanse las innumerables veces que Servio cita a Ennio en sus comentarios
de Virgilio.
INTRODUCCIÓN 9
ponibles. La extrema dificultad de la labor se ha visto compensada
por la pericia y el trabajo de filólogos de varias generaciones,
que han acabado erigiendo, con las sucesivas
ediciones de Ennio, un extraordinario monumento de sabiduría
y amor por la literatura. Sin duda es mucho lo que se
ignora, pero también se puede extraer una idea bastante
aproximada de lo que pudieron ser muchos pasajes. El resultado
es, pues, un campo de ruinas, pero en el que se alzan
aquí y allá restos que permiten vislumbrar los edificios primitivos
y que atestiguan su belleza y grandiosidad. Y es
que, pese al estado de los textos, se dejan ver en ellos vestigios
de auténtica poesía10; en medio de las más difíciles
condiciones, puesto que se hallaba en pleno proceso de creación
de una nueva tradición artística, Ennio fue un poeta de
primer orden. Además, no se puede explicar la historia de la
literatura latina y, en esa misma medida, de la europea, sin
Ennio.
a) Vida de Ennio11.
Aunque la comparta con otros autores latinos primitivos,
una de las circunstancias más asombrosas de una personalidad
como la de Quinto Ennio12, que contribuyó de forma
tan transcendental a la creación de la literatura latina, es que
no fue romano de nacimiento ni tuvo como lengua materna
10 E.g. Mariottt (1991), pág. 65 ss.; Goldberg (1995).
11 La mayor parte de los datos sobre su vida que trasmiten los autores
antiguos proceden en última instancia de su propia obra y las reunió Varrón
en su De poetis. También sobre la vida del poeta véase Badían
(1972).
12 El praenomen Quinto no lo tomó, como más de una vez se ha dicho,
al hacerse romano, sino que probablemente fije una adaptación del original
mesapio, cf. Badian (1972), pág. 183 ss.; Untermann (1972), pág. 207;
Skutsch, pág. 1.
1 0 ENNIO
el latín. Nació, en efecto, nuestro poeta el 23913 a. C. en Rudias14,
en Calabria15: antes que latín dominó el griego además
del idioma de su patria, el oseo16. No le faltaba, pues,
razón al afirmar que tenía «tres corazones»17. Sus orígenes
están, por tanto, en la Magna Grecia, el sur de Italia, fuertemente
helenizado desde hacía siglos y que, durante el siglo
ni a. C. y, sobre todo, tras la guerra contra Pirro, iría
cayendo bajo la influencia, primero política, en seguida militar,
de Roma. No es extraño, por tanto, que dominara la
lengua y la cultura griegas18, que habría adquirido seguramente
en Tarento. Él mismo remontaba su linaje hasta el
héroe epónimo Mesapo19.
En el 204 a. C. cuando, durante la Segunda Guerra Púnica,
servía en las tropas auxiliares romanas en Cerdeña20,
lo llevó a Roma el entonces cuestor Marco Porcio Catón21.
Vivió al parecer modestamente en el Aventino22, y se ocupó
13 Cicerón, Bruto 72; Axjlo Gelio, Noches áticas XVII2 1 ,43.
14 Cf. Anales 525; Cicerón, Arquias 22; Silio Itálico, Púnicas XII
396-397. Carece de verosimilitud la afirmación de Sa n Jerónimo en su
Crónica de que nació el 240 en Tarento {PL X XW 491-492). Rudias estaba
en las cercanías de la actual Lecce; antiguamente pertenecía al país de
los mesapios.
15 Horacio, Odas IV 8, 20.
16 Es oseo el nombre de su sobrino Pacuvio y quizá también Ennio, cf.
Skutsch, pág. 1, n. 3.
17 A ulo Gelio, Noches áticas XVII 17, 1; véase Fragmentos que podrían
pertenecer a «Anales», I.
IB Suetonio, Gramáticos y rétores I 1 lo llama semigraecus; Festo,
374,8-9, «griego».
19 Anales 524.
20 Como centurión según Silio Itálico, Púnicas 395’ Sobre las operaciones
militares en Cerdeña cf. L ivio, ΧΧΠΙ40 ss.
21 Cornelio Nepote, Catón 1, 4; Sobre los varones ilustres 47, 1;
también San Jerónimo (véase nota siguiente)
22 San Jerónimo, Crónica, año de Abraham 1777 (PL XXVII 491-
492); sobre su pobreza cf. Cicerón, Sobre la vejez XIV; sobre el AventiINTRODUCCIÓN
11
de impartir clases tanto en latín como en griego23. Probablemente
estableció contacto así con jóvenes de familias
distinguidas. En Roma coincidió con su sobrino, el poeta
Pacuvio24, que, además de ser pintor, escribió tragedias y
pretextas. Asimismo trabó amistad con el autor de comedias
Cecilio Estacio25.
El hecho de que dedicara una obra a Escipión indica que
debió de gozar del patrocinio de esta poderosa familia26; sin
embargo, fue sobre todo Marco Fulvio Nobilior —y probano
como residencia de escritores y actores, véase F e s to , 446, 2 6 -4 4 8 , 4.
Sin embargo, no faltaban vecinos ilustres, como Servio Sulpicio Galba,
pretor en el 187 a. C. (Cicerón, Académicos II 51).
23 Suetonio, Gramáticos y rétores I 2.
24 P lin io , Historia Natural XXXV 19; según otra tradición fue su nieto,
cf. S a n J e ró n im o , Crónica, año de Abraham 1864 (PL XXVII 509-
510).
25 San Jerónimo, Crónica, año de Abraham 1838 (PL XXVII499-500).
26 Además de Escipión, cf. también Epigramas L9-24. La anécdota que
narra Cic eró n , Sobre el orador II 276, a propósito de Escipión Nasica
—y que se ha pretendido remontar a Sátiras, cf. Skutsch (1990)·— da a
entender que existía esta relación con la familia:
«Como aquello que se cuenta de Nasica, que, una vez que se llegó
a casa del poeta Ennio, preguntó por él desde la puerta y, aunque
una esclava le respondió que Ennio no estaba en casa, se dio cuenta
de que se lo había dicho por orden de su amo y que él, en realidad,
estaba dentro; al cabo de pocos días, cuando Ennio se había
llegado a casa de Nasica y estaba buscándolo a las puertas de su
domicilio, grita el propio Nasica que no se encuentra en casa; entonces
Ennio dijo:
—¿Cómo? ¿No es tu voz la que estoy oyendo?
Y Nasica replicó:
—¡Qué poca vergüenza tienes! Cuando yo te andaba buscando,
creí a tu esclava cuando me decía que no estabas en casa, ¿y tú
ahora no me crees a mí en persona?».
Tras la reconciliación de Fulvio Nobilior con Emilio Lépido, del partido
de los Escipiones (libro XVI, fragmento VIII), pudo volver Ennio a celebrar
a estos últimos y a sus partidarios (libro XIV, fragmento X).
12 ENNIO
blemente a través de Catón27— quien se convirtió en patrón
y protector del poeta, como mínimo desde el 189 a. C. Para
la expedición militar contra los etolios y su capital, Ambracia,
que emprendió en esta fecha, se hizo acompañar del
poeta28. A estas circunstancias se debieron la composición
de la Ambracia y, al menos en parte, de los Anales29. No se
sabe si Fulvio Nobilior levantó en Roma el templo a Hércules
Musarum el 179 a. C., año de su censura, o después de la
guerra etolia del 187 a. C.; es posible, en cualquier caso, que
esta fundación se debiera a la influencia de Ennio. Gracias a
Fulvio Nobilior recibió el poeta en el 184 a. C. la ciudadanía
romana30, de la que se enorgullecería en adelante31.
Parece posible que sufriera de gota32, aunque no hay que
concluir necesariamente que muriera de esta enfermedad33.
Falleció en el 169 a. C.34 a los setenta años35. Existen varios
testimonios que indican que se colocó una estatua suya jun-
27 En un momento estuvieron unidos por su enfrentamiento con el partido
de los Escipiones.
28 Cicerón, Argüías 27; Tusculanas I 3; Símaco, Cartas I 20, 2; Sobre
los varones ilustres 52, 3. Catón criticó acerbamente que Nobilior llevara
a Ennio; véase, por ejemplo, el texto de Tusculanas.
29 De todas formas, véase sobre la consideración misma de Ennio como
poeta cliens y, sobre todo, el hecho de que estas circunstancias se reflejen
en su obra, Goldberg (1995), págs. 114 ss.
30 Según Cicerón, Bruto 79, fue de manos de su hijo Quinto, pero cf.
Badian (1972), págs. 183-185, que no da valor alguno a este testimonio.
Otras noticias sobre la ciudadanía de Ennio en Cicerón, Arquias XXII.
31 Anales 525.
32 Sátiras 64; véase la afición al vino que le atribuye H o r a c io , Epistolas
I 19, 7-8.
33 San Jerónimo, Crónica, año de Abraham 1849 (= 168 a. C.; PL
XXVII 505-506), cf. Suerbaum (1968), págs. 233-236.
34 Es erróneo el testimonio de P ro p e r c io , ΙΠ 3, 8, cf. Anales libro
XV, fragmento X.
35 Cicerón, Sobre la vejez XIV.
INTRODUCCIÓN 13
to a las de Publio y Lucio Escipión en la tumba de los Escipiones,
en la via Apia36.
b) Obras
La obra de Ennio cambió el curso de la literatura latina
abriéndole caminos nuevos. En la épica, abandonó el saturnio
acomodando el hexámetro griego37. En otros géneros
adoptó una gran variedad de temas y formas, que se reflejan
en sus obras menores: desde las que exhiben sus preocupaciones
filosóficas de raíz pitagórica, como Epicarmo o Evémero,
hasta otras dominadas por la sátira y, quizá, la parodia
(Gastronomía). Con las Sátiras dispuso de un medio de expresión
personal directa en verso sin tener que atenerse a un
esquema de contenido demasiado rígido. Desde el punto de
vista formal, no fue el hexámetro el único metro que empleó
por primera vez en latín: también se sirvió de los versos sotadeos
y del dístico elegiaco.
1. Anales38. Poema épico en dieciocho libros compuesto
en hexámetros dactilicos. Su propósito era narrar toda la historia
de Roma, desde la fundación mítica de la ciudad hasta
los tiempos del propio Ennio. Para el poeta, Eneas, fugitivo
de Troya, fue abuelo, a través de Ilia, de Rómulo y Remo.
La materia de la obra parece organizarse en tríadas de libros
39 y, así, los tres primeros tratarían de los comienzos y
la época de los reyes; IV-VI se ocuparían del desarrollo de
36 Cicerón, Arquias 22; Livio, XXXVIII 56, 4; Ovidio, Arte de amar
III 409-410; sobre el resto de los testimonios y su valor véase Skutsch ,
pág. 2. San Jerónimo, Crónica, año de Abraham 1852 (PL XXVII 505-
506) informa de que, según algunos, trasladaron sus restos hasta Rudias.
37 Cf. Anales 206-207.
38 Véase un resumen del contenido al principio de cada libro.
39 La división en libros se remonta en este caso al autor, cf. Jocelyn
(1972a), pág. 1010; Skutsch, págs. 5-6.
14 ENNIO
la república hasta la guerra contra Pirro (280-275 a. C.); el
libro VU, con un prólogo propio que excusaría al autor de
tratar la Primera Guerra Púnica, ya contada por Nevio, abriría
la historia del segundo conflicto contra los cartagineses
(218-201 a. C.), que se prolongaría a lo largo de los dos siguientes
libros; después de una invocación a las Musas, en
el libro X empezaría la Guerra Macedónica (200-197 a. C.),
que concluiría en XI; el libro XII, muy problemático, se dedicaría
a diversas campañas contra Esparta y en Hispania.
Los libros XIV-XV coronarían originalmente la obra con la
guerra contra Antíoco y, como culmen del poema, la expedición
de Fulvio Nobilior a Etolia40. Sin embargo, Ennio
volvería a la composición de Anales ampliándolos para celebrar
la victoria de Cecilio Teucro y su hermano a partir de
otro proemio en el libro XVI. Poco queda de los dos últimos
libros.
La materia en general se ciñe estrictamente a los intereses
directos de Roma y presenta notables diferencias en el
tratamiento: de algunos puntos se ocuparía extensamente y a
otros apenas se aludiría; más de la mitad del poema, por
ejemplo, está dedicado a guerras libradas en tiempos del
poeta. Seguramente no se ocupaba más que de pasada de
pequeños conflictos y no se detenía generalmente en los
grandes desastres de los romanos41. El título, Amales, está
tomado, naturalmente, de las anotaciones de los pontífices;
lo utilizaron otros escritores con posterioridad y está bien
atestiguado para Ennio42.
40 Plinio, Historia Natural V II101. Cf. fragmento VI de Anales, libro
XVI.
41 Cicerón, De impeno Gn. Pompei 25; cf. Jocelyn (1972a), pág.
1006.
42 Skutsch , pág. 7.
INTRODUCCIÓN 15
Como fuentes históricas se sirvió Ennio de diversas relaciones
en griego43, de autores romanos como Fabio Pictor44
y de anotaciones oficiales de magistrados45; refleja
asimismo tradiciones casi perdidas que no se pueden identificar
con las anteriores46. Pero todo este material recibió
forma épica asimilando el estilo de Homero47, que aportó,
entre otros aspectos, las intervenciones de los dioses, los
discursos, símiles y descripciones o la división de los acontecimientos
por días. En el prólogo del libro I, uno de los
pasajes fundamentales y más debatidos de la obra, destaca
sobre todo la aparición de Homero48, que expone en sueños
la doctrina de la transmigración de las almas, de origen pitagórico,
y comunica que se ha reencamado en el propio
A3 Posiblemente, por ejemplo, los detalles de los versos 483-486, cf.
Skutsch, pág. 7.
44 Así lo indican las semejanzas de los fragmentos XXVII, XLI y
XLTII del libro I con D ionisio de Halicarnaso, Historia antigua de Roma
I 58, 5 y 1 79,6-7, o el fragmento III del libro V con Plutarco, Numa
X 11, y el XVI del VH con Polibio, II 29, 9, aunque no acepte Ennio la
inclusión de los reyes de Alba entre Ennio y Rómulo y transmita más noticias
sobre Camilo. Es más dudosa la identificación de otros escritores, cf.
Sku tsch , pág. 7.
45 A los Annales maximi recuerdan, por ejemplo, la trasmisión del imperium
de los versos 72-91 así como 295 y 452, las noticias del eclipse de
153, de la ejecución de la vestal del 158, de ceremonias religiosas (240-
241) o del establecimiento de colonias (128-129). Véase Jocelyn (1972a),
págs. 1008-1009.
46 La devotio de Decio Mus en Áusculo (fragmento XII del libro VI),
por ejemplo, o la toma del Capitolio (XIV del libro VII), cf. S k u t s c h ,
pág. 7.
47 Imitaciones de Homero en Jocelyn (1972a), pág. 1014 y Aicher
(1989): bibliografía en pág. 228, n. 3; los alejandrinos en págs. 227-228
n. 2.
48 Anales w . 2-11, fragmentos Π-ΙΧ. >
16 ENNIO
Ennio49. Es curioso que también se invoque la asistencia de
las musas50, como hizo el poeta griego. Independientemente
de la interpretación exacta de estas palabras, se encuentra
expuesta en ellas una consagración poética cuyas raíces literarias
llegan, a través de Calimaco y su sueño51, hasta Hesiodo52.
Entre otros autores griegos, es posible que se puedan
rastrear alusiones a Eurípides, puesto que Ennio había
estado escribiendo ya tragedias antes de empezar los Anales,
y en menor proporción a Esquilo y a otros53.
Existen más influencias en los Anales, principalmente de
literatura griega helenística54, pero también se encuentran
descripciones de la realidad cercanas a la historia55, aspectos
autobiográficos56 y otros que se acercan al panegírico57.
También se apartan decididamente del influjo homérico los
prólogos58 a los libros I, VII y XVI y, por supuesto, la inclusión
de personalidades contemporáneas59. De escritores
49 Sobre la materia de la que trataría Homero; cf. T impanaro (1991),
27; F. Giancotti (1959), II preludio di Lucrezio, Mesina-FIorencia, págs.
275-277; Reggiani (1979), págs. 16 ss.
50 Anales 1.
51 Calimaco narra en los Aitia que soñó que se encontraba en el Helicón
con las Musas y que estas lo instruían acerca de diversas materias.
52 Hesíodo, Teogonia 22-34; Los trabajos y los días 662.
53 Cf. S k u t s c h , págs. 7-8
54 Aunque no, por ejemplo, en la concepción general de la obra, puesto
que no se conoce ningún poema anterior que trate la historia total de un
pueblo.
55 Como las descripciones de batallas y maniobras militares; véanse,
entre otras muchas, Anales 161, 170,217-219.
56 Se ha insistido mucho en este punto a propósito de Anales, w . 268-
286.
57 E.g. Anales 304-308; Fragmentos que podrían pertenecer a Anales
3-8.
58 Sobre estos véase Reggiant (1979).
59 Jocelyn (1972a), pág. 1017; Badían (1972); Goldberg (1995).
INTRODUCCIÓN 17
romanos solo pudo imitar a Livio Andronico y Nevio60: al
primero debió quizá el empleo de quamde en los versos 91 y
12261 y la expresión insece Musa del fragmento I del libro
X, variación de Camena insece62. Así pues, fue inmensa la
labor de Ennio en la asimilación de distintas fuentes.
2. Obra dramática. Compuesta esencialmente por una
veintena de tragedias —Aquiles, Ayax, Alcmeón, Alejandro,
Andrómaca, Andrómeda, Atamante, Cresfontes, Erecteo,
Euménides, El rescate de Héctor, Hécuba, Ifigenia, Medea,
Melanipa, Nemea, Fénix, Telamón, Télefo, Ties tes62—, se
supone, además, que debió de escribir una Alcumena64, de la
que no quedan vestigios. Consistían todas estas en adaptaciones
de originales griegos, fundamentalmente de Eurípides65.
En algunos casos se pueden comparar el modelo y la
recreación latina66; en otros muchos se deduce de los textos
60 Mucho menos clara: es posible que Ennio tomara de Nevio la historia
de Dido (Sk u t s c h , pág. 8).
61 L ivio And ronico, Odusia 19.
62 L m o An d ronico, Odusia 1.
63 Véase una pequeña introducción a las tragedias al comienzo de cada
una. Sobre los títulos, cf. Jocelyn, págs. 58-63.
64 Por P l a u to , Rudens 86, cf. S k u t s c h (1968), págs. 177-181.
65 Téngase en cuenta, en cualquier caso, que la tragedia griega y la
romana, como el resto de los géneros dramáticos, diferían bastante en la
manera de representarse —y la estructura misma del teatro— en la importancia
del coro, la proporción de las partes con acompañamiento musical e
incluso la consideración social de autores y actores, cf. Jocelyn, págs. 29-
43; sobre las diferencias en la métrica, véase concretamente 33-36. Sobre
la forma de adaptar de los autores latinos, cf. Jocelyn (1972a), págs.
1003-1005; L ennartz (1994), contiene especulaciones sobre este mismo
tema a propósito de testimonios como el de Cicerón, Académicos I 10,
donde aclara que Ennio, al igual que otros escritores antiguos, trasmitía de
los poetas griegos non verba, sed vim.
66 Los más llamativos probablemente son Hécuba 172-174 y Medea
208-216.
18 ENNIO
restantes. El procedimiento de tomar materia de varios originales
y fundirlos en una sola obra —la contaminatio—,
atestiguado para las comedias67, debió de aplicarse también
en el caso de las tragedias68. Tanto en este aspecto como en
el aumento de partes líricas prosiguió Ennio el desarrollo
del teatro helenístico.
La ocasión para la representación de estas piezas podía
ser tanto algunos de los festivales que se celebraban periódicamente
en honor a ciertos dioses como algún espectáculo
excepcional con ocasión, por ejemplo, de un triunfo militar
o la conmemoración de la muerte de alguna personalidad69.
No se sabe hasta cuándo se representarían las obras de Ennio:
la última reposición de la que se tiene noticia incontestable
es del 54 a. C.70
Los protagonistas son personajes y héroes destacados de
la mitología; muchos pertenecen al ciclo de la guerra de
Troya71.
Además de las tragedias tomadas dé modelos griegos,
escribió Ennio «pretextas»72 de tema romano, contemporáneo
además en el caso de Ambracia, que celebraría el triunfo
de Fulvio Nobilior. Sabinas trataría, en cambio, de los
67 T e re n c io , Andria 15-21.
68 Porque, además, tragedia y comedia no estaban tan diferenciadas en
Roma como en Grecia, ni en métrica (Jocelyn, pág. 36) ni en vocabulario
(ibidem, pág. 38-39) ni siquiera en la actitud del público.
69 Sobre estos aspectos del teatro griego original y su adaptación al latín,
cf. Jocelyn, págs. 3-28.
70 C ic e ró n , Cartas a Ático IV 15, 6 ( J o c e ly n , pág. 47 n. 6).
71 Y no por casualidad, puesto que muchas familias aristocráticas romanas
pretendían descender de héroes troyanos compañeros de Eneas, de
la misma manera que los gobernantes griegos gustaban de remontar sus linajes
a grandes personajes míticos e incluso a dioses ( J o c e ly n , págs. 11-
12). Sobre el ciclo troyano, cf. M asiá (2000).
72 F. Skutsch, en RE 2589-2628; Manuwald (2001).
INTRODUCCIÓN 19
orígenes míticos de Roma. No consiguió Ennio más que una
modesta reputación como escritor de paliatas73, de las que
han quedado escasísimos restos.
3. Otras obras. Entre el resto de las obras de Ennio se
nos han transmitido fragmentos de varios libros de Sátiras
14, entre los que se aprecian tanto la amalgama de influencias
como la diversidad de temas. Destaca entre estas
la fábula de la alondra. Los Epigramas se centran en la gloria
después de la muerte. El estilo de Escipión revela evidentemente
un panegírico; Sotas muestra en el título y el
metro la relación con el poeta Sótades. Poco se puede decir
de los escasos restos de los Preceptos y, por lo que respecta
a Gastronomía, se trataría seguramente de un poema de tradición
alejandrina y tono paródico. En Epicarmo se encontraba
esencialmente una exposición de doctrinas filosóficas
unidas a una interpretación religiosa. A Evémero se le atribuye
una interpretación racional de la creencia en los dioses
tradicionales.
4. Cronología75. En cuanto a la datación de sus obras
entre el 204 y 169 a. C., no existen demasiados datos. Sobre
su producción dramática, Plauto, por ejemplo, menciona las
tragedias de Ennio en Poenulus76; parece ser también que
alude a Andrómaca en Báquides 933, que a su vez se podría
73 Comedias basadas en modelos griegos; sobre las diferencias entre
los originales y las adaptaciones latinas, cf. e. g. Jocelyn (1972a), págs.
1000-1001. Véase, por otra parte, el canon de comediógrafos que elaboró
Volcacio Sedígito y que aparece en Aulo Gelio, Noches Áticas XV 24:
solo figura Ennio en último lugar después de Cecilio, Plauto, Nevio, Licinio,
Atilio, Terencio, Tuipilio, Trábea y Luscio, y únicamente por su antigüedad.
Cf. en general Pr in z en (1998), págs. 10-20.
74 Véase la introducción correspondiente, pág. 499.
75 J o c e ly n (1972a), págs. 997-998; C o u r t n e y (1993), pág. 4.
76 Versos 1-11, cf. Tragedias> fragmento I.
2 0 ENNIO
datar en el 187 a. C., y a su prólogo en el de Anfitrión 41-
4211. Se sabe, por otra parte, que la representación de Tiestes
tuvo lugar en el 169, muy poco antes, por tanto, de la
muerte del autor78. Lo más probable es que Ennio se ocupara
de escribir dramas casi toda su vida, y algo parecido se
podría pensar de las Sátiras19. Por lo que se refiere a otras
obras, se puede inferir que trabajó en Anales después del
184 a. C. —el año que obtuvo la ciudadanía—; según Aulo
Gelio80, se ocupaba todavía del libro XII en el año 172
a. C.81. En cualquier caso, parece razonable pensar que Ennio,
que había llegado a Roma ya de mediana edad, habría
necesitado acomodarse a las costumbres y usos de los romanos
antes de emprender su epopeya y, por tanto, no podría
haber empezado esta antes de una fecha relativamente
tardía82. A su vez, Anales 25 parece indicar que Evémero
debió de preceder a estos, como posiblemente también Escipión
83. Ambracia se habría completado lógicamente poco
77 S k u t s c h (1968), págs. 174-175.
78 Cicerón, Bruto 78.
79 S k u t s c h , pág. 3, deduce de la anécdota de Escipión Nasica —cónsul
en el 191 a. C.— y Ennio (Cicerón, Sobre el orador II 276) que ésta
se debió escribir en los últimos años de la vida del poeta; todavía con más
razón si, en vez del padre, se tratara del hijo. Si el verso 1 de Fragmentos
que podrían pertenecer a Anales perteneció en realidad a Sátiras, se podrían
datar estas en el 177 a. C.
80 Au lo Gelio, Noches Áticas XVII 21, 43, pero véase la crítica de
Sku tsch , págs. 4-5 sobre esta datación.
81 Este último dato y, sobre todo, el número del libro son muy dudosos,
cf. Suerbaum (1968), págs. 115-120 y 133 ss.
82 Cf. Skutsch, pág. 4. También habla de Cetego —libro IX, fragmento
VI— de tal forma que induce a creer que escribía una generación
entera después de su consulado, el 204 a. C.
83 Cf. Skutsch, pág. 3, y el fragmento I de Escipión (Valerio Máximo,
VID 14, 1), que no hubiera escrito así si ya se hubiera ocupado de
Anales. Además, es probable que la idea de que Ennio lo acompañara en el
INTRODUCCIÓN 21
después del consulado de Fulvio Nobilior y la Gastronomía
se tuvo que escribir después de la expedición contra los etolios84.
c) La lengua y el estilo de Ennio
La lengua de Ennio, si bien presenta ciertas fluctuaciones
propias de un estilo en desarrollo, exhibe también, por
lo que podemos constatar, una amplia gama de recursos expresivos
que le confieren unas características y un estilo
propios. Aspectos de la personalidad literaria de nuestro autor
son, por ejemplo, la búsqueda, en diferentes ocasiones,
de un tono arcaizante y la multiplicidad de instrumentos
formales que emplea85.
En cualquier caso, habría que distinguir entre la lengua
de Anales y la de las tragedias, que, aunque más elaborada y
elevada, no difiere radicalmente de la que podrían emplear
los contemporáneos de Ennio en circunstancias de gran
formalidad86. En su obra épica, en cambio, tiende a utilizar
una lengua más elevada y conscientemente literaria que se
aparta del estilo más natural de la obra dramática. En Anales
es donde se pueden apreciar, efectivamente, la mayor parte
189 a. C. para celebrar sus gestas le viniera a Fulvio Nobilior por Escipión.
84 Porque Ennio añade precisiones geográficas que no están en su modelo
y que difícilmente pudo conocer antes de viajar a Etolia, cf. S k u t s c h
(1968), págs. 38-39; M a r io t t i (1991), págs. 17 ss. Las peculiaridades métricas
-—véase la introducción a Gastronomía— han servido para que se
vea el poema como predecesor de Anales (T im pa n a r o , confirmado por
M a r io t t i [1991], pág. 20 ss.).
85 En general sobre la lengua de Ennio véase U n t e rm a n n (1972), y
pág. 212, n. 1.
86 J o c e l y n (1972a), pág. 1002.
2 2 ENNIO
de los arcaísmos87, mientras que, por otra parte, en los pasajes
escritos bajo la influencia de las relaciones de los pontífices
el estilo es, de acuerdo con estas, seco y conciso88;
véanse, por ejemplo los versos 216 o 290. También en el
uso de ciertos pronombres separa el poeta el estilo épico del
trágico o, por ejemplo, del de Evémero89.
En cuanto al vocabulario, destacan sus innovaciones en
la adopción de palabras griegas como Musa, poema o poeta
en vez de Camenae, carmen, vates90. También dentro de este
apartado se constata el uso de términos religiosos91 y jurídicos
tanto en Anales como en Tragedias, que muestran el
afán del autor por expresar adecuadamente el patetismo de
determinadas escenas. Pero igualmente se hallan en la producción
dramática testimonios de la lengua corriente92.
Por lo que se refiere a la morfología, sus finales en -ai
en las palabras de la primera declinación son la excepción:
la terminación normal es, como en latín clásico, -ae. También
en las terminaciones de tercera persona plural del perfecto
usa preferentemente -erunt por -ere. Algunas particularidades
que atrajeron el interés de los gramáticos son el
empleo de olle junto a Ule o de sus y sum. No parece que
87 Sobre el vocabulario de Anales véase Jocelyn (1972a), pág. 1018-
1019, y n. 326 específicamente sobre los arcaísmos.
88 Jocelyn (1972a), pág. 1009.
89 El caso más llamativo es is, ea, id, que aparece rarísima vez eo Anales
y casi solo en nominativo, cf. M ik a l so n (1976).
90 Son muchas tanto en el campo del léxico como en la estructura de
sus obras, cf. Sk u t s c h , pág. 144.
91 Skutsch, pág. 6, cita a este respecto Servio, Comentario a Virgilio,
Eneida I 373 y Anales 290, 304-305, 324 y 329. También Anales 153
utiliza térmicos muy parecidos a la tabula pontificum. Cf. también Jocelyn,
pág. 39.
92 C ic e r ó n , El orador 109,183-184.
INTRODUCCIÓN 23
haya utilizado las tmesis tan radicales que se le han atribuido93,
pero sí ciertos grecismos94.
Son numerosísimos los recursos literarios a los que acudió
Ennio95; entre las figuras fónicas96, existen rimas internas97
y aliteraciones98. El símil, la metonimia y la metáfora99
aparecen, por supuesto, también entre sus versos. De
entre sus obras extrajo numerosas sentencias la posteridad,
sobre todo las escuelas de retórica100.
Fundamental, como ya se ha visto, es la contribución de
Ennio a la métrica latina: adoptó el hexámetro101 y otros
versos que, aunque se emplearan con ciertas características
especiales en estos primeros estadios, acabarían conformando
una parte esencial de la literatura latina.
d) Pervivenda
La fortuna de los textos de Ennio y su influencia en autores
posteriores fueron muy variadas: entre los romanos su
presencia es constante, a pesar de las diferencias, a veces
93 Espurios V y VI.
94 Como los finales homéricos en Anales 120 o expresiones como dia
dearum (19) y vicit Olympia (523); sobre estas y otras particularidades en
Anales cf. Skutsch, págs. 66-67. También son dignos de mención los
compuestos formados por el poeta por analogía con el griego: altivolans,
omnipotens, suaviloquens, etc.
95 Jocelyn, pág. 39.
96 Bibliografía en Facchini Tosí (1983).
97 Listadas en Jocelyn, pág. 174.
98 Obsérvense, entre muchos otros, Anales 104 o Tragedias 115.
99 Objeto de las parodias de P l a u t o .
100 Retórica a Herenio IV 4, 7; Pr in z en (1998), págs. 437-447.
101 Sobre la prosodia y la métrica heroica de Ennio cf. H el legouarc
’h (1982); Jocelyn (1972a), pág. 1018; Skutsch, págs. 46-61;
en el caso del hexámetro son llamativas la preponderancia de la cesura
pentemímera o la predilección por palabras de dos o tres sílabas al final de
verso, que tendrían amplia continuación posterior.
24 ENNIO
muy marcadas, en las opiniones que suscita. Para las literaturas
de las lenguas occidentales no podía tratarse de un autor
especialmente valorado puesto que su obra estaba ya
irremisiblemente perdida cuando estas estaban surgiendo.
Apenas algunas menciones y los testimonios de algunos
grandes autores como Boccacio o Petrarca102 atestiguan un
interés excepcional.
1. Ennio para los romanos m. Antes de ver la consideración
que tuvo Ennio entre los escritores romanos, hay que
aclarar que no todas sus obras alcanzaron la misma estima:
como comediógrafo104 casi no llega a ser reconocido, como
demuestran tanto la crítica como las escasas muestras de su
arte que han pervivido hasta la actualidad; en cambio, como
escritor de tragedias conformaría con Pacuvio y Accio la
tríada de los autores más importantes al menos hasta los últimos
tiempos de la república. Sobre todo Medea y Andrómaca
tienen una influencia duradera y muy profunda tanto
en la creación dramática posterior como en la educación retórica
de los nuevos escritores hasta la época de Augusto105.
Aparte de estas, es sin duda Anales la obra más importante
para la posteridad.
102 Cf. Suerbmjm (1972); se trata del África. Sobre otras posibles influencias
en la literatura italiana, cf. La Penna (2004).
103 Sobre la estima de los antiguos por Ennio véase en general Vahlen
, XIX-CXXXI; Skutsch, págs. 10-46; también las noticias que reúne
Gigante (1994), pero sobre todo Pr inzen (1998) —cf. la reseña a este de
T impanaro (2002) en Gnomon, 74, págs. 673-681—.
104 Cf. pág. 19 y n. 73.
105 A estas y a otras piezas ennianas se pueden remontar muchos motivos
que afloran después en poetas como Catulo, Virgilio y Ovidio. Este último
compone, precisamente, una Medea, mientras que Vario escribe un
Tiestes.
INTRODUCCIÓN 25
Para algunos autores como Cicerón o Varrón, Ennio es
el mayor de los poetas romanos. Realmente, hasta que apareció
la Eneida, cuyo débito con los Anales es manifiesto,
fue esta última obra el poema épico nacional de Roma, aunque
Virgilio lo desplazó muy rápidamente de la escuela106 y
del gusto del público. Hasta ese momento, la opinión que de
las obras de Ennio tuvieron los romanos y el empleo que hicieron
de ellas fueron muy diversos: lo conocieron, sin duda,
autores antiguos como Plauto107, Pacuvio, Terencio108,
Hostio y Accio109; Lucilio lo parodió, pero también lo apreció
extraordinariamente110, Lucrecio lo admiró como poeta111,
diversos filólogos de las dos últimas centurias antes de Jesucristo
se ocuparon de él como de un clásico112, mientras
106 Suetonio, Gramáticos y rétores 16, 3.
107 Naturalmente, alude a él y no se puede excluir de estas menciones
la parodia, pero no emite ningún juicio directo. Las imitaciones se centran
en las tragedias; es mucho más dudoso que llegara a mencionar Anales, cf.
Prinzen (1998), págs. 21-27 y 96-97.
108 Sobre este y la figura de Ennio como comediógrafo, cf. Pr inzen
(1998), págs. 14-17.
109 Que alude a Anales 620.
110 Cf. 342-343M, Marx, pág. 100, y Skutsch, pág. 11, P rinzen
(1998), págs. 98-124. Es probable que Lucilio fuera el primero en llamar a
Ennio alter Homerus, «segundo Homero» —H oracio, Cartas Π 1, 50;
una expresión que se convertiría en un tópico, cf. Davis (1987)—; no es
seguro que la intención fuera irónica. Sobre el tratamiento de Ennio en la
sátira véase además Connors (2005).
111 Obsérvese, por ejemplo, el fragmento IV del libro I de Anales, pero
existen muchos más lugares que muestran semejanzas y préstamos, cf.
Skutsch, pág. 12, también Pr inzen (1998), págs. 132-148 y Harrison
(2002) sobre el influjo de Ennio en el prólogo del De rerum natura.
112 Así Quinto Vargunteyo o Marco Pompilio Andronico (Suetonio,
Gramáticos y rétores Ií 4; VIII 2), pero también otros, cf. Skutsch, págs.
8-9.
26 ENNIO
que analistas e historiadores113 hasta el propio Livio recibieron
su influencia, y no solo desde el punto de vista estilístico114.
Especial es el caso de Cicerón, que lo admiraba sinceramente115
y gracias al cual conocemos una parte nada despreciable
de la obra de Ennio: cita los Anales unas cincuenta
veces - por lo que parece, apreciaba sobre todo a Ennio
como poeta épico116— y también con frecuencia las Tragedias,
pero conoce bien toda la obra del poeta117. También
Varrón, sobre todo en La lengua latina transmite una gran
cantidad de testimonios sobre Ennio, a quien profesaba
igualmente expresa devociónm.
Catulo se aparta del estilo de Ennio y de las grandes
obras épicas para centrarse en un nuevo estilo de poesía: naturalmente,
la valoración que hace de nuestro autor y, sobre
todo, de los seguidores de su época sufre un cambio radical119.
Durante el siglo i a. C. y según crecía la influencia de
los neotéricos, se dejaba de estimar a Ennio como representante
de un período superado. Todavía, en cambio, Horacio
lo apreciaría en general120, a pesar de algún detalle en contra.
113 Como Celio Antipatro, cf. Frontón, Carta a Marco Aurelio IV 3,
2, pág. 56 Van den Hout —studiose aemulatus; «lo imitó con empeño
»—; Pr inzen (1998), págs. 302 ss.
114 Skutsch, págs. 22-24, también Pr in z en (1998), págs. 316-322.
115 Skutsch, pág. 26; Pr inzen (1998), págs. 161-185.
116 Cf. De optimo genere oratorum II y Pr in z en (1998), pág. 38.
117 Prinzen (1998), págs. 161-185.
1,8 L ehmann (1997); Prinzen (1998), págs. 149-160.
119 Prin z en (1998), págs. 186-205; sobre el poema I de Catulo, cf. A.
Pérez Vega - A. Ramírez de Verger (2005), Catulo. Poemas, Huelva,
págs. 473-475.
120 Véase, entre otros, la influencia sobre Horacio de Anales 302, 476,
494-495; en Sátiras 1 10, 54 nos informa de que Lucilio se burlaba de ciertos
versos de Ennio. Pero véase su propio aprecio en Odas IV 8, 13 ss.;
Arte poética 56, su uso del fragmento XIII del libro Vil o su aparente
INTRODUCCIÓN 27
Virgilio, como señalan una y otra vez Servio, Macrobio
y otros, tomó de Ennio expresiones y versos casi íntegros,
pero siempre adaptados, variando al menos una palabra; en
cuanto al sentido y la ocasión en que lo utiliza, alguna vez
traslada sin más el fragmento, otras, lo transforma radicalmente121.
También transpone escenas enteras122.
En cambio, habrá otros escritores que emitirán en general
juicios negativos sobre nuestro poeta, como Propercio123
y Ovidio —Ennius ingenio maximus arte rudism—; este
proceso culminará en Séneca125, el autor que mayor desdén
muestra por la obra de Ennio: «me asombra que hombres
aceptación de la opinión de los críticos en Epistolas I I 1, 50 —a pesar de
Epístolas 1 19, 6—, cf. Sk utsch, págs. 14-15, Pr inzen (1998), págs. 245-
256 para el resto de los testimonios, y Hills (2001), sobre la influencia
del libro XVI de Anales sobre el IV de las Odas horacianas (véanse, por
ejemplo, Anales 420 y Horacio, Odas IV 7, 9-12; 403 y IV 1, 1-2, etc.).
121 Cf. Virgilio, Eneida VII 520 y Anales 144; Virgilio, Eneida IV
440 y Anales 502; de toda la influencia sobre Virgilio, cf. Skutsch, págs.
13-14.
122 Cf. los fragmentos XXII y XX1H-XXIV del libro I, el XI del II, el
VII del ΙΠ; los versos 463-467 o los fragmentos IV-V del libro XV. Véase
también en Skutsch, pág. 13-14, la anécdota siguiente, seguramente falsa:
«Una vez que Virgilio se encontraba leyendo a Ennio, y uno le había
preguntado qué estaba haciendo, le respondió: ‘busco oro entre el estiércol’
» (Casiodoro, Institutiones I 1, 8); cf. igualmente P rinzen (1998),
págs. 215-244.
123 IV 1, 61: «Ciña Ennio sus palabras con desabrida corona» —hirsuta...
corona—; parece más respetuoso en ΙΠ 3, 5-6 —«donde antes bebió
sediento el padre Ennio» (la fuente de Ja poesía épica)—, cf. Miller
(1983), Prinzen (1998), págs. 257-269.
124 Tristia II 424: «Ennio, excelso en talento, falto de arte»; cf. también
II 259 —nihil est hirsutius illis (Anales) es probablemente reflejo de
Propercio— y Amores I 15, 19. No obstante, son numerosas las veces que
Ovidio imita a Ennio, cf. Pr in z en (1998), pág. 270 n. 2; T odini (1983)
—sobre todo a propósito de Anales 8-10, 6-7 y 11 y Ovidio, Metamorfosis,
XV 385 ss.·—, y, por ejemplo, Anales 1 y 582.
125 A u l o G e lio , Noches Áticas XT! 2, 3-14.
28 ENNIO
eruditísimos y aficionados a Ennio hayan elogiado, como si
fueran excelentes, unos versos ridículos»126.
Silio Itálico127, por el contrario, estimaría tanto la obra
como al artista y llegaría a presentarlo como un personaje de
sus Púnicas'.
Pero vosotras, Calíope, conceded a esta nuestra labor
que sea capaz de trasmitir a lejanas edades las hazañas po-
[co conocidas
de un gran hombre y que consagremos el honor que merece
[un poeta.
Ennio, de la antigua descendencia del rey Mesapo
se encontraba en primera línea y las orgullosos
galas de la vidm latina adornaban su diestra. Lo envió
Calabria, tierra adusta; lo engendró la antigua Rudias,
ahora el nombre de Rudias se recuerda solo por este vástago.
Este, en vanguardia —como antiguamente el poeta tracio,
cuando Cícico atormentaba con guerras la adversaria Argo,
abandonando el plectro, disparó los dardos rodopeos—
había atraído sobre sí las miradas por haber provocado
[gran.carnicería
de hombres y el ardor de su diestra aumentaba con la maganza.
Acude a la carrera Hosto con la esperanza de alcanzar gloria
eterna
si pudiera eliminar tan gran deshonra y tira con todas sus
[fuerzas la lanza.
126 A propósito de Anales 305-308, cf. Au lo Gelio, Noches Áticas
ΧΠ 2, 4; véase también 11.
127 XII390-414; cf. A . v o n A l b r e c h t (1964), Silius Italicus, Amsterdam,
págs. 164 ss.; Be t t in i (1979), págs. 143-171.
128 La vara propia de los centuriones.
INTRODUCCIÓN 29
Sentado en una nube, se rió del esfuerzo de aquel vano intento
Apolo y dejó perderse el dardo lejos contra el viento,
y además dijo: «Has apuntado demasiado alto, joven, y demasiado
soberbio con esas esperanzas: éste es sagrado, y mis
hermanas Aónides tiene gran cuidado de él y es poeta digno
[de Apolo.
Será el primero que cante las guerras de Italia con noble
[verso,
elevará caudillos hasta el cielo, enseñará al Helicón
a hacerse eco de la música latina y no cederá en honor
o en fama al anciano de Ascra». Así habló Apolo, y a Hosto
le traspasó ambas sienes un dardo vengador.
Quintiliano observaría cierta reserva sobre él, pues afirma:
veneremos a Ennio por su antigüedad como a los bosquecillos
sagrados, en los que las encinas, grandes y viejas, ya
no inspiran tanta belleza cuanto respeto religioso129. Ni
Persio ni Lucano, a pesar de que este lo imitara en algún pasaje
13°, valoraron mucho a nuestro autor, y menos aún Estacio131
o Marcial132.
Pero durante el siglo n de nuestra era la fascinación por
todo lo arcaico llevó a muchos escritores y personas cultas a
interesarse por Ennio, como lo atestiguan las numerosísimas
alusiones que se hallan, por ejemplo, en Aulo Gelio. A esta
misma corriente se adscriben igualmente Apuleyo y Fron129
Instituciones oratorias X 1, 88.
130 Skutsch, págs. 16-17; Timpanaro (1994), págs. 331-344.
131 Silvas II7, 75.
132 VIO, 7; XI 90, 5.
30 ENNIO
tón133. El mismo emperador Adriano consideraba a Ennio
por encima de Virgilio134.
Entre los cristianos, Tertuliano lo menciona frecuentemente;
posteriormente, Claudiano se compararía con el Ennio
que celebró al Africano como perpetuador de la gloria
de Estilicón135.
De aquí en adelante cada vez son menos los escritores
que citan a nuestro autor de primera mano. Entre los que
transmiten sus textos, maneja sus obras Servio, pero Macrobio
ya depende de otros autores136, sobre todo de glosarios y
de Gelio, mientras que Nonio no dispone ya de Anales, sino
solo de algunas tragedias137. Lactancio, naturalmente, debió
de tener acceso a sus obras para transcribir Evémero, pero
no se sabe si este fiie directo o, si no, a través de qué medio
138. Las últimas muestras de conocimiento directo de Ennio
se encuentran en Ausonio, a finales de siglo rv d. C.í39.
2. Historia del texto. Con toda seguridad no hubo ningún
manuscrito de Ennio que alcanzara la Edad Media; las
citas, esporádicas, provienen de otros autores.
133 Sobre el alto aprecio que tienen en general todos estos escritores
sobre Ennio cf. Skutsch, págs. 29-31.
134 Historia Augusta, Adriano 16, 6.
135 De consulatu Stilichonis —carmina maiora c. ΧΧΙΠ—, libro III,
prefacio w . 1-24.
136 Skutsch, pág. 10, sobre su manera de citar cf. págs. 31-34; Jocelyn
(1964) y (1965).
137 Jocelyn, pág. 56; Skutsch, págs. 38-40; véanse también aquí un
análisis de la forma de citar de otos gramáticos y comentaristas: Varrón
en págs. 34-35; Festo, es decir, Verrio Flaco, en 35-38; Servio, 40-42; Cansío
y Diomedes, 42; Prisciano, 42-44, y San Isidoro, en página 44.
138 Prinzen (1998), págs. 423 ss.; sobre los primeros autores cristianos,
cf. también Ugenti (1994).
139 No en glosas interlineales al texto de Orosio, pero es materia incierta,
cf. Skutsch, pág. 10.
INTRODUCCIÓN 31
En el Medievo destaca la alta consideración en la que
tenía a nuestro poeta Petrarca140. En el siglo xvi empiezan
las ediciones de Ennio, en las que se recopilan todas las noticias
y textos de nuestro autor que presentan diversos escritores.
Robert y Henri Estienne —Stephanus— se ocuparon
de todos los antiguos poetas latinos, incluido el nuestro,
en un libro aparecido en Ginebra en 1564; Colonna —Columna—,
en cambio, se centró en Ennio y produjo una edición
excelente, muestra tanto de amplísimos conocimientos
como de excepcional juicio; salió a la luz en su ciudad natal,
Nápoles, un primer volumen con Anales y obras menores en
1585 y un segundo, al cuidado de su hijo, en 1590141. Ya antes
se empezaban a editar las obras menores en diversas antologías142.
Poco después, en 1593, aparece en Amberes el
Syntagma tragoediae Latinae del jesuíta español Martín del
Río, en el que se incluyen, naturalmente, los fragmentos de
las tragedias de Ennio143. Apenas dos años pasaron y en
1595 Merula —Van Merle— vio aparecer en Leiden su edición
de Anales144, que durante cierto tiempo se ha visto postergada
por los críticos, pero que O. Skutsch ha valorado
con toda propiedad. A lo largo de los siglos siguientes reco-
140 Cf. Suerbaum (1972).
141 Se reimprimió en Nápoles en 1599 y, más tarde, a cargo de Hessel
en Amsterdam, en 1707 acrecentado con aportaciones tomadas de Merula,
Del Rio y otros filólogos.
>42 Cf. Valmaggi (1970), págs. IX-X.
143 Se reimprimió en París en 1619-1620. En el primero de los tres volúmenes
de los que consta la obra ñguran los autores conocidos únicamente
por fragmentos con la edición de los mismos y un comentario; !os otros
dos tomos están dedicados a Séneca. Sobre esta edición véase Martos
(2006).
144 Tras la recopilación de todas las noticias antiguas sobre Ennio y su
obra, presenta el texto en cuarenta y una páginas y un copiosísimo comentario
de casi seiscientas.
32 ENNIO
gieron los testimonios de la escena romana Escríverio, con
notas de Voss (Leiden, 1620), Bothe —Ennio aparece en el
V tomo de su edición de drama romano (Leipzig, 1823)— y
Ribbeck en la primera de sus tres ediciones (Leipzig, 1852
—las tragedias en el volumen I—): las otras dos, en la misma
ciudad, datan de 1871 145 y 1897. A principios del siglo
XIX Spangenberg reeditó los Anales de Merula, pero con diversas
modificaciones; a mediados de este siglo pertenecen
las dissertationes de Ilberg y Hug, ambas de Bonn, 1852,
sobre los libros I y VII-IX respectivamente de los Anales.
Mención aparte merece la primera de las ediciones de
Vahlen (Leipzig, 1854): dedicada exclusivamente a Ennio,
comprende todo lo que queda de la obra de nuestro autor.
Tras casi cincuenta años, en 1903, vio la luz la segunda
edición, completamente renovada, que aún hoy, más de un
siglo después, sigue siendo insustituible y una referencia
constante en los estudios ennianos. Entire estos dos libros
aparecieron la recopilación de todos los fragmentos de Ennio
a cargo de Ludwig Müller (San Petersburgo, 1884)146,
los Fragmenta poetarum Romanorum de Bährens147 (Leipzig,
1886) y, y a a final de siglo, el primer volumen de Epos
de Pascoli, que recoge Anales (Livorno, 1897), y la edición
con amplia anotación de los Anales debida a Valmaggi148.
Durante el siglo xx aparecieron también los Anales de
Steuart149 y los Remains o f Old Latin de Warmington en la
145 Es esta la que, Teeditada en Hildesheim en 1962, he empleado en la
redacción de este libro.
146 Que volvió a aparecer mutatis perpaucis a cargo de Postgate en
Londres en 1894.
147 En la que incluyó los fragmentos no dramáticos.
148 Turin (1900); he manejado la reedición de 1970.
149 Cambridge (1925); véase la tajante opinión de Skutsch, pág. XII.
INTRODUCCIÓN 33
colección Loeb (Londres, 193515°): el primer volumen corresponde
a Ennio y Cecilio y en él, como es costumbre en
esta obra, los fragmentos están insertos en los textos que los
han trasmitido y se acompañan de una traducción inglesa.
Se limita a la obra dramática la edición de Klotz, Seel y
Voit (Munich, 1953), que abarca toda la poesía dramática
romana que ha quedado en estado fragmentario. Heurgon
(París, 1958-1960) se ciñó a una selección de Anales en dos
volúmenes, con traducción y anotaciones muy académicas.
Tampoco se ocupó más que de la épica Frassinetti (Génova,
1975), con edición y traducción.
De 1969 data The tragedies o f Ennius de Jocelyn, libro
ya clásico, que consiste básicamente en una edición de los
fragmentos correspondientes acompañados de un magnífico
comentario. Es una de las obras imprescindibles sobre
Ennió. Algo posterior es The Annals o f Q. Ennius de O.
Skutsch15 *, libro admirable que reúne una edición completa
de Anales y un comentario monumental. Al igual que el de
Jocelyn, se ha convertido en obra de referencia.
Traglia presentó en 1979152 un primer volumen de Poeti
latini arcaici, en el que se incluye Ennio; además de la nota
crítica previa cuenta el libro con texto latino y traducción
italiana anotados. En 1993 publicó Courtney su Fragmentary
Latin Poets, cuyos comentarios constituyen una valiosa
aportación a la comprensión de la obra menor de Ennio.
A finales del siglo xx y principios del xxi han ido apareciendo
los Annali de Flores y otros colaboradores, que
150 Con una segunda edición en 1956 y numerosas reimpresiones: la
que he utilizado, por ejemplo, es de 1988.
151 Aparecido en 1985; hubo en seguida otra reedición corregida en
1986.
152 UTET; hay al menos una ristampa de 1996, que es la que he usado.
34 ENNIO
constan de edición, traducción italiana y comentario en volumen
aparte.
3. Ennio en España153. El conocimiento de los textos de
Ennio en España ha sido muy escaso por su misma naturaleza
fragmentaria: no parece que autor alguno haya tomado
citas directamente de las ediciones de sus obras; las menciones
se basan en noticias extractadas de los autores que
trasmiten pasajes de nuestro escritor, mientras que las raras
traducciones se deben fundamentalmente a versiones de las
obras en las que se insertan las palabras del poeta. Las razones
por las que se alude a Ennio son muy diversas154; por
una parte, ha llegado hasta la modernidad su fama como innovador
de la literatura latina, predecesor de Virgilio155 y
autor venerable, al que profesaban admiración los mismos
romanos; por otra, los ejemplos espigados por los gramáticos
latinos siguen sirviendo a preceptistas y filólogos, que
los reproducen y, en algún caso, los traducen.
153 El presente apartado se basa completamente en Martos (2007),
que, a su vez se fundamenta en parte en el clásico M. Menéndez Pelayo
(1953), Bibliografia hispano-latina clásica, Madrid, vol. ΠΙ, págs. 320-
329, y Campa (1980), completados y ampliados con información extraída
de Real Academia Española —www.rae.es—, Banco de datos. Corpus diacrónico
del español (CORDE), y Biblioteca virtual Miguel de Cervantes
(www.cervantesvirtual.com).
154 C am p a (1980), pág. 144, clasifica las citas de Ennio en la preceptiva
literaria de los siglos xvi y xvu en cuatro grupos: «Ennio promulgador
de sentencias; parangón poético; precursor del teatro; y Ennio y la dignidad
de la poesía».
155 Véase, por ejemplo, más adelante la cita de Samaniego y, aunque
no se refiere a la literatura española, G. H ighet (1978), The Classical
Tradition = La tradición clásica, [trad. A. Alatorre], 2 vols., México, vol.
I, págs. 252 y 389 η. 80.
INTRODUCCIÓN 35
En la Edad Medía, Alfonso X en la cuarta parte de la
General Estoria (c. 1280156) trasmite las noticias de San Jerónimo
sobre Ennio157; posteriormente lo cita el marqués de
Santillana como gran poeta en su Carta Prohemio al Condestable
Don Pedro de Portugal. Juan de Mena (1411-
1456) en Laberinto de Fortuna o Las trescientas lo admite
entre los mayores poetas en la estrofa 123. En 1494 se publicó
en Zaragoza una traducción anónima de De claris mulieribus
de Boccaccio —De las mujeres ilustres en romance—
en el que figura un gran extracto del Evémero enniano
con diversas consideraciones158.
Antonio de Nebrija, mientras tanto, iniciaría las menciones
a las obras de Ennio por sus peculiaridades gramaticales
tanto en su Traducción de Introductiones Latinae de 1481
como en el Vocabulario español-latino de 1495 y en la
Gramática Castellana de 1492: en los tres presenta como
ejemplo de onomatopeya el verso 451 de Anales. Importancia
mucho mayor tendría en el Universal vocabulario en latín
y en romance de Alfonso de Palencia159, en el que figu-
156 Fol. 257r. Ed. Pe d r o Sá n c h e z -P r ie to B o r ja (2002), Alcalá de
Henares, Universidad de Alcalá (CORDE).
157 Cf. notas 14 y 22.
158 Evémero 64-82 y ss.
159 Sevilla, 1490. El texto utilizado es de G. Lozano Ló pe z , Hispanic
Seminary of Medieval Studies (Madison), 1992 (CORDE). La Real Academia
Española ya había publicado una edición facsímil en dos volúmenes
en Madrid en 1967; útil instrumento para manejar la obra es J. Μ. Hnx
(1957), «Universal vocabulario» de Alfonso de Palencia: registro de sus
voces ¿«ternas, Madrid, Real Academia Española. Una introducción a la
vida y obra del autor se puede encontrar en el prólogo a la edición de B.
T ate, J. L awrence (1998), Alfonso de Palencia, Gesta Hispaniensia ex
annalibus suorum dierum collecta, 2 vols., Madrid, Real Academia de la
Historia, vol. I, págs. XXXV-LV; sobre el Universal vocabulario, cf. H.-J.
N iederehe (1986), «Das Universal Vocabulario des Alfonso de Palencia
36 ENNIO
ran numerosas referencias a Ennio procedentes de obras de
gramáticos160, sobre todo de las excerptas de Festo obra
de Paulo161 y, en menor medida, de Nonio.
Entre los testimonios más importantes de interés por
nuestro poeta figura el de Antonio Agustín (1517-1586) que
en sus Misceláneas filológicas (Veterum scriptorum fragmenta)
162 ha dejado manuscrita una colección de fragmentos
de Ennio acompañados por breves noticias de su procedencia
en ciertos casos, lecturas divergentes y estudio métrico.
Dentro del siglo xvi mencionan a Ennio Fray Antonio
de Guevara en el prólogo de Menosprecio de corte y alabanza
de aldea, el doctor Huarte de San Juan en Examen de
ingenios para las ciencias163, Jerónimo de Lomas Cantoral
en el prólogo de sus obras l64> y en 1585, en el Canto de Caliope
del sexto libro de La Galatea, Cervantes, que lo nombra
entre los más excelsos poetas de la Antigüedad:
Mi nombre es Calíope; mi oficio y condición es favorecer
y ayudar a los divinos espíritus cuyo loable ejercicio
(1490) un seine Quelle», en A. Quilis, H.-Ι. N iederehe (dirs.), The History
o f Linguistics in Spain, Amsterdam, págs. 39-54.
160 Paso por alto la cuestión de las fuentes por las que los conoce Patencia
y, en definitiva, si leyó las obras clásicas directamente o por medio
de otras; véase Niederehe (1986).
161 Son más de cincuenta las veces que Palencia cita a Ennio.
lfô 7902, págs. 477-539, de la Biblioteca Nacional, ya citado por Men
é n d e z P e la y o , aunque con signatura antigua. Sobre este manuscrito
véase J. C. M i r a l l e s M a ld o n a d o (1994), Los fragmentos de Lucilio en
la ‘edición ' inédita de Antonio Agustín: estudio y comentario, tesis doct.,
Universidad de Murcia. En su redacción colaboraron con Agustín otros
humanistas, especialmente Gabriele Faemo, que se ocupó de la métrica.
163 Capitulo XIII a propósito de Fabio Máximo y Anales 363. La obra
se publicó en Baeza, 1575; cf. J. Huarte d e San Ju a n (1977), Examen
de ingenios para las ciencias, ed. E. T orre, Madrid, Editora Nacional,
pág. 17.
164 De 1578, cf. Campa (1980), pág. 148 y n. 20.
INTRODUCCIÓN 37
es ocuparse en la maravillosa y jamás como debe ser alabada
ciencia de la Poesía: yo soy la que hizo cobrar eterna
fama al antiguo ciego natural de Esmima, por él solamente
famosa: la que hará vivir el mantuano Títiro por todos los
siglos venideros, hasta que el tiempo se acabe; y la que
hace que se tengan en cuenta, desde la pasada hasta la edad
presente, los escritos tan ásperos como discretos del antiquísimo
Enioi65.
También lo citan Alonso de Valdés en 1591, en un prólogo
a las Diversas rimas de Vicente Espinel166, Alonso López
Pinciano en Philosophia Antigua Poética (1596)167 y
Lope de Vega en Roma abrasadam y en Laurel de ApoloI69.
Pocos años más tarde, en 1602, Luis Alfonso de Carvallo
en Cisne de Apolo cita a Ennio como ejemplo tanto de la
honra que puede ofrecer el ejercicio de la poesía como de
particularidades de estilo170. Entre otros autores que mencionan
a nuestro poeta por esta época, destacan Juan de la
Cueva en su Ejemplar poético, Rodrigo Caro en Dias genia-
165 Reflejo de la opinión de O vidio, Tristia II424.
166 Vicente E spinel (1980), Diversas Rimas, ed. A. Navarro González
y P. González Velasco, Salamanca, págs. 48-51; cita a Ennio en
págs. 49 y 50.
167 A. Carballo P icazo (1953), Madrid, CSIC, 1228; III 196.
168 Acto II, w . 436-437.
169 C. A. de la Barrera y L eirado (1815-1872), Catálogo bibliográfico
y biográfico del teatro antiguo español: desde sus orígenes hasta
mediados del Siglo XVIII, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes,
1999 (= Madrid, Tamesis Book Limited, 1968, edición facsímil de:
Madrid, Imprenta y Estereotipia de M. Rivadeneyra, 1860).
170 Luis A l f o n s o d e C a r v a l l o , Cisne de Apolo, ed. A. P o r q u e r a s
Mayo (1958), 2 vols., Madrid, CSIC, vol. I, pág. 56, líneas 1-4; vol. Π,
pág. 140, líneas 1-5 (Anales 451); vol. II, pág. 201, línea 10 (Fragmentos
que podrían pertenecer a Anales 19).
38 ENNIO
/es171 y Tirso de Molina en Los cigarrales de Toledo112. Influjo
más profundo tiene Ennio en las Cartas filológicas de
Francisco Cascales173 (Murcia, 1634); aparece, en efecto,
una mención al poeta de Rudias en la dedicatoria174, pero
también en otras partes de la obra y en otros libros175.
Durante el siglo xvin continuarían las citas de Ennio
como paradigma de los más grandes literatos y, sobre todo,
continuaría la reproducción de sus textos como ilustración
de diversas figuras poéticas: así hace Samaniego en su Versión
parafrástica del «Artepoética» de Horacio176, Leandro
Fernández de Moratín177, Gregorio Mayans y Sisear en su
Retórica (Anales 451)178 o Luzán en La poética (1737) 179.
Por otra parte, aparecen algunas versiones de autores
que citan a Ennio; entre estas, los Oficios y Diálogos de Ci171
Cf. J.-P. Ettenvre (1978), Rodrigo Caro. Días geniales o lúdricos,
2 vols., Madrid, Espasa Calpe, Clásicos Castellanos, vol. II, pág. 71; cf.
Anales 309.
172 En el «Cigarral primero»; cf. Tirso d e Molina (1996), Cigarrales
de Toledo, ed. L. V ázquez Fernández, Madrid, pág. 229; lo cita como
ejemplo de dramaturgo griego (!).
173 Edición de J. García Soriano (1961, 1952, 1954 [= 1930-1941]),
Francisco Cascales. Carias filológicas, 3 vols., Madrid, Espasa-Calpe,
Clásicos Castellanos; véase asimismo S. I. Ramos M aldonado (2004),
Francisco Cascales: Epigramas. Paráfrasis a la «Poética» de Horacio.
Observaciones nuevas sobre gramática. Florilegio de versificación, Madrid,
Akal, Clásicos Latinos Renacentistas, págs. 9-25 y 85-87.
174 Tragedias 349 en vol. I págs. 6-7 de G a r c ía So r ia n o .
175 Florilegio de versificación 25, pág. 221 Ramos M aldonado (Anales
330) y 47, pág. 228 Ramos M aldonado.
m Π 17-21.
177 En Orígenes del teatro español, reproducido dé la edición de París,
1834.
178 Libro ΙΠ, cap. V «De los tropos», 79.
179 Refiriéndose a Horacio, Sátiras I 10, 54; cf. Poética, libro I «Del
origen, progresos y esencia de la poesía», capítulo II «Del origen y progresos
de la poesía».
INTRODUCCIÓN 39
cerón de Francisco Támara180 (Valencia, 1774), que traduce
en verso castellano varios pasajes de Ennio. No es el único
caso que se publica en este siglo: en El Censor181 (Madrid,
1786) figura Tragedias 343—y en los Oficios de Cicerón,
obra de Manuel Valbuena (Madrid, 1788), otros varios
versos.
En cuanto a los estudios, hay que señalar el Ennio de
Balcells182, que constituye una meritoria presentación del
poeta y su obra según las ediciones más prestigiosas del momento,
con selección de fragmentos y su correspondiente
traducción. Incorpora asimismo datos sobre las obras que
faltan en otros estudios con mayores pretensiones. Tampoco
ha habido muchas ediciones o traducciones de Ennio en España.
En 1984 publicó Segura Moreno en Alma Mater la
obra completa de Ennio con texto latino y traducción española183
y en 2000 apareció el útil estudio de Masiá sobre varias
tragedias de Ennio, con recopilación de fuentes y comentarios.
e) Nota sobre la presente edición
Para la presente traducción no he tomado un solo texto
como base, sino tres: Skutsch para Anales, Jocelyn para
Tragedias y Vahlen para el resto de las obras. Las dos primeras,
como se puede observar, son parciales, la única edi180
Cf. Menéndez Pelayo (1953), vol. III, págs. 322-325, en las que
recogen todos los textos traducidos; en la página 24 figuran, además, unos
«metros de Ennio».
181 De autor anónimo; Menéndez Pelayo (1953), pág. 326 anota:
«¿Cañuelo, Pereira?».
182 J. Balcells Pinto (1914), Ennio. Estudio sobre la poesía latina
clásica, Barcelona.
183 Para un juicio sobre este libro véanse F lo r e s (2000), pág. 25, y sobre
todo S u e r ba um (2003), pág. 150.
40 ENNIO
ción completa es la tercera. El motivo para esta elección es
que, aunque la espléndida segunda edición de Vahlen cubre
toda la obra de Ennio y sigue siendo en gran parte irreemplazable
—y, por tanto, se ha tenido en cuenta siempre—,
las de Skutsch y Jocelyn, más modernas y con excelentes
comentarios incorporan, además de la impresionante labor
de sus autores y de la recopilación de materiales que ya
efectuaron Vahlen y otros, buena parte de la crítica y la investigación
del siglo XX.
Para evitar dificultades con el uso de tres ediciones, que
no son siempre equivalentes, se han incorporado referencias
internas sistemáticas y unas tablas de concordancias entre
una edición y otra. Así, en las dos primeras partes de esta
traducción, a la numeración de los versos de Skutsch (Anales)
y Jocelyn (Tragedias) le siguen la correspondiente de
Vahlen, entre paréntesis y con la inicial V; en Tragedias,
además, he añadido la numeración de la tercera edición de
Ribbeck —con R—. Aquellos fragmentos que Jocelyn decidió
no editar, pero aparecen en Vahlen se reúnen en el apartado
Fragmentos excluidos. El volumen acaba con concordancias
entre la segunda edición de Vahlen y las de Skutsch
y Jocelyn.
La traducción de cada uno de los fragmentos está enmarcada
en el texto en el que se ha trasmitido, que, a su vez,
se distingue del de Ennio por el cuerpo de la letra. Los autores
en los que se insertan los versos ennianos proporcionan
muchas veces noticias preciosas sobre el autor y la obra a la
que pertenecen y en innumerables ocasiones ofrecen en sus
propias palabras datos fundamentales para situar el texto. El
procedimiento, por tanto, de presentar tanto la parte de Ennio
como la del escritor que lo ha citado —al estilo de la
edición de Warmington, por ejemplo— aporta una información
valiosísima para comprender y localizar los fragmenINTRODUCCIÓN
41
tos. Aunque he acudido con cierta frecuencia a traducciones
anteriores para comprobar las propias, todas las versiones,
de cualquier autor y cualquier obra, que aparecen en este libro
son originales. Si bien no parece estrictamente necesario
en una traducción y sin pretensión ninguna de exhaustividad,
he añadido notas sobre métrica en Tragedias y Otras
obras1S4.
En cuanto al sistema para citar textos, he seguido básicamente
el de las ediciones originales185: téngase en cuenta
que las citas de Nonio, aunque se basan en la edición de
Lindsay (Teubner), se refieren a la paginación de Mercier;
para los gramáticos se emplean el número de volumen y de
página de Keil, aunque, en el caso de Carisio se han añadido
los números de página de Barwick (Teubner); en cuanto a
Festo —y Paulo— se cita siempre la edición de Lindsay
(Teubner) por el número de página y de línea. Para Servio
he manejado la edición de Thilo-Hagen; para Macrobio, la
de Willis (Teubner); por lo que se refiere a Lucilio, aparecen
tanto el número de verso de Marx como el de Krenkel.
En general me he atenido rigurosamente a las ediciones
indicadas y he traducido los textos que se presentan en ellas.
He optado por no alterar la atribución a una obra u otra que
hubieran realizado Skutsch, Jocelyn o Vahlen, según el caso;
esto no quiere decir, naturalmente, que no sea ésta frecuentemente
materia muy dudosa, según se refleja en las notas
correspondientes. En cambio, sí me he apartado del texto
en unas pocas ocasiones que se detallan a continuación:
184 En realidad me limito a señalar el metro original cuando está razonablemente
claro; lógicamente he omitido los hexámetros de Anales.
185 Véanse las colecciones de textos utilizadas en Skutsch, págs. 68-
69 o Jocelyn, págs. 429-432.
42 ENNIO
Anales
25 (28V) saevo Junius: suo codd. : damnauit Skutsch: sos
Némethy et Havet.
58 (52V) nunc sancta Stephanus et Columna: fsanenetat
Skutsch.
74 (79V) In monte Vahlen: In fmonte Skutsch | se devovet
atque B: sedet atque Skutsch.
81 (86V) pictis codd. : pictos F. Brown, A. Cameron.
99 (104V) (Te Mauors, te) om. codd. : add. Skutsch,
200 (202V) uietae Scaliger: fuia Skutsch.
208 (215V) cum Ciceroni tribuit Skutsch.
209 (216V) quisquam erat Ciceroni tribuit Skutsch.
313(313V) reddidit e summo regno ut famul infimus esset
Vahlen: reddidit f summo regno famul fut f optimus
esset notauit Skutsch.
321 (324V) debil Lipsius: fdebilo Skutsch.
393 (403V) galea Bergk. galeae mss.
588 (577V) populea fruns Vahlen et edd. plerique: frun Skutsch.
605 (599V) quem non virtutis egentem Vahlen et edd. plerique:
(quem) non virtutis egentem Skutsch.
Fragmentos de obras desconocidas que podrían pertenecer a Anales
1 (Seen. 424V) nil morares? accipe Vahlen : f illi morare sed accipite
Skutsch.
Tragedias
5 (4V) nam consiliis ius Timpanaro: fnam consiliusf
Jocelyn.
102 (103V) tabetne Lipsius; numeros ed. pr.: tquid fit seditio
tabesne an numerosf augificat fsuosf Jocelyn.
1 1 0(104 V) conatu trahens Lipsius: f conatur trabemf Jocelyn.
113 (115V) squamae scabrent Mercerus: fquam excrabentt
Jocelyn.
116(116V) f e r am codd.: jf e ram t Jocelyn.
INTRODUCCIÓN 43
153 (158V) vi sumina Delrius et Mercerus: |e i summaf Jocelyn.
175 (206V) vide hunc meae in quem Mercerus: fvide hinc
meae inquamf Jocelyn.
204 (225V) delinquis Stephanus: fdelinquasj Jocelyn.
238 (256V) exanimata eliminas Mercerus: exanimatam eliminat
Jocelyn: exanimata elimina codd.
244 (279V) Mede] Ifmedef Jocelyn | Colchis Lipsius: cordis
codd.
248 (289V) certatio hic est nulia Passeratius, cf. Terentius,
Hecyra 650: fcerto hic est nullaf Jocelyn.
254(300V) animatum addecet L. Carrio: animatum adiecit
codd. : damnavit Jocelyn.
255 (301V) innoxium stare Bentley et Bücheler coll. Cic. Luc.
45, 137: innoxium vocare codd. : damnavit Jocelyn.
257 (303V) aliae codd. : faliaef Jocelyn.
259 (298V) (mente) post stultus est qui cupida add. Vahlen:
fstultus est qui cupidaf Jocelyn.
260 (304V) crede te Haupt: credere codd. : tum tu iste credere
damnavit Jocelyn.
21A (326V) gratia ecstet Ribbech g. adsit uel astet Bücheler:
g. ea est libri: fgratia ea esff Jocelyn.
281 (330V) cedo et caveo cum vestitus def. Vahlen, pág. 181:
damnavit Jocelyn.
286 (338V) illam mihi codd. : tiliam mihif Jocelyn.
353 (389V) locavit Ribbeck: locavi codd.
359 (Var. 57V) haec propter codd. : fhaec propterf Jocelyn.
360 (Var. 58V) qua codd.: fquaf Jocelyn.
364 (150V ) quia Ribbeck: quid codd.
371 (419V) e spe q. i. successit Ribbeck. spe q. i. succenset
codd. et Vahlen: fspef q. i. succenset Jocelyn.
372 (421V) faxis musset Ribbeck {jam antea facimus musset
Turnebi codex): ^facimus etf Jocelyn.
388 (228V) antistat loco: Vahlen: antestat: loco Jocelyn.
44 ENNIO
Sátiras
2 des codd. : des (des) codd. recc.
17 alterius abligurris cum Courtney: cum alterius abligurias
Leidensis.
18 ill* tristist] ille tristis est codd.
61 si Usener: qui codd.
64 nisi codd. : nisi si add. Vahlen.
Gastronomía
36 Ambraciai Salmasius: ambraciae finis codd.
En cuanto a los autores modernos, cito, en general por
apellido y año de publicación, salvo en las ediciones básicas
—Vahlen, Skutsch, Jocelyn, Warmington—, en los que omito
este último dato: el lector en estos casos ha de entender que
se trata de V a h l e n (1903); Sk u t s c h (1986); Jo c e ly n
(1969); W a rm in g to n (1956). He procurado no utilizar abreviaturas
ni en los títulos de las obras, ni en las publicaciones
ni en los nombres de autores; obsérvense tan solo GL = H.
Ke il , Grammatici latini, VIII vols., Leipzig, 1855-1880; RE
= A. Pauly - G. W is sow a , Real-Encyclopädie der classischen
Altertumswissenschaft, Stuttgart, 1893 - 1972.
Para concluir, deseo expresar mi sincero agradecimiento
a Nieves García Cantos y a Ana Pérez Vega por la ayuda
que me han prestado.
BIBLIOGRAFÍA
Aunque no tanto como la de otros autores clásicos, la bibliografía
sobre Ennio es bastante amplia: además de los medios usuales
y de las ediciones de S k u t s c h y Jo c e l y n para las obras antiguas
—este último, por ejemplo, reúne toda lo esencial del siglo
XIX—, trata de los estudios publicados en el siglo xx S u e r b a u m
(2003), que presenta, además de una recopilación de todas las publicaciones
sobre Ennio en el siglo pasado, ordenadas cronológicamente
y acompañadas de un pequeño resumen de cada una, una
clasificación por pasajes, obras y temas de los que trata. Solo sobre
tragedias y pretextas véase también M a n u w a l d (2001a),
págs. 112-158. Por otra parte, las obras que aparecen en el siguiente
listado no constituyen más que una pequeña selección:
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INTRODUCCION, TRADUCCION Y NOTAS DE
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EDITORIAL GREDOS
BIBLIOTECA CLASICA GREDOS, 352.
Año: 2008

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