viernes, 9 de diciembre de 2016

BORGES PROFESOR. Curso de literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires


Miércoles 7 de diciembre de 1966. Clase Nº 22

Vida de William Morris. Los tres temas dignos de la poesía.                                 El Rey Arturo y el mito del regreso del héroe.                                              Intereses de Morris. Morris y Chaucer.                                                               "The Defence of Guenevere".


Hoy hablaremos de un compañero de Rossetti que participó asi-mismo en la Pre-Raphaelite Brotherhood, en la Hermandad Pre-rrafaelista. Es el poeta William Morris. Sus fechas son 1834 y 1896. Fue muy amigo de Rossetti, de Burne-Jones, de Swinbur-ne, de Hunt y de otros miembros del grupo. Morris fue un hom-bre esencialmente distinto de Rossetti. Sólo se parecieron en el hecho de que ambos fueron grandes poetas. Pero Rossetti, como ya hemos visto, era un hombre neurótico que llevó una vida trá-gica, a quien le ocurrieron hechos trágicos. Básteme recordar el suicidio de su mujer, su soledad final, su retiro final, y más vero-símilmente su propio suicidio. Dicen además que Rossetti no fue nunca a Italia —insistía en ser inglés— y que oralmente, nunca por escrito, abundaba en el cockney, el slang de Londres. Y sin embargo se sintió encerrado en Inglaterra, aunque en Italia sin duda se hubiera sentido desterrado de Londres, una ciudad que él quería mucho.
En cambio, la vida de Morris es la vida de un hombre casi in-creíblemente activo, interesado en muchas cosas. Y no a la ma-nera de un hombre como Goethe, por ejemplo, sino interesado prácticamente, activamente y aun comercialmente. Y si William Morris no hubiera ejercido el arte de la poesía, se lo recordaría todavía por sus muchas y enérgicas actividades en otros campos.
El apellido "Morris" es un apellido galense. El hecho parece no ser importante, pero luego veremos que hay algo paradójico en esta circunstancia, ya que William Morris acabó escribiendo en un inglés casi puramente sajón —dentro de lo que era posible hacer en el siglo XIX— e introdujo —o quiso introducir— voces escandinavas en el inglés literario de su tiempo. Morris pertene-cía a una familia de lo que llamaríamos hoy la clase media.
Morris nació en las cercanías de Londres, estudió arquitec-tura y dibujo, y luego se dedicó a la pintura. Pero la mente de Morris era demasiado curiosa para detenerse mucho tiempo en una actividad. Se educó en Oxford, fue uno de los colaborado-res del Oxford's Magazine, donde publicó poemas y cuentos.  Y según Andrew Lang, el ilustre crítico y helenista escocés, esas primeras producciones, hechas casi al azar de la pluma, escritas casi con indiferencia, como quien se abandona a un placer y no como quien ejecuta una labor escrupulosa, se cuentan entre las más felices suyas. Ya veremos algunas hoy. Aquí he traído un ejemplar de su primer libro, The Defence of Guenevere, La de-fensa de Ginebra.  Ginebra es —"Genoveva" sería otra forma del nombre, supongo— la mujer del rey Arturo, y una versión de sus amores con Lancelote es lo que llevó a Paolo y Frances-ca, según imagina Dante, a cometer su pecado. Es decir, William Morris empieza sus poemas con los temas de lo que se llamó en la Edad Media la "matière de Bretagne". Hay unos versos de un poeta francés cuyo nombre he olvidado que afirman que hay tres temas dignos del poeta,  y que esos temas son: "la matière de France" —es decir la historia de Rolando, de Carlomagno, de sus pares, la batalla de Roncesvalles —. Luego "la matière de Bretagne": la historia del rey Arturo, que combatió contra los sajones a principios del siglo VI y a quien se atribuyeron después muchas de las hazañas de Carlomagno, de suerte que el rey Ar-turo en la leyenda fue siendo, como Carlomagno casi lo fuera, una suerte de rey universal. Y le atribuyen asimismo la inven-ción de la mesa redonda, una mesa hecha para que no hubiera ca-becera, para que no hubiera ninguna primacía entre quienes la rodeaban, y que se adaptaba mágicamente al número de comen-sales: se achicaba cuando eran seis y podía agrandarse para hos-pedar cómodamente a sesentaitantos caballeros. Luego, también forman parte de la leyenda de la "matière de Bretagne" las histo-rias relativas al Santo Grial, es decir, a la copa que contenía el vi-no que tomó Jesús durante la Ultima Cena. Y en esa misma co-pa —la palabra "grial" está relacionada con la palabra "cráter", que también tiene la forma de una copa—, en esa misma copa Jo-sé de Arimatea habría recogido la sangre de Cristo. En otras ver-siones de la leyenda, el Grial no es una copa, es una piedra pre-ciosa sobrenatural que los ángeles traen desde el Cielo. Y los ca-balleros del rey Arturo se dedican a la busca del Santo Grial. Lancelote pudo haber alcanzado esa copa, pero él no mereció al-canzarla porque él había pecado con la mujer de su rey. Y así es que un hijo suyo, Sir Galahad, el Galeotto  de los famosos ver-sos de Dante, fue el que llega a poseer la copa. En cuanto al rey Arturo, se le atribuyen doce batallas contra los sajones. Él habría sido vencido en la última. Esto llevó inevitablemente en el siglo XIX a la identificación del rey Arturo con un mito solar: el nú-mero doce es el número de los meses. Y en la última batalla él habría sido derrotado, herido y llevado por tres mujeres enluta-das en un esquife negro a la isla mágica de Avalón,  y durante mucho tiempo se creyó que iba a volver para socorrer a su pue-blo. Lo mismo se dijo en Noruega de Olaf,  a quien se llamó Rex perpetuas Norvegiae. La misma creencia de que iba a volver la encontramos en Portugal. Pero ahí el personaje es el rey Don Se-bastián, vencido por los moros en la batalla de Alcazarquivir,  y que volverá algún día. Y es curioso que esa creencia mística, el sebastianismo, la idea de un rey que volverá, se encuentra asi-mismo en el Brasil: hubo a fines del siglo pasado un tal Antonio Conselheiro entre los "jagunços", los gauchos del norte del Bra-sil, que también dijo que volvería Sebastián.
Todo esto, la "matière de Bretagne", forma un conjunto de leyendas que no fueron ignoradas por Shakespeare y fueron tra-tadas por William Morris y por su ilustre contemporáneo Tennyson, aquel Tennyson amigo de Browning, de quien no tendremos tiempo de hablar.
Había una tercera materia permitida a los poetas de la Edad Media. El verso dice "de France, de Bretagne et de Romme la grant".  Pero la materia de Roma no era solamente la historia romana, sino —porque Eneas era troyano— la historia de Tro-ya, la historia de Alejandro Magno. A Alejandro Magno se le atribuye el deseo de conquistar el Paraíso, después de haber con-quistado la Tierra. Y en la leyenda Alejandro llega a una alta mu-ralla, y desde la muralla dejan caer un grano de polvo, y enton-ces Alejandro comprende que ese grano de polvo es él, es la ma-teria a que quedará reducido finalmente —corresponde a los seis pies de tierra que el rey sajón promete al rey noruego en la ba-talla de Stamford Bridge— y renuncia a la conquista del Paraíso.
Pero volvamos a William Morris. A William Morris le tocó la época victoriana, y lo que se llamó la Revolución Industrial. Es decir, en parte, el hecho de que la artesanía comenzó a desapare-cer y a ser reemplazada por los productos de las fábricas. Y esto preocupó a William Morris, la idea de que se perdía la artesanía, es decir lo ejecutado con amor, y se reemplazaba por los produc-tos impersonales y comerciales de las fábricas. Es curioso que al gobierno inglés también le haya preocupado esto. Esto lo vemos en el caso de Lockwood Kipling,  padre de Kipling y amigo de Burne-Jones y de William Morris, a quien el gobierno británico envió a la India para que defendiera la artesanía hindú contra la inundación de productos comerciales de la misma Inglaterra. Lockwood Kipling fue por lo demás un excelente dibujante.
Morris se interesa, pues, en la artesanía y en los gremios. Pe-ro no tanto en el sentido de que los obreros ganaran más —aun-que esto le interesó— sino en el sentido de que a los obreros les interesara personalmente su labor y la tuvieran como una espe-cie de obra de amor. Y así William Morris fue uno de los padres del socialismo en Inglaterra y uno de los primeros miembros de la "Fabian Society", de la Sociedad Fabiana, a la que perteneció Bernard Shaw, que fue discípulo suyo. La sociedad tomó ese nombre de Sociedad Fabiana porque durante las Guerras Púni-cas hubo un general al que le dieron el nombre de Fabius Cunc-tator  —era un romano—, "Fabio el demorador", pues creía que la mejor manera de vencer a los enemigos de su patria era a la manera de nuestros montoneros cuando guerrearon contra los generales de la independencia, o lo que hacen las guerrillas, o lo que hicieron los "boers" en Sudáfrica. Esto es, no ofrecer bata-lla, sino cansar a los ejércitos organizados contra los cuales lu-chaban llevándolos de un lugar a otro: cansándolos, llevándolos a lugares de malos pastos para los caballos, eso que los irlande-ses hicieron con Essex.  Entonces se funda esta sociedad socia-lista en Londres, porque los miembros de esa sociedad no creían en la revolución, creían que el socialismo debía ir imponiéndose poco a poco, sin actos forzosos.
En parte esto ha ocurrido. Estuve hace unos años en Lon-dres. Tuvieron que hacerme una pequeña operación, y cuando le pregunté al médico cuáles eran sus honorarios, me contestó que tenía que firmar un documento, simplemente, que él era un mé-dico encargado de atender y, en caso necesario, de operar a las personas que lo necesitaran dentro de cierto radio de Londres. Y que él era un empleado del gobierno. De modo que sólo corrie-ron a cuenta mía los remedios. Un pobre puede hacerse atender por el cirujano del rey.
De modo que tenemos a Morris como socialista, como uno de los padres del socialismo inglés. Además, habló muchas veces en Hyde Park para convencer a las gentes de las ventajas del so-cialismo. Dicen sus biógrafos que lo hacía con escaso tino, que una vez entró en conversación con un obrero y le dijo: "Yo he sido criado, he nacido como un caballero. Pero ahora, como us-ted ve, yo converso con personas de todas las clases". Lo cual no podía halagar al interlocutor.
Morris era —lo diré de paso— un hombre robusto, de barba rojiza, y alguien le preguntó si él era el capitán Fulano, el capitán de un barco que se llamaba, poéticamente, "Sirena". Y a él le gus-tó mucho que lo tomaran por el capitán de un barco. Luego a Morris le interesaron también las artes decorativas, las artes del carpintero, del ebanista, y fundó una firma para la decoración: Morris & Marshall, para la decoración de las casas. Y aún se en-cuentran en Inglaterra "Morris chairs", sillas de Morris, que fue-ron diseñadas y acaso ejecutadas por él, porque le interesaba el trabajo manual, le gustaba.  Siendo un escritor, le interesaba tam-bién la tipografía, y fundó la Kelmscott Press.  Yo tengo en casa algunos volúmenes de la Saga Library, que él fundó, de la Biblio-teca de las Sagas, en la que fue publicando su traducción —hecha por él en colaboración con Eírik Magnússon— de las sagas de Is-landia,  que tradujo a un inglés un poco arcaico. Luego él publi-có también una edición de Chaucer.  Chaucer fue uno de sus ídolos. Hay un libro de él que está dedicado a Chaucer. Le dice al libro que si él se encuentra personalmente con Chaucer —ha-bla con su libro como Ovidio lo hizo con alguno de los suyos— lo salude en su nombre y le diga: "O, master, who is great of heart and tongue", "Oh, maestro, grande de lengua y de corazón".  Llegó a sentir una suerte de amistad personal por Chaucer.
De modo que ahí tenemos a Morris como innovador políti-co —el socialismo era una novedad entonces—, como innovador en las artes decorativas —él edificó y dibujó muchas casas, su propia casa también, the red house, la casa roja, edificada en las cercanías de Londres, cerca del Támesis—. Y luego le interesó la tipografía también, y dibujó lo que se llama la "familia de letras". Dibujó letras latinas y letras góticas, que en inglés no se llaman así sino "black letters" "letras negras". Y tuvo, a pesar de ser un hombre esencialmente moderno, una pasión por la Edad Media. Le interesaban los instrumentos medievales de música —esos instrumentos de los cuales Morpurgo,  creo, tiene una colección en Buenos Aires—, y cuando estaba muriéndose pidió que le to-caran antiguas músicas medievales inglesas en esos instrumentos.
Una de las personas que lo quiso más fue el entonces joven Bernard Shaw, hombre no muy dado a la pasión de la amistad. Cuando William Morris murió, honrado y famoso, en el año 1896, Bernard Shaw publicó un artículo que se ha conservado, en el cual decía lo contrario de todo lo que dijeron los contem-poráneos de él: "Inglaterra y el mundo han perdido a un gran hombre" y dijo que un hombre como Morris no podía perder-se con nuestra propia m uerte, que la muerte corporal de Morris era un accidente, que Morris seguía siendo para él un amigo, un personaje viviente.
Hay un hecho en la vida de Morris que debe destacarse, y es un viaje que él emprendió, creo que hacia 1870 —tengo escasa memoria para las fechas— a Islandia. Mejor dicho, una peregri-nación a Islandia. Los amigos le propusieron un viaje a Roma, y él dijo que "no hay nada en Roma que yo no pueda ver en Lon-dres, pero yo quiero emprender una peregrinación a Islandia". Porque él creía que la cultura germánica, la cultura, digamos, de Alemania, de los Países Bajos, de Austria, de los países escandi-navos, de Inglaterra, de la parte flamenca de Bélgica, había llega-do a su culminación en Islandia, y que él, como inglés, tenía el deber de emprender una peregrinación a esa pequeña isla perdi-da, casi en los confines del círculo ártico, que produjo tan admi-rable prosa y tan admirable poesía.
Creo que ahora un viaje a Islandia es algo no demasiado he-roico, es uno de los países frecuentados por el turismo. Pero en-tonces no ocurría así, y Morris tuvo que viajar a caballo por las serranías. Morris tomaba el té con el agua que sale de los geisers, de las altas columnas de aguas termales que salen en Islandia. Y Morris visitó, por ejemplo, el lugar en que se había guarecido el prófugo Grettir,  y todos los lugares celebrados en las sagas his-tóricas de Islandia. Morris tradujo asimismo el Beowulf al in-glés,  y Andrew Lang escribió que la traducción merecía la cu-riosidad del lector, ya que estaba escrita en un inglés ligeramen-te más arcaico que el anglosajón del siglo VIII. Y [Morris] escri-bió un poema, Sigurd the Volsung,  en el que toma el argumen-to de la Volsungasaga,  el argumento que Wagner tomaría para sus dramas musicales, para El anillo de los Nibelungos.
Rossetti, a quien no le interesaban absolutamente lo germá-nico ni lo escandinavo, dijo que él no podía interesarse en la his-toria de un hombre hermano de un dragón, y rehusó leer el li-bro. Y esto no impidió que Morris siguiera siendo amigo suyo, aunque Morris era a veces un hombre de temperamento violen-to. He dicho que Morris empezó dedicándose a la poesía como un pasatiempo, y publicó cuentos, y después largas novelas es-critas en una prosa ociosa, novelas cuyos títulos ya son poemas: The Wood at the World's End, El bosque en el fin del mundo,  Story of the Glittering Plain,  La historia de la llanura resplande-ciente, etc. Y además de esos libros puramente fantásticos, que ocurren en una vaga época prehistórica y desde luego germáni-ca, escribió dos novelas para convertir a la gente al socialismo. Una, John Ball's Dream  El sueño de John Ball. John Ball fue uno de los compañeros de Tyler, uno de los que en el siglo XIV capitanearon una rebelión de los siervos, de los campesinos de Inglaterra, y llegaron a quemar palacios y residencias episcopa-les.  De modo que el sueño de John Ball es el sueño de la Ingla-terra que este rebelde obligado del siglo XIV hubiera podido so-ñar. El otro libro se titula News from Nowhere  Noticias de Nowhere. "Nowhere" es la traducción sajona de "utopía", y sig-nifica lo mismo, que no está en ninguna parte. Noticias de nin-guna parte, en las cuales escribe el mundo feliz que producirá — según él creía entonces— un régimen socialista universal. Y lue-go él publicó folletos a favor de la reforma de la arquitectura, de la mueblería. Él ejecutó además de sus óleos, que se han conser-vado, grabados en madera, dibujos; edificó y amuebló muchas casas. Tenía una suerte de actividad sobrehumana.  Y comercial-mente le fue bien porque era un buen hombre de negocios tam-bién. Es decir, lo contrario de Rossetti, el que estaba como per-dido en el infierno de Londres, como dijo Chesterton.
Los primeros poemas los publicó Morris en el Oxford and Cambridge Magazine, una revista escrita por estudiantes y para estudiantes. Y uno de sus compañeros oyó esos poemas y le dijo: "Topsy —porque así lo llamaban sus amigos, no sé por qué—, you are a great poet", "eres un gran poeta". Y él dijo: "Bueno, si lo que yo escribo es poesía, esto no me cuesta nada, no tengo más que pensarlo y dejar que los poemas se escriban". Y duran-te toda su vida él guardó esa maravillosa facilidad. Se habla de un día en el que compuso —voy a verificar la fecha— cuatrocientos o quinientos versos pareados.
Cuando escribió El Paraíso Terrenal, The Earthly Paradise, quizás su obra más importante,  y la epopeya Sigurd el Volsun-go, escribía centenares de versos todos los días. De noche reunía a su familia, los leía, aceptaba las correcciones, las modificacio-nes que éstos le sugerían, y al día siguiente retomaba la labor, y mientras tanto estaba entregado también a tejer tapicería. Dijo que un hombre incapaz de tejer con una mano y de escribir una epopeya con la otra no podía entregarse ni a la tapicería ni a la poesía. Y según parece, no se trata de una mera jactancia, sino de un hecho verdadero.
Vamos a ver ahora un episodio que primero referiré, sin du-da reformándolo al referirlo, de su primer libro.  De este episo-dio dijo Andrew Lang que tenía una bizarrerie, palabra francesa difícilmente traducible que era nueva en la lengua inglesa. Esto nos recuerda la generosa carta que Víctor Hugo escribió a Bau-delaire cuando éste publicó Les Fleurs du Mal:  "Usted ha dado un nuevo merecimiento al cielo del arte". Y algo parecido dijo Andrew Lang de los primeros poemas de Morris.
Morris supone, imagina, en este poema, a un caballero medie-val. Este caballero está muriendo, ha cerrado los ojos para morir, está muriendo en su amplia cama, y al pie de la cama hay una ven-tana. Y por esa ventana él ve su río y los bosques, sus bosques. Y de pronto él sabe que debe abrir los ojos, y entonces los abre y ve "a great God's ángel", un gran ángel de Dios. Y ese ángel, ese gran hálito, ese fuerte ángel, está contra la luz. Y la luz lo ilumina y ha-ce que sus palabras parezcan órdenes de Dios. El ángel tiene en la mano dos telas, cada una de ellas sostenida por una vara. Y una de las telas, la de color más vivo, es roja, escarlata. Y la otra, un poco menos viva, es larga y azul. El ángel le dice al moribundo que debe elegir una de las dos. El poeta nos dice que "no man could tell the better of the two", nadie pudo haber dicho cuál era la mejor de las dos. Y el ángel le dice que su destino inmortal de-pende de esta elección, él no puede equivocarse. Y si él elige "the wrong colour", se irá al Infierno, y si él elige correctamente, al Cielo. Y el hombre está media hora. Sabe que su suerte depende de ese capricho, de ese acto al parecer caprichoso, y al cabo de es-tar temblando media hora dice: "Que Dios me ayude, el azul es el color del Cielo". Y el ángel le dice "El rojo", y el hombre sabe que se ha condenado para siempre. Y entonces él les dice a todos los hombres, a los muertos y a los vivos —porque él está solo con el ángel—: "Ah, Christ! if only I had known, known, known", "¡Cristo! Si yo lo hubiera sabido, sabido, sabido". Y se entiende que muere y su alma va al Infierno. Es decir que pierde su alma, como el género humano se pierde porque Adán y Eva comieron una fruta perdida en el misterioso Jardín.
Y ahora que yo he referido [el argumento] —y esto lo hago, no porque crea que lo hago mejor que el texto, sino para que us-tedes puedan seguirlo bien—, ahora yo le pediría a alguna de us-tedes que leyera este pasaje del poema. La vez pasada conté con una excelente lectora, espero que esté aquí, o que alguna otra quiera tomar su lugar. Y en cuanto a la lectura, sólo le pido que sea lenta, expresiva, para que ustedes puedan ir siguiendo las pa-labras y oyendo la música, que es tan importante en el verso.
A ver, yo me he animado a hablar todo este tiempo. ¿Cuál de ustedes se anima?
(PASA UNA ALUMNA)

Asistiremos a la agonía de un caballero medieval.

(LEE LA ALUMNA)

But, knowing now that they would have her speak,
She threw her wet hair backward from her brow,

Her hand close to her mouth touching her cheek,
As though she had had there a shameful blow,
And feeling it shameful to feel ought but shame
All through her heart, yet felt her cheeks burned so,

She must a little touch it; like one lame
She walked away from Gauwaine, with her head
Still lifted up; and on her cheek of flame

The tears dried quick; she stopped at last and said:
'O knights and lords, it seems but little skill
To talk of well-known things past now and dead.

'God wot I ought to say, I have done ill,
And pray you all forgiveness heartily!
Because you must be right such great lords —still

'Listen, suppose your time were come to die,
And you were quite alone and very weak;
Yea, laid a dying while very mightily

The wind was ruffling up the narrow streak
Of river through your broad lands running well:
Suppose a hush should come, then some one speak:

'"One of those cloths is heaven, and one is hell,
Now choose one cloth for ever, which they be,
I will not tell you, you must somehow tell.

O sea,

Oye, supón que ha llegado la hora de tu muerte,
y tú estuvieras muy solo y muy débil; y estarías muriendo mientras

el viento está agitando la alameda,
esta agitando la corriente del río que atraviesa bien tus amplias tierras;
imagínate que hubiera un silencio,

—"Hush" es una palabra difícil de traducir—

y que entonces alguien hablaría:

Es decir, yo me equivoqué: el ángel habla antes de ser visto por el moribundo.

Una de las telas es el Cielo, y la otra el Infierno,
elige para siempre un color, cualquiera de los dos,
yo no te lo diré, tú de algún modo tienes que decirlo.

(SIGUE LEYENDO LA ALUMNA)

'"Of your own strength and mightiness, here, see!"
Yea, yea, my lord, and you to open your eyes,
At foot of your familiar bed to see

‘A great God's angel standing, with such dyes,
Not known on earth, on his great wings, and hands,
Held out two ways, light from the inner skies

'Showing him well, and making his commands
Seem to be God's commands, moreover, too,
Holding within his hands the cloths on wands;

‘And one of these strange choosing cloths was blue,
Wavy and long, and one cut short and red;
No man could tell the better of the two.

‘After a shivering half hour you said,
"God help! Heaven's colour, the blue;" and he said, "hell."
Perhaps you then would roll upon your bed,

'And cry to all good men that loved you well,
"Ah Christ! If only I had known, known, known;"
Lancelot went away, then I could tell,

'Like wisest man how all things would be, moan,
And roll and hurt myself, and long to die,
And yet fear much to die for what we sown.

Es decir:

"Tú tienes que decirlo sabiéndolo por tu propia fuerza y por tu propio poderío,
Sí, sí, mi señor —Morris usa palabras anticuadas— que tú abrieras los ojos
y al pie de tu cama familiar verías
un gran ángel de Dios de pie, y con tales matices desconocidos
en la Tierra en sus grandes alas y manos"

Es un ángel muy real, muy fuerte.

"Y los brazos extendidos, y la luz desde los cielos ulteriores mostrándolo bien."

El ángel no es un ángel nebuloso, es un ángel muy vivido.

"Y eso hacía que sus órdenes parecieran de Dios
Y teniendo en sus manos las telas sobre varas

Y una de esas extrañas telas para elegir era azul,
ondeada y larga y la otra breve y roja"

Él hace que el color más vívido corresponda a la tela más corta, un equilibrio.

"Nadie podía decir cuál era la mejor de las dos"

Luego de una media hora, más que temblorosa, trémula, dice:

"Dios me salve, el color del cielo es el azul." Y el ángel dice: "Infierno".
Entonces tú te revolverías sobre tu lecho,

Y dirías, invitarías a todos los hombres buenos que te quie-ren:
"Ah, Christ! If only I had known, known, known."

Las sílabas finales se acentúan un poco, como en Rossetti.

En la próxima clase veremos los libros más importantes de Morris, El Paraíso Terrenal y otros.

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