jueves, 11 de abril de 2024

Pedro Salinas-Guillermo de Torre Correspondencia (1927-1950) Juana María González/Carlos García (eds.) Fragmento



 Pedro Salinas-Guillermo de Torre

Correspondencia (1927-1950)

Juana María González/Carlos García (eds.)


PEDRO SALINAS

GUILLERMO DE TORRE

CORRESPONDENCIA

(1927-1950)

Juana María González/Carlos García (eds.)

Iberoamericana  Vervuert  2018

Reservados todos los derechos

© Iberoamericana, 2018

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© Herederos de Guillermo de Torre (Buenos Aires)

Introducción, ordenamiento, notas, bibliografía:

© Juana María González (Madrid), Carlos García (Hamburg)

De esta edición:

© Iberoamericana/Vervuert (Madrid/Frankfurt am Main)

ISBN 978-84-16922-82-6 (Iberoamericana)

ISBN 978-3-95487-711-9 (Vervuert)

ISBN 978-3-95487-712-6 (e-book)

Depósito legal: M 33370-2018

Diseño de cubierta: Rubén Salgueiro

Impreso en España

Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico sin cloro.


Índice

Introducción ........................................................................................ 9

Criterios de edición ...................................................................................... 27

Modo de empleo .......................................................................................... 27

Agradecimientos .......................................................................................... 28

Correspondencia (1927-1950)

1927 ............................................................................................................ 33

1928 ............................................................................................................ 45

1929 ............................................................................................................ 51

1930-1933...................................................................................................... 53

1934 ............................................................................................................ 55

1935 ............................................................................................................ 65

1936 ............................................................................................................ 77

1937 ............................................................................................................ 81

¿1937? ............................................................................................................ 87

1938 ............................................................................................................ 89

1940 ............................................................................................................ 117

1941 ............................................................................................................ 121

1942 ............................................................................................................ 133

1944 ............................................................................................................ 145

1946 ............................................................................................................ 151

1947 ............................................................................................................ 159

1948 ............................................................................................................ 161

1949 ............................................................................................................ 183

1950 ............................................................................................................ 199

Apéndice 1(1951-1969).................................................................................. 211

Apéndice 2...................................................................................................... 229

Índice de cartas y postales................................................................................ 239

Procedencia de los materiales........................................................................... 241

Bibliografía...................................................................................................... 243


Toda correspondencia es un medio idóneo para acceder a la intimidad de

quien la escribe, a la particular versión que el autor muestra de sí mismo a

su destinatario (Guillén 1986, 85). No en vano la crítica ha dedicado abundantes

estudios a la relación entre escritura epistolar y literatura (Lanson

1965; Gurkin 1982; Kauffman 1990; Guillén 1991 y 1997; Bou 1992).

El propio Pedro Salinas se ocupó del tema en su «Defensa de la carta

misiva y de la correspondencia epistolar» (El defensor, 1948), donde plantea

una pregunta fundamental: «¿A quién se dirige una carta?» (Salinas

2007c, 860). Salinas explica en su ensayo que «todo el que escribe debe

verse inclinado —Narciso involuntario— sobre una superficie en la que

se ve, antes que a otra cosa, a sí mismo» (ibid.). Escribir una carta, añade,

es un ejercicio que nos permite en primer lugar «cobrar conciencia de

nosotros» (ibid.). Las cartas tienen además un destinatario y, en ocasiones,

como ocurre con las cartas de intelectuales y artistas, tras ser compartidas

con un grupo de lectores afines, con los amigos, llegan, finalmente, a hacerse

públicas.

La lectura de la correspondencia de un escritor resulta, por otra parte,

una herramienta indispensable para conocer el entramado cultural en el que

el autor queda inscrito (su círculo de amistades, sus intereses personales, sus

lecturas) y, en muchos casos, el proceso creativo de sus obras.

Afirmaba a este respecto Enric Bou en su edición del epistolario cruzado entre

Pedro Salinas y Katherine Prue Reding, luego Whitmore (Salinas 2002, 19):

Las cartas […] sirven de depósito para fragmentos de obras (no realizadas, o

todavía gestándose) que se proyectan en ellas de forma inconsciente. Si la carta

no tuviera esa relación, como el reverso de la medalla o el síntoma de un estado

de cosas que nos atrae, no la leeríamos.

Introducción

10

Este es el caso del epistolario que nos ocupa aquí. Las cartas cruzadas

entre Salinas y Guillermo de Torre son un documento fundamental para

conocer, en parte, la relación entre ambos escritores, así como los puntos

de encuentro que hicieron que ambos compartiesen intereses intelectuales

y estéticos. Este epistolario es, asimismo, indispensable para conocer el importante

papel que desempeñó Torre en la difusión de la obra creativa de

Salinas desde el comienzo del exilio de este en 1936.

Gracias al trabajo de Torre como editor en Losada vieron allí la luz diversos

trabajos de Salinas, como La poesía de Rubén Darío. Ensayo sobre el

tema y los temas del poeta (1948) o el primer volumen de su poesía completa,

Poesía junta (1942).

Torre también hizo una gran labor de difusión de la obra del poeta a

través de sus artículos y reseñas en la prensa, incluso después de la muerte

de Salinas en 1951.

Las cartas cruzadas entre Salinas y Torre son de notable interés para investigadores

y lectores interesados por la voz epistolar de dos de las figuras más relevantes

de la cultura española de la primera mitad del siglo xx. Las misivas correspondientes

al periodo del exilio tienen además un interés particular, tanto

porque permiten vislumbrar las penurias del exiliado como porque revelan los

canales de comunicación y publicación o el entramado de las redes amistosas.

Como bien ha mostrado Mariana Genoud de Fourcade (2007), en sus

epistolarios con la mujer amada o con algunos de sus amigos, Salinas muestra

diferentes facetas de sí mismo. Esto, que quizás sea común a todas las

personas, es aún más intenso en el caso del amante, del poeta o del crítico.

En el presente caso, el aspecto más acentuado es el del productor preocupado

por el destino de sus obras. La mayor parte de las cartas versan sobre

asuntos literarios, sobre plazos de entrega y de impresión, sobre comentarios

a libros, propios o ajenos.

La relación entre los corresponsales es medida, poco propensa a la confesión,

a la intimidad, salvo a la relacionada con lo estrictamente literario, y,

cuando ello ocurre, es, en general, de parte de Salinas.

En este volumen publicamos treinta y una cartas cruzadas entre Salinas y

Torre en el periodo que va de 1927 a 1950. De ellas, veintidós son inéditas

(nueve de Salinas y trece de Torre; se trata de las cartas número 1-11, 15,

17-19, 22, 24-26, 28, 29 y 31).

Las nueve misivas restantes fueron publicadas en la revista Renacimiento

(Sevilla, 1990) y en el tomo III de las Obras completas de Salinas (2007d).

11

De las cartas aquí recopiladas, todas a las que hemos logrado acceder, tres

son anteriores al fatídico año 1936 y veintiocho, posteriores a esa fecha.

La primera misiva conservada es de 1927. En ella, Salinas agradece a Torre

el envío del primer número de La Gaceta Literaria, revista cuya fundación había

sido gestionada por Ernesto Giménez Caballero en 1926 con ayuda de Torre.

Para entonces, Torre, poeta y crítico literario, ya estaba firmemente asentado

en el campo cultural español. Había sido una figura fundamental de

la vanguardia histórica: creó el término ultraísta, luego recogido por Rafael

Cansinos Assens para designar el movimiento proclamado a fines de 1918.

En febrero de 1919, el nombre de Torre apareció al pie del primer manifiesto

ultraísta (cf. sin embargo García 2016/09) y fue uno de los representantes

principales de esta tendencia estética, de la que fue un incansable agitador.

Participó en casi todas las revistas de la vanguardia española alrededor de

1920 (Grecia, Ultra, Cosmópolis, etc.) y en varias extranjeras, como la argentina

Prisma (1921) o la francesa Manomètre (1922). Fue autor del poemario

vanguardista Hélices (1923), con ilustraciones de Norah Borges, hermana de

Jorge Luis, con quien se casará en 1928 en Buenos Aires. En 1925 publicó el

irremplazable compendio Literaturas europeas de vanguardia.

Salinas, por su parte, había compaginado en esos años sus labores docentes

como profesor universitario, especialmente en Sevilla, con su vocación

literaria, algo que seguirá haciendo en los años siguientes. De entre sus publicaciones

hasta 1927 destacan Presagios (1924), su primer poemario, que

aglutina sus principales temas de interés y que fue publicado en la Biblioteca

Índice que dirigía Juan Ramón Jiménez, a quien le unían afinidades estéticas,

y su novela Víspera del gozo (1926), publicada por la editorial Revista

de Occidente, en la línea de la prosa vanguardista que se promociona desde

dicha editorial, la colección de los Nova Novorum (López 2005).

Es de suponer que, al dedicarse ambos a la creación literaria, aunque

desde distintas perspectivas estéticas (Salinas, más próximo a las corrientes

puristas; Torre, a la vanguardia), ambos escritores se conocieron a través de

los círculos intelectuales y culturales a los que eran asiduos. Concretamente,

en su artículo «Pedro Salinas en mi recuerdo y en sus cartas», de 1953,

Guillermo de Torre recuerda el momento en el que conoció a Pedro Salinas:

¿Cuándo nos vimos por primera vez? Probablemente fue en el Ateneo, cuya

galería de retratos guardaba todavía, en los años subsiguientes a la primera guerra,

fulgor y prestancia del siglo xx y era lugar de encuentros literarios. Salinas

12

venía de París, donde acababa de pasar algunos años como lector de español

en la Sorbona —allí le reemplazó Guillén, sombra amiga, como luego habría

de sucederle en Sevilla, en Wellesley—; traducía, recreaba a Proust. Era —nos

parecía, sobre todo— un mayor. […] Salinas va y viene, más allá de las fronteras,

desde su casa nativa, en el riñón madrileño (la Plaza del Conde de Barajas,

creo recordar, a la vera de la Cava Baja y a dos pasos de mi solariega Plaza del

Cordón), pero se nos escabulle por temporadas (89).

En los años siguientes, ambos escritores seguirán manteniendo relación

con motivo de las publicaciones de Salinas en La Gaceta Literaria y por el

interés del poeta madrileño por esta publicación, que va a ser considerada

uno de los principales centros de reunión de la obra creativa de los autores

de la joven literatura. Como se verá, hubo, sin embargo, graves disensiones

entre Salinas y Gecé (Ernesto Giménez Caballero).

La correspondencia conservada entre Torre y Salinas sufre una interrupción

entre 1927 y 1928. A fines de 1927 Torre se marcha a vivir a Buenos

Aires, desde donde colaboró en la sección «Gaceta americana» de La Gaceta

Literaria. Salinas, por su parte, se traslada en 1928 de Sevilla a Madrid con un

permiso ministerial para ocuparse de la dirección de los cursos de verano del

Centro de Estudios Históricos. El poeta mantiene una estrecha relación con

la editorial Revista de Occidente, donde publica su segundo libro de poesía,

Seguro azar (1929), volumen que supone un complemento de su libro anterior

(Presagios, 1924), y se muestra cercano a la literatura de corte creacionista.

La correspondencia entre ambos autores se retoma en 1929, pero tan

solo se conserva una carta de este año [2]. En esta fecha Torre comienza a

colaborar con el Instituto de Filología de Buenos Aires, dirigido por Amado

Alonso y dependiente del Centro de Estudios Históricos de Madrid. La

relación entre Salinas y Torre se intensifica a partir de la incorporación de

este último al comité de redacción de una Historia de la Literatura, que llevaban

a cabo Aurelio Viñas, Claudio Sánchez Albornoz, Bienvenido Martín

y el propio Salinas desde 1927 por encargo de Ramón Menéndez Pidal,

y que iba a publicar la editorial Espasa-Calpe. El proyecto, sin embargo,

no se llevó a cabo.

De los años siguientes, y hasta 1936, tan solo se conoce una carta cruzada

entre nuestros corresponsales, fechada en 1935, aunque seguramente

hubo muchas más. Los años treinta fueron fundamentales para el desarrollo

de la relación entre Salinas y Torre. Tras su definitivo traslado a Madrid,

13

entre agosto y septiembre de 1930, Salinas pasó a dirigir la subsección de

Archivos de Literatura Española Contemporánea del Centro de Estudios

Históricos (Sección de Filología), creada en 1932, y su revista Índice Literario

(1932-1936). Para ello, contará con la colaboración de Torre, quien

regresa a España con su mujer en 1932. También colaboraron en la subsección

José María Quiroga Plá, María Galvarriato (cuñada de Dámaso

Alonso), María Josefa Canellada y Vicente Llorens.

Torre dejó constancia de su colaboración con Salinas en los Archivos de

Literatura Española Contemporánea en su ya citado artículo «Pedro Salinas

en mi recuerdo y en sus cartas» (1953); también lo menciona Vicente Llorens

en sus Memorias de una emigración (1975). Asimismo, Torre contribuyó

a la elaboración y publicación de la revista Índice Literario, la principal de

la sección, donde aparecieron reseñas de las más importantes obras literarias

publicadas entre 1932 y 1936. El trabajo de Salinas y Torre en el Centro de

Estudios Históricos hizo que los dos desarrollaran una serie de afinidades

comunes que van a ser fundamentales en los años posteriores de exilio.

La subsección de Archivos de Literatura Española Contemporánea (1932-

1936) tenía como finalidad, tal como informó Torre en 1953, «ahorrar trabajo

a los que vengan después de nosotros: hacer desde ahora para el siglo xxv lo

que don Ramón [Menéndez Pidal] y los suyos están haciendo para los siglos

pretéritos: archivar la historia literaria al día, recoger esos menudos datos que

luego suelen perderse» (90). Para ello, su director, Pedro Salinas, organizó el

trabajo de sus colaboradores en tres ámbitos diferentes: (i) la elaboración de

un archivo hemerográfico organizado por autores, donde se reunían recortes

de prensa con las críticas sobre las obras literarias más reseñables del momento,

fundamentalmente, narrativa, poesía, teatro y ensayo; (ii) la elaboración

y publicación de la revista Índice Literario, donde se incluían reseñas de una

selección de los libros y autores recogidos en dicho archivo y que se complementaban,

ocasionalmente, con fragmentos de críticas tomadas de la prensa,

y (iii) la elaboración de unos cuadernos monográficos sobre figuras del ámbito

literario contemporáneo de especial relevancia.

Las reseñas de Índice Literario no aparecen firmadas, pero se han podido

identificar algunas de las que escribieron Salinas y Torre. Nos ocupamos en

detalle del tema, así como de las numerosas aportaciones de ambos a esa

publicación, en el «Apéndice» que precede a la «Bibliografía».

Como hemos visto, Salinas contó con la ayuda de diversos colaboradores

para la elaboración de las reseñas de Índice Literario; sin embargo, si el autor

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o la obra reseñada eran especialmente relevantes, solía ocuparse él mismo de

comentarlos. Este es el caso, por ejemplo, de la segunda edición de Cántico,

de su amigo Jorge Guillén. En una carta de 22 de enero de 1936 dice así

Salinas a su amigo (Salinas 2007d, 491):

Mi querido Jorge:

Te escribo avergonzado, con la conciencia llena de remordimientos, de excusas,

de perdones. Te lo explicarás fácilmente: acabo de escribir un artículo sobre

Cántico, para el Índice.

La relación personal entre Salinas y Torre debe de haber sido muy estrecha

especialmente en los años treinta, aunque no quede constancia de

ello en esta correspondencia, quizás precisamente debido a la asiduidad del

contacto personal. Conjeturamos que Torre se habrá servido de su experiencia

en la sección de Archivos de Literatura Española Contemporánea

para abordar otros proyectos posteriores, como su Almanaque Literario de

1935, publicado en colaboración con Miguel Pérez Ferrero y Esteban Salazar

y Chapela por la editorial Plutarco, cuyo objetivo era mostrar un

registro anual de la vida intelectual y literaria del año anterior, en este caso

1934. Aunque originalmente se había previsto sacar un número por año,

la publicación no prosperó, entre otras razones, a causa del estallido de la

Guerra Civil. Dedicamos al volumen un apartado en el capítulo «1935».

En 1931, Salinas publica su tercer libro de poesía: Fábula y signo, prolongación

de Seguro azar, y en 1933 La voz a ti debida, que lo consagrará

definitivamente como poeta. Torre dedicó algunos de sus artículos a este

último libro, como el publicado en Luz el 14 de febrero de 1934. En 1936

Salinas publica Razón de amor, el último libro de poesía que aparece en España

antes de su exilio en Estados Unidos.

Antes de marcharse, Salinas ejerce como secretario de la Universidad

Internacional de Santander, de la que había sido promotor principal. Torre,

a su vez, apoyó este proyecto mediante su labor periodística: véase, por

ejemplo, su artículo sobre dicha universidad en Diario de Madrid el 9 de

mayo de 1935, reproducido en este volumen. En él Torre indica que esta

universidad aspira «no sólo a romper la incomunicación entre profesores

y estudiantes de distintas regiones, sino también a proporcionar a nuestros

estudiosos un contacto fructuoso con los intelectuales extranjeros que

concurren a ella».

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El estallido de la Guerra Civil española va a provocar un nuevo parón en

la correspondencia entre Salinas y Torre. El conflicto sorprende a Salinas en

Santander, desde donde se traslada a Boston, ya que en 1935 había aceptado

una invitación del Wellesley College para impartir allí clases durante el

curso 1936-1937. Su esposa e hijos se instalan temporalmente en Argelia

con la familia de su mujer, Margarita Bonmatí, y vuelven a reunirse en Estados

Unidos en 1937. Salinas dio clases en el Wellesley College hasta 1940,

aunque alternó este puesto durante los cursos 1937-1938 y 1938-1939 con

el de profesor visitante en la Johns Hopkins University, a donde finalmente

se trasladará.

Guillermo de Torre y Norah Borges, por su parte, se marchan a París a

poco de estallar la Guerra Civil. Allí, Torre colaboró con la Oficina de Turismo

republicana, para luego instalarse definitivamente en Buenos Aires. Fue

allí fugazmente agregado cultural de la embajada leal a la República (1938).1

Visitaría ocasionalmente España a partir de la década de los cincuenta.

En Buenos Aires, Torre trabajó durante algún tiempo para la editorial

Espasa-Calpe Argentina y colaboró con la revista Sur, dirigida por Victoria

Ocampo, publicación de la que fue el primer factótum.2 En 1938, el autor

abandonó la editorial Espasa-Calpe Argentina y fundó con otros emigrados

españoles la editorial Losada, donde trabajó hasta su muerte. Desde allí difundió

la obra de un gran número de autores peninsulares, incluida la de

Salinas. Compiló las primeras ediciones de las obras completas de Federico

García Lorca y de Miguel Hernández.

La primera carta cruzada entre Salinas y Torre que se conserva de estos

años de exilio está fechada el 3 de julio de 1937. En ella, Torre solicita a

Salinas su colaboración para la revista Sur, donde Salinas publicará «Pareja,

espectro (poema)» (junio de 1938), perteneciente a la serie de Largo lamento

(1937-1938), y el ensayo «Lamparilla a Paul Valéry» (octubre de 1945).

Torre también solicita obra para la editorial Espasa-Calpe Argentina, donde

se encuentra trabajando en ese momento. Salinas responde a esa misiva y

da a Torre algunos detalles sobre la situación de su familia (el poeta escribe

desde Middlebury, donde pasará muchos veranos dando cursos de español).

1 Cf. Carlos García (2016/07b).

2 Carlos García planea la publicación del epistolario entre Torre y Victoria Ocampo, la

directora de Sur.

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Salinas pregunta a Torre en estas primeras cartas por la recepción de su libro

Razón de amor, que había aparecido publicado en 1936 por la editorial Cruz y

Raya, dirigida por José Bergamín. También hace mención de un libro de poesías

que está terminando, Largo lamento, obra que comenzó a gestarse durante

los últimos meses de 1936, época en que el poeta pone fin a su relación con

Katherine Whitmore (a la que, como se sabe, había dedicado sus dos anteriores

libros de poesía: La voz a ti debida y Razón de amor), y el verano de 1937.

Largo lamento es «un libro puente que inicia una segunda etapa en la poesía

de Salinas, calificada por algunos críticos de ‘mística’, cuya obra más representativa

será El contemplado (1946), dedicada al mar de Puerto Rico» (Escartín

en Salinas 2005, 39). La historia del proceso de edición frustrada de este libro,

que aparecerá publicado de forma parcial en 1971, está íntimamente relacionada

con la editorial Losada y con la labor de Guillermo de Torre.

El mismo mes de junio de 1938 en que aparece «Pareja, espectro (poema)

» en Sur, Salinas gestiona la edición de Largo lamento con Torre en Losada,

aunque le anuncia a su amigo que, si el libro no les interesa, lo enviará

a México (Salinas había publicado otro de los poemas de Largo lamento,

«Error de cálculo», en forma de separata en México en ese mismo año). Sin

embargo, el poeta desestimó finalmente la oferta mexicana. Largo lamento

estuvo a punto de publicarse en la editorial Losada en diciembre de 1938.

Sin embargo, la edición acabó frustrándose porque Losada pretendía publicar

el volumen junto con los dos libros de poesía de Salinas anteriores: La

voz a ti debida y Razón de amor, a lo que el poeta se negó.

Ante el fracaso de esa edición y los distintos avatares personales que afectan

al poeta en este momento (Escartín en Salinas 2005, 54-55), Salinas

abandona definitivamente el proyecto de publicación de Largo lamento, lo

fragmenta y aprovecha más tarde parte de su material en Todo más claro

(Sudamericana, 1949).

Por su parte, la editorial Losada se ocupa de la edición de la poesía completa

del autor (Presagios, Seguro azar, Fábula y signo, La voz a ti debida y Razón

de amor) bajo el título de Poesía junta, volumen que aparecerá en 1942.

A partir de ese momento Salinas se impone silencio como poeta, hasta que

publica en 1946 El contemplado, y desarrolla, en cambio, su faceta como

narrador, ensayista y autor de teatro.

Además de todo lo relacionado con la edición de Largo lamento y Poesía

junta, en las primeras cartas cruzadas entre Salinas y Torre en el exilio, ambos

se refieren muy frecuentemente a las publicaciones del poeta madrileño,

17

como, por ejemplo, las traducciones de algunas de sus poesías, Lost Angel

and other Poems, realizadas por Eleanor L. Turnbull (1938), o un proyecto

de antología de poesía española de los siglos xii-xvii que no llegará a cuajar.

Salinas y Torre también hablan de la reedición que la editorial Losada hace

de la versión del Poema de mío Cid de Salinas (1938).

Salinas y Torre también mencionan con nostalgia a los colaboradores del

Centro de Estudios Históricos, como Ramón Menéndez Pidal, Américo

Castro, Federico de Onís, y a algunos que han quedado en España, como

Dámaso Alonso. También se refieren a otros compañeros exiliados. No faltan

comentarios críticos sobre algunos autores españoles por su actitud ante

la Guerra Civil, como José Ortega y Gasset y Ramón Gómez de la Serna.

Entre 1939 y 1940, la correspondencia conservada entre Salinas y Torre

sufre una nueva interrupción, aunque contamos con referencias a algunas

cartas cruzadas entre ambos a través del epistolario del poeta madrileño con

Jorge Guillén. La correspondencia se reanuda, no obstante, en 1941. Salinas

agradece los artículos que Torre publica este año en la revista Sur sobre su

obra ensayística, en concreto sobre sus libros Reality and the Poet in Spanish

Poetry (Johns Hopkins University Press, 1940) y Literatura española, siglo

xx (1941). El poeta también hace referencia a sus avances en la escritura de

obras de teatro y de sus dificultades para publicarlas o verlas representadas.

La práctica del teatro fue una dedicación algo tardía en Salinas. El primer

indicio de su interés por ese género se remonta a 1930, pero no fue hasta

enero de 1936 cuando pudo culminar su primer ensayo de una obra teatral,

titulada El director. Salinas llegó a escribir hasta catorce obras de teatro más,

pero en vida solo vio representada una, La fuente del arcángel (1946). La

primera edición del teatro del autor se publicó en Ínsula en 1952. En sus

cartas a Torre, Salinas se referirá a este tema con frecuencia.

En las misivas cruzadas con Torre en 1941, Salinas realiza diversas críticas

a publicaciones y autores del momento.

En primer lugar, a la Antología de la poesía española contemporánea (1900-

1936) de Juan José de Domenchina, discípulo de Juan Ramón Jiménez

—con quien Salinas y su amigo Jorge Guillén estaban enfrentados desde

1933—, editada en 1941. El texto llevaba epílogo de Enrique Díez-Canedo

y dejaba mal parados a Salinas, a Guillén y a otros amigos coetáneos (la correspondencia

entre ambos abunda sobre el tema).

En segundo lugar, a algunos autores españoles que residen en la península,

como Valbuena, Rosales o Vivanco, que están publicando diversas

18

antologías sobre literatura española en estos años, y a los que Salinas acusa

de no ser libres y de estar bajo el control del régimen franquista.

Del año 1942 solo se conserva una de las cartas cruzadas entre Salinas

y Torre. Sin embargo, la correspondencia del poeta madrileño y su amigo

Jorge Guillén permite comprobar que el intercambio epistolar con Torre

fue más abundante.

En el año 1943 se produce un nuevo parón en la correspondencia entre

los dos amigos, que será retomada en febrero de 1944. Salinas se encuentra

en este momento en Puerto Rico, a donde llegó con la idea de pasar un

curso académico como profesor visitante en la Universidad de Río Piedras.

Salinas consiguió extender la estancia en esta isla hasta 1946, fecha en que

vuelve a la Universidad de Johns Hopkins, en Baltimore. Este es un periodo

de gran felicidad para Salinas desde su salida de España en 1936 y que

va a coincidir con un incremento en su productividad.

Desde Puerto Rico Salinas escribe a Torre y le refiere algunos problemas

con la liquidación de sus obras y la editorial Losada, solicita publicaciones

de la misma y propone manuscritos para su edición. El poeta

también comenta a Torre que tiene interés en leer trabajos suyos como La

aventura y el orden o Menéndez Pelayo y las dos Españas.

En 1945 se produce otro parón en la correspondencia cruzada entre

Salinas y Torre, que dura hasta 1946. En su primera carta de este año,

Torre informa a Salinas de que sigue al tanto de sus publicaciones ensayísticas.

En concreto menciona sus textos «La gran Cabeza de Turco o la

minoría literaria» (Cuadernos Americanos, 1945), «Reflexiones sobre la

cultura. A propósito de la encuesta a los intelectuales» (Revista de Indias,

1945), «Los nuevos analfabetos» (Revista de América, 1945) y «Nueve

o diez poetas». (El hijo pródigo, 1945). Torre envía además a Salinas su

libro Apollinaire, su vida, su obra y las teorías del cubismo (Buenos Aires,

1946), por el cual el poeta madrileño mostrará interés en estas cartas. Por

su parte, Salinas informa a Torre sobre sus publicaciones: la aparición de

su poema «Cero» en Cuadernos Americanos (1944) y la finalización de sus

ensayos Jorge Manrique o tradición y originalidad, que publicará Sudamericana

en 1947, y La poesía de Rubén Darío: ensayo sobre el tema y los temas

del poeta, cuya edición propone para Losada y que, finalmente, apareció

en dicha editorial en 1948.

No se conserva correspondencia cruzada entre Salinas y Torre en 1947.

Sin embargo, gracias a las cartas intercambiadas por Salinas con Jorge Gui-

19

llén sabemos que el primero se queja de los retrasos de Losada en relación

con su libro sobre Darío. Además, menciona un artículo de Ramón Gómez

de la Serna sobre Guillén y él mismo, que le ha hecho llegar Torre en una

carta que no se ha conservado.

La correspondencia es retomada en 1948. Salinas habla a Torre de sus viajes

a Colombia, Ecuador y Perú, donde dio una serie de conferencias que pertenecen

al ciclo de El defensor, publicado en Bogotá en 1948. En Lima, además,

le nombraron catedrático honoris causa de la Universidad de San Marcos.

Salinas habla de su intención de visitar Argentina (a donde Torre ya le había

animado a viajar varias veces), Uruguay y Chile, aunque finalmente no llevará

a cabo tal proyecto. El poeta, además, habla a Torre de modo íntimo de sus

dificultades para publicar su obra y de lo mucho que esto lo desanima.

Salinas se muestra satisfecho de la edición que Losada hiciera de su ensayo

sobre Rubén Darío. Asimismo, agradece la atención que Torre presta a

sus libros (Jorge Manrique y Rubén Darío), a través de sus envíos de recortes

aparecidos en prensa y de la publicación de artículos, como sus reseñas en

las revistas Ínsula o Saber Vivir. Sin embargo, Salinas se queja paralelamente

en privado ante Guillén de las irregularidades de Losada e, incluso, del estilo

de escritura de Torre en sus artículos, lo que da cuenta de una cierta insinceridad

en su relación con Torre.

Guillermo de Torre practicó desde muy temprano la crítica y en varias

de sus obras reflexionó acerca de la función y los alcances de esa disciplina,

ya desde los tempranos capítulos que dedicara a ello en Literaturas europeas

de vanguardia (libro publicado en 1925, pero concebido ya en 1923: cf.

García/García-Sedas 2008).

Véanse allí, en especial, los apartados «La crítica constructora y creadora

», «La comprensión de amor» y «El deber de fidelidad a nuestra época» de

su ópera magna.

Torre matizará o abandonará algunos de esos conceptos en la introducción

de 1953 a Historia de las literaturas de vanguardia (1965), sobre todo en

el apartado «Función de una crítica literaria» (62-70). Por ello no reproduce

a continuación el texto introductorio de los años veinte de manera completa,

sino que elimina algunos pasajes. (El libro no es, como a menudo se

afirma, una reedición actualizada de Literaturas europeas de vanguardia, sino

una obra completamente diferente, de enfoque mucho más amplio.)

Especialmente en sus cartas a Guillén, Salinas se queja a menudo de la

calidad de los comentarios que Torre dedica a sus libros en la prensa. El exa-

20

brupto más agrio podría ser este, procedente de una carta del 12 de agosto

de 1948 (Salinas/Guillén 1992, 453; Salinas 2007d, 1241):

Salió una reseña del Manrique en Realidad, de Buenos Aires, por José Luis

Romero. Y ayer recibo otra de Guillermito; me manda dos hojas de una revista

Saber Vivir, que trasciende a cursilería argentina. La revista es de los dos libros,

Manrique y Darío. Del primero dice algo, aludiéndose a sí mismo, como siempre;

al segundo lo descabella de mala manera, en unas líneas. Es causa perdida.

¡Figúrate que en el mismo artículo despacha el libro de Castro, el de Ferrater

Mora sobre el sentido de la muerte y los dos míos! Representa una de las formas

más bajas del escribir: ese periodismo pseudo literario con pretensiones, estilo

Nouvelles Littéraires.

Esta queja encierra, a nuestro entender, una falta de comprensión, por

parte de Salinas, acerca de cuál era el fin que Torre perseguía con sus notas.

Se pueden hacer, y se hacen, diferentes clases de reseñas sobre libros. Las

hay escritas para críticos y escritores, las hay para lectores. Hay los estudios

sesudos, pero también la glosa de mera noticia.

En su trabajo publicístico, Torre escribió diferentes clases de textos. No

debe olvidarse que fue uno de los primeros reseñistas en dedicar atinados comentarios

a la obra de García Lorca, favoreciendo así su recepción. También

lo hizo sobre Salinas en 1934 (cf. 1934/02). Ese texto fue subsumido meses

más tarde en un trabajo más largo, en el que Torre se ocupa no solo de La

voz a ti debida, sino también de los demás poemarios de Salinas (1934/07)

(reproducimos aquí ambos textos de Torre, en el capítulo «1934».)

Pero la clase de texto que uno escribe depende del soporte al que esté

dedicado. Torre realizó gran parte de su labor divulgativa en la prensa diaria,

semanal o mensual.

Desarrolló para ello un sistema peculiar, que puede reducirse a estos pasos

(aunque no siempre practica todos), a veces separados por meses o semanas

entre sí.

Mencionaba primero en un suelto que tal o cual autor estaba trabajando

en esta o aquella obra. Más tarde, informaba al público que el libro en cuestión

estaba por aparecer. A menudo acusaba recibo del ejemplar y anunciaba

un comentario próximo. Finalmente, comentaba más o menos detalladamente

el libro. A los diez, quince o más años pasaba revista al autor o a ese

libro, registrando la fortuna literaria que había tenido.

21

Por un lado, este sistema del refrito era, por cierto, un medio de subsistencia

en un segmento económico difícil como era y es el de la prensa. Pero,

por otro lado, ayudaba así a crear un ámbito, un campo literario, o a modificar

paulatinamente los acentos dentro de él. Cierto es también que varios

de esos comentarios tenían además el interés de que favorecían a personas,

grupos o editoriales con los que Torre estaba en buen trato o para quienes

trabajaba. Habrá habido en ellos, por eso, muchos textos surgidos más por

compromiso personal o laboral que por entusiasmo literario.

Pero, de hecho, sin que mediara la relación que hubo entre Salinas y

Torre, y sin la peculiar manera de trabajar de este, la obra del poeta hubiera

tenido menor difusión y repercusión. Huelga mencionar que Torre fue embajador

y abogado de Salinas (y de otros poetas) ante la editorial Losada y

ante las redacciones de varias revistas.

Además de estas cuestiones, en sus cartas de 1948, Salinas pregunta a

Torre por la publicación del Cancionero inédito de Miguel de Unamuno.

Dedicamos un apartado al tema tras la carta número [21].

En el año 1949, nuestros corresponsales cruzan un buen número de cartas.

En ellas vemos cómo Torre le hace llegar a Salinas recortes de prensa o

noticias sobre estudios acerca de su obra literaria. Torre también se refiere

a la reedición de los libros Razón de amor y La voz a ti debida por Losada,

la cual ofreció a Salinas publicarlos en un solo volumen, algo que el poeta

rechazó. Ambos volúmenes aparecerán publicados por separado. Torre también

se refiere al poemario de Salinas Todo más claro, que publicó Sudamericana

en ese mismo año, y al volumen de ensayos de El defensor.

En las cartas intercambiadas entre Salinas y Torre en 1949, el primero

también habla de sus intentos en el género novelístico, desde la publicación

de Víspera del gozo (1926), que darán lugar a su novela El valor de la vida,

que no será publicada en vida del autor. Ambos escritores hablan igualmente

del teatro encajonado de Salinas y del viaje que realizó a Europa en 1949,

donde pudo reunirse con parte de la familia de su mujer.

La correspondencia conservada termina en 1950. En estas últimas cartas

Salinas habla de sus experiencias en su primer y único viaje a Europa

desde que estalló la guerra, del encuentro con sus amigos y de las propuestas

de Jaime Torres Bodet y la Unesco para quedarse en Europa, cosa

que finalmente no conseguirá. El poeta se refiere también a un volumen

de narraciones que ha terminado, que debe ser El desnudo impecable y

otras narraciones, publicado en México (Tezontle, 1951) y a una plaquette

22

de versos que ha concluido, que deben ser los poemas incluidos luego de

manera póstuma en Confianza. Poemas inéditos (1942-1944), edición de

Jorge Guillén y Juan Marichal (Madrid, Aguilar, 1955, Colección Literaria).

Salinas se queja de nuevo ante Torre de sus dificultades para publicar.

No obstante, la editorial Sudamericana le editará La bomba increíble (Fabulación)

en 1950.

Salinas falleció el 4 de diciembre de 1951, víctima de un cáncer. En 1953

la revista Buenos Aires Literaria, dirigida por Andrés Ramón Vázquez, le dedicó

una entrega especial. En ella colaboró Torre con su texto citado «Pedro

Salinas en mi recuerdo y en sus cartas» (1953b).

El papel de las editoriales Losada y Sudamericana en la difusión

de la obra de Pedro Salinas

La circunstancia del exilio obligó a Salinas a cambiar, siquiera en parte,

la orientación de su vida profesional y personal, así como la de su obra

literaria. El poeta pasó de tener un puesto como profesor en la Escuela Oficial

de Idiomas y encargado de curso de la Facultad de Filosofía y Letras

de Madrid, que complementaba con sus responsabilidades en el Centro de

Estudios Históricos y la Universidad Internacional de Santander, a impartir

clases en el Wellesley College (1936-1940) y, después, en la Johns Hopkins

University en Baltimore (1940-1951), salvo el paréntesis de su estancia en

Puerto Rico (1943-1946), que, si bien le permitieron asegurar el sustento de

su familia y continuar su carrera académica, le aislaron relativamente de su

relación con el mundo cultural hispánico, lo que afectó, entre otros aspectos,

a las posibilidades de publicación y difusión de su obra literaria. Decía

así, por ejemplo, Salinas a Torre en la carta de 8 de enero de 1941 [14]:

Yo, si como profesor continúo igual que en España, o mejor, puesto que

estoy en una excelente Universidad y tengo trabajo grato, en cambio como escritor

me siento a veces muy distante. No sé de qué, pero distante. Del público,

en general, ya que me veo rodeado de una atmósfera lingüística no española. De

los amigos escritores españoles, de todos ustedes. De las revistas, de todas esas

solicitaciones de cada día, llamadas «ambiente» o «vida literaria». Porque claro,

la vida literaria de América del Norte es en inglés. Tengo que vivir y vivo muy

a gusto, culturalmente en inglés. Pero tengo que escribir mi poesía en español.

23

Ese es el conflicto. Y me faltan «los tirones», esos estímulos que da la charla con

un amigo, el ver una cosa de uno impresa en un periódico, o las palabras de

exhortación de un crítico.

Salinas va a experimentar, por este y otros motivos, un cambio importante

en su producción literaria a partir de 1936. En primer lugar, el poeta

reduce visiblemente su producción lírica durante, al menos, diez años, hasta

la aparición de El contemplado (1946). En segundo lugar, muestra un mayor

interés por el ensayo, la narrativa y el teatro, publicando varios títulos en los

años previos a su muerte, sucedida en 1951, encuadrados en estos géneros.

Las editoriales Losada y Sudamericana, así como la figura de Guillermo

de Torre, cobran especial protagonismo en estos años de vida literaria de

Salinas. Bajo su sello se van a publicar un buen número de los libros que

Salinas redacta en este periodo, aunque algunos de sus proyectos, como es

el caso de su poemario Largo lamento, fueran desestimados. Salinas no tuvo

una buena relación con la editorial Losada, de la que siempre se quejará por

el trato recibido y por lo que consideraba su falta de seriedad en el aspecto

comercial. Decía Salinas, por ejemplo, en una carta a León Sánchez Cuesta

de 19 de diciembre de 1948: «El tal Losada, por ejemplo, es modelo de incumplimiento,

trapisondas y dilaciones» (J. M. González 2016, 125).

El poeta tuvo, sin embargo, una muy buena experiencia con la editorial

Sudamericana: «He acudido a los de la Sudamericana, que me tratan con

mayor consideración y puntualidad», según dice a Torre en una carta de 20

de junio de 1950 [30] a propósito de la edición de sus volúmenes de poesías

Todo más claro (1949) y La bomba increíble (Fabulación) (1950).

El silencio al que Salinas somete su producción lírica a partir de 1936 ha

sido abordado en diferentes ocasiones por parte de la crítica. Al iniciarse la

Guerra Civil Salinas está trabajando, como se indicó con anterioridad, en

un libro de poesía, Largo lamento, último texto de la trilogía relacionada con

Katherine Whitmore. Como se sabe, desde que la conoció en 1932, Katherine

se convirtió en la musa del poeta y la fuente de inspiración de sus dos

grandes libros de poesía: La voz a ti debida (1933) y Razón de amor (1936).

A finales de 1936 se produce la ruptura definitiva entre ambos. Además, en

1939 Katherine contrae matrimonio con Brewer Whitmore, lo que limita

aún más las posibilidades de relación con el poeta.

Entre 1937 y 1938 Salinas sigue trabajando en Largo lamento y comienza

a buscar un editor. Tras recibir noticia del proyecto de Salinas a través de

24

Torre, la editorial Losada propone al autor publicar Largo lamento en un

solo volumen junto con sus otros dos libros de poesía anteriores: La voz a ti

debida y Razón de amor. Como puede verse en esta correspondencia (carta

de 26 de octubre de 1938 [13]), Salinas no acepta el proyecto y propone

a Losada una edición de su poesía completa, bajo el título de Poesía junta,

donde incluye toda su poesía anterior menos Largo lamento. Como hemos

dicho, este último no aparecerá publicado hasta 1971 (de manera parcial), si

se descuentan publicaciones aisladas de algunos poemas en revistas literarias

y en su volumen Todo más claro, aparecido en 1949.

El fracaso editorial de Largo lamento, la ruptura con Katherine y su posterior

boda, las circunstancias del exilio, el final adverso de la Guerra Civil

española, el traslado definitivo de la residencia familiar a Baltimore a causa

de la incorporación de Salinas a la universidad de Johns Hopkins y el diagnóstico

de la grave enfermedad de su mujer Margarita (cáncer de pecho, del

que fallecerá en 1953) hacen que el autor se olvide del proyecto de publicación

de Largo lamento y no vea editados nuevos libros de poesía hasta, al

menos, 1946, en que aparece El contemplado (México, Stylo), dedicado al

mar de Puerto Rico.

La poesía de Salinas vuelve a aparecer bajo el sello de Sudamericana en

1949, en concreto su libro Todo más claro, donde el poeta muestra una faceta

de preocupación social ante las vivencias que experimenta el hombre

contemporáneo. En 1955 la editorial Aguilar publicará, además, de modo

póstumo su último libro de poemas, titulado Confianza.

Si la obra poética de Salinas sufre un claro receso en estos años, el exilio

va a despertar, como ya hemos apuntado, su interés por otros géneros literarios,

concretamente el ensayo, la narración breve, la novela y el drama. De

nuevo tendrán aquí Losada y Sudamericana un papel preponderante para la

publicación y difusión de estos textos.

En lo referido al ensayo, las publicaciones de Salinas a partir de 1936

denotan su interés por reflexionar acerca del panorama literario contemporáneo,

como demuestra su volumen Literatura española, siglo xx (1941)

y su texto La poesía de Rubén Darío. Sobre el tema y los temas del poeta,

publicado por la editorial Losada en 1948. Este último fue desde su aparición,

y en opinión de Enric Bou, «uno de los principales vehículos de

introducción del poeta nicaragüense para los lectores españoles y americanos

» (Salinas 2007c, 40). En él Salinas exhibe una metodología crítica

poco habitual en la que concurren elementos inspirados en el psicoanálisis

25

y otros elementos histórico-culturales. Torre comentó el volumen en las

revistas Ínsula, Repertorio Americano y Saber Vivir en el año 1948. Decía

así el autor sobre esta obra en la segunda de las mencionadas revistas (51):

Salinas descubre en ella cierta esencial unidad, mediante la persistencia del

tema erótico, en primer término, y luego de los que llama sus subtemas, a saber,

la preocupación social y la idea del arte y el poeta.

Salinas no apreció los párrafos que Torre dedica a su libro por considerarlos

insuficientes. Sin embargo, lo cierto es que los artículos del autor, por

entonces un crítico literario consolidado, ayudaron a la difusión del libro

sobre Darío.

Tal como se puede deducir de las cartas que se editan en este epistolario,

Torre también facilitó a Salinas recortes de los artículos de prensa dedicados

a los libros del poeta madrileño a los que logra acceder.

En sus ensayos del exilio, Salinas también muestra un gran interés por diversos

aspectos del mundo contemporáneo (El defensor, 1948), así como por

la literatura y los autores de la tradición española. Este es el caso de su obra

Jorge Manrique o tradición y originalidad (1947). Este fue uno de los primeros

resultados de la estancia de Salinas en Puerto Rico y fue publicado por la

editorial Sudamericana. En opinión de la crítica, uno de los elementos más

reseñables de este ensayo es «la reflexión sobre el concepto de tradición, en

diálogo con el T. S. Eliot de Sacred Wood» (Bou en Salinas 2007c, 39). Torre

dice en su comentario sobre el libro en la revista Saber Vivir (1948, 51):

Para Salinas la tradición es liberadora y selectiva: obliga a elegir, depurando

el pasado y quedándose con lo mejor. Concibe así la tradición como rectora del

futuro, agregando que «es superficial simpleza pintarla como una fuerza retrógrada,

invitadora [sic] a la mímesis de lo pasado».

El libro sobre Manrique despertó gran interés entre los intelectuales del

momento y fue reseñado en diversos medios españoles y extranjeros: Arbor,

Bulletin of Hispanic Studies, Hispanic Review, etc.

A estos ensayos que Salinas escribe a partir de 1936 se unen textos inéditos

recientemente publicados, como Defensa del estudiante y de la universidad

(Puerto Rico, 1940), o las referencias a proyectos no realizados,

incluidos, por ejemplo, en su correspondencia con Torre.

26

Las novedades más importantes relacionadas con las obras de Salinas

en su etapa del exilio vienen, sin embargo, de la incursión del autor en

el ámbito de la narrativa y el drama. Salinas explora en estos años las

posibilidades de la novela breve, como ocurre en sus textos La bomba

increíble (1950) o El desnudo impecable y otras narraciones (1951), y escribe

alrededor de catorce obras de teatro, que no aparecerán publicadas

de modo parcial hasta 1952. Menos conocidos son sus textos narrativos

más comprometidos, puestos a disposición del público recientemente,

como son A la sombra del paraguas en flor (Desvarío en clave de ira)

(1938-1939) y Los cuatro grandes mayúsculos y la doncella Tibérica (Cuento

infantil con una víctima al fondo) (1946), o su segundo intento de

escritura de una novela tras su reconocido texto Víspera del gozo (1926),

también inédito hasta el año 2009, y titulado El valor de la vida (1948).

De entre todos estos textos, la editorial Sudamericana se hace cargo de la

edición de la narración La bomba increíble (1950), que se destacó sobre

todo por su carácter antimilitarista y su ataque a la concepción materialista

del mundo.

En conclusión, podemos decir que el papel de las editoriales Losada y

Sudamericana en la evolución literaria de Salinas en los años del exilio es

importante en varios sentidos. En primer lugar, porque son editoriales que

apuestan por publicar, a pesar de los proyectos fallidos, no solo reediciones

de sus libros anteriores ya con un éxito reconocido, sino libros nuevos, ya

sean de poesía, como Todo más claro (1949), de un tono sustancialmente

diferente a los libros anteriores del poeta, o textos ensayísticos o narrativos,

géneros relativamente nuevos para el autor, como ocurre con sus obras Jorge

Manrique (1947), Rubén Darío (1948) y La bomba increíble (1950). Torre

reseñará además muchos de estos volúmenes en publicaciones periódicas de

diversos países de habla hispana. En segundo lugar, porque concretamente

Losada es la primera editorial que, conocedora del valor de la obra literaria

de Salinas, va a proponer la primera edición de su obra poética completa,

que llevará el título de Poesía junta (1942). En todo ello jugó Torre un importante

papel.

* * *

27

Criterios de edición

Se regularizan los márgenes, los títulos de revistas y libros y los giros en

lengua extranjera (todo ello en cursiva), salvo en las citas de otros autores.

Las fechas de las cartas, que, en tanto han podido ser establecidas, siempre

se escriben completas (día, mes, año), se unifican y se las sitúa en el ángulo

superior derecho, independientemente de la preferencia del corresponsal.

Las rúbricas son situadas siempre en el ángulo inferior derecho y escritas

en cursiva.

Se corrige la ortografía solo cuando parece no tratarse de una peculiaridad

del autor, sino de un error causado por ligereza, según muestra,

por ejemplo, el que en otro pasaje se utilice correctamente el vocablo en

cuestión.

No corregimos, por ejemplo, la oscilación de las diversas personas que

aparecen en este libro entre Méjico y México, sino respetamos su elección.

Tampoco corregimos el ocasional laísmo de Salinas.

Las erratas evidentes son corregidas.

La acentuación se agrega cuando falta (lo cual ocurre a menudo en los

textos mecanografiados) y se regulariza según el uso actual; asimismo, se

completan los signos de admiración o interrogación cuando faltan.

Se despliegan las abreviaturas unívocas (art. = artículo; edc. = edición; q.

= que; Ud., V., Vd., Vd = usted; Uds., Vds. = usted, ustedes, etc.), pero no

las usuales fórmulas de despedida (affmo. y similares).

Los agregados de los editores van siempre entre corchetes («[…]»).

Modo de empleo

El esclarecimiento de momentos biográficos de los corresponsales es solo

puntual. Los comentarios no pretenden ser leídos como biografía suya, sino

solo a hacer comprensible el contexto inmediato de cada misiva.

Las someras noticias biobibliográficas sobre personas mencionadas en

el epistolario o en las notas no aspiran a hacerles justicia, sino, meramente,

a informar acerca de ellas en función de Salinas, de Torre o de alguna de

sus actividades comunes. Ello explica que se haya dado más peso a la obra

temprana de ambos escritores, presumiblemente menos conocida, ya que

sus respectivas carreras no interesan aquí en detalle, y que se trate a algunos

28

autores conocidos como si no lo fueran, para llamar la atención sobre algunas

afinidades o divergencias entre estos y los corresponsales.

Las notas al pie contienen varias novedades, en general basadas en materiales

inéditos, poco divulgados o mal interpretados hasta ahora.

Presentamos el material en orden cronológico. Al decir «material» no

solo aludimos a las cartas y postales de los interlocutores, sino también a

otros textos de las mismas o de otras personas, tanto sobre cada uno de

los corresponsales como sobre algunos temas tratados en el epistolario. Hemos

prestado especial atención a las publicaciones de Torre sobre Salinas

y reproducimos varias de ellas. Contrastamos las cartas también con otras

correspondencias de ambos escritores, lo cual hace a veces eco a los pasajes

pertinentes de la presente.

En un «Apéndice» ubicado antes de la «Bibliografía» final recogemos todos

los aportes de Salinas y de Torre a la revista Índice Literario (1932-1936)

que hemos logrado identificar.

Agradecimientos

Miguel de Torre Borges (Buenos Aires)

Carlos Marichal (México)

Enric Bou (Venecia)

Davina Pazos (Madrid)

Pablo Rojas (Talavera de la Reina)

In memoriam Klaus D. Vervuert (1945-2017)


Correspondencia

1927-1950


1927

Hay diversos motivos para suponer que Salinas y Torre se conocieran

personalmente ya desde comienzos de la década de los veinte.

Por un lado, en relación con García Lorca. Dice al respecto José Mora

Guarnido (1958, 118-119):

Fernández Almagro y yo lo introdujimos [a Lorca] en nuestras relaciones del

Ateneo: Gerardo Diego, Pedro Salinas, Guillermo de Torre, el malogrado José

de Ciria y Escalante…

Por otro lado, en relación con Juan Ramón Jiménez y su revista Índice, a

cuyo plantel Torre ansió pertenecer, sin éxito.

En Literaturas europeas de vanguardia (1925; 2002, 69), Torre muestra

en nota al pie conocer ya la obra de Salinas. Menciona allí a Lorca, Moreno

Villa, Salinas y Jorge Guillén como poetas «puros», «aunque al margen de

nuestra estética» (es decir, del ultraísmo).

Pero quizás se conocían ya desde antes: Torre mismo alude en un texto

tardío al tema (cf. aquí, el capítulo «1953»):

¿Cuándo nos vimos por primera vez? Probablemente fue en el Ateneo, cuya

galería de retratos guardaba todavía, en los años subsiguientes a la primera guerra,

fulgor y prestancia del siglo xx y era lugar de encuentros literarios. Salinas

venía de París, donde acababa de pasar algunos años como lector de español

en la Sorbona —allí le reemplazó Guillén, sombra amiga, como luego habría

de sucederle en Sevilla, en Wellesley—; traducía, recreaba a Proust. Era —nos

parecía, sobre todo— un mayor.

34

Salinas había sido nombrado en 1913 secretario de la Sección de Literatura

del Ateneo, pero Torre debe aludir a una fecha posterior, tras el regreso

de París, donde Salinas estuvo entre 1914 y 1917. Es probable, pues, que él

y Torre se conocieran al filo de los años 1917-1918.

De un modo u otro, la primera de las cartas conservadas indica, por su

tono, que ya había trato personal entre los corresponsales. Probablemente

hubo misivas previas, perdidas o aún no encontradas.

35

[1]

[Carta manuscrita de PS a GT, una hoja, doblada de manera que conforma cuatro

páginas. Hamburg, Staats- und Universitätsbibliothek, Ms. NGT: 112: 1. El papel

ostenta una orla de luto. La madre de Salinas había fallecido el 22 de diciembre de

1925, pero ignoramos si el luto es por ese motivo]

[Sevilla, ca. enero de 1927]

[Letra de GT] C El 15-I-19271

s/c Barrio del Nervión2

Sr. Don Guillermo de Torre

Mi querido amigo:

Muchas gracias por el envío del primer número de La Gaceta Literaria.

Aceptando la marina metáfora inicial de Ortega [y Gasset], le diré que,

aunque yo no sea remador ni pasajero —por las razones que usted conoce—

de ese barco, sino sencillamente el que se queda en tierra, sigo con la mayor

simpatía y cordialidad los rumbos y venturas de la nave, como es deber del

que escribe por nobles motivos en España.

Prueba de ello es que me permito hacerle dos indicaciones. Echo de menos

una sección bibliográfica que informe puntualmente de la producción

librera española. ¿No creen ustedes que sería de gran utilidad? Y también me

parece que no harían mal noticias, ecos de literatura propia y extranjera en

pocas líneas, de carácter informativo o levemente crítico. O una sección de

greguerías de Ramón [Gómez de la Serna] que tan bonitas cosas está haciendo.

No son estos reparos, sino posibles perfecciones, creo, del periódico.3

1 Torre tenía por costumbre anotar en las cartas que le enviaban cuándo las recibía y

cuándo las respondía. Ello permite a menudo datar cartas sin fecha. R significa ‘recibida’; C,

‘contestada’ (dejamos constancia de esas notas en las cartas). En este caso, también la aparición

del primer número de La Gaceta Literaria permite datarla con certeza.

2 El barrio del Nervión está situado en Sevilla. Salinas se alojaba por estas fechas en Villa Anita.

En 1918 había ganado por oposición una cátedra de Literatura y Lengua Española y a partir

de 1919 fue profesor en la universidad de dicha ciudad. Véase Pedro Salinas: 1891-1951, 42.

3 Las propuestas que hace Salinas en su carta nada agregan a los planes que Giménez

Caballero y Torre venían afinando desde meses atrás. Gómez de la Serna, por ejemplo, colaboraría

en La Gaceta Literaria, si bien no siempre con greguerías (fue él, por lo demás, quien

36

Mi enhorabuena por esa primera salida y mis mejores augurios. Con

saludos a los amigos de ahí reciba usted el muy cordial de su afirmado

P. Salinas

[Al margen superior derecho de página 1]

Ah, no ha llegado el periódico a Sevilla ni a librerías ni a quioscos. ¿Cómo

es eso?

miércoles, 10 de abril de 2024

F e r n a n d o p e s so a M e n s a j e EDICION BILINGÜE DE J u a n B a r j a y J u a n a In a r e jo s PROLOGO DE M ig u e l C a s a d o



F e r n a n d o

p e s so a

M e n s a j e

EDICION BILINGÜE DE

J u a n B a r j a y J u a n a In a r e jo s

PROLOGO DE

M ig u e l C a s a d o

GLOSARIO DE

Pa t x i L a n c e r o s

<£>

O

1z

«OBRAS»

A B A D A EDITORES

MENS AGÍTAT MOLEM

Pa ra una lectura del P e s so a utópico

Miguel Casado

I . M a l e s t a r

Fernando Pessoa publicó Mensaje en diciembre de 1 9 3 4 ; fue el

ú n ico de sus lib ro s que p rep a ró p a ra la im p ren ta , el único

que vio editado, pues murió el 3 ° de noviembre de 1935= un

año más ta rde, sin h aber cu lm in ad o n in gu n o de sus otros

proyec tos. Y no solo p o r esto resulta u n lib ro s in gu la r : su

planteamiento parece cerrado en sí mismo, sin vías de comunicación

a p r im e ra vista con los demás textos pessoanos;

dib u ja u n lu g a r p ro p io , relativamente aislado dentrc

e scritu ra del au to r, y no remite a la voz m ú ltip le q

hecho le g en d a rio a Pessoa, sino que contiene una «

facetas menos frecuentadas, menos conocidas p o r los le c to res

que en todo el mundo tiene.

Guando en una carta —a la que volveré— trata de explicar

cuál de sus personalidades se manifiesta en Mensaje, se p r e senta

así: « So y de hecho un nacionalista místico, un sebastianista

racional»1 —es decir, se define por un lugar a la vez

político y espiritual, y por una determinada inserción en la

tradición portuguesa. Pessoa, en efecto, repasa la nómina de

quienes fueron protagonistas en la formación y consolidación

de la entidad nacional de Portugal y de su independencia,

situando su tarea bajo el amparo del dios católico. En

una segunda parte, distingue como empresa de la madurez

I Fernando Pessoa, Teoría poética. Edición de José Luis García Martín.

Traducción de José Angel C ille ru e lo . Madrid, Jú c a r, 19 8 5 , p. 18 5 .

nacional los descubrimientos realizados en Africa, América o

Asia, y caracteriza igualmente a los personajes que los llevaro

n a cabo. Y , p o r fin , comparte la p ro p u e sta u tóp ica del

sebastianismo, como proyecto colectivo aún vigente; como es

sabido, el jo v en rey D o n Sebastián, desapareció en la batalla

de Alcazarquivir el 4 de agosto de 15 7 8 ■ en el curso de una

e xp ed ic ió n al Magreb; no se en co n tró su cadáver y, desde

esos mismos momen tos, se g en e ró la esperanza —y la

leyenda— de su regreso libe rado r, en cuya duradera onda de

energía viene a inscribirse también Pessoa.

De este modo, Mensaje, ofrece una lectura histórica en la

líne a in ic iad a p o r OsLusiadas, de Camdes, basándose, como

principal fu en te , en la romántica Historia de Portugal, de G l i -

veira Martins, un autor decimonónico que anudó el curso de

los siglos en to rno a la utopía sebastianista. Y , como ocurre

en estos precedentes, a Pessoa lo mueve una voluntad na cio nalista,

que, en su caso, asumiría a la vez un carácter espiritual,

no tanto p o r su con fe s ion a lism o (que parece deriva rse del

contexto histórico de los orígenes de la nación), como por su

forma de eludir la práctica inmediata de la política, idealizando

algunos principios, y por el oscuro flu ir subyacente de

una concepción esotérica. Todo ello va tomando cuerpo en

el libro gracias a una sintaxis latinizante y al uso de formas

cerradas, neoclásicas, que no tendrían ya por referencia

—como en la poesía firm ad a por el heterónimo Ricardo

Reis— a Horacio y la tradición clásica, ni tampoco el m an ie rismo

exuberante de Camdes, sino un prieto verso elíptico y

abstracto, casi conceptista, que a veces recuerda el momento

de cruce entre el primer Renacimiento y lo medieval tardío,

y que para nosotros conlleva la lejana resonancia de un Jorge

Manrique más flexible, más libre.

En Mensaje parecería que, en vez de la pluralidad de voces

de los heterónimos que dialogan en el escenario del drama

pessoano, aquí es una pluralidad de lenguas la que entabla

conversación: la heráldica, la emblemática, la mesiánica, la

mitológica, la esotérica, la numerológica, la de la tradición

literaria... Pessoa tuvo que realizar una tarea ingente para

escribir y organizar, para articular todos los subtextos, tra-

6 MIGUEL CASADO

mas y codificaciones. S in embargo, nunca se desp ren dió de

una especie de malestar que le p ro du c ía Mensaje, y que quizá

no era sino el modo de in c o rp o ra r lo a una obra inestable y

en conflicto siempre consigo misma.

E l m a l e s t a r d e l a u t o r

« E s to y absolutamente de acuerdo con usted en. que n o fue

feliz el estreno que de mí mismo hice con u n lib ro de ía

naturaleza de Mensagem»2 : dice Pessoa casi al p r in c ip io de la

carta que le d ir ig e el 1 3 de en e ro de 19 35 a A d o lfo Casais

Monteiro —p oeta veinte años más jo v e n que él, dire c to r

entonces de la revista Presenta—, célebre carta que inc lu ye el

citadísimo relato de cómo su rg ie ro n los heterónimos. E l

de sa rro llo de la carta trata, después de esa p r im e ra c o n fe sión,

de buscar ju s tific a c io n e s . E n p r im e r lu gar, alega, no

habría tomado en sentido estricto una dec isión, la p u b lic a c

ión no era iniciativ a suya: « C om e n c é con este lib ro mis

publicaciones p o r la simple razón de que fue el p r im e r libro

que conseguí, no sé p o r qué, tener organizado y listo. Como

estaba dispuesto, me inc ita ron a que lo publicase; accedí» —y

no es ajeno al malestar, y quizá a la mala conciencia, que Pessoa

no relacione esa casual invitación a pu blica r con la p r o puesta

previa de que lo presentara a u n concurso, convocado

para lib ros que exaltaran el na cionalismo po rtu gu és. Quizá

esta convocatoria fue el desencadenante p rá c tico 3 ; en todo

caso, no se debió a una razón in te rn a del p ro p io lib ro o de

su obra que lo eligiera como tardío estreno editorial.

E n segundo lugar y desde la perspectiva del autor, no deja

de percibirse un desajuste entre este desarrollo de los hechos y

la minuciosa fo rm a , casi maniática, en que concebía Pessoa

todos sus proyectos, hasta el punto de nunca llegar a cerrarlos.

El inacabamiento de sus textos y su privacidad son constituti2

Fernando Pessoa, Teoría poética, ed. eit., p. !8",.

3 Obtuvo finalmente el segundo premio —el primero para libros más

breves—, que también conllevaba la publicación.

vos de su escritura, vista en conjunto y desde ahora. Parece que

motivo principal del malestar sería la discordancia entre la

publicación de Mensaje y su poética de lo múltiple, el rechazo

que siempre había sentido a que una sola poética, unitaria,

p u d ie ra tomarse como la suya p e rson a l: «G u a n d o a veces

pensaba en el orden de una futura publicación de mis obras

—sigue diciendo en la carta—, nunca u n lib ro del g én ero de

Mensagem había figurado en p r im e r lugar. Dudaba si debía

comenzar p o r u n lib ro de versos grande —u n lib ro de unas

3 5 0 páginas— englobando varias subpersonalidade s de F e r nando

P e s so a ...» . Y eso le lleva a reconocer, después del in icio

ya citado, un déficit evidente: « S o y de hecho u n nacionalista

místico, un sebastianista racional. Pero soy aparte y hasta

en con tradic ción con esto, muchas otras cosas. Y esas cosas,

por la misma naturaleza del libro, Mensagem no las incluye».

Se entiende bien que este resultara el modo menos previsible,

para él mismo, de empezar la publicación de sus te x to

s , aunque no fuera consciente de la cercanía de la muerte

y, en esa medida, confiara aún en tener ocasión de dar una

imagen más completa de sí —por eso, el razonamiento que

traslada a Casais Monteiro continúa con el recuento de los

proyectos inmediatos—. Llevaba ya muchos años pensando

cómo resolver el tránsito desde las revistas y periódicos al

libro, y cómo debían articularse sus distintas poéticas para

que la posible obra impresa asumiera la pluralidad. Y no

actuó así: el cierre estructural de Mensaje apuntaba en dirección

opuesta. Intentó argumentar en su defensa, pese a todo,

con una tercera justificación: «Estoy de acuerdo con usted,

dije, en que no fue feliz el estreno que de mí mismo hice con

la publicación de Mensagem. Pero estoy también de acuerdo

con el hecho de que fue el mejor estreno que podía h acer.

Precisamente porque esta faceta —en cierto modo se cu n d a r

ia— de mi personalidad no había sido nunca suficientemente

manifestada en mis colaboraciones en revistas»' .

4 El argumento no respondía del todo a la verdad. Una revista había

publicado en 1 9 2 2 Mar Portugués, la segunda sección del libro y un

tercio de él en extensión.

8 MÍGUEt CASADO

Las distintas poéticas que integ ran la ob ra de Pessoa

m an tien en una con tinu a discu s ión entre sí, con fron tan d o

sus concepciones del mundo o p ro p o n ien d o fó rm u la s l in güísticas

y estructurales muy diferen tes. Pero me atrevería a

decir que la forma en que, en distintos lugares de la obra, se

rechazan rasgos o posiciones contenidos en Mensaje, más que

del orden de este tipo de divergencias, es del orden de la descalifica

ción. Me limito a p o n e r tres ejemplos, para subrayar

lo aislado de este libro y el tipo de malestar que lo acompaña.

E n un poema firmad o p o r A lva ro de Campos, significativo

por su anotación manuscrita: « E l inicio de Alva ro de C am p

o s» (el poema parece ser ta rdío, y falsa, pues, su datación,

pero con la evidente idea de dotar al personaje de unas raíces

que lo de fin an ), se lee esta exclamación: « ¡T a n poco h e rá ldica

la v id a !» 0; como veremos, la heráldica es motivo sobre el

que se articula, en buena medida, la estructura de Mensaje. No

es la única e xp re s ión de distancia de A lva ro de C am p o s;

podría citarse también su escepticismo específico respecto a

los viajes a Oriente, que habían sido el núcleo de la epopeya

de los de scub rimientos; así, los versos de Opiario, el p

gran p o em a con su firm a : «M a s yo busco en el opi

consuela / u n Oriente al o riente del O r ie n t e » 6, o, de

más trivial, «M e parece que no vale la pena / ir hasta Oj.

y ver la India y C h in a » 7.

L a segunda muestra de desacuerdo la tomo de la con tinuada

defensa del paganismo que hace R ic a rd o R e is y la

dureza de los ataques al cristianismo que van inscritos en ella

—igual que en los textos en p ro sa firm ad o s p o r A n to n io

Mora, el doble filo sófico de Reis—; frente a ello, la ya citada

confesionalidad católica de Mensaje y un providencialismo que

convierte a Dios en factor determinante del proyecto n a c io na

l p o rtu gu é s. Y quizá el te rc e r e jem p lo sea el más fu e rte ,

5 Fernando Pessoa, Poesía III. Los poemas de Alvaro de Campos, I. Edición de

Juan. B a rja y ju ana Inarejos. Madrid, Abada, 2 0 1 2 , p. 5 9 -

6 Ibídem, p. 7 7 -

7 Ibídem, p. 8l.

p o rq u e lo p on e el po ema « E le g ía en la som b ra » , escrito

solo m ed io año más tarde de la p u b lic a c ió n del lib ro , en

ju n io de 1 9 3 5 , y, como este, firmado p o r Pessoa con su p ro -

pió nombre: «D u e rm e , madre Patria, nula y postergada, / y,

si u n sueño te surge de esperanza, / no creas en él, p o rq u e

todo es nada, / y nunca viene lo que lia de v en ir» ; donde se

percibe realmente esta elegía como u n anti-Mensaje.

E l m a l e s t a r d e l o s l e c t o r e s

A lgú n tipo de malestar, como el compartido p o r Pessoa con

su corresponsal, seguirá acompañando la fo rtuna de Mensaje;

será el malestar de los lectores, aunque ya no con las mismas

causas, porque la perspectiva es, obviamente, otra: los lec tores

disponen del resto de la obra de Pessoa, pueden ir c on o cien

do y sopesando las diversas voces que en ella hab lan,

contando siempre con su multiplicidad: es inevitable que

unos prefieran a Campos o a Reis, otros a Caeiro o al ortónimo

Pessoa; no se puede quizá disfrutar por igual todas las poéticas,

aun admirando el conjunto. Creo que el malestar de los

lectores ante Mensaje se relaciona con una de estas dos causas o

con ambas: con la apuesta ideológica por un nacionalismo de

corte tradicional y teocrático, por una parte, y, por otra, con

los efectos, en la lengua y el mundo del libro, de un trabajo

estructural de cierre, sin precedentes en Pessoa. Merece la

pena detenerse primero en un punto y luego en el otro, para

ir, con esta guía, entrando más en materia.

a ) M a l e s t a r p o l í t i c o

Entre la infinidad de los escritos inéditos de Pessoa, de sus

hojas de p rosa inacabadas, abandonadas y luego reanudadas

en otro punto, proliferan y casi predominan los de inten8

Fernando Pessoa, Mensagem. Poemas esotéricos. Edición de José Augusto

Seabra (co ord.). Madrid, A L L C A X X y Editorial Universitaria de

Chile, 1 9 9 7 » p- 10 6 (la traducción es mía).

ción política, mezclándose esas notas nunca publicadas con

los textos dados a la prensa. A lo largo de toda su vida, Pessoa

fue tomando p o s ic ión de fo rm a pú b lica sobre cuestiones

políticas, tanto de actualidad como de mayor calado id e o ló gico;

en la pequeña parte de los escritos que fue publicando,

los de enfoque político ocupan sin duda un lugar p ro p o rc io nalmente

destacado. E l conjunto y, en particular, los in é d itos

muestran —como señala G onzá lez Varela, au to r de una

amplia anto lo g ía— « a u n Pessoa h ip e rp o lítico , tr ib u n o ,

soc iólogo , pro fe ta , inc luso h is to riad o r en cierne s. L a hybris

política latía en sus v en a s» 9, e incluso se creería que; « E l trait

d ’union entre el poeta y el pensador político es lo que nos p e r mite

descifrar el pathos de P e s so a » 10,

De una p r im e ra a p ro x im a c ión no se concluye, sin

embargo, que tan constante inquietud política haya generado

una lín e a de pen samiento ú nica y coh e ren te ; es c ie rto que

los textos tienden en general a un aristocratismo que se antepone

a la igualdad postulada p o r los p r in c ip io s d em o c rá ticos,

tien den a una p o s ic ión re a c c ion a ria que e n c a ja r !' cc <■>

los impulsos an timode rno s y au to rita rio s de cierta de-ecneurope

a del p r im e r tercio del siglo XX. Pero los vaive:

Pessoa en sus tomas de postura ante la actualidad portug^v.»!»

y su d isid en c ia en cuestiones centrales pa ra esta ten den c ia

política impiden que se le adscriba a ella sin rep a ro . P o r un

lado , a lte rnó varias veces su apoyo a la m o n a rq u ía o a la

repú b lica , en con tran d o sus a rgumento s en u na casuística

difícil de sistematizar, lo mismo que varió de actitud respecto

a los go b ie rn o s dic ta toria le s que con o c ió (S id ó n io Paes,

S a la z a r ...) ; p o r otro lado, la fre cuen te con den a del c a to licismo,

su orientación racionalista pe ro no pragmática (y ahí,

quizá, la v in cu la c ión con la m a son e r ía ), o la p a sión p o r la

9 Nicolás González Varela, « E l pathos de un escritor pa t r ió t ico »,

introducción a: Fernando Pessoa, Política y profecía (Escritospolíticos i g i o -

1 9 3 5 ) ’ edición de Nicolás González Vareía, Barcelona, Montesinos,

2 0 1 3 , p. 9.

10 Ibídem, p. 39 .

modern idad que representaba A lvaro de Campos, abren distancias

con la derecha tradicional difíciles de suturar. Así, en

ocasiones se declara apasionado nacionalista y en otras afirma

que la ú n ica patria que conoce es la lengua portuguesa. Po r

eso, cuando Teresa Rita Lop es p ro p o n e que « e l homb re de

acción que Pessoa curiosamente era, cristalizó sus impulsos

en el pequeño cofre de Mensaje» 11, cuesta asumir que el lib ro

pueda ju g a r ese papel en u n conjunto que no parece admitir

síntesis, sino más b ien apertura y dispersión de líneas.

Quizá sea el deseo de dibujar con p re c is ión una v o lu n tad

política tan variable, de encontrar un punto quieto entre

las dudas que suscita, lo que lleva a atribuir a Mensaje este

peso. En esa línea iría la in te rp re ta c ió n de Judith Balso.-

« Mensagem dispone una especie de 'c ifr a ’ de Portugal. Y este

libro no puede ser leído más que en el modo de un desciframiento,

a cuyo término la esencia de lo nacional que contiene,

resultará o bien descubierta, o bien irremediablemente

fallida»12. No sé si hablar de un tipo de desciframiento

que hace depender de él el destino de lo nacional no o b s truye

la lectura que todo libro de poemas espera; en todo caso,

la propuesta de Balso, pese a su dramatismo, contiene elementos

que relativizan la función condensadora, de formulación

de un programa político, que parece concederse a

Mensaje. Sus palabras sugieren que no se trataría propiamente

de un ejercicio de exaltación nacionalista —como requerían

las bases del consabido concurso—, sino de una búsqueda de

otra clase, quizá metafísica («la esencia»), y que, además, su

enfoque no es unívoco, ofrece elección, un camino bifu r cado;

aunque uno de sus términos esté marcado como un

logro, y el otro, por el contrario, como un fracaso, la doble

posibilidad está ahí, lo negativo asoma también como posible

destino.

-II Teresa Rita Lopes, <<Mensagem de uma v id a » , en Fernando Pessoa,

Mensagem. Poemas esotéricos, ed. cit-, p. 353-

12 Ju d ith Balso, Pessoa, lepasseurmétaphysiqiie. París, Seuil, 2 0 0 6 , p. 18 3 (la

traducción es mía).

C o n todo, lo cierto es que el lib ro no fue una solución

improvisada para una situación concreta '—aun con su carácter

circunstancial--', sino que cu lm in ó u n proyecto m an te nido

al menos durante dos décadas de la vida de su autor. Las

notas más antiguas que se con o c en son de p r in c ip io s de los

años IO, con la previsión de titular Portugal u n poema extenso,

pensado ya en té rm in o s m íticos : Vasco de Gama y Don

Sebastián com p a rtirían espacio con O r íe o o Fausto'3. Pero

bocetos con este grado de e laborac ión hay muchos entre ios

papeles de Pessoa, y de ese p r im e r momento solo se conserva

un poema , ^G la d io » , fechado el 21 de ju lio de 19 ^ 3 - que

pa saría en te ro a Mensaje con el títu lo « D o n F e rn an d o ,

Infante de Portugal». U n segundo paso documentado, como

mencioné, es la ap a ric ión de la sección central de Mensaje, ya

con el título de «M a r p o r tu g u é s» , en el n úm e ro 4 de la

revista Contemporánea, en diciembre de 19 2 2 . Dado que el libro

de fin itivo salió de la im p ren ta en d ic iem b re de 19 3 4 . la

escritura de los poemas se pro long a ve in tiú n años al menos;

el último está fechado el 2 de abril del mismo 1 9 3 4 - Lo

en los que Pessoa e scrib ió más poemas con este fin í:

19 2 8 y 1934 » nueve en cada u n o , aunque en el ca

último se concentraran —p o r la necesidad de ce rra r el « o ro—

en los tres p r im e ro s meses; resulta clara, pues, la dilatada

pervivencia del proyecto.

Volviendo al pensamiento político de Pessoa, y su c o n creción

en Mensaje, Teresa Rita Lop e s lo ha de sc rito de un

modo que lo acerca a lo que fue el regeneracionismo español:

« S u sebastianismo fue una estrategia: tentativa de alentar el

ánimo de los portugueses, esa brasa fría, a través de u n mito

congregador»14; sin duda, la imagen de Castilla que postularon

Unamuno o Machado tenía también un aura mítica, por

mucho que se repitiera aquella frase de Costa sobre dejar

1 3 Ver Fernando Gabral Martíns, Jntrodufao ao estudo de Fernando Pessoa.

Porto, Assirio &. Alvirn, 2 0 1 4 , p- 2 3 7 -

14 Teresa Rita Lopes, loe. c it .r p. 3 5 2 -

b ien c e rrad o el sepulc ro del C id ; en el caso de Pessoa, se

partiría asimismo de un diagnóstico sobre el estado de ánimo

colectivo y con una perspectiva fo rm ad a al amp aro de una

leyenda aún latente.

Es significativo a este respecto el de sa rrollo del p oema

« E l Infante >>: da cuenta en p rin c ip io de cómo Dios eligió a

un portugués para asumir un destino que abocaba al mar y al

futuro, y que llegaría a ser destino de la na ción; pero la con sum

ación de este designio quedó a medias: se cum p lió la

parte que conducía al mar, el imperio se hizo, y luego se deshizo

: « ¡ Falta, S eñ o r, cumplirse P o r tu g a l!» 10. De este modo,

según el texto, Portugal logró un sentido, asumió su re sp on sabilidad

en la empresa humana común, pe ro no supo o no

pudo, en el curso de esta acción, hacerse a sí mismo. Obtuvo

identidad, pero no retuvo su ser. Mensaje daría cuenta, así, de

un destino colmado p r im e ro y fru strad o después, y de un

subsiguiente estado de p o stra c ión; es cierto que habla poco

de la parte negativa del balance, pe ro hace pesar ese silencio

de fo rm a decisiva. E n el poema « N ie b la » , además de r e fe rirse

a la mañana en que, según el mito, habrá de reaparecer

Don Sebastián, la niebla toma otros dos valores: uno co r re s ponde

al estado del presente —«N ieb la eres hoy, P o rtu g a l»—;

el otro, a lo etéreo del proyecto colectivo y de la esperanza, a

su in con s is ten cia : «N a d ie sabe lo que qu ie re . / N adie sabe

qué alma tiene, / ni sabe qué es b ien n i mal. / [...] / T odo es

in c ie r to y p o s tre ro . / T odo suelto, nada e n t e r o » . L a c o n ciencia,

la fuerza de la crítica negativa es lo que abre la p o s ibilidad

del fu tu ro . Y la descripción del estado de la nación,

la discrepancia con él, impide pensar que el poeta escriba en

apoyo de n in gú n rég im en o propu esta p o lítica a c tu a l; solo

queda la energía que nace de un deseo contiguo a la desespera

c ió n . Y es ese deseo el que explica que, en tal p u n to de

p é rd id a , Pessoa dé u n g iro so rp ren d en te y decida que,

puesto que todo es niebla, es ya el momento que el mito p re veía;

precisamente « ¡E s la H o r a !» .

15 Todas las citas de Mensaje están tomadas de la presente edición.

Por tanto, las posibles causas de un malestar político se diluyen

en la apertura del planteamiento pessoano que, p o r otro

lado, parece movido más p o r una lóg ica p e r son a l que p o r

razones ideo ló g ica s. Quizá esto se p e rc ib a observando el

lugar que ocupa OsLusiadas en el lib ro . Salvo el sebastianismo,

que no podía estar aún en el p o em a de Camoes p o r obvias

razones cronológicas (se publicó seis años antes de la desaparición

del re y), hay una notable coincidencia en el re co rrido

histó rico de ambas obras y, sin emba rgo , Mensaje no ta c e

mención de ello; no se in co rp o ra Camoes a la galería de los

héroes, aunque esta incluye figuras de escritores menos c on sagrados,

como las de B an d a r ra o A n to n io V ie ir a . Y no

puede h aber de scon o cim ien to p o r pa rte de Pessoa, que en

diversas ocasiones, an un ció la llegada de u n supra Camoes; no

hay desconocimiento, sino in ten c ió n . C o n Os Lusiadas c o in cide

Mensaje en el re co r rid o p o r la con stitución de la n a c io nalidad,

en su inventario de personajes históricos, en la epo peya

de los navegantes y descubridores, en la médula religiosa

de la empresa, en múltiples motivos y escenas. Pero, aparte

de no n om b ra rlo , hay signos de evidente distancia, como la

casi completa impugnación del depósito mítico gr

del que Camoes se nutría hasta el punto de interc

siones de ese o rig en y qu eb ra r el h ilo ép ico ; ei

huella de este fondo es mínima y se limita a la figu

de Ulises y un pa r de alusiones sueltas.

Edua rdo Lourenco ha defin ido el lib ro de Pessoa corno

un « a n t i-L u s ia d a s » : con Camoes llevaría a cabo Pessoa una

« ta ch ad u ra freu d ian a que constituye el c entro hueco de la

estructura textual y mítica de Mensaje » . S in duda es así,

como parte de una extraña rivalidad histórica, del án imo

competitivo que parecía mover el impulso de escritor de Pessoa.

Pero también porque el patronazgo de Camoes le habría

quitado flexibilidad para introducir los toques personales

16 Diversos estudios de Eduardo Lourenco, citados por María Helena

da Rocha Pereira, «Ulysses e a M ensag em ^ , en Fernando Pessoa,

Mensogem. Poemas esotéricos, ed. cit., p. 3 0 9 .

que hacen de su libro escritura y no un tratado histórico ni un

p ro g ram a p o lític o . L a aso cia c ión mund o clásico-cristianismo

de Os Lusiadas seguramente le repugnaba, p o r el lugar

que guardaba su pensamiento para el paganismo, y p o rq u e

además lo católico ad q u ir ía en Cam oe s notable r ig id e z ; la

fo rm a na rrativa y el fre cuen te ju e g o de buenos y malos, de

héroes nobles y dañinos infieles, se oponían al análisis c on ceptual

que Pessoa iba a p ro p o n e r , como fo rm a coheren te

con su proyecto y compatible con su p e rson a lidad. S i debía

apoyarse p o r una vez en la raíz cristiana de la n a ción , le era

preciso dotarla de un carácter espiritu a l asociado a u n destino,

y no cabía construir la utopía sebastianista del «Q u in to

Im p e r io » con los materiales de la conquista. Sí, la querencia

de desplazar a Camoes del pedestal, pe ro sobre todo las exigencias

de su p ro p ia escritura , el trazado —tan m in u c io so y

pensado siempre— de su poética. A b rirse a un espacio que no

esté condicionado ideológicamente, moverse en él con en e r gía

poética.

b ) M a l e s t a r p o é t i c o

Me referí antes a una segunda causa del malestar del lector:

los efectos en el libro, en su lengua y mundo, de un trabajo

estructural de cierre, único en la obra de Pessoa, impuesto en

buena medida por las exigencias de la publicación. Así, con la

sintaxis cultista y los esquemas estróficos se da cuerpo a un

conjunto de materiales de variada procedencia. Si, por

supuesto, dominan los de carácter histórico, vienen a

sumarse a ellos otros innumerables, como los que tienen origen

en la mitología artúrica —que trataría de reforzar el relato

sebastianista, por sus coincidencias con la historia del Grial,

también de pérdida y esperanza de reencuentro, o el papel de

la niebla en los ciclos celtas— o las alusiones al mundo ocultista,

sus símbolos y corrientes, como ocurre en « E l Encub

ier to», poema en el que se superponen la rosa y la cruz

—rosacruz literalmente. Todo parece caber en el libro —así,

Angel Crespo recordó la relación mítica de Orfeo, título de

la ya lejana revista, con los navegantes, o las resonancias del

LíberNumerorum de San Isidoro'"7— que, siendo un espacio sincrético,

o frece una tersa su p e rfic ie de len gu a. U n o de los

mejores ejemplos de la diversidad de referencias que fluye en

un solo cauce es «O mostrengo», el poema sobre el monstruo

que acecha en el fin de los mares, donde se fu n d en el

gigante Adama stor —que Camóes en contró en fuentes an tiguas

y contemporáneas—, la p e rip e c ia histó rica de Bartolomeu

Dias —que solo al tercer intento consiguió doblar el lla mado

Cabo de las Tormentas, en el con fín austral de Africa—

y el eco de algún pasaje de la Balada del Viejo Marinero, de G o le -

ridge, sobre todo en la figura del homem do Ieme [el tim on e l].

Todo está ahí, todo actúa, pero el poema lo marca el pulso de

Pessoa, con sus recurrencias solemnes, en las que caben tanto

lo grotesco del monstruo —tan « r om o » que se echa a rodar

p o r tres veces— como la em o c ió n épica ante el destino que

asume la fo rm a de una obstinada ob edienc ia —también tres

veces sometida a pru eb a—; el ritm o del p oema mece en sus

olas ambas formas del absurdo.

Consciente de este minucioso trabajo, Román Jakobson,

uno de los ilustres precursores de la difusión internacional de

Pessoa, basaba de modo preferente en Mensaje su juicic

el poeta; el ensayo que firm ó en 19 6 8 con Luciana Stej

Picchio prop onía : «Pessoa debe ser incluido entre los j

des poetas de la 'estructuración’ » 1 . Y este chocante diagnóstico,

aplicado a quien subrayó entre sus opciones de escritura

el inacabamiento y la disp e rsión , se apoya en u n a categoría

usada por el propio poeta; según él, los así definidos serían

capaces de una mayor complejidad, «porque expresan construyendo,

arquitecturando, estructurando » 19, y apuntan de

17 Ver la extensa introducción en Fernando Pessoa, El poeta es un fingidor

(Antologíapoética), edición de Angel Crespo, Madrid, Austral, 19 8 2 .

18 Román Jakobson y Luciana Stegagno-Picchio, « L o s oxímoros dialécticos

de Fernando Pessoa», en Román Jakobson, Ensayos de poética,

traducción de Ju an Almela, Madrid, Fondo de Cultura Económica,

19 7 7 , P . 2 3 6 .

19 Citado por Jakobson y Stegagno-Picchio, que lo toman de una carta

a Francisco Costa, escrita en agosto de 1 9 2 5 *

ese modo una tendencia a la universalidad, a lo que se manifiesta

al margen de accidentes. En el desarrollo de este c rite rio

, el ensayo de Jakobson estudia, p o r ejemplo, las frecuencias

vocálicas y su sistema de ap arición, inaugurando los muy

n um e ro so s trabajos que se o cu p an de establecer a rm on ía s

cuantitativas, claves numerológicas, etc. Mensaje quedaría, así,

ju s tific ad o como una lab o r ejem p la r de o rfeb re r ía lin g ü ís tica,

como un tejido extremadamente cuidadoso y complejo

de re la c ion e s, p ro p o rc ion e s o simetría s. Pessoa mismo, en

una suerte de ilum in a c ión estructuradora, llega a in c lu ir lo

tod o --aún en la carta a Gasais Monteiro— en u n efecto de

trascendencia que lo desborda: « L o que hice p o r causalidad

y se com p le tó en con versac iones fu e exactamente ta llad o ,

con Escuadra y Compás, p o r el G ran A rq u ite c to » .

Hay, p o r tanto, muchos h ilo s de los que es p o s ib le

tirar; me limito a u n solo ejemplo de la crítica que se mueve

en esta órbita de una «poesía de la estructura». Mensaje se

abre con un epígrafe en latín, como luego ocurre con fó r mulas

latinas más breves en cada una de las secciones:

«Benedictus dominus deus noster qui dedit nobis signum»

[Bendito el señor nuestro dios que nos dio enseña]: la invocación

religiosa en latín, la acción divina de conceder signum,

las formas (nobis, noster) de un nosotros que sitúa las coordenadas

del mensaje más allá de lo personal. Como explica Adrien

Roig, el « sign um » tendría el sentido de la enseña para el

campo de batalla, lo mismo que el romance brasao [blasón],

que da título a la primera parte del libro. Blasón concedido

por Dios a una comunidad que pronto se identifica con

Portugal. El desarrollo se va dividiendo en secciones que

corresponden a los distintos campos del escudo de Portugal:

los castillos, las quinas, etc. Hay en todo ello un sabor

medieval y, también, la alusión permanente a la in te rv en ción

divina y a los mitos nacionales.

Tanto los castillos como las quinas remiten a la batalla de

. Ourique, ganada a los musulmanes en agosto de 1 1 3 9 por el

primer rey de Portugal, Afonso Henriques, y que abrió la

conquista de Lisboa y de todo el centro del país. Los castillos

son siete, como los reyes moros derrotados20, y las quinas

remiten a la visión de C risto que tiene el rey en la víspera de

la batalla, en la que le concede como armas sus prop ia s lla gas21.

A d r ie n Roig piensa que « e x isten relaciones estrechas

entre la Visión de D o n A fo n so H en r iq u e s , el E p íg ra fe y los

poemas»2' y, a p a rtir de ahí, estudia la re cu r ren c ia de las

palabras clave en las dife ren te s secciones del lib ro ; y añade

otra hipótesis: Pessoa conoce y tiene en cuenta, siguiéndolo

estructuralmente, el relato ( ¿ o r ig in a l? ) en la tín de la visión

que, según 1a. tradición, fue encontrado en el monasterio de

.Alcobaja en 15 9 6 . Roig culmina su sugerente trabajo con un

juicio sobre el género del lib ro : «E s ta p rime ra sección hace

recordar, p o r su naturaleza y estructura, la literatura emblemática.

Se pa rte de un c o n ju n to d ib u jad o , de u n grabado

(en este caso el B lasón de Portugal). Se inscribe debajo una

fó rm u la , frecuen temente enigmática, la cónica (el E p íg rafe

inicial) y se va esclareciendo, en un comentario organizado

(la secuencia de los p o em a s), e xp lic itan d o con e jem p lo s y

au to rid ade s (héroes y sob e ran o s po rtu gu e se s) el v a lo r y la

s ign ific a c ión sim b ólica de cada uno de los e lem entos del

grabado»23.

2 0 Las interpretaciones difieren en algunos detalles. Suele hablarse de

cinco reyes, a los que se sumarían las plazas de Lisboa y Evora ocupadas

después,

21 Curiosa y emblemática palabra esta de quinas, asumida por el castellano.

Según la Academia: «Armas de Portugal, que son cinco escudos

azules puestos en cruz, y en cada escudo cinco dineros en aspa».

Tirso de Molina escribió una obra titulada Las quinas de Portugal: «La s

armas que a Lusitania/otorga mi amor propicio, / en cinco escudos

celestes / han de ser mis llagas cinco; / en forma de cruz se pongan, /

y con ellas, en distinto / campo, los treinta dineros / con que el

pueblo fementido / me compró al. avaro in g rato ». También en las

Soledades d e Gongora aparecen «las quinas» como metonimia de las

naves portuguesas que cruzan el océano hacia Asia.

2 2 A dr ien Roig, «Mensagem: Heráldica e poesía», en Fernando Pessoa,

Mensagem, Poemas esotéricos, ed. cit., p. 2 8 4 - La versión portuguesa del

original francés es de Angela Carvalhas (traduzco del portugués).

2 3 ibídem. p, 2 9 2 .

« S i se atien.de a la p e r fe c c ió n externa, esta es su ob ra

más completa» 24 —decía Octavio Paz, otro de los p rim e ro s ,

fuera del ámbito lusista, en difu n d ir y valorar la obra de Pessoa,

Pero ¿q u é sería la perfección externa en u n lib ro de p o e m

a s?, ¿ se d e fin e como externo lo que no se in teg ra en el

cuerpo p o é tico ? Es curioso que, mientras en la mayoría de

los libros de Pessoa la atracción p o r los heterónimos acaba sustituyendo

con fre cu en c ia la le c tu ra con creta del texto, aquí

llega tal vez al mismo resultado el conjunto de lenguas y saberes,

el sistema de conexiones y referenc ias. Re cu e rd o ahora

aquella fo rm u la c ió n , quizá discutible p e ro muy fé r til, que

hacía Ferlosio de un « p r in c ip io de p a ten cia» para la lectura

de poesía. Acogiéndose a la idea de efecto y de unidad de efecto

que desarrolló Poe, piensa que los elementos poéticos son los

que, al margen de su dificultad, están activos ante el lector,

que los p e rc ib e en una copresencia mutua, y por eso «lo

accesible únicamente mediante el descifrado carece de existencia

literaria, no forma parte de la obra» ' . Sin duda,

extremar tanto la afirmación puede agrietarla; pero algo de

esa índole sucede; quizá ninguna de las tramas que subyacen

al libro contiene las claves de su lengua y su mundo, de su

poética. Y es lo patente en los poemas lo único que, pese a la

costumbre crítica, constituye Mensaje.

Creo que con esto se relaciona el malestar de los lectores,

que quedaría explicado en la misma cita de Octavio Paz ya

comenzada: « S i se atiende a la perfección externa, esta es su

obra más completa. Pero es un libro fabricado, con lo cual

no quiero decir que sea insincero sino que nació de las especulaciones

y no de las intuiciones del poeta. [...] Para que los

símbolos lo sean efectivamente es necesario que dejen de

simbolizar, que se vuelvan sensibles, criaturas vivas y no

emblemas de museo. Gomo en toda obra en que interviene

2 4 Octavio Paz, «F e rn an d o Pessoa, el desconocido de sí m ism o » , en

Cuadrivio, México, Jo aq u ín Mortiz, 19 6 9 , p- 1 5 8 -1 5 9 -

2 5 Rafael Sánchez Ferlosio, Las semanas del jardín. Semana Segunda. Madrid,

Nostromo, 1974» P- 1 2 6 .

más la voluntad que la inspira ción, pocos son los poemas de

Mensaje que alcanzan ese estado de gracia que distingu e a la

poesía de la bella lite r a tu r a » . E l com en ta rio , aunque con

inicial prudencia, resulta contundente; es cierto que implica

cuestiones de poética, sean de época (el ensayo apareció en

19 6 2 ) o p e rson a le s, que no p a re c en obvias ( sin c e rid ad ,

intuic ión, símbolo, inspira ción), pe ro es difíc il no compartir

este ju ic io : la sensación de que el plan pesa sobre el libro

y lo con dicion a , de que bastantes poemas han surg ido para

cumplir una fu n c ión sin ser necesarios en sí, sin estar vivos.

E l trabajo para c e rra r Mensaje supuso una experiencia

única en la vida de Pessoa, una experiencia interesante y ambigua,

que probablemente suscitó su perplejidad. Es como si la

energía poética, sostenida durante las dos décadas que m an tuvo

el proyecto, se hubiera agotado antes de llegar totalmente

a puerto, como si se destensara el p ode r de concentración de

la lengua y hubiera que re cu rrir a explícitos mecanismos retóricos

para re llen a r el esquema, p ro du c ién do se perceptibles

decaimientos. Es curioso que estos aparezcan a menú ’

poemas dedicados a personajes fundamentales, que limi

el abanico de posibilidades, pues solo cabría hacer su loa

sensación de que el poeta se mueve con más na tur

cuando la desgracia se combina con el deber y las valora

se hacen conflictivas. Frente al ju ic io de Jakobson, parece que

Pessoa es más un poeta del inacabamiento que u n poeta de la

estructura, y leer Mensaje lo con firm a ; en el espacio info rme de

lo abierto sus logros poéticos son e x tra o rd in a rio s , de modo

que situarse en él habría sido, tanto como una elección personal

o el fru to de una person a lidad inestable y múltip le, una

necesidad interna de su escritura.

S in emba rgo, sería in ju s to con el lib ro hacer absoluto

u n ju ic io motivado p o r sus decaimientos; hay amplio margen

en él para p e rc ib ir el v alor y la fuerza de esta lengua de Pessoa,

otra más de sus lenguas.

I I . L a m ir a d a d e P o r t u g a l

Tras haber intentado evocar algunas condiciones de la recepción

de Mensaje, percibida como una experiencia de malestar, y

de h aber revisado determinadas líneas de a r ticu la c ió n del

texto, querría volver sobre mis pasos, retomar la lectura desde

el p r in c ip io , atendiendo a los tres poemas iniciales del libro,

que seguramente contienen en síntesis lo sustancial del re co r

rid o . Después del epígrafe la tino, se entra directamente en

la parte dedicada al « B la só n » , también con su breve fórmula

latina marcando el comienzo: « B e llum sine b e llo » , « gu e rra

sin g u e r r a » ; tras ella, dos poemas que presentan los com p o nentes

básicos del bla són, « lo s c a stillo s» y « la s q u in a s » ;

empieza luego la sección que desarrolla « lo s castillos», con el

poema dedicado al m ít ic o antepasado, «U lis e s » . Estos tres

son los que querría releer.

«D e los castillos», el primer poema, imagina el mapa

de E u ro p a como una m u je r tumbada, que se apoya en los

codos para levantar la cabeza y mirar hacia adelante; los

codos corresponderían a Italia e Inglaterra, mientras «ese

rostro que mira es Portugal». Así, Europa tiene dos fundamentos;

uno que remite a la época clásica («helénicos o jo s» ,

recordando que buena parte de Italia fue griega antes que

romana) y otro al mundo británico («románticos cabellos

» ) , que reúne la modernidad de las pasiones, la libertad

y el progreso. En términos de Pessoa, un codo sería Reis, y el

otro, C am p o s; su formación inglesa ahonda y matiza el

aporte clásico, le permite inclinarlo hacia una perspectiva

marina —y universal—, próxima a la identidad portuguesa que

va a elaborar. El movimiento del tiempo y de la cultura concuerdan,

en principio, con el dinamismo sugerido por el

mapa, que iría «desde Oriente a Occidente», y ello sitúa a

Portugal en la vanguardia de Occidente, rostro de Europa,

mascarón de proa.

Pero ya un tono decadente, muy art nouveau, perceptible en

la selección léxica, avisaba, también desde el principio, de otra

clase de inquietud temporal; Pessoa lo retoma, hacia el final

del poema, para romper la aparente transparencia del dibujo:

«C o n su mirar esfíngico y fatal / ve a Occidente, fu tu ro del

pasado. // Y ese rostro que mira es P o r tu g a l» . E u ro p a está

m irand o, sí, con sus ojos portugueses, hacia el océano que

tiene delante, abarcando en su mirada la epopeya de los descubrimientos;

sometido, sin embargo, al dilema de la Esfinge

y al dictamen del destino, el sentimiento del tiempo vira, es ya

distinto del progresivo que parecía regir: todo estaba abierto en

un impreciso momento anterior, el gesto del mapa reproduce

su tensión y su energía, pero —« fu tu ro clel p a sad o »— eso que

era futuro entonces hoy ya se ju g ó . Y sopesar estas formas de

pasado y de futuro será trabajo del libro.

E l segundo poema , « D e las q u in a s » , habla con verso

más breve, más sentencioso, fiado a la rotun didad de la rima

para hacerse inapelable. S i antes se presentaba la comunidad

h istórica y política que protagoniza el lib ro , se suma aquí la

op c ión p o r el c ristianismo, aunque en el verso in ic ia l estén

todavía (digo todavía, como si se hubie ran conservado después

de los escritos de R ic a rd o Reis y A n to n io M ora ) « 1c

se s» , en plural; pero se nombra a C risto explícitamer

ofrece duda. Dec ir Dios es convocar también al destino

que el dios cristiano, en el movimiento doble que lo c

tuye, a la vez lo im p lic a y lo nieg a : « C o n desgracia t ___

vileza / D io s al C r is to d e fin ió : / lo opuso a N aturaleza /

cuando como H ijo lo u n g ió » ; en la con c ep c ió n del h ijo

puso el padre componentes naturales («desgracia y vileza» lo

son, como atributos existenciales) y la inm o r ta lid ad divina

que se les o p on e . L o que sería una d e fin ic ió n ind iscu tible ,

p o r dogmática, cuando se trata de quien es dios y hombre al

mismo tiempo, se convierte en extrañeza conflictiva cuando

heredan esa tensión los hombres solo hombres, y a ello tamb

ién alude el poema: «compra gloria la desgracia», «vida

breve y alma vasta». De este modo, como generando una

serie de oposiciones en torno al mismo núcleo, la religión

supone un impulso del alma hacia su amplitud que a la vez la

empuja al sufrimiento. La infelicidad humana, la lucha contra

el tiempo, la alternativa de la aceptación, el choque entre

cultura y naturaleza vendrían dados en la opción confesional,

sin que sea preciso explicitarlo apenas. La religión, el destino

marcan una verdad trascendente, pero también establecen los

límites para la existencia y su infin ito y d o loroso debate.

«U lis e s » , el último paso de este tríptico inicial, recoge

la leyenda del viejo marinero de la Odisea como fundador

mítico de L is b o a—n ombre g rieg o: O lis ip o—y, con ella, de

Portugal. E l poema combina de modo b rillan te un análisis

de lo que sea el mito con la pregunta p o r la iden tidad, pues

ambas cosas se hacen de sí y no , de con trarios que en vez de

neutra liz a rse se im p re gn an y p o ten c ian mu tu am ente. « E l

mito: nada que es todo» resume el carácter del pensamiento

mítico: sin referirse a nada realmente existente, tiene un

poder de explicación y de sentido que puede transformar la

realidad. Así son los mitos, y la alusión en el poema al sol

como cuerpo muerto de Dios, que remite seguramente al

egipcio Osiris —dios celeste y tamb ién de los muertos, tan

presente en las creencias herméticas—, viene a generalizar su

estatuto. Ulises aporta la singularidad de no provenir del

tiempo ahistórico de las mitologías, sino que, en cuanto creación

de las letras griegas, nació ya como personaje literario,

permitiendo así a Pessoa situarse en el vacío lógico de la

paradoja: «Este, que hasta aquí llegó, / fue por no ser existiendo.

/ Sin existir nos bastó. / Por no venir fue viniendo /

y nos c re ó » . Ulises vive en su falta de ser y por ella misma, se

asocia al modelo de identidad que asumió Pessoa y que dio

también a sus personajes-poetas; tiene el mismo modo de

existir que Gaeiro o Campos. Pero, como el poema dice:

«nos c r e ó » , los portugueses son hijos de Ulises, herederos

de su condición, y Pessoa traslada como rasgos de la identidad

patria los que se han ido, a lo largo de su obra, constituyendo

como identidad personal.

A l final del poema se produce un quiebro que solo indirectamente

proviene de lo dicho: «Abajo, mitad de nada, /

muere la v id a » . El mito, el sol, quedaría en un mundo de

alturas; de la unidad mítica entre nada y todo, a la vida le tocaría

el no; la realidad, la historia, la identidad nacional se fecundan

y mueven con el poder del mito; la vida humana permanece

al margen en cuanto hecho concreto y c ircunstancial.

Aunque Pessoa construye Mensaje con elementos —lengua, campos

de sentido, re lig ió n— muy distintos de los que usó en la

mayor parte de su poesía, en esto coincide con ella; la elaboración

de determinadas esferas ideales no altera su saber de la

experiencia de la existencia. Y no le importa entonces forzar

las palabras, y hacer de la realidad— « a l fecundarla, la aviva»—

algo que se disocia y opone a la vida —«m u e re » .

Los tres poemas abren, así, los itin e ra rio s del lib ro . Lo

colectivo, la identidad colectiva, nacional. L a concepción del

tiempo. E l cruce entre Dios y destino, el papel del mito y su

traducción existencial. Esta última, siempre, más latente que

manifiesta.

E l nosotros aparecía ya en el ep íg ra fe g en e ra l, y los tres

poemas lo con figu ran como m irad a , como in se rc ión en el

tiempo, como extraño y real nudo de inexistencia. Todo ello

constituye el Po rtu gal de Mensaje, además de la p ro lo n g ad a

re fle x ió n sobre la p o s ib ilid a d de u n proyec to y sobre cuál

sería su carácter: «Portugal, nosotros, pode r s e r» , y u í

más allá: « e l desear pode r q u e re r» , quizá una enumer

o quizá, en cambio, varios in fin itivo s que se complerr

entre sí, d ifirien do el ejercicio del deseo.

E n la po e sía de Pessoa son in fre cu en te s los p lu r a le s ;

recuerdo ahora a los piratas en la «O d a ma rítima» de Alvaro

de C am p o s: el p lu ra l le servía al p e r son a je p a ra colocarse

fuera y fantasearse como objeto, incapaz de p a rtic ip a r en la

ac ción . S in emba rgo, en Mensaje el po e ta no trata solo de

esbozar una id en tidad com ún , sino que se siente pa rte de

ella, y es ese sentirse pa rte lo que con du ce a la e scritu ra .

Cabral Martins recuerda que Pessoa propuso una empresa de

« rem od e la c ión del subconsciente n a c io n a l» , o que de sc ribió

al zapatero y p ro fe ta B an d a r ra como alguien cuya labor

desbordaba lo in d iv id u a l, de modo que su n om b re p o d r ía

acog er a quienes com p a r tie ran su v is ió n 26. C u an d o , en el

po ema « N o c h e » , un m a r in e ro se p ie rd e en el mar y va a

buscarlo u n h e rm an o suyo, que se p ie rd e tam b ién , y o tro

tercero queda a la espera de un permiso del rey para in ten tarlo

a su vez, se perfila un sistema de relevos, en que lo p e r sonal

no cuenta sino como fuerza o energía que suma. Así, el

m a rin o que sujeta el tim ó n ante la amenaza del M on s tru o ,

encuentra su capacidad de resistencia en u n sentirse trascendido:

« A l timón puesto, yo soy más que yo. / Soy un Pueblo

que qu ie re el m a r » : la tra scend enc ia en ca rnada con cede

sentido. Elj>o en este caso n o es otro, sino un más qu e jo ; no la

disgregación y la pluralidad, sino la con cen tración , la superación.

P o r u n m o m e n t o p a re ce ría que esto se separa de las

ideas gen e ra le s del poeta, qu ien trató con in s is ten c ia de

recordar el vínculo entre la posible identidad portuguesa y la

person al, negada y múltiple, como se veía en « U lis e s » . A s í

lo p ro p o n en estas frases de una entrevista de 19 2 3 (reciente

aún la publicación de «M a r p o rtu gu é s» ): « ¿Q u ié n , que sea

portugués —se preguntaba Pessoa—, puede vivir la estrechez de

una sola personalidad, de una sola nación, de una sola fe?

¿Qué portugués verdadero puede, por ejemplo, vivir la

estrechez estéril del catolicismo, cuando fuera de él hay que

vivir todos los protestantismos, todos los credos orientales,

todos los paganismos muertos y vivos, fundiéndolos portuguesamente

en el Paganismo superior? [...] Ser todo, de

todas las maneras, porque la verdad no puede estar en que

algo siga faltando» '. Y esa última frase, aplicada aquí a Portugal,

es la misma que Pessoa suele usa r para proponer su

poética de la heteronimia: « S e r todo, de todas las maneras

».

T am b ién , en el poema sobre Bandarra, hay pasajes en

que ambas identidades se comunican: « So ñ ó , anónimo y

disperso, / el Imperio por Dios visto, / confuso cual U n iverso

/ y plebeyo como C r isto » ; en estos cuatro adjetivos tan

pessoanos —anónimo, disperso, confuso, plebeyo—la dispersión

de la identidad y la anónima falta de relieve del in dividuo que

se entrega a una empresa de signo comunitario contagian de

imprecisión el proyecto na cional; adjetivos móviles, impuros

y .mezclados en sí cada uno, donde tanto lo personal como lo

común solo parpadean como ausencia. Observa Jo s é Augusto

Seabra que, sobre todo en «M a r p o r tu g u é s» , la combinación

de las perspectivas de p r im e ra , segunda y te rce ra p e r sona

aporta «den sidad p o é tica» y permite que se entrelacen

los g én ero s ép ico, lír ic o y d ram á tico 28; en cu en tra , pues,

otras formas de dispersión a través del perspectivismo: apenas

hay textos de Mensaje en que la voz poética se sienta como de

u n sujeto; actúa, más bien, una im p e rson a lidad gnómica o

una cesión de palabra a alguien que no llega a ser personaje,

sino una especie de modelo o tipo: todas las personas gramaticales

—añadamos el nosotros— para no nom b ra r a nadie, para

reducir a los individuos al cauce de un proyecto.

La latencia de la cuestión existencial y la dispersión de la

id en tidad , p o r tanto, fo rm an pa rte del mu n d o de Mensaje,

como del resto de la poesía de Pessoa. Pero no se sitúan, e n

prime r plano; la forma dominante en el lib ro es la anulación

de lo p e r son a l. L a com p o s ic ió n de los textos, las op c ion e s

concretas de e scritu ra levantan u n sistema p en sado para

gen e ra liz a r, trascend er, ide a liz a r, su p e ra r las perspectivas

indiv id u a le s y actuales. N o im p o rta que haya n um e ro sos

poemas; especialmente los de « B la s ó n » , con u n p ro ta g o nista

con c re to : el retrato del p e r son a je no suele contener

elementos na rra tivo s, sin o que lo o rien ta una v olun tad de

d e fin ir , de extraer aquel v a lo r o con cep to que el hé ro e

pueda, en cada caso, representar o aportar al curso de la h is toria

colectiva: «M i deber me hizo, como Dios al mundo. /

[ ...] C o n t ra el De stino cum p lí m i d eb e r. / ¿ In ú tilm e n te ?

No, pues lo cum p lí» ( «D o n Duarte, rey de P o r tu g a l» ) ; no

2 8 José Augusto Seabra, « O arquitexto da Mensagem», en Fernando

Pessoa, Mensagem. Poemas esotéricos, ed, cit., p. 2 4 3 -

cambia, pues, la función del texto cuando se adopta la p r i mera

persona, que suele tomar la fo rm a de u n autoanálisis o

m o n ó lo go dramático, algo como u n examen p o s tum o de

conciencia, que acercaría el pensamiento de los muertos, el

más ajeno a circunstancias.

Este enfoque de las historias individuales se engrana en

el plan de conjunto —ideológico, doctrinal—, que se va dispo n

ien d o como mapa concep tual pe rfe c tamente a rticu lad o .

«T o d a s las na ciones son m is te rio s . / U n m u n d o en te ro es

cada n a c ió n » : desvelar este misterio exige un tipo de comprensión

p a ra el que no im p o r tan tanto los n om b re s y las

peripecias de los personajes, como la búsqueda en cada caso

—como se ha dicho— de una fórmula, de una esencia. De este

modo, alcanzar el núcleo de lo nacional no será distinto de

acceder a lo universal —y no en vano está detrás el irreductible

cosmopolitismo de Pessoa, por más que se revista con la

apariencia de lo local—: «So lo dos naciones —la Grecia de

antaño y el Portugal de mañana— han recibido de los dioses

el don de ser no solo ellas mismas sino también todas las

demás»*9. La empresa de Magallanes, su vuelta al mundo, es

una empresa de conocimiento, un empeño de signo prometeico,

que lleva a los titanes —defensores del privilegio de los

dioses, ejercido a través del oscurantismo y la ignorancia— a

celebrar con danzas su muerte.

En consecuencia, el trayecto de cada persona, por

valioso que pudiera haber sido, desde esta perspectiva resulta

insignificante. De ese Viriato, pionero, que habría creado el

marco en que Portugal pudo hacerse, se concluye: «T u ser es

como la fría / luz de antes de madrugada, / que es ya un ir a

abrirse el día / albeando confusa nada» —donde prevalece

una plástica imagen de la falta de consistencia sobre la posible

intuición de un comienzo. La galería de los héroes parece

entonces perder su singularidad, como si el transcurso histó-

29 De una entrevista de 19 2 3 , citada en Robert Bréchon, Extraño extranjero.

Una biografía de Fernando Pessoa. Traducc ión de Blas Matamoros.

Madrid, Alianza, 19 9 9 , P- 4 1 ?-

rico tendiera a abstraerse en una metafísica. E l tratamiento

del tiempo o el análisis de 1a. relación entre destino y azar son

fo rma s de este p ro ce so . A s í, las con trad ic c ion e s entre la

«vida b reve» y el «alma vasta», pueden obviarse con distintos

procedimientos para suspender el curso temporal o rd in a r

io y, con él, los efectos del tiempo en lo personal y existen -

cial. Gu and o la nave de D o n Seba stián se p ie rd e , lleva el

pendón del imperio, y, cuando el rey vuelva, será en la misma

nave, llevará el mismo pen dón; un paréntesis de irrelevantes

siglos, repletos de a con te c im ien tos, que se da rán p o r no

tran scu rrid o s. A s í, la in te rv en c ión del azar se in sc rib e

—« to d o comienzo es in v o lu n ta rio . / D io s , el a g en te »— no

entre las fragilidades individuales, sino en el diseño de c on ju

n to ; D ios integra el azar de los in d iv id u os en el destino,

iden tificad o con su p lan : es la m a te rn idad de una m u je r la

que aporta el héroe « a l que, imprevisto, Dios p red e stin ó » . Y

más se refuerz a el efecto cuanto más d éb il parece la parte

human a: « N o fu e n i santo ni h é ro e , / mas D io s le dio Su

señal», «Dios quiere, el hombre sueña, la obra n a ce » . ~

esta vía, el cristianismo asume un papel clave en la co:

ción de la identidad, como si, en la diversidad pessoana

una de sus poéticas se constituyera en torno a una ieiea cíe

Dios.

E n un escenario que reúne identidad colectiva («fu e

Dios el alma y Portugal el cuerpo / cuya mano gu ia ría al

Occidente»), detención del tiempo personal y una moral de

la aceptación, todo parece, por tanto, neutralizado en la

empresa común, bajo la dirección divina. Pero, si se acerca la

mirada, hay momentos en que deja de percibirse una sola

tonalidad en todo y se trasluce lo que quedó postergado, se

toma conciencia de lo que latía por detrás. Y esto ayuda a

entender mejor la lógica de este proyecto de escritura, reponiendo

en la escena las fuerzas negativas que trataban de

omitirse.

Visto así, es notable la frecuencia con que en la trayectoria

histórica de los protagonistas de Mensaje se impuso la desgracia,

sin que, en cambio, el concepto deducido por el

poema se haga sensible a ello. No es solo que el poema no sea

p ro p iam en te n a rrativo n i inc lu ya e lementos de anécdota,

sino que lo biográfico se escamotea p o r completo en n um e rosos

casos, sin s iq uie ra ded ica rle una a ten c ió n in d ire c ta ,

«D o ñ a T e re sa » fu e de rrocad a con las armas p o r su h ijo ,

A fo n so Henriques, y m u r ió en p r is ió n ; el p o em a c ifra su

figu ra en la maternidad de un hé ro e fu n d ad o r —ese mismo

h ijo— que, de acuerdo con el p lan g en e ra l, parece qu ed a r

disponible para reactivarse, si fuera necesario, a lo largo de

los siglos. D on Duarte, después de ser derrotado ante T á n ger,

mu rió en Lisboa a causa de la peste; el poema encuentra

en él una filo so fía del debe r. E l in fan te D o n Fe rn an d o fue

ap resado, en la misma fracasada e xp ed ic ió n , cuando tenía

quince años, y murió sin salir de la p risión de Fez; el poema

se centra en la con sagra ción re c ib id a de mano div in a y en

una fiebre de trascendencia al borde de la locura. Y Bartolo -

meu Dias, «el Capitán del F in » , yace en una playa pró x ima

a ese cabo extremo re c ién su p e rad o ; u na de las to rm en ta s

inmediatas a la hazaña acabó con él, cuya aportación había

sido la doma de lo m is te rio so : «Dobló el Asombro. / M ar

solo es mar».

No es preciso seguir enumerando, basta esto para mostrar

el propósito de Pessoa en su tarea de abstracción, pero

también lo que no queda del todo oculto por ella. En boca

del desdichado Don Duarte se lee: « E n mi tristeza firme, así

viví» —y el dato emocional, subjetivo, pone espesor en el fino

trazo de los valores, decolora en sombra su espacio ideal. Y se

sigue leyendo entonces: el mar es salado por las lágrimas

portuguesas, «quien quiera ir allende Bojador / ha de pasar

allende del d o lo r» . O, en uno de los momentos más altos de

ensoñación del «Qu in to Im p e r io » , cuando se lo asocia a

una victoria del alma sobre el poder del tiempo, se filtra esta

pequeña sentencia: «ser descontento es ser hombre». Mensaje

se resiste a ser epopeya, eludiendo los hechos y el flujo

narrativo, y se encuentra siendo elegía, seguramente sin

haberlo pretendido. La preferencia del poeta por los casos

desdichados, aun idealizándolos, el modo en que deja entrever

los factores negativos que los rodean, ensordece su labor

programática, perturba con su eco la c laridad de sonido del

mensaje.

Y hasta tal punto o cu rre así que, en el flu jo de detalles

postergados, los requ isito s p a ra p a rtic ip a r en el proyecto

colectivo —la m o ra l de la aceptación tomada como actitud

vital— pa recen endurecer su exigencia en una líne a que Pessoa

ya había p e rfilad o : «R e a lic em o s en nuestra alma la lle gada

de D o n Sebastián, [...] obra pagana, obra antihumanitaria,

obra de trascendencia y de elevación, hecha a través de

aquella crueldad para con nosotros mismos que el espíritu de

Nietzsche, en un momen to lú c id o , vio como base de todo

sentim ien to de im p e r io » 3° . L a fo rm u la c ió n de opuestos

para imped ir la síntesis de sus poéticas y hacer más pe rcep tible

la apuesta pluralista abre, en ocasiones, canales de comun

ica c ión como este, en el que cabe re con o c e r la misma raíz

que alimentaba los brotes del impulso masoquista en Alvaro

de Campos. E n el recorrido p o r la desdicha, en el intento de

obviarla en aras de un proyecto superior, vuelven a coincidir,

pues, lo p e r son a l y lo colectivo, como en tien d e E d u a rd o

L o u ren fo : « E l sentido mítico y místico de la vida de P

figurado y con fundido con el destino de u n pueblo 'cr

que, como el Sa lvado r, no debió su e le c c ión sin o al

miento y a la humillación con que Dios, enigmáticamej

dis tin gu ió » 3’ . Es la misma ló g ica de aquella sentenc ia:

«A b a jo , mitad de nada, / muere la v id a » .

E l trabajo de abstracción con su designio esencialista, el

propósito de trascender las negaciones existenciales, solo en

apariencia había borrado la huella del sufrimiento, que acaba

saliendo a flote, ocupando su lugar. Quizá el verdadero p r o yecto

de Pessoa, el sentido de esta formalizada guerra sin guerra,

3 0 Fragmento inédito sin fechar, en Fernando Pessoa, Políticaj>profecía,

ed. c it ., p. 12 8 .

3 1 Eduardo Louren^o, « Su eñ o de imperio e imperio de su eñ o », en

Fernando Pessoa, Mensaje, traducción de Jesús Munárriz, Madrid,

Hiperión, 2 0 1 4 ( 4 a ed.), p. 19.

vaya, de la mano de Ulises, en una dire cc ión distinta de esos

dos movimientos —abstraer, testimonia r— entre sí opuestos:

construir un planteamiento radical de irrealidad y hacer que

llegue a manifestarse como propuesta política. A sí, aquellos

gerundios que extendían la duración sin límite de lo que no

es: «E s te , que hasta aquí llegó, / fue p o r no ser e xis tien d o » ,

« p o r no v en ir fue v in ien d o / y n o s c r e ó » ; u n a vida que

pueda ser con sid e rad a como auténtica vida se d a ría en ese

lu g a r de ir re a lid ad o de existencia pa ra le la . Si se leyera de

este modo la mítica fundación de la iden tidad , qu edaría todo

situado del lado del sueñ o , ese e scen a rio tan pessoano del

deseo y de la creación de mundos. E l sueño es quizá el nudo

de conexión más abarcador de toda su obra. Ya en 19 12 había

pa rafra seado Pessoa una célebre frase de Shakespeare, ap licándola

a las naves que partieron hacia la India y que se

habrían construido «de aquello con que los sueños están

hechos». No será entonces extraño —piensa Gabral Martins—

que «se pueda fo rm u la r como pro g rama para Portugal una

encarnación colectiva del su eñ o » . Es la médula del sebastianismo

de Mensaje.

Au n qu e su p re sen c ia se dé sobre todo en la te rce ra

pa rte, « E l E n c u b ie r to » , el sueño n u tre una co r r ien te que

fluye a lo largo del libro. Quizá el poema más característico

de cómo subyace a todo sea el dedicado a Don Denís, el rey

poeta, que evoca su capacidad para dar voz a un anhelo

oscuro de no se sabía aún qué: puede escuchar en el habla de

los pinares, en «la voz de la tier ra», los sonidos de un «m a r

fu tu ro » , de un ansia de mar. La voz de los árboles o de la

tie rra n om b ra ría un tipo de vibración del mundo en la que

se abre la posibilidad de un sueño generador; las ondulaciones

del trigo, el « rum o r de pinos» traen, en versos de tierra

adentro, un «oleaje oscuro» en el que ya bulle otro tiempo.

Es también el modo de B an d a r ra , ac tor por excelencia del

sueño profético, que desde la aparente modestia de sus cualidades

—anónimo, disperso, confuso, plebeyo— fue capaz de

aportar una sensibilidad y u n pensamiento mesiánicos, para

que pren dieran en el alma del pueblo, aun antes de que Don

Sebastián desap areciera. Y es igua lmen te el lu g a r de este

lib ro, de Mensaje, tal como expone en su lectura Finazzi - A g ro ;

según él, Pessoa disfraza de mito el p ro p io discurso, la palabra,

dándole en ella nombre y existencia, « co n tra la intangibilidad

ideal del Todo y la tangibilidad física de la Nada. U n

nomb re y una existencia que solamente la e sc ritu ra —ese

pórtico roto a lo Im p o s ib le ’ , esa con ju n c ión enigmática de

cosas improbables— llega de modo p ro vis ion a l a realizar. E l

Mensaje de Pessoa habla, en fin , del p ro p io mensaje, es decir

que remite únicamente a sí mismo y a la d im en s ió n v irtu a l

(mezcla de im p o s ib ilid ad y de h isto ria ) que in s t itu y e » 3'1 ;

« d im e n s ió n v ir tu a l» , « c o n ju n c ió n enigmática de cosas

im p ro b ab le s», que tejen la escritura y el sueño, la utopía de

ambas, su no lugar.

E l sueño es, así, vida en la irrealidad, lo que está y no está.

E n el poema «O r a c ió n » , donde habla el nosotros de Portugal,

y se trata de mantener viva la esperanza en el largo tiempo de la

espera, se recurre a la metáfora de la brasa, de la llama que está

oculta y siempre el viento puede reavivar; se con c lu ir

embargo: «P e ro la llama, que la vida crea, / si es que ha

aún, no se te rm in a » : la duda absoluta crece en el cen!

a firm a c ión tan rotun da , tan llena de fe. Porque el sueño es

vida extrema y, a la vez, oscura inconsistencia, virtualidad que

no puede atraparse, n i ella p ro cu ra rse materia. Hay dos

expresivos poemas, recorridos p o r el soplo del relato fantástico,

p o r el parpadeo luminoso y sombrío de los viejos cuentos

infantiles, que dan cuenta de este carácter del sueño: se oye

en el primero una voz que habla, que dice algo, y que calla de

inmediato si alguien acierta a escucharla; nunca podría o fre cer

un diálogo, se limita a portar su anuncio incomprensible,

3 3 Ettore Finazzí-Agrd, « L ’ impossible et Tliistoire. Un e iecture du

Message de Fernando Pessoa», en Colloque de Cerisy, Pessoa —Unité,

Dioersité, Obliquilé—, édition de Pascal Dethurens et Maria-Alzira Seixo,

París, Chistian Bourgois E d ., 2 0 0 0 , p. 5 2 3 (la traducción es mía).

oculto entre los márgenes del sueño: «Ma s, si vamos despertando,

/ la voz calla y solo hay mar». E n el otro poema, se oye

cómo rompe el mar en una playa, pero la isla a la que tendría

esta que pertenecer no puede verse: « ¿Q u é nao, qué armada,

qué flota / puede el camino encontrar / de playa en que el mar

embiste, / si a la vista solo hay m a r ? » Mun do p a ra le lo , con

algo del hechizo, de los encantamientos de los viejos relatos

artúricos, el sueño ofrece una salvación que de él, sin

embargo, no puede extraerse.

E n la « E le g ía en la som b ra » , inte rm edia —como d ije—

entre la publicación de Mensaje y la muerte de Pessoa, se leía:

«N o s pesan el pasado y el fu tu ro . / Du e rme en n o so tros el

presente. Y soñando / el alma encuentra siempre el mismo

m u ro » . Límite del sueño, límite de la realidad. Pero, cuando

acaba la tercera parte y el poeta va a despedir el libro con otra

fórmula latina, elige decir: «Válete, fratres», atreviéndose a

usar, aunque sea en otra lengua, fratres, una palabra de hermandad,

que parece impregnarle de una nostalgia de lo colectivo,

el nosotros que tal vez en el sueño pudo compartir.

El sebastianismo sería, por tanto, un proyecto político

cuyo espacio es el sueño. O el deseo, la energía abierta que

constituye lo utópico. La visión mesiánica de Pessoa convierte

el regreso de Don Sebastián y el logro de un «Quinto

Imperio» en una empresa espiritual de orden diferente de la

aventura marítima o de una conquista de signo nacionalista;

por eso, la serie de los poetas profetas termina prevaleciendo

sobre la de los héroes guerreros. Tiene su raíz la mitología

del « Quinto Imperio» en el bíblico sueño de Nabucodonosor

(Libro de Daniel) ; se hace portuguesa en la obra, con raíces

en las dos orillas del Atlántico, de Antonio Vieira, y culmina

en Mensaje: el imperio es un libro, una lectura, un sueño capaz

de transformar el mundo. En una hoja en la que Pessoa

había garabateado distintas posibilidades de entender la cifra

esotérica que sería este título, entre otras hipótesis citaba

unas palabras de la Eneida, «mens agitat molem»34, de las que

34 Virgilio, Eneida, lib ro VI, verso 727-

una simple sincopación o b ten d r ía el re su ltado : mens a g " ‘ -

em, Mensagem, la mente mueve montañas33.

T eñ id o de an tip ragm a tism o, de u n idealismo que se

hace antipolítico a fuerza de ideal —«después de la conquista

de los mares debe v enir la conquista de las almas. E l resto (la

fe lic id ad n a cion a l, la bu ena adm in istra c ión , la lib e rtad , la

lealtad, la h on ra ) no es sino la basura que obstaculiza el

camino de nuestros g e s to s» 36—, el sebastianismo de Pessoa

enlaza con una larguísima y variada trad ic ión . El inventario

se h aría p ro lijo . A s í, en la Ed ad Media se dio la difundida

creencia de que volvería el rey A r tu ro para ceñir la corona de

Inglaterra, y ya antes las profecía s francas anunciaban la lle gada

de un segundo Garlomagno, que marcaría el fin. de los

tiempos. Guando mu rió en las cruzadas B a ld u in o de F lan -

des, u n e rmitañ o se hizo pa sar p o r él y se creó el mito del

Emperador Dormido. A punto de ser derrotada la rebelión valenciana

de las Germanías, surg ió una figu ra carismática, Lo

Encubert, que durante unos meses p a re c ió capaz de darle la

vuelta a la situación de la gu e rra , aunando las ideas m:

ristas medievales y el mesianismo de los conversos, has1

fu e ejecutado en 1 5 2 2 . B an d a r ra aparece entonces y

recoge el nombre que tomó el rebelde A n to n io Navarr

coplas se d ifu n d ie ron de manera vertiginosa y reaparec

en diversas o casiones a lo la rgo de los siglos. E n el XV II, el

je su íta V ie ira —alternativamente p erseguido p o r la Inquisición

y ascendido p o r las je ra rqu ía s romanas, obispo en B r a sil,

p ro d ig io so p o líglota y p io n e ro de la lin güís tica in d ig e nista,

utopista v is ion a r io— dedicó bu ena parte de su obra a

elaborar un nuevo sebastianismo y la promesa de un quinto

imperio; con él querrá descubrir « la s nuevas regiones y los

nuevos habitantes del segundo hemisferio del tiempo, que

están en las antípodas del p a sad o » 37.

35 Posibles significados de moles, -is, en castellano: mole, masa, multitud,

dique, máquina de guerra...

3 6 Fernando Pessoa, Política y profecía, ed. cit., p. 12 9 -

3 7 Robert Bréchon, op. cit., p. 414..

E n la tercera parte de Mensaje, la secc ión in te rm ed ia se

titula « L o s avisos» y se dedica a conmemorar esta serie proíetica;

son tres poemas, los dedicados a B and arra, a Vieira y

uno último, solo llamado « T e r c e r o » : «M i lib ro escribo a

duras penas, / casi no alienta mi co ra zón » —sin nombrarse,

Pessoa ocupa su lugar en la cadena, o mejor, lo ocupa Mensaje,

utopía cristalizada que emite su resplandor hacia dentro. Lo

más sorp ren den te , y no sé si el poeta llegó a im a g in a rlo , es

que la trad ic ión no concluye ahí, como si en verdad algo de

la m irada portuguesa se constituyera en ella. P ien so en la

investigación delirante, e xtraordin aria e insólita prosa , que

María Gabriela Llansol tituló 0 Livro das Comunidades, en 19 74 ,

y por cuyas páginas circula el rebelde utopista Thomas Müntzer,

llevan do bajo el brazo su cabeza decapitada y a com p a ñado

en sus viajes por los grandes místicos del XV y el XVI38.

Y también, por supuesto, en la película de Manoel de O live

ir a que, en 19 90 , obtuvo una mención especial del jurado

del Festival de Gannes, No, o la vanagloria de mandar: durante la

guerra colonial en A fric a , un capitán —que había sido antes

historiador— se entretiene contando a sus subordinados episodios

de la historia de Portugal, que parecen seguir una vez

más el guión de Camoes (los héroes de la independencia, los

que com ba tie ron a moros y castellanos, los descubridores),

para luego recrear pasajes de Os Lusiadas, y alcanzar la evocación

de Don Sebastián; herido en combate, el sencillo y

melancólico profesor muere en un hospital soñando con el

regreso del rey, viéndolo acercarse entre la niebla; el médico

firma el parte de defunción el 2 5 de abril de 1 9 7 4 - En los

créditos finales, entre los asistentes de producción, aparece

un Fernando Pessoa; no es un nombre tan raro en Portugal,

pero ahí aparece. Sin interpretar, quería solo dejar constancia

del peculiar seguir que se va hilando entre la melancolía

de las derrotas y el exilio de las victorias. Y que perfila esa

utopía, que es del sueño y de su propia resistencia.

3 8 Hay una edición española, junto a otros dos libros de la autora, en:

Maria Gabriela Llansol, Geografía de rebeldes, traducción de Atalaire,

Madrid, Ginca, O¡4 .

Hay o tro poema de Mensaje, que sin re fe r ir s e al E n c u bierto,

puede relacionarse con él. Es el dedicado a Magallanes.

Mientras los titan.es danzan —en la escena citada— para

celebrar una muerte que p e rm itiría a los dioses mantener su

velo sobre el mundo, los supervivientes de la. flota continúan

adelante, y es que « e l m u e rto aún manda en la gran

a rm ad a » , « p u lso sin cue rp o aún el timón g o b ie rn a » . La

mente mueve las cosas, en efecto, y la muerte no interrumpe

los proyectos de conocimiento y de liberación.

E n esa línea de autonomía espiritual, de variable vínculo

con la figu ra física de los p e rson a je s , con los hechos de los

h é ro e s, puede d e c ir Pessoa que, tras la muerte de D o n

Sebastián, « gua rd a Dios cuerpo y fo rma del fu tu ro , / mas su

luz lo proyecta, sueño o scu ro / y b r e v e » . R e c lu id o s en la

limitación del sueño, se anota la idea de que el cuerpo del rey

muerto debe preservarse p o rqu e es ia « fo rm a del fu tu ro » ,

preservarse, claro, en la desaparición —una tumba no seria lo

mismo—. Las com b in a cion e s de lo fís ico y lo e sp iritu a l,

diversas, confusas en ocasion es, m an tien en s iem p re un

mismo grado de realidad en el habla. Igual que las contradicciones

que integran el sueño —proyecta/ breve, oscuro/luz—

no lo an ulan : « e n u n mar ya sin tiemp o n i espac io, / veo

borrosa tu faz, que al fin , despacio, / to rn a » .

E l p ro p io D o n Sebastián ten dría ya su alma entre sueños

cuando cayó en la batalla, habría abierto desde antes el

paréntesis, ese tiempo paralizado en que Dios se encarga de

gu a rda r su fo rm a para que, en el momen to p re c iso , pueda

alberga r otro acon te c im ien to: « C o n L o que me soñé, que

eterno dura, / re g re sa ré » . Y el anuncio de esa hora es, una y

otra vez, el amparo ba jo el que se suspende el p r in c ip io de

realidad.

La voz de Don Fernando, el desdichado infante, cautivo

desde su adolescencia, asegura que Dios le « co n sa g ró en la

honra y la desgracia», y esa elección del destino no opera en el

seno de una mitología heroica, sino en una inclemente aridez:

« e n el tiempo en que un fr ío viento pasa / p o r la fría tie r ra » .

Es esta la realidad, y su suspensión p o r el p ode r del deseo y el

sueño, revela un movimiento que convierte las fuerzas negativas

en en ergía de .resistencia y disidencia. L o que para el

infante supone esa consagración, aun en las peores con dicio nes,

es una especie de posesión p o r el deseo.- «me hace arder

la fiebre, / de gloria el ansia, pues su Nombre sienten / en. mí

v ib ra r» . No tanto a ganar el cielo como a un quieto combate

contra el enemigo, contra la realidad, guerra sin guerra, se dirige

esta pa sión extrema, in co rp o rad a al sentimiento mismo de

vivir, sustituía casi —en este caso límite— de la propia vida. .Algo

pa recido se dice de aquel tercer he rman o, a qu ien el rey no

autoriza para buscar a los otros dos, desaparecidos, y que vive

p o r eso en la amargura: «con los ojos fijos de ansia / mirando

a la prohibida azul distancia»; no son el amor ni el sacrificio

ni el objetivo de la salvación su fuerza, sino un deseo absoluto,

una insoportable disconformidad.

Y cada vez que actúa el veto de la realidad —«pero Dios

no permite que partamos»—, surge con más fuerza su

impugnación. Es lo que Mensaje llama locura. No es un rasgo

excéntrico; estar de este modo loco es precisamente la cualidad

que humaniza: « S in locura, ¿qué es el hombre / sino la

sana bestia, / aplazado cadáver que procrea?» Es la ruptura

con la razón lo que humaniza, al contrario de lo establecido;

es la mirada existencial cuando busca sentido con firmeza

que linda con el absurdo. Pessoa habría firmado en cualquiera

de sus metamorfosis la definición del ser humano

como «aplazado cadáver que procrea», terrible fórmula a la

altura de su desesperación; pero aquí, en el poema titulado

«D o n Sebastián», reconoce a la locura el poder de invalidarla.

Y es significativo que hubiera hecho ya esto mismo al

menos otra vez, y con análogas palabras, en un comentario

de actualidad política, que firmó y se preocupó por difundir

ampliamente, escrito en mayo de 1 0 2 3 : «es la locura la que

dirige el mundo. Locos son los héroes, locos son los santos,

locos los genios, sin los cuales la humanidad es una mera

especie animal, cadáveres demorados que p r o c r e a n » 39. El

3 9 Fernando Pessoa, « So b re un manifiesto de los estudiantes», en

Política y profecía, ed. cit.., p. 3 5 ^-

sueño conduce aquí. E l cristal de Mensaje, tan p erfec to, pura

estructura, se abre en grietas o luces —viene a ser lo mismo—

que p e rm iten p en sar lo u tó p ico de este m o d o , como una

condición de la persistencia humana. C o n el impulso que es

la energía del navegante: « ese puerto siempre p o r h a lla r» .

Nota

L a presente edición sigue la original de Mensagem, preparada y revisada

por Fernando Pessoa, Lisboa, Parceria Antonio María Pereira, 1954.

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