sábado, 22 de febrero de 2014

Jean Paul Sartre. La náusea.


Jean-Paul Sartre (filósofo y escritor). Nació el día 21 de junio de 1905, es natural de Paris, su fecha fallecimiento es 15 de abril de 1980.



                       Contingencia
Rasgo común a todas las cosas (incluido el hombre). Es “el estar de más”, el existir de modo gratuito, sin que exista justificación o necesidad alguna para ello.
 
      La noción de contingencia no es exclusiva del pensamiento existencialista. La encontramos, por ejemplo, en Santo Tomás. La filosofía tomista da mucha importancia a esta noción, indicando que todas las cosas finitas son contingentes pues constan de la composición metafísica esencia/existencia. Con esta afirmación, Tomás de Aquino quiere señalar el radical carácter indigente de las cosas finitas, el necesitar inevitable­mente de otras cosas para existir y para ser lo que son. Santo Tomás cree que es precisamente esta falta de fundamento en su ser lo que exige que exista un ser necesario, al que llama Dios. También  el empirismo  había señalado  la contingencia, la pura facticidad, como uno de los rasgos básicos de la realidad. Sartre continúa la línea empirista pero destacando las consecuencias existenciales de este hecho, la fragilidad de la existencia, la existencia como algo gratuito, tesis que resume de un modo literario señalando que las cosas “están de más” ( y nosotros también). La gran diferencia entre el pensamiento tomista y el de Sartre está en que Tomás de Aquino considera que hay algo exterior al propio mundo que le sirve a éste de fundamento y que hace inteligible la totalidad de las cosas, les da un sentido. Sartre, sin embargo, rechaza la noción de Dios (a la que incluso llega a considerar absurda), se declara ateo, con lo que radicaliza al máximo la comprensión del carácter gratuito de la existen­cia. El mundo no lo ha creado ningún ser trascendente, existe pero podría perfectamente dejar de existir, y esto se traslada a las cosas concretas: éstas no existen como consecuencia de un supuesto plan o proyecto de la naturaleza o de Dios, tienen existencia bruta, son así pero perfectamente podrían ser de otro modo o no existir. Lo mismo ocurre con el hombre: estamos “arrojados a la existencia”, nuestra presencia en el mundo no responde a intención ni necesidad alguna, carece de sentido, la vida es absurda, el nacimiento es absurdo, la muerte es absurda.
      Los siguientes textos de “La náusea” resumen perfectamente la conciencia sartriana de la contingencia, de la gratuidad de la existencia: “Éramos un montón de existencias incómodas, embarazadas por nosotros mismos; no teníamos la menor razón de estar allí, ni unos ni otros; cada uno de los existentes, confuso, vagamente inquieto, se sentía de más con respecto a los otros. De más: fue la única relación que pude establecer entre los árboles, las verjas, los guijarros....Y yo –flojo, lánguido, obsceno, dirigiendo, removiendo melancólicos pensamientos–, también yo estaba de más. Afortunadamente no lo sentía, más bien lo comprendía, pero estaba incómodo porque me daba miedo sentirlo (todavía tengo miedo, miedo de que me atrape por la nuca y me levante como una ola). Soñaba vagamente en suprimirme, para destruir por lo menos una de esas existencias superfluas. Pero mi misma muerte habría estado de más. De más mi cadáver, mi sangre en esos guijarros, entre esas plantas, en el fondo de ese jardín sonriente. Y la carne carcomida hubiera estado de más en la tierra que la recibiese; y mis huesos, al fin limpios, descortezados, aseados y netos como dientes, todavía hubieran estado de más; yo estaba de más para toda la eternidad.” “Lo esencial es la contingencia. Quiero decir que, por definición, la existencia no es la necesidad. Existir es estar ahí, simplemente; los existentes aparecen, se dejan encontrar, pero nunca es posible deducirlos. Creo que hay quienes han comprendido esto. Solo que han intentado superar esta contingencia inventando un ser necesario y causa de sí. Pero ningún ser necesario puede explicar la existencia; la contingencia no es una máscara, una apariencia que puede disiparse; es lo absoluto, en consecuencia, la gratuidad perfecta. Todo es gratuito: ese jardín, esta ciudad, yo mismo.”
      Posiblemente esta concepción de la gratuidad absoluta de la realidad, de la ausencia de sentido, proyecto o necesidad en el mundo, es el elemento más característico del existencialismo sartreano. De ahí que la experiencia filosófica más importante sea la de la comprensión, no sólo intelectual sino también vital, del absurdo de la existencia. Sartre llama “náusea” a esta experiencia originaria del ser, y la desarrolla en diversos escritos, pero particularmente en su novela homónima.  

viernes, 21 de febrero de 2014

Máximo Gorki.


Máximo Gorki (escritor). Nació el día 28 de marzo de 1868, su fecha fallecimiento es 18 de junio de 1936, es natural de Rusia.

La madre. Es una de las novelas más conocidas y logradas de la literatura de todos los tiempos. En ella Gorki no se limitó a hacer una descripción localista de la miseria en que se veía sumido el proletariado urbano de su país, sino que compuso un canto al ansia humana de emancipación, por encima de las barreras levantadas por el miedo y la represión. Desarrollada en un estilo claro, directo, sin concesiones al detalle innecesario, en el que los diálogos dramáticos priman sobre la descripción de ambientes.

Apreciación crítica
Dentro de la obra se considera muchos acontecimientos importantes que provocan diferentes tipos de consecuencias en los seres, protagonistas de la obra: - La muerte del padre de Pavel, que conduce al comportamiento incontrolado y la inclinación por el movimiento al que después va a pertenecer. - La registración de la casa de Pavel en la cual detuvieron a Andrés - El enfrentamiento de Pavel, Rubén y otros con el director de la fábrica - La registración de la casa de Pavel en la cual detienen a Pavel - La llegada del primero de mayo en la cual detienen a varios incluyendo a Pavel, Andrés, Federico y los hermanos Jussef y otros. - El encuentro con los trabajadores de la fábrica de Alquitrán. - La golpiza que le dan a Rubén lo cual mira la madre. - El juicio de los camaradas, el cual son condenados a la departición a Siberia. - La detención de Nicolás - La golpiza que recibe la madre en el tren por llevar los folletos en la cual se encontraba las palabras impresas de su hijo.

Gorki, Maksim, seudónimo de Alexéi Maxímovich Péchkov (1868-1936), novelista, autor teatral y ensayista soviético, creador del realismo socialista. Aunque es más conocido como escritor, fue un destacado revolucionario comunista. Nació el 6 de marzo de 1868, en Nizni Nóvgorod (rebautizada como Gorki en su honor y que mantuvo ese nombre entre 1932 y 1991), en el seno de una familia campesina. Fue un autodidacta, comenzó a trabajar a los nueve años, obligado por las circunstancias y de ese modo, de un trabajo a otro, recorrió casi toda la parte europea de Rusia. Durante ese vagar, intentó suicidarse en una ocasión, disparándose un tiro. Su nombre literario, Gorki, significa en ruso 'amargo'. Su primer relato corto fue publicado en un periódico de Tiflis en 1892, año en el que empezó a escribir regularmente para distintas publicaciones. Su libro Apuntes y veladas (1898), que reunía estas narraciones breves, tuvo un éxito fulminante y le hizo famoso en
toda Rusia. Por entonces ya había abandonado el romanticismo de sus inicios y había comenzado a escribir de un modo realista aunque optimista sobre la dureza de la vida de las clases bajas en Rusia. Fue el primer autor ruso que escribió de una manera comprensiva y favorable sobre los trabajadores y otras gentes hasta entonces marginadas en la literatura, como los vagabundos y los ladronzuelos, de los que resaltaba fundamentalmente su valiente lucha contra las circunstancias, como Fomá Godéiev (1899), un cuento sobre la explotación de los trabajadores de una fábrica de pan.
En 1899 Gorki se unió a los activistas revolucionarios marxistas y posteriormente viaja al extranjero con el fin de conseguir dinero para el Partido Socialdemócrata Ruso de los Trabajadores. En 1907, debido a su estado de salud, se retiró a la isla italiana de Capri. En 1915 regresó a Rusia. Gorki apoyó la Revolución Rusa de 1917 y fue un miembro activo de las organizaciones literarias soviéticas. Obligado por la enfermedad, dejó su país en 1922, y vivió seis años en Sorrento (Italia). A su vuelta a la Unión Soviética, fue recibido con honores oficiales. Se supone que su muerte repentina, ocurrida el 18 de junio de 1936, fue ordenada por Stalin. Entre sus novelas destaca La madre (1907), una influyente obra propagandística acerca del espíritu revolucionario de una anciana campesina.
http://www.ecured.cu/index.php/La_madre

jueves, 20 de febrero de 2014

Popota, el gato demonio. Capítulo de: "El Maestro y Margarita". Mijail Bulgakov.

"Una obra delirante desde la primera a la última página". J. Méndez-Limbrick.
28.
Últimas andanzas de Koróviev y Popota

No podríamos asegurar si las siluetas aparecieron realmente o si fueron fruto del terror que se había apoderado de los inquilinos de la desafortunada casa. Si verdaderamente fueron ellos, nadie sabe a dónde se dirigieron, tampoco se separaron; pero un cuarto de hora después de que empezara el incendio en la Sadóvaya, junto a las puertas de luna del Torgsin en el mercado Smolenski, apareció un ciudadano largo, con un traje a cuadros, acompañado de un gran gato negro.

Escurriéndose hábilmente entre los transeúntes, el ciudadano abrió la puerta de entrada de la tienda. Pero un portero enclenque, huesudo y con aire hostil, les cerró el paso, diciendo irritado:

—¡Con gato no se puede!

—Usted perdone —sonó la voz cascada del largo, que se llevó una mano nudosa a la oreja como si fuera sordo—, ¿con gatos, dice usted? ¿Y dónde está el gato?

Al portero se le salían los ojos de las órbitas. No era para menos: efectivamente, no había ningún gato. Por encima del hombro del ciudadano asomaba un tipo regordete que tenía cierto aire de gato y llevaba una gorra agujereada y un hornillo de petróleo en las manos.

Intentaba entrar en la tienda.

Algo le desagradó al portero misántropo en la pareja de visitantes.

—Aquí se compra sólo con divisas —articuló con voz ronca. Miraba irritado por debajo de las cejas pobladas y pardas, como carcomidas por la polilla.

—Querido —dijo el larguirucho, bollándole un ojo detrás de los impertinentes rotos—, ¿y cómo sabe usted que yo no las tengo? ¿Juzga por mi traje? ¡No lo haga nunca, queridísimo guarda! Puede meter la pata a base de bien. Lea otra vez la historia del famoso califa Harún-al-Rashid. Pero ahora, dejando la historia para mejor ocasión, quiero advertirle que voy a dar una queja de usted al director: Le contaré unas cuantas cosas y me temo que usted tendrá que abandonar su puesto entre las relucientes lunas.

—Si yo tuviera el hornillo lleno de divisas, ¿qué? —intervino acalorado el felino regordete, metiéndose en la tienda de mala manera.

Detrás la gente empezaba a impacientarse. El portero, dirigiendo una mirada de odio y desconfianza a la extraña pareja, se apartó, y nuestros amigos se encontraron en la tienda. Después de echar una ojeada, Koróviev anunció con voz tan fuerte que s oyó hasta en el último rincón.

—¡Vaya tienda estupenda! ¡Una tienda pero que muy buena!

El público se volvió sorprendido, pero Koróviev tenía toda la razón:

En los estantes se veían montones de piezas de percal con estampados muy variados. Detrás se amontonaban muselinas, calicós y paños para frac. Se perdían en el infinito verdaderas pilas de cajas de zapatos y había varias ciudadanas sentadas en pequeños banquitos, con un pie en un zapato viejo y gastado y pisoteando la alfombra con el otro, dentro de un zapato nuevo y brillante. Del interior salían canciones y música de gramófono.

Pero Koróviev y Popota dejaron atrás todas estas maravillas y se encaminaron directamente a aquella parte de la tienda donde se unían las secciones gastronómica y de confitería. Allí había sitio de sobra.

Las ciudadanas con boinas y pañuelos no se amontonaban, como en la sección de percales.

Junto al mostrador, hablando con aire imperativo, había un hombre pequeño, completamente cuadrado, con la cara afeitada hasta parecer azul, con gafas de concha, sombrero nuevo sin arrugar y sin manchas de agua en la cinta, con un abrigo color lila y guantes naranja de cabritilla. Atendía al cliente un dependiente con bata blanca, limpia y gorrito azul.

Con un cuchillo muy afilado, que recordaba al que robara Leví Mateo, el dependiente limpiaba un salmón rosa, grasiento y lloroso, con la piel plateada, parecida a la de una serpiente.

—Este departamento es soberbio también —reconoció solemnemente Koróviev—, y el extranjero parece simpático —y señaló con aire benevolente la espalda color lila.

—No, Fagot, no —respondió Popota pensativo—, te equivocas, amigo mío: me parece que le falta algo en la cara a este gentleman lila.

La espalda color lila se estremeció, pero debió de ser una casualidad, porque ¿cómo podía entender el extranjero lo que decían en ruso Koróviev y su acompañante?

—¿Es... bien? —preguntaba severamente el comprador.

—¡Fenomenal! —contestaba el dependiente, hurgando con el cuchillo en la piel del salmón, con aire coqueto.

—Bueno gusta, malo no gusta —decía el extranjero exigente.

—¡Cómo no! —exclamaba el dependiente con entusiasmo

Nuestros amigos se alejaron del extranjero, del salmón y se acercaron al mostrador de la confitería.

—Hace calor —se dirigió Koróviev a una vendedora jovencita con los carrillos rojos, pero no obtuvo respuesta—. ¿A cuánto están las mandarinas? —le preguntó.

—A treinta kopeks el kilo —contestó la dependienta.

—Pobre bolsillo —dijo Koróviev suspirando—, ¡ay, ay! —se quedó pensativo, y luego invitó a su amigo—: come, Popota.

El gordo se colocó el hornillo bajo el brazo, agarró una mandarina, la de la cúspide de la pirámide, la devoró con la piel y todo y cogió otra.

Un pánico de muerte se apoderó de la vendedora.

—¡Está loco! —exclamó, perdiendo el color—. ¡Déme el cheque! ¡El cheque! —y dejó caer las pinzas de los caramelos.

—Guapa, cielo, cariño —decía Koróviev, recostándose sobre el mostrador y guiñando un ojo a la vendedora—, no llevamos divisas encima, ¿qué se le va a hacer? ¡Le juro que la próxima vez, no más tarde del lunes, le devolveremos todo con dinero limpio! Somos de aquí cerca, de la Sadóvaya, donde el incendio...

Popota iba ya por la tercera mandarina cuando metió la pata en la complicada construcción de barras de chocolate, sacó una de abajo, lo que hizo que todo se derrumbara, y se la tragó con la envoltura dorada.

Los dependientes de la sección de pescado se habían quedado de piedra, con los cuchillos en la mano. El extranjero vestido de color lila se volvió hacia los dos sujetos. Popota estaba equivocado: no es que le faltara algo en la cara, más bien al contrario, le colgaban los carrillos y tenía la mirada evasiva.

Con la cara completamente amarilla la vendedora gritó en plena congoja, y su voz se oyó en toda la tienda:

—¡Palósich! ¡Palósich!

Acudió en masa la gente del departamento de percales. Popota abandonó la tentadora confitería y metió la mano en un barril en el que se leía: «Arenques escogidos de Kerch»; sacó un par de arenques, se los tragó y escupió las colas.

—¡Palósich! —se repitió el grito desesperado. De la sección de pescado llegó el rugido de un vendedor con perilla:

—¡Parásito! ¿Qué estás haciendo?

Pável Iósifovich se apresuraba al campo de batalla. Era un hombre de buena presencia, con bata blanca de cirujano y un lápiz que le asomaba en un bolsillo. Seguramente Pável Iósifovich era un hombre de experiencia. Cuando vio a Popota con el tercer arenque en la boca hizo una rápida valoración, se hizo cargo de la situación en seguida y, sin entablar discusión alguna con los sinvergüenzas, ordenó, alargando los brazos hacia la calle:

—¡Silba!

Atravesando las puertas de luna, el portero salió corriendo hacia la esquina del mercado Smolenski e inició un silbido siniestro. La gente empezó a rodear a los bandidos. Entonces intervino Koróviev:

—¡Ciudadanos! —gritó con voz fina y temblorosa—. ¿Pero qué es esto? ¿Eh? ¡Permítanme que haga esta pregunta! Este pobre hombre —Koróviev aumentó el temblor de su voz y señaló a Popota, que inmediatamente puso una cara llorosa—, este pobre hombre está todo el día arreglando hornillos. Tiene hambre... ¿y de dónde quieren que saque divisas?

Pável Iósifovich, que solía ser tranquilo y sereno, al oír aquello, gritó con severidad:

—¡Oye tú, haz el favor de callarte! —y de nuevo estiró la mano hacia afuera, impaciente. Los trinos junto a la puerta sonaron con más alegría.

Pero Koróviev, sin dejarse cohibir lo más mínimo por la intervención del Pável Iósifovich, prosiguió:

—¿De dónde? —preguntó a todos los presentes—. ¡Está extenuado, tiene hambre y sed, tiene calor! Y el pobrecito prueba una mandarina. ¡Si no vale más de tres kopeks! Y ésos ya están silbando como ruiseñores de los bosques en primavera, molestando a las milicias, distrayéndoles de su trabajo. Pero éste ¡sí que puede! —y Koróviev señaló hacia el gordo color lila, que en seguida expresó inquietud en su rostro—. ¿Quién es? ¿Eh? ¿De dónde ha venido? ¿Para qué? Qué, ¿le echábamos de menos? ¿Acaso le hemos invitado? Claro —decía el ex chantre a grito pelado con sonrisa sarcástica—, como ven, lleva un traje lila muy elegante, está todo hinchado de salmón, está repleto de divisas. ¿Y uno de los nuestros, eh? ¡Qué amargura, qué amargura! —aulló Koróviev, como si estuviera en una boda a la antigua.

Este discurso estúpido, falto de tacto y, por lo visto, pernicioso políticamente, hizo que Pável Iósifovich se estremeciera de indignación; pero, aunque parezca extraño, a juzgar por los ojos del público, había encontrado el apoyo de mucha gente. Cuando Popota, llevándose a los ojos una manga sucia, exclamó con aire trágico:

—¡Gracias, fiel amigo, has defendido a la víctima! —ocurrió un milagro.

Un viejecito silencioso y de lo más decente, vestido con modestia, pero limpio; un viejecito que estaba comprando tres pasteles de almendra en la confitería, se transformó repentinamente. Sus ojos despedían un fuego de lucha; se puso rojo, tiró el paquete del pastel al suelo y gritó con voz fina e infantil:

—¡Es verdad! —agarró la bandeja, tirando los restos de la torre Eiffel de chocolate, destruida por Popota, y la agitó en el aire; con la mano izquierda quitó el sombrero del extranjero y con la derecha le atizó un golpe en la cabeza medio calva. Se oyó un ruido semejante al que hace una lámina de hierro al caer de un camión. El gordo se puso pálido, cayó de espaldas y se sentó en el barril de los arenques de Kerch, levantando un verdadero surtidor de salmuera. Entonces sucedió otro milagro. El tipo color lila gritó en ruso, al caerse en el barril, sin el menor asomo de acento extranjero:

—¡Me están matando! ¡Milicias! ¡Me están matando los bandidos! —aprendió, por lo visto, el idioma hasta entonces desconocido, como resultado de la conmoción.

Se cortó el silbido del portero y entre el tumulto de emocionados compradores aparecieron, aproximándose, los cascos de dos milicianos. Pero el pérfido Popota, igual que se echa agua en el banco de un baño público, roció el mostrador de la confitería con la gasolina de su hornillo y ésta se encendió en seguida. El fuego se alzó y se extendió a lo largo del mostrador, comiéndose las bonitas cintas de papel en las cestas de fruta. Las dependientas corrieron pegando gritos, y en seguida se incendiaron las cortinas de lino de las ventanas y en el suelo ardió la gasolina.

El público, con locos alaridos, se echó hacia atrás en la confitería, aplastando a Pável Iósifovich, innecesario ya. De detrás del mostrador de la sección de pescados los vendedores salieron en fila india, con los afilados cuchillos en la mano, y se dirigieron corriendo hacia la salida de servicio.

Una vez que se hubo liberado del barril, el ciudadano color lila, cubierto por completo de grasa de arenque, pasó por encima del salmón del mostrador y siguió a los vendedores. Sonaron y cayeron los cristales de la puerta; la gente los rompía para salvarse. Los dos sinvergüenzas, Koróviev y el glotón de Popota, desaparecieron. ¿Por dónde? Nadie lo sabe. Más tarde, los testigos presenciales del incendio en el Torgsin contaban que los dos bandidos volaron hacia el techo y allí explotaron, como dos globos de niño. Claro, que fuera precisamente así, se puede poner en duda, pero como no lo sabemos seguro, no decimos nada.

Lo que sí sabemos es que un minuto después de lo sucedido en el mercado Smolenski, Popota y Koróviev estaban en la acera del bulevar, en frente de la casa de la tía de Griboyédov. Koróviev, pasando ante la reja, dijo:

—¡Bah! ¡Si es la casa de los escritores! Sabes qué te digo, que he oído muchas cosas buenas y favorables sobre esta casa. Fíjate en ella, amigo mío. Es agradable pensar que bajo este tejado se ocultan y están madurando infinidad de talentos.

—Como las piñas en los invernaderos —dijo Popota, subiéndose sobre la base de hormigón de la reja, para ver mejor la casa color crema con columnas.

—Eso es —asintió Koróviev, compartiendo la idea de su amigo inseparable—. Y qué emoción tan dulce envuelve el corazón cuando piensas que en esta casa madura el futuro autor de Don Quijote o del Fausto, o ¿quién sabe?, de Almas muertas. ¿Eh?

—Da miedo pensarlo.

—Pues sí —seguía Koróviev—, se pueden esperar cosas sorprendentes de los invernaderos de esta casa, que ha reunido bajo su techo a varios ascetas, decididos a consagrar su vida al servicio de Melpómenes, Polihimnia y Talía. ¿Te imaginas el jaleo que se va a organizar cuando uno de ellos ofrezca al público de lectores El revisor o, en último caso, Eugenio Oneguin?

—Pues podía pasar —asintió de nuevo Popota.

—Sí —continuaba Koróviev, levantando un dedo con aire preocupado—. ¡Pero!... ¡Pero, digo yo y repito el «pero»!... ¡Si a estas delicadas plantas de invernadero no les ataca algún microbio, no les pica las raíces, si no se pudren! ¡Porque esto ocurre con las piñas! ¡Y tanto que ocurre!

—Por cierto —se interesó Popota, metiendo su cabeza redonda entre las rejas—, ¿qué están haciendo en esa terraza?

—Están comiendo —replicó Koróviev—. Además, mi querido amigo, en esta casa hay un restaurante que no está mal y es bastante barato. Y a propósito, como todo turista que se prepara a emprender un viaje largo, siento deseos de tomar algo y beberme una gran jarra de cerveza helada.

—Yo también —contestó Popota, y los dos sinvergüenzas se dirigieron por el caminito asfaltado bajo los tilos hacia la terraza del restaurante, que no presentía la desgracia.

Una ciudadana pálida y aburrida, con calcetines blancos y boina del mismo color con un rabito, se sentaba en una silla vienesa a la entrada en la terraza, en una esquina donde había un hueco en el verde de la reja cubierta de plantas trepadoras. Delante de ella, en una simple mesa de cocina, había un libro gordo, parecido a un libro de cuentas, en el que la ciudadana apuntaba con objetivo desconocido a todos los que entraban.

Y precisamente esa ciudadana paró a Koróviev y a Popota.

—Los carnets, por favor —dijo ella mirando sorprendida los impertinentes de Koróviev y el hornillo de Popota y su codo roto.

—Mil perdones, pero, ¿qué carnets? —pregunto Koróviev, extrañado.

—¿Son ustedes escritores? —preguntó a su vez la ciudadana.

—Naturalmente —contestó Koróviev con dignidad.

—¡Sus carnets! —repitió la ciudadana.

—Mi encanto... —empezó dulcemente Koróviev.

—No soy ningún encanto —le interrumpió la ciudadana.

—¡Ah! ¡Qué pena! —dijo Koróviev con desilusión y continuó—: Bien, si usted no desea ser encanto, lo que hubiera sido muy agradable, puede no serlo. Dígame, ¿es que para convencerse de que Dostoievski es un escritor, es necesario pedirle su carnet? Coja cinco páginas cualesquiera de alguna de sus novelas y se convencerá sin necesidad de carnet de que es escritor. ¡Y me sospecho que nunca tuvo carnet! ¿Qué crees? —Koróviev se dirigió a Popota. 0

—Apuesto a que no lo tenía —contestó Popota, dejando el hornillo en la mesa junto al libro y secándose con la mano el sudor de su frente, manchada de hollín.

—Usted no es Dostoievski —dijo la ciudadana, desconcertada, dirigiéndose a Koróviev.

—¿Quién sabe?, ¿quién sabe? —contestó él.

—Dostoievski ha muerto —dijo la ciudadana, pero no muy convencida.

—¡Protesto! —exclamó Popota con calor—. ¡Dostoievski es inmortal!

—Sus carnets, ciudadanos —dijo la ciudadana.

—¡Esto tiene gracia! —no cedía Koróviev—. El escritor no se conoce por su carnet, sino por lo que escribe. ¿Cómo puede saber usted qué ideas artísticas bullen en mi cabeza? ¿O en ésta? —y señaló la cabeza de Popota, que hasta se quitó la gorra para que la ciudadana pudiera verla mejor.

—Dejen pasar, ciudadanos —dijo la mujer nerviosa ya.

Koróviev y Popota se apartaron para dejar paso a un escritor vestido de gris, con camisa blanca, veraniega, sin corbata; con el cuello de la camisa abierto sobre el cuello de la chaqueta. Llevaba un periódico bajo el brazo. El escritor saludó amablemente a la ciudadana; al pasar escribió en el libro, previamente abierto, un garabato y se dirigió a la terraza.

—No, no será para nosotros —habló con tristeza Koróviev— la jarra helada de cerveza, con la que hemos soñado tanto, nosotros, pobres vagabundos. Nuestra situación es triste y difícil y no sé cómo salir de ella.

Popota se limitó a abrir los brazos con amargura y colocó la gorra en su cabeza redonda, cubierta de pelo espeso que recordaba mucho la piel de un gato.

En ese momento una voz muy suave, pero autoritaria, sonó encima de la ciudadana.

—Déjeles pasar, Sofía Pávlovna.

La ciudadana del libro de registro se sorprendió. Entre el verde de la verja surgió el pecho blanco de frac y la barba en forma de puñal del filibustero. Miraba amistosamente a los dos tipos dudosos y harapientos e incluso les hacía gestos de invitación. La autoridad de Archibaldo Archibáldovich era algo muy palpable en el restaurante que él dirigía y Sofía Pávlovna preguntó con docilidad a Koróviev:

—¿Cómo se llama usted?

—Panáyev —respondió él con finura. La ciudadana apuntó el apellido y echó una mirada interrogante a Popota.

—Skabichevski —dijo él, señalando el hornillo, Dios sabe por qué. Sofía Pávlovna lo apuntó también y acercó el libro a los visitantes para que firmaran. Koróviev puso «Skabichevski» enfrente del apellido «Panáyev» y Popota escribió «Panáyev» enfrente de «Skabichevski».

Archibaldo Archibáldovich, sorprendiendo a Sofía Pávlovna con una sonrisa seductora, conducía a los huéspedes a la mejor mesa, donde había una sombra tupida y donde el sol jugaba alegremente por uno de los huecos de la verja con trepadora verde. Mientras, Sofía Pávlovna, parpadeando de asombro, estuvo largo rato estudiando las extrañas inscripciones que habían dejado los inesperados visitantes.

Archibaldo Archibáldovich sorprendió más aún a los camareros que a Sofía Pávlovna. Apartó personalmente la silla de la mesa, invitando a Koróviev a que se sentara, guiñó el ojo a uno, susurró algo a otro, y dos camareros empezaron a correr alrededor de los visitantes; uno de ellos puso el hornillo en el suelo, junto a las botas descoloridas de Popota.

Inmediatamente desapareció de la mesa el viejo mantel con manchas amarillas y en el aire voló un mantel blanco como un albornoz de beduino, crujiente de tanto almidón que tenía. Archibaldo Archibáldovich murmuraba al oído a Koróviev en voz baja pero muy expresiva:

—¿A qué les invito? Tengo lomo de esturión especial... lo conseguí del congreso de arquitectos...

—Bueno... mmm... un aperitivo... mmm... —pronunció Koróviev con benevolencia, instalado en la silla cómodamente. —Ya comprendo —contestó Archibaldo Archibáldovich con aire de complicidad, cerrando los ojos.

Al ver cómo el jefe del restaurante trataba a los visitantes bastante sospechosos, los camareros dejaron sus dudas y se tomaron el trabajo en serio. Uno de ellos acercó una cerilla a Popota que había sacado del bolsillo una colilla y se la había metido en la boca, se acercó corriendo otro, colocando junto a los cubiertos, piezas de finísimo cristal color verde. Copas de licor, de vino y de agua, en las que sabe tan bien el agua mineral, estando bajo el toldo... diremos, adelantándonos, que esta vez también se bebió agua mineral bajo el toldo de la inolvidable terraza de Griboyédov.

—Puedo invitarles a filetes de perdices —murmuraba Archibaldo Archibáldovich con voz musical. El huésped de los impertinentes rotos aprobaba enteramente todas las propuestas del comandante del bergantín y le miraba con benevolencia a través del inútil cristal.

El literato Petrakov Sujovéi, que comía con su esposa en la mesa de al lado, y se terminaba un escalope de cerdo, era observador, nota característica de todos los escritores, se dio cuenta de los especiales cuidados de Archibaldo Archibáldovich hacia los visitantes y se sorprendió mucho. Su esposa, señora muy respetable, llegó a tener celos de Koróviev y dio unos golpecitos con la cucharilla para indicar que se estaban retrasando. ¿No era el momento de servir el helado? ¿Qué pasaba?

Pero Archibaldo Archibáldovich, dirigiéndole una sonrisa encantadora, mandó a un camarero, mientras él mismo no abandonaba a sus queridos huéspedes. ¡Ah, qué inteligente era Archibaldo Archibáldovich! ¡Y seguro que no era menos observador que los mismos escritores! Sabía lo de la sesión del Varietés y los sucesos de aquellos días; había oído las palabras «el de cuadros» y «el gato» y se las grabó en la memoria, no como otros. Archibaldo Archibáldovich supo en seguida quiénes eran sus visitantes. Y al comprenderlo, decidió no quedar mal con ellos. ¡Pero Sofía Pávlovna! ¡Qué ocurrencia, cerrarles el paso a la terraza! Por otra parte, ¡qué se podía esperar de ella!

La señora de Petrakov, hincando con arrogancia la cucharilla en el helado derretido, miraba con ojos enfadados cómo la mesa de los dos payasos desarrapados se cubría de manjares por arte de magia. Hojas de lechuga lavadas hasta sacarle brillo salían de una fuente con caviar fresco... un instante y apareció una mesa especial con un cubo plateado empañado de frío...

Sólo en el momento que se hubo convencido de que todo se estaba haciendo como era debido y que en las manos del camarero apareció una sartén cubierta, en la que algo chirriaba, Archibaldo Archibáldovich se permitió abandonar a los misteriosos visitantes, susurrándoles previamente:

—¡Con permiso! ¡Un minutito! ¡Voy a ver los filetes! Se apartó de la mesa y desapareció por una puerta interior del restaurante. Si algún observador hubiera podido vigilar a Archibaldo Archibáldovich, lo que hizo a continuación le hubiera parecido algo extraño.

El jefe del restaurante no se dirigió a la cocina para vigilar los filetes, sino al almacén del restaurante. Lo abrió con su llave, cerró la puerta al entrar, sacó de una nevera con hielo dos pesados lomos de esturión, con mucho cuidado de no mancharse los puños los envolvió en un papel de periódico, ató el paquete cuidadosamente con una cuerda y lo puso a un lado. Luego fue a la habitación contigua para comprobar si estaba su sombrero y su abrigo de entretiempo forrado de seda, y solamente entonces se encaminó a la cocina, donde el cocinero estaba preparando con esmero los filetes prometidos por el pirata.

Tenemos que aclarar que no había nada de extraño e incomprensible en las operaciones de Archibaldo Archibáldovich, y que las podría encontrar raras sólo un observador superficial. Su actitud era el resultado lógico de todo lo anterior. Conociendo los últimos acontecimientos y, sobre todo, con el olfato tan fenomenal que tenía, Archibaldo Archibáldovich, el jefe del restaurante de Griboyédov, pensó que la comida de los dos visitantes sería, aunque abundante y lujosa, muy breve. Y su olfato, que nunca le había fallado, tampoco lo hizo esta vez.

Cuando Koróviev y Popota brindaban por segunda vez con copas de un vodka espléndido, de doble purificación, apareció en la terraza el cronista Boba Kandalupski, sudoroso y excitado; era conocido en Moscú por su asombrosa omnisciencia. Se sentó en seguida con los Petrakov. Dejando en la mesa su cartera repleta, Boba metió sus labios en la oreja de Petrakov y empezó a susurrarle algo sugestivo. Madame Petrakova, muerta de curiosidad, acercó su oído a los labios grasientos y gruesos de Boba. Éste de vez en cuando miraba furtivamente alrededor, pero seguía hablando sin parar y se podían oír algunas cosas sueltas, como:

—¡Palabra de honor! ¡En la Sadóvaya, en la Sadóvaya!... —Boba bajó la voz todavía más—. ¡No les cogen las balas!... balas... balas... gasolina... incendio... balas...

—¡Habría que aclarar quiénes son los mentirosos que difunden estos rumores repugnantes! —decía madame Petrakova indignada, con voz algo más fuerte de lo que hubiera preferido Boba—. ¡Nada, nada, así sucederá, ya les meterán en cintura! ¡Qué mentiras más peligrosas!

—¡Pero, por qué mentiras, Antonida Porfírievna! —exclamó Boba, disgustado por la duda de la esposa del escritor, y siguió murmurando—: ¡Les digo que no les cogen las balas!... Y ahora el incendio... ellos por el aire... ¡por el aire! —Boba cuchicheaba sin sospechar que los protagonistas de su historia estaban sentados a su lado, regocijándose con su cuchicheo.

Aunque pronto el regocijo se terminó. Salieron a la terraza de la puerta interior del restaurante tres hombres con las cinturas muy ceñidas por cinturones de cuero, con polainas y pistolas en mano. El primero gritó con voz sonora y terrible:

—¡Quietos! —y los tres abrieron fuego, disparando sobre las cabezas de Koróviev y Popota. Estos dos se disiparon inmediatamente y en el hornillo explotó un fuego que fue a dar directamente en el toldo. El fuego, saliendo de allí, subió hasta el mismo tejado de la casa de Griboyédov. Las carpetas con papeles, que estaban en la ventana del segundo piso, ardieron en seguida, luego se prendió la cortina, y el fuego, haciendo ruido, como si alguien estuviera soplando para que creciera, entró en la casa de la tía de Griboyédov.

Por los caminos asfaltados que llevaban a la reja de hierro fundido del jardín, la misma por la que entrara Ivánushka el miércoles por la noche como primer mensajero incomprendido de la desgracia, unos segundos después corrían escritores que habían dejado su comida a medias, Sofía Pávlovna, Petrakova y Petrakov.

Archibaldo Archibáldovich, que había salido a tiempo por la puerta lateral, sin correr y sin muestras de impaciencia, como un capitán que es el último en abandonar su bergantín en llamas, estaba de pie, muy tranquilo, vestido con su abrigo de entretiempo forrado de seda y con dos lomos de esturión bajo el brazo.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Eugen Berthold Friedrich Brecht

 
(Eugen Berthold Friedrich Brecht; Augsburg, 1898 - Berlín oriental, 1956) Escritor alemán. Además de ser uno de los dramaturgos más destacados e innovadores del siglo XX, cuyas obras buscan siempre la reflexión del espectador, trató también de fomentar el activismo político con las letras de sus lieder, a los que Kurt Weill puso la música.
Comenzó en Múnich sus estudios de Literatura y Filosofía en 1917, a los que añadiría posteriormente los de Medicina. Durante la I Primera Guerra Mundial comenzó a escribir y publicar sus obras. Desde 1920 frecuentó el mundo artístico de Múnich y trabajó como dramaturgo y director de escena. En este entorno conoció a F. Wedekind, K. Valentin y L. Feuchtwanger, con quienes mantuvo siempre un estrecho contacto. En 1924 se trasladó a Berlín, donde trabajó como dramaturgo a las órdenes de Max Reinhardt en el Deutsches Theater; posteriormente colaboró también en obras de carácter colectivo junto con Elisabeth Hauptmann, Erwin Piscator, Kurt Weill, Hans Eisler y Slatan Dudow, y trabó relaciones con el pintor Georg Grosz.

Bertolt Brecht
En 1926 comenzó su dedicación intensiva al marxismo y estableció un estrecho contacto con Karl Korsch y Walter Benjamin. Su Dreigroschenoper (Opera de cuatro cuartos, 1928) obtuvo en 1928 el mayor éxito conocido en la República de Weimar. En ese año 1928 se casó con la actriz Helene Weigel.
Será en 1930 cuando comience a tener más que contactos con el Partido Comunista Alemán. El 28 de febrero de 1933, un día después de la quema del Parlamento alemán, Brecht comenzó su camino hacia el exilio en Svendborg (Dinamarca). Tras una breve temporada en Austria, Suiza y Francia, marchó a Dinamarca, donde se estableció con su mujer y dos colaboradoras, Margarethe Steffin y Ruth Berlau. En 1935 viajó a Moscú, Nueva York y París, donde intervino en el Congreso de Escritores Antifascistas, suscitando una fuerte polémica.
En 1939, temiendo la ocupación alemana, se marchó a Suecia; en 1940, a Finlandia, país del que tuvo que escapar ante la llegada de los nazis; y en 1941, a través de la Unión Soviética (vía Vladivostok), a Santa Monica, en los Estados Unidos, donde permaneció aislado seis años, viviendo de guiones para Hollywood. En 1947 se llevó a la pantalla GalileoGalilei, con muy poco éxito. A raíz del estreno de esta película, el Comité de Actividades Antinorteamericanas le consideró elemento sospechoso y tuvo que marchar a Berlín Este (1948), donde organizó primero el Deutsches Theater y, posteriormente, el Theater am Schiffbauerdamm. Antes había pasado por Suiza, donde colaboró con M. Frisch y G. Weisenborn.
En Berlín, junto con su esposa Helene Weigel, fundó en 1949 el conocido Berliner Ensemble, y se dedicó exclusivamente al teatro. Aunque siempre observó con escepticismo y duras críticas el proceso de restauración política de la República Federal, tuvo también serios conflictos con la cúpula política de la República Democrática.

martes, 18 de febrero de 2014

Novalis. Los Himnos a la Noche y la poesía romántica. Valmore Muñoz Arteaga.

 
Friedrich von Hardenberg (Novalis)
Los Himnos a la Noche y la poesía romántica
Valmore Muñoz Arteaga







1.- Introducción Biográfica


En las últimas décadas del siglo XVIII surge el movimiento romántico como expresión contra los cánones y moldes del clasicismo y academicismo artísticos y literarios. Entre sus figuras más representativas se encuentra Friedrich Leopold von Handerberg (Novalis1), quien nace el 2 de mayo del año 1772 en la hacienda paterna de Oberwiederstädt, en el Condado de Mansfeld (Alta Sajonia2); fruto del segundo matrimonio de Erasmus von Hardenberg con Auguste Bernhardine von Bölzig. De los once hijos de esta unión, tan sólo uno sobrevivirá a su madre, toda su prole desapareció en brazos de la tisis. El círculo familiar del joven Novalis está gobernado por la religiosidad pietista de la casa paterna, anexada a la secta de los Hermanos moravos3, el modo de vida de la aristocracia culta de la Alemania de fines del siglo XVIII, la vida bucólica y, al residenciarse la familia en 1878 en Weisenfels, donde el padre de Novalis recibe el nombramiento de director de las salinas de Artern, un creciente interés por la minería. No se avizoraba en el niño nada que hiciera concluir alguna inclinación por las letras. A partir de los 9 años de edad, y luego de superar una grave enfermedad, comienza a dar muestras del genio que lo caracterizará más adelante.


Su acercamiento a las Ciencias y a las Letras se inicia desde el hogar, en el espíritu quietista del hernutismo. Parte a residenciarse en la mansión de un tío suyo, Friedrich Wilhelm von Hardenberg, ubicada en Locklund. El tío era poseedor de una amplísima biblioteca, allí entre centenares de libros se diluían los sueños del adolescente. En 1789 ingresa a estudiar en el de Eisleben, allí se terminaría de formar su espíritu protestante.

En 1790 se inscribe en la Universidad de Jena para estudiar filosofía. La templada autoridad de la casa paterna palideció ante el avasallante entusiasmo del joven estudiante por su maestro y profesor Friedrich von Schiller. El ambiente de la ciudad lo absorbe por completo, la vida culta y artística de Jena será fundamental en su formación y complementará a la propia Universidad. En Leipzig, donde dará continuidad a sus estudios, entablando luego conocimiento y amistad con los hombres cuyo mundo espiritual -que era el propio del Romanticismo temprano- habría de desplegar la más concluyente influencia sobre el poeta y pensador Novalis y cuyos nombres surgen inscritos con letras doradas en la historia del pensamiento alemán Tieck4 y los hermanos Schlegel5.

De estos jóvenes, casi todos de la misma edad de Hardenberg, fue sobre todo Friedrich Schlegel, el entusiasta de Winckelmann y erudito conocedor de la poesía antigua, quien había de convertirse en amigo entrañable de Novalis y acercarle a Fichte, a la vez que le orientaba hacia un humanismo estético y sentaba los cimientos de su interpretación de la historia. Las influencias de este ambiente, en el que, pese a su positivo valor formativo, flotaba mucho de las nebulosas concepciones de los románticos favoreciendo el pensamiento inclinado a lo fantástico e irreal de Novalis, fueron contrarrestadas hasta cierto punto por el estudio de la minería en Freiberg, en cuya famosa escuela de minas el poeta estudió y escuchó más tarde las enseñanzas del prestigioso geólogo Werner para poder aspirar a un cargo en las salinas del Estado de Sajonia (ASÍS CABALLERO, 1974: 279)

Durante el año de 1794 se produce un suceso trascendental en la breve vida de Novalis que habría de sustentar su obra mucho más allá de todas las lecturas y amistades que ya tenía. Conoce a Sophie von Kühn, hijastra de un aristócrata de Rokkenthien, una jovencita que no cumple todavía los trece años, "y se siente arrebatado por un irresistible sentimiento amoroso hacia la joven, que pocos meses después es su prometida" (Ob. Cit. 280). Sophie no fue en modo alguno el primer amor de Novalis, al parecer y como queda evidenciado en la correspondencia entre sus hermanos, el poeta fue un constante enamorado. Sólo que un episodio doloroso hará que este amor se transforme en algo que traspasa los linderos de la realidad. Dos años después de iniciarse los amores entre ambos, ella muere. "Fue esta separación inmensamente dolorosa la que, como una tremenda catarsis, abrió en el alma de Novalis una dimensión metafísica y mística que caracteriza virtualmente toda su obra" (Ídem.) El culto de la amada muerta se transforma en adelante en el momento decisivo de la actitud vital de Novalis; toda su obra, sus apuntes y anotaciones del diario así lo aseguran.

Después de culminar sus estudios profesionales en Wittenberg y de haber sido iniciado en la práctica de la administración en Tubinga. Siente la vocación de fundar un hogar propio; parece como si su trabajo y su juventud fuesen alejando de él poco a poco, insensiblemente, la imagen de Sophie y el anhelo de la muerte. En el comienzo de los treinta años formaliza sus relaciones con Julie von Charpentier. En 1800 se traslada a Dresde para spirar a una plaza de jefe de administración, que le permita asegurar el porvenir económico de su futura familia, pero el destino vuelve a jugar con el alma sensible del poeta, esta vez para extinguirla. Sufre una hemptisis6 y en la noche del 15 de marzo de 1801, mientras dormía, Novalis deja este mundo.


2.- Romanticismo alemán
Durante las primeras tres décadas del siglo XIX, prospera en Alemania, en torno a la longeva y serena figura de Goethe, el período propiamente romántico de su literatura, y haciendo casi imposible determinar una fecha para su desaparición, ya que todas las figuras posteriores como Mörike, Lenau y Heine se verán seducidos por el discurso romántico, haciéndose extensivo -de alguna manera- en la obra de Hermann Hesse y Thomas Mann. Dentro del Romanticismo europeo, la contribución teutona se distingue por su profundidad, que logra emparentarse con la filosofía, con que se radicalizan los principios de la nueva tendencia.

Tomando a los filósofos como punto de referencia externo, podríamos decir que, después de la revolución efectuada por Kant, el Romanticismo nos da su mentalidad reflejada en forma abstracta por Fichte, para cerrarse e en Hegel. Se trata, pues, del idealismo en su punto extremo, en que el hombre, prescindiendo del desinterés objetivista de la filosofía clásica, parte de un sentido ético, de exaltación de la nobleza y la libertad del espíritu, para considerar la realidad entera determinada y valorada sólo por éste (VALVERDE, 1971: 30)

Cuando Fichte dice que el YO se opone al NO-YO al oponerse a sí mismo, esta fría fórmula significa que el espíritu adopta su posición por su propio impulso íntimo, y que esta posición configura el modo de ser de toda la realidad (Ídem.) La cosa en sí se cambia en algo, no sólo recóndito, sino aterrador, que es necesario someter con el alma. La individualidad humana se transforma en un momento del gran Espíritu, concretándose en los hombres y tomando actitudes estructuradoras del mundo; en tal sentido manifiesta Fichte que la filosofía dependerá de la clase de hombre que la elabore.

Entre las filosofías no habría diferencias de mayor o menor aproximación a una realidad objetiva -éste es el sentido de tal afirmación-, sino de altura moral, de soberanía sobre el exterior, de independencia autodeterminadota. El primer resultado del idealismo es la fusión -y aun la confusión- de todos los aspectos de lo real en una gran unidad subyacente y semivelada (Ídem.)

Dentro de la literatura las estructuras del discurso y la propia obra sufren una desvalorización, con la finalidad de exaltar lo que para ellos es lo único importante: el Espíritu magnífico y libre. De allí que la mayor parte de las producciones (literarias y artísticas, en general) del momento brinden un talante tan original y paradójico. En otro sentido, se hace particular en el romántico alemán ser muy emancipado y abierto, y a la vez luchar contra su propia naturaleza humana que lo inclina hacia una tendencia sostenida por el orden, cobijándose la más de las veces en la Iglesia Católica, "por una admiración externa de carácter estético, y por una nostalgia de seguridad y jerarquía, tal vez sin auténtica fe en algún caso" (Ídem.) Así lo afirma el poeta Caspar David Friedrich:

El arte no debe en modo alguno proponerse el engaño, y ejecuciones de tal dimensión constriñen la imaginación del espectador; la imagen sólo debe insinuar, y, ante todo, excitar espiritualmente y entregar a la fantasía un espacio para su libre juego, pues el cuadro no debe pretender la representación de la naturaleza, sino sólo recordarla (VARIOS, 1994: 53)

Otro poeta y filósofo, Wilhelm Heinrich Wackenroder, apunta:

Siempre se han apuntado y vuelto a contar algunas anécdotas de artistas, o sostenido y defendido sin cesar algunos lemas significativos; y ¿cómo ha sido posible que fuese tan superficial la admiración con que se escucharon, que nadie haya sido capaz de vislumbrar en esos elocuentes signos lo más sagrado del arte, a lo que aluden? ¿Y por qué no reconocer también aquí, como en la naturaleza restante, la huella del dedo del Creador? (Ídem.)

El romántico alemán, sin duda por ser el más romántico de todos los europeos, subyugan y desdeñan los éxitos literarios con la finalidad de glorificar al Espíritu donde todo puede palidecer. El romántico alemán construye su conocimiento en forma de puente que lo conecta con el campo de la espiritualidad:

Hat Christus sich mir gegeben,
Und bin ich seiner erst gewi
Wie schell verzehrt ein lichtes Leben
Die bodenlose Finsternis
Mit ihm bin ich erst Mensch geworden;
Das Schicksal wird verklärt durch ihn,
Und Indien mu selbst im Norden
Um den Geliebten fröhlich blühn
7
(NOVALIS, 1995: 82)



En el discurso se dejan ver una serie de aspectos que alimentan la llama romántico y ese entusiasmo espiritual: la Edad Media, Grecia, Oriente y la Iglesia Católica. Dentro del romanticismo germano figuran nombres de primera categoría como Hölderlin, Jean Paul (Johann Friedrich Richter), Clemens Brentano, Ludwig Tieck, E. T. A. Hoffmann, entre otros.

Friedrich Hölderlin (1770-1843), su obra se reduce a una novela lírico-epistolar, Hyperion, una tragedia que quedó inacabada, Der Tod des Empedokles (La muerte de Empédocles), y un grupo de poemas, publicados algunos en vida y otros después de su muerte. Desde muy joven el poeta evadió el mundo cotidiano para refugiarse en un trasmundo irreal, edificado fundamentalmente sobre lecturas griegas clásicas, llegando a fundirse con aquella lejana cultura que la convirtió en su realidad. En su poética se presenta una exaltación del mundo helénico, sobre la base de su creencia de que los ideales de la humanidad los personificó en el arquetipo griego. El helenismo lo llevó a considerar al poeta como un tendido entre lo glorioso y la mediocridad de lo terrenal. La fuerza espiritual se concentró en el idealismo de la libertad, corriente que ya tenía sus orígenes en la filosofía de Kant, Schiller y Humboldt. Hölderlin quedó profundamente entusiasmado por la revolución francesa y el significado de esta en los fragmentados pueblos alemanes.

Jean Paul (1763-1825) (Johann Friedrich Richter) produjo amargas sátiras en su juventud; sus escritos posteriores son más imaginativos y sentimentales. Alcanzó su mayor éxito con la novela sentimental Hesperus (1795). Titán (4 volúmenes, 1800-1803), una novela que contiene elementos autobiográficos y que discute las ideas revolucionarias de la época, es considerada su mejor obra. También publicó ensayos, reseñas críticas y varias obras teóricas, como Preestadio de la estética (1804), sobre la poesía, y Levana (1807), un corto tratado sobre la educación. Su autobiografía inacabada es considerada su mejor obra romántica.

Clemens Brentano (1778-1842) pertenece a la segunda generación del romanticismo. Desde muy temprano entró en contacto con la historia de la literatura alemana (su madre fue pretendida por Goethe, y su abuela por Wieland). Al igual que Novalis, ingresa en la Universidad de Jena. Luego de su tercer matrimonio, se convierte al catolicismo renunciando a su vida mundana y literaria. Brentano consideró a la poesía como una falsedad, un espejismo engañoso que se niega a reflejar la imagen de Dios. Estuvo poderosamente influido por Boccaccio, Calderón y Hölderlin. En sus poesías, novelas y teatro, abundan las imágenes fantásticas y las expresiones sorprendentes. Con su cuñado, Achim von Armin, editó una colección de poemas populares alemanes, El niño y el cuerno encantado (3 vol., 1806-1808), que sirvió de letra para un ciclo de canciones de Gustav Mahler. Brentano escribió muchos relatos, entre los que se cuenta el notable El bravo Gasparcito y la bella Anita (1817). Durante sus últimos años, especialmente en el Romancero del rosario, publicado póstumamente (1852), Brentano dedicó su genio literario a propagar la fe de la iglesia Católica.

Ludwig Tieck (1773-1853) considerado por algunos críticos como ejemplo del poeta romántico. Su poesía suelta, formada bajo la sombra de Goethe, aporta la introspección sentimentalista propia del momento. Lo que puede rescatarse como valioso es la obra dramática de Tieck, sin olvidar su novela William Lovell, interesante porque desnuda la desintegración moral de un espíritu atormentado.

Es difícil definir las obras teatrales de Tieck porque tienen un intermitente carácter de parodia que las hace muy peculiares. Algunos de sus pasajes servirían para ilustrar el sentido de la ironía romántica; personajes que de pronto denuncian lo absurdo de la convención escénica, o se asombran porque se produce algo que no estaba en el papel, etc. (Ob. Cit, 1971: 36)

Tieck fue el introductor de Shakespeare y Cervantes en Alemania, les tradujo casi toda sus obras.

E. T. A. Hoffmann (1776-1822), escritor y compositor alemán, una de las figuras más representativas del romanticismo alemán. Pero Hoffmann es conocido sobre todo como escritor. Sus obras de ficción, que combinan lo grotesco y lo sobrenatural con un poderoso realismo psicológico, influyeron mucho en el romanticismo europeo. Las más famosas quizás sean los cuentos fantásticos en los que Jacques Offenbach basó su ópera Los Cuentos de Hoffmann (1880) y Léo Delibes su ballet Coppélia (1870). Su personaje del Kapellmeister Kreisler también inspiró la obra para piano Kreisleriana del compositor alemán Robert Schumann. Muchos de sus cuentos más populares los reunió en el libro Piezas fantásticas (2 volúmenes, 1814-1815), que además contiene una colección de crítica musical y sus propias ilustraciones. También escribió la novela Los elixires del diablo (1815-1816), famosa por el uso de un personaje doppelgänger, (‘un doble fantasmal’). Compuso música religiosa, lieder, algunos conciertos, piezas para obras teatrales; su ópera Ondina (1816), influyó en compositores posteriores, como Weber.


3.- Los Himnos a la Noche (Hymen an Die Nacht)
Los Himnos a la Noche constituyen una de las obras más hermosas del romanticismo universal. Fueron publicados en 1800. La redacción de los himnos está vinculada con la muerte de Sophie von Kühn, en 1797. Días después Novalis pierde a su hermano Erasmo. La sombra de los muertos y sobre todo de la muerte se posa sobre la cornisa de la cotidianidad de Novalis. Los estudios más modernos aseguran que los Himnos fueron escritos entre 1799 y 1800, y luego publicado por vez primera en Athenaeum, que editaban los hermanos Schlegel, en agosto de 1800, aunque todo apunta a que hubo una edición anterior en verso libre. En todo caso, es una colección de poemas en donde a la diurna fe de la Antigüedad se contrapone la concepción de la noche como misterio creador de la vida y de la muerte, del milagro y de la redención cristiana.

El poema de la noche principia con una pequeña súplica que ensalza el reino de la luz, pero únicamente para que en violenta discordancia el poeta se aleje de ella y se regrese hacia la misteriosa noche: "Abwärts wend ich mich zu der reiligen, unaussprechlichen, geheimnisvollen Nacht. Fernab liegt die Welt -in eine tiene Gruft versenkt- wüst und einsam ist ihre Stelle"8 (Novalis, 1995: 26).

En la oposición entre los dos términos, luz y sombra, día y noche, se sostiene y nivela toda la construcción de los himnos, pero en los términos y en su confrontación se enlaza un manojo enmarañado de significados. Lo múltiple, la variedad del contenido en la unidad de una intuición es concepto principal en Novalis.

Los dos primeros poemas himnos en una sucesión vertiginosa de imágenes ponen en manifiesto el sentido oculto en los símbolos del día y la noche, oponiéndolos: la luz es el reino de la acción y el movimiento incesante, el lugar del trabajo, de la actividad, del infausto trajín; es el reino de los límites y las diferencias, de la separación y la determinación, de las cosas distintas: "Buscamos por doquiera el absoluto (das Unbedingte: lo no cosificado) y sólo encontramos cosas", dice un fragmento de 1797. (FERRARI, 1995: 12)

La luz representa a su vez en este primer enfoque, el tiempo restringido de la vida, la vida como determinación del tiempo; por ello Novalis la simboliza como el mecanismo del reloj; y sin embargo en las primeras líneas la luz aparece como "alma íntima de la vida", como la esencia que respira el poeta, figurado en la alusión al egregio extranjero en cuyos labios abunda el canto (Ídem.) La luz se hace esencia destilada que respiran todos los hombres y seres terrenales convive en estos primeros himnos con una luz imaginada en su aspecto externo, acción y movimiento autónomo de la materia. ¿Juega Novalis con dos significados del concepto de luz?, la que podemos denominar de la hora, la cotidianidad, la vigilia, ahuyentadora del sueño, del amor y de la noche; y a la otra, la luz primigenia y trascendente, hogar donde coexisten los dioses, la de la deshora, del ensueño; es a ella a la que canta el poeta durante esos primeros cantos.

Así nacen desde la luz, los hijos de la Madre Noche que circunda en su manto a los amantes y a los afligidos. Uno por uno de sus atributos se oponen a los de la luz: es la eternidad y la infinitud sin tiempo y sin espacio, la deserción de los límites, la indiferencia, la embriaguez -opio, vino y amor-, la unión amorosa, la inconciencia, todo lo que excluye en fin el trabajo diario, la reflexión sobria, el reloj (Ídem.); es la gran madre, la dueña del amor creador y por consiguiente Sophie es convertida en símbolo del amor y de lo eterno femenino. Ella es la primera síntesis entre la luz y la sombra, entre la vida y la muerte, entre el fuego y el agua; aquella que guía al poeta por los túneles de la noche que no es otra cosa que la propia vida, la vida que está por encima de la muerte y lejos de la luz terrestre.

La visión de Sophie se hace, a partir de ahora, la mediadora entre la vida y la muerte, entre la luz y la noche. Desde el corazón de la Muerte la Madre tiende su mano salvadora al hijo para dar pie a una nueva cadena que sustituye las cadenas rotas de la luz. Todo se vuelve entonces otro mundo. El otro mundo: más allá, del otro lado, son términos claves en la poesía de Novalis en torno a los cuales gira su concepción de la noche. Al final del poema queda claro todo su sentido. Es una historia mítica del universo que resiste a la cronología y en la que el poeta afirma una concepción ahistórica de la realidad9. Al imperio del destino sigue la edad de oro, cuando dioses y hombres eran parientes y coexistían en el mismo paraíso. "El poeta alude sucesivamente a Tetis10, Hebe11, Dionisos, Deméter12 y Afrodita" (Ídem.) Los dioses hacen de la noche su nueva morada y la luz terrestre es despojada de su divinidad; y, por fin, advenimiento de Cristo quien surge como una transformación de las antiguas divinidades exiliadas.

Con el cristianismo se realiza la reconciliación en una nueva creación. Muere la muerte, que no es sino el tránsito a la vida eterna, y la unidad de la luz y la noche que al principio del poema se prefiguraba en Sophie se realiza totalmente en la faz del Padre que da figura a la claridad divina, conciliación de la luz y la sombra, como parece indicarlo un poema ligeramente posterior a los Himnos: "Cuando la luz y la sombra se acoplen de nuevo para volver a engendrar pura claridad" (Ídem.)

Finalmente, hay que acotar que los dioses no han muerto, tan sólo se han dormido en la noche y reaparecen siempre, grandiosamente transformados en Cristo y en la Virgen María; viven inmortales en el corazón del hombre, pues lo que canta Novalis no sucede en la historia sino que se da perenne y sincrónicamente en el alma humana como una acumulación de vivencias que le abren las puertas de la eternidad.


4.- Conclusiones
  • Novalis, así como el resto de los románticos alemanes, abrazará y confundirá todos los terrenos: la literatura y el arte figurativo, la Historia y las ciencias de la Naturaleza, Sociología y Psicología, Filosofía y Medicina, Política y Religión.

  • Los románticos descubrieron las fuerzas de la inconciencia y la subconciencia; el sueño, el presentimiento, la nostalgia, lo mágico y fantasmal, el magnetismo del alma y el enigma de los mitos.

  • El YO es asumido como principio del Universo, esta activa función se convirtió para el sentir poético de los románticos en una deleitosa contemplación de dicho yo como vía de acceso al Universo.

  • Toda la literatura romántica es una mezcolanza de formas: el drama tiende a la epopeya; la lírica, al puro sonido; la narración, al cuento de hadas. La arbitrariedad en el libre juego de las formas da nacimiento a un nuevo arte de lo grotesco.

  • La poesía romántica es progresiva y universal. Su función no consiste meramente en reunir todos los géneros poéticos divididos y en poner en contacto la Poesía con la Filosofía y la Retórica.

  • La poesía romántica anhelaba encerrar todos los temas y todas las formas en nunca conclusa evolución; era a la vez universal e individual, fantástica e irónica.

  • Lo que el romántico buscaba siempre en el mundo era la creación de su propia alma, una nostalgia de sí mismo y una vía hacia su propio interior: ensueño, recuerdo, pálpito y visión (MARTINI, 1964: 322)

  • La nueva sensibilidad romántica se refugia en el catolicismo.

  • El romanticismo alemán constituye la más rica manifestación del irracionalismo que aparece en todas las naciones europeas desde fines del siglo XVIII. Las frustraciones de la realidad fueron compensadas en forma de originalidad creadora y de nostalgia tanto de lo pasado como de lo futuro.



5.- Bibliografía
ASÍS CABALLERO, Francisco (1974) Friedrich von Hardenberg (Novalis) En: Forjadores del Mundo Contemporáneo. Tomo I. Barcelona: Planeta.

FERRARI, Américo (1995) Introducción En: Himnos a la noche / Cánticos espirituales. Valencia: Pre-Textos.

MARTINI, Fritz (1964) Historia de la literatura alemana. Barcelona: Editorial Labor.

NOVALIS (1995) Himnos a la noche / Cánticos espirituales Valencia: Pre-Textos.

SERRANO PONCELA, Segundo (1971) La literatura occidental. Caracas: Universidad Central de Venezuela.

VALVERDE, José María (1971) Historia de la literatura universal Tomo 3. Barcelona: Planeta.

VARIOS AUTORES (1994) Fragmentos para una teoría romántica del arte Antología y edición de Javier Arnaldo. Madrid: Tecnos.


Notas:
[1] Novalis: Seudónimo procedente de la latinización del apellido von Rode (de Novali) de un antepasado del poeta. Este apellido, a su vez, proviene de la finca de Grossenrode, en tierras de Hannover, y significa campo recién roturado. Los contemporáneos acentuaban Novalis en la o de la primera sílaba.

[2] Sajonia (en alemán, Sachsen), estado federado (land) y región histórica de Alemania localizado en el extremo oriental del país, en la frontera con la República Checa y Polonia. Desde un punto de vista geográfico, el territorio se divide entre el sector meridional, dominado por las elevaciones de los montes Metálicos, y el sector central y septentrional, área de colinas atravesadas, en sentido latitudinal, por los valles fluviales del Elba y el Mulde.

[3] Hermanos Bohemos o Hermanos Moravos, sociedad religiosa establecida en Praga a mediados del siglo XV. Originalmente estaba compuesta por antiguos miembros de los husitas. También se les conoce con el nombre de Hermanos Unidos. En 1450 los Hermanos Bohemos se establecieron en las cercanías de Silesia y Moravia. Durante la Contrarreforma, alrededor del año 1600, esta comunidad casi desapareció al verse sus miembros forzados a convertirse a la religión católica romana. A pesar de esto, la sociedad de los Hermanos Bohemos no murió, y en 1722 algunos de sus componentes emigraron y se establecieron en Herrnhut, Sajonia, en las tierras del reformador religioso, Nikolaus Ludwig von Zirzendorf.

[4] Ludwig Tieck (1773-1853), escritor alemán, que fue uno de los líderes del romanticismo germánico. El más conocido de sus cuentos populares fue Eckbert el rubio (1796).

[5] Friedrich von Schlegel (1772-1829), crítico y filósofo alemán, nacido en Hannover, estudió derecho en las universidades de Gotinga y Leipzig. Dedicado a la literatura, escribió Los griegos y romanos (1797), entre otras obras sobre la antigüedad clásica. Desde 1798 fue el principal filósofo del primer movimiento romántico de la literatura alemana, expuso sus ideas en el periódico que él y su hermano August Wilhelm habían fundado, El Ateneo. Friedrich von Schlegel editó después otros periódicos y también dio clases de filosofía, historia y literatura. August Wilhelm von Schlegel (1767-1845), crítico, traductor y profesor universitario alemán. Nació en Hannover y se educó en la universidad de Gotinga. Como profesor de literatura en las universidades de Jena y después en Bonn, dedicó mucho tiempo a escribir.

[6] Hemoptisis: tos severa que origina un esputo espumoso teñido a veces de sangre.

[7] "Pero desde que Cristo / A mi se ha revelado / Desde que cierto estoy de su presencia / Una vida de luz en un instante / Las tinieblas sin fondo ha devorado / Con él por vez primera me he hecho hombre / Él ha transfigurado mi destino / Y hasta en el norte las lejanas Indias / Exultan y florecen / En torno del amado"

[8] "Apartado de ella, yo me vuelvo hacia la sagrada inefable misteriosa noche. Lejos yace el mundo -sepultado en honda cripta- desierto y solitario está su lugar"

[9] "Entendamos ahistórica sólo en la medida en que el poeta subsume la sucesión cronológica, la historia natural y la historia de la humanidad en una realidad absoluta que la trasciende como la muerte y la noche trasciende la vida y la luz que impulsa la actividad terrestre. Por lo demás, la lectura atenta de los Fragmentos revela en Novalis una mente hondamente inquieta por el futuro del hombre en esta tierra y por el devenir histórico como manifestación o fenómeno de la vida absoluta; en esta visión futuro y pasado aparecen como dos mundos de la realidad" (FERRARI, 1995: 24)

[10] Tetis (nereida), en la mitología griega, hija de las divinidades marinas Nereo y Doris, y la más famosa de las nereidas. La pretendieron Zeus, el dios supremo, y también Poseidón, dios del mar, quienes le comunicaron la profecía de que daría a luz un hijo que sería más poderoso que su padre. Fue entregada a Peleo, gobernador de los mirmidones, quien era considerado el más digno entre los mortales. De esta unión, Tetis concibió al héroe Aquiles.

[11] Hebe, en la mitología griega, diosa de la juventud, hija de Zeus y Hera. Durante mucho tiempo, Hebe cumplía la función de copera de los dioses, a quienes les servía néctar y ambrosía. El príncipe troyano Ganimedes la sustituyó en esta tarea. De acuerdo con una versión, dejó de ser copera de los dioses cuando se casó con el héroe Hércules, que acababa de ser deificado. Según otra historia, fue apartada de su lugar a causa de una caída que sufrió mientras servía a los dioses.

[12] Deméter, en la mitología griega, diosa de los granos y de las cosechas, hija de los titanes Cronos y Rea. Cuando su hija Perséfone fue raptada por Hades, dios del mundo subterráneo, el dolor de Deméter fue tan grande que descuidó la tierra; no crecieron plantas y el hambre devastó el universo. Consternado ante esta situación, Zeus, el regidor del mundo, pidió a su hermano Hades que devolviese Perséfone a su madre. Hades asintió, pero antes de liberar a la muchacha hizo que ésta comiese algunas semillas de granada que la obligarían a volver con él durante cuatro meses al año. Feliz de reunirse de nuevo con su hija, Deméter hizo que la tierra produjese flores primaverales y abundantes frutos y cereales para las cosechas. Sin embargo, su dolor retornaba cada otoño cuando Perséfone tenía que volver al mundo subterráneo. La desolación del invierno y la muerte de la vegetación eran consideradas como la manifestación anual del dolor de Deméter cuando le arrebataban a su hija. Deméter y Perséfone eran veneradas en los ritos de los misterios de Eleusis. El culto se extendió de Sicilia a Roma, donde se veneraba a estas diosas como Ceres y Proserpina.

© Valmore Muñoz Arteaga 2003
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid

El URL de este documento es http://www.ucm.es/info/especulo/numero25/novalis.html




viernes, 14 de febrero de 2014

Dostoievski por parte de Nietzsche: una perspectiva filosófica.

 
El descubrimiento de Dostoievski por parte

de Nietzsche

Nietzsche’s discovery of Dostoievsky’s work


PAOLO STELLINO

Universitat de Valencia


Recibido: 17-04-2007 Aprobado definitivamente: 08-10-2007

Resumen

En las siguientes páginas se intentará recorrer los pasos a través de los cuales Nietzsche entró

en contacto con la obra dostoievskiana y delinear las posiciones principales de la crítica acerca

de la problemática, muy discutida, de qué obras de Dostoievski fueron leídas por Nietzsche.

Para ello, nos basaremos en el análisis de las obras, de los fragmentos póstumos y de las cartas

del último periodo de la vida consciente de Nietzsche.

Pala bras cla ves

Niet zsc he, Dostoie vski, descu brimiento

Abstract

In the following pages we attempt to reconstruct Nietzsche’s discovery of Dostoevsky’s work.

Afterwards we will focus on critical studies in order to specify how the philosopher got to know

the Russian author’s novels and specifically which books he may have read. We will base our

investigation on Nietzsche’s work, notes and letters.

Keywords

Niet zsc he, dostoe vsky, disco ver y

Este artículo se inserta en el Programa F.P.U. del Ministerio de Educación y Ciencia

(Ref. Becario: AP2005-5368) y en el Proyecto de Investigación Científica GV06/145, financiado

por la Conselleria d’Empresa, Universitat i Ciencia de la Generalitat Valenciana.

80 PAOLO STELLINO

Contrastes vol. XIII (2008)

I. Un encuentro casual

La primera alusión de Nietzsche a Dostoievski se puede encontrar en



una carta de 12 de febrero de 1887, que el filósofo envía desde Niza a su amigo

Franz Overbeck, preguntándole al final de la misma si ya le había escrito acerca

del escritor ruso:

¿Te he escrito de H. Taine? ¿Y de que me encuentra infiniment suggestif [infinitamente



sugestivo]? ¿Y de Dostoievski?

Un día después, Nietzsche escribe a Peter Gast, comparando a Dostoievski

con Stendhal, por el placer que le produce el leerlo, y lo define como un psicólogo,

definición que el filósofo volverá a repetir en el Crepúsculo de los ídolos



y en un fragmento póstumo de principios de 1888:

¿Conoce a Dostoievski? Excepto Stendhal, nadie me ha causado tanto placer y

sorpresa: un psicólogo, con el que yo me entiendo.



Estas breves y fugaces alusiones son completadas por una descripción más

detallada de su primer contacto con el escritor ruso, que Nietzsche nos ofrece

en una carta de 23 de febrero de 1887 dirigida a Overbeck:

De Dostoievski yo no conocía ni el nombre hasta hace pocas semanas -¡yo un hombre

inculto que no lee «periódicos»! Un zarpazo casual (zufälliger Griff) en una

tienda de libros me puso ante los ojos su obra L’esprit souterrain, recién traducida



al francés (¡algo igual de casual me ocurrió con Schopenhauer cuando yo tenía

veintiún años, y con Stendhal cuando tenía treinta y cinco!) El instinto de afinidad

(Verwandschaft) (¿o qué nombre le daré?) dejó oír su voz enseguida, mi alegría

fue extraordinaria: tengo que retrotraerme a mi conocimiento de Rouge et Noir de



Stendhal para recordar una alegría igual. (Son dos relatos, el primero, propiamente

una pieza de música, de una música muy extraña, muy poco alemana; el segundo,

un alarde genial de psicología, una especie de autoescarnio del γνώθι σαυτόν.

F. Nietzsche, Briefwechsel. Kritische Gesamtausgabe, III, 5, G. Colli y M. Montinari



(eds.). Berlin-New York: W. de Gruyter, 1984, p. 21. Tanto en este caso, como en los siguientes,

la falta del nombre del traductor indica que la traducción ha sido efectuada por el autor del

presente artículo.

Cf. F. Nietzsche, Crepúsculo de los ídolos, «Incursiones de un intempestivo», 45.

Cf. F. Nietzsche, Fragmentos póstumos (1885-1889), primavera de 1888, 15 [9], tr.



J. L. Vermal y J. B. Llinares. Madrid: Tecnos, 2006, p. 626.

F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 5, op. cit., p. 24.

Ibid., p. 27.

El descubrimiento de Dostoievski por parte de Nietzsche 81

Contrastes vol. XIII (2008)



Con esta carta Nietzsche parece colocar temporalmente –por cuanto de una

forma muy vaga e imprecisa («hasta hace pocas semanas»)– y espacialmente

–una tienda de libros de Niza– su descubrimiento de Dostoievski, que, como

el mismo filósofo reconoce, se parece mucho al encuentro, en un anticuario de

Leipzig en 1867, del libro schopenhaueriano El mundo como voluntad y representación.



La obra de Dostoievski, junto a la de Schopenhauer y de Stendhal

(Rojo y negro), despierta la alegría del filósofo y suscita en él un instinto de



afinidad o, mejor dicho, de parentesco.

La obra, a la que Nietzsche se refiere en esta carta a Overbeck, es el volumen

titulado L’esprit souterrain, compuesto por dos partes distintas: una versión

abreviada de las dos partes de Memorias del subsuelo (Zapiski iz podpol’ja )



titulada «Lisa» (segunda parte) con un prefacio constituido por la traducción

completa de La posadera (Hozjajka), titulada «Katia» (primera parte). Estas dos



partes son presentadas por un narrador anónimo como relatos diferentes de las

veleidades amorosas del protagonista de La posadera, Ordinov, y unidas entre



ellas a través de una exposición modelada sobre el ejemplo de la introducción

dostoievskiana de Memorias de una casa muerta (Zapiski is mertvogo doma).

Según refiere C. A. Miller en su ensayo Nietzsche’s «Discovery» of Dostoievski,

si la traducción de La posadera es bastante fiel al texto ruso original, al

contrario, la tentativa de adaptar Memorias del subsuelo como continuación



de la primera parte titulada «Katia», habría causado interpolaciones frecuentes

y repetidas del texto dostoievskiano e incluso la introducción de fragmentos

ficticios referidos a La posadera.

Es indudable que el volumen L’esprit souterrain le gusta mucho a Nietzsche,

que elogia la primera parte como una pieza musical muy poco alemana (sehr

undeutscher Musik) y la segunda como un golpe de genialidad (Geniestreich)



de Psicología, volviendo a repetir estas definiciones en otra carta a Gast de 7

de marzo de 1887:

Lo primero que he conocido de él, que acaba de aparecer en traducción francesa, se

llama L’esprit souterrain, que contiene dos relatos: el primero, una especie de música



desconocida; el segundo, un verdadero alarde genial de psicología –un terrible y

cruel escarnio del Гνώθι σαυτόν, pero trazado con una audacia tan ligera y con

tanto deleite de fuerza superior, que yo quedé totalmente ebrio de contento.10

Cf. F. Dostoïevski, L’esprit souterrain, tr. Halpérine-Kaminsky y Ch. Morice. Paris :



Plon-Nourrit, 1884.

Tanto en el presente caso, como en los siguientes, la transliteración de la grafía rusa a la

grafía latina ha sido efectuada conforme a la tabla de transliteración del ruso de la UNESCO.

Cf. C. A. Miller, «Nietzsche’s “Discovery” of Dostoevsky», Nietzsche Studien. Internationales

Jahrbuch für die Nietzsche Forschung, II (1973), p. 207.

10 F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 5, op. cit., p. 41.

82 PAOLO STELLINO

Contrastes vol. XIII (2008)



En la misma carta, Nietzsche retoma el paralelo con Stendhal, ya presente

en la carta de 23 de febrero enviada a Overbeck, y vuelve a repetir dos datos

muy importantes: por una parte, el contacto con Dostoievski ha sido meramente

casual, ergo Nietzsche hasta hace pocas semanas no conocía ni el nombre del



escritor ruso; por otra parte, el filósofo alemán intuye desde el primer momento

que Dostoeivski es un alma muy afín a él, que su pensamiento está estrechamente



relacionado con el suyo, y hasta advierte un sentimiento de afinidad y

de parentesco:

Con Dostoievski me ha ocurrido lo mismo que anteriormente con Stendhal: el

contacto más casual, un libro que se abre en una librería, desconocimiento incluso

del nombre –y el instinto que repentinamente dice que aquí he tropezado

con alguien afín.11



Si creemos a las palabras de Nietzsche, el encuentro con el escritor ruso

ha sido absolutamente fortuito: que fuese un contacto (Berührung) o un zarpazo

(Griff), lo que más nos interesa es el carácter casual (zufällig) de dicho



encuentro.

Como ha destacado justamente Miller, la fórmula «Unbekanntschaft bis

auf12 den Namen» no deja de ser semánticamente bastante ambigua, por la posibilidad

de interpretar bis auf como «desconocimiento más allá (beyond) del

nombre» o, como se traduce normalmente, «desconocimiento incluso o hasta

(even) del nombre».13 En realidad, la carta de 23 de febrero a Overbeck nos



ayuda a resolver y esclarecer esta ambigüedad, puesto que Nietzsche escribe al

amigo que hasta hace pocas semanas de Dostoievski no conocía ni el nombre.

La afirmación nietzscheana del desconocimiento –incluso del nombre– de

Dostoievski no deja, de todos modos, de asombrar, si se consideran dos factores

muy importantes. En primer lugar, a partir de la traducción de 1882 de

W. Henkel de Crimen y castigo (Prestuplenie i nakazanie), la reputación del



escritor ruso y de algunas obras suyas tuvo una gran resonancia en Alemania

y, en este sentido, es raro que hasta inicios de 1887 el nombre de Dostoievski

pasara desapercibido para el filósofo alemán. Por otra parte, no cabe duda de

que la vida de Nietzsche, ya a partir de 1879, año en que dejó su profesorado en

la Universidad de Basilea, fue una vida de soledad completa y de aislamiento

del mundo, el cual quedaba fuera de su habitación, una vida angustiada por «la

pena que comporta cada privación larga de luz y de aire».14 Las palabras de

11 Ibid.



12 La cursiva es nuestra.

13 Cf. C. A. Miller, op. cit., p. 205.

14 F. Nietzsche, Aurora, «Próogo», 1, tr. G. Dieterich. Barcelona: Alba, 1999, p. 11.

El descubrimiento de Dostoievski por parte de Nietzsche 83

Contrastes vol. XIII (2008)



W. Ross, biógrafo de Nietzsche, acerca de los últimos nueve años y medio de

lucidez de Nietzsche son, en este sentido, muy significativas:

Su vida ya no es más que el sostén de su obra, condición precaria pero sustancial

para el proceso creador. De ella nacen los textos que conforman al Nietzsche

filósofo. La enfermedad se ha convertido en su compañera inseparable; los innumerables



cambios de domicilio son una herramienta en la búsqueda del clima

más adecuado para su trabajo. Las relaciones humanas se diluyen o se rompen: la

soledad, en tantas ocasiones deploradas, es condición sine qua non para hacerse

con toda la concentración creadora. La odia y, al mismo tiempo, la necesita.15



Aunque fuese lector asiduo, cabe, de todos modos, la posibilidad de que

Nietzsche, «hombre inculto que no lee “periódicos”»,16 recluso en la soledad y



en el aislamiento de su cuarto, no hubiese tenido noticia de Dostoievski hasta el

fortuito encuentro de L’esprit souterrain en una librería de Niza. Pero aún más



asombrosa parece la distracción del filósofo alemán a la hora de leer la recensión

de septiembre de 1886 de Más allá del bien y del mal en la revista suiza Bund17



escrita por J. V. Widmann, donde la obra nietzscheana es criticada duramente

por la peligrosidad de las ideas expresadas. El crítico pone como epígrafe de

su artículo el siguiente pasaje de El adolescente (Podroctok) de Dostoievski,



indicando implícitamente el cinismo de Lambert, personaje de la misma obra,

como el resultado inexorable del perspectivismo del filósofo alemán:



Permítanme: he tenido como camarada a un cierto Lambert que me decía ya a

los dieciséis años que, cuando fuera rico, su mayor placer consistiría en alimentar

a perros con pan y carne cuando los hijos de los pobres estuvieran muriéndose

de hambre y que, cuando no tuvieran con qué calentarse, él compraría todo un

pedazo de bosque, lo transportaría al campo abierto y caldearía el aire, sin dar

a los pobres ni una sola ramita. ¡He ahí los sentimientos que él tenía! Pues bien,

díganme ustedes qué podré responder a ese canalla pura-sangre si me pregunta:

«¿Por qué hace falta en forma alguna ser virtuoso?».18



Como testimonia la carta de 12 de octubre de 1886 de Nietzsche a Overbeck,

el filósofo leyó la recensión de Widmann que, por cierto, le causó la preocupación

de que la posibilidad de que cada tipo de policía se interesara prematuramente

15 W. Ross, Friedrich Nietzsche. El águila angustiada. Una biografía, tr. R. Hervás.



Barcelona-Buenos Aires: Paidós, 1994, p. 577.

16 F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 5, op. cit., p. 27.

17 Cf. J. V. Widmann, «Nietzsches gefärliches Buch», Bund, XXXVII



(16/17.09.1886).

18 F. Dostoyevski, El adolescente, tr. M. Orta Manzano. Barcelona: Juventud, 2001, p. 64.

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Contrastes vol. XIII (2008)



por su obra. Pero por cuanto pueda parecer asombroso y extraño, el filósofo

no se fijó en el paso de El adolescente o, a lo mejor, la cita dostoievskiana no



suscitó su curiosidad, perdiendo así la ocasión de descubrir, con un poco de

antelación, el atractivo que la obra del escritor ruso estaba destinada a ejercer

sobre él. Fue su amigo Heinrich Köselitz quien, en una carta de 18 de marzo de

1887, llamó la atención del filósofo sobre el hecho de que el epígrafe del artículo

de Widmann provenía de la obra dostoievskiana El adolescente.19



En realidad, se podría dudar de la exactitud de la expresión nietzscheana

–«hasta hace pocas semanas»– de la carta de 23 de febrero dirigida a Overbeck,

si se piensa en la referencia directa al subterráneo contenida en el «Prólogo»

a la nueva edición de Aurora, en el que Nietzsche trabajó en el mes de octubre

de 1886 en Ruta Ligure.20 Esta referencia, por su afinidad y semejanza con el

subsuelo dostoievskiano, parece indicarnos que la lectura de L’esprit souterrain



por parte del filósofo podría remontarse, por lo menos, a cuatro meses antes de

la mencionada carta a Overbeck.

En el «Próogo» mencionado, el filóofo prepara al lector de su libro al

encuentro con un subterráneo en acción, que excava hacia la profundidad y



quiere la oscuridad porque sabe que, después de tanta fatiga, volverá a tener

su propia aurora. Pero antes de llegar al nuevo amanecer, se ha de descender

hasta el fondo de ese suelo, sobre el cual los filósofos han construido durante

largo tiempo sus edificios inestables, a pesar de que ellos se vinieran

abajo: el suelo de la moral, «la verdadera Circe de los filósofos».21 El difícil



camino, que Nietzsche ha escogido, ha sido el de socavar la confianza del

ser humano en la moral y, para hacer eso, ha tenido que convertirse en un

aparente Trofonio:

En este libro se encontrará a un «subterráneo» en acción, un perforador, un cavador,

un socavador. Se le ve, presuponiendo que se tengan ojos para este trabajo de

profundidad, -cómo avanza lenta, serenamente, con suave determinación, sin que

se manifieste demasiado la dificultad que toda prolongada falta de luz y aire trae

consigo; podría, incluso, considerársele satisfecho en su oscuro trabajo. ¿Acaso no

parece que le guía cierta fe, que le compensa un consuelo? ¿Que quizá desee su

propia y prolongada oscuridad, su inexplicabilidad, su secreto, su enigma, porque

sabe lo que también tendrá: su propio amanecer, su propia liberación, su propia

aurora?... Sin duda, volverá: no le preguntéis que busca ahí abajo, ya os lo dirá él

mismo, este aparente Trofonio y subterráneo, cuando se haya «hecho hombre»

19 F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 6, op. cit., p. 35-36.

20 Cf. G. Colli y M. Montinari, Chronik zu Nietzsches Leben, en F. Nietzsche, Kritische

Studienausgabe, XV, op. cit., p. 162.

21 F. Nietzsche, Aurora, «Prólogo», 3, op. cit., p. 13.

El descubrimiento de Dostoievski por parte de Nietzsche 85

Contrastes vol. XIII (2008)



de nuevo. Se desaprende a fondo a callar cuando se ha sido durante tanto tiempo

topo y se ha estado solo, como él.22

Leyendo los párrafos del «Prólogo» de Aurora y confrontándolos con los

Apuntes del subsuelo, podemos encontrar, por lo menos, tres analogías patentes

entre los dos textos. En primer lugar, el término nietzscheano subterráneo

(unterirdisch) es idéntico al vocablo dostoievskiano subsuelo (podpol’e), no



sólo semánticamente, sino también en la utilización que de él hacen los dos

autores. El narrador ficticio de los Apuntes, que sobrevive en un rincón, en un

«agujero subterráneo, maloliente y asqueroso (v svoem merzkom, vonjučem

podpol’e)»,23 cultivando «sueños subterráneos (v mečtah [...] podpol’nyh24 y



anhelando la tranquilidad como un ratón infeliz que ha decidido «enterrarse

en vida en el subsuelo (v podpol’e)»,25 no es figurativamente muy distinto del



Trofonio nietzscheano que excava en profundidad, avanzando lentamente, pero

con determinación y sin ningún tipo de miedo a la falta de luz y de aire, que su

tarea trae consigo. En realidad, es muy justificable la sospecha de que el mismo

Nietzsche hubiese sido influenciado por la lectura del texto dostoievskiano a la

hora de escribir estas páginas y no podemos pasar por alto la increíble semejanza

entre el hombre del subsuelo del autor ruso y el «subterráneo» en acción

del filósofo alemán.

En segundo lugar, la locuacidad de Nietzsche, que él mismo atribuye a

Trofonio, su álter ego, en las últimas líneas del párrafo ya mencionado –«no le

preguntéis qué busca ahí abajo, ya os lo dirá él mismo»26 y «se desaprende a



fondo a callar cuando se ha sido durante tanto tiempo topo y se ha estado solo,

como él»27–, parece estar inspirada en el siguiente paso de la primera parte de los

Apuntes, que refleja el deseo insistente de hablar por parte del protagonista:



Sin embargo, ¿saben ustedes una cosa? Estoy convencido de que a individuos como

yo, que viven en el subsuelo, hay que tenerlos muy a raya. Aunque pueden pasar

cuarenta años en un sótano oscuro sin decir esta boca es mía, tan pronto como

salen a la luz se sueltan la lengua y no paran de hablar, hablar y hablar...28

22 Ibid., 1, p. 11.

23 F. M. Dostoyevski, Apuntes del subsuelo, tr. J. López-Morillas. Madrid: Alianza, 2005,



p. 25.

24 Ibid., p. 143.

25 Ibid., p. 26.

26 F. Nietzsche, Aurora, «Prólogo», 1, op. cit., p. 11.

27 Ibid.

28 F. M. Dostoyevski, Apuntes del subsuelo, op. cit., p. 51.

86 PAOLO STELLINO

Contrastes vol. XIII (2008)



En tercer lugar, hablando de la confianza de los filósofos en la moral en

el segundo párrafo del «Prólogo», Nietzsche dirige a sus lectores la siguiente

pregunta –«pero ¿no me entendéis?»29–, que, en realidad, se parece mucho a



la del narrador ficticio dostoievskiano: « ¿stedes, señres, no lo comprenden

todavía?».30



Más allá de las analogías que se pueden encontrar entre el «Prólogo» de

Aurora y los Apuntes del subsuelo, hay que considerar una posible alusión a

Dostoievski, presente en el aforismo 347 de La gaya ciencia, que podría confirmar



una lectura de la novela dostoievskiana por parte de Nietzsche antes de

1887. Dicho aforismo forma parte del libro quinto, añadido al texto originario

en la segunda edición de la obra, al que el filósofo trabajó a partir de octubre de

1886, hasta diciembre del mismo año.31 Aquí Nietzsche, atribuyendo la necesidad



de creer en una fe –religiosa, metafísica, positivista, etc.– a la debilidad de la

voluntad, se refiere a las alternativas miserandas que muchos contemporáneos

suyos buscan, para apagar el deseo de certidumbre al que anhelan, y cuenta entre

ellas «la patriotería (llamo así a lo que en Francia se denomina chauvinisme

y en Alemania, “alemán”)», los «credos estéticos, tales como el naturalisme

parisiense» y «el nihilismo al modo de San Petersburgo (es decir, el credo de

descreimiento, hasta el extremo del martirio en aras de dicho credo)».32

En el nihilismo a la manera de Petersburgo (Nihilismus nach Petersburger

Muster) podría verse legítimamente una alusión a Dostoievski, aunque la fe



en la incredulidad llevada hasta el martirio parece ser una característica más

apropiada a la tentativa de emancipación de la creencia en Dios por parte de

Kirillov, que al rechazo de la realidad por parte del hombre del subsuelo. Por

otra parte, se ha de excluir la posibilidad de que Nietzsche se refiriera en este

pasaje a Kirillov, personaje de Los demonios, ya que es muy probable que el

filósofo no llegara a leer esta novela antes del otoño de 1887.33

En el mencionado aforismo de La gaya ciencia, Nietzsche podría referirse



más bien al autor ruso Iván Turgenev, que transcurrió parte de su vida en

Petersburgo. Turgenev escribió en 1862 la novela Padres e hijos (Otcy i deti),

difundiendo en el contexto intelectual europeo el término ‘nihilismo’ (nigilizm),



atribuido al joven Bazarov, protagonista de la novela. El filósofo alemán, que ya

29 F. Nietzsche, Aurora, «Prólogo», 2, op. cit., p. 12.

30 F. M. Dostoyevski, Apuntes del subsuelo, op. cit., p. 30.



31 El «Prólogo», también añadido en ocasión de la segunda edición, lleva la fecha de

otoño de 1886. Fue escrito por Nietzsche en Ruta, cerca de Génova, así como el «Próogo» de

la nueva edición de Aurora.

32 F. Nietzsche, La gaya ciencia, V, 347, en F. Nietzsche, Obras completas, III, trad. P.



Simon. Buenos Aires: Prestigio, 1970, p. 234.

33 Los fragmentos de Los demonios que Nietzsche transcribió en sus apuntes son del



período comprendido entre noviembre de 1887 y marzo de 1888.

El descubrimiento de Dostoievski por parte de Nietzsche 87

Contrastes vol. XIII (2008)



había leído esta obra en 1873, durante su estancia en Basilea como profesor de

filología, podría haber pensado en él, a la hora de desenmascarar una cierta forma

de nihilismo como un producto más de la ansia vehemente de certeza,34 pero,



en realidad, la alusión nietzscheana queda bastante ambigua y, por el momento,

nos es imposible determinar con exactitud a quien se refería el filósofo con la

mencionada expresión del «nihilismo a la manera de Petersburgo».

Lo que más asombra, es que en el aforismo 208 de Más allá del bien y

del mal –texto que se acabó de imprimir a finales de julio de 1886,35 es decir,



unos meses antes de que Nietzsche se pusiese a trabajar en los ya mencionados

«Prólogo» de Aurora y en el quinto libro de La gaya ciencia– es posible



encontrar una alusión increíblemente similar a la del «nihilismo a la manera

de Petersburgo»:

Cuando un filósofo da a entender hoy que él no es un escéptico, -yo espero que

se haya percibido eso en la descripción que acabo de hacer del espíritu objetivo

–todo el mundo oye eso con disgusto; se lo examina con cierto recelo, se querría

preguntarle y preguntarle muchas cosas..., incluso, entre los oyentes medrosos,

que ahora existen en gran cantidad, se le califica, desde ese momento, de peligroso.



Les parece como si, en el repudio del escepticismo por parte de aquél, ellos

escuchasen desde lejos un ruido malvado y amenazador, como si en alguna parte

se estuviera ensayando una nueva sustancia explosiva, una dinamita del espíritu,

quizá una nihilina rusa recién descubierta36 (ein neuentdecktes Russisches Nihilin),

un pesimismo bonae voluntatis [de buena voluntad] que no se limita a decir

no, a querer no, sino -¡cosa horrible de pensar!- a hacer no.37

En la adecuada interpretación del adjetivo neuentdecktes, referido a la

nihilina rusa,38 podría solucionarse, tal vez, el problema del momento exacto,



en que Nietzsche descubrió a Dostoievski. Si ese adjetivo fuese referido a sí

mismo, es decir, si fuese él mismo el que hubiera descubierto recientemente la

nihilina rusa, entonces, se podría interpretar este paso como una clara alusión a

Dostoievski, ya que, como hemos mencionado, la lectura de la obra de Turgenev

Padres e hijos, por parte del filósofo alemán, remonta al año 1873, es decir,



hacía ya trece años que Nietzsche había leído dicha novela y no hubiera tenido

sentido, que en 1886 utilizase el término neuentdecktes para referirse al propio

34 Cf. F. Nietzsche, La gaya ciencia, V, 347, op. cit., p. 234.

35 Cf. G. Colli y M. Montinari, Chronik zu Nietzsches Leben, op. cit., p. 159.



36 La cursiva es nuestra.

37 F. Nietzsche, Más allá del bien y del mal, «Nosotros los doctos», VI, 208. Madrid:



Alianza, 2003, p. 158.

38 Por «nihilina» ha de entenderse metafóricamente una sustanciaque, como un veneno,

envenena el organismo de la sociedad europea, diseminándose en ella.

88 PAOLO STELLINO

Contrastes vol. XIII (2008)



descubrimiento de Turgenev. Al contrario, si el adjetivo no fuese referido a sí

mismo, sino, como es muy probable, al público literario europeo de la época,

entonces, sería lícito ver, en este pasaje, una referencia a la obra turgeneviana,

que –dada su publicación en 1862– podía aún definirse como una obra recién

descubierta.



La ambigüedad de esta alusión a la nihilina rusa permanece indudable y

el problema es de difícil resolución. Por el momento, preferimos limitarnos a

comprobar con asombro que estudiosos como C. A. Miller y G. Pacini, que se

han ocupado del problema del momento exacto en el que Nietzsche descubrió

a Dostoievski, se hayan olvidado o hayan omitido la mencionada referencia a

la nihilina rusa recién descubierta, referencia que, desde nuestra perspectiva,



podría ser reveladora a la hora de enfrentarse a ese problema.

II. Nietzsche lector de Dostoievski



A la hora de establecer cuáles de las obras dostoievskianas el filósofo alemán

leyó, nos encontramos con dos dificultades principales: en primer lugar, aunque

pueda parecer raro y asombroso, Nietzsche en Ecce Homo –su autobiografía



intelectual escrita en el otoño de 1888, es decir, más de un año y medio después

del descubrimiento de la obra del escritor ruso– no cita a Dostoievski entre

los autores que más le han servido de inspiración. En este sentido, la falta del

nombre del escritor ruso junto a Stendhal, Shakespeare y Heine, parece inexplicable,



considerando que, en la carta a Gast de 13 de febrero de 1887, el mismo

Nietzsche escribe, con referencia a Dostoievski: «Excepto Stendhal, nadie me

ha causado tanto placer y sorpresa».39 Ch. Andler, en su estudio Nietzsche et

Dostoievsky escribe: «¿Creeremos en una omisión casual? ¿En un descuido?



Al contrario, ¿no es ya una desilusión? ¿No se ha dado cuenta ya Nietzsche, de

que Dostoievski no pertenece a su raza y que, decadente y cristiano, no puede

compartir sus esperanzas?».40 La interpretación de Andler estimula a pensar de



nuevo la relación entre los dos pensadores, pero a pesar de que se juzgue esta

omisión del nombre del escritor ruso como un descuido casual o, más bien, como

una falta significativa, nos encontramos en Ecce Homo frente a un silencio, que



de ninguna manera nos ayuda a comprender hasta donde llegó exactamente el

conocimiento de Nietzsche de las obras dostoievskianas.

En segundo lugar, hay que considerar que en la biblioteca nietzscheana no

ha sido encontrada ninguna obra de Dostoievski –dificultad, sin duda alguna,

39 F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 5, op. cit., p. 24.

40 Ch. Andler, «Nietzsche et Dostoievski», en AA. VV., Mélanges d’histoire littéaire

gééale et comparé offerts àFernand Baldensperger, I. Genève : Slatkine, 1972, p. 1.

El descubrimiento de Dostoievski por parte de Nietzsche 89

Contrastes vol. XIII (2008)



aún mayor que la precedente– aunque, por lo menos, podemos saber afortunadamente

con precisión y exactitud, a través del análisis de las cartas nietzscheanas

y de los fragmentos póstumos, cuáles fueron las obras de Dostoievski que el

filósofo alemán leyó. Al contrario, por lo que atañe a las obras del escritor ruso

no mencionadas por Nietzsche, la tarea del intérprete es mucho más ardua y

complicada.

Como ya hemos visto, Nietzsche cita explícitamente el volumen L’esprit

souterrain en las cartas de 23 de febrero a Overbeck y de 7 de marzo a Gast.



De estas dos citas se puede derivar la información de que el filósofo alemán

leyó tanto La posadera, primera parte de dicho volumen, como Memorias del

subsuelo, segunda parte.



En la ya mencionada carta de 7 de marzo, Nietzsche, explicando a Gast

la complicada evolución espiritual de Dostoievski, nos ofrece una aclaración

más:

Hasta ahora es poco lo que sé de su posición, su fama, su historia: murió en 1881.

En su juventud le fue mal: enfermedad, pobreza, pese a su ascendencia aristocrática;

a los veintisiete años condenado a muerte, indultado en el cadalso, luego

cuatro años en Siberia, encadenado, en medio de autores de graves crímenes. Este

tiempo fue decisivo: descubrió la fuerza de su intuición psicológica, es más, su

corazón se endulzó y se profundizó con ello –su libro de recuerdos de ese tiempo,

La maison des morts, es uno de los “libros más humanos” que hay. Lo primero que

he conocido de él, que acaba de aparecer en traducción francesa, se llama L’esprit

souterrain [...]. Entretanto, por recomendación de Overbeck, a quien pregunté en

mi última carta, he leído además Humilés et offensés (lo único que Overbeck

conocía), con el máximo respeto por el artista Dostoievski.41



Este paso de la carta a Gast, nos informa, no sólo que el filósofo leyó

Memorias de una casa muerta y Humillados y ofendidos (Unižennye i oskorblennye)



–que tuvo que gustarle mucho y suscitar en él «el máximo respeto por

el artista Dostoievski»42–, sino que esta obra, como en el caso de La posadera

y Memorias del subsuelo, fue leída en la traducción francesa por Nietzsche,



cosa que podría resultar extraña, si se piensa que en ese momento la traducción

alemana estaba disponible, pero que se justifica con el simple hecho de que el

filósofo, en ese momento, se encontraba en Niza y que, de todos modos, conocía

bastante bien el idioma francés.

En realidad, la lectura de las obras dostoievskianas en francés por parte

de Nietzsche puede ser, no tanto el resultado de una casualidad, sino, más bien,

41 F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 5, op. cit., pp. 41 s.

42 Ibid.

90 PAOLO STELLINO

Contrastes vol. XIII (2008)



la consecuencia de una voluntaria elección. En este sentido, en una postal de

27 de marzo de 1887, Nietzsche revela a Gast que «los franceses traducen má

finamente (delikater) que el tremendo judío Goldschmidt (con su ritmo de la

sinagoga)».43



El Goldschmidt, al que el filósofo se refiere, es el traductor del volumen

Erzählungen von F. M. Dostojevskij,44 que Gast había enviado a Nietzsche. El



filósofo le agradece la expedición con una postal –«¡erdó!, si le doy las gracias

por su carta y por la traducción de Dostoievski, que acaba de llegar, únicamente

con una tarjetita»45– y envía al amigo a su vez Humiliés et offensés.

Como refiere W. Gesemann en su estudio Nietzsches Verhältnis zu Dostoevskij

auf dem europäischen Hintergrund der 80er Jahre,46 el volumen enviado



a Nietzsche por parte de Gast, comprendía los siguientes relatos dostoievskianos:

Die Wirtin (La posadera, Hozjajka), Christbaum und Hochzeit (Navidad y boda,

Elka i cvad’ba), Helle Nächte (Noches blancas, Belye noči) y Der ehrliche

Dieb (El ladrón honrado, Čestnyj vor).47 Se puede suponer razonablemente



que Nietzsche leyera por lo menos algunos de estos cuentos, para poder luego

criticar el estilo de la traducción de Goldschmidt.

Nietzsche, como él mismo revela en la carta a su amiga Malwida von Meysenbug

de 12 de mayo de 1887, sigue sintiéndose siempre más afín (verwandt) a



los franceses y a los rusos –el filósofo vuelve aquí a hablar del mismo instinto

de afinidad o parentesco (Instinkt der Verwandtschaft) de la carta de 23 de



febrero a Overbeck–, y siempre menos a los campesinos instruidos alemanes,

y se declara extasiado por Dostoievski, dando prueba que el atractivo ejercido

por el escritor ruso sobre él, no sólo no ha disminuido, sino que más bien ha

aumentado y se ha consolidado:

Ir a Versailles –¡ay, si sólo me fuera posible! Ya que adoro el círculo de hombres,

con el que Usted se encuentra (confesión insólita para un alemán: pero en la

Europa actual me siento afín sólo a los espiritualísimos franceses y rusos, y de

ninguna manera a los campesinos instruidos de mi tierra, que juzgan todo según

el principio “Deutschland, Deutschland über Alles”). [...] En Zurich he visitado a

43 Ibid., p. 50.

44 F. M. Dostojevskij, Erzählungen von F. M. Dostojevskij, tr. W. Goldschmidt. Leipzig:



Reclams Universal-Bibliothek, 1886.

45 F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 5, op. cit., p. 50.

46 W. Gesemann, «Nietzsches Verhätnis zu Dostoevskij auf dem europäschen Hintergrund

der 80er Jahre», Die Welt der Slaven, VI, 2, (Juli 1961).

47 El quinto relato de este volumen tiene, en la traducción alemana, el titúlo de Weihnacht



y, hasta el momento, por la imposibilidad de encontrar el texto original y hacer una comparación,

no nos ha sido posible identificar dicho relato. De todos modos, sería razonable suponer que se

trate del cuento El árbol de navidad (Mal’čku na elke).

El descubrimiento de Dostoievski por parte de Nietzsche 91

Contrastes vol. XIII (2008)



la excelente señorita von Schirnhoffer, que volvía en ese momento de Paris, dudosa

acerca de su futuro, su intención y su perspectiva, pero, igual que yo, extasiada

por Dostoievski.48



En el mismo mes de mayo, Overbeck envía al amigo filósofo un escrito de

Karl Bleibtreu, redactor del Magazin für die Literatur des In- und Auslandes



en los años 1886-88. Nietzsche lee el escrito y contesta indignado al amigo con

una carta de 13 de mayo desde Chur:

Por último, te devuelvo el [escrito de] “Bleibtreu”, al que no quiero ser fiel (treu

bleiben)49 un instante más: no puedo de ninguna manera deducir, que sus pretensiones



estén basadas sobre cualidades verdaderas [...]. ¡Byron y Scott en la Alemania

actual! ¡Junto a eso la admiración tolerable hacia Zola! Y ¡que pobreza psicológica,

por ejemplo en el rechazo tajante, con el que reflexiona sobre la última obra de

D[ostoievski]! (Justamente el hecho de que la más alta microscopia y perspicacia

(Feinsichtigkeit) psicológica no añaden nada al valor de una persona, es el problema



que más le interesa a D[ostoievski]: ¡tal vez porque lo ha experimentado desde

cerca en las relaciones rusas! (Entre otras cosas, al respecto aconsejo la breve obra

de D[ostoievski] L’esprit souterrain, de recién traducida al francés, cuya segunda

parte explica, de una manera tan valiente, esa paradoja muy real).50

Según la opinión de Gesemann,51 en la referencia a la última obra de



Dostoievski por parte de Nietzsche habría de entenderse, por dos razones fundamentales,

Crimen y castigo: en primer lugar, la última obra que Dostoievski

escribió fue Los hermanos Karamazov (Brat’ja Karamazoby), elaborada en

los años 1878-80. Dicha obra fue traducida al francés sólo en 1888,52 y, en el



momento en que Nietzsche escribía a Overbeck (13 de mayo de 1887), estaba

disponible únicamente en ruso, idioma que el filósofo desconocía. Al contrario,

Crimen y castigo, conocida con el nombre de «Raskol’nikov», constituía el éxito



literario de ese momento y acababa de ser editada por cuarta vez por parte

de la editorial Plon de Paris.53 En realidad, con la última obra de Dostoievski

podrían ser identificadas también otras dos novelas dostoievskianas –El idiota

48 F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 5, op. cit., pp. 70 s.

49 Nietzsche juega con las palabras Bleibtreu, el autor del artículo, y treu bleiben, ser o



permanecer fiel.

50 F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 5, op. cit., pp. 74 s.

51 Cf. W. Gesemann, op. cit., pp. 135 ss.

52 F. Dostoïevski, Les frères Karamazov, tr. Halpérine-Kaminsky y Ch. Morice. Paris:



Plon, 1888.

53 F. Dostoïevski, Crime et châtiment, tr. V. Derély. Paris: Plon, 1884.

92 PAOLO STELLINO

Contrastes vol. XIII (2008)

(Idiot), publicada en Francia en 1887,54 y Los demonios (Besy), en 1886,55 ambas



editadas por Plon– pero Gesemann, considerando el éxito ya mencionado de

Crimen y castigo, parece quedar firme en su afirmación (afirmación que de



todos modos puede ser considerada bastante razonable).

En una carta de 4 de julio de 1887 a Hyppolite Taine podría encontrarse,

tal vez, la prueba definitiva de que Nietzsche no sólo conocía, sino que también

había leído Crimen y castigo. En dicha carta, el filósofo se alegra de encontrar



el nombre de Taine en la dedicatoria del último libro del escritor francés Paul

Bourget, la novela André Cornélis,56 libro que, a juicio de Nietzsche, no lograba



«hacer, de manera fehaciente, un verdadero agujero fisiolóico en el pecho del

prójimo»,57 y que quedaba prisionero en la influencia patente de Dostoievski.58



André, el protagonista de la novela de Bourget, es una figura caracterizada

sobre el modelo shakespeariano de Hamlet que, después de haber vengado la

muerte del padre, tiene que enfrentarse a «angustiosos pensamientos filosóico-

psicolóicos y justificaciones morales»59 que, según el juicio de Gesemann,



lo marcarían como una copia inconfundible de Raskolnikow, el protagonista

dostoievskiano de Crimen y castigo. En este sentido, siempre según Gesemann,



el hecho de que Nietzsche reconociera la influencia de Dostoievski sobre Bourget

comprobaría no sólo que el filósofo tenía, por lo menos, noticia de la obra

conocida bajo el nombre de «Raskol’nikov», sino que él mismo había leído, con

toda probabilidad, dicha novela.60



A pesar de que se reconozca o no el hecho de que Nietzsche hubiera leído

Crimen y castigo, es indudable, de todos modos, que el filósofo llegase a tener



noticia de dicha obra en octubre de 1888, como se puede comprobar en una

carta enviada a Gast desde Turín:

Los franceses han puesto en escena la obra cumbre de Dostoievski.61

54 F. Dostoïevski, L’idiot, tr. V. Derély. Paris: Paris, 1887.

55 F. Dostoïevski, Les Possédés, tr. V. Derély. Paris: Plon, 1886.

56 P. Bourget, André Cornélis. Paris: Éditions Larousse, 1887.

57 F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 5, op. cit., p. 106.

58 Cf. ibid.: «Pero, ¿parece que el espíritu de Dostoievski nunca dejará en paz a este

novelista parisino?». Vése tambié la carta de Nietzsche a Gast de 7 de marzo de 1887, op.

cit., p. 42: «También he notado ya cómo la más reciente generación de novelistas franceses está



completamente tiranizada por el influjo de Dostoievski y por los celos con respecto a él (por

ejemplo, Paul Bourget)».

59 W. Gesemann, op. cit., p. 138.

60 Ibid.

61 F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 5, op. cit., p. 451.

El descubrimiento de Dostoievski por parte de Nietzsche 93

Contrastes vol. XIII (2008)

Según la opinión de Gesemann, Nietzsche aludiría en esta carta a Crimen

y castigo, es decir, a aquella novela que en esa época era considerada, como ya

hemos visto, el éxito literario y la obra cumbre (Hauptroman) del escritor ruso,



novela que había sido puesta en escena a través de una adaptación por parte de

P. Ginistry y Hugues Le Roux en el teatro Odéon de Paris a partir de finales



de otoño de 1888.

Esta tercera alusión, junto a las otras dos que podemos encontrar en la crítica

del escrito de Bleibtreu y de André Cornélis de Paul Bourget, parece apuntar a

que Nietzsche, si bien no leyó directamente la obra cumbre de Dostoievski, tuvo,



de todos modos, noticia de ella en los últimos meses de su lucidez mental.

Si tratar de comprobar –a través de estas alusiones– una posible lectura por

parte de Nietzsche de Crimen y castigo es bastante complicado, por el contrario,



menos problemática parece la interpretación de la relación entre la figura

del príncipe Myskin de El idiota dostoievskiano y el Jesús nietzscheano de El

Anticristo. De la increíble semejanza de algunos rasgos de estas dos figuras, se



intuye la gran importancia de comprender si dicha semejanza es el resultado

de una lectura e influencia directa de la obra del escritor ruso sobre el filósofo

alemán, o si es una prueba más de una afinidad y de un parentesco –la misma

Verwandtschaft de la que habla Nietzsche– entre dos espíritus tan similares.



Acerca de este tema, la correspondencia del filósofo con Georg Brandes,

estudioso danés y conocedor de la obra dostoievskiana, adquiere una relevancia

fundamental. El 6 de octubre de 1888, Brandes escribe a Nietzsche desde Kopenhagen,

informándole de que acababa de escribir un nuevo libro –Eindrücke

aus Russland– y de que estaba planeando pasar el invierno en Rusia.62 Nietzsche



contesta el 20 de octubre desde Turín, aludiendo al atractivo que ejercía la

literatura rusa sobre él:

¡Ay, qué laborioso es Usted! ¡Y yo idiota, que tampoco comprendo el danés! Creo

absolutamente en sus palabras, cuando me dice que en este momento uno se puede

«reanimar en Rusia»; considero entre mis más grandes alivios [leer] un libro ruso

cualquiera (irgend ein russisches Buch), sobre todo de Dostoievski (¡¡traducido al

francés, no al alemán, por la gracia de Dios!!).63



Lo que Nietzsche dice, suscita en seguida la reacción de Brandes que, en

una carta de 16 de noviembre de 1888, escribe:

Es increíble cómo lo que Usted ha escrito sobre Dostoievski en su carta o en su

libro coincide con mis impresiones sobre él. Le he mencionado también en mi

62 Cf. F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 6, op. cit., p. 321.

63 F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 5, op. cit., p. 457.

94 PAOLO STELLINO

Contrastes vol. XIII (2008)



obra sobre Rusia, donde trato de Dostoievski. Es un gran poeta, pero un tipo

repugnante, completamente cristiano y, al mismo tiempo, absolutamente sádico

en su vida emotiva. Toda su moral es lo que Usted ha bautizado como moral de

esclavos.64

Esta intuición de Brandes acerca de Dostoievski y de su moral es confirmada



por Nietzsche, que contesta al estudioso danés cuatro día después de que le

llegara su carta, es decir, el 20 de noviembre, volviendo a subrayar la perspicacia

del escritor ruso como psicólogo:65



Creo de manera absoluta en sus palabras acerca de Dostoievski; por otra parte,

lo considero como el material psicológico más válido que yo conozca, --le estoy

increíblemente agradecido, aunque vaya siempre en contra de mis instintos más

profundos.66

Antes de que Nietzsche se abismara definitivamente en el mundo de las

sombras, para citar una expresión del biógrafo nietzscheano W. Ross,67 encontramos



una última carta de Brandes, dirigida al filósofo y fechada el 23 de

noviembre de 1888:

Observe la cara de Dostoievski: ¡por un lado una cara rusa de campesino y por

otro lado una fisonomía de criminal, nariz chata, pequeños ojos que traspasan y

párpados que tiemblan por nerviosismo, una frente muy grande y modelada, que

habla de penas innumerables, de una melancolía profundísima, de deseos impuros,

de una compasión infinita y de una envidia visceral! Un genio epiléptico, cuya

apariencia ya de por sí revela el río de benevolencia que llena su alma, la ola de

una sagacidad casi de locos, que se le sube a la cabeza y, por último, la ambición,

la enormidad del anhelo y los celos, cuales crea la mezquindad del alma.

Sus héroes no son sólo pobres y miserables, sino también ingenuos de gran finura,

prostitutas nobles, con frecuencia en estados alucinatorios, epilépticos con talento,

buscadores entusiastas de martirio, justamente los tipos que debemos suponer

entre los apóstoles y los discípulos de la primera edad cristiana.

Es indudable que ningún otro espíritu está más lejos del renacimiento.68

64 F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 6, op. cit., p. 353.

65 Véase al respecto F. Nietzsche, Crepúsculo de los ídolos, «Incursiones de un intempestivo

», 45; Fragmentos póstumos (1885-1889), primavera de 1888, 15 [9]; Briefwechsel, III,

5, op. cit., p. 24.

66 F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 5, op. cit., p. 483.

67 Cf. W. Ross, op. cit., VI parte, «Descenso al mundo de las sombras».

68 F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 6, op. cit., pp. 362 s.

El descubrimiento de Dostoievski por parte de Nietzsche 95

Contrastes vol. XIII (2008)



Leyendo la observación de Brandes acerca de los héroes dostoievskianos, es

inevitable pensar enseguida en el pasaje de El caso Wagner, donde Nietzsche, a

la hora de describir la contraposición entre la moral de señores (Herren-Moral)

y la moral de los valores cristianos (Moral der christlichen Werthbegriffe),



especifica que «los evangelios nos presentan los mismos tipos fisiolóicos que

describen las novelas de Dostoievski».69 Esta semejanza, de todos modos, no



se ha de reconducir a una posible influencia por parte de Brandes en Nietzsche,

a la hora de escribir obras como El caso Wagner o El Anticristo – influencia



que Ch. Andler destaca, según nuestro juicio de manera equivocada, en su

estudio Nietzsche et Dostoievski70–, sino que, mas bien, ha de suponerse todo



lo contrario. Según refieren G. Colli y M. Montinari en su relato de la vida del

filósofo alemán,71 El caso Wagner fue escrito por Nietzsche a inicios del año



1888 y llevado a la imprenta en el verano del mismo año, es decir, dos meses

antes de la breve correspondencia con Brandes acerca de Dostoievski. Además,

como nos informa el mismo filósofo en la carta del 14 de octubre de 1888 a

Gast,72 una copia de El caso Wagner pasó por las manos de Brandes, el cual la



envió a su vez al escritor sueco Strindberg. En este sentido, habría que excluir

una posible influencia por parte de Brandes en la identificación nietzscheana

de los protagonistas de las novelas dostoievskianas con los tipos fisiológicos,

de los que los Evangelios están llenos.

Si negamos, entonces, una directa influencia del estudioso danés en El

Anticristo nietzscheano, ¿cómo explicar la atribución de la idiotez a Jesús por

parte del filósofo alemán, sino como una prueba patente de la lectura de El

idiota dostoievskiano? O ¿se creerá, al contrario, que el instinto de afinidad y



de parentesco fuese tan hondo, hasta llevar a los dos pensadores a la misma

interpretación de la figura central de los Evangelios?

La respuesta a estas dos preguntas es, en realidad, más complicada de lo

que se pueda pensar. Justamente por el hecho de que Nietzsche no dejó ninguna

información acerca de una lectura directa de la obra dostoievskiana y por

la ausencia completa de las novelas del autor ruso en la biblioteca del filósofo

69 F. Nietzsche, El caso Wagner, «Epílogo», en F. Nietzsche, Obras completas, IV, tr. P.



Simon. Buenos Aires: Prestigio, 1970, p. 51.

70 Ch. Andler, op. cit., pp. 13-14: «La novela El idiota ha sugerido a Nietzsche una nueva



imagen de la primera comunidad cristiana. Jesús tuvo que ser una especie de príncipe Myskin

con traje oriental. El “reino de Dios”, donde se sentía feliz de vivir, era un ambiente consituido

hasta tal punto por publicanos y chicas, artesanos groseros y caminos poco seguros, que, incluso

entre los doce apóstoles, se pudo encontrar un traidor venial. A decir verdad, fue el danés Georg

Brandes, quien sugerió a Nietzsche esta comparación». Andler cita a continuación la mencionada

carta de Brandes a Nietzsche de 23 de noviembre de 1888.

71 Cf. G. Colli y M. Montinari, op. cit., pp. 173 s.

72 Cf. F. Nietzsche, Briefwechsel, III, 5, op. cit., p. 451.

96 PAOLO STELLINO

Contrastes vol. XIII (2008)

alemán, los críticos no siempre incluyen El idiota entre las novelas leídas por



Nietzsche.

La mayoría de las interpretaciones de los críticos, que han expresado su

opinión acerca de este tema, suelen basarse sobre el siguiente fragmento póstumo

de la primavera de 1888, titulado Jesús: Dostoievski:



Conozco solamente a un psicólogo que haya vivido en el mundo en el que el cristianismo

es posible, en el que en todo momento puede surgir un Cristo...Y ése es

Dostoievski. Él ha adivinado a Cristo: - e instintivamente ha quedado preservado



ante todo de representarse a este tipo con la vulgaridad de Renan... ¡Y en París

se cree que Renan sufre de excesivas finesses [finuras, refinamientos]!... ¿Pero se



puede fallar de peor manera que haciendo de Cristo, que fue un idiota, un genio?

¿Que sacando mentirosamente de Cristo, que representa la antítesis de un sentimiento

heroico, un héroe?73

En la redacción definitiva de El Anticristo, Nietzsche no cambia de opinión



y vuelve a criticar la utilización por parte de Renan de los dos conceptos

de genio y de héroe para explicar al tipo Jesús. Al contrario, hay una única

palabra que ayuda a comprender la psicología del Redentor –y nótese que aquí

Nietzsche habla con el rigor del fisiólogo (Mit der Strenge des Physiologen)–,

la palabra idiota:

El señor Renan, ese bufón in psichologicis [en cuestiones psicológicas], ha aportado

a su aclaración del tipo Jesús los dos conceptos más inapropiados que para esto

puede haber: el concepto genio y el concepto héroe héros»). Pero si hay algo



no-evangélico es el concepto héroe. Cabalmente la antítesis de toda pugna, de todo

sentirse-a-sí-mismo-en-lucha se ha vuelto aquí instinto: la incapacidad de oponer

resistencia se convierte aquí en una moral («no resistas al mal», la frase más honda

de los evangelios, su clave, en cierto sentido), la bienaventuranza en la paz, en la

afabilidad en el no-poder-ser-enemigo. ¿Qué significa la «buena nueva»? La vida

verdadera, la vida eterna está encontrada – no se la promete, está ahí, está dentro

de vosotros: como vida en el amor, en el amor sin sustracción ni exclusión, sin



distancia. Todo hombre es hijo de Dios –Jesús no reclama nada para sí solo– en

cuanto hijo de Dios todo hombre es idéntico al otro… ¡Hacer de Jesús un héroe!



¡Y qué malentendido es sobre todo la palabra «genio»! Nada de nuestro concepto,

de nuestro concepto cultural de «espíritu» tiene sentido alguno en el mundo en

que Jesús vive. Dicho con el rigor del fisiólogo, aquí estaría en su lugar más bien,

una palabra completamente distinta: la palabra idiota.74

73 F. Nietzsche, Fragmentos póstumos (1885-1889), primavera de 1888, 15 [9], op. cit.,



p. 626.

74 F. Nietzsche, El anticristo, 29, tr. A. Sánchez Pascual. Madrid: Alianza, 2006, pp. 64 s.

El descubrimiento de Dostoievski por parte de Nietzsche 97

Contrastes vol. XIII (2008)



La descripción del mundo enfermo de los Evangelios como «un mundo que

se diría salido de una novela rusa»,75 junto a la referencia directa en el mismo



párrafo al escritor ruso –«habría que lamentar que en la cercanía de ese interesantísimo

décadent no haya vivido un Dostoievski, quiero decir, alguien que



supiera sentir precisamente el atractivo conmovedor de semejante mezcla de

sublimidad, enfermedad e infantilismo»76–, ha llevado a muchos estudios de la



relación entre Nietzsche y Dostoievski a ver en los pasos mencionados una clara

alusión a la lectura por parte del filósofo alemán de la obra El idiota.

En este sentido, C. A. Miller indica como posible (perhaps) dicha lectura77

–y de la misma opinión parece ser W. Gesemann78–, pero, en otro estudio posterior,



el mismo Miller especifica que la comparación entre el mundo enfermo de

los Evangelios y aquello como salido de una novela rusa (§ 31 de El Anticristo)



podría ser más bien una alusión plausible a la teoría de la armonía eterna de

Kirillov, uno de los personajes de Los demonios.79 Al contrario, la mayoría de

los estudiosos –entre los más destacados, Ch. Andler,80 H. de Lubac,81 A. U.

Sommer,82 D. M. Hoffmann83 y G. Pacini84– han opinado que las muchas similitudes

entre la caracterización del príncipe Myshkin, el idiota dostoievskiano,



y la descripción nietzscheana del tipo del Redentor es, ya de por sí, una prueba

bastante evidente de una influencia directa del escritor ruso sobre el filósofo

alemán. Evitando adentrarnos en las varias facetas de esta complicada cuestión,

preferimos limitarnos a subrayar cuanto razonable e indudable nos parece la

afirmación de Giorgio Colli, según el cual no cabe duda de que el término idiota

utilizado por Nietzsche en El Anticristo y en los fragmentos póstumos de este



periodo, haya de entenderse aproximadamente en la misma manera en que Dostoievski

lo utilizó en su novela El idiota, refiriéndose al príncipe Myshkin.85



De todos modos, no ha de excluirse que Nietzsche llegara a conocer la obra

dostoievskiana El idiota a través de un estudio de E. M. De Vogüé sobre la no-

75 Ibid. 31, p. 67.

76 Ibid.

77 Cf. C. A. Miller, op. cit., p. 203.

78 W. Gesemann, op. cit., pp. 142 ss.

79 C. A. Miller, «The Nihilist as Tempter-Redeemer: Dostoevsky’s “Man-God” in Nietzsche’s

Notebooks», Nietzsche Studien. Internationales Jahrbuch für die Nietzsche Forschung



, IV (1975), p. 180.

80 Cf. Ch. Andler, op. cit., p. 3.

81 Cf. Henri de Lubac, Le drame de l’humanisme athée. Paris: Spes, 1945, p. 290.

82 Cf. Andreas Urs Sommer, Friedrich Nietzsches «Der Antichrist». Ein philosophischhistorischer

Kommentar. Basel: Schwabe, 2000, p. 317.

83 D. M. Hoffmann, «Idiot», en H. Ottmann (ed.), Nietzsche Handbuch. Leben – Werk

– Wirkung. Weimar: Metzler, 2000, p. 256.

84 Pacini G., Nietzsche lettore dei grandi russi. Roma: Armando, 2001, pp. 30 ss.

85 Cf. G. Colli, Note, 8, en F. Nietzsche, L’anticristo. Milano: Adelphi, 2000, p. 108.

98 PAOLO STELLINO

Contrastes vol. XIII (2008)

vela rusa. En este estudio, titulado Le roman russe y publicado por la editorial

parisiense Plon en 188686, de Vogüé dedica un capítulo entero a Dostoievski, en



el que resume brevemente los acontecimientos principales de la vidas del escritor

ruso y analiza algunas de sus novelas. El critico francés define a Dostoievski

de diferentes maneras –un psicólogo, un filósofo, un metafísico y un realista– y

muestra patentemente toda su preferencia por tres obras que, según su opinión,

revelarían de mejor manera los aspectos diferentes de su talento: Pobres gentes

(Bednye ljudi), Memorias de una casa muerta y Crimen y castigo. Al contrario,

El idiota, Los demonios y sobre todo Los hermanos Karamazov son obras



criticadas por su estensión intolerable y su dialéctica barroca.

Prescindiendo del juicio crítico de de Vogüé, lo que aquí más nos interesa

es la posibilidad de que Nietzsche llegara a conocer El idiota a través de la obra

del crítico francés87, aunque no disponemos de ninguna prueba que atestigue

una posible lectura por parte del filósofo de Le roman russe. En la biblioteca



personal de Nietzsche no ha sido encontrada ninguna obra de de Vogüé, ni

tampoco en el epistolario se hace referencia al crítico francés. Solamente en

el Nachlss nietzscheano es posible encontar el siguiente pequeño fragmento



de diciembre de 1888 – comienzo de enero de 1889, en el que el filósofo hace

referencia al crítico francés:

Petits faits vrais [pequeño hechos verdaderos]



Fromentin

De Vogüé.88



Este fragmento, que representaría un esquema para un añadido proyectado

para Ecce homo, por una parte atestigua el conocimiento del crítico francés por



parte de Nietzsche, pero por otra parte es insuficiente como para comprobar una

posible lectura de Le roman russe. De todos modos, cabe la posibilidad de que

el filósofo leyera algunos de los artículos que De Vogüé publicó en la Revue des

Deux Mondes entre el 15 de octubre de 1883 y el 15 de mayo de 1886, artículos

que, revisados, constituyeron los diferentes capítulos de Le roman russe.

La influencia dostoievskiana en El Anticristo nietzscheano no se limitaría,

de todos modos, a El idiota, sino que se percibe también en la lectura de otra

obra del escritor ruso, Los demonios, que tanto interés tuvo que suscitar en el

filósofo, si éste dedicó más de diez páginas (formato in folio) de sus cuadernos a

86 E. M. De Vogüé, Le roman russe. Paris: Plon, 1886.

87 Aunque de Vogüé dedique solamente tres páginas a El idiota, las informaciones acerca

de esta novela son suficientes como para justificar la mencionada asociación nietzscheana de El

anticristo entre Cristo y la “mezcla de sublimidad, enfermedad e infantilismo”.

88 F. Nietzsche, Fragmentos póstumos (1885-1889), diciembre de 1888 – comienzo de

enero de 1889, 25 [4], op. cit., p. 774.

El descubrimiento de Dostoievski por parte de Nietzsche 99

Contrastes vol. XIII (2008)

la trascripción de fragmentos de esta novela,89 que él mismo leyó en la traducción

francesa de V. Derély.90 En este sentido, no se puede negar, por ejemplo, que

la crítica al concepto cristiano de Dios (El Anticristo, §§16-19) sea indudablemente



influenciada por el discurso entre Shatov y Stavrogin (II, 1, 7), dos de

los demonios de la novela dostoievskiana.

III. Conclusión



Como revelan las obras, las cartas y los fragmentos póstumos del último

periodo, el descubrimiento de Dostoievski, aunque tardío, fue indudablemente

apreciado por Nietzsche, que vio en el escritor ruso un espíritu afín y un alma

angustiada por las mismas cuestiones y problemáticas. En las novelas dostoievskianas,



el filósofo alemán pudo encontrar un material psicológico muy útil

para confirmar sus análisis sobre el ressentiment, la décadence, el nihilismo y



las demás temáticas, que seguían despertando su curiosidad y su interés. Ambos

pensadores habían recorrido dos caminos similares y cuando en una tienda

de Niza estos dos caminos se cruzaron de una forma absolutamente casual y

fortuita, Nietzsche no pudo sino reconocer enseguida la extrema afinidad de

las dos trayectorias espirituales.

PAOLO STELLINO. Universidad de Valencia. Dpto. de Filosofía del Derecho, Moral y Política.

Publicaciones recientes:


P. Stellino, «L’illusione del tempo: il tema dell’eternità in Borges e Nietzsche», Nae, XIV



(2006), pp. 39-42.

P. Stellino, «Jesus als “Idiot”: Ein Vergleich zwischen Nietzsches Der Antichrist und Dostojewskijs

Der Idiot», Nietzscheforschung, XIV (2007), pp. 203-210.


Línea de investigación:
Becario F.P.U. y doctorando, investiga actualmente –bajo la dirección del Prof. J. Conill– la

relación entre Nietzsche y Dostoievski, con particular atención al problema de la fundamentación

de la moral en ambos autores.

Dirección postal:


Paolo Stellino. Secció Deptal. Filosofia Moral, Facultat de Filosofia y Ciències de

l’Educació, Av. Blasco Ibáñez, 30, 46010 Valencia.

Dirección electrónica: paolo.stellino@uv.es

89 Cfr. F. Nietzsche, Fragmentos póstumos (1885-1889), Noviembre de 1887-Marzo de



1888, 11 [331; 333-341; 344-351; 379-380].

90 F. Dostoïevski, Les Possédés, op. cit
http://www.uma.es/contrastes/pdfs/013/05_stellino-paolo.pdf

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