lunes, 1 de abril de 2013

Juan Ruiz (Alcalá de Henares, Madrid, c. 1284? - c. 1351?)



Juan Ruiz (Alcalá de Henares, Madrid, c. 1284? - c. 1351?), conocido como el Arcipreste de Hita, fue el creador de una obra miscelánea predominantemente narrativa en verso que constituye una de las obras literarias más importantes de la literatura medieval española, el Libro de buen amor.

  Fue clérigo y ejerció de arcipreste en Hita, actual provincia de Guadalajara. Se conocen muy pocos datos de su biografía, apenas su nombre y el de uno de los protagonistas de su libro, Ferrán García, en un documento de un cedulario que se conserva en la catedral de Toledo. Los aspectos pseudobiográficos de su obra hicieron que algunos eruditos tratasen de deducir ciertos aspectos de la vida del autor. Nació probablemente en Alcalá de Henares —aunque Emilio Saéz y José Trenchs han postulado la jienense Alcalá la Real—, hacia 1283. Debió cursar estudios en Toledo, Hita, Alcalá de Henares o alguna localidad de esta zona y seguramente fue encarcelado por orden del arzobispo de Toledo Gil de Albornoz. Sin embargo, filólogos como Spitzer, M.R. Lida y Battaglia han cuestionado el rigor de muchos de estos supuestos. Igualmente fue un gran aficionado a la música, como lo prueba su conocimiento de la materia a través del léxico muy especializado que maneja. Escribió, que se conozca, una única obra, el Libro de buen amor, quizá redactada en la cárcel. Se ha estimado que su muerte ocurrió antes de 1351, pues en ese año ya no era arcipreste de Hita, cargo que para dicha fecha ocupaba un tal Pedro Fernández.

 Controversia sobre el lugar de nacimiento

  De un pasaje del Libro de buen amor, se ha deducido que Juan Ruiz nació en una localidad llamada Alcalá. A lo largo de su libro Juan Ruiz ha ido sembrando datos de su biografía personal. Él debió nacer en Alcalá, como sugiere el verso famoso con que Trotaconventos saluda a la mora de parte del Arcipreste: «Fija, mucho os saluda uno que es de Alcalá» (estrofa 1510a). Esta afirmación es uno de los hechos que pueden ser aceptados como verídicos, porque encaja coherentemente con el resto de las noticias personales que aparecen en el Libro de buen amor y en la sentencia arbitral [donde aparece su nombre como «uenerabilibus Johanne Roderici archipresbitero de Fita»]. No parece haber motivos fundados para poner en duda este dato de su biografía.

  Actualmente, dos ciudades se disputan ser la cuna de este escritor y clérigo castellano: Alcalá de Henares (Madrid) y Alcalá la Real (Jaén). Ambas esgrimen diferentes razones de peso (y otras no tanto) para creerlas lugar de nacimiento del mismo. A menos que se descubran algún tipo de fuente biográfica clara y concisa sobre esto, es difícil poner de acuerdo a ambas partes bien afianzadas ya por sus defensores.

  La principal razón por la que se considera a Juan Ruiz oriundo de Alcalá de Henares es la cercanía geográfica con Hita (Guadalajara), lugar de donde fue Arcipreste, y por supuesto, cercano a los episodios más conocidos de su vida: la orden del Arzobispo de Toledo Gil de Albornoz de `fiscalizar la vida de los clérigos de Talavera` y su posterior encarcelamiento en el convento de San Francisco de Guadalajara, arciprestazgo de Hita, etc.

  Por su parte, la hipótesis de Alcalá la Real es minoritaria y no acaba de ser demasiado clara. Parte de la hipótesis de que Juan Ruiz sería un personaje con nombre y apellidos: Juan Ruiz de Cisneros, hijo bastardo de Arias González, señor de Cisneros, que estuvo cautivo en dicha ciudad de 1280 a 1305, fecha de nacimiento del escritor. A partir de ahí, examinando el Libro del Buen Amor, los autores que postulan esta hipótesis señalan numerosos paralelismos con la vida de este Juan Ruiz de Cisneros. También se realiza en ocasiones un análisis de estilo del libro en el que se hace énfasis en los rasgos que podrían provenir de la literatura musulmana y andaluza.

 Obra

  Escribió el Libro de buen amor. Este libro encierra una protesta de tipo goliardesco frente a la postura integrista de ese prelado, que pretendía extender a su diócesis la doctrina papal del celibato obligatorio, frente a la tradición hispánica de la barraganía o contrato de convivencia de un sacerdote con una mujer, más asentada en un territorio multicultural como era la diócesis de Toledo, antaño fuente de la herejía del adopcionismo de Elipando, engendrada por la convivencia entre judíos, moros y cristianos. Así se expresa en la `Cántiga de los clérigos de Talavera` incluida en dicho libro, donde se protesta airadamente contra las disposiciones del arzobispo contra la barraganía en la archidiócesis. Tal protesta fue la que pudo acarrearle la prisión por parte del arzobispo. Esta postura crítica hacia el alto clero, así como el restante contenido desenfadado y crítico de su libro, le emparenta con la literatura goliardesca.

  Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita, se considera como el primer poeta lírico español, con una manifiesta y vasta cultura, con un lenguaje rico, que gusta de acumular sinónimos parciales y repetir el mismo concepto de distintas maneras, recursos que se relacionan con la técnica del sermón. Su lenguaje es popular y coloquial, muy vivo y creador, e incluye frases hechas del árabe andalusí de su día. Su obra demuestra un profundo conocimiento de las pasiones humanas y se caracteriza por un portentoso balance entre la delicadeza y osadía. 

  Su obra refleja el multiculturalismo del Toledo de su época. Entre las múltiples influencias literarias que se encuentran en los versos del Arcipreste se nombra el género de narrativa en prosa rimada, la macama, cultivada por varios autores peninsulares en árabe y hebreo durante los siglos XII-XIV.

  Más que ninguno de los demás poetas predecesores o contemporáneos suyos, maese Juan Ruiz puede ser considerado como padre de la poesía castellana, pues antes de él, estaba sometida a influencias latinas y fue el primero en emplear variedad de metros amén de haber abandonado los temas históricos o religiosos, para producir algo más personal y lírico, que se distanciase del obligado poema épico. Pero su principal mérito consiste en haber sido el primero en cultivar el género festivo y humorístico.
Fuente NN.

Del Libro de buen amor existen tres códices: el de Salamanca o S, hoy en la Real Biblioteca, y considerado el mejor de este prodigioso poema. Los otros dos códices son el de la Real Academia Española, conocido como códice de Gayoso o G, y el de Toledo o T. El poema consta de 1.728 estrofas y es una colección heterogénea de diversos materiales unidos en torno a una pretendida autobiografía amorosa del propio autor, en la que aparecen representadas a través de sus amantes todas las capas de la sociedad medieval española. Así, se recogen composiciones líricas profanas (serranillas, muchas veces paródicas) al lado de otras religiosas, fábulas, apólogos, glosas al Ars amandi de Ovidio y del Panphilus de amore, parodias de la liturgia de las horas canónicas o de los cantares de gesta (el combate de don Carnal con doña Cuaresma), plantos como el hecho a la muerte de Trotaconventos, personaje que constituye el precedente más claro de La Celestina, sátiras como las dirigidas contra las dueñas chicas o el poder igualador del dinero, alegorías, moralidades, sermones, cantigas de ciegos y de escolares, etc.

***

Vida y obra de Juan Ruiz
Este libro de tan alto y significativo nombre -Libro de Buen Amor(1)- fue compuesto en aquel lugar
lamentable «donde toda incomodidad tiene su asiento, y donde todo triste ruido hace su habitación». Dígase
claro que su autor estaba preso cuando le escribió(2). Mas la aspereza y desabrimiento del lugar, no engendró
un libro amargo y desalentado, como el de Silvio Pellico, ni versos desgarradores y dolientes, como los del
autor de la Lira Focia, sino un libro claro, jocundo, desasosegado y burlón; a veces libertino, a veces
gravemente moralizador; unas, urbano, otras, transcendiendo a flores rústicas y montaraces. Se le ha
comparado con Rabelais y con Chaucer, y más cerca está de la minuciosa erudición del autor del Parlement
of foules, que de la machuna alegría gala del padre de Pantagruel. Es un libro español, y, más aún,
castellano; y al través del grave metro del mester de clerecía, ondula y vibra el espíritu nacional, elegante y
señor, sobreponiéndose y dominando a los amables horrores y libertinas licencias que relata. Y para referir
tanto suceso, el rígido y bronco romance, que en el Poema del Cid suena al paso de andar de los férreos
barraganes, y en Berceo se apoya en clericales rodrigones latinos, en este libro aparece suelto, destrabado,
ágil, gracioso, a veces un poco femenino, inflamado por una poderosa y lírica inspiración.
Su autor se llama Juan Ruiz, de menester arcipreste de Hita, en la Provincia de Guadalajara(3). Vivió a
mediados del siglo XIV, siendo arzobispo de Toledo Don Gil Albornoz (1337-1367) y reinando en Castilla
el señor rey Alfonso XI. Unos creen que fue natural de Alcalá, otros que de Guadalajara. Murió antes de
1351, pues en una donación hecha por el arzobispo D. Gil, en 7 de enero del dicho año, ordena al arcipreste
de Hita, Don Pedro Fernández, ponga en posesión al monasterio de San Blas de Villaviciosa de una casa y
heredad, objeto de la donación. Si Juan Ruiz no había muerto para esa fecha, desempeñaría otro cargo; lo
cierto es que en 1351 no era arcipreste de Hita.
Y éstas son todas las noticias biográficas que de él se conservan.
Fue el arcipreste grande de talla, de piernas y de brazos; pequeñas boca, manos y pies. La cabeza grande
y poderosa, ancho de espaldas, orejudo y velloso, y con las cejas negras y apartadas. El talante erguido y
sosegada la andadura(4).
El Libro de Buen Amor es la obra más importante del siglo XIV.
Pertrechado el autor de casi toda la erudición de su siglo, aprovecha y explota todas las canteras para la
producción de su obra. Apólogos latinos y orientales, fabliaux, el libro de Vétula, Virgilio y sus leyendas,
Ovidio y su poema, etc., todo lo utiliza, haciendo de su obra un inmenso mosaico vigorizado, animado y
espiritualizado por sus geniales atisbos y sus aciertos plenos. Tan poderosa y fecunda es su vena creadora,
que el elemento utilizado queda exhausto y sin valor junto al resultado que el arcipreste obtiene. Apenas hay
verso del largo libro que no esté lleno de jugo y vigor. Jugo y vigor, ciertamente, un poco excesivos en
algunos puntos de vista y que tienen fragancias que transcienden a flores pecaminosas, semejantes, y algunas
no inferiores, a las ficciones con que el cuentista de Florencia intentaba distraer a su galante auditorio del
espanto de la peste.
Toda la sociedad picaresca del siglo XIV aparece pintada en este libro con soberanos y definitivos trazos:
endicheras, danzaderas, tahures, troteras, etc., están descriptos en versos ágiles y nerviosos. Y, sobre todo,
esa inmortal Trotaconventos con sus arterías y trampantojos, madre de todas las Celestinas que cundieron
por la Literatura española. Y en este libro va remozado y jovial el puro espíritu castellano, sin trabas ni
ataduras, como sólo aparece más tarde en el otro arcipreste, no menos magno, autor de El Corbacho, y en el
otro clérigo, desenvuelto y audaz, que escribió la historia de la Lozana Andaluza. Visión luminosa y clara de
la vida, sin que el demasiado «recordar la natura» turbe el alto ímpetu de poderosa espiritualidad. Y esto lo
tuvo como el que más, el de Hita, siendo el precursor y el maestro de todos los castizos humoristas, antes y
después de que la desviación interna de la raza produjera aquella literatura de decadencia, amarga y ceñuda,
que floreció con los últimos Austrias. El Libro de Buen Amor es un libro picaresco, pero sin la desgarrada
implacabilidad del Gran Tacaño, ni la acedía endechosa de Mateo Alemán. Como un claro reír suenan las
coplas del arcipreste, cuya vida, toda llena del amoroso ejercicio, es característica de aquellos tiempos
revueltos y turbulentos de Alfonso XI, agigantados trágica y épicamente en los apasionados días de Pedro el
Cruel o el Justiciero. Se ha querido presentar al arcipreste como un moralizador que pinta al vivo la carroña
que le rodea, pero ya está suficientemente probado que no fue su vida, poco edificante, una excepción.
Cuatro son las Cánticas de serrana que el prodigioso arcipreste intercaló en su Libro de Buen Amor(5).
Pero la diferencia que existe entre las serranas y vaqueiras provenzales y las que encuentra el galante
arcipreste en sus andanzas por la sierra, es enorme. «El Arcipreste, más bien que imitar la poesía bucólica de
los trovadores, lo que hace es parodiarla en sentido realista. Sus serranas son invariablemente interesadas y
codiciosas, a veces feas como vestigios, y con todo eso, de una acometividad erótica digna de la serrana de la
Vera que anda en los romances vulgares.»(6) No es exclusiva esta codicia y liviandad de las serranas de Juan
Ruiz, y numerosos ejemplos de las vaqueiras y pastoras provenzales lo prueban. Poderosísima era la vena
satírica del arcipreste y profundo su espíritu parodista, pero salto tan brusco de la atildada elegancia y belleza
de las serranas portuguesas y provenzales a la fealdad monstruosa y grosera codicia de las del Libro de Buen
Amor, pueden medianamente explicarse sólo con esas dotes del autor. La casi coexistencia de esas cánticas
de serrana con la serranilla de la Zarzuela(7), muestra única de una serranilla de origen popular, indica la
existencia anterior de este tipo de serrana «feroçe, espantosa» que más tarde reaparece en Bocanegra, Mendo
de Campo, Carvajales y otros poetas cortesanos del siglo XV, aunque ya con forma puramente lírica y más
bien como motivo poético que reproducción realista(8). Queda, aparte de los verdaderos modelos y de la
cierta intención de Juan Ruiz, el arranque lírico, la sensación de tosquedad silvestre, la admirable visión
poética que aúpan el nombre del autor a la alta región de los impares. Por eso ha podido decirse con absoluta
evidencia de sus cánticas de serrana, que anticipandose «en cien años a las serranillas y a las vaqueiras de
Santillana, incapacitan a éste para figurar como el primer gran poeta lírico de Castilla»(9) y Amador de los
Ríos, aun reputando al prócer como el «rey de las serranillas, no sacó por cierto -añade- grandes ventajas a
Juan Ruiz en estas graciosas pinturas»(10).
Al mismo tiempo es J. Ruiz un alto y efusivo poeta mariano, y en las cánticas y gozos a la Virgen se
manifiesta ingenuo y fervoroso, como Berceo y los demás poetas y trovadores que en los Cancioneros han
dejado muestras de su devoción, un poco madrigal, un tanto letanía profana, por la Gloriosa.
A. ÁLVAREZ DE LA VILLA


EDICIONES
Thomas Antonio Sánchez, Colección de poesías castellanas anteriores al siglo XV, Tomo IV, Madrid,
17.
Eugenio de Ochoa, Colección de poesías castellanas anteriores al siglo XV, París, 1842.
Florencio Janer, Poetas castellanos anteriores al siglo XV, Tomo LVII de la Biblioteca de Autores
Españoles.
Jean Ducamin, Juan Ruiz, Arcipreste de Hita. Libro de Buen Amor, Tome VI de la première série de la
Bibliotèque Meridionale, Toulouse, 1901.

BIBLIOGRAFÍA
M. Menéndez Pelayo, Antología de poetas líricos castellanos, Tomo III, Madrid, 1892, págs. LIII-CXIV.
J. Amador de los Ríos, Historia crítica de la literatura española, Madrid.
Puymaigre (Comte Théodore J. de), Les vieux auteurs castillans, París-Metz, 1861-62, Tomo II, págs.
63-121.
Ferdinand J. Wolf, Studien zur Geschichte der spanischen und portugiesischen Nationalliteratur, Berlín,
1859.
R. Foulché-Delbosc, Revue Hispanique, Tomo VIII (1901), págs. 553-57.
R. Menéndez Pidal, Título que el Arcipreste de Hita dio al libro de sus poesías, en la Revista de Archivos,
Bibliotecas y Museos, Tomo II (1898), págs. 107-8.
J. Pujol y Alonso, El Arcipreste de Hita, Estudio Crítico, Madrid, 1906.

JESÚS NAZARENUS REX JUDAEORUM
Ésta es oraçión qu'el arçipreste fizo a Dios quando començó este libro suyo.
Señor Dios, que a los jodíos pueblo de perdiçión 1
sacaste de cabtivo del poder de Faraón,
a Daniel sacaste del poço de Babilón,
saca a mi coytado d'esta mala presión.
Señor, tú diste graçia a Ester la reyna, 2
ant'el rey Asuero ovo tu graçia digna,
Señor, dame tu graçia e tu merçed ayna,
sácame d'esta laçeria, d'esta presión.
Señor, tú que sacaste al Profeta del lago, 3
de poder de gentiles sacaste a Santiago,
a Santa Marina libreste del vientre del drago,
libra a mí, Dios mío, d'esta presión do yago.
Señor, tú que libreste a santa Susaña, 4
del falso testimonio de la falsa compaña,
líbrame, mi Dios, d'esta y coyta tanmaña,
dame tu misericordia, tira de mí tu saña.
A Jonás, el Profeta, del vientre de la ballena 5
en que moró tres días dentro en la mar llena,
sacástelo tú sano así como de casa buena;
Mexías, tú me salva sin culpa e sin pena.
Señor, a los tres niños de muerte los libreste, 6
del forno del grand fuego sin lesión saqueste,
de las ondas del mar a sant Pedro tomeste:
Señor, de aquesta coyta saca al tu arçipreste.
Aun tú que dixiste a los tus servidores, 7
que con ellos serías ante reyes desidores,
et los darías palabras, que fabrasen mejores,
Señor, tú sey conmigo, guárdame de traydores.
El nombre profetizado fuer grande Hemanuel, 8
Fijo de Dios muy alto Salvador de Israel,
en la salutaçión el ángel Gabriel
te fizo çierta d'esto, tú fuiste çierta d'él.
Por esta profeçía e por la salutaçión 9
por el nombre tan alto Hemanuel salvaçión,
Señora, dame tu graçia, et dame consolaçión,
gáname del tu fijo graçia et bendiçión.
Dame graçia, señora de todos los señores, 10
tira de mí tu saña, tira de mí rencores:
faz que todo se torne sobre los mezcladores,
ayúdame, Gloriosa, Madre de pecadores.
Intellectum tibi dabo, et instruam te in via hac, qua
gradieris: firmabo super te oculos meos.
El profeta David, por Espíritu Santo fablando, a cada uno de nos diçe en el psalmo triçésimo primo del
verso deçeno, que es el que primero suso escrebí. En el qual verso entiendo yo tres cosas, las quales diçen
algunos doctores filósofos que son en el alma et propriamente suyas, que son éstas: entendimiento, voluntad,
et memoria. Las quales digo, si buenas son, que trahen al alma consolaçión, e aluengan la vida al cuerpo, et
danle honra con pro e bona fama: ca por el buen entendimiento entiende hombre el bien, et sabe d'ello el
mal. Et por ende una de las petiçiones que demandó David a Dios, porque sopiese la su Ley, fuer ésta: Da
mihi intellectum, etc. Ca el home entendiendo el bien, avrá de Dios temor; el qual es comienço de toda
sabiduría, de que dise el dicho profeta: Initium Sapientiae timor Domini. Ca luego es el buen entendimiento
en los que temen a Dios, et por ende sigue la raçón el dicho David en otro logar, en que dise: Intellectus
bonus omnibus facientibus eum, etc. Otrosí dise Salomón en el libro de la Sapiençia: Qui timet Dominum,
façiet bona. Et esto se entiende en la primera raçón del verso, que yo començé en lo que dise: Intellectum tibi
dabo; et desque está informada et instruida el alma que se ha de salvar en el cuerpo limpio, e piensa, e ama, e
desea omen el buen amor de Dios, e sus mandamientos: et esto a tal, dise el dicho profeta: Et meditabar in
mandatis tuis quae dilexi: et otro si desecha, et aborresçe el alma el pecado del amor loco d'este mundo. Et
d'esto dise el psalmista: Qui diligitis Dominum, odite malum, etc. Et por ende se sigue luego la segunda
raçón del verso que dise: Et instruam te. Et desque el alma con el buen entendimiento e la buena voluntad
con buena remembranza escoge, e toma el buen amor, que es el de Dios, et pónelo en la çela de la memoria,
porque se acuerde d'ello, e determine al cuerpo a faser buenas obras, por las cuales se salva el ome. Et d'esto
dise san Juan Apóstol en el Apocalypsi de los buenos que mueren bien obrando: Beati mortui, qui in Domino
moriuntur: opera enim illorum sequuntur illos. Et dise otrosí el Profeta: Tu reddes unicuique juxta opera
sua. Et d'esto concluye la terçera raçón del verso primero, que dise: In via hac qua gradieris: firmabo super
te oculos meos. Et por ende debemos tener sin dubda, que obras siempre están en la buena memoria, que con
buen entendimiento et buena voluntad escoge el alma, et ama el amor de Dios por se salvar por ellas. Ca
Dios por las buenas obras que fase omen en la carrera de salvaçión, en que anda, firma sus ojos sobre él. Et
ésta es la sentençia del verso, que empieça primero: Breves, como quier' que a las vegadas se acuerde pecado
e lo quiera e lo obre; este desacuerdo non viene del buen entendimiento, nin tal querer non viene de la buena
voluntad, nin de la buena obra viene tal obra; ante viene de la fraquesa de la natura humana, que es en el
omen, que se non puede escapar de pecado. Ca dise Catón: Nemo sine crimine vivit. Et díselo Job: Quis
potest facere mundum de inmundo conceptum semine? Quasi dicat: Ninguno, salvo Dios. Et viene otrosí de
la mengua del buen entendimiento, que lo non ha entonçe, porque ome piensa vanidades de pecado. Et d'este
tal pensamiento dise el psalmista: Cogitationes hominum vanae sunt. E dise otrosí a los tales, mucho
disolutos et de mal entendimiento: Nolite fieri sicut equus et mulus, in quibus non est intellectus. Et aún
digo, que viene de la pobledat de la memoria, que non está instructa de buen entendimiento; ansí que non
puede amar el bien, nin acordarse d'ello para lo obrar. Et viene otrosí esto por raçón que la natura humana,
que más aparejada e inclinada es al mal que al bien, e a pecado que a bien: esto dise el Decreto. Et éstas son
algunas de las raçones, porque son fechos los libros de la ley et del derecho, e de castigos, et costumbres, et
de otras çiençias: otrosí fueron la pintura et la escritura, e las imágenes primerament' falladas por raçón que
la memoria del ome deslesnadera es: esto dise el Decreto: ca tener todas las cosas en la memoria, et non
olvidar algo, más es de la Divinidad que de la humanidad: esto dise el Decreto. Et por esto es más apropiado
a la memoria del alma, que es spíritu de Dios criado et perfecto, et vive siempre en Dios. Otrosí dise David:
Anima mea illi vivet: quaerite Dominum, et vivet anima vestra. Et non es apropiada al cuerpo humano, que
dura poco tiempo. Et dise Job: breves dies hominis sunt. Et otrosí dise: Homo natus de muliere: breves dies
hominis sunt. Et dise sobre esto David: Anni nostri sicut aranea meditabuntur, etc. Onde yo de mi poquilla
çiençia et de mucha et grand rudeza entiendo quántos bienes fasen perder el alma e el cuerpo, et los males
muchos que les aparejan e dan el amor loco del pecado del mundo. Escogiendo et amando con buena
voluntad salvaçión et gloria del paraíso para mi ánima, fis' esta chica escritura en memoria de bien: et
compuse este nuevo libro, en que son escritas algunas maneras e maestrías et sotilesas engañosas del loco
amor del mundo, que usan algunos para pecar. Las quales leyéndolas et oyéndolas omen o muger de buen
entendimiento, que se quiera salvar, descogerá, et obrar lo ha: et podrá desir con el psalmista: Viam veritatis,
etc. Otrosí los de poco entendimiento no se perderán: ca leyendo et coydando el mal que fasen o tienen en la
voluntat de faser, et los porfiosos de sus malas maestrías e descobrimiento publicado de sus muchas
engañosas maneras, que usan para pecar et engañar las mugeres, acordarán la memoria e non despreçiarán su
fama: ca mucho es cruel quien su fama menospreçia: el Derecho lo dise; et querrán más amar a sí mesmos
que al pecado: que la ordenada caridad de sí mesmo comienza; el Decreto lo dise: et desecharán et
aborreçerán las maneras et maestrías malas del loco amor, que fase perder las almas et caer en saña de Dios,
apocando la vida et dando mala fama, et desonra, et muchos daños a los cuerpos; en pero, porque es humanal
cosa el pecar, si algunos (lo que non los consejo) quisieren usar del loco amor aquí fallarán algunas maneras
para ello, e ansí este mi libro a todo omne e muger, al cuerdo e al non cuerdo, al que entendiere el bien et
escojiere salvaçión, e obrare bien amando a Dios: otrosí al que quisiere el amor loco en la carrera que
andubiere puede cada uno bien deçir: Intelleclum tibi dabo. Et ruego et consejo a quien lo viere et lo oyere,
que guarde bien las tres cosas del alma, lo primero que quiera bien entender e bien judgar la mi intençión
porque la fis', et la sentençia de lo que y dise, et non al son feo de las palabras, que, segund derecho, las
palabras sirven a la intençión et non la intençión a las palabras. Et Dios sabe que la mi intençión no fuer de
lo faser por dar manera de pecar ni por mal desir, más fuer por reduçir a toda persona a memoria buena de
bien obrar et dar ensiempro de buenas costumbres e castigos de salvaçión: et porque sean todos aperçebidos,
e se puedan mejor guardar de tantas maestrías como algunos usan por el loco amor. Ca dise sant Gregorio,
que menos fieren al ome los dardos que ante son vistos, et mejor nos podemos guardar, de lo que ante hemos
visto. Et compóselo otrosí a dar algunas lecçiones e muestra de metrificar et rimar, et de trobar: con trovas et
notas, et rimas, et decades, et versos, que fis' complidamente segund que esta çiençia requiere. Et porque de
toda buena obra es comienzo et fundamento Dios, e la fe católica, e díselo la primera decretal de las
Crementinas, que comienza: Fidei Catholicae fundamento; a do éste no es çimiento, no se puede faser obra
firme, ni firme edificio segund dise el Apóstol: por ende començé mi libro en el nombre de Dios, et tomé el
verso primero del psalmo que es el de la Santa Trinidad, et de la fe católica, que es: Quicumque vult, el verso
que dise: Ita Deus Pater, Deus Filius, etc.

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