miércoles, 14 de noviembre de 2012


Asunción Silva, José (1865-1896) 
Poeta colombiano, natural de Bogotá. De origen acomodado, vivió una juventud que no llegó a la madurez y que fue transcurriendo desde la placidez de una existencia burguesa hacia escenas de la vida bohemia y amenazas de tragedia. Viajó a Europa en 1885 y a su vuelta a la ciudad natal, se hizo cargo del negocio comercial de su familia, que acabó en la quiebra. Consiguió el cargo de secretario de legación en Caracas y, en su nuevo regreso, el barco en que viajaba naufragó, perdiéndose en el accidente, según hubo de referir él mismo, gran parte de sus trabajos literarios, que Silva consideraba los mejores y que permanecerán para siempre en un novelesco misterio. Si bien Silva proviene del romanticismo, se le considera un antecedente inmediato del modernismo, sobre todo por su poema emblemático, -Nocturno III-, donde fractura hábil y expresivamente los versos, que carecen de rima y alternan metros diversos. La audacia de sus figuras y la personalidad de su lenguaje acentúan su originalidad creativa. A ello se suma el carácter morboso del asunto, un lamento de amor, cargado de alusiones eróticas, cuyo objeto es una hermana muerta. En general, el sesgo de su poesía es sombrío y tiene un sostenido carácter de elegía, pues alude con frecuencia a personas difuntas, a tumbas y fantasmas, muy en la línea de otro modelo modernista, el estadounidense Edgar Allan Poe. Sus obras líricas conocen una edición póstuma con El libro de versos (1923), lo mismo que su novela De sobremesa (1925), típica ficción modernista cuyo personaje protagónico, José Fernández, es el artista en conflicto con la sociedad burguesa, un hipersensible y enfermizo joven surgido de ambientes decadentes, que se complace en la contemplación angustiosa de un mundo que no parece creado para su existencia. Podría caracterizarse como novela de conciencia en la que además alternan varias voces narrativas. Intentó rehacer sus negocios en la industria, sin mayores resultados, acabando sus días en suicidio, también de tinte novelesco, pues pidió a un amigo que le señalara el lugar del corazón, para asegurar la eficacia de su decisión. 

Las dificultades de las ediciones de la poesía de José Asunción Silva (Colombia, 1865-1896), derivadas de que nunca la publicó en libros durante su vida, lo que obligó a darles forma a partir de manuscri­tos y publicaciones dispersas, da la medida de la importancia y el aporte de esta edición que ha tenido en cuenta las más variadas fuen­tes para establecer las versiones definitivas de los poemas de Silva, así como un reordenamiento de sus libros, excluyendo poemas apó­crifos y reconstruyendo los textos originarios de otros.

Transcribimos uno de los mejores poemas del colombiano PRECURSOR DEL MODERNISMO de DARÍO.

Nocturno III 
Una noche

Una noche
Una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas,
Una noche
En que ardían en la sombra nupcial y húmeda las luciérnagas fantásticas, 
A mi lado lentamente, contra mí ceñida toda, muda y pálida,
Como si un presentimiento de amarguras infinitas,
Hasta el más secreto fondo de las fibras te agitara,
Por la senda florecida que atraviesa la llanura
Caminabas,
Y la luna llena
Por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca,
Y tu sombra
Fina y lánguida,
Y mi sombra
Por los rayos de la luna proyectadas,
Sobre las arenas tristes
De la senda se juntaban,
Y eran una,
Y eran una,
Y eran una sola sombra larga
Y eran una sola sombra larga
Y eran una sola sombra larga...
Esta noche
Solo; el alma
Llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte,
Separado de ti misma por el tiempo, por la tumba y la distancia,
Por el infinito negro
Donde nuestra voz no alcanza,
Mudo y solo
Por la senda caminaba...
Y se oían los ladridos de los perros a la luna,
A la luna pálida,
Y el chillido
De las ranas...
Sentí frío; era el frío que tenían en tu alcoba
Tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas,
Entre las blancuras níveas
De las mortuorias sábanas,
Era el frío del sepulcro, era el hielo de la muerte
Era el frío de la nada,
Y mi sombra,
Por los rayos de la luna proyectada,
Iba sola,
Iba sola,
Iba sola por la estepa solitaria
Y tu sombra esbelta y ágil
Fina y lánguida,
Como en esa noche tibia de la muerta primavera,
Como en esa noche llena de murmullos de perfumes y de músicas de alas,
Se acercó y marchó con ella
Se acercó y marchó con ella...
Se acercó y marchó con ella...¡Oh las sombras enlazadas!
¡Oh las sombras de los cuerpos que se juntan con 
[las sombras de las almas...
¡Oh las sombras que se buscan en las noches de tristezas y de lágrimas!... 


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