miércoles, 1 de septiembre de 2021

LITERÓMETRO. MÉTRICA DE LA DIVINA COMEDIA.



 Estructura: La Divina Comedia es un poema alegórico estructurado en un total de 100 cantos, todos ellos escritos con la misma regla métrica, tercetos endecasílabos, y con un cuidado considerable por la forma y la estructura. Además, se utilizó lo que se llama: terceto encadenado.

DIVINA COMEDIA. CÁTEDRA EN EL CAFÉ.


 

La Divina comedia se considera una de las obras maestras de la literatura italiana y universal. ... Dante Alighieri la escribió en dialecto toscano, matriz del italiano actual, el cual se usó entre los siglos XI y XII.

DANTE. DIVINA COMEDIA. INFIERNO. CANTO XXVI. COMENTARIOS.


 

L1]Creencia común de los antiguos.

 [L2]Prato, pequeña ciudad cercana a Florencia, no se contaba entre los peores enemigos de la ciudad del Amo, y sin embargo también, como ellos, desearía su ruina.

 [L3]34‑36 El profeta Eliseo, que se vengó, haciendo que los devoraran unos osos salvajes, de unos muchachos que se burlaban de él llamándole calvo (2 Reyes, II, 23‑24), vio a su maestro, el profeta Elías, ascender al cielo arrebata­do por un carro de fuego (2 Reyes, II, ll‑12).

 [L4]Según cuenta Estacio en su Tebaida, al ser quemados en una pira los cuer­pos de Eteocles y Polinice, los dos hermanos rivales, las llamas, se separaron en dos, demostrando así su odio, aun en la muerte.

 [L5]Ulises y Diomedes llevaron a cabo muchas empresas juntos; Dante aquí nos recuerda la astucia del caballo de madera; el haber inducido a Aquiles a que dejara a su mujer Daidamia en Seiro y les acompañase a la guerra troyana, por lo cual la muchacha se dio la muerte; y el robo del Paladión, estatua de Palas Atenea que veneraban los troyanos, y cuya pérdida ocasionaría, como así ocu­rrió, la caída de la ciudad.

 [L6]Se trata de uno de los pasajes más bellos de la Cantiga. Dante cuenta, de una manera bastante original, el fin del héroe homérico, por boca de éste.

 [L7]La maga Circe residía en el monte Cirgello, cerca de la ciudad napolitana de Gaeta, así llamada, según Virgilio, en memoria de la nodriza de Eneas (Enei­da, VII).

 [L8]El Mediterráneo, más amplio que el mar Jónico.

 [L9]124‑141 Ulises se atreve a sobrepasar la barrera del estrecho de Gibraltar, el límite permitido por el propio Hércules, cuando levantó las columnas con la di­visa de NON PLUS ULTRA, y se interna en la inmensidad del océano Atlántico, donde, tras cinco meses de navegación y habiendo llegado a las Antípodas, se encuentra con la montaña del Purgatorio.

CANTO XXVI

 

¡Goza, Florencia, ya que eres tan grande,

que por mar y por tierra bate alas,

y en el infierno se expande tu nombre!                                 3

 

Cinco nobles hallé entre los ladrones

de tus vecinos, de donde me vino

vergüenza, y para ti no mucha honra.                                               6

 

Mas si el soñar al alba es verdadero,                                                7[L1] 

conocerás, de aquí a no mucho tiempo,

lo que Prato, no ya otras, te aborrece.                                              9[L2] 

 

No fuera prematuro, si ya fuese:

¡Ojalá fuera ya, lo que ser debe!

que más me pesará, cuanto envejezco.                                  12

 

Nos marchamos de allí, y por los peldaños

que en la bajada nos sirvieron antes,

subió mi guía y tiraba de mí.                                                 15

 

Y siguiendo el camino solitario,

por los picos y rocas del escollo,

sin las manos, el pie no se valía.                                            18

 

Entonces me dolió, y me duele ahora,

cuando, el recuerdo a lo que vi dirijo,

y el ingenio refreno más que nunca,                                     21

 

porque sin guía de virtud no corra;

tal que, si buena estrella, o mejor cosa,

me ha dado el bien, yo mismo no lo enturbie.                      24

 

Cuantas el campesino que descansa

en la colina, cuando aquel que alumbra

el mundo, oculto menos tiene el rostro,                                27

 

cuando a las moscas siguen los mosquitos,

luciérnagas contempla allá en el valle,

en el lugar tal vez que ara y vendimia;                                  30

 

toda resplandecía en llamaradas

la bolsa octava, tal como advirtiera

desde el sitio en que el fondo se veía.                                              33

 

Y como aquel que se vengó con osos,                                  34[L3] 

vio de Elías el carro al remontarse,

y erguidos los caballos a los cielos,                                       36

 

que con los ojos seguir no podia,

ni alguna cosa ver salvo la llama,

como una nubecilla que subiese;                                           39

 

tal se mueven aquéllas por la boca

del foso, mas ninguna enseña el hurto,

y encierra un pecador cada centella.                                     42

 

Yo estaba tan absorto sobre el puente,

que si una roca no hubiese agarrado,

sin empujarme hubiérame caído.                                           45

 

Y viéndome mi guía tan atento

dijo: « Dentro del fuego están las almas,

todas se ocultan en donde se queman.»                               48

 

«Maestro ‑le repuse‑, al escucharte

estoy más cierto, pero ya he notado

que así fuese, y decírtelo quería:                                           51

 

¿quién viene en aquel fuego dividido,

que parece surgido de la pira

donde Eteocles fue puesto con su hermano?»                                 54[L4] 

 

Me respondió: «Allí dentro se tortura

a Ulises y a Diomedes, y así juntos                                      56[L5] 

en la venganza van como en la ira;                                       57

 

y dentro de su llama se lamenta

del caballo el ardid, que abrió la puerta

que fue gentil semilla a los romanos.                                    60

 

Se llora la traición por la que, muerta,

aún Daidamia se duele por Aquiles,

y por el Paladión se halla el castigo.»                                               63

 

«Si pueden dentro de aquellas antorchas

hablar ‑le dije‑ pídote, maestro,

y te suplico, y valga mil mi súplica,                                      66

 

que no me impidas que aguardar yo pueda

a que la llama cornuda aquí llegue;

mira cómo a ellos lleva mi deseo.»                                       69

 

Y él me repuso: «Es digno lo que pides

de mucha loa, y yo te lo concedo;

pero procura reprimir tu lengua.                                            72

 

Déjame hablar a mí, pues que comprendo

lo que quieres; ya que serán esquivos

por ser griegos, tal vez, a tus palabras.»                                75

 

Cuando la llama hubo llegado a donde

lugar y tiempo pareció a mi guía,

yo le escuché decir de esta manera:                                      78

 

«¡Oh vosotros que sois dos en un fuego,

si os merecí, mientras que estaba vivo,

si os merecí, bien fuera poco o mucho,                                 81

 

cuando altos versos escribí en el mundo,

no os alejéis; mas que alguno me diga

dónde, por él perdido, halló la muerte.»                               84

 

El mayor cuerno de la antigua llama

empezó a retorcerse murmurando,

tal como aquella que el viento fatiga;                                               87

 

luego la punta aquí y acá moviendo,

cual si fuese una lengua la que hablara,

fuera sacó la voz, y dijo: «Cuando                                       90[L6] 

 

me separé de Circe, que sustrajó­-

me más de un año allí junto a Gaeta,

antes de que así Eneas la llamase,                                         93[L7] 

 

ni la filial dulzura, ni el cariño

del viejo padre, ni el amor debido,

que debiera alegrar a Penélope,                                            96

 

vencer pudieron el ardor interno

que tuve yo de conocer el mundo,

y el vicio y la virtud de los humanos;                                               99

 

mas me arrojé al profundo mar abierto,                                100[L8] 

con un leño tan sólo, y la pequeña

tripulación que nunca me dejaba.                                         102

 

 

Un litoral y el otro vi hasta España,

y Marruecos, y la isla de los sardos,

y las otras que aquel mar baña en torno.                               105

 

Viejos y tardos ya nos encontrábamos,

al arribar a aquella boca estrecha

donde Hércules plantara sus columnas,                                108

 

para que el hombre más allá no fuera:

a mano diestra ya dejé Sevilla,

y la otra mano se quedaba Ceuta.»                                       111

 

«Oh hermanos ‑dije‑, que tras de cien mil

peligros a occidente habéis llegado,

ahora que ya es tan breve la vigilia                                       114

 

de los pocos sentidos que aún nos quedan,

negaros no queráis a la experiencia,

siguiendo al sol, del mundo inhabitado.                               117

 

Considerar cuál es vuestra progenie:

hechos no estáis a vivir como brutos,

mas para conseguir virtud y ciencia.»                                               120

 

A mis hombres les hice tan ansiosos

del camino con esta breve arenga,

que no hubiera podido detenerlos;                                       123

 

y vuelta nuestra proa a la mañana,                                        124[L9] 

alas locas hicimos de los remos,

inclinándose siempre hacia la izquierda.                               126

 

Del otro polo todas las estrellas

vio ya la noche, y el nuestro tan bajo

que del suelo marino no surgía.                                            129

 

Cinco veces ardiendo y apagada

era la luz debajo de la luna,

desde que al alto paso penetramos,                                      132

 

cuando vimos una montaña, oscura

por la distancia, y pareció tan alta

cual nunca hubiera visto monte alguno.                                135

 

Nos alegramos, mas se volvió llanto:

pues de la nueva tierra un torbellino

nació, y le golpeó la proa al leño.                                          138

 

Le hizo girar tres veces en las aguas;

a la cuarta la popa alzó a lo alto,

bajó la proa ‑como Aquél lo quiso-                                       141

­hasta que el mar cerró sobre nosotros.

 


 [L1]Creencia común de los antiguos.

 [L2]Prato, pequeña ciudad cercana a Florencia, no se contaba entre los peores enemigos de la ciudad del Amo, y sin embargo también, como ellos, desearía su ruina.

 [L3]34‑36 El profeta Eliseo, que se vengó, haciendo que los devoraran unos osos salvajes, de unos muchachos que se burlaban de él llamándole calvo (2 Reyes, II, 23‑24), vio a su maestro, el profeta Elías, ascender al cielo arrebata­do por un carro de fuego (2 Reyes, II, ll‑12).

 [L4]Según cuenta Estacio en su Tebaida, al ser quemados en una pira los cuer­pos de Eteocles y Polinice, los dos hermanos rivales, las llamas, se separaron en dos, demostrando así su odio, aun en la muerte.

 [L5]Ulises y Diomedes llevaron a cabo muchas empresas juntos; Dante aquí nos recuerda la astucia del caballo de madera; el haber inducido a Aquiles a que dejara a su mujer Daidamia en Seiro y les acompañase a la guerra troyana, por lo cual la muchacha se dio la muerte; y el robo del Paladión, estatua de Palas Atenea que veneraban los troyanos, y cuya pérdida ocasionaría, como así ocu­rrió, la caída de la ciudad.

 [L6]Se trata de uno de los pasajes más bellos de la Cantiga. Dante cuenta, de una manera bastante original, el fin del héroe homérico, por boca de éste.

 [L7]La maga Circe residía en el monte Cirgello, cerca de la ciudad napolitana de Gaeta, así llamada, según Virgilio, en memoria de la nodriza de Eneas (Enei­da, VII).

 [L8]El Mediterráneo, más amplio que el mar Jónico.

 [L9]124‑141 Ulises se atreve a sobrepasar la barrera del estrecho de Gibraltar, el límite permitido por el propio Hércules, cuando levantó las columnas con la di­visa de NON PLUS ULTRA, y se interna en la inmensidad del océano Atlántico, donde, tras cinco meses de navegación y habiendo llegado a las Antípodas, se encuentra con la montaña del Purgatorio.

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