jueves, 13 de febrero de 2014

El lado oculto de los "Contemporáneos". Elias Nandino-Salvador Novo.


Archivar/revelar el cuerpo homosexual en México : las autobiografías de Salvador Novo y de Elías Nandino dentro y fuera de contexto


julio de 2010

Antoine Rodríguez, Université Charles de Gaulle – Lille 3/CECILLE

 


 

Para Antonio Marquet, mi maestro de jotería

 
El cuerpo es un texto socialmente construido, un archivo orgánico de la historia de la humanidad como historia de la producción-reproducción sexual, en la que ciertos códigos se naturalizan, otros quedan elípticos y otros son sistemáticamente eliminados o tachados.
Beatriz Preciado, Manifiesto contra-sexual, 2002


Las autobiografías de Salvador Novo (1904-1974) (La estatua de sal, 1998) y de Elías Nandino (1900-1993) (Juntando mis pasos, 2000), muy diferentes en cuanto a su inscripción en el campo literario mexicano, a su elaboración retórica y a las funciones que cumplen, si se abordan desde una perspectiva comparatista, revelan dos maneras opuestas de concebirse, en las primeras décadas del siglo XX, como homosexual, o sea como ciudadano cuya sexualidad se inscribe forzosamente fuera o en margen de las asignaciones sociales dominantes y de los códigos de una sociedad heteronormada articulada por reglas genéricas y sexológicas estrictas que condenan cualquier trasgresión. Salvador Novo, cuya autobiografía tiene los rasgos de un proyecto literario y se escribe en los años 1940, presenta textualmente la figura del invertido, sinónimo de la loca o del joto, que se asume como pasivo, centrando el placer sexual en la zona erógena del ano. La figura del homosexual presentada por Elías Nandino, en una autobiografía testimonial, que dicta a un joven poeta casi al final de su vida, se contrapone a la imagen del joto, multiplicando los encuentros con efebos masculinos y subrayando su visceral rechazo de cualquier relación con afeminados. Placer anal contra placer fálico, hombre afeminado contra hombre viril, la loca visible contra el homosexual invisible son los dos polos opuestos y definitorios del sujeto enunciador homosexual que revelan las dos autobiografías. Y ambas son importantes en la producción literaria mexicana porque archivan dos concepciones del cuerpo homosexual inscritos en la historia cultural posrevolucionaria del siglo XX.

En la medida en que las autobiografías de los dos escritores mexicanos cumplen la función de contribuir a la historia de la homosexualidad y comparten puntos comunes con los primeros relatos de invertidos europeos, la primera parte de este artículo ("Archivar") presenta un breve recorrido histórico de dichos actos autobiográficos en Europa y examina tres relatos de homosexuales, poniéndolos en perspectiva con las autobiografías mexicanas. La segunda parte ("Revelar") se centra en las aportaciones testimoniales de Salvador Novo y de Elías Nandino mostrando en qué difieren y cómo se complementan.




I. Archivar : el acto autobiográfico, su inscripción en la historia occidental de la homosexualidad y en el campo literario mexicano



Las autobiografías de Salvador Novo y de Elías Nandino parecen inscribirse en una tradición de "relatos de invertidos" que se inició en Europa a mediados del siglo XIX. Aunque no responden a prescripciones jurídicas o psiquiátricas, como fue el caso para los primeros relatos europeos, sí comparten algunos puntos comunes en cuanto a la manera de presentar el cuerpo homosexual y ofrecer una explicación etiológica de la homosexualidad. También comparten con dichos textos, una voluntad de reaccionar o de resistir contra una estigmatización social excesiva.

Recordemos que a partir de los años 1860, en Europa, la medicina forense empieza a abordar lo que llama "pederastia" desde un punto de vista interno, o sea dando la palabra a los homosexuales bajo la forma de relatos autobiográficos cuya elaboración estaba guiada por una serie de preguntas precisas (Lejeune, 1987). Según el Doctor Chevalier, en 1883 ya se habían publicado unos 60 relatos de invertidos (50 de hombres y 10 de mujeres) (Lejeune, 1987: 83). Si nos centramos en tres de ellos, disponibles en publicaciones recientes (Arthur X, Mémoires d’un travesti, prostitué, homosexuel ("La Comtesse", 1850-1861); confessions d’un inverti-né, escrito en 1889 y Georges Apitzsch, Lettres d’un inverti allemand au Docteur Lacassagne 1903-1908), notamos que, aunque presentan puntos de convergencia, desmienten la idea de una figura homogénea del homosexual masculino, permitiendo observar por lo menos dos tipos diferentes cuyas características volveremos a encontrar en las autobiografías de Novo y de Nandino.

El relato de Arthur, llamado "la Condesa", escrito con las modalidades de la novela folletinesca, es un texto que un recluso de 34 años envía al Dr Henri Legludic. Presenta un personaje cercano a la imagen de la loca. Explica el deseo homoerótico recurriendo a las circunstancias familiares: una madre costurera muy protectora que lo deja leer novelas sentimentales, le permite vestirse de niña y lo educa en un ambiente rodeado por actrices de teatro para las que cose. Todo esto induce, según el autor, una predisposición a la inversión, "que más tarde sería una de las causas de mi perdición" (Grojnowski, 2007: 167). Arthur está convencido de que si hubiera tenido un padre más brusco y menos mimos de parte de la madre, su condición hubiera sido diferente: "entre estas naturalezas afeminadas, he observado que muchas fueron educadas por madres demasiado tiernas, viudas sobre todo. Estas madres impiden que el niño cumpla más tarde con los primeros impulsos [heterosexuales] de la naturaleza" (Grojnowski, 2007: 186). La iniciación sensual del joven Arthur se hace a través de los besos que le dan los amigos mayores, de las sesiones masturbatorias con los vecinos y de las relaciones anales a las que lo somete un muchacho mayor. A los 16 años, el hijo del Marqués para quien trabajaba su padre, se enamora de él, se lo lleva a vivir a un departamento y le propone travestirse en mujer: "No me asustaba la cosa; mi naturaleza apasionada, culpable y ya mancillada no me hizo rechazar sus propuestas que podían convertirse en una muerte moral, si las satisfacciones a las que me podía llevar no provocaban mi muerte prematura", confiesa (Grojnowski, 2007: 197). Con Arthur, estamos frente a la figura del homosexual masculino afeminado, pasivo, fuertemente identificado con la imagen de la mujer. Uno de los rasgos particularmente interesantes en el relato de Arthur es su manera de reaccionar lateralmente, es decir sin una voluntad militante abierta, contra la estigmatización social y médica de la que es víctima, mostrando que el ser abyecto que representa socialmente, fruto de un error de la naturaleza, no es peor que el resto de los individuos socialmente decentes:


No quiero buscar excusas a mi vida de corrupción y de desorden, tampoco hacer una generalidad a partir de un error de la naturaleza, pero quiero decir que no soy ni peor, ni más perverso que muchos que creen que pueden despreciarme e insultarme. Mis vicios han sido prematuros, sin lugar a duda, pero no han sido ni más potentes, ni más numerosos que los de muchos hombres. […] En otras circunstancias, mi vida hubiera sido mejor o menos culpable." (Grojnowski, 2007: 190)


En los años 1890, un joven aristócrata italiano de 23 años, manda al escritor francés naturalista Emile Zola un relato autobiográfico, "una confesión" como la llama el autor, para que el novelista se inspire en ella y escriba una novela sobre "una terrible enfermedad del alma". La intención soslayada del joven aristócrata es la de mostrar una verdadera y dramática historia de amor entre dos hombres y demostrar que, contra la fuerte carga de estigmatización social y médica, el amor entre dos hombres puede ser tan natural y tan fuerte como el amor heterosexual, incluso superior: "lo que hacíamos nos pareció siempre muy natural y hablábamos y reíamos antes y después como si cualquier cosa" (Grojnowski, 2007: 136). El sargento de quien se enamora le dice: "Nunca he sentido tanta voluptuosidad con una mujer, sus besos y sus caricias no son ni tan calientes ni tan enamorados" (Grojnowski, 2007: 86). En las relaciones sexuales, descritas detalladamente, el joven aristócrata excluye la penetración por dolorosa y subraya el intercambio tierno de besos y caricias. Emile Zola no se atreve ni a publicar el texto ni a inspirarse en él para la elaboración de una novela sobre la inversión. Envía la confesión al Doctor Laups que la publica en su tratado sobre "taras y venenos, perversión y perversidad sexual". La confesión, como tal era el uso en este tipo de publicación, va precedida de unas observaciones del Doctor sobre inversión:


El autor de esta novela es un invertido nato feminiforma, tipo clásico del malformado, del enfermo. Este ser es una mujer, lo es física y moralmente (aspecto femenino, pelvis ancha, imberbe). Su entorno lo trataba como niña y lo llamaba "mademoiselle". Los órganos genitales son los de un hombre pero los atributos secundarios son los de una mujer. Es un hermafrodita fallido. (Grojnowski, 2007: 56)


La insistencia obsesiva del doctor en el hecho de que el aristócrata es mujer revela la concepción de la homosexualidad como relación heterosexual en la cual uno de los hombres forzosamente es mujer sin serlo biológicamente y esto representa un peligro social porque puede conducir a los hombres verdaderos por el camino del vicio. Cuando el aristócrata se entera de que su confesión, cuyo objetivo no era ser publicada, se halla en un tratado sobre taras, escribe una carta al Doctor Laups para reaccionar contra una serie de contrasentidos:


Hubiera preferido estar en las páginas de una novela y no en un tratado de ciencia médica […] Quiero decirle que se equivoca cuando insinúa que me gusta vestirme de mujer. Se equivoca porque me horrorizan los hombres disfrazados de mujer. Me gusta la elegancia más seria, correcta y masculina. […] Nadie, al verme, podría adivinar mis sentimientos y mi rostro, por encantador que sea, es el de un muchacho hermoso. […] No tengo el aspecto de mujer que a usted le gusta imaginar. Me parezco a un efebo no a una malformación. (Grojnowski, 2007: 136-142).


La reacción del aristócrata, a raíz de la publicación de su relato, es interesante porque muestra las primeras reacciones homosexuales contra un discurso médico impregnado de estereotipos, prejuicios sociales y angustias frente a la homosexualidad, un discurso basado en la idea según la cual el homosexual forma parte de un tercer sexo regido por una inversión genérica (alma de mujer en cuerpo de hombre). Pero si nos fijamos en las descripciones del aristócrata, nos damos cuenta de que hay una especie de ambivalencia entre una fuerte identificación con el referente femenino y una percepción masculina de sí mismo:

-Descripción de sus primeras emociones fuertes a la vista de héroes masculinos de la mitología griega:

"Hubiera querido ser Andrómana para estrechar en mis brazos a Héctor. […] Me gustaba transformarme en mujer, con la imaginación y la belleza que me adornaban, y las aventuras que vivía en mi mente me hacían estremecer de placer" (Grojnowski, 2007: 69)

- Sobre identificación con el referente femenino :

"Siempre me había imaginado ser mujer, y todos mis deseos fueron desde entonces los de una mujer" (Grojnowski, 2007: 70); "Lo que me duele, es no poder recibir su semen en mi cuerpo, porque su semen me parece contener, por así decirlo, lo esencial de su persona. Me aflige esa carencia, en tales momentos deseo con intensidad ser mujer" (Grojnowski, 2007: 109)

- Sobre percepción como hombre :
"Ya no deseé ser mujer, porque sentía esta pasión terrible más sabrosa y agradable que la que puede ofrecer el amor conocido, que además no me atraía" (Grojnowski, 2007: 87).


Como en el relato de Arthur, el joven aristócrata también piensa que, por ser su homosexualidad un error de la naturaleza, no ha de ser condenado por ello:


Y ¿por qué debería avergonzarme de lo que he hecho? ¿No es acaso la Naturaleza la que cometió el primer error y me condenó a una esterilidad eterna? Pudiera haber sido una mujer adorable y adorada, una madre y una esposa irreprochable, y no soy más que un ser incompleto, monstruoso, que sólo desea lo que no está permitido. (Grojnowski, 2007: 102)


Lo que subraya el joven aristócrata es la inadecuación genérica frente a su deseo sexual. En ningún momento plantea la posibilidad de haber sido no una mujer atraída por hombres, sino un hombre atraído por mujeres. No cuestiona, porque posiblemente esté pensado como "natural", su atracción hacia los hombres. El error de la naturaleza es el haber dado cuerpo equivocado a un ser cuya sexualidad innata está orientada hacia el cuerpo masculino y lo que lamenta en fin de cuentas el autor del relato es el no haber sido dotado con los atributos que socialmente tendrían que haber estado en adecuación con su orientación sexual "innata". A finales del siglo XIX, la homosexualidad no puede pensarse fuera de un discurso científico naturalizante y patologizante cuya norma sexual incuestionable es la heterosexualidad.

Las cartas que el aristócrata alemán Georges Apitzsch manda al doctor Lacassagne, a principios del siglo XX, entre las que se halla una "biografía sexual", muestran a un homosexual letrado que se define como invertido/pederasta en constante lucha con sus deseos eróticos. Visita, y lee, a los mejores especialistas europeos en sexualidad, particularmente los que investigan sobre inversión o pederastia: Magnus Hirschfeld (Berlín), Friedrich Salomón Krauss (Viena), Paolo Mantegazza (Italia) y Alexandre Lacassagne (Lyon). La sexualidad, dice, invade toda su vida y todos sus pensamientos. Georges es la figura del hombre viril que "odia", como lo afirma él mismo, a los travestis y a los afeminados. Su propósito es llegar a alcanzar un nivel superior, lejos de las descripciones de la vida homosexual tal y como aparece en la mayoría de las novelas de la época:


¿Por qué no se describe la vida de un invertido serio, de un varón que tiene dignidad y que no quiere asociarse con esos excesos infames y bestiales donde los hombres se vuelven monstruos y locos? […] Hasta ahora, con escasas excepciones, sólo hay fantasías mórbidas porque se ha generalizado una parte de la vida unisexual. (Apitzsch, 2006: carta 17, 23/07/1904)


Su despertar erótico se da a los 6/7 años. Siente particular atracción por los soldados y las botas. Las primeras masturbaciones empiezan a los 14 años y se acompañan de un sentimiento de culpabilidad fomentado por la lectura de un ensayo del Dr. Mantegazza sobre onanismo. Siguiendo la teoría del Dr Lacassagne, piensa que su homosexualidad es congénita y que, por consiguiente, no es curable. También está convencido de que los homosexuales, en tanto seres degenerados no han de tener hijos. Cuenta la anécdota de un hombre casado con quien tenía relaciones sexuales y a quien le tuvo que decir que dejara de embarazar a su mujer (Apitzsch, 2006, carta 11, 05/01/1904). Al contrario de los relatos anteriores, no se describe ninguna relación sexual de manera detallada pero se puede deducir de las dos operaciones del recto mencionadas y de una anécdota en que un soldado lo sodomiza que hay una preferencia por las relaciones anales.

Los tres relatos de invertidos de los cuales acabamos de dar cuenta muestran varios tipos de subjetivaciones homosexuales enmarcadas e influidas por un discurso científico incipiente sobre inversión que se retroalimenta con testimonios de homosexuales. Marcados directa u indirectamente por las teorías sobre la inversión y las conceptualizaciones de un tercer sexo, revelan un vaivén fluctuante entre los polos masculino y femenino dominantes. El caso del aristócrata italiano es el más ambiguo; presenta una identificación movediza entre el deseo de ser mujer y el de asumirse como hombre. En el caso de Arthur, "la Condesa", la identificación, fuertemente vinculada con el polo femenino, se concreta mediante un travestimiento en mujer. En cuanto al aristócrata alemán, su identificación con el polo masculino se construye despreciando a los homosexuales afeminados y travestis.

Como ya señalamos, estos relatos, de los cuales dos articulan una elaboración retórica que podríamos calificar de literaria, no podían alcanzar visibilidad pública sino insertados en tratados de medicina o de criminología. El campo literario francés no estaba todavía preparado para la publicación de autobiografías de homosexuales. Habrá que esperar el año1926 para ver publicada la primera autobiografía de un escritor homosexual, Si le grain ne meurt (Si la semilla no muere) de André Gide, que habla directamente de su revelación homoerótica. La segunda autobiografía de esta índole que se publica en Francia, en 1949, es la de Jean Genet, Journal du voleur (Diario del ladrón) y el hecho de que el autor se asuma abiertamente como loca y pasivo provoca cierto escándalo. Estas autobiografías revelan dos figuras del homosexual masculino: el hombre decente y viril cuyo modelo homoerótico se inspira en los códigos de la pederastia de la Grecia antigua (André Gide) y la figura de la loca o del invertido (Jean Genet) cuyo modelo identitario proviene de las teorías sobre el tercer sexo en las que se inspiró por ejemplo el escritor Marcel Proust para poner en escena, en varias de sus novelas, al personaje de Charlus, prototipo del invertido afeminado.

Es sabido que el grupo artístico y literario mexicano de Los Contemporáneos leía a los escritores homosexuales franceses cuya obra abordaba explícitamente las relaciones homoeróticas (Jean Lorrain, Marcel Proust, André Gide, Jean Cocteau). Posiblemente hayan contribuido estos autores al impulso autobiográfico de Salvador Novo. Escrita en 1945, La estatua de sal no se inscribe inmediatamente en el campo literario mexicano, sólo se publica oficial y anacrónicamente en 1998. Tuvo, como se sabe, difusión marginal y parcial en los Cuardenos del Frente Homosexual de Acción revolucionaria en 1979 y 1980. Carlos Monsiváis en "Un mundo soslayado" [1998], prefacio de la novela de Novo, intenta explicar por qué se pospuso tanto tiempo la publicación:


Por razones muy atendibles (atizar el desprestigio es incurrir en riesgos múltiples), la idea de confesarse en público ante un horizonte de lectores conocidos y desconocidos es en principio vivir ante sí mismo la absoluta desnudez anímica. El proyecto del libro se abandona, y al hacerlo, Novo, muy posiblemente, renuncia a su prosa más viva y personal. (Monsiváis, 2008: 68)


La advertencia en la edición del Fondo de Cultura Económica (2008) da otra explicación: "Durante veinte años [de 1954 a 1974] la edición de estas memorias íntimas se fue aplazando […] por la posibilidad de que el escritor las continuara." (Novo, 2008: 10). La razón que me parece más plausible es que en la década de 1940, en plena institucionalización del poder revolucionario y valoración de una mexicanidad nacionalista y heteronormada, el campo literario mexicano, por una parte, no estaba listo para publicar, por "contrarrevolucionarias", obras de escritores homosexuales que revelaban, como lo hace Salvador Novo, una red extensa de relaciones homoeróticas donde se hallan implicadas todas las categorías sociales (chóferes, policías, soldados, políticos, secretarios, estudiantes, etc.), y, por otra parte, un escritor con cargos oficiales sólo hubiera podido inscribir su obra en las letras mexicanas marginándose socialmente y sacrificando su carrera política, cosa a la que Novo no parecía estar dispuesto. Esto nos condena a valorar la aportación de Salvador Novo fuera del contexto de recepción para el que inicialmente podía haber estado ideado y nos obliga a leer La estatua de sal, en tanto presentación y concepción del cuerpo homosexual, como archivo. Un archivo sumamente interesante por su elaboración como proyecto literario y revelación de "un mundo soslayado" en las primeras décadas del siglo XX. Interesante porque propone, avant la lettre, una concepción queer del cuerpo homosexual como lo veremos más adelante.

También puede considerarse la autobiografía de Elías Nandino, Juntando mis pasos, palimpsesto, por no decir "plagio", de Elías Nandino: Una vida no/velada que el poeta desautorizó, como archivo de una concepción del cuerpo homosexual y de la homosexualidad influidos por las teorías sobre el tercer sexo y por las aportaciones de Freud que, en los años 1980 y 2000, ya habían caducado. Contrariamente a Salvador Novo, Elías Nandino no parece concebir su autobiografía como proyecto literario sino como testimonio "militante" (en Elías Nandino: una vida no/velada) o, de manera más neutra, como una confesión para difundir en la sociedad unos conocimientos médicos y personales acerca, se deduce, de la homosexualidad (en Juntando mis pasos):


Elías Nandino: una vida no/velada:

Quiero que estas confesiones ayuden a que dentro de la sociedad la gente tenga libertades; que pueda vivir y ser como piense es mejor, sin tener que simular para evitar el juicio de los demás, como muchas personas con quienes tuve trato amistoso o médico
Esta serie de cosas raras, y a veces hasta fatales, que la hipocresía va creando […] es mejor que se terminen, y a eso quiero contribuir a través de mi historia. (Aguilar, 1986: 16)

Juntando mis pasos:

Al escribir esta biografía no me lleva ninguna intención publicitaria o cínica. Si la hago es obligado por todos los conocimientos que obtuve en mi carrera médica y en mi vida, gozada y sufrida principalmente en la ciudad de México. (Nandino, 2000: XV)


La confesión testimonial de Nandino es la de un homosexual que se formó en periodo revolucionario y cuya concepción de la homosexualidad está impregnada de ciertos rasgos que en el 2000 podían leerse, si no como muestra de una especie de homofobia internalizada, por lo menos como ecos de una moral religiosa y de una visión naturalizante de la sexualidad contra las que estaban luchando los movimientos de liberación homosexual de los años 1970 y 1980 -y a los que en ningún momento alude el poeta-:


Los dos llegamos a entender [Elías Nandino y un amante] que el amor homosexual tiene sus límites, que hay un momento en que ya no puede existir, que por ley natural el hombre busca el apoyo moral de la esposa y el amor indescifrable de los hijos. (Nandino, 2000: 158)


La inscripción en el campo literario mexicano de las dos autobiografías de Elías Nandino, que pretenden explicar, a partir de una guía de interpretación católico-freudiana, lo que es la homosexualidad, cuando la literatura y la ensayística con temática gay, a través de representantes tan contemporáneos e innovadores como Luis Zapata (El vampiro de la colonia Roma, 1979; Melodrama, 1983), José Joaquín Blanco ("Ojos que da pánico soñar", 1979, Las púberes canéforas, 1984), José Rafael Calva (Utopía gay, 1983), Jorge López Páez ("Doña Herlinda y su hijo", 1984), por ejemplo, ya habían abandonado ese tipo de explicación, es obviamente anacrónica. La homosexualidad, como bien señalaba José Joaquín Blanco en 1979, ya no tenía esencia sino historia y es en tanto documento histórico cómo ha de considerarse y vamos a considerar el texto de Elías Nandino.




II. Revelar: el comercio de los cuerpos en México en tiempos de los Contemporáneos



La sexualidad, el placer que procura el propio cuerpo y el cuerpo del otro, es un eje centrípeto que rige la vida personal, social y artística de Salvador Novo y de Elías Nandino; es incluso el elemento que da origen a la elaboración de las autobiografías. Como en los relatos de invertidos europeos, los textos de ambos autores toman la forma, desde las primeras páginas, de una "biografía sexual":


De esa época [cuando Novo tenía entre 5 y 6 años] datan mis primeros recuerdos sexuales. […] Había en casa un mocito, de nombre Samuel, con quien me ponía a jugar. […] Cuando jugaba con aquel chico, yo proponía que el juego consistiera en que fuéramos madre e hijo, y él entonces tenía que chupar mi seno derecho con sus labios duros y su lengua erecta. Aquella caricia me llenaba de un extraño placer, que no volví a encontrar sino cuando muchos años más tarde, al sucumbir a la exclusividad de su tumescencia, retrajo a mi recuerdo aquella primera y quizá definitiva experiencia, que a toda la distancia de su adquisición como forma predilecta de mi libido adulta, puede haber sido el trauma original que la explique. (Novo, 2008: 78)

Mi grupito de amigos y yo escogimos un lugar muy escondido, donde platicábamos, comíamos tamarindo con sal y muchas veces, nos medíamos los pipís para ver quién lo tenía más grande. Al mayor de todos le gustaba chuparnos el pipí. (Nandino, 2000: 4)
Lencho permanecía en una esquina, viéndonos nadar y flotando en el agua. Cuando yo llegaba a su lado, me pellizcaba los muslos. A mí me gustaba que lo hiciera, y cada vuelta subía más la mano hasta que me acariciaba el pipí. Eso se repitió muchas veces hasta que, bien lo recuerdo, se enderezó mi pipí y entonces, ya intencionalmente, su manota me lo agarraba. […] En el camino, a pesar de mi prisa, recordaba lo que me hacía Lencho y me desconcertaba con gusto y con cierto miedo. (Nandino, 2000: 13)


Estos extractos, sacados de las primeras páginas, ya marcan una clara diferencia entre ambos autores. Salvador Novo, con la vestidura discursiva del psicoanálisis freudiano, para retomar una expresión del crítico Héctor Domínguez (2001), identifica una de las primeras fuentes de su libido en la zona erógena del seno que califica, presa del discurso interpretativo freudiano, de "trauma". En el juego con su amiguito queda clara la identificación desenfadada y gozosa con el polo femenino, tanto más gozosa que le permite desdoblarse y verse/sentirse gozar con su propio cuerpo: él es la madre que goza y da placer a Samuel, figura especular y narcisista de sí mismo. Veremos cómo la sexualidad de Novo representa una verdadera trasgresión y subversión frente a los códigos de la masculinidad en vigor. Elías Nandino, que afirma haber iniciado a los Contemporáneos al psicoanálisis, centra su libido en el pene y en los juegos viriles ("medirse el pipí"), dejando claro que su despertar sexual, aunque homoérotico, está en conformidad con los códigos de la masculinidad. Veremos cómo todo lo que se aleja de dichos códigos provoca en él una especie de pánico y rechazo visceral.





Salvador Novo: si me caliento me introduzco el dedo (Soneto XI, Sátiras, 1955)
 


La elección del ano, contra la predominancia masculina del pene, como fuente de placer y marca de inversión sexual, parece ser inducida, de manera graciosa, "literaria" y algo delirante, desde la infancia, por la madre, en una iniciación anatómica peculiar. Cuenta el autor:


Una tarde, [el profesor particular] se decidió a acariciarme, y llevó su mano a mi bragueta. Con gran cautela, me preguntó cómo se llamaba aquello. Yo le respondí que el ano, porque ése era el nombre que mi madre me había enseñado a darle al pene. Como no pareció conforme con aquella alteración de la nomenclatura anatómica, por la noche traté de certificarla con mi madre, y le referí la enseñanza del profesor. Es bastante posible que su discrepancia haya provocado su despido. (Novo, 2008: 84)

La autobiografía es, como se sabe, una reconstrucción, una reorganización del pasado a partir del presente. Consiste en recurrir a la memoria para justificar o explicar rasgos identitarios de la vida adulta. No es casual que Novo le dé particular énfasis a las anécdotas vinculadas con las zonas erógenas predilectas en la satisfacción sexual (pecho, boca, ano). Para Salvador Novo, el pene y su función eyaculatoria no fueron determinantes en el descubrimiento de su sexualidad. Dice:


Mi primera eyaculación no ocurrió así por los frotamientos habituales del autoerotismo, sino en condiciones peculiares de angustia, sin erección ni tumescencia, cuando una vez me hallaba a punto de abordar un tranvía para regresar a casa, y no pude, por más que corrí, alcanzarlo. Un complejo de ansiedad, de prisa, de desesperación casi, se apoderó de mí, puso en extraña tensión mis muslos, que oprimían mis testículos, y provocó una descarga eléctrica, húmeda, que no relacioné para nada con mis ensoñaciones sexuales frente a las láminas de la fisiología del matrimonio. (Novo: 2008: 108)

El hecho de que el pene no cumpla con las funciones que la ciencia sexual le asigna (erección vinculada al deseo, eyaculación orgásmica), en una sociedad falocentrada, constituye una trasgresión a la normalidad y sitúa a quien experimenta dicha anormalidad en el campo de la patología. En el caso de Salvador Novo, siguiendo su interpretación, la patología es doble: la eyaculación se produce sin erección y no está motivada por el sexo femenino. Atrapado en un discurso heteronormado todopoderoso, al cual de cierta forma contribuye una interpretación particular de las teorías freudianas, le es inconcebible pensar que sus primeras manifestaciones sexuales homo-orientadas puedan constituir una alternativa normal. Menciona, por ejemplo, dos circunstancias de encuentro con el sexo opuesto que podían haber "orientado ortodoxamente el cauce" de su "libido en desarrollo" (Novo, 2008: 108-109). La homosexualidad está percibida como una desviación de la norma, un incidente en el desarrollo de la libido, provocados por una historia familiar anormal donde el padre fracasa en la lucha por la conquista del hijo: ¿Serviría hoy de otra cosa que de un inútil y tardío desagravio a su memoria pensar en cómo pudo de otra manera realizarse mi vida, si en la lucha por mí hubiera triunfado mi padre? (Novo: 2008: 114), se pregunta Salvado Novo, imaginándose rodeado por sus hijos virtuales y dueño del despacho paterno cuyo rótulo marcaría una filiación perfecta "Andrés Novo e hijo". El padre acaba por convertirse en una figura "encorvada, derrotada, débil y triste" (Novo, 2008: 113), una figura que "estorbaba, se hallaba fuera de lugar, sobraba" (Novo, 2008: 113).

Frente al fracaso del padre, en parte responsable de la inversión sexual del hijo, Novo parece optar por exhibir/desinhibir lo que socialmente hace de él un ser anormal pero sexualmente satisfecho. En su autobiografía no duda en describir directamente, con el tono humorístico y sarcástico que caracteriza su escritura, a veces incluso de manera hiperbólica, los encuentros en los que el coito anal ocupa un lugar central y lúdico:


Al sentirme penetrado en un acto que imaginaba equivalente a la desfloración […] pero que en la realidad de mi carne, guardaba apenas una molesta semejanza con la introducción de las cánulas para enemas a que me sometían en casa cuando enfermaba. Y ni vi, ni toqué su pene. (Novo, 2008: 111)

Uno de estos señores era el diputado Ignacio Moctezuma. Vivía en el hotel Iturbide y tenía por amante a un muchacho deportista de origen alemán, Augusto Fink, cuya verga descomunal sólo Nacho Moctezuma podía jactarse de admitir. (Novo, 2008: 165)

Su fealdad me fue tan inmediatamente repulsiva como su incongruente descaro. Le pregunté si le gustaba no sé ya qué poeta; y "Lo que a mí me gusta es que me penetren duro" – dijo con su belfo grueso y amoratado. (Novo, 2008: 167)

[…] me encerró una tarde con un tipo que acababa de hacer estallar una bomba en la embajada norteamericana: feo, pero dueño de una herramienta tan descomunal que no era fácil hallarle acomodo. La Golondrina me retó, y acepté su desafío. Acompañada por curiosos testigos, me encerró con el anarquista, se alejó, volvió al rato, asomó la aquilina cabeza y preguntó: "¿Ya?" "Ya". "¿Toda?" "Sí." Y dirigiéndose a los testigos que lo acompañaban, con solemne entonación de Papa Habemus, proclamó: ¡Toda! (Novo, 2008: 170)

[…] la verga de Agustín Fink, positivamente igual en diámetro a una lata de salmón. Consciente de su gigantismo, la introducía cautelosamente dormida y bien forrada del lubricante […] la vaselina. Pero una vez adentro, se abría como un paraguas, estrellaba la estrechez de su cautiverio. (Novo, 2008: 182)



La valoración y exhibición textual del ano como zona erógena, cuando la ciencia y el imaginario colectivo lo limitan exclusivamente a la expulsión fecal, no deja de ser una postura altamente provocadora y transgresiva de parte de Salvador Novo en los años 1940. Y es con una especie de placer jubiloso y orgulloso como parece mostrar y reivindicar una sexualidad estigmatizada que le procura un doble placer: el placer de la carne y el placer de revelar física y discursivamente lo que socialmente debería ocultarse. La exhibición de su inversión sexual, caracterizada por un fuerte afeminamiento e identificación con imágenes femeninas – cuenta que en varias ocasiones le hubiera gustado ser una mujer para poder besar y acariciar los cuerpos varoniles de sus actores favoritos- recuerda la argumentación desarrollada por el aristócrata italiano de la cual dimos cuenta en la primera parte de este artículo. En el caso de Novo, como en el caso del aristócrata italiano, la única manera de poner en adecuación su deseo hacia los cuerpos masculinos y ejercer en ellos una seducción, en aquella sociedad tan rígidamente marcada por asignaciones genéricas incuestionables, es adoptando las marcas del género opuesto: "Coqueteaba con los hombres como si él fuera una mujer, y nosotros éramos discretos", cuenta Elías Nandino en Juntando mis pasos (2000: 60). Pero Novo no lleva su afeminamiento hasta lo que hoy llamaríamos transgeneridad. El afeminamiento de Novo (cejas depiladas, maquillaje, uso de pelucas, gestos amanerados) rompe con la coherencia que la sociedad de principios del siglo XX espera de un cuerpo alto, ancho y varonil. El cuerpo de Novo es un texto orgánico que se escabulle, que se burla incluso, de los códigos de la masculinidad, que provoca un extrañamiento y una desestabilización social pero que no puede inscribirse, hacerse visible, en la década de 1940, en el campo literario mexicano. El cuerpo de Novo se limita a ser un texto socialmente Queer avant la lettre que infunde una especie de pánico repulsivo, incluso en escritores y amigos como Elías Nandino: "[…] Se valía de su cuerpo y de su fama para cierto cinismo exagerado. Su afeminamiento era un poquito ridículo, como si un elefante quisiera hacer jotería" (Nandino, 2000: 74); "[…] al conocer a Xavier Villaurrutia, a Salvador Novo y a Carlos Pellicer, conseguí mi prestigio y desprestigio, porque ya socialmente ellos estaban señalados como homosexuales" (Nandino, 2000: XVI).
Cuerpos afeminados en busca de cuerpos fuertemente masculinos pueblan las páginas de La estatua de sal. Un comercio dinámico, incesante, orgiástico, abundante de cuerpos ávidos de placer sexual, una red urbana de hombres que seducen a hombres, que cogen con hombres, cualquiera que sea su clase social, espacios sociales que funcionan como heterotopías del deseo homoerótico (calles, cantinas, salones de baile, cines, cuartos de servicio, casas burguesas, etc.) es lo que describe de manera alucinante la autobiografía de Novo. Un mundo "soslayado" tan extenso que uno acaba preguntándose cómo es posible que la heterosexualidad sea la norma dominante cuando lo que parece mover a los hombres es el deseo homosexual. La estatua de sal revela, en el sentido fotográfico de la palabra, la imagen en negativo que oculta el discurso heteronormado dominante. Según Héctor Domínguez, "la escritura se concibe como un desafío, un espacio en el que el sujeto se exhibe y con ello expone la ley que ha impuesto su abyección" (Domínguez, 2001: 139). Novo muestra también cómo el mundo socialmente ordenado, regido por una heterosexualidad coercitiva, produce en cierto modo una especie de resistencia, que podríamos calificar de pasiva, al discurso dominante. Y esta resistencia, revelada por la escritura, establece "una seducción en los términos en que de Baudrillard los entiende: someter el discurso de la ley al discurso de las apariencias, destruir los valores de verdad y establecer los del juego de los signos, la ejecución del discurso de la vestidura" (Domínguez, 2001: 144). El lector descubre cómo "los estudios" de los alcahuetes afeminados (La madre Maza, La Golondrina, Chucha Cojines, etc.) se convierten en espacio de sociabilidad homoerótica y de comercio sexual :


[…] En aquellos "estudios" conocí a casi toda la fauna de la época: al padre Vallejo Macouzet, llamado Sor Demonio, […] famoso por la clientela de cadetes que le visitaban en su iglesia de Santo Domingo; al padre Garbuno […], al licenciado Marmolejo […] que sacaba de un cajón […] la almohada que echaba al suelo para acostarse con los muchachos y eructar sobre ellos; y a la Diosa de Agua, anticuario, casado, con hijos grandes y nietos numerosos, pero persuadido de que sus conquistas se enamoraban locamente de él.

Por ahí andaba, caza de clientela o de surtido, La Madre Maza – que nunca se acostaba con la mercancía que procuraba para sus compradores, supervivientes refinados del porfirismo. Abordaba a los muchachos […] y una vez en su cuarto, tomaba con una cinta métrica la medida de su verga, y les abría las puertas de una circulación perentoria, pero inmediatamente lucrativa, entre sus contados y ricos clientes. (Novo, 2008, 162-163)


Los homosexuales decentes (militares, sacerdotes, diputados, embajadores, licenciados, maestros, artistas, bomberos, etc.), cuyos nombres Novo no duda en revelar (Jaime Torres Bodet, escritor y futuro Secretario de Educación Pública; Bernardo Ortiz de Montellano, poeta; Genaro Estrada, Ministro y Embajador de México que tuvo que casarse para salvar las apariencias) optan por la máscara de una heterosexualidad o virilidad superficial para tener la fiesta en paz y recurren a las redes de alcahuetes para comprar los cuerpos masculinos tan deseados. En la Estatua de sal, el comercio homosexual de los cuerpos parece darse en una especie de armonía social, en complicidad con las instancias del poder político y judicial, incluso religioso, que participan activamente en su realización. Ninguna mención de redadas policiales, ninguna detención, y aunque se evoque de vez en cuando las reacciones de repulsión social, esto no impide una vida homosexual intensa. La estatua de sal podría leerse finalmente como el lugar textual y fantaseado de una utopía (homo)sexual.



Elías Nandino : "Yo pertenezco netamente al sexo intermedio, con preponderancia al masculinismo"
 

La autobiografía de Elías Nandino conjuga una observación clínica de la homosexualidad, y en particular de la suya, y una transfiguración poética de los encuentros con el cuerpo varonil de sus amantes. Escrita cuando el poeta tiene más de 80 años, abarca un periodo que se extiende de los años 1900 a 1980. De cierto modo se puede leer a la vez como complemento de la autobiografía de Salvador Novo. También como contrapunto a la imagen afeminada presentada en La estatua de sal. Por otra parte, Elías Nandino se extiende mucho más que Salvador Novo en las prácticas homoeróticas en medio rural (su infancia y su iniciación sexual ocurrieron en el pueblo jalisciense de Cocula).

Como ya señalamos, el pene va a ser la zona erógena predilecta del joven Elías. En su recuerdo algo confuso, el descubrimiento infantil de la masturbación parece haber sido inducido por su amiguito Lencho (Nandino, 2000 : 12-14) y el gusto precoz y predominante por la penetración, lo descubre y lo ejerce con los animales domésticos que están a su alcance (chivas y gallinas). Cuenta, de manera muy divertida, cómo una gallina, a la que estaba penetrando, se le murió en las manos y cómo una chiva, de la que se enamoró y con la que tenía relaciones sexuales, le fue servida en birria cuando su padre se enteró del asunto. La valoración del pene parece construirse contra una imagen dolorosa y angustiante vinculada al ano. Las primeras palizas del padre provocan un dolor acompañado de una expulsión fecal: "Mi padre […] se acabó la tabla golpeándome la espalda. Yo pegué de gritos, me revolqué y me batí en mis propias heces por los dolores" (Nandino, 200: 21); "[…] mi padre empezó a pegarme con la cuarta del caballo y a darme de patadas […].Yo gritaba y lloraba fuerte y como de costumbre defequé en mi cuerpo." (Nandino, 2000: 23). En varias ocasiones describe de manera clínica, y algo delirante, los incidentes vinculados al uso del ano como zona erógena: "En los exámenes clínicos me fui dando cuenta de todos los peligros al ejercer los deleites practicando con los órganos funciones diferentes a las que están destinados." (Nandino, 2000: XVI). Marcado por el discurso biologizante dominante y a pesar de una lectura atenta de las teorías sobre sexualidad de Freud, el doctor Nandino parece no poder concebir que el ano, asociado en su recuerdo con situaciones de dolor, pueda servir a otra cosa que a defecar. Están en su memoria las sensaciones desagradables cuando los sacerdotes le "succionaban" el ano (Nandino, 2000: 39), la imagen de un sastre que quiso violarlo ("Me sacó su cosa, que era enorme, e intentó voltearme. Sentí horror, asco. […] Desde entonces nunca me gustó ocupar el lugar pasivo" (Aguilar, 1986: 34)) y algunos intentos de relación pasiva que provocaron hemorragia.

Como Salvador Novo, Elías Nandino intenta dar una explicación etiológica a su homosexualidad bajo el prisma freudiano (una madre a quien ama con fugacidad y un padre excesivamente autoritario pero ausente) aunque a veces parece convencido de que es innata ("Nadie sabe el conjunto de dificultades que tiene un hombre que nació marcado con ese destino que es incurable. [la cursiva es mía]" (Nandino, 2000: 56) o "Mi homosexualidad es auténtica; nací con ella en mis huesos y en mi carne" (Nandino, 2000: 57)). Un constante vaivén entre una explicación psicoanalítica que plantea la homosexualidad como resultado de un fracaso en la educación parental, y unas concepciones decimonónicas sobre inversión sexual, tercer sexo y degeneración.

La autobiografía revela paralelamente, y como documento histórico me parece muy interesente, las prácticas homoeróticas que se daban en los pueblos a principios del siglo XX. Caricias, besos, masturbaciones entre los alumnos y una iniciación sexual forzada a cargo de unos sacerdotes, bien surtidos en cuerpos adolescentes, que más bien parecen avatares iconoclastas de los antiguos pederastas griegos:


[…] me fijaba en los mancebos que andaban con los sacerdotes, para ir a lo seguro. Fue así cómo yo tenía mi harén particular en los pesebres de los corrales adyacentes a una huerta de mi padre. […] Estoy seguro que esos padres violaron más mancebos que mujeres. Pedro Zamora, el sanguinario cabecilla que operaba desde Sayula hasta Autlán en sus constantes correrías. Naturalmente, aquéllos están sepultados como santos en el interior de la iglesia. (Nandino, 2000: 40)


Frente a una sexualidad conflictiva y socialmente abyecta, llena de remordimientos y angustias, Nandino expone, al contrario de Novo, un cuerpo homosexual virilizado y sobre todo invisible -"discreto" como dice él mismo-, para una clase media decente. La resemantización de su homosexualidad como orientación sexual dignificada, la va a escribir/inscribir en los cuerpos mismos de los amantes. "Procuré que cada acto sexual fuera la semilla de la que germinara un poema" (Aguilar, 1986: 15), dice. El cuerpo del amante se convierte en una especie de página orgánica en la que Nandino proyecta una doble fantasía: la de un Pigmalión que "trabaja", "pule", "educa", "viste" la belleza del efebo y le da "ritmo como lo hacía con un poema" (Nandino, 2000: 158; 178) y la un padre ideal que satisface una paternidad "trunca" e incestuosa. En Juntando mis pasos, Nandino recurre a nombres altamente significativos para recordar a los amantes más importantes. Varios capítulos llevan el nombre del efebo evocado: Orfeo, Alcibíades, Apolo, Hermes, Patroclo, Ulises. Héroes viriles, guerreros de una Grecia mitificada que revelan lateralmente un complejo de inferioridad socio-sexual contra el que el poeta parece luchar, recurriendo a un intertexto cultural elitista, como si paralelamente quisiera superar un complejo literario: "Realmente yo no pertenecí al grupo de los "Contemporáneos" porque desde un principio me marginaron, pensaron que yo era un diletante, que mi vocación poética sólo era entusiasmo. […] Siempre me mostraron un desinterés y una débil crítica" (Nandino, 2000: 63). Cuando se trata de describir al amante en tanto objeto sexual, éste se transfigura en un hijo erotizado con el que Nandino satisface sus pulsiones incestuosas:


Los amé no solamente como amantes, sino como hijos y, más, con la horrible y maravillosa sensación de que cometía incesto". (Nandino, 2000: 159)
Poco a poco, del beso puro pasaría al beso lenguado, hasta que llegara el momento en que pudiera sentir el placer de cometer un incesto, de violarlo saboreando el deleite del remordimiento. El homosexualismo tiene como aliciente saber que hacemos lo prohibido, y si a lo prohibido añadimos el incesto, es como juntar el cielo y el infierno". (Nandino, 2000: 179)


Los dos fragmentos citados acarrean ingredientes para una lectura interpretativa en clave psicoanalítica, sobre todo si los relacionamos con la imagen de aquel padre autoritario, cruel, figura de la Ley coercitiva que prohíbe al hijo identificarse con la madre (rechazo de lo afeminado) y lo castiga violentamente cuando se aparta de las normas en vigor, condenándolo a ser una figura especular de la autoridad paterna en sus actos sexuales. Me parece más pertinente apuntar lo que socialmente revelan del cuerpo homosexual tal y como parecen concebirlo ciertos homosexuales mexicanos en la primera mitad del siglo XX: un cuerpo marcado por la abyección a la que lo condena un discurso dominante que le reprocha el no responder a los imperativos genésicos pero que, al mismo tiempo, le prohíbe la reproducción; un cuerpo socialmente dócil que goza maravillosamente de una sexualidad alternativa pero que, al haber internalizado las reglas dictadas por el discurso nacionalista, no consigue la coherencia que se espera de él.

Si la Estatua de sal puede leerse como el lugar textual y fantaseado de una utopía homosexual donde circulan libremente los cuerpos en busca de sexo, Juntando mis pasos, al contrario, multiplica los signos de una distopía homosexual: chantaje, golpes, remordimientos, angustias, frustraciones, reacciones sociales injuriosas, lucha permanente para conseguir cierta tranquilidad. Nandino nos presenta una sociedad hipócrita y despiadada en la que la vida de un homosexual, relegada en los sótanos clandestinos de la vida social, para retomar una expresión de José Joaquín Blanco (1979), puede convertirse en un infierno.




Consideraciones finales


"Es innegable", dice Antonio Marquet, "que La estatua de sal saca al discurso homosexual del terreno médico […] aunque Novo habla con la ayuda de términos que le proporcionan ese discurso" (Marquet, 2001: 47, nota 4). Efectivamente, la difusión del discurso homosexual producido por homosexuales fue en un primer momento, como lo vimos en la primera parte, incitada por el propio discurso médico. Incluso se puede decir que permitió, sin proponérselo, la "liberación" de la palabra homosexual y su consiguiente elaboración literaria.

Novo elabora su obra desde la trasgresión que supone ser un ciudadano sin lugar en la sociedad. Exhibe e impone su cuerpo estigmatizado como si fuera un texto orgánico que Beatriz Preciado calificaría de "contra-sexual". Saca, como señala Antonio Marquet, al discurso homosexual del discurso médico pero le es imposible sacarlo del closet literario en los años 1940. Elías Nandino parece hacer lo contrario. Ubica al cuerpo homosexual dentro del discurso médico y lo hace invisible socialmente. Cuando lo saca del closet literario, en una especie de postura militante, su percepción de la homosexualidad, marcada por consideraciones decimonónicas sobre inversión sexual e impregnada de una lectura psicoanalítica conservadora, no puede contribuir ni a un conocimiento científico del deseo homosexual ni a su reconocimiento social. Ya está en marcha, desde finales de los años 1970, un movimiento de liberación gay radical que empieza a cuestionar los fundamentos de la heterosexualidad como norma exclusiva.

Si es cierto lo que afirma Carlos Monsiváis, en el prefacio a La estatua de sal, "Según las clasificaciones rígidas, hasta fechas recientes sólo se localizan en México dos tipos de homosexuales: el joto de tortería o de burdel y el maricón de sociedad. Los demás resultan sombras huidizas." (Novo, 2008:32), entonces las autobiografías de Novo y Nandino rescatan, dándoles cuerpos y rostros, esas sombras que hubieran desaparecido de la historia de la homosexualidad en tiempos de los Contemporáneos.



 

Bibliografía



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Elias Nandino.

Nació en Cocula, Jalisco, el 19 de abril de 1900; murió el 2 de octubre de 1993. Poeta. Estudió medicina en la Escuela Nacional de Medicina. Editor y director de Estaciones, Cuadernos de Bellas Artes, Allis Vivere, México Nuevo y Campo Abierto. Perteneció al grupo de Los Contemporáneos. Miembro de las sociedades de Traumatología de la Cruz Verde y de la de Cirugía del Hospital Juárez. Publicó seis números de la colección de Cuadernos de México, entre las que destacan: Villaurrutia (Poesía), Usigli (Teatro), Samuel Ramos (Filosofía), Carlos Luquín (poesía), Antología poética (de Salvador Novo). Colaboró en América, El Universal Ilustrado, Metáfora, Summa, y Xallixtlico. Premio Nacional de Poesía de Aguascalientes 1979 en reconocimiento a su obra poética. Premio Jalisco 1981. Premio Nacional de Literatura 1982. Medalla José Clemente Orozco 1989. Una selección de sus textos se incluye en la compilación Premio de Poesía Aguascalientes 30 años, 1978-1987, Joaquín Mortiz/Gob. del Edo. de Aguascalientes/INBA, 1997.

Obra publicada

Autobiografía: Juntando mis pasos, (e.p.), Aldus, La Torre Inclinada, 2000.
Poesía: Espiral, Norte, 1928. || Color de ausencia, Norte, 1932. || Eco, Mundial, 1934. || Río de sombra, Mundial, 1935. || Sonetos, Ángel Chapero, 1937. || Suicidio lento, Ángel Chapero, 1937. || Poemas árboles, Norte, 1938. || Nuevos sonetos, Cuadernos México Nuevo, 1939. || Espejo de mi muerte, Isla, 1945. || Poesía I. 1924-1945, Nueva Voz, 1947. || Poesía II, Nueva Voz, 1949. || Naufragio de la duda (sonetos), Nueva Voz, 1950. || Triángulo de silencios, Guaranía, 1953. || Nocturna summa, FCE, Tezontle, 1955. || Nocturno amor (doce sonetos), Cuadernos del Unicornio, Colección Literaria Juan José Arreola, núm. 9, 1958. || Nocturno día, Estaciones, 1959. || Nocturna palabra, FCE, Letras Mexicanas, núm. 60, 1960. || Poeme de ma parole, Profils Poétiques des Pay Latins, París, 1961. || Eternidad del polvo, Joaquín Mortiz, 1970. || Cerca de lo lejos, FCE, 1979. || Conversación con el mar, Cuarto Menguante, Guadalajara, 1982. || Costumbre de morir a diario, Departamento de Bellas Artes de Jalisco, 1982. || Medio rostro de una vida (1916-1948), Colomos, 1982. || Antología poética 1924-1982, Domés, 1983. || Erotismo al rojo blanco, Domés, 1983. || Todos mis nocturnos, Ayuntamiento de Guadalajara, 1988. || Ciclos terrenales, 1989. || Nocturnos intemporales, UNAM, 1990. || Eternidad del polvo/Nocturna palabra, CONACULTA, 1991. || La noche y la poesía, CONACULTA/INBA, Nuestras Escrituras, 1992. || Banquete íntimo, Secretaría de Cultura de Jalisco, Escritura en Marcha, 1993.
http://www.literatura.bellasartes.gob.mx/acervos/index.php/catalogo-biobibliografico/1125
Si hubieras sido tú Por Elías Nandino
a Xavier Villaurrutia

Si hubieras sido tú, lo que en las sombras, anoche,
bajó por la escalera del silencio
y se posó a mi lado,
para crear el cauce de acentos en vacío
que, me imagino, será el lenguaje de los muertos.
Si hubieras sido tú, de verdad, la nube sola
que detuvo su viaje debajo de mis sábanas
y se amoldó a mi piel
de una manera leve, brisa, aroma,
casi contacto angelical soñado...
Si hubieras sido tú,
lo que apartando la quietud oscura
se apareció, tal como si fuera tu dibujo
espiritual que quiso convencerme
de que sigues, sin cuerpo, viviendo en la otra vida.
Si hubieras sido tú la voz callada
que se infiltró en la voz de mi conciencia,
buscando incorporarte en la palabra
surgida de tu muerte, por mis labios.
Si hubieras sido tú lo que en mi sueño
descendió como bruma, poco a poco,
y me fue encarcelando
en una vaga túnica de vuelo fallecido…
Si hubieras sido tú la llama
que inquemante pasó por mi desvelo
sin conmover el lago del azoro,
igual que en el espejo se sumerge
la imagen, sin herirle
el límpido frescor de su epidermis.
Si hubieras sido tú...
Pero nuestros sentidos
no pueden identificar las ánimas.
Los muertos, si es que vuelven, han perdido
todo lo que pudiera
darnos el goce de reconocerlos.
¿Quién más pudo venir a visitarme?

 

sábado, 8 de febrero de 2014

OPINIÓN:UNA FIESTA DIONISÍACA PERO SIN FAUNO.

OPINIÓN:
UNA FIESTA DIONISÍACA PERO SIN FAUNO.
Ayer se otorgaron los Premios Nacionales de Literatura Aquileo J Echeverría 2013.
Muy satisfecho con la mayoría de los ganadores. Una vez más se evidencia que en Costa Rica las generaciones más... viejas de escritores aun están vigentes. Que la experiencia y el conocimiento literario no se puede improvisar, que no es un asunto de leer a dos norteamericanos escritores que estén en boga y, lanzarse a la creación literaria como un sabelotodo con cámara en mano.
O peor aún, crear un blog proclamando con autobombo que su propia literatura es la mejor del país como la de sus compinches. Han sido descartados otro año más para ser merecedores del Premio Nacional, El ninguneo que practican con furor o, su poca nobleza de corazón para sus criticas maledicentes ha fracasado de nuevo para este grupo de desalmados que yo les llamo: bandoleros literarios. Pero, en definitiva la buena literatura ha prevalecido una vez más. Y el autobombo como sus lacayos siguen en una fiesta dionisíaca pero sin faunos y sin vino.
 
J.Méndez-Limbrick.

martes, 4 de febrero de 2014

Carlos Fuentes presenta una de sus últimas novelas: VLAD.




Drácula se muda a la Ciudad de México
Leda Rendón
Carlos Fuentes, Vlad, Alfaguara, México, 2010, 112 pp.

Quién mejor que Guillermo del Toro, hom -
bre apasionado por el tema de los vampi -
ros desde su primera película Cronos, para
presentar en la Feria Internacional del Libro
de Guadalajara Vlad, el más reciente libro de
Carlos Fuentes. La novela es un homenaje
a Drácula de Bram Stoker; el tránsito del
héroe, el conde y las mujeres recuerdan a
cada momento esta obra clásica. En la na -
rración Fuentes reelabora el mito del em -
blemático Vlad Tepes y nos regala un libro
lleno de suspenso, terror, erotismo y re -
flexión política. Finalmente son las niñas
Minea y Magdalena, que Fuentes introdu -
ce en la narración, las que proporcionan un
giro extraordinario a este libro en el que el
conde Vladimir traslada a la Ciudad de Mé -
xico su residencia como alguna vez lo hi -
ciera al Londres de finales del siglo XIX.
En Vlad el vampiro cambió de domici lio
para hacer del país del tequila su oficina y
su comedero personal. El narrador y héroe,
Yves Navarro, recibe la orden de su jefe,
Eloy Zurinaga, de acondicionar una casa
para un amigo que se quedó sin pro pie dades
en Rumania. La esposa de Yves, Asunción,
es agente de bienes raíces y consigue una
man sión en Lomas Altas. Posteriormente,
Yves es hecho prisionero por el conde para
apoderarse de lo que él más ama, su familia.
Los Navarro perdieron a un hijo (Didier) y
tienen una pequeña hija de diez años (Mag -
dalena); los dos son piedra de toque de la
narración.
El mito del vampiro es vigente hoy en
día porque sirve para establecer una serie
de metáforas en torno al poder, el amor, el
deseo y la envidia, entre otras cuestiones.
Es por eso que las salas de cine, al menos
cada año, presentan un filme sobre vampiros,
que en muchas ocasiones está basado
en algún libro. Sin embargo, hay poco
de esta amplia oferta que vale la pena re -
visar. Uno de esos casos es por ejemplo El
ansia de Tony Scott, donde Catherine De -
neuve recluye a sus amantes, que terminan
su vida activa de vampiros, en su tapanco.
Esto no es más que la extrapolación de la
vida sexual y amorosa de una mujer que
guar da en su recuerdo el perfume de sus
amantes. Al hacer este mismo ejercicio con
Vlad, se podría pensar en un hombre, el
con de, que gusta de las mujeres muy jó ve -
nes, avatares de la emblemática Lolita de Vla -
dimir Nabokov para satisfacer sus de seos.
Respecto a eso, Bongo, el criado de Drá cu -
la, una especie de Quasimodo, le dice a Yves
después de acariciar furtivamente a una de
las niñas: “No se preocupe, monsieur
Navarro. Mi amo no me permite más que
esto. Il se réserve les petits Choux bien
pour lui…”.
Carlos Fuentes reelabora de manera ex -
traordinaria varios elementos del mito vam -
pírico y los incorpora a su Vlad. El pri me -
ro de ellos es la sexualización de los niños,
que en Entrevista con el vampiro de Anne
Rice y Déjame entrar, película sueca, apa re -
ce e inevitablemente nos recuerda a Minea,
la hija del conde Vlad. Así recupera aquella
figura mítica de la niña como objeto
erótico, tan presente en la obra del pintor
polaco-francés Balthus. Otra de las apor -
taciones es poner en los pisos de mármol
de la casa de Lomas Altas un sinnúmero de
coladeras y motivos perversos. Por último,
podemos ver al conde totalmente desnu -
do descrito en palabras de Fuentes: “blanco
como un huevo”.
Del mismo modo, Fuentes logra aprehender
la realidad política del México con -
temporáneo al introducir a personajes como
el abogado Eloy Zurinaga, una suerte de
Renfield, que a decir del propio Yves Na -
varro es una persona que: “…sabía perfectamente
que el poder político es perece -
dero; ellos no. Se ufanaban cada seis años,
al ser nombrados ministros, antes de ser
olvidados por el resto de sus vidas”. De tal
suerte que el licenciado Zurinaga es una es -
pecie de vampiro político, especie que abun -
da en la región más transparente, bajo la
influencia de Vlad el Empalador.
Con Vlad Fuentes vuelve, como en
Aura, a explorar los territorios ocultos de
la mente humana; hace un recorrido es -
ca lofriante por los deseos y las perversio -
nes del hombre. En Vlad, el vampiro es
un reflejo fiel del alma del ser humano:
egoísta, ambicio sa y perversa. Devela los
mecanismos ser viles de la política en nues -
tro país y sobre to do explora, de manera
personal e inteli gente, los diversos rostros
de la perversión.

lunes, 3 de febrero de 2014

Honoré de Balzac, retrato de la literatura y la política de su tiempo.

 

Honoré de Balzac, retrato de la literatura y la política de su tiempo

01-06-2011
Honoré de Balzac, retrato de la literatura y la política de su tiempo                
Por Ruth Rodríguez-Martínez (Universitat Pompeu Fabra)
Citación recomendada: Rodríguez-Martínez, Ruth. (2011). "Honoré de Balzac, retrato de la literatura y la política de su tiempo". Obra Periodistica, 2. http://www.upf.edu/obraperiodistica/es/anuari-2011/honore-de-balzac.html 
Resumen:
Conocido por su monumental Comedia Humana, Honoré de Balzac (Tours, 20 de mayo de 1799 - París, 18 de agosto de 1850) mantuvo a lo largo de su vida una estrecha y compleja relación con el periodismo. En este caso se recogen algunos de los textos publicados por el autor en La Revue parisienne
Palabras clave: Balzac, La Revue parisienne, Stendhal, Sainte-Beuve, crítica literaria
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El autor
Conocido por su monumental Comedia Humana, Honoré de Balzac (Tours, 20 de mayo de 1799 - París, 18 de agosto de 1850) mantuvo a lo largo de su vida una estrecha y compleja relación con el periodismo. El escritor participó de forma habitual en diversas publicaciones como La revue des Deux Mondes, Le Temps, Le Renouvateur o La Presse.
Entre sus colaboraciones periodísticas destacan las diecinueve "Lettres sur Paris" que publicó en el diario Voleur del 30 de septiembre de 1830 al 31 de marzo de 1831; sus cinco artículos titulados "Traité de la vie elegante", publicados en La Mode del 5 de octubre al 6 de noviembre de 1830; o su crítica, poco favorable, de la pieza de teatro Hernani de Victor Hugo, aparecida el 7 de abril de 1830.
A pesar de que Balzac colaboró de forma constante en la prensa de su tiempo, sobre todo de 1830 a 1848, es necesario señalar el tono crítico que utilizaba cuando hacía referencia al periodismo y del que dejó constancia en su Monographie de la presse parisienne.

Los artículos
Dada la corta vida de esta publicación, de la que Balzac era director, los artículos que se presentan en esta antología componen casi la totalidad de los textos que el escritor tuvo ocasión de publicar en ella. El escritor definió la prensa como el conjunto de textos que se publicaban periódicamente sobre política y literatura y, fiel a su afirmación, gran parte de sus artículos están consagrados a alguno de estos dos temas.

Como crítico literario, Balzac se propuso combatir la falta de sinceridad e independencia que detectó en la crítica de su tiempo. El resultado es heterogéneo ya que en ocasiones habla con dureza, es el caso de su "Lettre sur la littérature, le théatre et les arts", y en otras con generosidad, como en el texto "Études sur M. Beyle".

La Revue parisienne . De Junio a Septiembre de 1840
Tras el fracaso vivido como director de La Chronique de Paris, con La Revue parisiense Balzac quiso cumplir por segunda vez su deseo de dirigir su propia revista. Para ello el escritor se asoció con Dutacq, que en ese momento era director de Le Siècle y el gran rival de Girardin. De acuerdo con lo pactado, Balzac se encargaba de los contenidos, Dutacq de la administración y los beneficios se repartían entre los dos socios.
A pesar de la ilusión y energía de Balzac, su falta de realismo para los temas económicos le obligó a cerrar la revista cuando ésta apenas tenía cuatro meses de vida.

La antología. Entre la literatura y la política
De los artículos seleccionados para esta antología, aquellos que están consagrados a temas literarios son, entre otros, la "Lettre sur la littérature, le théatre et les arts" del mes de julio y del mes de septiembre. La lectura de estas cartas permite comprender que para Balzac la crítica debe analizar las obras de cada época para indicar si éstas cumplen o no los principios del arte. Buen conocedor del proceso creativo, para el autor de La Comedia Humana el arte no es fruto de la casualidad sino del trabajo y nace guiado por una serie de principios concretos, tales como la unidad de la acción o la adecuada jerarquización de los personajes. El escritor de talento, explica, no es aquél que retrata la naturaleza tal y como se presenta, con sus incongruencias y torpezas, sino el que elige aquellas circunstancias de la naturaleza y la vida que pueden convertirse en elementos literarios.
La "Lettre sur la littérature, le théatre et les arts" del mes de agosto se distingue de las dos anteriores porque está dedicada a una obra concreta: Port Royal de Sainte-Beuve. En su texto, Balzac pone en cuestión que Sainte-Beuve conozca la gramática francesa y lo define como intolerable y aburrido. Este texto vino a enconar un poco más la enemistad que ya existía entre ambos autores. A partir de su publicación Sainte Beuve se negó a compartir mesa y la sal con el autor de La Comedia Humana.
Muy distinto es el tono que Balzac utiliza en su texto "Etudes sur M. Beyle", en el que analiza la novela La Cartuja de Parma, de Stendhal. Pese a la diferencia de estilos que existía entre ambos escritores, Balzac alaba el estilo conciso y escueto de Stendhal. Asimismo, no duda en afirmar que La Cartuja de Parma es una obra que no puede ser apreciada nada más que por las almas y las personas verdaderamente superiores. A pesar de la admiración que esta obra despertó en Balzac, la aparición de La Cartuja de Parma fue totalmente ignorada por la crítica de su tiempo.
La política toma protagonismo en el texto "Sur les ouvriers", en el que el escritor denuncia la falta de valores de la política contemporánea. Sus opiniones no sorprenden ya que Balzac siempre se mantuvo próximo al absolutismo. El análisis político convive con el periodístico en "Chronique de la Presse". En este artículo el autor define la prensa como un cuarto poder capaz que no duda en atacarlo todo pero al que nadie se atreve a atacar. Fiel a su tono crítico hacia la prensa, Balzac denuncia la falta de libertad del periodismo respecto a los poderes políticos y económicos.
Por último, en el texto "Les fantaisies de Claudine" el escritor describe a los jóvenes bohemios que transitan el Boulevard des Italiens de Paris y recuerdan a la juventud de talento que describe en su novela Ilusiones perdidas.

Bibliografía

Balzac, Honoré, (1968), Revue Parisienne. Genève, Slatkine Reprints.
Balzac, Honoré (1989), Étude sur La chartreuse de Parme de Monsieur Beyle. Castelnau-le-Lez, Climats.
Balzac, Honoré, (1998) Les journalistes: Monographie de la presse parisienne. Paris, Arléa.
Balzac, Honoré, (2000) Écrits sur le roman, Paris, Librairie Genérale Française.
Chollet, Roland, (1983), Balzac journaliste: le tournant de 1830, Paris, Klincksieck
Houbert, Jacques, (2000) "Sainte Beuve vs Balzac", en Le courrier balzacien, nº 80, pp. 17-23.
Maurois, André, (1974) Prométhée ou la vie de Balzac. Paris, Flammarion Éditeur.

Artículos
" Lettre sur la littérature, le théatre et les arts", 25 de Julio de 1840 " Lettre sur la littérature, le théatre et les arts", 25 de Agosto de 1840      
" Chronique de la Presse", 25 de Agosto de 1840    " Les fantaisies de Claudine", 25 de Agosto de 1840
" Sur les ouvriers", 25 de Agosto de 1840
" Etudes sur M. Beyle", 25 de Septiembre de 1840
" Lettre sur la littérature, le théatre et les arts", 25 de Septiembre de 1840

viernes, 31 de enero de 2014

Jorge Cuesta. Por: Adolfo Castañon.

 
 
ÍNDICE



Presentación 4

No aquel que goza, frágil y ligero 8

Al gozo en que la fruta se convierte 8

Nada te apartará de mí, que paso 9

Soñaba hallarme en el placer que aflora 10

Anatomía de la mano 10

Qué sombra, qué compañía 11

Este amor no te mira para hacerte durable 12

Tu voz es un eco, no te pertenece 12

La mano explora en la frente 13

La flor su oculta exuberancia ignora 13

Paraíso perdido 14

Paraíso encontrado 15

Una palabra obscura 15

Una palabra obscura 16

El viaje soy sin sentido 17

Signo fenecido 18

De otro fue la palabra —antes que mía 19

Como esquiva el amor la sed remota 20

Oh, vida,—existe 20

Su obra furtiva 21

Rema en un agua espesa y vaga el brazo 22

Retrato de Gilberto Owen 22

Canto a un dios mineral 24

JORGE CUESTA

ANTOLOGÍA




Selección y presentación de


ADOLFO CASTAÑÓN

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

COORDINACIÓN DE DIFUSIÓN CULTURAL

DIRECCIÓN DE LITERATURA

MÉXICO, 2007

PRESENTACIÓN



Jorge Mateo Cuesta Porte-Petit nació en Córdoba,

Veracruz, el 21 de septiembre de 1904 y se dio

muerte el 13 de agosto de 1942 en la ciudad de México,

cuando contaba 38 años. Entre estas fechas

corre la vida de uno de los escritores más inteligentes

y decididos de su generación y con seguridad

uno de los más influyentes en la literatura mexicana

moderna. Poeta, crítico, editor, hombre poco dispuesto

a depravar su gusto o a pervertir su interés,

personaje discreto pero legendario, dueño de una

amplia, viva cultura y de una leyenda escandalosa,

Cuesta orienta y discute, dándole un perfil cada vez

más preciso y congruente con nuestra realidad al

problema de la literatura y la cultura nacionales. Su

obra nos es accesible gracias a la tarea emprendida

porMiguel Capistrán y LuisMario Schneider para la

colección Poemas y Ensayos, editada por nuestra

Universidad. El conjunto abarca cuatro volúmenes,

de los cuales sólo el primero es de poemas. La obra

poética completa de Jorge Cuesta comprende algo

más de cuarenta poemas, de los cuales más de la

mitad han sido trabajados como sonetos.Aun Canto

a un dios mineral podría ser visto de algún modo



como una suma de sonetos. Este poema es como la

síntesis y el inventario—técnicos y demotivos—de

su obra poética toda.A Cuesta, como aValéry, le preocupaba

la poesía como manifestación de la inteligencia

y no de los afectos. Así, no son fortuitas las

coincidencias, por lomenos formales, de este poema

con El cementerio marino. Este Canto es uno de esos



poemas llamados a rendir una visión del mundo, y

se inscribe en la corriente de Muerte sin fin y Cada



4

cosa es Babel.No sólo contiene un catálogo de obsesiones;



mima, representa el proceso creativo según

Cuesta. ¿Los temas?: la relación del hombre con la

naturaleza y de la naturaleza con la naturaleza, el

encuentro del hombre consigo mismo, el paso por

una“noche oscura”, el lenguaje como redención y

pérdida, lamuerte del autor ansiosa por ver aparecer

al relevo-lector que la actualice y vuelva a“morir”.

Contra lo quemuchos piensan,Cuesta poeta no sólo

es su “Canto al dios mineral”. Sus sonetos le dan

nueva vida al género. Forma y contenido se deslizan

y trenzan —la sintaxis es un expediente utilizado

con fines estrictamente poéticos— unánimes. Lo

musical es el primer recurso para“suspender la incredulidad”

y hacer del poema un estado autónomo.

Como en la literatura del siglo de oro, las peripecias

sintácticas, los enrevesamientos del pronombre relativo

son el instrumento mismo de la precisión.

La imposibilidad de vivir la vida, la “vida realmente

vivida”, es uno de los motivos constantes en

la poesía de Cuesta. Para él la experiencia es tan intensa

que resulta irrecuperable. Como la plenitud

está en el goce, que es muerte (V. El cementerio marino:“

Como la fruta se deshace en goce/y su ausencia



en delicia se convierte/mientras muere su forma en

una boca”), se refuerza la convicción de que la condición

humana es condición dividida y de que estamos

prometidos a la muerte. El poema —lo

inaprehensible vueltomúsica—hace del goce su objeto

en ambos sentidos y él mismo representa esa

escisión.Más allá o más acá del ritmo, las imágenes,

las metáforas y las ideas—el sentimiento está proscrito

y su presencia es clandestina— dan cuenta de

la misma imposibilidad de aprehender algo que no

5

se resuelva en su contrario. Pues, apenas toma

forma, la metáfora se diluye en su opuesto: el poeta,

su experiencia, no quieren ser reductibles a ninguna

de sus metáforas, sólo desean manifestarse en el

juego que contrasta y varía.



Es cierto que la poesía de Jorge Cuesta suscita en

el lector un sentimiento de revelación inminente,

pero no lo es menos que también lo decepciona y

posterga.Y es que esa inminencia es la del vacío. La

experiencia de este intensísimo poeta apenas precisaba

de unos cuantos metros y formas de versificación

y le bastaban para cifrarse algunos cientos de

palabras. LuisMario Schneider, en el agudo prólogo

a la edición de los Poemas y ensayos completos, cuyo



primer volumen sirvió para articular la presente selección,

no dejó de insinuar que la constante recurrencia

de ciertas palabras y de ciertos giros no es en

modo alguno signo de pobreza—el hombre realiza

y se realizamejor cuando semueve dentro de límites

reconocidos.

Sobre todo cuando se parece a uno mismo, el interlocutor

es una presenciamovediza. El de estos sonetos,

que son monólogos, juegos, variaciones, es

evasivo. El tipo de relación que tiende a establecer

no es de orden confesional, ya que en una primera

instancia la vida del poeta le es intransferible e incomunicable

aun a él mismo. En el arduo ejercicio de

matizar la ausencia, Cuesta logró conocer fragmentos

de sí mismo, por eso puede reclamar con cierta

justicia el título de poeta experimental. Sin embargo,

que nadie se llame a engaño: ese avatar del lenguaje

no es aventura del pensamiento, vehículo de la revelación

terrenal o testimonio de los sentidos, aunque

sí pueda ser, deriva de la inteligencia, como señaló



6

Alí Chumacero, uno de sus intérpretes más fieles y

uno de los poetas mexicanos en quien la obra de

Cuesta encuentra como una continuación y un renacimiento.

El riesgo de Cuesta es el de una perfección

elíptica, que privilegia a la cohesión y lo rotundo de

la frase en perjuicio de la experimentación. El gesto

profético, la palabra como revelación y revolución,

el poeta y el poema como campos de batalla de la

Historia son ajenos a este proyecto literario.No será

difícil apreciar que, si a algo, esta poesía aspira a ser

indagación de y en la inteligencia, canto y música,

reveladora y fluida constelación de nuestros ritmos

interiores.

Adolfo Castañón

7

NO AQUEL QUE GOZA, FRÁGIL Y LIGERO



No aquel que goza, frágil y ligero,

ni el que contengo es acto que perdura,

y es en vano el amor rosa futura

que fascina a cultivo pasajero.

La vida cambia lo que fue primero

y lo que más tarde es no lo asegura,

y la memoria, que el rigor madura,

no defiende su fruto duradero.

Más consiente el sabor áspero y grueso,

el color que a la luz se desvanece,

la materia que al tacto se destroza.

Y en vano guarda su variable peso

el árbol y su forma se endurece,

y el mismo instante se revive y goza.

AL GOZO EN QUE LA FRUTA SE CONVIERTE



Al gozo en que la fruta se convierte

sobrevive la sed que lo desea.

Es avidez, no más, lo que se crea

del estéril consumo de su suerte.

Cava en ella la tumba en que se vierte,

la vana forma que el amor rodea

y ella misma se nutre y se recrea,

voraz y sola, con su propia muerte.

8

No del pasado azar que considera,

la vida crece sólo dilatada,

ni el objeto futuro la sustenta.

Fluye de sí como si entonces fuera,

y el amor, que la mira despojada,

tampoco de su sueño la alimenta.

NADA TE APARTARÁ DE MI, QUE PASO



Nada te apartará de mí, que paso,

dicha fágil, tú misma pasajera.

El rigor que te exige duradera

es más fugaz que tu substancia acaso.

No da abundancia la abstinencia al vaso,

ni divide la sed como quisiera.

Hora que, para ser, otra hora espera,

no existe más cuando agotó su paso.

De sí mismo el placer no se desprende.

Si para conservarse, se translada

al instante más hondo que provee,

ya no es placer lo que el placer suspende.

Qué vana entonces la avidez pasada

a su muerte futura desposee.

9

SOÑABA HALLARME EN EL PLACER QUE AFLORA



Soñaba hallarme en el placer que aflora;

pero vive sin mí, pues pronto pasa.

Soy el que ocultamente se retrasa

y se substrae a lo que se devora.

Dividido de mí quien se enamora

y cuyo amor midió la vida escasa,

soy el residuo estéril de su brasa

y me gana la muerte desde ahora.

Pasa por mí lo que no habré igualado

después que pasa y que ya no aparece;

su ausencia sólo soy, que permanece.

Oh, muerte, ociosa para lo pasado,

sólo es tu hueco la ocasión y el nido

del defecto que soy de lo que ha sido.

ANATOMÍA DE LA MANO



La mano, al tocar el viento,

el peso del cuerpo olvida

y al extremo de su vida

es su rastro último y lento.

No da al sabor instrumento

su lengua ciega y hendida,

y sólo otra duda anida

su duda de movimiento.

10

Mas como una sed en llamas

que incierta al azar disputa

toda la atmósfera en vano,

imita al árbol sus ramas

en pos de una interna fruta

la interrupción de la mano.

QUÉ SOMBRA, QUÉ COMPAÑÍA



Qué sombra, qué compañía

impalpable, más cercana,

al abismo de mañana

el paso me contenía,

si está la vista vacía,

y una desierta ventana

sólo es una presa vana

de las cadenas del día.

Del tiempo, estéril contacto

con el arrepentimiento

en que se parte y olvida

la frágil ciencia del acto,

es la posesión que siento,

vacante, sobre mi vida.

11

ESTE AMOR NO TE MIRA PARA HACERTE DURABLE



Este amor no te mira para hacerte durable

y desencadenarte de tu vida, que pasa.

Los ojos que a tu imagen apartan de tu muerte

no la impiden, sólo hacen más presente tu ruina.

No hay sitio enmimemoria donde encuentre tu vida

más que tus ya distantes huellas deshabitadas.

Pues en mi sueño en vano tu rostro se refugia

y huye tu voz del aire real que la devora.

Dentro de mí te quema la sangre con más fuego,

los instantes te absorben con más ansia, y tus voces,

mientras más duran, se hunden más hondo en el

abismo

de las horas futuras que nunca te han mirado.

TU VOZ ES UN ECO, NO TE PERTENECE



Tu voz es un eco, no te pertenece,

no se extingue con el soplo que la exhala.

Tus pasos se desprenden de ti

y hacen caminar un fantasma intangible y perpetuo

que te expulsa del sitio donde vives

tan pasajeramente y te suplanta.

Tanto mi tacto extremas y prolongas

que al fin no toco en ti sino humo, sombras, sueños,

nada.

Como si fueras diáfana

o se desvaneciera tu cuerpo en el aire,

miro a través de ti la pared

o el punto fijo y virtual

12

que suspende los ojos en el vacío

y por encima de las cosas en movimiento.

LA MANO EXPLORA EN LA FRENTE



La mano explora en la frente,

del sueño el rastro perdido;

mas no su forma, su ruido

latir contra el tacto siente.

Un muro tan transparente

poco recluye el olvido,

si renace su sentido

y está a la mano presente.

Si bien el sueño murmura

que al fin su nada perdura

sobre un tacto ciego y frío

que su espesor no sondea

y solamente rodea

el rumor de su vacío.

LA FLOR SU OCULTA EXUBERANCIA IGNORA



La flor su oculta exuberancia ignora,

y que es por una vigilante usura

de un mismo azar, que evade su clausura

la miel, y la embriaguez, que se evapora.

13

Que no agota su pérdida de ahora,

sino que otra mayor dicha futura

la fruta embriagará cuando madura,

no lo sabe la flor, y se devora.

Extrema el polen como vivo grano,

y ella misma se siembra y restituye

a sí misma la vida que le huye.

No mira que su gozo es hondo en vano

y no lo niega al fin si lo disputa

al más profundo abismo de la fruta.

PARAÍSO PERDIDO



Si en el tiempo aún espero es que, sumiso,

aunque también inconsolable, entiendo

que el fruto fue, que a la niñez sorprendo,

no don terreno, más celeste aviso.

Pues, mirando que más tuvo que quiso,

si al sueño sus imágenes suspendo,

de la niñez, como de un arte, aprendo

que sencillez le basta al paraíso.

El sabor embriagado y misterioso,

claro al oído (el mundo silencioso

y encantados los ruidos de la vida)

vivo el color en ojos reposados,

el tacto cálido, aires perfumados

y en la sangre una llama inextinguida.

14

PARAÍSO ENCONTRADO



Piedad no pide si la muerte habita

y en las tinieblas insensibles yace

la inteligencia lívida, que nace

sólo en la carne estéril y marchita.

En el otro orbe en que el placer gravita,

dicha tenga la vida y que la enlace,

y de ella enamorada que rehace

el sueño en que la muerte azul medita.

Sólo la sombra sueña, y su desierto,

que los hielos recubren y protejan,

es el edén que acoge al cuerpo muerto

después de que las águilas lo dejan.

Que ambos tienen la vida sustentada,

el ser, en gozo, y el placer, en nada.

UNA PALABRA OBSCURA*



En la palabra habitan otros ruidos,

como el mudo instrumento está sonoro

y a la avaricia congelada en oro

aún enciende el ardor de los sentidos.

De una palabra obscura desprendidos,

la clara funden al ausente coro

15

* lra. versión.



y pierden su conciencia en el azoro

preso en la libertad de los oídos.

Cada voz de ella misma se desprende

para escuchar la próxima y suspende

a unos labios que son de otros el hueco.

Y en el silencio en que zozobra, dura

como un sueño la voz, vaga y futura,

y perpetua y difunta como un eco.

UNA PALABRA OBSCURA*



En la palabra habitan otros ruidos,

como el mudo instrumento está sonoro

y la templanza que encerró el tesoro

el enjambre sólo es de los sentidos.

De una palabra vaga desprendidos,

la cierta funden al ausente coro

y pierden su conciencia en el azoro

preso en la libertad de los oídos.

Cada voz de ella misma se desprende

para escuchar la próxima y suspende

a unos labios que son de otros hueco.

Y en el silencio en que se dobla y dura

como un sueño la voz está futura

y ya exhausta y difunta como un eco.

16

*3ra. versión.

EL VIAJE SOY SIN SENTIDO



El viaje soy sin sentido

—que de mí a mí me translada—

de una pasión extraviada,

mas a un fin no diferido.

Lo que pierdo es lo que he sido

para ser silencio y nada,

y, por el alma delgada,

que pase el azar su ruido.

Entre la sombra y la sombra

¿qué imagen se ve y se nombra

la misma que se aventura?

Sólo azar es el abismo

que se abre entre mí y yo mismo.

El azar cambia y no dura.

Coda:


La presencia fue aquí

y todo palpitó aliento de vida.

Hasta el aire se hacía como tenaza

a las cordiales brasas escondidas.

La presencia fue aquí

y en todas las sonrisas.

La feliz circunstancia de un abrazo

hizo el aire delgado como brisa.

El mundo se reía

penetrado de gracia y de fe pía.

La Creación toda entera,

vuelta luz,

17

se recreó en las pupilas un instante,

abrió luego los poros delirantes

transformando las venas en luceros.

El cuerpo se perdió en rayos de sol.

El hombre, vuelto nada,

lo fue todo.

Y el crepúsculo vino.

La luz se fue apagando.

El cuerpo se hizo sombra;

nuevamente ocupó el viejo lugar.

Y al cabalgar las horas

nuevos tedios lo agobian.

La mirada se pierde en el recodo

donde volteó el reflejo.

El sol cayó a lo lejos

en líneas fugitivas.

La soledad se hizo lluvia

en las pupilas.

SIGNO FENECIDO



Sufro de no gozar como debiera:

tu lágrima fue el último recelo

que me ascendió los ojos a tu cielo

y me llevó de invierno a primavera.

Junto a mi pecho te hace más ligera

la enhiesta flama que alza tu desvelo.

18

Tus plantas de aire se aman en mi suelo

y te me vuelves casi compañera.

Estás dentro de mí, cómoda y viva

—linfa obediente que se ajusta al vaso—.

Mas la angustia de ti se me derriba,

se me aniquila el gesto del abrazo.

Y te pido un amor que me cohiba

porque sujeta más con menos lazo.

DE OTRO FUE LA PALABRAANTES QUE MÍA



De otro fue la palabra —antes que mía—

que es el espejo de esta sombra, y siente

su ruido, a este silencio, transparente,

su realidad, a esta fantasía.

Es en mi boca su substancia, fría,

dura, distante de la voz y ausente,

habitada por otra diferente,

la forma de una sensación vacía.

Al fin es la que hoy, obscura y vaga,

otra prolonga en mí, que no se apaga,

sino igual a sí misma oye su sombra

al hallarla en el ruido que la nombra

y en el oído hace crecer su hueco

más profundo cavándose en el eco.

19

CÓMO ESQUIVA EL AMOR LA SED REMOTA



Cómo esquiva el amor la sed remota

que al gozo que se da mira incompleto,

y es por la sed por la que está sujeto

el gozo, y no la sed la que se agota.

La vida ignora, mas la muerte nota

la ávida eternidad del esqueleto;

así la forma en que creció el objeto

dura más que él, de consumirlo brota.

Del alma al árido desierto envuelve

libre vegetación, que se disuelve,

que nace sólo de su incertidumbre,

y suele en el azar de su recreo

ser la instantánea presa del deseo

y el efímero pasto de su lumbre.

OH,VIDAEXISTE



Oh, vida—existe;

después desgrana

deseos, mana

sed; ya no asiste—,

lo que no fuiste

tu muerte gana.

La muerte es vana,

profunda y triste.

20

Fiel dicha y rara,

nada te deja

que te asemeja,

la muerte avara.

Apenas muere

la hora, difiere.

SU OBRA FURTIVA

Su obra furtiva

el sueño extiende,

mas no la aprehende

ni la cautiva.

En vano activa

la nada, enciende

sombras y asciende

libre, alta y viva.

Aun más perdida

que para el sueño

de nada dueño,

vaga en la vida

del alma incierta

que se despierta.

21

REMA EN UN AGUA ESPESA Y VAGA EL BRAZO



Rema en un agua espesa y vaga el brazo,

pero indeciso su ademán suspende,

y aislado del impulso que lo tiende

la mano ignora que lo dé al acaso.

La suya inútil flota con retraso,

pero ningún fugaz apoyo aprehende

en el vacío, de que se desprende

lo mismo que del yugo de su paso.

Oscila sin esfuerzo, consumido

el mundo en torno, y como del olvido

una memoria mutilada emana

que ya no habita el alma que la mira,

aun muerto se desata y se retira

del brazo inerte la presencia vana.

RETRATO DE GILBERTO OWEN*



Enviaba a la guerra su imagen indócil

para que volviera sobria y mutilada

pero volvía intacta y se ponía a llorar

porque no era bastante equilibrista

para ser un modelo de Cézanne.

Y envidiando el estable equilibrio

de las frutas que posan sobre el mantel,

ya más no iba a buscar por los paisajes

22

mudables fondos que hicieran juego con él;

sino pensando en la geometría de sus líneas

divagaba por otoñales huertos escondidos,

donde las musas tenues se ríen entre las ramas

y amarrándose al pie lastres de manzanas

se arrojan sobre los labios distraídos.

Entonces descubrió la Ley de Owen

—como guarda secreto el estudio

ninguno la menciona con su nombre—:

“Cuando el aire es homogéneo y casi rígido

y las cosas que envuelve no están entremezcladas

el paisaje no es un estado de alma

sino un sistema de coordenadas.”

Y para defender los dulces números pitagóricos

que dentro de sus nuevas proporciones cantaban,

dibujaba a su lado muchachas apacibles

cuya sola presencia confortaba.

Pero la constancia enseñándole pronto

que el amor verdadero es menos breve

que los gratos objetos que lo mueven

las apartó luego de sí, para quedarse solo.

Y sembró en su soledad el gesto puro

que amoroso cuidado nutre y guarda,

23

* Este poema, señala Nigel Grant Sylvester, pasó desapercibido,

en su versión completa, para LuisMario Schneider yMiguel Capistrán

en su recopilación Poemas y Ensayos. Bajo el título“La



Ley de Owen” lo presentaron fragmentariamente. En 1975

Grant Sylvester lo publica y analiza en la Revista de la Universidad



(Vol. XXIX.Núms. 6-7). Creo que es esta la primera ocasión

que se recoge en una antología de Jorge Cuesta.

para mostrarlo inalterable al día

que traicionen su fondo las ventanas.

Pero con pensamiento que atraviesa

la densa niebla de la posteridad,

para tener en paz y en regla su postura

le roba al tiempo su madura edad.

1926

CANTO A UN DIOS MINERAL



Capto la seña de una mano y veo

que hay una libertad en mi deseo;

ni dura ni reposa;

las nubes de su objeto el tiempo altera

como el agua la espuma prisionera

de la masa ondulosa.

Suspensa en el azul la seña, esclava

de la más leve que socava

el orbe de su vuelo,

se suelta y abandona a que se ligue

su ocio al de la mirada que persigue

las corrientes del cielo.

Una mirada en abandono y viva,

si no una certidumbre pensativa,

atesora una duda;

su amor dilata en la pasión desierta

sueña en la soledad, y está despierta

en la conciencia muda.

24

Sus ojos errabundos y sumisos,

el hueco son, en que los fatuos rizos

de nubes y de frondas

se apoderan de un mármol de un instante

y esculpen la figura vacilante

que complace a las ondas.

La vista en el espacio difundida

es el espacio mismo, y da cabida

vasto y mismo al suceso

que en las nubes se irisa y se desdora

e intacto, como cuando se evapora,

está en las ondas preso.

Es la vida allí estar, tan fijamente,

como la helada altura transparente

lo finge a cuanto sube

hasta el purpúreo límite que toca,

como si fuera un sueño de la roca,

la espuma de la nube.

Como si fuera un sueño, pues sujeta,

no escapa de la física que aprieta

en la roca la entraña,

la penetra con sangres minerales

y la entrega en la piel de los cristales

a la luz, que la daña.

No hay solidez que a tal prisión no ceda

aun la sombra más íntima que veda

un receloso seno

¡en vano! pues al fuego no es inmune

que hace entrar en las carnes que desune

las lenguas del veneno.

25

A las nubes también el color tiñe,

túnicas tintas en el mal les ciñe,

las roe, las horada,

y a la crítica nuestra, si las mira,

por qué al museo su ilusión retira

la escultura humillada.

Nada perdura, ¡oh, nubes!, ni descansa.

Cuando en una agua adormecida y mansa

un rostro se aventura,

igual retorna a sí del hondo viaje

y del lúcido abismo del paisaje

recobra su figura.

Íntegra la devuelve al limpio espejo,

ni otra, ni descompuesta en el reflejo

cuyas diáfanas redes

suspenden a la imagen submarina,

dentro del vidrio inmersa, que la ruina

detiene en sus paredes.

¡Qué eternidad parece que le fragua,

bajo esa tersa atmósfera de agua,

de un encanto el conjuro

en una isla a salvo de las horas,

áurea y serena al pie de las auroras

perennes del futuro!

Pero hiende también la imagen, leve,

del unido cristal en que se mueve

los átomos compactos:

se abren antes, se cierran detrás de ella

y absorben el origen y la huella

de sus nítidos actos.

26

Ay, que del agua el imantado centro

no fija al hielo que se cuaja adentro

las flores de su nado;

una onda se agita, y la estremece

en una onda más desaparece

su color congelado.

La transparencia a sí misma regresa,

y expulsa a la ficción, aunque no cesa;

pues la memoria oprime

de la opaca materia que, a la orilla,

del agua en que la onda juega y brilla,

se entenebrece y gime.

La materia regresa a su costumbre.

Que del agua un relámpago deslumbre

o un sólido de humo

tenga en un cielo ilimitado y tenso

un instante a los ojos en suspenso,

no aplaza su consumo.

Obscuro parecer no la abandona

si sigue hacia una fulgurante zona

la imagen encantada.

Por dentro la ilusión no se rehace;

por dentro el ser sigue su ruina y yace

como si fuera nada.

Embriagarse en la magia y en el juego

de la áurea llama, y consumirse luego,

en la ficción conmueve

el alma de la arcilla sin contorno:

llora que pierde un venturero adorno

y que no se renueve.

27

Aun el llanto otras ondas arrebatan,

y atónitos los ojos se desatan

del plomo que acelera

el descenso sin voz a la agonía

y otra vez la mirada honda y vacía,

flota errabunda fuera.

Con más encanto si más pronto muere,

el vivo engaño a la pasión se adhiere

y apresura a los ojos

náufragos en las ondas ellos mismos,

al borde a detener de los abismos

los flotantes despojos.

Signos extraños hurta la memoria,

para una muda y condenada historia,

y acaricia las huellas

como si oculta obsecación lograra,

a fuerza de tallar la sombra avara

recuperar estrellas.

La mirada a los aires se transporta,

pero es también vuelta hacia dentro, absorta,

el ser a quien rechaza

y en vano tras la onda tornadiza

confronta la visión que se desliza

con la visión que traza.

Y abatido se esconde, se concentra,

en sus recónditas cavernas entra

y ya libre en los muros

de la sombra interior de que es el dueño

suelta al nocturno paladar el sueño

sus sabores obscuros.

28

Cuevas innúmeras y endurecidas,

vastos depósitos de breves vidas,

guardan impenetrable

la materia sin luz y sin sonido

que aún no recoge el alma en su sentido

ni supone que hable.

¡Qué ruidos, qué rumores apagados

allí activan, sepultos y estrechados,

el hervor en el seno

convulso y sofocado por un mudo!

Y grava al rostro su rencor sañudo

y al lenguaje sereno.

Pero, ¡qué lejos de lo que es y vive

en el fondo aterrado, y no recibe

las ondas todavía

que recogen, no más, la voz que aflora

de un agua móvil al rielar que dora

la vanidad del día!

El sueño, en sombras desasido, amarra

la nerviosa raíz, como una garra

contráctil o bien floja;

se hinca en el murmullo que la envuelve,

o en el humor que sorbe y que disuelve

un fijo extremo aloja.

Cómo pasma a la lengua blanda y gruesa,

y asciende un burbujear a la sorpresa

del sensible oleaje:

su espuma frágil las burbujas prende,

y las pruebas, las une, las suspende

la creación del lenguaje.

29

El lenguaje es sabor que entrega al labio

la entraña abierta a un gusto extraño y sabio:

despierta en la garganta;

su espíritu aún espeso al aire brota

y en la líquida masa donde flota

siente el espacio y canta.

Multiplicada en los propicios ecos

que afuera afrontan otros vivos huecos

de semejantes bocas,

en su entraña ya brilla, densa y plena

cuando allí late aún, y honda resuena

en las eternas rocas.

Oh, eternidad, oh, hueco azul, vibrante

en que la forma oculta y delirante

su vibración no apaga,

porque brilla en los muros permanentes

que labra y edifica, transparentes,

la onda tortuosa y vaga.



Oh, eternidad, la muerte es la medida,

compás y azar de cada frágil vida,

la numera la Parca.

Y alzan tus muros las dispersas horas,

que distantes o próximas, sonoras

allí graban su marca.

Denso el silencio trague al negro, obscuro

rumor, como el sabor futuro

sólo la entraña guarde

y forme en sus recónditas moradas,

su sombra ceda formas alumbradas

a la palabra que arde.

30

No al oído que al antro se aproxima

que el banal espacio, por encima

del hondo laberinto

las voces intrincadas en sus vetas

originales vayan, más secretas

de otra boca al recinto.

A otra vida oye ser, y en un instante

la lejana se une al titubeante

latido de la entraña;

al instinto un amor llama a su objeto;

y afuera en vano un porvenir completo

la considera extraña.

El aire tenso y musical espera;

y eleva y fija la creciente esfera,

sonora, una mañana:

la forman ondas que juntó un sonido,

como en la flor y enjambre del oído

misteriosa campana.

Ése es el fruto que del tiempo es dueño;

en él la entraña su pavor, su sueño

y su labor termina.

El sabio que destila la tiniebla

es el propio sentido que otros puebla

y el futuro domina.

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