sábado, 27 de octubre de 2012

La narrativa contemporánea en Centroamérica Margarita Rojas G.


Con  gran satisfacción presento este excelente trabajo de la DRA y CATEDRÁTICA DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL: Margarita Rojas González  sobre LITERATURA CENTROAMERICANA publicado en Carátula.
Jorge Méndez-Limbrick.

Literatura en guerra

La narrativa contemporánea en Centroamérica

Margarita Rojas G.

Un somero repaso analítico, realiza Margarita Rojas sobre la narrativa centroamericana de finales del siglo XX y comienzos del XXI en su ensayo Literatura en guerra, la narrativa contemporánea en Centroamérica. Los nombres de autores con obra consolidada e importante en el panorama literario de la región, son revisados merced a la aguda como esclarecedora lectura de Margarita, ofreciendo así, un panorama sugerente y atractivo a ojos de estudiantes, académicos y público lector en general, porque ingresa y escudriña, aunque de modo breve, en el centro mismo de algunas novelas que le parecen capitales.  


In Memoriam
Franz Galich Roberto Castillo Rafael Menjívar Ochoa

I. El mapa narrativo de 2006 a 2012


¿Qué se ha publicado en el último sexenio, desde 2006 hasta ahora?  En primer lugar, una aclaración: por “narrativa contemporánea” no debe entenderse las obras que han aparecido recientemente en todos los países sino las que han publicado los escritores nacidos entre 1950 y 1964. Esta es la generación que domina actualmente el panorama y por eso interesa especialmente su estudio. Es claro que también se publican otras obras, de autores más viejos o más jóvenes y precisamente la dinámica entre las tres estéticas es la que establece los conflictos estéticos.
En el libro publicado en 2006 La ciudad y la noche se planteó un modelo que explicaría supuestamente la opción estética de los narradores latinoamericanos nacidos entre esos años, incluidos los centroamericanos. Cuando se estudian los textos delimitados de esta manera, se revela un conjunto de rasgos asombrosamente semejantes y, al mismo tiempo, se muestran sus oposiciones con los de grupos anteriores.
Antes de pasar revista a las novelas, los cuentos y los relatos publicados en el período  2006 – 2012, es necesario recordar que durante estos años fallecieron tres escritores centroamericanos cuya obra también entraría en el corpus analizado.
En 2007 murió en Nicaragua, donde había vivido últimamente, FRANZ GALICH que había nacido en Guatemala 56 años atrás. Autor de tres libros de cuentos, publicó el primero, Ficcionario inédito, cuando contaba 28 años; luego aparecieron La princesa de Onix y otros relatos en 1989, y en 2003 El ratero y otros relatos. Se dio a conocer internacionalmente cuando ganó el premio Rogelio Sinán Panamá en 1999 con la novela Managua Salsa City (¡Devórame otra vez!), después de la cual publicó dos más: En este mundo matraca, en 2005, y Y te diré quién eres (Mariposa traicionera), al año siguiente 2006.

En 2008, en Honduras, falleció ROBERTO CASTILLO, cuando contaba con 58 años. Después de estudiar en este país, fue catedrático de filosofía durante más de 20 años en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras; publicó la mayor parte de sus libros en la década de 1980, principalmente cuento y novela, hasta la vasta novela La guerra mortal de los sentidos en 2002. Recibió el Premio Plural de cuento, en México (1984) y el Premio Nacional de Literatura Ramón Rosa en 1991.

También se ha de lamentar la muerte del prolífico escritor guatemalteco, RAFAEL MENJÍVAR OCHOA, nacido en 1959 y fallecido el año pasado. De Menjívar se resalta la fundación de la Casa del escritor en 2001; fue autor, además,  de un libro de poesía, al menos dos libros ensayísticos, así como de ocho novelas, varias traducidas, principalmente al francés, y dos merecedoras de premios internacionales: Historia del traidor de Nunca Jamás, que ganó el Premio Latinoamericano de Novela Educa en 1984, y la novela negra titulada Los años marchitos de 1990, que ganó elPremio Latinoamericano de Novela Ramón del Valle Inclán.

A diferencia de los escritores nacidos en la década de 1940, los de los años 50 abandonan definitivamente la búsqueda de las utopías; la indagación acerca de la identidad - local, nacional o regional, de grupos o de sexos - que caracterizaba la literatura de los escritores anteriores, desapareció de las preocupaciones literarias de los nuevos. Los acontecimientos de las obras desdeñan el campo y todo rasgo que identifique un lugar particular: estos autores reaccionan contra la imagen “folclórica” del continente (la reducción de América Latina a "lo indígena, lo folclórico) frente a la cual oponen el espacio de la urbe contemporánea mundial. Los ambientes predilectos por todos son invariablemente los propios de las urbes contemporáneas: cantinas y tabernas, ambientes subterráneos y lugares ocultos. Del código que domina esta literatura forman parte el ambiente urbano nocturno, las relaciones basadas en la violencia, y el juego entre la traición y la lealtad.  El género preferido es el relato policíaco, que también reaparece en el cine contemporáneo.

Es necesario observar, en primer lugar, que en este corpus hay autores ya estudiados y autores que recién se incorporan a los géneros del cuento o la novela. Entre estos últimos, podemos empezar por la panameña Consuelo Tomás, quien se había destacado sobre todo en el campo de la lírica, con 2 premios nacionales y alrededor de diez libros; un premio con la única obra de teatro publicada, un premio con un libro de cuento, y hace un par de años gana el premio nacional otra vez pero con su primera novela. Se trata de Lágrima de dragón, una narración sencilla, con pasajes que podrían considerarse propios del relato para niños. Muy pocas marcas temporales o espaciales ayudan a ubicar la historia en una temporalidad específica ni en una ciudad particular. Solo se logra determinar que se trata del pasado de una ciudad frente al mar, que tuvo una importante inmigración desde China y una violenta epidemia que diezmó la población. Por los nombres de los personajes y otros pocos datos, parece ubicarse en el período colonial panameño.
El acontecimiento inicial es el encuentro de un niño con la muerte, materializada en un cadáver que están terminando de comer unos buitres:
Detenido en mitad de la calle (…) Fang Lu observa cómo los buitres devoran con fruición las entrañas de alguien que se convirtió en materia inerte y comestible. No pestañea, no se tapa la nariz ante el hedor, sólo trata de comprender. Esto que se comen las aves encorvadas, ayer era una persona. Quizá cuando ya no pudieron ocultar el olor de la podredumbre, lo sacaron para dejarlo íngrimo en la mitad de su deceso. Un cadáver atravesado en su ruta entre la lavandería y la casa de la Calle Grande (13).
La estructura textual respeta el modelo propuesto en La ciudad y la noche ; la mayor parte de los personajes, incluido el protagonista, son o quedan huérfanos; no hay grupos familiares ni parejas; algunos son criminales y otros adictos, como el apodado Fantasma, que había sido investigador y profesor de historia y filosofía y ahora vive en las ruinas del Colegio mendingando cigarrillos.

El escenario principal es urbano, en este caso, una ciudad cerrada y encerrada, clausurada para sus propios habitantes, como una especie de cárcel para quienes desobedezcan las órdenes de una cuadrilla temible, la que controla la epidemia.

A pesar de la sencillez narrativa, los acontecimientos narrados son trágicos, pertenecen al orden de las calamidades sociales; la conclusión del texto, años después de la epidemia, no mejora la perspectiva: ante una investigación posterior, que trata inútilmente de recuperar el archivo perdido o robado, los protagonistas callan la verdad, algunos mueren o se suicidan y otros, que han armado una vida nueva, prefieren no referirse a la tragedia.

Otro escritor que se convirtió en novelista en los últimos años es el nicaragüense RAMIRO LACAYO, quien había estado dedicado al cine principalmente. Décadas atrás ya había publicado algunos cuentos y ensayos, de  1984 es su tomo de cuentos Nadie de importancia. Ahora se ha dado a conocer internacionalmente con la novela Así en la tierra, que fue finalista de la trigésimo novena edición del premio Ateneo de Sevilla, en 2007, y la publicó la editorial Uruk dos años después, con una segunda edición en 2010. 

Veamos ahora las publicaciones más recientes de los novelistas y cuentistas  más conocidos del Istmo, que continuaron en esos géneros. JACINTA ESCUDOS, escritora salvadoreña, publicó dos libros de cuentos: El diablo sabe mi nombre de 2008 y de editorial costarricense, que presenta algunos relatos fantásticos. Crónicas para sentimentales, apareció dos años después, en Guatemala y ganó de los décimos Juegos Florales.

Fuera de El Salvador, HORACIO CASTELLANOS MOYA continuó su saga acerca de la violencia. Después de la excelente novela Donde no estén ustedes de 2003, publicó en 2004 el tomo de seis cuentos titulado Indolencia y también la primera edición de Insensatez, en la que realiza una interesante experimentación lingüística a partir de las lenguas quichés. A estas siguió en 2006 la novela Desmoronamiento, en 2008 Tirana memoria y el año pasado La sirvienta y el luchador.

En Guatemala, de ADOLFO MÉNDEZ VIDES vieron la luz tres libros en 2007, dos novelas y un tomo de cuentos. Las primeras se titulan El leproso y La lluvia; los cuentos están en El tercer patio.

En Costa Rica, DORELIA BARAHONA ha sido otra de las escritoras que ha estado muy activa; en los últimos años cuenta con cuatro novelas más dos publicaciones en obras colectivas: en 2006 Los deseos del mundo; en 2007 La ruta de las esferas; en 2011 Hotel Alegría y recién presentó la novela Ver Barcelona.

En el género del cuento en Costa Rica durante este sexenio se publicaron dos excelentes libros: La madriguera, de Rodolfo Arias, y La última aventura de Batman, de Carlos Cortés; ambos compartieron el premio nacional de 2010. El primero muestra una cerrada escritura experimental, con claras influencias de Cortázar en varios cuentos. El segundo, en cambio, unifica bajo un estilo fluido los recuerdos de la época juvenil, de familia, colegio, amores.

Antes de agregar más títulos y autores a este bosquejo del mapa de la narrativa reciente del Istmo cabe preguntarse si existe alguna tendencia común, que nos sirva para establecer algunas fronteras. La respuesta que se dé a esta interrogante podría también completar un capítulo de La ciudad y la noche, el que se refiere al tiempo.

En ese libro se planteaba que el tiempo casi exclusivo durante el cual transcurrían el 100% de los acontecimientos de las obras estudiadas era la noche. En una urbe en tinieblas se dibuja un laberinto con las innumerables calles y edificios que las circundan. Aunado a la concentración compacta de la multitud humana, se forma un ambiente que ayuda a la confusión, la escapatoria y el escondrijo de todos, incluidos los criminales. La oscuridad así como la lluvia, la niebla y la ceguera, aumentan la indeterminación del espacio urbano ya que así se impide la distinción de rostros, cuerpos y otras diferencias de las identidades.

Se hablaba también en La ciudad y la noche de tres tipos de lugares preferidos en estas obras, uno de los cuales se vincula con el tema que estudiamos. Se trata del lugar secreto, que generalmente esconde algún documento u objeto histórico. Podía ser una buhardilla, una habitación clausurada por mucho tiempo, un sistema antiguo de acueductos, una caja con documentos, un armario, en fin, una computadora que guarda información desconocida.

Ahora bien, a partir de 2005 novelas y cuentos empiezan a mostrar otro tipo de temporalidad; hemos contabilizado solamente en Centroamérica al menos 11 novelas y libros de cuentos cuyos acontecimientos se localizan en un tiempo histórico, preferentemente la década de 1950 y la de 1970.
           
II. El tiempo y la historia

Así, a partir de los años que estamos estudiando, buena parte de los novelistas y cuentistas centroamericanos han empezado a interesarse por el tiempo histórico. En Costa Rica, por ejemplo, la novela histórica en un sentido tradicional ya había recobrado terreno con las novelas de Tatiana Lobo, publicadas entre 1992 y 2000 .
El asunto ahora es ver cuál es el tratamiento que dan al pasado los escritores nacidos entre 1950 y 1964, quienes no habían publicado prácticamente nada sobre temas históricos. ¿Hay algún cambio, es un nuevo género, acomodan los nuevos personajes a sus temas preferidos?

Del grupo de los autores que estudiamos, en 2007 DORELIA BARAHONA intentó reunir varios hechos y personajes de la historia de Costa Rica en La ruta de las esferas. Vuelve  a los fusilamientos de Juanito Mora y William Walker, la rebelión de los mineros de Abangares y la leyenda de Dulcehé, además del tema de las esferas de piedra del valle del Diquís en la zona sur del país.
Con Limón Blues, que ganó el premio nacional de novela y el premio latinoamericano de narrativa José María Arguedas, de Casa de las Américas, ANA CRISTINA ROSSI había incursionado en una época y un lugar poco o casi nada incluidos en la literatura costarricense: los acontecimientos relativos a la inmigración jamaiquina en la provincia caribeña.

Con la que se suponía que iba a ser la continuación de Limón Blues, en 2007 aparece Limón reggae de la misma autora, la cual se ocupa de la década de los setenta. De la misma época trata la novela Te llevaré en mis ojos, de Rodolfo Arias, que en 2010 ganó el Premio Nacional de Novela Aquileo J. Echeverría, y Así en la tierra..., del nicaragüense Ramiro Lacayo, publicada un año antes. Los que tenían 20 años en esa década son precisamente los escritores cuyas obras estamos estudiando; en todo el mundo fue una época de activa participación estudiantil en algunas luchas políticas, de protesta y exigencias de cambios, más beligerantes en unos países centroamericanos que en otros.

Así en la tierra…es una de las que mejor ejemplifican el tema histórico en este grupo de escritores ya que sus capítulos se alternan según los años 1969, 1979, 1984 y 2004. El interés por el tiempo se subraya debido a que los hechos narrados transcurren además, en un período de 24 horas, desde las cinco de la mañana de un día de agosto de 1969 a las cinco de la mañana de un día de noviembre de 2004. En la presentación del libro, Sergio Ramírez aclara que se trata de los momentos anteriores a tres acontecimientos históricos: antes del terremoto de 1969, al llegar la revolución diez años después y durante la revolución en 1984, todos los tres complementados, dice el escritor, por el último período de 2004.

Así en la tierra… parece rendir homenaje a Rayuela, es decir, intentar una rayuela temporal. Como todas las obras de este grupo, empieza en la noche. Se trata al inicio de un grupo de amigos que escriben poesía y frecuentan bares y casinos. Hay, además, prostitutas, traiciones, hechos que suceden por casualidad y un final abierto. El sinsentido de la revolución deja sin finalidad el quehacer del protagonista; divorciado, termina abandonado un domingo en la mañana por la joven con quien pasó la noche y quien sí tiene un compromiso político pues desea, al contrario de él, participar en una marcha de campesinos.

El transcurrir de las décadas parece conducir al protagonista desde los sueños juveniles, de proyectos literarios y de pareja, hasta la soledad y la pérdida de ideales. Esta situación existencial se advierte desde muy temprano pues en el primer episodio fechado en 1984 ha crecido la insatisfacción: buscando un taxi en Managua, por ejemplo, detiene a uno cuyo chofer llevaba una camiseta del Che Guevara; llegan a la Plaza 19 de julio, que “estaba llena de burócratas en trajes verde oliva marchando con fusiles que parecían arcabuces”; pasan frente a “mantas deshilachadas” y, agrega,

Cuando llegué, el día estaba instalado y la casa vacía, huérfana, desamparada. Volví a sentir el amargo sabor del divorcio por diferencias ideológicas en el cual perdí, además de la autoestima, el carro y me dejó una mesa de jugar póquer (…) un televisor ensamblado en Cuba y una cama matrimonial más vacía que la misma casa; donde antes colgaban los cuadros ahora quedaban unas manchas rectangulares, contra la pared un sofá roído por una jauría de chihuahuas de mi exmujer. Y nada más (27-28).

Con el fin de captar la posición ideológica y ética de la perspectiva del texto, es altamente significativo el último episodio de la serie de 1979, cuando Claudio y Moisés ven el ajusticiamiento de un soldado enemigo con el que habían caminado por un trecho del camino. A pesar de que tratan de defender la vida de este y oponerse al fusilamiento sin juicio, el comando sandinista al que lo entregan le dispara por la espalda.

En el acontecimiento final de los narrados en la serie de 1984, Claudio acompaña el cadáver de un joven que los policías mataron, acusado de atentar contra el “comandante”. Después de analizar los hechos llega a la conclusión de que eso es falso y dice: “lo vi solitario en el abandono de la muerte y decidí acompañarlo” (130).

En otro género literario, que goza del favor de estos escritores y también de los guionistas de cine, en 2005 y 2009 aparecen dos novelas policiales que conjugan un enfoque particular de la historia: Mariposas negras para un asesino y El laberinto del verdugo, del escritor costarricense JORGE MÉNDEZ LIMBRICK. Ganadora la primera del certamen UNA-palabra, la segunda mereció dos premios, el de la Editorial Costa Rica y el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría de novela. Típicas representantes de la tendencia del grupo de narradores que estudiamos, esperan el tercer tomo para concluir los aconteceres del detective Henry de Quincey y el misterioso Julián Casasola Brown.
En relación con la temporalidad histórica, se puede agregar que, al ambientarse ambos textos en el presente, no se pueden considerar novelas históricas. Sin embargo, también en determinados momentos la acción retrocede temporalmente. En Mariposas negras para un asesino, hay un relato insertado narrado por la voz de Macrón, un herbolario de la época del emperador Augusto. La inclusión de la historia romana permite entonces enlazar todo lo sucedido en un plan suprahistórico, que atraviesa las épocas desde la antigüedad: el texto parece sugerir, por lo tanto, que así como existe una subciudad bajo la ciudad que normalmente todos vemos, a lo largo de los siglos ha habido una cofradía que actúa impunemente, hereda sus leyes y se mueve a través de los continentes.

En la otra novela, El laberinto del verdugo, el tiempo histórico no retrocede tanto sino que se materializa en el archivo del país que cuida el nonagenario Gran Archivero de la Noche, hábil restaurador de libros viejos y exdelincuente adicto a la morfina. Este construyó un laberinto donde guarda la historia no oficial de Costa Rica, y este laberinto se llama, como la novela, el Laberinto del verdugo. El tiempo que se repasa aquí es el de la criminalidad pues los asesinatos de jóvenes en el presente se conectan con otros que se remontan a la primera mitad del siglo XX. Ante la inoperancia de la investigación policial, un periodista y el mismo archivero encuentran las claves en los viejos periódicos y archivos que resguarda el segundo de ellos.

En Guatemala, OSWALDO SALAZAR había publicado en 2004 Por el lado oscuro. Las acciones se centran en un asesinato ocurrido en 1939, durante la dictadura de Jorge Ubico Castañeda, que gobernó el país entre 1931 y 1944. Hay en esta novela investigación de fuentes históricas, que se citan en un capítulo final titulado “Afluentes narrativos”, si bien la narración se concentra en la investigación policíaca.

Un año después sucedió casualmente un acontecimiento en ciudad de Guatemala, que ocasionó la escritura de al menos dos obras en los años posteriores. Fue el descubrimiento del archivo de la policía de Guatemala que apareció gracias a una serie de explosiones del polvorín del Ejército guatemalteco y residuos del material bélico utilizado durante la guerra interna que comenzó en 1960 y terminó en 1996. El polvorín estaba dentro de un complejo de edificios policíacos junto con un centro de investigaciones criminales, la perrera policíaca, un hospital abandonado que, según algunos investigadores funcionó como centro de tortura, la academia de la policía, un depósito de vehículos accidentados. En el edificio del hospital se descubrió el Archivo policíaco, oculto en varios cuartos de los primeros dos pisos y otros edificios adyacentes, que estaban repletos de materiales policíacos. Se calcula que son alrededor de ochenta y tantos millones de documentos, incluidos libros de actas de la década de 1890 y que se ocultaron hasta la firma de la paz en 1996.

RODRIGO REY ROSA, quien ha publicado en estos últimos seis años dos novelas y dos libros de relatos, se ocupó de este Archivo en la obra que tituló Material humano, de 2009. El mismo lo cuenta en un artículo, en el cual agrega información acerca del llamado Gabinete de identificación. Este estaba oculto bajo un montículo de tierra sobre el cual pasaban las carretillas con los documentos cuando se empezó el ordenamiento del Archivo. Ahí estaban las fichas de identidad policíacas, algunas de las cuales le permitieron ver, solo las fechadas hasta antes de 1970.

Otro relato sobre el mismo hecho es 300 de RAFAEL CUEVAS MOLINA. Con esta obra su autor cambió el rumbo que llevaba su escritura anterior, seis relatos de corte preferentemente intimista, introspectivo. Con 300 Cuevas ganó el certamen UNA-palabra de 2010. Tanto esta como Material humano son, primero que nada, difíciles de ubicar dentro de un género específico; la de Rey Rosa algunos la consideran una “mezcla de autobiografía, diario, apuntes, citas, historia y ficción” .
300 es un relato curiosamente estructurado a partir de otros documentos que se publicaron tanto en sitios web como en revistas y periódicos, con el cambio de los nombres propios. Son capítulos, algunos de un párrafo, que pertenecen a cuatro categorías establecidas según el tipo de hablantes: los cinco denominados “De la parte de los hechos”, en los que se narran los secuestros, es decir, acerca de las víctimas; los seis titulados “De la parte de las razones de la violencia”, en los que hablan gente común que trata de encontrar una explicación a lo sucedido. En los cuatro que se titulan “De la parte de los otros-otros” se agrupan fragmentos de anticomunistas, exiliados en Estados Unidos, gente rica. También participan los burócratas que trabajaban en los archivos y policías. Reveladoramente el último capítulo se titula “A mí que me dejen en paz”; se trata, en fin, de un intento de armar el mapa de todos los posibles participantes en la terrible represión de ese país durante casi toda la mitad del siglo XX.

Después de esa publicación, en Guatemala también, las novelas y los cuentos que en 2007 lanza ADOLFO MÉNDEZ VIDES se localizan temporalmente en la época del presidente Jacobo Arbenz y el golpe de estado del general Castillo Armas, es decir, en la década de 1950. Como ha hecho en otras ocasiones, el autor desarrolla el tema en un cuento y una novela de formas distintas. La novela es La lluvia y el cuento El hombre perro, que aparece en El tercer patio, un tomo de seis cuentos. En este relato el tema histórico es tratado aparentemente en un segundo plano, pues la persecución y el apresamiento de un hombre durante la represión después de la caída de Arbenz se narran en medio de la historia del deseo de su hijo de tener y hacerse querer por un perro. El padre, que no vivía en la casa, ha llegado a esconderse perseguido por la policía y la madre lo deja quedarse en una bodega, de donde lo sacan el día de la primera comunión del niño, sin hacer mucho ruido. Así sucede porque la madre está en contra de sus actividades políticas: quiere primero que lo molesten las pulgas en la bodega y luego que nadie se entere que se lo llevan preso. Ambos, madre e hijo, mienten deliberadamente sobre el perro; el niño que se pierde su fiesta, termina herido por los explosivos, sin perro y sin padre.

En la novela La lluvia también hay un episodio similar cuando cae Arbenz y Muñoz, el protagonista, tiene que huir: temeroso de que lo confundan y después de refugiarse en varios sitios, al final los soldados lo dejan salir del zoológico. Pero en realidad él se aprovecha de la confusión general pues no ha cumplido con el pacto inicial en el complot urdido por el arzobispo católico y el gerente de la compañía bananera en Guatemala para asesinar al presidente Jacobo Arbenz.  Son los años 1950; Arbenz era un militar que había subido con un golpe de estado y que sale con otro ejecutado por el general Carlos Castillo Armas en 1954.

El arzobispo y John Wayne, el empresario gringo, habían convocado a Muñoz a una reunión con el fin de introducirlo en la casa presidencial para que mate a Arbenz. La historia de Muñoz con el presidente alterna con la de su familia en La Antigua. Él no es un joven cualquiera ya que su brazo y su pie tullidos hacen que se lo considere un santo o un sanador, no obstante sus aclaraciones en contra. Constreñido por los que quieren que él sea otro, Muñoz empieza a vivir una vida doble incluso con el mismo presidente, a quien cura sus migrañas con masajes y alcanfor.

La novela abunda en signos dobles; Castillo Armas es llamado “el traidor”; Muñoz tiene dos hermanas, una ciega que depende de su ambiciosa hermana, ambas viven solas en Antigua; al seminarista lo cuidan dos guardaespaldas muy parecidos; el obispo duplica la imagen del Cristo de Esquipulas, que creen milagroso, una versión de bronce y otra de madera, que envían a las fronteras de México y la de Honduras. Finalmente, el carpintero que hace la imagen de madera tiene un hermano gemelo.

El tema del doble acompaña a la figura del traidor; en este texto hay varios: el primero, Castillo Armas, quien traiciona a Arbenz y, sabiéndolo, acompaña a la pareja a pasear por Nueva York. Otro traidor es el mismo Muñoz quien quema la imagen duplicada del Cristo de Esquipulas encargadas por el obispo. De todas maneras en el desfile de la victoria igualmente lo saluda junto con Castillo Armas y ambos le agradecen la colaboración prestada sin saber de su actividad oculta.

La historicidad de La lluvia revela otros hechos del pasado, como el abuso cometido por el dictador Rafael Carrera contra el abuelo marimbista de una mujer de Antigua y una matanza doble que tiene lugar en el pueblo de Patcinzía. Con el relato sobre el general Rafael Carrera, se retrocede temporalmente al siglo 19, ya que este vivió de 1814 a 1865, derrotó a Morazán en 1837 y asumió la presidencia de Guatemala en 1844 por 4 años.

Asimismo, la novela se permite contextualizar los hechos locales en la historia mundial mediante la inclusión del entierro simbólico del dictador ruso Stalin en Antigua, donde el alcalde encabeza la marcha por las calles con un ataúd relleno de libros que luego incineran. Curiosamente Muñoz comparte con Stalin varios rasgos: este de niño padeció viruela, por lo que le quedaron marcas en la cara mientras que Muñoz tiene marcas de viruela en la frente por no haber sido tratada bien cuando era niño. Al igual que Muñoz, Stalin estudió en un seminario teológico, de Tífilis, de donde lo expulsaron; murió casi en los mismos años del gobierno de Arbenz, en febrero de 1953, año en que también terminó la guerra coreana y se enfriaron más las relaciones entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, hecho que también se menciona en La lluvia así como el clima de macartismo que hace rodar las leyendas anticomunistas difundidas por la CIA para preparar el golpe contra Arbenz.

El cambio de gobierno coincide con la muerte del padre de Muñoz, quien fallece media hora antes de la medianoche el día de su cumpleaños. Después de saludar a Castillo Armas, Muñoz asiste con sus hermanas a la frugal cena familiar; juntos deciden ocultar la hora de la muerte del progenitor para no pagar de más a la funeraria; recogen los restos de la cena, cierran la casa y dejan al muerto solo.

Dos grandes novelas de HORACIO CASTELLANOS MOYA se publicaron en este sexenio. Con estas se completa y se cierra la trilogía que inició en 2006 con la titulada Donde no estén ustedes. Tirana memoria, de 2008, marca en la carrera del autor un radical cambio estilístico y una nueva posición, un giro de trescientos sesenta grados, sobre la mujer ya que desaparecen las mujeres-objetos-sexuales que predominaron en sus relatos anteriores. También en La sirvienta y el luchador de 2011, los personajes femeninos tienen una mayor participación, por ejemplo, María Elena, cuya perspectiva guía el relato y participa activamente hasta el final, y también su hija Belka.

En Tirana memoria hay dos narradores, una es Haydée, mujer casada con hijos, que escribe un diario en el que cuenta los acontecimientos relativos al secuestro de su esposo. Su relato trata de imitar la detallista forma de hablar de una mujer de su condición de tal manera que llega a convertirse casi en una narración minimalista, que no aburre, al contrario, interesa y hace desear al lector continuar la lectura sin detenerse. Este efecto aumenta con el otro narrador, neutro, que cuenta en forma alternada la huída de uno de los hijos de Haydeé y que sabiamente suspende la narración en los momentos álgidos, para crear mayor suspenso.

El periodista secuestrado se oponía al “Brujo”, apodo con el que se llamaba al dictador Maximiliano Hernández Martínez porque tenía creencias teosóficas. Este gobernó El Salvador entre 1931 y 1944, murió en 1966 y había sido, además, el responsable de la matanza de 25.000 campesinos en 1932. Todo esto se evoca en la novela, así como el hecho principal cuando en 1944, un grupo de militares se alzó contra el presidente y fueron duramente reprimidos en pocos días. Un mes después se suscitó una huelga general de la sociedad civil, la cual obligó al general a deponer el cargo de la primera magistratura.

El relato de Haydeé recrea día a día la organización de los familiares de los presos, entre los cuales ella misma, que poco a poco pasan del miedo o la indiferencia políticas a posiciones más activas y organizadas contra el militar que los reprime cada vez más. Se trata de estudiantes pero también de familias pudientes, de cafetaleros que incluyen militares y señoras bien, incluso ex-colaboradores de Hernández Martínez como el esposo de Haydeé en el pasado, o uno de los hijos de ambos, alcohólico y mujeriego y luego pieza clave en el primer intento de insurrección.

“El Brujo” nunca aparece como personaje, solo lo mencionan los otros; poco a poco todos lo abandonan, empezando por el periodista Pericles, que se convirtió en un férreo opositor y termina en las cárceles del dictador fantasma. Al final de la novela, treinta años después de estos hechos, su mejor amigo pinta a Pericles como un ángel caído. Todos estos datos acercan la novela de Castellanos a El señor Presidente, de Miguel Ángel Asturias, tanto por la presencia del dictador fantasma como por su fiel ayudante Miguel Cara de Ángel, que termina en las profundidades de las mazmorras cuando ha perdido la gracia de su “padre”. 

La historia de la familia Aragón se vuelve a recuperar en la tercera novela de este ciclo, La sirvienta y el luchador, publicada el año pasado. En esta reaparecen algunos de los descendientes y también otros personajes que habían estado en un segundo plano, como la empleada doméstica de la familia, que resulta coprotagonista en algunas partes. Todos se entremezclan en un violento escenario en el que participan además los esbirros encargados de secuestros de oponentes políticos, como el apodado “Vikingo”, un viejo luchador quien, a pesar de estar enfermo de muerte, no quiere abandonar el sucio trabajo.

Los acontecimientos de esta novela se localizan temporalmente en 1980, se centran en el secuestro, la tortura y el asesinato del militante comunista Roberto Castellanos y su esposa danesa Anette, que en la novela se llaman Betico y Brita; él no aparece en Tirana memoria pero sí en Donde no estén ustedes. 

En ese contexto, los acontecimientos narrados en Tirana memoria se encadenan gracias a la casualidad, por ejemplo, poco a poco se descubre que “Vikingo” era el encargado de vigilar a Pericles en 1944 y ahora es uno de los secuestradores de su nieto. En el pasado había también pretendido a María Elena, la empleada doméstica de la familia Aragón, quien el día del secuestro empezaba a ayudar en la casa del nieto. Al reconocerlo, en La sirvienta y el luchador ella es quien identifica a “Vikingo” y lo busca para confirmar el secuestro.

En la segunda parte de la novela este complejo nudo de acciones azarosas se complica ya que los acontecimientos se narran mediante las múltiples perspectivas que ofrecen los nuevos personajes que van apareciendo, cada uno de los cuales narra una parte de la acción. También sucede que en algunos momentos haya una narración simultánea, lo cual confiere un eficaz efecto de velocidad.

Se trata de la guerra en acción, con el relato de las batallas, los ataques y los operativos de ambos bandos; los heridos, los muertos y los presos; secuestros en los hospitales, la entrada en la fortaleza (ciudad). Recordemos rápidamente que 1980 se considera un año álgido en la historia reciente de El Salvador. Empezó con el asesinato del procurador de la República, Mario Zamora Rivas, un mes después el del Arzobispo de San Salvador, monseñor Óscar Arnulfo Romero; en mayo, la violenta masacre de más de 600 personas en el río Sumpul en la frontera con Honduras; y en diciembre la violación y el asesinato de cuatro monjas estadounidenses por efectivos de la Guardia Nacional. Fue 1980 también el año de la formación del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) gracias a la alianza de varias organizaciones. En enero de 1981 el FMLN lanzó una ofensiva general con el llamado a una insurrección a nivel nacional, acción que sirvió como detonante de la guerra civil subsiguiente. Desde el otro lado hubo grupos paramilitares, escuadrones militares especiales y la fundación del partido de derecha Alianza Republicana Nacionalista, Arena. La junta militar que tenía el poder en esos años recibió ayuda del gobierno de Estados Unidos que se calcula que llegó a 1.000 millones de dólares. Las conversaciones de paz se iniciaron en 1989; se firmaron varios acuerdos y protocolos entre 1990 y 1992, aunque en medio de estas conversaciones se asesinó a 6 jesuitas vinculados con la teología de la liberación y el FMLN lanzó una ofensiva nacional. Esta violenta guerra de 12 años de duración causó la pérdida de más de 75.000 civiles y alrededor de 9.000 desaparecidos.

En la novela, se mezclan las posiciones políticas dentro de una misma familia, por ejemplo, las de María Elena, su hija Belka y el hijo de esta. La primera afectivamente está con la familia Aragón; Belka, por necesidades económicas y ambiciones profesionales, termina involucrada con los militares. Su propio hijo, finalmente, quien milita con el Frente Farabundo Martí es uno de los responsables de tirotear el jeep donde viaja su madre en el primer trabajo.

Antes del Epílogo, María Elena y “Vikingo” conversan en el hospital y atan varios cabos sueltos. Sin embargo, el final es abierto: la novela empieza y termina con los torturadores, al inicio cuando van a comer donde Rita, al final cuando entierran a la pareja Castellanos. No se dilucida si Vikingo murió o no, si Belka sí se hirió.

¿Cómo se unen las tres novelas? En Donde no estén ustedes se había relatado el asesinato de Alberto Aragón hijo pero dentro de la remembranza de la vida de su padre durante sus últimas semanas en México. En Tirana memoria se retrocede a la historia de Pericles, padre de Alberto; en la tercera se llega a la década de 1980, en unos días específicos, a la muerte del nieto de Pericles. Así, la familia Aragón de las tres novelas y algunos allegados, amigos o empleados, sirve como nudo a partir del cual la escritura teje una compleja trama de relaciones secretas y de traiciones. Son cuarenta años que se intentan novelar para tratar de descubrir en su imbricado tejido una historia, la historia de una violenta guerra sucia y el final de una familia.

Para finalizar, me interesa ahora incluir una reciente novela de un escritor que, si bien es mucho más joven que los anteriores, publicó un relato que coincide no solo en uno de los géneros preferidos de aquellos –el relato policíaco- sino que además de tratar un hecho histórico, de alguna forma responde a la interrogante lanzada por los escritores anteriores a él. Se trata de Verano rojo, de DANIEL QUIRÓS, ganador del Premio Nacional Aquileo J. Echeverría en novela en Costa Rica en 2010.

A pesar de la diferencia de edad del autor (nacido en 1979), esta novela comparte muchos rasgos con las del grupo anterior (los nacidos entre 1950 y 1963). Se trata claramente de una policíaca, con investigadores y crímenes. Estos se desarrollan en el contexto histórico-político centroamericano, tal como hacían Cruz de olvido, de Carlos Cortés y los relatos de Óscar Núñez. Sus personajes son, también como en las anteriores, huérfanos y solitarios: un ex-investigador de seguros y excombatiente de la guerra nicaragüense, que vive solo en un pequeño pueblo de la costa Pacífica, al igual que su amiga Ilana Echeverri, conocida como  la Argentina. Su asesino es un individuo más solitario aún, que había sido compañero de luchas de Ilana en Argentina .

Se añaden sin embargo, un par de elementos novedosos, que separan esta novela del modelo anterior: por un lado, la acción no transcurre en una ciudad sino en pequeños poblados y en el campo; el protagonista, incluso, explica que vivir en el campo fue su propia decisión, harto de la vida urbana, con el propósito de “fomentar el olvido”

En medio de la profunda oscuridad del campo, los potreros y las playas sin luna, un excombatiente de la guerra de Nicaragua de 1979 debe aprender a leer las complicadas claves de una amiga suya, recientemente asesinada, para saber quién la mató. Ambos, de casi sesenta años de edad, se habían hecho amigos porque eran de los pocos que les interesaban los libros en los remotos pueblos donde vivían. Cuando ella muere, Chepe se siente en la obligación moral de encontrar al asesino y empieza a buscar las pistas escondidas en los dobles signos de fotos, noticias y cartas que ella le deja en diversos lugares.

En las fotos aparece la mujer con otros hombres, en algún lugar de Buenos Aires y Managua. Cuando las ve, el narrador comenta sobre la cercanía histórico-geográfica de “aquella época, que yo también había vivido, que nunca volvería a acontecer” (p.40). Todos los documentos Chepe los siente como un “laberinto sin nombre” (p.41) al que, en honor de la amistad, se siente obligado a entrar.

De esta manera, él, la víctima y el asesino forman parte de un tiempo y un compromiso político que terminan en eso, el gesto mercenario y la traición, en un olvidado pueblo de un desconocido país.

Verano rojo obliga a su Lector a meterse de lleno y de nuevo en los documentos acumulados a lo largo de 25 años después de los sucesos de La penca, el 30 de mayo de 1984. Esto se utiliza para articular la novela en la realidad histórica mediante acontecimientos que podrían haber ocurrido, es decir, se inserta en un verosímil y al hacerlo, de alguna forma saca a Costa Rica de su aislamiento internacional y la inserta dentro de una geopolítica internacional.

Recordemos rápidamente que el acontecimiento histórico referido en este relato es el atentado organizado contra Edén Pastora que cegó la vida de varios personas que asistían a una conferencia de prensa convocada por el líder nicaragüense. Esto ocurrió en un lugar en la frontera entre Costa Rica y Nicaragua el 30 de mayo de 1984. Hubo varias investigaciones, por ejemplo, el libro de los periodistas norteamericanos Martha Honey y Tony Avirgan, y el documental que el año pasado Peter Torbiörnsson periodista sueco presentó en Nicaragua y Costa Rica.

Con el nombre de Peter Olson el periodista sueco aparece la novela, ya que esta se construye sobre la base de la historia reciente latinoamericana; algunos hechos son verificables así como varios nombres de personajes recuerdan los nombres reales de los personajes históricos, por ejemplo, el del asesino Roberto Vital Gaguine que en la novela resulta Gandini.

Aunque la reproduce, la literatura también se permite jugar con la historia: se imaginan personajes, destinos y muertes sobre el trasfondo histórico sin que ambas líneas se contradigan.

Con lo anterior contrasta la curiosa mirada externa con que se ven y se narran los hechos: aunque se narre en primera persona, el relato mantiene un tono objetivo, neutral, externo: entonces nos preguntamos si la literatura vuelve acaso a ser medio de revelación de una verdad, un medio de denuncia social. Pero si es así, quien narra se preocupa de denunciar aunque sin involucrarse, de mantenerse fuera de los hechos, sin expresar el menor sentimiento o una determinada valoración subjetiva.

De eso se derivaría el interés por el desciframiento de documentos: esta forma de entender lo sucedido reduce al mínimo el contacto personal; se trata, en fin, de un ejercicio mental, así como el aparato de GPS transmite coordenadas para llegar finalmente al escondite del asesino.

La continua lectura de documentos no es un detalle insignificante, todo lo contrario, es altamente significativo pues conduce a una visión de la literatura, de la literatura de este nuevo grupo de escritores. La escritura escoge un tema político e histórico y lo moldea dentro de las posibilidades que ofrece el género policial.

En el triángulo que se establece entre víctima, asesino e investigador, Gandini también encarna al traidor y eso es el motivo por el cual Chepe lo persigue hasta encontrarlo y verlo muerto. “En algún momento fui de los buenos, ahora estoy demasiado viejo y cansado para saber”, dice Chepe al periodista sueco en Liberia (p.81). Si Chepe se jubiló antes de tiempo, podría tener ahora aproximadamente 55 años, lo cual significa que nació en la década de 1950. De acuerdo con esto, ¿es la intención de Verano rojo desenterrar la historia que el grupo anterior no quiso o no pudo revelar? Recordemos que uno de los tres tipos de sitios preferidos de estos era el lugar secreto, el cual generalmente contenía documentos de valor histórico.

En Verano rojo se resuelve un acontecimiento del pasado al tratar de solucionar un asesinato del presente. De esta forma la novela de Daniel Quirós recoge e interroga las noticias pretéritas que algunos no quisieron cerrar y otros no tuvieron la voluntad de resolver después de 25 años. Sobre el tejido de la historia, la literatura teje otro texto, lo amarra al primero y completa así los vacíos, que no habían completado sus protagonistas. Por eso la primera pista es una carta que imita la carta de un escritor a otro escritor. En Verano rojo se encuentra y se identifica al asesino, al traidor, se lo acorrala hasta su muerte. Y el que lo lleva a cabo no es un joven de 30 años sino un jubilado de casi 60.

Quienes lo acompañan en la siniestra y peligrosa aventura son sus coetáneos, una hippie sudamericana ex-guerrillera y un ex-guerrillero traidor (ver p.115): aún muerta, ella conduce al investigador con una llave y varios documentos hacia las pistas que finalmente le ayudarán a descifrar el curso de los acontecimientos, el suyo propio y el del pasado compartido. Solo así se podrá ver la luz de las llamas. El texto literario vuelve a ser instrumento para revelar una verdad histórica, para la denuncia política.

En el epígrafe de Tirana memoria se citan las siguientes palabras de Elías Canetti:
¿No sería más correcto que no quedase nada de una vida, absolutamente nada? ¿Que la muerte significase extinguirse de pronto en todos los que retengan alguna imagen de uno? ¿No sería más cortés frente a los que vendrán? Pues tal vez todo lo que queda de nosotros constituye una exigencia que les abruma. Quizá por eso no es libre el hombre, porque queda demasiado de los muertos en él, y ese mucho se resiste a extinguirse.

El escritor reconoce la imposibilidad de huir del pasado, de la memoria de los muertos. La escritura, en consecuencia, es una forma de conjuro contra esa esclavitud de la memoria, del recuerdo, de ahí el título de la novela de Castellanos.

La inserción de una temporalidad de carácter histórico en la narrativa del Istmo en este grupo de escritores muestra un nuevo interés pero a la vez una gran dificultad para manejarlo. La conclusión del acontecimiento histórico en La lluvia de Méndez Vides no se narra y la novela finaliza con los hechos relativos a la familia del protagonista. Este, sea o no un ser ficticio, no es definitivamente la figura de la historia de Guatemala.

Tanto en Material humano, en el relato de Rafael Cuevas y en Así en la tierra…, el tiempo histórico se fragmenta en un mosaico narrativo. Algo semejante ocurre en la trilogía de Castellanos Moya en la cual, además, como en casi todas, los hechos históricos se mezclan con otros inventados. Podría pensarse que la cantidad de años que median entre la publicación de la primera Donde no estén ustedes, 2003, y el cierre del ciclo, 2011, es decir, la narración completa del asesinato de Roberto Castellanos, expliquen parcialmente por qué estas sean los únicos textos narrativos lograron incorporar y darle sentido pleno al hecho histórico.

Por eso llama la atención el relato de Daniel Quirós: quizás por ser un escritor nacido en otra década y tal vez también por el hecho de vivir fuera de Centroamérica pudo mirar con mayor distancia la reciente historia que los demás solamente pudieron percibir escondida en lugares secretos.

En una noticia reciente se informaba que algunos países centroamericanos viven en medio de una violencia extrema que sigue creciendo: el índice de homicidios por persona en Guatemala y Honduras es superior al de México, pues mientras que en este país es de 18 personas por cada 100,000 habitantes en Guatemala y Honduras llega a 41 homicidios anuales por cada 100,000 personas.

La narrativa ha sabido leer este mapa social desde hace más de veinte años y ha lanzado serias advertencias. No se trata solamente de los narcotraficantes, como dicen ahora los periódicos;  los relatos que hemos mencionado hablan de otras guerras, la del pasado reciente.   Por esa razón se equivocan los que hablan de “narrativa de la posguerra”. Esta ES la literatura de la guerra, se trata de relatos que intentan dar un significado a ese terrorífico tiempo que se vivió principalmente en tres de los siete países centroamericanos. Porque se estén escribiendo después de esos años no quiere decir que sean de la “posguerra”; al contrario, son de la guerra porque hablan de esa violencia.

Los años que empiezan a aflorar constituyen un “círculo infernal y demoníaco”, en palabras de Johan Huizinga, en su clásico libro sobre el juego. En este explica que, “en ninguna parte es tan imprescindible el mantenimiento de las reglas del juego como en las relaciones entre pueblos y estados. Cuando se violan, la sociedad cae en la barbarie y en el caos” .

Eso fue lo que hicieron durante esos años, los ejércitos, los militares y las policías de Guatemala, El Salvador y Nicaragua, con la complicidad y la ayuda permanente de los gobiernos de Estados Unidos. Rompieron las reglas que sostenían el equilibrio y con esto destruyeron esas sociedades. Se trata ahora de entender por qué y eso está tratando de descifrar la literatura contemporánea del Istmo.


Margarita Rojas G., La ciudad y la noche. La narrativa latinoamericana contemporánea (San José: Farben, 2006).
Margarita Rojas G., La ciudad y la noche. Narrativa latinoamericana contemporánea (San José: Farben 2006).
Notas
Asalto al Paraíso en 1992, Calipso en 1996 y El año del laberinto en 2000.
Julio Mira, “Material humano” en http://www.deverdaddigital.com/pagArticle.php?idA=6771 publicado el 23-05-2009.
Véase M. Rojas G., La ciudad y la noche. La nueva narrativa latinoamericana (San José: Farben, 2006).
No obstante, no deja de notarse el crecimiento urbano, pues como se aclara en el mismo texto, el lugar donde transcurren varios hechos pasó de un pueblo de 400 personas a “una ciudad de más de siete mil” (p. 15) y entre estos no solo locales guanacastecos (p. 66).
J. Huizinga, Homo ludens (1938, nueva edición en español: Madrid: Alianza, 1998) p.248.



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en esta edición de Crítica

COREA TORRES: Balastro, novela de Pedro Avellán Centeno
ILEANA RODRÍGUEZ: Poetas filósofos - El mar es historia
MARGARITA ROJAS G.: Literatura en guerra - La narrativa     contemporánea en Centroamérica.
MOISÉS ELÍAS FUENTES: La sirvienta y el luchador, Castellanos     moya y la cotidianidad irritante
JOSÉ PRATS SARIOL: La amistad entre Virgilio Piñera y José Lezama     Lima
RUTH CUBILLO: Rafael Angel Herra, La brevedad del goce
HORACIO PEÑA: Cartas de Salomón de la Selva a Edna St. Vincent     Millay

MARGARITA ROJAS GONZALEZ, nació en San José, Costa Rica, donde vive actualmente. Estudió filología y música en la Universidad de Costa Rica y semiótica en la Università degli Studi di Bologna. Es profesora e investigadora de la Universidad Nacional.
Entre 2006 y 2010 fue directora del Sistema Nacional de Bibliotecas, del Ministerio de Cultura y Juventud. Ha sido becaria-investIgadora Fulbright en la Universidad de Pennsylvania, profesora invitada en el postgrado en literatura de la Universidad de Villanova (Pennsylvania, Estados Unidos) y en la Universidad Francois Rabelais, Tours, Francia (2007).
Como investigadora, es autora de varios artículos sobre la narrativa latinoamericana contemporánea en diversas revistas. Su publicación más reciente es el libro La ciudad y la noche. La nueva narrativa latinoamericana (Farben, 2006). También, en coautoría con Flora Ovares y Sonia M. Mora, en la editorial venezolana Monte Ávila publicó Las poetas el buen amor, varios ensayos sobre poesía escrita por mujeres latinoamericanas.
Sobre la literatura costarricense es coautora de La casa paterna. Escritura y nación en Costa Rica, Premio Nacional de Ensayo en 1993; Cien años de litera­tura costa­rricense, Premio Ancora de 1995; dos tomos de  En el tinglado de la eterna comedia. Hizo la recopilación completa de la obra de Luisa González Gutiérrez y escribió un capítulo del libro de las revistas literarias costarricenses Crónicas de lo efímero (2011) de Flora Ovares.
Acerca de la literatura centroamericana, su libro El último baluarte del imperio. Latino­américa y España en la crítica antimodernista, mereció el Premio de Ensayo Editorial Costa Rica en 1995. Es coautora de El sello del ángel. Ensayos sobre literatura centroamericana (2000) con la que ganó el Premio Nacional Aquileo Echeverría en ensayo.

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Extractos

viernes, 26 de octubre de 2012

RELACIÓN DE BORGES Y BIOY CASARES






lainformacion.com

viernes, 26/10/12 - 07:45

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La relación entre Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, que cultivaron la amistad y una inusual sociedad literaria, despierta pasiones en Argentina, donde casi un cuarto de siglo después de la muerte del creador de "El Aleph" se sigue polemizando sobre lo que éste realmente pensaba de su colega.
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Buenos Aires, 26 oct.- La relación entre Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, que cultivaron la amistad y una inusual sociedad literaria, despierta pasiones en Argentina, donde casi un cuarto de siglo después de la muerte del creador de "El Aleph" se sigue polemizando sobre lo que éste realmente pensaba de su colega.

Los desencuentros entre María Kodama, viuda de Borges (1899-1996), y los defensores de Bioy Casares (1914-1999) han llegado a tal punto que esta semana un grupo de escritores organizó en Buenos Aires un "acto de desagravio" a la figura y la obra del autor de "La invención de Morel".

La mecha la encendió Kodama al afirmar en una reciente entrevista con el diario "La Nación", de Buenos Aires, que su marido consideraba "un cobarde" a Bioy Casares.

Incluso Kodama tachó a Bioy Casares de "desecho humano" y de "Salieri de Borges", en alusión al compositor Antonio Salieri, quien gracias al escritor ruso Alexander Pushkin quedó en el imaginario popular como malévolo rival del genio de Mozart.

Además, disparó contra el libro "Borges", que recoge apuntes de Bioy en sus diarios personales y que fue publicado en 2006, un anecdotario que Kodama considera como "una traición" a la amistad con Borges.

Las declaraciones de Kodama corrieron como un reguero de pólvora en el mundillo literario. Indignados, un centenar de escritores hizo este miércoles un acto de desagravio a Bioy y su obra.

"Nuestra pretensión no es atacar a Kodama sino defender a un escritor reconocido por sus pares. Los calificativos que pudiera haberle aplicado Borges no serían tan trascendentes, pero decir que Bioy era un 'Salieri' va en desmedro del autor y de su obra", dijo a Efe Nélida Pessagno, vicepresidenta de la Sociedad Argentina de Escritores.

Pessagno consideró que Kodama no "está en el ámbito literario", que "solo tiene el rasgo de haber sido por dos meses la esposa de Borges" y que "se ha apropiado de la memoria de un autor que, en realidad, pertenece al acervo cultural de la humanidad".

El libro póstumo de memorias sobre Borges escrito por Bioy recoge algunas "diferencias y discusiones" entre ambos escritores comentadas en el marco de un "registro íntimo" de una amistad y una vinculación de casi medio siglo, señaló Pessagno.

Bioy y Borges, considerados dos de los mejores escritores argentinos, se conocieron en 1932 y entablaron una intensa amistad, además de escribir juntos varias obras con los seudónimos de Honorio Bustos Domecq y Benito Suárez Lynch entre 1942 y 1977.

"Con Bioy tuvo 56 años de amistad y buena parte de la obra de Borges está hecha por los dos. Hasta lo llamó dos días antes de su muerte, desde Ginebra, para despedirse", dijo en el acto de desagravio el escritor Roberto Alifano.

Secretario de Borges entre 1974 y 1985, Alifano recordó que el creador de "Ficciones" alguna vez le había hablado de Bioy como "un maestro".

"Hubo una relación muy fuerte entre ambos. No sólo una amistad sino también una relación literaria fuerte y coincidencias sobre ciertas concepciones literarias", dijo a Efe Susana Cella, investigadora del Instituto de Literatura Hispanoamericana de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Cella destacó que entre Bioy y Borges hubo una "confluencia en cuento a concepciones literarias, a gustos por la literatura fantástica y por ciertos autores preferidos", pero esto no significó que cada uno no desarrollara "estilos e identidades diferentes".

Según la especialista, más allá de la polémica desatada estos días, esta relación personal y literaria sigue vigente y despierta tanto interés porque tanto Borges como Bioy "han alcanzado la dimensión de un clásico".

"Y un clásico tiene la capacidad de hablar a distintas épocas y generaciones", concluye la investigadora.

(Agencia EFE)

Javier Marías gana el Premio Nacional de Literatura 2012 en la modalidad de Narrativa





jueves, 25/10/12 - 13:03

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    Marías logra el galardón por su obra 'Los enamoramientos'
    El premio, dotado con 20.000 euros, lo concede el Ministerio de Cultura a obras editadas enEspaña.

Javier Marías rechaza el Premio Nacional de Narrativa

Temas

    Artes (general)
    España
    Javier Marías
    Lenguaje
    Literatura
    Ministerio de Cultura

EUROPA PRESS

El escritor Javier Marías ha ganado el Premio Nacional de Literatura en la modalidad de Narrativa con la obra Los enamoramientos. El galardón lo concede el Ministerio de Cultura para distinguir una obra de autor español escrita en cualquiera de las lenguas oficiales y editada en España durante 2011. Está dotado con 20.000 euros.

Javier Marías (Madrid, 1951) es autor de Los dominios del lobo, Travesía del horizonte, El monarca del tiempo, El siglo, El hombre sentimental(Premio Ennio Flaiano), Todas las almas (Premio Ciudad de Barcelona), Corazón tan blanco (Premio de la Crítica, Prix l'Oeil et la Lettre, IMPAC Dublin Literary Award), Mañana en la batalla piensa en mí (Premio Fastenrath, Premio Rómulo Gallegos, Prix Femina Étranger, Premio Mondello di Palermo), Negra espalda del tiempo, de los tres volúmenes de Tu rostro mañana:1 Fiebre y lanza (Premio Salambó), 2 Baile y sueño, 3 Veneno y sombra y adiós, y de Los enamoramientos (Premio Qué Leer).

En 1997 recibió el premio Nelly Sachs, en Dortmund; en 1998, el Premio Comunidad de Madrid; en 2000, los Premios Grinzane Cavour, en Turín, y Alberto Moravia, en Roma; en 2008 los Premios Alessio, en Turín, y José Donoso en Chile; en 2010 The American Award, en los Estados Unidos; en 2011, el Premio Nonino, en Udine, y el Premio de Literatura Europea de Austria; y, en 2012, el Premio Terenci Moix, todos ellos por el conjunto de su obra.

Entre sus traducciones destaca Tristram Shandy (Premio Nacional de Traducción 1979). Fue profesor en la Universidad de Oxford y en la Complutense de Madrid. Sus obras se han publicado en cuarenta y dos lenguas y en cincuenta y dos países, con más de seis millones de ejemplares vendidos. Es miembro de la Real Academia Española.

El Jurado, presidido por María Teresa Lizaranzu Perinat, directora General de Política e Industrias Culturales y del Libro, ha estado formado por Mónica Fernández Muñoz, Subdirectora General de Promoción del Libro, la Lectura y las Letras Españolas; a propuesta de la RAE, Darío Villanueva Prieto; por Real Academia Gallega, Manuel González González; por la Real Academia de la Lengua Vasca/Euskaltzaindia: Jon Kortazar Uriarte; por parte del Instituto de Estudios Catalanes/ Institut d'Estudis Catalans, María Ángeles Vilallonga Vives; a propuesta de la CRUE, José Luis Corral Lafuente; por la ACE, Clara Sánchez; A propuesta de la Asociación Española de Críticos Literarios, José Luis Martín; A propuesta de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), Soledad Gallego-Díaz Fajardo; a propuesta del Centro de Estudios de Género, María Milagros Rivera y a propuesta del Ministro de Educación, Cultura y Deporte, Fernando Rodríguez Lafuente. A ellos se suman, los dos últimos autores galardonados: Javier Cercas y Marcos Giralt Torrente.

jueves, 25 de octubre de 2012

BAUDELAIRE- LA HERMOSA DOROTEA

Charles Baudelaire
(Francia, 1821-1867)
Poeta y crítico francés, principal representante de la escuela simbolista. Nació en París el 9 de abril de 1821 y estudió en el Collège Louis-le-Grand. Su infancia y su adolescencia fueron infelices, pues su padre murió cuando tenía sólo seis años. Su madre volvió a casarse y Charles, que odiaba a su padrastro, nunca se lo perdonó. Decididos a poner freno a su carrera literaria, y con la intención de que abandonara sus propósitos, sus padres lo enviaron a la India en 1841. Pero abandonó el barco y regresó a París en 1842, más dispuesto que nunca a dedicarse a la literatura. Con la intención de solucionar sus problemas económicos, empezó a escribir críticas en la prensa nacional. Sus primeras publicaciones importantes fueron dos cuadernillos de crítica de arte, Los salones (1845-1846), en los que analizaba con agudeza las pinturas y los dibujos de artistas contemporáneos franceses como Honoré Daumier, Edouard Manet y Eugène Delacroix.
Su primer éxito literario llegó en 1848, cuando aparecieron sus traducciones del escritor estadounidense Edgar Allan Poe. Animado por los resultados, e inspirado por el entusiasmo que en él suscitó la obra de Poe, a quien le unía una fuerte afinidad, Baudelaire continuó traduciendo los relatos de Poe hasta 1857. En 1842 alcanzó la mayoría de edad y heredó la fortuna de su padre, lo que le permitió irse de casa y disfrutar de una vida de lujo. Las grandes sumas de dinero que gastó en su apartamento del Hôtel Lauzun y su estilo de vida decadente le dieron fama de excéntrico, e inmoral y le hicieron endeudarse para el resto de su vida. Durante este periodo de libertad y ocio, Baudelaire fue, sin embargo, enormemente creativo y escribió muchos de sus mejores poemas. La principal obra de Baudeleaire, una recopilación de poemas que lleva por título Las flores del mal, vio la luz en 1857. Inmediatamente después de su publicación, el gobierno francés acusó a Baudelaire de atentar contra la moral pública. A pesar de que la élite literaria francesa salió en defensa del poeta, Baudelaire fue multado y seis de los poemas contenidos en este libro desaparecieron en las ediciones posteriores. La censura no se levantó hasta 1949. Su siguiente obra, Los paraísos artificiales (1860), es un estudio autoanalítico basado en sus propias experiencias e inspirado en las Confesiones de un comedor de opio inglés, del escritor británico Thomas De Quincey. A partir de 1864 y hasta 1866, Baudelaire vivió en Bélgica. En 1867, aquejado de parálisis, regresó a París, donde tras una larga agonía murió el 31 de agosto.



Considerado hoy como uno de los mayores poetas de la literatura francesa, Baudelaire poseía un sentido clásico de la forma, una extraordinaria habilidad para encontrar la palabra perfecta y un gran talento musical.

Estando en la Universidad recuerdo las reiteradas ocasiones que le leía este poema en prosa a una "amiga" en la famosa Soda Guevara hoy desaparecida, frente a la Bliblioteca del Alma Máter.
Su ritmo y sensualidad no posee parangón.

- XXV -
La hermosa Dorotea
     Agobia el Sol a la ciudad con su luz recta y terrible; la arena resplandece y el mar espejea. Cobardemente se rinde el mundo estupefacto y duerme la siesta, siesta que es una especie de muerte sabrosa en que el dormido, despierto a medias, saborea los placeres de su aniquilamiento.
     Sin embargo, Dorotea, fuerte y altiva como el Sol, avanza por la calle desierta, único ser vivo a esta hora bajo el inmenso azul, y forma en la luz una mancha brillante y negra.
     Avanza, balanceando muellemente el torso tan fino sobre las caderas tan anchas. Su vestido de seda ajustado, de tono claro y rosa, contrasta vivamente con las tinieblas de su piel, moldeando con exactitud su tallo largo, su espalda hundida y su pecho puntiagudo.
     La sombrilla roja, tamizando la luz, proyecta en su rostro sombrío el afeite ensangrentado de sus reflejos.
     El peso de su enorme cabellera casi azul echa atrás su cabeza delicada y le da aire de triunfo y de pereza. Pesados pendientes gorjean secretos en sus orejas lindas.
     De tiempo en tiempo, la brisa del mar levanta un extremo de su falda flotante y deja ver la pierna luciente y soberbia; y su pie, semejante a los pies de las diosas de mármol que Europa encierra en sus museos, imprime fielmente su forma en la arena menuda. Porque Dorotea es tan prodigiosamente coqueta, que el gusto de verse admirada vence en ella al orgullo de la libertad, y aunque es libre, anda sin zapatos.
     Avanza así, armoniosamente, dichosa de vivir, sonriente, con blanca sonrisa, como si viese a lo lejos, en el espacio, un espejo que reflejara su porte y su hermosura.
     A la hora en que los mismos perros gimen de dolor al sol que los muerde, ¿qué poderoso motivo hace andar así a la perezosa Dorotea, hermosa y fría como el bronce?
     ¿Por qué dejó la estrecha cabaña, tan coquetamente dispuesta con flores y esterillas, que a tan poca costa le forman tocador perfecto; donde halla tanto placer en estarse peinando, en fumar, en que le den aire o en mirarse en el espejo de sus anchos abanicos de plumas, mientras el mar, que azota la playa a cien pasos de allí, da a sus divagaciones indecisas un poderoso y monótono acompañamiento, y la marmita de hierro, en que está puesto a cocer un guisado de cangrejos con arroz y azafrán, le envía, desde el fondo del patio, sus perfumes excitantes?
     Quizá tiene cita con algún ofícialillo que en playas lejanas oyó a sus compañeros hablar de la famosa Dorotea. Infaliblemente, la sencilla criatura le pedirá que le describa el baile de la Ópera, y le preguntará si se puede ir descalza, como a la danza del domingo, en que hasta las viejas cafrinas se ponen borrachas y furiosas de gozo, y también si las bellas señoras de París son todas más guapas que ella.
     A Dorotea todos la admiran y la halagan, y sería perfectamente feliz si no tuviese que amontonar piastra sobre piastra para el rescate de su hermanita, que tendrá once años, y ya está madura y es tan hermosa. ¡Lo conseguirá sin duda la buena Dorotea! ¡El amo de la niña es tan avaro! Demasiado avaro para comprender otra hermosura que la de los escudos.

martes, 23 de octubre de 2012

William Blake.

William Blake
(Gran Bretaña, 1757-1827)

 Poeta, pintor y grabador inglés, creador de una forma de poesía única acompañada de ilustraciones. Su poesía, inspirada por visiones místicas, se encuentra entre las más originales y proféticas de la lengua inglesa, y supone el rechazo de las ideas del movimiento ilustrado en favor del romántico. Hijo de un mercero (persona que comercia con artículos de costura), nació el 28 de noviembre de 1757 en Londres, ciudad en la que transcurrió la mayor parte de su vida. De educación fundamentalmente autodidacta, se dedicó con entusiasmo a la lectura, y recibió las influencias del místico alemán Jakob Boehme y del swedenborgianismo (de Emanuel Swedenborg). Ya desde pequeño, quería convertirse en pintor, por lo que fue a una escuela de grabado y, a la edad de 14 años, entró a trabajar como aprendiz del grabador James Basire. Poco después, estudió durante un breve periodo de tiempo en la Royal Academy, pero se rebeló contra las doctrinas estéticas de su director, sir Joshua Reynolds, defensor del neoclasicismo. Sin embargo, más tarde, entabló amistad con académicos como John Flaxman y Henry Fuseli, cuyas obras pudieron influirle. En 1784 abrió una imprenta y, aunque fracasó al cabo de unos años, continuó ganándose la vida como grabador e ilustrador. Su esposa le ayudó a imprimir los poemas ilustrados por los que es conocido incluso hoy en día.

Blake comenzó a escribir poesía a la edad de 12 años, y su primera obra impresa, Esbozos poéticos (1873), es una colección de poemas de juventud, en los que, entre una serie de elementos bastante tradicionales destacan pasajes que presagiaban lo que sería su estilo posterior. Como el resto de su producción, llegó a muy pocos lectores en su época. Sus poemas más populares, frescos, directos y notables por su elocuencia, fueron los que se incluían en Canción de inocencia (1789). En 1794, perdida la fe en la posibilidad de la perfección humana, el poeta publicó Canciones de experiencia, una obra en cuyos poemas utilizaba el mismo estilo lírico y retornaba a muchos de los temas de su libro anterior. De hecho, cuando se leen en conjunto, se descubre que las dos series de poemas presentan numerosas analogías. Inocencia y experiencia, los dos estados opuestos del alma humana, contrastan en dos piezas como El cordero y El tigre, que representan respectivamente la inocencia de la niñez y la corrupción y la represión de la vida adulta. Su poesía posterior desarrolla la idea de que la verdadera inocencia resulta imposible sin la experiencia, transformada por la fuerza creativa de la imaginación humana.

Como era su costumbre, adornó los Cantos con dibujos que exigen del lector una visión extremadamente imaginativa de las complejas relaciones entre dibujo y texto. No se sabe a ciencia cierta el método que utilizaba para estampar su obra. La explicación más plausible parece ser aquella según la cual primero escribía el texto y después realizaba los dibujos de cada poema sobre una plancha de cobre, usando algún líquido insensible al ácido, por lo cual quedaban en relieve cuando se aplicaba. Entonces, le daba una capa de tinta de color, lo estampaba, y retocaba los dibujos a mano con acuarela. A Blake se le considera prerromántico, pues rechazó el estilo literario e intelectual del neoclasicismo, y su obra gráfica desafiaba las convenciones artísticas del siglo XVIII. Defendió siempre la imaginación frente a la razón, pues consideraba que las formas ideales debían construirse no a partir de la observación de la naturaleza sino de las visiones interiores. También su estilo lineal y basado en rítmicas repeticiones significa un rechazo al estilo académico imperante en la época, y sus figuras se pueden retrotraer a la estatuaria de las sepulturas medievales, que había copiado cuando era aprendiz, y a las obras de los manieristas posteriores.
Resulta especialmente evidente la influencia de Miguel Ángel en la potencia del escorzo y en la exagerada musculatura de algunas de sus figuras, sobre todo en una muy conocida, la llamada El anciano de los días, que conforma el frontispicio de su poema Europa, una profecía (1794). Gran parte de su pintura estuvo dedicada a temas religiosos: ilustraciones para la obra de John Milton, su poeta favorito (a pesar de que rechazaba firmemente su puritanismo), para El viaje del peregrino de John Bunyan, y para la Biblia, además de las 21 ilustraciones que realizó para el Libro de Job. Entre sus ilustraciones de temas paganos se encuentran las que llevó a cabo para la edición de los poemas de Thomas Gray y las 537 acuarelas para Ideas nocturnas de Edward Young, de las que tan sólo 43 fueron publicadas.

En los denominados Libros proféticos, una serie de extensos poemas escritos a partir de 1789, Blake creó una compleja mitología personal e inventó sus propios personajes simbólicos, que reflejaban sus preocupaciones sociales. Verdaderamente innovadores tanto en pensamiento como en expresión, de ellos escribió el autor: Debo crear un sistema o permanecer esclavizado por los de otros. Blake fue un inconformista radical en la línea en que lo fueron otros librepensadores ingleses, como Mary Wollstonecraft o Thomas Paine. En poemas como La revolución francesa (1791), América, una profecía (1793) y Visiones de las hijas de Albión (1973), presenta las figuras de su propia mitología, como Urizén, símbolo de una moralidad represiva, y Orc, el arquetipo de rebelde. En Europa, una profecía (1794) expresó su condena hacia la tiranía política y social del siglo XVIII, mientras que en El libro de Urizén (1794), denuncia la tiranía religiosa, y en El viajero mental (1803) pone en evidencia la explotación de los sexos. Entre los Libros proféticos se encuentra una obra en prosa, El matrimonio del cielo y el infierno (1790-1793), que desarrolla la idea de su autor según lo cual sin contrarios no hay progreso e incluye, asimismo, los `Proverbios del infierno`, uno de los cuales dice: Los tigres de la ira son más sabios que los caballos de la instrucción. En 1800 el poeta se trasladó a la ciudad costera de Felpham, donde vivió y trabajó durante tres años, bajo el patrocinio de William Hayley. Allí llevó a cabo profundas exploraciones espirituales que le prepararon para sus obras de madurez, las grandes épicas visionarias escritas y decoradas entre 1804 y 1820. Milton (1804-1808), Vala o Los cuatro Zoas (es decir, aspectos del alma humana, 1797.


He aquí uno de los poemas más hermosos que haya leído:
Lo transcribo en su idioma original y luego apunto varias traducciones.

The Sick Rose

O rose, thou art sick!
The invisible worm
That flies in the night,
In the howling storm,

Has found out thy bed
Of crimson joy,
And his dark secret love
Does thy life destroy.

La Rosa Enferma (Versión libre).

¡Oh, rosa, estás enferma!
 El gusano invisible
vuela en la noche
porque en el rugir de la tormenta
 ha encontrado en ti
un lecho carmesí de gozo
un amor secreto y oscuro
que destruye tu vida
+++++

La Rosa enferma (versión literalista)

¡Oh, rosa, estás enferma!
El gusano invisible
que en la noche vuela
en el rugir de la tormenta

ha encontrado tu lecho
de gozo carmesí
y su oscuro y secreto amor
destruye tu vida.

La Rosa enferma (versión más que libre)

Hay una rosa que está enferma
porque el amor secreto es oscuro

(el amor del gusano que no vemos,
el de la noche, el de la tormenta)

y encuentra en ti sin que tú lo sepas
uun lecho que le ofreces inconsciente

de gozo cármesí, de púrpura alegría
y, en él, lento, va royendo tu vida.

lunes, 22 de octubre de 2012

SÓFOCLES: EDIPO REY.

Sófocles
(Colona, hoy parte de Atenas, actual Grecia, 495 a.C.-Atenas, 406 a.C.) Poeta trágico griego. Hijo de un rico armero llamado Sofilo, a los dieciséis años fue elegido director del coro de muchachos para celebrar la victoria de Salamina. En el 468 a.C. se dio a conocer como autor trágico al vencer a Esquilo en el concurso teatral que se celebraba anualmente en Atenas durante las fiestas dionisíacas, cuyo dominador en los años precedentes había sido Esquilo.
Comenzó así una carrera literaria sin parangón: Sófocles llegó a escribir hasta 123 tragedias para los festivales, en los que se adjudicó, se estima, 24 victorias, frente a las 13 que había logrado Esquilo. Se convirtió en una figura importante en Atenas, y su larga vida coincidió con el momento de máximo esplendor de la ciudad.
Amigo de Herodoto y Pericles, no mostró demasiado interés por la política, pese a lo cual fue elegido dos veces estratego y participó en la expedición ateniense contra Samos (440), acontecimiento que recoge Plutarco en sus Vidas paralelas. Su muerte coincidió con la guerra con Esparta que habría de significar el principio del fin del dominio ateniense, y se dice que el ejército atacante concertó una tregua para que se pudieran celebrar debidamente sus funerales.
De su enorme producción, sin embargo, se conservan en la actualidad, aparte de algunos fragmentos, tan sólo siete tragedias completas: Antígona, Edipo Rey, Áyax, Las Traquinias, Filoctetes, Edipo en Colona y Electra. A Sófocles se deben la introducción de un tercer personaje en la escena, lo que daba mayor juego al diálogo, y el hecho de dotar de complejidad psicológica al héroe de la obra.



.Seguramente Edipo rey es la tragedia que mejor representa en la actualidad un fenómeno habitual en la Atenas clásica: prácticamente todo su público potencial posee algún conocimiento del mito tratado en ella. Como mínimo, tendrá hoy una vaga idea de que Edipo asesinó a su padre y se casó con su madre. 


 ARGUMENTO
Esta tragedia, considerada como la obra maestra del teatro antiguo, es una
leyenda de origen tebano enlazada con la leyenda de LAYO; ambas leyendas
han pasado por muchas variantes hasta llegar a la que en la obra acoge
Sófocles. La idea que encarna es que nadie escapa a su destino. Da comienzo
la obra presentándonos al pueblo tebano, que, víctima de la peste, se congrega
en el Agora para solicitar de su rey, EDIPO, a quien tienen en gran
veneración, que encuentre un remedio a sus males.
La contestaci6n que trae CREONTE, cuñado de EDIPO, del oráculo
de Delfos, da a conocer al rey y al pueblo que el azote que sufren es un
castigo impuesto por los dioses, porque un crimen de sangre, concretamente
la muerte de su anterior rey, LAYO, ha quedado impune. Se hace, pues,
necesario encontrar al culpable y que expíe su crimen.
EDIPO, hombre honrado, ordena que se abra una investigación; ésta
revela que ha habido un testigo de la muerte de LAYO; pero él ha dado
una pista falsa: los autores fueron varios, ha dicho, lo cual justifica en parte
su propia cobardía. De todos modos se ordena que comparezca.
Entre tanto se han producido otras circunstancias: llega un mensajero de
Corinto para anunciar a EDIPO la muerte de PÓLIBO, rey de la

ciudad y supuesto padre de EDIPO; pero entre otras revelaciones que hace
en el curso de su conversación, manifiesta que EDIPO no fue hijo de
PÓLIBO, sino que el propio mensajero le entregó un niño que, a su vez,
él había recibido de otro pastor, que al parecer estaba al servicio de LAYO.
El CORO sugiere que quizás el pastor que se busca sea el mismo que
entregó el niño.
Del diálogo de ambos se aclara que aquel niño es el propio EDIPO, que
es, por tanto, también el matador de LAYO, con cuya viuda se ha casado,
claro que sin saberlo, y ésta es, a la vez, su madre y madre de los hijos de
EDIPO. YOCASTA, al saberlo, se suicida. EDIPO, ante el cadáver
de su madre-esposa, se salta los ojos con los broches que cerraban el peplo de
YOCASTA, y EDIPO explica que ha querido huir de la vista intolerable
para él de los hijos nacidos de aquel matrimonio, y que hubiera querido
asimismo quedarse sordo, para librarse del contacto del mundo exterior.

GARCÍA MÁRQUEZ-30 AÑOS DESPUÉS DEL NOBEL


García Márquez, 30 años después del Nobel

CULTURA • 
Estocolmo, 21 de octubre de 1982: el autor de 'Cien años de soledad' es encumbrado con el máximo galardón de las letras universales.
Guadalajara • Ocurrió el jueves 21 de octubre de 1982. Ese día, cuando el secretario permanente y miembro de la Academia Sueca Per Gillensten anunció ante un centenar de periodistas y figuras del mundo literario el nombre de Gabriel García Márquez como el destinatario del Premio Nobel de Literatura, un murmullo de aprobación recorrió la sala.
La noche anterior, Gabo (como se conoce cariñosamente al escritor colombiano) recibió una llamada de larga distancia en su casa de la Ciudad de México. Le hablaron en inglés y le dieron una noticia que lo dejó trastornado. Como Mercedes Bracha, su esposa, no había regresado aún de una visita y él necesitaba compartir la noticia con alguien, corrió a la casa de su gran amigo Álvaro Mutis. Cuenta una crónica del periodista y escritor colombiano Juan Gossaín que se produjo entonces el siguiente diálogo:
–¿Qué te pasa, hermano? –preguntó Mutis al ver que Gabo temblaba de pies a cabeza.
–Necesito que me escondas en tu casa –murmuró el novelista.
–¿Y esa vaina? –se extrañó Mutis–. Ya sé: peleaste con Mercedes.
–Peor, hermano –dijo García Márquez, con un gran desconsuelo–. Me acaban de dar el Premio Nobel.
La llamada provenía de la Academia Sueca; uno de sus miembros se complacía en anunciarle que lo esperaban en diciembre para entregarle el preciado medallón de oro. Un mes y medio más tarde, García Márquez recibió en Estocolmo el Premio Nobel de Literatura vestido de un clásico liquiliqui de lino blanco. Con ese gesto, más que romper la etiqueta de una ceremonia solemne y fría, quiso dejar su impronta de autor latinoamericano.
“Él, que años antes lo descalificó en una boutade olvidable como ‘premio a la lagartería’, entendió que era un reconocimiento a su talento y, al mismo tiempo, un gesto a la importancia de la nueva literatura latinoamericana. Por eso se echó a temblar cuando recibió el ansiado y temido telefonazo que iba a cambiarle la vida. No era la primera vez que se distinguía a un escritor de habla castellana: ya lo habían sido cuatro autores españoles y tres latinoamericanos. Pero ninguno de ellos, ni siquiera las figuras formidables de Juan Ramón Jiménez y Neruda, tenían el caudal de lectores y la unanimidad crítica que convoca García Márquez”, cuenta Gossaín.
Las reacciones de satisfacción se dieron en cadena en todo el mundo nada más conocerse la noticia de la concesión del Nobel de Literatura a Gabo. Su galardón suscitó comentarios favorables procedentes de eminentes figuras representativas de la cultura y la literatura como Juan Rulfo –“Por primera vez se ha dado un premio literario justo”–, Jorge Luis Borges –“Cien años de soledad es uno de los grandes libros de todos los tiempos”–, el premio Nobel alemán Heinrich Böll –“García Márquez es excepcional”– y Julio Cortázar –“Este Nobel servirá para poner al día los muchos problemas que tenemos en América Latina”–.
Hace justo 30 años, la Academia Sueca señalaba en sus fundamentos que la concesión del Premio Nobel de Literatura a García Márquez no suponía el “descubrimiento” de un escritor desconocido y que él “ha creado un universo propio –el mundo que rodea a Macondo, el pueblo por él inventado–. Desde finales de la década de los cincuenta, sus novelas y cuentos nos arrastran a ese extraño lugar donde se dan cita lo milagroso y lo más puramente real –el espléndido vuelo de la propia fantasía–, fabulaciones desmedidas y hechos concretos que surgen del fondo del pueblo, alusiones literarias, fábricas descripciones, palpables y a veces opresivas, realizadas con la precisión de un reportaje”.
La Academia Sueca hacía alusión también a la fecunda obra del escritor y al reconocimiento internacional de inusitada magnitud que produjo la aparición, en 1967, de su novela Cien años de soledad, traducida a gran número de idiomas y de la que se han editado millones de ejemplares.
“García Márquez no sólo escribió una novela magistral, sino que creó un estilo propio capaz de describir, con un prodigioso dominio del lenguaje, los mundos disparatados, coloridos y mágicos de su tierra costeña”, apunta la periodista española Salud Hernández Mora.
Los rumores sobre el estado de salud del escritor nacido hace 85 años en Aracataca han circulado consistentemente en redes sociales y medios de comunicación desde que a principios de julio de este año la agencia AFP anunciara que “Gabriel García Márquez padece demencia senil”. Aunque no ha habido confirmación oficial, el periodista y escritor Plinio Apuleyo Mendoza ha asegurado que su viejo amigo “ya no reconoce a gente que no veía hace tiempo”.
Universo creativo
Gabriel García Márquez publicó a los 20 años su primer cuento, La tercera resignación, en un suplemento semanal de El Espectador. A partir de entonces, ya lo presentaban como el nuevo genio de la literatura colombiana. Luego vendrían La hojarasca, El coronel no tiene quien le escriba, Los funerales de la Mamá Grande, La mala hora, cuyos personajes y ambientes verídicos e imaginarios confluyen hacia su pieza mayor: Cien años de soledad. Su prolífica producción siguió con más historias como El amor en los tiempos del cólera, El otoño del patriarca, Crónica de una muerte anunciada, Doce cuentos peregrinos, Noticia de un secuestro. Sus últimas publicaciones han sido Vivir para contarla, Historia de mis putas tristes y Yo no vengo a decir un discurso. Esta obra lanzada en 2010 reúne 22 textos escritos por García Márquez a lo largo de su vida para ser leídos en público e incluye el discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura en 1982.

domingo, 21 de octubre de 2012

UN VISTAZO AL MUNDO HOMOSEXUAL DE MARCEL PROUST

Marcel Proust
(Francia, 1871-1922)
 Escritor francés, autor de la obra en 16 volúmenes En busca del tiempo perdido (1913-1927), considerada como una de las cumbres de la literatura universal. Proust nació en París, el 10 de julio de 1871, en el seno de una familia adinerada. Estudió en el Liceo Condorcet. Comenzó la carrera de derecho, pero pronto abandonó sus estudios para relacionarse con la sociedad elegante de París y dedicarse a escribir. Su primera obra, una colección de ensayos y relatos titulada Los placeres y los días (1896), es sólo discreta, pero muestra dotes de observador para reproducir las impresiones recogidas en los salones de la ciudad. Este material lo emplearía con más eficacia en obras posteriores. Aquejado de asma desde su infancia, a los 35 años se convirtió en un enfermo crónico. Pasó el resto de su vida recluido, sin abandonar prácticamente nunca la habitación revestida de corcho donde escribió su obra maestra En busca del tiempo perdido. Esta obra de Proust describe con minuciosidad la vida física y, sobre todo, la vida mental de un hombre ocioso que se mueve entre la alta sociedad. Toda la obra es un largo monólogo interior en primera persona, y en muchos aspectos es autobiográfica. La primera parte, Por el camino de Swann (1913), cuya primera edición fue sufragada por el propio Proust, pasó desapercibida. Cinco años más tarde apareció A la sombra de las muchachas en flor (1919), que resultó un gran éxito y obtuvo el prestigioso premio Goncourt. Las partes tercera y cuarta, El mundo de los Guermantes (2 volúmenes, 1920-1921) y Sodoma y Gomorra (2 volúmenes, 1921-1922), también recibieron una excelente acogida. Las tres últimas partes, que Proust dejó manuscritas antes de su muerte, se publicaron después de su muerte: La prisionera (1923), La desaparición de Albertina (2 volúmenes, 1925) y El tiempo recobrado (2 volúmenes, 1927). La importancia de las novelas de Proust reside no tanto en sus descripciones de la cambiante sociedad francesa como en el desarrollo psicológico de los personajes y en su preocupación filosófica por el tiempo. Cuando Proust trazó la trayectoria de su héroe desde la feliz infancia hasta el compromiso romántico de su propia conciencia como escritor, buscaba además verdades eternas, capaces de revelar la relación de los sentidos y la experiencia, la memoria enterrada que de pronto se libera ante un acontecimiento cotidiano, y la belleza de la vida, oscurecida por el hábito y la rutina, pero accesible a través del arte. Trató el tiempo como un elemento al mismo tiempo destructor y positivo, sólo aprehendible gracias a la memoria intuitiva. Proust percibe la secuencia temporal a la luz de las teorías de su admirado filósofo francés Henri Bergson: es decir, el tiempo como un fluir constante en el que los momentos del pasado y el presente poseen una realidad igual. Proust exploró con valentía los abismos de la psique humana, las motivaciones inconscientes y la conducta irracional, sobre todo en relación con el amor. Esta obra, traducida a numerosos idiomas, hizo famoso a su autor en el mundo entero, y su método de escritura, basado en un minucioso análisis del carácter de sus personajes, tuvo una importante repercusión en toda la literatura del siglo XX. Se considera a Jean Santeuil -descubierta y publicada tras su muerte, aunque escrita entre (1895 y 1899)- el antecedente de  En busca del tiempo perdido.

 (Fragmento de SODOMA Y GOMORRA).

Guiñando los ojos contra el sol, casi parecía sonreír; vista así su
cara en reposo y como al natural, le encontré un no sé qué tan afectuoso,
tan desarmado, que no pude menos de pensar cuánto se hubiera
irritado el señor de Charlus de haber podido saber que alguien
le estaba mirando; porque en lo que me hacía pensar este hombre
que estaba tan prendado, que tanto alardeaba de virilidad, a quien
todo el mundo le parecía odiosamente afeminado, en lo que me hac
ía pensar de pronto, a tal punto tenía pasajeramente los rasgos, la
expresión y la sonrisa, era en una mujer.
Iba a apartarme de nuevo para que no pudiese reparar en mí;
no tuve tiempo ni necesidad de ello. ¡Lo que vi! Cara a cara, en aquel
patio en que evidentemente no se habían encontrado nunca (ya que
el señor de Charlus no venía al palacio de los Guermantes sino por la
tarde, a las horas en que Jupien estaba en su oficina), el barón, que
había abierto de par en par, de pronto, sus ojos entornados, miraba
con extraordinaria atención al antiguo chalequero, a la puerta de su
tienda, mientras el último, clavado súbitamente en el sitio ante el
señor de Charlus, arraigado como una planta, contemplaba con expresi
ón maravillada la corpulencia del barón camino de la vejez. Pero,
cosa más asombrosa aún: como la actitud del señor de Charlus cambiase,
la de Jupien, inmediatamente, cual si obedeciese a las leyes de
Sodoma y Gomorra
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un arte secreto, se puso en armonía con ella. El barón, que trataba
ahora de disimular la impresión que había sentido, pero que, a pesar
de su afectada indiferencia, parecía no alejarse sino de mala gana, iba
y venía, miraba al vacío de la manera que a él le parecía resaltaba más
la belleza de sus pupilas, adoptaba un aire fatuo, negligente, ridículo.
Ahora bien; Jupien, perdiendo enseguida la expresión humilde
y bondadosa que yo le había conocido siempre, había en simetr
ía perfecta con el barón erguido la cabeza, daba a su talle un
porte favorable, apoyaba con grotesca impertinencia el puño en la
cadera, hacía salir su trasero, adoptaba actitudes con la coquetería
que hubiera podido tener la orquídea para con el abejorro
providencialmente aparecido. Yo no sabía que pudiese presentar un
aspecto tan antipático. Pero ignoraba asimismo que fuese capaz de
representar de improviso su papel en esta suerte de escena de los dos
mudos, que (aunque se hallase por vez primera en presencia del se-
ñor de Charlus) parecía haber sido largamente ensayada no se llega
espontáneamente a esa perfección más que cuando uno encuentra
en el extranjero a un compatriota, con el cual, entonces, se produce
por sí misma la inteligencia, ya que el trujamán es idéntico, y sin
que ninguno de los dos se haya visto nunca, sin embargo. Esta escena
no era, por lo demás, positivamente cómica; estaba teñida de una
rareza, o si se quiere, de una naturalidad, cuya belleza iba en aumento.
Por más que adoptara el señor de Charlus un continente de indiferencia,
bajaba distraídamente los párpados, de cuando en cuando
los alzaba, y lanzaba entonces a Jupien una mirada atenta. Pero (sin
duda porque pensaba que una escena como aquella no podía prolongarse
indefinidamente en aquel lugar, ya fuese por razones que se
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Marcel Proust
comprenderán más tarde, o, en fin, por ese sentimiento de la brevedad
de todas las cosas que hace que se quiera que cada tiro dé en el
blanco, y que hace tan conmovedor el espectáculo de todo amor)
cada vez que el señor de Charlus miraba a Jupien, se las arreglaba
para que su mirada fuese acompañada de una palabra, lo que la hacía
infinitamente distinta de las miradas dirigidas habitualmente a una
persona que se conoce o no se conoce; miraba a Jupien con la fijeza
peculiar del que va a decirle a uno: “Perdóneme la indiscreción, pero
lleva usted una hilacha blanca y larga que le cuelga en la espalda”, o
bien: “No debo de estar equivocado, usted debe de ser también de
Zurich; me parece que me he encontrado a menudo con usted en
casa del anticuario”. Así, cada dos minutos, la misma pregunta parec
ía intensamente formulada a Jupien en la ojeada del señor de Charlus,
como esas frases interrogativas de Beethoven, repetidas infinitamente,
a intervalos iguales, y destinadas como un lujo exagerado de preparativos
 a traer un nuevo motivo, un cambio de tono, una “vuelta
”. Pero precisamente la belleza de las miradas del señor de Charlus
y de Jupien provenía, por el contrario, de que, provisionalmente al
menos, esas miradas no parecían tener por finalidad conducir a nada.
Era la primera vez que veía yo al barón y a Jupien manifestar tal
belleza. En los ojos del uno y del otro lo que acababa de surgir era el
cielo, no de Zurich, sino de alguna ciudad oriental cuyo nombre aún
no habla adivinado yo. Cualquiera que fuese el punto que pudiera
detener al señor de Charlus y al chalequero, su acuerdo parecía concluido,
y que aquellas inútiles miradas no fuesen más que preludios
rituales, semejantes a las fiestas que se celebran antes de un matrimonio
ya concertado. Más cerca aún de la naturaleza 

y la misma multiplicidad de estas comparaciones es tanto más natural cuanto que
un mismo hombre, si se le examina durante algunos minutos, parece
sucesivamente un hombre, un hombre-pájaro o un hombre-insecto,
etc. se hubieran dicho dos pájaros, macho y hembra; el macho, tratando
de avanzar, sin que la hembra Jupien respondiese ya a este
manejo con el menor signo, sino mirando a su nuevo amigo sin asombro,
con una fijeza distraída, considerada sin duda más turbadora y la
única útil, desde el momento en que el macho había dado los primeros
pasos, y se contentaba con alisarse las plumas. Por fin, la indiferencia
de Jupien no pareció bastarle ya; de esta certeza de haber conquistado,
a hacerse perseguir y desear, no había más que un paso, y
Jupien, decidiendo encaminarse a su trabajo, salió por la puerta cochera.
No sin haber vuelto antes dos o tres veces la cabeza se escapó
a la calle, adonde el barón, temblando perder su pista (silboteando
con aire fanfarrón, no sin gritar “hasta la vista” al portero que, medio
ebrio y ocupado en atender a unos invitados en el cuartito inmediato
a su cocina, ni siquiera le oyó), se lanzó rápidamente para alcanzarle.
En el mismo instante en que el señor de Charlus había
traspuesto la puerta silbando como un abejorro, otro, éste de veras,
entraba en el patio. Quién sabe si no era el esperado desde hacía
tanto tiempo por la orquídea, y que venía a traerle el polen tan raro
sin el que permanecería virgen. Pero me distraje de seguir los jugueteos
del insecto, porque al cabo de unos minutos, solicitando aún más mí
atención, Jupíen (acaso para recoger un paquete que se llevó más
tarde y que, con la emoción que le había causado la aparición del
señor de Charlus, había olvidado; acaso sencillamente por una razón
más natural) volvió, seguido por el barón. Este, decidido a apresurar
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Marcel Proust
las cosas, pidió lumbre al chalequero, pero observó inmediatamente:
“Le pido a usted lumbre, pero veo que me he dejado olvidados los
cigarros”. Las leyes de la hospitalidad triunfaron de las reglas de la
coquetería: “Entre usted, se le dará todo lo que quiera”, dijo el
chalequero, en cuyo semblante el desdén dejó paso al júbilo. La puerta
de la tienda volvió a cerrarse tras ellos, y ya no pude oír nada.
Había perdido de vista al abejorro, no sabía si era el insecto que
necesitaba la orquídea, pero ya no dudaba, por lo que hacía a un
insecto rarísimo y a una flor cautiva, de la posibilidad milagrosa de
que se uniesen, cuando el señor de Charlus (simple comparación en
cuanto a los azares providenciales, cualesquiera que sean, y sin la
menor pretensión científica de relacionar ciertas leyes de la botánica
y de lo que se llama a veces, muy mal, la homosexualidad), que, desde
hacía varios años, no venía a esta casa sino a las horas en que Jupien
no estaba en ella, por la casualidad de una indisposición de la señora
de Villeparisis había encontrado al chalequero y con él la aventura
reservada a los hombres del género del barón por uno de esos seres
que pueden incluso ser, como ya se verá, infinitamente más jóvenes
que Jupien y más hermosos, el hombre predestinado para que aquellos
tengan su porción de voluptuosidad en esta tierra: el hombre
que sólo ama a los ancianos.


Lo que acabo de decir, por lo demás, aquí, es lo que no había
de comprender yo hasta unos minutos más tarde; a tal punto se adhieren
a la realidad estas propiedades de ser invisible, hasta que una
circunstancia la haya despojado de ellas. Como quiera que fuese, por
el momento me sentía muy fastidiado al no poder escuchar ya la
conversación del antiguo chalequero y del barón. Entonces reparé
Sodoma y Gomorra
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en la tienda por alquilar, separada únicamente de la de Jupien por un
tabique sumamente delgado. Para trasladarme a ella no tenía más
que volver a nuestro departamento, ir a la cocina, bajar por la escalera
de servicio hasta los sótanos, seguir por éstos interiormente por
todo el ancho del patio, y al llegar a la parte del subsuelo, donde el
ebanista hacía aún unos meses aserraba sus maderas, donde Jupien
pensaba guardar su carbón, subir los escasos peldaños que daban
acceso al interior de la tienda. Así hada a cubierto todo mi camino, y
nadie me vería. Era el medio más prudente. No fue el que adopté,
sino que, pegándome a las paredes, di la vuelta, al aire libre, al patio,
tratando de no ser visto. Si no lo fui, creo que lo debo más a la
casualidad que a mi cautela. Y en cuanto al hecho de haberme resuelto
a una decisión tan imprudente, cuando era tan seguro el camino
por el sótano, veo tres motivos posibles de ello, suponiendo que
hubiese alguno. Mi impaciencia, primeramente. Luego acaso una
oscura remembranza de la escena de Montjouvain, escondido ante la
ventana de la señorita de Vinteuil. En rigor, las cosas de este género
a que asistí tuvieron siempre, en la escenografía, el carácter más imprudente
y menos verosímil, como si revelaciones tales no debieran
ser sino la recompensa de un acto lleno de riesgos, aunque en parte
clandestino. Por último, me atrevo apenas, a causa de su carácter de
chiquillada, a confesar el tercer motivo, que fue, a lo que creo, inconscientemente
determinante. Desde que por seguir y ver desmentirse
los principios militares de Saint-Loup, había seguido con todo
detalle la guerra de los boers, me había visto inducido a leer antiguos
relatos de exploraciones y de viajes. Estas narraciones me habían
apasionado y las aplicaba a la vida corriente para darme más ánimos.
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Marcel Proust
Cuando los ataques me habían forzado a permanecer varios días y
varias noches sucesivas no sólo sin dormir, pero sin echarme, sin
beber ni comer, en el instante en que el agotamiento y los sufrimientos
llegaban a ser tales que creía que jamás saldría de ellos, pensaba
en tal viajero arrojado sobre la playa, envenenado por hierbas ponzo
ñosas, tiritando de fiebre bajo sus vestiduras empapadas por el
agua del mar y que, sin embargo, se encontraba mejor al cabo de dos
días, emprendía de nuevo su camino a la ventura, en busca de unos
habitantes cualesquiera, que acaso fuesen antropófagos. Su ejemplo
me tonificaba, me devolvía las esperanzas, y sentía vergüenza de haber
tenido un instante de desaliento. Al pensar en los boers que,
teniendo frente a sí ejércitos ingleses, no temían exponerse en el
momento en que había que atravesar, antes de volver a encontrar
una espesura, zonas de campo raso: “Bueno fuera pensaba que fuese
yo más pusilánime, cuando el teatro de operaciones es simplemente
nuestro propio patio, y cuando yo, que me he batido varias veces en
duelo sin ningún temor en el momento del asunto Dreyfus, no tengo
que temer otra espada qué la de las miradas de los vecinos, que tienen
algo más que hacer que mirar al patio”.
Pero cuando estuve en la tienda, evitando hacer crujir el piso,
dándome cuenta que el menor crujido de la tienda de Jupien se oía
desde la mía, pensé en lo imprudentes que habían sido Jupien y el
señor de Charlus, y hasta qué punto les había ayudado la suerte.
No me atrevía a moverme. El palafrenero de los Guermantes,
aprovechando sin duda su ausencia, había trasladado a la tienda en
que me encontraba yo, una escalera de mano, guardada hasta entonces
en la cochera. Y si yo me hubiera subido a ella habría podido
Sodoma y Gomorra
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abrir la ventanita y oír como si hubiera estado en casa del mismo Jupien.
Pero temía hacer ruido. Por lo demás, era inútil. Ni siquiera tuve que
lamentar no haber llegado hasta después de algunos minutos a mi
tienda. Porque a juzgar por lo que oí en los primeros momentos en la
de Jupien, que no fue más que algunos sonidos inarticulados, supongo
que fueron pronunciadas pocas palabras. Verdad es que esos sonidos
eran tan violentos, que si no hubiesen sido repetidos siempre una
octava más alto por un quejido paralelo, hubiera podido yo creer que
una persona degollaba a otra cerca de mí y que luego el asesino y su
víctima, resucitada, tomaban un baño para borrar las huellas del crimen.
Deduje más tarde de ello que hay una cosa tan ruidosa como el
dolor: el placer, sobre todo cuando se añaden a él a falta del temor
de tener hijos, caso que no podía darse aquí, a pesar del ejemplo
poco convincente de la Leyenda Dorada cuidados inmediatos de aseo.
Por fin, al cabo, aproximadamente, de media hora (durante la cual
me había encaramado a paso de lobo a mi escalera de mano para ver
por la ventanita, que no abrí), se entabló una conversación. Jupien rechazaba
enérgicamente el dinero que el señor de Charlus quería darle.
A la media hora, el señor de Charlus volvió a salir: “¿Por qué
lleva usted afeitada de esa manera la barbilla? dijo Jupien al barón en
tono de mimo. ¡Es tan hermosa una barba corrida!” “¡Uf! ¡Es repugnante!
”, respondió el barón. Así y todo se quedaba en el umbral de la
puerta y le pedía a Jupien informes del barrio. “¿No sabe usted nada
del castañero de la esquina? No, el de la izquierda no, es horrible; el
del lado de los pares, un mocetón moreno. Y el farmacéutico de
enfrente tiene un ciclista muy simpático, que reparte las, medicinas”.
Estas preguntas molestaron sin duda a Jupien, porque, irguiéndose
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Marcel Proust
con el despecho de una gran coqueta traicionada, respondió: “Veo
que tiene usted un corazón de alcachofa”.

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