FILOSOFÍA Y LITERATURA.
CARTILLA ELECTRÓNICA DEL ESCRITOR J MÉNDEZ-LIMBRICK. Premio Nacional de Narrativa Alberto Cañas 2020. Premio Nacional Aquileo j. Echeverría novela 2010. Premio Editorial Costa Rica 2009. Premio UNA-Palabra 2004.
FILOSOFÍA Y LITERATURA.
Presentación
En sus conversaciones con Eckermann, Goethe decía que la idea
reinante en toda la obra schilleriana, desde sus tragedias hasta sus escritos
filosóficos, había sido la de la libertad. En efecto, puede afirmarse que
toda la obra poética y filosófica de Schiller no fue más que un siempre
renovado intento por responder al problema de las posibles relaciones
entre la experiencia estética, ligada a la puesta en escena dramática, y la
instauración en el mundo de la libertad humana. Sería esta búsqueda,
precisamente, la que caracterizaría los dilemas de sus más conocidos
personajes trágicos: Karl Moor, Don Carlos, Wallenstein, Juana de Arco o
Guillermo Tell. Sería este anhelo, también, lo que lo cautivaría de la filosofía
de Kant, cuya Crítica del juicio leería bajo la mirada de quien encuentra
por fin, para el arte, una justificación a la luz de la experiencia estética
como experiencia de libertad, de juego, de apertura a la contingencia de
la naturaleza. Sería este impulso, finalmente, el que lo llevaría a escribir
sus más importantes ensayos filosóficos, en los que la belleza y lo sublime
se convierten en los puntos de partida para una profunda reflexión
antropológica sobre las condiciones para desplegar en el mundo todas
las posibilidades de una vida plenamente humana, en medio de, y gracias
precisamente a, aquella lucha incesante y a aquellas armonías disonantes
características de la compleja y trágica naturaleza del hombre.
Los textos que componen la presente compilación giran en torno
a este objetivo último de las reflexiones de Schiller: las relaciones entre
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María del Rosario Acosta López
estética, arte y libertad. En la primera parte, «Los dramas de Schiller: la
filosofía en la tragedia», la riqueza filosófica de los dramas schillerianos
está estrechamente ligada a la exploración de las complejidades,
profundidades y ambivalencias de la búsqueda humana por la libertad.
La libertad se presenta aquí en todas sus posibles facetas: desde aquello
majestuoso que, como salida de la ingenuidad y paso por el abismo,
corre el peligro de erigirse en destino trágico ineludible, tal y como se
muestra en el primer artículo de esta compilación, dedicada a un análisis
de la primera obra dramática schilleriana, Los bandidos, hasta aquella
poderosa fuerza que puede mover a todo un pueblo a realizar grandes
hazañas, pero que corre el riesgo de convertirse —nos advierte Schiller
con una lucidez que aún hoy sería pertinente recordar— en un fanatismo
que roza lo inhumano. Así nos presenta José Luis Villacañas a esa Juana
de Arco de La doncella de Orléans, cuyo corazón helado, cuya búsqueda
de aquella cara violenta de la libertad como omnipotencia, termina
conduciéndola al fracaso necesario de su acción: erigirse por encima
de lo humano es negar, con ello, toda posibilidad de realización de la
libertad. Por el otro lado, y de la mano esta vez de los peligros que entraña
una concepción de la libertad como ideal, el análisis de Villacañas de La
novia de Mesina presenta a un Schiller consciente de la discordia como
condición de posibilidad de toda identidad, del reconocimiento de lo
real como aquella alteridad con la que es necesario mantener un diálogo
permanente si se quiere asumir la inevitable tragedia de la libertad
verdaderamente humana.
En la segunda parte, «Los ensayos filosóficos: la libertad en la
experiencia estética», se expone, como complemento a la riqueza que
ya entrañan las reflexiones poéticas de Schiller, toda la profundidad de
su propuesta filosófica madura, la cual, en un progresivo aprendizaje,
asimilación y contrapunto de la filosofía kantiana, termina por erigirse
en una respuesta alternativa a la problemática típicamente modernaantropológica
de la libertad. Así es como Ezra Heymann se propone
mostrarnos a un Schiller que, como discípulo de Kant, termina influyendo
de manera definitiva sobre su maestro con su propuesta de una libertad
estética. También Frederick Beiser señalará la riqueza que entraña
aquella confrontación de Schiller con Kant, que ha sido ignorada, o al
menos malinterpretada y desechada injustificadamente por la historia de
15
Presentación
la filosofía en el último siglo. En este mismo sentido, el análisis detallado
que lleva a cabo Jaime Troncoso de la relación entre lo bello, lo sublime,
y una propuesta de filosofía práctica en las Cartas sobre la educación
estética del hombre, comprende las reflexiones estéticas de Schiller a la
luz de un interés por estudiar tanto las condiciones como las metas de
esa situación histórica y antropológica que nos conduce a una incesante
búsqueda de una libertad que se realiza una y otra vez en el mundo.
Los textos aquí reunidos, a excepción del texto de Beiser, fueron
presentados en su primera versión en el Encuentro Internacional sobre
Schiller, organizado a finales de 2006, en conmemoración de los 200
años de la muerte de Schiller, por el Departamento de Filosofía de la
Universidad Nacional de Colombia. Aprovecho para agradecer a todas
las personas que hicieron posible dicho encuentro, en especial al director
del Departamento en aquellos momentos, el profesor Porfirio Ruiz, y
a Paola Rodríguez, de la oficina de extensión. Agradezco también a
todos los autores, tanto aquellos que participaron en el evento, como a
Frederick Beiser, quien muy generosamente permitió la traducción y la
publicación de su artículo. Finalmente, agradezco a Juanita Maldonado,
quien me ayudó con las labores de edición de la compilación, y a
Leonardo Escobar, quien llevó a cabo cuidadosamente todo el trabajo de
corrección e indexación.
El objetivo del evento, así como el del libro que hoy sale a la luz, es el
de contribuir a disminuir aquellas razones por las que Beiser se lamenta
en el artículo que cierra la presente compilación: si bien es cierto que
Schiller ha sido prácticamente ignorado por los estudios filosóficos a lo
largo del último siglo, se espera que esta publicación ayude a recordarles
a todos aquellos que aún lo ignoran la pertinencia para la reflexión
filosófica contemporánea de un pensador que se enfrentó a la tarea de
contemplar la libertad a la luz de la contingencia.
María del Rosario Acosta lópez
Editora
fuente:
biblioteca abierta
colección general filosofía
Friedrich Schiller: estética y libertad
Friedrich Schiller: estética y libertad
María del Rosario Acosta López editora
Universidad Nacional de Colombia
Facultad de Ciencias Humanas / Departamento de Filosofía
Bogotá
c ata l ogac ión en l a pu bl ic ac ión
universidad nacional de colombia
Friedrich Schiller : estética y libertad / ed. María del Rosario Acosta López. – Bogotá :
Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Ciencias Humanas, 2008
222 p. – (Biblioteca abierta. Filosofía)
ISBN : 978-958-719-134-9
1. Schiller, Friedrich Johann Christoph, 1759-0805 – Pensamiento filosófico
2. Estética 3. Filosofía moderna I. Acosta López, María del Rosario, 1979- - ed.
CDD-21 111.85 / 2008
Friedrich Schiller: estética y libertad
Biblioteca abierta
Colección general, serie Filosofía
Universidad Nacional de Colombia
Facultad de Ciencias Humanas
Departamento de Filosofía
Editora
© 2008, María del Rosario Acosta López
© 2008, Universidad Nacional de Colombia
Primera edición,
Bogotá D.C., diciembre 2008
Preparación editorial
Centro Editorial, Facultad de Ciencias Humanas
Excepto que se establezca de otra forma, el contenido de
este libro cuenta con una licencia Creative Commons
“reconocimiento, no comercial y sin obras derivadas” Colombia 2.5, que
puede consultarse en http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/co/
Contenido
Abreviaturas de las obras citadas 11
Presentación 13
PRIMERA PARTE
Los dramas de Schiller: la filosofía en la tragedia 17
María del Rosario Acosta López
El paso por el abismo:
Los bandidos y la tragedia como fenómeno estético 19
José Luis Villacañas
Ambivalencia y omnipotencia:
sobre la Juana de Arco de Schiller
(La doncella de Orléans) 41
José Luis Villacañas
Maldiciones de la identidad:
sobre La novia de Mesina de Schiller 63
SEGUNDA PARTE
Los ensayos filosóficos: la libertad en la experiencia estética 95
Ezra Heymann
Un pensamiento en polaridades:
entre la voluntad y la aisthesis 97
Jaime Francisco Troncoso Cerón
Sobre lo bello y lo sublime:
ideal estético e ideal moral en Schiller 109
Frederick Beiser
(traducción de María del Rosario Acosta López)
Un lamento
Sobre la actualidad del pensamiento schilleriano 131
TERCERA PARTE
Traducciones 153
Presentación de los textos y notas a las traducciones 155
Friedrich schiller
(traducción de Miguel Gualdrón)
Sobre el fundamento del placer
ante los objetos trágicos 163
Friedrich schiller
(traducción de María del Rosario Acosta López)
Sobre el arte trágico 181
Los autores 211
Índice de nombres 215
Índice de materias 219
Friedrich Schiller: estética y libertad
11
Abreviaturas de las obras citadas*
B [1781] [1943] Los bandidos
BDC [1788] Briefe über Don Carlos [Cartas sobre Don Carlos]
CEEH [1795] Cartas sobre la educación estética del hombre
GD [1793] Sobre la gracia y la dignidad
GT [1782] Über das Gegenwärtige teutsche Theater [Sobre el teatro
alemán contemporáneo]
HA Friedrich Schiller: Werke in Drei Bänden [Hanser Verlag]
K [1793] Kallias o sobre la belleza
NA Schillers Werke. Nationalausgabe [Böhlaus Verlag]
PIS [1796] Sobre poesía ingenua y poesía sentimental
PP [1779] Philosophie der Physiologie [Filosofía de la fisiología]
SCT [1803] Sobre el uso del coro en la tragedia
SP [1793] Sobre lo patético
SR [1782] Die Räuber. Selbstbesprechung [Los bandidos. Autocrítica]
SS [1795-1800] Sobre lo sublime
TG [1780] Versuch über den Zusammenhang der Thierischen Natur des
Menschen mit seiner Geistigen [Ensayo sobre la conexión entre la
naturaleza animal y la naturaleza espiritual del hombre]
TJ [1786] Philosophische Briefe. Teosophie des Julius [Cartas
filosóficas. Teosofía de Julius]
VR [1781] Die Räuber. Vorrede zur ersten Auflage [Los bandidos.
Prefacio a la primera edición]
WS [1785] Was kann eine gute stehende Schaubühne eigentlich wirken?
[¿Cuáles son realmente los efectos de una buena puesta en escena?]
* Véase la información bibliográfica completa al final de cada artículo.
Las 15 «lecciones» magistrales que contiene este libro revolucionaron, ya en los años
sesenta, la manera de enseñar música. En ese momento, el prestigioso compositor y
director de orquesta Leonard Bernstein (1918-1990) presentaba en televisión sus
famosos Conciertos para jóvenes, y explicaba de una forma amena y didáctica esos
conceptos y puntos considerados aburridos o difíciles en la música: el solfeo, el
contrapunto, los acordes, qué es un concierto, la música sinfónica, cómo suenan los
diferentes instrumentos, etc. En esta cuidada selección de dichos conciertos
advertiremos que, lo más curioso, es que Bernstein, para ofrecer claridad en sus
explicaciones, acude no solo a los propios clásicos sino a la música moderna de los
Beatles o al jazz.
Desde su publicación en Estados Unidos, este libro ha demostrado que la música no
tiene por qué ser solo para entendidos. El «método Bernstein» se ha venido aplicando
desde entonces en los conservatorios de todo el mundo para acabar con esa ingrata
enseñanza de la música que tantas veces ha provocado rechazo. Por fin, un maravilloso
libro que da la posibilidad de entender la música de nuestros clásicos a cualquier lector,
a cualquier edad.
Leonard Bernstein
El maestro invita a un concierto
Han transcurrido veinte años desde que Leonard Bernstein presentó por última vez
un «Concierto para jóvenes» televisado con la Orquesta Filarmónica de Nueva York.
Desde 1958 a 1972, Bernstein escribió y apareció como comentarista, pianista solista y
director en cincuenta y tres conciertos diferentes concebidos para jóvenes (de edades
comprendidas entre los ocho y los dieciocho años). Las cualidades pedagógicas de
Bernstein y su viva personalidad pronto se hicieron populares en todo el país. A través
de medios impresos y audiovisuales, contribuyó a la transformación de toda una
generación de estadounidenses, oyentes ocasionales de música, en melómanos
apasionados. Su discurso elocuente y lúcido es una cualidad poco habitual en un
músico, que, como suele decirse, normalmente prefiere «dejar que la música hable [¿o
debería decirse “cante”?] por sí misma».
Durante su etapa de estudiante de secundaria, Bernstein recibió una sólida
formación en latín (en qué otro sitio mejor que en la Boston Latin School), y era
conocido porque solía corregir la gramática de los demás en medio de acaloradas
discusiones, por lo general para enojo de sus interlocutores. Su afinidad natural por las
lenguas extranjeras le permitía comunicarse, con diversos grados de fluidez, en alemán,
francés, italiano, español, yiddish y hebreo. Su estudio estaba lleno, desde el suelo hasta
el techo, de diccionarios, obras sobre etimología y libros de léxico de todo tipo. Sus
conocimientos sobre literatura eran tremendamente amplios y abarcaban innumerables
campos, y su pasión por los juegos de palabras, como los anagramas y los complejos
crucigramas de las revistas británicas —cuanto más difíciles mejor—, casi rayaba la
religiosidad. Durante una época tuvo en su casa un aparato electrónico que proyectaba
aleatoriamente cuatro letras en interminables combinaciones diferentes. El objetivo de
este aparato no era reconocer las palabras reales que pudieran aparecer
accidentalmente, sino buscarle un significado rápidamente a todas las combinaciones
que no formaban palabras reales, utilizando los anagramas y añadiendo las letras que
pudiesen faltar. Otro juego que solía practicar con sus compañeros durante los largos
viajes en automóvil era el llamado «Mental Jotto», que consistía en descubrir palabras
de cinco letras utilizando mentalmente la técnica del anagrama. Él ganaba siempre.
Desde luego fue un músico cuyos intereses y habilidades iban mucho más allá de lo
puramente musical. Profesor nato y elocuente orador sobre materias muy diversas, no
sólo culturales, se embriagaba con las palabras.
La popularidad de los «Conciertos para jóvenes» convirtió en un éxito de ventas las
dos primeras ediciones del libro basado en ellos. Estos libros llevaban agotados mucho
tiempo, y la demanda para su reedición, así como la de los vídeos de los conciertos
originales, ha sido considerable durante la última década. Antes de 1958 no se había
visto nada similar, y después de 1972 nada se ha acercado a su magnífico historial de
éxitos. Hubo otros «Conciertos para jóvenes» televisados con la Orquesta Filarmónica
de Nueva York, realizados por otras personalidades[1] durante los catorce años del
período Bernstein y después de éste; pero ninguno de ellos consiguió cautivar al
público con la misma emoción. (En honor a la verdad, todos esos directores no tuvieron
tiempo de lograr una continuidad, pues no eran directores musicales de la Filarmónica
de Nueva York.) Ahora, después de tanto tiempo, se ha podido responder a las
peticiones del público para la reedición de los «Conciertos para jóvenes» de Bernstein.
No ha sido posible hacerlo durante los últimos quince años debido a la existencia de
una enormemente complicada maraña de autorizaciones y derechos establecidos por
organizaciones de intérpretes, artistas y editores. Esa maraña finalmente ha sido
desenredada.
Los análisis y comentarios de Bernstein fueron, naturalmente, mucho más que unas
improvisadas notas para presentar el programa de las obras que iban a ser interpretadas
por la orquesta. Cada concierto poseía un elaborado guión que finalmente se transcribía
a un teleprompter. Bernstein solía escribir un primer borrador a lápiz en papel amarillo
de bloc. Después estas cuartillas se mecanografiaban y se distribuían en un formato con
márgenes anchos, diseñados para congresos, pues el uso de los ordenadores no era aún
habitual. Junto con el director de producción Roger Englander, un equipo de asistentes
de producción[2] se reunía con el señor Bernstein en su casa para revisar, discutir,
clarificar, calcular la duración y ayudar a rehacer partes del guión cuando era necesario.
El mismo autor sugería los posibles cortes, que con frecuencia se debían a la obligación
de limitarse a los cincuenta y cinco minutos aproximadamente de los que se disponía
para el directo. (Unos cinco minutos en total se tenían que destinar a los títulos de
crédito iniciales y finales, y a la pausa para la publicidad en los conciertos de una hora
de duración.) En los guiones que se han añadido por primera vez a esta edición, se han
restablecido algunos de estos cortes.
Las reuniones informales para la escritura de guiones eran como pequeños
seminarios de trabajo, y tan divertidos como los mismos conciertos. Había un
intercambio distendido, y Bernstein agradecía las bromas y comentarios de su equipo
de producción. Pero hay que subrayar que él siempre tenía la última palabra. Dada su
intolerancia con el mal uso del lenguaje, en muy raras ocasiones cometía un error. Por
esta razón, cuando esto ocurría, era un hecho memorable. Recuerdo una de estas raras
ocasiones que se produjo en 1964. Durante nuestras reuniones para la escritura del
guión de «El “viaje” de Berlioz» (que se incluye en este libro), el maestro Bernstein se
refería a una mujer-lobo, una criatura fantástica inventada por el protagonista de la
Sinfonía fantástica de Berlioz, como una wolverine. Pero yo protesté: «¿Cómo un equipo
de fútbol de Michigan iba a utilizar un nombre femenino[3]?». El rechazó esta objeción
con arrogancia. Sin embargo, al día siguiente me entregó una nota manuscrita.
Preocupado, al parecer, por mi comentario, había buscado la palabra y wolverine había
resultado ser una especie de tejón, un animal que no tiene nada que ver con la familia
del lobo. Se cambió en el guión por wolf-girl. En su nota podía leerse:
Al Sr. Jack Gottlieb: Por la presente certifico que usted tenía razón y que yo estaba
equivocado. Dios le bendiga, astuto wolverine. Se disculpa, respetuosamente, Leonard
Bernstein, Ignorante.
Aún lo conservo entre mis papeles más preciados.
Bernstein en su Prólogo original hace mención a los problemas que surgen al
transcribir guiones que se expresan oralmente a un medio que se lee en silencio. Una de
las dudas más importantes era qué hacer con los fragmentos musicales que se habían
planteado para escucharse en directo. Siempre que ha sido posible, los nuevos ejemplos
añadidos en esta edición se han simplificado tanto como los de la primera edición.
Además, para acentuar la importancia de las recomendaciones originales del autor en el
caso de obras musicales completas, o movimientos completos de obras de mayor
duración, el lector debería esforzarse en buscar grabaciones en fonotecas, colecciones
privadas, en la radio, etc. También recomendamos al lector buscar, en particular, las
grabaciones de Bernstein con la Orquesta Filarmónica de Nueva York, ya que éstas
transmitirán parte del sabor de los programas televisados.
Todos los conciertos de este libro están, o lo estarán pronto, disponibles en vídeo.
En su prólogo, Bernstein dice que «los ejemplos y las grabaciones tienen la ventaja de
permitirte escucharlos una y otra vez… algo que, evidentemente, no puede hacerse en
televisión», frase que, por supuesto, actualmente carece de validez. Hoy en día, con el
uso de los reproductores de vídeo es posible parar, rebobinar, avanzar para escuchar la
música «una y otra vez, para disfrute y estudio». Sin embargo, la página escrita tiene la
ventaja de que las personas que leen música pueden obtener un «disfrute» inmediato; y
es posible que motive al «estudio» a los que no leen música. Se convierte en un asunto
de compromiso participativo por parte del lector, algo parecido a la participación
material de los músicos de la orquesta que tocaron en los conciertos originales. En otras
palabras, este libro te invita a que no te conviertas en teleadicto.
La década de 1960 fue una época de una gran convulsión social, con una moral
bastante diferente a las décadas previas. La propia televisión se hallaba entre los
factores principales que contribuyeron al malestar: recordad, por ejemplo, el funeral de
John F. Kennedy y la Convención Nacional del Partido Demócrata en Chicago. La
mística de los años sesenta, la década de los Beatles, estaba muy unida a la llamada
cultura de las drogas: LSD, Timothy Leary, los «flower children», hippies y demás. En
«El “viaje” de Berlioz» el maestro Bernstein trata de los «viajes» psicodélicos y los
alucinógenos. Pero comparado con la familiaridad de las generaciones actuales con la
cocaína, el crack y otras sustancias similares, los coqueteos de las décadas anteriores con
las drogas rayan casi en la ingenuidad romántica. Sin embargo, para esta nueva edición
se ha decidido conservar todas las referencias fechadas. No todos los jóvenes lectores
estarán familiarizados con la música de los Kinks o de los Beatles, aunque ciertas
emisoras de radio en la década de 1990 la hayan rescatado con nostalgia.
Con el paso de los años es posible tener una visión de conjunto de la labor de
Leonard Bernstein. Puede advertirse cómo ciertos temas generales se aplazaban
programa tras programa y año tras año.
Aunque ofreció música programática (es decir, música que relata una historia) en
varios conciertos, da la impresión de que lo hizo con desgana, ya que su principal
objetivo era inculcar en las mentes en formación valores puramente musicales en lugar
de conceptos extramusicales. Por esta razón no incluimos un guión como «Fiesta de
cumpleaños de Igor Stravinski» en esta nueva edición, ya que la parte central de ese
programa era una repetición de la historia del ballet Petrushka. Pero la historia que
Berlioz cuenta en la Sinfonía fantástica justifica su inclusión, ya que el concepto de idée
fixe es una forma muy ingeniosa de explicar el principio de la variación en la
composición musical. En su primer libro, The Joy of Musicy Bernstein habla del «Timo de
la Apreciación Musical» y de su deseo de encontrar un «punto medio» entre ese timo y
la «discusión puramente técnica». Si alguien encontró alguna vez ese punto medio,
tiene que haber sido él.
Jack Gottlieb, 1992
El compositor, escritor y conferenciante Jack Gottlieb fue asistente y después editor
de Bernstein desde 1958 hasta la muerte de Bernstein en 1990… con unos pocos años
libres por buena conducta. En la actualidad es el archivero del Legado Bernstein. Ha
editado el catálogo completo de las obras de Bernstein, escrito numerosas notas al
programa sobre su obra para conciertos y discos, y ha editado sus tres primeros libros.
Gottlieb es también autor de artículos de investigación sobre temas musicales generales,
del texto y música de varias obras teatrales, de numerosas obras corales, canciones,
música de cámara y música litúrgica judía, así como conferenciante sobre la influencia
judía en la música ligera americana. En 1991 publicó el CD titulado Evening, Mom &
Noon. The Sacred Music of Jack Gottlieb, dedicado a la memoria de Bernstein. Jack Gottlieb
es presidente de la American Society for Jewish Music.
PRÓLOGO PARA MIS JÓVENES LECTORES
Desde que empezamos a televisar los «Conciertos para jóvenes» con la Orquesta
Filarmónica de Nueva York en 1958, hemos recibido constantemente peticiones en las
que se nos sugería que estos programas debían conservarse de algún modo. Este libro
ilustrado es simplemente una manera de responder a todas esas peticiones.
El paso de la pantalla de televisión a la página impresa no es una tarea fácil. Por
una simple razón, ahora ya no tenemos una gran orquesta sinfónica preparada para
interpretar los ejemplos tras el movimiento de una batuta. La hemos sustituido con
ejemplos musicales escritos, la mayoría simplificados al máximo para que se puedan
tocar en el piano. Todas las obras musicales que citamos a lo largo del libro han sido
grabadas en disco. Recomiendo vivamente que siempre que sea posible (especialmente
en aquellos ejemplos en los que el tema se trate más ampliamente), el lector consiga la
correspondiente grabación. Tanto los ejemplos como las grabaciones tienen la ventaja
de permitirte escucharlos una y otra vez para disfrute y estudio, algo que,
evidentemente, no puede hacerse con la televisión.
Por otra parte, y esto es más delicado, las ideas que he intentado transmitiros
cuando hablaba en televisión os sonarán ligeramente diferentes a como sería si nos
hubiésemos limitado a transcribirlas palabra por palabra con frías letras de molde, ya
que ha sido necesario realizar una ardua tarea de reescritura y revisión.
Además, hay muchas otras cosas que pueden verse en un programa de televisión.
Se puede ver cómo son los instrumentos, por ejemplo, y también oírlos. En su lugar, en
este libro tenemos unas ilustraciones muy sugerentes.
Todo el trabajo de pasar de la pantalla de televisión al libro impreso es algo
parecido a la traducción de una lengua a otra, o a orquestar una obra musical escrita
originalmente para piano solo. Por eso, si en el libro no sueno a mí mismo, espero que
lo sepáis comprender.
Por todo este trabajo de traducción, debo dar las gracias antes que nada a mi colega
Jack Gottlieb, que se hizo cargo de la difícil tarea de realizar un primer borrador, y
agradecer después a todo un equipo de editores, diseñadores y artistas que trabajan en
Simon & Schuster bajo la dirección general de mi viejo amigo Henry Simon, que fue
quien tuvo la idea original de editar este libro. También me gustaría dar las gracias a
Mary Rodgers y Roger Englander por su gran ayuda en la preparación y edición de los
programas originales de televisión, así como a sus colaboradores, Elizabeth Finkler y
John Corigliano, Jr.
Y me gustaría dar las gracias especialmente a nuestros jóvenes por responder de
forma tan afectuosa e inteligente a nuestros programas; sin ellos jamás hubiera sido
posible este libro.
Leonard Bernstein, 1962
Philboyd
Studge, un autor de novelas de humor muy negro y decididamente molesto para los
bienpensantes, decide a sus cincuenta años de vida escribir su obra definitiva,
en la que aparezcan todos los personajes e historias que han quedado flotando
como desechos de sus otros libros, todas las ideas que no aprovechó, todos sus
recuerdos y hasta sus dibujos.
Y Studge,
que hace y deshace en su libro como si fuera Dios jugando con el universo,
construye a partir del providencial encuentro entre su personaje favorito,
Kilgore Trout, desconocido y cincuentón escritor de novelas de ficción
científica, y Dwayne Hoover, un acaudalado vendedor de coches que descubre en
un libro de Trout un «mensaje» que cree que está destinado sólo a él, una obra
total donde cabe todo su caótico universo real e imaginario. Y así, en una
novela ficticia que se despliega dentro de una novela real como una sucesión de
muñecas rusas, o de cajas chinas, encontraremos los divertidísimos resúmenes de
los libros publicados e inéditos del escritor Kilgore Trout, las venturas y
desventuras familiares de Dwayne, el demente vendedor de coches cuya mujer se
suicidó bebiendo un desatascador de tuberías y que tiene un hijo homosexual y
pianista que no es precisamente su descendiente soñado, y también una miríada
de sorprendentes personajes secundarios, algunos de los cuales ya han aparecido
en otras novelas de Vonnegut, y otros que, como el inefable pintor Rabo
Karabekian de Barbazul, retomarán como protagonistas años y libros más
tarde…
Con El
Desayuno de los Campeones, Vonnegut ha escrito una de las grandes novelas
de los años setenta. Los críticos han comparado esta exuberante y divertidísima
farsa sobre los mecanismos de la creación y la aventura de la vida con las
obras de Lewis Carroll, y han visto en el ingenuo y a la vez sabio Kilgore
Trout una peculiar y original versión de Alicia, trasplantada a la tremenda e
inolvidable América de las Maravillas vonnegutiana.
«Único…
Kurt Vonnegut es uno de los escritores que trazan el mapa de nuestros paisajes
mentales, que otorgan nombre a nuestros lugares más secretos». (Doris Lessing, The
New York Times Book Review).
«Kurt
Vonnegut es George Orwell, el doctor Caligari y Flash Gordon fundidos en un
solo escritor… un científico loco, que simula ser un bufón, pero jamás olvida
la ética». (Time).
«Nuestro
humorista negro más corrosivo. Ante sus obras, la risa es una forma de
autodefensa». (The
Atlantic Monthly).
GRACIAS ( IA ) COPILOT DE MICROSOFT, QUE NO ME TRATASTE TAN MAL EN TUS APRECIACIONES COMO ESCRITOR-,
Pier Paolo Pasolini
PASIONES HERETICAS
Correspondencia 1940-1975
Selección, traducción
y notas de Diego Bentiuegna
Prólogo de Daniel Link
el cuenco de plata
extraterritori al
Pasolini, Pier Paolo
Pasiones heréticas. Correspondencia 1940-1975 / Pier Paolo Pasolini ; con
prólogo de Daniel Link ; seleccionado por Diego Bentivegna - 2a ed.
Buenos Aires : El Cuenco de Plata, 2012.
304 pgs, - 21x13 cin. - (extraterritorial)
Traducción de Diego Bentivegna
ISBN 978-987-1772-32-2
I. Correspondencia Epistolar. 2. Biografía. I. Link, Daniel, prolog.
II. Bentivegna, Diego, selec. III. Bentivegna, Diego, trad. IV. Título
CDD 856
el cuenco de plata / extraterritorial
Director editorial: Edgardo Russo
Diseño y producción: Pablo Hernández
© 2012, El cuenco de plata
Av. Rivadavia 1559, 3o “A*1 (1033) Buenos Aires, Argentina
www.clcucncodcplata.com.ar
Hecho el depósito que indica la ley 11.723.
Impreso en enero de 2012
Prohibida la reproducción parcial o total de este libro sin la autorización previa del editor.
El Sagrado Corazón en negro
por Daniel Link
“Usted buscaba un slogan, ¿verdad? Cecchi nos regalaba
uno muy lindo (se entiende que sin quererlo) y,
me parece, eficaz comercialmentc: “El Corazón en negro...”,
que, con la firma de Emilio Cecchi, funcionaría
a las mil maravillas” (A propósito de Ragazzi di vita;
carta de Pasolini a Livio Garzanti del 2 de julio de 1955).
La dificultad que nos ofrece Pasolini (y lo que garantiza
su grandeza) es esa obsesión por lo sacro que recorre
toda su obra, desde sus poemas juveniles en Casarsa hasta
sus grandiosas películas romanas.
Para nosotros lo sagrado (en cualquiera de sus formas:
Dios, el sexo, el amoj; la vida, la amistad, la naturaleza o la
Razón) no juega ya ningún papel porque repugna a las relaciones
de intercambio. Nos hemos convertido en meros epifenómenos
del mercado (o de los mercados, como está hoy
de moda decir: así como hay un mercado de la vida y de la
muerte, hay también un mercado de Dios y del deseo).
Para Pasolini, esa pérdida de lo sagrado era el fin. Y si
murió como una víctima sacrificial es justo que así haya
sido (no de otra cosa hablaba Petróleo, ese monumental
informe que nos legó como el mejor regalo que un conjurado
puede legar a quienes lo sobreviven).
Porque había que sostener lo sagrado, Pasolini insistió,
para muchos infantilmente (y con razón, Pasolini se
impacientaba: ¿es que acaso no lo escuchaban?; nunca
dejó de decir que lo sagrado es la infancia de la humanidad)
en un puñado de formas y motivos: Narciso, Edipo,
5
lo líquido, la contradicción, el poder devastador de los
cuerpos, la cruz, la juventud, la extranjería, el corresponsal
(de guerra), el desierto. En fin: aquello que, porque
nos devuelve la imagen de lo que no somos (aun cuando
nos señale la clase de monstruo en que podríamos llegar
a convertirnos), nos habla del valor sagrado de lo múltiple,
de la desesperación ante la corrupción de la pureza.
En carta a Gianfranco Contini del 7 de julio de 1949
(incluida en esta antología), Pasolini escribe: “Hace tiempo,
leí en un diario suizo una columna de Benda que me
llenó de remordimiento: allí se decía, en efecto -desde
un punto de vista muy pesimista- que los hombres escriben
cartas solamente para pedir, que no existe una correspondencia
‘pura’”.
Y el amadísimo quiere rebelarse ante una hipótesis
semejante (pesimista y, por lo tanto, conservadora para
una imaginación como la suya). El escribir cartas se trata
no tanto de un reclamo como de una demanda', una demanda
de amor que, como tal, no tiene satisfacción posible
o la tiene en un registro completamente diferente
al del pedido: el registro del don, el registro de la ascesis
o el registro del arte, que (como han señalado la mayoría
de los comentaristas de la obra de Pasolini) muchas
veces se confunden.
La única razón, lo sabemos, para leer las cartas de
Kafka, las de Benjamín, las de Pasolini, las de quien fuere,
es porque en ellas se cifra algo del orden de la verdad:
la verdad del que ha escrito esas cartas, pero también la
verdad de quien las lee. ¿Cómo comprender de otro modo
la amorosa previsión de tantos corresponsales que decidieron
guardar las cartas que les mandaron personas que,
en otro tiempo (no tanto en un “más allá de la recta del
tiempo”, sino en otro estrato temporal)^ se convertirían
en Kafka, Benjamín o Pasolini (esos “nombres-de-autor”)?
Ellos y ellas supieron que en esas cartas no sólo ellos y
ellas (en primera instancia) sino cualquiera que las leyera
6
iba a ser capaz de poner en movimiento su propia conciencia
en relación con la conciencia del que, alguna vez,
escribió la carta: demanda, semiosis (infinita).
Si nos importan estas cartas firmadas por celebridades
no es porque sean hoy célebres quienes las firmaron
(todavía no ha sido demostrado que el “nombre-de-autor”
sea una entidad fija a lo largo del tiempo; apenas,
que el “nombre-de-autor” se comporta como una descripción
definida y no mucho más), sino porque son escritores,
es decir grafómanos, es decir enfermos que no
pueden dejar de escribir pero que han conseguido sublimar
esa manía o esa obsesión en lo que se llama Arte, la
Literatura. Pasolini llama Furor poéticas (en carta a
Sergio Maldini del 6 de junio de 1947) a esa enfermedad.
Es la enfermedad del poseso que sabe que para él
no hay cura ni salvación posible salvo... el pasaje (o
más bien el salto) de lo Privado a lo Público. El mundo
se vuelve pura hostilidad salvo bajo la forma de un pretexto
de escritura: “No sé cómo vestirme ni cómo pensar
dentro de mí, ni cómo comportarme con los otros;
las horas, los sucesos y los hábitos, cosas que querría
destruir, vuelven a atraparme en su movimiento”, escribe
Pasolini a Franco Farolfi en julio de 1940.
Para eso, para evitar la acedía, esa melancolía típica
de los claustros medievales que asaltaba a los monjes
que estudiaban, leían, escribían e iluminaban manuscritos,
la burguesía inventa en algún momento de la historia
(no hay misterio alguno: al mismo tiempo que inventa
la imprenta y el copyright) la figura del “autor” (la
locura, nos recordaba Foucault, es la ausencia de obra).
El escritor escribe para sacar verdad de su Furor poéticas
o de su grafomanía: una verdad para sí, desde ya;
pero como lo que quiere el escritor-enfermo es escapar
del solipsismo, también una verdad para los otros, para
algún otro: no reclamo, demanda. Don. El salto de lo
Privado a lo Público. “La única filosofía a la que me
7
siento muy próximo es el existencialismo, con su poético
(y otra vez muy próximo a mí) concepto de «angustia
» y su identificación existencia-filosofía”, confiesa
Pasolini a Franco Farolfi (en la primavera de 1943). La
angustia, ya para el joven Pasolini, es un concepto poético:
liada de interioridad, nada de intimidad, ningún
solipsismo.
A propósito de Kafka, Deleuze y Guattari nos habían
advertido que
en Kafka la enunciación y el deseo son una y la
misma cosa, de donde se deduce una política del
deseo que cuestiona todas las instancias. Todo es
política, empezando por las cartas a Felice.1
La sentencia es justa, pero lo es menos por tratarse
de Kafka que por tratarse de un epistolario cualquiera:
todo es política, empezando por las cartas (de
amor). Y Pasolini sabe que sólo como demanda infinita
y como don puede entenderse el amor (Edipo Re,
Teorema) y, por lo tanto, la correspondencia. De ahí
su fascinación por la identificación entre experiencia
(existencia) y filosofía (la filosofía es práctica, es en
primer lugar una ética, el espacio de la ascesis).
Una vez que ha dado el salto de lo Privado a lo Público
(de la manía al Arte), Pasolini se instala más allá de
la dialéctica y por eso puede decir que la angustia es un
concepto poético o que “Al «sufrir» demasiado por estos
problemas |la desaparición del friulano|, se corre el
riesgo de poner en juego no ya un sentimiento, sino un
sentimentalismo, es decir, un vicio: el vicio en que se funda
todo conservadurismo” (carta a Luigi Ciceri del 29
de enero de 1953). De ahí, también, su permanente tensión
entre formas de religiosidad y de creencia (el cris-
En Kafka. Por ana literatura menor. México, Era, 1978, pág. 146.
8
nanismo, el marxismo): “Para mí, en este momento las
palabras de Cristo «Ama a tu prójimo como a ti mismo»
significan «Haz reformas estructurales»” (carta a Cario
Betocchi del 17 de noviembre de 1954).
Pasolini se ofende cuando le recriminan sus oscilaciones
e inconsistencias ideológicas. ¿Es que no lo escuchan?
Si para él filosofía y experiencia son lo mismo y
estar probando su propia resistencia (como quien habla
de resistencia de los materiales) a determinados sistemas
de pensamiento es la única forma de “hacer una
experiencia” con su Furor poeticus: “Mi vida futura no
será la vida de un profesor universitario: ahora sobre
mí se encuentra el signo de Rimbaud o de Campana o
de Wilde, lo quiera o no lo quiera, lo acepten los demás
o no. Es algo incómodo, chocante, inadmisible, pero es
así” (carta a Silvana Mauri del 10 de febrero de 1950),
escribe Pasolini adoptando un modelo, “el pequeño Rimbaud”
(como quien dijera: el pequeño otro) que no lo
abandonará nunca. Escribir, escribir como un perro sin
dueño de la vía Apia que escarba su agujero^ escribir es
“hacer una experiencia” -“Las novelas que estoy escribiendo
son tres. No te asustes. En estos meses no he hecho
más que escribir, incluso diez horas por día”-, y la
desesperación cuando el Furor cesa -“En cambio, aquí
estoy, incapaz de escribir aunque sea un período claro.
Pero espero que mi astenia sea pasajera” (carta a Silvana
Mauri del 11 de febrero de 1950).
Porque ha adoptado la escritura como espacio de transformación
(quién sabrá si tomó la idea de los estoicos, de
los epicureístas, de los pitagóricos, o sencillamente le viene
dado por el cóctel venenoso de filosofía-experiencia
que a su vez le dicta la ecuación amor=reformas estructurales),
Pasolini no deja de hablar como el médico de sí,
no deja de autoanalizarse y diagnosticarse (en un gesto
que, a veces, hasta parece paródico): “quizá me mantenga
muy parecido al Pier Paolo de aquellos tiempos (sien9
do mi caso clínico el infantilismo)” (carta a Franco Farolfi
de septiembre de 1948); “Además, sobre la distribución
general [del libro] (un poco maníaca, te repito), ten en
cuenta que se trata de cuatro secciones, con cuatro poesías
cada una” (en carta a Luigi Ciceri del 13 de enero de
1953; la “manía” numerológica es también constante en
el amadísimo grafómano: Teorema], “Yo me enamoro exclusivamente
de muchachos de menos de veinte años, y
muy ingenuos, diría que sólo del pueblo (ingenuos desde
el punto de vista cultural, no erótico): es necesario que
haya una diferencia, ¿no? La mía es una diferencia social,
cultural (no tanto de edad, en tanto yo me mantengo
«fijo» en la adolescencia, además del período del complejo
edípico: caí bajo la cruz dos veces, y desde la segunda
ya no me levanté más). En todo caso, todo ello tiene una
importancia maravillosa para mí: es un hecho privado.
Una vida extremadamente libre y disipada no ha desgastado
mi inocencia ni siquiera un milímetro: soy realmente
virgen y muchacho desde ese punto de vista” (carta a
Massimo Ferretti del 13 de enero de 1958 11959J).
Al infantilismo, a los hechos privados, a los deliciosos
vericuetos del complejo edípico no se les teme un
ápice (son de una importancia maravillosa porque se
convertirán en materia del Arte: “¿Quién soy?”, Las mil
y una noches, Edipo re]. Pero a la astenia (o a la acedia)
sí. Si el escritor-enfermo se debate entre la astenia y el
Furor poéticas, puesto a elegir, se instala antes en la
manía (la grafomanía) que en su falta: “Como temías,
realmente tu silencio me había espantado, pero me echaba
la culpa a mí mismo por la imprudencia de enfermo
con que te había escrito esas cartas” (carta a Silvana
Mauri del 6 de marzo de 1950).
Pasolini se ofende cuando le recriminan la imprudencia
de sus intervenciones. ¿Es que no lo escuchan? El escribe
(interviene) con la imprudencia del enfermo y la escritura
no es para él la constatación de qué clase de monstruo uno
10
es, sino en qué clase de monstruo podría uno llegar a convertirse.
En carta a Edoardo Bruno de 1959 habla de su
obra (a caballo entre el guión de cine y la novela) como un
“verdadero monstrum de las nuevas letras”.
Pintor, guionista, poeta, semiólogo, periodista, dramaturgo,
músico, director de cine, novelista, militante,
no hay categoría que contenga cabalmente todo lo que
hace Pasolini, el monstrum de las nuevas letras: todo es
monstruoso, como fuera de lugar, como mal hecho, como
informe. Y Pasolini se ofende. ¿Es que no lo escuchan?
Lo suyo es la política de los que emprenden una guerra,
la del monstruo que sostiene un arma de hierro en su
mano izquierda y en su mano derecha unas llamas similares
a un sagrado corazón (en negro), la del escritorenfermo:
todo atravesado por hilachas de escritura, como
si otra cosa no fuera posible (y \no lo es!: sólo es posible
ese salto de lo Privado a lo Público, que lo saque a la vez
de la astenia y del Furor poeticus; «la locura, ausencia
de obra», etc.).
¿Pero es que, además de no escucharlo, no lo leen?
¿No leen en todo lo que ha hecho el rumor de una forma
(la obsesión numerológica, la rosa, la desesperación, la
demanda infinita, la cruz, el Edipo: todas esas formas)?
Todo, hasta el último plano y la última carta, son
actos de escritura y todo en ese acto de escritura es una
violencia sobre sí (única razón que importa): “el cinematógrafo
plantea procesos de sintaxis narrativa que
desde hace tiempo la literatura no se autoplanteaba”
(carta a Luciano Anceschi de enero de 1960). Por eso,
no puede sorprender que el joven Pasolini anticipe todo
su cine en el exacto momento en que se abren los nuevos
pliegues de su fantasía: “He visto un film nórdico: Laila>
que une cualidades maravillosas a defectos irremediables.
El director es un poeta que no sabe usar la cámara;
intuye secuencias bellísimas, y a veces las realiza.
El montaje es torpe. En conjunto, el film me ha tur-
11
bado mucho y ha abierto nuevos pliegues en mi fantasía
(sueño con renos, deshielos, fiordos, bramidos de lobos
y la vida folklórica de jovenciros que en primavera se
adornan con collares y, vestidos con pieles, cantan con
voz dulcísima chapoteando con los pies en el luciente
fango)” (carta a Franco Farolfi del invierno de 1941).
Así como sería imposible en la carta anterior (claro
que en función de la obra posterior de Pasolini: no se
trata de un más allá de la recta del tiempo sino de estratos
temporales diferentes) decidir qué se considera del
lado de las cualidades maravillosas y qué del lado de los
defectos irremediables, también es inútil saber si Pasolini
se refiere más inmediatamente a los pliegues sexuales
o a los estéticos de su fantasía y de su imaginación, es
decir a sus formas de conciencia.
En El pase del testigo, Edgardo Cozarinsky señala que
Las correspondencias halagan una curiosidad
del lector que las biografías o la historia no saben
satisfacer. Al permitir observar el curso de dos
vidas, o de esa parte de cada una de ellas que se
relaciona con la otra, antes que la mirada retrospectiva
trace el diseño final, nos invitan a asistir
en cada momento a esa decisión, ese encuentro,
esa duda que han de tener una larga proyección,
todavía ignorada. Al conocimiento global de una
vida conclusa, a la intuición ilusoria de un destino,
anteponen, y permiten recuperar, la espontaneidad,
la ignorancia o el presagio: en una palabra,
el frágil presente.2
¿Pero el presente de qué? El presente de la conciencia
y, más aún, el presente del monstrum: aquello en lo que
2 Cozarinsky, Edgardo. El pase del testigo. Buenos Aires, Sudamericana,
2001, pág. 113.
12
uno podría llegar a convertirse. Cozarinsky (él mismo un
sutilísimo observador de la conciencia) sabe leer en las
cartas la fragilidad de lo dicho y, al mismo tiempo, la
larga proyección de lo que se dice y lo que no se dice. El
que escribe una carta expone para otro (el que la recibe;
pero también el tercero: el curioso impertinente en que
nos convertimos al leer epistolarios) lo más íntimo de sí,
su conciencia -la espontaneidad, la ignorancia, el presagio,
el informe sobre los avatares de la monstruosidad
(¡nada que ver con “la intuición ilusoria de un destino”!
¿Pero es que acaso no nos leen?), y una demanda infinita.
Al exponerse, el pequeño Rimbaud se vacía de toda
interioridad: no es un hombre, tampoco es un dios, no es
yo, pero es más yo que yo: porque hay una verdad del
yo y esa verdad es el proceso de su transformación en
monstruo, en sombra, en nada. No hay yo como interioridad
porque se ha dado el salto de lo Privado a lo Público:
“Confiar un secreto pone en riesgo sobre todo a aquel
a quien se lo ha confiado. Si no fuese así, no tendría yo
temor en hablar claramente de la podredumbre que he
heredado de mis antepasados” (carta a Franco Farolfi
del 22 de agosto de 1945).
La dinámica del secreto, Pasolini lo sabe, conduce sólo
a pasiones pequeñas en relación con las cuales sería inútil
confrontar al Furor poeticus y a la astenia: “En cuanto a
las muchachas, las cosas iban maravillosamente con cierta
Merina, dactilógrafa, con una rarísima melena rubia natural;
esbelta; de buena familia. Cultivé hacia ella una
pequeña pasión” (carta a Franco Farolfi del otoño de
1941) . Después de su primer libro {Poesías a Casarsa,
1942) , Pasolini no volverá siquiera a considerar la hipótesis
del secreto y las pequeñas pasiones. El pequeño Rimbaud
ya se sabe monstruo, condenado como un Sísifo (ya
más pop que existencialista) a rehacerse a sí mismo todo
el tiempo: “para mí ha terminado el período de la vida en
el que uno cree que es sabio por haber superado la crisis
13
y satisfecho ciertas terribles necesidades (sexuales) de la
adolescencia y la primera juventud. Estoy dispuesto a
volver a intentar rehacer mis ilusiones y deseos; soy, definitivamente,
un pequeño Villon o un pequeño Rimbaud”
(cartel a Franco Farolfi de septiembre de 1948).
En Poesía en forma de rosa (1964), Pasolini ya va
por la Tuscolana como un loco,
como un perro sin dueño por la Apia
(...) más moderno que todos los modernos
buscando hermanos que no existen más.
Pero el amadísimo y monstruoso grafómano que llamamos
Pier Paolo Pasolini puede descansar en paz, porque la
conjuración sagrada ha sabido siempre encontrar hermanos
y amigos.
Hasta ahora Pasolini había recibido en Argentina la
atención de los mejores traductores (Enrique Pezzoni,
Arturo Carrera, Delfina Muschietti). A ese grupo de
conjurados se sumó hace poco Esteban Nicotra, quien
tradujo para la editorial cordobesa Brujas Del diario
(1945-47), el primer libro de poemas de Pasolini que se
expresa ya fuera de los estrechos límites del simbolismo
en el que realizó sus primeros ejercicios poéticos.
Diego Bentivegna (a quien me complace incluir entre
mis colaboradores y amigos) ha curado y traducido con
amorosa rigurosidad Pasiones heréticas, esta selección
de su epistolario que, en sí misma, salta a la vista como
un alarde de sutileza y sabiduría. No menos finas y precisas
son las líneas de lectura que el editor nos entrega como
un don adicional.3 Gracias a él, lo que hay de sagrado y de
puro en el arte de Pasolini, así como la fragilidad de su conciencia,
nos alcanza, nos toca, nos involucra, nos contagia.
Para no abrumar a los lectores, me he abstenido de citar las muchas
veces que sus hipótesis se cruzaron con las mías.
14
Las letras del monstruo
Nora filológica
por Diego Bentivegna
Esta selección de cartas de Pier Paolo Pasolini toma
como texto de referencia fundamental la recopilación de
su epistolario llevada adelante por Nico Naldini (P. P. Pasolini,
Lettere 1950-1954 y Lettere 1955-1975, Turín, Einaudi,
publicados en 1986 y 1988 respectivamente). Las
notas que acompañan nuestra traducción se nutren en
parte tanto de las notas de la edición de Naldini como de
la exhaustiva cronología que abre cada uno de sus volúmenes.
Hemos seguido también la datación de las cartas
propuesta por Naldini. Los encabezamientos encorchetados
han sido agregados por el editor.
Nuestra selección, con todo, se cierra con una carta
que no forma parte de la edición de Naldini. Se trata de
una carta a Alberto Moravia que su autor jamás llegó a
enviar a su destinatario y que cierra la “reconstrucción
filológica” del texto en cuya escritura trabajaba Pasolini
en los días de su asesinato: Petróleo, Sabemos que este
texto se presenta a sus lectores como la realización parcial
de una hipótesis filológica. Es más, no es tanto, en su
propia concepción, un texto acabado, sino la hipótesis
filológica reconstructiva de un monstrum literario -“novela”,
“ensayo”, “poema”, “cierta cosa escrita”, “bloque
de signos” son algunas de las formas que Pasolini usa
para nombrarlo- que permanece en el campo de las obras
en estado de contingencia, de las obras a hacerse. En este
conjunto quebrado y a la vez sediento de totalidad, los
fragmentos “novelísticos” se injertan en informes judiciales,
en crónicas periodísticas, en cartas, en resúmenes,
15
en reescrituras. Es el proyecto pasoliniano de una escritura
total e impura.
Las cartas de Pasolini, incrustadas, como la carta a Moravia,
en el continuum escriturario que comienza a desplegarse
en los textos líricos friulanos y se extiende hasta Salo
y Petróleo, constituyen una parte sustancial de esta máquina
literaria. De manera análoga a lo que Dcleuze y
Guattari afirman acerca de las carras de Kafka, se puede
pensar que las cartas de Pasolini atraviesan la “lengua escrita”
de la realidad no como meros documentos históricos,
biográficos o “creativos” de los diferentes períodos
composicionales de la obra de su autor, sino como una suerte
de motor productivo de una escritura desesperadamente
vital, intrincada, contaminada de cuerpo y de mundo. Como
las cartas kafkianas, las de Pasolini constituyen, más que
ninguna otra cosa, un componente capaz de transformar
todo (el habla de los campesinos del Friul, los coros del
rosario, los retablos y la imaginería religiosa de las aldeas
de los Apeninos y los Prealpes, el acento cortante de los
pescadores vénetos o napolitanos, el cuerpo meridional de
los muchachos de Roma, de Beirut o de Recife) en materia
de un modo de practicar la literatura que ha sido caracterizado
como “impuro”, como una “performance en la que
el objeto estético es menos importante que la presencia o
la acción del artista”.1
Las cartas de Pasolini, como toda su escritura, instalan
una presencia corporal. El escritor de cartas, el epistolier1,
ese “monstruo de la literatura” que situado en el umbral
que escinde institución e inscripción, cuerpo y escritura, lengua
y estilo, pasión e ideología, transhumanización y organización,
puede ser pensado como una posición enunciativa
encarnada (un texto, pero también una voz y un cuerpo)
que entra en serie con la irrupción disruptiva que cada acto
1 Carla Benedetti, Pasolini contro Calvino. Per una letteratara impura,
Turín, Bollari Boringhieri, 1998.
2 Cfr. Vincent Kaufmann, L'eqiiiuoqiie epistolaire, París, de Minuit, 1990.
16
de escritura pasoliniano es. La disrupción, la monstruosidad,
es su modo de intervención política. Si las cartas juveniles
de Pasolini correspondientes al período friulano y a los
primeros años de Roma construyen, como una suerte de
puesta en texto del amor de longh de sus amados poetas
provenzales, una ligazón, un sodalicio entendido como pequeña
comunidad imaginaria de escritura y de lectura, las
cartas más cercanas a la muerte violenta en las playas de
Ostia son los lugares en los que se expone de manera entrecortada
una forma de entender la escritura como un arrojar
el cuerpo en la lucha. En ellas (pienso, sobre todo, en la carta
a Penna o en la referida carta a Moravia) se plantea la
escritura como una ascética radicalizada, un acto afirmativo
de agenciamiento en el que los órdenes de géneros y de
clases aparecen violentamente impugnados. Ya no son modos
de conjurar mediante la poesía y la búsqueda de una
lengua poética total el hiato, la distancia, sino el cuerpo escrito
que es, él mismo, un acontecimiento disruptivo en el
mundo, como un Tiresias, un Cristo o un Francisco.
Lo que permanece es la escritura epistolar como la puesta
en marcha de un sujeto colectivo de enunciación en un
texto estratificado, como el que Pasolini postula en el último
libro publicado en vida:1 un libro presentado, de igual
modo que Petróleo, como reconstrucción filológica de un
texto que permanece en estado de esbozo y que adopta la
“forma magmática y progresiva de la realidad”. Leídas
desde estas monstruosidades filológicas, las cartas son un
rizoma, una red, una telaraña, pero también un magma,
un proceso formal viviente, una matriz de intervención que
está en la base del Pasolini hereje, corsario, luterano. Las
relaciones epistolares tejen, en este sentido, un espacio reticulado
en el que las relaciones pasionales, corporales, rearticulan
una parresía irreductible a la retórica grandilocuente,
arborescente, del Estado y de los medios masivos, e irre-
3 La Divina Mimesis, Turín, Einaudi, 1975.
17
ductible también a las retóricas alusivas de las formas más
o menos domesticadas de la modernidad artística y literaria
(el futurismo y el hermetismo, primero; Robbe-Grillet,
Antonioni y la neovanguardia italiana, más adelante). Lo
sacro (la lengua primigenia de la juventud friulana; la “fulguración
figurativa” de Accattone y de Mamma Roma; la
sacralidad subalterna, gramsciana, de las novelas romanas;
el ambiguo espacio sacro, sacer, de Petróleo y de Saló);
el mito del estilo y las pulsiones adjetivales en los años de
poesía civil de Officina y Las cenizas de Gramsci; la aseesis
de un cuerpo tensionado entre la vida y la destrucción,
encarnado en un decir heteróclito “impregnado de realidad
inmediata”, derrochando semen y vida en urbes semiafricanas
quemadas por el sol meridional, son algunos
de los bloques de sentido que recorren el epistolario de Pasolini
y que, entrecruzados, intrincados, contaminándose
unos a otros, hacen de cada carta algo entrañablemente
corporal, impuro: político.
Proponemos a continuación un conjunto de hipotéticos principios de
señalización que permiten recorrer reticularmente las cartas aquí seleccionadas
y ordenadas de manera cronológica:
* Serie del Eros
* Serie de la lengua (lenguas, dialectos, grafías)
* Serie de la escritura (poesía, novela, ensayo, correcciones, ediciones,
proyectos de obras futuras)
* Serie familiar (madre, padre, hermano)
* Serie de la rabia (discusiones, refutaciones, broncas, polémicas)
* Serie de la escucha (música, lectura, crítica)
* Serie pedagógica (alumnos, maestros, educadores)
* Serie cinematográfica
* Serie de la religiosidad (Cristo, la Iglesia, la religiosidad campesina,
lo sagrado).
El índice da cuenta de este ordenamiento.
Dedico este trabajo a Victoria y a Luigi,
a sus pequeñas lenguas de sol, de montaña y de mar.
La autopublicación y algunas editoriales privadas pueden ser una espada de doble filo. Por un lado, abren la puerta a autores que, de otr...