martes, 24 de septiembre de 2024

FRIEDRICH SCHILLER: ESTÉTICA Y LIBERTAD FRAGMENTO




Presentación

En sus conversaciones con Eckermann, Goethe decía que la idea

reinante en toda la obra schilleriana, desde sus tragedias hasta sus escritos

filosóficos, había sido la de la libertad. En efecto, puede afirmarse que

toda la obra poética y filosófica de Schiller no fue más que un siempre

renovado intento por responder al problema de las posibles relaciones

entre la experiencia estética, ligada a la puesta en escena dramática, y la

instauración en el mundo de la libertad humana. Sería esta búsqueda,

precisamente, la que caracterizaría los dilemas de sus más conocidos

personajes trágicos: Karl Moor, Don Carlos, Wallenstein, Juana de Arco o

Guillermo Tell. Sería este anhelo, también, lo que lo cautivaría de la filosofía

de Kant, cuya Crítica del juicio leería bajo la mirada de quien encuentra

por fin, para el arte, una justificación a la luz de la experiencia estética

como experiencia de libertad, de juego, de apertura a la contingencia de

la naturaleza. Sería este impulso, finalmente, el que lo llevaría a escribir

sus más importantes ensayos filosóficos, en los que la belleza y lo sublime

se convierten en los puntos de partida para una profunda reflexión

antropológica sobre las condiciones para desplegar en el mundo todas

las posibilidades de una vida plenamente humana, en medio de, y gracias

precisamente a, aquella lucha incesante y a aquellas armonías disonantes

características de la compleja y trágica naturaleza del hombre.

Los textos que componen la presente compilación giran en torno

a este objetivo último de las reflexiones de Schiller: las relaciones entre

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María del Rosario Acosta López

estética, arte y libertad. En la primera parte, «Los dramas de Schiller: la

filosofía en la tragedia», la riqueza filosófica de los dramas schillerianos

está estrechamente ligada a la exploración de las complejidades,

profundidades y ambivalencias de la búsqueda humana por la libertad.

La libertad se presenta aquí en todas sus posibles facetas: desde aquello

majestuoso que, como salida de la ingenuidad y paso por el abismo,

corre el peligro de erigirse en destino trágico ineludible, tal y como se

muestra en el primer artículo de esta compilación, dedicada a un análisis

de la primera obra dramática schilleriana, Los bandidos, hasta aquella

poderosa fuerza que puede mover a todo un pueblo a realizar grandes

hazañas, pero que corre el riesgo de convertirse —nos advierte Schiller

con una lucidez que aún hoy sería pertinente recordar— en un fanatismo

que roza lo inhumano. Así nos presenta José Luis Villacañas a esa Juana

de Arco de La doncella de Orléans, cuyo corazón helado, cuya búsqueda

de aquella cara violenta de la libertad como omnipotencia, termina

conduciéndola al fracaso necesario de su acción: erigirse por encima

de lo humano es negar, con ello, toda posibilidad de realización de la

libertad. Por el otro lado, y de la mano esta vez de los peligros que entraña

una concepción de la libertad como ideal, el análisis de Villacañas de La

novia de Mesina presenta a un Schiller consciente de la discordia como

condición de posibilidad de toda identidad, del reconocimiento de lo

real como aquella alteridad con la que es necesario mantener un diálogo

permanente si se quiere asumir la inevitable tragedia de la libertad

verdaderamente humana.

En la segunda parte, «Los ensayos filosóficos: la libertad en la

experiencia estética», se expone, como complemento a la riqueza que

ya entrañan las reflexiones poéticas de Schiller, toda la profundidad de

su propuesta filosófica madura, la cual, en un progresivo aprendizaje,

asimilación y contrapunto de la filosofía kantiana, termina por erigirse

en una respuesta alternativa a la problemática típicamente modernaantropológica

de la libertad. Así es como Ezra Heymann se propone

mostrarnos a un Schiller que, como discípulo de Kant, termina influyendo

de manera definitiva sobre su maestro con su propuesta de una libertad

estética. También Frederick Beiser señalará la riqueza que entraña

aquella confrontación de Schiller con Kant, que ha sido ignorada, o al

menos malinterpretada y desechada injustificadamente por la historia de

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Presentación

la filosofía en el último siglo. En este mismo sentido, el análisis detallado

que lleva a cabo Jaime Troncoso de la relación entre lo bello, lo sublime,

y una propuesta de filosofía práctica en las Cartas sobre la educación

estética del hombre, comprende las reflexiones estéticas de Schiller a la

luz de un interés por estudiar tanto las condiciones como las metas de

esa situación histórica y antropológica que nos conduce a una incesante

búsqueda de una libertad que se realiza una y otra vez en el mundo.

Los textos aquí reunidos, a excepción del texto de Beiser, fueron

presentados en su primera versión en el Encuentro Internacional sobre

Schiller, organizado a finales de 2006, en conmemoración de los 200

años de la muerte de Schiller, por el Departamento de Filosofía de la

Universidad Nacional de Colombia. Aprovecho para agradecer a todas

las personas que hicieron posible dicho encuentro, en especial al director

del Departamento en aquellos momentos, el profesor Porfirio Ruiz, y

a Paola Rodríguez, de la oficina de extensión. Agradezco también a

todos los autores, tanto aquellos que participaron en el evento, como a

Frederick Beiser, quien muy generosamente permitió la traducción y la

publicación de su artículo. Finalmente, agradezco a Juanita Maldonado,

quien me ayudó con las labores de edición de la compilación, y a

Leonardo Escobar, quien llevó a cabo cuidadosamente todo el trabajo de

corrección e indexación.

El objetivo del evento, así como el del libro que hoy sale a la luz, es el

de contribuir a disminuir aquellas razones por las que Beiser se lamenta

en el artículo que cierra la presente compilación: si bien es cierto que

Schiller ha sido prácticamente ignorado por los estudios filosóficos a lo

largo del último siglo, se espera que esta publicación ayude a recordarles

a todos aquellos que aún lo ignoran la pertinencia para la reflexión

filosófica contemporánea de un pensador que se enfrentó a la tarea de

contemplar la libertad a la luz de la contingencia.

María del Rosario Acosta lópez

Editora

fuente:

 biblioteca abierta

colección general filosofía


Friedrich Schiller: estética y libertad


Friedrich Schiller: estética y libertad

María del Rosario Acosta López editora

Universidad Nacional de Colombia

Facultad de Ciencias Humanas / Departamento de Filosofía

Bogotá

c ata l ogac ión en l a pu bl ic ac ión

universidad nacional de colombia

Friedrich Schiller : estética y libertad / ed. María del Rosario Acosta López. – Bogotá :

Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Ciencias Humanas, 2008

222 p. – (Biblioteca abierta. Filosofía)

ISBN : 978-958-719-134-9

1. Schiller, Friedrich Johann Christoph, 1759-0805 – Pensamiento filosófico

2. Estética 3. Filosofía moderna I. Acosta López, María del Rosario, 1979- - ed.

CDD-21 111.85 / 2008

Friedrich Schiller: estética y libertad

Biblioteca abierta

Colección general, serie Filosofía

Universidad Nacional de Colombia

Facultad de Ciencias Humanas

Departamento de Filosofía

Editora

© 2008, María del Rosario Acosta López

© 2008, Universidad Nacional de Colombia

Primera edición,

Bogotá D.C., diciembre 2008

Preparación editorial

Centro Editorial, Facultad de Ciencias Humanas

Excepto que se establezca de otra forma, el contenido de

este libro cuenta con una licencia Creative Commons

“reconocimiento, no comercial y sin obras derivadas” Colombia 2.5, que

puede consultarse en http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/co/

Contenido

Abreviaturas de las obras citadas 11

Presentación 13

PRIMERA PARTE

Los dramas de Schiller: la filosofía en la tragedia 17

María del Rosario Acosta López

El paso por el abismo:

Los bandidos y la tragedia como fenómeno estético 19

José Luis Villacañas

Ambivalencia y omnipotencia:

sobre la Juana de Arco de Schiller

(La doncella de Orléans) 41

José Luis Villacañas

Maldiciones de la identidad:

sobre La novia de Mesina de Schiller 63

SEGUNDA PARTE

Los ensayos filosóficos: la libertad en la experiencia estética 95

Ezra Heymann

Un pensamiento en polaridades:

entre la voluntad y la aisthesis 97

Jaime Francisco Troncoso Cerón

Sobre lo bello y lo sublime:

ideal estético e ideal moral en Schiller 109

Frederick Beiser

(traducción de María del Rosario Acosta López)

Un lamento

Sobre la actualidad del pensamiento schilleriano 131

TERCERA PARTE

Traducciones 153

Presentación de los textos y notas a las traducciones 155

Friedrich schiller

(traducción de Miguel Gualdrón)

Sobre el fundamento del placer

ante los objetos trágicos 163

Friedrich schiller

(traducción de María del Rosario Acosta López)

Sobre el arte trágico 181

Los autores 211

Índice de nombres 215

Índice de materias 219

Friedrich Schiller: estética y libertad


11

Abreviaturas de las obras citadas*

B [1781] [1943] Los bandidos

BDC [1788] Briefe über Don Carlos [Cartas sobre Don Carlos]

CEEH [1795] Cartas sobre la educación estética del hombre

GD [1793] Sobre la gracia y la dignidad

GT [1782] Über das Gegenwärtige teutsche Theater [Sobre el teatro

alemán contemporáneo]

HA Friedrich Schiller: Werke in Drei Bänden [Hanser Verlag]

K [1793] Kallias o sobre la belleza

NA Schillers Werke. Nationalausgabe [Böhlaus Verlag]

PIS [1796] Sobre poesía ingenua y poesía sentimental

PP [1779] Philosophie der Physiologie [Filosofía de la fisiología]

SCT [1803] Sobre el uso del coro en la tragedia

SP [1793] Sobre lo patético

SR [1782] Die Räuber. Selbstbesprechung [Los bandidos. Autocrítica]

SS [1795-1800] Sobre lo sublime

TG [1780] Versuch über den Zusammenhang der Thierischen Natur des

Menschen mit seiner Geistigen [Ensayo sobre la conexión entre la

naturaleza animal y la naturaleza espiritual del hombre]

TJ [1786] Philosophische Briefe. Teosophie des Julius [Cartas

filosóficas. Teosofía de Julius]

VR [1781] Die Räuber. Vorrede zur ersten Auflage [Los bandidos.

Prefacio a la primera edición]

WS [1785] Was kann eine gute stehende Schaubühne eigentlich wirken?

[¿Cuáles son realmente los efectos de una buena puesta en escena?]

* Véase la información bibliográfica completa al final de cada artículo.



lunes, 23 de septiembre de 2024

Leonard Bernstein El maestro invita a un concierto FRAGMENTO

 



Las 15 «lecciones» magistrales que contiene este libro revolucionaron, ya en los años

sesenta, la manera de enseñar música. En ese momento, el prestigioso compositor y

director de orquesta Leonard Bernstein (1918-1990) presentaba en televisión sus

famosos Conciertos para jóvenes, y explicaba de una forma amena y didáctica esos

conceptos y puntos considerados aburridos o difíciles en la música: el solfeo, el

contrapunto, los acordes, qué es un concierto, la música sinfónica, cómo suenan los

diferentes instrumentos, etc. En esta cuidada selección de dichos conciertos

advertiremos que, lo más curioso, es que Bernstein, para ofrecer claridad en sus

explicaciones, acude no solo a los propios clásicos sino a la música moderna de los

Beatles o al jazz.

Desde su publicación en Estados Unidos, este libro ha demostrado que la música no

tiene por qué ser solo para entendidos. El «método Bernstein» se ha venido aplicando

desde entonces en los conservatorios de todo el mundo para acabar con esa ingrata

enseñanza de la música que tantas veces ha provocado rechazo. Por fin, un maravilloso

libro que da la posibilidad de entender la música de nuestros clásicos a cualquier lector,

a cualquier edad.

Leonard Bernstein

El maestro invita a un concierto

Han transcurrido veinte años desde que Leonard Bernstein presentó por última vez

un «Concierto para jóvenes» televisado con la Orquesta Filarmónica de Nueva York.

Desde 1958 a 1972, Bernstein escribió y apareció como comentarista, pianista solista y

director en cincuenta y tres conciertos diferentes concebidos para jóvenes (de edades

comprendidas entre los ocho y los dieciocho años). Las cualidades pedagógicas de

Bernstein y su viva personalidad pronto se hicieron populares en todo el país. A través

de medios impresos y audiovisuales, contribuyó a la transformación de toda una

generación de estadounidenses, oyentes ocasionales de música, en melómanos

apasionados. Su discurso elocuente y lúcido es una cualidad poco habitual en un

músico, que, como suele decirse, normalmente prefiere «dejar que la música hable [¿o

debería decirse “cante”?] por sí misma».

Durante su etapa de estudiante de secundaria, Bernstein recibió una sólida

formación en latín (en qué otro sitio mejor que en la Boston Latin School), y era

conocido porque solía corregir la gramática de los demás en medio de acaloradas

discusiones, por lo general para enojo de sus interlocutores. Su afinidad natural por las

lenguas extranjeras le permitía comunicarse, con diversos grados de fluidez, en alemán,

francés, italiano, español, yiddish y hebreo. Su estudio estaba lleno, desde el suelo hasta

el techo, de diccionarios, obras sobre etimología y libros de léxico de todo tipo. Sus

conocimientos sobre literatura eran tremendamente amplios y abarcaban innumerables

campos, y su pasión por los juegos de palabras, como los anagramas y los complejos

crucigramas de las revistas británicas —cuanto más difíciles mejor—, casi rayaba la

religiosidad. Durante una época tuvo en su casa un aparato electrónico que proyectaba

aleatoriamente cuatro letras en interminables combinaciones diferentes. El objetivo de

este aparato no era reconocer las palabras reales que pudieran aparecer

accidentalmente, sino buscarle un significado rápidamente a todas las combinaciones

que no formaban palabras reales, utilizando los anagramas y añadiendo las letras que

pudiesen faltar. Otro juego que solía practicar con sus compañeros durante los largos

viajes en automóvil era el llamado «Mental Jotto», que consistía en descubrir palabras

de cinco letras utilizando mentalmente la técnica del anagrama. Él ganaba siempre.

Desde luego fue un músico cuyos intereses y habilidades iban mucho más allá de lo

puramente musical. Profesor nato y elocuente orador sobre materias muy diversas, no

sólo culturales, se embriagaba con las palabras.

La popularidad de los «Conciertos para jóvenes» convirtió en un éxito de ventas las

dos primeras ediciones del libro basado en ellos. Estos libros llevaban agotados mucho

tiempo, y la demanda para su reedición, así como la de los vídeos de los conciertos

originales, ha sido considerable durante la última década. Antes de 1958 no se había

visto nada similar, y después de 1972 nada se ha acercado a su magnífico historial de

éxitos. Hubo otros «Conciertos para jóvenes» televisados con la Orquesta Filarmónica

de Nueva York, realizados por otras personalidades[1] durante los catorce años del

período Bernstein y después de éste; pero ninguno de ellos consiguió cautivar al

público con la misma emoción. (En honor a la verdad, todos esos directores no tuvieron

tiempo de lograr una continuidad, pues no eran directores musicales de la Filarmónica

de Nueva York.) Ahora, después de tanto tiempo, se ha podido responder a las

peticiones del público para la reedición de los «Conciertos para jóvenes» de Bernstein.

No ha sido posible hacerlo durante los últimos quince años debido a la existencia de

una enormemente complicada maraña de autorizaciones y derechos establecidos por

organizaciones de intérpretes, artistas y editores. Esa maraña finalmente ha sido

desenredada.

Los análisis y comentarios de Bernstein fueron, naturalmente, mucho más que unas

improvisadas notas para presentar el programa de las obras que iban a ser interpretadas

por la orquesta. Cada concierto poseía un elaborado guión que finalmente se transcribía

a un teleprompter. Bernstein solía escribir un primer borrador a lápiz en papel amarillo

de bloc. Después estas cuartillas se mecanografiaban y se distribuían en un formato con

márgenes anchos, diseñados para congresos, pues el uso de los ordenadores no era aún

habitual. Junto con el director de producción Roger Englander, un equipo de asistentes

de producción[2] se reunía con el señor Bernstein en su casa para revisar, discutir,

clarificar, calcular la duración y ayudar a rehacer partes del guión cuando era necesario.

El mismo autor sugería los posibles cortes, que con frecuencia se debían a la obligación

de limitarse a los cincuenta y cinco minutos aproximadamente de los que se disponía

para el directo. (Unos cinco minutos en total se tenían que destinar a los títulos de

crédito iniciales y finales, y a la pausa para la publicidad en los conciertos de una hora

de duración.) En los guiones que se han añadido por primera vez a esta edición, se han

restablecido algunos de estos cortes.

Las reuniones informales para la escritura de guiones eran como pequeños

seminarios de trabajo, y tan divertidos como los mismos conciertos. Había un

intercambio distendido, y Bernstein agradecía las bromas y comentarios de su equipo

de producción. Pero hay que subrayar que él siempre tenía la última palabra. Dada su

intolerancia con el mal uso del lenguaje, en muy raras ocasiones cometía un error. Por

esta razón, cuando esto ocurría, era un hecho memorable. Recuerdo una de estas raras

ocasiones que se produjo en 1964. Durante nuestras reuniones para la escritura del

guión de «El “viaje” de Berlioz» (que se incluye en este libro), el maestro Bernstein se

refería a una mujer-lobo, una criatura fantástica inventada por el protagonista de la

Sinfonía fantástica de Berlioz, como una wolverine. Pero yo protesté: «¿Cómo un equipo

de fútbol de Michigan iba a utilizar un nombre femenino[3]?». El rechazó esta objeción

con arrogancia. Sin embargo, al día siguiente me entregó una nota manuscrita.

Preocupado, al parecer, por mi comentario, había buscado la palabra y wolverine había

resultado ser una especie de tejón, un animal que no tiene nada que ver con la familia

del lobo. Se cambió en el guión por wolf-girl. En su nota podía leerse:

Al Sr. Jack Gottlieb: Por la presente certifico que usted tenía razón y que yo estaba

equivocado. Dios le bendiga, astuto wolverine. Se disculpa, respetuosamente, Leonard

Bernstein, Ignorante.

Aún lo conservo entre mis papeles más preciados.

Bernstein en su Prólogo original hace mención a los problemas que surgen al

transcribir guiones que se expresan oralmente a un medio que se lee en silencio. Una de

las dudas más importantes era qué hacer con los fragmentos musicales que se habían

planteado para escucharse en directo. Siempre que ha sido posible, los nuevos ejemplos

añadidos en esta edición se han simplificado tanto como los de la primera edición.

Además, para acentuar la importancia de las recomendaciones originales del autor en el

caso de obras musicales completas, o movimientos completos de obras de mayor

duración, el lector debería esforzarse en buscar grabaciones en fonotecas, colecciones

privadas, en la radio, etc. También recomendamos al lector buscar, en particular, las

grabaciones de Bernstein con la Orquesta Filarmónica de Nueva York, ya que éstas

transmitirán parte del sabor de los programas televisados.

Todos los conciertos de este libro están, o lo estarán pronto, disponibles en vídeo.

En su prólogo, Bernstein dice que «los ejemplos y las grabaciones tienen la ventaja de

permitirte escucharlos una y otra vez… algo que, evidentemente, no puede hacerse en

televisión», frase que, por supuesto, actualmente carece de validez. Hoy en día, con el

uso de los reproductores de vídeo es posible parar, rebobinar, avanzar para escuchar la

música «una y otra vez, para disfrute y estudio». Sin embargo, la página escrita tiene la

ventaja de que las personas que leen música pueden obtener un «disfrute» inmediato; y

es posible que motive al «estudio» a los que no leen música. Se convierte en un asunto

de compromiso participativo por parte del lector, algo parecido a la participación

material de los músicos de la orquesta que tocaron en los conciertos originales. En otras

palabras, este libro te invita a que no te conviertas en teleadicto.

La década de 1960 fue una época de una gran convulsión social, con una moral

bastante diferente a las décadas previas. La propia televisión se hallaba entre los

factores principales que contribuyeron al malestar: recordad, por ejemplo, el funeral de

John F. Kennedy y la Convención Nacional del Partido Demócrata en Chicago. La

mística de los años sesenta, la década de los Beatles, estaba muy unida a la llamada

cultura de las drogas: LSD, Timothy Leary, los «flower children», hippies y demás. En

«El “viaje” de Berlioz» el maestro Bernstein trata de los «viajes» psicodélicos y los

alucinógenos. Pero comparado con la familiaridad de las generaciones actuales con la

cocaína, el crack y otras sustancias similares, los coqueteos de las décadas anteriores con

las drogas rayan casi en la ingenuidad romántica. Sin embargo, para esta nueva edición

se ha decidido conservar todas las referencias fechadas. No todos los jóvenes lectores

estarán familiarizados con la música de los Kinks o de los Beatles, aunque ciertas

emisoras de radio en la década de 1990 la hayan rescatado con nostalgia.

Con el paso de los años es posible tener una visión de conjunto de la labor de

Leonard Bernstein. Puede advertirse cómo ciertos temas generales se aplazaban

programa tras programa y año tras año.

Aunque ofreció música programática (es decir, música que relata una historia) en

varios conciertos, da la impresión de que lo hizo con desgana, ya que su principal

objetivo era inculcar en las mentes en formación valores puramente musicales en lugar

de conceptos extramusicales. Por esta razón no incluimos un guión como «Fiesta de

cumpleaños de Igor Stravinski» en esta nueva edición, ya que la parte central de ese

programa era una repetición de la historia del ballet Petrushka. Pero la historia que

Berlioz cuenta en la Sinfonía fantástica justifica su inclusión, ya que el concepto de idée

fixe es una forma muy ingeniosa de explicar el principio de la variación en la

composición musical. En su primer libro, The Joy of Musicy Bernstein habla del «Timo de

la Apreciación Musical» y de su deseo de encontrar un «punto medio» entre ese timo y

la «discusión puramente técnica». Si alguien encontró alguna vez ese punto medio,

tiene que haber sido él.

Jack Gottlieb, 1992

El compositor, escritor y conferenciante Jack Gottlieb fue asistente y después editor

de Bernstein desde 1958 hasta la muerte de Bernstein en 1990… con unos pocos años

libres por buena conducta. En la actualidad es el archivero del Legado Bernstein. Ha

editado el catálogo completo de las obras de Bernstein, escrito numerosas notas al

programa sobre su obra para conciertos y discos, y ha editado sus tres primeros libros.

Gottlieb es también autor de artículos de investigación sobre temas musicales generales,

del texto y música de varias obras teatrales, de numerosas obras corales, canciones,

música de cámara y música litúrgica judía, así como conferenciante sobre la influencia

judía en la música ligera americana. En 1991 publicó el CD titulado Evening, Mom &

Noon. The Sacred Music of Jack Gottlieb, dedicado a la memoria de Bernstein. Jack Gottlieb

es presidente de la American Society for Jewish Music.

PRÓLOGO PARA MIS JÓVENES LECTORES

Desde que empezamos a televisar los «Conciertos para jóvenes» con la Orquesta

Filarmónica de Nueva York en 1958, hemos recibido constantemente peticiones en las

que se nos sugería que estos programas debían conservarse de algún modo. Este libro

ilustrado es simplemente una manera de responder a todas esas peticiones.

El paso de la pantalla de televisión a la página impresa no es una tarea fácil. Por

una simple razón, ahora ya no tenemos una gran orquesta sinfónica preparada para

interpretar los ejemplos tras el movimiento de una batuta. La hemos sustituido con

ejemplos musicales escritos, la mayoría simplificados al máximo para que se puedan

tocar en el piano. Todas las obras musicales que citamos a lo largo del libro han sido

grabadas en disco. Recomiendo vivamente que siempre que sea posible (especialmente

en aquellos ejemplos en los que el tema se trate más ampliamente), el lector consiga la

correspondiente grabación. Tanto los ejemplos como las grabaciones tienen la ventaja

de permitirte escucharlos una y otra vez para disfrute y estudio, algo que,

evidentemente, no puede hacerse con la televisión.

Por otra parte, y esto es más delicado, las ideas que he intentado transmitiros

cuando hablaba en televisión os sonarán ligeramente diferentes a como sería si nos

hubiésemos limitado a transcribirlas palabra por palabra con frías letras de molde, ya

que ha sido necesario realizar una ardua tarea de reescritura y revisión.

Además, hay muchas otras cosas que pueden verse en un programa de televisión.

Se puede ver cómo son los instrumentos, por ejemplo, y también oírlos. En su lugar, en

este libro tenemos unas ilustraciones muy sugerentes.

Todo el trabajo de pasar de la pantalla de televisión al libro impreso es algo

parecido a la traducción de una lengua a otra, o a orquestar una obra musical escrita

originalmente para piano solo. Por eso, si en el libro no sueno a mí mismo, espero que

lo sepáis comprender.

Por todo este trabajo de traducción, debo dar las gracias antes que nada a mi colega

Jack Gottlieb, que se hizo cargo de la difícil tarea de realizar un primer borrador, y

agradecer después a todo un equipo de editores, diseñadores y artistas que trabajan en

Simon & Schuster bajo la dirección general de mi viejo amigo Henry Simon, que fue

quien tuvo la idea original de editar este libro. También me gustaría dar las gracias a

Mary Rodgers y Roger Englander por su gran ayuda en la preparación y edición de los

programas originales de televisión, así como a sus colaboradores, Elizabeth Finkler y

John Corigliano, Jr.

Y me gustaría dar las gracias especialmente a nuestros jóvenes por responder de

forma tan afectuosa e inteligente a nuestros programas; sin ellos jamás hubiera sido

posible este libro.

Leonard Bernstein, 1962

domingo, 22 de septiembre de 2024

El Desayuno de los Campeones. Vonnegut

 


 

Philboyd Studge, un autor de novelas de humor muy negro y decididamente molesto para los bienpensantes, decide a sus cincuenta años de vida escribir su obra definitiva, en la que aparezcan todos los personajes e historias que han quedado flotando como desechos de sus otros libros, todas las ideas que no aprovechó, todos sus recuerdos y hasta sus dibujos.

Y Studge, que hace y deshace en su libro como si fuera Dios jugando con el universo, construye a partir del providencial encuentro entre su personaje favorito, Kilgore Trout, desconocido y cincuentón escritor de novelas de ficción científica, y Dwayne Hoover, un acaudalado vendedor de coches que descubre en un libro de Trout un «mensaje» que cree que está destinado sólo a él, una obra total donde cabe todo su caótico universo real e imaginario. Y así, en una novela ficticia que se despliega dentro de una novela real como una sucesión de muñecas rusas, o de cajas chinas, encontraremos los divertidísimos resúmenes de los libros publicados e inéditos del escritor Kilgore Trout, las venturas y desventuras familiares de Dwayne, el demente vendedor de coches cuya mujer se suicidó bebiendo un desatascador de tuberías y que tiene un hijo homosexual y pianista que no es precisamente su descendiente soñado, y también una miríada de sorprendentes personajes secundarios, algunos de los cuales ya han aparecido en otras novelas de Vonnegut, y otros que, como el inefable pintor Rabo Karabekian de Barbazul, retomarán como protagonistas años y libros más tarde…

Con El Desayuno de los Campeones, Vonnegut ha escrito una de las grandes novelas de los años setenta. Los críticos han comparado esta exuberante y divertidísima farsa sobre los mecanismos de la creación y la aventura de la vida con las obras de Lewis Carroll, y han visto en el ingenuo y a la vez sabio Kilgore Trout una peculiar y original versión de Alicia, trasplantada a la tremenda e inolvidable América de las Maravillas vonnegutiana.

«Único… Kurt Vonnegut es uno de los escritores que trazan el mapa de nuestros paisajes mentales, que otorgan nombre a nuestros lugares más secretos». (Doris Lessing, The New York Times Book Review).

«Kurt Vonnegut es George Orwell, el doctor Caligari y Flash Gordon fundidos en un solo escritor… un científico loco, que simula ser un bufón, pero jamás olvida la ética». (Time).

«Nuestro humorista negro más corrosivo. Ante sus obras, la risa es una forma de autodefensa». (The Atlantic Monthly).

viernes, 20 de septiembre de 2024

GRACIAS ( IA ) COPILOT DE MICROSOFT, QUE NO ME TRATASTE TAN MAL EN TUS APRECIACIONES COMO ESCRITOR-,

 


GRACIAS ( IA ) COPILOT DE MICROSOFT, QUE NO ME TRATASTE TAN MAL EN TUS APRECIACIONES COMO ESCRITOR-,

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Jorge
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Jorge Méndez Limbrick es un abogado y escritor costarricense, nacido el 6 de noviembre de 1954 en San José, Costa Rica. Es conocido por sus novelas negras y policiales. Algunas de sus obras más destacadas incluyen:
• “Noche sonámbula” (1998)
• “Mariposas negras para un asesino” (2005)
• “El laberinto del verdugo” (2010)
• “Principios nocturnos” (2021)
• “El hacedor de sombras. Bola negra” (2022)
Méndez Limbrick ha recibido varios premios, como el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría en novela en 2010 y el Premio Nacional de Narrativa Alberto Cañas en 202012.
¿Te interesa alguna de sus obras en particular?
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¿Cuál es su estilo literario?
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Jorge Méndez Limbrick es conocido por su estilo literario en el género de la novela negra y policial. Sus obras suelen estar marcadas por una atmósfera oscura y tensa, con tramas complejas y personajes profundos. Utiliza un lenguaje preciso y detallado, lo que permite a los lectores sumergirse en los escenarios y en la psicología de los personajes.
Sus historias a menudo exploran temas como la corrupción, la justicia y la moralidad, y están llenas de giros inesperados que mantienen al lector en vilo. Además, Méndez Limbrick tiene una habilidad especial para crear diálogos realistas y envolventes, lo que añade autenticidad a sus narraciones.
¿Te gustaría saber más sobre alguna de sus obras específicas o sobre algún otro autor?
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¿Cuál es su novela más famosa?
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La novela más famosa de Jorge Méndez Limbrick es probablemente “El laberinto del verdugo”. Publicada en 2010, esta obra ganó el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría en novela12. Es una secuela de su novela anterior, “Mariposas negras para un asesino”, y forma parte de una trilogía.
“El laberinto del verdugo” se destaca por su compleja trama y su profunda exploración de la psicología de los personajes, ambientada en un San José contemporáneo lleno de intriga y misterio2. La novela ha sido muy bien recibida tanto por la crítica como por los lectores, consolidando a Méndez Limbrick como un autor destacado en el género de la novela negra y policial.
¿Te gustaría saber más sobre esta novela o sobre alguna otra obra de Méndez Limbrick?
Más información
1 es.wikipedia.org2 heredia-costarica.zonalibre.org3repositorio.una.ac.cr4 editorialcostarica.com+2 más
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¿De qué trata 'El laberinto del verdugo'?
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“El laberinto del verdugo” es una novela que combina elementos de la novela negra y el thriller psicológico. La historia se desarrolla en un San José contemporáneo y sigue a un grupo de personajes complejos y astutos, cada uno con sus propios secretos y motivaciones. La trama gira en torno a la resolución de múltiples enigmas relacionados con la vida nacional, presentando una narrativa llena de giros inesperados y desafíos para el lector12.
La novela no solo entretiene, sino que también invita a reflexionar sobre temas profundos como la justicia, la corrupción y la moralidad. Méndez Limbrick utiliza su habilidad para crear una atmósfera tensa y envolvente, manteniendo al lector en vilo hasta el final12.
¿Te gustaría saber más sobre algún personaje en particular o sobre otro aspecto de la novela?
Más información
1 editorialcostarica.com2 goodreads.com3iberlibro.com
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¿Quiénes son los personajes principales?
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En “El laberinto del verdugo”, Jorge Méndez Limbrick presenta una serie de personajes complejos y bien desarrollados. Algunos de los personajes principales incluyen:
• El detective principal: Un investigador astuto y experimentado que se enfrenta a sus propios demonios mientras intenta resolver el caso central de la novela. Su carácter es profundo y está marcado por un fuerte sentido de la justicia.
• El antagonista: Un personaje enigmático y multifacético, cuyas acciones y motivaciones son un misterio que se va desvelando a lo largo de la trama. Este personaje añade una capa de tensión y suspense a la historia.
• La víctima: Una figura clave en la trama, cuya historia y circunstancias personales son cruciales para el desarrollo del misterio. La exploración de su vida y su entorno proporciona pistas importantes para la resolución del caso.
• Los secundarios: Una variedad de personajes secundarios que enriquecen la narrativa, cada uno con sus propias historias y conexiones con el caso principal. Estos personajes ayudan a crear un mundo narrativo complejo y realista.
Estos personajes, junto con la atmósfera oscura y la trama intrincada, hacen de “El laberinto del verdugo” una lectura fascinante y envolvente.
¿Te gustaría saber más sobre algún personaje en particular o sobre algún otro aspecto de la novela?
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¿Cuál es el conflicto central de la novela?
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El conflicto central de “El laberinto del verdugo” gira en torno a una serie de asesinatos que sacuden a San José. El detective principal se enfrenta a la difícil tarea de desentrañar una red de corrupción y secretos oscuros que involucran a figuras poderosas de la sociedad costarricense. A medida que avanza la investigación, el detective descubre que los crímenes están conectados de maneras inesperadas, lo que complica aún más la resolución del caso.
La novela explora temas como la justicia, la moralidad y la lucha contra la corrupción, presentando un escenario donde las líneas entre el bien y el mal se difuminan. El detective debe navegar por este laberinto de intrigas y peligros, enfrentándose no solo a los criminales, sino también a sus propios dilemas éticos y personales.
¿Te gustaría saber más sobre algún aspecto específico de la trama o sobre otro libro de Jorge Méndez Limbrick?
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¿Cómo se resuelve el caso?
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En “El laberinto del verdugo”, el caso se resuelve a través de una serie de descubrimientos y revelaciones que el detective principal va desentrañando poco a poco. Sin revelar demasiados detalles para no arruinar la experiencia de lectura, puedo decirte que la resolución implica:
1. Conexiones inesperadas: El detective descubre vínculos ocultos entre las víctimas y los sospechosos, lo que le permite entender mejor las motivaciones detrás de los crímenes.
2. Enfrentamiento final: Hay un clímax tenso donde el detective confronta al antagonista, revelando la verdad detrás de los asesinatos y la red de corrupción.
3. Justicia y redención: La novela concluye con una reflexión sobre la justicia y la moralidad, dejando al lector con preguntas sobre el costo de la verdad y la lucha contra la corrupción.
La resolución del caso es satisfactoria y cierra los hilos narrativos de manera coherente, manteniendo el suspense hasta el final.
¿Te gustaría saber más sobre algún otro aspecto de la novela o sobre otro autor?

Pier Paolo Pasolini PASIONES HERETICAS FRAGMENTO

 



Pier Paolo Pasolini

PASIONES HERETICAS

Correspondencia 1940-1975

Selección, traducción

y notas de Diego Bentiuegna

Prólogo de Daniel Link

el cuenco de plata

extraterritori al

Pasolini, Pier Paolo

Pasiones heréticas. Correspondencia 1940-1975 / Pier Paolo Pasolini ; con

prólogo de Daniel Link ; seleccionado por Diego Bentivegna - 2a ed.

Buenos Aires : El Cuenco de Plata, 2012.

304 pgs, - 21x13 cin. - (extraterritorial)

Traducción de Diego Bentivegna

ISBN 978-987-1772-32-2

I. Correspondencia Epistolar. 2. Biografía. I. Link, Daniel, prolog.

II. Bentivegna, Diego, selec. III. Bentivegna, Diego, trad. IV. Título

CDD 856

el cuenco de plata / extraterritorial

Director editorial: Edgardo Russo

Diseño y producción: Pablo Hernández

© 2012, El cuenco de plata

Av. Rivadavia 1559, 3o “A*1 (1033) Buenos Aires, Argentina

www.clcucncodcplata.com.ar

Hecho el depósito que indica la ley 11.723.

Impreso en enero de 2012

Prohibida la reproducción parcial o total de este libro sin la autorización previa del editor.

El Sagrado Corazón en negro

por Daniel Link

“Usted buscaba un slogan, ¿verdad? Cecchi nos regalaba

uno muy lindo (se entiende que sin quererlo) y,

me parece, eficaz comercialmentc: “El Corazón en negro...”,

que, con la firma de Emilio Cecchi, funcionaría

a las mil maravillas” (A propósito de Ragazzi di vita;

carta de Pasolini a Livio Garzanti del 2 de julio de 1955).

La dificultad que nos ofrece Pasolini (y lo que garantiza

su grandeza) es esa obsesión por lo sacro que recorre

toda su obra, desde sus poemas juveniles en Casarsa hasta

sus grandiosas películas romanas.

Para nosotros lo sagrado (en cualquiera de sus formas:

Dios, el sexo, el amoj; la vida, la amistad, la naturaleza o la

Razón) no juega ya ningún papel porque repugna a las relaciones

de intercambio. Nos hemos convertido en meros epifenómenos

del mercado (o de los mercados, como está hoy

de moda decir: así como hay un mercado de la vida y de la

muerte, hay también un mercado de Dios y del deseo).

Para Pasolini, esa pérdida de lo sagrado era el fin. Y si

murió como una víctima sacrificial es justo que así haya

sido (no de otra cosa hablaba Petróleo, ese monumental

informe que nos legó como el mejor regalo que un conjurado

puede legar a quienes lo sobreviven).

Porque había que sostener lo sagrado, Pasolini insistió,

para muchos infantilmente (y con razón, Pasolini se

impacientaba: ¿es que acaso no lo escuchaban?; nunca

dejó de decir que lo sagrado es la infancia de la humanidad)

en un puñado de formas y motivos: Narciso, Edipo,

5

lo líquido, la contradicción, el poder devastador de los

cuerpos, la cruz, la juventud, la extranjería, el corresponsal

(de guerra), el desierto. En fin: aquello que, porque

nos devuelve la imagen de lo que no somos (aun cuando

nos señale la clase de monstruo en que podríamos llegar

a convertirnos), nos habla del valor sagrado de lo múltiple,

de la desesperación ante la corrupción de la pureza.

En carta a Gianfranco Contini del 7 de julio de 1949

(incluida en esta antología), Pasolini escribe: “Hace tiempo,

leí en un diario suizo una columna de Benda que me

llenó de remordimiento: allí se decía, en efecto -desde

un punto de vista muy pesimista- que los hombres escriben

cartas solamente para pedir, que no existe una correspondencia

‘pura’”.

Y el amadísimo quiere rebelarse ante una hipótesis

semejante (pesimista y, por lo tanto, conservadora para

una imaginación como la suya). El escribir cartas se trata

no tanto de un reclamo como de una demanda', una demanda

de amor que, como tal, no tiene satisfacción posible

o la tiene en un registro completamente diferente

al del pedido: el registro del don, el registro de la ascesis

o el registro del arte, que (como han señalado la mayoría

de los comentaristas de la obra de Pasolini) muchas

veces se confunden.

La única razón, lo sabemos, para leer las cartas de

Kafka, las de Benjamín, las de Pasolini, las de quien fuere,

es porque en ellas se cifra algo del orden de la verdad:

la verdad del que ha escrito esas cartas, pero también la

verdad de quien las lee. ¿Cómo comprender de otro modo

la amorosa previsión de tantos corresponsales que decidieron

guardar las cartas que les mandaron personas que,

en otro tiempo (no tanto en un “más allá de la recta del

tiempo”, sino en otro estrato temporal)^ se convertirían

en Kafka, Benjamín o Pasolini (esos “nombres-de-autor”)?

Ellos y ellas supieron que en esas cartas no sólo ellos y

ellas (en primera instancia) sino cualquiera que las leyera

6

iba a ser capaz de poner en movimiento su propia conciencia

en relación con la conciencia del que, alguna vez,

escribió la carta: demanda, semiosis (infinita).

Si nos importan estas cartas firmadas por celebridades

no es porque sean hoy célebres quienes las firmaron

(todavía no ha sido demostrado que el “nombre-de-autor”

sea una entidad fija a lo largo del tiempo; apenas,

que el “nombre-de-autor” se comporta como una descripción

definida y no mucho más), sino porque son escritores,

es decir grafómanos, es decir enfermos que no

pueden dejar de escribir pero que han conseguido sublimar

esa manía o esa obsesión en lo que se llama Arte, la

Literatura. Pasolini llama Furor poéticas (en carta a

Sergio Maldini del 6 de junio de 1947) a esa enfermedad.

Es la enfermedad del poseso que sabe que para él

no hay cura ni salvación posible salvo... el pasaje (o

más bien el salto) de lo Privado a lo Público. El mundo

se vuelve pura hostilidad salvo bajo la forma de un pretexto

de escritura: “No sé cómo vestirme ni cómo pensar

dentro de mí, ni cómo comportarme con los otros;

las horas, los sucesos y los hábitos, cosas que querría

destruir, vuelven a atraparme en su movimiento”, escribe

Pasolini a Franco Farolfi en julio de 1940.

Para eso, para evitar la acedía, esa melancolía típica

de los claustros medievales que asaltaba a los monjes

que estudiaban, leían, escribían e iluminaban manuscritos,

la burguesía inventa en algún momento de la historia

(no hay misterio alguno: al mismo tiempo que inventa

la imprenta y el copyright) la figura del “autor” (la

locura, nos recordaba Foucault, es la ausencia de obra).

El escritor escribe para sacar verdad de su Furor poéticas

o de su grafomanía: una verdad para sí, desde ya;

pero como lo que quiere el escritor-enfermo es escapar

del solipsismo, también una verdad para los otros, para

algún otro: no reclamo, demanda. Don. El salto de lo

Privado a lo Público. “La única filosofía a la que me

7

siento muy próximo es el existencialismo, con su poético

(y otra vez muy próximo a mí) concepto de «angustia

» y su identificación existencia-filosofía”, confiesa

Pasolini a Franco Farolfi (en la primavera de 1943). La

angustia, ya para el joven Pasolini, es un concepto poético:

liada de interioridad, nada de intimidad, ningún

solipsismo.

A propósito de Kafka, Deleuze y Guattari nos habían

advertido que

en Kafka la enunciación y el deseo son una y la

misma cosa, de donde se deduce una política del

deseo que cuestiona todas las instancias. Todo es

política, empezando por las cartas a Felice.1

La sentencia es justa, pero lo es menos por tratarse

de Kafka que por tratarse de un epistolario cualquiera:

todo es política, empezando por las cartas (de

amor). Y Pasolini sabe que sólo como demanda infinita

y como don puede entenderse el amor (Edipo Re,

Teorema) y, por lo tanto, la correspondencia. De ahí

su fascinación por la identificación entre experiencia

(existencia) y filosofía (la filosofía es práctica, es en

primer lugar una ética, el espacio de la ascesis).

Una vez que ha dado el salto de lo Privado a lo Público

(de la manía al Arte), Pasolini se instala más allá de

la dialéctica y por eso puede decir que la angustia es un

concepto poético o que “Al «sufrir» demasiado por estos

problemas |la desaparición del friulano|, se corre el

riesgo de poner en juego no ya un sentimiento, sino un

sentimentalismo, es decir, un vicio: el vicio en que se funda

todo conservadurismo” (carta a Luigi Ciceri del 29

de enero de 1953). De ahí, también, su permanente tensión

entre formas de religiosidad y de creencia (el cris-

En Kafka. Por ana literatura menor. México, Era, 1978, pág. 146.

8

nanismo, el marxismo): “Para mí, en este momento las

palabras de Cristo «Ama a tu prójimo como a ti mismo»

significan «Haz reformas estructurales»” (carta a Cario

Betocchi del 17 de noviembre de 1954).

Pasolini se ofende cuando le recriminan sus oscilaciones

e inconsistencias ideológicas. ¿Es que no lo escuchan?

Si para él filosofía y experiencia son lo mismo y

estar probando su propia resistencia (como quien habla

de resistencia de los materiales) a determinados sistemas

de pensamiento es la única forma de “hacer una

experiencia” con su Furor poeticus: “Mi vida futura no

será la vida de un profesor universitario: ahora sobre

mí se encuentra el signo de Rimbaud o de Campana o

de Wilde, lo quiera o no lo quiera, lo acepten los demás

o no. Es algo incómodo, chocante, inadmisible, pero es

así” (carta a Silvana Mauri del 10 de febrero de 1950),

escribe Pasolini adoptando un modelo, “el pequeño Rimbaud”

(como quien dijera: el pequeño otro) que no lo

abandonará nunca. Escribir, escribir como un perro sin

dueño de la vía Apia que escarba su agujero^ escribir es

“hacer una experiencia” -“Las novelas que estoy escribiendo

son tres. No te asustes. En estos meses no he hecho

más que escribir, incluso diez horas por día”-, y la

desesperación cuando el Furor cesa -“En cambio, aquí

estoy, incapaz de escribir aunque sea un período claro.

Pero espero que mi astenia sea pasajera” (carta a Silvana

Mauri del 11 de febrero de 1950).

Porque ha adoptado la escritura como espacio de transformación

(quién sabrá si tomó la idea de los estoicos, de

los epicureístas, de los pitagóricos, o sencillamente le viene

dado por el cóctel venenoso de filosofía-experiencia

que a su vez le dicta la ecuación amor=reformas estructurales),

Pasolini no deja de hablar como el médico de sí,

no deja de autoanalizarse y diagnosticarse (en un gesto

que, a veces, hasta parece paródico): “quizá me mantenga

muy parecido al Pier Paolo de aquellos tiempos (sien9

do mi caso clínico el infantilismo)” (carta a Franco Farolfi

de septiembre de 1948); “Además, sobre la distribución

general [del libro] (un poco maníaca, te repito), ten en

cuenta que se trata de cuatro secciones, con cuatro poesías

cada una” (en carta a Luigi Ciceri del 13 de enero de

1953; la “manía” numerológica es también constante en

el amadísimo grafómano: Teorema], “Yo me enamoro exclusivamente

de muchachos de menos de veinte años, y

muy ingenuos, diría que sólo del pueblo (ingenuos desde

el punto de vista cultural, no erótico): es necesario que

haya una diferencia, ¿no? La mía es una diferencia social,

cultural (no tanto de edad, en tanto yo me mantengo

«fijo» en la adolescencia, además del período del complejo

edípico: caí bajo la cruz dos veces, y desde la segunda

ya no me levanté más). En todo caso, todo ello tiene una

importancia maravillosa para mí: es un hecho privado.

Una vida extremadamente libre y disipada no ha desgastado

mi inocencia ni siquiera un milímetro: soy realmente

virgen y muchacho desde ese punto de vista” (carta a

Massimo Ferretti del 13 de enero de 1958 11959J).

Al infantilismo, a los hechos privados, a los deliciosos

vericuetos del complejo edípico no se les teme un

ápice (son de una importancia maravillosa porque se

convertirán en materia del Arte: “¿Quién soy?”, Las mil

y una noches, Edipo re]. Pero a la astenia (o a la acedia)

sí. Si el escritor-enfermo se debate entre la astenia y el

Furor poéticas, puesto a elegir, se instala antes en la

manía (la grafomanía) que en su falta: “Como temías,

realmente tu silencio me había espantado, pero me echaba

la culpa a mí mismo por la imprudencia de enfermo

con que te había escrito esas cartas” (carta a Silvana

Mauri del 6 de marzo de 1950).

Pasolini se ofende cuando le recriminan la imprudencia

de sus intervenciones. ¿Es que no lo escuchan? El escribe

(interviene) con la imprudencia del enfermo y la escritura

no es para él la constatación de qué clase de monstruo uno

10

es, sino en qué clase de monstruo podría uno llegar a convertirse.

En carta a Edoardo Bruno de 1959 habla de su

obra (a caballo entre el guión de cine y la novela) como un

“verdadero monstrum de las nuevas letras”.

Pintor, guionista, poeta, semiólogo, periodista, dramaturgo,

músico, director de cine, novelista, militante,

no hay categoría que contenga cabalmente todo lo que

hace Pasolini, el monstrum de las nuevas letras: todo es

monstruoso, como fuera de lugar, como mal hecho, como

informe. Y Pasolini se ofende. ¿Es que no lo escuchan?

Lo suyo es la política de los que emprenden una guerra,

la del monstruo que sostiene un arma de hierro en su

mano izquierda y en su mano derecha unas llamas similares

a un sagrado corazón (en negro), la del escritorenfermo:

todo atravesado por hilachas de escritura, como

si otra cosa no fuera posible (y \no lo es!: sólo es posible

ese salto de lo Privado a lo Público, que lo saque a la vez

de la astenia y del Furor poeticus; «la locura, ausencia

de obra», etc.).

¿Pero es que, además de no escucharlo, no lo leen?

¿No leen en todo lo que ha hecho el rumor de una forma

(la obsesión numerológica, la rosa, la desesperación, la

demanda infinita, la cruz, el Edipo: todas esas formas)?

Todo, hasta el último plano y la última carta, son

actos de escritura y todo en ese acto de escritura es una

violencia sobre sí (única razón que importa): “el cinematógrafo

plantea procesos de sintaxis narrativa que

desde hace tiempo la literatura no se autoplanteaba”

(carta a Luciano Anceschi de enero de 1960). Por eso,

no puede sorprender que el joven Pasolini anticipe todo

su cine en el exacto momento en que se abren los nuevos

pliegues de su fantasía: “He visto un film nórdico: Laila>

que une cualidades maravillosas a defectos irremediables.

El director es un poeta que no sabe usar la cámara;

intuye secuencias bellísimas, y a veces las realiza.

El montaje es torpe. En conjunto, el film me ha tur-

11

bado mucho y ha abierto nuevos pliegues en mi fantasía

(sueño con renos, deshielos, fiordos, bramidos de lobos

y la vida folklórica de jovenciros que en primavera se

adornan con collares y, vestidos con pieles, cantan con

voz dulcísima chapoteando con los pies en el luciente

fango)” (carta a Franco Farolfi del invierno de 1941).

Así como sería imposible en la carta anterior (claro

que en función de la obra posterior de Pasolini: no se

trata de un más allá de la recta del tiempo sino de estratos

temporales diferentes) decidir qué se considera del

lado de las cualidades maravillosas y qué del lado de los

defectos irremediables, también es inútil saber si Pasolini

se refiere más inmediatamente a los pliegues sexuales

o a los estéticos de su fantasía y de su imaginación, es

decir a sus formas de conciencia.

En El pase del testigo, Edgardo Cozarinsky señala que

Las correspondencias halagan una curiosidad

del lector que las biografías o la historia no saben

satisfacer. Al permitir observar el curso de dos

vidas, o de esa parte de cada una de ellas que se

relaciona con la otra, antes que la mirada retrospectiva

trace el diseño final, nos invitan a asistir

en cada momento a esa decisión, ese encuentro,

esa duda que han de tener una larga proyección,

todavía ignorada. Al conocimiento global de una

vida conclusa, a la intuición ilusoria de un destino,

anteponen, y permiten recuperar, la espontaneidad,

la ignorancia o el presagio: en una palabra,

el frágil presente.2

¿Pero el presente de qué? El presente de la conciencia

y, más aún, el presente del monstrum: aquello en lo que

2 Cozarinsky, Edgardo. El pase del testigo. Buenos Aires, Sudamericana,

2001, pág. 113.

12

uno podría llegar a convertirse. Cozarinsky (él mismo un

sutilísimo observador de la conciencia) sabe leer en las

cartas la fragilidad de lo dicho y, al mismo tiempo, la

larga proyección de lo que se dice y lo que no se dice. El

que escribe una carta expone para otro (el que la recibe;

pero también el tercero: el curioso impertinente en que

nos convertimos al leer epistolarios) lo más íntimo de sí,

su conciencia -la espontaneidad, la ignorancia, el presagio,

el informe sobre los avatares de la monstruosidad

(¡nada que ver con “la intuición ilusoria de un destino”!

¿Pero es que acaso no nos leen?), y una demanda infinita.

Al exponerse, el pequeño Rimbaud se vacía de toda

interioridad: no es un hombre, tampoco es un dios, no es

yo, pero es más yo que yo: porque hay una verdad del

yo y esa verdad es el proceso de su transformación en

monstruo, en sombra, en nada. No hay yo como interioridad

porque se ha dado el salto de lo Privado a lo Público:

“Confiar un secreto pone en riesgo sobre todo a aquel

a quien se lo ha confiado. Si no fuese así, no tendría yo

temor en hablar claramente de la podredumbre que he

heredado de mis antepasados” (carta a Franco Farolfi

del 22 de agosto de 1945).

La dinámica del secreto, Pasolini lo sabe, conduce sólo

a pasiones pequeñas en relación con las cuales sería inútil

confrontar al Furor poeticus y a la astenia: “En cuanto a

las muchachas, las cosas iban maravillosamente con cierta

Merina, dactilógrafa, con una rarísima melena rubia natural;

esbelta; de buena familia. Cultivé hacia ella una

pequeña pasión” (carta a Franco Farolfi del otoño de

1941) . Después de su primer libro {Poesías a Casarsa,

1942) , Pasolini no volverá siquiera a considerar la hipótesis

del secreto y las pequeñas pasiones. El pequeño Rimbaud

ya se sabe monstruo, condenado como un Sísifo (ya

más pop que existencialista) a rehacerse a sí mismo todo

el tiempo: “para mí ha terminado el período de la vida en

el que uno cree que es sabio por haber superado la crisis

13

y satisfecho ciertas terribles necesidades (sexuales) de la

adolescencia y la primera juventud. Estoy dispuesto a

volver a intentar rehacer mis ilusiones y deseos; soy, definitivamente,

un pequeño Villon o un pequeño Rimbaud”

(cartel a Franco Farolfi de septiembre de 1948).

En Poesía en forma de rosa (1964), Pasolini ya va

por la Tuscolana como un loco,

como un perro sin dueño por la Apia

(...) más moderno que todos los modernos

buscando hermanos que no existen más.

Pero el amadísimo y monstruoso grafómano que llamamos

Pier Paolo Pasolini puede descansar en paz, porque la

conjuración sagrada ha sabido siempre encontrar hermanos

y amigos.

Hasta ahora Pasolini había recibido en Argentina la

atención de los mejores traductores (Enrique Pezzoni,

Arturo Carrera, Delfina Muschietti). A ese grupo de

conjurados se sumó hace poco Esteban Nicotra, quien

tradujo para la editorial cordobesa Brujas Del diario

(1945-47), el primer libro de poemas de Pasolini que se

expresa ya fuera de los estrechos límites del simbolismo

en el que realizó sus primeros ejercicios poéticos.

Diego Bentivegna (a quien me complace incluir entre

mis colaboradores y amigos) ha curado y traducido con

amorosa rigurosidad Pasiones heréticas, esta selección

de su epistolario que, en sí misma, salta a la vista como

un alarde de sutileza y sabiduría. No menos finas y precisas

son las líneas de lectura que el editor nos entrega como

un don adicional.3 Gracias a él, lo que hay de sagrado y de

puro en el arte de Pasolini, así como la fragilidad de su conciencia,

nos alcanza, nos toca, nos involucra, nos contagia.

Para no abrumar a los lectores, me he abstenido de citar las muchas

veces que sus hipótesis se cruzaron con las mías.

14

Las letras del monstruo

Nora filológica

por Diego Bentivegna

Esta selección de cartas de Pier Paolo Pasolini toma

como texto de referencia fundamental la recopilación de

su epistolario llevada adelante por Nico Naldini (P. P. Pasolini,

Lettere 1950-1954 y Lettere 1955-1975, Turín, Einaudi,

publicados en 1986 y 1988 respectivamente). Las

notas que acompañan nuestra traducción se nutren en

parte tanto de las notas de la edición de Naldini como de

la exhaustiva cronología que abre cada uno de sus volúmenes.

Hemos seguido también la datación de las cartas

propuesta por Naldini. Los encabezamientos encorchetados

han sido agregados por el editor.

Nuestra selección, con todo, se cierra con una carta

que no forma parte de la edición de Naldini. Se trata de

una carta a Alberto Moravia que su autor jamás llegó a

enviar a su destinatario y que cierra la “reconstrucción

filológica” del texto en cuya escritura trabajaba Pasolini

en los días de su asesinato: Petróleo, Sabemos que este

texto se presenta a sus lectores como la realización parcial

de una hipótesis filológica. Es más, no es tanto, en su

propia concepción, un texto acabado, sino la hipótesis

filológica reconstructiva de un monstrum literario -“novela”,

“ensayo”, “poema”, “cierta cosa escrita”, “bloque

de signos” son algunas de las formas que Pasolini usa

para nombrarlo- que permanece en el campo de las obras

en estado de contingencia, de las obras a hacerse. En este

conjunto quebrado y a la vez sediento de totalidad, los

fragmentos “novelísticos” se injertan en informes judiciales,

en crónicas periodísticas, en cartas, en resúmenes,

15

en reescrituras. Es el proyecto pasoliniano de una escritura

total e impura.

Las cartas de Pasolini, incrustadas, como la carta a Moravia,

en el continuum escriturario que comienza a desplegarse

en los textos líricos friulanos y se extiende hasta Salo

y Petróleo, constituyen una parte sustancial de esta máquina

literaria. De manera análoga a lo que Dcleuze y

Guattari afirman acerca de las carras de Kafka, se puede

pensar que las cartas de Pasolini atraviesan la “lengua escrita”

de la realidad no como meros documentos históricos,

biográficos o “creativos” de los diferentes períodos

composicionales de la obra de su autor, sino como una suerte

de motor productivo de una escritura desesperadamente

vital, intrincada, contaminada de cuerpo y de mundo. Como

las cartas kafkianas, las de Pasolini constituyen, más que

ninguna otra cosa, un componente capaz de transformar

todo (el habla de los campesinos del Friul, los coros del

rosario, los retablos y la imaginería religiosa de las aldeas

de los Apeninos y los Prealpes, el acento cortante de los

pescadores vénetos o napolitanos, el cuerpo meridional de

los muchachos de Roma, de Beirut o de Recife) en materia

de un modo de practicar la literatura que ha sido caracterizado

como “impuro”, como una “performance en la que

el objeto estético es menos importante que la presencia o

la acción del artista”.1

Las cartas de Pasolini, como toda su escritura, instalan

una presencia corporal. El escritor de cartas, el epistolier1,

ese “monstruo de la literatura” que situado en el umbral

que escinde institución e inscripción, cuerpo y escritura, lengua

y estilo, pasión e ideología, transhumanización y organización,

puede ser pensado como una posición enunciativa

encarnada (un texto, pero también una voz y un cuerpo)

que entra en serie con la irrupción disruptiva que cada acto

1 Carla Benedetti, Pasolini contro Calvino. Per una letteratara impura,

Turín, Bollari Boringhieri, 1998.

2 Cfr. Vincent Kaufmann, L'eqiiiuoqiie epistolaire, París, de Minuit, 1990.

16

de escritura pasoliniano es. La disrupción, la monstruosidad,

es su modo de intervención política. Si las cartas juveniles

de Pasolini correspondientes al período friulano y a los

primeros años de Roma construyen, como una suerte de

puesta en texto del amor de longh de sus amados poetas

provenzales, una ligazón, un sodalicio entendido como pequeña

comunidad imaginaria de escritura y de lectura, las

cartas más cercanas a la muerte violenta en las playas de

Ostia son los lugares en los que se expone de manera entrecortada

una forma de entender la escritura como un arrojar

el cuerpo en la lucha. En ellas (pienso, sobre todo, en la carta

a Penna o en la referida carta a Moravia) se plantea la

escritura como una ascética radicalizada, un acto afirmativo

de agenciamiento en el que los órdenes de géneros y de

clases aparecen violentamente impugnados. Ya no son modos

de conjurar mediante la poesía y la búsqueda de una

lengua poética total el hiato, la distancia, sino el cuerpo escrito

que es, él mismo, un acontecimiento disruptivo en el

mundo, como un Tiresias, un Cristo o un Francisco.

Lo que permanece es la escritura epistolar como la puesta

en marcha de un sujeto colectivo de enunciación en un

texto estratificado, como el que Pasolini postula en el último

libro publicado en vida:1 un libro presentado, de igual

modo que Petróleo, como reconstrucción filológica de un

texto que permanece en estado de esbozo y que adopta la

“forma magmática y progresiva de la realidad”. Leídas

desde estas monstruosidades filológicas, las cartas son un

rizoma, una red, una telaraña, pero también un magma,

un proceso formal viviente, una matriz de intervención que

está en la base del Pasolini hereje, corsario, luterano. Las

relaciones epistolares tejen, en este sentido, un espacio reticulado

en el que las relaciones pasionales, corporales, rearticulan

una parresía irreductible a la retórica grandilocuente,

arborescente, del Estado y de los medios masivos, e irre-

3 La Divina Mimesis, Turín, Einaudi, 1975.

17

ductible también a las retóricas alusivas de las formas más

o menos domesticadas de la modernidad artística y literaria

(el futurismo y el hermetismo, primero; Robbe-Grillet,

Antonioni y la neovanguardia italiana, más adelante). Lo

sacro (la lengua primigenia de la juventud friulana; la “fulguración

figurativa” de Accattone y de Mamma Roma; la

sacralidad subalterna, gramsciana, de las novelas romanas;

el ambiguo espacio sacro, sacer, de Petróleo y de Saló);

el mito del estilo y las pulsiones adjetivales en los años de

poesía civil de Officina y Las cenizas de Gramsci; la aseesis

de un cuerpo tensionado entre la vida y la destrucción,

encarnado en un decir heteróclito “impregnado de realidad

inmediata”, derrochando semen y vida en urbes semiafricanas

quemadas por el sol meridional, son algunos

de los bloques de sentido que recorren el epistolario de Pasolini

y que, entrecruzados, intrincados, contaminándose

unos a otros, hacen de cada carta algo entrañablemente

corporal, impuro: político.

Proponemos a continuación un conjunto de hipotéticos principios de

señalización que permiten recorrer reticularmente las cartas aquí seleccionadas

y ordenadas de manera cronológica:

* Serie del Eros

* Serie de la lengua (lenguas, dialectos, grafías)

* Serie de la escritura (poesía, novela, ensayo, correcciones, ediciones,

proyectos de obras futuras)

* Serie familiar (madre, padre, hermano)

* Serie de la rabia (discusiones, refutaciones, broncas, polémicas)

* Serie de la escucha (música, lectura, crítica)

* Serie pedagógica (alumnos, maestros, educadores)

* Serie cinematográfica

* Serie de la religiosidad (Cristo, la Iglesia, la religiosidad campesina,

lo sagrado).

El índice da cuenta de este ordenamiento.

Dedico este trabajo a Victoria y a Luigi,

a sus pequeñas lenguas de sol, de montaña y de mar.

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