Bernárdez
José M.a Alonso Gamo
Tres poetas argentinos:
Marechal
M olinari - Bernárdez
Madrid 1951
PROPIEDAD RESERVADA
IMPRESO EN ESPAÑA
INDICE
P áginaa
MARECHAL
I.*—El ambiente ...................................................................... 7
II.'—El caballo .............................................................. 9
III.—El hombre ...................................................................... 13
IV.—La tierra .......................................................................... 17
V .—La expresión ................................................................. 20
V I.—Lindes de la expresión .............................................. 29
La palabra ............................................................ 29
Metáfora e imagen .............................................. 33
Adjetivación............................................................ 37
VIL—Hombre en profundidad ......................................... 39
VIII.—Sondeos de evasión ................................................... 48
MOLINARI
I.*—Molinari y su mundo .............................................. 57
II.—El viento y la pampa .............................................. 64
El Sur ...................................................................... 65
La llan u ra ................................................................. 67
Ríos y caballos ................................................... 70
El cielo ..................................................................... 73
III.—El viento en la distancia .......................................... 75
La persona ............................................................ 77
La soledad ............................................................. 79
El am o r...................................................................... 80
Recuerdo y olvido .............................................. 83
El sueño ................................................................. 85
La muerte ................................................................. 87
IV .—Mundos de la madrugada .......................................... 90
BERNARDEZ
I.*—Personalidad 95
II.'—El buque ........................................................................... 98
III.—La palabra .......................................................................... 106
IV.—La voz .................................................................................... 111
V .—Lo formal ................................................................. 116
VI.—Los elementos ..................................................................... 126
VII.—La noche ............................................................................... 131
V III.—El Ser .................................................................................... 137
IX.—Del alma y del corazón .............................................. 142
X .—“La ciudad sin Laura" .................................................. 148
XI.—Presencia de Dios ............................................................ 155
XII.-—Colofón musical ................................................................. 160
MARECHAL
I .— E l a m b i e n t e .
Se dan frecuentemente en los poetas determinadas preferencias,
cuyo origen hay que buscarlo en el medio ambiente
o en profundas e ineludibles inclinaciones del corazón. Dichas
preferencias pueden ser de dos órdenes: vital o teórico.
Las experiencias de orden vital son la consecuencia necesaria
e inmediata de nuestro paso por la vida y en ellas
viene a apoyarse en definitiva toda posición teórica que
haya de tener alguna raigambre. Las inclinaciones del corazón
no se sabe nunca bien a qué secretas razones obedecen,
pero lo cierto es que existen y que influyen, acaso con más
fuerza que nada, en la obra de escritores y poetas.
No le bastó a Ricardo Güiraldes el haber vivido la vida
de la pampa argentina; le fué necesaria su larga estancia
en el extranjero para que la nostalgia de la llanura y los
recuerdos de la infancia fuesen cuajando en una decantada
visión, que le llevó a conseguir su magnífico Don S e g u n d o
S omb ra . Don Segundo no es, y a lo dice su nombre, el primero,
el protagonista. El primero es él, Güiraldes en persona,
soñándose protagonista. Protagonista cuyos deseos van
reflejándose en una sombra que queda en segundo término:
Don S e g u n d o . Por eso el libro de Güiraldes es fundamentalmente
la proyección de una dimensión humana sobre la
pampa.
También Leopoldo Marechal ha proyectado sobre la pampa
su dimensión humana; también se ha sentido atraído y
envuelto por ella, por esa pampa interminable que con tal
fuerza se apodera de las almas de quienes la viven, Pero
hay que vivirla intensamente. Hay que irla guardando día
a día en los ojos y en el sueño para que reviva y fructifique
en la obra de un poeta.
La pampa es larga, inmensa, no tiene otra medida que
su longitud y su profundidad. Por eso no llegan a comprenderla
ni el que la atraviesa demasiado a prisa —en
tren o en automóvil—', ni el que la atraviesa demasiado
despacio, a pie, el “linyera”. El linyera está demasiado dominado
por la pampa, pegado a ella; es como si fuera un
elemento integrante de la misma, pero sin la amplitud suficiente
de movimientos para abarcarla y comprenderla, sin
la atalaya del caballo que le dé la pequeña libertad y dominio
que eso significa.
Quien la surca veloz se desliza, como el viajero de un
gran transatlántico sobre el mar, a demasiada distancia, sin
tomar contacto ni cobrar intimidad con ella. Y lo mismo
que al mar no se le siente más que en las pequeñas barcas
de pescadores, así a la pampa no es posible sentirla en toda
su intensidad más que a caballo, desde el caballo. El animal
de la pampa, en cuyo galope se abarca la distancia, pero
cuyas patas, firmemente unidas a tierra, han de ser guiadas
directamente por la mano del hombre. Un hombre que, sobre
la abierta y verde llanura, se siente tan parte integrante de
la misma como el ombú o los sauces, a cuya sombra halla
cobijo y descanso su soledad.
Si todo poeta lírico es, casi por definición, un solitario
cuya originalidad estriba en la manera de contrastar ef
mundo con su soledad, el poeta de la pampa, el solitario en\
la soledad, llega a lo que no llega ningún otro solitario: a
amar la tierra en que habita. Se ha hermanado con la lla nura
y la necesita para vivir. Cielo, tierra y aire son los
solitarios amigos que le rodean. Alegres y acogedores en
las horas de calma y placidez. Pero, cuando en la pampa,
se desatan los elementos de una naturaleza enfurecida, el
hombre se encuentra inerme y desvalido ante el fuerte pampero,
los cangrejales traicioneros o el río desbordado. Más
tarde, cuando todo vuelve a su cauce y por el aire se extiende
un fuerte olor a tierra mojada, el hombre de la pampa
recobra poco a poco su medida.
Pero no puede recobrarse plenamente esa medida sin el
caballo. Es el caballo el que evita que quede a merced de
los elementos o de las fieras, el que le da fuerzas para lle g a r
a los ríos, medios para dominar la tropilla o la vacada que
son su vida. Por eso no es de extrañar que en la poesía
de Marechal, hombre de la llanura, con la pampa en el
corazón y el caballo en el recuerdo —y a sea el salvaje y
duro mestizo criollo o el mítico centauro del sueño—, el1
noble bruto cobre tal importancia que se destaque de una
manera incuestionable. Vamos, pues, a seguir al poeta Marechal
al filo de una rienda que refrena o alienta el galope
de su imaginación por la llanura.
II.—E l c a b a l l o .
Es al caballo del sueño —al centauro— al que le dice
Leopoldo Marechal:
¡R om p e tus du ra s lineas
y c a b a lg a c o nm i g o !
¿Por dónde le quiere llevar? Quiere llevarle por la abierta
llanura donde el silencio encanta y donde el galope queda
al libre antojo:
Sin lá tigo ni e s p u e la ,
sin f r e n o y sin e s t r ib o ,
crucemos la en ca n ta d a
p r o v in c ia d e l s ig ilo *
Para ello no se necesitan más que dos cosas: unos muslos
hechos a sentir el lomo, a fo rm a r c u e r p o c o n él, y unas
manos que, apoyadas en las tablas del cuello o sujetas a
las rizadas crines, ofrezcan el preciso soporte a la carrera:
Firme y o en tus r iñ o n es
y a tus c r in e s p ren d id o.
Es entonces cuando el jinete puede echar a vuelo las
^campanas de su alegría:
¡B ien h a y a mi c o r c e l
y d ic h o s o mi a rte!
Pero es, más que al caballo real, al centauro —el caballo
del sueño—, al que quisiera cabalgar por la pampa de sus
amores; y eso no es "ni difícil ni fácil"...
Es c om o a lb o r o ta r
las m elen a s d e l a ire,
p is o te a n d o s ilen c io s
y ala rmand o p aisajes.
Este es el instante en que se produce la transfiguración:
cuando el poeta cabalga el centauro de sus sueños, todo
en torno se hace trémolo musical, pero trémolo sostenido
con toda la dureza de la pampa:
No b ien m e v i jin ete
d e l animal in signe
y m e p r en d í al r e v u e lt o
ma torra l d e su s c r in e s ,
s e o y ó un tru en o d e p atas
mu sica les.
Aun precisará más la imagen dándonos el contraste entre
el dolor y la armonía —arpegio triste—:
La tr o ta d o r a b estia
f u é d o lo r en el a r c o
y armonía en las c u e r d a s »
Hasta que llega, por fin, a la expresión definitiva de fuga:
¡Q u é r em o n ta d o e l aire
d e la b estia crinu da !
Escapada y sueño todo ello. Alusiones más o menos
concretas, pero que no descubren la pasión por el caballo
y el conocimiento profundo y exacto que de él tiene Marechal.
Hay en su poesía, sin embargo, versos que nos hablan
de este íntimo conocimiento, de su saber de “capas" y pelos,
de la larga contemplación y apreciación de las posibilidades
cromáticas de éstos. Así, cuando nos habla del “pangaré"
o del tordillo, o bien cuando nos dice de un caballo azabache:
. . . e s h e rm o s o : su p iel r elam p a gu ea n te
c om o la n o c h e »
También descubre ese conocimiento cuando traza el diseño
de un caballo alertado:
No era e l b ru to d o rm id o ,
sin o e l c o r c e l ex a cto,
ma ñ a n ero d e o jo s
y ca lien te d e f l a n c o s .
O cuando, con una imagen de alada poesía, nos da una
precisa estampa de su velocidad:
El ca b a llo es h e rm o s o c om o un v ien to
q u e s e h iciera visib le.
Pero vuelve otra vez al sueño -—al centauro— y le dice:
Si e s o tr o tu e lem en to ,
g a lo p a r é c o n t i g o
la ruta q u e fr e cu e n ta n
lo s ca b a llo s ma rin os;
o el s e n d e r o d e l a ire,
d o n d e tien e d om in io ,
y a la pluma d e l á n g el,
y a la ga rra d e l g r ifo .
Claro que, de triunfar el deseo de Marechal, si pudiera
dirigir y orientar sus sueños hacia donde van sus amores,
volvería a la capital de su tierra entrañable, de su pampa
desnuda, para despertar a la bella durmiente como un príncipe
de leyenda:
P e r o si te inclinara
mi voz , n u estr o d es tin o
sería B u e n o s Aires,
la d u rm ien te d e l río.
Y, descendido por fin el sueño del vuelo, Marechal le
hará afirmar...
lo s cu a tr o s ilen c io s
d e su s p a ta s en tierra .
III.—E l h o m b r e .
El hombre de la pampa es el gaucho. ¿Cómo se ha llegado
a la delimitación de la existencia del gaucho? Muchas son
las opiniones, pero no es tiempo ni ocasión de examinarlas
y discutirlas. Para nosotros carece de importancia que el
gaucho sea la involución del hombre europeo o la evolución
del mestizo indígena. Como muy bien nos dice Julio A. Leguizamón
en su Historia d e la literatura h isp a n o am erica n a ,
si con éste (con el indígena) aporta la conciencia y la fuerza
de la tierra, con aquél (el europeo, o mejor, el español)
asume formas caballerescas de civilización y vida.
Una cosa es cierta: que el caballo, llevado allí por nuestros
primeros conquistadores, encuentra un clima y un terreno
favorables y , en libertad, comienza a procrear y reproducirse
abundantemente; que merced a esto los indios
p amp a s se convierten en seguida en una raza ecuestre; que
más tarde viene el mestizaje con españoles, y que el resultado,
aunque su aparición sea algo incierta, es el gaucho.
Pero el gaucho no es vaquero. Más que ganadero, el gaucho
es cazador y domador de caballos, y sus diversiones favoritas
son las carreras y los juegos ecuestres afines: carreras
de anillas, juego del "pato”, etc.
Tanto cabalga el gaucho y tal dominio llega a tener sobre
el caballo, que la socorrida imagen del centauro es empleada
con gran frecuencia por muchos autores para describir al
gaucho montado, dando así de una sola vez idea de su
compenetración con el noble bruto, con el cual pareceríaque
formase un solo cuerpo en la carrera. No son, pues,
de extrañar, ni el largo poema de Marechal al “Centauro”,
ni sus frecuentes y repetidas alusiones a este mitológico
animal. Casi mítica es la siguiente estampa que nos da-
Marechal del gaucho:
Y así le v em o s en e l Sur; jin e te
d e l río y d e la llama:
s en ta d o en la to rmen ta
d e l animal q u e s u b e c om o e l f u e g o ,
q u e s e d isp er sa c om o e l a gu a v iva .
El gaucho, jinete en la pampa, es un hombre solitario y
una aparición normal a la vez. A ambas características las
recoge también Marechal:
—J in ete solita rio,
q u e ju n to a mis umbrales
a p a ga s tu ca b a llo.
- T e a c e r c a r á s , jin e te ,
sin v en ia ni s a lu d o .
La metáfora de apagar el caballo", en vez de pararlo
o detenerlo, es normal si consideramos la estrofa citada
anteriormente en que el caballo “subía como el fuego”*
Veamos ahora cómo, gauchos y caballos, en perfecta unidad
centaurizados , vuelan por la llanura, raudos cual el'
viento:
Y es v e r d a d q u e lo s h om b r e s y su s f u e r t e s c a b a llo s
p a recía n un v ien to q u e bailaba.
Veremos asimismo que el viajero de la pampa, venga d e
donde venga, siempre lo hace a caballo:
D e s d e tierras y a gu a s v in ieron to s cu ñ a d o s.
Ataban en e l p o s t e r um o r o s o s ca b a llo s ,
y el o lo r d e tres n o c h e s ca ía d e su s m a n o s ,
Pero el gaucho es ante todo, y a lo hemos dicho, cazador"
y domador de caballos. Si quiere vivir y (en muchas ocasiones)
salvarse en el desierto, ha de tener la habilidad suficiente
para apoderarse de un caballo salvaje y someterle
a su mando: domarle. Esta y no otra debe ser la razón por
la que Marechal hace resaltar con tan vivos trazos, sobreel
fondo inmenso de la llanura, la figura del domador decaballos.
Con el título A un d om a d o r d e c a b a llo s nos ofrece
uno de sus mejores poemas. ¿En qué consiste la doma del
caballo? Nos lo dirá Marechal en la primera estrofa:
Doma r un p o t r o e s o r d en a r la fu erz a
y el p e s o y la med id a ;
e s abatir la v e r tic a l d e l f u e g o
y e n a l t e c e r la h orizon tal d e l a gu a;
p o n e r un f r e n o al a ire,
d o s alas a la tierra.
Marechal nos asegurará que “cuatro elementos en gue—
rra -— forman el caballo salvaje". Pero un caballo salvaje
es instrumento de tanta precisión como uno musical; por
eso el buen domador será "el que armonice y taña las cuatrocuerdas
del caballo, los "cuatro sonidos en guerra que forman
el potro salvaje". Con ligeras variantes nos repite dos
veces: “cuatro elementos", “cuatro sonidos”. Aun precisa
más el símil musical trayendo a colación la guitarra, el
instrumento que no falta en ninguna “pulpería", y con el
que gauchos y payadores se acompañan para entonar sus
"cielitos", sus "vidalitas" y sus contrapuntos:
P o r q u e d om a r un p o tr o
e s c om o d oma r una guitarra
Luego, en el poema, se nos van dando eslabonadas las
"características del hombre de la pampa, del domador de
caballos: es “el amigo que no pone fronteras de amistad ”,
“el hombre dado al silencio como a un vino precioso”. Y
este hombre es “simple como un metal”, “oscuro y humillado,
pero visible todavía el oro de una nobleza original
que dura sobre su frente”. Es también:
H om b re sin c ie n c ia , mas e s c r ito
d e la ca b ez a hasta los p ie s c o n l e y e s
y n úm e r o s, a m o d o
d e un barro fiel.
Es “sabio en la medida de su fidelidad”, “trae la prudencia
ceñida a sus riñones”,
Y la b e n e v o l e n c i a ,
c om o una f l o r d e sal ,en tu mirada
s e a b r e p ara n o s o t r o s , d om a d o r♦
En la frente del gaucho, del domador de caballos, “la
noble costumbre de la guerra se ha dibujado como un signo”;
y la sagacidad en su palabra que no deshoja el viento. Pero
no se crea que es tan fácil domar caballos; hay que dominar,
como nos dice Marechal, “una forma oscura que tiembla
y se revuelve, una gavilla de cólera que recoge la mano”.
En la mano está todo. En la mano residen el poder y la
fuerza del gaucho; en esa mano que maneja el caballo, el
lazo, las boleadoras y el facón:
Su n omb r e: D om a d o r d e ca b a llo s , al Sur.
D om a d o r d e ca b a llo s ,
no e s o tra su alabanza.
El Sur, la tierra del domador y del caballo, es la tierra
de Marechal. Una tierra de leyenda en áurea lejanía, cuya
nostalgia le preocupa por la dificultad, casi imposibilidad,
de la vuelta. Pese a potros y caballos —de mar o tierra—,
únicos Clavileños capaces de conducirnos a aquella arcadia
feliz:
A la p r o v in c ia d e o ro,
¿quién n o s arrimará?
Ni p o t r o s d e la tierra
ni ca b a llo s d el ma r.
El Sur es una tierra ubérrima, a la que hace la primavera
un fastuoso viaje. Pero se necesita un hombre de la llanura,
sencillo, para salir a su encuentro. Es a ese hombre del Sur,
capaz de ir agrandando sencillamente la patria con su trabajo,
al que invita el poeta a recibirla:
J o s é d e l Su r, cu ñ a d o sin rib era ,
tú, q ue a g ra n d a s la patria en el s en c illo
y á s p e r o ju e g o d e tu s em en te r a ,
o en el d e a rrea r n o v illo tras n o v illo :
¡Ven al e n cu e n t r o d e la p rima v era !
Porque, necesariamente, se ha de regresar a “esa tierra
frutal y a la casa del viento" donde la primavera es alegre:
Risas d el Sur, la b r ie g o s y p a s t o r e s ,
¡mira d el e q u in o c c i o d e las f lo r e s !
Ahora bien; la primavera es una impresión rápida, pasajera
y fugaz, en las tierras del Sur, donde, en cambio, ofrecen
su arraigada permanencia:
Un inmenso cielo:
Homb res d e l Sur, e l c i e l o g r a v ita b a
s o b r e n u estra s c a b e z a s♦
La amplitud de la llanura sin fronteras:
As/ v ie n e s , am ig o sin f r o n t e r a s ,
así te v em o s en el Su r*
Un horizonte despejado:
Y tu mirada en la llanura vu ela
d e h o riz o n te a h o r iz o n te .
De este cielo, esta llanura y este horizonte acumulados,
nos queda un sentimiento de fijeza inmutable, un sentimiento
de impasibilidad y de silencio. Por eso nos puede decir
Marechal:
Yo h e v is to a la imp a sib le Astronomía
r e c o r r e r en s ilen cio
las p ra d e r a s d el Sur.
Pero, cuando la furia de los elementos se desencadena,
esa naturaleza primaria y elemental que es la pampa puede
convertirse en una 4 pradera amarga”. Y hasta el techo azul
del aire puede sentirse resquebrajado:
Mira e s e t e c h o q u e duraba e n t o n c e s ,
a rm o n io so d e p á ja r o s y lluvias:
H o y , b a jo la p r e s ió n d e tanto c i e l o ,
s e r esq u eb ra ja y ca e.
Lo único que el gaucho no puede tener bajo ese cielo
es domicilio fijo. El barro, que mezclado con paja es su
material de construcción, no puede resistir en múltiples ocasiones
la fuerza combinada del viento y el aguacero. Esto
nos lo describirá Marechal con extraordinaria fuerza:
Grito d e b a rro en e l d e s i e r t o , ¡ c óm o
s e d isip a una ca sa !
Es en ese ambiente caótico y en ese clima de angustia
donde:
La tierra g r is y el c i e l o ramp a n te han d e v o r a d o
lo s c u e r p o s y las a lma s.
En verdad, el cuerpo y el alma del gaucho están tan devorados
por la llanura, son barro tan de la pampa, que
llegan a sentirse parte integrante de ella. Hasta que el paso
del tiempo les haga, ¡y ahora y a sin retorno posible!, barro
eterno a ellos mismos:
Es así q u e n o v im o s d e s c e n d e r ca d a día
la ma rea c e l e s t e
y d e v o r a r el barro
d e la ca sa y d e l h om b r e .
Pero esto no es triste en sí para un hombre de aquellos
p a g o s♦ Marechal, cuando nos hable de su abuelo español,
que llegó “con las riendas poderosas del agua entre sus
manos”, lo evocará así:
H o y , al Sur, y más d u lc e q u e un c a s tig o , la tierra
p e s a n d o en tus r o d illa s.
Es la poesía de Marechal una poesía directa y eficaz,
en la cual metáfora e imagen son empleadas solamente como
recurso secundario en aquellos casos en que la expresión
directa no tendría por sí sola fuerza poética suficiente.
Leopoldo Marechal, tras de algunas dudas y vacilaciones
primerizas, ha afirmado su voz y nos habla reciamente de
su tierra y de su mundo. Hoy es, por derecho propio, uno
de los más destacados poetas de todo el mundo hispanoamericano,
y de su madurez son todavía de esperar opimos
frutos, que vengan a sumarse a la obra y a realizada. Obra
de un hombre del Sur, penetrado fuertemente del aroma de
su tierra.
Algo más celado queda en su poesía el corazón. No gusta
nuestro poeta de ponerse en primer término; deja siempre
una elegante distancia entre él y la emoción. La queja amorosa,
el dolor de vivir, trascienden alguna que otra vez de
sus versos, pero no son suficientes para ponernos al desnudo
el corazón del poeta. Es más, las alusiones al corazón
encuentran su expresión más frecuente en los sonetos a
S o p h ía , cuya clara alusión metafísica en el título dice ya
bastante de la preponderancia de pensamiento sobre sentimiento.
Y en verdad no se puede llegar a pensar que ése
sea el corazón humano de Marechal. Parece que el corazón
estuviera puesto allí por motivos metafísicos más bien que
por motivos vitales. ¿Que muy bien pudiera tener este pudor
vital su raíz remota en la reserva y timidez congénitas
del gaucho? Desde luego. Pero si el corazón trata de
llegar a la soledad reveladora “con pies de pluma y corazón
de plomo”, y cobra acentos de autenticidad humana la voz
de Marechal cuando lamenta:
D escu id a el alma su p e l e a o s c u r a ,
las almas r in d e ...,
es demasiado vago ese:
Rumb o d e h iel q ue to d a v ía l lo r o .
Y aunque la forma poética alcanza un alto nivel de perfección
formal en este cuarteto:
Siren a matinal f u é mi a leg r ía ,
p e r o s o b r e la fa z d e la siren a
m o s tr ó d e s p u é s al c o r a z ó n en p en a
su d o b le ca ra la m e la n co lía .
Perfección que se mantiene, incluso con mayor regusto
retórico, en este terceto:
Ta n to d o lió le al co r a z ó n la su e r te
d e lo q u e a p en a s ríe le v a n ta d o ,
y a llora p r om e tid o d e la mu erte.
Otras veces desciende a lo demasiado llano y trillado:
Mira q u e n u n ca lo g ra lo s la u reles
el co r a z ó n q u e tanto s e r e c a ta .
Y en todos los poemas de esta serie, sin distinción, se
advierte una mayor complejidad formal y una expresión
más recargada. Tal vez, en aras de ese voluntario asedio
a lo trascendental, Marechal ensaya una poesía más intelectualizada.
Pero, de todos modos, encontramos ya, en
estos mismos sonetos, el término comparativo más frecuentemente
empleado en esta poesía: el caballo y cuanto le
concierne. <
De la guerra se despedirá así:
No y a la gu e r r a d e b rillantes o j o s ,
la q u e a v en ta n d o p lumas y c o r c e l e s
d e j ó un e s c a l o fr í o d e b r o q u e le s♦
El Sol no puede hacer su aparición si no es entre los
caballos del trillado lugar común mitológico:
S o l q u e , im p a cien te d e tus r e s p la n d o r e s ,
e n fr e n a s lo s ca b a llo s tr o ta d o r e s .
Y, para llegar a la soledad, el cansancio descansa en una
clara imagen equina:
Sí, fría el alma y agobiado el lomo,
lle g u é a tu s o le d a d r e v e la d o r a . ..