F e r n a n d o
p e s so a
M e n s a j e
EDICION BILINGÜE DE
J u a n B a r j a y J u a n a In a r e jo s
PROLOGO DE
M ig u e l C a s a d o
GLOSARIO DE
Pa t x i L a n c e r o s
<£>
O
1z
«OBRAS»
A B A D A EDITORES
MENS AGÍTAT MOLEM
Pa ra una lectura del P e s so a utópico
Miguel Casado
I . M a l e s t a r
Fernando Pessoa publicó Mensaje en diciembre de 1 9 3 4 ; fue el
ú n ico de sus lib ro s que p rep a ró p a ra la im p ren ta , el único
que vio editado, pues murió el 3 ° de noviembre de 1935= un
año más ta rde, sin h aber cu lm in ad o n in gu n o de sus otros
proyec tos. Y no solo p o r esto resulta u n lib ro s in gu la r : su
planteamiento parece cerrado en sí mismo, sin vías de comunicación
a p r im e ra vista con los demás textos pessoanos;
dib u ja u n lu g a r p ro p io , relativamente aislado dentrc
e scritu ra del au to r, y no remite a la voz m ú ltip le q
hecho le g en d a rio a Pessoa, sino que contiene una «
facetas menos frecuentadas, menos conocidas p o r los le c to res
que en todo el mundo tiene.
Guando en una carta —a la que volveré— trata de explicar
cuál de sus personalidades se manifiesta en Mensaje, se p r e senta
así: « So y de hecho un nacionalista místico, un sebastianista
racional»1 —es decir, se define por un lugar a la vez
político y espiritual, y por una determinada inserción en la
tradición portuguesa. Pessoa, en efecto, repasa la nómina de
quienes fueron protagonistas en la formación y consolidación
de la entidad nacional de Portugal y de su independencia,
situando su tarea bajo el amparo del dios católico. En
una segunda parte, distingue como empresa de la madurez
I Fernando Pessoa, Teoría poética. Edición de José Luis García Martín.
Traducción de José Angel C ille ru e lo . Madrid, Jú c a r, 19 8 5 , p. 18 5 .
nacional los descubrimientos realizados en Africa, América o
Asia, y caracteriza igualmente a los personajes que los llevaro
n a cabo. Y , p o r fin , comparte la p ro p u e sta u tóp ica del
sebastianismo, como proyecto colectivo aún vigente; como es
sabido, el jo v en rey D o n Sebastián, desapareció en la batalla
de Alcazarquivir el 4 de agosto de 15 7 8 ■ en el curso de una
e xp ed ic ió n al Magreb; no se en co n tró su cadáver y, desde
esos mismos momen tos, se g en e ró la esperanza —y la
leyenda— de su regreso libe rado r, en cuya duradera onda de
energía viene a inscribirse también Pessoa.
De este modo, Mensaje, ofrece una lectura histórica en la
líne a in ic iad a p o r OsLusiadas, de Camdes, basándose, como
principal fu en te , en la romántica Historia de Portugal, de G l i -
veira Martins, un autor decimonónico que anudó el curso de
los siglos en to rno a la utopía sebastianista. Y , como ocurre
en estos precedentes, a Pessoa lo mueve una voluntad na cio nalista,
que, en su caso, asumiría a la vez un carácter espiritual,
no tanto p o r su con fe s ion a lism o (que parece deriva rse del
contexto histórico de los orígenes de la nación), como por su
forma de eludir la práctica inmediata de la política, idealizando
algunos principios, y por el oscuro flu ir subyacente de
una concepción esotérica. Todo ello va tomando cuerpo en
el libro gracias a una sintaxis latinizante y al uso de formas
cerradas, neoclásicas, que no tendrían ya por referencia
—como en la poesía firm ad a por el heterónimo Ricardo
Reis— a Horacio y la tradición clásica, ni tampoco el m an ie rismo
exuberante de Camdes, sino un prieto verso elíptico y
abstracto, casi conceptista, que a veces recuerda el momento
de cruce entre el primer Renacimiento y lo medieval tardío,
y que para nosotros conlleva la lejana resonancia de un Jorge
Manrique más flexible, más libre.
En Mensaje parecería que, en vez de la pluralidad de voces
de los heterónimos que dialogan en el escenario del drama
pessoano, aquí es una pluralidad de lenguas la que entabla
conversación: la heráldica, la emblemática, la mesiánica, la
mitológica, la esotérica, la numerológica, la de la tradición
literaria... Pessoa tuvo que realizar una tarea ingente para
escribir y organizar, para articular todos los subtextos, tra-
6 MIGUEL CASADO
mas y codificaciones. S in embargo, nunca se desp ren dió de
una especie de malestar que le p ro du c ía Mensaje, y que quizá
no era sino el modo de in c o rp o ra r lo a una obra inestable y
en conflicto siempre consigo misma.
E l m a l e s t a r d e l a u t o r
« E s to y absolutamente de acuerdo con usted en. que n o fue
feliz el estreno que de mí mismo hice con u n lib ro de ía
naturaleza de Mensagem»2 : dice Pessoa casi al p r in c ip io de la
carta que le d ir ig e el 1 3 de en e ro de 19 35 a A d o lfo Casais
Monteiro —p oeta veinte años más jo v e n que él, dire c to r
entonces de la revista Presenta—, célebre carta que inc lu ye el
citadísimo relato de cómo su rg ie ro n los heterónimos. E l
de sa rro llo de la carta trata, después de esa p r im e ra c o n fe sión,
de buscar ju s tific a c io n e s . E n p r im e r lu gar, alega, no
habría tomado en sentido estricto una dec isión, la p u b lic a c
ión no era iniciativ a suya: « C om e n c é con este lib ro mis
publicaciones p o r la simple razón de que fue el p r im e r libro
que conseguí, no sé p o r qué, tener organizado y listo. Como
estaba dispuesto, me inc ita ron a que lo publicase; accedí» —y
no es ajeno al malestar, y quizá a la mala conciencia, que Pessoa
no relacione esa casual invitación a pu blica r con la p r o puesta
previa de que lo presentara a u n concurso, convocado
para lib ros que exaltaran el na cionalismo po rtu gu és. Quizá
esta convocatoria fue el desencadenante p rá c tico 3 ; en todo
caso, no se debió a una razón in te rn a del p ro p io lib ro o de
su obra que lo eligiera como tardío estreno editorial.
E n segundo lugar y desde la perspectiva del autor, no deja
de percibirse un desajuste entre este desarrollo de los hechos y
la minuciosa fo rm a , casi maniática, en que concebía Pessoa
todos sus proyectos, hasta el punto de nunca llegar a cerrarlos.
El inacabamiento de sus textos y su privacidad son constituti2
Fernando Pessoa, Teoría poética, ed. eit., p. !8",.
3 Obtuvo finalmente el segundo premio —el primero para libros más
breves—, que también conllevaba la publicación.
vos de su escritura, vista en conjunto y desde ahora. Parece que
motivo principal del malestar sería la discordancia entre la
publicación de Mensaje y su poética de lo múltiple, el rechazo
que siempre había sentido a que una sola poética, unitaria,
p u d ie ra tomarse como la suya p e rson a l: «G u a n d o a veces
pensaba en el orden de una futura publicación de mis obras
—sigue diciendo en la carta—, nunca u n lib ro del g én ero de
Mensagem había figurado en p r im e r lugar. Dudaba si debía
comenzar p o r u n lib ro de versos grande —u n lib ro de unas
3 5 0 páginas— englobando varias subpersonalidade s de F e r nando
P e s so a ...» . Y eso le lleva a reconocer, después del in icio
ya citado, un déficit evidente: « S o y de hecho u n nacionalista
místico, un sebastianista racional. Pero soy aparte y hasta
en con tradic ción con esto, muchas otras cosas. Y esas cosas,
por la misma naturaleza del libro, Mensagem no las incluye».
Se entiende bien que este resultara el modo menos previsible,
para él mismo, de empezar la publicación de sus te x to
s , aunque no fuera consciente de la cercanía de la muerte
y, en esa medida, confiara aún en tener ocasión de dar una
imagen más completa de sí —por eso, el razonamiento que
traslada a Casais Monteiro continúa con el recuento de los
proyectos inmediatos—. Llevaba ya muchos años pensando
cómo resolver el tránsito desde las revistas y periódicos al
libro, y cómo debían articularse sus distintas poéticas para
que la posible obra impresa asumiera la pluralidad. Y no
actuó así: el cierre estructural de Mensaje apuntaba en dirección
opuesta. Intentó argumentar en su defensa, pese a todo,
con una tercera justificación: «Estoy de acuerdo con usted,
dije, en que no fue feliz el estreno que de mí mismo hice con
la publicación de Mensagem. Pero estoy también de acuerdo
con el hecho de que fue el mejor estreno que podía h acer.
Precisamente porque esta faceta —en cierto modo se cu n d a r
ia— de mi personalidad no había sido nunca suficientemente
manifestada en mis colaboraciones en revistas»' .
4 El argumento no respondía del todo a la verdad. Una revista había
publicado en 1 9 2 2 Mar Portugués, la segunda sección del libro y un
tercio de él en extensión.
8 MÍGUEt CASADO
Las distintas poéticas que integ ran la ob ra de Pessoa
m an tien en una con tinu a discu s ión entre sí, con fron tan d o
sus concepciones del mundo o p ro p o n ien d o fó rm u la s l in güísticas
y estructurales muy diferen tes. Pero me atrevería a
decir que la forma en que, en distintos lugares de la obra, se
rechazan rasgos o posiciones contenidos en Mensaje, más que
del orden de este tipo de divergencias, es del orden de la descalifica
ción. Me limito a p o n e r tres ejemplos, para subrayar
lo aislado de este libro y el tipo de malestar que lo acompaña.
E n un poema firmad o p o r A lva ro de Campos, significativo
por su anotación manuscrita: « E l inicio de Alva ro de C am p
o s» (el poema parece ser ta rdío, y falsa, pues, su datación,
pero con la evidente idea de dotar al personaje de unas raíces
que lo de fin an ), se lee esta exclamación: « ¡T a n poco h e rá ldica
la v id a !» 0; como veremos, la heráldica es motivo sobre el
que se articula, en buena medida, la estructura de Mensaje. No
es la única e xp re s ión de distancia de A lva ro de C am p o s;
podría citarse también su escepticismo específico respecto a
los viajes a Oriente, que habían sido el núcleo de la epopeya
de los de scub rimientos; así, los versos de Opiario, el p
gran p o em a con su firm a : «M a s yo busco en el opi
consuela / u n Oriente al o riente del O r ie n t e » 6, o, de
más trivial, «M e parece que no vale la pena / ir hasta Oj.
y ver la India y C h in a » 7.
L a segunda muestra de desacuerdo la tomo de la con tinuada
defensa del paganismo que hace R ic a rd o R e is y la
dureza de los ataques al cristianismo que van inscritos en ella
—igual que en los textos en p ro sa firm ad o s p o r A n to n io
Mora, el doble filo sófico de Reis—; frente a ello, la ya citada
confesionalidad católica de Mensaje y un providencialismo que
convierte a Dios en factor determinante del proyecto n a c io na
l p o rtu gu é s. Y quizá el te rc e r e jem p lo sea el más fu e rte ,
5 Fernando Pessoa, Poesía III. Los poemas de Alvaro de Campos, I. Edición de
Juan. B a rja y ju ana Inarejos. Madrid, Abada, 2 0 1 2 , p. 5 9 -
6 Ibídem, p. 7 7 -
7 Ibídem, p. 8l.
p o rq u e lo p on e el po ema « E le g ía en la som b ra » , escrito
solo m ed io año más tarde de la p u b lic a c ió n del lib ro , en
ju n io de 1 9 3 5 , y, como este, firmado p o r Pessoa con su p ro -
pió nombre: «D u e rm e , madre Patria, nula y postergada, / y,
si u n sueño te surge de esperanza, / no creas en él, p o rq u e
todo es nada, / y nunca viene lo que lia de v en ir» ; donde se
percibe realmente esta elegía como u n anti-Mensaje.
E l m a l e s t a r d e l o s l e c t o r e s
A lgú n tipo de malestar, como el compartido p o r Pessoa con
su corresponsal, seguirá acompañando la fo rtuna de Mensaje;
será el malestar de los lectores, aunque ya no con las mismas
causas, porque la perspectiva es, obviamente, otra: los lec tores
disponen del resto de la obra de Pessoa, pueden ir c on o cien
do y sopesando las diversas voces que en ella hab lan,
contando siempre con su multiplicidad: es inevitable que
unos prefieran a Campos o a Reis, otros a Caeiro o al ortónimo
Pessoa; no se puede quizá disfrutar por igual todas las poéticas,
aun admirando el conjunto. Creo que el malestar de los
lectores ante Mensaje se relaciona con una de estas dos causas o
con ambas: con la apuesta ideológica por un nacionalismo de
corte tradicional y teocrático, por una parte, y, por otra, con
los efectos, en la lengua y el mundo del libro, de un trabajo
estructural de cierre, sin precedentes en Pessoa. Merece la
pena detenerse primero en un punto y luego en el otro, para
ir, con esta guía, entrando más en materia.
a ) M a l e s t a r p o l í t i c o
Entre la infinidad de los escritos inéditos de Pessoa, de sus
hojas de p rosa inacabadas, abandonadas y luego reanudadas
en otro punto, proliferan y casi predominan los de inten8
Fernando Pessoa, Mensagem. Poemas esotéricos. Edición de José Augusto
Seabra (co ord.). Madrid, A L L C A X X y Editorial Universitaria de
Chile, 1 9 9 7 » p- 10 6 (la traducción es mía).
ción política, mezclándose esas notas nunca publicadas con
los textos dados a la prensa. A lo largo de toda su vida, Pessoa
fue tomando p o s ic ión de fo rm a pú b lica sobre cuestiones
políticas, tanto de actualidad como de mayor calado id e o ló gico;
en la pequeña parte de los escritos que fue publicando,
los de enfoque político ocupan sin duda un lugar p ro p o rc io nalmente
destacado. E l conjunto y, en particular, los in é d itos
muestran —como señala G onzá lez Varela, au to r de una
amplia anto lo g ía— « a u n Pessoa h ip e rp o lítico , tr ib u n o ,
soc iólogo , pro fe ta , inc luso h is to riad o r en cierne s. L a hybris
política latía en sus v en a s» 9, e incluso se creería que; « E l trait
d ’union entre el poeta y el pensador político es lo que nos p e r mite
descifrar el pathos de P e s so a » 10,
De una p r im e ra a p ro x im a c ión no se concluye, sin
embargo, que tan constante inquietud política haya generado
una lín e a de pen samiento ú nica y coh e ren te ; es c ie rto que
los textos tienden en general a un aristocratismo que se antepone
a la igualdad postulada p o r los p r in c ip io s d em o c rá ticos,
tien den a una p o s ic ión re a c c ion a ria que e n c a ja r !' cc <■>
los impulsos an timode rno s y au to rita rio s de cierta de-ecneurope
a del p r im e r tercio del siglo XX. Pero los vaive:
Pessoa en sus tomas de postura ante la actualidad portug^v.»!»
y su d isid en c ia en cuestiones centrales pa ra esta ten den c ia
política impiden que se le adscriba a ella sin rep a ro . P o r un
lado , a lte rnó varias veces su apoyo a la m o n a rq u ía o a la
repú b lica , en con tran d o sus a rgumento s en u na casuística
difícil de sistematizar, lo mismo que varió de actitud respecto
a los go b ie rn o s dic ta toria le s que con o c ió (S id ó n io Paes,
S a la z a r ...) ; p o r otro lado, la fre cuen te con den a del c a to licismo,
su orientación racionalista pe ro no pragmática (y ahí,
quizá, la v in cu la c ión con la m a son e r ía ), o la p a sión p o r la
9 Nicolás González Varela, « E l pathos de un escritor pa t r ió t ico »,
introducción a: Fernando Pessoa, Política y profecía (Escritospolíticos i g i o -
1 9 3 5 ) ’ edición de Nicolás González Vareía, Barcelona, Montesinos,
2 0 1 3 , p. 9.
10 Ibídem, p. 39 .
modern idad que representaba A lvaro de Campos, abren distancias
con la derecha tradicional difíciles de suturar. Así, en
ocasiones se declara apasionado nacionalista y en otras afirma
que la ú n ica patria que conoce es la lengua portuguesa. Po r
eso, cuando Teresa Rita Lop es p ro p o n e que « e l homb re de
acción que Pessoa curiosamente era, cristalizó sus impulsos
en el pequeño cofre de Mensaje» 11, cuesta asumir que el lib ro
pueda ju g a r ese papel en u n conjunto que no parece admitir
síntesis, sino más b ien apertura y dispersión de líneas.
Quizá sea el deseo de dibujar con p re c is ión una v o lu n tad
política tan variable, de encontrar un punto quieto entre
las dudas que suscita, lo que lleva a atribuir a Mensaje este
peso. En esa línea iría la in te rp re ta c ió n de Judith Balso.-
« Mensagem dispone una especie de 'c ifr a ’ de Portugal. Y este
libro no puede ser leído más que en el modo de un desciframiento,
a cuyo término la esencia de lo nacional que contiene,
resultará o bien descubierta, o bien irremediablemente
fallida»12. No sé si hablar de un tipo de desciframiento
que hace depender de él el destino de lo nacional no o b s truye
la lectura que todo libro de poemas espera; en todo caso,
la propuesta de Balso, pese a su dramatismo, contiene elementos
que relativizan la función condensadora, de formulación
de un programa político, que parece concederse a
Mensaje. Sus palabras sugieren que no se trataría propiamente
de un ejercicio de exaltación nacionalista —como requerían
las bases del consabido concurso—, sino de una búsqueda de
otra clase, quizá metafísica («la esencia»), y que, además, su
enfoque no es unívoco, ofrece elección, un camino bifu r cado;
aunque uno de sus términos esté marcado como un
logro, y el otro, por el contrario, como un fracaso, la doble
posibilidad está ahí, lo negativo asoma también como posible
destino.
-II Teresa Rita Lopes, <<Mensagem de uma v id a » , en Fernando Pessoa,
Mensagem. Poemas esotéricos, ed. cit-, p. 353-
12 Ju d ith Balso, Pessoa, lepasseurmétaphysiqiie. París, Seuil, 2 0 0 6 , p. 18 3 (la
traducción es mía).
C o n todo, lo cierto es que el lib ro no fue una solución
improvisada para una situación concreta '—aun con su carácter
circunstancial--', sino que cu lm in ó u n proyecto m an te nido
al menos durante dos décadas de la vida de su autor. Las
notas más antiguas que se con o c en son de p r in c ip io s de los
años IO, con la previsión de titular Portugal u n poema extenso,
pensado ya en té rm in o s m íticos : Vasco de Gama y Don
Sebastián com p a rtirían espacio con O r íe o o Fausto'3. Pero
bocetos con este grado de e laborac ión hay muchos entre ios
papeles de Pessoa, y de ese p r im e r momento solo se conserva
un poema , ^G la d io » , fechado el 21 de ju lio de 19 ^ 3 - que
pa saría en te ro a Mensaje con el títu lo « D o n F e rn an d o ,
Infante de Portugal». U n segundo paso documentado, como
mencioné, es la ap a ric ión de la sección central de Mensaje, ya
con el título de «M a r p o r tu g u é s» , en el n úm e ro 4 de la
revista Contemporánea, en diciembre de 19 2 2 . Dado que el libro
de fin itivo salió de la im p ren ta en d ic iem b re de 19 3 4 . la
escritura de los poemas se pro long a ve in tiú n años al menos;
el último está fechado el 2 de abril del mismo 1 9 3 4 - Lo
en los que Pessoa e scrib ió más poemas con este fin í:
19 2 8 y 1934 » nueve en cada u n o , aunque en el ca
último se concentraran —p o r la necesidad de ce rra r el « o ro—
en los tres p r im e ro s meses; resulta clara, pues, la dilatada
pervivencia del proyecto.
Volviendo al pensamiento político de Pessoa, y su c o n creción
en Mensaje, Teresa Rita Lop e s lo ha de sc rito de un
modo que lo acerca a lo que fue el regeneracionismo español:
« S u sebastianismo fue una estrategia: tentativa de alentar el
ánimo de los portugueses, esa brasa fría, a través de u n mito
congregador»14; sin duda, la imagen de Castilla que postularon
Unamuno o Machado tenía también un aura mítica, por
mucho que se repitiera aquella frase de Costa sobre dejar
1 3 Ver Fernando Gabral Martíns, Jntrodufao ao estudo de Fernando Pessoa.
Porto, Assirio &. Alvirn, 2 0 1 4 , p- 2 3 7 -
14 Teresa Rita Lopes, loe. c it .r p. 3 5 2 -
b ien c e rrad o el sepulc ro del C id ; en el caso de Pessoa, se
partiría asimismo de un diagnóstico sobre el estado de ánimo
colectivo y con una perspectiva fo rm ad a al amp aro de una
leyenda aún latente.
Es significativo a este respecto el de sa rrollo del p oema
« E l Infante >>: da cuenta en p rin c ip io de cómo Dios eligió a
un portugués para asumir un destino que abocaba al mar y al
futuro, y que llegaría a ser destino de la na ción; pero la con sum
ación de este designio quedó a medias: se cum p lió la
parte que conducía al mar, el imperio se hizo, y luego se deshizo
: « ¡ Falta, S eñ o r, cumplirse P o r tu g a l!» 10. De este modo,
según el texto, Portugal logró un sentido, asumió su re sp on sabilidad
en la empresa humana común, pe ro no supo o no
pudo, en el curso de esta acción, hacerse a sí mismo. Obtuvo
identidad, pero no retuvo su ser. Mensaje daría cuenta, así, de
un destino colmado p r im e ro y fru strad o después, y de un
subsiguiente estado de p o stra c ión; es cierto que habla poco
de la parte negativa del balance, pe ro hace pesar ese silencio
de fo rm a decisiva. E n el poema « N ie b la » , además de r e fe rirse
a la mañana en que, según el mito, habrá de reaparecer
Don Sebastián, la niebla toma otros dos valores: uno co r re s ponde
al estado del presente —«N ieb la eres hoy, P o rtu g a l»—;
el otro, a lo etéreo del proyecto colectivo y de la esperanza, a
su in con s is ten cia : «N a d ie sabe lo que qu ie re . / N adie sabe
qué alma tiene, / ni sabe qué es b ien n i mal. / [...] / T odo es
in c ie r to y p o s tre ro . / T odo suelto, nada e n t e r o » . L a c o n ciencia,
la fuerza de la crítica negativa es lo que abre la p o s ibilidad
del fu tu ro . Y la descripción del estado de la nación,
la discrepancia con él, impide pensar que el poeta escriba en
apoyo de n in gú n rég im en o propu esta p o lítica a c tu a l; solo
queda la energía que nace de un deseo contiguo a la desespera
c ió n . Y es ese deseo el que explica que, en tal p u n to de
p é rd id a , Pessoa dé u n g iro so rp ren d en te y decida que,
puesto que todo es niebla, es ya el momento que el mito p re veía;
precisamente « ¡E s la H o r a !» .
15 Todas las citas de Mensaje están tomadas de la presente edición.
Por tanto, las posibles causas de un malestar político se diluyen
en la apertura del planteamiento pessoano que, p o r otro
lado, parece movido más p o r una lóg ica p e r son a l que p o r
razones ideo ló g ica s. Quizá esto se p e rc ib a observando el
lugar que ocupa OsLusiadas en el lib ro . Salvo el sebastianismo,
que no podía estar aún en el p o em a de Camoes p o r obvias
razones cronológicas (se publicó seis años antes de la desaparición
del re y), hay una notable coincidencia en el re co rrido
histó rico de ambas obras y, sin emba rgo , Mensaje no ta c e
mención de ello; no se in co rp o ra Camoes a la galería de los
héroes, aunque esta incluye figuras de escritores menos c on sagrados,
como las de B an d a r ra o A n to n io V ie ir a . Y no
puede h aber de scon o cim ien to p o r pa rte de Pessoa, que en
diversas ocasiones, an un ció la llegada de u n supra Camoes; no
hay desconocimiento, sino in ten c ió n . C o n Os Lusiadas c o in cide
Mensaje en el re co r rid o p o r la con stitución de la n a c io nalidad,
en su inventario de personajes históricos, en la epo peya
de los navegantes y descubridores, en la médula religiosa
de la empresa, en múltiples motivos y escenas. Pero, aparte
de no n om b ra rlo , hay signos de evidente distancia, como la
casi completa impugnación del depósito mítico gr
del que Camoes se nutría hasta el punto de interc
siones de ese o rig en y qu eb ra r el h ilo ép ico ; ei
huella de este fondo es mínima y se limita a la figu
de Ulises y un pa r de alusiones sueltas.
Edua rdo Lourenco ha defin ido el lib ro de Pessoa corno
un « a n t i-L u s ia d a s » : con Camoes llevaría a cabo Pessoa una
« ta ch ad u ra freu d ian a que constituye el c entro hueco de la
estructura textual y mítica de Mensaje » . S in duda es así,
como parte de una extraña rivalidad histórica, del án imo
competitivo que parecía mover el impulso de escritor de Pessoa.
Pero también porque el patronazgo de Camoes le habría
quitado flexibilidad para introducir los toques personales
16 Diversos estudios de Eduardo Lourenco, citados por María Helena
da Rocha Pereira, «Ulysses e a M ensag em ^ , en Fernando Pessoa,
Mensogem. Poemas esotéricos, ed. cit., p. 3 0 9 .
que hacen de su libro escritura y no un tratado histórico ni un
p ro g ram a p o lític o . L a aso cia c ión mund o clásico-cristianismo
de Os Lusiadas seguramente le repugnaba, p o r el lugar
que guardaba su pensamiento para el paganismo, y p o rq u e
además lo católico ad q u ir ía en Cam oe s notable r ig id e z ; la
fo rm a na rrativa y el fre cuen te ju e g o de buenos y malos, de
héroes nobles y dañinos infieles, se oponían al análisis c on ceptual
que Pessoa iba a p ro p o n e r , como fo rm a coheren te
con su proyecto y compatible con su p e rson a lidad. S i debía
apoyarse p o r una vez en la raíz cristiana de la n a ción , le era
preciso dotarla de un carácter espiritu a l asociado a u n destino,
y no cabía construir la utopía sebastianista del «Q u in to
Im p e r io » con los materiales de la conquista. Sí, la querencia
de desplazar a Camoes del pedestal, pe ro sobre todo las exigencias
de su p ro p ia escritura , el trazado —tan m in u c io so y
pensado siempre— de su poética. A b rirse a un espacio que no
esté condicionado ideológicamente, moverse en él con en e r gía
poética.
b ) M a l e s t a r p o é t i c o
Me referí antes a una segunda causa del malestar del lector:
los efectos en el libro, en su lengua y mundo, de un trabajo
estructural de cierre, único en la obra de Pessoa, impuesto en
buena medida por las exigencias de la publicación. Así, con la
sintaxis cultista y los esquemas estróficos se da cuerpo a un
conjunto de materiales de variada procedencia. Si, por
supuesto, dominan los de carácter histórico, vienen a
sumarse a ellos otros innumerables, como los que tienen origen
en la mitología artúrica —que trataría de reforzar el relato
sebastianista, por sus coincidencias con la historia del Grial,
también de pérdida y esperanza de reencuentro, o el papel de
la niebla en los ciclos celtas— o las alusiones al mundo ocultista,
sus símbolos y corrientes, como ocurre en « E l Encub
ier to», poema en el que se superponen la rosa y la cruz
—rosacruz literalmente. Todo parece caber en el libro —así,
Angel Crespo recordó la relación mítica de Orfeo, título de
la ya lejana revista, con los navegantes, o las resonancias del
LíberNumerorum de San Isidoro'"7— que, siendo un espacio sincrético,
o frece una tersa su p e rfic ie de len gu a. U n o de los
mejores ejemplos de la diversidad de referencias que fluye en
un solo cauce es «O mostrengo», el poema sobre el monstruo
que acecha en el fin de los mares, donde se fu n d en el
gigante Adama stor —que Camóes en contró en fuentes an tiguas
y contemporáneas—, la p e rip e c ia histó rica de Bartolomeu
Dias —que solo al tercer intento consiguió doblar el lla mado
Cabo de las Tormentas, en el con fín austral de Africa—
y el eco de algún pasaje de la Balada del Viejo Marinero, de G o le -
ridge, sobre todo en la figura del homem do Ieme [el tim on e l].
Todo está ahí, todo actúa, pero el poema lo marca el pulso de
Pessoa, con sus recurrencias solemnes, en las que caben tanto
lo grotesco del monstruo —tan « r om o » que se echa a rodar
p o r tres veces— como la em o c ió n épica ante el destino que
asume la fo rm a de una obstinada ob edienc ia —también tres
veces sometida a pru eb a—; el ritm o del p oema mece en sus
olas ambas formas del absurdo.
Consciente de este minucioso trabajo, Román Jakobson,
uno de los ilustres precursores de la difusión internacional de
Pessoa, basaba de modo preferente en Mensaje su juicic
el poeta; el ensayo que firm ó en 19 6 8 con Luciana Stej
Picchio prop onía : «Pessoa debe ser incluido entre los j
des poetas de la 'estructuración’ » 1 . Y este chocante diagnóstico,
aplicado a quien subrayó entre sus opciones de escritura
el inacabamiento y la disp e rsión , se apoya en u n a categoría
usada por el propio poeta; según él, los así definidos serían
capaces de una mayor complejidad, «porque expresan construyendo,
arquitecturando, estructurando » 19, y apuntan de
17 Ver la extensa introducción en Fernando Pessoa, El poeta es un fingidor
(Antologíapoética), edición de Angel Crespo, Madrid, Austral, 19 8 2 .
18 Román Jakobson y Luciana Stegagno-Picchio, « L o s oxímoros dialécticos
de Fernando Pessoa», en Román Jakobson, Ensayos de poética,
traducción de Ju an Almela, Madrid, Fondo de Cultura Económica,
19 7 7 , P . 2 3 6 .
19 Citado por Jakobson y Stegagno-Picchio, que lo toman de una carta
a Francisco Costa, escrita en agosto de 1 9 2 5 *
ese modo una tendencia a la universalidad, a lo que se manifiesta
al margen de accidentes. En el desarrollo de este c rite rio
, el ensayo de Jakobson estudia, p o r ejemplo, las frecuencias
vocálicas y su sistema de ap arición, inaugurando los muy
n um e ro so s trabajos que se o cu p an de establecer a rm on ía s
cuantitativas, claves numerológicas, etc. Mensaje quedaría, así,
ju s tific ad o como una lab o r ejem p la r de o rfeb re r ía lin g ü ís tica,
como un tejido extremadamente cuidadoso y complejo
de re la c ion e s, p ro p o rc ion e s o simetría s. Pessoa mismo, en
una suerte de ilum in a c ión estructuradora, llega a in c lu ir lo
tod o --aún en la carta a Gasais Monteiro— en u n efecto de
trascendencia que lo desborda: « L o que hice p o r causalidad
y se com p le tó en con versac iones fu e exactamente ta llad o ,
con Escuadra y Compás, p o r el G ran A rq u ite c to » .
Hay, p o r tanto, muchos h ilo s de los que es p o s ib le
tirar; me limito a u n solo ejemplo de la crítica que se mueve
en esta órbita de una «poesía de la estructura». Mensaje se
abre con un epígrafe en latín, como luego ocurre con fó r mulas
latinas más breves en cada una de las secciones:
«Benedictus dominus deus noster qui dedit nobis signum»
[Bendito el señor nuestro dios que nos dio enseña]: la invocación
religiosa en latín, la acción divina de conceder signum,
las formas (nobis, noster) de un nosotros que sitúa las coordenadas
del mensaje más allá de lo personal. Como explica Adrien
Roig, el « sign um » tendría el sentido de la enseña para el
campo de batalla, lo mismo que el romance brasao [blasón],
que da título a la primera parte del libro. Blasón concedido
por Dios a una comunidad que pronto se identifica con
Portugal. El desarrollo se va dividiendo en secciones que
corresponden a los distintos campos del escudo de Portugal:
los castillos, las quinas, etc. Hay en todo ello un sabor
medieval y, también, la alusión permanente a la in te rv en ción
divina y a los mitos nacionales.
Tanto los castillos como las quinas remiten a la batalla de
. Ourique, ganada a los musulmanes en agosto de 1 1 3 9 por el
primer rey de Portugal, Afonso Henriques, y que abrió la
conquista de Lisboa y de todo el centro del país. Los castillos
son siete, como los reyes moros derrotados20, y las quinas
remiten a la visión de C risto que tiene el rey en la víspera de
la batalla, en la que le concede como armas sus prop ia s lla gas21.
A d r ie n Roig piensa que « e x isten relaciones estrechas
entre la Visión de D o n A fo n so H en r iq u e s , el E p íg ra fe y los
poemas»2' y, a p a rtir de ahí, estudia la re cu r ren c ia de las
palabras clave en las dife ren te s secciones del lib ro ; y añade
otra hipótesis: Pessoa conoce y tiene en cuenta, siguiéndolo
estructuralmente, el relato ( ¿ o r ig in a l? ) en la tín de la visión
que, según 1a. tradición, fue encontrado en el monasterio de
.Alcobaja en 15 9 6 . Roig culmina su sugerente trabajo con un
juicio sobre el género del lib ro : «E s ta p rime ra sección hace
recordar, p o r su naturaleza y estructura, la literatura emblemática.
Se pa rte de un c o n ju n to d ib u jad o , de u n grabado
(en este caso el B lasón de Portugal). Se inscribe debajo una
fó rm u la , frecuen temente enigmática, la cónica (el E p íg rafe
inicial) y se va esclareciendo, en un comentario organizado
(la secuencia de los p o em a s), e xp lic itan d o con e jem p lo s y
au to rid ade s (héroes y sob e ran o s po rtu gu e se s) el v a lo r y la
s ign ific a c ión sim b ólica de cada uno de los e lem entos del
grabado»23.
2 0 Las interpretaciones difieren en algunos detalles. Suele hablarse de
cinco reyes, a los que se sumarían las plazas de Lisboa y Evora ocupadas
después,
21 Curiosa y emblemática palabra esta de quinas, asumida por el castellano.
Según la Academia: «Armas de Portugal, que son cinco escudos
azules puestos en cruz, y en cada escudo cinco dineros en aspa».
Tirso de Molina escribió una obra titulada Las quinas de Portugal: «La s
armas que a Lusitania/otorga mi amor propicio, / en cinco escudos
celestes / han de ser mis llagas cinco; / en forma de cruz se pongan, /
y con ellas, en distinto / campo, los treinta dineros / con que el
pueblo fementido / me compró al. avaro in g rato ». También en las
Soledades d e Gongora aparecen «las quinas» como metonimia de las
naves portuguesas que cruzan el océano hacia Asia.
2 2 A dr ien Roig, «Mensagem: Heráldica e poesía», en Fernando Pessoa,
Mensagem, Poemas esotéricos, ed. cit., p. 2 8 4 - La versión portuguesa del
original francés es de Angela Carvalhas (traduzco del portugués).
2 3 ibídem. p, 2 9 2 .
« S i se atien.de a la p e r fe c c ió n externa, esta es su ob ra
más completa» 24 —decía Octavio Paz, otro de los p rim e ro s ,
fuera del ámbito lusista, en difu n d ir y valorar la obra de Pessoa,
Pero ¿q u é sería la perfección externa en u n lib ro de p o e m
a s?, ¿ se d e fin e como externo lo que no se in teg ra en el
cuerpo p o é tico ? Es curioso que, mientras en la mayoría de
los libros de Pessoa la atracción p o r los heterónimos acaba sustituyendo
con fre cu en c ia la le c tu ra con creta del texto, aquí
llega tal vez al mismo resultado el conjunto de lenguas y saberes,
el sistema de conexiones y referenc ias. Re cu e rd o ahora
aquella fo rm u la c ió n , quizá discutible p e ro muy fé r til, que
hacía Ferlosio de un « p r in c ip io de p a ten cia» para la lectura
de poesía. Acogiéndose a la idea de efecto y de unidad de efecto
que desarrolló Poe, piensa que los elementos poéticos son los
que, al margen de su dificultad, están activos ante el lector,
que los p e rc ib e en una copresencia mutua, y por eso «lo
accesible únicamente mediante el descifrado carece de existencia
literaria, no forma parte de la obra» ' . Sin duda,
extremar tanto la afirmación puede agrietarla; pero algo de
esa índole sucede; quizá ninguna de las tramas que subyacen
al libro contiene las claves de su lengua y su mundo, de su
poética. Y es lo patente en los poemas lo único que, pese a la
costumbre crítica, constituye Mensaje.
Creo que con esto se relaciona el malestar de los lectores,
que quedaría explicado en la misma cita de Octavio Paz ya
comenzada: « S i se atiende a la perfección externa, esta es su
obra más completa. Pero es un libro fabricado, con lo cual
no quiero decir que sea insincero sino que nació de las especulaciones
y no de las intuiciones del poeta. [...] Para que los
símbolos lo sean efectivamente es necesario que dejen de
simbolizar, que se vuelvan sensibles, criaturas vivas y no
emblemas de museo. Gomo en toda obra en que interviene
2 4 Octavio Paz, «F e rn an d o Pessoa, el desconocido de sí m ism o » , en
Cuadrivio, México, Jo aq u ín Mortiz, 19 6 9 , p- 1 5 8 -1 5 9 -
2 5 Rafael Sánchez Ferlosio, Las semanas del jardín. Semana Segunda. Madrid,
Nostromo, 1974» P- 1 2 6 .
más la voluntad que la inspira ción, pocos son los poemas de
Mensaje que alcanzan ese estado de gracia que distingu e a la
poesía de la bella lite r a tu r a » . E l com en ta rio , aunque con
inicial prudencia, resulta contundente; es cierto que implica
cuestiones de poética, sean de época (el ensayo apareció en
19 6 2 ) o p e rson a le s, que no p a re c en obvias ( sin c e rid ad ,
intuic ión, símbolo, inspira ción), pe ro es difíc il no compartir
este ju ic io : la sensación de que el plan pesa sobre el libro
y lo con dicion a , de que bastantes poemas han surg ido para
cumplir una fu n c ión sin ser necesarios en sí, sin estar vivos.
E l trabajo para c e rra r Mensaje supuso una experiencia
única en la vida de Pessoa, una experiencia interesante y ambigua,
que probablemente suscitó su perplejidad. Es como si la
energía poética, sostenida durante las dos décadas que m an tuvo
el proyecto, se hubiera agotado antes de llegar totalmente
a puerto, como si se destensara el p ode r de concentración de
la lengua y hubiera que re cu rrir a explícitos mecanismos retóricos
para re llen a r el esquema, p ro du c ién do se perceptibles
decaimientos. Es curioso que estos aparezcan a menú ’
poemas dedicados a personajes fundamentales, que limi
el abanico de posibilidades, pues solo cabría hacer su loa
sensación de que el poeta se mueve con más na tur
cuando la desgracia se combina con el deber y las valora
se hacen conflictivas. Frente al ju ic io de Jakobson, parece que
Pessoa es más un poeta del inacabamiento que u n poeta de la
estructura, y leer Mensaje lo con firm a ; en el espacio info rme de
lo abierto sus logros poéticos son e x tra o rd in a rio s , de modo
que situarse en él habría sido, tanto como una elección personal
o el fru to de una person a lidad inestable y múltip le, una
necesidad interna de su escritura.
S in emba rgo, sería in ju s to con el lib ro hacer absoluto
u n ju ic io motivado p o r sus decaimientos; hay amplio margen
en él para p e rc ib ir el v alor y la fuerza de esta lengua de Pessoa,
otra más de sus lenguas.
I I . L a m ir a d a d e P o r t u g a l
Tras haber intentado evocar algunas condiciones de la recepción
de Mensaje, percibida como una experiencia de malestar, y
de h aber revisado determinadas líneas de a r ticu la c ió n del
texto, querría volver sobre mis pasos, retomar la lectura desde
el p r in c ip io , atendiendo a los tres poemas iniciales del libro,
que seguramente contienen en síntesis lo sustancial del re co r
rid o . Después del epígrafe la tino, se entra directamente en
la parte dedicada al « B la só n » , también con su breve fórmula
latina marcando el comienzo: « B e llum sine b e llo » , « gu e rra
sin g u e r r a » ; tras ella, dos poemas que presentan los com p o nentes
básicos del bla són, « lo s c a stillo s» y « la s q u in a s » ;
empieza luego la sección que desarrolla « lo s castillos», con el
poema dedicado al m ít ic o antepasado, «U lis e s » . Estos tres
son los que querría releer.
«D e los castillos», el primer poema, imagina el mapa
de E u ro p a como una m u je r tumbada, que se apoya en los
codos para levantar la cabeza y mirar hacia adelante; los
codos corresponderían a Italia e Inglaterra, mientras «ese
rostro que mira es Portugal». Así, Europa tiene dos fundamentos;
uno que remite a la época clásica («helénicos o jo s» ,
recordando que buena parte de Italia fue griega antes que
romana) y otro al mundo británico («románticos cabellos
» ) , que reúne la modernidad de las pasiones, la libertad
y el progreso. En términos de Pessoa, un codo sería Reis, y el
otro, C am p o s; su formación inglesa ahonda y matiza el
aporte clásico, le permite inclinarlo hacia una perspectiva
marina —y universal—, próxima a la identidad portuguesa que
va a elaborar. El movimiento del tiempo y de la cultura concuerdan,
en principio, con el dinamismo sugerido por el
mapa, que iría «desde Oriente a Occidente», y ello sitúa a
Portugal en la vanguardia de Occidente, rostro de Europa,
mascarón de proa.
Pero ya un tono decadente, muy art nouveau, perceptible en
la selección léxica, avisaba, también desde el principio, de otra
clase de inquietud temporal; Pessoa lo retoma, hacia el final
del poema, para romper la aparente transparencia del dibujo:
«C o n su mirar esfíngico y fatal / ve a Occidente, fu tu ro del
pasado. // Y ese rostro que mira es P o r tu g a l» . E u ro p a está
m irand o, sí, con sus ojos portugueses, hacia el océano que
tiene delante, abarcando en su mirada la epopeya de los descubrimientos;
sometido, sin embargo, al dilema de la Esfinge
y al dictamen del destino, el sentimiento del tiempo vira, es ya
distinto del progresivo que parecía regir: todo estaba abierto en
un impreciso momento anterior, el gesto del mapa reproduce
su tensión y su energía, pero —« fu tu ro clel p a sad o »— eso que
era futuro entonces hoy ya se ju g ó . Y sopesar estas formas de
pasado y de futuro será trabajo del libro.
E l segundo poema , « D e las q u in a s » , habla con verso
más breve, más sentencioso, fiado a la rotun didad de la rima
para hacerse inapelable. S i antes se presentaba la comunidad
h istórica y política que protagoniza el lib ro , se suma aquí la
op c ión p o r el c ristianismo, aunque en el verso in ic ia l estén
todavía (digo todavía, como si se hubie ran conservado después
de los escritos de R ic a rd o Reis y A n to n io M ora ) « 1c
se s» , en plural; pero se nombra a C risto explícitamer
ofrece duda. Dec ir Dios es convocar también al destino
que el dios cristiano, en el movimiento doble que lo c
tuye, a la vez lo im p lic a y lo nieg a : « C o n desgracia t ___
vileza / D io s al C r is to d e fin ió : / lo opuso a N aturaleza /
cuando como H ijo lo u n g ió » ; en la con c ep c ió n del h ijo
puso el padre componentes naturales («desgracia y vileza» lo
son, como atributos existenciales) y la inm o r ta lid ad divina
que se les o p on e . L o que sería una d e fin ic ió n ind iscu tible ,
p o r dogmática, cuando se trata de quien es dios y hombre al
mismo tiempo, se convierte en extrañeza conflictiva cuando
heredan esa tensión los hombres solo hombres, y a ello tamb
ién alude el poema: «compra gloria la desgracia», «vida
breve y alma vasta». De este modo, como generando una
serie de oposiciones en torno al mismo núcleo, la religión
supone un impulso del alma hacia su amplitud que a la vez la
empuja al sufrimiento. La infelicidad humana, la lucha contra
el tiempo, la alternativa de la aceptación, el choque entre
cultura y naturaleza vendrían dados en la opción confesional,
sin que sea preciso explicitarlo apenas. La religión, el destino
marcan una verdad trascendente, pero también establecen los
límites para la existencia y su infin ito y d o loroso debate.
«U lis e s » , el último paso de este tríptico inicial, recoge
la leyenda del viejo marinero de la Odisea como fundador
mítico de L is b o a—n ombre g rieg o: O lis ip o—y, con ella, de
Portugal. E l poema combina de modo b rillan te un análisis
de lo que sea el mito con la pregunta p o r la iden tidad, pues
ambas cosas se hacen de sí y no , de con trarios que en vez de
neutra liz a rse se im p re gn an y p o ten c ian mu tu am ente. « E l
mito: nada que es todo» resume el carácter del pensamiento
mítico: sin referirse a nada realmente existente, tiene un
poder de explicación y de sentido que puede transformar la
realidad. Así son los mitos, y la alusión en el poema al sol
como cuerpo muerto de Dios, que remite seguramente al
egipcio Osiris —dios celeste y tamb ién de los muertos, tan
presente en las creencias herméticas—, viene a generalizar su
estatuto. Ulises aporta la singularidad de no provenir del
tiempo ahistórico de las mitologías, sino que, en cuanto creación
de las letras griegas, nació ya como personaje literario,
permitiendo así a Pessoa situarse en el vacío lógico de la
paradoja: «Este, que hasta aquí llegó, / fue por no ser existiendo.
/ Sin existir nos bastó. / Por no venir fue viniendo /
y nos c re ó » . Ulises vive en su falta de ser y por ella misma, se
asocia al modelo de identidad que asumió Pessoa y que dio
también a sus personajes-poetas; tiene el mismo modo de
existir que Gaeiro o Campos. Pero, como el poema dice:
«nos c r e ó » , los portugueses son hijos de Ulises, herederos
de su condición, y Pessoa traslada como rasgos de la identidad
patria los que se han ido, a lo largo de su obra, constituyendo
como identidad personal.
A l final del poema se produce un quiebro que solo indirectamente
proviene de lo dicho: «Abajo, mitad de nada, /
muere la v id a » . El mito, el sol, quedaría en un mundo de
alturas; de la unidad mítica entre nada y todo, a la vida le tocaría
el no; la realidad, la historia, la identidad nacional se fecundan
y mueven con el poder del mito; la vida humana permanece
al margen en cuanto hecho concreto y c ircunstancial.
Aunque Pessoa construye Mensaje con elementos —lengua, campos
de sentido, re lig ió n— muy distintos de los que usó en la
mayor parte de su poesía, en esto coincide con ella; la elaboración
de determinadas esferas ideales no altera su saber de la
experiencia de la existencia. Y no le importa entonces forzar
las palabras, y hacer de la realidad— « a l fecundarla, la aviva»—
algo que se disocia y opone a la vida —«m u e re » .
Los tres poemas abren, así, los itin e ra rio s del lib ro . Lo
colectivo, la identidad colectiva, nacional. L a concepción del
tiempo. E l cruce entre Dios y destino, el papel del mito y su
traducción existencial. Esta última, siempre, más latente que
manifiesta.
E l nosotros aparecía ya en el ep íg ra fe g en e ra l, y los tres
poemas lo con figu ran como m irad a , como in se rc ión en el
tiempo, como extraño y real nudo de inexistencia. Todo ello
constituye el Po rtu gal de Mensaje, además de la p ro lo n g ad a
re fle x ió n sobre la p o s ib ilid a d de u n proyec to y sobre cuál
sería su carácter: «Portugal, nosotros, pode r s e r» , y u í
más allá: « e l desear pode r q u e re r» , quizá una enumer
o quizá, en cambio, varios in fin itivo s que se complerr
entre sí, d ifirien do el ejercicio del deseo.
E n la po e sía de Pessoa son in fre cu en te s los p lu r a le s ;
recuerdo ahora a los piratas en la «O d a ma rítima» de Alvaro
de C am p o s: el p lu ra l le servía al p e r son a je p a ra colocarse
fuera y fantasearse como objeto, incapaz de p a rtic ip a r en la
ac ción . S in emba rgo, en Mensaje el po e ta no trata solo de
esbozar una id en tidad com ún , sino que se siente pa rte de
ella, y es ese sentirse pa rte lo que con du ce a la e scritu ra .
Cabral Martins recuerda que Pessoa propuso una empresa de
« rem od e la c ión del subconsciente n a c io n a l» , o que de sc ribió
al zapatero y p ro fe ta B an d a r ra como alguien cuya labor
desbordaba lo in d iv id u a l, de modo que su n om b re p o d r ía
acog er a quienes com p a r tie ran su v is ió n 26. C u an d o , en el
po ema « N o c h e » , un m a r in e ro se p ie rd e en el mar y va a
buscarlo u n h e rm an o suyo, que se p ie rd e tam b ién , y o tro
tercero queda a la espera de un permiso del rey para in ten tarlo
a su vez, se perfila un sistema de relevos, en que lo p e r sonal
no cuenta sino como fuerza o energía que suma. Así, el
m a rin o que sujeta el tim ó n ante la amenaza del M on s tru o ,
encuentra su capacidad de resistencia en u n sentirse trascendido:
« A l timón puesto, yo soy más que yo. / Soy un Pueblo
que qu ie re el m a r » : la tra scend enc ia en ca rnada con cede
sentido. Elj>o en este caso n o es otro, sino un más qu e jo ; no la
disgregación y la pluralidad, sino la con cen tración , la superación.
P o r u n m o m e n t o p a re ce ría que esto se separa de las
ideas gen e ra le s del poeta, qu ien trató con in s is ten c ia de
recordar el vínculo entre la posible identidad portuguesa y la
person al, negada y múltiple, como se veía en « U lis e s » . A s í
lo p ro p o n en estas frases de una entrevista de 19 2 3 (reciente
aún la publicación de «M a r p o rtu gu é s» ): « ¿Q u ié n , que sea
portugués —se preguntaba Pessoa—, puede vivir la estrechez de
una sola personalidad, de una sola nación, de una sola fe?
¿Qué portugués verdadero puede, por ejemplo, vivir la
estrechez estéril del catolicismo, cuando fuera de él hay que
vivir todos los protestantismos, todos los credos orientales,
todos los paganismos muertos y vivos, fundiéndolos portuguesamente
en el Paganismo superior? [...] Ser todo, de
todas las maneras, porque la verdad no puede estar en que
algo siga faltando» '. Y esa última frase, aplicada aquí a Portugal,
es la misma que Pessoa suele usa r para proponer su
poética de la heteronimia: « S e r todo, de todas las maneras
».
T am b ién , en el poema sobre Bandarra, hay pasajes en
que ambas identidades se comunican: « So ñ ó , anónimo y
disperso, / el Imperio por Dios visto, / confuso cual U n iverso
/ y plebeyo como C r isto » ; en estos cuatro adjetivos tan
pessoanos —anónimo, disperso, confuso, plebeyo—la dispersión
de la identidad y la anónima falta de relieve del in dividuo que
se entrega a una empresa de signo comunitario contagian de
imprecisión el proyecto na cional; adjetivos móviles, impuros
y .mezclados en sí cada uno, donde tanto lo personal como lo
común solo parpadean como ausencia. Observa Jo s é Augusto
Seabra que, sobre todo en «M a r p o r tu g u é s» , la combinación
de las perspectivas de p r im e ra , segunda y te rce ra p e r sona
aporta «den sidad p o é tica» y permite que se entrelacen
los g én ero s ép ico, lír ic o y d ram á tico 28; en cu en tra , pues,
otras formas de dispersión a través del perspectivismo: apenas
hay textos de Mensaje en que la voz poética se sienta como de
u n sujeto; actúa, más bien, una im p e rson a lidad gnómica o
una cesión de palabra a alguien que no llega a ser personaje,
sino una especie de modelo o tipo: todas las personas gramaticales
—añadamos el nosotros— para no nom b ra r a nadie, para
reducir a los individuos al cauce de un proyecto.
La latencia de la cuestión existencial y la dispersión de la
id en tidad , p o r tanto, fo rm an pa rte del mu n d o de Mensaje,
como del resto de la poesía de Pessoa. Pero no se sitúan, e n
prime r plano; la forma dominante en el lib ro es la anulación
de lo p e r son a l. L a com p o s ic ió n de los textos, las op c ion e s
concretas de e scritu ra levantan u n sistema p en sado para
gen e ra liz a r, trascend er, ide a liz a r, su p e ra r las perspectivas
indiv id u a le s y actuales. N o im p o rta que haya n um e ro sos
poemas; especialmente los de « B la s ó n » , con u n p ro ta g o nista
con c re to : el retrato del p e r son a je no suele contener
elementos na rra tivo s, sin o que lo o rien ta una v olun tad de
d e fin ir , de extraer aquel v a lo r o con cep to que el hé ro e
pueda, en cada caso, representar o aportar al curso de la h is toria
colectiva: «M i deber me hizo, como Dios al mundo. /
[ ...] C o n t ra el De stino cum p lí m i d eb e r. / ¿ In ú tilm e n te ?
No, pues lo cum p lí» ( «D o n Duarte, rey de P o r tu g a l» ) ; no
2 8 José Augusto Seabra, « O arquitexto da Mensagem», en Fernando
Pessoa, Mensagem. Poemas esotéricos, ed, cit., p. 2 4 3 -
cambia, pues, la función del texto cuando se adopta la p r i mera
persona, que suele tomar la fo rm a de u n autoanálisis o
m o n ó lo go dramático, algo como u n examen p o s tum o de
conciencia, que acercaría el pensamiento de los muertos, el
más ajeno a circunstancias.
Este enfoque de las historias individuales se engrana en
el plan de conjunto —ideológico, doctrinal—, que se va dispo n
ien d o como mapa concep tual pe rfe c tamente a rticu lad o .
«T o d a s las na ciones son m is te rio s . / U n m u n d o en te ro es
cada n a c ió n » : desvelar este misterio exige un tipo de comprensión
p a ra el que no im p o r tan tanto los n om b re s y las
peripecias de los personajes, como la búsqueda en cada caso
—como se ha dicho— de una fórmula, de una esencia. De este
modo, alcanzar el núcleo de lo nacional no será distinto de
acceder a lo universal —y no en vano está detrás el irreductible
cosmopolitismo de Pessoa, por más que se revista con la
apariencia de lo local—: «So lo dos naciones —la Grecia de
antaño y el Portugal de mañana— han recibido de los dioses
el don de ser no solo ellas mismas sino también todas las
demás»*9. La empresa de Magallanes, su vuelta al mundo, es
una empresa de conocimiento, un empeño de signo prometeico,
que lleva a los titanes —defensores del privilegio de los
dioses, ejercido a través del oscurantismo y la ignorancia— a
celebrar con danzas su muerte.
En consecuencia, el trayecto de cada persona, por
valioso que pudiera haber sido, desde esta perspectiva resulta
insignificante. De ese Viriato, pionero, que habría creado el
marco en que Portugal pudo hacerse, se concluye: «T u ser es
como la fría / luz de antes de madrugada, / que es ya un ir a
abrirse el día / albeando confusa nada» —donde prevalece
una plástica imagen de la falta de consistencia sobre la posible
intuición de un comienzo. La galería de los héroes parece
entonces perder su singularidad, como si el transcurso histó-
29 De una entrevista de 19 2 3 , citada en Robert Bréchon, Extraño extranjero.
Una biografía de Fernando Pessoa. Traducc ión de Blas Matamoros.
Madrid, Alianza, 19 9 9 , P- 4 1 ?-
rico tendiera a abstraerse en una metafísica. E l tratamiento
del tiempo o el análisis de 1a. relación entre destino y azar son
fo rma s de este p ro ce so . A s í, las con trad ic c ion e s entre la
«vida b reve» y el «alma vasta», pueden obviarse con distintos
procedimientos para suspender el curso temporal o rd in a r
io y, con él, los efectos del tiempo en lo personal y existen -
cial. Gu and o la nave de D o n Seba stián se p ie rd e , lleva el
pendón del imperio, y, cuando el rey vuelva, será en la misma
nave, llevará el mismo pen dón; un paréntesis de irrelevantes
siglos, repletos de a con te c im ien tos, que se da rán p o r no
tran scu rrid o s. A s í, la in te rv en c ión del azar se in sc rib e
—« to d o comienzo es in v o lu n ta rio . / D io s , el a g en te »— no
entre las fragilidades individuales, sino en el diseño de c on ju
n to ; D ios integra el azar de los in d iv id u os en el destino,
iden tificad o con su p lan : es la m a te rn idad de una m u je r la
que aporta el héroe « a l que, imprevisto, Dios p red e stin ó » . Y
más se refuerz a el efecto cuanto más d éb il parece la parte
human a: « N o fu e n i santo ni h é ro e , / mas D io s le dio Su
señal», «Dios quiere, el hombre sueña, la obra n a ce » . ~
esta vía, el cristianismo asume un papel clave en la co:
ción de la identidad, como si, en la diversidad pessoana
una de sus poéticas se constituyera en torno a una ieiea cíe
Dios.
E n un escenario que reúne identidad colectiva («fu e
Dios el alma y Portugal el cuerpo / cuya mano gu ia ría al
Occidente»), detención del tiempo personal y una moral de
la aceptación, todo parece, por tanto, neutralizado en la
empresa común, bajo la dirección divina. Pero, si se acerca la
mirada, hay momentos en que deja de percibirse una sola
tonalidad en todo y se trasluce lo que quedó postergado, se
toma conciencia de lo que latía por detrás. Y esto ayuda a
entender mejor la lógica de este proyecto de escritura, reponiendo
en la escena las fuerzas negativas que trataban de
omitirse.
Visto así, es notable la frecuencia con que en la trayectoria
histórica de los protagonistas de Mensaje se impuso la desgracia,
sin que, en cambio, el concepto deducido por el
poema se haga sensible a ello. No es solo que el poema no sea
p ro p iam en te n a rrativo n i inc lu ya e lementos de anécdota,
sino que lo biográfico se escamotea p o r completo en n um e rosos
casos, sin s iq uie ra ded ica rle una a ten c ió n in d ire c ta ,
«D o ñ a T e re sa » fu e de rrocad a con las armas p o r su h ijo ,
A fo n so Henriques, y m u r ió en p r is ió n ; el p o em a c ifra su
figu ra en la maternidad de un hé ro e fu n d ad o r —ese mismo
h ijo— que, de acuerdo con el p lan g en e ra l, parece qu ed a r
disponible para reactivarse, si fuera necesario, a lo largo de
los siglos. D on Duarte, después de ser derrotado ante T á n ger,
mu rió en Lisboa a causa de la peste; el poema encuentra
en él una filo so fía del debe r. E l in fan te D o n Fe rn an d o fue
ap resado, en la misma fracasada e xp ed ic ió n , cuando tenía
quince años, y murió sin salir de la p risión de Fez; el poema
se centra en la con sagra ción re c ib id a de mano div in a y en
una fiebre de trascendencia al borde de la locura. Y Bartolo -
meu Dias, «el Capitán del F in » , yace en una playa pró x ima
a ese cabo extremo re c ién su p e rad o ; u na de las to rm en ta s
inmediatas a la hazaña acabó con él, cuya aportación había
sido la doma de lo m is te rio so : «Dobló el Asombro. / M ar
solo es mar».
No es preciso seguir enumerando, basta esto para mostrar
el propósito de Pessoa en su tarea de abstracción, pero
también lo que no queda del todo oculto por ella. En boca
del desdichado Don Duarte se lee: « E n mi tristeza firme, así
viví» —y el dato emocional, subjetivo, pone espesor en el fino
trazo de los valores, decolora en sombra su espacio ideal. Y se
sigue leyendo entonces: el mar es salado por las lágrimas
portuguesas, «quien quiera ir allende Bojador / ha de pasar
allende del d o lo r» . O, en uno de los momentos más altos de
ensoñación del «Qu in to Im p e r io » , cuando se lo asocia a
una victoria del alma sobre el poder del tiempo, se filtra esta
pequeña sentencia: «ser descontento es ser hombre». Mensaje
se resiste a ser epopeya, eludiendo los hechos y el flujo
narrativo, y se encuentra siendo elegía, seguramente sin
haberlo pretendido. La preferencia del poeta por los casos
desdichados, aun idealizándolos, el modo en que deja entrever
los factores negativos que los rodean, ensordece su labor
programática, perturba con su eco la c laridad de sonido del
mensaje.
Y hasta tal punto o cu rre así que, en el flu jo de detalles
postergados, los requ isito s p a ra p a rtic ip a r en el proyecto
colectivo —la m o ra l de la aceptación tomada como actitud
vital— pa recen endurecer su exigencia en una líne a que Pessoa
ya había p e rfilad o : «R e a lic em o s en nuestra alma la lle gada
de D o n Sebastián, [...] obra pagana, obra antihumanitaria,
obra de trascendencia y de elevación, hecha a través de
aquella crueldad para con nosotros mismos que el espíritu de
Nietzsche, en un momen to lú c id o , vio como base de todo
sentim ien to de im p e r io » 3° . L a fo rm u la c ió n de opuestos
para imped ir la síntesis de sus poéticas y hacer más pe rcep tible
la apuesta pluralista abre, en ocasiones, canales de comun
ica c ión como este, en el que cabe re con o c e r la misma raíz
que alimentaba los brotes del impulso masoquista en Alvaro
de Campos. E n el recorrido p o r la desdicha, en el intento de
obviarla en aras de un proyecto superior, vuelven a coincidir,
pues, lo p e r son a l y lo colectivo, como en tien d e E d u a rd o
L o u ren fo : « E l sentido mítico y místico de la vida de P
figurado y con fundido con el destino de u n pueblo 'cr
que, como el Sa lvado r, no debió su e le c c ión sin o al
miento y a la humillación con que Dios, enigmáticamej
dis tin gu ió » 3’ . Es la misma ló g ica de aquella sentenc ia:
«A b a jo , mitad de nada, / muere la v id a » .
E l trabajo de abstracción con su designio esencialista, el
propósito de trascender las negaciones existenciales, solo en
apariencia había borrado la huella del sufrimiento, que acaba
saliendo a flote, ocupando su lugar. Quizá el verdadero p r o yecto
de Pessoa, el sentido de esta formalizada guerra sin guerra,
3 0 Fragmento inédito sin fechar, en Fernando Pessoa, Políticaj>profecía,
ed. c it ., p. 12 8 .
3 1 Eduardo Louren^o, « Su eñ o de imperio e imperio de su eñ o », en
Fernando Pessoa, Mensaje, traducción de Jesús Munárriz, Madrid,
Hiperión, 2 0 1 4 ( 4 a ed.), p. 19.
vaya, de la mano de Ulises, en una dire cc ión distinta de esos
dos movimientos —abstraer, testimonia r— entre sí opuestos:
construir un planteamiento radical de irrealidad y hacer que
llegue a manifestarse como propuesta política. A sí, aquellos
gerundios que extendían la duración sin límite de lo que no
es: «E s te , que hasta aquí llegó, / fue p o r no ser e xis tien d o » ,
« p o r no v en ir fue v in ien d o / y n o s c r e ó » ; u n a vida que
pueda ser con sid e rad a como auténtica vida se d a ría en ese
lu g a r de ir re a lid ad o de existencia pa ra le la . Si se leyera de
este modo la mítica fundación de la iden tidad , qu edaría todo
situado del lado del sueñ o , ese e scen a rio tan pessoano del
deseo y de la creación de mundos. E l sueño es quizá el nudo
de conexión más abarcador de toda su obra. Ya en 19 12 había
pa rafra seado Pessoa una célebre frase de Shakespeare, ap licándola
a las naves que partieron hacia la India y que se
habrían construido «de aquello con que los sueños están
hechos». No será entonces extraño —piensa Gabral Martins—
que «se pueda fo rm u la r como pro g rama para Portugal una
encarnación colectiva del su eñ o » . Es la médula del sebastianismo
de Mensaje.
Au n qu e su p re sen c ia se dé sobre todo en la te rce ra
pa rte, « E l E n c u b ie r to » , el sueño n u tre una co r r ien te que
fluye a lo largo del libro. Quizá el poema más característico
de cómo subyace a todo sea el dedicado a Don Denís, el rey
poeta, que evoca su capacidad para dar voz a un anhelo
oscuro de no se sabía aún qué: puede escuchar en el habla de
los pinares, en «la voz de la tier ra», los sonidos de un «m a r
fu tu ro » , de un ansia de mar. La voz de los árboles o de la
tie rra n om b ra ría un tipo de vibración del mundo en la que
se abre la posibilidad de un sueño generador; las ondulaciones
del trigo, el « rum o r de pinos» traen, en versos de tierra
adentro, un «oleaje oscuro» en el que ya bulle otro tiempo.
Es también el modo de B an d a r ra , ac tor por excelencia del
sueño profético, que desde la aparente modestia de sus cualidades
—anónimo, disperso, confuso, plebeyo— fue capaz de
aportar una sensibilidad y u n pensamiento mesiánicos, para
que pren dieran en el alma del pueblo, aun antes de que Don
Sebastián desap areciera. Y es igua lmen te el lu g a r de este
lib ro, de Mensaje, tal como expone en su lectura Finazzi - A g ro ;
según él, Pessoa disfraza de mito el p ro p io discurso, la palabra,
dándole en ella nombre y existencia, « co n tra la intangibilidad
ideal del Todo y la tangibilidad física de la Nada. U n
nomb re y una existencia que solamente la e sc ritu ra —ese
pórtico roto a lo Im p o s ib le ’ , esa con ju n c ión enigmática de
cosas improbables— llega de modo p ro vis ion a l a realizar. E l
Mensaje de Pessoa habla, en fin , del p ro p io mensaje, es decir
que remite únicamente a sí mismo y a la d im en s ió n v irtu a l
(mezcla de im p o s ib ilid ad y de h isto ria ) que in s t itu y e » 3'1 ;
« d im e n s ió n v ir tu a l» , « c o n ju n c ió n enigmática de cosas
im p ro b ab le s», que tejen la escritura y el sueño, la utopía de
ambas, su no lugar.
E l sueño es, así, vida en la irrealidad, lo que está y no está.
E n el poema «O r a c ió n » , donde habla el nosotros de Portugal,
y se trata de mantener viva la esperanza en el largo tiempo de la
espera, se recurre a la metáfora de la brasa, de la llama que está
oculta y siempre el viento puede reavivar; se con c lu ir
embargo: «P e ro la llama, que la vida crea, / si es que ha
aún, no se te rm in a » : la duda absoluta crece en el cen!
a firm a c ión tan rotun da , tan llena de fe. Porque el sueño es
vida extrema y, a la vez, oscura inconsistencia, virtualidad que
no puede atraparse, n i ella p ro cu ra rse materia. Hay dos
expresivos poemas, recorridos p o r el soplo del relato fantástico,
p o r el parpadeo luminoso y sombrío de los viejos cuentos
infantiles, que dan cuenta de este carácter del sueño: se oye
en el primero una voz que habla, que dice algo, y que calla de
inmediato si alguien acierta a escucharla; nunca podría o fre cer
un diálogo, se limita a portar su anuncio incomprensible,
3 3 Ettore Finazzí-Agrd, « L ’ impossible et Tliistoire. Un e iecture du
Message de Fernando Pessoa», en Colloque de Cerisy, Pessoa —Unité,
Dioersité, Obliquilé—, édition de Pascal Dethurens et Maria-Alzira Seixo,
París, Chistian Bourgois E d ., 2 0 0 0 , p. 5 2 3 (la traducción es mía).
oculto entre los márgenes del sueño: «Ma s, si vamos despertando,
/ la voz calla y solo hay mar». E n el otro poema, se oye
cómo rompe el mar en una playa, pero la isla a la que tendría
esta que pertenecer no puede verse: « ¿Q u é nao, qué armada,
qué flota / puede el camino encontrar / de playa en que el mar
embiste, / si a la vista solo hay m a r ? » Mun do p a ra le lo , con
algo del hechizo, de los encantamientos de los viejos relatos
artúricos, el sueño ofrece una salvación que de él, sin
embargo, no puede extraerse.
E n la « E le g ía en la som b ra » , inte rm edia —como d ije—
entre la publicación de Mensaje y la muerte de Pessoa, se leía:
«N o s pesan el pasado y el fu tu ro . / Du e rme en n o so tros el
presente. Y soñando / el alma encuentra siempre el mismo
m u ro » . Límite del sueño, límite de la realidad. Pero, cuando
acaba la tercera parte y el poeta va a despedir el libro con otra
fórmula latina, elige decir: «Válete, fratres», atreviéndose a
usar, aunque sea en otra lengua, fratres, una palabra de hermandad,
que parece impregnarle de una nostalgia de lo colectivo,
el nosotros que tal vez en el sueño pudo compartir.
El sebastianismo sería, por tanto, un proyecto político
cuyo espacio es el sueño. O el deseo, la energía abierta que
constituye lo utópico. La visión mesiánica de Pessoa convierte
el regreso de Don Sebastián y el logro de un «Quinto
Imperio» en una empresa espiritual de orden diferente de la
aventura marítima o de una conquista de signo nacionalista;
por eso, la serie de los poetas profetas termina prevaleciendo
sobre la de los héroes guerreros. Tiene su raíz la mitología
del « Quinto Imperio» en el bíblico sueño de Nabucodonosor
(Libro de Daniel) ; se hace portuguesa en la obra, con raíces
en las dos orillas del Atlántico, de Antonio Vieira, y culmina
en Mensaje: el imperio es un libro, una lectura, un sueño capaz
de transformar el mundo. En una hoja en la que Pessoa
había garabateado distintas posibilidades de entender la cifra
esotérica que sería este título, entre otras hipótesis citaba
unas palabras de la Eneida, «mens agitat molem»34, de las que
34 Virgilio, Eneida, lib ro VI, verso 727-
una simple sincopación o b ten d r ía el re su ltado : mens a g " ‘ -
em, Mensagem, la mente mueve montañas33.
T eñ id o de an tip ragm a tism o, de u n idealismo que se
hace antipolítico a fuerza de ideal —«después de la conquista
de los mares debe v enir la conquista de las almas. E l resto (la
fe lic id ad n a cion a l, la bu ena adm in istra c ión , la lib e rtad , la
lealtad, la h on ra ) no es sino la basura que obstaculiza el
camino de nuestros g e s to s» 36—, el sebastianismo de Pessoa
enlaza con una larguísima y variada trad ic ión . El inventario
se h aría p ro lijo . A s í, en la Ed ad Media se dio la difundida
creencia de que volvería el rey A r tu ro para ceñir la corona de
Inglaterra, y ya antes las profecía s francas anunciaban la lle gada
de un segundo Garlomagno, que marcaría el fin. de los
tiempos. Guando mu rió en las cruzadas B a ld u in o de F lan -
des, u n e rmitañ o se hizo pa sar p o r él y se creó el mito del
Emperador Dormido. A punto de ser derrotada la rebelión valenciana
de las Germanías, surg ió una figu ra carismática, Lo
Encubert, que durante unos meses p a re c ió capaz de darle la
vuelta a la situación de la gu e rra , aunando las ideas m:
ristas medievales y el mesianismo de los conversos, has1
fu e ejecutado en 1 5 2 2 . B an d a r ra aparece entonces y
recoge el nombre que tomó el rebelde A n to n io Navarr
coplas se d ifu n d ie ron de manera vertiginosa y reaparec
en diversas o casiones a lo la rgo de los siglos. E n el XV II, el
je su íta V ie ira —alternativamente p erseguido p o r la Inquisición
y ascendido p o r las je ra rqu ía s romanas, obispo en B r a sil,
p ro d ig io so p o líglota y p io n e ro de la lin güís tica in d ig e nista,
utopista v is ion a r io— dedicó bu ena parte de su obra a
elaborar un nuevo sebastianismo y la promesa de un quinto
imperio; con él querrá descubrir « la s nuevas regiones y los
nuevos habitantes del segundo hemisferio del tiempo, que
están en las antípodas del p a sad o » 37.
35 Posibles significados de moles, -is, en castellano: mole, masa, multitud,
dique, máquina de guerra...
3 6 Fernando Pessoa, Política y profecía, ed. cit., p. 12 9 -
3 7 Robert Bréchon, op. cit., p. 414..
E n la tercera parte de Mensaje, la secc ión in te rm ed ia se
titula « L o s avisos» y se dedica a conmemorar esta serie proíetica;
son tres poemas, los dedicados a B and arra, a Vieira y
uno último, solo llamado « T e r c e r o » : «M i lib ro escribo a
duras penas, / casi no alienta mi co ra zón » —sin nombrarse,
Pessoa ocupa su lugar en la cadena, o mejor, lo ocupa Mensaje,
utopía cristalizada que emite su resplandor hacia dentro. Lo
más sorp ren den te , y no sé si el poeta llegó a im a g in a rlo , es
que la trad ic ión no concluye ahí, como si en verdad algo de
la m irada portuguesa se constituyera en ella. P ien so en la
investigación delirante, e xtraordin aria e insólita prosa , que
María Gabriela Llansol tituló 0 Livro das Comunidades, en 19 74 ,
y por cuyas páginas circula el rebelde utopista Thomas Müntzer,
llevan do bajo el brazo su cabeza decapitada y a com p a ñado
en sus viajes por los grandes místicos del XV y el XVI38.
Y también, por supuesto, en la película de Manoel de O live
ir a que, en 19 90 , obtuvo una mención especial del jurado
del Festival de Gannes, No, o la vanagloria de mandar: durante la
guerra colonial en A fric a , un capitán —que había sido antes
historiador— se entretiene contando a sus subordinados episodios
de la historia de Portugal, que parecen seguir una vez
más el guión de Camoes (los héroes de la independencia, los
que com ba tie ron a moros y castellanos, los descubridores),
para luego recrear pasajes de Os Lusiadas, y alcanzar la evocación
de Don Sebastián; herido en combate, el sencillo y
melancólico profesor muere en un hospital soñando con el
regreso del rey, viéndolo acercarse entre la niebla; el médico
firma el parte de defunción el 2 5 de abril de 1 9 7 4 - En los
créditos finales, entre los asistentes de producción, aparece
un Fernando Pessoa; no es un nombre tan raro en Portugal,
pero ahí aparece. Sin interpretar, quería solo dejar constancia
del peculiar seguir que se va hilando entre la melancolía
de las derrotas y el exilio de las victorias. Y que perfila esa
utopía, que es del sueño y de su propia resistencia.
3 8 Hay una edición española, junto a otros dos libros de la autora, en:
Maria Gabriela Llansol, Geografía de rebeldes, traducción de Atalaire,
Madrid, Ginca, O¡4 .
Hay o tro poema de Mensaje, que sin re fe r ir s e al E n c u bierto,
puede relacionarse con él. Es el dedicado a Magallanes.
Mientras los titan.es danzan —en la escena citada— para
celebrar una muerte que p e rm itiría a los dioses mantener su
velo sobre el mundo, los supervivientes de la. flota continúan
adelante, y es que « e l m u e rto aún manda en la gran
a rm ad a » , « p u lso sin cue rp o aún el timón g o b ie rn a » . La
mente mueve las cosas, en efecto, y la muerte no interrumpe
los proyectos de conocimiento y de liberación.
E n esa línea de autonomía espiritual, de variable vínculo
con la figu ra física de los p e rson a je s , con los hechos de los
h é ro e s, puede d e c ir Pessoa que, tras la muerte de D o n
Sebastián, « gua rd a Dios cuerpo y fo rma del fu tu ro , / mas su
luz lo proyecta, sueño o scu ro / y b r e v e » . R e c lu id o s en la
limitación del sueño, se anota la idea de que el cuerpo del rey
muerto debe preservarse p o rqu e es ia « fo rm a del fu tu ro » ,
preservarse, claro, en la desaparición —una tumba no seria lo
mismo—. Las com b in a cion e s de lo fís ico y lo e sp iritu a l,
diversas, confusas en ocasion es, m an tien en s iem p re un
mismo grado de realidad en el habla. Igual que las contradicciones
que integran el sueño —proyecta/ breve, oscuro/luz—
no lo an ulan : « e n u n mar ya sin tiemp o n i espac io, / veo
borrosa tu faz, que al fin , despacio, / to rn a » .
E l p ro p io D o n Sebastián ten dría ya su alma entre sueños
cuando cayó en la batalla, habría abierto desde antes el
paréntesis, ese tiempo paralizado en que Dios se encarga de
gu a rda r su fo rm a para que, en el momen to p re c iso , pueda
alberga r otro acon te c im ien to: « C o n L o que me soñé, que
eterno dura, / re g re sa ré » . Y el anuncio de esa hora es, una y
otra vez, el amparo ba jo el que se suspende el p r in c ip io de
realidad.
La voz de Don Fernando, el desdichado infante, cautivo
desde su adolescencia, asegura que Dios le « co n sa g ró en la
honra y la desgracia», y esa elección del destino no opera en el
seno de una mitología heroica, sino en una inclemente aridez:
« e n el tiempo en que un fr ío viento pasa / p o r la fría tie r ra » .
Es esta la realidad, y su suspensión p o r el p ode r del deseo y el
sueño, revela un movimiento que convierte las fuerzas negativas
en en ergía de .resistencia y disidencia. L o que para el
infante supone esa consagración, aun en las peores con dicio nes,
es una especie de posesión p o r el deseo.- «me hace arder
la fiebre, / de gloria el ansia, pues su Nombre sienten / en. mí
v ib ra r» . No tanto a ganar el cielo como a un quieto combate
contra el enemigo, contra la realidad, guerra sin guerra, se dirige
esta pa sión extrema, in co rp o rad a al sentimiento mismo de
vivir, sustituía casi —en este caso límite— de la propia vida. .Algo
pa recido se dice de aquel tercer he rman o, a qu ien el rey no
autoriza para buscar a los otros dos, desaparecidos, y que vive
p o r eso en la amargura: «con los ojos fijos de ansia / mirando
a la prohibida azul distancia»; no son el amor ni el sacrificio
ni el objetivo de la salvación su fuerza, sino un deseo absoluto,
una insoportable disconformidad.
Y cada vez que actúa el veto de la realidad —«pero Dios
no permite que partamos»—, surge con más fuerza su
impugnación. Es lo que Mensaje llama locura. No es un rasgo
excéntrico; estar de este modo loco es precisamente la cualidad
que humaniza: « S in locura, ¿qué es el hombre / sino la
sana bestia, / aplazado cadáver que procrea?» Es la ruptura
con la razón lo que humaniza, al contrario de lo establecido;
es la mirada existencial cuando busca sentido con firmeza
que linda con el absurdo. Pessoa habría firmado en cualquiera
de sus metamorfosis la definición del ser humano
como «aplazado cadáver que procrea», terrible fórmula a la
altura de su desesperación; pero aquí, en el poema titulado
«D o n Sebastián», reconoce a la locura el poder de invalidarla.
Y es significativo que hubiera hecho ya esto mismo al
menos otra vez, y con análogas palabras, en un comentario
de actualidad política, que firmó y se preocupó por difundir
ampliamente, escrito en mayo de 1 0 2 3 : «es la locura la que
dirige el mundo. Locos son los héroes, locos son los santos,
locos los genios, sin los cuales la humanidad es una mera
especie animal, cadáveres demorados que p r o c r e a n » 39. El
3 9 Fernando Pessoa, « So b re un manifiesto de los estudiantes», en
Política y profecía, ed. cit.., p. 3 5 ^-
sueño conduce aquí. E l cristal de Mensaje, tan p erfec to, pura
estructura, se abre en grietas o luces —viene a ser lo mismo—
que p e rm iten p en sar lo u tó p ico de este m o d o , como una
condición de la persistencia humana. C o n el impulso que es
la energía del navegante: « ese puerto siempre p o r h a lla r» .
Nota
L a presente edición sigue la original de Mensagem, preparada y revisada
por Fernando Pessoa, Lisboa, Parceria Antonio María Pereira, 1954.