martes, 24 de abril de 2018

Charles Baudelaire Diarios íntimos.


  
Prólogo 


Entre las obras póstumas de Baudelaire, figuran estos dos admirables diarios íntimos: Cohetes y Mi corazón al desnudo. Ambos fueron publicados fragmentariamente, por vez primera, en Le Livre (septiembre de 1884, N° 57), no apareciendo la edición original, aunque expurgada, hasta tres años más tarde, es decir, en 1887. Varias ediciones, pero siempre incompletas, por razones morales sobre todo, siguieron a ésta. Sólo en 1887, y al cuidado de Ad. Van Bever, vio la luz el texto correcto, según los manuscritos autógrafos del poeta. Ese texto es el que ha seguido Y. G. Le Dantec para su reproducción en las Obras de Baudelaire, («La Pleiade», 1931-32), aparecidas en dos volúmenes, y el mismo que yo he utilizado para la traducción castellana. De Le Dantec he tomado algunas de sus notas aclaratorias, más que nada de ciertos nombres de personajes hoy olvidados, de ciertas circunstancias en que fueron escritos determinados pasajes de estas desgarradas y luminosas confesiones. 
Decimos «confesiones», porque pensaba Baudelaire con sus diarios, sobre todo con el segundo —Mi corazón al desnudo, título traducido de Poe—, crear un libro cuya sinceridad y valentía dejarían «pálidas las Confesiones de Juan Jacobo Rousseau». ¡Terrible propósito, que ni él mismo llega a cumplir plenamente! ¿Subsistiría alguien sobre la Tierra si cada hombre hubiese confesado a otro todos sus pensamientos? Creo que hasta nuestros primeros padres, Adán y Eva, se habrían asesinado mutuamente al pie del Árbol paradisíaco de la Ciencia. 
Pero así y todo, nada mejor en la literatura universal que estas rápidas, a veces rapidísimas notas para conocer la autobiografía de un alma extraordinaria. Autobiografía de un alma en profundidad, tanto hacia arriba, como hacia abajo: es decir, más allá del séptimo cielo de la luz, de los siete subterráneos de las tinieblas. 
No comprende ni puede querer en toda su extensión al poeta de Las Flores del Mal, quien no haya buceado por las azoteas y sótanos de estos diarios íntimos. Por ellos, repetido, pasa el ancho aleteo de algunos de sus más hermosos poemas: El Balcón, La Invitación al Viaje, El Abismo…; saltándonos, de pronto, observaciones, versos puros de su mejor estirpe: 
Las tinieblas verdes en las tardes húmedas del verano; 
y sus contrastes, sus calculados claroscuros —pensamientos que se dirían sacados de un pozo a media noche para verterse, de improviso, sobre la espalda tibia de los más tranquilos durmientes: Cuando un hombre se mete en la cama, casi todos sus amigos sienten un deseo secreto de verle morir; unos, para comprobar que tenía una salud inferior a la suya; otros, con la esperanza de estudiar una agonía. 
Baudelaire rabia, se encoleriza, se desespera hasta quedar extenuado, impotente para luchar contra lo mediocre que lo aplasta. En medio de una burguesía creciente e insensibilizada, él, Baudelaire, su gran poeta, no puede por menos de reaccionar contra ella, insultándola con ferocidad. Pero ¡cuánta dulzura, cuánta grave melancolía e inefabilidad bajo este caparazón defensivo! 
Baudelaire mete de cabeza en su Infierno todo cuanto le disgusta o detesta. Dante castigaba a sus condenados con penas terribles, pero grandiosas. Baudelaire, en cambio, lo hace sólo con el desprecio frío de una alusión ligera, como de pasada, que parece advertir: «Para desarrollar mañana». 
Cuando Baudelaire escribe: cauchemar, pensamos, temblorosos: ¡Qué palabra tan vigente, tan aplicable hoy a nuestra vida! ¿La inventaría el poeta para nosotros? 
A pesar, de lo lugar común, de lo «poncif» —como él hubiera dicho— que hoy ya son algunas de sus máximas, ¡qué buenas bombas todavía para colocar a la puerta de ciertas gentes con las que aún nos tropezamos! 
Tal vez su catolicismo, su fe en Dios y su Satanás nos reviente ahora, pero no con la misma intensidad que el ateísmo que practican ciertos burgueses de hoy, incapaz de excluir la más humillante explotación del hombre… 
¿Qué nos seduce hoy más en el Baudelaire de estos diarios íntimos? Su disconformidad con lo que le rodea. Época todavía la nuestra de tironazos y patadas, sentimos vivo en nosotros su rechinar de dientes, su salivazo de cada mañana contra el horrible rostro del medio que le había tocado soportar y que le rebajaba hasta hundirlo. 
Leyendo ciertas páginas de estas confesiones, se siente un infinito amor por Baudelaire; ganas de salir a buscarle en la noche a su «golfo de sombra», para decirle, con una mano grande, llena de corazón, lo que él al lector en el primer poema de Las Flores del Mal: 
Mon semblable, mon frère! 
Difícil sigue siendo volcar en otro idioma a un poeta, y más a un Baudelaire, que dejó escrito en estos mismos diarios: Sé siempre poeta, incluso en prosa. Lo apenas anotado, lo esbozado quizás en las oscuridades de una alcoba, en medio del insomnio, con tinta extraída de la sangre; índice de pensamientos, de ideas vagas, incorpóreas, que no tuvo vida para desarrollar y, menos, para retocar o acaso suprimir de un plumazo, me han hecho andar a tientas en algunos pasajes de mi traducción. Que se me perdonen los posibles errores, las involuntarias torpezas. Pero nadie habrá puesto más amor, conciencia y humildad en el traslado al castellano de estas maravillosas páginas. 
Rafael Alberti. 

(Playas de Punta Fría. Uruguay, 1943)

Título original: Journaux intimes 
Charles Baudelaire, 1909 
Traducción y prólogo: Rafael Alberti 
Editor digital: Titivillus 
ePub base r1.2 

(Fragmento).

Cohetes 


 I 


Aunque Dios no existiera, la religión seguiría siendo santa y divina. 
Dios es el único ser que para reinar no tiene ni necesidad de existir. 
Lo creado por el espíritu es más vivo que la materia. 
El amor es el gusto de la prostitución, no existiendo placer elevado que no pueda conducir a ella. 
En un espectáculo, en un baile, cada uno goza de los demás. 
¿Qué es el arte? Prostitución. 
El placer de estar entre las multitudes es una forma misteriosa del goce de la multiplicación del número. 
Todo es número. El número está en todo. El número está en el individuo. La embriaguez es un número. 
El gusto por la ganancia productiva debe reemplazar, en el hombre maduro, el gusto por la pérdida. 
El amor puede derivar de un sentimiento generoso: el gusto de la prostitución; pero bien pronto lo corrompe el gusto de la propiedad. 
El amor quiere salir de sí, confundirse con su víctima, como el vencedor con el vencido, y conservar, sin embargo, privilegios de conquistador. 
Las voluptuosidades del chulo participan a la vez del ángel y del propietario. Caridad y ferocidad. Ambas son independientes del sexo, de la belleza y el género animal. 
Las tinieblas verdes en las tardes húmedas del verano. 
Profundidad inmensa de pensamiento en las locuciones vulgares, agujeros cavados por generaciones de hormigas. 
Anécdota del Cazador, relativa a la unión íntima del amor y la ferocidad. 
 II 


Cohetes. — Sobre la feminidad de la Iglesia, como razón de su omnipotencia. 
Del color violeta (amor contenido, misterioso, velado, color de canonesa). El sacerdote es inmenso porque hace creer a una multitud cosas sorprendentes. 
Que la Iglesia quiera hacerlo y serlo todo, es una ley del espíritu humano. 
Los pueblos adoran la autoridad. 
Los, sacerdotes son los servidores y los sectarios de la imaginación. 
El trono y el altar, máxima revolucionaria. 
E. G. o la Seductora Aventurera[1]. 
Embriaguez religiosa de las grandes ciudades. 
Panteísmo. Yo soy todo; todo es yo. 
Torbellino. 
III 


Cohetes. — Creo que ya escribí en mis notas que el amor se parecía mucho a una tortura o a una operación quirúrgica. Pero esta idea puede desarrollarse del modo más amargo. Aunque ambos amantes estuvieran muy enamorados y muy llenos de deseos recíprocos, uno de los dos estará siempre más tranquilo o menos poseído que el otro. Aquél o aquélla es el operador o el verdugo; el otro es el sujeto, la víctima. ¿No escucháis esos suspiros, preludios de una tragedia deshonrosa, esos lamentos, esos gritos, esos estertores? ¿Quién no los ha proferido, quién no los ha arrancado violentamente? ¿Y qué es lo que encontráis peor en estos cuidadosos torturadores? Esos ojos de sonámbulo convulso, esos miembros cuyos músculos saltan y se atirantan como bajo la acción de una pila eléctrica, la borrachera, el delirio, el opio en sus más furiosos efectos no os podrían ofrecer más horrible y curioso ejemplo. Y el rostro humano, que Ovidio creía modelado para reflejar los astros, he aquí que sólo tiene ya una expresión de ferocidad loca, o se distiende en una especie de muerte. Porque yo creería cometer un sacrilegio aplicando la palabra «éxtasis» a esta clase de descomposición. 
—¡Espantoso juego, donde es necesario que uno de los jugadores pierda el gobierno de sí mismo! 
Una vez preguntaron delante de mí en qué consistía el placer más grande del amor. Alguien respondió naturalmente: en recibir; y otro, en darse. —Aquél dijo: placer de orgullo; —y éste: voluptuosidad de humillación. Todos estos indecentes hablaban como la Imitación de Cristo. —AI fin, se encontró un impúdico utopista que afirmó que el placer más grande del amor era el de formar ciudadanos para la patria. 
Pero yo digo: la voluptuosidad única y suprema del amor estriba en la certidumbre de hacer el mal. El hombre y la mujer saben, desde que nacen, que en el mal se halla toda voluptuosidad. 
IV 


Planes. Cohetes. Proyectos. — La comedia a lo Silvestre. Barbora y el cordero. 
Chenevard[2] ha creado un tipo sobrehumano. 
Mi voto para Levaillant. 
Prefacio, mezcla de misticismo y jovialidad. 
Sueños y teorías del Sueño a lo Swedenborg. 
El pensamiento de, Campbell (The Conduct of life[3]). 
Concentración. 
Potencia de la idea fija. 
La franqueza absoluta, medio de originalidad. 
Contar altisonantemente cosas cómicas… 
 V 


Cohetes. Sugestiones. — Cuando un nombre se mete en la cama, casi todos sus amigos sienten un deseo secreto de verle morir; unos, para comprobar que tenía una salud inferior a la suya; otros, con la esperanza de estudiar una agonía. 
El dibujo arabesco es el más espiritual de todos los dibujos. 
VI 


Cohetes. Sugestiones. — El literato remueve riquezas, despertando el deseo de la gimnasia intelectual. 
El dibujo arabesco es el más ideal de todos. 
Amamos a las mujeres cuanto más extrañas nos son. Amar a las mujeres inteligentes es un placer de pederastas. Pero la bestialidad rechaza la pederastia. 
El espíritu de burla puede no excluir la caridad, pero es raro. 
Emplear el entusiasmo en cosa distinta a las abstracciones, es un signo de debilidad y enfermedad. 
La delgadez es más desnuda, más indecente que la gordura. 
 VII 


Cielo trágico. — Epíteto de un orden abstracto aplicado a un ser material. El hombre bebe la luz con la atmósfera. Por eso el pueblo tiene razón al decir que el aire de la noche es malsano para el trabajo. 
El pueblo es adorador nato del fuego. 
Fuegos artificiales, incendios, incendiarios. 
Si imaginamos un adorador nato del fuego, un Parsis-, podemos crear una novela. 
VIII 


El desprecio que nos causan los rostros, es el resultado del eclipse de la imagen real por la alucinación que comienza. 
Conoce, pues, los goces de una áspera vida, y reza, reza sin cesar. La plegaria es el depósito de la fuerza. (Altar de la voluntad. — Dinámica moral. — La brujería de los Sacramentos — Higiene del alma). 
La Música agujerea el cielo. 
Juan Jacobo dice que no entraba en un café sin cierta emoción. Para una naturaleza tímida, la taquilla de un teatro se parece mucho al tribunal de los Infiernos. 
La vida sólo tiene un encanto verdadero: el encanto del Juego. Pero ¿y si nos es indiferente ganar o perder? 
 IX 


Sugestiones. Cohetes. — Las naciones tienen grandes hombres a pesar suyo —como las familias. También hacen todo lo posible para no tenerlos. Por eso el gran hombre necesita, para existir, poseer un poder de ataque superior a la fuerza de resistencia desarrollada por millones de individuos. 
A propósito del sueño, aventura siniestra de todas las noches, puede decirse que los hombres se duermen diariamente con una audacia que parecería incomprensible si no supiéramos que es el resultado de la ignorancia del peligro. 
X 


Hay pieles endurecidas con las cuales el desprecio no es ya una venganza. 
Muchos amigos, muchos guantes. Los que me han querido eran gentes despreciadas, yo diría que incluso despreciables, si buscase adular a los que presumen de decentes. 
¡Girardin habla latín! Pecudesque Iocutce. 
Le tocaba a una Sociedad incrédula enviar a Robert Houdin a los Árabes para desengañarlos de los milagros[4].

lunes, 23 de abril de 2018

El Gran Dios Pan Arthur Machen. Novela. Fragmento.




De Arthur Machen ha hablado bien gente tan entendida en literatura de terror como Jorge Luis Borges o H. P. Lovecraft. De hecho, Machen puede considerarse la influencia más importante de este último. Como tantos escritores británicos entre los siglos XIX y XX, nuestro autor fue un asiduo cultivador del cuento sobrenatural, siguiendo una tradición muy anglosajona y que se remonta a los años de las narraciones góticas. Pero Machen fue más allá que muchos de sus coetáneos. En vez de seguir copiando los modelos de las ghost stories de Sheridan Le Fanu o M. R. James, el galés decidió crear algo nuevo, en parte fruto del pasado céltico de su terruño y en parte crítica entre seria y burlona de los adelantos de la ciencia moderna. Esta novedad sería más tarde bautizada por Lovecraft como terror preternatural y tendría como principal rasgo definitorio la existencia de una serie de fuerzas malignas que utilizan a los seres humanos como juguetes con los divertirse y ante las que estamos totalmente indefensos. Aunque Machen escribiría un puñado de novelas nada despreciables (Los tres impostores, El terror) sus ideas se plasmaron mejor en el cuento corto, siendo este título, sin duda, la mejor colección disponible de sus relatos que, hoy por hoy, existe en el mercado editorial. El horror a esas fuerzas ignotas más antiguas que el hombre aparece con una potencia y un lirismo impresionantes en cuentos como `El gran dios Pan`, `La novela del sello negro`, `El pueblo blanco` o `La pirámide resplandeciente`. El horror que aquí entrevemos (Machen nunca cae en el mal gusto de mostrárnoslo de una forma clara) quiebra totalmente nuestra fe en el progreso y nos muestra cuan fina es la capa que separa nuestra civilización de la barbarie. Por supuesto, hay aquí otros muchos cuentos igual de magníficos (en total 14) y más registros que éste que acabo de mencionar (sin ir más lejos `Un chico listo` es un perfecto ejemplo de historia con psicópata). Lo cual es, únicamente, otro acicate para leer a Machen, algo más que uno de los precursores de Lovecraft. 
Fuente: Dr: Enrico Pugliatti.

El Gran Dios Pan
Arthur Machen
I. El experimento

-Estoy contento de que hayas venido, Clarke; de hecho, muy contento. No estaba seguro de que pudieras darte el tiempo.
-Pude hacer algunos arreglos por unos pocos días; las cosas no están muy activas justamente ahora. Pero Raymond, ¿no tienes dudas? ¿Es absolutamente seguro?
Los dos hombres paseaban lentamente por la terraza frente a la casa del doctor Raymond. El sol oriental aún colgaba sobre la línea montañosa, pero brillaba con un pálido resplandor rojizo que no producía sombras, y el aire estaba en calma; una dulce brisa vino desde el bosque en la ladera, colina arriba, y con ella, por intervalos, el suave y murmurante arrullo de las palomas silvestres. Abajo, en el largo y hermoso valle, el río serpenteaba entre las colinas solitarias y, minetras el sol flotaba y se desvanecía hacia el oeste, una suave bruma, de un blanco puro, comenzó a emerger desde las colinas. El doctor Raymond se volvió seriamente hacia su amigo:
-¿Seguro? Por supuesto que lo es. La operación es en sí misma una intervención perfectamente simple, cualquier cirujano podría hacerla.
-¿Y no hay peligro durante alguna otra etapa?
-Ninguno; absolutamente ningún riesgo físico. Te doy mi palabra. Siempre eres tan tímido, Clarke, siempre, pero tú conoces mi historia. Me he dedicado a la medicina trascendental durante los últimos veinte años. He sido llamado farsante, charlatán e impostor, sin embargo, todo el tiempo supe que me encontraba en el camino correcto. Hace cinco años alcancé la meta, y cada día desde entonces ha sido una preparación para lo que haremos esta noche.
-Me gustaría creer que todo eso es cierto -Clarke frunció el entrecejo y miró dubitativamente al doctor Raymond-. ¿Estás perfectamente seguro, Raymond, que tu teoría no es una fantasmagoria -por cierto que una visión espléndida, sin embargo, una mera visión depués de todo?
El Dr. Raymond detuvo su marcha y se volvió seriamente. Era un hombre de mediana edad, macilento y delgado, de complexión amarillo pálida, sim embargo, mientras le respondía y enfrentaba a Clarke, un rubor asomó en sus mejillas.
-Mira a tu alrededor, Clarke. Puedes ver las montañas, las colinas, como ondulación tras ondulación, puedes ver los bosques y los huertos, los campos maduros de maíz, y las praderas que se extienden hasta los lechos de caña junto al río. Puedes verme aquí a tu lado, y oír mi voz; mas te digo, que todas estas cosas -sí, desde la estrella que acaba de brillar en el cielo hasta el suelo sólido bajo tus pies- te digo, que todas son sólo sueños y sombras; las sombras que ocultan a nuestros ojos el verdadero mundo. Existe un mundo real, pero trasciende este glamour y esta visión, y se encuentra más allá de todo esto, tras un velo. No sé si alguna vez algún ser humano ha corrido ese velo; sin embargo, Clarke, sé que tú y yo lo veremos levantarse esta misma noche, en los ojos de otra persona. Quizá piìenses que todo esto es un sinsentido extravagante; puede ser extraño, pero es real, y los antiguos sabían lo que significaba descorrer ese velo. Lo llamaban presenciar al dios Pan.
Clarke se estremeció; la bruma blanca que se juntaba sobre el río estaba helada.
-Esto es realmente asombroso-dijo-. Estamos parados al borde de un mundo extraño, si lo que dices, Raymond, es verdad. ¿Debo suponer que el cuchillo es absolutamente necesario?
-Sí. Una pequeña lesión en la sustancia gris, eso es todo; un insignificante reordenamiento de ciertas células, una alteración microscópica que escaparía a la atención de noventa y nueve de cien especialistas. Clarke, no quiero molestarte hablándote de mi oficio; podría darte muchos detalles técnicos que sonarían imponenetes, mas tú quedarías tan iluminado como estás ahora. Sin embargo, supongo que habrás leido, por casulidad, en las apartadas esquinas de tu periódico, acerca de los inmensos pasos que se han dado recientemente en la fisiología del cerebro. El otro día divisé un párrafo de la teoría de Digby, y de los descubrimientos de Browne Feber. ¡Teorías y descubrimientos! Donde ellos se encuentran ahora yo ya estuve hace quince años, y no necesito decirte que no he estado inactivo durante los últimos quince años. Bastará que te diga que, hace cinco años hice el descubrimiento al que aludí cuando dije que hace diez años había alcanzado la meta. Luego de años de labor, luego de años de esfuerzo y de andar a tientas en la oscuridad, luego de días y noches de desilusiones y, algunas veces, de desesperación, en los cuales, una que otra vez, temblaba y me ponía helado ante el pensamiento de que quizá otros estaban buscando lo que yo buscaba; pero por fin, depués de tanto tiempo, una punzada de alegría estremeció mi alma y supe que el largo viaje había llegado a su fin. A través de lo que parecía y aún parece suerte, por la sugerencia de un pensamiento fútil desprendido de las líneas familiares y los caminos que había recorrido cientos de veces, la verdad me invadió, y ví, delineado en líneas de visión, un mundo completo, una esfera desconocida; islas y continentes, y grandes océanos, en los cuales barco alguno ha navegado (según creo) desde que el hombre alzó por primera vez su mirada y vislumbró el sol y las estrellas del cielo, y la tranquila tierra debajo. Pensarás que esto es sólo lenguaje alegórico, Clarke, pero es tan difícil ser literal. Y, sin embargo, no sé si acaso lo que estoy insinuando no pueda ponerse en términos sencillos y aislados. Por ejemplo, actualmente este mundo nuestro se encuentra completamente conectado con cables y alambres de telégrafo; y con algo menor que la velocidad del pensamiento, cruzan como un relámpago desde el amanecer al atardecer, desde norte a sur, a través de las inundaciones y los desiertos. Supón que un eléctrico de hoy se diera cuenta que él y sus colegas han estado meramente jugando con guijarros, confundiéndolos con las bases del mundo, supón que un hombre como aquél vislumbrara el espacio infinito extendiéndose abierto frente a la corriente, y las voces de los hombres viajando a la velocidad del trueno hacia el sol y más allá del sol, hacia los sistemás más alejados, y el eco de la voz articulada de los hombres en el desolado vacío que confina nuestro pensamiento. En relación a las analogías, ésta es una muy buena analogía de lo que he hecho; puedes entender ahora un poco de lo que sentí aquí una tarde; una tarde de verano como ésta y el valle luciendo como ahora. Yo me encontraba aquí y, frente a mí, vi el abismo inefable e impensable que se abre profundo entre dos mundos, el mundo de la materia y el mundo del espíritu; vi el vacío y gran abismo extenderse mortecino frente a mí, y, en aquel instante, un puente de luz saltó desde la tierra hacia la orilla desconocida, y el abismo fue unido. Puedes mirar en el libro de Browne Faber, si lo deseas, y te darás cuenta que hasta el día de hoy los hombres de ciencia son incapaces de dar cuenta de la presencia, o de especificar, las funciones de un cierto grupo de neuronas del cerebro. Aquel grupo es, así como era, tierra de nadie, sólo una pérdida de espacio para poner teorías imaginativas. Yo no estoy el la posición de Browne Faber ni de los especialistas, yo estoy perfectamente enterado de las posibles funciones de aquellos centros nerviosos en el esquema de las cosas.Con un toque puedo hacerlas entrar en juego, con un toque digo, puedo liberar la corriente, con un toque puedo completar la comunicación entre este mundo de los sentidos y... podremos terminar la oración más tarde. Sí, el cuchillo es necesario; mas imagina lo que ese cuchillo realizará. Nivelará totalmente la sólida muralla de los sentidos y, probablemente, por primera vez desde que el hombre fue creado, un espíritu cotemplará un mundo de espíritus. Clarke, ¡Mary verá al dios Pan!
-Pero, ¿recuerdas lo que me escribiste?. Pensé que era requisito que ella... -susurró el resto al oído del doctor.
-No, para nada, para nada. Esas son tonterías. Te lo aseguro. De hecho, es mejor como está; estoy completamente seguro de eso.
-Considera bien el asunto, Raymond. Es una gran responsabilidad. Algo podría salir mal; serías un hombre miserable por el resto de tus días.
-No, no lo creo, aún si lo peor sucediera. Como sabes, yo rescaté a Mary de la cuneta y de una muerte casi segura, cuando era una niña; pienso que su vida es mía, para usarla como estime conveniente. Vamos, se está haciendo tarde, mejor entramos.
El doctor Raymond encabezó la marcha hacia la casa, a través del hall, y hacia abajo por un largo y oscuro corredor. Sacó una llave de su bolsillo y abrió una pesada puerta, y le indicó a Clarke la entrada a su laboratorio. Éste había sido alguna vez una sala de billar, iluminado por una cúpula de vidrio en el centro del techo, donde aún brillaba una luz triste y gris sobre la figura del doctor, mientras encendía una lámpara de pesada pantalla y la ponía sobre una mesa en el centro de la habitación.
Clarke miró a su alrededor. Escasamente un pie del muro se mantenía desnudo; por todos lados había estantes atiborrados con botellas y frasquitos, de todas las formas y colores, y a un extremo se encontraba un pequeño librero estilo Chippendale. Raymond le apuntó:
-¿Ves aquel pergamino de Osward Crollius? Él fue uno de los primeros en mostrarme el camino, aunque pienso que él mismo jamás lo encontrara. Éste es un extraño dicho suyo: "En cada grano de trigo se esconde el alma de una estrella"
No habían muchos muebles en el laboratorio. La mesa en el centro, en una esquina un mesón de piedra con un desagüe, las dos butacas en las que Raymond y Clarke estaban sentados; eso era todo, excepto una silla de extraña apariencia en el extremo más alejado de la habitación. Clarke la miro y alzó sus cejas:
-Sí, ésa es la silla -dijo Raymond-. Debemos ponerla en posición. Se levantó y empujó la silla hacia la luz, y comenzó a elevarla y a bajarla, dejando el asiento abajo, poniendo el respando en varios ángulos, y ajustando la pisadera. Se veía bastante cómoda, y Clarke pasó su mano sobre el terciopelo verde, mientras el doctor manipulaba las palancas.
-Clarke, ponte cómodo. Yo tengo un par de horas de trabajo ante mí, tuve que dejar algunos asuntos para el final.
Raymond se dirirgió hacia el mesón de piedra, mientras Clarke, melancólicamente, lo observaba inclinarse sobre una hilera de frascos y encender la llama bajo el crisol. El doctor tenía una pequeña lámpara de mano, ensombrecida como la más grande, en una saliente sobre su instrumental. Clarke, sentado en las sombras, examinó la gran sala en penumbras, asombrándose ante los grotescos efectos del contraste entre la luz brillante y la oscuridad indefinida. Pronto tuvo conciencia de un extraño olor en la habitación, al comienzo la mera sugerencia de un olor, pero al hacerse más definido se sorprendió de no evocar una farmacia o un pabellón. Clarke se encontró a sí mismo esforzándose inútilmente por analizar la sensación y, poco conciente, comenzó a pensar en un día, quince años atrás, que pasó vagando a través de los bosques y paderas cercanas a su propio hogar. Era un caluroso día de comienzos de agosto, el calor había desdibujado con una suave bruma los contornos de todas las cosas y de todas las distancias, y la gente que obeservaba el termómetro hablaba de un registro anormal, de una temeperatura que era casi tropical. Extrañamente, aquel caluroso día de los cincuentas emergió nuevamente en la imaginación de Clarke; la sensación de encandilamiento por la luz del sol que lo invadía todo, parecía anular las sombras y las luces del laboratorio, y sintió nuevamente el aire caliente golpeando en ráfagas sobre su rostro, y vio el resplandor elevándose de la turba, y oyó los millares de murmullos del verano.
-Espero que el olor no te moleste, Clarke; no hay nada dañino en él. Te pone un tanto soñoliento, eso es todo.
Clarke oyó las palabras claramente, y se dio cuenta de que Raymond se dirigía a él, sin embargo, no podía salirse de ese letargo. Sólo podía pensar en la caminata solitaria que había tomado, quince años atrás; era la última visión que tenía desde que era niño de los campos y bosques que había conocido, y ahora, todo eso surgía en una luz brillante, como una fotografía, ante él. Y por encima de todo llegó hasta su nariz el aroma del verano, el olor mezclado de las flores, de los bosques y de los lugares templados en lo profundo de las verdes profundidades, emanando producto del calor del sol; y el aroma de la buena tierra, yaciendo con los brazos abiertos y los labios sonrientes, abrumándolo todo. Sus fantasías le hicieron vagar, como había vagado hace mucho tiempo atrás, desde los campos hacia el bosque, recorriendo un pequeño sendero entre la maleza brillante de las hayas; mientras el hilo de agua que goteaba desde la piedra caliza sonaba como una melodía de ensueño. Sus pensamientos comenzaron a extraviarse y a fundirse con otros pensamientos; la avenida de hayas se transformó en un sendero entre las encinas, y eventualmente, alguna parra trepaba de rama en rama, confinando a los oscilantes zarcillos y se inclinaba a causa de sus uvas púrpuras, y las escasas hojas verdigrises del olivo silvestre contrastaban con las oscuras sombras de la encina. Clarke, en los prufundos pliegues del sueño, estaba conciente que el sendero que partía de la casa de su padre lo había llevado hacia un país desconocido. Repentinamente, mientras reflexionaba sobre la extrañeza de todo esto, el murmullo del verano fue reemplazado por un silencio infinito que parecía cernirse sobre todas las cosas, el bosque estaba en silencio. Y por un momento se encontró cara a cara con una presencia, que no era hombre ni bestia, ni vivo ni muerto, sino todas las cosas a la vez, la forma de todas las cosas pero desprovisto de forma. Y en ese momento, el sacramento entre el cuerpo y el ama se disolvió y una voz pareció gritar: "déjennos salir", y entonces vino la oscuridad más oscura, de más allá de las estrellas, la oscuridad de lo eterno.
Clarke se despertó de un sobresalto y vio a Raymond vertiendo unas cuantas gotas de un líquido oleoso en un frasquito verde, tapándolo apretadamente.
-Estuviste dormitando -le dijo-, el viaje debe haberte agotado. Todo está listo. Iré por Mary; estaré de vuelta en diez minutos.
Clarke se reclinó en su butaca, reflexionando. Le parecía como si solamente hubiera pasado de un sueño a otro. Casi esperaba ver las paredes del laboratorio derretirse y disolverse, y depertar en Londres, estremeciéndose frente a sus propias ensoñaciones. Pero finalmente la puerta se abrió y el doctor regresó. Tras de él venía una joven de aproximadamente diecisiete años, toda vestida de blanco. Era tan hermosa que Clarke no se extrañó de lo que el doctor le había escrito. Su rostro, cuello y brazos se habían sonrojado, pero Raymond se mantenía inconmovible.
-Mary -le dijo-, ha llegado el momento. Eres completamente libre. ¿Estás dispuesta a confiarte enteramente a mí?
-Sí, querido.
-¿Oíste eso, Clarke? Tú eres mi testigo. Mary, aquí está la silla. Es bastante simple. Sólo siéntate y recuéstate. ¿Estás lista?
-Si, querido, completamente lista. Bésame antes de comenzar.
El doctor se inclinó y la besó benévolamente en los labios.
-Ahora cierra tus ojos -le dijo.
La joven cerró sus párpados, como si estuviera cansada y anhelara dormir, y Raymond puso el frasquito verde bajo su nariz. Su rostro se puso blanco, más blanco que su vestido; luchó suavemente, mas luego, con el sentimiento de sumisión tan fuerte en su interior, cruzó los brazos sobre su pecho, como una niña pequeña a punto de decir sus oraciones. El brillo de la lámpara cayó de lleno sobre ella, y Clarke observó los cambios pasar rápidamente por su rosotro, como cambian las colinas cuando las nubes del verano flotan sobre el sol. Y luego allí estaba ella, totalmente quieta y pálida, mientras el doctor levantaba uno de sus párpados. Estaba completamente inconciente. Raymond presionó con fuerza una de las palancas e instantáneamente la silla se hundió hacia atrás. Clarke osbervó cómo le cortaba el cabello, trazando un círculo parecido a una tonsura. Raymond acercó la lámpara y sacó de su maletín un pequeño y brillante instrumento, Clarke se volteó estremeciéndose. Al mirar nuevamente el doctor estaba vendando la herida que había hecho.
-Despertará en cinco minutos -Raymond se mantenía aún perfectamente tranquilo-. No hay nada más que hacer, sólo podemos esperar.
Los minutos pasaban lentamente; podían oír el lento y pesado tic tac de un antiguo reloj en el pasillo. Clarke se sentía enfermo y débil; sus rodillas temblaban, casi no podía mantenerse en pie.
Repentinamente, mientras vigilaban, percibieron un largo suspiro y, de súbito, el color perdido regresó a las mejillas de la joven y sus ojos se abrieron. Clarke se amilanó ante ellos. Brillaban con una luz impresionante, mirando a la distancia, y un gran asombro se dibujó en su rostro, y sus brazos se estiraron como para asir lo invisible; sin embargo, en un instante el asombro se disolvió y fue reemplazado por el más abominable terror. Los músculos de su rostro se convulsionaron horriblemente, temblando desde la cabeza a los pies; su alma parecía estremecerse y luchar dentro de ese hogar de carne. Fue una visión espantosa, y Clarke se precipitó hacia adelante mientras ella caía al suelo, temblando.
Tres días despues Raymond condujo a Clarke junto al lecho de Mary. Ella se encontraba completamente despierta, moviendo su cabeza de lado a lado y gesticulando inexpresivamente.
-Sí -dijo el doctor, aun completamente sereno-, es una lástima, se ha convertido en una idiota sin remedio. Sin embargo, no se pudo evitar y, después de todo, ella ha visto al Gran Dios Pan.

domingo, 22 de abril de 2018

José Donoso, el Boom y El obsceno pájaro de la noche Maria Laura Bocaz University of Iowa


CONCLUSIONES: JOSÉ DONOSO, EL BOOM Y EL OBSCENO PÁJARO DE LA NOCHE La contribución del trabajo aquí realizado radica en el haber incorporado al ámbito de la crítica una dimensión del Obsceno pájaro al que se ha prestado escasa atención a pesar de las características, calidad y estado de conservación de los materiales que materializan su proceso de textualización. Esta es, la del Obsceno pájaro como proceso y no como un producto acabado. Este ejercicio me ha permitiendo enfrentar principalmente dos desafíos. Por una parte, ofrecer una reconstitución del proceso de escritura de esta ficción prestando atención a su contexto de composición y por tanto abriendo un espacio crítico a un conjunto de temas que la crítica textual por limitarse al estudio del estado publicado del texto literario no puede cubrir. Por otra, discutir la posición fronteriza en la que la crítica ha dejado a José Donoso y su obra dentro del Boom, ofreciendo una relectura de este período a partir de una perspectiva escasamente utilizada hasta el presente, esta es la de la correspondencia personal. José Donoso y su posición en el Boom A partir del estudio de la correspondencia del escritor propongo que la exclusión de José Donoso del Boom resulta insostenible una vez que se lo entiende como un período. En primer lugar postulo que si bien Donoso pasa a ser integrado por los mismos protagonistas de ese selecto círculo de escritores desde principios de la década del sesenta, y que ya para mediados de ese período Donoso se convierte en un indiscutible agente de la internacionalización de la literatura latinoamericana en Estados Unidos, no logra abrirse un espacio definitivo como escritor hasta la publicación de El obsceno pájaro de la noche, convirtiendo a esta ficción en el pase literario que tanto sus coetáneos como la crítica le exigían para colocarlo a la par de quienes se perfilaron como las cuatro caras más visibles del Boom. 169 169 De este modo, atribuyo la ubicación fronteriza en la que ha quedado Donoso dentro del Boom, a principalmente a tres factores. Primero, a la tardía publicación del Obsceno pájaro, esto es, cuando el Boom ya estaba dando paso a un nuevo período marcado por nuevas tendencias estéticas, y protagonizado por un nuevo grupo de escritores. Segundo, a las características y lento desarrollo de su obra previa a la publicación de esta ficción. El tercer argumento mediante el cual explico el cuestionamiento de la posición de Donoso en el Boom tiene que ver con el hecho de que su agencia dentro de la difusión de la literatura latinoamericana en Estados Unidos y la construcción de un nuevo canon ha pasado prácticamente desapercibida. Las instancias que el estudio de la correspondencia personal del escritor ha revelado son, su participación en el Writers‘ Workshop de la Universidad de Iowa entre 1966 y 1967, y especialmente su protagonismo en el proyecto que tenía por objetivo invitar más escritores latinoamericanos a participar en ese taller, como también, la co-edición del número de la revista Tri-Quarterly dedicado a la literatura latinoamericana, el que posteriormente se convierte en The TriQuarterly Anthology of Contemporary Latin American Literature, editada junto con William Henkin en 1969. El Boom y la nueva novela en el proceso de escritura La influencia de la nueva novela y del Boom en el proceso de textualización del Obsceno pájaro se puede ver principalmente en tres elementos. Primero, en el anhelo de José Donoso de dar un giro a su estilo de escritura, propósito que desde el punto de vista de la composición textual se materializa como una intención programática que moldea y controla el proceso de escritura de la novela. Los cuadernos de trabajo y borradores dejan constancia de que este propósito es producto de una lectura crítica de un conjunto de novelas que conllevan un estilo que no sólo lo seduce, sino que desea incorporar, constituyéndose en un desafío autoimpuesto, un acto forzado y, en consecuencia, una de 170 170 las mayores fuentes de dificultad y frustración del escritor. El estilo que al escritor le resulta natural es el que descansa en la presentación lineal de los acontecimientos en el mundo narrado, interrumpido intermitentemente por un discurso indirecto o bien mediante la incorporación de diálogos donde los interlocutores se encuentran claramente marcados. En cambio, el nuevo estilo al que Donoso está expuesto durante el proceso creativo del Obsceno pájaro y el que se propone adquirir, se basa en la incorporación de los recursos y técnicas que caracterizan a la nueva novela. A saber: romper con la cronología, yuxtaponer diferentes voces narrativas, explotar las posibilidades del punto de vista, dar espacio a la ambigüedad e indeterminación. La influencia de la nueva novela y del Boom en el proceso de textualización también se observa en el retorno de Donoso a la literatura latinoamericana, sin que ello implique un abandono definitivo de la obra de los escritores en lengua inglesa. Lo que se observa es un reencuentro que sobre todo en el espacio de la relectura se convierte en la instancia que propicia la adquisición de un modelo que guíe la incorporación de ese anhelado nuevo estilo. Al igual que en el valioso testimonio que ha dejado Donoso en su Historia personal del boom, los escritores que sobresalen en las reflexiones metaescriturales registradas en sus cuadernos de trabajo son Ernesto Sábato, Julio Cortázar, Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa. Dos de los elementos que a mi parecer materializan la transformación de ese estilo clásico en una narración que lleva al máximo las posibilidades narrativas de la nueva novela son el desdibujamiento y el efecto de la indeterminación. He propuesto entender el primero como un recurso que opera en dos fases sucesivas. Una primera donde el escritor define claramente los rasgos, características de un objeto o personaje, y una segunda en la que elimina parcialmente algunos de estos, enriquece significativamente la forma de la novela total, reforzando significativamente el contenido del elemento en el que es aplicado. En el caso del núcleo relacionado con la Casa, el hecho de decidir ubicarla la Casa en la zona antiguamente conocida como la Chimba, 171 171 permite al escritor incorporar una cifra de la historia de Santiago, de su transformación, de cómo la ciudad crea sus zonas marginales, afectando la relación y distribución de sus habitantes. El elemento desdibujado en este caso corresponde a las calles, a la localización exacta de la habitación en la ciudad. En el caso del personaje Peta Ponce el elemento desdibujado es la voz del personaje. Sostengo que Donoso logra convertirla en una bruja con omnipresencia en la narración, principalmente porque en la obra publicada el lector sólo tiene acceso a la voz del personaje en un par de episodios. De este modo, mientras en varios estados textuales el personaje interviene directamente en el mundo narrado, en la versión publicada el lector sabe más de ella a partir de lo que los demás personajes dicen y especialmente a través del monólogo delirante de Mudito. He propuesto entender la indeterminación como el efecto que produce la convivencia de versiones divergentes y mutuamente excluyentes, impidiendo al lector escoger entre estas. Focalizo la discusión de este efecto en la mudez-sordera de Mudito, la muerte de Inés de Azcoitía y el libro de Humberto Peñaloza, estableciendo un contraste entre la obra publicada y una selección de borradores autógrafos y mecanografiados, registro de intenciones programáticas y anotaciones metraescriturales. Propongo que este efecto es en parte el resultado de un optar por no reemplazar un estado textual con otro, sino de permitir su convivencia dando espacio al caos, a la ambigüedad textual, de manera tal que Peñaloza escribe y no escribe un libro de 180 páginas de ―feo lomo verso‖; Inés muere y no muere en el parto, Mudito es sordo-mudo, es sordo pero no mudo, finge uno o ambos impedimentos físicos. Algunas limitantes de este trabajo Las posibilidades interpretativas que ofrece un archivo como los José Donoso Papers son numerosas. En esta tesis me he centrado en la recomposición del proceso de escritura en términos generales, prestando atención a un conjunto de núcleos y personajes, y dando prioridad a los cuadernos de trabajo por sobre las versiones 172 172 mecanografiadas. Una de las omisiones importantes, por ejemplo, ha sido la interpretación de la génesis y desarrollo del mundo de La Rinconada. El motivo que llevó a su exclusión han sido principalmente las condiciones de investigación, ya que si bien la idea del mundo monstruoso de Boy surge tempranamente dentro del proceso de escritura, éste no se desarrolla a cabalidad hasta 1968-1969, etapa contenida en el archivo de la Universidad de Princeton. Anexar la génesis y desarrollo de este núcleo al proceso de escritura de la novela propuesto es por tanto una tarea pendiente a la que quiero atender en una próxima investigación. Por otra parte, también considero necesario apuntar que las etapas en las que he dividido el proceso de escritura de la novela responden a una estrategia adoptada para facilitar la discusión del proceso de textualización. Como consecuencia, constituyen un indicio de las oscilaciones, los vaivenes del escritor entre los diferentes núcleos, sus avances y retrocesos como parte de la búsqueda de ese nuevo estilo que seduce a Donoso, ofreciendo un punto de partida para el investigador que acepte el desafío de sumergirse en los José Donoso Papers con la finalidad de estudiar El obsceno pájaro de la noche desde la perspectiva del texto como proceso, como conjunto de transformaciones. Por último, mediante el estudio de la correspondencia centrada principalmente en las cartas recibidas por José Donoso en los años sesenta he aportado a la discusión de la salida de la literatura latinoamericana a los Estados Unidos durante esta década. En una próxima investigación ampliaré el objetivo de estudio a España, y especialmente a Barcelona, tomando en consideración que esta ciudad se convirtió en el principal centro de distribución de la literatura latinoamericana en Europa. El punto de partida de esta nueva etapa de investigación será la correspondencia de Carmen Balcells, de Carlos Barral así como las cartas en esquelas oficiales de la editorial Seix Barral. 173 173 Proyecciones Mediante el estudio de la correspondencia del escritor aquí realizado, he dejado en evidencia la relevancia de incorporar este tipo de material para revisitar el Boom. En este trabajo he atendido al intercambio epistolar entre Donoso y Vargas Llosa contenidas en el archivo de la Universidad de Iowa. Para aprehender la relación entre ambos escritores resulta indispensable estudiar las cartas de Donoso contenidas en las colecciones Mario Vargas Llosa Papers y las del escritor peruano en los José Donoso Papers de la Universidad de Princeton. Del mismo modo, el estudio de las colecciones de Emir Rodríguez Monegal, Carlos Fuentes y Mario Margas Llosa pertenecientes a la Universidad de Princeton, proveerán información relevante para reevaluar desde nuevas perspectivas el funcionamiento del Boom. Más específicamente, la dinámica que opera durante ese período, las redes de apoyo y conflicto, los círculos de poder, para así poder discutir aquellos aspectos del Boom que han resultado ser particularmente conflictivos, tales como la total exclusión de otros escritores y géneros, así como la rotunda ausencia de las escritoras mujeres. La búsqueda y posterior estudio de la primera edición del Obsceno pájaro censurada también es una tarea a la que quiero atender, ya que considero ello constituirá un aporte a la discusión centrada en el funcionamiento de la censura durante el régimen franquista y sus repercusiones en la distribución de la literatura latinoamericana. Por último, tomando en consideración la calidad y variedad de los materiales contenidos en los José Donoso Papers y la importancia de la obra de Donoso dentro del desarrollo de la novela latinoamericana, considero que sería valioso producir una edición crítica de sus obras y ediciones facsimilares de sus cuadernos con el objetivo de facilitar su acceso a un público mayor, así como su incorporación a la crítica de su obra. Además, creo que es necesario trabajar en una edición completa de los cuentos de José Donoso que incluya sus primeros dos relatos. Esta edición, a mi parecer, debería superar el nivel de la 174 174 antología para dar espacio, entre otros, a la incorporación de notas con contenido crítico e idealmente de referencias que informen al investigador de la ubicación de ese material en los archivos. Además debería contener un prólogo académico que dé cuenta del desarrollo de la obra de José Donoso desde la perspectiva de sus cuentos así como de las diferentes apariciones de sus relatos.

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