jueves, 10 de noviembre de 2016

BORGES PROFESOR. Curso de literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires.


Viernes 28 de octubre de 1966  Clase Nº 7
Los dos libros escritos por Dios.                                                                               El bestiario anglosajón. Las adivinanzas.                                                                  Poema de la sepultura. La batalla de Hastings.

Por toda la Edad Media corrió el concepto de que Dios había es-crito dos libros, y uno de esos libros era previsiblemente la Sagra-da Escritura, la Biblia, dictada a diversas personas de diversas épocas por el Espíritu Santo, y el otro libro era al Universo, todas las criaturas. Y se repitió que el deber de todo cristiano era estu-diar ambos libros, el libro sagrado y ese otro libro enigmático, el Universo. Ahora, en el siglo XVII, Bacon, Francis Bacon,  vuelve a esa idea, pero vuelve de un modo científico. La idea es que te-nemos la Sagrada Escritura de un lado, y del otro el Universo, que tenemos que descifrar. En cambio en la Edad Media, encontramos esta idea de que los dos libros, el libro por excelencia, la Biblia, y el otro libro, el Universo —naturalmente nosotros formamos parte del segundo libro—, tenían que ser estudiados desde el pun-to de vista ético. Es decir, que no se trataba de estudiar a la natu-raleza a la manera de Bacon, que es la manera de la ciencia moder-na, haciendo experimentos, investigando las cosas físicas, sino buscando ejemplos morales en ella. Y eso persiste todavía en fá-bulas sobre la abeja o la hormiga, que nos enseñan a trabajar, la idea de la cigarra, que es ociosa, etc. Y en todas las literaturas de Europa se encuentran libros que se llaman "fisiólogos".  Aquí la palabra significa "médicos" o "bestiarios", porque se buscaban los ejemplos entre los animales, verdaderos o fabulosos. Así, por ejemplo, el Ave Fénix. Se creía en el Ave Fénix, venía a ser un símbolo de la resurrección, porque arde, muere y luego resucita. Y en el inglés antiguo, en el anglosajón, hubo un Bestiario tam-bién. Parece ser que el Bestiario primitivo, o que se ha dado co-mo primitivo, se escribió en Egipto en griego. Por eso hay refe-rencia a tantos animales egipcios, verdaderos o fabulosos, como el ave Fénix, que viene a morir en la ciudad sagrada de Heliópo-lis, la ciudad del sol. Y del Bestiario anglosajón se han conserva-do sólo dos capítulos. Y estos capítulos son curiosos porque se refieren a la pantera y a la ballena. Y la pantera es, asombrosa-mente, un símbolo de Cristo.  Esto puede asombrarnos, pero de-bemos pensar también que la pantera, para los sajones de Ingla-terra, para los anglosajones, era simplemente una palabra de la Biblia. Naturalmente, no habían visto nunca una pantera, que es un animal de otras latitudes. Y había un texto, no recuerdo qué versículo es, en el cual aparece la pantera y se la identifica con Cristo. Y entonces se dice ahí, en el texto anglosajón sobre la pantera —se sabía además que tenía muchos colores, es decir, que tenía manchas, era un animal así brillante, resplandeciente—, se la identifica con Cristo. Se dice que la pantera es un animal de voz musical y de suave aliento, lo cual no parece confirmado por los jardines zoológicos o por la zoología. Se dice que duerme du-rante tantos meses y luego se despierta —esto puede correspon-der a los días en que Cristo está muerto antes de resucitar—, que es un animal benéfico, que de las ciudades y de los campos vie-nen hombres a oír su voz musical, y que tiene un enemigo que es el dragón. Y el dragón viene a ser el símbolo del demonio.
Hay un dicho que yo no he podido explicarme nunca, y que quizás ustedes puedan ayudarme a resolver. Y es un verso de Eliot, que creo que está en los Cuartetos.  Dice: "Came Christ, the tiger", "Llegó Cristo, el tigre". Ahora, no sé si esa identifica-ción que hace Eliot de Cristo con el tigre está basada en alguna reminiscencia del antiguo texto sajón que identifica a Cristo con la pantera, que es una especie de tigre, o si simplemente —pero no creo, esto sería demasiado fácil— Eliot busca una sor-presa. Porque siempre se compara a Cristo con el cordero, con un animal manso, y él puede haber buscado el opuesto. Pero en este caso, creo que no hubiera pensado en el tigre, sino en el lo-bo, o quizás el lobo le pareció una comparación demasiado fácil para el cordero. El verso de Eliot es: "En la juventud del año" —no usa la palabra youth, sino una palabra antigua, de inglés medio, juvescence— "Came Christ, the tiger". Y, sin duda, "Cristo, el tigre" logra el efecto de asombro. Pero creo que cuando se lee a Eliot debemos suponer que para escribir su poe-ma él buscaba algo más que la mera sorpresa del lector. La sor-presa como efecto literario es un efecto momentáneo, que se gas-ta muy pronto.
De modo que tenemos este piadoso poema sobre la pantera, pantera que luego se explica como imagen de Cristo, como un ejemplo de Cristo dado a los hombres. Y luego tenemos el otro poema, y que es el poema de "La ballena", a la que dan el nom-bre de Fastitocalon, que creo que se parece, pero no sé, en grie-go, a un nombre de tortuga.  Entonces ahí se habla de la ballena. La ballena sí la conocían los sajones, ya hemos visto que una de las metáforas clásicas del mar es "camino de la ballena" lo cual está bien, porque la vastedad de la ballena parece sugerir o acen-tuar la vastedad del ámbito de la ballena, el mar. Y se dice que la ballena duerme o simula dormir, y los marineros la toman por una isla y desembarcan en ella. La ballena se hunde y los devo-ra. Aquí la ballena viene a ser un símbolo del infierno. Ahora, quizás esta idea de la ballena a la que los marineros toman por una isla, la encontramos en leyendas irlandesas.  Recuerdo un grabado en que hay una ballena, que evidentemente no es una is-la, y que está riéndose además, y luego se ve un barquito. Y en el barquito está San Brandán, el santo,  con una cruz, que con gran prudencia va a embarcarse en la ballena que está riéndose de él, y eso lo encontramos también en el Paraíso Perdido de Milton, en el que habla de la ballena, que muchas veces el mari-nero encuentra cerca de las costas de Noruega, y desembarca en ella, enciende fuego, entonces el fuego despierta a la ballena, y la ballena se sumerge y devora a los marineros. Y aquí hay un to-que poético de Milton. Él podría haber dicho: "La ballena por ventura durmiendo", "on the Norway sea", sobre el mar de No-ruega. Pero él no pone esto. Pone "on the Norway foam",  que queda mucho más lindo: "Sobre la espuma de Noruega".
Tenemos pues estos trozos, y luego hay un largo poema an-glosajón, que se refiere al Ave Fénix, y empieza por una descrip-ción del Paraíso Terrenal. El Paraíso Terrenal está figurado co-mo una meseta, sobre una alta montaña en el Oriente. También en el Purgatorio de Dante, en la cumbre de esa especie de mon-taña artificial o sistema de terrazas que constituyen el Purgato-rio, está el Paraíso Terrenal. Y se describe en el poema sajón al Paraíso Terrenal con palabras que recuerdan otras de la Odisea. Se dice, por ejemplo, que no hay exceso de frío, de calor, de ve-rano o de invierno, que no hay granizo, que no hay lluvia, que también no es agobiante el calor del sol, y luego se habla del ave Fénix, que es uno de los animales descritos en la Historia Natu-ral de Plinio. Y aquí podemos advertir que cuando Plinio habla de los grifos,  o cuando habla del dragón, o cuando habla del Fé-nix, ya no se debe eso a que Plinio creyera en ellos. Yo creo que la explicación es otra. La explicación es que Plinio quería reunir en un volumen todo lo que se refiere a los animales, y que ahí él reunía lo verdadero y reunía también la fábula, para hacer más completo el texto. Pero él mismo dice a veces "lo cual es dudo-so" o "cuéntase que", por lo que vemos que no debemos imagi-narlo como a un ingenuo, sino simplemente como una persona que tiene un concepto distinto de lo que debe ser una historia natural. Esa historia tenía que incluir no sólo lo que se sabe de cierto sobre cualquier animal, sino sobre las supersticiones. Creo que, por ejemplo, él creía que el rubí hace invisibles a los hombres, la esmeralda los hace elocuentes, etc. Es decir, no, él no creía. El sabía que existían esas supersticiones y las incluía en su libro también.
Me he referido a estas dos piezas del bestiario anglosajón porque son curiosas, no porque tengan materialmente mayor mérito poético. Hay además una serie de adivinanzas anglosajo-nas,  una serie de adivinanzas que no están concebidas como in-geniosas a la manera de los enigmas griegos. Ustedes recordarán, por ejemplo, el famoso enigma de la Esfinge: "¿Cuál es el animal que anda en cuatro patas por la mañana, en dos al mediodía y en tres a la tarde?", y luego resulta que todo esto es una larga metá-fora de la vida del hombre, que gatea cuando es un niño, que es bípedo, que se mantiene en dos pies al mediodía y luego, en la vejez, que se compara con el crepúsculo, se apoya en un bas-tón.  Ahora, los enigmas anglosajones no son ingeniosos, son más bien descripciones poéticas de las cosas, y hay algunas cuya solución se ignora y otras cuya solución es evidente. Por ejem-plo, hay una que se refiere a la polilla, y que habla de un ladrón que entra de noche en una biblioteca y se alimenta con las pala-bras de un sabio, pero que no aprende nada de eso. Tenemos así que se trata de la polilla. Y luego hay una sobre el ruiseñor, có-mo lo escuchan los hombres. Hay otra sobre el cisne, sobre el ruido de sus alas, y hay otra sobre el pez: se dice que él es erran-te y que su casa —el río, evidentemente— es errante también, pero que si lo sacan de su casa se muere. Naturalmente, un pez se muere fuera del agua. Es decir que los enigmas anglosajones vienen a ser unos poemas lentos, no ingeniosos, pero con un sentimiento muy vivido de la naturaleza. Hemos visto que el sentimiento de la naturaleza es una de las peculiaridades de la li-teratura inglesa desde sus orígenes, desde sus principios. Luego tenemos poemas bíblicos, que son meras extensiones del texto bíblico, extensiones oratorias y muy inferiores ciertamente al texto sagrado en que fueron inspiradas por sus autores. Y luego tenemos otros en que se toman temas de la común mitología o leyenda germánica, pero de los que hemos visto lo principal, creo, que son los textos épicos: el Beowulf, el "Fragmento heroi-co de Finnsburh", la "Oda de Brunanburh" —espléndidamente traducida por Tennyson, y en cualquier edición de las obras de Tennyson ustedes pueden encontrar esa traducción ejemplar de la "Oda de Brunanburh"—, y la "Balada de Maldon", de la que no he encontrado hasta ahora una traducción ejemplar, pero que ustedes encontrarán traducida literalmente en ese volumen de Gordon, Anglo-Saxon Poetry.
Y luego hay un poema muy triste, un poema escrito después de la conquista normanda y traducido admirablemente por el poeta americano Longfellow,  que tradujo también las coplas de Manrique del español, la Divina Comedia del italiano, y luego traduce muchos de los cantos escandinavos y de trovadores pro-venzales. Tradujo a los poetas románticos alemanes, tradujo ba-ladas del alemán. Era un hombre que tenía una vasta cultura, y durante los años de la Guerra de Secesión, para distraerse de esa guerra, que fue la más sangrienta del siglo XIX, tradujo en ende-casílabos, blancos, sin rima, toda la Divina Comedia, según he dicho. Ahora, el poema de "La sepultura"  es un poema muy ra-ro. Se supone que fue compuesto en el siglo XI o a principios del siglo XII, es decir en plena Edad Media, en una época cristiana. Y sin embargo, en ese poema, "La sepultura", no hay ninguna referencia a la esperanza del Cielo o al temor del Infierno. Es co-mo si el poeta sólo creyera en la muerte física, en la corrupción del cuerpo, e imaginara además, como en un cuento de nuestro Eduardo Wilde, "La primera noche de cementerio",  que el muerto guarda conciencia de esa corrupción. Y el poema empie-za: "Para ti una casa fue construida antes que nacieras" —es decir que para cada uno de nosotros ya hay un lugar deter-minado en la tierra en el cual ser enterrado—, "Para ti el polvo fue destinado antes que salieras de tu madre": "Ðe wes molde imynt, er ðu of moder come", ustedes ven que el final ya se pa-rece bastante al inglés, ya se trasluce el inglés. "Oscura es esa ca-sa" , dice después... Perdón, "Sin puertas es esa casa, y adentro está oscura". En inglés sería "Doorless is that house, and dark it is within" y en este inglés antiguo tardío, que ya está profetizan-do, prefigurando el inglés, dice "Dureleas is þet hus and dearc hit is wiðinnen". Ya en este anglosajón, aunque no hay palabras la-tinas, estamos acercándonos al inglés. Después describe la casa. Dice que esa casa no tiene un techo muy alto, que el techo está construido tocando el pecho, que es muy bajo, "que ahí estarás muy solo" —dice—, "dejarás a tus amigos, ningún amigo bajará a preguntarte si te gusta esa casa". Y luego dice: "la casa está ce-rrada y la muerte tiene la llave" . Después hay otros versos, cua-tro versos agregados que se ve que la mano que los ha escrito es otra, ya que el tono es distinto. Porque dice: "Ninguna mano acariciará tus cabellos" y eso ya corresponde a una ternura que parece posterior, porque todo el poema es muy triste, muy du-ro. Todo el poema viene a ser una sola metáfora: la metáfora de la casa como habitación última del hombre. Pero ese poema ha sido escrito con tanta intensidad que es uno de los grandes poe-mas de la poesía inglesa. Y la traducción de Longfellow, que sue-le estar al final, es no sólo literal, sino que a veces el poeta sigue el orden exacto, el mismo orden de los versos anglosajones. De toda la literatura anglosajona, es la que está escrita en un lengua-je más fácil, porque es la que está más cerca del inglés actual.
Hay muchas antologías de la poesía anglosajona, y hay una hecha en Suiza —no recuerdo el nombre del autor— con un cri-terio muy inteligente. Y es éste: en lugar de empezar por el Beo-wulf o por el "Fragmento de Finnsburh", que son del siglo VII o siglo VIII, él empieza por lo más nuevo, es decir, por lo que está más cerca del inglés actual, Y luego la antología es retrospectiva, la antología va llegando al anglosajón del siglo VIII y empieza por el anglosajón del siglo XII, es decir, a medida que vamos ade-lantando en los textos, los textos son más difíciles, pero nos ayu-dan los primeros, los del comienzo.
Y ahora vamos a concluir esta segunda bolilla, pero habrá que decir algo de historia también. Al principio me referiré a la historia del idioma, para que ustedes perciban cómo se ha pasa-do del anglosajón al inglés actual. Ahora, ocurrieron dos hechos capitales, y esos dos hechos, cuando ocurrieron, deben haber pa-recido catastróficos, terribles. Y, sin embargo, prepararon el in-glés a ser lo que Alfonso Reyes ha llamado "la lengua imperial" de nuestro siglo. Es decir, el anglosajón era un idioma mucho más complicado gramaticalmente que el inglés actual. Había en él, como en alemán y en las lenguas escandinavas, tres géneros gramaticales. En español tenemos dos, y esto ya es suficiente-mente complicado para los extranjeros. No hay razón alguna pa-ra que digamos "la mesa" o "el reloj", por ejemplo; esto hay que aprenderlo en cada caso. Pero en inglés antiguo, como en alemán y en las lenguas escandinavas, había tres géneros gramaticales. Y así tenemos "el luna", "la sal" y "el estrella". Ahora, se supone que esto de "el luna" corresponde a una época muy antigua, co-rresponde a la época del matriarcado, a la época en que las mu-jeres eran más importantes que los hombres. La mujer regía la familia, y entonces a la luz más brillante, al sol, se la vio como femenina, y en la mitología escandinava tenemos análogamente una diosa del sol y un dios de la luna. Ahora, leí en El imperio jesuítico, de Lugones  —supongo que Lugones no se equivo-ca— que en guaraní ocurre lo mismo, que en guaraní se dice "la sol" y "el luna". Es curioso que en la poesía alemana esto haya influido, ya que en alemán se dice "el luna", "der Mond", como "mona", luna, era masculino en inglés antiguo, y "sunne", sol, era femenino. En Así hablaba Zaratustra, Nietzsche compara al sol con un gato que camina sobre una alfombra de estrellas. Pe-ro no dice "eine Katze", que podría ser una gata también, sino "ein Kater", un gato, un macho. Y luego pensaba a la luna como un monje que mira envidiosamente a la Tierra, no con una mon-ja. Así, los géneros gramaticales, que son más o menos casuales, influyen en la poesía también. Y en inglés [antiguo], el nombre para mujer es neutro, wif,  pero también puede ser masculino, porque había una palabra wifmann, y como mann era masculi-no, se decía "el mujer", o "la mujer" también. En inglés actual, todo esto es mucho más simple. En español, por ejemplo, deci-mos "alto", "alta", "altos", "altas". Es decir, tenemos género gra-matical para los adjetivos. En inglés tenemos high, que puede significar "alto", "alta", "altos", "altas" según lo que venga des-pués. Ahora, ¿a qué se debe esta simplificación que hace del in-glés actual un idioma mucho más simple gramaticalmente, pero desde luego mucho más rico en vocabulario que el inglés anti-guo? Esto se debe al hecho de que los vikings, daneses, norue-gos, se establecieron en el norte y en el centro de Inglaterra. Ahora, el antiguo escandinavo se parecía al inglés. Los sajones tenían que entenderse con los escandinavos, que eran sus veci-nos, y además muy pronto los sajones llegaron a confundirse con los escandinavos, que eran menos: la raza escandinava se fundió con la sajona. Pero tenían que entenderse. Y entonces, para entenderse, ya que el vocabulario era muy parecido, se hi-zo una especie de lengua franca y el inglés fue simplificándose.
Y esto tiene que haber sido algo muy triste para los sajones cultos. Imagínense ustedes que de pronto notáramos que la gen-te dice "el cuchara", "lo mesa", "lo casa", "la tenedor", etc. Pen-saríamos: "Caramba, el idioma está degenerándose, hemos llega-do a la perfección del cocoliche". Pero los sajones, que habrían pensado lo mismo, no podían prever que eso iba a hacer del in-glés un idioma más fácil. Fíjense que actualmente el inglés casi no tiene gramática. Es el diccionario más sencillo que hay, gra-maticalmente. Porque es difícil en la pronunciación, y en cuanto a la ortografía inglesa, ustedes saben que en lo que se refiere a los nombres propios, cuando de pronto se hace célebre alguien, la gente no sabe cómo se pronuncia. Porque, por ejemplo, cuando empezó a escribir Somerset Maugham,  la gente le decía "Mo-guem" porque no podía saber cómo se pronunciaba. Y luego te-nemos las letras que han quedado de la antigua pronunciación. Por ejemplo, "cuchillo" en inglés se dice "naif" pero se escribe knife. ¿Por qué esta "k"? Porque en inglés antiguo eso se pro-nunciaba, y eso ha quedado como una especie de fósil perdido.  Y luego tenemos también "nait", "caballero", que se escribe knight en inglés actual. Esto parece absurdo, pero es porque en anglosajón la palabra era cniht, "servidor". Es decir, [la 'c' inicial] se pronunciaba. Y después el inglés fue llenándose de palabras francesas a raíz de la conquista normanda.
Y ahora vamos a hablar de ese año 1066, que es el año de la batalla de Hastings. Ahora, hay historiadores ingleses que dicen que el carácter inglés no estaba formado cuando ocurrió la inva-sión normanda. Otros dicen que sí. Pero creo que los primeros son verosímiles. Creo que la conquista normanda fue muy im-portante para la historia de Inglaterra, y naturalmente esto quie-re decir para la historia del mundo. Creo que si los normandos no hubieran invadido Inglaterra, Inglaterra actualmente sería lo que es, digamos, Dinamarca. Es decir, sería un país muy culto, admirable políticamente, pero un país provincial, un país que no ha ejercido mayor influencia en la historia del mundo. En cam-bio, los normandos fueron los que hicieron posible el Imperio Británico y la difusión de la raza inglesa en todas las partes del mundo. Yo creo que si no hubiera habido invasión normanda, no hubiéramos tenido después un imperio inglés. Es decir, no habría ingleses en Canadá, en la India, en Sudáfrica, en Austra-lia. Quizá no existirían los Estados Unidos tampoco. Es decir, habría cambiado toda la historia del mundo. Porque los nor-mandos tenían un sentido ejecutivo, un sentido de organización del cual carecían los sajones. Y esto lo vemos en la misma Cró-nica anglosajona, escrita por un monje sajón, enemigo de los normandos, pero ellos hablaban de Guillermo el Conquista-dor,  el bastardo, que era normando, y cuando murió, dijeron que no había habido nunca en Inglaterra un rey más poderoso que él. Porque antes el país estaba dividido en pequeños reinos. Es verdad que hubo un Alfredo el Grande,  pero él nunca llegó al concepto de que Inglaterra pudiera ser puramente anglosajo-na o inglesa. Alfredo el Grande murió con la idea de que Ingla-terra sería en buena parte un país escandinavo, y en la otra par-te un país sajón. En cambio, llegaron los normandos y conquis-taron toda Inglaterra, es decir, llegaron hasta la frontera de Es-cocia. Y además son gente muy enérgica, gente con un gran sen-tido de organización, con un gran sentido religioso también, y llenaron Inglaterra de monasterios —ya los sajones tenían senti-do religioso, desde luego—. Pero vamos a ver los acontecimien-tos dramáticos de ese año 1066 de Inglaterra. Y tenemos enton-ces en Inglaterra a un rey que se llama Harold, el hijo de God-win. Y Harold tenía un hermano que se llamaba Tostig.
Yo he visto en el condado de Yorkshire una iglesia sajona construida por los dos hermanos. No recuerdo exactamente la inscripción, pero recuerdo que hice que me la leyeran y quedé muy bien porque la traduje, cosa que los señores ingleses que es-taban conmigo no eran capaces de hacer, porque no habían estu-diado anglosajón. Yo más o menos, pero a lo mejor hice un po-co de trampa al leer la inscripción que había sobre la iglesia. En Inglaterra quedarán cincuenta o sesenta iglesias sajonas. Ésta era una iglesia pequeña. Son edificios de piedra gris, cuadrados, más bien pobres. Los sajones no fueron grandes arquitectos, lo fue-ron después bajo la influencia normanda. Pero ellos el estilo gó-tico lo entendieron de otra manera, porque el gótico general-mente tiende a la altura. Pero Yorkminster, la catedral de York, es la catedral más larga de Europa. Tiene unas ventanas llamadas "the York sisters", las hermanas de York. Esas ventanas no fue-ron destruidas por los soldados de Cromwell porque son venta-nas de cristal de diversos colores, y el amarillo prima. Y los di-bujos son lo que hoy llamaríamos abstractos, es decir, no hay figuras. Y no fueron destruidos por los soldados de Cromwell —que destruían todo lo que fuera imagen— porque las veían co-mo ídolos. Las "York sisters", precursoras del arte abstracto, no; se salvaron, y es una suerte porque son lindísimas realmente.
Tenemos pues al rey Harold y a su hermano, el conde Toste o Tostig, según los textos. Ahora, el conde creía que él tenía de-recho a parte del reino, que el rey debía dividir Inglaterra con él. El rey Harold no accedió, y entonces Tostig se fue de Inglaterra y se hizo aliado del rey de Noruega, a quien llamaban Harald Hardrada, Harald el resuelto, el duro... Es una lástima que ten-ga casi el mismo nombre de Harold, pero no se puede modificar la historia. Ese personaje es un personaje muy interesante, por-que a la manera de muchos escandinavos cultos, no solamente era guerrero, sino que era además poeta. Y parece que en su úl-tima batalla, la batalla de Stamford Bridge, compuso dos poe-mas. Compuso uno, lo recitó, y dijo: "No está bien".  Y enton-ces compuso otro, en el que había más kennings, más metáforas, y que por eso le pareció mejor. Además este rey anduvo por Constantinopla y tuvo amores con una princesa griega. Él escri-bió —dice Farley,  con una frase que podría ser de Hugo— "madrigales de hierro". El conde Tostig, que tenía partido en In-glaterra también, fue a Noruega y buscó la alianza de Harald. Y desembarcaron cerca de una ciudad que el historiador islandés Snorri Sturluson  llama Jórvik, y que es la ciudad actual de York. Y allí se reunieron, naturalmente, muchos sajones que eran partidarios suyos y no de Harold. Éste acudió desde el sur con su ejército. Los dos ejércitos se enfrentaron. Era de mañana.
Ya les he dicho que las batallas entonces tenían algo de tor-neo. El ejército sajón salió con treinta o cuarenta jinetes. Pode-mos imaginarlos cubiertos de hierro. Quizá los caballos tuvieran hierro también. Si ustedes han visto Alejandro Nevsky  puede servirles para imaginar esta escena. Y ahora quiero que ustedes piensen muy bien en cada una de las palabras que [ellos] van a decir. Desde luego que estas palabras pueden muy bien haber si-do inventadas por la tradición, o por el historiador islandés que registra la escena, pero cada una de las palabras tiene valor. Se acercan pues estos cuarenta jinetes sajones, quiero decir ingleses, al ejército noruego. Y ahí estaba el conde Tostig, y a su lado el rey de Noruega, Harald. Ahora, cuando Harald desembarcó en la costa de Inglaterra, el caballo tropezó y él cayó. Y él dijo: "En los viajes una caída trae suerte". Algo así como cuando Julio Cé-sar desembarcó en África, cayó, y para que eso no fuera tomado como un mal agüero por los soldados dijo: "Te tengo, África". Pues éste  recordó un proverbio. Entonces vienen los jinetes, están todavía a cierta distancia, pero a suficiente distancia como para que los jinetes puedan ver las caras de los noruegos, y los noruegos las caras de los sajones. Y entonces el jefe de ese pe-queño grupo grita: "¿Está aquí el conde Tostig?". Entonces Tos-tig comprende y dice: "No niego estar aquí". Entonces el jinete sajón le dice: "Te traigo un mensaje de tu hermano Harold, rey de Inglaterra. Te ofrece una tercera parte de su reino y su per-dón" —por lo que ha hecho, claro, porque se ha aliado a extran-jeros noruegos y ha invadido Inglaterra—. Y entonces Tostig se queda pensativo un momento. A él le gustaría aceptar la oferta. Al mismo tiempo ahí están el rey de Noruega y su ejército. Y en-tonces dice: "Si acepto el ofrecimiento, ¿qué hay para mi señor?" —el otro era rey de Noruega y él era un conde—, "¿Para mi se-ñor Harald, rey de Noruega?". Entonces el jinete se queda pen-sativo un momento y dice: "Y en eso también ha pensado tu her-mano. Le ofrece seis pies de tierra inglesa, y ya que es tan alto, uno más", agrega mirándolo. Y cuando la [Segunda] Guerra Mundial, al principio, en uno de sus discursos Churchill dijo que al cabo de tantos siglos Inglaterra seguía manteniendo su oferta para los invasores, que le ofrecía a Hitler también seis pies de tierra inglesa. La oferta seguía abierta.
Entonces Tostig piensa un momento y luego dice: "En tal ca-so, dile a tu señor que combatiremos, y que Dios verá a quién le toca la victoria". El otro ya no dice nada más y se aleja. Mientras tanto, el rey de Noruega ha comprendido todo, porque los idio-mas eran parecidos, pero no ha dicho una sola palabra. Tiene sus sospechas. Y cuando los otros han vuelto a reunirse con el grue-so del ejército le pregunta a Tostig —porque en el diálogo este, todos quedan bien—: "¿Quién era ese caballero que habló tan bien?", dice. Vean eso. Y entonces Tostig le dice: "Ese caballero era mi hermano Harold, rey de Inglaterra". Y ahora vemos por qué Harold ha preguntado al principio "¿Está aquí el conde Tos-tig?". Naturalmente lo sabía, porque está viéndolo a su herma-no. Pero él le pregunta de esa manera para indicarle a Tostig que no debe traicionarlo. Si los noruegos hubieran sabido que era el rey, lo hubieran matado inmediatamente.
De modo que el hermano también se porta con lealtad, por-que simuló no conocerlo, y al mismo tiempo se porta con leal-tad para el rey de Noruega, porque dice: "¿Qué hay para mi se-ñor?" Y entonces el rey de Noruega, recordando la frase ante-rior y la frase del otro dice: "No es muy alto, pero parece muy firme en su caballo".
Luego se libra la batalla de Stamford Bridge —todavía el lu-gar puede verse— y los sajones deshacen a los noruegos y a los partidarios de Tostig, y el rey de Noruega conquista los seis pies de tierra inglesa que le habían prometido por la mañana. Ahora, esta victoria es un poco triste para Harold, porque ahí estaba su hermano. Pero era una gran victoria, ya que eran por lo general los noruegos los que batían a los sajones, y aquí no.
Están celebrando esa victoria, y en eso llega otro jinete, un ji-nete muy cansado, y viene con una noticia. Viene a decirle a Ha-rold que en el sur han invadido los normandos. Entonces, el ejército cansado por la victoria de Harold tiene que dirigirse ha-ciendo marchas forzadas hacia Hastings. Y ahí en Hastings espe-ran los normandos. Ahora, los normandos eran gente escandina-va también, pero habían estado más de un siglo en Francia, ha-bían olvidado el idioma danés, eran franceses realmente. Y te-nían la costumbre de rasurarse la cabeza.
Entonces Harold manda un espía —eso era fácil entonces—, lo manda al campamento normando. El espía vuelve y le dice que esté tranquilo, porque el campamento es un campamento de frailes, que no va a pasar nada. Pero eran los normandos. Al día siguiente se libra la batalla, y tenemos un episodio que si no es histórico, digamos, históricamente, es histórico de otra manera. Entra otro personaje en acción, otro jinete. Es Taillefer, un ju-glar. En esta historia hay muchos jinetes. Es un juglar norman-do, y le pide permiso a Guillermo el Bastardo, que después sería Guillermo el Conquistador, para ser el primero en entrar en ba-talla. Le pide ese honor, que es un honor terrible, porque natu-ralmente los primeros en entrar en batalla son los primeros que mueren. Entonces él entra en el combate jugando con la espada, tirándola y recogiéndola ante los sajones atónitos. Los sajones serían gente más bien seria, desde luego, todavía no creo que existieran muchachos de éstos. Y él entra en la batalla —nos di-ce la antigua crónica inglesa de William de Malmesbury—,  can-tando "cantilena Rollandi", es decir, cantando una antigua ver-sión de la Chanson de Roland. Y es como si con él entrara toda la cultura francesa, toda la luz de Francia, a Inglaterra.
Ahora, el combate dura todo el día. Los sajones y norman-dos tenían armas distintas. Los sajones tenían hachas de guerra, armas terribles. Los normandos no logran romper el cerco que forman los sajones, y entonces recurren a un antiguo ardid de guerra, y es el de simular una fuga. Entonces los sajones salen a perseguirlos, los normandos se dan vuelta y deshacen a los sajo-nes. Y así concluyó el dominio de los sajones en Inglaterra.
Hay otro episodio que es poético también, pero es poético de otra manera, y que es el tema del poema de Heine titulado "Schlachtfeld bei Hastings", "Campo de batalla en Hastings". Schlacht, naturalmente, está vinculada a la palabra inglesa slay, "matar", y a la palabra slaughter, "matanza". "Slaughterhouse" se llama en Inglaterra a los mataderos. [El episodio] es éste: los sajones son vencidos por los normandos. Esa derrota es natural, porque ya habían sido diezmados por su victoria sobre los no-ruegos, porque llegaban muy cansados, etc. Y hay un problema, y es el de encontrar el cadáver del rey. Porque hay mercaderes que han seguido a los ejércitos, y ellos naturalmente roban las armaduras de los cadáveres, los arneses de los caballos, y el cam-po de batalla de Hastings está lleno de hombres y de caballos muertos. Entonces hay un monasterio ahí cerca, y los monjes naturalmente quieren darle sepultura cristiana a Harold, el últi-mo rey sajón de Inglaterra. Y entonces un monje, el abad, re-cuerda que el rey ha tenido una querida, una querida que no se describe pero que podemos imaginar muy fácilmente, porque se llama Edith Swaneshals, Edith Cuello de Cisne. De modo que sería una mujer muy alta, rubia, de cuello fino. Ésta es una de las muchas mujeres que el rey ha tenido. Se ha cansado de ella, la ha abandonado, y ella vive en una choza en medio del bosque. Ha envejecido prematuramente. Además, la gente entonces enveje-cía muy pronto, de la misma manera que maduraba muy pron-to. Y entonces el abad piensa que si hay alguien que puede reco-nocer el cadáver del rey —o sea el cuerpo desnudo del rey, ha-brá pensado—, es esta mujer, que lo ha conocido tanto, a quien él ha abandonado ahora. Entonces van a la choza, sale la mujer, una mujer ya vieja. Los monjes le dicen que Inglaterra ha sido ganada por los franceses, por los normandos, que esto ha ocurri-do cerca, en Hastings, y le piden a ella que vaya a buscar el cuer-po del rey. Eso es lo que dice la crónica. Ahora, Heine, natural-mente, aprovecha esto, describe el campo de batalla, describe a la pobre mujer abriéndose camino entre el hedor de los muertos y las aves de presa que están encarnizándose con ellos, y de pronto ella reconoce el cuerpo del hombre que ha amado. Y no dice nada, pero lo cubre de besos. Entonces los monjes recono-cen al rey, lo entierran, le dan sepultura cristiana.
Ahora, existe también una leyenda que se conserva en una crónica anglosajona, que dice que el rey Harold no murió en Hastings, sino que después de la batalla se retiró a un convento, y que ahí él hizo penitencia por los muchos pecados que había cometido —parece que su vida fue tormentosa—. Y [dice la cró-nica] que a veces Guillermo el Conquistador, que reinaría luego en Inglaterra, cuando tenía una dificultad que resolver, iba a ver a este monje anónimo que en un tiempo había sido Harold, rey de Inglaterra, y le preguntaba qué debía hacer. Y seguía siempre sus consejos, porque naturalmente a los dos, al conquistado y al conquistador, les interesaba el bienestar de Inglaterra. De modo que ustedes pueden elegir entre estas dos versiones, pero sospe-cho que preferirán la primera, la de Edith Cuello de Cisne, que reconoce a su antiguo amante, y no la otra, la del rey.
Después tenemos dos siglos, y en esos dos siglos es como si las letras inglesas ocurrieran de un modo subterráneo, porque en la corte se habla francés, los clérigos hablaban latín y el pueblo hablaba sajón, hablaba cuatro dialectos sajones que estaban ade-más entremezclados con el danés. Y es necesario esperar desde el año 1066 hasta el siglo XIV para que la literatura inglesa, que ha-bía seguido de un modo rústico y torpe, que había seguido como un río subterráneo, resurja. Y entonces tenemos los grandes nombres de Chaucer,  de Langland, y entonces tenemos un idio-ma, el inglés, que ha sido profundamente penetrado por el fran-cés. A tal punto que, sí, actualmente hay más palabras de origen latino que de origen germánico en un diccionario inglés. Pero las palabras germánicas son las esenciales, son las palabras que co-rresponden al fuego, a los metales, al hombre, a los árboles. En cambio, todas las palabras de la cultura son palabras latinas.
Y concluimos aquí la segunda bolilla.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

BORGES PROFESOR. Curso de literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires.


Miércoles 26 de octubre de 1966. Clase Nº 6.

Orígenes de la poesía en Inglaterra.                                                                                                        Las elegías anglosajonas.                                                                                                                 Poesía cristiana: "La Visión de la Cruz".

La historia de los orígenes de la poesía de Inglaterra es asaz mis-teriosa. Como sabemos, lo único que queda de lo que se compu-so en Inglaterra desde el siglo V, digamos del año 449, hasta po-co después de la conquista normanda en el año 1066 es, fuera de las leyes y de la prosa, lo que se ha conservado en cuatro códices o libros de manuscritos, casuales.  Estos códices presuponen, desde luego, una literatura anterior bastante rica. Los textos más antiguos son quizás algunos exorcismos, remedios para curar dolores reumáticos, para procurar fertilidad a las tierras yermas. Hay uno contra un enjambre de abejas.  En ese aspecto hay al-gún reflejo de la antigua mitología sajona, hoy perdida, y que só-lo podemos adivinar por su afinidad con la mitología escandina-va, que se ha conservado. Por ejemplo, en un exorcismo contra los dolores reumáticos aparecen inesperadamente, sin que se las nombre, las valquirias.  Los versos dicen así: "Eran sonoras o... resonantes, sí, resonantes, cuando cabalgaban sobre la colina. Eran resueltas, cuando cabalgaban sobre la tierra. Poderosas mujeres..." Y después esto se pierde y al final del exorcismo hay una invocación cristiana, porque el hechicero, el curandero, el brujo, dice: "Yo te ayudaré", y luego dice: "Si Dios lo quiere". Esto es un verso cristiano, evidentemente posterior. Y luego en otro verso, en otra estrofa, se dice que ese dolor se curará si es obra de las hechiceras, si es obra de los dioses, "esa geweorc" —"Ese" eran los dioses escandinavos—, si es obra de los elfos...
Ahora bien, hasta ahora hemos visto la tradición épica desde el Beowulf, el "Fragmento heroico de Finnsburh", hasta su últi-ma aparición en la "Balada de Maldon", balada que prefigura, por su abundancia en detalles circunstanciales, las ulteriores sa-gas o narraciones en prosa islandesas. Pero en el siglo IX ocurre una revolución. Ni siquiera sabemos si quienes la hicieron fue-ron conscientes de ella. Ni siquiera sabemos si las piezas que se han conservado fueron las primeras. Pero ocurre algo muy im-portante, quizá lo más importante que puede ocurrir en la poe-sía: el hallazgo de una entonación nueva. Los periodistas, mu-chas veces, para hablar de un poeta nuevo, dicen "una voz nue-va". Pero aquí la frase tendría directamente ese sentido: hay una voz nueva, una entonación nueva, un nuevo empleo del lengua-je. Y esto tiene que haber sido bastante difícil, ya que el lengua-je anglosajón, el inglés antiguo, estaba por su misma aspereza predestinado a la épica, es decir a la celebración del coraje y de la lealtad. Por eso, en las piezas épicas que hemos visto, lo que les sale especialmente bien a los poetas es la descripción de bata-llas. Es como si oyéramos el ruido de las espadas, el golpe de las lanzas sobre los escudos, el tumulto de los gritos de la batalla. Y en el siglo IX aparecen lo que se ha dado en llamar las "elegías anglosajonas". Esta poesía no es la poesía de la batalla. Se trata de poemas personales. Más aún, de poemas solitarios, de poemas de hombres que dicen su soledad y su melancolía. Y esto es algo del todo nuevo en el siglo IX, en que la poesía era genérica, en que el poeta cantaba las victorias o las derrotas de su clan, de su rey. En cambio, aquí el poeta ya habla personalmente, se antici-pa al movimiento romántico, el movimiento que estudiaremos al ver la poesía inglesa del siglo XVIII. Yo he conjeturado —ésta es una conjetura personal mía, no se encuentra en ningún libro, que yo sepa— que esta poesía melancólica y personal puede deberse a la procedencia celta, puede ser de origen celta. Me parece inve-rosímil, si pensamos bien, suponer, como se dice comúnmente, que los sajones, los anglos y los jutos, al invadir Inglaterra, pa-saron a cuchillo a toda la población. Es más natural suponer que guardaron a los hombres como esclavos y a las mujeres como concubinas suyas. No tendría objeto alguno matar a toda la po-blación. Además, esto se comprueba actualmente en Inglaterra: el tipo de germánico, propiamente, digamos de linaje de gente alta, rubia o rojiza, corresponde a los condados del norte y Es-cocia. En cambio, en el sur y hacia el oeste, donde se refugiaron los habitantes primitivos, abunda gente de estatura mediana y de pelo castaño. En Gales abunda gente de pelo negro. En el norte, en las tierras altas, las Highlands de Escocia, también. Además, sin duda, hay mucha gente rubia en Inglaterra que no es de ori-gen sajón sino escandinavo. Esto se observa en Northumber-land, Yorkshire y en las tierras bajas de Escocia. Y esta mezcla de sajones, escandinavos, con celtas, puede haber producido —aquí estamos en lo conjetural, naturalmente— las llamadas "elegías anglosajonas". En la clase anterior dije que se llamaban elegías por su tono melancólico, ya que no son elegías en el sentido de que en ellas se llora la muerte de un individuo. En la clase ante-rior vimos el principio de una de las elegías más famosas, "The Seafarer", "El navegante", que empieza por una declaración per-sonal. El poeta dice que cantará una canción verdadera sobre sí mismo y que referirá sus viajes. Luego viene una enumeración de los rigores de la vida del navegante. Se habla de las tempesta-des, de la guardia de noche en el barco. Se habla del frío, del bar-co que golpea contra los acantilados. Aquí está el tema del mar, que es uno de los temas eternos, de las constantes, de la poesía de Inglaterra. Y hay imágenes extrañas. Pero no extrañas en la manera en que lo son las kennings, que tienen algo de fabricado. Llamar por ejemplo "remo de la boca" a la lengua no es una me-táfora natural en el sentido de que haya una afinidad profunda entre dos cosas. Se ve ahí al hombre de letras sajón, escandinavo, que está buscando una metáfora nueva. En cambio, aquí tene-mos versos como "norþan sniwde", "nevó desde el norte"; y lue-go "hægl feol on eorþan", el granizo cayó sobre la tierra; "corna caldast" la más fría de las simientes, de las semillas. Y parece ra-ro comparar el hielo, la nieve, el granizo —en suma: el frío, la muerte—, con la semilla, que significa la vida. Y al leer esto sen-timos que el poeta no ha buscado, a la manera de los literatos, un contraste. Que ha visto el granizo y, al verlo caer, ha pensado en la caída de la semilla.
Durante la primera parte del poema el poeta, que es un na-vegante, habla de los rigores del mar. Habla del frío, del invier-no, de las tempestades, de los azares de la vida del marinero. Y esos azares serían tremendos entonces en los tremendos mares del norte, en embarcaciones frágiles y pequeñas. Y luego él dice que poco pueden saber de estos rigores los que gozan del placer de la vida en las ciudades, en las modestas ciudades de entonces. Habla del verano; el verano era la época elegida para navegar, en otras épocas el hielo de los témpanos obstruía los mares. Y en-tonces él dice: "Cantó el guardián del verano... —creo que es el cuclillo—...anunciando amargos pesares": "singeð sumeres weard, sorge beodeð / bitter in breosthord", "al tesoro del pe-cho", es decir, al corazón. Pero esta kenning aquí, "tesoro del pe-cho", era evidentemente ya una frase conocida cuando la usaba el poeta. Decir "tesoro del pecho" era como decir "corazón".
Habla de las tempestades, y cuando creemos que este poema se refiere simplemente a los rigores, hay una sorpresa, porque el poeta no sólo habla de los rigores sino —este tema lo encontra-remos luego en Swinburne,  en Kipling  y otros— que habla también de la fascinación que el mar ejerce sobre él. Y éste es un tema específicamente inglés. Y es natural que sea así, ya que In-glaterra —tan importante en la historia del mundo es— si la ve-mos en un globo terráqueo, una pequeña isla desgarrada en los confines occidentales y septentrionales de Europa.
Quiero decir que si a una persona ignorante en historia le fuera mostrado el globo terráqueo, esta persona no pensaría nunca que esa breve isla desgarrada por el mar, esa breve isla en la cual entra el mar, llegaría a ser el centro de un imperio. Y sin embargo, así ocurrió. Hay una frase inglesa análoga también, "run away to sea", que corresponde al destino de aquellos que huyen de su familia, que deben aventurarse en los azarosos ma-res del Norte. Y después vienen unos versos que son del todo un asombro para el lector. Habla de aquellos que sienten la voca-ción del mar. Habla de un hombre que es navegante por natura-leza. Y esos versos dicen: "No tiene ánimo para el arpa, ni para la distribución de anillos —recordemos que los reyes distribuían anillos en sus salas—, ni para el goce de la mujer, ni para la gran-deza del mundo. Sólo busca las altas corrientes saladas" Y lue-go, ambos sentimientos adversos conviven en la elegía del navegante: los peligros, las tempestades y la atracción del mar.
Ahora, hay quienes han interpretado todo este poema como alegórico. Se dice que el mar significa la vida; las tempestades, los rigores de la vida y la atracción del mar, las atracciones de la vi-da. Pero no debemos olvidar que la gente en la Edad Media po-seía la capacidad de leer un poema en dos planos distintos. Es decir, quienes leían ese poema pensaban en el mar, en el navegan-te, y pensaban asimismo en que el mar puede ser una alegoría o un símbolo de la vida. Y hay un texto muy posterior, un texto que se escribe muchos siglos después, pero que es un texto me-dieval también, la epístola de Dante al Can Grande de la Scala,  en la cual le dice que su poema, que es el poema máximo de to-das las literaturas, la Divina Comedia, fue escrita por él para ser leída de cuatro modos distintos. Podría ser leída como una des-cripción de la vida del pecador, del penitente, del bienaventura-do, del justo y más: como una descripción del infierno, del pur-gatorio y del cielo. Y más adelante leeremos un poema de Lan-gland  que ha causado no poca perplejidad a los lectores actua-les, porque lo leen como si fuera sucesivo. Y según parece, se tra-ta de una serie de visiones. Esas visiones vienen a ser facetas de una misma cosa. Y en nuestro tiempo tenemos a poetas como George  o Pound, que quieren que sus poemas no sean leídos —salvo que esto es muy difícil de honrar en nuestra era— suce-sivamente, sino que piden paciencia al lector y que los lean co-mo diversas facetas de un mismo objeto poético. Parece que en la Edad Media esta capacidad que hemos perdido o que casi he-mos perdido ahora, era más fácil. Ante un texto, los lectores o los oyentes sentían que podían interpretarlo de diversos modos. Ya adelantándonos a lo que vendrá mucho después, podemos decir que los cuentos policiales de Chesterton están hechos para ser leídos como cuentos fantásticos, como parábolas también. Y el hecho es que esto ocurre en la elegía del navegante. Y al final de la elegía, el poema es ya estrictamente, explícitamente simbó-lico. Y sin duda que esto no ofrecía dificultad alguna en el siglo IX. No hay que suponer que nosotros somos necesariamente más complejos que los hombres de la Edad Media, hombres ver-sados en teología y en las sutilezas teológicas. Sin duda hemos ganado mucho, pero es posible que hayamos perdido algo.
Ésta es una de las elegías. Tenemos otra de las elegías, que es la elegía del "Wanderer", "Elegía del hombre errante".  Aquí el tema es el tema que tuvo ciertamente su importancia social en la Edad Media, la del hombre que ha perdido en una batalla a su protector, su señor, y está buscando otro. El hombre se ha que-dado fuera de la sociedad. Esto es muy importante en una socie-dad de estratos como la de la Edad Media. El hombre que per-día a su protector quedaba solo y es natural que se lamentara de su suerte. El poema empieza hablando del hombre solitario, del hombre que busca la protección del señor y que tiene "como compañero al pesar y al anhelo", al destierro "frío como el in-vierno". "El destino ha sido cumplido", dice luego. Aquí tam-bién podemos pensar en el contexto general de la vida, pero tam-bién en el caso particular del hombre que no encuentra apoyo al-guno. Dice que sus amigos han muerto en las batallas, que su se-ñor ha muerto, que él está solo. Ésta es otra elegía famosa.
Y luego tenemos una que se titula "La ruina",  y que ha si-do situada en la ciudad de Bath, porque en Bath quedan todavía los restos, que yo he visto, de grandes baños termales romanos.  Y las construcciones mismas tienen que haber parecido prodi-giosas a los pobres sajones, que al principio sólo podían edificar habitaciones de madera. Ya dije que las ciudades y las carreteras romanas eran como instrumentos demasiado complejos para aquellos invasores que llegaban de Dinamarca, de los Países Ba-jos, de la desembocadura del Rhin, y para los cuales una ciudad, una calle, una calle donde había casas que estaban unas al lado de las otras, tenía algo de misterioso y de incomprensible. Ese poe-ma comienza diciendo: "Maravillosa, prodigiosa, es la piedra la-brada de este muro, destrozada por el destino", "wyrde gebr-æcon". Después habla de cómo toda la ciudad ha sido destroza-da, y habla después del agua que surge de las fuentes termales, y el poeta imagina qué fiestas habrá habido en estas calles y se pre-gunta: "¿Dónde está el caballo? ¿Dónde está el jinete? ¿ Dónde los distribuidores de oro?" —los reyes—. Y se los imagina con armaduras brillantes, se los imagina ebrios de vino, resplande-cientes de oro, soberbios, y se pregunta qué ha ocurrido con esas generaciones. Y luego ve los muros destrozados, el viento que atraviesa las habitaciones. De los adornos poco queda. Ve muros en los que hay serpientes grabadas, y todo esto lo llena de me-lancolía.  Ya que he usado la palabra "melancolía", querría re-cordar que es muy curioso el destino de esa palabra. "Melanco-lía" quiere decir "humor negro", y actualmente la palabra "me-lancolía" es más bien una palabra triste para nosotros. Y antes significó "humor" del cuerpo, cuya predominancia correspon-día a un temperamento melancólico precisamente.
Ahora, nosotros no sabremos nunca si aquellos poetas de In-glaterra, de posible sangre céltica, se dieron cuenta de lo extraor-dinario, de lo revolucionario que era lo que estaban haciendo. Es muy posible que no. No creo que en aquella época hubiera es-cuelas literarias. Creo que escribieron esos versos porque los sentían, que no sabían lo extraordinario de lo que estaban ha-ciendo: cómo estaban obligando a un idioma de hierro, a un idioma épico, a decir algo para lo cual ese idioma no había sido forjado, a expresar tristezas y soledades personales. Y sin embar-go lo hicieron.
Tenemos también un poema quizás algo anterior que se lla-ma "Lamento de Deor"  De Deor sólo sabemos que fue poeta de una corte de Alemania, la de Prusia, que perdió el favor de su rey y que fue suplantado por otro cantor. El rey le quitó las tie-rras que le había dado. Deor se encontró solo y luego fue imagi-nado como personaje dramático por otro poeta de Inglaterra cu-yo nombre se ha perdido. Y Deor en el poema se consuela pen-sando en desdichas pasadas. Piensa en Welund, que se llamaba Völund en la poesía escandinava y Wieland en Alemania, y que era un guerrero. Y este guerrero fue tomado prisionero —una especie de Dédalo septentrional es lo que es—, y él fabrica alas con las plumas de sus cisnes y huye volando de su encierro, co-mo Dédalo, y antes se venga ultrajando a la hija del rey. El poe-ma empieza diciendo "En cuanto a Welund, conoció entre ser-pientes el destierro". Es posible que esas serpientes no sean rea-les, es posible que se trate de una metáfora de las espadas forja-das por él... "Welund him be wurman wræces cunnade", y lue-go "hombre resuelto, conoció el destierro", "el destierro frío co-mo el invierno", también dice. Ahora, esto, que para nosotros no es una frase rara, tiene que haberlo sido cuando se hizo. Porque lo natural sería interpretar "el frío destierro del invierno", pero no "el destierro frío como el invierno" lo cual ya corresponde a una mentalidad más compleja. Y luego, después de enumerar al-gunas desdichas de Welund, viene un estribillo: "þæs ofereode, þisses swa mæg", "Aquello pasó, también esto puede pasar", y ese estribillo es una invención importante, porque ya hemos vis-to que la poesía aliterada no permitía formar estrofas. En cam-bio, el estribillo sí lo permite. Y luego el poeta recuerda otra des-ventura: la desventura de la princesa cuyos hermanos fueron ma-tados por Welund. Recuerda su tristeza  al ver que ella estaba embarazada. Y luego dice: "Aquello pasó, también esto pasará". Y luego el poeta recuerda tiranos, personajes verdaderos o his-tóricos o legendarios de la tradición germánica. Y entre ellos aparece Eormanrico, rey de los godos. Y decimos que todo esto es recordado en Inglaterra. Y habla de Eormanrico y de su cora-zón de lobo, Eormanrico "que rigió la vasta nación del pueblo de los godos" —"ahte wide folc" vasta nación; "Gotena rices", del reino de los godos—. Y agrega: "þæt wæs grim cyning", "ése era un rey cruel" y luego dice "todo aquello pasó, también esto pasará".
Hemos hablado de las elegías anglosajonas y ahora vamos a pasar a los poemas propiamente cristianos. Vamos a hablar de uno de los poemas más curiosos de las llamadas "elegías anglo-sajonas". Y este poema, que registra una visión posiblemente real, posiblemente de invención literaria, suele titularse ahora "The Dream of the Rood", que otros traducen, usando palabras latinas, "The Vision of the Cross" "La visión de la cruz". Y el poema empieza diciendo: "Sí, ahora referiré el más precioso de los sueños" —o de las visiones, en la Edad Media no se distin-guía muy bien entre sueños y visiones—. Dice Eliot  que ahora nosotros no creemos mucho en los sueños, les damos un origen fisiológico o un origen psicoanalítico. Pero en cambio en la Edad Media, cuando la gente creía en el posible origen divino de los sueños, esto los hacía soñar sueños mejores.
El poeta empieza diciendo, "Hwæt! Ic swefna cyst secgan wylle", "Sí, quiero contar el más precioso de los sueños, que sa-lió a mi encuentro a medianoche, cuando los hombres capaces de articular, capaces de palabra, descansan en el reposo". Es decir, cuando el mundo está silencioso. Y el poeta dice que a él le pa-reció ver un árbol, el más resplandeciente de los árboles. Dice que ese árbol salió de la tierra y crecía hasta el cielo. Y luego des-cribe de un modo casi cinematográfico ese árbol. Dice que lo veía cambiante, a veces rayado de sangre, a veces cubierto de jo-yas y de ropajes. Y dice que ese alto árbol que iba de la tierra al firmamento, que ese alto árbol era adorado por los hombres so-bre la tierra, por los bienaventurados y los ángeles en el cielo. Y dice: "leohte bewunden, beama beorhtost", "crecía en el aire, el más resplandeciente de los árboles", y que él, al ver ese árbol adorado por los hombres y por los ángeles, se sintió avergonza-do, se sintió manchado por sus pecados. Y luego, inesperada-mente, el árbol empieza a hablar, como hablará siglos después, en la inscripción famosa del Infierno, la Puerta del Infierno. Esas palabras de color oscuro que Dante ve sobre la puerta: "Per me si va ne la cittá dolente,/ per me si va ne l'eterno dolore,/ per me si va tra la perduta gente", y luego "queste parole di colore oscu-ro"   y luego recién sabemos que esas palabras están escritas so-bre la Puerta del Infierno. Ese fue un maravilloso rasgo de Dan-te. No empezó diciendo: "Vi una puerta, y sobre la puerta estas palabras". Empieza por las palabras que están escritas sobre la Puerta del Infierno, que suelen escribirse impresas en mayúscu-las. Pero aquí ocurre algo aún más raro. Este árbol, que ya adi-vinamos como la Cruz, habla. Y habla como un ser viviente, co-mo un hombre que quiere acordarse de algo que ha ocurrido ha-ce mucho tiempo, y que está a punto de olvidar, y que va juntan-do sus recuerdos. Y el árbol dice entonces: "Esto ocurrió hace muchos años, todavía me acuerdo, que fui talado en un lindero del bosque, se apoderaron de mí fuertes enemigos". Y luego cuenta cómo esos enemigos lo llevaron y cómo lo plantaron en una colina, y cómo hicieron que él fuera una horca para los hombres culpables, para los forajidos.
Y luego aparece Cristo. Y entonces el árbol pide disculpas, pide que lo perdonen por no haber caído sobre los enemigos de Cristo. Y en este poema, lleno de hondo y verdadero sentimien-to místico, vuelve el antiguo sentimiento germánico. Y entonces, al hablar de Cristo, lo llama "ese joven héroe que era Dios To-dopoderoso", "þa geong hæleð, þæt wæs god ælmihtig", y enton-ces lo clavan a Cristo sobre la cruz con oscuros clavos, "mid deorcan næglum", "with dark nails" sería en inglés actual. Y la cruz tiembla cuando siente el abrazo de Cristo. Es como si la cruz fuera la mujer de Cristo, su esposa, la cruz comparte el do-lor de Dios crucificado. Y luego la elevan con Cristo, que está muriéndose. Y entonces por primera vez en el poema, porque hasta entonces había usado la palabra beam , "el árbol", esa pa-labra que encontramos en beam, "viga". Es decir, el árbol ha si-do árbol hasta el momento en que lo abraza el joven, en que tiemblan los dos como en un abrazo nupcial. Y entonces el árbol dice: "Rod wæs ic aræred", "Cruz fui levantada". El árbol no era una cruz hasta ese momento. Y luego la cruz describe cómo se oscurece la tierra, cómo tiembla el mar, cómo se rasga el velo del templo. La cruz está identificada con Cristo. Luego describe la tristeza del Universo cuando Cristo muere, y luego llegan los apóstoles a enterrar a Cristo. Y la cruz dice: "Los apóstoles tris-tes en el atardecer". Y no sabemos si el poeta era del todo cons-ciente de lo bien que se unen esas palabras "tristeza" v "atarde-cer". Posiblemente ese sentimiento era nuevo entonces. El hecho es que entierran a Cristo, y desde allí el poema se diluye —como ocurre con casi todas las elegías anglosajonas, como ocurrirá después con muchos pasajes de la novela picaresca española—, se diluye en consideraciones morales. La Cruz dice que el día del Juicio Final se salvarán aquellos que crean en ella, aquellos que sepan arrepentirse. Es decir, el poeta olvida su espléndida inven-ción personal de hacer que la historia de la pasión de Cristo sea contada por la cruz, y el hecho de que la cruz piensa en el dolor de Cristo también.
Hay varias elegías anglosajonas. Yo creo que las más impor-tantes son "El Navegante", en la cual conviven el horror del mar y la fascinación del mar, y esta extraordinaria "Visión de la cruz" en que la cruz habla como si fuera un ser viviente. Hay otras poesías cristianas en las que se toman episodios de la Bi-blia. Por ejemplo "Judith, que mata a Holofernes". Tenemos un poema sobre el Éxodo, y en este poema hay un rasgo que no es esencialmente poético, pero que es curioso porque nos muestra lo lejos que estaban los sajones de la Biblia. El poeta tiene que describir a los israelitas que atraviesan el Mar Rojo perseguidos por los egipcios. Y tiene que describir el mar que se abre para de-jarlos pasar y que luego ahogará a los egipcios. Y el poeta no sa-be muy bien cómo describir a los israelitas. Y entonces, como es-tán atravesando el mar y tiene que usar una palabra para descri-birlos como navegantes, usa la palabra más inesperada para no-sotros actualmente. Al hablar de los israelitas que atraviesan el Mar Rojo, los llama "vikings". Pero naturalmente para él, la idea de "navegante" y de "viking" eran ideas afines.
Estamos ya bastante cerca del fin de los sajones. Ya Inglate-rra ha sido invadida por los escandinavos y será invadida por los normandos. En la próxima clase veremos el trágico fin del reina-do de los sajones en Inglaterra. Los sajones seguirán en Inglate-rra, y seguirán en Inglaterra como vasallos, así como los britanos fueron vasallos de los sajones. Porque los noruegos fueron para los sajones lo que los sajones habían sido para los britanos, es decir, piratas y después señores. La historia de esa conquista ha sido salvada para nosotros en la Historia de los Reyes de Norue-ga,  de Snorri Sturluson, y en las crónicas sajonas. Y antes de hablar de lo que ocurrió con la lengua inglesa, yo querría dete-nerme en la próxima clase sobre lo que ocurrió en el año 1066, el año de la batalla de Hastings. Y luego veremos cómo el idio-ma cambiará después, lo que ocurrirá con la lengua y la literatu-ra inglesa.

martes, 8 de noviembre de 2016

BORGES PROFESOR. Curso de literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires


Lunes 24 de octubre de 1966
Clase Nº 5.
La "Balada de Maldon". Poesía cristiana.
El himno de Caedmon. El alfabeto rúnico.
Características de las elegías anglosajonas.


En la última década del siglo X ocurrió en Inglaterra un aconte-cimiento militar de relativa importancia, pero que la tuvo, y muy grande, para la historia de la literatura inglesa, ya que de él sur-gió la "Balada de Maldon", que se refiere no a una victoria sino a una derrota.  Diríase que las derrotas son más favorables para la poesía que las victorias. Pensemos, para limitarnos a un solo ejemplo, en la famosa Chanson de Roland, que es uno de los grandes poemas de la literatura francesa y cuyo tema, según us-tedes saben, fue una derrota de la retaguardia del ejército de Car-lomagno por un grupo de montañeses vascuences que figuran como sarracenos en el poema.
En la Crónica anglosajona, escrita por los monjes de diver-sos monasterios, se lee que en la última década del siglo X, en el año novecientos noventa y tantos, no recuerdo la fecha precisa,  un grupo de vikings noruegos comandados por el famoso rey Olaf Tryggvason desembarcó en la costa oriental de Inglaterra, y le salió al encuentro Byrhtnoth, el alcalde del pueblo. Los vi-kings le pidieron tributos. ¿Él cómo hizo? Se negó a pagar los tributos. Todo esto ocurrió a orillas de un río que se llama aho-ra Blackwater, "el agua negra". Y se libró un combate entre los vikings, que eran los primeros guerreros y navegantes de la épo-ca, y un pequeño grupo de milicianos. Los milicianos sajones fueron derrotados por los vikings, y poco después el rey de In-glaterra, que se llamaba Aethelred, y que fue apodado "el des-prevenido" "el no preparado" se allanó a pagar un tributo anual a los daneses,  y el gobierno continuó cobrándolo mucho des-pués de que hubiera desaparecido el peligro de las invasiones vi-kings.
Ahora, según parece, [el poeta fue] un testigo presencial de la batalla, probablemente uno de los combatientes. Esto se dedu-ce por la abundancia de rasgos circunstanciales. En la Edad Me-dia no se inventaban rasgos circunstanciales. Ahora están al al-cance de cualquier novelista, de cualquier periodista. Entonces la gente pensaba de otro modo: pensaba de un modo platónico, alegórico. Y la abundancia de rasgos circunstanciales que hay en la "Balada de Maldon" es una prueba segura de su carácter au-téntico, o sea que nadie hubiera pensado en inventarlos. En la balada se conservan algunos rasgos de la antigua poesía épica sa-jona. Por ejemplo, los personajes hablan demasiado, pronuncian pequeños discursos que son algo inverosímil en medio de una batalla.
Se conservan también algunas fórmulas de la antigua epope-ya. Fórmulas que ya encontramos en "Finnsburh" y en el Beo -wulf. Pero en general el idioma es el idioma oral y coloquial y, lo que es más importante, sentimos que todo lo que se dice en la balada es cierto. Las cosas no pudieron haber ocurrido de otro modo. Salvo que imaginemos un novelista genial y anónimo en esa época. Pero en general se supone, y toda la historia de la ba-lada lo siente, que las cosas tienen que haber ocurrido así, o por lo menos que así se contaron después en el pueblo. Hay una crestomatía francesa publicada por Aubier que tiene un plano de la batalla. Y en ese plano podemos seguir las diversas alternati-vas de la batalla, o mejor dicho del combate. El nombre "bata-lla" le queda demasiado grande a Maldon.
Se trata desgraciadamente de un fragmento. No sabemos có-mo empieza el poeta y no sabemos cómo concluye. Pero lo más posible es que empezara diciendo "Voy a referir lo que ocurrió en Maldon", o quizá "Yo estuve ahí" o algo parecido. El frag-mento empieza con las palabras "brocen wurde" , "fue roto". Y nunca sabremos lo que fue roto. No sabemos si se trata de un cerco o si se trata de los hombres que quedaban allí. Luego em-pieza la narración, pero no sabemos cuál es el sujeto. Imagina-mos que es el alcalde, porque les dijo que rompieran filas, que se apearan, que mandaran a latigazos a los caballos a la querencia y que avanzaran. Eso se refiere, naturalmente, al grupo de milicia-nos, que serían campesinos, pescadores, leñadores, y entre ellos estaban las escoltas del alcalde. Entonces el alcalde les dice que se formen en fila. Más allá se verían las altas naves de los vikings, esas naves con un dragón en la proa y con velas rayadas, y los vi-kings noruegos habrían desembarcado ya. Y luego entra en esce-na —porque este poema es muy lindo— un muchacho, del cual se nos dice que era "Offan mæg", "pariente de Offa". Ahora, co-mo Offa fue uno de los reyes de los pequeños reinos de Inglate-rra, suponemos que eso puede no referirse a Offa, sino que se quisiera decir que era un hombre de tal o cual reino. Del reino de Mercia, creo que era. Y este muchacho es, según vemos, un joven aristócrata que está pasando por allí y que no piensa en la guerra porque tiene un halcón en el puño: es decir, estaba entre-gado a lo que se llama caza de altanería. Pero cuando el earl da esas órdenes, el joven comprende que el señor no va a tolerar co-bardías y entra en la batalla. Y algo hay que ocurre, algo que es real y que tiene un valor simbólico, algo que un director cinema-tográfico aprovecharía ahora. El muchacho siente que las cosas van en serio, y entonces deja que el querido halcón —este epíte-to "querido" es muy raro en esta poesía de hierro de los sajo-nes—, que el querido halcón vuele al bosque, y entra en la bata-lla. El texto dice: "Dejó que el querido halcón volara de su ma-no al bosque, y entró en la batalla":
he let him þa of handon   leofne fleogan                                                                                             hafoc wið pæs holtes   and to pære hilde stop
Y el poeta agrega que quien lo hubiera visto obrar de este modo hubiera comprendido enseguida que no iba a flaquear en el momento de empuñar las armas. Efectivamente, al muchacho lo matan después. Y aquí podemos ver varios símbolos, involun-tarios desde luego. Podemos pensar que el halcón puede ser un símbolo de la vida del muchacho. Y podemos pensar también que el hecho de soltar al halcón de la cacería y entrar en la bata-lla significa el tránsito de un tipo de vida a otro. El muchacho deja de ser un joven cortesano y pasa a ser un guerrero que está dispuesto a morir, no por su patria, porque el concepto de patria hubiera sido anacrónico entonces, sino por su señor, el alcalde, que a su vez combatía, no por Inglaterra, sino por su señor, el rey.
Luego aparece otro guerrero que pertenecía a la escolta del señor, y que dice que muchas veces él había dicho que le gusta-ría pelear ante su señor, y que en ese momento él podía hacer bueno su jactarse. La palabra "jactancia", según he dicho, no era una palabra censurable entonces. Se entendía que un hombre va-liente podía y acaso debía jactarse de su valor.
Tenemos ahora a las dos huestes. En una orilla están los vi-kings noruegos, en la otra orilla está la milicia de los sajones. Y el señor les enseña a los sajones, que evidentemente son campe-sinos, cómo deben comportarse. Les dice que tienen que pensar en sus manos y en el coraje, y luego les enseña cómo deben ha-cer para empuñar los escudos y la lanza. Los otros han soltado sus caballos. Se combatía a pie, pero el señor cabalga de una pun-ta de la fila hasta la otra exhortando a sus hombres, diciéndoles que no teman nada. Y ellos, mientras tanto, ven cómo van de-sembarcando los vikings. Podemos imaginar a los vikings con sus yelmos ornamentados de cuernos, ver que llega toda esta gente. Y el señor va caminando de arriba a abajo exhortándolos.
Entonces aparece otro personaje, y este personaje es el wi-cinga ar, el mensajero de los vikings. El mensajero grita desde la otra orilla, porque están separados por el río Blackwater, que se llama "Pante" en el poema. Y el mensajero dice: "Me envían a ti audaces navegantes, y dicen que están listos a hacer una tregua contigo, que pareces el más poderoso aquí, si les entregas anillos de oro, o brazaletes de oro..." —suponemos que no circulaba moneda en ese entonces— "...según lo que ellos estimen, y ha-ces desbandar a tu gente, ellos están listos a volver a sus naves. Te ofrecemos paz contra el tributo, y es mejor que nos entregues ese oro y no que nos destruyamos mutuamente".
Entonces el alcalde levanta el escudo, levanta la lanza. Esto ha sido interpretado de dos modos: según algunos comentado-res, esto significaba que él iba a hablar y que todos tenían que guardar silencio para oír sus palabras, pero es posible también que él quisiera mostrar ante todos que no le tenía miedo al no-ruego. Por eso levanta el escudo y blande la lanza y le contesta con ira, le dice: "Oye, marinero, lo que dice esta gente" —o es-ta tropa, porque la palabra "folc" tiene los dos sentidos—. Allí, la gente estaría diciendo: "¡Cómo vamos a rendirnos así!, ¡Para qué nos han traído!", etc. Y agrega: "Te pagaremos un tributo, pero no lo haremos con oro, sino con viejas lanzas y con espa-das. Lleva esta noticia odiosa a tu jefe. Dile que aquí hay un va-sallo de Aethelred, que está listo a defender la tierra de Aethel-red y que se prepara para el combate" Entonces, el wicinga ar, el mensajero de los vikings, se va a darle las noticias al rey no-ruego y la batalla empieza.
Pero la batalla empieza de un modo insatisfactorio, porque están separados por el río y tienen que combatir a flechazos. Y cae algún sajón, y cae algún noruego también. Ahora, hay un lu-gar donde hay un puente o un vado, el texto es oscuro aquí, y mandan tres o cuatro sajones para defender ese vado y nos dan los nombres de ellos. Uno de ellos se llama "el largo" —sería muy alto—. Y entonces los noruegos proponen, gritando desde la otra orilla, otra cosa. Proponen que los dejen atravesar por el vado sin hostilizarlos, porque del lado donde están los sajones hay una pradera, detrás de la pradera hay un bosque, y esa pra-dera es una cancha para el combate. Porque los combates se veían entonces como torneos.
Y aquí el jefe accede, y el poeta emplea la palabra ofermod, que corresponde a la palabra Ubermut en alemán, y que corresponde a "temeridad". Esa palabra se repite dos veces en el poe-ma, y el poeta nos hace sentir que el sajón, al acceder, ha come-tido un acto de temeridad que debe ser castigado. En la Chanson de Roland tenemos exactamente lo mismo, ya la aludí antes. Ro-lando hubiera podido hacer sonar su cuerno, su oliphant.  La pa-labra "olifante" tiene el mismo origen que "elefante", porque el cuerno estaba hecho de marfil del colmillo del elefante. Pero no lo hace, no quiere llamar en su auxilio a Carlomagno y por eso es finalmente vencido por los sarracenos.
Y aquí el alcalde —sabemos por otros textos que el alcalde era un hombre alto, un hombre erudito, esto es que sabía latín, y que estaba versado en las Escrituras, y se conservan algunas cartas de él a un letrado de la época— comete la debilidad de permitir que los vikings atraviesen el río, y entonces en ese poe-ma hay un momento de serenidad, porque el poeta dice "el agua no les importaba a los noruegos" "for wætere ne murnon", y los noruegos atraviesan el río, en alto los escudos, para no mojarlos. Y el poeta dice "lidmen to lande, linde bæron", "los hombres de las naves a la tierra, en alto los escudos". Y los sajones los dejan desembarcar y empieza la batalla.
Toda ella les es en principio favorable a los sajones. Da nom-bres de los combatientes y ahí hay un rasgo que ya pone fuera de toda duda el hecho de que la descripción es auténtica. Y es el hecho de que entre los sajones hay cobardes que huyen. Ahora el jefe sajón, el alcalde, se ha apeado del caballo para combatir junto con sus hombres. Y estos cobardes —uno se llamaba Go-dric, nombre que ya hemos encontrado en el "Fragmento heroi-co de Finnsburh"—,  montan en el caballo del jefe y huyen. Y entonces algunos de los sajones que están más lejos piensan que el jefe ha huido. Si el jefe ha huido, ellos no tienen ninguna obli-gación de seguir combatiendo, porque la lealtad era hacia el jefe y no a la patria. Y entonces huyen también. Y aquí ya empieza la previsible derrota de los milicianos sajones a manos de los vi-kings.
Se describen actos aislados de valor. Se habla de un soldado que hizo que su lanza "atravesara el pescuezo del soberbio vi-king". Y luego se detallan también los hechos de armas del jefe sajón. El jefe está herido, herido de muerte. Quieren robarle las armas. Este episodio está también en la Chanson de Roland, es un rasgo épico que puede haber sido cierto también. Y él, antes de morir —él es un cristiano combatiendo con paganos, comba-tiendo contra adoradores de Odín y Thor—, le da gracias a Dios por todas las felicidades que ha conocido en la Tierra, y entre esas felicidades, esa última felicidad: el combate con los paganos. Y entonces le pide a Dios que deje que su alma llegue hasta él y que no se interpongan en su camino los demonios.
El jefe muere valerosamente y entonces hay una conversa-ción entre los otros que quedan. Y aparece un viejo soldado, y ese viejo soldado dice palabras en las que parece estar cifrada to-da la actitud que tenían frente a la vida los germanos. Y dice: "Cuantos más años sobrellevamos, cuando menor es nuestra fuerza, tanto mayor debe ser nuestro coraje. Yo quiero quedar-me aquí, al lado de mi señor". Es decir, él elige deliberadamente la muerte.
Y hay un rehén también, un rehén de la dura estirpe de Northumbria, porque el combate se libra al sur de Inglaterra. Y este rehén, de una de las pequeñas guerras civiles, combate jun-to a los que eran antes sus enemigos, pero que son sajones o an-glos como él, contra los noruegos.
Y hay un muchacho que dice del señor: "Yo me quedaré aquí a morir; ellos ya no esperan la victoria". Y habla del señor y di-ce: "he wæs ægðer min mæg and min hlaford", "era mi pariente y mi señor". Y ésos mueren también. Y entre los que mueren es-tá el muchacho que voluntariamente dejó volar el halcón y entró en la batalla. Antes de eso hay una descripción del combate y se habla también de las águilas, de los cuervos, de los lobos, anima-les que no pueden faltar en ninguna manifestación épica germá-nica. Y luego hay un Godric que muere valientemente y el poe-ma queda interrumpido con estas palabras: "Éste no era el Go-dric que huyó..."
Ahora, todo este poema está escrito en un inglés muy direc-to, apenas si encontramos una que otra kenning, una que otra fórmula épica. Pero es el espíritu de la épica antigua, y tiene una ventaja que me parece a mí inestimable sobre el Beowulf. Y es que cuando leemos el Beowulf sentimos que estamos frente a la obra de un literato que se ha propuesto escribir una Eneida ger-mánica, que está refiriéndose a hechos legendarios que ni siquie-ra imagina muy bien. En cambio, aquí sentimos la verdad.
Se ha publicado hace poco en Suecia una novela, no recuer-do el nombre del autor, cuya versión inglesa es The Long Ships, "Las naves largas".  El tema son las aventuras de un viking y en el primer capítulo se describe el combate de Maldon. Ahora, hay algunos críticos que dicen que el poema quedó inconcluso, por-que llegaron noticias de que todo el sacrificio de esos milicianos había sido inútil, que el rey de Inglaterra había pagado con oro el tributo que el alcalde quiso pagar con viejas lanzas y con es-padas envenenadas. Pero lo más probable es que se haya perdi-do el resto del poema. Este poema ha sido traducido por Gor-don en aquel libro que señalé la última vez de Everyman's Li-brary, Anglo-Saxon Poetry  y es el último poema épico sajón. Después el poema se pierde y la tradición épica se pierde tam-bién. Pero como el poema que vimos anteriormente, la "Oda de Brunanburh", ya no procede de la tradición continental. Ya no se habla de las antiguas tierras de los ingleses, ya no se habla de los Países Bajos, de la desembocadura del Rhin ni de Dinamar-ca, sino que los personajes son sajones de Inglaterra: anglosajo-nes. Porque parece que ése es el verdadero significado de la pa-labra: no quiere decir "anglos y sajones" sino "sajones de Ingla-terra", para diferenciarlos de los que Beda el historiador llama antiqui saxones, o sea los sajones que no participaron en la con-quista de las Islas Británicas.
Nosotros hasta ahora hemos seguido la poesía épica desde fi-nes del siglo VII hasta fines del siglo X. Pero hay dos corrientes que a veces se entremezclan: la poesía épica, que corresponde a la tradición pagana, y la poesía cristiana, que es la que estudiare-mos ahora. Es decir, empezamos ahora la segunda bolilla.
Esta poesía cristiana no empezó siéndolo del todo, porque al principio los reyes se convertían a la fe cristiana, obligaban a sus vasallos y súbditos a hacerlo también, pero eso no significaba una conversión moral. Es decir, seguían siendo fieles a los anti-guos ideales germánicos, que eran el coraje y la lealtad, no cier-tamente la humildad y el amor al enemigo. Eso era inconcebible entonces. Y acaso siga siéndolo por mucho tiempo.
En la Historia Ecclesiastica Gentis Anglorum, "de las gentes de Inglaterra", de Beda, se habla del primer poeta cristiano de Inglaterra, del cual se han conservado apenas unas líneas.  Se lla-maba Caedmon y la historia de ese primer poeta cristiano es bas-tante curiosa y la recordaremos más adelante cuando hablemos de Coleridge y de Stevenson. La historia es ésta: Caedmon era un hombre entrado en años, era pastor de hacienda de un mo-nasterio, era un hombre viejo y tímido. Y era costumbre enton-ces que después de las comidas el arpa fuera pasando de mano en mano, cada uno de los comensales tenía que tocar el arpa y can-tar. Y Caedmon se sabía igualmente incapaz de la música y el canto. Una noche, una noche entre tantas noches, Caedmon, que estaba cenando con sus compañeros en la sala del monasterio, vio el arpa, el arpa temida que iba acercándose a él. Y entonces, para no decir lo que había dicho tantas veces, lo que todos sa-brían que él diría, se levantó con un pretexto cualquiera y se fue. Sería el invierno, porque él se fue al establo y se tendió a dormir junto a los animales del establo, que no serían muchos, desde luego. Inglaterra era —estamos en el siglo VII— un país pobre, de ciénagas, de inviernos aún más crudos que los de ahora, y el pobre Caedmon se quedó dormido y en sueños vio un persona-je, sin duda un ángel, y ese personaje —los psicólogos pueden explicar esto fácilmente, y los que no somos psicólogos, tam-bién— le dio un arpa y le dijo: "Canta". El pobre Caedmon di-jo en sueños, como tantas veces en la vigilia: "No sé cantar", y el otro dijo: "Canta el origen de las cosas creadas". Y entonces Caedmon, asombrado, compuso un poema. Luego se despertó y recordó el poema que había compuesto. El poema se ha conser-vado y no es demasiado bueno. Se trata de los primeros versícu-los del Génesis, que él habría oído, más o menos amplificados y con palabras alteradas. Pero estaban todos tan horrorizados por eso como para que él hablara con las autoridades del monaste-rio. La abadesa oyó los versos, le pareció que estaban muy bien, pero quiso hacer una prueba con él, y ordenó a uno de los sacer-dotes que leyera los versos siguientes del Génesis, y le dijo que los versificara. Al día siguiente Caedmon, que era analfabeto, trajo el pasaje versificado, que fue transcripto, y Caedmon si-guió así versificando el Pentateuco hasta el día de su muerte. Di-ce Beda que en Inglaterra muchos han cantado bien, pero que nadie cantó tan bien como él, porque los otros tuvieron a hom-bres como maestros y él tuvo como maestro a Dios o a su ángel. Y Caedmon profetizó la hora de su muerte, y estaba tan seguro de su destino póstumo que esperó la hora de su muerte no re-zando, sino durmiendo. Y pasó así del sueño al otro sueño, la muerte, y según se ha dicho debemos pensar que se encontró con su ángel en el otro mundo. Y así muere Caedmon, dejando unos versos mediocres —los he leído— y una hermosa leyen-da.  Y hasta veremos después, cuando leamos la obra de Cole-ridge y de Stevenson, una tradición literaria que parece ligada a Inglaterra: la tradición de versificar en sueños.
Después de Caedmon ya vienen otros poetas religiosos. El más famoso es Cynewulf, lo cual significa "lobo audaz". Lo más curioso de Cynewulf, cuyos poemas son paráfrasis de la Biblia, es el hábito que tuvo de firmar sus poemas. Hay poetas que han hecho esto, desde luego, de un modo más eficaz que Cynewulf. Quizás el más famoso es un poeta americano, Walt Whitman, que habla de sí mismo en sus versos y dice: "Walt Whitman, un cosmos, hijo de Manhattan, turbulento, sensual, paternal, co-miendo, bebiendo, sembrando".  Y tiene un poema que dice: "¿Qué ves, Walt Whitman?", y responde: "Veo una redonda ma-ravilla que gira por el espacio". Y luego: "¿Qué oyes, Walt Whit-man?" y al final desea buena voluntad a todos los países del mundo, "From me and America sent", "enviadas por mí y por América".  Ronsard  también lo ha hecho en un soneto. Y Lu-gones lo ha hecho un poco en broma. Alguien pregunta en Lu-nario sentimental: "El poeta ha tomado sus lecciones/ ¿Quién es?/ Leopoldo Lugones, Doctor en Lunología".  Pero Cyne-wulf eligió otra manera. Entre los persas es común esta práctica, pero parece que los persas lo hacían para que otros no se atribu-yeran sus poemas. Por ejemplo, el gran poeta persa Hafiz  se menciona [a sí mismo] muchas veces, siempre elogiosamente, en sus poemas. Dice, por ejemplo: "Hafiz", y alguien responde "Los ángeles en el cielo están aprendiendo de memoria sus últi-mos poemas". Ahora, Cynewulf —pensemos que la novela poli-cial es un género típico de la lengua inglesa, aunque fue inventa-do en los Estados Unidos por Edgar Allan Poe—, Cynewulf precede la criptografía y toma las letras de su nombre. Y enton-ces tiene un poema sobre el Juicio Final,  y ahí dice: "C e Y se arrodillan, rezando; N eleva sus plegarias; E tiene confianza en Dios; W y U saben que irán al Cielo; L y F tiemblan". Y eso es-tá escrito en letras rúnicas.
Las letras rúnicas eran el antiguo alfabeto de todas las gentes germánicas.  Estas letras no estaban hechas para la escritura cur-siva. Estaban hechas para ser grabadas en piedra o en metal. En el Támesis se ha encontrado un cuchillo con el alfabeto rúnico. Esas letras tenían un valor mágico, estaban vinculadas a la anti-gua religión. Y así Cynewulf escribe sus poemas en escritura la-tina, aprendida de los romanos, pero cuando llega a las letras sig-nificativas emplea letras rúnicas, que los sajones usaron como las usaron también los escandinavos, pero siempre como escritura epigráfica. Son letras —no sé si ustedes las han visto— esquina-das, angulares, porque estaban hechas para ser grabadas con un cuchillo sobre la piedra o el metal, a diferencia de la escritura cursiva, que tiende, para mayor facilidad de la mano, a formas redondas. Y hay en Inglaterra monumentos —en uno de ellos están grabados los versos iniciales del "Sueño de la Cruz", que veremos después—, y están grabados con letras rúnicas. Hubo un sabio sueco que dijo que los griegos habían imitado su escri-tura de las letras rúnicas, de los germanos. Esto es totalmente in-verosímil. Lo más probable es que llegaran al norte monedas fe-nicias y romanas, y que allí la gente del norte aprendiera la escri-tura rúnica. En cuanto al origen del nombre, es extraño. La pa-labra "run" en sajón quiere decir "cuchicheo", "lo que se dice en voz baja". Y por ello quiere decir "misterio", porque lo que se dice en voz baja es lo que no se quiere que oigan los otros. De modo que "runas" quiere decir "misterios". Misterios son letras. Pero esto puede corresponder también al asombro de gente pri-mitiva ante el hecho de que las palabras, en esos signos primiti-vos, pudieran ser comunicadas por medio de símbolos escritos. Sin duda para ellos era un hecho muy extraño que una lámina de madera encerrara signos, y que esos signos fueran transformados en sonidos, en palabras. También, otra explicación sería que só-lo la gente erudita sabía leer, y entonces les llamaban "misterios" a las letras, porque el pueblo no las conocía. Éstas son diversas explicaciones de la palabra "runa". Y ya que he usado la palabra "rúnico", quería recordarles que en el Cementerio Británico  ustedes pueden ver cruces que se llaman por algún error "rúni-cas". Son cruces de forma circular, generalmente de piedra roji-za o gris. Y la cruz está inscripta dentro del círculo. Son de ori-gen celta. A los celtas y a la gente germánica en general no les gustaban los espacios abiertos. Les gustaba que en un cuadro, por ejemplo, no quedara ningún espacio libre —acaso pensaran que eso era prueba de la haraganería del pintor—. No sé qué me han dicho de un cuadro expuesto últimamente que consta de una superficie blanca. Y es todo. Lo cual se parece a un concierto que se ha ejecutado en París hace poco, que ha durado tres cuartos de hora y que ha consistido en el silencio absoluto de los instru-mentos. Con lo cual se evitan errores y se prescinde de todo co-nocimiento de la música también. Hubo un compositor francés en el siglo pasado que dijo que "pour vendré le silence en musi-que...", "para expresar el silencio en música, yo necesitaría tres bandas militares". Lo cual me parece más inteligente, desde lue-go, que expresar el silencio por medio del silencio. Pues bien, es-tas cruces rúnicas son círculos. Adentro está la cruz, pero la cruz tiene astas que van creciendo hasta unirse. Siempre queda un pe-queño espacio entre los cuatro brazos de la cruz, y éste está en-tretejido con un dibujo de líneas que se cruzan, algo así como un tablero de ajedrez. Y podemos pensar que este estilo correspon-de un poco al estilo poético de que todo esté trabado, de que to-do sea por medio de metáforas. Es decir, les gustaba mucho lo intrincado y lo barroco, aunque era gente sencilla. La poesía cristiana anglosajona es, para mí, lo menos valioso de esa poesía. Salvo las elegías anglosajonas. Ahora, esos poemas no son espe-cíficamente cristianos, sino que son poemas que, aunque redac-tados en el siglo IX, ya tienen un carácter romántico. Tienen an-te todo ese rasgo singularísimo: son poemas personales. En la Edad Media eso no existía en ninguna región de Europa. Porque el poeta cantaba al rey, a una batalla, cantaba lo que su gente po-día sentir. Pero las llamadas elegías anglosajonas —ya veremos que la palabra "elegías" no es del todo propia— son poemas per-sonales, poemas que empiezan siendo, algunos de ellos, persona-les desde el primer verso. Se las ha llamado "elegías", pero "ele-gía" en realidad vendría a ser "poema que se escribe para lamen-tar la muerte de alguien". En cambio, este poema llamado "ele-gía" no lo es porque lamenta la muerte de alguien, sino por su tono, melancólico. No sé quién les ha dado este nombre, pero ahora se las conoce así, y constituyen la aportación, la primera aportación personal de los sajones a la poesía germánica. Porque fuera de la "Balada de Maldon" que hemos visto, y que abunda en rasgos circunstanciales que se anticipan a las sagas escandina-vas, muy posteriores, todo lo demás que hemos visto se compu-so en Inglaterra, pero pudo teóricamente haberse compuesto en otra parte. Nos cabe suponer, por ejemplo, un poeta de Alema-nia o de los Países Bajos, de los países escandinavos, que tomara la leyenda escandinava de Beowulf y la versificara, o un poeta danés que contara la historia de los guerreros daneses en el cas-tillo de Finn, o un poeta de cualquier otra tribu que cantara una victoria de su pueblo como lo hizo el autor del fragmento de Brunanburh. En cambio, las elegías son individuales, y una de ellas, la que se ha llamado "The Seafarer", "El navegante",  em-pieza con versos que profetizan el "Canto de mí mismo" , "The Song of Myself" de Walt Whitman. Y empieza así: "Puedo can-tar una canción verdadera sobre mí mismo, puedo cantar mis viajes", "Mæg ic be me sylfum soðgied wrecan, siþas secgan". Y esto es algo del todo revolucionario en la Edad Media. Este poe-ma ha sido traducido por el famoso poeta contemporáneo Ezra Pound.  Cuando yo leí hace años la versión de Ezra Pound, me pareció absurda. Porque yo no podía adivinar, al leerla, que el poeta tenía una teoría personal de la traducción. El poeta creía —como Verlaine, digamos, como tantos otros y quizá con ra-zón— que lo más importante en el poema no es el sentido que tengan las palabras, sino el sonido. Lo cual desde luego es cierto. No sé si he recordado ya aquel ejemplo de "La princesa está pá-lida / en su silla de oro" Ese verso es hermoso, pero si lo tradu-cimos al español, digamos —es decir, si usamos las mismas pala-bras pero colocándolas en otro orden, en un orden diferente—, veremos que toda la poesía desaparece. Si decimos, por ejemplo, "En su silla de oro está pálida la princesa", no queda del verso absolutamente nada. Y eso con tantos versos, quizá con todos los versos, exceptuando, por supuesto, a la poesía de carácter narrativo.
Ahora, Ezra Pound tradujo así los versos: "May I for myself song's truth reckon, / Journey's jargon".  Esto es apenas com-prensible, pero se parece como sonido al texto sajón. "May I for myself —o about myself— song's truth reckon" se parece a "Mseg ic be me sylfum soógied wrecan", y luego "journey's jar-gon" repite la aliteración de "si^as secgan". "Secgan" es natural-mente la misma palabra que "say". Pero vamos a entrar en el análisis de este poema y de otro que se titula "La ruina", un poe-ma inspirado por la ruinas de la ciudad de Bath, eso en la próxi-ma clase. Hablaré también del más extraño de los poemas sajo-nes, el más raro de todo este período, que lleva por título la fra-se "The Dream of the Rood", "El sueño de la cruz". Y después de haber hablado de estos poemas, luego de haber visto y anali-zado los elementos divergentes que encierra el último de los nombrados, es decir, de haber observado lo cristiano y el ele-mento pagano en la composición del poema —porque en el últi-mo poema, "The Dream of the Rood", aunque el poeta es un cristiano devoto y quizás hasta un místico, perduran sin embar-go elementos de la antigua epopeya, de los germanos—, después de eso, diré algunas palabras sobre el fin de los sajones en Ingla-terra, y voy a referir la historia de la batalla de Hastings, que ver-dadera o no, es uno de los acontecimientos más dramáticos de la historia de Inglaterra y de la historia del mundo.

John Peter Berger.


John Peter Berger (Londres, 5 de noviembre de 1926) es un crítico de arte, pintor y escritor. Entre sus obras más conocidas están `G.`, ganadora del prestigioso Booker Prize en 1972 y el ensayo de introducción a la crítica de arte, `Modos de ver`, texto de referencia básica para la historia del arte.

John Berger es hijo de un converso al cristianismo y a quien el servicio como oficial de la infantería en el ejército británico durante la Segunda Guerra Mundial le quitó las ganas de ser sacerdote, pero no la fe. Berger dice que de su padre heredó el talento para la pintura y cierta moral de soldado que siempre ha intentado imitar. “Al contrario de lo que me ocurre con muchos políticos actuales, a quienes me resulta imposible respetar, respeto a los soldados, porque son conscientes de las consecuencias de lo que hacen”, declaró a EPS. En la misma entrevista añadía: “Si mi madre está tan cerca de mí es porque durante mi infancia, y ya adulto, siempre me dejó ser muy libre”.

A los 16 años se escapó del St. Edward’s School de Oxford decidido a estudiar arte “y ver mujeres desnudas.” Obtuvo una beca para estudiar en la Central School of Art de Londres, aunque pocos años después se enrolaría en el ejército británico, donde sirvió entre 1944-1946. Finalizada la guerra, retoma sus estudios en la Chelsea School of Art con otra beca, esta vez concedida por el ejército. Entre 1948 y 1955 impartió clases de dibujo en la misma escuela donde Henry Moore enseñaba escultura. Durante ese periodo traba vínculos con el partido comunista británico y no tardará en empezar a publicar artículos en el Tribune, donde escribiría bajo la estricta supervisión de George Orwell. En 1951 comenzó un periodo de colaboración con la revista `New Stateman`, colaboración que se prolongaría hasta diez años y en la que se revela como crítico de arte marxista y defensor del realismo. En 1960 se publica `Permanent Red`, volumen que recogerá una selección de los artículos publicados en `New Stateman`.

A los 30 años decidió dejar de pintar para dedicarse completamente a la escritura, no porque, según sus palabras, dudara de su talento como pintor, sino porque la urgencia de la situación política en la que vivía (plena guerra fría) parecía requerir de él que se pusiera a escribir. En 1958 publicó su primera novela, `Un pintor de nuestro tiempo`. En ella se relata la vida de un pintor húngaro exiliado en Londres. El evidente compromiso político de la novela y el realismo con el que se narraba —siempre en primera persona—, hizo pensar a muchos que se trataba de un diario íntimo y no de ficción. El libro estuvo a la venta durante un mes, al cabo del cual la editorial, SeckeryWorburg, retiró la novela de las librerías bajo presión del Congress for Cultural Freedom, una asociación de abogados anticomunistas.

Pero Berger siguió escribiendo, novela, ensayo, artículos en prensa, poesía, guiones de cine —junto a Alain Tanner— e incluso obras de teatro, y entre tanto decidió emigrar voluntariamente a un pueblo de los Alpes franceses. Se ha publicado muchas veces que lo que provocó aquel auto-exilio fue la vocación de ser un “escritor europeo”, aunque más tarde Berger ha confesado no haber conseguido sentirse en casa en el Londres de aquella época, una ciudad en la que no parecía encajar.

En 1972 la BBC emite una serie de televisión que fue acompañada por la publicación del texto `Modos de ver`, que marcó a toda una generación de críticos de arte, se ha convertido en libro de texto en las escuelas británicas y que tomaba prestadas muchas ideas de `La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica`, el artículo de Walter Benjamin de 1936. Y ese mismo año, Berger, gana inesperadamente el prestigioso Booker Prize por su novela `G.`, levantando especial revuelo su decisión de donar la mitad del monto del premio al Partido Pantera Negra británico.

A lo largo de los años ochenta va publicando escalonadamente la excepcional trilogía `De sus fatigas`, en la que estuvo trabajando durante 15 años y en la que aborda el cambio que estamos experimentando con el paso de la vida rural a la urbana. En `Puerca tierra` nos anuncia una investigación en un modo de vida que tardará menos de un siglo en desaparecer, la vida campesina. En `Una vez en Europa` relata los amores que origina una vida así y, finalmente, en `Lila y Flag` acompañamos a la siguiente generación a una existencia en la gran ciudad cosmopolita. Pero la investigación se extiende hacia la formal y al leer somos testigos de la búsqueda de una voz con la que relatar este excepcional acontecimiento de la humanidad.

En la elección de los temas sobre los que escribe, John Berger ha seguido evidenciando hasta hoy su compromiso con la escritura como medio de lucha política. Así se puede comprobar, por ejemplo, en `El tamaño de una bolsa`, que incluye una correspondencia con el subcomandante Marcos, en `Hacia la boda`, que gira en torno al sida, o en `King`, un relato de la vida de los sin techo, además de en su activa colaboración como articulista para la prensa de muchos países. Aunque con el paso de los años ha tomado cierta distancia respecto a antiguas posturas políticas, por ejemplo respecto de su apoyo al régimen soviético, hace poco terminaba uno de sus artículos, publicado en `La jornada` y titulado `Dónde hallar nuestro lugar`, diciendo: “Sí, entre muchas otras cosas, sigo siendo marxista”.

Berger quedó viudo en 2013 de Beverly Bancroft, editora de Penguin Books que era la primera lectora de sus textos. Se conocieron a principios de los años 1970, cuando preparaba `Modos de ver`. La pareja tuvo tres hijos: Jacob, director cinematográfico, Katya, escritora y crítica de cine e Yves, artista. Berger dedicó a su esposa el libro `Rondó para Beverly`, con dibujos de él mismo y de su hijo Yves.
***
LIBRO: MIRAR
La mirada incisiva de John Berger inaugura nuevos modos de ver donde la mirada hacia el arte y hacia la vida se confunden combinando un exhaustivo análisis que tiende a ser `objetivo`, entre materialista y purovisualista. El ojo de la cámara y el ojo del artista nos hablan del significado oculto en la mirada cotidiana con la que contemplamos paisajes, animales o personas queridas. En los lienzos de Millet, Courbet, Turner, Magritte y Bacon, Berger evoca experiencias que confunden el propio misterio que rodea al arte con nuestras propias vidas, paseando entre categorías literarias, del relato al ensayo, sin casi reparar en ello.

Fuente: n.n.

***

lunes, 7 de noviembre de 2016

BORGES PROFESOR. Curso de literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires.


Viernes 21 de octubre de 1966
Clase Nº 4

El "Fragmento de Finnsburh". La "Oda de Brunanburh".
La traducción de Tennyson. Los vikings.
Anécdotas de un viaje de Borges a York.

En la clase anterior, hablamos del "Fragmento heroico de Finns-burh". Este fragmento fue descubierto a principios del siglo XVIII y fue publicado por un anticuario, ahora dirían por un eru-dito. El manuscrito se perdió después. Este fragmento corres-ponde a parte de un romance cantado por un juglar en la sala de Hrothgar, en la epopeya de Beowulf.  Creo haber dado en la cla-se anterior un resumen general de la historia de la princesa Hil-deburh de Dinamarca, a la cual casa su hermano [Hrothgar] con un rey de los frisios, es decir de un reino de los Países Bajos, pa-ra evitar una guerra entre los daneses y los frisios. Al cabo de un tiempo —que debe haber sido considerable, porque cuando el poema empieza ella tiene un hijo grande ya—, su hermano la va a ver, a visitarla, va acompañado por sesenta guerreros. Le dan como habitación una especie de aposento alrededor de una sala central que tiene en un extremo una puerta y en el otro extremo, otra. Y luego el poema empieza, porque los guerreros que vigi-lan ven en la oscuridad de la noche un brillo, un resplandor. Y entonces suponemos, por lo que viene después, que hay varias conjeturas para explicar este brillo. Y entonces el rey dice: "No están ardiendo los aleros —dijo el rey, joven en la batalla— ni amanece, ni vuela hacia aquí un dragón" —esta explicación era posible en aquella época—, "ni están ardiendo los aleros de esta sala: están lanzando un ataque". Y se ve por los versos posterio-res que ese brillo que ellos han visto es el brillo de la luna, "bri-llante bajo las nubes", sobre los escudos y las lanzas de los fri-sios que vienen a atacarlos así, a traición.
El lenguaje es sumamente directo y querría que ustedes oye-ran los primeros [versos], para que vuelvan a oír la dureza del antiguo inglés, más apropiada a la poesía épica que el inglés ac-tual, en que ya no quedan vocales abiertas y los sonidos de las consonantes son menos duros.
"Hornas byrnað naefre?" "Horn" quiere decir "cuerno", pe-ro aquí quiere decir "alero"’; "byrnað naefre", "arden nunca" no están ardiendo; "hleobrode ða, heaðogeong cyning" , "el rey jo-ven en la batalla". "Ne ðis ne dagað eastan, ne her draca..." —draca es "dragón"— "...ne fleogeð, ne her ðisse healle hornas ne byrnað, ac her forð berað" y luego el rey tiene una especie de visión de lo que ocurrirá después, porque lo que dice no se re-fiere al presente. Dice: "Cantan los pájaros". Esos pájaros son las aves de rapiña que bajarán sobre los campos de batalla. Y luego dice: "resuena la madera de la batalla", guðwudu,  es decir "la lanza". "El escudo contesta a la espada", y luego habla de la lu-na que brilla sobre las armaduras de quienes los atacan. Y enton-ces él les dice a sus guerreros que se despierten, que se levanten, que piensen en el coraje. Entonces muchos caballeros con ador-nos de oro, es decir con hilos de oro sobre las capas, se levantan, se ciñen las espadas, las desnudan y avanzan hacia las dos puer-tas, para defender la sala de Finn.
El poema se titula "Finnsburh", "el castillo de Finn". La pa-labra burh o burg es una palabra que ustedes conocen y que sig-nifica "castillo" y que ha perdurado en los nombres de muchas ciudades: Edimburgo, "castillo de Edin"; Estrasburgo, Gotem-burgo —en el sur de Suecia— y la ciudad castellana de Burgos, que es un nombre visigótico. Luego tenemos que hablar de pa-labras como "burgués", habitante de la ciudad, "burguesía". En francés dio la palabra burgraves, "Los condes de la ciudad", el nombre de un drama de Hugo,  y otros.
El poema nos dice entonces los nombres de los guerreros que salen a defender el fuerte. Y en esa enumeración aparece uno a quien se destaca especialmente: se llama Hengest, y el poema dice "el propio Hengest". Se ha conjeturado que este Hengest es el mismo que luego fundará el primer reino germánico en Ingla-terra. Esto es verosímil, porque Hengest era juto. Obvio es re-cordar que Jutlandia se llama a la parte norte de Dinamarca. O sea que antes de ser el capitán que luego funda el primer reino germánico en Inglaterra, Hengest puede haber guerreado entre los daneses que venían del mismo país. Además, si este Hengest no fuera el mismo Hengest que inició la conquista de Inglaterra, no sé bien por qué razón lo destacarían. El poeta es anglosajón. La conquista de Inglaterra tuvo lugar a mediados del siglo V. El poema es, se supone, de fines del siglo VII. Puede ser anterior también, ya que su estilo es un estilo mucho más directo, que no tiene las inversiones latinas ni los complicados kennings, metá-foras del Beowulf. Entonces, a un auditorio inglés le interesaría saber que uno de los protagonistas fue uno de los fundadores de los reinos sajones de Inglaterra.
Luego el poeta vuelve su atención a quienes atacan traicione-ramente a los daneses. Y entre ellos está Garulf, hijo de la reina Hildeburh y sobrino de uno de sus defensores, a cuyas manos posiblemente muere. Una persona le dice que [él] es muy joven, que no debe arriesgar su vida en el ataque, ya que no faltará quien quiera tomarla, porque él es un príncipe, hijo de la reina. Pero él, un muchacho valiente, no se deja arredrar por este con-sejo, y pregunta el nombre de uno de los defensores de la puer-ta. Ahora, esto corresponde a una época aristocrática. Él, siendo príncipe, no iba a combatir con cualquiera: tenía que combatir con otro que fuera de su rango. Y entonces el defensor le contes-ta: "Sigfrido es mi nombre, soy de la estirpe de los Secgan" —se ha perdido la ubicación de esta tribu—, "soy un famoso aventu-rero, he estado en muchos duros conflictos, y ahora el destino resolverá qué recibirás de mí, o qué puedo esperar de ti", es de-cir, el destino decidirá a cuál de los dos le tocará la gloria de la victoria y a cuál la muerte.
El nombre "Sigeferð" significa "de ánimo victorioso", pero es evidentemente la forma sajona de "Sigfrido", famoso por los dramas musicales de Wagner, que mata al dragón, y su corres-pondencia escandinava sería "Sigurd" en la Völsungasaga.  Lue-go se entabla la batalla y entonces el poeta nos dice que los escu-dos, según había previsto Garulf, retumban bajo el golpe de las lanzas. Y caen muchos guerreros de los que atacan, y el primero de los que caen es Garulf, aquel joven frisio al que le habían di-cho que no se aventurara en la primera línea de los guerreros. El combate prosigue, algo inverosímilmente, durante cinco días, y caen muchos frisios, pero no cae ninguno de los defensores. El poeta se entusiasma aquí y dice: "No oí jamás que se comporta-ran mejor en la batalla de hombres sesenta varones victoriosos", o literalmente "sesenta varones de la victoria" Aquí la frase "ba-talla de hombres" parece una redundancia: toda batalla es bata-lla de hombres. Pero realmente da mayor fuerza a la frase. Y lue-go tenemos esta singular palabra compuesta: sigebeorna, varones de la victoria, hombres de la victoria, por "varones victoriosos". Y el poeta dice también que toda la sala de Finnsburh brillaba con el brillo de las espadas, "como si Finnsburh estuviera en lla-mas". Creo que hay una metáfora análoga en la Ilíada, que com-para una batalla con un incendio. La compara por el brillo de las armas y, además, por su carácter mortal.
Y quizá no huelga recordar que en la mitología escandinava, la Valhalla, el paraíso de Odín, está iluminado no por candela-bros, sino por espadas, que brillan con un brillo propio, sobre-natural. Luego el "protector del pueblo" —se le llama así al rey de los frisios— pregunta cómo va la batalla. Le dicen que ellos han perdido a muchos hombres y que hay uno de los frisios que se retira, dice que su escudo y su yelmo están deshechos, y en-tonces uno de los jóvenes... Y aquí cesa el fragmento, uno de los más antiguos de todas las literaturas germánicas, sin duda ante-rior al Beowulf. Y por otras fuentes sabemos el resto de la histo-ria.  Sabemos que se establece una tregua, pero que al cabo de un año se permite al rey de los daneses, hermano de la reina, volver a Dinamarca. Vuelve al cabo de un año, y regresa con una expe-dición, vence a los frisios, destruye el castillo de Finn, y vuelve con su hermana. De modo que tenemos un conflicto trágico: una princesa que ha perdido a su hijo, posiblemente a manos del tío de éste, su hermano. Es una lástima que no se haya conservado algo más de este poema, tan rico en posibilidades patéticas, pero debemos contentarnos con los sesenta y tantos versos que se han salvado.
Hasta aquí, las dos piezas épicas anglosajonas que hemos vis-to son de tema escandinavo. Pero luego tenemos otra, muy pos-terior, en que ya ocurren hechos en Inglaterra. Y ocurren cele-brando hechos de armas entre sajones y escandinavos. Porque alrededor del siglo VIII, Inglaterra, que ya era un país cristiano, empezó a sufrir las depredaciones de los vikings. Estos proce-dían principalmente de Dinamarca. Había noruegos también, pero los llamaban daneses a todos. Y no es imposible, más aún, es verosímil, que hubiera suecos. Yo querría detenerme aquí pa-ra hablar de los vikings.
Los vikings fueron quizá la gente más extraordinaria entre los germanos de la Edad Media. Fueron los mejores navegantes de su época. Tenían naves, llamadas "naves largas", con un dra-gón, una cabeza de dragón, en la proa. Tenían mástiles, velas; te-nían filas de remeros. De uno de los reyes noruegos, Olaf, se di-ce que era tan ágil que podía correr saltando de un remo a otro mientras navegaba la nave.  Las empresas marítimas y guerreras de los vikings fueron extraordinarias. Tenemos en primer térmi-no la conquista del norte y del centro de Inglaterra, donde se es-tablecieron en una región llamada Danelaw, "ley de los daneses", porque ahí regían las leyes danesas. Ahí se estableció el pueblo. Eran agricultores, eran guerreros además, y concluyeron mez-clándose con los sajones y perdiéndose entre ellos. Pero dejaron muchas palabras en el idioma inglés. En general, los idiomas to-man sustantivos y adjetivos de otros idiomas. Pero en el caso in-glés tienen todavía pronombres escandinavos. Por ejemplo, la palabra "they", "ellos", es una palabra danesa. Los sajones decían "hi", pero como "él" se decía "he", esas palabras se prestaban a confusión y concluyeron por adoptar el danés "they".  La pala-bra "dream" "sueño", también es danesa. Y en el dialecto de los campesinos de Yorkshire, que fue una de las principales funda-ciones danesas, perduran muchas palabras escandinavas. Cuando yo estuve en York,  tuve ocasión de hablar con el crítico de arte Sir Herbert Read,  y él me dijo que hace años había naufragado un barco danés o noruego, no recuerdo, en la costa de Yorkshi-re. Naturalmente la gente, los habitantes del pueblo, fueron a au-xiliar a los náufragos. Él conversó con el capitán, que hablaba in-glés, como todos los escandinavos cultos —allí el inglés se ense-ña en las escuelas primarias, en Dinamarca, en Suecia, en Norue-ga—, pero los marineros y la gente más primitiva no conocían el inglés, pero llegaron a entenderse con los pescadores y campesi-nos que fueron a auxiliar. Y esto es notable, si consideramos que habían pasado por lo menos diez u once siglos. Sin embargo, quedaban bastantes rastros de la lengua escandinava en el inglés como para que esa gente común pudiera entenderse. Me dijo que un campesino en Yorkshire no diría "I am going to York" , "Yo voy a York", sino "I'm going till York" y ese "till" es escandina-vo. Y podríamos multiplicar los ejemplos. Ya recordé uno, el del día "Thursday", "jueves", que en sajón era thunresdæg, y que ahora tiene el nombre escandinavo de Thor, en gracia de la bre-vedad. Pero volvamos a los vikings.
Los vikings eran aventureros individuales. Ésta es una de las causas por las cuales no hubo un imperio escandinavo. Los es-candinavos no tenían conciencia de raza. Cada uno debía lealtad a su tribu y a su jefe. Hubo un momento en la historia de Ingla-terra en que pudo haber habido un imperio escandinavo. Aquel momento en que Canuto, Knut, fue rey de Inglaterra, de Dina-marca y de Noruega. Pero él no tenía conciencia de raza. Eligió imparcialmente como gobernadores y como ministros a sajones o a daneses. La verdad que la idea de imperio era una idea roma-na, una idea del todo ajena a la mente germánica. Pero veamos ahora lo que hicieron los vikings. Fundaron reinos en Inglaterra; en Francia, el condado de Normandía, es decir, de hombres del norte. Saquearon a Londres y a París. Hubieran podido quedar-se en esas ciudades, pero prefirieron cobrar un tributo y retirar-se. Fundaron un reino danés en Irlanda. Se cree que la ciudad de Dublín fue fundada por ellos. Descubrieron América, descu-brieron Groenlandia y se establecieron en la costa oriental de América.  Eso de llamarlo "Groenlandia" es casi un artificio de rematadores, porque Groenlandia quiere decir "tierra verde" y es una tierra de témpanos. Pero le pusieron "tierra verde" para atraer a los colonos. Luego abandonaron América. Hubieran podido ser los conquistadores de América, pero lógicamente una tierra pobre, una tierra habitada por esquimales y por pieles ro-jas, una tierra sin metales preciosos —no llegaron a México—, no tenía por qué interesarles. Luego, hacia el sur, saquearon ciu-dades de Francia, de Portugal, de España, de Italia y llegaron hasta Constantinopla. El emperador de Bizancio, de Constanti-nopla, tenía una guardia de guerreros escandinavos.  Éstos ha-bían venido desde Suecia, habían atravesado toda Rusia. Se ha dicho que el primer reino en Rusia fue fundado por un escandi-navo llamado Rurik, que habría dado su nombre a todo el país. Se han encontrado tumbas de vikings a orillas del Mar Negro. Ellos conquistaron también esas pequeñas islas que hay al norte de las Islas Británicas, las Shetland, las Orcadas.  Los habitantes ahora hablan un dialecto en que hay muchas palabras escandina-vas. Y existe un tal Jarl, del que se habla, que es conde de Orca-das... "viajero a Jerusalén", así lo llamaban.  Y tenemos noticias también de otro viking que saqueó una ciudad en Italia y creyó erróneamente que era Roma, y entonces le prendió fuego para tener el honor de ser el primer escandinavo que incendiaba Ro-ma.  Después resultó que se trataba de un pequeño puerto sin importancia, pero él tuvo su momento de gloria, felicidad mili-tar. Y además saquearon ciudades en el norte de África. Hay en el idioma escandinavo la palabra "Serkland", "tierra de sarrace-nos", y esa palabra se refiere indistintamente —ya que los moros estaban establecidos ahí— a Portugal, a Marruecos, a Argelia. Todo eso era tierra de sarracenos. Y más abajo está lo que los historiadores escandinavos llamaban Bláland, "tierra azul", "tie-rra de hombres azules", es decir "negros", porque confundían un poco los colores. Fuera de una palabra, sölr, que significa "ama-rillento" y que se aplica a la tierra sin labrar y al mar, no hay co-lores. Se habla de la nieve hartas veces, pero no se dice nunca que la nieve es blanca. Se habla de la sangre, y no se dice nunca que es roja. Se habla de las praderas, y no se dice nunca que son ver-des. Además, no sabemos si esto correspondía a una especie de daltonismo, o si se trata simplemente de una convención poéti-ca. También los griegos homéricos hablaban del color vino. Es verdad que tampoco sabemos de qué color sería el vino entre los griegos, pero no hablan de colores. En cambio, en la poesía cel-ta contemporánea y algo anterior a la poesía germánica, los co-lores abundan enormemente: está llena de colores. Ahí, cada vez que se habla de una mujer, se habla de su cuerpo blanco, de su pelo de oro o color fuego, de sus labios rojos. Se habla también de las verdes praderas, se detallan los colores de las frutas, etc. Es decir, los celtas vivían en un mundo visual; los escandinavos no.
Y ahora, ya que estamos en el tema de la poesía épica, vamos a ver otras composiciones épicas muy posteriores, ya que corres-ponden al siglo IX. Y vamos a ver, en primer término, la "Oda de Brunanburh", compuesta a principios del siglo X. Figura en la Crónica anglosajona.  Hay varias versiones de ella, y aquellos de ustedes que sepan inglés pueden ver una traducción realmen-te espléndida que figura en las obras de Tennyson. O sea, es muy fácilmente accesible. Tennyson no conocía el anglosajón, pero un hijo suyo había estudiado esa forma primitiva del inglés y pu-blicó en una revista especializada una traducción en prosa de la obra. Esa traducción interesó a su padre, a quien le explicaría sin duda las reglas de la métrica anglosajona. Le dijo que estaba ba-sada en la aliteración y no en la rima, que el número de sílabas en cada verso era irregular, y entonces Tennyson, poeta muy adicto a Virgilio, intentó por una sola vez en su vida, y con un éxito indudable, ese experimento no ensayado hasta entonces en idioma alguno, que fue el hecho de escribir en inglés moderno un poema que correspondiera a una traducción casi literal de un poema anglosajón, y escrito en la métrica anglosajona.  Es ver-dad que Tennyson exagera un poco las leyes de esa métrica. Por ejemplo, hay más aliteraciones y una aliteración más justa en la versión de Tennyson que en el poema original. Pero la versión merece, desde luego, ser leída. Ustedes encontrarán en cualquier edición de los poemas de Tennyson la "Oda de Brunanburh".  Y antes de hablar de esta oda, habría que hablar de esta batalla, que según el poema fue una de las más sangrientas y largas que se libraron en Inglaterra durante toda la Edad Media, ya que em-pezó al amanecer y duró todo el día hasta el ocaso, lo cual es muy largo para una batalla de la Edad Media.  Pensemos en nuestra famosa batalla de Junín,  que duró tres cuartos de hora. No se disparó un solo tiro en ella,  y toda la batalla fue a fuer-za de sable y de lanza. Y veremos que un día para una batalla de la Edad Media representa una duración muy larga, análoga a la larga duración de las batallas en la guerra civil de los Estados Unidos, las más sangrientas de siglo XIX, y a las largas batallas de la Primera y Segunda Guerras Mundiales.
Las circunstancias de la batalla son curiosas. Tenemos una alianza, que hubiera parecido invencible al principio, entre Constantino, rey de Escocia —Escocia era un reino indepen-diente entonces— y su yerno Olaf —en el poema se llama An-laf—, rey danés de Dublín. Y luego combate contra los sajones de Wessex. Wessex significa "tierra de los sajones occidentales". Combaten también cinco reyes britanos, es decir, celtas. Tene-mos, pues, esta coalición de escoceses, escandinavos de Irlanda y reyes britanos contra el rey sajón Aethelstan, que quiere decir "piedra noble", y un hermano suyo. Hay un hecho que no ha si-do explicado. Según todas las crónicas, el rey danés de Dublín sale de Dublín para invadir Inglaterra. Lo natural que se espera es que hubiera atravesado el canal de Irlanda y hubiera desem-barcado en Inglaterra. En cambio, por razones que desconoce-mos —fue buscando una sorpresa, quizá—, dio con sus naves —que eran quinientas y que llevaban unos cien guerreros cada una— toda la vuelta al norte de Escocia y desembarcó en un lu-gar que no ha sido bien identificado, en el este de Inglaterra, no en el oeste como esperaríamos. Allí sus fuerzas se unieron a las escocesas de Constantino y con los últimos reyes britanos, que venían de Gales. Y formaron así un ejército formidable. Luego el rey Aethelstan y su hermano Eadmund avanzan desde el sur para encontrarse con ellos. Los dos ejércitos se encuentran, se enfrentan, y resuelven esperar hasta el día siguiente para iniciar la batalla —las batallas entonces tenían algo de torneo—. Al rey Anlaf se le ocurre una estratagema para conocer la disposición del campamento sajón. Se disfraza de juglar, toma el arpa —sin duda sabía tañer el arpa y cantar— y se presenta en la corte del rey sajón. Los dos idiomas, como he dicho, se parecían. Además, según he dicho ya, en aquel tiempo las guerras no se veían como la guerra entre un pueblo y otro, sino entre un rey y otro, de modo que la aparición de un juglar danés no tenía por qué alar-mar ni sorprender a nadie. Al juglar lo llevan hasta el rey Aethelstan, canta en danés, sin duda, el rey lo oye con placer y luego le da, posiblemente le arroja, unas monedas. Y el juglar, que ha observado la disposición del campamento sajón, se va. Y aquí ocurre algo que no está comentado en las crónicas, pero que no es difícil de adivinar. El rey Anlaf ha recibido monedas. Esas monedas le han sido dadas por el rey sajón, a quien él piensa ma-tar, o en todo caso derrotar, al día siguiente. Y él puede pensar muchas cosas. Puede pensar —y esto es lo más verosímil— que estas monedas le traerán mala suerte en la batalla que se librará al día siguiente. Pero ha de pensar también que no está bien que acepte dinero del hombre con el cual piensa combatir. Ahora, si él tira las monedas, las monedas pueden ser encontradas y pue-de descubrirse el ardid. Entonces él resuelve enterrarlas. Pero entre los hombres del rey sajón había uno que había combatido antes a los mandatos de Anlaf, y que sospecha la identidad del falso juglar, lo sigue, lo ve enterrar las monedas y sus sospechas quedan confirmadas. Y entonces él vuelve y le dice a su rey, el sajón: "Ese juglar que estuvo cantando aquí es realmente Anlaf,  rey de Dublín". Y el rey le dice: ¿Por qué no me lo dijiste antes?" Y el soldado, evidentemente una persona noble, le dice: "Rey, te he jurado lealtad. ¿Qué pensarías de mi lealtad si yo traicionara a un hombre a quien antes juré lealtad? Pero mi consejo es que cambies tu campamento". Entonces el rey reconoce al soldado, cambia toda la exposición de su campamento, y en el lugar que él ocupaba —esto es un poco pérfido por parte del rey sajón— deja a un obispo que había llegado con su gente. Antes del alba, los escoceses, los daneses, los britanos, intentan un ataque sor-presivo, matan debidamente al obispo y al día siguiente se libra la batalla, que dura todo el día y que es cantada en la "Oda de Brunanburh". Ahora, esta batalla fue cantada por el gran poeta islandés también, el viking y poeta Egil Skallagrímsson, que gue-rreó de parte de los sajones contra sus hermanos escandinavos. Y en la batalla murió combatiendo a su lado un hermano de Egil, que después celebró la victoria sajona en un poema famoso en la historia de la literatura escandinava.  Y ese poema, ese panegíri-co del rey, encierra una elegía a la muerte de su hermano. Es un extraño poema, un panegírico, un canto a la victoria que encie-rra una elegía, un canto de tristeza por la muerte de su hermano caído a su lado en la batalla.
Pero volvamos al poema. No sabemos quién lo ha escrito. Probablemente lo escribió un monje. Este hombre, aunque es-cribía a principios del siglo X, tenía la mente llena de toda la poe-sía épica sajona anterior. Encontraremos una frase del Beowulf incrustada en su poema. Habla, por ejemplo, de cinco reyes jó-venes puestos a dormir por la espada. Es uno de los pocos ras-gos de ternura que hay en el poema, el hablar de esos reyes jó-venes. Ahora, uno esperaría, en un poema compuesto en la Edad Media, algo así como un agradecimiento a Dios. Le agradecería a Dios el haber deparado la victoria a los sajones y no a los ene-migos. Pero el poeta no dice nada de esto: el poeta celebra la glo-ria que el rey y su hermano han alcanzado, "la larga gloria", "el largo Marte", dice literalmente el poema: "ealdorlangne tyr". La palabra "tyr", que equivaldría al dios clásico Marte, significa "gloria" también. "Ganaron con el filo de las espadas cerca de Brunanburh" —sweorda ecgum, "filo de las espadas", "by the edge of the sword". Y luego el poeta dice que combatieron du-rante todo el día, "Desde que el sol..." —mære tungol, "esa fa-mosa estrella" lo llama— "...se deslizó sobre los campos hasta que la gloriosa criatura se hundió en Occidente". Después des-cribe la batalla, y el poeta siente una evidente felicidad ante la de-rrota de los enemigos. Habla del astuto, traicionero escocés Constantino, que tuvo que volver a su tierra en el norte y que no tuvo ninguna causa para jactarse de su encuentro de lanzas, del crujido de los estandartes... Usa muchas metáforas para referir-se a la batalla. Y antes habla de Anlaf. Dice que Anlaf tuvo que huir a sus naves y buscar refugio en Dublín, acompañado de unos pocos, que apenas pudo salvar su vida. Y dice que ellos fue-ron persiguiendo todo el día a los enemigos que odiaban. Hay una mención de Dios en el poema, una sola mención de Dios, y es cuando llama al sol "brillante candela de Dios", "godes condel beorht". Es el único recuerdo de la divinidad. El poema, aunque evidentemente escrito por un cristiano —estamos a principios del siglo X —, es un poema que corresponde al antiguo espíritu heroico de los germanos. Después de haber descripto la batalla, se detiene con evidente júbilo en el cuervo, de pico "duro como el cuerno", que come, devora los cadáveres de los hombres. Y habla también de "esa bestia gris habitante del bosque", habla de los lobos, que comen a los cadáveres. Todo esto con una especie de júbilo. Pero cuando habla de los daneses que vuelven a Du-blín, dice que vuelven avergonzados, porque la derrota era con-siderada como un bochorno, sobre todo si iba acompañada de la huida. Anlaf y Constantino, según la ética germánica, hubieran debido hacerse matar en la batalla que habían perdido. Era bo-chornoso que se salvaran, que salieran con vida. Y después de es-to, el poeta nos habla del rey y del príncipe. Dice que ellos vol-vieron cabalgando a Wessex, "cada uno en su gloria".  Y después de este canto de exaltación, ocurre algo que también es singular en la Edad Media, porque debemos pensar que la gente en aque-lla época, como los indios pampas aquí, por ejemplo, no ten-drían mucha conciencia histórica. Y, sin embargo, este poeta, que era evidentemente un hombre culto puesto que conocía al dedillo todas las antiguas metáforas, todas las leyes de las versi-ficación germánica, dice que nunca se había librado en esta isla, en Inglaterra, una batalla mayor, desde que los sajones y los an-glos, "duros herreros de la guerra" —dice esto como si la guerra fuera un instrumento, un instrumento de hierro— llegaron a es-tas islas, movidos —y Tennyson traduce "by the hunger of glory"— "por el hambre de la gloria". Y nos dice que "sobre el ancho mar buscaron a los britanos y se apoderaron de la tierra".
Es decir que este poeta del siglo X, a principios de éste, re-cuerda la conquista germánica de Inglaterra, que ocurrió en el si-glo V, y une la memoria de esta victoria presente, que tiene que haber sido emocionante para los sajones —ya que era común que los escandinavos los derrotaran, era raro que fueran ellos los vencedores—, y la vincula a las glorias muchas veces seculares de los primeros germanos que llegaron a Inglaterra.
En la próxima clase veremos otra pieza épica anglosajona, una pieza que conmemora una victoria, no una derrota, de los noruegos sobre los anglosajones, y luego hablaremos de la poe-sía propiamente cristiana, es decir, la poesía basada en la Biblia y en el sentimiento cristiano.

Archivo del blog

FILOSOFÍA Y LITERATURA

  FILOSOFÍA Y LITERATURA. Ejemplos de Novelas Filosóficas: "El Extranjero" de Albert Camus Resumen: La historia de Meursault, un h...

Páginas