domingo, 8 de septiembre de 2013

JORGE RUIZ DUEÑAS. PREMIO XAVIER VILLAURRUTIA 1997.



Jorge Ruíz Dueñas nació en Guadalajara en 1946, pero arraigado desde su infancia a Baja California, es poeta y narrador. Hizo estudios de posgrado en la Universidad de Oxford, Inglaterra. Ha sido secretario técnico del CONACULTA; director de Tierra Adentro (nueva época), del IMER y de Talleres Gráficos; gerente general del FCE y director general del Archivo General de la Nación. Es Autor y coautor de quince obras de carácter académico y del libreto Tierra final (cantata para soprano y orquesta de Daniel Catán). Mereció distintos reconocimientos como el Premio Nacional de Poesía Manuel Torre Iglesias 1980 por Tierra final, Premio Nacional de Periodismo en divulgación cultural 1992, otorgado por el Gobierno de la República. Premio Xavier Villaurrutia 1997 por Habitaré tu nombre y Saravá. Ha publicado el volumen de cuento Las noches de Salé, los libros de ensayo Tiempo de ballenas, Cultura, ¿para qué? Un examen comparado, la novela El reino de las islas y los poemarios: Espigas abiertas, Tierra final, El pescador del sueño, Tornaviaje, Antología pessoal, El desierto jubiloso, Guerrero negro, Habitaré tu nombre, Saravá, Carta de rumbos 1968-1998, Celebración de la memoria, Cantos de Sarafán.

Fuente: http://circulodepoesia.com/nueva/2010/01/foja-de-poesia-no-138-jorge-ruiz-duenas/


Poema Habitaré Tu Nombre de Jorge Ruiz Dueñas



Cuando la ruina y el silencio lleguen
como la sombra maléfica
y la respiración se prolongue en el viento
cuando el desastre corporal
sea dueño de lo incierto
y aun de la última hoja
caída como ángel en desgracia:
habitaré tu nombre
refugio final
convicto ya por mi entusiasmo
bajo el signo del perdón
y la gratitud festiva de tus ojos
atrio de la lluvia incinerada
Entonces el sentimiento dormirá
como mendigo
y desde tu nombre mismo
en busca de indulgencia
reconstruiremos pasajes no advertidos
y el sustento de nuestra magra carne
será una sábana limpia
zona de encuentro de la
existencia fallida
en el siseo de los segundos
prolongado por la agonía animal
sobre una tierra yerma
y un mar cenizo y desafortunado.

Será en el ocaso cuando ese refugio de tus letras
anime la voluntad final
frente a cantores ebrios
en medio del desastre inevitable
y de la prosperidad de la hiedra
sobre mi escalfada conciencia
como muros tutelares
o baluartes cedidos al enemigo
será
que los signos de tu nombre
como alabanza de maitines
en la emoción de nuestro presidio
muden de forma y voz
lapidando mi cuerpo
ensordecido por la proximidad de himnos
que prometen el renacimiento.

Pero nada importará sino tu nombre
residencia de mi nombre y de mi cuerpo
después de la última alborada
después del llanto reprimido
después de tanta minúscula batalla
arropados de follaje
de pinares
centinelas deformes donde la luz trasciende
donde el trino del ave martirizada
después de los riesgos de mi debilidad
después de tanta sangre desbordada de ti
después de la inmisericordia
y de la luz anegando las espigas tribales
de nuestra descendencia
después de tanta molicie
prendida en los clavos del olvido
importará sólo tu nombre
tu alabanza fértil como los granos jóvenes
importará la intensidad de los recuerdos en las cosas
y la lectura perdida de la noche bíblica
importará la mano fortuita
sobre tu carne agotada
plena de sabor y lustre
tu sonrisa en busca de leves comisuras
a quien heredar el gesto de la ternura
y la apertura oral de la satisfacción confesable.

Importará tu nombre
como la mar habitó mis entelequias.

Importará porque sí
y ese estallido en el último hilván
esa caída al dolor
entumecida provincia
disolverá mi espacio
amedrentado por la expiación
y entonces sí
no será tarde ni temprano
será el momento
ni será todo ese amor
sino el Amor
el vértigo añil de los días totales
rendido tributo al sol y a la vida
a la postrer melancolía
a la inútil percepción de los actos olvidados
a la complicidad de las palabras
será tu nombre ropaje amoroso
será otra vez
sólo una vez más
el agotamiento ascendente como maleza
será la sensación del nuevo arpegio
será la basílica o su reflejo
en las aguas de genciana
como invernal anuncio
en el último vibrato de tu cuerpo
en el espejo brumoso al registrar el vuelo
de impensables palomas
restos bruñidos del último sol
será tu desnudez
habitando mi morada que es tu nombre
tutelado por el deseo insomne
que entonces ya será lacayo viejo.

Sólo un nombre habitar
sólo un silencio
sólo un grito desgarrado y enfermo
sólo saber que llegó el momento
sólo eso pedir
y estar ahí
habitando aún
tibio el cuerpo
con la lenta agonía que recorre humillante
las torturas finales
y desear y tener
una navegación postrera
una bruma entre los seres
aparecidos en las esquinas
vagarosos y silentes
un beso desvanecido
bajo la elipse del tiempo
y tu nombre y tu abrazo
soportando la levedad de mis vestigios
sin más nada que el retorno
y el lamento fugaz
y el nombre
y el arcano
y de nuevo el nombre
y mi quejido prolongado
perplejo bajo mar
quedo murmullo
el nombre
invadido de ti
ahí
en tu nombre
habitado por ti o por mi muerte.




http://circulodepoesia.com/nueva/wp-content/uploads/2010/01/Jorge-Ruiz-Dueñas.jpgA continaución un atisbo a la poesía de Jorge Ruiz Dueñas (Guadalajara, 1946). Sobre su poesía ha dicho Juan Domingo Argüelles: "Toda la obra del autor es un tornaviaje; ese tornaviaje que se inicia al nacer y que sigue el curso de las mareas interiores de la memoria y su celebración."

De Cantos de Sarafán


Sombra de eucalipto
(8)

Qué embeleso colmó tu existencia

preguntaba la Señora de los llanos

mientras mi potro discutía con las verjas

Cómo la almendra cotidiana

inoculó su presencia

su hábito cubierto de flores comestibles

en valles donde los equinos coitan

y el trapiche exhuma la violencia del alcohol

Cuándo la perversidad pasó sin lastimarte

acompañado de canes dispuestos a tu defensa

Dónde los suntuosos panes

celebraron tu premura

y con las fibras cordiales

alabaste su masa nutricia

Para quién desenvainaste tu espada de madera

y desplazaste los aros

la gendarmería de pájaros

el tizne de la noche estallada por bengalas

Por qué aún huele a canela

a clavo y a pimienta

a café molido

en la víspera de los quinqués

mientras el horno mantiene su infierno

y la tahona alivia la purificación de las pastas

Qué embeleso colmó entonces tu existencia


Hojas

(1)
Fue algún domingo inglés en los senderos

bajo el domo de los árboles

Ignoraba si la última llamada del verano es el otoño

y los humos de las carboneras

diluían su tizne en la giba del cielo

Todo era pulcro en el otoño inglés:

la hora sexta sobre el Carfax de Oxford

el arroyo que cruza el jardín del becario americano

las simétricas nalgas de una falda breve

Para entonces

no estaban los amigos

ni rondaban pacifistas en St.-Martin in-the-Fields

Kostas no decía los prodigios de Plaka

en un tabuco de Queens

ni las dependientas esmeraban su sonrisa

Protestaban



los obreros en Trafalgar Square

reacios a la modernidad ajena

y Theodorakis padecía con la mirada en el Egeo

No sé cuánto duró en mi alma aquel otoño

pero ya vuelca su miel sobre mis ojos

y en el embarcadero

un murmullo repite algunas noches:

Let’s forget any acquaintance!


Evángelos
para Niki, nuestra cronista en Creta
Evángelos murió en septiembre


como la palabra en la tinta
El mensaje nubló la sonrisa de mis hijos

Les digo que no le conocí

y la geometría del azar me contradice

Quizá mojamos nuestros dedos

en la fuente Morozini

alguna tarde camino de la Fortaleza

Acaso le escuché a hurtadillas

hablar del Taurocéfalo bajo el sol de la historia

o seguí sus pasos en el Megaron de la reina

No lo sé

Les digo que no le conocí

pero tampoco puedo asegurarlo

porque el otoño sella la memoria

Les digo también

que pudimos sentarnos

en medio de alguna callejuela

No hablaríamos mucho

rodeados por el vocerío de los niños y el busuki

Señalaríamos

sin azoro

alguna nube

sobre el mar incandescente

Insisto en que no le conocí

pero

ambos podríamos decir

que la pasión es el silencio

Ahora lo sé

Evángelos no murió en septiembre


como la palabra en la tinta
lo digo para mí

que espero

Y él

probablemente me susurra:

el mundo es icono de sí mismo


como la palabra en la tinta

desnuda y sola
Calibán
(10)

He aquí el futuro

que no responde a la ansiedad

ni da lugar a la neblina del olvido

He aquí lo que nos dejaste

Señor

en los reflejos de tu vastedad

sin dar motivo para recordarte

o considerar tu presencia en la silla de la montaña

Diste a uno más de lo necesario

Consistencia para las enfermedades

el polvo que descansa en sus objetos

Medraste a otro la oferta

El rendimiento de su manada

la autonomía del vuelo

su interés en la vileza

He aquí el futuro

nos dijiste

y no sé si te conocí entre los ingenuos

tendido en la playa como un padre de familia

a la espera de los rayos benignos

y de embarcaciones donde transportas emigrantes

Quizá elegiste un número para la fortuna

o bebías café

aparentando escuchar

en los estuarios donde flotan los fieles

ante tu elaborado caos

Ofreciste tareas y empleaste una legión

para cuidar la exactitud de las estaciones

la obesidad del ecuador

y la pulcritud del templo

He aquí el futuro

decías con arrogancia

cuando llegaste sin manos

De Las restricciones del cuerpo

(Fragmentos)


Ahora digo que ánimo y ánima conjuntos se tienen

entre sí, y por sí, forman una sola natura (…)
Lucrecio


Para Lêdo Ivo
*
Los límites

el contorno

los bordes de la piel al escalar la fiebre

la ceniza

entre los miembros y su eje

El movimiento

cartílago nutriente

sube en la bruma del recuerdo

y la agilidad del párvulo o del simio

es emoción para el trapecio

Pero la incertidumbre y la vida

determinan el visado

Aquel mozo que ansiaba el periplo asido al mástil

no permuta más poemas

ni recorre senderos cubiertos de hojarasca

Entonces

una alfombra sembrada de castañas

el esplendor arbóreo

y en el fondo de sus brazos el azoro

Entonces

el tiempo era futuro

con el mensaje de los mancos y los ciegos

o las llagas del crucificado

y la astilla del hueso

y el trance de mi sacrificio

Antes

en el camino al universo de las gasas

más allá del urinal

y los vapores de amoniaco

la certeza de lo impuro abrió su pasmo

las cofias y las batas

el cuerpo colmado de platino

la miseria personal tan abrumante

sin alivio ni resurrección

Mas

en el cuarto

donde el paso de las nubes

sólo era receptivo a la desdicha

los órganos se entrenaban para consultar a los augures

medir los fluidos

sopesar los alimentos

y navegar con la palabra

Después

hablé de las cartas amorosas de un profeta

al amparo de custodios

Del vagar untuoso de los cuerpos

De callejones eternos

y cadáveres al sol

No era el caso de esperar en los túneles

donde la turba gritaba camino de batallas dominicales

Tampoco de curar la herida del caído

o reprimir la violencia derramada

si la marea ocultaba a los sicarios

En aquel tiempo el agua cortaba los puentes

y veía el ciervo del parque

por entornadas ventanas donde moraron los poetas

En aquel tiempo ascendí a la Torre

por párrafos descritos

como no la vieron invasores

y la cerveza podrida corría en las catedrales

al dejar a su suerte una postal del mundo

Los edificios decrépitos

los domos con verdín

apenas otra pradera para cuervos

habituados a colgar sus excrementos

en las lianas del voltaje

Después volvía



al jardín de tulipanes

donde la perfección impedía ver los pederastas

en su labor sobre la vulva de las niñas

y los perros corrían liberados de correa

y las madres leían revistas cuidando las carriolas

alejadas del canto de los agentes de bolsa

*

Ahora

una emoción inicia el recorrido

y el calosfrío pone en movimiento los músculos drenados

Ahora

a la espera del zarpazo en la ribera corporal

arponeado en nosocomios

Ahora

sé que el cuerpo tenía límites

y la temperatura interior seguía leyes rigurosas

Las bragas que tanto inquietaban al banquero

cuando la doncella servía el té

y distribuía copas de jerez ahumado

Sus piernas que tanto endurecían nuestra vulgaridad

mientras ganaba el alquiler

y la madre sucumbía

eran pilares de placer y ocaso

El mayordomo aspiraba al pago puntual de la ginebra

los tutores se envolvían con lana

y ella iniciaba el preinfarto de los viejos profesores

saciados por la turgencia de sus senos

Sin embargo aquella muchacha también tenía límite

La linfa que fluía en la aurora

y el pecado escurrido de los pies a la cabeza

apenas le auguraban su derrame

Un venero desbordado

en el fondo de la dorada testa

*

Cómo olvidarnos del ciego y de su eco

que advertía tropiezos al chasquear la lengua

No lució desaliñado

No hizo nada impropio

Veía sin ver y una luz quebró su apócrifa mirada

mas las mujeres escondían los muslos

que él adivinaba

De los colores recordaba todo

De los sonidos

el del piano fue la infancia

Lleno era de conocimientos

y nadie resentía su juicio de la divinidad

Entonces

transitaba los territorios del recuerdo

y en las aguas flotaban otras materias residuales

pero

la balsa del profeta llegó a su corazón

Recorrimos las clínicas

los ambulatorios

los bancos de ojos y de sangre

en busca del revelador de imagen

Entre todas

apenas una dispuesta a cooperar

aunque ella misma requería atender su aborto

su cansancio

y el invidente la guió por las tinieblas de la depresión

con palabras de deseo

En la soledad sabatina

camino al dormitorio

yo imaginaba su talante inerte

y el bastón cruzando la alameda

Ahora

cuando paseo por el sendero

en la aglomeración de sombras

ahora

cuando el pasado se funde

en la imperfección de las rutas

ahora

la silueta de caderas recias y senos de manzana

pule las uñas de los académicos

clasificada como caso excepcional y divertido

Ahora los dos se encuentran

en un paso de gato de las nubes

y lanzan acertijos insolubles

*

El antiguo sanatorio se hizo de una santa

Los pasillos no guardan registro de los pasos de mis viejos

asolados por carencias hormonales

y la inconstancia del calcio

En los jardines

rosas antiguas abren los labios al sereno

amagadas por el golpe de gracia del jazmín

Entre camas de metal

atado a barandillas

un paciente se beneficia con el suero

y antibióticos de amplio espectro

No sé si el tomillo ayudará a mis bronquios esquilmados

por el polen y el granito

pero la sombra de la mujer recién llegada

es un rastro de pies que ignoran el camino

Hoy importa la calidad de la muerte

en el terreno de la beata

la posibilidad de los milagros

y mejorar la perspectiva de lo eterno

Camino al patíbulo

los campesinos esperan la sentencia clínica

o responden cuestionarios de salud

Entonces la santa vigila y pone todo en su sitio

la carrera del polvo

el perfume de la noche

la sonrisa del Capitán del cielo

y el hedor del contribuyente involuntario

recordado en el tiempo de los vivo

*

La putrefacción nocturna llega al cuerpo

Las entrañas se doblan en sí mismas

y la cólera también

No alcanzo la majestad de la bestia

tampoco su furor

El cuerpo tolerante

busca a tientas

el placer

Ahora le interrogo si valió la pena el goce

y responde que sólo eso le mantuvo

Ahora recuerdo el timbre de su voz

en el redoble

que acomete el gran suceso

Ahora le insisto en la pesquisa interna

y en la idea

Por las ascuas del sueño

la memoria baja del torrente

pierde los pasos

y observa las membranas infectadas

Así vuelve al silencio

y al amanecer

el óxido opaca la vidriera de los ojos

Esta es la frontera de mi carne

le respondo

y el muro sostiene la existencia

y la imaginación avanza a la estación de invierno

*

Cuánta aflicción puede mancillarnos

Cansa la espera en el portal

la multitud donde no ocurre el encuentro

Cansa al cuerpo la vigilia

la flama insatisfecha por tanto mandamiento

la singladura cotidiana

y cansa el misterio del clima

su asfixia

o la voluntad del manto níveo

Cansan los fallos

la hilvanada casualidad

y la muerte por iniciativa personal

Cuánta tortura

no es asunto de suicidas

es fábula tozuda

porque la verdad se nubla

Casi al abordar

en el último andén

o en la antesala

los obreros terminales alivian el peso

pulen su memoria

para eludir la ira de sus beneficiarios

Luego

esa descarga en los párpados viene con el fresco

esa tranquilidad de los rayos vesperales

ese delirio social de la filantropía

ese pulso extraviado

diferente al bullir de la palabra

Pero están allí

la curiosidad y el guiño

vistos tras las gafas

en butacas de teatros vacíos

Otros labios

quizá

son añorados

y apenas queda tiempo para deletrear

y esa restricción no es de los huesos

ni de la esponja cerebral en riesgo

ni del rigor de las extremidades

sino de la intemperancia del tiempo

*

Qué te impide matar

preguntó el padre al cazador bisoño

al golpear la aguja el percutor

y el proyectil silbaba dentro del cañón

y el plomo atravesaba el viento estanco

y la carne reventaba con pérdidas irremediables

al entrar la muerte a saco

y tomar por asalto al animal

Después

una sensación de finitud invadía el cuerpo del joven

Qué te impedía aceptar el consejo de los dioses

eficaces en dosis frecuente hasta la llegada del vahído

Y después de tantos años

la interrogante sigue suspendida

No se alarme

ilustra el consejero

al reducirse el ritmo cordial

donde las fibras rugen por el asma

Pero es el recuerdo del disparo

alojado en la gaviota

el que vuelve

como la frase de mi padre apoyado en el encino

en tanto el humo de las hojas aromatiza un sueño

y él parte

otra vez

con su abrigo grueso bajo el relente de diciembre

en la oscuridad de mi mente

*

Ha perdido las vénulas

dijo el mendigo culto a los padres del herido

El riesgo es alimento

aunque las causas de la mancha azul en el anémico

y la estadística de la vida

son insuficientes

concluyó el disertador

Los polos del planeta eran los brazos de la madre

y el niño se limitaba a respirar sin convicción

Fue el momento de ver señales en el iris

cíngulos y meteoros nimios

al fundirse el marcapaso con voces en el cuarto blanco

y ya no sintió nada

y se desentendió del cuerpo

sólo en el atrio

el harapiento aún daba consuelo a los transeúntes

y merecía la gracia del Todopoderoso

Hablemos por ello de cuánto resiste la materia

siempre sujeta al pronóstico de los hechiceros

y al tratamiento de las mujeres sabias

Pensemos en los malestares

en la pena incontenible del silencio

Pensemos en nosotros mismos

si se quiere

en el vecino de cama

vacío de secretos vesicales

apesadumbrado por constante gozo

llevado hasta su lecho de sábanas rotas

donde las cuitas le corroen

y nada dice para no aceptar presencias parcas

Hablemos de los mensajeros de la ciencia

al llegar disimulados sacerdotes y óleos

para reconfortar la atrofia

en la despedida que hace de las vísceras un circo

Por qué no hablamos de eso

*

Uno puede imaginar de quién es la voluntad

si la higiene solar llega a la piel

De quién

el impulso para abarcar la hora

y los presagios

De quién

la vehemencia de los cuerpos juveniles

atados a sí mismos

en medio de la tormenta

De quién la voluntad al ver tus ojos

el propósito de no enmendar pasiones

y el hambre de tu esencia declinante

De quién

el desasosiego

Y esa ansiedad que cruje en el pecho

en la cuaderna antigua

de quién es

De quién la soledad de aquel estío

prolongado hasta el otoño

con la misma percepción del tiempo bonancible

apenas limitado por la realidad de piedra

De quién la aventura

la sordidez del sueño

la tentación y los ultrajes

Dónde los límites del espíritu

inquiría el navegante

y sin respuesta regresó a mal puerto

marchito por la ausencia del océano

*

Era una mañana de domingo

y el día atracaba pudoroso en la ventana

No preguntamos por el alma

preguntamos por nosotros

Todo lo poseído estaba allí

ignorados por el Espíritu Santo

Entraron las campanas

con el árbol del vecino

porque éramos dueños de la arcilla

Los ritos domésticos se amotinaron

mas no restringimos el acceso a nuestro ser

ni apareció la Segunda persona

Luego

vino la vaguada

y fue vista el alma

caminando por la playa

Con un canto

el sol se puso al centro

Así lo supimos

la disputa iba a venir

en la semilla

y los vicios consumados

Acaso la mente es el ánima

aludiste presurosa

mientras tu cuerpo tierno caía en cama

Un aire narcótico bajó

y se disolvían los bienes y entornabas los párpados

Yo te veía igual a la primera vez

cubierta por la ferocidad del verde

y las naos a vela surcaron de nuevo la corriente

Después

anticipamos el mordisco del tiempo

a nuestros cuerpos

antes del óbito y la caída

*

Confiesa que temes perder el cuerpo

por vagar en la orilla de los ríos

Confiesa que dejas huella en las baldosas

y el miasma desciende al remolino

en una dualidad

Confiesa que la perla de la ostra

conserva el grano primigenio

Confiesa cómo el susurro del aliento

silba en la textura del espanto

Confiesa haber oteado la grieta

para avistar el avance del olvido

el corto pabilo que incinera las alas

entre rayos clavados en la pupila de los santos

Confiesa que nunca hubo tal revelación

y expandir la conciencia es tu forma de sanar

y sustraer la emoción en el contrario

Confiesa el recorrido

y aguarda humillado la llegada del perdón

No te despiertes más


Poemas dispersos

Albamar
a la memoria de Fernando Ferreira de Loanda
Albamar es sitio conveniente

para hacerse de moneda antigua

y verla circular en nuestros sueños

Hay figas

herrajes de una puerta imaginaria

clavos de la Santa Cruz

y ganas de hacer nada alrededor del kiosco

Arriba

con el fragor de platos en cascada

los comensales trinchan frutos

Armados crustáceos enfurecen

sobre valvas

y la tinta de los pulpos se hacen oda

Coleccionistas de domingo yerguen la testa

en busca de arroces y mandioca

mientras

ojos de pescado en las neveras

testimonian la pureza de los tragos

la marea creciente de un gol del Fluminense

la sonrisa imaginada por Vinicius

Apenas perceptibles en el hemisferio sur

cuando octubre completo

arroja su entraña en la Bahía de Guanabara

Apenas la memoria desliza un verso

escalera abajo hasta la plaza

donde aguarda una nostalgia

sin interés compuesto

segmentada con equidad

en treinta más un gajos


El sabor de Dios
para Gonzalo Rojas
Provisiones para el cuerpo

y la ración de luz

llegan como la malicia

desde el centro de nuestro corazón

Baja el jugo de malvas

por tu pecho

y ejercitas en él palabra y cólera

Una sandalia en la arena

un siseo que nos recorre

pero ignoramos si toda estación tiene manjares

Sabemos



de la desolación de dos mujeres

de sus alforjas con plata

Sabemos de caracolas

arrancadas con barreta

de insectos adobados sobre salsa de hoja santa

y sabemos del bronce

al abrir paso en las entrañas

mientras un vino del color del mundo

cae en el cuenco de tus manos

Sabemos del aliento misericordioso

que hace la marea de las ciudades

y sabemos tanto de lo no importante

"Hábleme usted seriamente"

reclama el emigrante

para extender manojos de cilantro

sobre el lecho

Luego

la cópula de las especies

sobre la tarde escarnecida

tiñe la mesa de sangre y la llena de sabores

"Traiga pan de muerto"

demando

"Por supuesto"

se escucha decir en el María Sabina

y vuelves tus ojos de bosque sobre mis heridas

y preguntas si tienen algo con el sabor de Dios:

"Por supuesto"

te responden

"Por supuesto"


25 de noviembre
Cuando el año quiebra la cintura

y los desastres interiores

ilustran nuestras vidas

la familia Tanaka recorre el estero

y todo el 25 de noviembre

Mishima preparó su muerte el mismo día

Para ello:

abrió obsesiones por el bajo vientre

y entregó su inteligencia a la decapitación

La familia Tanaka cumple con sus tradiciones:

rescata las pequeñas especies

respeta la vejez

y no aspira al coraje del séppuku

Adopta fábulas menos terribles

y duraderas

Procura leer poco a Mishima


Datos vitales
Jorge Ruíz Dueñas nació en Guadalajara en 1946, pero arraigado desde su infancia a Baja California, es poeta y narrador. Hizo estudios de posgrado en la Universidad de Oxford, Inglaterra. Ha sido secretario técnico del CONACULTA; director de Tierra Adentro (nueva época), del IMER y de Talleres Gráficos; gerente general del FCE y director general del Archivo General de la Nación. Es Autor y coautor de quince obras de carácter académico y del libreto Tierra final (cantata para soprano y orquesta de Daniel Catán). Mereció distintos reconocimientos como el Premio Nacional de Poesía Manuel Torre Iglesias 1980 por Tierra final, Premio Nacional de Periodismo en divulgación cultural 1992, otorgado por el Gobierno de la República. Premio Xavier Villaurrutia 1997 por Habitaré tu nombre y Saravá. Ha publicado el volumen de cuento Las noches de Salé, los libros de ensayo Tiempo de ballenas, Cultura, ¿para qué? Un examen comparado, la novela El reino de las islas y los poemarios: Espigas abiertas, Tierra final, El pescador del sueño, Tornaviaje, Antología pessoal, El desierto jubiloso, Guerrero negro, Habitaré tu nombre, Saravá, Carta de rumbos 1968-1998, Celebración de la memoria, Cantos de Sarafán.


sábado, 7 de septiembre de 2013

GOROSTIZA. MUERTE SIN FIN.


Para todos mis amigos blogueros, de Facebook, twitter, les recomiendo este trabajo sobre MUERTE SIN FIN, del poeta mexicano José Gorostiza, poeta del grupo Los contemporáneos. Excelente análisis literario.

© Julio César Aguilar 2009
Discurso neobarroco en Muerte sin fin
“… así como Venus nace de la espuma, la poesía nace de la voz.”
José Gorostiza
“¿… cuál es el gusto predominante de este tiempo nuestro, tan aparentemente
confuso, fragmentado, indescifrable? Yo creo haberlo encontrado
y propongo para él también un nombre: neobarroco.”
Omar Calabrese
“Está la flor de la muerte
brillando sobre la tierra,
y con su esencia perfuma
el aire todos los aires:
los rincones de la vida
donde se deshoja eterna.”
Julio César Aguilar
Obra poética fundamental surgida en el México del siglo XX, bajo la autoría del
escritor tabasqueño José Gorostiza (1901-1973), ha sido y continúa siendo aún Muerte
sin fin, de la cual existen numerosos estudios críticos que se han venido sumando desde el
momento de su publicación en 1939 hasta nuestras fechas, y de la que proponemos una
relectura de la misma partiendo de los conceptos y teorías del neobarroco. La mayoría de
las investigaciones a las que pudimos tener acceso —y que no son pocas—se centran en
desentrañar el significado del texto, y en la que observan asimismo su parentesco con la
obra de otros autores como Góngora, Sor Juana y Valéry, principalmente. Sin embargo,
ninguno de los estudiosos hasta el momento actual ha relacionado el texto de Gorostiza
con el término “neobarroco”, motivo por el cual nos hemos dado a la tarea de escudriñar
la obra mediante una lectura cuidadosa, para aseverar que entre sus versos se encuentran
2
presentes elementos de la estética neobarroca. En otras palabras, podemos expresar que
Muerte sin fin es un poema neobarroco tanto en su estructura como en su temática, por lo
que tendremos que explicar en su momento las características principales del Neobarroco,
pero comentemos primero algunos aspectos en términos generales sobre ese poema que
ha dado tanto de qué hablar, no obstante “la modestia y el retraimiento ejemplares del
autor, que no se desviv[ía] por publicidades necias… [y] la dificultad misma del poema
que demanda una preparación muy singular del lector” (Godoy 11). Caso el de Gorostiza
que recuerda y pudiera compararse, en ese sentido, al del otro mexicano —aunque
narrador— Juan Rulfo. Igual que este último, Gorostiza sólo publicó dos obras de
creación importantes: el poema al que hacemos referencia en la presente investigación,
Muerte sin fin, y catorce años antes, en 1925, Canciones para cantar en las barcas,
conjunto de poemas en su mayoría breves.
Precedido por tres epígrafes bíblicos tomados del libro de los Proverbios, el
poema al que se alude consta de diecinueve segmentos de versos libres y blancos en su
mayoría, aunque con predominio del endecasílabo y heptasílabo. Ramón Xirau opina que
“[t]anto si nos atenemos a la estructura exterior de Muerte sin fin como si penetramos en
su organización formal, la impresión que sacamos de la lectura es de que se trata de un
poema-río, un poema que crece y progresa con el tiempo” (56). Efectivamente es un texto
de largo aliento cuya suma de cantos conforma un pequeño libro de profundas
significaciones filosóficas, “poema de la luz que arroja conocimientos sobre nuestro
desamparo cósmico; sobre el escaso pero refulgente vivir” (Fernández 18), pues el tema
central de dicho poema es, en última instancia, el del eterno proceso de la muerte que late
constante en el espacio interminable del tiempo. Según Evodio Escalante
3
[e]l poema de Gorostiza quiere devorar el infinito —derrotar a la muerte.
Es a la vez exaltación lírica de la luz y gemido agobiado de la criatura,
monólogo de la inteligencia y epopeya de la imaginación, escenificación
de la condición “caída” del hombre y supremo intento de reconciliarlo con
la esfera suprasensible. (15)
Los primeros versos de la parte inicial del poema nos remiten a un hablante lírico,
en primera persona, que expone un conflicto de índole existencial en manos de un ente
externo, y que dará pie a una serie de eventos en los que la imagen del agua y el vaso
serán recurrentes, a manera de leitmotiv:
Lleno de mí, sitiado en mi epidermis
por un dios inasible que me ahoga,
mentido acaso
por su radiante atmósfera de luces
que oculta mi conciencia derramada,
[…]
No obstante —oh paradoja— constreñida
por el rigor del vaso que la aclara,
el agua toma forma. (Gorostiza 107)
Como puede observarse en los versos anteriores, Gorostiza parte de un Yo que
pretende englobar a la humanidad, de un Yo impreciso y en cierto modo ficticio, ya que
nada personal —de él, del hombre llamado José Gorostiza— se deja ver
en el poema; nada como no sea, claro, el participar en la desolación del
ser. Al igual que Góngora, el individuo se evade para dejar en estado de
4
pureza dramática al verso, puesto en libertad de confrontarse a sí mismo
con el universo del cual es imagen soñada. (Fernández 18-19)
En la opinión, deslumbrante casi siempre, de Octavio Paz, Gorostiza pertenece a
la clase de poetas que saben contenerse —pues recuérdese su escasa producción
literaria— y que sólo escriben cuando sienten que la idea del texto está lista o ha
madurado lo suficiente como para vertirse en su escritura (85). Más adelante, el mismo
Paz ofrece su interpretación del poema:
En las primeras estrofas del poema el poeta “se descubre en el agua”, esto
es, en la substancia derramada, informe por naturaleza y que no es sino
tiempo: mero transcurrir. Pero ese ser disperso —agua, tiempo— madura
en una forma: la del vaso, la de la conciencia. La coincidencia entre forma
y substancia se da como una maduración del tiempo. (87)
Pero volviendo al planteamiento inicial de este ensayo, en el que propugnamos
por la lectura neobarroca de Muerte sin fin, resulta pertinente entonces hablar ahora de
los principales atributos de esa estética o por lo menos definir a grandes rasgos sus
cualidades intrínsecas. De acuerdo a Omar Calabrese, estudioso del tema en su libro La
era neobarroca,
[e]n qué consiste el “neobarroco”, se dice rápidamente. Consiste en la
búsqueda de formas —y en su valorización— en la que asistimos a la
pérdida de la integridad, de la globalidad, de la sistematización ordenada a
cambio de la inestabilidad, de la polidimensionalidad, de la mudabilidad.
(12)
5
Búsqueda la que menciona Calabrese que bien pudiera insertarse dentro de los
componentes del fenómeno postmoderno en términos de su historicidad. En el terreno
literario, por otra parte, “neobaroque is a term that has been largely credited to Severo
Sarduy, and it refers to a style marked by its complexity, its lack of external referentiality,
or its focus on the textual surface and on the metalinguistic aspects (Kuhnheim 116). A
Muerte sin fin, como se expuso ya anteriormente, se le ha comparado por su estructura y
complejidad barrocas a las Soledades, en la medida en que “[e]n Gorostiza hay ecos de
Góngora y del romance español” (Rubín 180). Sin embargo, dadas las diferencias obvias
de épocas entre uno y otro autor, ¿no sería mejor, y a la vez más acertado, estudiar o al
menos referirse al texto del mexicano como un poema neobarroco? Pero no es solamente
el lapso de tiempo lo que distingue a ambas estéticas, sino que, además de eso, explica
Roberto Echavarren en el último párrafo del prólogo a Medusario:
La poesía barroca y la neobarroca no comparten necesariamente los
mismos procedimientos, aunque ciertos rasgos pueden ser considerados,
por sus efectos, equivalentes. Lo que comparten es una tendencia al
concepto singular, no general, la admisión de la duda y de una necesidad
de ir más allá de las adecuaciones preconcebidas entre el lenguaje del
poema y las expectativas supuestas del lector, el despliegue de las
experiencias más allá de cualquier límite. (17)
Bajo esta premisa nos acercamos nuevamente al texto de Gorostiza, en cuyos
versos transita la inteligencia, desde la sensibilidad poética de su autor, por los recovecos
de los vocablos e imágenes que insisten en el juego de la abstracción:
¡Oh inteligencia, soledad en llamas,
6
que todo lo concibe sin crearlo!
Finge el calor del lodo,
su emoción de substancia adolorida,
el iracundo amor que lo embellece… (119)
Partiendo de un análisis estructural del texto, el lector se enfrenta ante una obra
metafóricamente arquitectónica que remite a las fortalezas de las catedrales europeas del
Siglo de Oro español, en cuyos relieves la saturación de formas se expande en busca de
múltiples significados. Jill S. Kuhnheim sostiene que en el aspecto literario
[the] complicated neobaroque style of writing is frequently so elaborate or
condensed that it exemplifies the poetic use of other structural elements
(such as space, line break, or sonority) to create an alternative “language”
that brings the issue of representation to the forefront. This is one of the
links between the baroque and the postmodern: both styles constantly
remind us that we cannot have unmediated access to reality. (11)
Varios autores, estudiosos de la materia, utilizan a veces indiscriminadamente casi
como sinónimos los términos barroco y neobarroco. Sin embargo creemos que resulta
más apropiado considerar una obra moderna con elementos barrocos como neobarroca,
ya que de esa manera contribuiremos a despejar las confusiones que la terminología
pueda generar.
El ensayista y catedrático de la Universidad Pedagógica Nacional de México,
Samuel Arriarán, se dedica a explorar en la segunda parte de su libro Barroco y
neobarroco en América Latina, la obra de algunos escritores latinoamericanos que
considera neobarrocos. Allí menciona, entre otros, a García Márquez, Carlos Fuentes,
7
Borges, y al poeta Xavier Villaurrutia, quien fuera también miembro del grupo
Contemporáneos al que pertenecía de igual manera José Gorostiza. Resulta curioso
observar que Arriarán repare en los elementos neobarrocos de algunas obras de esos
autores, y no obstante la cercanía generacional y geográfica en el caso de Villaurrutia,
omita la poesía de Gorostiza. ¿Será que cada investigador busca y encuentra, al final de
su labor, lo que en última instancia quiere ver? Sin lugar a dudas, por otra parte, Arriarán
tiene razón cuando expresa que frente a la realidad innegable de la globalización “el
concepto de neobarroco es más pertinente y eficaz en la situación posmoderna en que
vivimos” (22), en el caso particular de Latinoamérica, pues es en esta parte del continente
donde surge por primera vez la nueva tendencia de la poesía neobarroca, dadas las
condiciones socioeconómicas imperantes de las naciones que lo conforman. Ante esa
realidad histórica, tal vez los escritores neobarrocos “write against the mass-market
models of consumption and advocate a slower, more attentive and measured reading that
highlights the particularity of poetry and extends the limits of language” (Kuhnheim 11).
Algunos de los rasgos distintivos que identifica Kuhnheim en la obra neobarroca
de los escritores hispanoamericanos es la apariencia “decorative, fascinated with excess,
and filled with figures such as anamorphosis, and they evidence a desire to exploit
multiple possibilities in every word” (117).
De acuerdo a Calabrese, el neobarroco se caracteriza por ciertos principios que él
mismo menciona desde el punto de vista filosófico en grupos binarios, tales como el
ritmo y la repetición, el límite y el exceso, el detalle y el fragmento, la inestabilidad y la
metamorfosis, el desorden y el caos, el nodo y el laberinto, la complejidad y la
disipación, la distorsión y la perversión, y lo infinito y lo indefinido o lo que Calabrese
8
también denomina el poco más o menos y el no sé qué (92-100). Echavarren, por su
parte, considera que
[l]a poesía neobarroca es una reacción tanto contra la vanguardia como
contra el coloquialismo más o menos comprometido. a) Comparte con la
vanguardia una tendencia a la experimentación con el lenguaje, pero evita
el didactismo ocasional de ésta… la poesía neobarroca promueve la
conexión gramatical a través de una sintaxis a veces complicada. b)
Aunque pueda resultar en ocasiones directa y anecdótica, la poesía
neobarroca rechaza la noción, defendida expresa o implícitamente por los
coloquialistas, de que hay una “vía media” de la comunicación poética.
(13-14)
Lenguaje concentrado en sí mismo y a la vez multiplicándose entre las figuras
retóricas es el de Muerte sin fin, poema en cuyo discurrir y a decir de Mordecai Rubín,
quien compara y contrasta la obra de Gorostiza y Góngora,
“la acumulación de epítetos y de imágenes; la complicación de la metáfora
por la intervención de un recuerdo personal; la antítesis y la predilección
por el endecasílabo musical, todo es característico de ambos poetas. Pero
si Gorostiza ha querido alcanzar o recrear la intensa atmósfera culta y pura
de Góngora, ha buscado métodos más aceptables al oído y al genio
españoles. Su léxico es enorme, pero no inventa mucho, por contraste con
los cultismos etimológicos y sintácticos de Góngora (200).
Gorostiza parece encontrar cierta fascinación por la palabra de acentuación
esdrújula, que le imprime evidentemente un ritmo al verso por su sonoridad, como si se
9
tratara de una sinfonía verbal. Entre dichos vocablos, pueden mencionarse, entre muchos
otros, los siguientes: atmósfera, atónita, ángeles, agónica, cánticos, cúmulo, pájaros,
cándidas, mónologos, tímidas, altísimo, mínimo, cóncavo, espíritu, catástrofe. La
cadencia presente en las estrofas del texto, nos remite a la predilección de Gorostiza por
la música, y a la vez confirma y refuerza sus propias ideas que escribió en las “Notas
sobre poesía”, al mencionar que
[s]i la poesía no fuese un arte sui generis y hubiese necesidad de
establecer su parentesco respecto de otras disciplinas, yo me atrevería a
decir aún (en estos tiempos) que la poesía es música y, de un modo más
preciso, canto… La historia muestra a la poesía hermanada en su cuna al
arte del cantor; y más tarde, cuando ya puede andar por su propio pie, sin
el sostén directo de la música, esto se debe a que el poeta, a fuerza de
trabajar el idioma, lo ha adaptado ya a la condición musical de la poesía,
sometiéndolo a medida, acentuación, periodicidad, correspondencias. (13-
14)
Visto, o mejor dicho juzgado —y con mucha razón, desde luego— por la crítica y
sus lectores como un texto filosófico, metafísico, hermético, místico, ambiguo,
intelectual, irónico, nihilista, esotérico, cabalístico, mítico, enigmático, la supuesta
dificultad del poema de Gorostiza, según Paz, se sustenta en su claridad. Para el Premio
Nóbel, paradójicamente, esa circunstancia obstaculiza el entendimiento cabal del poema,
aunque por otro lado sin esa dificultad el texto no existiría (85-86).
En entrevista realizada allá en la década de los sesentas con Gorostiza, el crítico
literario Emmanuel Carballo le cuestiona sobre el significado de ése su poema-libro.
10
“¿Qué es y qué quiere decir Muerte sin fin?” (256), interroga Carballo; a lo que el poeta
acierta a responder:
No sé ni qué es ni qué quiere decir Muerte sin fin, lo ignoro. Las
especulaciones de estudiosos que han querido desentrañar este punto
(haciendo favor inmerecido a la obra) cuentan en mí con su primer lector
estupefacto. A mí sencillamente se me ocurrió (y no era ninguna novedad)
que la vida y la muerte constituyen un solo proceso unitario y que cada
una de ellas, muerte y vida, podía ser admirada en toda la esplendidez de
su desarrollo desde la orilla opuesta. (256)
Hemos dicho desde el principio que al poema de Gorostiza se le ha equiparado
con las Soledades de Góngora. Veamos un fragmento de la Soledad primera:
Era del año la estación florida
en que el mentido robador de Europa
(media luna las armas de su frente,
y el Sol todos los rayos de su pelo),
luciente honor del cielo,
en campos de zafiro pace estrellas,
cuando el que ministrar podía la copa
a Júpiter mejor que el garzón de Ida,
náufrago y desdeñado, sobre ausente,
lagrimosas de amor dulces querellas
da al mar, que condolido,
fue a las ondas, fue al viento
el mísero gemido,
segundo de Arïón dulce instrumento.
En la opinión de Raúl Romero, “[n]o es la exuberancia lo que necesariamente
caracteriza al barroco, sino la extremosidad, la ansiedad de la abundancia y de la
dificultad”. En ese sentido, los versos de Góngora son un claro ejemplo. Por su parte,
Ramón Xirau encuentra en Muerte sin fin los atributos que logran su perdurabilidad a
11
través del tiempo, los gustos, los estilos y las costumbres, y en ese aspecto lo compara
con las obras de Góngora y de Sor Juana (55). Hay innegablemente, en la obra de
Gorostiza, cierta influencia del poeta culteranista español. En uno de sus cantos, el autor
de los Contemporáneos expresa:
En la red de cristal que la estrangula,
el agua toma forma,
la bebe, sí, en el módulo del vaso,
para que este también se transfigure
con el temblor del agua estrangulada
que sigue allí, sin voz, marcando el pulso
glacial de la corriente.
Pero el vaso
—a su vez—
cede a la informe condición del agua
a fin de que —a su vez— la forma misma,
la forma en sí, que está en el duro vaso
sosteniendo el rencor de su dureza
y está en el agua de aguijada espuma
como presagio cierto de reposo,
se pueda sustraer al vaso de agua… (Gorostiza 132)
De entre algunas de las similitudes que comparten ambos textos —el de Gorostiza
y el de Góngora— pudieran mencionarse el uso de frases o períodos largos, la
interposición de aposiciones que rompen la continuidad del discurso, el hipérbaton, la
repetición de ideas o versos, la proliferación de léxico y la anfibología, es decir la figura
que consiste en emplear cláusulas de doble sentido (Rubín 201). Además, como apunta
Romero, “la escritura enigmática constituye otro de los procedimientos claves de la
poética barroca. El enigma como esencia del texto”, y que en la obra de los dos poetas es
de sobra evidente.
Muerte sin fin, libro publicado en 1939 como ya dijimos, ¿tendrá algún
parentesco, alguna posible relación con Muerte de Narciso del también poeta neobarroco
12
Lezama Lima, y cuya publicación ocurrió dos años antes que la del mexicano?
Interesante resultaría investigar, indagar correspondencias entre ambas obras, pero éste ya
es tema para otro estudio.
Definitivamente el poema de Gorostiza pertenece a aquellos textos a los que se
vuelve siempre, los que exigen la relectura y merecen una reinterpretación. Discurso
proliferativo, que se expande ilimitado tras cada verso, es el de Muerte sin fin. Es decir,
confesémoslo: discurso neobarroco.
13
Obras citadas
Aguilar, Julio César. Brevesencias. Guadalajara: Gob. del Edo. de Jalisco, 1996.
Arriarán, Samuel. Barroco y neobarroco. Estudios sobre la otra modernidad. México:
Ítaca, 2007.
Calabrese, Omar. La era neobarroca. Trad. Anna Giordano. 2ª. ed. Madrid: Cátedra,
1994.
---. “Neobarroco.” 2 Barroco y neobarroco. Ed. Christine Buci-Glucksmann y Francisco
Jarauta. Madrid: CBA, 1992.
Carballo, Emmanuel. Protagonistas de la literatura mexicana. 1965. México: Ediciones
del Ermitaño, 1989.
Echavarren, Roberto. Prólogo. Medusario. Muestra de poesía latinoamericana. Ed. de
Roberto Echavarren, José Kozer y Jacobo Sefamí. México: FCE, 1996.
Escalante, Evodio. José Gorostiza. Entre la redención y la catástrofe. México: Juan
Pablos, 2001.
Fernández, Sergio. Homenajes a Sor Juana, a López Velarde, a José Gorostiza. México:
SEP, 1972.
Godoy, Emma. Sombras de magia. Poesía y plástica. México: FCE, 1968.
Góngora y Argote, Luis de. Soledades. Biblioteca virtual Miguel de Cervantes. 20 abril
2009 25095209079/ p0000001.htm#I_2_>.
Gorostiza, José. Poesía. México: FCE, 1992.
14
Kuhnheim, Jill S. Spanish American Poetry at the End of the Twentieth Century. Austin:
University of Texas Press, 2004.
Paz, Octavio. Las peras del olmo. 1957. Barcelona: Seix Barral, 1971.
Romero, Raúl. “Barroco y Neobarroco. Naturaleza, apoteosis, dificultad, oscuridad.”
Babab. Nov. 2003 .
Rubín, Mordecai S. Una poética moderna. México: UNAM, 1966.
Xirau, Ramón. Poesía iberoamericana contemporánea. México: CONACULTA, 1995.

lunes, 2 de septiembre de 2013

JAIME LABASTIDA. PREMIO XAVIER VILLAURRUTIA 1996. POESÍA.

Jaime Labastida nació en Los Mochis, Sinaloa, el 15 de junio de 1939. Es Poeta y ensayista. Doctor en filosofía. Miembro numerario y actualmente presidente de la Asociación Filosófica de México y de la Academia Mexicana de la Lengua, donde ocupa el cargo de tesorero. Socio Honorario de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. Miembro de número de El Colegio de Sinaloa. Miembro del grupo "La Espiga Amotinada". Ha merecido reconocimientos como los siguientes: Premio Jaime Sabines 1980 y Premio Internacional de Poesía Ciudad de la Paz 1981 por Las Cuatro estaciones. Premio José Joaquín Fernández de Lizardi 1985 otorgado por el Club de Periodistas por artículos de fondo publicados en Excélsior. Premio José Fuentes Mares 1987 por Obsesiones con un tema olvidado y Las cuatro estaciones. Premio Nacional de Periodismo 1992 por artículos de fondo. Premio Xavier Villaurrutia 1996 por Animal de silencios y La palabra enemiga. En 1999 recibió del gobierno francés la Orden de las Letras y las Artes en grado de Caballero, por su carrera literaria y su trayectoria como promotor de la cultura y las ciencias. Premio Ocho Columnas de Oro 2000. Recibió la Cruz al mérito de la República Federal de Alemania, otorgada por el Presidente de esa República. Doctor honoris causa por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y por la UAS.
Algunos de sus poemarios son El descenso, FCE, Letras Mexicanas, 1965; La feroz alegría, FCE, Letras Mexicanas, 1965; A la intemperie, Joaquín Mortiz, 1970; Obsesiones con un tema obligado, Siglo XXI, 1975; Las cuatro estaciones, Siglo XXI, 1981; Plenitud del tiempo, SEP, Lecturas Mexicanas, 1986; Toda la muerte (grabados de Francisco Moreno Capdevila), Ciclonte, 1989; Dominio de la tarde, Siglo XXI, La Creación Literaria, 1991; Animal de silencios, FCE, 1996; Elogios de la luz y la sombra, Aldus, 1999.


Los dejamos con un poema de Jaime Labastida y una muy interesante crónica fotográfica del evento, cortesía de Pascual Borzelli Iglesias.


EL JÚBILO SE ENCIENDE
La memoria es una piel que tu recuerdo llaga,
una herida de torpe geometría,
es una carne, un nervio vivos.
Lacerada memoria donde el fuego
es la violenta agua apaciguada.
Miro así tu jadeo,
en ese mar, en esas olas me hundo.
Qué hermosa sed que nunca más se sacia,
qué agua: no apagas sino incendias.
Tu cuerpo resplandece con mi yesca;
tallo tu imagen de carbón
y es fósforo, sol, óxido el que brota
de esta chispa de luz.
Rescoldo quedan nuestros cuerpos y aluzamos
todo cuanto habita la pieza.
El júbilo se enciende.
De los cuerpos que se besan
viene este parto de la brasa.
Los objetos adquieren sus perfiles de gracia
y desdeñan la sombra.


FUENTE: http://circulodepoesia.com/nueva/2009/06/portarretratos-no-10-jaime-labastida/

viernes, 30 de agosto de 2013

CARLOS MONSIVÁIS. PREMIO XAVIER VILLAURRUTIA 1995. CRÓNICA. LOS RITUALES DEL CAOS.

En Los rituales del caos, de
Carlos Monsiváis (1938), queda revelada la imagen más fiel de este
autor mexicano: manías, obsesiones, delirios, tributos y ritos se
concentran. Los rituales...
significan una fotografía, una radiografía (el caso sería el mismo,
pues lo que la primera pone en evidencia, la segunda lo revela tal
cual, concretando en el conocimiento siempre) en donde Monsiváis
propone, respecto de la sociedad mexicana de fin de milenio ?y tal vez
no tan lejana de otras nacionalidades: posmoderna, vertiginosa y
violenta?, en donde las multitudes que la conforman explotan por todos
lados, identificándose como pertenencientes al clan consumidor y
variopinto de la Virgen de Guadalupe, Julio César Chávez, el niño
Fidencio o Santo, el enmascarado de Plata, sin olvidar ?por supuesto? a
Luis Miguel, Madonna y Gloria Trevi. No basta, al parecer, ser un
número más en la especie, sino que se requiere de una etiqueta extra en
la frente.Monsiváis en este libro se desvive por ordenar y
?taxonomizar? a los seres afectos a otro tipo de mercancías: desde el
coleccionismo y sus vaivenes en México, hasta el sexo en la joven
sociedad de masas, sin olvidar a los fanáticos admiradores de Satán y
los brujos de Catemaco, Veracruz, pasando lista también a los que hacen
del mexicano un ser teledivertido, non pensante y atrapado por el
control remoto (adviértase que el nombre corresponde al objeto) o la
enferma afición del mexicano por las estatuas y monumentos nacionales,
mismos que amenazan con crecer ad infinitum conforme los sexenios
presidenciales se suceden. El autor de Amor Perdido
expone una radiografía de las demencias, aficiones, vicios, y
diversiones de ?la gleba?, ?el pópolo?, ?la grey astrosa?, situando su
campo de acción, encuentro, batalla, donde se concentran los bandos: el
California Dancing Club, el Palacio de los Deportes, el Zócalo
Capitalino, la Basílica Guadalupana, un vagón del Metro, el Salón
México o el Estadio de la Ciudad Universitaria. Los hijos del
consumismo parafernalio, de la diversión a la hora ?que usted mande?,
junto con sus padres y madres (entiéndase Los Protagonistas que motivan
el tumulto y provocan el movimiento de la masa a todas Horas) conforman
el caos geo/demográfico que es la Ciudad de México: el único lugar
donde la gente pulula, más que habitar; sobrevive, más que respirar y
disfruta, más que cualquier otra cosa. Ante el evento que inmortalice
su existencia, el espectador consume los 15 minutos que Warhol
ofreciera para alcanzar la fama y la gloria entre los mortales, pues
qué otra cosa sino el don divino es el asistir a cantar ?¡Ay Jalisco,
no te rajes!? con Sting o ?New York, New York? con Sinatra, lo mismo
que ir a celebrar al Ángel de la Independencia, acto que reafirma el
orgullo patriótico y continental; o salir sano, salvo y sin mancha
alguna de la aventura moderna que es llegar a tiempo al trabajo, tras
abordar una ?pesera? o el Metro en la Ciudad que no descansa nunca y
que siempre tiene auditorio suficiente para cuanto evento se realice,
por insólito que resulte: la asistencia está asegurada.En todas las
actitudes antes mencionadas estaría comprendida la personalidad de
Monsiváis, pues si se quiere identificar al Cronista sería con la
música, la historia, la política y el cine, obsesiones que lo han
llevado lo mismo a cantar y grabar un cd con Las mañanitas que a participar en una película y ganar, por su desempeño en el cuadro, un Ariel. Carlos
Monsiváis ambienta en este libro deseos y obsesiones en su discurso
ensayístico, ordenándolo en parábolas que más que moralizar apelan tan
sólo a las multitudes y su atención valiosa y de las cuales formamos
parte alguna vez, pues lo mismo aceptamos cantidades y productos como
resultado de la explosión demográfica que nos aletarga en el infinito
juego del somos..., mueren..., eran..., seremos..., habrán...



Fuente: http://www.netsaber.com.br/resumos/ver_resumo_c_54969.html

 

 

Carlos Monsiváis es justamente célebre por sus indagaciones, tan ingeniosas como conocedoras, en las múltiples y complejas realidades de la cultura mexicana: la que conocemos como cultura popular y la "alta cultura. En este volumen el autor desmenuza, con su humor y saber acostumbrados, distintos rituales de la ciudad de México y de la sociedad mexicana en general: rituales religiosos, cívicos, mercantiles, musicales e instantáneos; antros y basílicas, estadios y coliseos, mallsy puestos, bares y estatuas, y se interesa por ídolos de los mexicanos como El Santo y Julio César Chávez. Por si fuera poco, Monsiváis ofrece aquí un ensayo lleno de recovecos sobre las minucias del ritual del coleccionismo.


Fuente: http://www.edicionesera.com.mx/index.php?page=shop.product_details&product_id=571&option=com_virtuemart&Itemid=3



 

jueves, 29 de agosto de 2013

PROUST Y GEORGE PAINTER.

En los años 80 del siglo pasado me aventuré a leerme los 7 volúmenes de EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO( en la Edición de ALIANZA TRES), viaje   hermoso. Es quizá Proust conjuntamente con Dostoviesky y Thomas Mann los autores que más quiero en lengua extranjera.


Su lectura fue una aventura lenta, lentísima -de dos años creo- pero, al final no me decepcionó para nada. Por el contrario aprendí mucho de la psicología y comportamiento del ser humano porque, EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO, además, de una gran obra literaria, es un verdadero Tratado de Psicología. Después, me leí las cartas a sus Editores y su lento peregrinaje de las publicaciones.


Estudio o crítica literaria que caía en mis manos acerca de mi escritor preferido, lo leía con gran interés pero aquello no me bastaba porque, aparte de la estructura novelística, del lenguaje utilizado, del tratamiento del tiempo, de sus temáticas, me faltaba – y debo confesarlo- conocer al hombre detrás de la obra. ¿Por qué? Pienso, que curiosidad y una veneración larvada que siempre le he tenido a Marcel Proust. Fue así y por azar del Universo –y no del Destino- que en la Cooperativa de Libros de la Universidad de Costa Rica, una tarde me encontré en uno de los estantes la mayor y descomunal biografía jamás escrita sobre Proust. Su autor:  George D Painter (1000 páginas o más) dedicada a Marcel Proust. Desde luego que la compré y la leí. Hoy, han pasado decenas de años y sigo pensando que valió la pena no solo leerme EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO sino también la  descomunal biografía del inglés George D Painter.

J.Méndez-Limbrick.




Cuenta George D. Painter, en su biografía de Proust, que el escritor consideraba a su criada Céleste el único ser que lo comprendía. Uno de sus amigos más asiduos, Antoine Bibesco, era, asimismo, de la opinión de que solo había querido realmente a dos personas: a su madre y a la propia Céleste.

De ahí la trascendencia de la decisión que esta mujer, una campesina trasladada a París en 1912 con motivo de su matrimonio con el taxista Odilon Albaret, tomó seis decenios después de haber conocido al autor de A la recherche du temps perdu: escribir el testimonio de los nueve años que pasó junto a él, los últimos de su vida dedicados casi exclusivamente a la culminación de su obra. Tanto es así que en una de las páginas finales de este libro escrito con la ayuda de Georges Belmont, se narra que cuando el novelista le anunció que había puesto fin a su oceánica novela, añadió sin inmutarse: "Ahora puedo morir".

Es muy de agradecer este otro género de biografías de grandes literatos redactadas desde la perspectiva humana de quienes estuvieron a su servicio y compartieron con ellos su intimidad. La de Céleste Albaret nos llega, sin embargo, con un cierto retraso, pues su primera edición data de 1973, y en este interregno han podido aparecer entre nosotros, por cierto, obras semejantes, como la de Jovita Iglesias sobre Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares o la de la mucama de Borges, Epifanía Uveda de Robledo, Fanny.

Resulta normal que estas biografías posean un cierto tono apologético, como también lo sería la posibilidad exactamente contraria. Proust le dedicó a Céleste una foto firmando como su "odiado tirano", y la narración de la vida cotidiana compartida por ambos da sobrado pie para ello. Céleste demuestra aquí, amén de una férrea memoria, una notable inteligencia natural y una cierta cultura, inducida por las conversaciones con su amo, quien, por ejemplo, le aconsejaba leer a Balzac. De hecho, habiendo comenzado a servirle como recadera, pronto pasó a criada para convertirse luego en gobernanta, en confidente e, incluso, en secretaria que escribía al dictado con "ortografía enternecedoramente incorrecta", según Painter. No faltan por ello en Monsieur Proust ciertas referencias literarias, una de ellas al duque Des Esseintes, el personaje de Huysmans que siempre me pareció un tipo humano precursor del propio Proust, que vivía prácticamente enclaustrado, apenas se alimentaba, inhalaba polvos quemados para aliviar su asma y hacía pasar su correspondencia por un recipiente lleno de formol.

Amén de estos detalles y del relato de ciertas anécdotas curiosas, la aportación de Céleste Albaret no deja de tener interés desde el punto de vista estrictamente literario. Como interlocutora privilegiada que era del autor, conoce por él mismo la dedicación absoluta a su obra, fundamentada en "un fabuloso don de observación y una memoria implacable" (página 203). Y sabe puntualizar muy certeramente que los modelos posibles de sus personajes son múltiples para cada uno de ellos, con la impronta final de la imaginación creadora. Nos ilustra con muy interesantes datos acerca del modus operandi del escritor también en el aspecto puramente material de sus abigarrados manuscritos, y en el terreno biográfico aborda de forma claramente elusiva el tema de la homosexualidad de Proust, pero sobre todo nos ofrece un relato puntual y privilegiado de los últimos días de su vida, cuando no hizo nada por curarse una gripe, que evolucionó a neumonía y septicemia, para no interrumpir la corrección de las pruebas de La Prisonnière.

Fuente: N.N.

sábado, 24 de agosto de 2013

PAUL VALERY

 
Paul Valéry
Nació el 30 de octubre de 1871 en Sète (Francia).

Cursó estudios en la Universidad de Montpellier. En 1892 se trasladó a París uniéndose al círculo literario del poeta simbolista
Stéphane Mallarmé.

Sus primeros poemas, escritos sobre 1889 y recopilados en Álbum de versos antiguos (1921), reciben las influencias del simbolismo. Sus dos primeras obras en prosa se ocupan del dominio de las técnicas intelectuales. En Introducción al método de
Leonardo da Vinci (1895), Valéry analiza el método creativo de uno de los grandes genios universales. La obra de ficción El señor Teste (1895), es decir, el 'Señor Cabeza', analiza los procesos introspectivos de su protagonista, un hombre dotado de una mente prodigiosa.

Trabajó como funcionario (1897-1900) y además colaboró con una agencia de información (1900-1922). Fue en este periodo en el que continuó con sus estudios de matemáticas. No quiso publicar su poesía hasta 1917, fecha en que apareció el poema alegórico La joven parca.

Su escritura muestra una visión del mundo entendido como una combinación de las fuerzas de la vida y las esencias absolutas. En obras posteriores, como El cementerio marino (1920) y muchos de los poemas de Cármenes (1923), realiza un extraño análisis de la conciencia que el ser humano tiene de sí mismo en un estilo rigurosamente clásico, combinado con descripciones sensuales y naturalistas con técnicas musicales.

Los últimos escritos en prosa de Valéry son estudios filosóficos y meditaciones. En Eupalinos o el arquitecto (1923), desarrolla una teoría sobre la Arquitectura como la forma artística más afín a la Música. En Miradas al mundo actual (1933), hace hincapié en las bases ideológicas de la política moderna.

Fue admitido, en 1925 en la Academia Francesa y a partir de 1937 dio clases de política en el Colegio de Francia. Paul Valéry falleció el 20 de julio de 1945 en París.


Obras

Introduction à la méthode de Léonard de Vinci (1895)
La soirée avec monsieur Teste (1896)
La Jeune Parque (1917)
Album des vers anciens (1920)
Charmes (1922)
Variétés I (1924)
Variétés II (1930)
Regards sur le monde actuel (1931)
Variétés III (1936)
Variétes IV (1938)
Mauvaises pensées et autres (1942)
Tel quel (1943)
Variétes V (1944)
Vues (1948)
?uvres I (1957)
?uvres II (1960)
Cahiers I (1973)
Cahiers II (1974)
Corona & Coronilla. Poèmes á Jean Voilier (2008)





Fuente: http://www.buscabiografias.com/bios/biografia/verDetalle/1766/Paul%20Valery



El Cementerio Marino

Por Paul Valery
Version De Javier Sologuren
¡Oh alma mía, no aspires a la vida inmortal,
pero agota toda la extensión de lo posible.
Pindaro, Píticas III.



Calmo techo surcado de palomas,
palpita entre los pinos y las tumbas;
mediodía puntual arma sus fuegos
¡El mar, el mar siempre recomenzado!
¡Qué regalo después de un pensamiento
ver moroso la calma de los dioses!

¡Qué obra pura consume de relámpagos
vario diamante de invisible espuma,
y cuánta paz parece concebirse!
Cuando sobre el abismo un sol reposa,
trabajos puros de una eterna causa,
el Tiempo riela y es Sueño la ciencia.

Tesoro estable, templo de Minerva,
quietud masiva y visible reserva;
agua parpadeante, Ojo que en ti guardas
tanto sueño bajo un velo de llamas,
¡silencio mío!... ¡Edificio en el alma,
mas lleno de mil tejas de oro. Techo!

Templo del Tiempo, que un suspiro cifra,
subo a ese punto puro y me acostumbro
de mi mirar marino todo envuelto;
tal a los dioses mi suprema ofrenda,
el destellar sereno va sembrando
soberano desdén sobre la altura.

Como en deleite el fruto se deslíe,
como en delicia truécase su ausencia
en una boca en que su forma muere,
mi futura humareda aquí yo sorbo,
y al alma consumida el cielo canta
la mudanza en rumor de las orillas.

¡Bello cielo real, mírame que cambio!
Después de tanto orgullo, y de tanto
extraño ocio, mas pleno de poderes,
a ese brillante espacio me abandono,
sobre casas de muertos va mi sombra
que a su frágil moverse me acostumbra.
A teas del solsticio expuesta el alma,
sosteniéndote estoy, ¡oh admirable
justicia de la luz de crudas armas!
Pura te tomo a tu lugar primero:
¡mírate!... Devolver la luz supone
taciturna mitad sumida en sombra.

Para mí solo, a mí solo, en mí mismo,
un corazón, en fuentes del poema,
entre el vacío y el suceso puro,
de mi íntima grandeza el eco aguardo,
cisterna amarga, oscura y resonante,
¡hueco en el alma, son siempre futuro!

Sabes, falso cautivo de follajes,
golfo devorador de enjutas rejas,
en mis cerrados ojos, deslumbrantes
secretos, ¿qué cuerpo hálame a su término
y qué frente lo gana a esta tierra ósea?
Una chispa allí pienso en mis ausentes.

Sacro, pleno de un fuego sin materia;
ofrecido a la luz terrestre trozo,
me place este lugar alto de teas,
hecho de oro, piedra, árboles oscuros,
mármol temblando sobre tantas sombras;
¡allí la mar leal duerme en mis tumbas!

¡Al idólatra aparta, perra espléndida!
Cuando con sonrisa de pastor, solo,
apaciento carneros misteriosos,
rebaño blanco de mis quietas tumbas,
¡las discretas palomas de allí aléjalas,
los vanos sueños y ángeles curiosos!

Llegado aquí pereza es el futuro,
rasca la sequedad nítido insecto;
todo ardido, deshecho, recibido
en quién sabe qué esencia rigurosa...
La vida es vasta estando ebrio de ausencia,
y dulce el amargor, claro el espíritu.

Los muertos se hallan bien en esta tierra
cuyo misterio seca y los abriga.
Encima el Mediodía reposando
se piensa y a sí mismo se concilia...
Testa cabal, diadema irreprochable,
yo soy en tu interior secreto cambio.

¡A tus temores, sólo yo domino!
Mis arrepentimientos y mis dudas,
son el efecto de tu gran diamante...
Pero en su noche grávida de mármoles,
en la raíz del árbol, vago pueblo
ha asumido tu causa lentamente.

En una densa ausencia se han disuelto,
roja arcilla absorbió la blanca especie,
¡la gracia de vivir pasó a las flores!
¿Dónde del muerto frases familiares,
el arte personal, el alma propia?
En la fuente del llanto larvas hilan.

Agudo gritos de exaltadas jóvenes,
ojos, dientes, humedecidos párpados,
el hechicero seno que se arriesga,
la sangre viva en labios que se rinden,
los dedos que defienden dones últimos,
¡va todo bajo tierra y entra al juego!

Y tú, gran alma, ¿un sueño acaso esperas
libre ya de colores del engaño
que al ojo camal fingen onda y oro?
¿Cuando seas vapor tendrás el canto?
¡Ve! ¡Todo huye! Mi presencia es porosa,
¡la sagrada impaciencia también muere!

¡Magra inmortalidad negra y dorada,
consoladora de horroroso lauro
que matemal seno haces de la muerte,
el bello engaño y la piadosa argucia!
¡Quién no conoce, quién no los rechaza,
al hueco cráneo y a la risa eterna!

beshabitadas testas, hondos padres,
que bajo el peso de tantas paladas,
sois la tierra y mezcláis nuestras pisadas,
el roedor gusano irrebatible
para vosotros no es que bajo tablas
dormís, ¡de vida vive y no me deja!

¿Amor quizás u odio de mí mismo?
¡Tan cerca tengo su secreto diente
que cualquier nombre puede convenirle!
¡Qué importa! ¡Mira, quiere, piensa, toca!
¡Agrádale mi carne, aun en mi lecho,
de este viviente vivo de ser suyo!

¡Zenón! ¡Cruel Zenón! ¡Zenón de Elea!
¡Me has traspasado con tu flecha alada
que vibra, vuela y no obstante no vuela!
¡Su son me engendra y mátame la flecha!
¡Ah! el sol... ¡Y qué sombra de tortuga
para el alma, veloz y quieto Aquiles!

¡No! ¡No!... ¡De pie! ¡En la era sucesiva!
¡Cuerpo mío, esta forma absorta quiebra!
¡Pecho mío, el naciente viento bebe!
Una frescura que la mar exhala,
ríndeme el alma... i Oh vigor salado!
¡Ganemos la onda en rebotar viviente!

¡Sí! Inmenso mar dotado de delirios,
piel de pantera, clámide horadada
por los mil y mil ídolos solares,
hidra absoluta, ebria de carne azul,
que te muerdes la cola destellante
en un tumulto símil al silencio.

¡Se alza el viento!... ¡Tratemos de vivir!
¡,Cierra y abre mi libro el aire inmenso,
brota audaz la ola en polvo de las rocas!
¡Volad páginas todas deslumbradas!
¡Olas, romped con vuestra agua gozosa
calmo techo que foques merodean!


viernes, 23 de agosto de 2013

ROBERTO BOLAÑO: TROVADORES (Entre Paréntesis).

 
 
Trovadores

Miércoles 13 de junio de 2001
¿Qué nos dicen los trovadores hoy? ¿En dónde radica su gracia, su excelencia? No lo sé. Recuerdo que empecé a leerlos influido por Pound y, sobre todo, tras los estudios deslumbrantes de Martín de Riquer. A partir de ese momento, poco a poco fui atesorando libros y antologías en donde aparecían los nombres de Arnaut Daniel, Marcabrú, Bertrán de Born, Peire Vidal, Giraut de Bornelh.

La mayoría fueron, por gajes del oficio, viajeros y trotamundos. Los hubo que sólo recorrieron una o dos provincias, pero también hubo algunos que cruzaron Europa, que ejercieron el oficio de soldados, que naufragaron en el Mediterráneo, que visitaron tierras islámicas.

Carlos Alvar hace una distinción entre trovadores, trouvères y minnesinger. En realidad la distinción básicamente se funda en fronteras geográficas. Los trovadores eran, en su mayoría, de la Francia meridional, occitanos, aunque también hubo catalanes. Los trouvères son de la Francia del norte. Los minnesinger, alemanes. El tiempo, que ha sido incapaz de borrar sus nombres y algunas de sus obras, finalmente borrará también estas diferencias nacionales.

Cuando yo era joven, en México DF, por juego, nos dividíamos a nosotros mismos en cultivadores del trobar leu y del trobar clus. El trobar leu era, por supuesto, el cantar claro, sencillo, inteligible para todos. El trobar clus, por el contrario, era el cantar oscuro, cerrado, formalmente complicado. Pese a su riqueza conceptual, sin embargo, el trobar clus en no pocas ocasiones podía ser más violento y más brutal que el trobar leu (que generalmente era delicado), como si dijéramos Góngora escrito por un presidiario, o, más acertadamente, como si en el trobar clus se prefigurara la estrella negra de Villon.

No sabíamos, pues éramos jóvenes e ignorantes, que el trobar clus, a su vez, se dividía en dos categorías, el trobar clus propiamente dicho, y el trobar ric, que como su nombre indica es una poesía suntuosa, llena de miriñaques, y generalmente vacía. Es decir: el trobar clus encerrado en la universidad o en la corte, el trobar clus despojado del vértigo de las palabras y de la vida.

Sabíamos que sin la poesía trovadoresca no hubiera existido el dolce stil novo italiano, y sin éste no hubiera existido Dante, pero lo que más nos gustaba era la vida descarriada de algunos trovadores. Por ejemplo: Jaufre Rudel, que se enamoró literalmente de oídas de una condesa que vivía en Trípoli, que viajó por el Mediterráneo, como cruzado, en busca de ella, que enfermó y que finalmente acabó sus días en una pensión de Trípoli, adonde acudió la condesa, sabedora de que ese hombre la había ensalzado en muchas canciones y poemas, y en cuyo regazo inclinó la cabeza Rudel, cuando ya lo único que quedaba por hacer era morirse.


No sé qué nos dicen, hoy, los trovadores. Parecen lejanos allá en su siglo XII y parecen ingenuos. Pero yo no me fiaría demasiado. Sé que inventaron el amor, y también inventaron o reinventaron el orgullo de ser escritor, siempre y cuando uno sepa meter la cabeza en el pozo.


jueves, 22 de agosto de 2013

FRANCISCO HERNÁNDEZ. PREMIO XAVIER VILLAURRUTIA 1994. POESÍA: "Moneda de tres caras".




Archivo.
El poeta veracruzano Francisco Hernández presentó, dentro de la Feria Universitaria del Libro UANLeer 2013, su obra 'Moneda de tres caras'.

Mediante una nueva forma de representar el retrato en el arte literario, el poeta veracruzano Francisco Hernández presentó, dentro de la Feria Universitaria del Libro UANLeer 2013, su obra 'Moneda de tres caras', en donde enmarca la historia de tres grandes literatos.

En dicha obra, según explicó, convergen elementos como pasiones prohibidas, la locura, la soledad y el miedo a la muerte, que desencadenan en el lector el desencanto de la realidad en la que se vive.

El escritor Rodrigo Alvarado señaló que para esto el autor tiene que salir a la búsqueda del otro para reconocerse y con ello realizar la identificación del Yo y así formar una identidad poética que da vida a los personajes de 'Moneda de tres caras': el compositor Robert Schuman y los poetas Friedrich Hölderlin y George Trakl.

Según explicó Margarito Cuellar, integrante del presidio, este factor se vuelve una herramienta vital para que el lector pueda encontrar poemas sorprendentes y llenos de magia en las obras de Hernández, debido a que "su poética apunta hacia extremos que el lector tiene que unir en una parte".

Además, comentó que rutas desconocidas y una galería de fantasmas son parte del camino que tienen que recorrer las personas que leen a este autor.

Hernández aprovechó para dar lectura a algunos fragmentos de su obra, como también recordó las anécdotas que lo llevaron a darle valor poético a su 'Moneda de tres caras'.

Añadió que para ser artista se necesita de locura y refirió que "ésta es un ingrediente muy socorrido en la poesía porque tiene que ver mucho con la hipersensibilidad y no se puede ser artista sino estás un poco loco".
FUENTE: http://www.elporvenir.com.mx/notas.asp?nota_id=654007



Los textos de Francisco Hernández suelen ser breves. Los temas abordados en su obra son el desencanto por el mundo, el amor-erotismo y la violencia, sobre todo, además del tiempo, la muerte, la palabra y, más raramente, la poesía. Estos temas se articulan por medio de motivos recurrentes en la obra: agua (mar, lluvia, río), sueño-enfermedad (delirio), cuerpo-mujer, el viaje, la luz. También pueden destacarse el empleo del humor, así como de estrategias y lenguaje importados de campos como la publicidad, el cine y la televisión, en una parte de su obra, ya que otra parte (los libros premiados, de corte "neo-romántico") se caracterizan por una visión trágica de la existencia.

Asimismo es notable su cultivo del "retrato poético" de personas, paisajes, obras plásticas, visuales o musicales, que parece no tener parangón en la literatura mexicana. Este ejercicio que privilegia la vista ha dado como resultado un tipo particular de texto cuya estructura es fija: las poetografías. Se trata de textos ecfrásticos muy breves que no llegan a la página de extensión, escritos en endecasílabos asonantes dispuestos como si fuesen prosa, y lo normal es que partan de alguna fotografía.


Algo de la producción de Francisco Hernández se halla publicado bajo el nombre de Mardonio Sinta, supuesto heterónimo. Éste es un jaranero veracruzano que escribe coplas octosilábicas en estrofas rimadas. Entre los libros atribuidos a Mardonio Sinta están: Coplas a barlovento (1993), Una roja invasión de hormigas blancas (1994) y ¿Quién me quita lo cantado? (1999)

Fuente: wikipedia.

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