PRÓ LO GO
No sabría decir si el espíritu del presente libro responde más al
título o al subtítulo, ni si alienta más en el cuerpo del volumen o
en los excursos. Para mí, el punto de partida fue sin duda el texto
del Quijote; el punto de llegada quisiera ser un estilo más riguroso
y pertinente de editar las grandes obras del Siglo de Oro.
Con un carril para los cervantistas (yo no lo soy) que quieran
acompañarme a lo largo del camino: la consideración de los problemas
textuales se impone como labor previa a cualquier género
de estudio sobre el Quijote.
La fatigosa minuciosidad de muchas páginas no debiera encubrir
que mi propósito ha sido menos resolver esos problemas
que situarlos en los terrenos que les son propios. Pocas de las
cuestiones que abordo se examinan aquí de manera suficiente,
no digamos exhaustiva. En bastantes casos, mi intención y mis
fuerzas han llegado únicamente a desbrozar los materiales y delinear
el marco en que hay que contemplarlos. Porque es inútil,
por ejemplo, preguntarse por el plan primitivo del relato de
1604 y por sus vicisitudes, sin recorrer uno a uno los pasos que
usualmente seguía entonces una obra desde la pluma del escritor
hasta las manos del lector: borradores, original (es decir, copia en
limpio por un amanuense), revisión o revisiones del autor, censura,
manipulaciones de la imprenta... A cuento de la elaboración
del Ingenioso hidalgo en concreto, he razonado un par de hipótesis
(de primero y de segundo grado) que podrán ser acertadas o no.
No pongo en ello mayor empeño, pero sí expreso mi seguridad
de que el asunto sólo se deja enfrentar con éxito dentro de las
coordenadas que trazo, restituyendo los datos literales y los indicios
literarios particulares a las circunstancias históricas de unos
modos de escritura y producción.
Este libro, así, va y viene como buenamente puede entre el
título y el subtítulo. Para hacer justicia al título, muchos temas
que toco y muchos más que postergo (en especial relativos al
Ingenioso caballero) tendría que haberlos tratado en el cuerpo del
volumen y a la misma escala de los excursos, con la misma lente
IO EL TEXTO DEL «QUI JOTE»
de aumento que es ineludible aplicar a todas y cada una de las
páginas y las lecciones del Quijote. En los excursos más llamativamente,
se notará que apenas paso de los pródromos de la Primera
parte: la confección en los talleres de Juan de la Cuesta; el
primer pliego, con las dos composiciones de la Tasa y la dedicatoria
apócrifa; el título de la novela, el apellido del protagonista
en las primeras líneas... No obstante, incluso cuando pongo el
acento en puntos aparentemente menudos y muy circunscritos,
mi esperanza es orientarlos hacia una perspectiva más vasta:
señalarlos en unos lugares del Quijote para poder reconocerlos y
valorarlos en otros lugares del Quijote y en otras obras maestras.
Todo aquí se queda en preliminares, a la vez al texto de Cervantes
y a una buena ecdótica del Siglo de Oro.
Por ecdótica entiendo (discúlpese que me cite) «una visión completa
y articulada, por más que siempre provisional, reajustable y
reajustada caso a caso, del conjunto de operaciones intelectuales
y materiales anejas al designio de transvasar un discurso desde un
sistema de referencias hasta otro, desde los códigos de una cultura
hasta los de otra, y de cuáles son las implicaciones de cada una de
tales operaciones para el comprometido e imprescindible equilibrio
entre la voluntad del escritor, las singularidades de la obra y
las conveniencias de los receptores».
En un hecho ecdótico confluyen siempre elementos de diversa
entidad, y al editor le es necesario tomarlos en cuenta todos, y
los unos en función de los otros. Un factor textual puede estar en
cualquier parte. No cabe dudar, pongamos, de que la disponibilidad
y el precio del papel (que Cervantes consignaba con puntualidad
cuando comisario de abastos, y que hasta introduce en
la trama, «en las entrañas de Sierra Morena») condicionaron
en más de un aspecto la composición literaria del Ingenioso hidalgo
(bastaría recordar que el novelista escribía sin puntos y aparte),
como condicionaron luego poderosamente la composición tipográfica,
con todo su cortejo de consecuencias textuales. Pero la
disponibilidad y el precio del papel siguen condicionando hoy el
carácter de las ediciones del Quijote, que pueden y deben ofrecer
soluciones textuales distintas según los destinatarios a quienes se
dirijan y, por lo mismo, según los planteamientos económicos
que las hagan viables. La disponibilidad y el precio del papel son
PRÓLOGO I I
datos ecdóticos: cómo y en qué medida en cada momento, ha de
decidirlo el editor.
Cuando digo ecdótica, pues, pienso antes en una actitud que en
una disciplina que por ahora habita menos en la realidad que en el
deseo y que, en cualquier caso, tendría que ser «impura, mestiza,
proteica» (perdón de nuevo). El legado de experiencias de la philologia
perennis, la robusta filología de los humanistas y de quienes
los sucedieron en la universidad moderna, sigue proporcionando
una base inexcusable, pero claro está que también insuficiente.
Aúna ecdótica cabal le cumple hacerse cargo, discriminadamente, de
múltiples saberes, técnicas y enfoques.
En España, por contagio de Italia, los estudios textuales tienden a
confundirse con el método estemático incorrectamente llamado
«de Lachmann» (y no carece de gracia que un método centrado en
indagar genealogías se haya engañado tanto tiempo sobre la suya
propia). A la necesidad elemental de ordenar y clasificar los materiales
con que se trabaja en cualquier dominio, la estemática obedece
sentando unos postulados de lógica puramente abstracta: si
un testimonio se ciñe siempre sólo a otro testimonio que a su
vez procede de la misma manera (etc.), si introduce innovaciones
identificables como errores, si no subsana felizmente los errores del
modelo, si..., si..., entonces es quizá posible, en efecto, remontarse
hacia atrás y restituir un único texto genuino. En ocasiones, el
método permite resultados aceptables en ciertas tradiciones muy
bien delimitadas o en la agrupación de algunas variantes, pero es
estéril para la gran mayoría de los grandes títulos españoles, sobre
todo de transmisión impresa, en relación con los cuales es obvio
que las condiciones requeridas no se dan más que excepcionalmente;
y, desde luego, la estemática, de suyo, nada tiene que decir
que valga para nuestra novela. Con la Textkritik de Paul Maas en
la mano, opino, no podríamos siquiera precisar la filiación de los
tres primeros Quijotes de Francisco de Robles (1604, 1605, 1608),
eliminaríamos todas las otras ediciones, que tantas veces sanan el
texto con absoluta solvencia, y nos veríamos obligados, porque
es una exigencia interna del sistema, a conjeturar un «arquetipo»
del Ingenioso hidalgo.
Pese a correcciones de rumbo como las de Alberto Blecua,
el lachmannismo ha sido una rémora al desarrollo de un pensa12
EL TEXTO DEL «QUI JOTE:
miento ecdótico pleno, porque su concentración en una parcela
diminuta ha cegado para mirar a horizontes mayores. También
ha tenido sus períodos de miopía y ensimismamiento la que
Fredson Bowers bautizó en 1952 como «textual bibliography».
La bibliografía textual (etiqueta que en romance parece oportuno
ir alternando con tipofilología) procede directamente de la
«analytical bibliography», hereda de ella la atención microscópica
a la materialidad del libro y la extiende a inquirir además sus
implicaciones para el establecimiento del texto. La averiguación
de las transformaciones específicas que el tránsito por el taller
acarrea al manuscrito, y especialmente de las alteraciones más
típicas a que lo somete, es un logro fundamental de la admirable
corriente angloamericana y brinda la herramienta primaria
(a mí me gusta hablar de ratio typographica) para habérselas con
muchos particulares del Quijote. Pero, al comprobar la fecundidad
de sus análisis arqueológicos, la «textual bibliography» cayó
más de una vez en la tentación del virtuosismo, desentendiéndose
de todo cuanto no fueran las «simple inked shapes, imprinted on
paper from pieces of metal», y desdeñando el contexto histórico
de los fenómenos tipográficos.
Es por ese flanco por donde el panorama ecdótico ha venido
a enriquecerse gracias a la «histoire du livre», cuyo más generoso
embajador en España ha sido Roger Chartier. En los últimos
años, se ha producido entre nosotros un caudal impresionante de
trabajos sobre los hombres, el mundo y la cultura del libro en la
época de la imprenta artesana. No sólo los repertorios han dejado
de ser meramente enumerativos para convertirse con frecuencia
en relatos rebosantes de vida, sino que ahora contamos con un
tesoro de sólidas monografías sobre los materiales y los oficios del
libro, los centros de producción y de consumo, la legislación, los
gremios, el comercio, la lectura... Sobre los principales factores,
en suma, que moldean el control, la fabricación y los usos del
libro en el Antiguo Régimen. Las aportaciones de esas investigaciones
y de otras que se mueven en el mismo ámbito no afectan
solamente a la historia social e intelectual: al evidenciar los elementos
que determinan la realidad del objeto ‘libro’, a cada paso
dan claves textuales importantes, pistas preciosas para interpretar
las pautas que encarrilan la literalidad de los impresos.
PRÓLOGO !3
En análoga dirección, Donald McKenzie había denunciando
ya en 1969 la sobra de álgebra y la falta de documentos de
archivo en la «textual bibliography». En 1984, hizo más por ella:
la recondujo a una nueva vía. En las célebres Panizzi Lectures
de aquel año, partiendo justamente del énfasis bibliográfico en
la materialidad de los testimonios, McKenzie subrayaba que no
nos es dado conocer el texto ideal de ninguna obra, sino sólo
versiones del texto, concretadas siempre en soportes físicos y
conformadas por éstos, cada una con su peculiar autoridad y significación.
Esas ideas están en el núcleo mismo de la revolución
que desde entonces ha supuesto la «editorial theory» de la órbita
anglosajona.
En el ala más estricta de la estemática, «il dibattito sulla natura,
i limiti e la funzione della filología testuale era considerato poco
meno che una perdita di tempo» (Guglielmo Gorni). La «textual
bibliography» de la fase capitaneada por Fredson Bowers y G.T.
Tanselle sí tenía en cambio una amplia visión teórica, fuertemente
ligada a la crítica entonces en boga, y no sólo había formulado
con nitidez los medios y los fines de la edición de textos, sino
que al servicio de ellos había establecido unas bases económicas,
unos protocolos de actuación y unos organismos reguladores.
Toda la ortodoxia y buena parte del aparato, desde la «voluntad
del autor» hasta las fuentes de financiación, se vinieron abajo
con la «editorial theory» que durante dos decenios ha preponderado
entre los estudiosos de lengua inglesa, mayormente en los
Estados Unidos, y que ha tenido paralelo, con raíces y preocupaciones
propias, en la vivaz escuela alemana de la «Historisch-Kritische
Ausgabe». Caldeada por los progresos de la informática y por
su inagotable capacidad de construir, reconstruir y deconstruir
textos, la «editorial theory» ha tenido más, muchísimo más del
sustantivo que del adjetivo; y con la informática ha ido quemando
etapas sin consolidar más que alguna. No es necesario asumir
ninguna de sus infinitas y variopintas respuestas para conceder
que sus preguntas están a menudo llenas de pertinencia y sentido:
desoírlas hoy sería condenarse a la rutina o a un empirismo de
bajo vuelo.
Pues bien: en este libro, yo he ido espigando en la filología
tradicional, la «textual bibliography», la «histoire du livre», la
«editorial theory» o donde Dios me daba a entender, pero siempre
con la voluntad de ver más claro y contribuir a poner en limpio
el texto del Quijote y, por ahí, de otras obras cardinales de la
tradición española. Una sana perspectiva ecdótica obliga a no
descartar el auxilio de ninguna disciplina, pero enseña además
tanto a administrar las fuerzas como a no renunciar a las metas
que sin embargo no pueden todavía alcanzarse. No es lo mismo
editar un clásico vivo que una antigualla sólo para eruditos, ni la
incapacidad de resolver un problema excusa de enfrentarlo con
todos los recursos que uno tenga. Que las soluciones puedan ser
distintas está en la misma naturaleza de las humanidades y es
también una de las lecciones de la ecdótica.
El grueso del presente volumen, en una primera versión, fue
escrito entre el otoño de 1995 (cuando lo resumí en un ciclo de
conferencias en el Instituto de España) y el verano de 1996. A corto
plazo, adelanté algunos fragmentos en forma de artículos y en
la «Historia del texto» que figura entre los prólogos a mi edición
crítica de 1998, cuya elaboración, no obstante, me robó el
tiempo que había previsto para concluir el libro y me hizo recapacitar
sobre bastantes cuestiones. La nueva salida de la edición,
en 2004, me animó en cambio a volver sobre mis papeles, que he
revisado y completado a lo largo del año siguiente al último centenario
de Petrarca. Compréndanse, pues, las ligeras discordancias
que aquí se hallarán respecto a mis Quijotes de 1998 y 2004.
Desaprender lo poco que uno sabe (y, en mi caso, que tan insatisfactoriamente
había empleado para editar el Lazarillo) puede
hacerse casi de un plumazo, pero para aprender cosas nuevas,
de quienes las saben o por uno mismo, cualquier pequeño avance
pide muchos retrocesos y un montón de rodeos.
Una sola advertencia más. Soy consciente de que las páginas
más técnicas son tan difíciles de leer como las instrucciones para
armar una máquina sin tener las piezas delante. He hecho lo que
podía para allanarlas, pero quien se interese por la materia debe
empezar por poner en la mesa de trabajo sendos ejemplares (o
en su defecto facsímiles) de las principes del Quijote y fabricarse
una réplica del cuaderno de un «cuarto de a dos» según el modelo
de la L á m i n a I / 12.
14 EL TEXTO DEL «QUI JOTE»
N o t a s d e u s o
st La forma regular de remitir al Quijote es por parte (en romanos),
capítulo y folio o folios de las primeras ediciones. El vuelto se distingue
con una v volada, en tanto el recto no lleva marca alguna. Por ejemplo,
«I, 33, 194». Por las primeras ediciones se citan asimismo, sin más
advertencia, las otras obras de Cervantes.
ts- Cuando de una edición antigua hay que tomar especialmente en
cuenta la situación de una plana dentro de un pliego o cuaderno, además
o en lugar del folio se dan la signatura y la referencia a la plana. Por
ejemplo, «Bb2v, f. i9 4 v», o simplemente «Bb2v».
0= L a indicación del folio permite localizar un pasaje en cualquiera de las
dos ediciones (1998 y 2004) del Quijote del Instituto Cervantes,* puesto
que en ambas se señala la línea del texto en que empieza una nueva plana
o, en su caso, la primera palabra completa de una nueva plana de la
princeps. (Por otro lado, con frecuencia se ha echado en falta un sistema
de referencia uniforme y universal para las citas del Quijote, y ninguno
parece mejor que atenerse a las páginas de \a princeps, como para Platón
y Aristóteles se hace con las ediciones de Estienne y Bekker.)
c r P o r brevedad y claridad, a menudo me refiero a los Quijotes signados
«p or Ju an de la Cuesta» distinguiéndolos meramente por el
año en que fueron impresos: 1604 {princeps), 1605 (segunda edición)
y 1608 (tercera edición) para la Primera parte, 16 1 5 para la Segunda.
También por comodidad, hablo del Ingenioso hidalgo (I) y el Ingenioso
caballero (II), sin prejuzgar el carácter más o menos genuinamente cervantino
de esos títulos.
* Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, edición del Instituto
Cervantes, dirigida por F.R., con la colaboración de J. Forradellas, Instituto Cervantes-
Crítica (Biblioteca clásica, 50), Barcelona, 1998: un volumen de texto
(ccLxxxvi+i25opágs.)y otro complementario (1296 págs.), más un CD -ROM.
La «Tercera edición revisada» (abril de 1999) y sus reimpresiones mantienen
la paginación de las anteriores e incorporan todas las enmiendas al texto y al
aparato crítico introducidas a partir de la primera edición y que desde abril de
1998 habían ido recogiéndose en la página http://gould.uab.es/quijote/index.
html. La nueva «edición del Instituto Cervantes 1605-2005» ha sido publicada
por Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores y Centro para la Edición de los Clásicos
Españoles, Barcelona, 2004: un volumen de texto (cccxxiv+1378 págs.)
y otro complementario (1456 págs.), más un CD -ROM .
16 NOTAS DE USO
c r La grafía de los textos antiguos se mantiene sólo cuando resulta de
especial pertinencia o interés respecto a la cuestión que en un determinado
momento se está tratando.
o* La sigla QC remite al Quijote del Instituto Cervantes, en el cual se
aduce una parte sustancial de los datos que sustentan el presente libro.
Los números árabes separados por un punto envían a una entrada del
aparato crítico (y por ende a una página y línea o líneas del texto): así,
«548.5-6» identifica la entrada del aparato crítico correspondiente a las
líneas 5-6 de la página 548. Un asiento como « 8 13 , n. 80» refiere a la
nota 80 al pie de la página 8 13 y asimismo a la nota complementaria a
aquélla asociada. Cuando es preciso dar las páginas, QC designa el volumen
del texto y QC° el volumen complementario; por ejemplo, «QC,
pág. x x v in » , o «QC°, págs. 27-28».
o ’ QC se cita normalmente por la edición de 2004. Dado que por la
fecha de publicación, y pese a su extraordinaria difusión en España, esa
edición es todavía poco accesible en el extranjero, al final del libro se
ha incluido una tabla de correspondencias con la edición de 1998, que
puede encontrarse en la mayoría de las bibliotecas universitarias.
c r Los pies de las láminas se limitan a llamar escuetamente la atención
sobre alguno de los aspectos de éstas, por más que muchas sean también
relevantes a otros propósitos. Los principales detalles bibliográficos
sobre cada una se hallarán en el «Indice de láminas».
c r El objeto de la «Bibliografía» es exclusivamente facilitar la identificación
de las ediciones del Quijote aludidas sólo con el nombre de los
editores, así como de los títulos que se dan abreviados después de la
primera vez que aparecen.
Fuente:
Francisco Rico
El texto del «Quijote»
Preliminares a una ecdótica del Siglo de Oro
Ediciones Destino Colección imago mundi Volumen 105
Edición al cuidado de L a u r a F e r n á n d e z
© Francisco Rico, 2005
© Ediciones Destino, S.A., 2005
Diagonal, 662. 08034 Barcelona
www.edestino.es
Coedición con el Centro para la Edición
de los Clásicos Españoles y la Universidad de Valladolid
Primera edición: diciembre 2005
ISBN: 84-233-3875-4
Depósito legal: M. 52.083-2005
Fotocomposición: «El viejo tipógrafo»
Impreso por Lavel, S.L.
Gran Canaria, 12. Humanes de Madrid
Impreso en España - Printed in Spain
A Juan, Pedro, Lola, Guillermo,
María, Rafael, Jorge, Mariangela,
Carlos, Jaume, Javier, Laura...
(Bueeeno, y también a B.)
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