lunes, 16 de mayo de 2022

FRANCISCO RICO. EL TEXTO DEL QUIJOTE. PRÓLOGO.




PRÓ LO GO

No sabría decir si el espíritu del presente libro responde más al

título o al subtítulo, ni si alienta más en el cuerpo del volumen o

en los excursos. Para mí, el punto de partida fue sin duda el texto

del Quijote; el punto de llegada quisiera ser un estilo más riguroso

y pertinente de editar las grandes obras del Siglo de Oro.

Con un carril para los cervantistas (yo no lo soy) que quieran

acompañarme a lo largo del camino: la consideración de los problemas

textuales se impone como labor previa a cualquier género

de estudio sobre el Quijote.

La fatigosa minuciosidad de muchas páginas no debiera encubrir

que mi propósito ha sido menos resolver esos problemas

que situarlos en los terrenos que les son propios. Pocas de las

cuestiones que abordo se examinan aquí de manera suficiente,

no digamos exhaustiva. En bastantes casos, mi intención y mis

fuerzas han llegado únicamente a desbrozar los materiales y delinear

el marco en que hay que contemplarlos. Porque es inútil,

por ejemplo, preguntarse por el plan primitivo del relato de

1604 y por sus vicisitudes, sin recorrer uno a uno los pasos que

usualmente seguía entonces una obra desde la pluma del escritor

hasta las manos del lector: borradores, original (es decir, copia en

limpio por un amanuense), revisión o revisiones del autor, censura,

manipulaciones de la imprenta... A cuento de la elaboración

del Ingenioso hidalgo en concreto, he razonado un par de hipótesis

(de primero y de segundo grado) que podrán ser acertadas o no.

No pongo en ello mayor empeño, pero sí expreso mi seguridad

de que el asunto sólo se deja enfrentar con éxito dentro de las

coordenadas que trazo, restituyendo los datos literales y los indicios

literarios particulares a las circunstancias históricas de unos

modos de escritura y producción.

Este libro, así, va y viene como buenamente puede entre el

título y el subtítulo. Para hacer justicia al título, muchos temas

que toco y muchos más que postergo (en especial relativos al

Ingenioso caballero) tendría que haberlos tratado en el cuerpo del

volumen y a la misma escala de los excursos, con la misma lente

IO EL TEXTO DEL «QUI JOTE»

de aumento que es ineludible aplicar a todas y cada una de las

páginas y las lecciones del Quijote. En los excursos más llamativamente,

se notará que apenas paso de los pródromos de la Primera

parte: la confección en los talleres de Juan de la Cuesta; el

primer pliego, con las dos composiciones de la Tasa y la dedicatoria

apócrifa; el título de la novela, el apellido del protagonista

en las primeras líneas... No obstante, incluso cuando pongo el

acento en puntos aparentemente menudos y muy circunscritos,

mi esperanza es orientarlos hacia una perspectiva más vasta:

señalarlos en unos lugares del Quijote para poder reconocerlos y

valorarlos en otros lugares del Quijote y en otras obras maestras.

Todo aquí se queda en preliminares, a la vez al texto de Cervantes

y a una buena ecdótica del Siglo de Oro.

Por ecdótica entiendo (discúlpese que me cite) «una visión completa

y articulada, por más que siempre provisional, reajustable y

reajustada caso a caso, del conjunto de operaciones intelectuales

y materiales anejas al designio de transvasar un discurso desde un

sistema de referencias hasta otro, desde los códigos de una cultura

hasta los de otra, y de cuáles son las implicaciones de cada una de

tales operaciones para el comprometido e imprescindible equilibrio

entre la voluntad del escritor, las singularidades de la obra y

las conveniencias de los receptores». 

En un hecho ecdótico confluyen siempre elementos de diversa

entidad, y al editor le es necesario tomarlos en cuenta todos, y

los unos en función de los otros. Un factor textual puede estar en

cualquier parte. No cabe dudar, pongamos, de que la disponibilidad

y el precio del papel (que Cervantes consignaba con puntualidad

cuando comisario de abastos, y que hasta introduce en

la trama, «en las entrañas de Sierra Morena») condicionaron

en más de un aspecto la composición literaria del Ingenioso hidalgo

(bastaría recordar que el novelista escribía sin puntos y aparte),

como condicionaron luego poderosamente la composición tipográfica,

con todo su cortejo de consecuencias textuales. Pero la

disponibilidad y el precio del papel siguen condicionando hoy el

carácter de las ediciones del Quijote, que pueden y deben ofrecer

soluciones textuales distintas según los destinatarios a quienes se

dirijan y, por lo mismo, según los planteamientos económicos

que las hagan viables. La disponibilidad y el precio del papel son

PRÓLOGO I I

datos ecdóticos: cómo y en qué medida en cada momento, ha de

decidirlo el editor.

Cuando digo ecdótica, pues, pienso antes en una actitud que en

una disciplina que por ahora habita menos en la realidad que en el

deseo y que, en cualquier caso, tendría que ser «impura, mestiza,

proteica» (perdón de nuevo). El legado de experiencias de la philologia

perennis, la robusta filología de los humanistas y de quienes

los sucedieron en la universidad moderna, sigue proporcionando

una base inexcusable, pero claro está que también insuficiente.

Aúna ecdótica cabal le cumple hacerse cargo, discriminadamente, de

múltiples saberes, técnicas y enfoques.

En España, por contagio de Italia, los estudios textuales tienden a

confundirse con el método estemático incorrectamente llamado

«de Lachmann» (y no carece de gracia que un método centrado en

indagar genealogías se haya engañado tanto tiempo sobre la suya

propia). A la necesidad elemental de ordenar y clasificar los materiales

con que se trabaja en cualquier dominio, la estemática obedece

sentando unos postulados de lógica puramente abstracta: si

un testimonio se ciñe siempre sólo a otro testimonio que a su

vez procede de la misma manera (etc.), si introduce innovaciones

identificables como errores, si no subsana felizmente los errores del

modelo, si..., si..., entonces es quizá posible, en efecto, remontarse

hacia atrás y restituir un único texto genuino. En ocasiones, el

método permite resultados aceptables en ciertas tradiciones muy

bien delimitadas o en la agrupación de algunas variantes, pero es

estéril para la gran mayoría de los grandes títulos españoles, sobre

todo de transmisión impresa, en relación con los cuales es obvio

que las condiciones requeridas no se dan más que excepcionalmente;

y, desde luego, la estemática, de suyo, nada tiene que decir

que valga para nuestra novela. Con la Textkritik de Paul Maas en

la mano, opino, no podríamos siquiera precisar la filiación de los

tres primeros Quijotes de Francisco de Robles (1604, 1605, 1608),

eliminaríamos todas las otras ediciones, que tantas veces sanan el

texto con absoluta solvencia, y nos veríamos obligados, porque

es una exigencia interna del sistema, a conjeturar un «arquetipo»

del Ingenioso hidalgo.

Pese a correcciones de rumbo como las de Alberto Blecua,

el lachmannismo ha sido una rémora al desarrollo de un pensa12

EL TEXTO DEL «QUI JOTE:

miento ecdótico pleno, porque su concentración en una parcela

diminuta ha cegado para mirar a horizontes mayores. También

ha tenido sus períodos de miopía y ensimismamiento la que

Fredson Bowers bautizó en 1952 como «textual bibliography».

La bibliografía textual (etiqueta que en romance parece oportuno

ir alternando con tipofilología) procede directamente de la

«analytical bibliography», hereda de ella la atención microscópica

a la materialidad del libro y la extiende a inquirir además sus

implicaciones para el establecimiento del texto. La averiguación

de las transformaciones específicas que el tránsito por el taller

acarrea al manuscrito, y especialmente de las alteraciones más

típicas a que lo somete, es un logro fundamental de la admirable

corriente angloamericana y brinda la herramienta primaria

(a mí me gusta hablar de ratio typographica) para habérselas con

muchos particulares del Quijote. Pero, al comprobar la fecundidad

de sus análisis arqueológicos, la «textual bibliography» cayó

más de una vez en la tentación del virtuosismo, desentendiéndose

de todo cuanto no fueran las «simple inked shapes, imprinted on

paper from pieces of metal», y desdeñando el contexto histórico

de los fenómenos tipográficos.

Es por ese flanco por donde el panorama ecdótico ha venido

a enriquecerse gracias a la «histoire du livre», cuyo más generoso

embajador en España ha sido Roger Chartier. En los últimos

años, se ha producido entre nosotros un caudal impresionante de

trabajos sobre los hombres, el mundo y la cultura del libro en la

época de la imprenta artesana. No sólo los repertorios han dejado

de ser meramente enumerativos para convertirse con frecuencia

en relatos rebosantes de vida, sino que ahora contamos con un

tesoro de sólidas monografías sobre los materiales y los oficios del

libro, los centros de producción y de consumo, la legislación, los

gremios, el comercio, la lectura... Sobre los principales factores,

en suma, que moldean el control, la fabricación y los usos del

libro en el Antiguo Régimen. Las aportaciones de esas investigaciones

y de otras que se mueven en el mismo ámbito no afectan

solamente a la historia social e intelectual: al evidenciar los elementos

que determinan la realidad del objeto ‘libro’, a cada paso

dan claves textuales importantes, pistas preciosas para interpretar

las pautas que encarrilan la literalidad de los impresos.

PRÓLOGO !3

En análoga dirección, Donald McKenzie había denunciando

ya en 1969 la sobra de álgebra y la falta de documentos de

archivo en la «textual bibliography». En 1984, hizo más por ella:

la recondujo a una nueva vía. En las célebres Panizzi Lectures

de aquel año, partiendo justamente del énfasis bibliográfico en

la materialidad de los testimonios, McKenzie subrayaba que no

nos es dado conocer el texto ideal de ninguna obra, sino sólo

versiones del texto, concretadas siempre en soportes físicos y

conformadas por éstos, cada una con su peculiar autoridad y significación.

Esas ideas están en el núcleo mismo de la revolución

que desde entonces ha supuesto la «editorial theory» de la órbita

anglosajona.

En el ala más estricta de la estemática, «il dibattito sulla natura,

i limiti e la funzione della filología testuale era considerato poco

meno che una perdita di tempo» (Guglielmo Gorni). La «textual

bibliography» de la fase capitaneada por Fredson Bowers y G.T.

Tanselle sí tenía en cambio una amplia visión teórica, fuertemente

ligada a la crítica entonces en boga, y no sólo había formulado

con nitidez los medios y los fines de la edición de textos, sino

que al servicio de ellos había establecido unas bases económicas,

unos protocolos de actuación y unos organismos reguladores.

Toda la ortodoxia y buena parte del aparato, desde la «voluntad

del autor» hasta las fuentes de financiación, se vinieron abajo

con la «editorial theory» que durante dos decenios ha preponderado

entre los estudiosos de lengua inglesa, mayormente en los

Estados Unidos, y que ha tenido paralelo, con raíces y preocupaciones

propias, en la vivaz escuela alemana de la «Historisch-Kritische

Ausgabe». Caldeada por los progresos de la informática y por

su inagotable capacidad de construir, reconstruir y deconstruir

textos, la «editorial theory» ha tenido más, muchísimo más del

sustantivo que del adjetivo; y con la informática ha ido quemando

etapas sin consolidar más que alguna. No es necesario asumir

ninguna de sus infinitas y variopintas respuestas para conceder

que sus preguntas están a menudo llenas de pertinencia y sentido:

desoírlas hoy sería condenarse a la rutina o a un empirismo de

bajo vuelo.

Pues bien: en este libro, yo he ido espigando en la filología

tradicional, la «textual bibliography», la «histoire du livre», la

«editorial theory» o donde Dios me daba a entender, pero siempre

con la voluntad de ver más claro y contribuir a poner en limpio

el texto del Quijote y, por ahí, de otras obras cardinales de la

tradición española. Una sana perspectiva ecdótica obliga a no

descartar el auxilio de ninguna disciplina, pero enseña además

tanto a administrar las fuerzas como a no renunciar a las metas

que sin embargo no pueden todavía alcanzarse. No es lo mismo

editar un clásico vivo que una antigualla sólo para eruditos, ni la

incapacidad de resolver un problema excusa de enfrentarlo con

todos los recursos que uno tenga. Que las soluciones puedan ser

distintas está en la misma naturaleza de las humanidades y es

también una de las lecciones de la ecdótica.

El grueso del presente volumen, en una primera versión, fue

escrito entre el otoño de 1995 (cuando lo resumí en un ciclo de

conferencias en el Instituto de España) y el verano de 1996. A corto

plazo, adelanté algunos fragmentos en forma de artículos y en

la «Historia del texto» que figura entre los prólogos a mi edición

crítica de 1998, cuya elaboración, no obstante, me robó el

tiempo que había previsto para concluir el libro y me hizo recapacitar

sobre bastantes cuestiones. La nueva salida de la edición,

en 2004, me animó en cambio a volver sobre mis papeles, que he

revisado y completado a lo largo del año siguiente al último centenario

de Petrarca. Compréndanse, pues, las ligeras discordancias

que aquí se hallarán respecto a mis Quijotes de 1998 y 2004.

Desaprender lo poco que uno sabe (y, en mi caso, que tan insatisfactoriamente

había empleado para editar el Lazarillo) puede

hacerse casi de un plumazo, pero para aprender cosas nuevas,

de quienes las saben o por uno mismo, cualquier pequeño avance

pide muchos retrocesos y un montón de rodeos.

Una sola advertencia más. Soy consciente de que las páginas

más técnicas son tan difíciles de leer como las instrucciones para

armar una máquina sin tener las piezas delante. He hecho lo que

podía para allanarlas, pero quien se interese por la materia debe

empezar por poner en la mesa de trabajo sendos ejemplares (o

en su defecto facsímiles) de las principes del Quijote y fabricarse

una réplica del cuaderno de un «cuarto de a dos» según el modelo

de la L á m i n a I / 12.

14 EL TEXTO DEL «QUI JOTE»

N o t a s d e u s o

st La forma regular de remitir al Quijote es por parte (en romanos),

capítulo y folio o folios de las primeras ediciones. El vuelto se distingue

con una v volada, en tanto el recto no lleva marca alguna. Por ejemplo,

«I, 33, 194». Por las primeras ediciones se citan asimismo, sin más

advertencia, las otras obras de Cervantes.

ts- Cuando de una edición antigua hay que tomar especialmente en

cuenta la situación de una plana dentro de un pliego o cuaderno, además

o en lugar del folio se dan la signatura y la referencia a la plana. Por

ejemplo, «Bb2v, f. i9 4 v», o simplemente «Bb2v».

0= L a indicación del folio permite localizar un pasaje en cualquiera de las

dos ediciones (1998 y 2004) del Quijote del Instituto Cervantes,* puesto

que en ambas se señala la línea del texto en que empieza una nueva plana

o, en su caso, la primera palabra completa de una nueva plana de la

princeps. (Por otro lado, con frecuencia se ha echado en falta un sistema

de referencia uniforme y universal para las citas del Quijote, y ninguno

parece mejor que atenerse a las páginas de \a princeps, como para Platón

y Aristóteles se hace con las ediciones de Estienne y Bekker.)

c r P o r brevedad y claridad, a menudo me refiero a los Quijotes signados

«p or Ju an de la Cuesta» distinguiéndolos meramente por el

año en que fueron impresos: 1604 {princeps), 1605 (segunda edición)

y 1608 (tercera edición) para la Primera parte, 16 1 5 para la Segunda.

También por comodidad, hablo del Ingenioso hidalgo (I) y el Ingenioso

caballero (II), sin prejuzgar el carácter más o menos genuinamente cervantino

de esos títulos.

* Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, edición del Instituto

Cervantes, dirigida por F.R., con la colaboración de J. Forradellas, Instituto Cervantes-

Crítica (Biblioteca clásica, 50), Barcelona, 1998: un volumen de texto

(ccLxxxvi+i25opágs.)y otro complementario (1296 págs.), más un CD -ROM.

La «Tercera edición revisada» (abril de 1999) y sus reimpresiones mantienen

la paginación de las anteriores e incorporan todas las enmiendas al texto y al

aparato crítico introducidas a partir de la primera edición y que desde abril de

1998 habían ido recogiéndose en la página http://gould.uab.es/quijote/index.

html. La nueva «edición del Instituto Cervantes 1605-2005» ha sido publicada

por Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores y Centro para la Edición de los Clásicos

Españoles, Barcelona, 2004: un volumen de texto (cccxxiv+1378 págs.)

y otro complementario (1456 págs.), más un CD -ROM .

16 NOTAS DE USO

c r La grafía de los textos antiguos se mantiene sólo cuando resulta de

especial pertinencia o interés respecto a la cuestión que en un determinado

momento se está tratando.

o* La sigla QC remite al Quijote del Instituto Cervantes, en el cual se

aduce una parte sustancial de los datos que sustentan el presente libro.

Los números árabes separados por un punto envían a una entrada del

aparato crítico (y por ende a una página y línea o líneas del texto): así,

«548.5-6» identifica la entrada del aparato crítico correspondiente a las

líneas 5-6 de la página 548. Un asiento como « 8 13 , n. 80» refiere a la

nota 80 al pie de la página 8 13 y asimismo a la nota complementaria a

aquélla asociada. Cuando es preciso dar las páginas, QC designa el volumen

del texto y QC° el volumen complementario; por ejemplo, «QC,

pág. x x v in » , o «QC°, págs. 27-28».

o ’ QC se cita normalmente por la edición de 2004. Dado que por la

fecha de publicación, y pese a su extraordinaria difusión en España, esa

edición es todavía poco accesible en el extranjero, al final del libro se

ha incluido una tabla de correspondencias con la edición de 1998, que

puede encontrarse en la mayoría de las bibliotecas universitarias.

c r Los pies de las láminas se limitan a llamar escuetamente la atención

sobre alguno de los aspectos de éstas, por más que muchas sean también

relevantes a otros propósitos. Los principales detalles bibliográficos

sobre cada una se hallarán en el «Indice de láminas».

c r El objeto de la «Bibliografía» es exclusivamente facilitar la identificación

de las ediciones del Quijote aludidas sólo con el nombre de los

editores, así como de los títulos que se dan abreviados después de la

primera vez que aparecen.

Fuente:

 Francisco Rico

El texto del «Quijote»

Preliminares a una ecdótica del Siglo de Oro

Ediciones Destino Colección imago mundi Volumen 105

Edición al cuidado de L a u r a F e r n á n d e z

© Francisco Rico, 2005

© Ediciones Destino, S.A., 2005

Diagonal, 662. 08034 Barcelona

www.edestino.es

Coedición con el Centro para la Edición

de los Clásicos Españoles y la Universidad de Valladolid

Primera edición: diciembre 2005

ISBN: 84-233-3875-4

Depósito legal: M. 52.083-2005

Fotocomposición: «El viejo tipógrafo»

Impreso por Lavel, S.L.

Gran Canaria, 12. Humanes de Madrid

Impreso en España - Printed in Spain

A Juan, Pedro, Lola, Guillermo,

María, Rafael, Jorge, Mariangela,

Carlos, Jaume, Javier, Laura...

(Bueeeno, y también a B.)

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