martes, 12 de octubre de 2021

II RAZÓN, CIENCIA, ARTE. Rafael Llopis Historia natural de los cuentos de miedo.

 


II

RAZÓN, CIENCIA, ARTE

Como he intentado demostrar en el artículo anterior, el cuento de miedo es

la —expresión de lo numinoso en un nivel de conciencia más elevado, en el que la

credulidad se ha tornado incredulidad. La base de la literatura fantástica —como la

de la magia, como la de los mitos— es el terror. Creencia y cuento de miedo

constituyen, pues, dos escalones —dos medidas— en la evolución de la vivencia y

expresión de un único sentimiento: lo numinoso.

Por tanto, en cierto sentido, el cuento de miedo es la negación de la

mitología; Hay por ello una diferencia esencial entre la literatura fantástica y el

irracionalismo. El contenido puede ser el mismo. La diferencia está en la forma y

expresa el grado de aceptación de ese contenido. En ambos casos el contenido es

irracional, pero, en el caso del irracionalismo, pretende pasar por verdad.

Dice Carnap que los metafísicos son en realidad músicos sin capacidad

musical. La metafísica es una concepción emotiva del mundo, es decir, expresa una

actitud emotiva ante la realidad. Para Carnap, el modo de expresión que

convendría mejor a esa emoción sería la música. En efecto, ¡qué grandiosos poemas

sinfónicos podría haber compuesto Nietzsche! ¡Qué lúgubres sonatas,

Schopenhauer! ¡Qué tristes, ora delicadas, ora fúnebres, baladas habría escrito

Kierkegaard! ¡El mismo Heidegger podría haber sido un segundo Bartok! Pero el

caso es que, al no saberse expresar en música, los metafísicos se expresan en

filosofía e incurren en el error de exponer sus emociones como ideas.

Sin embargo, las emociones existen, no como ideas, sino como tales

emociones. No deben proyectarse en el mundo, pero si pertenecen al yo. Carecen

de valor objetivo, pero no de un inmenso valor subjetivo. Por lo tanto, su expresión

es perfectamente válida si se efectúa a un nivel de arte y no de ciencia. Donde

Carnap dice música, yo diría arte, cualquier arte. Como dice Tolstoi, el arte es «un

medio de contagiar emocionalmente a los hombres». El arte es la expresión de

sentimientos en un nivel en el que los sentimientos perviven en toda su pureza

como tales sentimientos, pero sin interferir la visión objetiva de la realidad. El arte

permite la ciencia, como la ciencia permite el arte.

El arte y la ciencia constituyen una notoria pareja de opuestos. Son

contrarios, pero a la vez están en mutua dependencia. Sin un conocimiento preciso,

epicrítico, científico de la realidad, tampoco podría existir el arte, que, en cierto

modo, es un conocimiento oscuro y emocional del yo. Antes de escindirse ciencia y

arte, coexistían en un caos indiferenciado, masa confusa de yo y no-yo, como era,

por ejemplo, la magia, magma ciencia-arte que por no ser ciencia, tampoco era arte,

aunque llevase en sí el germen de ambos a la vez. Y a medida que de la concepción

mitológica del mundo se fue diferenciando la ciencia, se fue diferenciando el arte

también.

En su origen, la danza, la música, el teatro, la pintura, no eran artes. Eran

medios de manejar al mundo o de manejar a los vastos seres que manejaban el

mundo. Sólo cuando el hombre —al inventar medios realmente eficaces para

modificar la realidad— comprobó que los anteriores no servían para esa finalidad,

que mediante ellos no conseguía manejar nada, aparte sus propios estados

emocionales, y que tales estados emocionales eran de algún modo deseables por sí

mismos, se desglosaron el arte y la ciencia.

A medida, pues, que el hombre ha ido interiorizando sus mitos —es decir,

desmitificando la realidad—, ésta se ha ido captando con creciente pureza, sin

contaminaciones subjetivas. Y, al mismo tiempo, lo subjetivo ha ido exigiendo

expresión propia. Y esta expresión, limpia a su vez de pretensiones de objetividad,

es el arte. De manera que los cuentos de miedo son un medio adecuado de

expresar el terror numinoso vivido, sin por ello interpretar erróneamente la

realidad; en vez de proyectarse en formas de cuya existencia objetiva no se duda, el

terror se expresa en formas que de antemano se saben irreales pero que satisfacen

la necesidad de expresión que todo sentimiento lleva implícita.

En suma, pues, y en términos generales, cuando, en la evolución progresiva

de la conciencia humana, muere una creencia, renace a un nivel superior en forma

de estética. La creencia ya no se puede aceptar como creencia; pero el sentimiento

de base persiste en virtud de esa inercia propia de la vida psíquica oscura,

subcortical, de los sentimientos, y se labra una nueva vía de expresión. Esto se

puede aplicar, en líneas generales, a todo el arte. Pero en especial al cuento de

terror.

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