II
RAZÓN, CIENCIA, ARTE
Como he intentado demostrar en el artículo anterior, el cuento de miedo es
la —expresión de lo numinoso en un nivel de conciencia más elevado, en el que la
credulidad se ha tornado incredulidad. La base de la literatura fantástica —como la
de la magia, como la de los mitos— es el terror. Creencia y cuento de miedo
constituyen, pues, dos escalones —dos medidas— en la evolución de la vivencia y
expresión de un único sentimiento: lo numinoso.
Por tanto, en cierto sentido, el cuento de miedo es la negación de la
mitología; Hay por ello una diferencia esencial entre la literatura fantástica y el
irracionalismo. El contenido puede ser el mismo. La diferencia está en la forma y
expresa el grado de aceptación de ese contenido. En ambos casos el contenido es
irracional, pero, en el caso del irracionalismo, pretende pasar por verdad.
Dice Carnap que los metafísicos son en realidad músicos sin capacidad
musical. La metafísica es una concepción emotiva del mundo, es decir, expresa una
actitud emotiva ante la realidad. Para Carnap, el modo de expresión que
convendría mejor a esa emoción sería la música. En efecto, ¡qué grandiosos poemas
sinfónicos podría haber compuesto Nietzsche! ¡Qué lúgubres sonatas,
Schopenhauer! ¡Qué tristes, ora delicadas, ora fúnebres, baladas habría escrito
Kierkegaard! ¡El mismo Heidegger podría haber sido un segundo Bartok! Pero el
caso es que, al no saberse expresar en música, los metafísicos se expresan en
filosofía e incurren en el error de exponer sus emociones como ideas.
Sin embargo, las emociones existen, no como ideas, sino como tales
emociones. No deben proyectarse en el mundo, pero si pertenecen al yo. Carecen
de valor objetivo, pero no de un inmenso valor subjetivo. Por lo tanto, su expresión
es perfectamente válida si se efectúa a un nivel de arte y no de ciencia. Donde
Carnap dice música, yo diría arte, cualquier arte. Como dice Tolstoi, el arte es «un
medio de contagiar emocionalmente a los hombres». El arte es la expresión de
sentimientos en un nivel en el que los sentimientos perviven en toda su pureza
como tales sentimientos, pero sin interferir la visión objetiva de la realidad. El arte
permite la ciencia, como la ciencia permite el arte.
El arte y la ciencia constituyen una notoria pareja de opuestos. Son
contrarios, pero a la vez están en mutua dependencia. Sin un conocimiento preciso,
epicrítico, científico de la realidad, tampoco podría existir el arte, que, en cierto
modo, es un conocimiento oscuro y emocional del yo. Antes de escindirse ciencia y
arte, coexistían en un caos indiferenciado, masa confusa de yo y no-yo, como era,
por ejemplo, la magia, magma ciencia-arte que por no ser ciencia, tampoco era arte,
aunque llevase en sí el germen de ambos a la vez. Y a medida que de la concepción
mitológica del mundo se fue diferenciando la ciencia, se fue diferenciando el arte
también.
En su origen, la danza, la música, el teatro, la pintura, no eran artes. Eran
medios de manejar al mundo o de manejar a los vastos seres que manejaban el
mundo. Sólo cuando el hombre —al inventar medios realmente eficaces para
modificar la realidad— comprobó que los anteriores no servían para esa finalidad,
que mediante ellos no conseguía manejar nada, aparte sus propios estados
emocionales, y que tales estados emocionales eran de algún modo deseables por sí
mismos, se desglosaron el arte y la ciencia.
A medida, pues, que el hombre ha ido interiorizando sus mitos —es decir,
desmitificando la realidad—, ésta se ha ido captando con creciente pureza, sin
contaminaciones subjetivas. Y, al mismo tiempo, lo subjetivo ha ido exigiendo
expresión propia. Y esta expresión, limpia a su vez de pretensiones de objetividad,
es el arte. De manera que los cuentos de miedo son un medio adecuado de
expresar el terror numinoso vivido, sin por ello interpretar erróneamente la
realidad; en vez de proyectarse en formas de cuya existencia objetiva no se duda, el
terror se expresa en formas que de antemano se saben irreales pero que satisfacen
la necesidad de expresión que todo sentimiento lleva implícita.
En suma, pues, y en términos generales, cuando, en la evolución progresiva
de la conciencia humana, muere una creencia, renace a un nivel superior en forma
de estética. La creencia ya no se puede aceptar como creencia; pero el sentimiento
de base persiste en virtud de esa inercia propia de la vida psíquica oscura,
subcortical, de los sentimientos, y se labra una nueva vía de expresión. Esto se
puede aplicar, en líneas generales, a todo el arte. Pero en especial al cuento de
terror.
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