martes, 31 de agosto de 2021

DANTE. DIVINA COMEDIA. INFIERNO. CANTO XXV. COMENTARIOS AL CANTO.

 


COMENTARIO

[L1]Es un conocido signo de burla, que consiste en poner el dedo pulgar entre el índice y el corazón, dirigiendo así la mano hacia el escarnecido.

 [L2]10‑12 Se pensaba que Pistoia había sido fundada por los supervivientes de la rebelión de Catilina, por lo cual sus descendientes se caracterizaban por su ca­rácter cruel y pendenciero. Así lo pensaban al menos los florentinos, sus ve­cinos.

 [L3]Capaneo (Infierno, XIV).

 [L4]Caco era hijo de Vulcano, y es Virgilio quien le da naturaleza de medio hombre y medio animal (Eneida, VIII, 193‑305) que Dante transforma en cen­tauro, separado de los otros debido a sus hurtos. En efecto, Caco robó fraudu­lentamente un rebaño a Hércules, cambiando las herraduras a las reses, para que pareciese que caminaban en dirección contraria. Hércules le dio la muerte, en venganza. Como sabernos, su nombre ha quedado en castellano para deno­minar a los ladrones.

 [L5]Cinco son los ladrones florentinos que nos va a presentar Dante en esta bolsa infernal: primeramente Agnello dei Brunelleschi, Buoso dei Donati, Pucio dei Caligai; después, en figura de serpiente, Cianfa dei Donati, que se abalanza contra Agnello; y Francesco dei Cavalcanti, que se trasmuta con Buoso. Los cinco vivieron a finales del slglo XIII.

 [L6]Las muertes de estos dos soldados del ejército de Catón, mordidos por serpientes en la campaña de Libia, la cuenta Lucano en Farsalia, IX, 761‑88: uno cayó convertido en cenizas; el otro se hinchó hasta hacer estallar la coraza.

 [L7]Ovidio cuenta la tranformación de Cadmo en serpiente en Metamorfo­sis, IV, 563 y ss., y la de Aretusa en fuente en Metamorfosis, V, 572‑671.

 [L8]Francesco dei Cavalcanti fue muerto por gente de Gaville, y cruelm vengada su muerte en sus habitantes.

CANTO XXV

 

El ladrón al final de sus palabras,

alzó las manos con un par de higas,                                      2[L1] 

gritando: «Toma, Dios, te las dedico.»                                 3

 

Desde entonces me agradan las serpientes,

pues una le envolvió entonces el cuello,

cual si dijese: «No quiero que sigas»;                                               6

 

y otra a los brazos, y le sujetó

ciñéndose a sí misma por delante.

que no pudo con ella ni moverse.                                         9

 

¡Ah Pistoya, Pistoya, por qué niegas                                                10[L2] 

incinerarte, así que más no dures,

pues superas en mal a tus mayores!                                       12

 

En todas las regiones del infierno

no vi a Dios tan soberbio algún espíritu,

ni el que cayó de la muralla en Tebas.                                  15[L3] 

 

Aquel huyó sin decir más palabra;

y vi venir a un centauro rabioso,

llamando: «¿Dónde, dónde está el soberbio?»                     18

 

No creo que Maremma tantas tenga,

cuantas bichas tenía por la grupa,

hasta donde comienzan nuestras formas.                             21

 

Encima de los hombros, tras la nuca,

con las alas abiertas, un dragón

tenía; y éste quema cuanto toca.                                           24

 

Mi maestro me dijo: « Aquel es Caco,                                  25[L4] 

que, bajo el muro del monte Aventino,

hizo un lago de sangre muchas veces.                                  27

 

No va con sus hermanos por la senda,

por el hurto que fraudulento hizo

del rebaño que fue de su vecino;                                          30

 

hasta acabar sus obras tan inicuas

bajo la herculea maza, que tal vez

ciento le dio, mas no sintió el deceno.»                                33

 

Mientras que así me hablaba, se marchó,

y a nuestros pies llegaron tres espíritus,                                35[L5] 

sin que ni yo ni el guía lo advirtiésemos,                              36

 

hasta que nos gritaron: «¿Quiénes sois?»:

por lo cual dimos fin a nuestra charla,

y entonces nos volvimos hacia ellos.                                    39

 

Yo no les conocí, pero ocurrió,

como suele ocurrir en ocasiones,

que tuvo el uno que llamar al otro,                                       42

 

diciendo: «Cianfa, ¿dónde te has metido?»

Y yo, para que el guía se fijase,

del mentón puse el dedo a la nariz.                                      45

 

Si ahora fueras, lector, lento en creerte

lo que diré, no será nada raro,

pues yo lo vi, y apenas me lo creo.                                       48

 

A ellos tenía alzada la mirada,

y una serpiente con seis pies a uno,

se le tira, y entera se le enrosca.                                            51

 

Los pies de en medio cogiéronle el vientre,

los de delante prendieron sus brazos,

y después le mordió las dos mejillas.                                    54

 

Los delanteros lanzóle a los muslos

y le metió la cola entre los dos,

y la trabó detrás de los riñones.                                            57

 

Hiedra tan arraigada no fue nunca

a un árbol, como aquella horrible fiera

por otros miembros enroscó los suyos.                                 60

 

Se juntan luego, tal si cera ardiente

fueran, y mezclan así sus colores,

no parecían ya lo que antes eran,                                          63

 

como se extiende a causa del ardor,

por el papel, ese color oscuro,

que aún no es negro y ya deja de ser blanco.                                   66

 

Los otros dos miraban, cada cual

gritando: «¡Agnel, ay, cómo estás cambiando!

¡mira que ya no sois ni dos ni uno!                                       69

 

Las dos cabezas eran ya una sola,

y mezcladas se vieron dos figuras

en una cara, donde se perdían.                                             72

 

Cuatro miembros hiciéronse dos brazos;

los muslos con las piernas, vientre y tronco

en miembros nunca vistos se tornaron.                                 75

 

Ya no existian las antiguas formas:

dos y ninguna la perversa imagen

parecía; y se fue con paso lento.                                           78

 

Como el lagarto bajo el gran azote

de la canícula, al cambiar de seto,

parece un rayo si cruza el camino;                                        81

 

tal parecía, yendo a las barrigas

de los restantes, una sierpe airada,

tal grano de pimienta negra y livida;                                    84

 

y en aquel sitio que primero toma

nuestro alimento, a uno le golpea;

luego al suelo cayó a sus pies tendida.                                 87

 

El herido miró, mas nada dijo;

antes, con los pies quietos, bostezaba,

como si fiebre o sueño le asaltase.                                        90

 

Él a la sierpe, y ella a él miraba;

él por la llaga, la otra por la boca

humeaban, el humo confundiendo.                                      93

 

Calle Lucano ahora donde habla

del mísero Sabello y de Nasidio,                                          95[L6] 

y espere a oír aquello que describo.                                      96

 

Calle Ovidio de Cadmo y de Aretusa;                                 97[L7] 

que si aquél en serpiente, en fuente a ésta

convirtió, poetizando, no le envidio;                                    99

 

que frente a frente dos naturalezas

no trasmutó, de modo que ambas formas

a cambiar dispusieran sus materias.                                      102

 

Se respondieron juntos de tal modo,

que en dos partió su cola la serpiente,

y el herido juntaba las dos hormas.                                       105

 

Las piernas con los muslos a sí mismos

tal se unieron, que a poco la juntura

de ninguna manera se veía.                                                   108

 

Tomó la cola hendida la figura

que perdía aquel otro, y su pellejo

se hacía blando y el de aquélla, duro.                                               111

 

Vi los brazos entrar por las axilas,

y los pies de la fiera, que eran cortos,

tanto alargar como acortarse aquéllos.                                  114

 

Luego los pies de atrás, torcidos juntos,                               115[L8] 

el miembro hicieron que se oculta el hombre,

y el misero del suyo hizo dos patas.                                     117

 

Mientras el humo al uno y otro empaña

de color nuevo, y pelo hace crecer

por una parte y por la otra depila,                                         120

 

cayó el uno y el otro levantóse,

sin desviarse la mirada impía,

bajo la cual cambiaban sus hocicos.                                      123

 

El que era en pie lo trajo hacia las sienes,

y de mucha materia que allí había,

salió la oreja del carrillo liso;                                                 126

 

lo que no fue detrás y se retuvo

de aquel sobrante, a la nariz dio forma,

y engrosó los dos labios, cual conviene.                               129

 

El que yacía, el morro adelantaba,

y escondió en la cabeza las orejas,

como del caracol hacen los cuernos.                                     132

 

Y la lengua, que estaba unida y presta

para hablar antes, se partió; y la otra

partida, se cerró; y cesó ya el humo.                                     135

 

El alma que era en fiera convertida,

se echó a correr silbando por el valle,

y la otra, en pos de ella, hablando escupe.                            138

 

Luego volvióle las espaldas nuevas,

y dijo al otro: «Quiero que ande Buso

como hice yo, reptando, su camino.»                                               141

 

Así yo vi la séptima zahúrda

mutar y trasmutar; y aquí me excuse

la novedad, si oscura fue la pluma.                                       144

 

Y sucedió que, aunque mi vista fuese

algo confusa, y encogido el ánimo,

no pudieron huir, tan a escondidas                                       147

 

que no les viese bien, Puccio Sciancato

‑de los tres compañeros era el único

que no cambió de aquellos que vinieron-                              150

­era el otro a quien tú, Gaville, lloras,

 


 [L1]Es un conocido signo de burla, que consiste en poner el dedo pulgar entre el índice y el corazón, dirigiendo así la mano hacia el escarnecido.

 [L2]10‑12 Se pensaba que Pistoia había sido fundada por los supervivientes de la rebelión de Catilina, por lo cual sus descendientes se caracterizaban por su ca­rácter cruel y pendenciero. Así lo pensaban al menos los florentinos, sus ve­cinos.

 [L3]Capaneo (Infierno, XIV).

 [L4]Caco era hijo de Vulcano, y es Virgilio quien le da naturaleza de medio hombre y medio animal (Eneida, VIII, 193‑305) que Dante transforma en cen­tauro, separado de los otros debido a sus hurtos. En efecto, Caco robó fraudu­lentamente un rebaño a Hércules, cambiando las herraduras a las reses, para que pareciese que caminaban en dirección contraria. Hércules le dio la muerte, en venganza. Como sabernos, su nombre ha quedado en castellano para deno­minar a los ladrones.

 [L5]Cinco son los ladrones florentinos que nos va a presentar Dante en esta bolsa infernal: primeramente Agnello dei Brunelleschi, Buoso dei Donati, Pucio dei Caligai; después, en figura de serpiente, Cianfa dei Donati, que se abalanza contra Agnello; y Francesco dei Cavalcanti, que se trasmuta con Buoso. Los cinco vivieron a finales del slglo XIII.

 [L6]Las muertes de estos dos soldados del ejército de Catón, mordidos por serpientes en la campaña de Libia, la cuenta Lucano en Farsalia, IX, 761‑88: uno cayó convertido en cenizas; el otro se hinchó hasta hacer estallar la coraza.

 [L7]Ovidio cuenta la tranformación de Cadmo en serpiente en Metamorfo­sis, IV, 563 y ss., y la de Aretusa en fuente en Metamorfosis, V, 572‑671.

 [L8]Francesco dei Cavalcanti fue muerto por gente de Gaville, y cruelm vengada su muerte en sus habitantes.

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