Guillaume
Apollinaire
Samuel
Beckett
Gustave
Flaubert
André
Gide
Guillaume Apollinaire
Se
enamoró de una joven, Louise, a quien intentó, sin éxito, conquistar dibujando
para ella pequeños y deliciosos poemitas que eran al tiempo rostros, figuras,
caballos o guitarras… Ella le rechazó, y él se alistó en el Ejército. Primero
como artillero y más tarde como sargento de infantería. Tiempo después una
esquirla de granada le taladró la sien izquierda hiriéndolo de gravedad.
Siempre conservó, en su casa, a la entrada, el casco de acero que llevaba
puesto cuando le hirieron, en el que mostraba a las visitas el pequeño orificio
de bordes estrellados por el que había entrado el fragmento de metal que casi
lo mata.
SAMUEL Beckett
En
alguna ocasión colaboró con James Joyce: ordenaba su correspondencia, los
manuscritos, corregía pruebas, al tiempo que intentaba esquivar a Lucía, la
hija del escritor, inestable y convulsa, que se había enamorado locamente de
él.
Contó en una ocasión cómo tras quince horas de trabajo
intensivo de revisión, Joyce le había dado doscientos francos a los que,
después, tal vez consciente de que se había quedado corto en el pago, sumó
también un viejo abrigo y cinco corbatas.
Gustave Flaubert
Cuando
acabó Las
tentaciones de San Antonio,
organizó una lectura del manuscrito. Invitó a dos amigos, con quienes acordó
que no harían ningún comentario hasta el final. La ceremonia se prolongó
durante cuatro días, en sesiones diarias de mañana y tarde. Cuando terminó,
cerca de la medianoche del cuarto día, preguntó: «Bueno, ¿qué os ha parecido?».
Uno de ellos carraspeó un par de veces, y dijo con firmeza: «Nuestra opinión es
que debes echarlo al fuego y no volver a mencionar el asunto».
André Gide
Fumador
empedernido, ojos miopes y manos sarmentosas. De niño bajaba a los Jardines de
Luxemburgo, en París, con su nodriza. Nunca se relacionaba con otros niños, y
acostumbraba jugar solo con sus propias canicas, de ágata negra, brillantes,
que jamás prestaba ni dejaba que se mezclaran con las que llevaban los demás.
Tenía también un amigo imaginario, al que llamaba Pierre, con quien hablaba en
casa, durante horas, y con quien a veces discutía, caprichoso, en voz alta.
FUENTE:
Ficha
técnica
Nº de
páginas:
236
Editorial:
SIRUELA
Idioma:
CASTELLANO
Encuadernación:
Tapa dura
ISBN:
9788416964406
Año
de edición:
2017
Plaza
de edición:
MADRID
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