miércoles, 23 de septiembre de 2020

Guillaume Apollinaire Samuel Beckett Gustave Flaubert André Gide. 44 ESCRITORES DE LA LITERATURA UNIVERSAL.

 



Guillaume Apollinaire

Samuel Beckett

Gustave Flaubert

André Gide

 

Guillaume Apollinaire

Se enamoró de una joven, Louise, a quien intentó, sin éxito, conquistar dibujando para ella pequeños y deliciosos poemitas que eran al tiempo rostros, figuras, caballos o guitarras… Ella le rechazó, y él se alistó en el Ejército. Primero como artillero y más tarde como sargento de infantería. Tiempo después una esquirla de granada le taladró la sien izquierda hiriéndolo de gravedad. Siempre conservó, en su casa, a la entrada, el casco de acero que llevaba puesto cuando le hirieron, en el que mostraba a las visitas el pequeño orificio de bordes estrellados por el que había entrado el fragmento de metal que casi lo mata.

 


SAMUEL Beckett

En alguna ocasión colaboró con James Joyce: ordenaba su correspondencia, los manuscritos, corregía pruebas, al tiempo que intentaba esquivar a Lucía, la hija del escritor, inestable y convulsa, que se había enamorado locamente de él.

Contó en una ocasión cómo tras quince horas de trabajo intensivo de revisión, Joyce le había dado doscientos francos a los que, después, tal vez consciente de que se había quedado corto en el pago, sumó también un viejo abrigo y cinco corbatas.

 

Gustave Flaubert

Cuando acabó Las tentaciones de San Antonio, organizó una lectura del manuscrito. Invitó a dos amigos, con quienes acordó que no harían ningún comentario hasta el final. La ceremonia se prolongó durante cuatro días, en sesiones diarias de mañana y tarde. Cuando terminó, cerca de la medianoche del cuarto día, preguntó: «Bueno, ¿qué os ha parecido?». Uno de ellos carraspeó un par de veces, y dijo con firmeza: «Nuestra opinión es que debes echarlo al fuego y no volver a mencionar el asunto».

 

André Gide

Fumador empedernido, ojos miopes y manos sarmentosas. De niño bajaba a los Jardines de Luxemburgo, en París, con su nodriza. Nunca se relacionaba con otros niños, y acostumbraba jugar solo con sus propias canicas, de ágata negra, brillantes, que jamás prestaba ni dejaba que se mezclaran con las que llevaban los demás. Tenía también un amigo imaginario, al que llamaba Pierre, con quien hablaba en casa, durante horas, y con quien a veces discutía, caprichoso, en voz alta.

FUENTE:

Ficha técnica

Nº de páginas:

236

Editorial:

SIRUELA

Idioma:

CASTELLANO

Encuadernación:

Tapa dura

ISBN:

9788416964406

Año de edición:

2017

Plaza de edición:

MADRID



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