martes, 10 de marzo de 2020

Dante Alighieri Divina Comedia. Notas al final del canto.



CANTO III

POR MÍ SE VA HASTA LA CIUDAD DOLIENTE,
POR MÍ SE VA AL ETERNO SUFRIMIENTO,
POR MÍ SE VA A LA GENTE CONDENADA.              3
                      
LA JUSTICIA MOVIÓ A MI ALTO ARQUITECTO.
HÍZOME LA DIVINA POTESTAD,
EL SABER SUMO Y EL AMOR PRIMERO.                  6[L1] 

ANTES DE MÍ NO FUE COSA CREADA
SINO LO ETERNO Y DURO ETERNAMENTE.
DEJAD, LOS QUE AQUÍ ENTRÁIS, TODA ESPERANZA. 9

Estas palabras de color oscuro
vi escritas en lo alto de una puerta;
y yo: «Maestro, es grave su sentido.»                                              12

Y, cual persona cauta, él me repuso:
«Debes aquí dejar todo recelo;
debes dar muerte aquí a tu cobardía.                                    15

Hemos llegado al sitio que te he dicho
en que verás las gentes doloridas,
que perdieron el bien del intelecto.»                                     18

Luego tomó mi mano con la suya
con gesto alegre, que me confortó,
y en las cosas secretas me introdujo.                                     21

Allí suspiros, llantos y altos ayes
resonaban al aiire sin estrellas,
y yo me eché a llorar al escucharlo.                                      24

Diversas lenguas, hórridas blasfemias,
palabras de dolor, acentos de ira,
roncos gritos al son de manotazos,                                       27

un tumulto formaban, el cual gira
siempre en el aiire eternamente oscuro,
como arena al soplar el torbellino.                                        30

Con el terror ciñendo mi cabeza
dije: «Maestro, qué es lo que yo escucho,
y quién son éstos que el dolor abate?»                                 33

Y él me repuso: «Esta mísera suerte
tienen las tristes almas de esas gentes
que vivieron sin gloria y sin infamia.                                    36[L2] 

Están mezcladas con el coro infame
de ángeles que no se rebelaron,
no por lealtad a Dios, sino a ellos mismos.                           39

Los echa el cielo, porque menos bello
no sea, y el infierno los rechaza,
pues podrían dar gloria a los caídos.»                                              42

Y yo: «Maestro, ¿qué les pesa tanto
y provoca lamentos tan amargos?»
Respondió: «Brevemente he de decirlo.                               45

No tienen éstos de muerte esperanza,
y su vida obcecada es tan rastrera,
que envidiosos están de cualquier suerte.                             48

Ya no tiene memoria el mundo de ellos,
compasión y justicia les desdeña;
de ellos no hablemos, sino mira y pasa.»                              51

Y entonces pude ver un estandarte,
que corría girando tan ligero,
que parecía indigno de reposo.                                             54

Y venía detrás tan larga fila
de gente, que creído nunca hubiera
que hubiese a tantos la muerte deshecho.                             57

Y tras haber reconocido a alguno,
vi y conocí la sombra del que hizo
por cobardía aquella gran renuncia.                                      60[L3] 

Al punto comprendí, y estuve cierto,
que ésta era la secta de los reos
a Dios y a sus contrarios displacientes.                                 63[L4] 

Los desgraciados, que nunca vivieron,
iban desnudos y azuzados siempre
de moscones y avispas que allí había.                                   66

Éstos de sangre el rostro les bañaban,
que, mezclada con llanto, repugnantes
gusanos a sus pies la recogían.                                              69

Y luego que a mirar me puse a otros,
vi gentes en la orilla de un gran río
y yo dije: «Maestro, te suplico                                              72

que me digas quién son, y qué designio
les hace tan ansiosos de cruzar
como discierno entre la luz escasa.»                                     75

Y él repuso: «La cosa he de contarte
cuando hayamos parado nuestros pasos
en la triste ribera de Aqueronte.»                                         78[L5] 

Con los ojos ya bajos de vergüenza,
temiendo molestarle con preguntas
dejé de hablar hasta llegar al río.                                          81

Y he aquí que viene en bote hacia nosotros
un viejo cano de cabello antiguo,                                         83[L6] 
gritando: «¡Ay de vosotras, almas pravas!                           84

No esperéis nunca contemplar el cielo;
vengo a llevaros hasta la otra orilla,
a la eterna tiniebla, al hielo, al fuego.                                   87

Y tú que aquí te encuentras, alma viva,
aparta de éstos otros ya difuntos.»
Pero viendo que yo no me marchaba,                                   90

dijo: «Por otra via y otros puertos
a la playa has de ir, no por aquí;
más leve leño tendrá que llevarte».                                       93[L7] 

Y el guía a él: «Caronte, no te irrites:
así se quiere allí donde se puede
lo que se quiere, y más no me preguntes.»                            96

Las peludas mejillas del barquero
del lívido pantano, cuyos ojos
rodeaban las llamas, se calmaron.                                         99

Mas las almas desnudas y contritas,
cambiaron el color y rechinaban,
cuando escucharon las palabras crudas.                                102

Blasfemaban de Dios y de sus padres,
del hombre, el sitio, el tiempo y la simiente
que los sembrara, y de su nacimiento.                                  105

Luego se recogieron todas juntas,
llorando fuerte en la orilla malvada
que aguarda a todos los que a Dios no temen.                     108

Carón, demonio, con ojos de fuego,
llamándolos a todos recogía;
da con el remo si alguno se atrasa.                                        111

Como en otoño se vuelan las hojas
unas tras otras, hasta que la rama
ve ya en la tierra todos sus despojos,                                               114

de este modo de Adán las malas siembras
se arrojan de la orilla de una en una,
a la señal, cual pájaro al reclamo.                                          117

Así se fueron por el agua oscura,
y aún antes de que hubieran descendido
ya un nuevo grupo se había formado.                                   120

«Hijo mío ‑cortés dijo el maestro­
los que en ira de Dios hallan la muerte
llegan aquí de todos los países:                                             123

y están ansiosos de cruzar el río,
pues la justicia santa les empuja,
y así el temor se transforma en deseo.                                  126

Aquí no cruza nunca un alma justa,
por lo cual si Carón de ti se enoja,
comprenderás qué cosa significa.»                                       129

Y dicho esto, la región oscura
tembló con fuerza tal, que del espanto
la frente de sudor aún se me baña.                                       132

La tierra lagrimosa lanzó un viento
que hizo brillar un relámpago rojo
y, venciéndome todos los sentidos,                                      135
me caí como el hombre que se duerme.                               






 [L1]El poder, la sabiduría y el amor, son las tres personas de la Trinidad cris­tiana.


 [L2]Se trata de los indiferentes, y de los ángeles que en la lucha suscitada por Lucifer, permanecieron neutrales. Se comprende que Dante que vivió toda su vida en la necesidad de tomar partido en una Italia desgarrada, condene en el Infierno a los que no se comprometen con causa alguna. ¿Qué pensaría, por ejemplo, de los florentinos que intentaron permanecer ajenos a la lucha entre gi­belinos y güelfos, o entre güelfos negros y blancos, corno única manera de en­contrarla paz?


 [L3]Es posible que se trate del papa Celestino V, llamado en la vida Pietro da Morrone. Fue este un eremita con gran fama de santo, que fue elegido papa a los setenta y nueve años de edad y que abdicó seis meses más tarde por consi­derarse indigno de la tarea, dando así lugar a la elección del cardenal Caetani ‑a quien las malas lenguas hacían culpable de haber provocado la renuncia del anciano, asustándole con voces nocturnas‑ que tomaría el nombre de Bonifa­cio VIII, y que tan fatal había de ser para el poeta.
Un fragmento del verso original «Chi fece... il gran rifiutto» sirve de título a un célebre poema de Cavafis.


 [L4]Más que la de los indiferentes se trata ahora de los pusilánimes.


 [L5]El Aqueronte es el primero y más grande de los rios infernales; nace, como el resto de ellos, en la estatua del viejo de Creta (Infíerno, XIV) y desem­boca en la Estigia (Infierno, VII).


 [L6]Caronte, hijo de Erebo y de la Noche, estaba según la mitologla encargado de cruzar las almas de los muertos a través de la laguna Estigia, que separaba la vida de la muerte.


 [L7]Cuando muera Dante no vendrá a montar en la barca de Caronte que le lleve al Infierno, sino en otra que le llevará desde la desembocadura del Tiber hasta el Purgatorio (Purgatorio, II).

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