UNIVERSIDAD DE COSTA RICA
SISTEMA DE ESTUDIOS DE POSGRADO
REPRESENTACIONES DE LA LOCURA EN TRES NOVELAS
COSTARRICENSES CONTEMPORÁNEAS: MARIPOSAS NEGRAS PARA UN
ASESINO (2005), EL GATO DE SÍ MISMO (2005) Y LARGA NOCHE HACIA MI
MADRE (2013)
Tesis sometida a la consideración de la Comisión del Programa de Posgrado en
Literatura para optar por el título de Maestría Académica en Literatura
Latinoamericana
SUGEYDI PAOLA PALMA MADRIGAL
***
CAPÍTULO 1. Mariposas negras para un asesino (2005):
perversidad y locura
“Y allí lo encontraron,
cubierto de sangre,
balbuciando palabras
inintelegibles, incoherentes
en contra de un tal Casasola Brown
y una conspiración en contra de él”
(Méndez Limbrick, 2015, p. 384).
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1.1. Nacimiento de una obsesión: locura y expulsión social
En la década de 1980, buena parte de la literatura centroamericana
estuvo al servicio de causas sociales y/o políticas; después vino la literatura del
desencanto, cuyos autores mostraron que las metas utópicas trazadas
anteriormente no eran posibles. Críticos literarios como Leyva (2007),
Mackenbach y Ortiz (2008), y Cortez (2010), entre otros, señalan que, a partir
de la década de 1990, el tratamiento de la violencia en la literatura
centroamericana ha tomado nuevos rumbos, con lo cual se ha visto desprovista
del sentido político e ideológico que la envolvía antes. Se trata ahora de la
representación descarnada de lo peor del ser humano y de la sociedad.
Mariposas negras para un asesino está signada por ese nuevo
tratamiento estético de la violencia que mencionan los autores señalados en el
párrafo anterior. La evidencia de esta violencia se aprecia desde el mismo título,
donde se indica que las mariposas negras son para un asesino, es decir, las
mariposas son un presente que se obsequia al homicida. Este verdugo tiene
sus gustos particulares, pues elige cierto tipo de mujeres, con características
exclusivas y sus asesinatos no están imbuidos de violencia física ni de sangre.
Esta estética de la violencia, observada en Mariposas negras para un
asesino, muestra la decadencia social y el poco valor que se le otorga al ser
humano: no importa el asesinato de estas mujeres por el simple hecho de que
son prostitutas e incluso estas muertes pueden generar placer a algunos con
ciertas fantasías necrofílicas. Asimismo, dentro de este nuevo tratamiento de la
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violencia, el asesino puede ser visto como un artista macabro, obsesionado con
la muerte de prostitutas sin una justificación aparente.
El homicida de Mariposas negras para un asesino, muchas veces, se
asocia con un ser sobrenatural, una sombra imposible de ver, que escapa por
completo a la luz. Esta asociación es dada por el protagonista principal y por
Jacki, quien, en referencia al asesino, dirá: “al hombre por más que las luces lo
trataran de cubrir con sus vivaces colores era imposible, parecía que la luz
resbalara o se escabullera a sus formas, la luz no se proyectó en su cuerpo”
(Méndez Limbrick, 2015, p. 106). Se trata, pues, de una figura que parece ser
etérea, lo cual supuestamente constituye una de sus características
sobrenaturales más importantes.
Ahora bien, es necesario preguntarse si esta característica sobrenatural
del supuesto asesino, unida a su aparente inmortalidad o juventud eterna, se
puede asociar a lo divino. De ser así, se trataría de una divinidad cruel que
juega con el destino de las prostitutas. ¿Será una forma de castigarlas por sus
pecados? ¿Por qué son precisamente prostitutas las víctimas de este asesino?
¿Desea aleccionar o brindar una enseñanza moralizante?
Se debe profundizar también en las características de las víctimas, que
son mujeres, caucásicas, jóvenes, muy hermosas y, como ya se adelantó,
prostitutas. Sin embargo, estas no son prostitutas comunes, sino que ofrecen
sus servicios mediante una red exclusiva y cerrada creada por medio de
internet. Se paga un precio muy alto para poder ser cliente de estas damas.
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Marcela, transformista y prostituta, describe el funcionamiento de dicha red en
los siguientes términos:
Escuche, el asunto funciona de la siguiente manera: Primer paso:
a usted le dan la dirección de un portal en Internet, ya sea para
prostitutas o para prostitutos. Escribe la dirección y para tener acceso le
solicitan el nombre completo, ellos inmediatamente se informan y si la
tarjeta es diamante, entonces usted puede ingresar de forma gratuita por
varios días. Terminado el plazo de gracia debe afiliarse (Méndez
Limbrick, 2015, p. 198).
Se asume que al tener una tarjeta de crédito diamante, los clientes tienen
una gran capacidad de pago. ¿Esta capacidad de pago incluye el derecho
sobre la vida de las prostitutas? Al parecer sí, pues en la novela se relata un
desenlace similar para una de las mariposas negras; se trata de Kiara, quien es
asesinada en el primer retiro que realiza después de haberse unido al club.
Marcela también describe dicha red, en comparación con la prostitución
amateur, de la siguiente manera:
No estamos hablando de aficionados a la prostitución. Eso se lo
dejamos a los pobrecitos y brutos de los barrios del sur18, a las niñitas
descalificadas y mal olientes que se paran en las esquinas del Parque
18 Los barrios del sur son Desamparados, San Sebastián, los Hatillos, Alajuelita y algunos del
distrito Hospital, entre otros. Estos lugares se caracterizan por la pobreza, la delincuencia y las
drogas y están localizados en la parte sur de la capital de Costa Rica (San José).
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Morazán o del Edificio Metálico a las once o doce de la noche llevando
frío todo el año. Estamos hablando de prostitución de alto vuelo.
Imagínese que ni yo puedo calificar para entrar a este grupo de
prostitución por mi edad (Méndez Limbrick, 2015, p. 198).
Con la cita anterior, es posible notar las jerarquías que se establecen a lo
interno de dicho mundo. Asimismo, dentro de esta selecta red de prostitución,
nace un grupo de mayor dificultad de acceso: el grupo de las mariposas negras.
A este grupo pertenecen las víctimas que son atacadas por el asesino serial
que describe la novela. La búsqueda de este asesino es lo que genera la
obsesión en el personaje principal de esta trama: Henry de Quincey, Jefe de la
Sección de Homicidios del OIC cuando ocurrió el primer asesinato de una de
las prostitutas perteneciente al grupo mencionado.
Este primer homicidio ocurrió en 1989, pero los cabos de esta
investigación inconclusa se empiezan a atar diez años después debido a que
ocurren dos nuevas muertes con el mismo modus operandi. Este modo de
operar es visto por los especialistas en criminología y patología como un arte:
“el asesino había actuado en forma impecable: no dejó huellas, no había rastros
de sangre, tampoco demasiado desorden en el cuarto” (Méndez Limbrick, 2015,
p. 13). Es posible que el deseo de descubrir la identidad de un asesino, quien
liquida de forma aséptica, provoque la locura de de Quincey. Su amiga Jackie,
prostituta con la que se encuentra algunos viernes, asocia su comportamiento
con lo ocurrido diez años antes.
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¡Se me parece tanto al Henry de la época que fue incapacitado del
OIC: indeciso, dubitativo! En aquella época yo era solo una niña, pero
oía rumores, semblanzas de aquel investigador tan arrojado y decidido a
resolver crímenes y que después vino su debacle, el horror, la pesadilla,
el alcohol y las drogas que lo llevaron al psiquiátrico (Méndez Limbrick,
2015, p. 129).
Quizá no son las drogas y el alcohol lo que lleva a de Quincey a la
locura, a su encierro, sino más bien el hecho de no haber podido encontrar al
asesino de la primera víctima: la bella sin marcas. Esta hipótesis se fundamenta
en las repetidas ocasiones en las que de Quincey indica que capturar a este
asesino es su reto personal. “Quería ser la persona que diera con la Sombra19 y
nadie más. Era su reto, el desquite final” (Méndez Limbrick, 2015, p. 227).
¿Contra quién es el desquite en el que piensa de Quincey? Parece ser que es
contra el asesino que no pudo capturar diez años atrás, podría ser contra las
personas que decidieron su internamiento en el hospital psiquiátrico. ¿O será, al
fin de cuentas, un desquite contra él mismo? Pues, como se verá más adelante,
hay claras muestras en la novela de que el asesino es el mismo de Quincey. El
mismo detective obsesionado con la búsqueda de un asesino serial podría
tornarse ese homicida, ¿se tratará de una búsqueda incansable de sí mismo?
19 Henry de Quincey le asigna ese nombre al asesino de las mariposas negras, debido a lo
explicado antes sobre las luces que no pueden proyectarse en este sospechoso.
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Sin embargo, lo importante en este momento es que, al tomar la captura
del asesino como un reto o venganza final, un reto contra la astucia del asesino,
quien lo había engañado la primera vez (en 1989), y como una venganza contra
el ministerio que lo expulsó debido a su insania mental, Henry no se da cuenta
de que se está obsesionando, lo cual lo podía llevar nuevamente al encierro en
el que había caído diez años antes. Y esto es notado por las personas que se
encuentran cerca de él: una caída paulatina hacia la obsesión.
Por otro lado, a todas las prostitutas asesinadas se les asigna un
sobrenombre relacionado con la pose en la que fueron dejadas por el asesino.
El sobrenombre de la bella sin marcas se debe a que el asesino no dejó marcas
en su cuerpo, tal y como ocurrió con las víctimas de 1999. El forense, Rodrigo
Castileja de la Cuesta, explica las similitudes entre estos asesinatos y menciona
que,
la manera de muerte es: homicida por penetración de arma
punzante, con laceración del corazón. Orificio de medio centímetro.
Demás vísceras intactas. Asimismo, le informo que el examen de
toxicología mostró un psicotrópico en la sangre de la víctima.
Psicotrópico de venta comercial. Vallium … Debo indicarle que de las
fotografías tomadas en Medicatura Forense, se encuentra un pequeño
tatuaje en el muslo interno izquierdo en cada una de las víctimas y que
ampliando la imagen fotográfica se trata de una mariposa. Que de las
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otras mujeres … las maneras de muerte y demás datos son idénticos a
la primera (Méndez Limbrick, 2015, p. 216).
Estos datos que recibe de Quincey le confirman otros que ya había ido
recopilando anteriormente al adentrarse en los “bajos” mundos, uno de ellos la
necrofilia, mundo que le es mostrado por dos morgueros, Óscar y Juancho,
quienes lo llevan a conocer al señor Julián Casasola Brown. Es posible que
este personaje sea la reencarnación de La Sombra, asesino que es perseguido
por De Quincey. Parece ser que esos mundos bajos van envolviendo a Henry
en una investigación que decide hacer solo por orgullo o por venganza, pues el
mismo OIC que lo despidió antes, ahora requiere de su ayuda para resolver el
caso; sin embargo, él no quiere dar las pistas que va recogiendo, porque siente
que es su misión capturar al asesino él solo.
Lo anterior podría ser interpretado como el nacimiento de su obsesión.
Recordemos que la obsesión puede ser entendida como una “perturbación
anímica producida por una idea fija” o una “idea fija o recurrente que
condiciona una determinada actitud” (Real Academia Española, 2018).
Partiendo de esta definición, se puede ver cómo el personaje altera su estado
de ánimo y forma de ser natural para enfocarse en la búsqueda del asesino,
esto se convertiría en la idea fija de la que él no logra escapar. De Quincey
desea ser la persona que encuentre al asesino que lo burló diez años antes.
Para el personaje se trata de una venganza personal, pues esta situación es la
que provoca su primer internamiento y la pérdida de su jefatura en el OIC.
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En parte se estremeció y se sintió solo por no poder decirle a
Joaquín toda la verdad y confiar su secreto sobre los puentes entre el
comercio de Trata de Blancas y los asesinatos. No lo hacía porque su
orgullo se lo impedía (Méndez Limbrick, 2015, p. 227).
Se podría pensar que la soledad con la que emprende su búsqueda
obsesiva es la forma en que se demuestra a sí mismo que es mejor que las
personas que lo expulsaron de la sociedad en la que él se perfilaba como una
figura de poder. Ese sentimiento de soledad que se autoimpone el personaje
tiene ciertas referencias maternas en el texto, pues él crece en ausencia de su
madre y su abuela reemplaza dicha figura. También, esta ausencia provoca en
Henry la demanda de vientres maternos que tampoco logran salvaguardar el
vacío que siente. El mejor ejemplo de lo dicho es la tina que Henry compra en
Florencia:
Fue directamente al baño: a la tina del millón de colones. Se
hundía perezosamente para luego sobresalir en medio de pompas de
jabón. No era viernes por la noche, pero no importaba, una licencia para
el día sábado20. El agua estaba tibia, perfumada, siempre lo acariciaba
de esa manera en su útero de mármol gris [itálicas agregadas] (Méndez
Limbrick, 2015, p. 31).
20 Esta licencia se debe a que el ritual para los viernes de de Quincey consiste en darse un
baño en la tina y después verse con alguna de sus amigas prostitutas.
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La tina representa uno de los sustitutos maternos de de Quincey; sin
embargo, no usa la tina de manera antojadiza, sino que se autoimpone un
horario para su uso. Estas auto-imposiciones del personaje parecen estar
asociadas con su necesidad de autocontrol. La necesidad de encontrar al
asesino es la obsesión de de Quincey y esta se incrementará hasta niveles
insospechados, incluso lo llevará nuevamente al psiquiátrico, con lo cual se
muestra el primer eje conceptual de locura desde el cual se inscribe esta tesis:
la exclusión o expulsión social. Este eje se muestra debido a que el personaje
principal será recluido en un nosocomio porque se le considerará loco debido a
que afirma que el asesino es una sombra.
Desde la teoría de la Antipsiquiatría que se plantea en esta tesis, se
puede ver cómo cuando sus excompañeros del OIC notan al protagonista con
comportamientos anormales, se prefiere la reclusión por considerarlo peligroso
u odioso para la sociedad. Es decir, se muestra un hecho histórico de la locura,
tal y como lo describe también Foucault, pues la insania mental hereda las
características de aislamiento que le habían sido dadas a la lepra. Con esto, se
puede hacer una construcción analógica, pues del mismo modo en que se
temía que el leproso fuese un ente de contagio, se teme el contagio de la
locura; causa terror que la anormalidad que muestra el loco altere el orden
social establecido.
En este caso, la locura del personaje, de alguna forma, atrapa a algunas
de las personas que se encuentran cerca de él: su amigo, el periodista, el
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director del OIC y los morgueros. ¿De qué forma los atrapa? Es sencillo, estos
personajes se ven envueltos en la búsqueda obsesiva de un asesino. También,
hay un desorden en el ámbito social debido a que un grupo, prostitutas, se ven
atacadas por este asesino que, al final, parece ser el mismo personaje
obsesionado con su búsqueda.
A su vez, el personaje que presenta la ausencia de razón se muestra
como alguien que posee un conocimiento más allá de la ciencia: la inmortalidad
y la ausencia de corporalidad de la Sombra, quien de acuerdo con el testimonio
de de Quincey es el verdadero asesino de las prostitutas. De nuevo aquí hay
una coincidencia histórica con el recorrido foucaultiano de la locura, en este
caso con el Renacimiento, pues Erasmo de Rotterdam creía que la risa del loco
estaba atravesada por un conocimiento místico ajeno al entendimiento de los
“normales”. De forma similar, es la risa de quien ha salido victorioso la que es
escuchada por de Quincey al final de la novela: “riendo detrás de las sombras”
(Méndez Limbrick, 2015, p. 385).
Igualmente, desde el concepto de locura que inscribimos anteriormente,
es posible ver cómo el personaje no logra una verdadera adaptación social. Hay
que tener en cuenta que nuestra adaptabilidad social depende de ciertas
instituciones o agentes como el trabajo, el matrimonio, la familia, los amigos y
otros. Henry de Quincey no logra adaptarse socialmente debido a que es
expulsado de su trabajo porque era considerado como un insano mental, aún
después de haber sido dado de alta en el Hospital Psiquiátrico. Con lo anterior,
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se denota que la enfermedad de la locura logra la estigmatización de quien la
padece e, incluso, después de que la Ciencia avale la sanidad del enfermo, no
es posible recuperar el lugar que era ocupado anteriormente21
. En el caso de
Quincey ese lugar que ocupaba está relacionado con su trabajo, al cual no le
permiten volver.
Asimismo, Henry no logra triunfar en su matrimonio, pues se divorcia de
su esposa; sin embargo, en la novela no se explica muy bien cuáles fueron las
razones de ese divorcio. También, las relaciones amorosas que establece de
Quincey son con prostitutas; él se ve con dos exclusivamente: Jackie y Shirley.
De ellas, la que tiene mayor protagonismo en el texto es Jackie, no porque
Henry la vea más, sino porque ella se involucra sentimentalmente con una
prostituta que desaparece, situación que le cuenta a una amiga por medio de
correos electrónicos22
.
21 Esto se desarrolla con suma claridad en la novela que se analiza en el capítulo III: Larga
noche hacia mi madre, pues el miedo mayor de la madre es ser catalogada como la “loca del
pueblo”, pues entiende que después de esto, ya no hay vuelta atrás. En el caso de esta novela,
se muestra de forma desgarradora, pues el ingreso al asilo será considerado como una forma
de muerte.
22 Se aprovecha esta mención para incluir algunos detalles sobre los aspectos formales de la
novela, en la narración se incluyen recortes de los correos electrónicos de Jackie a su amiga
Guillermina, los cuales van numerados y constituyen otra perspectiva para entender los hechos
que van ocurriendo durante la novela. También se incluyen fragmentos del diario personal de
uno de los “zopilotes” que trabaja en la morgue judicial, quien posee tendencias a la necrofilia.
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Y Henry tenía sus preferencias de ambos lugares23: cuando sentía
alegría desbordante, con ese empuje de la juventud … entonces llamaba
a Jackie … Con Shirley… Amón era la zona nostálgica de su espíritu.
Amón invitaba a la reflexión, a la erotización de lo imposible (Méndez
Limbrick, 2015, pp. 272-273).
Finalmente, el concepto de locura propuesto implica un tercer eje que es
el de la comunicación fallida. La comunicación no es posible en el texto entre
las figuras de autoridad psiquiátrica y Henry debido a que los primeros no
escuchan a la persona que alucina. Simplemente, se encargan de medicar al
presunto asesino serial, quizá con personalidad disociada, quien es llevado al
psiquiátrico, donde ya cuenta con un expediente abierto. Lo anterior se denota
en que Henry es llevado al Hospital a pesar de que “insistiría [en] que él no
había asesinado a las prostitutas: ni a la Bella sin marcas, ni a la Parturienta, ni
a Medias de seda, tampoco a Kiara, mucho menos a Jackie. Los nuevos
agentes del OIC no estaban tan seguros” (Méndez Limbrick, 2015, p. 385).
Es así como, desde la postura de poder en la que se encuentran los
nuevos agentes, Henry no es escuchado porque lo que dice es considerado
como un “relato fantástico que … había inventado a medias” (Méndez Limbrick,
2015, p. 385). Desde el poder, las conclusiones se basan en argumentos
lógicos que se extraen de lo observable, de las pruebas encontradas. Por su
23 Se refiere a los hoteles en los que se ve con Jackie o Shirley: con la primera se ve en el hotel
Astoria San José Internacional y con la segunda principalmente en La Torre del Moro, ubicado
en barrio Amón.
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parte, lo que de Quincey cuenta no encaja dentro de esa lógica, pues a quien
señala como el asesino no puede serlo porque se trata de un hombre que
tendría más de cien años. Y el conocimiento de una forma de inmortalidad es
una creencia y no una realidad que pueda comprobarse, “entonces [Casasola]
no podía ser el asesino, a esa conclusión lógica llegaron todos los
investigadores” (Méndez Limbrick, 2015, p. 385). Finalmente, esto provoca que
Henry sea recluido por ser el sospechoso de los asesinatos y, además, por
afirmar hechos que se escapan de la lógica tradicional.
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1.2. Necrofilia
La necrofilia puede ser definida como una forma de fascinación sexual
por lo muerto, ya sean objetos o personas. Durante el curso dictado por
Foucault en 1975, se describe la relación entre perversión y locura bajo
diferentes formas; aquello que encarna la perversión sexual, en la teoría
foucaultina, es el onanismo, pues con esto se inicia una serie de perversiones
sexuales que se despliegan de diferentes maneras (Foucault, 1975, p. 257). La
necrofilia sería una forma de perversión sexual asociada con el thánatos, es
decir, a una pulsión de muerte que, como se nota con Freud, es considerada
como natural, pues es el destino de la humanidad.
De acuerdo con Strachey ([1955] 1992), en el texto Más allá del principio
del placer ([1920] 1992), Freud “por primera vez plantea la nueva dicotomía
entre Eros y las pulsiones de muerte” (p. 6). Estas pulsiones de muerte después
serán denominadas thánatos. En los preliminares al texto, Freud indica que los
seres humanos se mueven hacia la búsqueda del placer y que, por lo tanto,
están motivados a evitar el displacer. Esta movilidad es denominada por Freud
como principio del placer, que consiste en lograr la estabilidad para evitar
disturbios que nos puedan alterar; sin embargo, Freud señala que la vida en
realidad se presenta de otra manera, pues hay más complicaciones que
estabilidad. Por lo anterior, advierte que “en el alma existe una fuerte tendencia
al principio de placer, pero ciertas otras fuerzas o constelaciones la contrarían,
de suerte que el resultado final no siempre puede corresponder a la tendencia
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al placer” (Freud, [1920] 1992, p. 9). Es en ese momento cuando se ven los
peligros del principio del placer para la autoconservación del ser humano, pues
no estamos preparados para enfrentar cambios de ambiente, sino que nos
quedamos cómodamente acostumbrados a la estabilidad y a la ausencia de
cambios.
En este texto, como en muchos otros de Freud, hay una referencia
constante al término “compulsión a la repetición”24. Aquí, el autor hace una
disertación sobre las formas de placer un tanto enfermizas, como por ejemplo
repetir compulsivamente una acción displacentera o los fetiches como única
forma de placer sexual. Freud indica que en el ser humano este tipo de
actitudes revela una pulsión por el regreso a lo inanimado (muerte), y señala:
Durante largo tiempo, quizá, la sustancia viva fue recreada
siempre de nuevo y murió con facilidad cada vez, hasta que decisivos
influjos externos se alteraron de tal modo que forzaron a la sustancia aún
sobreviviente a desviarse más y más respecto de su camino vital
originario, y a dar unos rodeos más y más complicados, antes de
alcanzar la meta de la muerte. Acaso son estos rodeos para llegar a la
muerte, retenidos fielmente por las pulsiones conservadoras, los que hoy
nos ofrecen el cuadro de los fenómenos vitales (Freud, [1920] 1992, p.
38).
24 Desarrollado en el texto “Recordar, repetir y elaborar” (1914).
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De esta forma, con lo dicho se puede determinar que existen dos
pulsiones primordiales: por un lado, las de autoconservación o de vida, las
cuales están vinculadas con el eros, con todo lo sexual y los impulsos que están
destinados a lo placentero; por otro lado, están las de muerte o thánatos, las
cuales son el destino final del ser humano. Por lo tanto, se aspira a la muerte
también y, a veces, se toman caminos que, con una firme aceptación de ese
destino, buscan acelerar esa muerte, encontrándola, de ser posible,
apresuradamente. La necrofilia une el placer sexual, que pertenece al eros, con
la búsqueda de la muerte, el thánatos.
En la novela de Méndez Limbrick se muestra cómo se logra obtener
placer sexual mediante la sodomía con prostitutas. La sodomía por sí misma ha
sido vista como una perversión sexual, desde posturas religiosas o
psiquiátricas. Sin embargo, en esta novela el placer sexual se obtiene después
de decapitar a la persona que se ha sodomizado. Esto se aprecia en el relato
de lo que sucedió entre Lajos, cliente de la red de comercio sexual descrita
anteriormente, y Kiara, prostituta del club de mariposas negras y amiga de
Jackie.
Una vez que Lajos hubo tirado a Kiara al suelo y ponerla de cuatro
patas, el hombre como un sátiro le brincó encima y sodomizó a la pobre
chica… agachó la cabeza y entre sollozos entrecortados dejó que Lajos
continuara hasta que saciara su deseo. Y el hombre estando en el punto
más alto de su clímax llamó con voz de león en celo a Juan y Óscar…
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Juan sujetó a la joven de las manos con una correa, Óscar llegó con una
enorme espada… y terminando Lajos de fornicarla, le arrancó la cabeza
de un solo cuajo (Méndez, 2015, pp. 210-211).
No se explica mucho más sobre los personajes masculinos que aparecen
en la cita anterior; Kiara, sin embargo, es amiga íntima de Jackie, por lo tanto,
aparece otras veces durante la narración. Sin embargo, es importante señalar
que puede hacerse una asociación entre Juan y Óscar, vistos aquí como
servidumbre de Lajos, y otros dos personajes con nombres iguales, quienes
fungen como morgueros en el OIC. Además, el personaje de Lajos puede ser
asociado a Julián Casasola Brown, pues ambos son descritos con
características similares, además de que existe una relación similar a la de
padre e hijo entre este y los morgueros, como bien lo afirma Julián: “─Mire, don
Henry, a estos muchachos yo los quiero como si fueran mis hijos” (Méndez,
2015, p. 151).
En la novela, se desarrolla una conexión interesante entre estos
morgueros y Henry, pues uno de ellos, Óscar, descubre a Henry observando de
manera embelesada el cadáver de Medias de Seda25
, una de las prostitutas
asesinadas, mientras tiene una fantasía sexual con ella. Óscar lo encuentra y
Henry se ve envuelto, casi sin querer, en el mundo de la necrofilia de Óscar y
25 Esta prostituta adquiere este sobrenombre debido a que el asesino le ha dejado puestas sus
medias de seda, único atuendo con el que cuenta al momento de ser encontrada muerta.
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Juan. Este mundo, en el cual Casasola funciona como el referente más antiguo
e importante, se describe como una especie de grupo selecto.
La desviación necrofílica de los morgueros consiste en tomar fotos de los
cadáveres de mujeres jóvenes y hermosas que llegan a la morgue. Henry es
testigo de una de las sesiones fotográficas de estos dos personajes, por lo que
se vuelve parte de esta práctica al participar de ella y no denunciarla. Resulta
atrayente preguntarse por qué Henry no denuncia este acto, se podría decir que
lo que hacen los morgueros es una especie de deseo oculto de él mismo, una
forma de acercarse al thánatos que, como se decía anteriormente, es un deseo
que se muestra en el ser humano por la tendencia hacia lo estable.
Ahora, observaba como el Éfebo26 se ubicaba por la cabecera de
Medias de Seda seguido de frases y murmullos del Zopilote27 que le
proponía algunos ángulos –según su opinión, mejor que otros−, y
cambiaba a Medias de Seda de posición como hacen los fotógrafos con
las artistas porno [cursivas del original] (Méndez, 2015, p. 139).
Es así como se evidencia la fascinación que siente Henry por lo muerto y
se construye como un personaje oscuro, con lo cual también se fortalece la
tesis de que él es el asesino, pues se ve como una persona demasiado cercana
a estas tendencias. Y debido al perfil que se construye del asesino, se trata de
una persona con tendencias necrófilas similares a las que muestra Henry al ser
26 Sobrenombre que se le da a Óscar.
27 Apelativo con el que se identifica a Juan, a veces llamado también Juancho.
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atraído por los morgueros a sus sesiones fotográficas de los cuerpos inertes de
las prostitutas asesinadas. Posteriormente, Henry también visitará a Casasola y
se sentirá atraído por las narraciones de este personaje que están descritas
siguiendo formas clásicas (se acerca a la épica) y cuyo tema central es la
inmortalidad.
Finalmente, se debe agregar que la historia de Henry con los morgueros
hacia el final de la novela se desvanece, pues el investigador es llevado a San
José de la Montaña por los morgueros y es de esta forma en que conoce a
Julián. Pero ante las pesquisas de los oficiales, ellos “negaron haber ido con él
[de Quincey] a San José de la Montaña” (Méndez Limbrick, 2015, p. 383).
Entonces nos queda la duda de si lo que sucede realmente con los morgueros
tiene un referente real o es una historia que nada más sucede en el mundo
interior y cercano a la locura del personaje principal.
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1.3. ¿La Sombra a quien busco soy yo?
El tema de la locura es explícito en esta novela por las indicaciones del
malestar psicológico de de Quincey, sus internamientos en el psiquiátrico y su
obsesión por la búsqueda del asesino. Sin embargo, el padecimiento de de
Quincey no es la única forma de locura que se manifiesta en el texto; también
hay una especie de depresión colectiva, la gente se muestra aislada y
desinteresada de todo vestigio de humanidad. Se oculta este último rasgo en el
interés por lo superficial, el abuso de drogas, el cuerpo como instrumento de
trabajo placentero y las constantes fiestas como una forma de mostrarse bien
ante los demás.
A nadie le importa una discusión que pudiera tener una puta en
una esquina de San José, ni que un carro con ventanas oscuras y sin
placas, pasadas las diez de la noche disminuya la velocidad y enganche
a cualquier mujer del comercio fácil (Méndez Limbrick, 2015, p. 15).
El ambiente es violento, cargado de emociones negativas, y se evidencia
el desinterés por la humanidad, unido a la ambivalencia del mismo espacio
físico, pues San José de noche es otro San José, se transforma en una
prostituta, en la gran puta de Babilonia. Henry “atisbaba a aquella mujer que era
San José, lo hacía desde una perspectiva como si se tratara de un voyeur… y
ella como una gran prostituta que le ofrecía sus pechos desnudos” (Méndez
Limbrick, 2015, p. 324). La metáfora es clara; San José es ambivalente como
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una prostituta, se ofrece al mejor postor, deshumanizada, ya no importa la
humanidad, solo importan el dinero y el sexo.
Asimismo, el valor de las personas depende de su profesión: las
prostitutas, sin importar si son de alta clase o no, son ciudadanas de segunda
categoría. Se podría pensar que esta profesión se menosprecia debido a que es
la cara de San José, es decir, recuerda lo que son sus habitantes: prostitutos.
Todos se muestran con una cara hipócrita, todos se venden por dinero, poder o
lo que necesiten, dependiendo del momento. Las verdaderas intenciones no se
conocen nunca ni siquiera entre los amigos, tal y como se describió antes entre
Henry y su amigo el periodista, a quien le oculta información, pues necesita
satisfacer su obsesión egoísta: la captura del asesino.
¿Será todo este ambiente el que transforma a de Quincey en La Sombra
que él busca? Más adelante se hablará sobre la importancia de los sueños en
esta novela, pues a partir de ellos se va creando un mundo ficticio y fantástico.
En ese mundo onírico, La Sombra se dirige hacia Henry diciéndole:
–¿Henry de Quincey, nacido en Puerto Limón, nieto de Charles
Tipton de Quincey, inmigrante inglés, maquinista de la Northern, por qué
me persigues? ¿No ves que yo soy tú, que somos la misma persona? Es
por eso que no puedes mirar mi cara… ¿Quieres que me quite la
máscara que llevo puesta para que mires de frente tus temores en un
solo rostro? (Méndez Limbrick, 2015, p. 127).
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En los sueños, la Sombra, producto inconsciente creado por el soñador –
en este caso Henry–, juega con él: le dice primero que son la misma persona,
después le dirá que es Jacki y, así, irá jugando con él de forma psicótica al
presentarse como otras personas y como el mismo Henry. Al final, vemos cómo
la Sombra desea mostrarle a de Quincey sus peores miedos. Esta cita también
recrea un ambiente de terror que recuerda un texto bíblico del Nuevo
Testamento, con lo cual, Jesús es metaforizado como ese ser tenebroso, pues
las palabras iniciales de la cita son las que le dirige a Pablo de Tarso: “¿Saulo,
Saulo, por qué me persigues?” (Hechos, 9:4). Mientras que en el texto bíblico la
divinidad se presenta en forma de luz, en la novela es oscuridad, una sombra
que no puede ser asida. Ante esto, se puede retomar la afirmación realizada
con respecto a la decadencia, pues incluso los símbolos religiosos más
sagrados en la novela se vuelven oscuros.
En este caso, podemos notar la relación con el tema de la locura
volviendo a la idea de la obsesión, pues de la misma forma en que el personaje
bíblico de Saulo se obsesiona con encontrar a Jesús; de Quincey se obsesiona
con la búsqueda del asesino. Asimismo, los personajes que buscan (de
Quincey como detective) son increpados y doblegados por el ser que provoca
su obsesión.
El peor miedo de Henry, que se menciona en la cita anterior, sería que él
mismo sea el asesino que ha estado buscando. Razón por la cual recurre a la
locura y la fantasía para no ver ese miedo terrible: él es el asesino. Dentro de
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los desdoblamientos que toma La Sombra en ese pasaje del libro, también se
encuentra el desdoblamiento femenino, La Sombra se convierte en una figura
similar a la de las víctimas, es decir, una mujer rubia y hermosa.
¿Henry no ves que tengo rasgos femeninos porque soy una
mujer? ─y diciendo esto, miró cómo se quitaba el sombrero de fieltro y
una rubia cabellera se mecía en la negritud de la noche eclipsando todo
a su paso. No pudo más, un fuerte dolor en el pecho que se lo oprimía y
un fuerte ahogo le hicieron desmayar… luego vino la oscuridad total
(Méndez Limbrick, 2015, p. 127).
El momento de terror absoluto para el protagonista sobreviene al ver la
cabellera rubia, rasgo característico de las prostitutas asesinadas, entonces
cabría preguntarse cuál es la verdad que ve Henry de frente al mirar esa
cabellera. ¿Será que en ese momento él se descubre a sí mismo como el
asesino? Además, es interesante que los episodios de desmayos en oscuridad
total le suceden al protagonista con frecuencia, estos desmayos están
asociados con la pérdida de memoria. También, al despertar, el protagonista se
encuentra desorientado con la sensación de incertidumbre con respecto a lo
ocurrido durante la noche.
Asimismo, otro rasgo que sustenta la premisa de que Henry sea el
asesino es precisamente lo que sucede después de ese sueño terrorífico.
“Despertó completamente bañado en sudor… todavía temblaba” (Méndez
Limbrick, 2015, p. 131). Además se dice que de Quincey despierta “con un dolor
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de huesos como si le hubieran dado una golpiza por toda la humanidad”.
Posterior a esto, aparecerá muerta la prostituta con la que Henry soñó la noche
anterior, entonces, de Quincey sabía de este asesinato antes de que ocurriera,
la explicación más sencilla para ello es pensar que él lo sabe porque él es el
asesino.
Sin embargo, la evidencia mayor que nos permite asociar a Henry con el
asesino será que el protagonista “estaba convencido que la sucesión de sueños
como el primero hacía una década, tenían alguna relación con los asesinatos”
(Méndez Limbrick, 2015, p. 132). Es decir, hace diez años de Quincey también
tenía estos sueños premonitorios, hace diez años hubo asesinatos similares a
los que están ocurriendo en el presente narrativo de la novela. Por lo tanto, es
posible determinar que el asesino de hace diez años y el actual son el mismo,
se trata de Henry, a quien le resulta intolerable esta realidad y por ello la cubre
con su locura.
La Sombra se transforma entonces en Henry, protagonista de la novela,
quien debido a sus características decadentes puede ser visto como un
antihéroe. Con esto, también de Quincey se asocia con la tragedia clásica de
Sófocles, Edipo rey, pues de la misma forma en que Edipo desespera por
encontrar al asesino del antiguo rey de Tebas, Layo28, Henry desespera por
28 Quizá otra reminiscencia de esta lectura intertextual puede ser vista en las similitudes de los
nombres de Lajos (aparente asesino de Kiara) y Layo (quien abandona a Edipo por el miedo
profundo que le produce ser destronado por su propio hijo).
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encontrar al asesino de las prostitutas. Al final, Edipo resulta ser el asesino de
Layo, quien es su padre biológico, y Henry parece ser el asesino de las
prostitutas.
En la Clínica, no quiso mirar las fotos… Un poco más restablecido
Henry se negó a reconocer los cuerpos en las fotografías.
De los asesinatos manifestó que no podía negar que él estuviese
allí porque ahí lo habían encontrado a la mañana siguiente. Como
siempre sucedía una llamada anónima decía por teléfono que había visto
movimientos “sospechosos” (Méndez Limbrick, 2015, p. 384).
Con lo anterior, se ven las relaciones intertextuales entre la novela y los
textos mencionados. Siguiendo la teorizaciones sobre intertextualidad, de
acuerdo con Julia Kristeva, “todo texto se construye como mosaico de citas,
todo texto es absorción y transformación de otro texto. En lugar de la noción de
intersubjetividad se instala la de intertextualidad, y el lenguaje poético se lee, al
menos, como doble” (1997, p. 3). También, siguiendo los aportes de esta teoría,
habría que considerar al texto bíblico como subtexto y a Mariposas negras para
un asesino como el exotexto. De acuerdo con lo anterior, el texto se constituye
como la suma del intertexto más el exotexto.
Quizá una razón para la actitud violenta de de Quincey en contra de las
prostitutas, podría ser el abandono de su madre. Su referente materno será su
abuela, mujer mayor, mientras que su madre, mujer joven, es quien lo
abandona. Y es precisamente a mujeres jóvenes a las que de Quincey asesina.
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¿Cómo entender entonces la entrevista que le concede Marcela a de Quincey
en la que relata que Lajos es el asesino de Kiara? Pues se podría pensar que
ese submundo, en el cual Henry se va inmiscuyendo de manera solitaria por no
querer compartir la información con su amigo el periodista Zúñiga, es otro de los
delirios del personaje. Sin embargo, este mundo onírico se vuelve importante
para fortalecer la tesis de que el mismo Henry de Quincey es el asesino. No
obstante, debido a que la novela se presenta como un texto abierto, también es
posible afirmar que ese ser maligno personificado como La Sombra es el
causante de los asesinatos y que ha usado a Henry como señuelo. Sin
embargo, cada lector podrá elegir la forma en que entenderá la novela, pues la
misma se presenta de forma abierta.
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1.4. Mundo onírico
El simbolismo de los sueños de de Quincey inevitablemente tiene que
salir a colación para entender el sentido de esta novela. Freud (1911a y 1911b)
advertía sobre la forma en que los sueños deben ser analizados y su
importancia en la vida cotidiana. Para el análisis onírico, Freud consideraba que
los sueños deben ser segmentados para luego ser analizados como un todo.
Siguiendo las indicaciones del padre del psicoanálisis, es posible notar la carga
simbólica de estos sueños para el análisis del personaje de Quincey.
En el antepenúltimo sueño que aparece narrado en la novela, el tiempo
se detiene a las doce del día, es interesante hacer notar que esta hora ha sido
tradicionalmente entendida como un umbral. De Quincey deambula por el
centro de la ciudad de San José en busca de personas, pues la ciudad está
desolada, y visita varios lugares: la estación del ferrocarril al Pacífico, el Teatro
Nacional, el edificio del Instituto Nacional de Seguros, la Escuela Metálica y
otros. El acto de deambular, el sentimiento de desorientación que acompañan
esta escena serán también importantes de analizar, pues se puede entender
como una analogía de lo que está sucediendo en el mundo “despierto” de de
Quincey: la sensación de no encontrar el camino que lo guíe hacia el verdadero
asesino de las prostitutas de San José.
El primer lugar en el que se concentra es la estación del ferrocarril al
Pacífico y ahí recuerda su infancia, los días en que sus padres lo llevaban de
paseo a Puntarenas. Una imagen viene a su mente: la prohibición de sus
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padres, mientras él era niño, de caminar por unas baldosas. No recuerda si
existía, o no, una justificación para esta prohibición. Sin siquiera pensarlo, de
Quincey empieza a caminar por dichas baldosas, este hecho es sumamente
significativo, pues rompe con la prohibición paterna de la infancia: “se lanzó al
patio de la Estación, quería caminar por las baldosas, era una oportunidad
irresistible, sus padres siempre se la habían negado los veranos que iban al
puerto de Puntarenas, nunca supo el por qué” (Méndez Limbrick, 2015, p. 351).
El padre siempre puede ser resignificado como una figura divina. En la
tradición judeocristiana, una de los grandes mandamientos es “No matarás”. De
Quincey no se da cuenta de que al transgredir la prohibición paterna en el
sueño, puede transgredir las prohibiciones divinas también. De Quincey, a lo
largo de la novela, incurre en actos que no realizaba antes: primero se comenta
su aversión a las prostitutas y al licor, pero después se vuelve un lobo nocturno
que siempre disfruta de estos placeres. Esto mismo se puede notar con
respecto al haber sido detective de homicidios y, después, sospechoso de
asesinato.
También se habló previamente de cómo transgrede su regla
autoimpuesta sobre el uso de la tina. Es así como, una a una, las reglas que
impone el personaje van siendo violentadas. Entonces, cabría preguntarse si el
personaje no transgrede también la prohibición de matar. Aunque el texto no lo
diga claramente, tal parece que la respuesta ante esta duda debe ser afirmativa
por las pruebas que se encuentran en su contra y el hecho de que su defensa
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se basa en aspectos que se acercan mucho más a una narración con tintes de
delirio.
Por lo visto acerca de los sueños, se podría pensar que La Sombra y de
Quincey son similares. Mientras avanza su investigación, de Quincey se ve
envuelto en un mundo de fantasía, donde conversa con un hombre mayor,
Casasola Brown, a quien nunca le puede ver la cara, de la misma forma en que
no puede ver la cara de La Sombra. Zúñiga (2010) expone algunas precisiones
sobre el tema del doble y señala que “eliminar el doble equivale a evitar el
conflicto, la prueba que representa su existencia” (Jourde y Tortonese, 1996, p.
115 citados por Zúñiga, 2010, p. 2). Es así como, al final de la novela, la
eliminación de Casasola por parte de de Quincey se hace explícita, pues este
recuerda abalanzarse sobre Casasola con la finalidad de eliminarlo; después de
esto no recuerda nada más y despierta en el psiquiátrico.
¿Era de Quincey el asesino de prostitutas? ¿Era Henry La Sombra? Lo
dicho hasta acá conduce a pensar que sí. Los sueños de Henry hacen pensar
que él tiene un problema psiquiátrico de doble personalidad. Él es incapaz de
reconocerse a sí mismo como el asesino; por esta razón, cuando está cerca de
descubrirlo entra en crisis y termina en el psiquiátrico. Al final de la novela se
indica que, a raíz de las peticiones de Henry, se investiga a Casasola Brown,
pero el narrador señala que este hombre partió al extranjero y nunca regresó, y
que es imposible que esté vivo porque tendría más de cien años. Además, la
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dirección en San José de la Montaña, que de Quincey señala como la casa de
Casasola, es un lugar abandonado desde hace algunas décadas.
Por lo tanto, las pruebas mencionadas anteriormente son la contraparte
de la versión delirante que hace de Quincey sobre lo ocurrido. Se buscan las
pruebas de una versión fantasiosa que, evidentemente, no serán encontradas y
de Quincey terminará sus días encerrado en un manicomio y acusado de
asesinato. El análisis del mundo onírico de de Quincey fortalece la hipótesis de
que el personaje, investigador principal, es el asesino a quien se ha estado
buscando.
Sin embargo, el narrador omnisciente es el que indica estas
apreciaciones, pero dentro del mundo fantástico u onírico que ha sido creado
por de Quincey, es posible que exista Casasola y que sea el hijo predilecto de
Nakuf, un ser inmortal, descrito en alguno de los textos que el mismo Casasola
le leyó a Henry en una de sus visitas. El narrador omnisciente nos hace dudar
de Henry, pero dentro de la ficción creada por él (de Quincey), su versión
encaja de forma lógica. El final de la novela es coherente con Henry, quien está
en el Hospital, y el lector puede sospechar que él es el asesino.
Henry cerró los ojos y lo único que miró fue el anillo y su piedra
azul… y escuchó la voz de Casasola, la voz gutural del hombre riendo,
riendo detrás de las sombras, detrás de las sombras… [Los puntos
suspensivos son del original] (Méndez Limbrick, 2015, p. 385).
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Es así como el narrador de focalización externa se ubica desde la
perspectiva de de Quincey y nos hace dudar acerca de todo lo anotado
anteriormente. ¿Realmente existía La Sombra? Parece ser una duda que no
podemos responder de manera tajante. Pero lo que sí es real es que la
existencia de este ser sobrenatural vendría a alterar el registro verosímil de la
novela, pues Casasola Brown es un personaje visto únicamente por los
morgueros y de Quincey en medio de una atmósfera llena de misterio.
A pesar de esas dudas que subyacen, la realidad es que se encuentra a
de Quincey cubierto de sangre en la escena del crimen (p. 384). Con lo cual, el
narrador vuelve a tener una focalización no enfocada en el personaje de
Quincey. Habría que entender, entonces, que se trata de una prueba clara de la
culpabilidad de de Quincey, quien no recuerda nada de lo sucedido. Además,
en un acto de aparente paranoia, indica que todo es parte de un plan que
alguien ha gestado en su contra.
Antes de finalizar este análisis, se debe mencionar que esta novela
posee una gran riqueza en los aspectos estructurales de la narración.
Mackenback y Ortiz (2008) mencionan que la literatura centroamericana se ha
nutrido de nuevas formas de narrar que combinan lo que se ha aprendido
acerca de los géneros cultivados anteriormente −como el testimonio− con
elementos de la cultura popular −como series, canciones y otros−. Asimismo,
indican que hay una combinación en el nivel de los géneros, pues se crean
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novelas realistas en las que se evidencian algunos elementos, a veces
parodiados, de la novela policíaca o de la novela negra, entre otros.
Sobre este aspecto, se debe mencionar que Mariposas negras para un
asesino está narrada desde diferentes focos y voces. Por un lado, está el
discurso oficial representado por el periodismo y la investigación policíaca; por
otro lado, se encuentra el discurso del miedo que viven las prostitutas, en este
caso representado con los correos electrónicos que envía Jackie a su amiga
Guillermina. Sobre este último, se debe mencionar que, en ningún momento de
la novela, se muestra la respuesta que recibe Jackie sobre estos correos,
solamente, en los mensajes siguientes, la misma voz de Jackie hace mención a
las respuestas recibidas, transformando, de esta forma, a Guillermina en un
personaje extra-escénico (esta nomenclatura proviene del teatro).
Asimismo, hay componentes intertextuales, algunos bíblicos, como el de
Saulo, pero la gran mayoría se relacionan con la cultura clásica. La historia que
le lee Casasola a de Quincey es una digresión de muchísimas páginas, por lo
que se podría pensar que se está tejiendo, a manera de muñeca rusa, una
historia dentro de otra que encaja de manera lógica con la historia que cuenta
Henry. Finalmente, vale mencionar que en esta novela se entrecruza el género
fantástico con el detectivesco. Sobre este último, también se debe decir que
presenta una sutil parodia, pues el detective nunca logra encontrar al asesino, a
pesar de que trabaja arduamente para conseguirlo. Asimismo, esta parodia se
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cierra al lanzar la duda sobre si el detective siempre se anduvo buscando a sí
mismo.
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