miércoles, 16 de mayo de 2018

Cornelius Agrippa von Nettesheim. FILOSOFÍA OCULTA.


Cornelius Agrippa von Nettesheim (Heinrich Cornelius Agrippa von Nettesheim, Colonia, 1486-Grenoble, 1535). Filósofo, médico y alquimista alemán. Acusado de magia, estuvo encarcelado un año. Fue historiógrafo de Carlos I. Influido por Llull, unió elementos gnósticos, herméticos, teosóficos y cabalísticos (De occulta philosophia, 1510) y escribió un De incertitudine et vanitate scientiarum (1527)
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En los tres Libros —Magia Natural, Magia Celeste y Magia Ceremonial— que integran este volumen de interés siempre vigente, Agrippa tiene la virtud de nuclear en torno a cada tema las referencias de los más célebres pensadores de la antigüedad y de su propia época: Hermes Trismegisto, Tales de Mileto, Heráclito, Sócrates, Platón, Aristóteles,... las Sagradas Escrituras e incluso fuentes árabes.
Sin embargo, tildarlo de simple recopilador que enuncia “conjeturas próximas a la verdad” —como él mismo dice— no es justo. Su tarea de aproximar argumentos de peso para responder a varias cuestiones, como por ejemplo la creación de los sentidos humanos, cuáles son las virtudes implícitas en los nombres propios y en los números, los requisitos para convertirse en mago verdadero, y otras muchas, no termina en la búsqueda de referencias, sino que necesita un ensamblador ameno y con reflexión propia.
FILOSOFÍA OCULTA.
(FRAGMENTO).
COMO LAS VIRTUDES DE LAS COSAS NATURALES NACEN DE LOS ELEMENTOS

Algunas Virtudes Naturales son puramente elementales, como las de calentar, enfriar, humedecer, secar, y se llaman las primeras operaciones o cualidades, que siguen al acto: pues estas cualidades solas y por sí mismas cambian toda la sustancia de todas las cosas; cualesquiera otras cualidades no podrían hacer esto. Además, están en las cosas y provienen de los Elementos que las componen; se extienden más y tienen algo más que sus primeras cualidades, como las que maduran, las que hacen digerir, resolver, que ablandan, que endurecen, que son limpiadoras, corrosivas, abrasivas, aperitivas, evaporativas, confortativas, emolientes, unitivas, compresivas, atractivas, dilatadoras, y muchas otras. Pues toda cualidad elemental debe hacer en la mixta muchas operaciones que no realiza sola y estas operaciones se llaman segundas cualidades, porque siguen la naturaleza y la proporción de mezcla de las primeras virtudes, tal como se trata esto simplemente en los libros de medicina; así como el cambio que ocurre en la sustancia de la materia hasta cierto punto es la operación del calor natural, igualmente existe el endurecimiento, que es la operación del frío, y la congelación y demás; y a veces estas operaciones se efectúan sobre un miembro determinado, como las que provocan la orina, o la leche, y las menstruaciones, y estas cualidades se llaman terceras, que siguen a las segundas, como las segundas siguen a las primeras; he aquí por qué hay muchas enfermedades que provienen de estas primeras, segundas y terceras cualidades, y que se curan por ellas.
Asimismo, hay muchas cosas muy admiradas que se hacen de manera artificial, como el fuego que consume al agua, denominado fuego griego, del cual Aristóteles nos enseña diferentes composiciones en el tratado particular que confeccionara. De la misma manera se confecciona el fuego que el aceite apaga y el agua fría enciende cuando ésta cae como rocío, y este fuego se enciende con la lluvia, con el viento o con el sol, y se convierte en un fuego que se llama agua ardiente, cuya confección es muy conocida, y no consume nada que no sea ella misma; y también existen los fuegos que no se apagan, los aceites incombustibles, las lámparas perpetuas que no pueden ser apagadas ni por el viento, ni por el agua, lo que a todas luces parecería increíble, si no hubiese sido vista esa famosa lámpara que otrora ardiera en el templo de Venus, en la que ardía la piedra asbestus que, una vez encendida, no podía extinguirse jamás. Por el contrario, se prepara la madera u otra cosa combustible de modo que el fuego no puede hacer nada, y se disponen arbitrios por medio de los cuales se puede llevar en las manos un hierro candente, o echar mano de un metal fundido, o introducirse totalmente en el fuego sin experimentar mal alguno, y muchas otras cosas parecidas; y hay una especie de lino, que Plinio llama asbestum, y los griegos ἄσβεστoν, que ninguna clase de fuego puede hacer arder; al respecto, Anaxilao dice que un árbol recubierto con ese material puede ser cortado sin que se oiga ruido alguno.

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LAS VIRTUDES OCULTAS DE LAS COSAS

Existen otras virtudes en las cosas, que no pertenecen a Elemento alguno, como la de impedir el efecto del vino, alejar el ántrax, forjar el hierro, o alguna otra; y esa virtud es la consecuencia de la especie o de la forma de las cosas, lo que hace que de una pequeña cantidad no sobrevenga un pequeño efecto, lo cual no se halla en la cualidad de un Elemento; pues estas virtudes, al ser muy formales, pueden producir grandes efectos con la menor materia; por el contrario, la cualidad elemental para actuar en gran medida necesita mucha materia. Las Propiedades Ocultas se llaman así porque sus causas no se manifiestan y porque el espíritu humano no las puede penetrar: he aquí porqué sólo los filósofos, por larga experiencia más razón natural pudieron adquirir una parte del conocimiento, pues así como las carnes se digieren en nuestro estómago, por el calor que conocemos, de igual manera se transforman por cierta virtud oculta que ignoramos, no por el calor, porque así se transformarían más rápido en el fuego que en el estómago. Lo mismo ocurre con las cosas de cualidades elementales que conocemos, y de ciertas virtudes que les son naturales y nacen con ellas, que admiramos, y de las que nos asombramos de no poseer el conocimiento o de no haberlas visto, como es el ejemplo del ave Fénix, que renace de sí misma, como dice Ovidio:
Hay un ave que los asirios llaman Fénix, que renace de sí misma…

Y agrega:
Los egipcios se reúnen para ver con admiración la cosa maravillosa, y muestran al punto su regocijo ante esta ave única.

Matreo recibe extrema admiración de griegos y romanos al decir que apacentaba a una bestia salvaje que se devoraba a sí misma, y hasta hoy hay gente que desea saber cuál era la bestia de Matreo. Nadie dejaría de asombrarse de que existen peces bajo tierra, de los que han hecho mención Aristóteles, Teofrasto y el historiador Polibio, y de que Pausanias nos habló de ciertas piedras que cantan; por tanto, éstas son operaciones de las virtudes ocultas. Así ocurre que el avestruz para nada daña su estómago con un hierro caliente, digiere un hierro frío y hasta el más duro, para nutrir su cuerpo. Asimismo, el pececillo llamado Echeneis detiene de tal manera la impetuosidad de los vientos, y doma la furia del mar, por más fuertes y violentas que sean las tempestades, y cualquiera sea la cantidad de velas de que se sirvan los navíos, mientras que por poco que las toque, las detiene y las hace rezagarse de manera que quedan sin movimiento. De igual modo, las salamandras y las bestezuelas llamadas Pyraustae viven en el fuego, y aunque parezca que se consumen, nada les impide conservarse. También hay cierta resina, con la que dicen que las amazonas frotaban sus armas, que las preservaba de ser dañadas o perjudicadas por el hierro o el fuego; se sabe que Alejandro el Grande frotó con esa resina las puertas caspianas, que eran de bronce.
Incluso está escrito que el arca de Noé, construida hace miles de años y que aún dura sobre las montañas de Armenia, estaba compuesta por esta resina. Hay una cantidad de otras maravillas de esta clase, casi increíbles, conocidas sin embargo por la experiencia misma: así las historias antiguas hacen mención de los sátiros, animales con figura mitad hombre y mitad bestia, pero dotados de raciocinio, de los que san Jerónimo dice que uno de ellos habló a san Antonio, el ermitaño, condenando en sí mismo el error de los gentiles de adorar a los animales, y rogándole que rezara a Dios por él; y asegura que, en otra ocasión, apareció en público uno de ellos, siendo al punto remitido a Constantino.

Fuente: Enrico Pugliatti.

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